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“Cuerpo a cuerpo, bendito sea el reencuentro” de Martín Alejandro Serra

Siempre fui un tipo muy corporal un poco mono, patiné, fuí gimnasta y bastante
mediocre para los juegos de pelota. Siempre tuve música en el cuerpo y me las
arreglo cantando. Desde martincito atesoré eso de la corporalidad; aunque por
momentos, me construí un ejecutivo cordial y acartonado, hasta llegué a usar
zapatos de cuero marrón lustrado.
En 2008, viviendo en catamarca y siguiendo una vez más la necesidad de
expresarme desde el cuerpo- esta vez para sumar a mi trabajo como cantante- me
aventuré a inscribirme en el profesorado de expresión corporal del ISAC (Instituto
Superior de Arte y Comunicación). Cursé durante un tiempo la carrera y esa fue
para mí una experiencia que saboreo cómo si mi boca fuera todo mi cuerpo, y que
añoro hasta el día de hoy, momento en el que me asumo definitivamente como un
sujeto de movimiento.
Recuerdo uno de los primeros días, cuando me asomé tímidamente al viejo y
polvoriento “ costurero” del ex hospital San Juan Bautista, donde se dictan clases de
la carrera; invitado por una docente, terminé en medio de una improvisación,
rodeado de “minas” que me arrinconaron estimuladas por los efectos de un hit de
una cantante pop mexicana de afinación marciana. Entre esas “amazonas
arrinconadoras” de la primera visita al ISAC estaba Carla López Berrondo con
quién me reencontré- felizmente- este año en su Taller de Entrenamiento Corporal.
El taller que dirige Carla es para mí una experiencia completa e intensa, conformada
por una serie de elementos que me hacen vivirla como algo particular y único; uno
de esos elementos es el espacio, en el que encontré una enorme carga simbólica.
El salón donde Carla dicta su taller está en pleno Villa Cubas, un barrio centenario y
de origen de obrero, frente a la plaza dónde se localizan además la iglesia, la
escuela y la biblioteca. Pero este lugar no es solo salón de clases de Carla, es en
realidad Huellas Norteñas, una academia/ santuario del baile folklórico cuyo
párroco es “Chichi Berrondo”, el tío de Carla. Para entrar- todas las semanas- tengo
que pasar un portón de rejas color crema, siempre abierto y sin candado, e ir por el
pasillo “rosa Pantera Rosa” qué me lleva detrás de la casa de doña Tita, la preciosa
e inquieta abuela de Carla; luego solo me resta divisar el panorama “Villacubano”
desde lo alto, bajar unas escaleritas y abrir la puerta para ir a jugar o “bueno”: a
bailar.
Al entrar a la sala, mosaicos calcáreos bicolores, algunos azulejos blancos,
espejos, ciento de trofeos, cuadritos con diplomas y fotos, me hacen creer que estoy
en la sede social de un club. La primera vez que entré confieso algo abrumador. En
un sector lateral en una especie de gabinetes con cortinas que hoy son depósitos,
pero que fueron duchas de boxeadores; el abuelo de Carla era entrenador de
boxeador. Bailar y boxear. Me cautiva que esas dos acciones aparentemente
antagónicas convivan en el ADN de ese lugar que hoy habita en mí, y me hace
entender algunas cosas de Carla.
Carla es bailarina, intérprete, docente, gestora y productora. Su manera de trabajar
con el cuerpo me resulta amistosa, amorosa, cordial, abierta, integradora, riquísima
y estimulante. Si bien Carla conoce los códigos danzarios, pues primero se formó
como bailarina de folklore y estudio danza clásica, danza contemporánea y
expresión corporal, su taller no presenta lineamientos técnicos como estructuras que
impongan algo que debe ser. Se trata más bien de puntos de partida exploratorios y
expresivos, al servicio del propio movimiento, de lo que ya traigo, malo, bueno,
bruto, poco o mucho, según se mire. Siestas lluviosas frescas y cálidas en las que
casi llego a freirme son el marco perfecto para crear y eso es para mí el gran valor
del trabajo de Carla, esa sensibilidad y esa generosidad parte dejarte ir, para
pensarte como sujeto que expresa, como intérprete.
Apasionada e incansable; son las 12 de la noche y Carla está mandandome algún
mensajito para acordar alguna tarea de mañana. Esa es ella también, la gestora
cultural, la productora. Es que el reencuentro con Carla no solo fué desde el
movimiento, sino desde la inquietud por el hacer, por el producir hechos artísticos,
por el arte de la inquietud.
Yo venía de ese viaje tan apasionante de trabajar en colaboración con otro gran
artista y gestor como Germán Bormann. Carla por su parte tenía una nutrida
experiencia como directora y productora de performance y obras de danza-teatro,
con grupos de bailarines, intérpretes físicos y actores, propuestas innovadoras que
introdujo en espacios y acontecimientos tradicionales como la Fiesta Nacional del
Poncho.
En agosto de este año comenzamos a trabajar en la producción de Barro punto
Cero, una obra de danza- teatro surgida de un espacio de experimentación corporal,
un laboratorio propiciado por la profesora Silvia Búcari, otra referente indudable del
movimiento y la danza en Catamarca. Ese trabajo generoso, amoroso, paciente y
estimulante con el que Carla encara lo corporal reaparece constantemente para
sortear todo tipo de obstáculos en lo que refiere a la producción independiente;
incluso se hace presente para que puedas pensar de arriba y abajo del escenario,
quizás por eso al poco tiempo de trabajar juntos me propuso subirme al escenario
para voz y cuerpo. Tremendo compromiso.
Pero el accionar de Carla trasciende su taller, o la producción de proyectos artísticos
en los que ella esté involucrada o interesada; vivir desde adentro y desde distintos
roles esto de la actividad artística independiente la ha llevado a trabajar
activamente y en conjunto con otros espacios y gestores independientes en el
proyecto de ordenanza para espacios culturales y de formación. Lo vi con mis
propios ojos y con todo el cuerpo. Este año Carla abrió al menos en dos
oportunidades su casa y su espacio de clases, en algunos casos supliendo la
ausencia o la mezquindad de las instituciones qué deben contener esas instancias.
Hable de Carla, hablé de mí, recordé a algunas personas; inmediatamente se me
ocurrió pensar en esos momentos de la vida en que te encontras o te reencontras
con gente, con lugares, con experiencias y te sentís pleno, porque son esos
encuentros reactivos catalizadores, que llegan afortunadamente para que sigas
deseando hacer, creer y crear.

Texto: Martín Alejandro Serra


Producción: German Bormann (cstll569 arte contemporaneo)
Taller:”Leer, escribir y comunicar el arte”- Coordinado por Andrea Fernández

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