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El Hijo del hombre tiene que sufrir. Pero ¡ay de aquel que lo va a traicionar!, más le valiera no haber
nacido.
En ese momento de la cena, Jesús tomó un pan y lo partió despacio, miró a cada uno de los doce
apóstoles y les dijo estas palabras:
Jesús: tomad y bebed; esta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón
de los pecados.
Jesús: luego se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, luego con agua en una
jarra, se pone a lavar los pies a sus discípulos, secándoselos con la toalla. Nadie se atrevía a
hablar.
Pedro: Señor, si es así no me laves sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.
Jesús: Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio, y
ustedes están limpios. Aunque no todos.
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
Jesús: ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? yo les he dado ejemplo para que lo que yo he
hecho con ustedes, ustedes también lo hagan.
LA RESURRECCIÓN DE JESÚS.
María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, y vio la losa quitada del sepulcro. Junto a ellas
habían dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvo temor, y bajó el rostro a tierra,
les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado.
Recuerden de lo que les habló: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de
hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.
Ma. Magdalena: Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y Juan, y les dijo:
Ma. Magdalena: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.