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familia noble, buscaban al mejor postor para ceder la mano de su hija, por ello la
cuidaba celosamente, no dejaba que saliera de su casa más que para asistir a la
iglesia y así evitar que conociera hombres de poca fortuna que abundaban en el
pueblo minero. Tan solo pensar que su hermosa hija se enamorara de un pobre
pueblerino, le llenaba de angustia, tan es así, que varias veces se despertaba en las
noches preocupado por ello, pero como suele suceder, el amor vence todas las
barreras Doña Carmen conoció a Don Luis, un humilde minero con el que se veía en
día fueron descubiertos. Su padre la encerró en casa amenazándola con casarla con
un amigo suyo que vivía en España, el cual tenía las cualidades que él buscaba para
ella para que su mermada fortuna creciera. La bella y sumisa doncella, lloraba todos
los días desde el balcón de su recámara. Mientras tanto, el joven enamorado, un día
vecina y estaban a unos pocos centímetros de distancia. Don Luis compró aquella
casa costándole todo su patrimonio, pero el precio valió la pena cuando al asomarse
por la ventana y extender su mano, pudo tocar la ventana del cuarto de Doña
Carmen. Ambos juraron amor eterno y planearon cómo se verían todas las noches a
través de esos balcones tan cercanos, pero al día siguiente cuando más distraídos se
aquel minero, lleno de rabia y coraje, le clavó una daga en el pecho a su propia hija.
El pobre Luis no soltaba las manos de su amada, cada vez se hacían más frías y sin
movimiento. Las últimas palabras de Carmen fueron “por siempre”, Luis dejó un
amada…
Hoy en día, algunas personas del pueblo, afirman que desde esa noche se puede ver
el espíritu de los dos enamorados que regresan para revivir su amor en el callejón
del beso.
A partir de ese entonces, se le empezó a llamar el callejón del beso en honor a todos
un beso de amor bajo los encantadores balcones de Doña Carmen y Don Luis.