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Capítulo 11: Desde la ventana

El narrador recupera la conciencia, se sirve un whiskey, se cambia


la ropa y se asoma por la ventana del segundo piso. Ahora
comprende que el resplandor rojo que sigue en el cielo indica
que la región está incendiándose. Unas sombras oscuras,
probablemente los marcianos en sus enormes máquinas, se
perfilan contra el horizonte. El protagonista sigue horrorizado
por la destrucción que lo rodea, pero también se muestra
asombrado por aquellos trípodes mecánicos, y está seguro de
que un marciano debe estar controlándolos.
Más tarde durante esa noche, descubre a un soldado que está
tratando de refugiarse en su casa; el hombre, conmocionado, le
cuenta que los marcianos destruyeron toda su unidad de
artillería, y luego se larga a llorar como un niño. Cuando
recupera la compostura, le cuenta al protagonista que se salvó
de casualidad, porque su caballo pisó una conejera y se cayó
momentos antes de que su unidad fuera alcanzada por el rayo
calórico. Tras el primer impacto, uno de los trípodes se encargó
de matar a todos los supervivientes pero a él no lo encontró,
porque estaba debajo del peso muerto de su caballo. Cuando
los marcianos se fueron, el soldado trató de abrirse paso en
dirección a Londres.

Finalizada la narración, los dos hombres se asoman a la ventana


y observan la destrucción.

Capítulo 12: La destrucción de Weybridge y Shepperton


Tanto el protagonista como el soldado saben que no pueden
quedarse allí por mucho tiempo más; el artillero sugiere que se
encaminen hacia Londres, donde él podría reunirse con el resto
de la artillería, mientras que el narrador planea regresar a
Leatherhead para reunirse con su mujer y abandonar el país. Sin
embargo, el tercer cilindro se encuentra en medio del camino
hacia Leatherhead, por lo que el artillero convence al
protagonista de dar un rodeo y hacer parte del camino juntos.

Mientras caminan, se topan con cuerpos chamuscados por el


rayo calórico y con montones de pertenencias abandonadas en
los caminos. Los pueblos han quedado desolados, y por un
buen tiempo no se cruzan con ningún ser vivo. Luego se
encuentran con un grupo de húsares (soldados pertenecientes
al cuerpo de caballería) que les preguntan cómo son los
marcianos, y el artillero les contesta que miden como 30 metros
de alto y tienen cuerpos de un material semejante al aluminio.
El teniente se muestra incrédulo, pero el narrador confirma la
descripción. El grupo de húsares continúa su marcha, entonces,
para reportarse con el general de brigada en Weybridge.

Cuando los hombres atraviesan Byfleet, notan que muchas


familias están cargando sus posesiones y que los militares están
organizando un perímetro para protegerlos mientras
abandonan el pueblo. Un hombre está tratando de cargar sus
orquídeas a un carro, y el narrador trata de explicarle que la
muerte se aproxima, pero el hombre no parece tomarlo en
serio.

Weybridge está sumido en el caos y la confusión. Muchas


personas parecen tomarse la evacuación como un
entretenimiento, sin comprender el peligro real de la invasión.
Repentinamente comienzan a escucharse detonaciones a lo
lejos, y luego las baterías emplazadas en la cercanía comienzan
a hacer fuego. Cuatro trípodes aparecen en la distancia y
avanzan veloces hacia el pueblo, mientras que un quinto
aparece en las cercanías y la gente entra en pánico.

El narrador corre hacia el río, pensando que el agua puede


ayudarlo a sobrevivir el impacto del rayo calórico. Mientras
busca el centro del Támesis, observa cómo el trípode destruye
las armas con su rayo, pero una de las granadas disparadas por
las baterías impacta sobre el capuchón móvil en la parte
superior de la estructura y la hace volar en pedazos. El trípode
comienza a moverse, tambaleante, y cae finalmente en medio
del río, levantando una enorme ola de agua hirviendo. El
narrador intenta salir del agua bullente, mientras que los otros
trípodes se acercan al caído, lo levantan y se lo llevan consigo.
Cuando el narrador gana la orilla opuesta, se maravilla de estar
todavía vivo y lo considera un milagro.

Capítulo 13: Mi encuentro con el cura


Los trípodes se retiran llevándose el vehículo caído de regreso
al primer cilindro caído en Horsell. Esto es bueno para los
humanos ya que, sino, los marcianos habrían avanzado sobre
Londres antes de que a la ciudad llegaran las noticias de los
ataques.

En el cilindro, los marcianos parecen trabajar duramente en


alguna cuestión mecánica. Mientras, los humanos tratan de
reforzar sus líneas de defensa. Así, unos se preparan para atacar
mientras otro organizan una desesperada defensa.

El narrador encuentra un bote y navega río abajo, pensando


que quedarse cerca del agua le brinda una mayor oportunidad
de supervivencia. Llega a Middlesex, abandona el bote y camina
por el campo hasta detenerse, exhausto, y quedarse dormido.
Cuando se despierta, encuentra a un hombre a su lado, a quien
le pide agua. El hombre no tiene, le pregunta de qué se trata
todo aquello y compara lo que está sucediendo con la historia
de Sodoma y Gomorra, preguntándose qué clase de pecado
está expiando la humanidad. Este hombre es un cura que esa
misma mañana terminaba su sermón cuando empezaron a
evacuar Weybridge. Ahora, la iglesia no es más que un puñado
de ruinas ardientes, y el narrador comienza a notar que el cura
ha perdido la razón. Aunque trata de darle esperanzas, el
sacerdote sigue expresando que el Juicio de Dios está cayendo
sobre la humanidad. Entonces, el narrador le grita que la fe no
sirve si el cura colapsa frente a los problemas, tras lo cual le
cuenta que uno de los trípodes ha sido derribado y que hay
posibilidades de defenderse de los marcianos. Los hombres ven
en el cielo el resplandor de un heliógrafo, lo que les indica que
el campo está preparándose para un nuevo combate, por lo que
deben seguir avanzando.

Capítulo 14: En Londres


La narración cambia de foco y se concentra ahora en la
perspectiva del hermano del narrador (a quien solo se lo
identifica como “mi hermano”), un joven estudiante de
medicina. Su hermano ha leído en los periódicos que los
marcianos han aterrizado cerca de Woking y matado a algunas
personas, pero el diario asegura que estas criaturas no pueden
funcionar en la densa atmósfera de la Tierra. Sin embargo,
piensa visitar al narrador al día siguiente.

La mayoría de los habitantes de Londres continúan con sus


vidas como si nada pasara, y lo único inusual son las demoras
en los horarios de los trenes, aunque todavía no se da la noticia
de que los marcianos han destruido las líneas ferroviarias. Al día
siguiente, los refugiados comienzan a llegar a la ciudad y se
corre la noticia de enormes máquinas con una terrible
capacidad destructiva. Aunque los diarios recogen las noticias
con velocidad, la gente sigue mostrándose optimista.

El ejército comienza a organizar una línea de defensa entre


Richmond y Kensington, y la opinión general calcula que los
marcianos no llegarán a la ciudad. Sin embargo, a la madrugada
del martes el hermano del narrador es despertado, como el
resto de Londres, por el sonido de estallidos en la lejanía, y
puede contemplar el resplandor rojo hacia el oeste de la ciudad.
La gente en la calle grita que la línea de defensa ha caído y que
los marcianos ya llegan a Londres, por lo que hay que
abandonar la ciudad. Mientras las alarmas suenan en la calle, la
gente se entrega a una huida precipitada. El hermano del
narrador toma las diez libras que conforman todo su capital y
deja atrás su casa para huir de la amenaza que se aproxima.

Capítulo 15: Lo que sucedió en Surrey


El foco de la narración vuelve a centrarse en el narrador, que se
encuentra aún con el cura. Después de reorganizarse en Horsell,
los marcianos comienzan nuevamente la ofensiva, atacando dos
unidades de artillería. Los miembros de una de ellas huyen al
momento, mientras que los de la otra logran dañar a uno de los
trípodes en una de sus patas antes de ser destruidos por el rayo
calórico.

EL narrador comienza entonces a reflexionar sobre lo que los


marcianos pueden desear. Mientras lo hace, nota que ahora son
muchos los trípodes que se organizan -el que estaba dañado ya
ha sido reparado y funciona nuevamente -formando una gran
curva que abarca muchas millas. Así avanzan, todos al unísino,
cerrándose sobre la región que los separa de Londres. Ahora
llevan enormes tubos negros sobre sus cuerpos, y uno de ellos,
el más cercano a la posición del narrador, dispara uno de
aquellos artefactos con un estruendo tumultuoso, pero sin
humo. El protagonista entonces nos explica a los lectores que -
como se enteraría luego- aquellos tubos oscuros disparan una
munición que al impactar contra la tierra liberan un pesado y
oscuro humo -que el autor denomina Humo Negro -con la
propiedad de acabar con la vida de quienes los respiran. El
humo es tan denso que no se eleva por sobre los 15 metros del
nivel del suelo, por lo que algunas personas han podido
salvarse subiendo a los edificios más altos de las zonas
afectadas y han podido contar luego sus efectos.

En su avance hacia Londres, los marcianos disparan sus humos


tóxicos a cada zona donde pueden estar emplazadas las
baterías del ejército inglés, y es así como llegan sin problemas
hasta Londres, deshaciendo fácilmente la línea de defensa de
Kensington y de Richmond. Mientras tanto, el narrador y el cura
se encierran en una casa y esperan que los trípodes avancen
para poder seguir escapando sin que los descubran.

Capítulo 16: El éxodo de Londres


La narración vuelve a concentrarse en el hermano del
protagonista y en lo que está sucediendo en Londres. La ciudad
se sumerge rápidamente en el caos: los trenes dejan de
funcionar, la gente enloquece y la policía no puede hacer nada
para sostener el orden. El hermano del narrador roba una
bicicleta y puede escapar de esta forma, hasta que una de sus
ruedas se rompe y entonces debe continuar a pie.

En un momento, el narrador es sorprendido por los gritos de


dos mujeres y cuando se aproxima a ellas comprueba que tres
hombres están tratando de apoderarse de su coche. El hermano
del narrador logra reducir a uno de los hombres y las mujeres
se ponen al resguardo; sin embargo, los otros dos asaltantes se
le echan encima y lo tiran al piso. Una de las mujeres interviene
entonces y dispara un revólver que llevaba escondido en el
asiento del coche, tras lo cual los asaltantes huyen y el hermano
del narrador puede ponerse en pie y recuperarse. Tras su ayuda,
las mujeres le ofrecen viajar con ellas, y así continúan los tres el
éxodo.

Ellas son la señora Ephinstone y su hermana menor. Ambas


viajan con el objetivo de encontrase con el marido de
Ephinstone, un cirujano de Stanmore. Mientras avanzan, notan
que cada vez es mayor la cantidad de gente que huye de
Londres, hasta formar una marea humana compacta que avanza
a empujones y aplasta a quienes se interponen en su camino.

Así le sucede, por ejemplo, a un hombre que se agacha a


recoger las monedas de oro caídas de un maletín roto: mientras
se agacha para juntarlas, un carro le pasa por encima y le
destroza la columna. El hermano del narrador quiere ayudarlo y
trata de correrlo del camino, pero el hombre, que sigue
enloquecido por juntar las monedas, le muerde la mano, por lo
que termina abandonándolo.

El hermano del narrador indica entonces que deberán abrirse


paso entre la multitud para salirse del camino principal y
moverse por una zona alternativa, y así lo hacen, aunque el
esfuerzo los deja agotados. Más tarde, mientras descansan
junto a muchas otras personas, comprueban que una gran
cantidad de personas se dirigen hacia ellos, huyendo
exactamente en la dirección contraria a la que está siguiendo
toda la multitud con la que caminan.

Capítulo 17: El Thunder Child


El narrador le pide al lector que imagine que sobrevuela
Londres en globo aerostático y se asoma hacia el espectáculo
de seis millones de personas huyendo de la ciudad. La gente se
vería como hormigas, yendo y viniendo en pánico. Alrededor,
grandes porciones de tierra han sido destruidas por los
marcianos. A lo largo de las últimas horas han caído nuevos
cilindros sobre la ciudad de Londres, uno de ellos en Primrose
Hill, cerca del centro.

El hermano del narrador y las dos mujeres se abren paso hasta


el mar, donde se despliega una enorme flota de todo tipo de
embarcaciones que cobran para cargar pasajeros. También
notan que hay un destructor acorazado del ejército inglés. Los
tres logran comprar pasajes en un barco hacia Ostende, Bélgica,
aunque la señora Elphinstone se siente muy mal por abandonar
el país. Sin embargo, antes de que los barcos partan, tres
trípodes marcianos aparecen y se dirigen con velocidad hacia el
mar. Los barcos intentan alejarse de la costa a toda marcha,
pero los trípodes los siguen y parece que van a alcanzarlos.
Para propiciar el escape de las naves, el destructor Thunder
Child se apresura hacia los marcianos, quienes lo notan y le
disparan primero con su nube de humo tóxico y luego con el
rayo calórico. El acorazado continúa su camino de todas formas
e impacta contra uno de los trípodes, destruyéndolo por
completo. Luego, antes de hundirse completamente, golpea
otro trípode y lo hunde en el mar.

Mientras las embarcaciones se alejan de la costa, el hermano


del narrador escucha y ve las explosiones del destructor
británico contra la costa. Al poco tiempo, la visión es
obstaculizada por el humo de las máquinas destruidas.

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