El narrador recupera la conciencia, se sirve un whiskey, se cambia
la ropa y se asoma por la ventana del segundo piso. Ahora comprende que el resplandor rojo que sigue en el cielo indica que la región está incendiándose. Unas sombras oscuras, probablemente los marcianos en sus enormes máquinas, se perfilan contra el horizonte. El protagonista sigue horrorizado por la destrucción que lo rodea, pero también se muestra asombrado por aquellos trípodes mecánicos, y está seguro de que un marciano debe estar controlándolos. Más tarde durante esa noche, descubre a un soldado que está tratando de refugiarse en su casa; el hombre, conmocionado, le cuenta que los marcianos destruyeron toda su unidad de artillería, y luego se larga a llorar como un niño. Cuando recupera la compostura, le cuenta al protagonista que se salvó de casualidad, porque su caballo pisó una conejera y se cayó momentos antes de que su unidad fuera alcanzada por el rayo calórico. Tras el primer impacto, uno de los trípodes se encargó de matar a todos los supervivientes pero a él no lo encontró, porque estaba debajo del peso muerto de su caballo. Cuando los marcianos se fueron, el soldado trató de abrirse paso en dirección a Londres.
Finalizada la narración, los dos hombres se asoman a la ventana
y observan la destrucción.
Capítulo 12: La destrucción de Weybridge y Shepperton
Tanto el protagonista como el soldado saben que no pueden quedarse allí por mucho tiempo más; el artillero sugiere que se encaminen hacia Londres, donde él podría reunirse con el resto de la artillería, mientras que el narrador planea regresar a Leatherhead para reunirse con su mujer y abandonar el país. Sin embargo, el tercer cilindro se encuentra en medio del camino hacia Leatherhead, por lo que el artillero convence al protagonista de dar un rodeo y hacer parte del camino juntos.
Mientras caminan, se topan con cuerpos chamuscados por el
rayo calórico y con montones de pertenencias abandonadas en los caminos. Los pueblos han quedado desolados, y por un buen tiempo no se cruzan con ningún ser vivo. Luego se encuentran con un grupo de húsares (soldados pertenecientes al cuerpo de caballería) que les preguntan cómo son los marcianos, y el artillero les contesta que miden como 30 metros de alto y tienen cuerpos de un material semejante al aluminio. El teniente se muestra incrédulo, pero el narrador confirma la descripción. El grupo de húsares continúa su marcha, entonces, para reportarse con el general de brigada en Weybridge.
Cuando los hombres atraviesan Byfleet, notan que muchas
familias están cargando sus posesiones y que los militares están organizando un perímetro para protegerlos mientras abandonan el pueblo. Un hombre está tratando de cargar sus orquídeas a un carro, y el narrador trata de explicarle que la muerte se aproxima, pero el hombre no parece tomarlo en serio.
Weybridge está sumido en el caos y la confusión. Muchas
personas parecen tomarse la evacuación como un entretenimiento, sin comprender el peligro real de la invasión. Repentinamente comienzan a escucharse detonaciones a lo lejos, y luego las baterías emplazadas en la cercanía comienzan a hacer fuego. Cuatro trípodes aparecen en la distancia y avanzan veloces hacia el pueblo, mientras que un quinto aparece en las cercanías y la gente entra en pánico.
El narrador corre hacia el río, pensando que el agua puede
ayudarlo a sobrevivir el impacto del rayo calórico. Mientras busca el centro del Támesis, observa cómo el trípode destruye las armas con su rayo, pero una de las granadas disparadas por las baterías impacta sobre el capuchón móvil en la parte superior de la estructura y la hace volar en pedazos. El trípode comienza a moverse, tambaleante, y cae finalmente en medio del río, levantando una enorme ola de agua hirviendo. El narrador intenta salir del agua bullente, mientras que los otros trípodes se acercan al caído, lo levantan y se lo llevan consigo. Cuando el narrador gana la orilla opuesta, se maravilla de estar todavía vivo y lo considera un milagro.
Capítulo 13: Mi encuentro con el cura
Los trípodes se retiran llevándose el vehículo caído de regreso al primer cilindro caído en Horsell. Esto es bueno para los humanos ya que, sino, los marcianos habrían avanzado sobre Londres antes de que a la ciudad llegaran las noticias de los ataques.
En el cilindro, los marcianos parecen trabajar duramente en
alguna cuestión mecánica. Mientras, los humanos tratan de reforzar sus líneas de defensa. Así, unos se preparan para atacar mientras otro organizan una desesperada defensa.
El narrador encuentra un bote y navega río abajo, pensando
que quedarse cerca del agua le brinda una mayor oportunidad de supervivencia. Llega a Middlesex, abandona el bote y camina por el campo hasta detenerse, exhausto, y quedarse dormido. Cuando se despierta, encuentra a un hombre a su lado, a quien le pide agua. El hombre no tiene, le pregunta de qué se trata todo aquello y compara lo que está sucediendo con la historia de Sodoma y Gomorra, preguntándose qué clase de pecado está expiando la humanidad. Este hombre es un cura que esa misma mañana terminaba su sermón cuando empezaron a evacuar Weybridge. Ahora, la iglesia no es más que un puñado de ruinas ardientes, y el narrador comienza a notar que el cura ha perdido la razón. Aunque trata de darle esperanzas, el sacerdote sigue expresando que el Juicio de Dios está cayendo sobre la humanidad. Entonces, el narrador le grita que la fe no sirve si el cura colapsa frente a los problemas, tras lo cual le cuenta que uno de los trípodes ha sido derribado y que hay posibilidades de defenderse de los marcianos. Los hombres ven en el cielo el resplandor de un heliógrafo, lo que les indica que el campo está preparándose para un nuevo combate, por lo que deben seguir avanzando.
Capítulo 14: En Londres
La narración cambia de foco y se concentra ahora en la perspectiva del hermano del narrador (a quien solo se lo identifica como “mi hermano”), un joven estudiante de medicina. Su hermano ha leído en los periódicos que los marcianos han aterrizado cerca de Woking y matado a algunas personas, pero el diario asegura que estas criaturas no pueden funcionar en la densa atmósfera de la Tierra. Sin embargo, piensa visitar al narrador al día siguiente.
La mayoría de los habitantes de Londres continúan con sus
vidas como si nada pasara, y lo único inusual son las demoras en los horarios de los trenes, aunque todavía no se da la noticia de que los marcianos han destruido las líneas ferroviarias. Al día siguiente, los refugiados comienzan a llegar a la ciudad y se corre la noticia de enormes máquinas con una terrible capacidad destructiva. Aunque los diarios recogen las noticias con velocidad, la gente sigue mostrándose optimista.
El ejército comienza a organizar una línea de defensa entre
Richmond y Kensington, y la opinión general calcula que los marcianos no llegarán a la ciudad. Sin embargo, a la madrugada del martes el hermano del narrador es despertado, como el resto de Londres, por el sonido de estallidos en la lejanía, y puede contemplar el resplandor rojo hacia el oeste de la ciudad. La gente en la calle grita que la línea de defensa ha caído y que los marcianos ya llegan a Londres, por lo que hay que abandonar la ciudad. Mientras las alarmas suenan en la calle, la gente se entrega a una huida precipitada. El hermano del narrador toma las diez libras que conforman todo su capital y deja atrás su casa para huir de la amenaza que se aproxima.
Capítulo 15: Lo que sucedió en Surrey
El foco de la narración vuelve a centrarse en el narrador, que se encuentra aún con el cura. Después de reorganizarse en Horsell, los marcianos comienzan nuevamente la ofensiva, atacando dos unidades de artillería. Los miembros de una de ellas huyen al momento, mientras que los de la otra logran dañar a uno de los trípodes en una de sus patas antes de ser destruidos por el rayo calórico.
EL narrador comienza entonces a reflexionar sobre lo que los
marcianos pueden desear. Mientras lo hace, nota que ahora son muchos los trípodes que se organizan -el que estaba dañado ya ha sido reparado y funciona nuevamente -formando una gran curva que abarca muchas millas. Así avanzan, todos al unísino, cerrándose sobre la región que los separa de Londres. Ahora llevan enormes tubos negros sobre sus cuerpos, y uno de ellos, el más cercano a la posición del narrador, dispara uno de aquellos artefactos con un estruendo tumultuoso, pero sin humo. El protagonista entonces nos explica a los lectores que - como se enteraría luego- aquellos tubos oscuros disparan una munición que al impactar contra la tierra liberan un pesado y oscuro humo -que el autor denomina Humo Negro -con la propiedad de acabar con la vida de quienes los respiran. El humo es tan denso que no se eleva por sobre los 15 metros del nivel del suelo, por lo que algunas personas han podido salvarse subiendo a los edificios más altos de las zonas afectadas y han podido contar luego sus efectos.
En su avance hacia Londres, los marcianos disparan sus humos
tóxicos a cada zona donde pueden estar emplazadas las baterías del ejército inglés, y es así como llegan sin problemas hasta Londres, deshaciendo fácilmente la línea de defensa de Kensington y de Richmond. Mientras tanto, el narrador y el cura se encierran en una casa y esperan que los trípodes avancen para poder seguir escapando sin que los descubran.
Capítulo 16: El éxodo de Londres
La narración vuelve a concentrarse en el hermano del protagonista y en lo que está sucediendo en Londres. La ciudad se sumerge rápidamente en el caos: los trenes dejan de funcionar, la gente enloquece y la policía no puede hacer nada para sostener el orden. El hermano del narrador roba una bicicleta y puede escapar de esta forma, hasta que una de sus ruedas se rompe y entonces debe continuar a pie.
En un momento, el narrador es sorprendido por los gritos de
dos mujeres y cuando se aproxima a ellas comprueba que tres hombres están tratando de apoderarse de su coche. El hermano del narrador logra reducir a uno de los hombres y las mujeres se ponen al resguardo; sin embargo, los otros dos asaltantes se le echan encima y lo tiran al piso. Una de las mujeres interviene entonces y dispara un revólver que llevaba escondido en el asiento del coche, tras lo cual los asaltantes huyen y el hermano del narrador puede ponerse en pie y recuperarse. Tras su ayuda, las mujeres le ofrecen viajar con ellas, y así continúan los tres el éxodo.
Ellas son la señora Ephinstone y su hermana menor. Ambas
viajan con el objetivo de encontrase con el marido de Ephinstone, un cirujano de Stanmore. Mientras avanzan, notan que cada vez es mayor la cantidad de gente que huye de Londres, hasta formar una marea humana compacta que avanza a empujones y aplasta a quienes se interponen en su camino.
Así le sucede, por ejemplo, a un hombre que se agacha a
recoger las monedas de oro caídas de un maletín roto: mientras se agacha para juntarlas, un carro le pasa por encima y le destroza la columna. El hermano del narrador quiere ayudarlo y trata de correrlo del camino, pero el hombre, que sigue enloquecido por juntar las monedas, le muerde la mano, por lo que termina abandonándolo.
El hermano del narrador indica entonces que deberán abrirse
paso entre la multitud para salirse del camino principal y moverse por una zona alternativa, y así lo hacen, aunque el esfuerzo los deja agotados. Más tarde, mientras descansan junto a muchas otras personas, comprueban que una gran cantidad de personas se dirigen hacia ellos, huyendo exactamente en la dirección contraria a la que está siguiendo toda la multitud con la que caminan.
Capítulo 17: El Thunder Child
El narrador le pide al lector que imagine que sobrevuela Londres en globo aerostático y se asoma hacia el espectáculo de seis millones de personas huyendo de la ciudad. La gente se vería como hormigas, yendo y viniendo en pánico. Alrededor, grandes porciones de tierra han sido destruidas por los marcianos. A lo largo de las últimas horas han caído nuevos cilindros sobre la ciudad de Londres, uno de ellos en Primrose Hill, cerca del centro.
El hermano del narrador y las dos mujeres se abren paso hasta
el mar, donde se despliega una enorme flota de todo tipo de embarcaciones que cobran para cargar pasajeros. También notan que hay un destructor acorazado del ejército inglés. Los tres logran comprar pasajes en un barco hacia Ostende, Bélgica, aunque la señora Elphinstone se siente muy mal por abandonar el país. Sin embargo, antes de que los barcos partan, tres trípodes marcianos aparecen y se dirigen con velocidad hacia el mar. Los barcos intentan alejarse de la costa a toda marcha, pero los trípodes los siguen y parece que van a alcanzarlos. Para propiciar el escape de las naves, el destructor Thunder Child se apresura hacia los marcianos, quienes lo notan y le disparan primero con su nube de humo tóxico y luego con el rayo calórico. El acorazado continúa su camino de todas formas e impacta contra uno de los trípodes, destruyéndolo por completo. Luego, antes de hundirse completamente, golpea otro trípode y lo hunde en el mar.
Mientras las embarcaciones se alejan de la costa, el hermano
del narrador escucha y ve las explosiones del destructor británico contra la costa. Al poco tiempo, la visión es obstaculizada por el humo de las máquinas destruidas.