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Quiero escribir una carta a Manuel Belgrano. Tengo algo importante para decirle.

No sé bien
cómo empezar.

Finalmente comienzo así:

Querido Manuel:

Sé que a vos no te va a extrañar recibir esta carta. Aunque a muchas personas


les pueda parecer rarísimo que me haya ocurrido enviártela y me vean como una desubicada y
digan que cómo le voy a escribir a alguien que murió hace doscientos años.

Sin embargo, tanto vos como yo sabemos muy bien que en el mundo hay
todavía muchísimo que no conocemos. Y que existen muchas mas posibilidades que las que
tenemos en cuenta. Pero confió en que esta carta va a llegar a tus manos. Bueno, no sé si a tus
manos, porque tampoco sé como es la forma que tenés ahora. Pero estoy segura de que segura
esta carta te va a llegar. Y por favor, que nadie que lea esto me pregunte por medo de qué
correo te la voy a mandar, porque no lo pienso decir.

Todas tus biografías dicen que estas muerto desde el 20 de junio de 1820. Pero
yo creo que eso no es del todo así. Es cierto solo en parte.

Así iba escribiendo la carta. Cada tanto me den tenía y releía lo que ya había
puesto y cambiaba alguna palabra o agregaba o el eliminaba algo. Después, seguía.

Es verdad que físicamente ya no estás con nosotros. Murió ese cuerpo capaz de
realizar hazañas increíbles a pesar de las muchas enfermedades y de los dolores permanentes
que sufrió. Ese cuerpo que pudo recorrer a pie la distancia entre Buenos Aires y Paraguay
junto con los soldados de su ejército, en durísimas condiciones. Ese cuerpo que anduvo por
los lugares más difíciles de transitad sin emitir una sola queja. Ese cuerpo ya no está. Pero así
como sigue en pie tu bandera, hay algo de vos, no sé qué es, no sé cómo llamarlo, que
permanece con nosotros.

Puedo afirmar que sí está con nosotros todo lo que nos enseñaste, no con
discursos, no con teorías, sino con tu vida, con tu entrega a un ideal de libertad, con tu valiente
accionar, con tus actitudes de honestidad absoluta, con tu disposición inquebrantable a
anteponer el interés de tu pueblo a cualquier beneficio personal.

Muchas veces me preguntan por qué escribí sobre vos. Para mí, la respuesta es
obvia. Pero como me lo preguntaron en tantas ocasiones, tal vez debería dar alguna
explicación. Voy a…
Pero en ese momento sonó una voz que me dijo:

-No. Mejor, explicaciones no.

Y en este pinto me vi obligada a dejar de escribir porque escuchar ese me sobresaltó.


Pero la cosa no paró ahí. La voz siguió hablándome. Ah, no sé si hace falta que lo diga, pero
aunque no tenía claro de dónde venía la voz, supe inmediatamente de quién era.

-Está bien, Manuel, Pero… ¿Una explicacioncita cortita puedo?

-Escucharme, me parece que vos confundís explicaciones con elogios. Y no


quiero que me sigas alabando. Yo hice lo que tenía que hacer y punto.

-Sí, pero… quisiera explicar que…

-No, porque me vas a hacer ruborizar. Tantas explicaciones no son necesarias.


La gente no es tonta. Y hoy los menos tontos son los chicos y las chicas.

-Está bien, Manuel. Pero déjame seguir un poco más con la carta. Te aseguro
que no habrá explicaciones.

-De acuerdo. Solo te pido que no olvides que aunque la carta esté dirigida a
mí, soy una persona pública y es posible que muchas otras personas lean. Por favor, basta de
elogios.

Me dispuse a seguir escribiendo, pero estaba un poco confundida y tuve que pensar muy
bien antes de continuar.

Decidí retomar en el punto donde había dejado.

Voy a dejar de lado todo intento de aclarar por qué decidí escribir un libro sobre vos y tu
vida. Será mejor que cada lector saque sus propias conclusiones.

Lo que voy a dejar de lado es mi total agradecimiento por todo lo que generosamente
diste para fundar este país, en el que anhelabas que viviéramos con libertad, justicia e
igualdad.
Basch, A. (2020). Carta a Manuel Belgrano. En A. Basch, Belgrano hace bandera, y le sale de
primera (págs. 89-93 ). Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Loqueleo.

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