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DIRECTOR DE PROYECTO Alejandro Horowiez DIRECTORES DE VOLUMEN Susana Cella Elsa Drucaroff Roberto Ferro Maria Teresa Gramuglio Cristina Iglesia Colina Manzoni Jorge Monteleone Ricardo Piglia Alfredo Rubione Sylvia Sattta Julio Scbroartzman Susana Zanetti HISTORIA CRITICA DE LA LITERATURA ARGENTINA director de la obra: NOE JITRIK VOLUMEN 2 La lucha de los lenguajes director del volurnen JULIO SCHVARTZMAN Emecé Editores ‘a_i Noe a cade rata argent ee enos Ares: tect, 20. “ops za on. Ensayo) ssn ssnan2e7e9 |-riuto =, Utorature Argentina Histor ric nest Eines SA. tnependencin 16,1195 ABC, Bono ie rgetne 20, Noe ii (0200, jos Scares ©2005, med Eres SA isso de cles Faber Ra relia 200 ample ences ria Grin Arges Gal Beano Reve 166, Capital Feder relies defer de 203 eveeuos dos los econ Quads rigaronsent pois Fe cade loinc: dl Copy vi ann bisa el pea eprotcsionpte 9 ae clgye rca opoxetimentn nies eprops ef eanseno forme [MORESO ELA ARGENTINA J PRINTED IN ARGENTINA Seas tte depo ue pein ale V7) sake sso e789 ‘MANSILLA, LA AVENTURA DEL RELATO por Cristina Iglesia ‘Laverdad es aquello que se logra hacer erect. TLUCIO V. MANSILLA say un pregunta en la que Una excursion os indiosrangueles (1870) Sy aden y que itrompe cada tanto com el illo de un chispazo, con- 2G en broma autorreferencial, bajo diferentes formulaciones, Lain- sopsonalaque seintents despojar de todo dramatismo filoséfico, suena en sus lectores 020, 2 Cok lla juguetona para los lectores por el autor y na~ cpr del texto, nuda contrasta con una afiemacion que cireula du- «eet oda la vida piblica de eseritor y que podria pertenccer a cualquie~ jade sus contemporineos: “;Quign no conoce al general Mansilla?”. La ing “Mansilla (1831-1913) se construye, en efecto, entee Su destreza de wsctitor convertié esta p: fenida por él mismo, en Jente inagotable de relatos propios y ajen: “Casualidad significativa; yo conoci a Mansilla en el musco del Louvre (1907). Vivia yo entonces frente a las Tullerias y eruzaba el par- gue todas las tardes, después del almuerzo, para volver aver La Victo- ede Samotracia y oteas maravilla. Estaba yo en la galeria centeal, cer~ hide dos guardianes, cuando of que uno le decia al otro: Id est um ings ameéricain, le général Mansilla. Volvi a cabeza y vi al caracte- fistico personaje que pasaba con su gran estampa: su entallada levita ne- fea su chambergo de ala quebrada bajo la cual esponjabase la melena flanca, su tez rojiza, su ancha barba canosa, su monéculo, su fino bas- | tn de cafia. Era personaje ya familiar en el Museo.”! "Ricardo Rojas, Historia de literatura Argentine, Bucnos Altes, Libreris Ia Far sslad, 1925, sat Una ubicuidad proverbial En extensa nota al pie, Ricardo R. : ., Ricardo Rojas registra no s6lo la ce del encuentro parsino, sino el impacto visual que ie ‘igure de. lepine “a nota a pie pertenee al capitulo Les rage tulo elegante bajo el cual Rojas agrupa a los escritores que conde traci, los queseconireronen promesas incumplidse, los ee Wa ata can cece tee del general Mensilla, a quien los guardianes del own conan ira fascinans que soe tera Sus tabs penonles gra st oj0 estétco, st poderosa memoris-~ definen an peril de. cote guesuscita ene astra un ents que dlespicra esr. Enel igrose debe haber de a pros ins y seleciva de su obra monumental, Rojas no escatima el subrayado de las fl alg madreza cular concenasonaspersanisa di a na a su prosa, para ser el gran escritor que, por sus facultades nates haber pvido sex La vida ugpara un depor a Vteraturs,unacon, see lante” y en sus obras no tuvo “el presentimiento dea an Sefialado como deudor del ital simbél 0. moroso del capital simbélica de la “gran {i cerauta argentina" Manel aya abicudad proverbial se comet en uno de os sans misalents de su biorai, sempre esard ined rod cn shore de a rte! os esp fet Naw trovesboraba una eoneseniente nao props det me Parse 8 de xz de 1913 Dhltate en to, aol frpecia Hearse Cunaido Avellaneds poll su estilo y Wilde mostraba sa humorismo, Mansilla‘conversaba’. En a conversaci6n fue gen causerie fuera un género literario, Mansilla seria scion ere wee [LA pesar de su talento y de su obra Mansilla sera recordado slo gor gato y porstsaventuns” landnimo nology de Now termina que la causerie no es un géneco liteario y, en consecuenci, lansll, ado al itm impuesto por las dirias necesidades de su ator. "Peosinas sneal “bach comesponde al capitulo "Lucio V, Mansilla” escrito por Rodolfo +008 casos se encargaron nuevos capitulos en busca de nuevos enfoques critics. Ess SiquedscofeecoNdersdsneest once de Mani . sae alidad pulst a Maile del paraiso de la literatura eterna pero concede a su py asus aventuras un prestigio curiosamente menos efimero. Ha- ee fbcka de su muerte, “el general” se habia convertido en ung figu- gn esultaba auractva y diverida para sus contemporineos Asino Fe afshaextro leercronicas periodisticas que lo tenian como Ports sel y sus excenttcidades eran suficientes para sostene columnas yue llevaban por titulo “Ecos de Lucio” o “Cosas de Lucio”? Jan muestra dela peculiar relaci6n ce Mansilla con su propia re- eusion peviodistica es la eauserie “zPor qué? ‘Alli maneja un ex- Mordinario juego de versiones de uns ‘noticia sobre él mismo apareci~ ton diaro, Su operacin de escritura, el intervenir en la polémica Us SJador de tna noticia que lo tiene como centro, propone un en ierGetcio de petiodismo moderno. La wuelta de tuerea que st jue, bh eNersiones produce consiste no sélo en ratificar por el absurdo.t {jeter sensacionalista del periédico sino en confirmar que cualquier carer entravagnate puede ser creida enol Buenos fzes de ines dels ‘tne con la simple atribucidn de los hechos a Mansilla* #1895, en el pabellOn argentino de la Exposicién Universal de pars el transformista Casthor obtiene ua éxito rorundo al mudar st hess por la del general Mansilla, cayos gestos y expresiones imita careranta perfeccion que hasta la madre del imitado, Agustina Rosas, SJalruta y aplaude la exhibicion. Y hacia 1903, unos alos antes de so Greuentzo con Rojas en Patis, la popular tienda portefia de Avelino Cabezas utilizaba una gran silueta de Mansilla para atraer Ja atencion el pablico sobre un anuncio. De la silueta de ‘Mansilla se despren- ‘jae advertencia “Escuchad bien”, y a continuacin se ofrecia lalis- ane precios de ropa y otros productos que se comercilizaban ea 1s tienda ‘No es, porlo tanto, casual, que sus contemporineos, cuando inten tan atrapar Ja imagen de Mansilla, recurran a la analog ‘que abunda de was Jo notable en sus descripciones. Escribe Miguel Angel Carcano: lo Desde diciembre de 1879, por ejemplo, EJ Naciona! ofrece la columns “Ecos de redo siglo: Cosas de Lucio”. Tite do Dimer, director del diario, le suega que no publique su broma antrop6 lagaponguced publicocroers ques verdad cs dese ese que Manslahacorige ov HRT eae acd orejas de vigilance. Lucio V. Mansilla, “Por qué...2" Entre Nos Ca ‘pres del joven Buenos Aires, Hachette, 1963. Todas la citar de camer: se Ma esta edieibn 7 hace tiempo apotad, Ediciones recientes, aque no comple, Fee cae io V. Mansa, Horror al eaci otras obarfased de Cristina Tp se eee Scivartman y colaboradores, Buenos Siees, Bilas, 1995,y Tasio VMlan aT Maaco Charles addins, edicion y prOlogo de Adriana Amante y tres, Buenos ‘ines, Bibl, 1997 543 Ceremonioso, contenido y distante, con la mirada hechizado. ray aguda parecia un embajador veneciano pintado por Man. tegna. Era un mariscal del Segundo Imperio cuando caminaba exguido: el pecho saliente, cenido en larga levita, empufiando ol bastén, blasfemando y lanzando palabras gruesas, Y lo creer, un evangelista cuando escuchaba misa en Saint-Roche, concen. trado en la lectura de su breviario, aireada la cabellera alrede. dor de la calvicie y su mano acariciando lentamente la barba de profera® ¥ Santiago de Estrada, que lo contempla in situ en la frontera sur de Cérdoba como un objeto extrafio al que se encuentra al eabo de wy Jargo viaje, os ha dejado una de las mas méviles y certeras descripio. nes del efecto transformista de la imagen de Mansilla: Mansilla esté dotado de una naturaleza excepcional, Se puede decir que es un hombre que ha ensayado todos los earacteres y gue no muestra el propio sino en las situaciones supremas, Lo he conocido italiano, inglés, francés, oriental y argentino; artis. ta, hipocondriaco, espiritual, indolente, imaginativo, De un dia para otto rompe sus pinceles, arroja el spleen, abandona a Vol- tate, desprecia el dolce far niente y se divorcia de los suefios potticos. Ha llegado la hora de escribir y se hace periodista; ha llegado la hora de combatir y es soldado; ha llegado la hora de atravesar la pampa, y es gaucho; ha legado la hora de trabajar y es chino. Pero jqué digo! ha sonado la hora de la actividad y de Ja lucha y es, ¢s é. Entonces deja sus modelos, asume su verds- Fa ae “er, ‘ 2 i méscara italiana, francesa e inglesa y se beers En sus propios relatos, su imagen se construye cuidadosamente con Ja compleja simultancidad del parecido y de la diferencia. O mejor ain, el parecido se trabaja como diferencia fundante de su personaje. En una de sus causeries, “De cémo el hambre me hizo eseritor”, Mansillare- construye su llegada a Parand, como exiliado politico, huego de haber protagonizado un ruidoso episodio con José Marmol y haber sufrido 2 Miguel Angel Circano, El estilo de vids argentino, Buenos Aires, Eudebs, 160. ‘ Santiago de Estad, Viajes, Barcelona, Imprenta de Heineich y Cia. 1889 544 na breve temporada de cércel.’ “Me quedaban cinco pesos bolivianos “como dicen en Italia, la ben fattezza de mi persona, ola estampa co- fro dicen en Andalucfa. ;Y qué capital suele ser!”. Al dia siguiente de tp llegada, el joven proscripto ya esté en plena fiesta federal: La flor y nata de ambos sexos santafecinos estaba alli, Yo me ‘mantenfa un tanto apartado, dandome aires: tenia toda la barba, larga la rizada melena, y usaba un gean chambergo con el ala le- vantada a guisa de don Félix de Montemar. Mi apostura, mi continente, mi esplendor juvenil, amaron la atencion de don Juan Pablo Lépez (a) Mascarilla (el pelafustén Segtin otros), gobernador constitucional en ese momento, y di- rigigndose a mi huésped, le dij: e —;Quién es aquel profeta? Romantico, o poeta, o estrafalario o algo por el estilo algo de es0 0 todo €s0, quiso implicar y no otra cosa. Tenia quizas el término, no le venfa a las mientes. Vefa una figura discordan- te, en medio de aquel cuadro uniforme, de tipos habituales —la incongruencia le chocaba sin fastidiarlo— y expresaba su im- presi6n vaga, confusa, insaisissable, inagarrable, como cafa, t0- nandola por los eabellos, y la sintetizaba, calificindome de profeta La gaffe del caudillo es resignificada por el propio Mansilla: Lopez capta lo esencial, es decir lo discordante que, a su vez, es insaisissable, inagarrable (hasta el punto de que el propio Mansilla necesita de las dos lenguas para explicarse) pero se equivoca al nombrarlo. Lépez dice *profeta” cuando quiere decir “raro” o “extraiio”, pero el error es sig~ ficativo porque muestra que Mansilla no s6lo es inclasificable como ‘eccritor —escribe como conversa, aborda un género que no es género, se diluye en digeesiones— sino gue es innombrable, es decir, inclasili- cable, como personae social En la canserie “Los siete platos de arroz.con leche”, el narrador re- cuerda su paso por Paris en su primer viaje a Europa: "8127 de junio de 1856, en el Teatro Argentino colmado por més de dos miles- psstidoresscunidos para presenciar vn espeeticulo popular de luchs, el joven Mansi lsarojaliterament, fos quanes en la eara del escrito José Mdeml. Se escucharon ptos de" A laccel con Mansilla”y *Mucra Ia Mazorca” y Mansllaterming efect- ‘amente en la cizely luego fue conlenado a tres aos de destiero en la Confeders- Gi El motivo del desafio public fue expicade por el mismo Mansa en una carta ese ln care que tuvo difusi periodstcs en so aovela Amalia, Marmol habia de- ado my al parade pestigio de su padre el general Lucio N. Mansi say Me acuerdo que fue el capitan Le Page el que en ellos me introdu- jo [en los salones de! fawbourg Saint-Germain] presentindome en casa de la elegante marquesa de La Grange, con cuyo nombre he dicho todo. (-..] La marquesa, que era charmante y que, induda- blemente, me hall6 apetitoso, pues yo era, alos diez y ocho aioe ‘mucho més bonito que mi noble amigo Miguel Cuyar ahora, iwi” ‘me a comer y organiz6 una fiesta para exhbirme, ni mas ni me- nos que si yo hubiera sido un indio o el hijo de algiin nabab, segin is tarde lo colegi, porque terminada la comida hubo recepcién yo ofa, después de las presentaciones de estilo, que les belles dames decian: “Comme il doit étre beau avec ses plumes”. Naturalmente yo, al ofr aquel beau, me pavoneaba, je posais,ex- presidn gue no se traduce bien, pero al mismo tiempo decis en mi interior: {Qué birbaros son estos franceses! Diferente pero parecido, Mansilla goza con los dos términos, se ula ‘na con su pertenencia a ambos extremos, Su escritura elabora su excep cionalidad pero disfruta con las confusiones, y subraya los contextos contrapuestos en los que su personaje puede ser distinguido y confun dido al mismo tiempo: asi, “yo era ya un indio entre los indios”, uns frase que se escribe de muchas maneras en Rangueles, tiene el valor del logro personal (Mansilla, que, como sus lectores saben, no es un i ha logrado, gracias a su don de ubicuidad, mimetizarse con los bir 10s), mientras que en Paris, ser mirado “como un indio” es tin ertor que delata ignorancia, una carencia de la cultura aparatosa pero limitada de! faubourg Saint-Germain, un toque que muestra falta de mundo del ‘mundo de los salones parisinos. Exhibir a un joven sudamericato co ‘mo si fuera un indio y hasta llegar a imaginarlo con sus plumas es un gesto “barbaro” de los franceses. En la tertulia federal de Parani, o en los salones parisinos, el joven Mansilla es ante todo insaisissable y lo se guird siendo en diferentes Ambitos y contextos durante toda su vida Sostener esta originalidad no fue tarea sencilla y Mansilla no dudé en jugar con otros riesgos: sus relatos aluden con frecuencia a “experimen- tos", “desajustes”, “abusos magnéticos, hipnéticos o nigromanticos” y “curiosidades esotéricas por el estilo” practicados en su propio cuerpo, por un hombre decidido a tocar todos los limites porque sabe que “kk felicidad esté en los extremos”, “Soy el hombre de mi facha y de mi fecha”, asegura Mansilla. Lafa- cha que lo define es el producto de una euidadosa combinatoria de de talles: cortes y trenzas de la barba, colores extravagantes en la ropa, una bijowserie variada y llamativa que incluye pulseras y dijes colgantes, sombreros y capas especialmente encargados por sus peculiaridades y hasta un modo personalisimo de colocarse el monéculo, La toilette de 546 Mansilla implica la puesta en escena de un tipo de especticulo domésti- eoenel que su Dale? Manolo Pea ocupa un lugar de partenaire tan im- portante como su seeretario, Trinidad Sbarbi Osuna, en a retdriea de a Reritura de las causeries ‘Valet para la vestimenta y secretario para la escritura: estos dobles ser- vicalesy rebeldes asumen un papel decisivo en la construccién de su po- {ede escritura y de escritor. Valet y secrctarioiluminan, por propia deci- sida, las 2onas interiores de este “raro de entrecasa”, lo muestran en el momento en que la materialidad del arreglo personal y de la escritura se Jnponen sobre lo inefable de Jo literario.® Atada al paso, al trote, al galo~ peoal freno abrupto de las derenciones inesperadas, como en la excur- Nona los sanqueles, su escritura es, sobre todo, mévil y proliferante, por que Mansilla le y escribe sin descanso. En el recuerdo juvenil de Cércano, Mansilla aconseja leer y escribir todos los dias; ler con dos lapices en la ‘nano, uno rojo y otro azul; leer para eseribir lo que la lectura sugiera. ‘Anotar todo lo que interesa,clasificar ideas, hacer indices, llevar un diario de su vida dia a dia: todo sugiere una actividad escrivuraria per- manente que ilusoriamente tienda a duplicar la vida. Su vademécum, bufete literario portatil y capital acumulado de escritura, es uno de los puntos de apoyo fundamentales de su imagen de escritor: En fugar de emplear la mayor parte del tiempo en pasar el tiem- po, me he impuesto ciertas labores tiles. De ese modo, he ido acumnulando, sin saberlo, un bonito capital, como para poder exclamar cualquier dia: anche io son pittore. Mi vademécum ticne, ademas del mérito apuntado, una venta- ja. Es muy manuable y portatil. Lo llevo en el bolsillo. Cuando Jo necesito, lo abro, lo hojeo, y lo consulto en un verbo. No hay cuidado de que me sorprendan con él en la mano como 2 esos literatos cuyo bufete es una especie de sanctasanctorum. C1 Yo no se mis que lo que esté apuntado en mi vademécum por indlice y orden cronolégico. No es gran cosa. Pera es algo.? 5 Ver Sylvia Molloy, “Imagen de Mansilla”, on Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo (compiladores), a Argentina del 80 al Centenario, Buenos Aires, Sudamericana, 990. Para la elacgn entre Masilla y sos alter egos ver Cristina Iglesia y Julio Schvartzman, {Erwe non fletn de lamemoneen Lo V. Manila, Hororal ei yoaschar lo. "io V, Manila Une exer a ls iosramguen pogo de Jo Calle Bois, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econdmies, 1947, Capitulo XXX. To- as as citas de este testo se hari de acuerd con ests edicion, mencionando al final, ea ndmeros eomanos el eapitulo al que coreesponden sar A pesar de que lo anota como defecto, Rojas no puede dejar de per: cibir la fuerza de este vaivén: "Movimiento caleidoscépico anima sys escritos; de pronto parece que el movimiento se detiene; ereemos des, cubrir la Iinea firme de la belleza o de la verdad, pero la ilusién dura un instante y la arquitectura suprema vuelve borrarse en el desorden tr vial”.!° Para Rojas lo bello y lo verdadero son dos lineas perfectamen- te rectas: es imposible que el vértigo que le impone la escritura desaia. rada de Mansilla no lo induzca a atravesar lo ms rapido posible este terreno anegadizo y a watar de afincar su prosa segura y orgullosa en pro. ducciones que le Fesulten més sélidas en el sentido material de la paly- bra. Rojas no puede imaginar que su imputacién de desorden, excesos y desvfos —también ella apresurada— gozard de tanto éxito posterior, tampoco puede suponer que aquello que él registra como pérdida y so. branteserémbin as considerado por edioresy eiticos de finales dei siglo xx, Construy€ndose como sujeto y personaje mévil, Mansilla loge ser al mismo tiempo un raro y un habitué, un extranjero y un ciudadano en cada espacio social en el que se instal, ya se trave de un saldn euro- peo o de los toldas ranquelinos. Estos espacios son verdaderos aliados de la textwalidad de Mansills, cuya memoria topogrifica le permite un entramado incesante de rei. tos. Como afirma Sylvia Molloy, “el locus del yo autobiogesfico de Mansilla[...] nunca pierde su naturaleza esencialmente topogrifica”* Verdades y conjeturas Los rangucles estin de moda desde que los ha inventado Lucio Mansilla Epuarpo Wit: En la construcci6a, propia y ajena, de la ima; la ni Nu ido ° Rojas op. is IL "fn 150; Eas Calpe public en sa colicin Asta une de Renee dey agra expen Carlow Alberto Leon de aque que qi rst Y fuera aches Ls storia I Elan blanco ambien sonider neces Far 2000s ein de Eire-nox Cute dejo; el ans es 0) Ur fe expe urs advenencia prelininar=~y hemos dead eer algae hoje 1FSplvia Mello, Actode pene Ls exe aatobingnca en Hipanca ca Mec, Fondo de Cultura Econsmia, 1936 548 despestafarine, leyendo opiisculos, folletos, gacetillas, revistas,li- bros especiales” (XXX). El texto de Una excursion pareceria tener como objetivo explicito narrar la experiencia casi en estado puro, y Mansilla podria ser considerado como el escritor que sélo cuenta la experiencia, porque ésta resulta un valor contrapuesto al de la letea impeesa. ‘Muchos afios después, en una de las causeries a la que aludimos al comienzo de este trabajo, Mansilla “corrige” una versi6n periodistica quelo tiene como objeto, superando toda exageraci6n posible Falta, sin embargo, algo en extremo interesante. Es esto: que después de darle el latigazo ut supra al vigilante, que yacia en tieera, por haberse resbalado, saqué del bolsillo un estuche de navajas de barba, que acababa de comprar en la tienda de Ma- igor, con una de las euales le corté las dos orejas al pobre di blo de projimo, yéndome incontinenti al Café de Paris, donde las hice cocinar, salradas an vin de Champagne, comiéndome- las después, con delicia, como si fuera un antropéfago de los nis golosos. El chiste-provocaciGn insiste en mostrar la perduracién de la leyen- da urbana (Mansilla antrop6fago) que en la escritura de Una excursin sdlo tiene la tenue sugerencia del suefio. Pero, sobre todo, mostrar la perduracidn de la marca ranquelina. Lemos en Geertz: “El estar allf es la construccién discursiva que al anteopélogo le permite brindar una ‘descripeién objetiva’ del mundo de losotros, sean ranqueles o tipokias. El ‘estar all? posibilita a elaboracién ddeuna discursividad asertiva: hacen esto, creen aquello, comen de esta manera’*. Pero, a diferencia de los asertos incontrastables, aseverativos, que constituyen buena parte de la escritura antropologica, el texto de Mansilla acumula preguntas, intereala dudas. En el discurso an- ttopoldgico, la conjetura es un punto de partida que genera res- puestas asertivas, Por el contrario, el texto de Mansilla coloca la conjetura en el centro, la convierte en motor de la escritura ficcio- nal. Aunque las conjecuras abarcan el mundo de Jos otros, la prin- cipal es la que implica al narrador. La figura hiperautoral de Man- sila digiere a los otros, los traduce, los explica, pero siempre deja en primer plano la pregunta sobre si misma, que en el texto devie- ne centeal, " Clifford Geerte, El antropélogo como autor, Buenos Aices,Paidés, 1989, 549 En una escena teabajada con la apariencia de un encuentro fortuity xy marginal, el narrador enfrenta inesperadamente las cuestiones erucia. les sobre su pertenencia politica, que se convertican en interrogantes sy, bre su existencia misma. En los toldos del cacique Mariano Rosas, uy negro que desafina tocando el acordeén, suerte de bun inofensivo en la corte ranquelina que duplica parddicamente los bufones de Juan Ma. rel de Rosas, coloca al narrador en una situacién insostenible, Haray de escuchar sus trovas federales, Mansilla actia con una violencia que noes frecuente en el texto: Le arajéel resuello, diciéndole —Hlombre, ya te he dicho que no quiero oirte cantar. Callése, y mizindome con cierta desconfianza me pregunté: —Usted es sobrino de Rosas? —No. Salvaje? —No. entonces, qué es? (Capitulo XXXIV). La respuesta de Mansilla suena como un grito impotent importa!”. Lo que desentona es su propio lugar en el presente de la es- critura, El relato del incidente incenta mostrar la ieritaciOn pero tam: bien Ia ausencia de respuesta. Frente a la incertidumbre de su adscrip. cidn politica, frente a su no ser nada, la experiencia ranquelina le otorga una pertenencia, un lugar propio. Ambito del folletin Desde sus comienzos en la Confederacién, narrados en Ia cai serie “De cémo el hambre me hizo escritor”, hasta su muerte, Man- silla encontré en el periodismo ua 4mbito propicio y un modo de hacer literatura. La escritura periodistica fue una practica frecuen- te en los escritores argentinos del siglo xIx pero él se diferencié tam- bién en este aspecto: desde muy joven tomé la decisién de conver- tir sus avatares personales en noticias, columnas o folletines. Su obra puede leerse asi como una autobiografia escrita por entregas, y en distintos géneros, en la prensa periddica. Si ya en 1864 firma en Fl Correo del Domingo una columna titulada “Mis memorias escritas en diez minutos”, durante sus tltimos aiios en Paris todavia suefia con una publicacién hecha enteramente por él, una revista absola- 550 tamente personal, que se llamacia Mi Tribuma y cuyo atractivo prin« cipal serfa, precisamente, el *folletin con las memorias de! general Mansilla”."* Una excursién a los indios rangueles se publica en La Tribuna des- deel 20 de mayo de 1870 hasta cl 7 de septiembre del mismo afio, en entregas diatias, con may pocas interrupciones. La Tribuna, ditigida por los hermanos Héctor y Mariano Varela, cuyo niémero inicial habia aparecido en agosto de 1853, seré duran- ie treinta afios un érgano portefio, liberal, unitario y sobre todo el diario mis leido en Buenos Aires." El periddico parecia responder a li demanda de ua piiblico que el propio Mansilla conocfa muy bien, un publico con, “esa hambre canina, esa sed de perro por las anéedo- tas escandalosas, los apuntes en vida para servic ala historia de nues- tro tiempo, las memorias de ultratumba, todo aquello, en fin, que ha- ce ver 0 que permite escudrifar el corazén humano en sus més recénditos misterios ni més ni menos que como se ve el dorado pe- cecillo encerrado dentro de transparente redoma”, como habia ese ten “Por qué...2”. La publicacién del folletin se inicia en un momento de gran éxi- tode La Tribuna, que en el término de pocos aiios habia pasado de 4,000 a 8.000 ejemplares, y contribuye a acrecentar atin mas su tira da, Mansilla escribe cada entrega en la redaccién del diario, en el jor estilo de un cronista. 1 18 de junio una nota de la redaecion advierte, bajo un tieulo que reproduce el de! folletin: “Sigue y se- guiré la publicaci6n de estas cartas. El publico debe disimular los errores con que aparezcan porque son escritas célamo currente so- bre nuestra mesa”. El diario propone las “cartas" de Mansilla como crOnicas del dia, relacionindolas explicitamente con un tipo de co- Jumna que habia contribuido a la enorme popularidad del periédi- co: los “Hechos locales”, que inventaban chismes politicos y “viru- 125” con doble intencién, y cuyo tono irreverente y frontal era Bl prospecto, publicada en Bl Diario, anvncia: “Mi Tribus, Revista quincenst Politica, literaria, estadistica y geogrifie, por Lucio V. Manilla. Aparecers en Pais roximarneace. Esta publieacién sers una verdadera novedad para los lactores del Rio dela Plata de cuyosintereses morales y materiales se ocupari exclusivamnente. Conten 4riun flletn con las memoria del general Manilla Precio Mental 18". "SDespus del asesinato de Florencio Varela, ol Estado argentino se hace cargo d= TaaducaciGn de sus once hijs. Héctor y Mariano Varela reciben, como parte de los be neficios que les otorgs ser hijos del" marsx dela ibertad” la cancesin oficial de Is Im prenta del Gobierno, que incluye el derecho a publica Ia informacion oficial. En esa ‘mprenta, los hermanos Varela fundan, en 1883, La Tribuna y se convirten en ingly yentesformadores de opinidn, 5st prolongado por “Cosas de Orién”, Mansilla acepta el desato y por eso que, engarzadas con el relato de sus aventuras ranquelinae el lector contemporénco encontrara numerosas alusiones la nt secuciones de Ricardo Léger Jordéa, el caudillo entrersiano ante los ejércitos nacionales no lograban decrotar, o alas noticias protcs nientes del frente de la guerra franco-prusiana, oa su ya piblies jugosa polémica con el presidente Domingo F. Sarmiento Las cartas de Mansilla aprovechan todo lo que las rodea en el contexto politico y periodistico y se instalan cémodamente en un ugar que La Tribune ya habia disefiado para su autor. Durante Guerra con el Paraguay, en la que Mansilla ingresa con el gradu de sargento mayor y de la que regresa con cl grado de coronel cava desde el frente cartas firmadas con seudénimos como Falsalt s Tourlouron, que le sirven para intervenir en la discusién que seh. bra en Buenos Aires sobre el curso de la guerra misma y apoyar ig candidatura presidencial de Sarmiento. Més tarde, cuando ésie ac. cede a la presidencia y Mansilla no obtiene ningin cargo importan. te en su gobierno sino que es designado comandante de fronteras La Tribuna organiza una curiosa corresponsalia: con nombres in. digenas como Manco Capac o Caupolican los firmantes de estas ex zrafas notas informan minuciosamente sobre los desplazamientos geograficos del coronel, los avances de la linea de frontera, cl agra decimiento de los vecinos de Rio Cuarto por la tranquilidad quesw presencia ha Hevado a sas hogares; dan cuenta, en fin, de la activi- dad febrily de la eficacia del coronel y terminan por solicitar su as- censo al grado de general. Como ef mismo Sarmiento se encargeri de afirmar, ningin otro comandante de frontera cont6 con una eam pata periodistica que registrara hasta las mas minimas acciones en eldiario més popular de Buenos Aires.” La decisién de los herma ros Varela de publicar el relato folletinesco de la excursion cuando Mansilla esti de vuelta en Buenos Aires y ha sido destituido de su cargo, apunta al éxito seguro del producto: el coronel narrara sus aventuras en un estilo por el que los lectores demuestran répida mente su preferencia ‘6 F13 de junio de 1870, junto com la novens enteega del folleria, se conosi a decision de Sarmiento de apereibir al coronel Mansillay pasarlo a disponiblided por haber ordenado como comandance de frontera el fuilamienta de un deservor con us jiciosumarisima que no resultaba satisfactorio y habia sido denuaciado por la opo- ¥ Julio Caillet-Bois, “Nuevos documentos sobre Una excursin a los indios rangueles, en Boleths de la Academia Argentina de Letras, XVI, 58, enero-mar20 de 1947, 52 Geografia de la ficcién @ Laafirmacion de Franco Moretti, “un buen mapa suscita mil pala- bras”, podria muy bien ser una de las maximas en las que Mansilla con- entea su experiencia, en su pequefio vademécum de bolsillo."® El pri~ mner volumen de szcursion incluye un mapa elaborado por el ritor en el que 4 Son su incorporacion,, fre paisaje y escritura literaria, experiencia del terreno y posibilidad de sustar. El mapa parecerfa confirmar la “verdad” material del conoci~ miento del texto: ‘Tengo en borrador el croquis topogrdfico, levantado por 1 ese territorio inmenso [. Mis de mil leguas he galopado en afio y medio para conocerlo y estudiarlo. No hay un arroyo, no hay un manantial, no hay wna laguna, no hay un monte donde no haya estado personalmente [..}. (0. ‘mapa permite delinear tambien ef tinerario dela excursion, 1a ida y Ja vuelta de la narracién| cuales son las historias que ese it rario provoca y cudles las que viajan desde otros recorridos (por sjemplo el de las tropas en la Guerra del Paraguay u otros paisajes que nla teama parecen lejanos, como las calles de las ciudades en las anée~ dotas urbanas). El mapa y su relacién son, para Mansilla, una toma de partido por ‘un paisaje que se siente propio precisamente porque no es reconocido por sus pares: si algunos de sus lectores poseen el mapa de Europa, ca~ sininguno, con seguridad, habré oido mencionar esos parajes: Para los que metidos en la crisslida de los grandes centros de po- blacidn, ban visto su tierra y el mundo por ua agujeros para los que suspiran por conocer el extranjero en lugar de viajar por su pais; para los que han surcado el océano en vapor; para los que saben dénde esté Riga ignorando dénde queda Yavi; para los 8 ranco Moretti, Ail la novela europea 1800-1900, Madeid, Siglo XI, 1999, 593 aque han experimentado fa satisfaccisa febril de ragats leguas de ferrocarri, sin haber gozado jamés del placer primitive de andar en carreta... (LIT) El mapa vincula también ls dos fronteras del relat: por un lado y frontera militar con su existencia precaria y su permanente deseo dees. pansion y, por el oto la topogrifica la que natraleraycontumshe ge talan entre el indio y el blanco. La frontera militar es la plasmacion de un deseo. Es la construcciéa politica, histrica y social que se “Levan, t2” sobre lo que primero ha sido una linea en un papel, con toda su car, gade virtualidad. Primero la linea sobre el papel delimita imaginri: mente un espacio que se quicre poscer; luego, se le da el “contenido” de la civilizacibn representada por la avanzada misma dela linea defor. tines. La frontera topografica es, por el contrario, el susteato real de division entre dos mundos: en ella, la verdadera escisién se materializa Hacia el final de Rangueles, cuando la exigua tropa regresa de Lev. bbucé, la historia se abre a una frontera geografica saturada de connors. ciones simbélicas: La laguna del Bagual es por este camino un punto estratégico, como lo es por el otro la Verde: se seca rara vez, siendo facil ha- cer brotar el agua por medio de jagieles, yno tiene nada de no- table, presentando la forma comin de los abrevaderos pampea- nos, la de una honda taza. Cuando el desertor o el bandido que se refugia entze los indios, sediento y cansado, zumbéndole atin en los oidos el galopar de lapartida que le persigue, llega a Ja laguna del Bagual, recién sus- pita con libertad, recién se apea, recién se tiende tranquilo a dor- mir el suefio inquieto del fugitivo. Saliendo de las tolderias sucede lo contrario; allf se detiene el malén organizado, grande 0 chico, el indio gaucho que, solo 0 acompafiado, sale a trabajar de su cuenta ¥ riesgo, el cautivo que hhuye con riesgo de la vida. Una vez en los médanos del Bagual, el que entra ya no mira pa~ ra atrés, el que sale sélo mira adelante, (LXVUJ) En cl especticulo majestuoso, silencioso y furtive de fs laguna del Bagual, en el que dos jinetes que avancen hacia sus destinos desde di- recciones y mundos antagénicos pueden cruzarse, se cifra el cardcter fugaz de la idea misma de limite o frontera que el texto de Mansill sos- tiene. En Rangueles, la fronvera es un espacio huidizo pero cierto, un lugar de cruces infinitos, de cambios de destinos y de identidades, el li- mite entre Tierra Adentro y el confuso mundo de la civilizacién, un lu: 554 mitico y real, fiecional y geogréfico que funciona como una fuerza va que genera imagenes y relatos. tif sisill, que ha venido publicando su texto en La Tribuna al rt- - gimplacable del folletin diario y que ha mantenido la atencién de sus pees con su marcha, sabe que al narrar el cruce dela laguna del Ba- ‘yal esté llegando al limite, al fin de su obra. Alli lo acomete una ten- Jeacia “barbara”; el coronel se apodera, con indisirmulada alegria, de ca- {allos ajenos, disfruta sin disimulos con la transgresion: “Aquella noche comprendi a tendencia irresistible de nuestros gauchos a apropiarse de ibegue encuentran en su camino, murmurando interiormente el aforis- no de Proudhon: ‘La propiedad ste es el titimo acto que se cuenta con pasién. A partir de enton- «es le partida se divide en dos y la nostalgia invade las Glkimas paginas. Loaventura ha terminado: "Yo y los mios dimos vuelta varias veces, hasta que a distancia y las nubes de polvo hicieron invisibles a los que teotaban sin interrupeidn al norte”. Por qué se parte®® Mansilla esgrime razones practicas, de interés politico y militar, pa~ au expedicion: poco antes, en febrero de 1870, habia celebrado un trxtado de paz con un enviado del cacique Mariano Rosas. El presiden- re Sarmiento le habfa efectuado algunas enmiendas y ahora el coman- dante de la frontera sur deseaba verificar in situ el acuerdo de las tribus ranquelinas con las nuevas modificaciones incorporadas al tratado. Las dificultades se interponian desde el comienzo: los ranqueles desconfia- ban de las intenciones de los cristianos, que sélo les ofrectan fuvuros subsidios condicionados a la aprobacién del Congreso —una institu- cién desconocida para los indios— mientras que, en lo inmediato, avan- aban la linea de onveras quitdndoles las eras © Ver, espviainent, la conser“ amo filament del caballo” Heda aan lapses goes om cnt Ts apart siguientes en “jor se ducrme ena papa Deseo ynatraleraen na exeuin Teele anguet Reine Tberonmericins, 178179, enero-junio de 997, Pash, Pennsylvania 9 "Mansi: Decune ae vig” en Latin Arserican Caltaral Studies, 4, 2 London, 1935, sss El coronel decide aclarar estas dudas internindose Tierra Aden, tro, Su decision estd fuertemente marcada por su disputa previa con Sarmiento sobre cémo expandir la frontera, asi como por su desea de explorar un espacio literario diferente, contrapuesto a los ecea, narios europeos que Sarmiento habia narrado afios antes en sus Vig. jes. Sarmiento es el verdadero destinatario de sus acciones y tam: bign de la escritura de Rangueles. Mansilla apremia al general Jove M. Arredondo, que autoriza al fin la expediciéa para e127 de inar. zo de 1870, pero muy poco después de la partida llega, tardiamen. te, una orden del general Emilio Mitre que anula, por innecesaria, la expedicién, ‘A.su regreso a Villa Mercedes, Mansilla se entera de que habia em. prendido una misién expresamente desautorizada por sus superiores y de que habia sido suspendido en su cargo de comandante de fronterss en raz6n de un sumario anterior en el que se lo acusa de haber fasilado a.un soldado desertor sin el juicio previo reglamentari. La breve excursién ha tenido lugar entre Srdenes y contra6rde- res, entre autorizaciones, prohibiciones y destituciones. En su escri- tura, las razones no utilitarias formuladas como deseo vehemente de ver con sus propios ojos el otro lado de la civilizacion, de vivir un ti- po de experiencia no convencional que rompiera con el citcuito tu- ristico europeo se superponen a las razones utilitarias y otorgan al texto toda su fuerza. Esta Iinea es la que permite a Mansilla narrar una expedicién militar como un viaje dichoso y placentero: a cielo abierto, durmiendo sobre el lomo de un caballo, rodeado de histo- mo cereano Pi Er texto se convierte en el primer viaje una fuerte estetizaci6n no s6 jeto sobre el dda del viajero| sino también de la figura del narrador, que es al mismo tiempo jele de la expedicién y def relaco, Cémo se llega (y mientras se Hega) Rangueles narra, en un periddico moderno, un demorado eimpre- visible viaje a caballo en el momento en que las ficciones y los relatos de viajes de los argentinos en Europa y Estados Unidos empiezan a transmigipa los Jectores el vért ara marcha del 556 velista eh errs puede llegar donde debe si sabe cabalgar, esto es, galopar ps co, trotar mucho, detenerse con frecuencia. La cseritura ‘de Mansilla é re legira el Detener: Iato porque se ba hecho de noche o porque el narrador ests empapado por la Ivia; incosporar historias de gauchos perseguidos, de cautivas } cautivos o refugiados politicos en los toldos; sostener el suspenso de tuna entrega con la promesa de la jornada siguiente: asf debe “marchas” relato para que el lector no lo abandone ¥ llegue con renovado inte- rés hasta el final E} lector que acompaiia e] movimiento de Mansilla y de su tropa aprende, antes que nada, a cambiar de perspectiva: por un lado, dis- fruta de la felicidad sin peligro del viaje —“en todo pensdbamos, me> nos en los indios”, le susurra el narrador—, y por el otro aprende a mirar un paisaje cercano y conocido como si fuera un paisaje exéti- 0 y Iejano. Vivir es suftir y gozar, aborrecer y amar, creer y dudar, NIP femdfe, que cuando yo estaba en el Para- guay, Santiago amigo, voy a decirte Jo que solia hacer, eansado de contemplar desde mi reducto de Tuyutt todos los dias la mis~ ‘ma cosa, las mismas trincheras paraguayas, los mismos bosques, nismos centinelas; gsabes lo que hacia? El cambio de perspectiva como eleccién estética es lo que convier- «eal folletin ranquelino en un relato fascinanteszste giro _ andato deta escritura de Mansilla, al construir el despoja- miento del desierto como el lugar idealizado del deseo, no consiste en invertir la dicotomfa civilizacién/barbarie, sino en proponer co- mo héroe ua sujeto civilizado que elige narrar la felicidad del esta- do de nacuraleza, que elige la inestabilidad de la barbaric como sus- tento de su escritura: “Prefiero la barbarie a la corrupcién como prefiero todo lo que es primitivo a lo que ya esta empedernido y no w7 es susceptible de variacién”, afirma Mansilla en una carta del mis. jo abierto en Tierra Adentro, escapa con su movilidad ala mirada es- mo aio." ‘ utadora que pueda finalment Este sujeto y sus preferencias son los verdaderos protagonistas de 120 un texto que invita a disfrutar con intenso deleite los momentos pre. vios a la Hlegada a Leubucé: el lector deberd consumir numerosas entre. gas del folletin en las que literalmente no sucede nada (no hay aventy- ras riesgosas ni enfrentamientos con indios) antes de conocer el secreto Adénde se llega, Leubucd de los toldos, antes de llegar al objetivo militar y politico de la exeur. sidn. Em este extenso tramo de entregas folletinescas, el paisaje se adue- La tierra de la gente es de la gente de la tera fia del relao: Canocurs La nube de arena habia Hamado mi atenci6n antes de empezar La nube se despeja pero no deja ver el punto de Hlegada. Los emisa- el didlogo con Mora, se movia y avanzaba sobre nosotros, se rios de Mariano Rosas obligan, coma en momentos previos,a la deten- alejaba, giraba hacia el poniente, luego, hacia el naciente, se cién de la expedicién, Mansilla empieza a desesperar pero mientras su- achicaba, se agrandaba, volvia a achicarse y a agrandarse, se be junto a Mora, su lenguaraz, la falda de un pequeio médano, oye, por levantaba, descendia, volvia a levantarse y a descender, a ve- fin, la noticia tan esperada: “Alli es Leubues”. Como un eapitin exhaus- ces tenfa una forma, a veces otra, ya era una masa esférica, ya toal que un grumete anunciara “Tierra”, Mansilla escribe: “Miré en la una espiral, ora se condensaba ora se espaciaba, se dilataba, se direccién que me indicaba y distingui confusamente, ala orilla de un difundia, ora volvfa a condensarse haciéndose més visible, bosque, los aduares del cacique general de las tribus ranquelinas, las tol- manteniendo el equilibrio sobre la columana de aire hasta wna inmensa altura, ya reflejaba unos colores, ya otros, ya parecia el polvo de cien jinetes, ya el de potros alzados, unas veces pol- vo levantado por las rafagas de viento errantes, otras el polvo de un rodeo ce ganado vacuno que remolinea; crefamos acer- carnos al fenémeno y nos alejabamos, creiamos alejarnos y nos acercébamos (...}; thamos a llegar y no llegsbamos por- gucel terreno se doblaba en médanos abruptos, subiamos, ba- jabamos, galopabamos, trotabamos con la imaginacién so- beeexcitada, creyendo llegar en breve a una distancia que despejara la incognita de nuestra curiosidad, pero nada, la nu- be se apartaba del camino como huyendo de nosotros, sin ce- sar sus variadas y caprichosas evoluciones, burlando el ojo ex- perto de los més précticos, dando lugar a conjeturas sin cuento, a apuestas y disputas infinitas. (XXII) fel mismo mensaje enviado por Mariano al coronel en las detenciones - . . —“Si hab{a dormido bien, si no habja habido alguna novedad, sino ha- sees nae depo epjmn gus eas imagine bia sie algunos cabsios" i le los jinetes y los compele a avanzar sin certezas, a moverse en el t treno de Ia confu: e torn: .as tiltimas detenciones forzosas le insumen al narrador una activi- aleph a cs dad corporal vertiginosa que produce molestiay dolor: “Di unos cien- tos y tantos abrazos y apretones de mano y cuando ya no me quedaba costilla ni nervio en la mufieca que no me doliera, comenzaron los ala~ 1 Carta a José Manucl Esteada del 24 de a revo de 1871, citada en Jlio Caller Bois, ridos de regocijo y. indo los aires* (XXII). Prélogo a Una excursin..., op. ci. El 558 559 fl texto, el personaje del fansill avan. ‘za hacia un objeto inmévil que es Mariano Rosas, un cacique que no sale ‘a malones, que no se aparta de Leubucd, Mariano Rosas es una esfinge 4 Ja que el espejismo del paisaje convierte en un punto de llegada necesarig Y¥ misterioso. Mariano es cauteloso y desconfiado: de nifio se convirtis on ‘autivo de los blancos y fue obligado a trabajar como prisionero en la cs. tancia de Rosas; enterado de que era hijo de un cacique principal, Juan Ma. nul “lo hizo bautizar, sirviéndole de padrino, le puso Mariano ena pils, ledio suapellido y te mands con los otros de peén a su estancia del Pino (XXXII). El nuevo apellido duplica de manera inquietante el de Agusti- na, la madre de Mansilla, bermana del padrino. Después de un aptendiza- jeviolento de las tareas gauchas, Mariano logra huir a Tierra Adentro elu. diendo las partidas enviadas para sometcrlo. Mas tarde recibe de si padrino un presente que resulta sospechoso por su exceso: “Consistia en doscientas yeguas, cincuenta vacas y diez toros de un pelo, dos tropillas de overos negros con madrinas obscuras, un apero completo con muchas wrendas de plata, algunas arrobas de yerba y azicar, tbaco y papel, ropa a, un unlorme de coronal y muchas divses coloradas” (XXXII) Tos zegalos eran acompaiiados por una esquela de puso y letra del padrino en Ja que lamentaba que el ahijado no le hubiera anunciado su determinacion dewolver a los taldos, porque él lo habria ayudado en la partida, La nota dice ademés que lo visitara cuando lo deseara-y que contara con él para lo que fuera. Mariano Rosas comprende de inmediato que su padrino, que también su enemigo, sabe dénde se encuentra; comprende también que zo le perdonaré la huida, Como un personae borgiano, toma la determi naci6n de no moverse nunca més de sus tolderfas, de dirigh a su tribu des- de-un lugar estatico: “Vinculado por este voto solemne a su hogar, al te rreno donde nacié, a los bosques en que pasé su infancia, Mariano Rosas no ha pisado, después de su eautiverio, en tierra de cristianos y tiene la preocupacién de que si viene personalmente a alguna invasi6n caeré pri- sionero” (XXXII). El paisaje por el que tanto se ha esperado resulta de una bellera de- soladora: ‘La morada de Mariano Rosas consistia en unos cuantos toldos diseminados y en unos cuantos ranchos [.. Leubueé es tina laguna sin interés —quiere decir agua que co- r7e, leubii corve, y co, agua, Queda en un descampado 2 orilla de una eeja de monte, en una quebrada de médanos bajos. Los alrededores de aquel paraje son tristisimos, es lo mas yermo ¥ estéril de cuanto he visto; una soledad ideal. (XXIV) 560 Y aunque Mansilla registra el cardcter de cruce que tiene este paraje aa las rutas ranquelinas —“De Leubueé arrancan eaminos, grandes #38- trilladas por todas partes. Allies 1a estacién central, Salen caminos para lus tolderias de Ramén, que quedan en los montes de Carrilobo, para las solderias de Baigorrta, situadas al orilla de los montes de Quengue, pi- sales tolderias de Calfucurs en Salinas Grandes, para la cordilleray para lis tribus araucanas”—, lo que marca la imagen de esta escena de legada es ka desolacién del narrador. La descripcién se hace cargo de una reali- dad geogrifica —el sitio es "yermo” y “estéril”— pero sobre todo, de lo que ese paisaje le transmite: frente a la tristeza del especticulo Mansilla Advierce un valor inesperado: aquella soled a la que ha llegado es, nos dice, tan absoluta, que resulta “ideal”, La soledad “ideal” no dura mucho tiempo, porque, répidamente, el acoso de los cuerpos ranqueles sobre los expedicionarios convierce a Leubucé en zona de ame i itente. uun poco antes: “Hubo un momento en que s indios me habfan estrechado tan de cerca, mirandome como un ob- jeto raro, que no podia mover mi caballo”. ¥ ya dentro del coldo: “Yo me dejaba manosear, besar, acariciar en la forma que querian y s6lo em- pujaba hasta dar por tierra con el que se sobrepasaba demasiado, y co mno el vino iba haciendo su efecto, estaba dispuesto 1 1odo “GERAD En Tierra Adentro, h irrupcién de una fuerza hasta entonces tan desco- nocida para el sujeto como el peligro que lo acecha. Uno de los rasgos més notables dela escritura de Manilla en Ranqueles consiste en trans- formar la representaci6n de la frontera militar, de un escenario de com- bate entre una fuerza que avanza, ocupa, reprime y otra que resiste, en un espacio que produce una relacién intensa entre los sujetos y sus sa- beres. En el relato de Rangueles una p sarmados se interna Tierra Adents La disputa por el espacio se convierte en u1 56 En los datos hist6ricos, el combate frontal ha sido la constante. En. te 1857 y 1863, la frontera sur de Cérdoba fue ocupada por las tropas del ejército, pero desde el 63 una fuerte resistencia y una tenaz ofensi. vva de las tribus ranguelinas obliga al ejército a replegarse hasta el Kin Quinto. Desde mediados de los sesenta hasta bien avanzados los aiios setenca la magnitad y el éxito de los ataques indigenas fueron notables Rangueles se escribe en un intersticio hist6rico notable por su tren. sitoriedad. Un afio después, el general Arredondo envia al coronel Bai. gortia, que llega el 7 de mayo de 1871 hasta las tolderias ranquelinas y dispersa y mata a los indigenas. Mariano Rosas logra huir pero los de- més caciques se someten, Una excursién a los indios ranqueles, folletin periodistico de fuerte tono autobiogrifico que narra, con ret6rica epistolar, el viaje pacifico de un coronel del ejército hacia el otro lado de la civilizacién, es, en st ‘mismo, una fronters. Se instala en el medio de dos mundos, de dos épo- cas, y se apropia de los més diversos géneros disponibles con vna liber- tad s6lo comparable con la del Facundo y que ya no ser4 posible encon- tar en ningtin otro texto de Ja literatura argentina del siglo xxx Convertido en un clisico, a pesar de Rojas, conserva el brillo fulguran” te de los textos que nunca dejan de sorprender a sus lectores. ® Ver Colin M. Lewis, “La consoidacion de la frontera argentina a fines dela cada del 70", en Gustavo Ferrari y Ezequicl Gallo (compiladores), La Argentina del80 fl Centenario, op ct 562 Bibliografia Julio Caillet-Bois, Prélogo a Lucio V. Mansilla, Una excursién a los indios rangueles, México, Fondo de Cultura Econdmica, 1947. José Luis Lanuza, Genio.y figura de Lucio V. Mansilla, Buenos Aires, Eu deba, 1968. | Carlos Mayo, “La frontera, cotidianidad, vida privada e identidad”, en Fer~ nando Devoto y Marta Madero (directores), Historia de la vida priva- da en la Argentina, 1, Pais antiguo. De la colonia a 1870, Buenos Ai- res, Taurus, 1999, Enrique Popolizio, Vide de Lucio V. Mansille, Buenos Aires, Pomaire, 1985. Adolfo Prieto, La literatura autobiogrdfica argentina, Buenos Aires, Cen- tro Editor de América Latina, 1982 Julio Ramos, “Entre otcos: Una excursiin a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla”, Paradojas de las Letras, Caracas, eXcultura, 1996, Susana Rotker, “Noticias de un mundo que se acaba”, Cantivas. Olvidos ‘y memoria en la Argentina, Buenos Aires, Ariel, 1999, sail Sosnowski, Prélogo a Lucio V, Mansilla, Una excursi6n a los indios ranqueles, Cacacas, Biblioteca Ayacucho, 1984 Mirtha Stern, “Una excursion a los indios ranqueles: espacio textual y fic- cin topografica”, en Filologia, XX, 1985. David Vina, “Mansilla, clase, pblico y clientela”, Literatura argentina yrea- lidad poltsca, Buenos Sizes, Centro Editor de América Latina, 1982 563

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