Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
¡Cuidémonos!
3 Créditos
Traducción
Mona
Corrección
Niki26
Diseño
Bruja_Luna_
4 Índice
¡Importante! ____________________ 2 Capítulo Veintidós______________ 143
Créditos ________________________ 3 Capítulo Veintitrés _____________ 147
Sinopsis ________________________ 6 Capítulo Veinticuatro ___________ 152
Capítulo Uno ____________________ 8 Capítulo Veinticinco ____________ 161
Capítulo Dos ___________________ 16 Capítulo Veintiséis _____________ 167
Capítulo Tres ___________________ 23 Capítulo Veintisiete_____________ 169
Capítulo Cuatro _________________ 32 Capítulo Veintiocho ____________ 173
Capítulo Cinco __________________ 40 Capítulo Veintinueve ___________ 181
Capítulo Seis ___________________ 49 Capítulo Treinta _______________ 187
Capítulo Siete __________________ 55 Capítulo Treinta y Uno __________ 190
Capítulo Ocho __________________ 61 Capítulo Treinta y Dos___________ 192
Capítulo Nueve _________________ 67 Capítulo Treinta y Tres __________ 195
Capítulo Diez ___________________ 73 Capítulo Treinta y Cuatro ________ 203
Capítulo Once __________________ 81 Capítulo Treinta y Cinco _________ 205
Capítulo Doce __________________ 84 Capítulo Treinta y Seis __________ 208
Capítulo Trece __________________ 92 Capítulo Treinta y Siete __________ 213
Capítulo Catorce ________________ 95 Capítulo Treinta y Ocho _________ 218
Capítulo Quince________________ 104 Capítulo Treinta y Nueve ________ 222
Capítulo Dieciséis ______________ 110 Capítulo Cuarenta ______________ 226
Capítulo Diecisiete _____________ 117 Capítulo Cuarenta y Uno _________ 230
Capítulo Dieciocho _____________ 126 Capítulo Cuarenta y Dos _________ 233
Capítulo Diecinueve ____________ 131 Capítulo Cuarenta y Tres_________ 236
Capítulo Veinte ________________ 135 Capítulo Cuarenta y Cuatro ______ 239
Capítulo Veintiuno _____________ 140 Capítulo Cuarenta y Cinco________ 241
Capítulo Cuarenta y Seis _________ 245 Capítulo Cincuenta _____________ 257
Capítulo Cuarenta y Siete ________ 248 Epílogo ______________________ 261
5 Capítulo Cuarenta y Ocho ________ 252 Sweet Regret __________________ 266
Capítulo Cuarenta y Nueve _______ 254 Acerca De La Autora ____________ 267
6 Sinopsis
Crew Madden necesita encontrar un lugar donde recuperarse.
9 En casa.
Lejos de las luces de la ciudad, el tráfico, el caos y el peligro.
Eso es lo que será durante los próximos meses —con sus crujidos y grietas,
su soledad y todo lo demás—, un lugar donde relajarse y recuperarse y
simplemente estar sin los estragos del mundo exterior. Y no podría estar más
agradecida.
El momento que me concedo es fugaz. Una respiración profunda para
asimilar el hecho de que realmente acabo de hacerlo. Que lo he conseguido. Que
este lugar de solaz que tenía de niño ha cerrado el círculo para convertirse en uno
para mí como adulto. Uno que se siente muy diferente al de Chicago, con la charla
constante en el escáner y el miedo subyacente mezclado con adrenalina que venía
con cada llamada que recibía.
Del continuo recordatorio de lo sucedido allá donde mirara.
Las chicas no son las únicas que tendrán que acostumbrarse al campo.
—¡Papá! ¡Papá! Ven a ver —grita Paige, haciéndome señas con la mano para
que vaya a ver lo que han encontrado.
Sus ojos están llenos de emoción y me quedo pasmado mientras la miro, la
viva imagen de su madre.
¿Cómo pudo alejarse de ellas? Abandonarme a mí es una cosa, tengo mis
defectos, pero ¿a ellas? ¿Los dos seres humanos increíbles que hemos creado?
¿Cómo es que la idea de un país extranjero, un romance fugaz y contentarse con
llamadas telefónicas apresuradas es satisfactoria para cualquier padre, y mucho
más para su madre?
No lo entiendo.
—Papá. —Una palabra resoplada por mi impaciente preadolescente.
—Sí. Ya voy. —Sacudo la cabeza, intentando librarme de la repentina
punzada que siento de vez en cuando: que les he fallado a mis hijas al no ser capaz
de hacerle ver a su madre la importancia de estar presente y en sus vidas. Eso es
cosa tuya, Britt. Sin embargo, mi sonrisa se ensancha cuando salgo del coche y
estiro las piernas sobre la tierra que ha pertenecido a la familia Madden durante
más tiempo del que yo he vivido.
Familia. Raíces. Paz.
¿No es esto lo que quería para ellas? ¿Un poco de aire fresco? ¿Una
oportunidad para vagar? ¿Nuevas experiencias? ¿Lejos de los constantes
recordatorios de la pérdida y del trabajo que casi me separa de ellos?
—¿Qué has encontrado? —Me acerco a Paige y le paso una mano por la
espalda mientras señala el patio trasero, todo su cuerpo vibrando de incredulidad
por la única cosa que olvidé decirles. Necesitaba algún tipo de sorpresa en caso
10 de que estuvieran enloqueciendo silenciosamente por dejar atrás sus vidas por un
tiempo.
—¿Una piscina? —grita Addy, con los ojos grises abiertos como platos y las
mejillas sonrojadas—. ¿Tenemos una piscina?
—¿Cómo que tenemos piscina? —pregunto con indiferencia y camino hacia
donde puedo verla—. ¿Tú qué sabes? ¿Cómo ha pasado?
Sus estridentes gritos llenan el aire mientras dos niñas idénticas de once
años se lanzan sobre mí y me asfixian con los mejores abrazos. De sus labios salen
una y otra vez gracias y oh, Dios mío, mientras corren hacia el borde para meter
las manos y probar el agua.
La opresión en mi pecho se alivia aún más.
Fue la decisión correcta, Crew. Puede que no haya sido fácil, alejándolas de
todo lo que les era familiar, pero era la correcta.
—¿Deberíamos ir a ver el interior? Pelearnos por las habitaciones y...
—Sí —gritan al unísono mientras me rodean y corren hacia la puerta
principal. Les sigo, con el paso más ligero y el corazón más lleno.
Los veinte minutos siguientes son una exploración caótica. Pasamos de una
habitación a otra alrededor de muebles forrados de tela que, cuando miro debajo,
parecen nuevos. Para ser una casa de la que prácticamente se ha mudado,
agradezco que aún no haya vendido los muebles.
Los dormitorios están elegidos: Paige se decide por el amarillo y Addy por
el moreno, aunque sé que lo más probable es que duerman en el mismo, ya que
casi nunca se separan. Pero acepto sus decisiones con cautela. Han sido
demasiado fáciles para este padre, acostumbrado a que discutan por muchas
cosas a pesar de ser las mejores amigas.
Me asomo al dormitorio principal, que tiene más espacio del que jamás
necesitaré. La cama contra la pared tiene un colchón nuevo envuelto en plástico.
Unas grandes ventanas enmarcadas por un asiento dan al oeste. El baño en suite
tiene una ducha a ras de suelo y una bañera exenta.
Todo es absolutamente precioso.
Sabía que mi tío abuelo Ian había remodelado la casa hace unos años, pero
esto no es lo que esperaba. Es más del tipo de proyectos a medio terminar y
decoración exagerada, si no me falla la memoria.
Por eso acepté su oferta: venir a Redemption Falls y arreglar algunas cosas
de su casa que necesitaban reparación antes de que la pusiera en venta a finales
de septiembre.
11 Algunos trabajos de manitas y un poco de mano de obra a cambio de un
lugar donde alojarse durante los próximos cuatro meses.
No es un mal trato para mí.
Pero esto es cualquier cosa menos los proyectos a medio terminar que
esperaba.
—Impresionante.
—Qué genial.
Los repetidos comentarios de las niñas me acompañan por toda la casa
mientras reviso cada habitación. La costumbre me lleva a anotar dónde están las
puertas y las ventanas para el sistema de alarma de última generación cuya
instalación me comprometí a facilitar en los próximos días.
Incluso cuando estoy de baja obligatoria, lo llevo en la sangre.
Es difícil acostumbrarse. Ser policía pero no poder serlo. Me paso una mano
por el costado derecho, la cicatriz endurecida bajo la camisa me recuerda otra de
las razones por las que estoy aquí. La razón por la que me alejé de Chicago por las
dos chicas que se ríen mientras bajan las escaleras una tras otra.
—Hemos decidido que la habitación extra de ahí arriba se convierta en
nuestra habitación de influencers —dice Paige, con naturalidad.
—¿Habitación de influencers? —pregunto, gimiendo interiormente mientras
dejo las pocas bolsas de comida que hemos cogido de camino a la ciudad.
—Sí. A la gente le encantan los gemelos. Pondremos un telón de fondo...
—¿Lentejuelas o liso en el fondo? —Addy interviene.
—Tendremos uno de cada. La variedad es importante. Y luego
conseguiremos esa luz anular que papá dijo que podíamos tener y...
—Un trípode para sostener el teléfono.
—Esto va a ser increíble —termina Paige por las dos. Y como si lo hubieran
practicado, ambas inclinan la cabeza y me miran expectantes—. ¿Verdad, papá?
Mi suspiro es una resignación audible al hecho de que ver un millón más de
tutoriales de peluquería y maquillaje está en mi horizonte. Un hombre no puede
aguantar tanto y, sinceramente, yo estoy a punto de hacerlo.
—Sí, claro. Impresionante. Pero no me entusiasma que pongan sus caras en
Internet. Yo seré quien controle lo que se publique. Sin nombres reales. Sin
indicación de dónde están. Hay un montón de...
—Hay gente mala ahí fuera que quiere hacer cosas malas. —Addy pone los
ojos en blanco y resopla mientras Paige pronuncia el estribillo que han oído tantas
veces como yo he visto tutoriales de belleza.
12 —¿No eres tú el que dice que toda situación puede tener un compromiso?
—pregunta Paige batiendo las pestañas y dando un codazo a su hermana que cree
que no veo.
Sé cuando me están marcando, y ahora mismo, sin duda, lo estoy.
—Sí —digo asintiendo con la cabeza mientras empiezo a sacar la comida de
las bolsas y a colocar cada cosa en la encimera a mi lado.
—¿Por qué haces eso? —Paige pregunta.
—¿Hacer qué? —¿Seguimos hablando de seguridad en Internet? ¿Ser un
influencer? ¿De qué?
—¿Sacar toda la comida de la bolsa y ponerla en la encimera? ¿Por qué no
la sacas de la bolsa y la pones directamente en el gabinete?
Mi mano se detiene cuando estoy a punto de dejar un tarro de salsa para
pasta en la encimera de la cocina. Tiene razón.
—Es algo que... —solía hacer su madre. Las palabras se me mueren en los
labios y fuerzo una sonrisa para ocultarlo—. No importa. ¿Sabes qué? Tienes razón.
—Me dirijo a la despensa con la bolsa de la compra en la mano y empiezo a colocar
su contenido en los estantes sin ton ni son. Sé que la llenaré por completo esta
misma semana y que la reorganizaré, pero de momento, servirá.
Los pocos artículos parecen míseros en los estantes desnudos de la
despensa, pero tenemos una despensa, y eso es más de lo que teníamos en nuestra
antigua casa, donde utilizábamos un armario de abrigos para guardar la comida.
Ahora tengo que encontrar los platos entre el revoltijo de cajas que he
traído de la parte trasera del camión. Con las manos en las caderas, contemplo las
diez cajas apiladas en la cocina, maldiciéndome por no haber etiquetado ninguna.
—Aquí hay una carta de quienquiera que sea —dice Addy, señalando una
pila de papeles al final del mostrador.
—Es mi tío abuelo, lo que significa que es tu tío bisabuelo —digo y dejo la
última compra.
—Vaya. Esta persona está realmente cabreada contigo.
—Lenguaje —le advierto al darme la vuelta y verla revolviendo la pila de
papeles—. Uno, deja de ser tan entrometida. Y dos, ¿quién está enfadado
conmigo?
—La persona que escribió esto. —Levanta la pila desordenada—. Y estaba
aquí para que yo lo mirara. ¿No eres tú el que dice que todo lo que queda fuera es
juego limpio?
13 Es increíble las cosas que recuerdan los niños cuando les conviene.
Me acerco, le quito la pila de papeles y, juguetona, se los golpeo en la
cabeza.
—Alguien trajo su descaro desde Chicago.
—¿Creías que me había dejado lo mejor de mí? —Esboza una sonrisa que
me dice que en los próximos años tendré problemas.
¿A quién quiero engañar? Ya tengo problemas.
—Qué suerte la mía —me burlo.
—¿Son de la señora que vive allí? —pregunta Paige, señalando en dirección
a la casa de campo.
—Creo que sí —digo.
¿No era éste el único inconveniente de aceptar la oferta del tío Ian? ¿Que
ahora era el casero de la inquilina de aquella casita a la derecha del camino de
entrada? He sido casero antes, y fue nada menos que una pesadilla.
—¿Podemos ir a saludarla? A ver cómo es y si tiene hijos. —pregunta Addy.
—No. Déjala en paz. Si ella vive aquí, probablemente le gusta su privacidad.
Lo último que espera es que la agobien. Además...
—Además, ¿qué?
Además, aún no he podido comprobar los antecedentes de la Srta. Tennyson
West.
—Nada. No importa. —Sonrío a las chicas y luego miro las notas mientras
las hojeo.
Son quejas sobre su casa de campo.
¿Una inquilina quejándose? Imagínate.
La presión del agua no es constante.
El aire acondicionado funciona de forma intermitente.
El calentador de agua parece estar estropeado, sólo funciona
esporádicamente.
Las notas son amables al principio. Luego un poco más contundentes a
medida que las hojeo.
Algunas están escritas a mano, otras a máquina o con rotulador negro. Van
desde notas adhesivas hasta artículos de papelería formal. Y todas están firmadas
con el nombre de Tenny.
14 Son todas quejas legítimas de un inquilino. No puedo decir que yo no
hubiera escrito notas similares si fuera yo.
Pero las quejas son lo último con lo que quiero tratar. Vine aquí en busca de
simplicidad para las niñas y para mí. No tener que ocuparme de una persona más,
una complicación más, un dolor de cabeza más.
Y tener una inquilina, independientemente de que le guste ser reservada,
es de hecho una complicación.
No me gustan mucho las complicaciones. Sobre todo porque cuando hay un
problema, suele haber más.
Y eso es lo que me preocupa.
Miro por el ventanal del rincón de la cocina en dirección a la casa. Está a
unos cien metros y los viejos robles que rodean la propiedad casi la ocultan de mi
campo de visión. Eso no significa que, al pasar por delante de ella y llegar a la
casa, no haya mirado ya y evaluado con quién compartiría esta propiedad.
En el porche había flores de colores en macetas eclécticas y un par de
chanclas rosas en lo alto de los escalones. Un Jeep viejo pero limpio y claramente
bien cuidado estaba aparcado en la entrada. El jardín delantero estaba recortado
y la hierba bien cortada. Había una mosquitera de seguridad en la puerta
principal, que parece un poco fuera de lugar teniendo en cuenta que el peor delito
que ha ocurrido en Redemption Falls en el último año es un grupo de adolescentes
jugando al béisbol en los buzones. Pero bueno, tengo pensado instalar un sistema
de alarma, así que ¿quién soy yo para juzgar?
Ella cuida el lugar. Se lo reconozco.
Esperemos que sea más del tipo de vecina agradable, limpia y reservada
que del tipo exigente y molesta que podrían representar estas cartas.
—¿Papá? ¿Tierra a papá?
Las manos de Paige agitándose delante de mi cara me devuelven a las
imágenes del espejo que tengo delante. Las sonrisas cubren sus rostros.
—Sí. ¿Qué? Estoy aquí. Sólo pensando.
—Elige un número entre el uno y el tres —dice Addy con una sonrisa
traviesa.
Miro de uno a otro.
—Dos.
Mis hijas gritan mientras saltan y empiezan a correr hacia la puerta trasera.
—Esperen. ¿Qué significa el número dos?
15 —Uno fue deshacer las maletas. Tres era cenar. Dos era nadar —grita Paige
por encima del hombro.
—Y tú elegiste dos —dice Addy mientras se quita la camiseta para quedarse
en sujetador deportivo y pantalones cortos.
Antes de que pueda responder, oigo un chapoteo, luego otro, seguido de
risas entrecortadas a través de la puerta trasera que han dejado abierta de par en
par.
Me han engañado. No importaba el número que hubiera elegido, habría
correspondido con nadar primero.
Conozco bien a mis chicas.
Y a pesar del millón de cosas que debería hacer mientras ellas están
ocupados, me dirijo a esa puerta abierta, sin querer mirar otra cosa que no sean
ellos. Mi sonrisa es automática, mi corazón un poco más tranquilo, al verlos
comportarse como los niños que son después de todo lo que han soportado este
último año.
Este fue el movimiento correcto, Crew. El lugar correcto. El momento
adecuado.
Sin mirar atrás. ¿No es eso lo que me dije a mí mismo cuando dejamos los
límites de la ciudad de Chicago hace unos días? ¿Mi nuevo lema para el futuro?
Que tengo que tomar las cosas como vienen, no preocuparme por los pequeños
detalles y no mirar atrás.
Tienes que cumplirlo, Crew.
Las risas de fuera sólo sirven para reforzarlo.
—Bala de cañón —grita Addy segundos antes de que una enorme
salpicadura haga volar el agua en todas direcciones.
Ahora, a encontrar las toallas en este lío de cajas y luego a averiguar cómo
vamos a comer los espaguetis que compré para hacer para la cena cuando me
descuidé al darme cuenta de que mi tío Ian se llevó todas las ollas y sartenes con
él cuando empacó y se fue a Florida.
16 Capítulo Dos
Tennyson
¿H
ace calor aquí o qué? Uf.
Me muevo en la silla y releo la escena que se desarrolla
en la pantalla de mi ordenador. Un agente de las Fuerzas Delta
deliciosamente sexy, la mujer desafiante a la que se supone
que está rescatando pero que se le resiste a cada paso, y la química eléctrica entre
ellos que acaba de estallar, convirtiéndose en un festival de codicia sin límites de
manos y labios y cuerpos desnudos.
Mi mente de editora se ha ido por el camino en medio de esta escena de
sexo seriamente caliente. Se supone que debería estar pensando en que no es
factible que él tenga una mano en la pared y otra en el cuello de ella mientras la
sujeta contra la pared con otra mano... pero no.
Me he perdido en la historia. En su química. En la maldita buena escena.
—Estás perdiendo la cabeza, Tennyson —murmuro mientras me froto los
ojos y me alejo del manuscrito, claramente necesitada de un descanso ya que me
estoy imaginando a mí misma como la heroína inmovilizada contra dicha pared.
Si bien mi ensoñación es un complemento de las habilidades del autor, no
es precisamente algo positivo cuando se trata de entregar esta edición de copia
antes de mi fecha límite.
Pero cuando me levanto del escritorio y avanzo unos metros hasta la cocina,
el dulce dolor en el bajo vientre sigue ahí, un recordatorio muy presente de cuánto
tiempo hace que no tengo sexo con alguien, o más bien con algo, que no sea mi
novio a pilas.
—Y va a ser mucho tiempo todavía —murmuro aún sin saber exactamente
cómo navegar por el campo de minas de las relaciones después de recuperarme
del caos que solía ser mi vida.
Una vida que amé hasta que. . . que no la amé.
Esta vida es mejor, Tenny. Es una que construiste tú misma. Una que controlas.
Una de la que no tienes que esconderte.
17 Seguir soltera es mi... elección. Y por ahora, viviré a través de las historias
que edito para satisfacer esas necesidades. O al menos me convenceré de que eso
servirá.
Abro el fregadero de la cocina para lavarme las manos y se estremece
estrepitosamente, haciendo vibrar con él toda la encimera y el fregadero de acero
inoxidable.
Y ya estamos otra vez.
Nada como una fontanería chapucera para sacarte de una ensoñación sexy.
Mi gemido flota por la cocina y sale por la ventana. Y tal vez lo hago aún más
fuerte y dramático de lo necesario con la esperanza de que quienquiera que Ian
haya hecho que se mude y se haga cargo de sus deberes de casero pueda oírlo
desde su casa. Que el sonido le hiciera venir corriendo a arreglar la lista de
problemas que me prometió que arreglaría el primer día de su llegada.
Parece una novela romántica que hay que escribir. No hay nada más sexy
para una mujer que un hombre que sabe usar las manos y arreglar cosas.
Sobre todo cuando esas cosas son agua caliente y aire fresco y no
preocuparse de que una tubería vaya a reventar la pared e inundar la casa.
Pero mi dramatismo queda sin respuesta, ya que la persona a la que intento
convocar se encuentra al menos a la distancia de un campo de fútbol.
Eso no me impide fruncir los labios y lanzar puñales inmerecidos hacia su
casa. ¿Editar algo más de mi manuscrito o enfrentarme por fin al nuevo chico que
espero que sea mucho más receptivo?
Además, Ian se despidió diciendo que su sobrino había prometido
solucionar todos mis problemas en su primera semana aquí. Que era parte de su
acuerdo, significara lo que significara.
Y ya ha pasado más de una semana. Unos cuantos camiones de servicio han
ido y venido: servicio de piscina, reparación de electrodomésticos y cosas por el
estilo. El nuevo residente ha pasado en numerosas ocasiones sin detenerse en mi
pequeño camino de entrada ni presentarse.
Intuyo que el nuevo tiene más del mismo estilo que su tío: evitarme hasta
que me ocupe yo misma sólo para que me lo hagan.
No es que no simpatice con el hecho de que Ian haya tenido un claro
deterioro de su salud mental, pero al mismo tiempo, todavía tengo que vivir aquí.
No soy fontanero ni experto en calefacción, ventilación y aire
acondicionado. Esos temas son técnicos y muy diferentes a sustituir una mampara
rota o arreglar una persiana rota.
18 Echo un vistazo a mi ordenador con el cursor aun parpadeando y vuelvo
hacia la casa.
¿Trabajo? ¿Reunirme con el casero y ver cómo le planteo mis asuntos
pendientes? ¿O ir a la ciudad a tomar una copa de vino en el Redemption Pub,
donde socializaría un poco, pero sin duda provocaría cotilleos por el simple hecho
de estar allí?
Cuando te llaman "la nueva del pueblo" dos años después de mudarte allí,
empiezas a rumorear con todo lo que haces fuera de la rutina normal.
Y llamar la atención es lo último que quiero hacer.
Vuelvo a abrir el grifo y esta vez la tubería emite un gemido.
El nuevo propietario, lo es.
—Deséame suerte, Hani —le digo a mi gato, acurrucado en el sofá,
moviendo la cola con indiferencia, mientras salgo por la puerta principal y subo
por el camino de tierra.
He vislumbrado a mi casero de verano. Al menos del varón que supongo
que es el sobrino nieto de Ian. Un brazo tatuado asomado por la ventanilla abierta
de su camioneta y una gorra de béisbol calada sobre los ojos. Pero no hay más
que atisbos, porque una vez que la nube de polvo se levanta detrás del camión, no
he podido ver mucho más.
Y a pesar de no ver físicamente a su mujer ni a sus hijos, sé que hay una
familia que viene con él. Al menos esa es mi suposición, teniendo en cuenta los
chillidos, aullidos y risitas de barriga que capto de vez en cuando, cuando la brisa
los lleva hacia mí.
Esa casa se merece una familia. Niños jugando y perros ladrando y
recuerdos hechos. Quizá Ian también lo reconozca y por eso la pondrá a la venta
en otoño.
Niños jugando.
Una familia haciendo sus hitos.
La punzada golpea un poco más fuerte de lo esperado. ¿No son esas las
cosas que solía querer? ¿Qué pensaba que iba a tener? Y ahora me pregunto cómo
va a ser posible nada de eso... teniendo en cuenta lo que he dejado que ocurra.
Hago un rápido movimiento con la cabeza como si la acción fuera a despejar
la repentina melancolía a la que me niego a dar espacio en mi mente.
Los “y si...” no son algo en lo que me permita vivir.
Además, hay sol en lo alto, flores silvestres creciendo a mi alrededor y estoy
19 viviendo mi vida a mi manera. ¿Cómo podría decepcionarme?
Ahora, si pudiera arreglar los problemas de la cabaña, estaría listo.
La pregunta es, ¿lo mato con amabilidad o entro asertivo y exigente para
que no piense que soy un pusilánime?
¿Y qué haría cualquiera de esas dos cosas a nuestra larga relación? ¿Quiere
que me vean y no me oigan? Si ese es el caso, entonces ocuparse rápidamente de
mis problemas le convendría.
¿Quién sabe? A lo mejor su mujer es simpática en ese sentido no invasivo
de “quiero ser tu amigo, pero no hacerte un millón de preguntas”.
Tener un amigo con quien compartir una copa de vino de vez en cuando
sería bienvenido.
Esto podría no ser tan malo después de todo.
Y quizá debería aprender a dejar de darle demasiadas vueltas a todo.
¿No sería agradable para variar?
Me río de mí misma al llegar a la curva del largo camino de tierra, justo
después del enorme roble, cuando veo la casa. En el poco tiempo que ha pasado
desde que se mudaron, la casa parece más habitada que en los años anteriores.
Una sudadera con capucha turquesa está tirada en el columpio del porche. Un
patinete negro está de lado en el jardín delantero. Los cubos de basura cercanos
al garaje están llenos de cajas de mudanza rotas.
Signos de vida. Por alguna razón, me hacen sonreír.
Mi llamada a la puerta principal queda sin respuesta a pesar de la camioneta
aparcada en la entrada. Me quedo allí unos minutos, por si acaso, pero no viene
nadie. Resignado a otra noche de mi juego diario de ruleta de —¿Habrá agua
caliente? —me doy la vuelta para volver a casa.
Es entonces cuando oigo a alguien hablando en el otro extremo de la casa.
Sé que es un poco atrevido, pero atravieso el patio con la esperanza de tener unos
segundos con quienquiera que esté en casa, aunque solo sea un saludo amistoso.
Estoy a punto de anunciar mi presencia, con el saludo en los labios, cuando
doblo la esquina y titubeo ante la visión que me saluda.
¿El hombre que he visto conduciendo el camión? El de la manga tatuada del
que sólo he tenido vistazos. Está de pie a unos quince metros de mí, y ese brazo
tatuado está unido a un hombre muy atractivo, sin camiseta y empapado en sudor.
Mide más de dos metros.
¿Ese es el casero con el que se supone que tengo que estar cabreado? ¿Con
él?
20 Jesús.
Por casualidad no sería un agente de la Fuerza Delta, ¿verdad? Te garantizo
que no me preocuparía por dónde pusiera las manos y si fuera factible con tal de
que estuvieran sobre mí.
Gruñe mientras se agacha y coge lo que parece una traviesa de ferrocarril.
La acción provoca una reacción en cadena de contracciones musculares en los
hombros y la espalda que ni siquiera sabía que existían. Da unos pasos trabajosos
hasta una carretilla y vierte la corbata en ella con otro gruñido seguido de un
sonoro estruendo.
Cuando se da la vuelta, vislumbro fugazmente su perfil -nariz recta, barba
incipiente, pelo oscuro cayéndole sobre la frente- antes de que retroceda unos
metros hasta el viejo granero que, por el montón de chatarra, parece que está
intentando limpiar.
—Cristo —murmura. Un suspiro le sigue antes de levantar otra gran viga de
madera y llevarla a la carretilla.
—Papá —grita la voz de una niña desde el otro lado del patio. Me encojo
hacia atrás y ambos nos fijamos en ella.
Una niña de unos once o doce años está de pie en el borde del patio, con
una mano en la cadera y la cabeza inclinada hacia un lado. Es alta y desgarbada,
con la cara en forma de corazón y la cabeza llena de espeso pelo castaño.
—¿Qué tenía que decir mamá? —pregunta, secándose la frente con el
antebrazo.
—Lo de siempre —dice la chica. Se encoge de hombros. Un arrastrar de
pies. Un resoplido—. Ya sabes.
Sus hombros se hunden momentáneamente, y su suspiro es audible antes
de avanzar hacia ella. Está claro que no ha obtenido la respuesta que quería con
respecto a lo que sea que le haya preguntado a su madre.
—Lo siento —murmura y se pone en cuclillas frente a ella para quedar a la
altura de sus ojos—. ¿Estás bien? —Ella asiente, pero su expresión -el labio
inferior preocupado entre los dientes y el parpadeo rápido de los ojos como si
quisiera apartar las lágrimas- refleja claramente que no lo está—. Mejorará. Te lo
prometo. —Le acaricia la cara con la mano—. ¿Confías en la caída?
Ella le dedica una sonrisa fantasmal, el más sutil de los asentimientos, y
susurra: —Confía en caer.
—Esa es mi chica.
A pesar de que frunce la nariz cuando se da cuenta de lo sudado que está,
la adorable chica se deja abrazar por él.
34 —Es lo menos que puedo hacer. —Se mueve sobre sus pies, sintiendo que
algo está mal aquí—. Mi gato, Hani. Se escapó. Las chicas lo encontraron en el
granero y fueron tan amables de devolvérmelo.
—¿El granero? —pregunto con las cejas levantadas, volviéndome hacia
ellos.
—Lo sabemos —dice Addy, siempre tan diplomática—, pero le oímos
maullar y pensamos que quizá se había hecho daño con todas esas cosas con las
que tú temes que nos hagamos daño, así que no nos quedó más remedio que
rescatarle. —El par de sonrisas que me dirigen son tan dulces que es un milagro
que no les salgan caries.
Ignoro su intento de utilizar la presencia de Tenny para mitigar cualquier
problema que pudieran tener por desobedecer mis órdenes. Ya me ocuparé de
eso más tarde. Pero las miradas cómplices que intercambian las chicas me dicen
que aquí pasa algo más de lo que parece.
—Por favor. Pasad —le digo a Tenny mientras doy un paso atrás y hago
sitio—. Todavía estamos desempacando algunas de nuestras cosas y empacando
algunas de las cosas de Ian para enviarlas a su nueva casa en Florida, así que por
favor, disculpa el desorden.
Y es un desastre.
—No has tenido mucho tiempo para instalarte —dice Tenny, dando un
tímido paso al interior—. Tiene mucho mejor aspecto que el que tenía mi casa -me
refiero a tu casa, que es la mía- cuando yo estaba en este punto.
—¿Y tu casa que es mi casa... todo está bien allí? —pregunto, las notas que
le dejó a Ian de repente en primer plano en mi mente.
Su risa llena la casa y el sonido me revuelve el estómago. —Ya hablaremos
de eso después de cenar —dice.
—¿Después de cenar?
—Sí —dice Paige, poniéndose delante de mí, con ojos suplicantes—. A
cenar. ¿Recuerdas que invitaste a la señorita Tenny a cenar esta noche?
Mis cejas se entrecierran y mis hombros se tensan. —¿Cómo podría
olvidarlo?
Se hace un silencio incómodo entre los cuatro y Tenny retrocede un paso
hacia la puerta aún abierta.
—Gracias por su ayuda con Hani, chicas, pero acabo de recordar... que
tengo algo...
—¡No! —dice Paige, agarrando la mano de Tenny y tirando de ella. La
reacción me sorprende—. No puedes irte. Dijiste que cenarías con nosotros.
35 —Por favor —añade Addy, suplicando como solían hacer cuando eran
pequeñas y querían algo de verdad.
La pregunta es: ¿qué es lo que quieren aquí?
Miro a Tenny a los ojos y sonrío. —Por favor. Quédate —digo, tratando de
convencerme de que se lo pido por obligación y no porque sea más que agradable
a la vista—. Siéntete como en casa mientras abro el vino. ¿Quieres una copa?
Se queda de pie mientras las chicas la miran con ojos de cachorrito. Su
sonrisa es suave, reticente, como si no estuviera segura de querer estar aquí. Ya
somos dos. —Sí. Claro. Sería estupendo.
—¿Chicas? ¿Pueden ayudarme en la cocina, por favor? —pregunto sin
esperar a ver si me siguen.
En cuanto salimos por la puerta, tiro de los brazos de los dos para obligarlos
a entrar en la pequeña despensa, con la esperanza de que nuestra ubicación
impida que Tenny oiga la conversación.
—Explícate —exijo.
—Encontramos su gato —dice Paige.
—No me refiero a eso —digo—. ¿Desde cuándo está bien ir al azar con
extraños?
—Tenemos once años, papá.
—Exactamente —susurro a gritos.
—Cálmate —interviene Addy, lo que sólo sirve para irritarme más—. No nos
ha ofrecido caramelos. No nos pidió que la ayudáramos a buscar a su gato perdido.
Fuimos nosotros quienes lo encontramos. Somos los que lo devolvimos.
—Y ustedes son los que entraron en casa de un desconocido sin que nadie
supiera dónde estaban.
—Y estamos perfectamente. —Paige levanta las cejas como preguntando
cuál es el problema.
Y hay un montón de problemas, pero de los que hablaremos en otro
momento, cuando no tengamos un invitado a tiro de piedra.
—Discutiremos eso más tarde. Pero, ¿por qué mentiste y le dijiste que la
invité a cenar?
Sus sonrisas ladinas me hacen gemir. —Pensamos que podrías necesitar
una amiga, y ella es súper guapa.
—¿Por qué demonios piensas eso? —pregunto, mirando fuera de la
despensa para asegurarme de que seguimos solos.
45 —¿En serio?
—Sí.
—¿Por qué te has movido tanto?
—Hija del ejército.
—¿Mamá o papá? —pregunta.
—Papá —digo, la mentira tan ensayada que nadie pensaría lo contrario.
—A mí también. Lo entiendo. Lo entiendo. —Hace una pausa antes de
preguntar—. ¿Qué te hizo elegir Redemption Falls?
—Probablemente la misma razón por la que estás aquí. Simplicidad.
Seguridad. Un ritmo más lento.
—Más o menos. Mierda, no he vuelto a casa de mi tío Ian desde hace al
menos veinte años. Con todo lo que estaba pasando, me tendió la mano y me dijo
que lo que necesitaba era el aire fresco del campo. Distancia. Que podía
quedarme aquí durante el verano y, a cambio, hacer algún trabajo de manitas en
la casa. Durante un tiempo pensé que estaba loco, pero cuanto más lo pensaba,
más sabía que era lo que necesitaba. Así que vine aquí pensando que Redemption
habría cambiado con todo el tiempo que ha pasado. Lo ha hecho, pero al mismo
tiempo es completamente igual, si eso tiene sentido.
—Lo hace. Lo entiendo. La misma sensación, pero la ciudad ha crecido un
poco. ¿Verdad?
—Exactamente.
Se oye un ruido detrás de nosotros, y ambos nos volvemos y vislumbramos
la cortina balanceándose y una huella de nariz contra el cristal.
—Maquinando otra vez —dice.
Me pongo de pie mientras él lo hace. —Intrigante y adorable. Debería ser
una combinación ilegal.
—Más bien va a ser la combinación de mi muerte.
—Seguirías disfrutando cada minuto.
—Cierto. —Se oyen risitas detrás de la cortina, y Crew se limita a sacudir la
cabeza—. Qué tal si subes y te pones el pijama.
Sus palabras son recibidas con gemidos exagerados e inconfundibles.
Sonrío. —Ha sido una velada inesperada, pero debería dejarte volver a tus
planes originales. Además, tengo un plazo inminente —digo, preguntándome por
qué siento la necesidad de tener un motivo para marcharme.
46 —Fastidiosos plazos.
—Algo así —murmuro mientras nos separamos unos metros, con las
miradas cruzadas pero sin decir nada.
—Déjame acompañarte a casa. —Deja el vaso.
—Eso no es necesario. De verdad. No está lejos.
—Pero está oscuro.
—Hay luz de luna, y no es que no me sepa el camino de memoria. —Doy un
paso escaleras abajo.
—¿Seguro? —No parece muy convencido.
Es caballeroso y dulce de su parte preocuparse por mí, pero es innecesario.
Me he enfrentado a cosas mucho peores que esta noche.
—Estoy seguro. Además, ¿no es esto de lo que estábamos hablando? ¿Que
Redemption Falls es seguro?
Sus ojos grises buscan los míos. —Sólo si estás segura.
—Lo estoy. —Le ofrezco otra sonrisa—. Encantado de conocerte, Crew
Madden.
—El placer fue todo mío, Tennyson West.
—Por favor, dales las buenas noches a las chicas de mi parte.
—Lo haré. —Asiente, y juro que quiere decir algo más, y lo que habla, no
es lo que está nadando en sus ojos—. Vendré esta semana y te echaré un vistazo.
—¿A mí? —Me río mientras él se sonroja y balbucea.
—Me refiero a tus cañerías. —Levanta la mano y sacude la cabeza mientras
yo enarco una ceja ante la insinuación que me hace reír—. Me refiero a tus... Voy
a dejarlo ya.
—Hazlo tú. —Ahora estoy al final de los escalones—. Buenas noches.
Y sin decir nada más, avanzo por el camino hasta que la cálida noche de
verano me envuelve en su oscuridad.
Oigo el crujido del porche a mi espalda. La risita de las niñas flotando por
la ventana del piso de arriba. Los sonidos de la noche a mi alrededor.
Cada paso me hace revivir las últimas dos horas. La risa. La facilidad. El uso
constante de la palabra "nosotros" por parte de Crew. No era yo, no eran las chicas,
siempre éramos nosotros.
Y algo de eso me llamó la atención.
Echo de menos formar parte de un nosotros. Ser algo para alguien, lo
47 suficiente como para que se refieran a ti en plural. ¿Estúpido? Sí. ¿Verdad?
Tristemente.
Antes de girar en la curva de la carretera, me detengo junto al gran roble y
miro hacia atrás, hacia la casa. Crew sigue de pie, con el hombro apoyado en el
poste del porche, las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros y la mirada
fija en mi dirección.
Hay algo en lo que él hace eso -me observa cuando estoy segura de que
probablemente ya no pueda verme, pero lo hace de todos modos para asegurarse
de que estoy bien- que hace que me recorra un escalofrío por la piel de la mejor
de las maneras.
Sacudo los brazos como si eso me librara de la sensación, pero no
desaparece.
¿Qué puede no gustar de Crew Madden? Es amable, divertido, interesante,
sin duda un buen padre y sabe aguantar los golpes.
Pero es policía.
Aunque no sé cómo me hace sentir eso, no tengo elección en el asunto,
¿verdad? No es como si él no supiera ya cómo soy. Eso es lo único que podría
rastrearme a mi antigua vida, a mi antiguo yo.
Y aun sabiéndolo, lo único en lo que puedo pensar mientras mi casita se
asoma es en lo verdaderamente fácil que fue la conversación entre nosotros.
Normalmente, siento que lucho por mantener la guardia alta y al mismo tiempo
aparentar que está baja.
Es la batalla constante de dejar entrar a la gente lo suficiente mientras mi
pie está fuera de la puerta para evitar que la abran demasiado.
Pero esta noche ni se me pasó por la cabeza. Se sentía... normal.
¿Es eso lo que era? ¿Por eso me pareció tan extraño? Sólo dos personas
hablando sin expectativas, a menos que cuentes las de las gemelas, por supuesto.
Normal.
Repito la palabra en mi cabeza mientras giro la llave en la puerta de
seguridad.
La idea no debería ser extraña después de tanto tiempo, pero lo es.
¿Por eso me quedé en su casa más tiempo de lo normal? ¿Es por eso que
mis excusas para irme permanecieron en silencio mientras reía y cenaba galletas
Oreo y vino?
—Hola, colega —le digo a Hani cuando me saluda en la puerta principal,
pasando su falda por mis pantorrillas. Tiro las llaves y el teléfono sobre la mesa, y
el rosa de la carta de Bobbi Jo me llama la atención.
48 ¿Cómo pasé de estar asustadísima a pasar una de las veladas más divertidas
que he tenido en mucho tiempo?
Si no hubiera dicho que sí, si me hubiera dejado dominar por el miedo
equivocado, si las chicas no me hubieran dado su brazo a torcer, me habría
perdido todo lo de esta noche: las risas, el desenfado que me llevé a casa, la
promesa de arreglar las cañerías.
E incluso eso me hace sonreír, teniendo en cuenta lo nerviosa que estaba
Crew por la insinuación.
Recojo la carta y jugueteo con sus bordes mientras vuelvo a leerla.
No has estado viviendo, Tenny.
Este no es mi fuerte: organizar un evento en la ciudad. Ni siquiera cerca.
Te has limitado a existir.
Vuelvo a mirar la carta. Veo el rosa intenso de la carta -el color
característico de Bobbi Jo- y, antes de que pueda contenerme, me siento frente al
ordenador y escribo un correo electrónico para decirle que me encantaría formar
parte del comité.
Estoy harto de tener miedo. De vivir y tener miedo de cada sombra con la
que me cruzo.
Le doy a enviar antes de acobardarme y borrarlo.
Es hora de volver a vivir.
49 Capítulo Seis
Crew
H
ay serenidad en el caos.
Paige.
Un orden en la confusión.
Addy.
Cada segundo se mide en latidos. En respiraciones entrecortadas. En el
parpadeo de mis ojos para intentar procesar, evaluar y reaccionar.
Joder.
La habitación. El humo pesa en el aire y crea una especie de arte mágico
mientras se arremolina y baila a través de la única rendija de luz de la puerta
apenas cerrada que cruza la sala de estar.
Me pitan los oídos.
Mi mente se acelera.
El olor. Metálico mezclado con pólvora. Dos aromas que nunca quieres que
se mezclen. Uno que nunca olvidaré.
Mi cuerpo tiembla mientras la adrenalina me posee. Mientras eclipsa el
dolor. La impotencia. La desesperación.
Aprieto con más fuerza el bajo vientre, justo debajo del chaleco. La cálida
pegajosidad de la sangre me cubre los dedos mientras la otra mano me duele por
el fuerte agarre del gatillo de mi Glock.
Mi salvavidas en este momento.
Heridas intestinales. Bacterias. Sepsis. Infecciones.
Mi mente se tambalea con las cosas que sé, y ninguna de ellas es
jodidamente buena.
Addy.
Paige.
Sus risas.
Me necesitan, maldita sea. No me hagas esto. Me necesitan.
50 Un ruido a mi izquierda me hace esforzarme por oír más -para situarlo- en
el silencio chirriante.
Aprieto los ojos y aprieto los dientes para intentar respirar a pesar del dolor.
Te prometo que volveré a casa contigo.
Justin gime desde donde está tumbado en medio de la habitación. Sin
cobertura. Sin ayuda.
Veo sus pies desde mi posición, apoyada contra la pared de la cocina. Mi
teléfono móvil está en la sucia alfombra de la pared de enfrente. Debe de
habérseme caído de la cadera cuando me puse a cubierto. No deja de vibrar.
Están intentando llamarme.
Intento conseguir información sobre cómo atrapar a este bastardo.
Piensa, Crew.
Piensa.
Tenemos que largarnos de aquí.
—Espera ahí, amigo. Los refuerzos están aquí. Afuera. —Cada palabra
susurrada es un jadeo doloroso. Una afirmación que no estoy seguro de que sea
cierta.
No hay destellos rojos y azules de la barra de luz que entra por la ventana.
Pero sé que vienen.
Sé que deben estar afuera preparándose para salvarnos. Ningún hombre
abandonado.
Tienen que serlo.
Pero Justin se está muriendo. No estoy jodidamente lejos.
Vuelve a gemir. Mis pulmones traquetean con cada respiración, y el pulso
que me retumba en los oídos casi ahoga el sonido.
Estamos jodidamente atrapados aquí. Atrapados sin ningún sitio al que ir.
Un loco detrás de la puerta cerrada pero astillada del dormitorio que no tiene nada
que perder.
Ya ha disparado a dos policías.
Ya va a ir a la cárcel.
¿Por qué parar ahora?
El bebé llora otra vez. En algún sitio.
Creo.
51 No lo sé.
¿Estoy alucinando?
No. Es real.
¿Es real?
Por eso dudé.
Por eso cuando Justin dio un paso adelante, cuando vi la pistola, dudé. El
maldito bebé. Me estremezco al revivir la imagen de Justin recibiendo la primera
ráfaga de balas. Su cuerpo sacudiéndose. Su aullido. El sonido de su cuerpo al
caer al suelo.
—Justin —digo lo más bajo que puedo para no delatarnos. Pero estamos en
su apartamento. Él nos disparó. No hay muchos lugares donde podamos
escondernos—. Piensa en Sheila. Se va a enfadar mucho contigo si no llegas a casa
y terminas la remodelación del baño. —Trato de involucrarlo. Continuar la
conversación que tuvimos hoy antes de que todo se fuera a la mierda. Antes de
que mi mente se nuble tanto que ya no pueda recordar—. No puedes dejar que
tenga razón. Tienes que tirar...
Un portazo al otro lado de la puerta cerrada del dormitorio, en el otro
extremo de la habitación, me hace sobresaltar de miedo, con el dedo apretando
el gatillo.
Viene a acabar con nosotros.
Está...
—¿Crew?
—Aquí. Aquí estoy.
—No quiero morir.
Las lágrimas me arden en los ojos ante el miedo descarado en el susurro de
mi compañera -mi mejor amiga. —No lo harás. Vamos a salir de aquí, y cuando lo
hagamos, dejaré que me lleves a ese camión de tacos de mierda por el que juras
y...
—No puedo sentir...
—¿Qué? ¿No puedes sentir qué? —Le ruego que siga hablándome.
A luchar.
Para vivir.
Pero vuelve a hacerse el silencio.
Aprieto los ojos. Las chicas se pelearon esta mañana. Les grité. Les dije que
me volvían loco. No les dije que las quería. No les dije adiós.
52 Me duele el pecho de pensarlo. Me duele más por eso que por el daño que
me haya hecho esta maldita bala.
Otro ruido a mi izquierda. Me muevo para mirar y el movimiento hace que
un relámpago de dolor me recorra el cuerpo. Las sombras juegan sobre las
persianas cerradas.
Mi visión se nubla y mi cabeza vuelve a marearse, pero mi esperanza se
dispara.
Están aquí.
Ya vienen.
Me preparo para el ariete. Para que la puerta se astille.
Entonces...
Bang. Bang. Bang. Bang. Bang.
59 Y así, he vivido mi vida desde aquel día en el yate, hace años, mirando
constantemente por encima del hombro. Siempre preguntándome. Sabiendo que
incluso entre rejas, Kaleo sigue llevando las riendas de su imperio. Qué tratos
hacer. Qué pedidos completar. Qué golpes dar.
Mi esperanza es que, con el tiempo, la preocupación y el miedo se disipen
y pueda llevar una vida normal como todo el mundo en este gimnasio.
Normal.
¿No sería genial?
Este pensamiento me acompaña mientras termino mis sobres y me despido
de todo el mundo por esta tarde, tratando de encontrar una manera de evitar que
me obliguen a ir a tomar un cóctel, como todo el mundo habla de hacer.
—¿Seguro que no quieres salir con nosotros? —Bobbi Jo pregunta, con los
labios en un puchero.
—No. Gracias. —Ya he salido bastante de mi zona de confort hoy—. Me
encantaría, pero como dije, ya tengo planes para esta noche.
—Oooohhhh. —Sus ojos destilan picardía, la insinuación de que tengo una
cita flota en el aire.
—No ese tipo de planes.
—Oh. —Otro mohín seguido de un guiño—. Lástima. Esos son los mejores
planes. Pero no te preocupes. No acepto un no por respuesta. Te sacaremos con
nosotros. Luego te daremos de beber hasta que sueltes todos tus secretos para
que podamos conocerte mejor.
Ni de coña.
—Me parece un plan. —Me engancho el bolso al hombro en un alarde de
no ceder—. Estoy segura de que lo pasarán muy bien.
El cambio en mi rutina, el paisaje diferente al de mi casa habitual, fue más
bienvenido de lo que había previsto. Al mismo tiempo, no me di cuenta de lo
mucho que me sentía como si me estuvieran mirando con microscopio mientras
rellenaba sobres hasta que salí del centro comunitario.
Todo el mundo siente curiosidad por mí -la mujer que vive aquí desde hace
dos años pero que ha preferido permanecer en las afueras de la comunidad- y, al
parecer, le entusiasma que ayude. Lo entiendo. Lo comprendo. Pero eso no
significa que haya hecho que las miradas furtivas sean menos notorias.
Pero hice mi hazaña y ahora con cada paso que doy distanciándome de
ellos, siento que puedo respirar un poco más tranquila. Como si pudiera relajarme
un poco más.
60 Tonto, pero cierto.
Redemption Falls es precioso. Lo reconozco. La calle está flanqueada por
parterres de flores de diferentes colores. La acera está salpicada de paneles que
anuncian las ofertas del día. De vez en cuando se colocan postes de luz
ornamentados. De ellos cuelgan pancartas que anuncian algún acontecimiento de
la ciudad, los atletas del instituto que se celebran durante la semana y los negocios
de la ciudad.
Es la definición de pintoresco e idílico.
Un lugar que muchos soñarían con llamar hogar. ¿Hogar? ¿Es eso lo que
Redemption Falls es para mí? ¿Se ha convertido ya en eso para mí?
No estoy seguro. A veces parece que sí. Y otras, no tanto. Pero todo lo que
sé es que, aunque me ha llevado algún tiempo acostumbrarme a sus
peculiaridades de pueblo pequeño, creo que puedo decir definitivamente que soy
feliz.
Y después de la mierda que he pasado, eso es más que suficiente para mí.
61 Capítulo Ocho
Crew
—C
hicas. Recuerdan que vamos a estar aquí los próximos
cuatro meses, ¿verdad? No hay necesidad de entrar en
cada tienda...
—Se llaman boutiques, papá —dice Paige resoplando y poniendo los ojos
en blanco. Abre de un empujón la puerta de la tienda en la que estamos... sin
sujetármela, de modo que me da de lleno en el hombro y me rompe las bolsas que
llevo en las manos.
—Lo diré de otra manera. —El sabelotodo—. No tenemos que parar en cada
boutique hoy. Tenemos semanas para hacerlo. Demonios, ya hemos estado en la
mitad. —Dejo las bolsas en uno de los muchos bancos que bordean el pequeño
distrito comercial de la ciudad, con el culo al lado, y suspiro. Sin duda, estas
tiendas son para los turistas que las frecuentan y, según mi cartera, sin duda
cobran el sobreprecio turístico.
—Si ya te hemos agotado, podemos entrar en la siguiente por nuestra
cuenta. Puedes quedarte aquí. Sólo necesitaremos tu tarjeta de crédito —dice
Addy.
—Y así empieza —refunfuño más para mí que para nadie. Me han advertido
sobre tener niñas. Sobre lo caras que se vuelven cuando llegan a cierta edad.
Creo que acabamos de llegar a esa edad.
Paige entrecierra los ojos ante mi comentario, pero mantiene la sonrisa. —
Entonces, ¿qué será?
—¿Qué tal si te digo que no, que no te voy a dar mi tarjeta de crédito y, ya
que estamos, qué tal si me das las gracias y me pides por favor? —digo, librando
internamente esa eterna y constante batalla paternal de si los estoy malcriando o
no.
Y con la idea de mimarles, me viene a la cabeza la idea de que estoy
aprovechando este viaje para compensar la revelación que ha hecho hoy su madre
por correo electrónico de que, después de todo, no va a volver a Estados Unidos
para su cumpleaños.
62 Sin amigos en esta nueva ciudad con los que celebrarlo. Mi madre no
vendrá a llenar ese vacío. Mi hermana está cuidando de mi madre, recién operada
de la cadera, así que ninguna de las dos puede venir a visitarme.
Estás bateando mil en el departamento de paternidad, Crew. Alejarlos de
aquellos que podrían ayudarme a colmarlos de atenciones para aliviar el dolor de
Brittney y su egoísmo fue un gran fallo paterno.
Es en momentos como éste cuando aprecio a mi madre y el vínculo especial
que las niñas tienen con ella. También me doy cuenta de que las privé del contacto
con ella cuando recogí y vine aquí. Claro, pensé que los mensajes de texto y
FaceTime eran suficientes, pero eso fue antes de saber que su madre las estaba
abandonando.
Ahora me toca a mí llenar el vacío que ha dejado su madre.
Pero, ¿no es eso lo que he estado haciendo?
—Tierra a papá. Le dimos las gracias —añade Paige—. Estabas demasiado
ocupado flirteando con el dueño para darte cuenta.
—No lo estaba —balbuceo, mirando de un par de ojos a otro—. Chicas.
Hablar y ser amable con alguien no constituye coquetear con él.
—Bueno, seguro que le gustaste. —Paige mira a Addy y ambas ríen.
Gimo internamente. —Fuera con eso.
—Cuando estábamos en el camerino y tú estabas sentada en la silla de
delante, junto a la ventana, la oímos susurrar a su ayudante que los rumores eran
ciertos. Que estás buena.
Suena una ronda de risitas mientras mis mejillas se calientan de vergüenza.
Dios mío. Aunque me sube el ego, lo último que necesito es que lo oigan las chicas.
Bienvenido a la pecera de un pueblo pequeño.
—Bueno, ¿qué tienes que decir? —pregunta Addy. Se me pasan por la
cabeza un millón de cosas que decir, pero decido optar por la que ofrezca menos
resistencia.
Y más risas.
—Afrontémoslo, chicas. —Me soplo los nudillos y los pulo contra mi
pecho—. Tu viejo está bueno.
—Oh, por favor —dice Paige mientras Addy hace ruidos de arcadas.
—Qué asco. Mis oídos no necesitaban oír eso —dice Addy—. Voy a decirle
a Nana que dijiste eso.
Dios mío. No. Lo último que necesito es que mi madre, aburrida hasta las
lágrimas mientras se recupera de una operación, tenga ese pensamiento
rondándole la cabeza. Me bombardearán con mensajes y llamadas
63 bienintencionados pero insistentes preguntándome si le he pedido salir a la
dependienta. Seguido de por qué no le he pedido salir. Luego me asfixiarán con
razones por las que no debo renunciar al amor por culpa de esa trola de Brittney
hasta que llame a mi hermana para que le quite el teléfono.
Es como si con el fallecimiento de nuestro padre hace unos años, su nueva
afición se hubiera convertido en ser una caja de resonancia en la vida de mis
hermanas y mía.
Amo a la mujer hasta la muerte, pero ser asfixiado por el amor no es un
camino que me gustaría tomar.
—No, no lo harás —le digo.
—Si vas a hacer que me ardan las orejas, haré que te llame sin parar hasta
que te ardan las orejas.
Jesús. La niña debería ser negociadora de rehenes cuando crezca.
Es hora de sacar la artillería pesada.
—Envía ese mensaje y te compraré más lasaña de verduras. —Me río entre
dientes, tratando de pensar en lo que sería el último elemento disuasorio para
ella—. Y...
—No te atreverías. —Hace un ruido de arcadas mientras Paige retrocede,
sacudiendo la cabeza.
—Y... nada de piscina para ti todo el verano.
—Eso no es justo —dice Addy, lanzándose sobre mí, intentando hacerme
cosquillas hasta que reniego de mi amenaza.
—¿Qué no es justo?
Los tres levantamos la vista de nuestro ataque de risa y vemos a Tennyson
de pie, con el bolso colgado del hombro, una sonrisa de perplejidad y las cejas
levantadas.
Jesús.
Eso es lo primero que pensé.
Es incluso más guapa de lo que recordaba.
Hoy lleva vaqueros y una camiseta roja con el pelo recogido en una coleta
conservadora. Pero esa sonrisa. Esa sonrisa sigue siendo la misma. Ilumina su cara
y me afecta.
Me levanto de mi asiento en el banco. —Bueno, les estaba diciendo a las
chicas que su viejo es de hecho ho-
64 —No. Por favor, no. Nuestros oídos no pueden soportar oírlo otra vez —dice
Paige, y con su facilidad para el dramatismo, se deja caer en el banco que acabo
de desocupar y finge haberse desmayado.
—Así de mal, ¿eh? —Tennyson pregunta.
—Así de mal —dice Addy con una mueca—. Papá acaba de decir que estaba
bueno. Ew.
—¿Alguien quiere helado? —pregunto, cortando a Addy antes de que me
ponga más en ridículo de lo que acaba de hacer—. Por favor. Lo que sea. Algo que
me evite tener que explicar por qué hice ese comentario en primer lugar.
Tennyson suelta una carcajada y ladea la cabeza mientras me estudia. —
¿Por qué, Crew Madden... te estás sonrojando?
—Yo. Nunca. —Sé que no me sale, y sinceramente no me importa porque el
tema ha cambiado y espero que se haya olvidado—. Los hombres de verdad no se
ruborizan.
—Ajá. —Su sonrisa se ensancha. Joder, es preciosa.
—¿Helado? —Paige pregunta—. ¿Hablas en serio? Creía que habías dicho
que ya habíamos comido suficiente mierda por hoy y no más.
Deja que los niños te hagan estremecerte cuando te repiten tus propias
palabras. —Lo hice... pero...
—Pero cualquier cosa para evitar que tengas que explicarle a Tenny por
qué crees que estás buena, ¿verdad, papá?
—Gracias, Addy. —La miro de reojo—. Te agradezco que lo repitas.
—No hay problema. —Sonríe descaradamente antes de volverse hacia
Tennyson—. Las señoras de la boutique pensaron que papá estaba bueno.
—Como he dicho, ¿alguien quiere helado? —pregunto entre risas mientras
empiezo a coger las bolsas de la compra—. ¿Un helado? ¿Un coche nuevo? ¿Un
viaje a Hawái?
Las niñas se ríen y Tennyson también. Y esa visión -la de mis hijas
divirtiéndose con alguien a quien sólo han visto una vez- es un duro recordatorio
de lo que se están perdiendo. Una influencia femenina que no puedo darles por
mucho que lo intente.
Maldita Brittney.
—Vaya. Ahora sé que si quiero que me arreglen las cañerías, sólo tengo que
decirte que estás buena porque entonces empiezas a prometer cosas irracionales
—dice Tennyson y sonríe satisfecho.
65 —Lindo. Gracioso. Qué manera de patear a un hombre cuando está en el
suelo. —Le alboroto el pelo a Addy, que me responde con un resoplido. Sigo
olvidando que ahora les gusta su pelo y su aspecto y que no puedo hacer eso.
Los ojos de Tennyson y los míos se cruzan por encima de las cabezas de las
chicas y, durante un breve segundo, me olvido de lo que estábamos hablando y
de la promesa que acabo de hacer porque por mi cabeza parpadean todo tipo de
pensamientos irracionales e inapropiados.
A qué saben sus labios.
A qué huele su piel.
Cómo se sentiría deslizándose contra mí.
—Entonces, ¿helado? —pregunta Paige, con las cejas levantadas,
claramente confundida por la breve pausa en la conversación.
Alejo los pensamientos que no estoy segura de querer alejar. —Helado. —
Sí. Sí, claro. Te aseguro que no soy tan viejo como para haberlo olvidado.
—Eso es discutible —dice Paige antes de chillar mientras salta fuera de mi
alcance para que le empuje el hombro.
—Eh. Tranquilo. —Me río entre dientes.
—¿Vienes con nosotros? —Addy le pregunta a Tennyson.
Tennyson balbucea una respuesta mientras mira de Paige a Addy y luego a
mí.
—Puedes decir que no —le ofrezco mientras en silencio deseo que diga que
sí.
—Voy a empezar a herir mis sentimientos si sigues diciendo eso —se burla.
Levanto las manos. —Sin compromiso, es todo lo que digo.
Me sonríe suavemente y luego a las chicas. —Me encantaría, pero tengo
otras...
—Vamos. Por favor —dice Paige.
—Lo siento, pero...
—Y yo que pensaba que mentías para evitarnos —dice una voz sureña a
nuestra izquierda, de modo que todos miramos a la mujer que está allí. Va vestida
de pies a cabeza con distintos tonos de rosa. Su pelo es grande y los ojos con los
que me devora descaradamente son aún más grandes—. Pero tú no. Aquí estás
ocultándonos secretos. Parece que la señorita Tennyson West definitivamente
tiene planes para esta noche.
66
67 Capítulo Nueve
Tennyson
¿S
ecretos?
¿Puedo tener una muerte rápida ahora?
Crew va a pensar que he estado hablando de él -o peor
aún- mintiendo sobre tener planes con él.
Miro a una Bobbi Jo expectante y a un Crew perplejo. Estoy atrapada en
tierra de nadie: no quiero decir que sí al helado porque he llegado a la conclusión,
después de ver ese adorable rubor en sus mejillas, de que Crew me gusta más de
lo que me gustaría admitir. Eso y que ahora claramente piensa que he estado
hablando de él.
Y al mismo tiempo, soy incapaz de decir que no porque entonces Bobbi Jo
me pillaría en una mentira.
Estoy condenado si lo hago y condenado si no lo hago.
Por suerte, o por desgracia para mí, Crew intuye algo y da un paso adelante.
—Ella lo sabe. Lo hacemos —dice, mis ojos se entrecierran mientras intento
averiguar a dónde quiere llegar con esto y por qué daría un paso al frente—. Crew
Madden.
Bobbi Jo mira la mano que Crew le tiende, su sonrisa se vuelve sensual
mientras la estrecha lentamente. —Bobbi Jo Simmons. Encantada de conocer por
fin al nuevo hombre de la ciudad del que tanto he oído hablar.
Su sonrisa de vuelta es rebuscada en el mejor de los casos mientras retira
la mano. —Espero que todo vaya bien.
—Definitivamente todo bien —dice Bobbi Jo, completamente paralizada por
Crew.
—Y de hecho nos hemos visto antes. Diría que hace unos veinte años, si la
memoria no me falla.
—No hay manera. Sé que recordaría a un hombre como tú. —Se ríe. Se ríe
a carcajadas y se mueve sobre sus pies como si fuera la Bella del Baile.
—Hace veinte años, yo no era un hombre. —Guiña un ojo—. Probablemente
sea por eso. —Crew nos mira y luego vuelve a Bobbi Jo—. Ahora, si nos disculpan.
Estaba llevando a las niñas de compras antes del cumpleaños mientras
68 esperábamos a que Tenny se reuniera con nosotros para tomar un helado.
—Qué bonito. No dejes que te entretenga. —Se aleja unos pasos, echando
una última mirada a Crew—. Pasadlo bien.
Los cuatro nos quedamos mirando cómo baja los tacones por la acera
mientras se lleva el móvil a la oreja.
—No puedo imaginar los rumores que acabamos de iniciar con ese pequeño
encuentro —murmuro.
Crew resopla. —¿Hubieras preferido que supiera que mentiste? ¿Crees que
esos rumores habrían sido mejores?
—¿Cómo sabes que mentí?. —Me giro y le miro, fingidamente ofendida.
—No eres muy buen mentiroso, West —dice Crew.
—Tiene razón. Tú no —dice Paige.
—Oye, se supone que tienes que estar de mi lado —le digo a Paige y la
atraigo contra mi costado y la aprieto.
—Estoy de tu lado —dice Addy, con sus adorables pecas, asegurándose de
recibir los mismos abrazos mientras se arrima a mi otro lado.
—Puedes darme las gracias por haberte salvado el culo de la fiesta de
parafernalia rosa a la que seguro que estaba a punto de acosarte para que
asistieras —dice Crew.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunto.
Se encoge de hombros como si fuera una buena suposición. —¿Crees que
ella también duerme en rosa?
Las chicas estallan en carcajadas, y menos mal que lo hacen, porque mi
brusco sobresalto cuando Crew me pone la mano en la parte baja de la espalda
para dirigirnos hacia Cups and Cones pasa desapercibido.
—Les espera un helado, señoras —dice.
Intento exhalar suavemente el aliento que retengo mientras avanzamos unas
cuantas tiendas por la zona comercial.
Tardamos unos minutos en pedir nuestro helado, en discutir con Crew por
no dejarme pagar el mío y en acomodarnos en la esquina trasera del local.
Las chicas son charlatanas y risueñas y rápidamente me hacen olvidar a
Bobbi Jo y los rumores que estoy segura están volando ahora mismo.
Y sinceramente, ¿por qué me importa? Podría haber cosas o personas
peores con las que se rumorea que estoy.
72 Está bueno.
Y amable.
Y entrañable en muchos sentidos.
No se supone que seas eso, Crew Madden. Se supone que eres el casero idiota
que no repara mi casa. El capullo gruñón que vive en la casa de enfrente y prefiere
que le dejen en paz.
No se supone que seas tú con tu encanto y tu devoción por tus chicas.
Te hiciste promesas a ti misma, Tenny.
Grandes promesas. Las que no puedes romper.
Y cualquier cosa que no sea una amistad con Crew haría precisamente eso.
73 Capítulo Diez
Tennyson
E
s sólo porque quieres ayudar a que el cumpleaños de las niñas sea
especial.
No tiene nada que ver con querer volver a ver a Crew.
Absolutamente nada.
Entonces, ¿por qué de repente me siento nerviosa mientras subo por el
camino de tierra hacia la casa de los Madden?
¿Y por qué me he peinado y maquillado si sólo voy a dejar estos regalos?
Cuando toco el timbre, suena a hueco, aunque la camioneta de Crew está
en la entrada. Me acuerdo de la última vez que llamé sin obtener respuesta. Un
Crew sin camiseta. No es que me importe volver a verlo, pero, al mismo tiempo, es
un poco diferente si echo un vistazo ahora que cuando lo hice antes.
Vuelvo a llamar al timbre, sin saber qué hacer con dos enormes ramos de
globos que chocan entre sí por la ligera pero bienvenida brisa.
—¿Tenny? —La voz de Crew crepita a través de la cámara que no había visto
montada en la esquina superior del porche.
Oh, mierda. ¿Eso siempre ha estado ahí?
—¿Crew? —pregunto vacilante, mirando a la cámara.
—Estamos en la piscina. Ven a la parte de atrás.
—No. Está bien. No quiero molestarte. Sólo...
—Ahora soy yo quien va a salir herido —se burla—. Date la vuelta.
El zumbido de la conexión se apaga y no me queda más remedio que seguir
mis pasos hasta la parte trasera de la casa, como hice la primera vez que subí.
Suenan risas, seguidas del inconfundible sonido de chapoteo. Los sonidos
del verano.
Lo irónico es que, cuando despejo la esquina de la casa, me encuentro con
una imagen similar a la de la primera vez. Pero esta vez Crew no solo está sin
camiseta, sino que lleva unos pantalones cortos que se le pegan a cada centímetro
74 y está empapado cuando sale de la piscina.
La sonrisa que me ofrece es más brillante que el sol mientras se restriega el
pelo con la mano, lo que hace que salgan gotas de agua por todas partes.
Las chicas lanzan saludos, pero son rápidamente ahogados por los oohs y
aahs cuando salen de la piscina al ver la masa de globos. Inmediatamente
empiezan a hacer preguntas. Agradezco la distracción. La necesaria
concentración en ellas porque me impide mirar -corrección, contemplar- a Crew
en todo su esplendor esculpido.
—¿Para qué son los globos?
—¿Qué nos has traído?
—Señoritas —advierte Crew mientras se pasa una toalla por el pecho y los
hombros. Me sorprendo a mí misma mirándole fijamente y, cuando me encuentro
con sus cejas levantadas sobre sus ojos divertidos, sé que me ha pillado.
Avergonzada, vuelvo a centrar toda mi atención en las chicas mientras
intento ignorar la reacción inmediata de mi cuerpo ante él.
—Bueno, como hay una celebración continua por sus cumpleaños, he
pensado en traerles sus regalos ahora.
—¿Nos has traído regalos? —Addy chilla.
—No era necesario —dice Crew, pero levanto la mano en su dirección para
hacerle callar.
—Sé que no lo era, pero no pude resistirme.
Las dos chicas me miran mientras les entrego a cada una un paquete de
globos con un sobre pegado en la parte inferior de cada uno. —¿Podemos abrirlos
ya? —pregunta Paige.
—Pueden hacerlo. —Asiento con la cabeza mientras empiezan a abrir sus
sobres individuales. Mi conocimiento de lo que les gusta a las chicas de su edad
no está probado, pero he hecho lo que he podido para elegir algo que creo que
les va a gustar de verdad.
Dios mío. Acabo de sonar como la vieja abuela que ofrece cepillos de
dientes en Halloween para pedir dulces en lugar de caramelos.
Los sobres se rompen y los paquetes de globos y sus cuerdas lastradas se
hunden en el suelo.
—¿En serio?
—Dios mío.
—De ninguna manera.
75 —Genial.
Las gemelas hablan en su propio idioma de un lado a otro mientras leen el
certificado en su sobre y luego lo intercambian para que su hermana pueda ver
cuál era su regalo.
—¿Me estás tomando el pelo? —pregunta Addy emocionada, pero cuando
sus ojos se encuentran con los míos, hay lágrimas nadando en ellos que hacen que
mi corazón se constriña.
—Lenguaje —advierte Crew, pero es acallado por un chillido y el repentino
lanzamiento de dos chicas abrazando mi sección media. Dos chicas muy mojadas.
Me abruma su reacción hasta el punto de que tardo un segundo en hablar
sin que la emoción me obstruya la garganta.
—¿Te gustan? —pregunto.
Me llueven los agradecimientos mientras Crew mira perpleja lo que pueden
contener dos simples sobres.
—¿Alguien me va a poner al corriente? —pregunta, dando un paso
adelante—. ¿O me van a dejar a oscuras?
—Tenny me regaló un certificado para un mes de clases de baile en el
estudio de la ciudad —dice Addy.
—Y yo clases de arte —añade Paige.
—No es gran cosa —intento explicar—. Sólo pensé que les ayudaría a
sentirse... —Por un momento temo haberme excedido. Que mis aspiraciones de
ayudar a aliviar el dolor de que su madre se perdiera su cumpleaños y estuviera
en una ciudad extraña fueran un poco exageradas.
Confundo el silencio de Crew con su enfado, pero cuando miro hacia él y
veo emoción nadando en sus ojos, sé que me equivoco.
Nuestras miradas se sostienen mientras él sacude sutilmente la cabeza y da
las gracias con la boca.
Por alguna razón, me siento abrumado por la silenciosa gratitud de esas dos
palabras y por la expresión de asombro de su rostro.
—¿Chicas? —Se aclara la garganta—. ¿Por qué no corren arriba y ponen sus
globos y certificados en sus habitaciones para que se mantengan fuera de los
ventiladores de techo-
—Una vez tuvimos una baja por globo —dice Addy y se ríe.
—Las cintas se enrollaron alrededor del ventilador y... fue un desastre —
dice Paige, luchando contra una sonrisa—. Papá dijo que no era divertido, pero en
cierto modo lo fue.
76 —Vale, listillos. —Suspira, pero no hay frustración en ello. Sólo resignación
de que nunca va a vivir nada, y puede que secretamente le guste—. Suban a sus
habitaciones. La pizza llegará pronto.
—¿Pizza? —Addy pregunta.
—¿Pediste pizza? —Paige cotorrea.
—Lo hice. Sí. Llámame el papá perezoso.
—De ninguna manera. Eso no es perezoso. Eso es impresionante. —Addy
coge sus globos.
—La regla de la casa es que sólo podemos comer fuera una vez a la semana
—me dice Paige—. Esta será dos veces. —Se vuelve hacia Crew—. ¿Te sientes
bien?
—Está claro que no —dice Crew con desgana—. Ve a cambiarte antes de
que cambie de opinión. Y quien deje una toalla mojada en el suelo no se lleva
nada.
—Sí, señor —dice Paige antes de subir corriendo las escaleras del porche,
pero noto que Addy se queda atrás, retorciéndose los dedos mientras se mece
sobre los talones.
Crew también. —¿Qué pasa, chico?
Ella pone los ojos en blanco ante el término, pero también se ilumina con
él. Y cuando Crew se da cuenta de que quiere decirle algo, se acerca a ella y se
pone en cuclillas frente a ella.
—¿Qué pasa, Add? —pregunta en voz baja.
—Tengo muchas ganas de ir a estas clases. —Sus ojos se dirigen hacia mí,
seguidos de una sonrisa nerviosa—. Pero no conozco a nadie. ¿Y si no soy tan
buena como ellos? ¿Y si...?
—Vas a ser increíble —murmura Crew—. Vas a arrasar en el estudio de
casa.
Addy se limita a mirarle y a asentir.
—Me sentaré allí en cada lección si quieres. Confía en caer.
Su sonrisa es vacilante pero más fuerte. —Confía en mí —le responde, con
la columna un poco más erguida.
Y así como así, me siento como un voyeur con estos dos, pero estoy en el
mismo espacio, así que no es como si pudiera evitar escuchar la conversación.
—Así me gusta. Ahora ve a cambiarte —dice Crew y le alborota el pelo.
—Papá. —Le aparta la mano—. Para. Ya no soy un niño.
77 Se ríe entre dientes, pero se queda de pie con la mano en la barandilla y
observa cómo ella sube corriendo las escaleras.
—Lo siento —le digo—. No quise causar un problema con...
—No es ningún problema. Addy es Addy. Es muy extrovertida, pero duda
de sí misma cuando se trata de bailar. Todo lo que necesita es un poco de confianza
y ya está.
—¿Seguro? Puedo conseguirle otra cosa en su lugar-
—No seas ridículo.
—De acuerdo. Caída de confianza. —Me pregunto cómo empezó eso—.
¿Caída de confianza? ¿Qué significa eso? Si no te importa que pregunte.
—Es una tontería, pero... sirve para algo. —Crew se pasa una mano por el
pelo y se ríe—. Cuando pasó todo lo de su madre, lo pasaron mal durante un
tiempo. Tuvimos un par de semanas duras en un momento dado, y una noche para
tratar de cambiar las cosas, tuve esta idea ridícula de hacer caídas de confianza en
la sala de estar.
—Quieres decir como...
—Sí, quiero decir como que se caen hacia atrás y confían en que los atraparé
tipo de caídas de confianza. —Se encoge de hombros—. Aunque fue una tontería
y acabó siendo la primera vez que los oí reír de verdad en lo que me pareció una
eternidad, también intentaba demostrarles algo. Que pase lo que pase, pueden
confiar en que siempre estaré ahí para ellos.
—Que siempre los cogerás si se caen —susurro mientras el corazón se me
hincha en el pecho.
Asiente con la cabeza. —Exactamente. Soy un chico. No tengo palabras
elegantes ni sé cómo decirles las cosas a las chicas, pero sabía cómo mostrarles
que no las dejaría caer... ya fuera intentando algo nuevo o simplemente
averiguando cómo enfrentarse a lo que la vida les había deparado. Así que ahora
se ha convertido en algo nuestro cuando quiero que sepan que estoy ahí. Que los
tengo por si me necesitan.
Me quedo mirando a Crew, enamorada de lo mucho que se esfuerza por ser
un buen padre. Lo mucho que habría matado porque mis padres tuvieran una pizca
de su afán por ser mejores y hacer lo mejor por sus hijas.
Alarga la mano y me la pasa por el brazo, prendiendo fuego a todas las
terminaciones nerviosas. —Gracias de nuevo por los regalos. No tenías que
hacerlo.
—Sé que no lo hice. Quería darles algo que les guste y un lugar donde
puedan mejorar en ello. Además, pensé que les daría un pequeño descanso de
estar pendientes del reloj.
78 Baja la cabeza un momento y asiente. —Se agradece. La consideración. Que
intentes ayudar. Te prometo que no te eché todo encima el otro día para que te
sintieras responsable de sustituir a su madre.
—Dios mío. —Levanto las manos—. Te prometo que no intentaba ocupar su
lugar. —Me pongo el talón de la mano contra la frente. ¿Es eso lo que parecía que
estaba haciendo?
—No. Tennyson. No creí que lo fueras. Sólo quería que supieras que...
diablos, ni siquiera sé lo que quería que supieras si te soy sincero. —Se sienta en
la silla a mi lado y se echa hacia atrás, con la toalla aún apretada contra el
abdomen.
—Somos un par, ¿no? Ambos disculpándose cuando...
—Cuando no hay nada por lo que disculparse —termina por mí con una
media sonrisa en los labios.
—Sí. Algo así. —Sonrío. De repente me interesa más de lo que debería la
pintura que se desprende de mis uñas—. Mira. Estos regalos no eran para cargarte
con más obligaciones. Mi plan era llevarlos a sus clases. Darte una especie de
respiro... si quieres.
Crew alarga la mano y la coloca sobre la mía. Una corriente eléctrica
recorre mi cuerpo a pesar de estar completamente inmóvil. —Gracias. De verdad.
Ha sido considerado y perfecto, y mucho mejor que ir de compras de ropa que
quedará olvidada en el fondo del armario antes de que acabe el verano.
—No hace falta que me des las gracias. Son buenos chicos. —Mis palabras
son suaves, de repente me siento tímida bajo la intensidad de sus ojos grises y la
sensación de su mano sobre la mía.
—Además, si esas clases significan que puedo descansar unas horas de ver
tutoriales en YouTube sobre cómo hacer el ojo de gato perfecto con eyeliner -o lo
que demonios signifique eso-, entonces, Jesús, estoy aquí con las campanas
puestas.
Me eché a reír. Tiene la extraña habilidad de añadir ligereza cuando
caemos en esa incómoda trampa de la atracción.
O al menos así lo siento yo.
—En eso no puedo ayudarte. Soy un poco despistado sobre las tendencias
actuales, y mi YouTube viendo es limitado en el alcance-oh .
Es lo único que se me ocurre decir cuando aparta su mano de la mía y se
mueve para que la toalla caiga de su regazo. Me encuentro con una cicatriz roja
que le marca la parte inferior derecha del abdomen.
79 No sé cómo no me di cuenta antes. Obviamente, estaba demasiado distraída
con su físico y mirando los tatuajes sexys la otra vez que lo vi sin camiseta -sucio y
sudoroso y transportando madera- que nunca me di cuenta de las cicatrices.
Fue herido en acto de servicio.
Esas cicatrices muestran mucho más de lo que había pasado.
—Crew. —Su nombre es una mezcla de incredulidad y simpatía.
Sonríe, pero lo hace temblorosamente, antes de que su encanto vuelva a
enmascararlo. —Sólo algunas cicatrices de batalla, eso es todo.
—Dijiste que te habías lesionado en el trabajo. Lo siento. No sé por qué
pensé que era algo menos horrible. —Cada palabra que sale de mi boca me hace
sentir más y más como el idiota que soy.
—No te disculpes. Es difícil pensar lo contrario cuando estoy sano... pero si
algo me ha enseñado toda esta situación es que a veces es mucho más fácil curar
lo físico que lo mental. —Hace una breve pausa, desvía la mirada y la expresión
de su cara me revuelve las tripas.
Es un hombre orgulloso, y tengo la sensación de que esa admisión de
debilidad, por así decirlo, acaba de costarle cara. Se nota en la forma en que se
levanta de su asiento y se mueve por el patio: recoge las gafas de natación,
devuelve una silla de patio a su sitio, saca una balsa de la piscina.
Se me parte el corazón por él y por todo lo que ha pasado y sigue pasando.
Hay tantas cosas que podría decir, pero opto por sentarme en silencio y dejar que
tenga su momento.
Lo estudio mientras lo hago. Las cicatrices me llaman para que las mire y
me pregunte por su historia, como hacen sus tatuajes.
Pero no miro allí. No miro fijamente ni le hago sentir más incómodo de lo
que ya se siente.
En lugar de eso, me siento en el silencio que nos rodea. Capto algún indicio
de las niñas hablando a través de las ventanas abiertas de sus habitaciones o el
sonido de un escarabajo haciendo ese zumbido que oigo a menudo. Sólo cuando
Crew ha recogido y reorganizado todo lo que ha podido, vuelve a acercarse a
donde estoy sentada.
—No quería hacerte hablar de ello —digo en voz baja.
—No lo hiciste. Yo me ofrecí. —Suelta una carcajada auto despreciativa que
no ayuda a disipar lo que parece el repentino peso del mundo sobre sus hombros.
Me mira a los ojos mientras se pasa distraídamente una mano por la cicatriz—. Un
maníaco cualquiera que dispara a matar. Por suerte para mí, ese día no tenía
mucha puntería. —Me guiña un ojo mientras yo le miro fijamente, con los labios
80 laxos—. Tranquila. No pasa nada. Sigo aquí, quizá con medio metro menos de
intestinos y algunos fragmentos alojados en posiciones precarias.
—Y estás bromeando sobre ello.
Inclina la barbilla un momento. —Tengo que hacerlo. Además, no podía
dejar que las niñas vieran lo real que se ponía la mierda. Acababan de perder a
su madre. Lo último que necesitaban era pensar en perderme a mí también.
Y es esa afirmación la que se me queda grabada mucho después de que las
chicas salgan corriendo, interrumpiendo sin darse cuenta una conversación más
profunda que lo que parecía una charla junto a la piscina, y me convencen para
que eche un vistazo a los avances en su estudio para influencers. Examino la nueva
luz anular, sus opciones de telón de fondo de elección, e incluso dejar que me
muestre un tutorial de maquillaje o dos, todo mientras se maravilla de Crew y lo
abierto que es.
Todos los hombres que he conocido en mi vida han ocultado sus
vulnerabilidades. Nunca admitirían que han sido afectados por un evento como
ese.
Por otra parte, estoy empezando a aprender que Crew Madden no se
parece en nada a la mayoría de los hombres.
Y no sé muy bien qué hacer con esa información.
81 Capítulo Once
Crew
—T
u trompo no salió —dice Addy, saltando hacia el trompo
donde Tennyson está tratando de moverlo con la mano
extendida—. Lo tengo para ti.
—¿Podemos acabar ya con este juego?. —Gimo por obligación paternal
mientras disfruto en secreto de cuántas risas han sonado en esta casa durante las
últimas dos horas.
—No —dice Paige—. Queremos ver quién ganará entre los dos.
La miro mientras pongo un pie en un punto amarillo y otro en un punto rojo,
con las piernas mucho más abiertas de lo que es natural para un hombre inflexible
como yo.
—Eso no es exactamente justo teniendo en cuenta que ella es bailarina y yo
soy... yo —digo ante otra ronda de risas.
—Exactamente. Tú siempre ganas. —Paige cruza los brazos sobre el pecho
y sonríe con suficiencia—. Será agradable verte perder por una vez.
—¿No se supone que debes estar de mi lado?
—Rojo —grita Addy y da un pequeño respingo de emoción cuando la ruleta
cae en ese color.
Tenny resopla mientras mira la posición actual de su primer pie y dónde
tiene que ir el otro, justo delante de mí. Es imposible que su pequeño cuerpo
pueda cubrir esa distancia.
Pero el golpe de las manos de Tenny y su frotamiento me indican que su
vena competitiva es tan obstinada como la mía.
Y está a punto de perder parte de su descaro por un puesto en el consejo.
—Eres mío, Madden —dice juguetona mientras pasa una pierna por delante
de la mía.
Mi risita se convierte en una respiración entrecortada cuando su cuerpo se
desliza delante del mío dándome la espalda.
82 Calor.
En eso me concentro mientras el calor de su cuerpo calienta mi propia piel.
Al menos, trato de concentrarme en eso, porque es jodidamente difícil tener
nuestros cuerpos alineados, apretados el uno contra el otro, y no tener una
reacción física clara.
Es decir, estoy tratando de asegurarme de que mi polla no se ponga dura al
sentirla acurrucada contra mi polla, en un juego inocente con mis chicas mirando.
Me voy al infierno.
Ahí es donde mi mente cree que debería ir con los pensamientos que no
puedo evitar que pasen por mi cabeza.
—Vas a caer —dice Tenny juguetonamente por encima del hombro. No
sabe cuánto desearía que tuviera razón. Que yo caiga. Sobre ella.
Sacudo la cabeza para deshacerme del pensamiento, pero sólo sirvo para
perder el equilibrio con la acción y caer más dentro de ella.
—Ni lo sueñes —grité.
—¿Quieres que hilemos para ti, papá? —pregunta Addy, devolviéndome a
mi retorcida y cómica realidad.
—Claro. ¿Qué tal un verde? —pregunto por mi propia cordura ya que eso
me alejaría de Tenny.
Oigo el chasquido del dedo de Addy sobre la ruleta. El sonido del plástico
raspando contra el soporte de cartón. Y luego las risas cuando las dos chicas ven
cuál es mi destino.
—Rojo —dicen los dos al unísono mientras gimo.
—¿Cómo demonios se supone que...?
—Lenguaje —dice Paige con sarcasmo. La fulmino con la mirada.
—Curioso —murmuro.
—Lo que va a ser más divertido es ver cómo te envuelves a mi alrededor y
pones alguna parte de ti en ese punto rojo —dice Tenny, señalando al que tiene
delante.
Más contacto cuerpo a cuerpo con ella. Eso es justo lo que necesito cuando
ya estoy luchando para que mi mente deje de desear que las chicas estén en casa
de una amiga y poder actuar según los pensamientos que estoy teniendo.
—Estás a punto de ver al maestro trabajando aquí —digo y muevo los dedos
como si supiera exactamente lo que estoy haciendo.
83 Pero yo no.
En absoluto. Intento reemplazar mi mano donde estaba mi pie, lo que me da
una cara llena del muy bonito culo de Tennyson. Y a pesar de lo incómodo y
molesto que resulta, cuando intento rodearla con el brazo para alcanzar el único
punto rojo que puedo reclamar, acabo con un lado de la cara muy pegado a un
lado de su pecho.
Estamos hablando de la nariz al pezón.
Este es un cruel, cruel… increíble juego.
El agudo silbido de Tenny me hace perder la concentración. Se me escapan
los pies y caigo, con las piernas pegadas a las suyas.
Mi maldición es seguida por el aullido de Tenny segundos antes de que
aterrice encima de mí. Y si apretar su espalda me parecía una tentación, tumbarla
encima de mí, con sus labios tan cerca que puedo sentir el aleteo de su respiración
contra la mía, es una tortura en todos los sentidos posibles.
Creo que ambos estamos aturdidos. Mejor dicho, sé que lo estoy porque no
hay una rápida lucha por apartarnos el uno del otro. Hay un breve instante en el
que nuestras miradas se cruzan y nuestras sonrisas se ensanchan, y luego la risa
surge y se apodera de nosotros. Odio cuando se separa de mí y se desploma en el
suelo a mi lado, porque ese momento en el que disfruto de la sensación de su peso
sobre mí se acaba antes de que pueda apreciarlo de verdad.
—¿Cómo juzgamos eso? —le pregunta Addy a Paige mientras Tenny y yo
nos tumbamos una al lado de la otra, mirando al techo y sin hablar.
¿Está pensando lo mismo que yo?
—¿Qué quieres decir con cómo juzgamos eso? —pregunta Paige.
¿Lo fácil que habría sido besarla? ¿Cuánto lo hubiera deseado?
—Quiero decir, ¿quién es el ganador?
—Tenny es —dice Paige—. Ella era el último hombre en pie.
—Exijo una repetición instantánea —digo, levantando la mano mientras me
incorporo—. Mi oponente juega sucio y me dio un golpe en la cadera para que
cayera primero porque sabía que iba a ganar.
Tenny suelta una carcajada, se pone de lado y se levanta. —Los tramposos
nunca prosperan, Madden. ¿No lo sabías?
Resoplo. —De acuerdo, West. Lo que tú digas.
84 Capítulo Doce
Crew
T
enny se quedó.
Es lo único en lo que puedo pensar más tarde, cuando nos
sentamos en el patio trasero mientras las niñas nadan. Si este es el
resultado de perder contra ella, me parece perfecto.
Vino a traer regalos a las niñas y se quedó. No porque las chicas la acosaran
para que se comiera un trozo de pizza, sino porque yo se lo pedí esta vez. Y a decir
verdad, realmente quería que lo hiciera.
Porque esta mujer me está haciendo cosas que no estoy seguro de querer
deshacer.
En primer lugar, es increíble con las niñas.
Segundo, está jodidamente buena.
Genuino.
Y... nada como Brittney.
¿Es ese mi requisito ahora? ¿Que ni una sola cosa me recuerde a ella? ¿Tan
patético soy?
—¿Lo echas de menos? —pregunta Tennyson.
Enseguida sé lo que me pregunta, ya que antes de que las chicas volvieran
a la piscina, le estaban contando a Tenny algunas de las cosas divertidas -y
clasificadas PG- que me he encontrado como policía a lo largo de mi carrera. El
trabajo. La adrenalina. La vida que conlleva ser policía. Doy un sorbo a mi cerveza
y miro fijamente la botella mientras contemplo mi respuesta. —Pensaba que sí.
Quiero decir, lo he hecho y lo hago. . . pero al mismo tiempo, una parte extraña
de mí respira un poco más tranquila ahora.
—¿Qué quieres decir? —pregunta con una sinceridad que me dice que
realmente quiere saberlo.
—Los rayos rara vez caen dos veces, ¿verdad? Así que ahora que he pasado
por todo esto, no tengo que preocuparme de que vuelva a ocurrir. —Me encojo de
hombros y veo la compasión en sus ojos—. O al menos eso es lo que me digo a mí
85 misma para ayudarme a poner un pie delante del otro algunos días.
—¿Fue larga la recuperación?
Mi larga exhalación es un sonido de triunfo y frustración combinados. —Ya
van seis meses. No voy a mentir, los dos primeros fueron jodidamente brutales.
Entraba y salía mucho del quirófano. Encadenado a una cama, o al menos eso es
lo que parecía. Las chicas parecían estar a un millón de kilómetros. —Me
estremezco al recordar la frustración, el dolor, lo desconocido—. Luego era
asegurarse de que lo que cosían se quedaba así y de que evitábamos las
infecciones. Ahora es... ahora es asegurarme de que todavía puedo hacer el
trabajo y no saltar sobre mi propia puta sombra.
—Creo que saltar ante las sombras es de esperar cuando una te tragó entero
durante algún tiempo.
Sus palabras me afectaron mucho. No tener autorización para volver al
cuerpo ya ha sido bastante duro, sobre todo cuando se debe al TEPT.
Pero, a decir verdad, la culpa es aún más dura.
¿Cómo puedo proteger y servir cuando ni siquiera pude proteger a mi
propio compañero? ¿Cuando dudé lo suficiente para que le golpearan?
—Sí, pero si me hubieras preguntado hace un año si creía que la cabeza
tarda más en curarse que el cuerpo, te diría que estás lleno de mierda. Y mi
departamento está lleno de tipos como el viejo yo. No lo entienden, y no les pido
que lo hagan. Por lo que saben, aún estoy lidiando con las secuelas de las
operaciones. —Me encojo de hombros y sonrío cuando Addy nos llama para que
veamos una zambullida que hace.
Gritamos y aplaudimos para animarla en su zambullida.
—¿Qué pasa después?
—¿Después, en el sentido de si no me exculpan, o después, en el sentido
de cuando cobre la pensión tras el tiempo de servicio?
—Elige.
Suelto un largo suspiro y me remuevo en el asiento. No hablo con la gente
de esta parte de mi vida. De mis aspiraciones. Mis metas. Son mías, y a menudo
me siento ridícula poniéndoles voz, pero, por alguna razón, quiero contárselas a
Tenny. —Al principio, pensé que quizá quería dedicarme a la ciberseguridad.
Hice una temporada en ella y lo pasé bien. Lo de intentar copiar huellas y
encontrar información oculta. Pero pronto descubrí que mis habilidades son de
aficionado en comparación con lo que se necesita para hacer bien el trabajo.
93 —Oh. Vale. Entonces, ¿qué...? —El corazón me late con fuerza en el pecho,
el aire fresco de la noche no hace nada para aplacar el repentino calor que se
extiende por mi cuerpo.
Su sonrisa es medio burlona y sexy a más no poder. —Si no vamos a
mentirnos el uno al otro, entonces me imagino que también podría decirlo.
—¿Decir qué?
—No lo siento. —Da un paso hacia mí, mis manos aún en el picaporte de la
puerta, mi cabeza inclinada hacia arriba para mirarle a los ojos.
—¿No te arrepientes de qué?
Su nuez de Adán se balancea. —Sobre abrazarte antes.
—Oh.
Sus ojos recorren lentamente mi cuerpo. Cada segundo parece una
eternidad mientras mis escalofríos persiguen su mirada, casi como si me estuviera
tocando. Cuando vuelven a encontrarse con los míos, el gris de sus ojos es un poco
más oscuro, el tic de su mandíbula apretada un poco más pronunciado. —Sobre
querer besarte.
—Crew. —Su nombre suena débil y sin aliento, pero el pensamiento se
borra cuando Crew da un paso adelante, deslizando una mano hasta mi nuca y la
otra hasta la parte baja de mi espalda en un rápido movimiento mientras baja sus
labios hasta los míos.
Crew sabe a menta y a deseo. Sus labios son suaves. Su barba incipiente me
dice que esto es real. Que me está besando.
Podría decir que estoy sorprendido por la acción, pero sería mentira.
Estoy preparado.
Lo quiero.
Diablos, creo que lo he querido desde el primer día que lo espié trabajando
en su jardín.
¿Y su beso? Es la combinación perfecta de exigencia y ternura. De los dos
queriendo y tomando.
Me pierdo en las sensaciones mientras memorizo cada detalle.
La fresca brisa nocturna.
Su piel cálida y suave.
El suave gemido en el fondo de su garganta.
Su mano enredada en mi pelo.
Su muslo presionaba entre la V de mis piernas.
94 La dura madera de la jamba de la puerta a mi espalda.
Su corazón se acelera bajo mi palma mientras la recorro hasta el puño en el
dobladillo de su camisa.
Crew termina el beso, su aliento estrangulado de contención se funde con
el canto de los grillos a nuestro alrededor.
Nos quedamos así un momento -nuestras caras a un palmo de distancia,
nuestras manos una sobre la otra y la expectación vibrando entre nosotros- antes
de que él dé un paso atrás. Y no solo retrocede, sino que baja corriendo por el
porche hasta la entrada de mi casa.
—Espera. Crew. ¿Qué. . . qué fue eso?
Se vuelve para mirarme, con esa sonrisa torcida que se adueña de las partes
de mí que acaba de calentar.
—No lo sé, pero me sentí bien y...
—Y...
Se pasa una mano por el pelo, con su sonrisa ladeada. —Y creo que debería
avisarte... Estoy jodidamente seguro de que sólo una vez no va a ser suficiente
para mí.
—¿Ya lo sabías, o fue una decisión tomada sobre la marcha? —pregunto
mientras cruzo los brazos sobre el pecho y enarco una ceja.
—Sobre la marcha. —Guiña un ojo y da un paso atrás—. Soy rápido con los
pies.
—¿Es así?
—Lo es. —Gira sobre sus talones para bajar por mi camino y me dice por
encima del hombro—: Buenas noches, Tenny.
—Buenas noches, Crew.
Silba mientras camina, y puedes apostar tu culo a que le miro hasta que no
puedo verle más con una sonrisa bobalicona en los labios y la cabeza en las nubes.
Crew me besó.
Uf.
A la tercera va la vencida, supongo.
95 Capítulo Catorce
Tennyson / Tessa
Cuatro años antes
—T
essa. —El tono de Kaleo es uno que nunca antes le había
oído usar conmigo -más amenaza que advertencia- y me
detiene en seco.
Le miro fijamente, todo un cuadro contra el oscuro cielo nocturno. Sus ojos
brillan y sus manos se aprietan y se sueltan.
La fiesta continúa en las cubiertas de abajo. La música está alta y las risas
aún más. No puedo evitar sentir que todo es una treta. Que algo está pasando. El
mismo algo que me ha hecho sentir tan inquieto en los últimos días.
—¿Vas a decirme qué está pasando?
—Es sólo trabajo, Ku'uipo. Sé que estás cansado. ¿Por qué no te vas a la
cama?
Un escalofrío me recorre la espalda, pero no tiene nada que ver con la brisa
fresca del océano. Puede que sus palabras sean una pregunta, pero sin duda son
una exigencia.
Ya no me quiere en la fiesta.
Me vienen a la cabeza muchas cosas de los últimos meses. Las reuniones
nocturnas. Las constantes llamadas telefónicas que necesita atender en privado.
Su repentina necesidad de volver a Hawái más que a nuestro ático de San
Francisco.
La agitación y el estrés que nunca parecen desaparecer de sus hombros.
La mayoría de las mujeres temerían que su marido tuviera una aventura.
Dirían que soy ingenua al pensar que no. Yo no. No con Kaleo. Tenemos un vínculo
que es indescriptible. Uno que se forjó la noche que nos conocimos y que no ha
parado en los tres años que llevamos juntos.
—No —le digo.
La ira relampaguea en sus ojos. Si hay algo que no le gusta a mi marido es
que sus empleados le desobedezcan.
100 Kaleo.
Está herido. Uno de los hombres aquí...
—No vuelvas a mentirme, joder. —Casi lloro de alivio cuando oigo la voz de
mi marido, pero a ese alivio le sigue un hilillo frío de miedo. Es extraño y aterrador
y me pide que mire mientras quiere que corra—. La piedad es algo curioso —dice
con una risita que me hiela la sangre—. Cuanto más tardes en decir la verdad,
menos se mostrará.
Con el corazón en la garganta, asomo la cabeza por el borde de la
barandilla y contengo el grito ahogado que me da al ver la escena.
Kaleo está de pie con la pistola apuntando y una expresión en la cara que
me estremece. Es pura indiferencia mientras apunta con la pistola a dos hombres
mientras otro hombre está desplomado en la cubierta a su lado con un charco de
sangre debajo. Rangi está de pie detrás de Kaleo, con una pistola clara como el
día en una mano y la misma expresión impasible que Kaleo tiene grabada en las
líneas de la suya.
Es entonces cuando veo el resto: la visión del hombre claramente
moribundo o ya muerto me impacta tanto que no veo las bolsas abiertas en la
cubierta. Los fardos dentro de ellas. El único paquete abierto con pólvora
derramándose.
Intento procesar. Comprender. Creer lo que veo y negarlo al mismo
tiempo.
—Entonces, ¿quién va a hablar? ¿Quién de ustedes está jugando a dos
bandas? —Kaleo mueve el arma de un lado a otro entre los dos hombres. La sonrisa
en su cara divertida en la más aterradora de las formas—. ¿FBI? ¿DEA? ¿Con quién
estás?
—No lo estamos. Te lo he dicho...
Suena el disparo y el hombre que habla se tambalea hacia atrás, golpea una
silla a su paso y se desploma.
Joder.
Me sobresalto al oírlo, el corazón se me encoge en la garganta y casi me
tiemblan las rodillas.
¿Qué acaba de pasar? Esto es como una experiencia extracorporal, una
película que estoy viendo y no mi vida. Mi marido acaba de disparar a un hombre
desarmado.
—Mintió —le dice Rangi al único hombre de pie, que tiembla tan fuerte que
puedo verlo desde donde estoy mirando—. ¿Vas a cometer el mismo error,
Sebastian?
101 ¿Sebastian?
Le conozco. Anoche tomamos unas copas con él y sus socios. Nos reímos y...
y le convencí para que se quedara esta noche, para que viniera a la fiesta que yo
organizaba, en vez de volar a casa, a Los Ángeles.
Está aquí por mi culpa.
Todos están aquí por mi culpa.
Su sangre está en mis manos.
Contengo las náuseas que amenazan. El mareo que gira a mi alrededor.
—Sólo hay dos respuestas que puedes dar. Sí, eres un informante. O sí, me
robaste producto —dice Kaleo y se ríe mientras se acerca un paso—. Y ninguna
de las dos me hace un hombre feliz.
Tengo las manos sobre las orejas y el cuerpo metido detrás de la barandilla
cuando suena el tercer disparo. Pero me sobresalto al oírlo. Esto no puede estar
pasando. Mi marido no puede ser un... asesino. Es Kaleo Makani. De una larga
estirpe de Makanis.
Envío.
Kaleo se dedica al transporte de mercancías. Productos. Mercancías. Clientes
que las reciben.
¿Pero esa bolsa? ¿El polvo blanco? Eso son drogas.
Hay drogas en el barco. Muchas drogas.
¿Lo sabe todo el mundo en el barco o sólo unos pocos elegidos?
¿Oyeron los disparos o, estando los otros camarotes en el otro extremo del
barco, estaban demasiado lejos?
Esto no puede ser real.
He... He vivido con este hombre, he amado a este hombre, creía que conocía
a este hombre mejor que a mí misma y... me he equivocado.
¿Todo ha sido una mentira?
Me tambaleo hasta el camarote mientras me zumban los oídos y el estómago
se me revuelve hasta vaciar su contenido en el retrete.
Estoy en la niebla. Mis pensamientos son confusos. Inconexos.
Interminables en un remolino de incredulidad.
La verdad… No puedo evitarla por mucho que quiera, y ahora que está ahí
fuera, es muy diferente de la "verdad" que yo creía.
111 —Estoy bien. Todo va bien. —Sus palabras son entrecortadas y la sonrisa
que me ofrece es tensa cuando mira hacia mí—. Las chicas te están esperando.
Asiento lentamente mientras la estudio y me pregunto qué coño le habrá
hecho el cabrón para provocar la reacción que ha tenido.
Y lo único que hace es evitarme. Ordena las revistas de la mesa. Recoge los
juguetes de Hani y los pone en una cesta junto a la chimenea. Mete las toallas
empapadas del suelo en la lavadora del cuarto de lavado.
La espero pacientemente, por si decide hablar, pero cuanto más tiempo
paso aquí sentado, más sé que no lo hará. No confía en mí.
Todavía no.
Pero estoy trabajando en ello, y la primera parte es no presionarla.
—De acuerdo, entonces. —Me levanto de la mesa y me dirijo a la cocina,
donde ella está limpiando los mostradores ya limpios—. Te dejo, pero vamos a
tener que hacer arreglos para ti mientras tengas el agua cortada.
—Estoy bien —repite.
Si no vuelvo a oír esas dos palabras, será demasiado pronto.
—No, no estás bien, pero puedes decirlo si te hace sentir mejor. —Se queda
quieta, con la esponja en una mano, pero no se vuelve para mirarme—. Aquí no
hay agua corriente hasta que Bobby salga la semana que viene. Además, voy a
tener que revisar las paredes para ver si hay moho. No tengo ni idea de cuánto
tiempo lleva esa tubería goteando detrás de la pared. Puedo alojarte en un hotel
ya que yo tengo la culpa de esto...
—No hace falta. Como dije, estoy...
—Bien, sí, ya lo hemos establecido. —Suspiro con frustración y continúo sin
pensar realmente en lo que estoy ofreciendo—. O eres más que bienvenida a
quedarte con nosotros. Tenemos dos habitaciones extra sin usar. A las niñas les
encantaría. No te molestaría.
—Puedo arreglármelas.
—Es sólo una idea. Además, no me siento bien dejándote aquí con una
pared abierta y...
—Gracias. Esas dos palabras pronunciadas con una finalidad me dicen que
no hay forma de convencerla de lo contrario.
—Sabes que eres muy testarudo, ¿verdad?
Vamos, Tenny. Date la vuelta y mírame. Déjame ver tus ojos. Hazme saber que
realmente estás bien.
120 La cuestión es si Crew los enderezó como yo intenté... o si les dejó volar su
imaginación.
¿Y por qué espero que sea lo segundo?
—Hay que amar las ciudades pequeñas.
—Cierto. Gracias. —Bebe un sorbo del vaso que le pongo delante. Su
zumbido de agradecimiento hace cosas en mi interior que un simple sonido no
debería hacer—. Salud. Pega una magdalena a la mía y le da un mordisco.
Y después de masticarlo dos veces, lo escupe con un sonido seco y un —
Dios, qué asco —antes de limpiarse la boca.
Espero a que me diga que es una broma, pero por la expresión de su cara,
definitivamente no lo es. Bebe un largo trago de brandy para quitarse el sabor de
la boca y hace una mueca de ardor.
—Sal.
—¿Qué? —pregunto, levantándome para traerle sal por alguna extraña
razón—. Necesitas...
—No. Sal. Las chicas me distrajeron. Creo que confundí las medidas de sal
y azúcar. —Se le salen los ojos de las órbitas mientras bebe otro sorbo.
La risa burbujea mientras vuelvo a poner la magdalena "G" en el plato. —
¿Cómo puedes estropearlo?
—No preguntes —dice y luego procede a explicar la pelea de comida con
las chicas. Cómo limpió el desastre mientras ellas se duchaban. Luego fue
interrumpido por un texto que llegó y perdió la noción de qué y dónde estaba en
la receta.
Me quedo mirándole. Me hizo magdalenas. Bueno, al menos lo intentó. Pero
la intención estaba ahí. La intención estaba ahí. Después de arruinar la primera
tanda, no tuvo que hacer más. Nunca habría notado la diferencia.
Eso, y que en serio es un padre genial. Ni en un millón de años mis padres
habrían permitido una pelea de comida. Por otra parte, estaban ocupados
bebiendo hasta morir, así que no se habrían dado cuenta.
—¿Qué? —pregunta cuando se da cuenta de que le miro fijamente.
—Esto se está convirtiendo en un tema aquí. Entre nosotros dos. Mala
comida. Escupirla. Riéndonos. —Me encojo de hombros—. Al menos sé que no
tengo que preocuparme por engordar a tu lado.
—Gracioso. Reírse nunca es malo, Tennyson. —Sus ojos sostienen los míos,
y siento que hay mucho más que intenta decir con esas palabras. Quiero creerle,
pero siempre me da miedo tener esperanzas.
121 —Lo sé —digo en voz baja y jugueteo con el envoltorio de la magdalena. Es
más fácil mirar ahí que a él—. Gracias por lo de hoy. Por lo de antes. —Le pongo
la mano en el antebrazo y aprieto.
Hay algo en ese simple contacto que nos hace estremecer sutilmente. Abro
la boca y la cierro, mis labios recuerdan demasiado bien el sabor de su beso de
la otra noche.
—No hace falta que me des las gracias.
—No había tenido un ataque de pánico así en mucho tiempo.
El silencio invade la cocina y sólo cuando levanto la vista me responde.
Tiene una forma de hacerlo para que yo sepa que me escucha.
—Son brutales. Cuando estás en medio de una, es como si estuvieras bajo
el agua y desesperado por respirar. E incluso cuando consigues esa primera
bocanada, sigues aterrorizado de que te la quiten.
—¿Las has tenido? —pregunto, sorprendido por la exactitud de su
descripción de la sensación.
Asiente lentamente y me doy cuenta de que es la primera persona a la que
dejo ver esta parte de mí. Mi nuevo yo. Y me siento tan bien al compartirlo con
alguien. Que alguien me entienda y empatice conmigo.
Suena estúpido, pero sólo sirve para reforzar lo sola que he estado.
—Lo he hecho —murmura mientras me estudia—. He experimentado
muchas cosas. Más que la mayoría, para ser sincero. Últimamente, más malas que
buenas. Sólo espero que la próxima vez que tengas una, confíes en mí para estar
a tu lado.
La necesidad de ofrecer una explicación mejor a mi reacción de antes
persiste en mi mente. Aunque decir que tuve un ataque de pánico es parcialmente
correcto, está lejos de ser toda la verdad.
Abro la boca para decir algo, lo que sea, pero acabo soltando algo que no
tiene nada que ver con el tema. —Trabajo.
Malditos nervios.
—¿Trabajo? —Arruga la frente y se ríe—. ¿Qué pasa con él?
—No lo sé. —Me levanto bruscamente, necesitando moverme, caminar,
cualquier cosa que no sea arrastrarme hasta el regazo de Crew y agarrarme a él.
Soy una persona fuerte. A través de toda esta experiencia he aprendido que
no necesito a nadie. Pero tampoco he conocido nunca a un hombre que lleve sus
pensamientos y su corazón en la manga con tanta facilidad y tan genuinamente
122 como Crew.
Y después de hoy, después de sentirme tan vulnerable, su sinceridad sobre
cómo debería confiar en él y dejarle estar a mi lado me llega.
Me hace desearlo mucho más.
Intentó hacerme magdalenas.
Tuvo su primer respiro como padre sin sus hijas, y decidió venir a verme.
La silla de Crew roza el suelo cuando se levanta y me sigue hasta la sala de
estar.
—¿En qué departamentos o escuadrones o como se llame trabajabas? —Me
agacho y acaricio a Hani, que se queda mirando a Crew como diciendo ¿quién es
este hombre en mi casa?
—Cibercrimen. —Homicidio. Agresión sexual. Narcóticos. Un poco de todo
a lo largo de los años.
Narcóticos.
Por supuesto, trabajaba en narcóticos.
Me gustaría fingir que Kaleo tenía su base en San Francisco, por lo que un
policía de Chicago podría no tener ni idea de quién era, pero su juicio tuvo
cobertura nacional. Su arresto fue un gran logro para la DEA, y querían que los
ciudadanos estadounidenses lo supieran.
—¿Qué más quieres saber sobre mi trabajo?
—Háblame de una llamada memorable. —Ajusto las persianas y me vuelvo
hacia él. Se ha sentado en el brazo del sofá y me mira con curiosidad.
Buena suerte con eso.
—¿Eso es lo que quieres saber? ¿Una llamada memorable?
—Sí. Uno divertido.
Saca la lengua para mojarse el labio inferior y, de nuevo, mi cerebro -y otras
partes de mi cuerpo- se aceleran.
—Respondimos a una llamada en un barrio suburbano de clase alta. Una
señora llamó, frenética. Juraba que su vecino estaba siendo agredido. Asesinada
es lo que le dijo a la operadora del 911. Dijo que había oído gritos, ruidos extraños
y luego a su vecino gritando pidiendo ayuda. Estaba demasiado asustada para
abrir la puerta y entrar, por miedo a que el agresor siguiera allí.
—Me da miedo preguntar qué has encontrado.
—Nos enrollamos, forzamos la puerta y —comienza a reírse entre dientes—
123 , diremos que los dueños de la casa habían estado divirtiéndose. Ella estaba atada
a las cuatro esquinas de la cama. Consensuado, nada delictivo, pero al parecer, a
mitad de camino, al marido se le fue la espalda. Estaba tumbado encima de ella y
no podía moverse en todo su esplendor vestido de látex.
—Oh. Dios mío.
—Sí. —Se ríe como si aún no pudiera creérselo—. No hace falta decir que
dejamos que los paramédicos se encargaran del. . . desmontaje, por así decirlo. Y
esperamos a que una oficial desatara a la esposa.
Me sonrojo por la pareja.
También me fijo en la firmeza de sus muslos y en cómo enmarcan el brazo
del sofá.
—Moriría.
Enarca una ceja, clava sus ojos en los míos y una sonrisa torcida se dibuja
en sus labios. —Es sólo sexo, ¿verdad? Todo el mundo lo hace.
Sus palabras flotan en el aire entre nosotros, mi lengua pesa de repente.
—¿Dónde están las chicas?
El clásico e incómodo Tennyson ha vuelto.
—Llamó Phoebe, una de las amigas que hicieron el otro día cuando las llevé
al parque. O más bien mandó un mensaje, porque ¿quién llama a nadie hoy en
día? —Pone los ojos en blanco, como hacen las chicas, y yo me río—. Conocí a su
madre; de hecho, la recuerdo de la última vez que estuve aquí, cuando tenía diez
años. Invitaron a las niñas a ir al cine con ellas.
—Fue muy amable de su parte.
—Así fue. Estuve dándole vueltas, llamé al tío Ian para asegurarme de que
la familia estaba bien y de que él las conocía, y luego pensé que qué más daba.
Además, con la de rumores que hay en este pueblo, si las niñas se portaban mal o
pasaba algo malo, seguro que me enteraba antes de que llegaran a casa.
—Siempre el policía comprobando antecedentes —bromeo y luego me
pregunto si él habrá hecho lo mismo con los míos. No me extrañaría. No es que
vaya a encontrar nada interesante.
—¿Qué puedo decir? Es una costumbre.
—Espera. ¿Eso significa que tienes tiempo para ti?
—Cuatro gloriosas horas. —Sus ojos bajan hasta mis pechos y luego vuelven
a los míos cuando doy unos pasos hacia él.
—Cuatro, ¿eh?
—Cuatro. —Asiente.
124 Se me ocurren muchas cosas que se pueden hacer en cuatro horas. Cosas
que borrarían este terrible día de mi cabeza. Cosas que ocuparían mi cuerpo para
que no tuviera oportunidad de pensar.
Y por la mirada de Crew, sus pensamientos coinciden con los míos.
—Crew. —Me meto entre sus rodillas. Con mi altura y su posición, estamos
casi cara a cara.
—¿Hmm?
—Gracias por lo de hoy. —Coloco mis manos sobre sus muslos. Los siento
tensos.
Ladea la cabeza y me estudia. —Creo que ya hemos cubierto los
agradecimientos.
Me inclino hacia él y me encanta el jadeo de su respiración cuando acerco
mis labios a su oído y le digo: —Ha sido un día duro. Distráeme.
Esta vez tomo la iniciativa. Desesperado por sentir. Necesitada de acallar el
ruido. Deseándole de una forma que no he deseado a nadie desde que empecé
esta vida como Tennyson West.
Nuestros labios se encuentran. Lentos al principio. Buscando. Tanteándonos
el uno al otro mientras sus manos se deslizan por mi espalda. Las siento tan
grandes, tan dominantes, cuando su beso es todo lo contrario. Es ternura mezclada
con un hambre latente. Deseo bordeado de una desesperación contenida.
Me gusta sentir su pecho bajo mis palmas. La aspereza de su barba
incipiente cuando mis manos recorren su mandíbula y sus hombros para pasar los
dedos por su pelo. El gemido embriagador que nace en el fondo de su garganta
cuando nuestras lenguas se encuentran y nuestros cuerpos se funden.
Sus manos se deslizan por mi espalda hasta que una está en mi pelo, tirando
de mi cabeza hacia atrás para que nuestro beso se rompa. —Voy a odiarme por
decir esto. —Otro roce de sus labios con los míos. El beso es tan potente que todo
mi cuerpo se inclina hacia él, contra él, deseando más de él. Arruga la cara
brevemente antes de suspirar—. Hoy ha sido un día duro. No he venido aquí para
esto. No quiero que pienses que me estoy aprovechando de ti por eso. Que soy el
tipo de hombre que...
—No te estás aprovechando de mí, Crew.
—Tennyson... —Mi nombre es una tensa cadena de sílabas—. ¿Cómo puedo
estar seguro?
Alargo la mano y se la paso por la polla, todo su cuerpo se tensa al contacto.
—Porque voy a ser yo quien se aproveche aquí. —Le paso la lengua por el labio
inferior.
125 —¿En serio?
—Ajá. Voy a usar esto, usarte a ti, para hacerme olvidar mi día. —Me
encuentro con sus ojos y me encanta ver cómo se oscurecen con la lujuria a la que
reacciona su endurecida polla—. ¿Me vas a hacer esperar?
Me paso la camisa por la cabeza y dejo que cuelgue del extremo de mi dedo
antes de levantar una ceja y caminar por el pasillo hacia mi dormitorio.
126 Capítulo Dieciocho
Tennyson
N
i siquiera llego a la puerta cuando las manos de Crew me rodean la
cintura y me aprietan contra él. Sus labios encuentran la curva de mi
cuello y su calor, mezclado con el roce de su barba, me pone los
nervios de punta.
—¿Crees que eso es todo lo que se necesita para volverme loca? —Un beso
en mi piel desnuda—. Estás muy equivocado. —Un suave pellizco.
—¿No? —murmuro mientras me hundo en la sensación de él apretado
contra mi espalda—. Entonces, ¿qué hace falta?
—Todo lo que tenías que hacer era abrir la puerta.
Lanzo una carcajada que se convierte en aullido cuando utiliza las trabillas
de mi cinturón para hacerme girar y obligarme a mirarle a la cara.
Dios, es guapísimo.
Y sin camiseta.
Supongo que no soy el único que se quitó la camiseta y caminó por el pasillo.
—¿La puerta? ¿Eso es todo?
—La puerta. Oreos en un porche. Tostando nuestros cucuruchos de helado.
Tu sonrisa. —Mueve la cabeza de un lado a otro y sonríe—. Básicamente, sólo tú.
—Suerte para mí entonces.
—Creo que soy el afortunado.
Y con esas palabras, Crew hunde sus manos en mi pelo y acerca su boca a
la mía. Es un beso que me calienta el alma, me calienta el cuerpo, me moja las
bragas y me deja jadeando cuando sus labios se separan de los míos.
—Jesús, Diez. Si vuelves a besarme así, puede que acabe tirándote a la cama
y aprovechándose de ti.
—Sí. Por favor. —Es mi turno de devolverle el favor. Mi mano en su nuca. Su
polla dura, vestida de vaqueros, apretada firmemente contra mí. El dulce sabor a
roble de su brandy mientras nuestras lenguas bailan la una con la otra. El suave
deslizamiento de sus manos cuando suben por mi espalda y empiezan a
desabrocharme el sujetador.
127 —Te lo advierto —murmura entre besos antes de cumplir su amenaza. De
un tirón, con las bocas apenas separadas del beso, Crew me coge con las manos
en el culo y me rodea la cintura con las piernas antes de tirarse sobre la cama.
Los dos juntos.
Aterrizamos con un ruido sordo acentuado por nuestras risas y enfatizado
por mis gemidos cuando sus labios se cierran en torno a uno de mis pezones y su
mano amasa el otro.
—No es muy elegante —dice mientras me mira desde entre mis pechos—,
pero cuando estás tan desesperada como yo por estar dentro de ti... la gracia se
va por la puta ventana.
Mi cuerpo ansía más de su tacto. Su sabor. Sentir cada centímetro de él, por
dentro y por fuera.
Su boca se cierra en torno a mi otro pezón, y emito un gemido lleno de risa.
—No necesito gracia, Madden. Sólo te necesito a ti. —Arqueo la espalda mientras
sus dientes rozan un pico sensible—. Y que hubiéramos sido más listos y nos
hubiéramos quitado los vaqueros antes de acostarnos.
Suena la risa de Crew. —¿Dudas de mis habilidades?
Se levanta de la cama en cuestión de segundos, me coge por los tobillos y
me empuja hacia el borde. Con la mirada fija en el otro, ambos tanteamos nuestros
propios botones y cremalleras. Pero mientras yo soy incapaz de quitarme los
pantalones porque él está entre mis piernas, Crew lo hace.
Se baja los vaqueros y, cuando se levanta, me quedo sin habla. Sí, lo he visto
sin camiseta y sé en lo que me estoy metiendo... pero verlo así, entero, es algo
totalmente distinto.
Esos músculos cincelados continúan en todos los lugares que normalmente
cubre su ropa. Hasta la profunda V de sus caderas y la cicatriz oscurecida que sólo
sirve para resaltar su perfección. Hasta la firmeza de sus muslos, que ansío sentir
apretados contra los míos.
Y que no se me olvide reconocer su increíblemente impresionante polla en
posición de firmes.
Ninguna mujer lo vería por primera vez y no reconocería que es una belleza.
Y mucho menos una mujer que ha estado en un periodo de sequía y está a
punto de recibir placer por ello.
Cuando levanto la vista para mirarle a los ojos, la sonrisa que me dedica,
resaltada por sus ojos oscurecidos por la lujuria, es una seducción en sí misma.
129 —Eres preciosa. —Me besa por el torso—. Impresionante. Sus labios se
toman su tiempo para saborear mis pezones una vez más—. Sexy. Se deslizan hasta
la curva de mi cuello y luego hasta la punta del lóbulo de mi oreja, su cálido aliento
deslizándose sobre mi piel—. Quiero hacer que te corras. —Sus labios vuelven a
encontrar los míos—. Quiero hacerte perderte para que olvides todo lo que ha
pasado hoy excepto esto. —Otro beso—. Excepto por mí.
Mi cuerpo arde. Desde la provocación de su beso hasta la destreza de su
mano.
—Crew. —Su nombre es una súplica para que me dé lo único que quiero.
Su risita me hace saber que he sido escuchada.
En cuestión de segundos, Crew nos protege y vuelve a colocarse entre mis
piernas, con las manos en mis muslos, mientras se abre camino dentro de mí lenta
y placenteramente.
Nuestros gemidos conjuntos de satisfacción llenan la habitación mientras
me estiro para acomodarme a él, y él lucha por controlar la necesidad carnal de
correr hasta el final.
Crew se inclina hacia delante, cogiéndome la nuca, y me besa. Toma un
sorbo de ellos, su lengua se desliza dentro y fuera de mi boca mientras empieza a
hacer lo mismo con su polla.
—Jesús, Tenny. Te sientes increíble —murmura contra mis labios. Nuestros
gemidos se hacen uno mientras él se mueve lentamente al principio, su exhalación
mi siguiente inhalación. Nuestras manos recorren la piel empapada de sudor y
perseguida por el frío, agarrando y agarrando y necesitando sentir las yemas de
nuestros dedos una sobre la otra. Nuestros cuerpos se encuentran de la forma más
carnal. Dentro. Fuera. Pelo agarrado y dedos de los pies enroscados. Caderas
levantadas y espaldas arqueadas. Las miradas se encontraron y los dientes se
hundieron en los labios inferiores.
—Crew... —El siguiente empujón me roba el aliento—. Se siente tan bien.
El placer aumenta y Crew se relaja para que vuelva a flotar. Una pausa de
ternura antes de que nos empuje hacia arriba de nuevo con un ritmo acelerado y
fuerte con su siguiente empuje.
—Vas a ser mi muerte. —Se ríe mientras me aprieto a su alrededor,
ordeñando su orgasmo hasta correrse—. No sería tan afortunado de ir así.
Nuestros labios vuelven a encontrarse. Nuestras caderas se golpean
mientras él acelera el ritmo, llevándonos al olvido. Nuestros cuerpos se tensan al
borde del precipicio.
Y entonces el placer surge como un maremoto. Más grande. Más poderoso.
Innegable hasta que me arrastra y me traga entera. Contengo la respiración. Mis
músculos tensos. Una carga de electricidad me recorre como si nunca dejara de
130 resonar.
La oleada golpea una y otra vez.
Más fuerte, luego más suave, luego un tono bajo que me recorre.
Estoy perdida en mí misma. En la forma en que Crew me ha hecho sentir -
mental y físicamente-, que hace falta el gemido gutural “Joder” del propio Crew
para sacarme de la bruma de mi orgasmo.
Le observo mientras se corre. Los hombros tensos, los tatuajes bailando con
la flexión de sus bíceps, los tendones de su cuello tensos mientras echa la cabeza
hacia atrás y golpea sus caderas contra mí mientras persigue su propia liberación.
Es un espectáculo para la vista.
Y ver lo que le hago me excita de nuevo. Pero es la forma en que baja de su
subidón lo que es aún más sexy.
Es el roce de sus manos en mis caderas. Hasta mi cintura. Hasta debajo de
mi espalda, para poder acercarme a él y que, cuando se desplome sobre la cama,
pueda poner mi cuerpo sobre el suyo.
Mi cabeza está sobre su pecho, y su mano juega con mi pelo mientras
nuestros corazones se desaceleran.
Mientras nos empapamos los unos de los otros y del momento.
A partir de ahora, nada seguirá igual.
131 Capítulo Diecinueve
Crew
J esús.
Eso fue... inesperado. Cielo. Jodidamente increíble.
Quiero decir... si eso es lo que va a hacer hornearle a Tennyson
unas magdalenas, empezaré a buscar un sitio en la ciudad para comprarle una
puta pastelería entera.
Me muevo de la ventana donde, sí, estoy mirando en dirección a su casa. No
puedo verla, pero eso no me impide pensar en ella y revivir todos los momentos
de excitación de las últimas horas.
A decir verdad, ¿no es eso lo que he estado fantaseando hacer con ella
durante las últimas semanas? Claro que sí. ¿Fue mejor de lo que mi imaginación
había pensado que sería? Definitivamente.
Y si no fuera porque las niñas volverán pronto a casa, probablemente habría
encontrado la manera de ampliar esas horas para tener más tiempo con ella.
¿Y lo mejor? No hubo incomodidad cuando me despedí de ella con un beso
en la puerta. Ningún momento de arrepentimiento. Sólo una mirada por encima
del hombro y un suspiro mientras intentaba asimilar lo increíble que es. Lo fue.
Y posiblemente lo mucho que quiero volver a hacerlo.
Vuelvo a leer el mensaje de Dusty. —Está limpísima. Nunca se ha casado.
Sin hijos. Ni siquiera una multa de aparcamiento sin pagar o un deber de jurado
perdido a su nombre. Puedes irte con ella”.
Nunca se casó.
¿Esperaba que lo hubiera sido? ¿Que hubiera un ex marido al que pudiera
buscar para hacerle la vida imposible por cualquier daño que le hubiera hecho a
Tenny? ¿Para tener a alguien a quien culpar?
Pero eso significaría que había tenido un marido. Que había amado a otra
persona lo suficiente como para tomar su nombre y prometerle su futuro.
Estás diciendo locuras, Crew.
Tienes un pasado. Uno con un montón de equipaje. Claramente, ella
132 también tiene uno.
¿Y por qué estoy pensando en esto? Tuviste sexo. Ella es una gran persona.
Disfrutas de su compañía.
Ya está.
Mi móvil suena con el tono específico de las chicas. —¿Qué tal la película?
—pregunto.
—Impresionante. Al final ganó el mago, pero... —Addy sigue zumbando y
me cuenta toda la trama de la forma en que lo hacen los niños, a pesar de que perdí
la noción de todo después del primer minuto.
—Suena genial —digo.
—Así que tenemos una pregunta.
—Continúa.
—Phoebe nos preguntó si podíamos pasar la noche en su casa. Su mamá
dijo que está bien, y puedes hablar con ella para asegurarte, pero por favor,
¿papá? ¿Podemos?
me río entre dientes. Por supuesto, me lo preguntan cuando ya me he ido
de casa de Tenny. Parece perfectamente acertado cuando se trata de la vida sexual
de un padre soltero.
—Claro, puedes quedarte. ¿Necesito pasarte algo de ropa? ¿Cepillos de
dientes? ¿Ese tipo de cosas?
Se produce una conversación apagada que no consigo entender. —No.
Estamos bien. Tiene cepillos de dientes de sobra. Trajimos sudaderas ya que el
teatro estaba frío y podemos usarlas mañana.
—¿Seguro? —Mi mente de padre piensa en cosas como ropa interior limpia
y sujetadores deportivos, cepillos de pelo y desodorante.
—Estamos seguros.
Me paso los siguientes minutos jugando al pilla-pilla con el móvil mientras
hablo con la madre de Phoebe, verificando la invitación, y luego con Paige y Addy
para que se porten lo mejor posible.
Cuando cuelgo, miro alrededor de la casa un poco perdida. No recuerdo la
última vez que tuve una noche entera para mí. Desde el incidente, las chicas han
estado muy pegajosas, siempre temiendo dejarme sola.
Alguna vez mi madre o mi hermana les han convencido para que se
quedaran a dormir, pero eso conllevaba varias llamadas telefónicas durante la
noche para asegurarse de que yo estaba bien. Para asegurarse de que todavía
estaba aquí.
133 Esto es progreso. Querer alejarme. No temer que me hagan daño o que los
deje, ya que han tenido mucho de ambas cosas en los últimos dieciocho meses.
Tal vez mi decisión de venir aquí, para darles un cambio de escenario, y a
nuestra familia la oportunidad de sanar sin ningún recuerdo de mi terrible
experiencia o de su madre recogiendo y marchándose, fue la decisión correcta.
Dios sabe que me estresé.
Pero unas semanas aquí y ya les parece bien pasar la noche en casa de
alguien.
Es una de las pocas veces que, como padre, siento que he tomado la
decisión correcta.
Sé que la sensación no durará mucho, así que la disfrutaré mientras pueda.
Bueno, Dusty hizo su obra por mí. Como tengo la casa vacía, o me siento a
pensar en Tenny toda la noche o le devuelvo el favor.
Ya sé cuál prefiero.
La llamada a la puerta es inesperada. Sobre todo porque no vi ningún faro
subiendo por el camino.
Eso significa que sólo debe ser una persona.
No me decepciona abrir la puerta y encontrarme a Tenny con una sonrisa
tímida. Lleva el pelo recogido en un moño desordenado y aún tiene los labios
ligeramente hinchados de antes. Por mi parte. Al cavernícola que hay en mí le
encanta verla y saber que he sido yo.
—Hola. —Mi sonrisa es automática. Tenerla en mi porche es mucho más
emocionante que una inmersión profunda en la actividad cibernética de alguien.
—Hola. —Esa tímida sonrisa suya hace que se me ericen las pelotas—.
Parece que una tubería reventó en mi casa, y pensé que tal vez podría venir a
tomar una ducha en la tuya.
Dios. Maldita sea.
—Lo hiciste, ¿verdad?
—Lo hice. —Asiente lentamente y mira por encima de mi hombro,
presumiblemente para ver si las chicas están cerca.
—Menos mal que tengo todas las duchas libres ya que me acabo de enterar
de que las chicas van a pasar la noche en casa de su nuevo amigo.
Sus ojos se encienden y su sonrisa se ensancha. —¿Así que tus cuatro horas
se acaban de convertir en doce?
Asiento y doy un paso atrás. —Así es.
Da un paso adelante. —Se puede hacer mucho en doce horas, ya sabes.
134 —Puede.
Mis ojos recorren su cuerpo de arriba abajo mientras su sudadera se desliza
por sus hombros desnudos sin tirantes.
El gemido estrangulado que emitió antes cuando cerré la boca sobre su
pezón resuena en mi cabeza, y ya se me está poniendo dura.
Me pasa un dedo por el medio del pecho y se acerca aún más. —No quiero
ser atrevida, pero...
—¿Por qué parar ahora? —La atraigo hacia mí, nuestros labios a escasos
centímetros, nuestras respiraciones mezclándose—. Soy un hombre fuerte, Tenny,
y no me ofende que una mujer tome lo que quiere. De hecho, me excita.
—En ese caso —sus labios rozan los míos— el tiempo es una pérdida.
135 Capítulo Veinte
Tennyson
E
studio a Crew en las primeras horas de la mañana, justo antes de que
el cielo gris ofrezca un espectáculo con sus suaves pasteles y luego
sus brillantes naranjas. Está frente a mí, con la cabeza apoyada en la
almohada, el cuerpo descubierto hasta la cadera y los labios con el mínimo atisbo
de sonrisa mientras sueña lo que sea que esté soñando.
Me pregunto si es de mí.
El pensamiento surge con facilidad. Naturalmente. Y cuando normalmente
analizaría en exceso todo lo relacionado con ese pensamiento, de alguna manera
no lo hago. En lugar de eso, me hundo en la almohada, disfruto de la sensación de
tenerlo a mi lado, de la satisfacción de un sexo condenadamente bueno, y revivo
todo lo de anoche.
Sentada en mi casa anoche, deseando que Crew pudiera haberse quedado
y dándome cuenta de que no había llegado ningún coche para dejar a las niñas.
Entonces reuní el coraje para venir aquí y, si soy sincera, pedir más.
Arrugo la nariz al pensarlo.
Nunca he sido tan atrevida en mi vida. Nunca he querido serlo... y sin
embargo con Crew... siento que las cosas son diferentes. En el poco tiempo que
le conozco, ha hecho que esté bien ser fuerte y débil a la vez. Ser dueña de ambos.
Mis ojos recorren el tatuaje que va desde su bíceps hasta su hombro. El que
cubre magistralmente la cicatriz de una herida de bala. Uno en el que nunca habría
reparado si mi lengua no se hubiera deslizado sobre él. Una que mi propia boca
no hubiera besado.
Porque la ducha era agradable. Manos jabonosas y resbaladizas. Una pared
de ducha fría contra mi espalda. Un asiento sobre el que levantó una de mis
piernas para abrirme mientras usaba su boca para explorar y complacer y destruir
con maestría mis sentidos.
Luego, la conversación de después, cuando estábamos envueltos en toallas,
sentados con las piernas cruzadas en la cama y copas de vino en la mano.
—Crew me mira por encima del borde de su vaso. Tiene el pelo medio seco,
136 con los mechones ondulados cayéndole hacia todos lados y las comisuras de los
labios curvadas.
—¿Sobre qué?
—Tú.
—¿Yo? —digo con fingida sorpresa mientras en secreto deseo saber más.
—Sí, tú. —Suelta una carcajada—. Estoy bastante segura de que quería que
esto pasara desde aquel primer bocado de horrible lasaña plagada de guisantes,
pero juré que no podía dejar que pasara. Que no podía complicarme la vida más de
lo que ya está.
—¿Debería ofenderme porque me llames complicación? —digo y me río.
—En todas las mejores formas.
Crew se inclina hacia delante y me besa con una despreocupación que parece
tan natural que no le doy importancia.
—¿Verdad?
—La verdad.
—Puede que haya tenido los mismos pensamientos mientras comíamos
galletas Oreo en el porche. —Frunzo los labios y asiento—. Y también puede que me
dijera a mí misma que era ridículo querer al casero caliente.
—Bien. —Asiente con decisión—. Al menos ambos sabemos que somos
pésimos resistiéndonos el uno al otro.
—Dicen que la resistencia es inútil.
—Dile a quienquiera que sea que tiene razón, porque voy a querer mucho más
de esto —dice, y luego me ahoga la risa cuando se inclina hacia delante y pega sus
labios a los míos. Sabe a vino y a deseo, y mis entrañas se derriten por la sobrecarga
de sensaciones de las últimas horas.
—No hay quejas al respecto por mi parte.
—Es bueno saberlo. —Me besa de nuevo.
—¿Otra verdad?
—Pónmelo.
—Me convencí a mí misma de que no necesitaba esto, de que no importaba. .
. pero después de esta noche, se ha demostrado que estaba equivocado.
—¿Te importaría definirme esto y aquello? —Entrecierra los ojos y su sonrisa
juguetona hace volar mariposas.
Cojo la mano que me tiende y entrelazo mis dedos con los suyos. —Sexo.
Físico. Compañía. Conexión.
137 —Todo el mundo lo necesita. —Aprieta—. ¿Por qué querrías negarte eso?
Me encojo de hombros e intento explicarlo de la única manera que puedo. —
El pasado tiene una forma de fastidiarte.
—No lo sé. —El guiño que me hace me hace sentir menos estúpida por
admitirlo—. Lo cual, a decir verdad, es probablemente la misma razón por la que
intentaba mantenerme firme y evitarte.
—Me alegro de que no lo hicieras.
—Yo también. —Otro beso que termina con su mano a un lado de mi cara y
nuestras frentes apoyadas una contra la otra—. Ya que estamos exponiendo todo,
necesito hablar del elefante en la habitación.
Me inclino hacia atrás para verle a los ojos. —¿Qué es eso?
—Las chicas. —Su suspiro es reticente—. No sería un buen padre si no hablara
de…
—¿Sobre qué?
—Sé que puede que me esté precipitando al decir esto porque acaba de pasar
y quién sabe lo que pasará después, pero les gustas de verdad, Tenny. Hablan de ti
todo el tiempo, les gustas.
—De acuerdo. —Digo la palabra pero en silencio me deleito al oírlo. Siempre
es agradable caer bien, pero ¿a las preadolescentes? Es una hazaña en sí misma.
Enseñar en el estudio a gente de entre 20 y 30 años era una cosa. Podía
relacionarme fácilmente con ellos. Pero al ser hija única y no haber tenido nunca la
oportunidad de hacer de canguro o de relacionarme con niños más pequeños, nunca
supe cómo sería.
Decir que quería tener hijos con Kaleo es quedarse corto. Fue una de las
únicas cosas por las que discutimos. Él quería esperar. Intentó decirme que mis días
de bailarina y profesora se acabarían si me quedaba embarazada y que deberíamos
esperar.
Pero eso nunca disminuyó mi deseo de tenerlos. Por suerte para mí, no los
tuvimos.
Como si hablaran de ti todo el tiempo, como tú.
Mi sonrisa se ensancha aún más.
—Pueden parecer bien adaptados, pero han pasado por muchas cosas en los
últimos dieciocho meses. Yo en el hospital, su madre levantándose y dejándolos. No
quiero que se encariñen demasiado contigo, que piensen que somos más de lo que
somos, y que luego se vuelvan a hacer daño y piensen que otra persona a la que
quieren les abandona.
138 —El hecho de que esto se te pase por la cabeza hace que me gustes aún más,
Crew Madden. —Dejo mi copa de vino y me arrastro sobre su regazo para que mis
muslos estén a ambos lados de los suyos—. Te hace aún más sexy de lo que ya eres.
—Pensé que la palabra que usaste antes era caliente.
—Eso también. —Le rodeo el cuello con los brazos y sus manos me acarician
el culo—. Se lo ocultaremos a las chicas hasta que quieras decir algo, si es que
quieres. Por ahora, sólo somos... vecinos amistosos.
No sé por qué me da tanta impresión que, aunque quisiéramos más -lo cual es
una locura pensar después de una sola noche juntos-, eso es todo lo que podremos
ser. Vecinos amistosos. Él está aquí para pasar el verano, y yo tengo todo un
equipaje con el que no puedo cargar a otra persona.
Así que será mejor que nos acostumbremos a ser...
Respiro, completamente distraída de mis cavilaciones, cuando sus labios se
acercan al punto justo debajo de mi oreja.
—Eh, ¿vecino? —murmura.
—Hmm —prácticamente gimo.
—Estoy a punto de tomar prestada un poco de tu azúcar. Espero que no te
importe.
Sus labios se cierran sobre el pico de mi pecho. —Pide prestado.
No lucho contra mi sonrisa porque, aunque nadie más pueda verla ahora
mismo, me siento bien haciéndolo. Tener una razón para hacerlo.
Y definitivamente no me detengo a trazar visualmente las líneas de sus
ridículos abdominales hasta donde descansa la sábana al final de su feliz camino.
Incluso con cicatrices y cosido, Crew es hermoso.
El hombre definitivamente sabe cómo cambiar las cosas. Cada vez que
estuvimos juntos anoche fue diferente. Hicimos el sexo codicioso y necesitado. El
sexo pausado y tomarse un poco más de tiempo. El esto es divertido, nos hemos
golpeado la cabeza, nos hemos desviado hacia donde tenían que ir las cosas, no
podemos parar de reír sexo.
Quizá disfruté de todas las fases de la noche porque la última vez que tuve
sexo fue con Kaleo. Durante un mes, el acto fue un mal necesario que soportar.
Hasta que lo arrestaron, fue una forma de sobrevivir sin que supiera de mi traición.
Una improvisación de medios épicos para ocultar mi repulsión cuando el hombre
al que había dejado de amar quería tocarme y darme placer.
—Deberías quedarte aquí. —Lo dice entre jadeos mientras salimos de nuestro
último orgasmo.
—¿Qué quieres decir con que debo quedarme aquí?
—En la casa. Aquí. En la habitación del fondo del pasillo.
—Um... Ni siquiera sé qué decir al respecto.
—Van a tener que arrancar el suelo de madera. Cortar los paneles de yeso. El
agua estará cortada durante algún tiempo mientras todo esto sucede. Sería más fácil
si tú y Hani se quedaran aquí.
No sé exactamente cómo debo responder. Una cosa es tener una noche de
sexo increíble con alguien, pero otra muy distinta es irse a vivir con esa persona. Eso
hace que descubrir lo que te vuelve loco de esa persona sea mucho más rápido. Hace
que la novedad desaparezca mucho más rápido. Hace...
—Puedo oírte pensar demasiado desde aquí, Tennyson. No te estoy pidiendo
que te mudes durante el verano ni nada permanente por el estilo. Sólo mientras
arreglan la mierda que se rompió en tu casa porque no llegué a tiempo. —Alarga la
mano y me la apoya en el bajo vientre. Un gesto casual que, de alguna manera,
resulta muy íntimo—. A las chicas les encantaría. Estaría bien tener alguna
conversación adulta inteligente sobre cosas que no sean las tendencias y cómo hacer
una trenza sueca.
—¿Quieres decir trenza holandesa?
—Sí. Eso. —Se ríe entre dientes—. ¿Ves? Necesito más interacción adulta. Eso,
y te pondrías más horrible cocinando y horneando. Eso es todo. Nada más.
—¿Nada más? —pregunto, con una sugerencia en esas dos palabras.
—Bueno —puedo oír su sonrisa en su voz—, a menos que quieras algo más.
—Podría complicar las cosas con las chicas bajo el mismo techo.
—O podría hacerlo más divertido. —Se inclina y me besa el hombro
desnudo—. Piénsalo.
140 Capítulo Veintiuno
Tennyson
—L
AS CHICAS.
Me despierto sobresaltada al oír las palabras de
Crew, seguidas del ruido de un portazo. Ambos salimos
disparados de la cama, medio despiertos y seriamente
privados de sueño por todo el esfuerzo de la noche anterior.
La risa brota a borbotones. No puedo evitarlo cuando, en el caos de buscar
mi ropa, levanto la vista y veo a Crew. Está de pie en medio de la habitación, con
el pelo revuelto, una arruga de almohada en la mejilla y los pelos de punta.
—Vístete —digo y grito cuando el pie se me engancha en la cintura de los
calzoncillos. Me caigo, aterrizando con un sonoro golpe que nos hace reír a los dos
a pesar del frenesí que nos embarga.
Ya con los calzoncillos puestos, Crew me levanta del suelo sin esfuerzo y me
pone el resto de la ropa en las manos. —Toma.
Combatiendo más carcajadas, me dirijo hacia la puerta del dormitorio, pero
oigo abrirse la puerta principal y un coro de —¡Papá! —resuena escaleras arriba.
Crew se queda paralizado, con los ojos muy abiertos y la boca abierta. —
No cerré la puerta —murmura—. Ni puse la puta alarma. —Luego mira con pánico
alrededor de la habitación—. El armario —susurra mientras coge mis zapatos y mi
bolso y me empuja hacia su armario.
—¿El armario?
—Sí. Por favor. —Me da un beso brusco y apaciguador en los labios—. Ya
se me ocurrirá algo. Dame unos minutos —dice segundos antes de que me sumerja
en la oscuridad al cerrar las persianas.
A través de los listones inclinados, veo a Crew salir corriendo de la
habitación mientras se tapa la cabeza con una camiseta.
Dios mío.
La imagen de Crew desnuda y presa del pánico me golpea de nuevo, y
tengo que taparme la boca con una mano para contener la risa con la que he
perdido la batalla.
141 Esto está pasando de verdad. Nunca anduve a escondidas con chicos
cuando era adolescente, así que supongo que estoy tachando ese rito de paso un
poco más tarde en la vida.
Treinta años y me escondo en un armario. Hablando de nuevas
experiencias.
Hago todo lo posible por terminar de vestirme sin caerme ni hacer ruido,
pero es condenadamente difícil en el reducido espacio. Eso y la hilaridad de la
situación me golpea en los momentos más extraños, y lucho con más risas.
El tiempo pasa con el ruido de los pies al subir las escaleras. En el sonido
de las voces en el pasillo. En el coche que se aleja. En el mensaje que Crew me
envía diciéndome que espere unos minutos más. Menos mal que mi teléfono estaba
en silencio.
Y aunque sé lo que está pasando, esos minutos parecen horas. He navegado
por las redes sociales. He mirado el correo electrónico. He jugado a algunos
juegos.
Me quedo helado cuando las chicas entran por el pasillo. —¿Papá no ha
hecho la cama? —dice Addy, deteniéndose para mirar dentro del dormitorio—. Es
la primera vez.
—Está actuando raro —dice Paige—. Supongo que eso significa que no
tenemos que hacer la nuestra entonces.
—Sigue soñando —dice Crew, con sus pasos pesados en las escaleras—.
Vamos. Dúchense y aséense.
—¿No podemos tirarnos a la piscina? —pregunta uno de ellos.
—No. Duchas. Ahora.
Se oyen algunos gruñidos, pero unos minutos más tarde oigo crujir las
tuberías al abrirse el grifo.
Crew espera unos minutos antes de entrar corriendo en el dormitorio y
abrir las puertas. Se ríe cuando me ve allí de pie, enmarcada por su ropa. —Lo
siento mucho —susurra, mirando por encima del hombro, con la sonrisa aún
presente—. Están en la ducha. La madre les dio tortitas de col rizada o algo así, así
que les prometí desayunar en la ciudad. Vamos a sacarte de aquí mientras se
preparan.
En un minuto, bajamos las escaleras y me acompaña hasta la puerta
principal. —Siento que haya acabado así. —Me coge la cara con las manos y
presiona sus labios contra los míos mientras los suyos se curvan en una sonrisa—.
Pero maldita sea, fue divertido.
142 —Lo era. —Doy un paso atrás, nuestros dedos enlazados mientras me alejo
unos pasos.
—Hasta luego.
—Más tarde, Crew.
Bajo por el camino de entrada con una sonrisa de oreja a oreja.
Nunca he tenido un paseo de la vergüenza como este antes.
¿Lo mejor de todo? No es ninguna vergüenza.
143 Capítulo Veintidós
Crew
—¿P
apá?
—¿Hmm? —Me distraigo y para bien.
Mientras que la tostada francesa en The Diner es
uno de los mejores que he tenido en mucho tiempo,
y usted no me encontrará quejarse de mis invitados al desayuno, mi mente sigue
parpadeando de nuevo a la noche anterior. A esta mañana.
Y a la mujer con la que estaba y a la intensidad casual de todo ello.
—¿Por qué estaba la sudadera de Tenny en el respaldo del sofá esta
mañana? —pregunta Addy, con la mirada fija.
Me atraganto con el sorbo de café y le echo la culpa a la temperatura. —
Dios, qué calor —miento mientras intento recuperarme—. Ella um... subió anoche
a lavarse los dientes y esas cosas ya que no tiene agua en su casa.
—Oh. Huh —dice Paige y mira a Addy.
¿Se lo creen?
¿Me creen?
—Teníamos curiosidad porque pusiste esa aplicación de cámara en nuestro
teléfono. Se activó anoche cuando estábamos en casa de Phoebe, y la vimos
caminando por la entrada. Nunca nos alertó de que se había ido.
Madre. Cabrón.
Se me seca la boca mientras busco a tientas una explicación razonable, sin
dejar de pensar en qué demonios habrán visto esta mañana en su teléfono cuando
ella se fue.
¿Nuestro beso? ¿Tenny despeinada y riendo mientras bajaba por el camino
de entrada?
—¿En serio? —pregunto—. No estuvo allí mucho tiempo. Tal vez la
aplicación necesita ser actualizada. Déjenme ver sus teléfonos un segundo.
Se me humedecen las palmas de las manos cuando las dos chicas me
entregan sus teléfonos. Con ellas mirándome fijamente, entro sigilosamente en la
aplicación de cada teléfono y borro la alerta de movimiento de esta mañana que,
144 tan clara como el agua, muestra a Tenny caminando por el camino de entrada hacia
su casa.
Pruebas borradas; se las devuelvo. —Ya está. Los he actualizado para ti.
Ahora deberían estar listos.
Nota para uno mismo: pausa las cámaras la próxima vez que venga Tenny
para que no te pillen.
Porque habrá una próxima vez.
—Hablando de Tenny —digo—. Quería comentarte algo.
—¿Cómo qué?
—Le he ofrecido que venga y se quede unos días en una de las habitaciones
libres. Las reparaciones de la casa pueden llevar un poco de tiempo y ella...
—¿Dijo que sí? —Addy pregunta, con los ojos muy abiertos, la emoción
evidente.
—No lo sé. No he hablado con ella hoy. —Otra mentira. Definitivamente voy
a ir al infierno—. Le hice la oferta. Veremos si la acepta.
—Por favor, haz que se lo lleve —dice Addy.
—Podríamos cocinar algo decente entonces.
Tiro mi servilleta hecha bola a Paige. —Hey.
—Lo sé, lo sé. Haces lo que puedes. —Paige pone los ojos en blanco—. Pero
quiero decir...
—Nunca he pretendido ser chef. De ninguna manera. Tu madre... —Me
aclaro la garganta para cubrir mi puesto—. Tu madre era la maga culinaria. Yo no.
Se hace el silencio en la mesa y me pregunto si les estoy haciendo un flaco
favor al no hablar más de su madre. Parece que cada vez que lo hago, se vuelven
hoscos y cuesta más de un rato sacarlos de su estado.
El terapeuta del departamento me dice que es normal. Pero, ¿hago lo
suficiente por ellos? ¿Lo estoy haciendo todo mal? ¿Los estoy jodiendo más de lo
que lo hizo el abandono de su madre?
Eso es lo malo de ser padre. Sólo sabes si lo hiciste bien unos veinte años
demasiado tarde.
Ambos tienen la cabeza inclinada hacia abajo, mirando sus platos de
comida.
Joder.
—Así que eh, chicas. Mírenme, por favor. —Ambas levantan sus ojos hacia
145 mí de mala gana—. Sé que he dicho esto antes, pero está bien hablar de su madre.
Está bien alegrarse por los recuerdos que tuvimos. Es normal querer que sea
como antes. Y también es perfectamente normal estar enfadado y cabreado con
los dos-.
—¿Por qué íbamos a estar enfadados contigo? —pregunta Paige. Sé que
parecen mayores, pero ahora, en este momento, me doy cuenta de lo jóvenes que
son y del trastorno -el trauma- que han sufrido en tan poco tiempo.
Tardo un segundo en encontrar las palabras. Tragarme el acre rencor hacia
una mujer a la que una vez amé y ahora desprecio por hacerle esto a nuestra
familia. Ser maduro y honesto, aunque me duela hasta el extremo. —Hacen falta
dos personas para que un matrimonio funcione, y hacen falta dos personas para
que uno no funcione. Los dos tenemos la culpa, así que está bien que te enfades
conmigo también.
Maldita seas, Brittney. Maldita seas por hacerme tener las duras discusiones
con ellos y explicarles por qué no querían que te quedaras.
Ambos asienten en silencio.
—Tampoco quiero que pienses que si quieres verla vas a herir mis
sentimientos. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —dicen al unísono.
Me duele el corazón mientras me concentro en la comida y les echo un
vistazo cada pocos segundos para comprobar que hacen lo mismo.
Les he fallado de muchas maneras en esto.
No se trata de una rodilla raspada que pueda vendar y luego besar para que
se sienta mejor. Es un momento decisivo en la vida de mis hijas que no puedo
arreglar por ellas por mucho que sonría, las quiera o lo intente.
—Papá —murmura Paige.
Levanto la vista y veo a las dos chicas mirándome fijamente con esos ojos
suyos que me han poseído desde la primera vez que me miraron en la sala de
partos.
—Confía en caer —susurra Addy, a lo que ambos asienten.
La emoción se aloja en mi garganta mientras miro a mis hijas diciéndome
que confíe en ellas. Diciéndome que no importa lo lejos que caiga, ellas también
me atraparán.
Jesús. ¿Cuándo se convirtieron en seres humanos tan increíbles?
—Confía en mí —les respondo con una sonrisa fantasmal y un corazón
rebosante de amor.
146 El silencio dura sólo unos segundos más antes de que vuelvan a su parloteo
mientras intento descifrar cada palabra y cada mirada entre ellos para asegurarme
de que realmente están bien y no sólo fingen por mi bien.
Hablamos de su fiesta de cumpleaños mientras nos dirigimos al coche. El
tipo de tarta que quieren. Los nuevos amigos que han hecho y a los que quieren
invitar. Sobre si deberían celebrarla antes o después del Día de los Fundadores.
Las charlas de camino a casa se refieren a sus primeras clases de arte y baile
a las que Tenny se ha ofrecido a llevarles esta semana. De la nueva serie de libros
que quieren leer. De si creen que pueden convencer a Tenny para que se quede
con nosotros y se traiga a Hani cuando lo haga.
Yo me hago el indiferente pero joder, si yo también estoy deseando lo
mismo.
Y unos minutos después de llegar a casa, recibimos nuestra respuesta.
Tenny llega y aparca su Jeep junto a mi camión. —¿Sigue en pie la oferta?
—me pregunta mientras me mira por la ventanilla, con Hani en un transportín en
el asiento de al lado.
Por la alegría que emiten las chicas, creo que tiene su respuesta.
—Traeremos las cosas de Hani —dicen mientras llevan el transportín y una
bolsa con objetos a la casa.
—Supongo que están emocionados —murmura entre sonrisas.
—No son los únicos —digo, luchando contra el impulso de besarla—. Va a
ser más difícil que el infierno mantener mis manos lejos de ti.
Su risa flota en el aire. —Tú invitaste a esta tortura, y yo pienso divertirme
mucho atormentándote con ella.
147 Capítulo Veintitrés
Tennyson / Tessa
Cuatro años antes
U
n viaje a Panamá.
Dos días después, mientras atracábamos el yate en el puerto,
mientras yo me preocupaba por saber dónde habían desaparecido
los cadáveres de los hombres y dónde se encontraban las drogas,
me dijo que tenía que salir para un viaje urgente a Panamá. Algo sobre la carga
de una barcaza que estaba retenida, y que él era el único que podía arreglar la
situación. Mentiras, seguro, pero les seguí la corriente y me hice el disgustado
mientras contaba en silencio los minutos que faltaban para que subiera a bordo de
nuestro jet privado y éste rodara por la pista.
—Sólo nosotros, Ku'uipo. Siempre. Sólo. Nosotros.
—Siempre, Kaleo.
Sus palabras de despedida. Su recordatorio de que ya no hay salida para
mí. Su control sobre mí sigue siendo fuerte, pero de una manera tan contradictoria
ahora.
Pero su ausencia me ofrece un respiro. Un momento en el que ya no tengo
que ocultar mi total y absoluta devastación. Un respiro en el que no tengo que
forzar una sonrisa en mis labios o dar la bienvenida al toque de un hombre que ya
no conozco. Un hombre que ya no quiero conocer.
Pero dejar a Kaleo Makani, divorciarse de él, no es una opción.
Eso ya lo sé.
Y cada vez que pienso en la posibilidad de dejarle, oigo a Sebastian
suplicar. Oigo el eco del disparo y el ruido sordo de su cuerpo desplomándose.
Oigo la risita de Kaleo mientras Sebastian agoniza.
No puedo seguir viviendo esta vida. Vivir esta mentira. Que los medios de
comunicación y el público -mis amigos- nos miren y piensen que él es sólo un
magnate naviero y yo sólo una bailarina que enseña en la Escuela de Ballet de San
Francisco.
155 La sonrisa que le dedico es tensa. —No pasa nada. No necesito salir en la
foto. Deberían estar todos ustedes que han hecho esto año tras año.
—Eso no tiene sentido. —Me coge de la mano y tira de mí para que me
acerque al grupo de voluntarios que están preparando la foto.
Lo último que necesito es que mi cara aparezca salpicada en algún
periódico y página web. Puede que mi color de pelo sea diferente, pero todo lo
demás es igual. La mayoría de la gente sería capaz de reconocer a alguien con
quien ha vivido día tras día, con quien ha intimado y junto a quien se ha despertado
durante años.
Crew me coge del brazo mientras intento dirigirme hacia la última fila,
donde espero poder esconderme con éxito detrás de otros voluntarios.
—Hey. ¿A dónde vas?
—Ahora vuelvo. Tengo que preguntarle algo rápido a Kelly —le digo, e
inmediatamente me odio por mentir.
Crew me mira confuso, pero me suelta el brazo.
Me pierdo a propósito en la confusión mientras el fotógrafo va colocando a
la gente. El proceso dura tanto que me escabullo silenciosamente antes de que se
haga la foto y subo las escaleras hasta el almacén para buscar las pancartas.
Bobbi Jo tenía razón. El almacén es una inmensa caverna de caos. No
encuentro el interruptor de la luz, pero entra suficiente luz por las numerosas
claraboyas como para ver bien.
Hay una fila tras otra de estanterías. Algunas rebosan de artículos aleatorios,
desde material deportivo hasta accesorios de teatro o equipos de catering. A
medida que avanzo pasillo a pasillo, queda claro que no hay ni rima ni razón para
la colocación desordenada de lo que parece una década de cosas.
Y eso va a hacer que encontrar las pancartas sea una tarea difícil, ya que
podrían estar enrolladas o dobladas y empujadas al fondo de una estantería donde
no se vean.
Como ya he recorrido la mitad de la sala, decido empezar mi búsqueda por
el otro extremo y volver hacia la puerta. Apenas estoy en el segundo pasillo,
abriendo los cajones de un armario largo y de perfil bajo, cuando oigo pasos en
el pasillo. Me pongo tensa por alguna razón, aunque no es que el hombre del saco
frecuente el centro comunitario.
—¿Tennyson?
Suelto el aliento que estaba conteniendo al oír la voz de Crew. —Aquí atrás
—digo.
156 Sus pasos se acercan hasta llegar al final del pasillo, con los ojos
entrecerrados y una sonrisa curiosa mientras me mira. —¿Te escondes aquí arriba
de la princesa rosa y sus exigencias?
—No. Sí. —Levanto las manos—. Sólo trato de encontrar viejas pancartas en
esta mierda de almacén.
—Es un desastre —dice mientras acorta la distancia hacia mí—. Un lío
grande y desorganizado. Uno que digamos, si faltaras unos minutos más, podría
esperarse ya que tomará algo de tiempo revisar.
—¿Ah, sí? —pregunto mientras me pone la mano en la espalda y me atrae
contra él.
—Lo es —murmura antes de cerrar su boca sobre la mía.
Parece que hace siglos que no nos besamos cuando, en realidad, sólo han
pasado un par de días. Pero enseguida recuerdo por qué esos dos días han sido
una lucha, porque este hombre... su beso... es absolutamente adictivo.
En cuestión de segundos, estoy drogada por su sabor. Por la sensación de
sus manos recorriéndome los costados, acariciándome el culo, rozándome
ligeramente la raja con los dedos antes de levantarme sobre el armario en el que
acababa de rebuscar.
—Dios, cómo he querido hacer esto todo el día. Todos los días. Las chicas.
Están por todas partes. —Cada frase dicha entre besos exigentes—. Jodeeeer —
gime cuando le acaricio su erección dura como una roca. Y esa única palabra
pronunciada en su gruñido gutural es como una seducción audible cuando,
francamente, no necesito que me seduzcan en absoluto.
Porque tiene razón.
He estado deseando, esperando y desesperada por tenerlo de nuevo.
Saborearlo de alguna forma más allá de un beso robado en la despensa. Un sutil
deslizamiento de una mano por la parte baja de mi espalda. Una mirada salaz a
través de la mesa cuando las niñas no están mirando.
—Te deseo, Tenny. No he dejado de desearte ni a ti ni a tu beso ni a esto.
Mis manos hacen un trabajo rápido en su botón y la cremallera le dan mi
respuesta. Yo también lo deseo. Se estremece cuando mis manos agarran la
aterciopelada dureza de su polla y tiran de él hacia mí.
—¿Te he dicho alguna vez lo mucho que me gusta tu polla?
Su risita me retumba cuando retrocede para bajarse los pantalones y suelta
un suspiro cuando caigo de rodillas ante él.
Me lo meto en la boca sin avisar, hasta el fondo de la garganta. Su gemido
estrangulado y sus dedos retorciéndose en mi pelo son todo lo que necesito para
saber que no le importa este pequeño desvío en el camino hacia el sexo.
157 —Tenny. Nos van a pillar.
Le miro, con sus ojos grises encendidos, y digo a su alrededor: —¿Quieres
que pare?
—Dios. No. Definitivamente no. —Y esas son las últimas palabras que puede
pronunciar mientras ahueco las mejillas y aprieto la succión sobre él. Su cabeza
cae hacia atrás y sus muslos se tensan a medida que lo meneo. Sensación tras
sensación. La lengua se desliza sobre él después de que mis labios lo liberen
momentáneamente. Mis manos bombean la base de su pene mientras mi cálida
boca controla no sólo el momento, el acto, sino también a él.
Empieza a follarme la boca. Ni siquiera creo que sea una decisión
consciente, sino más bien él perdiéndose en el placer que le estoy
proporcionando.
Noto cómo se pone cada vez más duro, cómo se le tensan las pelotas, y
entonces, sin previo aviso, me levanta y me besa con temerario abandono. Como
un hombre que se ahoga y yo soy su aire. Como un hombre a punto de perder el
control.
Y me deleito sabiendo que le he hecho eso. Que puedo hacerle sentir tan
increíble como él me hace sentir a mí.
—Te quiero, Ten. Te necesito. Ahora mismo. —Nuestras bocas se separan y
yo vuelvo a sentarme en el mueble, me subo la maxifalda por las caderas y abro
las piernas para él.
No sé si es más sexy el gemido que emite ahora o el que soltó cuando rodeé
su polla con mis labios, pero no voy a discutir ninguna de las dos cosas.
—¿Te he dicho alguna vez cuánto me gustan las faldas? —murmura con una
sonrisa torcida en la boca y los ojos oscurecidos por la lujuria. Se inclina para que
su cara quede entre mis muslos posicionados e inhala. Su gemido hace que mis
pezones se endurezcan hasta alcanzar picos dolorosos—. Hueles increíble. —Y
antes de que pueda responder, procesar o reaccionar a esas palabras, a la forma
en que excitan cada parte de mí, cierra la boca sobre mi clítoris cubierto de tela y
lo chupa. La silenciosa sensación es el paraíso y el infierno al mismo tiempo. Es
una burla de lo que quiero y de la barrera que me impide conseguirlo.
—Crew. Por favor. —Digo las palabras. Tal vez las pienso. Todo lo que sé es
que están gritando en mi cabeza una y otra vez mientras su risita retumba contra
mí. A través de mí.
—Quiero esto más tarde. —Me da unas palmaditas en el clítoris que me
provocan unas oleadas de placer que nunca antes había sentido.
160
161 Capítulo Veinticinco
Tennyson
E
ste capítulo es un desastre. Gramaticalmente, parece que mi autora
estaba borracha cuando lo escribió. Y en cuanto a la trama, hay
agujeros tan grandes que podrías atravesarlos con un camión.
Me reclino en la silla y miro fijamente la pantalla hasta que las palabras se
desdibujan y sólo oigo el sonido sordo de las chicas grabando un vídeo.
—Toc. Toc.
—Hola. —Me giro en la silla y veo a Crew en la puerta. Tiene las manos
metidas en los bolsillos de los vaqueros, los pies descalzos y el hombro apoyado
en el marco de la puerta.
Me quedo embobada al verle. No debería, teniendo en cuenta que lo veo
todos los días, pero hay algo en ese momento, en la expresión de su cara y en su
presencia en general, que me hace sentarme y admirarlo en su totalidad.
Sé que esto no durará -no puede durar con lo complicada que es mi vida- y,
sin embargo, sé que, si pudiera elegir al chico que quisiera, sería igual que Crew.
Sería Crew.
—Hace buena noche. ¿Quieres dar un paseo?
—Um, claro. —Es la primera vez.
Pero en lugar de agarrar a las niñas como yo esperaba, Crew activa la
alarma y luego cierra la puerta detrás de nosotros. —Están bien sin ella, pero les
gusta tenerla puesta cuando no estoy —explica.
Asiento con la cabeza y le sigo mientras bajamos por uno de los senderos
cercanos para caballos. Una vez fuera de la vista de la casa, enlaza sus dedos con
los míos.
Caminamos en cómodo silencio mientras el sol de verano se abre paso
lentamente hacia el horizonte. Su brillo resalta la hierba alta, dándole una especie
de halo, mientras se mece con la brisa vespertina. Los árboles se yerguen altos a
nuestro alrededor, con sus pájaros piando y revoloteando de rama en rama.
—Gracias por invitarme hoy a echar una mano. Ha sido muy divertido
conocer gente y ayudar a construir las gradas.
162 —¿No estarás enfadada conmigo por someterte a las miradas indiscretas del
club femenino de Redemption Falls?
—Un poco de miraditas de vez en cuando hace bien al ego de un hombre.
—Oh, por favor. Como si cada vez que pisas la ciudad no te siguieran como
si fueras el flautista de Hamelín y sólo esperaran llamar tu atención.
—Como quieras. —Se ríe de buena gana y balancea nuestras manos
unidas—. Si tuviera que oír una vez más el cuerpazo y la risa gutural que tienes,
podría haber blandido el martillo y fallar accidentalmente y golpear a alguien.
—¿Risa gutural? ¿Quién dice eso?
—Bueno, yo. Estaba revisando una de esas novelas románticas que editas.
La cogí en la biblioteca. Pensé que era un adjetivo tan bueno como cualquier otro
para cogerlo y usarlo. Además, tienes una risa gutural, y es sexy como el infierno.
—Hmph.
Caminamos un poco más, riéndonos de dos ardillas en el camino que se
pelean por el mismo trozo de comida.
—¿Te alegras de haber colaborado este año en el Día de los Fundadores?
¿Fue todo lo que esperabas de la vida en un pueblo pequeño? —pregunta.
Miro fijamente hacia el horizonte y me tomo un momento para entender de
dónde viene esta pregunta. Crecí en un pueblo pequeño. Bueno, no en Tennyson
West, sino en Tessa Miller. Y gracias a la mala reputación de mis padres y a su
conocido alcoholismo, no veía la hora de alejarme lo más posible de ella y de ellos.
Para empezar de cero donde nadie conociera a mi familia. Donde pudiera ser
simplemente Tessa Miller, la chica nueva sin ningún estigma unido a mi nombre.
Pero claro, eso no se lo puedo decir a Crew.
—Ha sido divertido ayudar. Sentirme parte de esto. Crecí como un mocoso
del ejército, y probablemente sigo siéndolo en el fondo porque no estoy
acostumbrado a echar raíces. Cada vez que empiezo a hacerlo, una voz en el fondo
de mi mente me dice que no debo hacerlo. Cediendo al miedo. Miedo de que si
lo hago, me desarraigaré, y me dolerá más si estoy apegada a la gente y al lugar.
—¿Qué considerarías esto? ¿Lo de ayudar? ¿Estás intentando echar raíces
ahora?
Asiento con la cabeza. —Supongo que sí. Es una tontería tener miedo, pero
pensé que al menos tenía que intentarlo.
—Hmm —dice, y no estoy exactamente encantado con el sonido—.
¿Entonces planeas seguir adelante?
163 —No. La verdad es que no. Los viejos hábitos no mueren, supongo.
—¿Entonces no estás huyendo de algo?
Sus palabras me pillan desprevenida, todo mi cuerpo se tambalea ante su
pregunta. —No. ¿Por qué preguntas algo así? —Doy una carcajada fingida y pongo
los ojos en blanco—. Eso es ridículo.
—¿Lo es? Quiero decir, está bien si lo estás. Todo el mundo huye de algo.
Diablos, mírame. Estoy aquí porque huyo de la implosión de mi vida en el último
año y medio, así que no hay nada de qué avergonzarse. Sólo pensé que era
importante que lo supiera.
Intento no balbucear una respuesta, pero me ha pillado completamente por
sorpresa. En lugar de eso, opto por el silencio, porque ahora mismo puede que
sea la mejor opción para mí.
Caminamos unos metros, y puedo sentir su duda agobiándolo todo.
—Crew. —Suspiro suavemente, pensando que es mejor enfrentarse a esto
que esconderse de ello. Al menos así puedo controlar la narración lo mejor que
pueda—. Sólo sal y pregunta lo que quieras preguntar.
Asiente con la cabeza, pero el silencio que sigue es un poco inquietante.
¿Sabe quién soy? ¿Ha unido puntos que yo ni siquiera sabía que estaban ahí? ¿Ha
utilizado su información policial para burlar al sistema?
Cada segundo que pasa parece una hora mientras tengo que actuar como
si estuviera dando un paseo con mi amante y no me estuviera revolviendo
internamente de ansiedad.
—Soy policía, Tenny. Me doy cuenta de cosas que otros no —dice
finalmente en voz baja.
—¿Cómo?
—Como la puerta de seguridad de la casa de campo que habías instalado
por tu cuenta. Como tu evasión de salir hoy en la foto. No creas que no me di cuenta
de que te escabulliste antes de que te la hicieran. Como tus evasivas cada vez que
hablamos de ti. No se me escapa que tienes una forma de volver el tema hacia mí.
Y sí, entiendo que tienes verdades que no quieres decir todavía, pero también
estamos un poco más metidos en esto ahora. Te adueñas de mis pensamientos más
que no. Estás cerca de mis chicas constantemente. Te has convertido en parte de
nuestras vidas. ¿No crees que tal vez me merezco un poco más de lo que me has
dado?
Miedo, pánico, pavor... los tres se me atascan en la garganta y me cuesta
responder. Un simple —Tienes razón —sale de mis labios—. Te mereces más,
pero...
164 —Háblame de él. Vuelve a apretarme la mano y me empuja a sentarme a su
lado, con el estanque frente a nosotros y los rayos del sol bailando en sus ondas.
—¿Sobre quién?
Crew me estudia durante un rato y asiente sin decir nada más. Sé a quién se
refiere, y él lo sabe. El hombre que me aterroriza incluso en su ausencia.
Puede que él no sepa el por qué o el quién, pero está claro que se me da
fatal ocultárselo a sus ojos bien entrenados.
—Fui a muchas llamadas, Tenny. He visto muchas cosas. —Me rodea con un
brazo y me acerca para que apoye la cabeza en su hombro.
—Entonces entenderás que a veces las cosas llegan a ser demasiado... y
necesitas un nuevo comienzo. Un lugar donde no haya demonios que te persigan.
Un lugar donde nadie conozca tu antiguo yo.
—Sea quien sea, no va a encontrarte —murmura en la coronilla de mi
cabeza.
Trago saliva forzadamente para ocultar mi sorpresa. —¿Quién dijo que me
escapé?
—Nadie. —Y para que conste, irse no es huir. Se llama salvarse. —Me da un
beso en la sien con una facilidad y una honestidad que francamente no merezco.
—Ya no podía vivir la vida que teníamos. No sin comprometer quién era y
todo lo que creía ser. Fuerte. Independiente. Honesta. Segura. —Me paso una
mano por el muslo, necesitando algo, cualquier cosa, qué hacer con las manos
para poder aliviar la discordia que me produce decir cualquier cosa. Pero él se
merece esto. A decir verdad, se merece mucho más.
Porque tiene razón. Estoy viviendo bajo su techo. Actualmente soy parte de
la vida de sus hijas cuando ellas son su todo. Si yo estuviera en su lugar, estaría
haciendo muchas más preguntas que él.
Y exigiría respuestas.
—He pasado muchas noches llegando a una escena para encontrar a la
mujer aterrorizada por su marido o novio. Mujeres que sabían que no importaba
lo lejos que huyeran, él haría todo lo que estuviera en su mano para asegurarse de
que su terror la siguiera. A veces tienes la misma mirada en los ojos. La misma
timidez ante las cosas. Espero equivocarme, pero si no es así, que sepas que no
pasa nada. Yo no soy así. No soy como él. Y estás a salvo.
Se me saltan las lágrimas y hago todo lo posible por parpadear.
Y estás a salvo.
¿Cuánto hace que no me siento así de verdad? Veintiséis meses, diez días y
165 ocho horas para ser exactos. Cuarenta meses, diez días y trece horas desde que
caminaba sin mirar por encima del hombro ni temer lo que pudiera esconderse
en las sombras.
Una pregunta aún más loca es ¿por qué la presencia de Crew me hace sentir
que esto puede ser una realidad? ¿Que puedo estar a salvo? ¿Que puedo caminar,
vivir y reír sin preocuparme siempre por el “y si...”?
Y estás a salvo.
Esas palabras. Este hombre. Puede que se equivoque en el contexto de
todo, pero los efectos duraderos y cicatrizantes son básicamente los mismos.
Huyo de un hombre cuya identidad me aterrorizaba. Un hombre que creía
que era mi futuro pero que descubrí que en realidad no conocía en absoluto.
—Gracias —susurro. Son las únicas palabras que consigo decir para que no
se me rompa la voz ni el dique que retiene las lágrimas.
Nos quedamos en silencio sentados, con el sol poniéndose lentamente y la
hierba alta ondulando como una marea en movimiento a nuestro alrededor. Le
agradezco que me conceda un momento o dos para digerir esta conversación. Es
una puerta que no quería abrir, pero le agradezco que al menos haya podido
meter los dedos para que él sienta que me estoy abriendo.
—Me culpé cuando Brittney se levantó y se fue después de trece años de
matrimonio. Sin avisar. Sin nada. Me sorprendió y me dejó estupefacto. —Se ríe
entre dientes—. Sé que la mayoría de los hombres son tontos y no se dan cuenta
de nada, pero yo sí. Bueno, al menos lo intento, pero su aventura, su deseo de
cruzar el Atlántico con un hombre diez años más joven que yo fue un shock, por
no mencionar un duro golpe para mi ego. Pero la verdad sea dicha, no tuve tiempo
ni oportunidad de procesar eso, porque estaba muy ocupado tratando de
minimizar el daño a las niñas.
—Lo siento. Eso tuvo que haber sido...
—¿Brutal? ¿Destruye almas? Elige. —Otra risa incrédula—. Había fracasado.
En mi matrimonio. Con mis hijas. Me aterrorizaba haberlas arruinado. Tardé un
tiempo en darme cuenta de que no puedo ser responsable de las acciones de los
demás. Sólo puedo trabajar en mí. Sólo puedo ser la mejor en eso.
—Eres mucho más maduro que yo. —Resoplo—. Yo sería inmadura y le
echaría la culpa como si no hubiera un mañana.
Igual que mis padres siempre me echaban la culpa de sus desgracias. Sus
problemas con la bebida. Su incapacidad para mantener trabajos. Su odio hacia mí.
No es de extrañar que cogiera el primer autobús que saliera de allí con las
puntas en la mano y nunca mirara atrás. Después de luchar durante un año, pensé
que encontrar a Kaleo era un regalo del cielo. Una persona que me miraba y me
166 quería en lugar de mirarme y odiarme o culparme.
Se quedó entre bastidores después de una de mis actuaciones y se negó a
marcharse hasta que hablé con él. Su atractivo y su encanto me conquistaron de
inmediato. Su personalidad y dedicación se apoderaron de mi corazón en los
meses siguientes. Nunca me habían querido como él. Adorada y apreciada. Todo
lo contrario que mis padres... o eso creía yo.
Tengo derecho a estar amargado, a culpar a Kaleo de todo lo que ha pasado,
igual que Crew hace con Brittney.
Y, sin embargo, opta por el camino más elevado.
—¿Más maduro? —Crew repite y resopla—. Difícilmente, Tenny.
Definitivamente culpé a Brittney. Todavía la culpo. Pero también he aprendido que
no es culpa mía que ella hiciera lo que hizo, igual que no es culpa tuya que él te
hiciera lo que te hizo, sea lo que sea.
—Lo sé —murmuro.
—¿Pero tú sí?
La pregunta de Crew me acompaña durante mucho tiempo después de
nuestro paseo, nuestra cena con las niñas y mientras me quemo las pestañas
editando un libro sobre un príncipe de las altas hadas y su princesa elegida, que
lucha contra la atracción que siente por él durante gran parte del libro.
¿Sé que lo que hizo Kaleo no fue culpa mía?
¿Comprendo que, aunque le amaba -quizá una parte de mí aún lo hace-, me
estaba controlando hasta lo indecible para que él pudiera salvar su propia imagen
y forjarse su propia protección?
¿Comprendo que todo este proceso -crear una nueva vida para mí y temer
su ira- tiene su propio trauma emocional que ha hecho que me vuelva introvertida?
¿Me ha hecho mantener la guardia alta y temer vivir porque temo que aquellos a
los que me acerque puedan resultar heridos por las ondas expansivas si él me
encontrara?
Pero, ¿y tú?
Qué buena pregunta.
Y una que creo que todavía estoy intentando responder.
167 Capítulo Veintiséis
Crew
H
oy ha intentado esconderse en la última fila.
Pensó que no me había dado cuenta. Demonios, pensó que
nadie lo haría. Pero es bastante difícil no darse cuenta de cómo ella
convenientemente se fue antes de que el primer disparo fue tomada
cuando no puedo apartar los ojos de la mujer.
O sacarla de mis pensamientos.
O dejar de imaginar las cosas que quiero hacerle. Con ella.
Pero lo hizo.
Y ahora no puedo evitar preguntarme por qué.
Más aún después de nuestra discusión de esta noche.
Hace tiempo que la luz de su habitación está encendida. Normalmente sale
por algo de beber o esas gominolas ácidas que le gusta comer mientras trabaja y
de las que me he asegurado de tener reservas.
Pero esta noche estaba callada. En el camino a casa. En la cena. Cuando se
excusó para terminar algún trabajo.
Estaba callada y retraída cuando nunca antes lo había estado.
Se está escondiendo.
Eso está claro.
Se esconde, y me mata que no se abra a mí, pero quién demonios soy yo
para ella, ¿no?
Estamos durmiendo juntos. Todavía estamos en esa fase de novedad en la
que cada pensamiento despierto es querer más de ella, pero dicho esto, no ha
habido promesas de más. No hay indicios de un futuro juntos. Yo me habré ido al
final del verano, y ella seguirá aquí, así que ¿por qué creo que me debe decirme
más? ¿Por qué tengo tantas ganas de saber?
Porque quieres ayudarla, por eso.
Tu complejo de salvador se muestra de nuevo, Crew.
¿Por eso la he llevado hoy de paseo? ¿Por eso le hice saber que comprendía
168 que había algo más que un simple ataque de pánico y el temor de que alguien
hubiera entrado en su casa?
Quería que supiera que ha sido vista.
¿Pero qué pasará cuando deje Redemption Falls? No estaré aquí para
cuidarla. Para protegerla. Para salvarla. ¿Qué pasará entonces?
Vivian me pidió que fuera a ayudarla cuando tuviera problemas. Necesitaba
que fuera a ayudarla. Hay una gran diferencia entre saltar e intentar ayudar cuando
no te lo han pedido. Y Tenny no me lo ha pedido.
La idea me hace dudar con los nudillos a un palmo de su puerta y dispuesto
a llamar.
Quizá verla ahora no sea lo mejor para ninguno de los dos. ¿Quizás necesito
controlarme mientras ella necesita tiempo para procesar?
Doy un paso atrás, las tablas del suelo crujen bajo mi peso mientras me
dirijo hacia las habitaciones de las niñas. Me sitúo entre sus dos puertas y las
observo dormir. Addy está acurrucada con su elefante de peluche para el que jura
que ya es demasiado mayor y con el que no duerme. Paige lleva una especie de
antifaz para dormir que presumiblemente la hace sentir cinco años mayor y guay.
¿Qué harías si lo que le pasó a Tenny le pasara a uno de ellos?
Me estremezco al pensarlo, sabiendo que pasaría el resto de mis días en
una celda de seis por diez, sin disculparme por corregir los errores que sin duda
había cometido.
¿Lo gracioso es?
Mientras vuelvo a mi habitación y me duermo, me hierve la sangre. Solo
puedo pensar en hacerle lo mismo a quienquiera que haya herido a Tenny.
169 Capítulo Veintisiete
Crew
—¿Y?
ordenador y la observo.
Adele baja la mirada y termina de
apuntar algunas notas en su cuaderno
mientras yo miro expectante la pantalla del
—¿Y bien? —Su sonrisa es apaciguadora cuando levanta la vista, sus ojos
marrones oscuros se encuentran con los míos tras la montura roja de sus gafas—.
¿Con qué frecuencia son las pesadillas?
Pienso en la que me despertó anoche con un sudor frío. La oscuridad en la
que estaba inmerso. El fogonazo. El grito de Justin, un sonido que espero no volver
a oír nunca más a mi alrededor para no saber dónde estaba ni cómo ayudarle. Las
risas al otro lado de la puerta mientras yacíamos sangrando. El olor a pólvora
mezclado con el olor metálico de la sangre.
—No tan a menudo como solían ser. Ni tan poco como me gustaría. —Es una
no-respuesta, respuesta, pero ella ya está acostumbrada a esas de mi parte. Nunca
sé qué va a hacer que no me aclare y qué va a ayudar, así que he optado por ser
lo más vago posible en todo momento.
Lo tomaré como un con frecuencia —dice con naturalidad y toma más notas.
Lo que no me gusta es su suspiro cuando levanta la vista y junta las manos—. Como
sabes, no hay un calendario para recuperarse de un acontecimiento traumático
como el que viviste, Crew. Cada persona tiene su propia línea de tiempo. Eso no
hace a una persona más débil que otra porque cada persona procesa las cosas de
manera diferente. Pasaste por algo traumático. Estuviste atrapado durante
bastante tiempo después de que les ocurriera lo indecible a ti y a tu compañero.
—¿A dónde quiere llegar, Doc? ¿Que voy a estar mal para siempre? ¿Que
estos dolores de cabeza y pesadillas nunca desaparecerán? ¿Que nunca me va a
autorizar a volver al trabajo? He hecho todo lo que me ha pedido, incluso cuando
creía que eran tonterías. Terapia de exposición, terapia cognitiva, esa mierda de
la inoculación del estrés, medicación... —Se necesita todo lo que tengo para sonar
calmado cuando estoy furioso por dentro—. Quiero decir, ¿puedes al menos
darme algo para saber si estoy recuperando mi vida?
172 —Me parece que has recuperado tu vida, al menos comparada con la que
tenías cuando empezamos a conocernos.
Es curioso cómo la definición de recuperar mi vida ha cambiado de repente.
¿Pero qué es exactamente? Seguro que incluye a las chicas, pero ¿qué pasa con la
fuerza? ¿Qué pasa con Tenny y Redemption Falls?
¿Qué significará recuperar de verdad mi vida?
Esa es la nueva pregunta, ¿no, Crew?
No me jodas. Justo cuando crees que has resuelto una cosa, hay que
responder a más preguntas.
Tengo la repentina necesidad de hacer algo que me acerque al mundo del
que ahora me siento tan excluido. Para poner a prueba esa nueva definición
intento encontrar los parámetros para.
Suena mi móvil e interrumpe mis pensamientos.
—Dusty.
—¿Cuál es la historia, hermano? —pregunta Dusty.
—Tengo lo que me pediste. Me llevó un poco más de lo normal, pero creo
que te sorprenderá que piense que estás mirando al tipo equivocado.
—¿No me digas?
—No me digas.
—El rastro del dinero lleva a tu sospechoso, pero cuando profundizas en los
detalles, parece que era demasiado conveniente. Así que lo rastreé hacia atrás y
encontré algunas cosas peculiares. —Continúo explicándole lo que he estado
persiguiendo casi todas las noches.
Hasta que las niñas se duermen y Tenny se mete en mi cama.
Es entonces cuando puedo olvidarme del mundo exterior.
Es entonces cuando todo parece un poco más fácil.
Es entonces cuando puedo perderme en una mujer que siento que poco a
poco se está convirtiendo en algo más que un enamoramiento y en una adicción.
173 Capítulo Veintiocho
Tennyson
A
lgo pasa con Crew.
Tal vez si no hubiera estado viviendo bajo su techo las últimas
dos semanas, no me habría dado cuenta. Pero es la forma sutil en
que está sentado esta noche. Observando en lugar de participar.
Las respuestas murmuradas en lugar de respuestas animadas que siempre hacen
reír al menos a uno de nosotros. Los comentarios sobre si la cena va a ser otro
desastre, ya que puede que hayamos tenido unos cuantos más de esos la semana
pasada.
Pero esta noche está reservado, pensativo, prefiere estar al margen que en
medio de todo, como de costumbre.
¿Tiene algo que ver con su cita de hoy? Las chicas hicieron algunos
comentarios al pasar que me permitieron deducir que podría tener algo que ver
con el departamento y la autorización para volver al trabajo.
Y por su falta de compromiso, supongo que no obtuvo las respuestas que
quería.
Preocupada por él y con ganas de ayudarle pero sin saber cómo, deslizo
miradas hacia él mientras las chicas charlan sobre todos los nuevos amigos que
han hecho aquí en Redemption Falls. Desde Pheebs (alias Phoebe), que tiene tres
perros grandes y dos caballos y jura que pueden venir cuando quieran, hasta
Gretchen, que es la guay con cinco mil seguidores en su cuenta de influencer.
Luego está Fernie, cuya madre es la directora del colegio, así que tiene la primicia
de todos los niños del pueblo, seguida de Dani, diminutivo de Danielle, cuyos
padres son los dueños del cine y que dice que pueden entrar a ver una película
cuando quieran siempre que le manden un mensaje antes.
—Vaya. Parece que han hecho un montón de amigos aquí —digo.
—Tantos —dice Paige, sacando las palabras—. Es como si todo el mundo
quisiera ser nuestro amigo porque somos gemelas, y nunca antes habían conocido
a gemelas.
—Estoy segura de que tiene más que ver con sus chispeantes
personalidades, buenos modales y sentido del humor —digo, sorprendida de que
Crew no haya saltado a humillarlas como haría normalmente.
174 —Eso también. —Addy suelta una risita.
—Me alegro de que te guste estar aquí —le digo.
—Me encanta. Quiero decir, tienen un equipo de baile en su escuela aquí.
¿Te lo puedes creer? Ni siquiera tenemos eso en Chicago —dice Addy, con los
ojos muy abiertos y la sonrisa torcida.
—Es impresionante —digo.
—¿Estuviste alguna vez en un equipo de baile? —pregunta.
—La mayoría de los equipos de baile no tienen bailarinas. —Me río entre
dientes—. Pero yo quería serlo. Puede que rogara, suplicara e intentara negociar
para tener la oportunidad, pero mi madre se empeñaba en que la escuela era lo
primero, el ballet lo segundo -a veces incluso al revés- y todo lo demás lo tercero.
—¿De verdad? ¿El baile fue lo primero?
—A veces.
—Vaya. —Los ojos de Addy se abren de par en par mientras me estudia,
tratando de averiguar si estoy diciendo la verdad o no.
—¿Cómo es tu madre? —pregunta Paige, con el ceño fruncido y la
curiosidad dueña de sus ojos.
Borracho. Prepotente. Detestable. Más obsesionada con la botella que
conmigo, y eso es mucho decir si tenemos en cuenta que siempre quería vivir a
través de mí.
—Mi madre era complicada —digo. La punzada golpea, pero es familiar.
Una que todos los niños sentirían si uno de sus padres no los quisiera. Estoy segura
de que las niñas lo sienten de vez en cuando. Sin embargo, nunca desaparece, y
por estas dos, espero con todas mis fuerzas que todo se arregle para ellas y que
su madre vea el error de sus actos—. Para ser justos, éramos como el agua y el
aceite.
—¿Qué significa eso?
¿Qué significa?
Peleas sin parar. Culparme de que mi padre bebiera hasta morir,
simplemente porque, de niña, necesitaba que me mantuvieran. Nunca ser lo
suficientemente buena, lo suficientemente guapa, lo suficientemente lista, cuando
era ella la que era realmente fea por dentro.
Creo que lo que más le dolía era su resentimiento. Cuando mi estudio me
dio un trabajo a tiempo parcial para pagar las clases de baile que me exigía, se
enfadó porque no le llevaba el dinero a casa.
175 Parece que fue hace siglos y ayer al mismo tiempo. Sobre todo cuando miro
a Paige y a Addy y veo el gran trabajo que está haciendo Crew criándolas.
Mi sonrisa es suave. —Digamos que nunca nos llevamos bien.
—¿En serio? Es fácil llevarse bien contigo —dice Paige, lo que sólo sirve
para poner más de mi corazón firmemente en sus manos.
—¿Viene a visitarte? —pregunta Addy y me ahorra tener que responder a
su hermana.
—No. —Ni siquiera sabe dónde estoy, y mucho menos que sigo vivo. En
cuanto me fui de ese pueblo, nunca miré atrás, y no creo que ella me haya
buscado. Pero ese también era el caso cuando estaba con Kaleo. No es como si mi
situación actual tuviera que ver o le importara a ella de todos modos—. Hemos
perdido el contacto para ser honesto. Ella lucha con... cosas, así que es mejor que
se concentre en sí misma más que nada.
Ambas asienten suavemente y comparten una mirada. Me reprendo por no
haber meditado más mi respuesta. ¿Mis palabras les han hecho pensar en su
madre? ¿Les han hecho echarla de menos y pensar que es mejor que se dedique
a sí misma que a ellas?
Me cuesta enmendar mi respuesta cuando Addy me cambia elegantemente
de tema.
—Papá siempre dice que tenemos que hacer las cosas porque nos gustan,
no porque creamos que a él le gustan o que le harán feliz. —Tuerce los labios y
mira hacia abajo, donde se está quitando el esmalte de uñas, antes de volver a
mirar hacia arriba y encontrarse con mis ojos—. ¿Por ella dejaste de bailar? ¿Lo
odiabas porque ella te obligaba a hacerlo?
Mi sonrisa se apresura a cubrir el repentino ataque de tristeza que me
provoca su pregunta. —No. Me seguía encantando a pesar de ella.
Bailar era mi escape. De una vida familiar en la que preferiría no estar a mi
identidad tras casarme con un hombre tan dominante como Kaleo. Cuando miro a
Crew, tiene la cabeza inclinada hacia un lado mientras me observa. Juraría que
puede leer mis pensamientos. Que puede sentir que estoy censurando la verdad
para las chicas. Me hace un gesto con la cabeza para que continúe y, una vez más,
me hace sentir escuchada sin siquiera decir una palabra.
—Para ser sincero —digo—, acabé teniendo que dejarlo porque la vida se
interpuso en mi camino. Tuve que mudarme del estudio donde enseñaba....
—¿Por qué? —Paige pregunta.
Espero que mi tartamuda sonrisa no delate mis mentiras o la absoluta
176 devastación que sentí durante esa época de mi vida. Desde lo que vi con Kaleo,
pasando por las mentiras que tuve que contar para mantenerme con vida, hasta
cómo me sentí al dejar lo único que había amado de verdad por mí.
—Tuve que pagar facturas —digo y saco la lengua—. Cosas de adultos de
las que no tendrás que preocuparte durante un tiempo.
—¿Ahora bailas alguna vez? —Addy pregunta—. ¿Sólo por diversión?
—No lo he hecho en mucho tiempo. No.
—Deberías —dice Addy.
—Papá dice que todo el mundo tiene que hacer algo divertido para aliviar
el estrés —dice Paige—. En casa, papá y el tío Justin solían jugar al golf. Mucho.
Después de un día duro, se iban a jugar una ronda de golf horrible, como ellos lo
llamaban. Pero ya no... —Mira a su padre y luego hace una mueca como si no
debiera haber dicho nada.
Eso, de por sí, ha despertado mi curiosidad.
—¿Lo tuyo es el golf? le pregunto a Crew, sin imaginármelo precisamente
como golfista -demasiado tranquilo para un hombre que vive en el caos de la vida
de los demás-, pero quizá por eso lo practica.
Pero en cuanto pronuncia las palabras, se levanta bruscamente de la mesa
y se dirige al fregadero. —A veces —dice bruscamente antes de abrir el grifo y
dar por terminada la conversación.
—Cuéntame en qué estás trabajando en danza. —le pregunto a Addy para
intentar aliviar la repentina incomodidad.
Procede a enseñarme algunos movimientos y, mientras le presto atención,
también observo a Crew. Para un hombre que normalmente es tan
despreocupado, definitivamente hay algo que lo corroe.
Opta por no jugar una partida de Yahtzee con nosotros cuando normalmente
es él quien reúne a todo el mundo. Nos dice que nos adelantemos cuando las
chicas me preguntan si quiero subir para que practiquen peinados conmigo.
Y cuando las niñas están por fin en la cama, con los libros en la mano y la
promesa de que las luces se apagarán en diez minutos, bajo a buscarle.
Está sentado en el sofá, con una cerveza en una mano y la cabeza apoyada
en el respaldo. Suena música suave por los altavoces y las luces están tenues.
Me detengo en el último escalón para recogerlo.
Por mucho que me preocupe por él en este momento, verle allí me
tambalea. Sus anchos hombros. El rizo de su pelo, un poco largo, necesita un corte.
La flexión de su bíceps cuando se apoya en la parte superior del sofá y levanta el
177 brazo para apoyar la cabeza.
Mi historia me dice que debería desconfiar de un hombre malhumorado y
encerrado en sí mismo. ¿No era así Kaleo los últimos meses antes de que mi mundo
se viniera abajo? ¿Usando su silenciosa melancolía como arma para mantenerme
a raya? ¿No es así como recuerdo que actuaba mi padre antes de irse de juerga?
Sin embargo, con Crew siento exactamente lo contrario. Claro, ha estado
sombrío toda la noche, incluso un poco distante, pero no tengo reparos en
acercarme al sofá y acurrucarme contra él. En ofrecerle un consuelo silencioso
que le ayude a combatir lo que sea que esté pasando por su cabeza.
¿Cómo se volvió esto tan fácil? ¿Estar aquí con él y las chicas? ¿Las risas que
suenan la mayoría de las veces y el nivel de comodidad siempre presente? ¿La
casa de campo al final de la carretera que pronto estará lista para que me mude a
ella pero que ninguno de los dos ha mencionado ni una sola vez?
¿Cómo es que hace unas semanas no sabía que Crew, Addy y Paige existían
y ahora simplemente no puedo imaginar un mundo sin ellos?
Es una locura pensar en lo sola que estaba, pero ni yo misma me di cuenta
hasta que llegué aquí. Hasta él.
Lo que es aún más loco es lo poco que pienso en Kaleo. Es casi como si estar
con Crew me hubiera demostrado que tener una vida normal es realmente
alcanzable. Es como si hubiera iluminado con una linterna las sombras que antes
acechaban en la oscuridad para demostrar que eran completamente inofensivas.
—¿Están en la cama? —Crew pregunta, sorprendiéndome. No sabía que él
sabía que yo estaba aquí.
—Sí. Les he dicho que tienen diez minutos de lectura antes de que se
apaguen las luces —digo mientras atravieso la habitación y me siento a su lado,
asegurándome de mantener una distancia prudencial por si las chicas deciden
bajar.
—Vaya. ¿Negociaron para tener más tiempo para leer y tú cediste? —
bromea, y por primera vez en toda la noche, hay algo de ligereza en su tono.
—Nunca diré que no a los libros ni a la lectura. —Me encojo de hombros—.
Gajes del oficio... o más bien aprecio profesional.
Sacude la cabeza y me concede la sonrisa que me ha faltado toda la noche.
—Realmente te tienen envuelto, ¿verdad?
—Es fácil cuando son tan buenos chicos.
—Hmpf —murmura antes de volver a quedarse callado. Nos quedamos
sentados durante unos minutos, escuchando la música y disfrutando de la sencilla
pero importante sensación de acostar a los niños y saber que es nuestro momento
178 para estar juntos. Un concepto que nunca había entendido hasta ahora.
—¿Quieres tener hijos alguna vez? —Crew pregunta de la nada.
—Sí. En algún momento. Cuando conozca a la persona adecuada. —Busco a
tientas una respuesta con respecto a algo que creía tener por seguro, pero que
desde entonces ha dado un vuelco y se ha replanteado—. A veces las cosas no
salen como las planeamos en nuestra mente. ¿Por qué lo preguntas?
—Eres muy bueno con las chicas, eso es todo. Uno pensaría que podrías
haber hecho esto antes.
—Aún no he tenido la oportunidad. Además, nunca dejaría atrás a mis hijos.
Prefiero morir a... —Mis palabras se cortan, mi reacción instintiva se cae de golpe,
cuando el pensamiento me golpea. Su propia mujer hizo precisamente eso. Se fue.
Se marchó y dejó atrás a sus hijas. Estoy seguro de que ella también habría dicho
lo mismo cuando se conocieron.
Creo que me ha entendido, porque sacude ligeramente la cabeza y me mira
a los ojos, como diciendo que no se refería a eso. No es eso lo que buscaba cuando
hizo la pregunta. —Odiaría que no tuvieras la oportunidad de tener hijos algún día
porque algún idiota te robó ese sueño por una razón u otra.
Nuestros ojos se sostienen en la penumbra, la disculpa pesa en los suyos
antes de volver a transformarse lentamente en sombría. No sé qué hacer ni qué
decir, ni cómo arreglar lo que no puedo arreglar, pero antes de que pueda
decidirme, Crew me tiende la mano y me acerca a él. Contra él. Me paralizo
momentáneamente porque las chicas siguen despiertas y podrían bajar las
escaleras en cualquier momento.
—Crew. Las chicas...
—No. Sólo... Sólo necesito esto, ¿vale?
Sus palabras me golpearon con fuerza. Su vulnerabilidad me hace humilde.
—Por supuesto. Me acurruco más, acurruco las piernas debajo de mí y apoyo la
cabeza en el pliegue de su brazo y su hombro mientras apoyo una mano en su
pecho.
Su corazón late suavemente, con fuerza, contra mi mejilla mientras puedo
sentir su mente dándole vueltas a algo una y otra vez. Ojalá sus pensamientos
fueran acompañados de palabras.
—Siento que tuvieras que dejar de enseñar, dejar de bailar. Debió ser duro.
Devastador.
Hago un sutil gesto con la cabeza, intentando averiguar qué decir. ¿Tenían
razón las chicas hoy sobre su reunión y su posible vuelta al cuerpo? ¿Tengo razón
al suponer que lo que le preocupa tiene que ver con eso?
179 De alguna manera, este hombre sabe qué decirme en todo momento. Pasa
a un segundo plano para atender mis necesidades cuando ni siquiera me doy
cuenta de que son necesidades.
¿Hasta qué punto soy egoísta por no haberme parado a pensar que él
también podría necesitar a alguien? ¿Que la fuerza que le veo exudar cada día es
muy parecida a la mía, que oculta un dolor o un miedo que no quieres que nadie
conozca, vea o entienda?
—Siento que no te hayan dado el alta para volver al trabajo. Debe ser brutal.
Su cuerpo se tensa contra el mío, su suspiro largo y pesado antes de
responder finalmente. —Así es. Supongo que sí. Ya ni siquiera lo sé.
Su tono me revuelve las tripas. La tristeza y la confusión se entrelazan con
un toque de niño perdido. Quiero rodearlo con mis brazos y estrecharlo contra mí,
pero no sé si eso es lo que quiere. ¿Lo verá como que me compadezco de él?
¿Pensará que soy débil?
Este es un territorio desconocido para mí, y lo último que quiero hacer es
dar un paso en falso. Decir algo equivocado.
—¿Quieres hablar de ello? ¿De lo que te ha estado rondando por la cabeza
esta noche? —le pregunto y le paso la mano por el pecho como si eso fuera a
ayudar.
—No especialmente —dice, y se levanta bruscamente, de modo que casi
me caigo sin que él me sostenga por detrás. Me tiende una mano y sonríe—.
Vamos.
Miro alrededor de la habitación y luego de nuevo a él como si estuviera
loco. —¿Vamos? ¿Adónde vamos?
Su respuesta es agarrarme de la mano y levantarme del sofá.
—¿Crew? —Su nombre empieza como una carcajada y termina en un
suspiro mientras me atrae contra él, sus labios encuentran los míos en el más suave
y dulce de los besos.
—No es ballet, Tenny —murmura mientras sus pies empiezan a moverse al
ritmo de la música—, pero seguro que podemos hacer que vuelvas a bailar.
Me coge de la mano mientras desliza la otra para que su palma presione la
parte baja de mi espalda, y empezamos a movernos. La sala de estar es ahora
nuestra pista de baile. Ahora sigo su ejemplo. Su compasión, cuando está
claramente dolido, merece las lágrimas que brotan de mis ojos.
—No llores —susurra y me da un beso en los labios antes de girarme
lentamente hacia fuera y volver a acercarme a él.
188 —Entonces tómame a mí. —Se echa hacia atrás y me mira a los ojos—. Toma
lo que necesites.
Nuestros labios se encuentran mientras nos movemos con eficacia y sin
alardes. Se quita la camiseta de tirantes por encima de la cabeza. Nos quitamos los
calzoncillos. Y entonces me agarro la polla mientras ella se hunde muy despacio
en ella, con los ojos clavados en los míos.
Una oleada de mareos amenaza con asaltarme por la sensación que todo lo
consume. El coño de Tenny agarrando mi polla es de otro mundo y justo lo que
necesito para ayudarme a olvidar.
Para hacerme recordar lo que es volver a sentir.
No aparta la mirada y empieza a mecerse sobre mí. No vacila cuando mis
manos encuentran sus caderas, mis dedos agarran la carne y controlan el ritmo.
En cambio, me sostiene la mirada para que pueda ver lo que le hago. Para que
pueda ver cómo el deseo se convierte en placer y el placer en avaricia mientras
susurra palabras de aliento.
Justo ahí.
Dios, sí.
Mi nombre en un gemido ahogado.
Se siente increíble.
Diablos, ella es increíble. El sabor de su beso. La sensación de su coño
apretándose a mi alrededor. El olor a jabón y sexo en su piel. La visión de ella ante
mí deshaciéndose lentamente.
Lo único mejor que su tacto es su sabor.
Eso es una droga en sí misma.
Intento quitármela de encima pensando en su coño rosado y en mi lengua
húmeda dándole placer, pero ella aprieta sus muslos sobre los míos.
—No —murmura ella—. Esta noche se trata de ti. Por ti. Déjame darte lo que
necesitas. Déjame hacerte olvidar. —Muele sus caderas sobre mí—. Necesítame,
Crew. —Sus ojos siguen clavados en los míos, pero se cierran un poco de placer
mientras se toma los pechos y se frota los pezones entre los pulgares y los dedos.
Es una construcción lenta. Una subida sensual.
De respiraciones estremecidas seguidas de jadeos.
Son manos que agarran y muslos que aprietan.
Es la necesidad mezclada con la codicia y el deseo mezclado con la
tentación.
—T
antas preguntas, Ku'uipo. —Kaleo entrecierra los ojos y me
estudia—. ¿Tengo que preocuparme de que intentes
derrocarme y tomar tú mismo el control de mis negocios?
—Me guiña un ojo desde el otro lado de la mesa y yo lo asimilo: el cuello
desabrochado, la pajarita que cuelga de su cuello, el vaso de whisky que agita en
su mano. Cualquier otro día lo habría mirado así y me habría maravillado de que,
entre todas las personas del mundo, me hubiera elegido a mí para amarme. Habría
pensado en lo afortunada que era. Me habría excitado. Pero ahora lo miro y sólo
veo un monstruo. Uno que he investigado, cuestionado y preguntado durante las
últimas semanas. Uno al que tengo que fingir amar y desear cuando lo único que
hace es repugnarme.
—Nunca. No. —Mi sonrisa es rápida. Creíble. Tomo un sorbo de mi vino y
levanto los pies para apoyarlos en su regazo como suelo hacer—. Sólo curiosidad,
eso es todo.
Hace un sonido de no compromiso mientras sorbe su bebida. Esos ojos
suyos implacables mientras lo hace. —Me sorprendes.
—¿Por qué lo haces sonar como si fuera algo malo?
Tuerce los labios. —No lo es.
Está pescando algo, y ese algo me hace luchar contra la necesidad de
inquietarme y moverme.
—No te voy a mentir. Hubiera preferido que me lo dijeras a enterarme de
la forma en que lo hice.
—Eso fue un... desafortunado error por mi parte. Se suponía que estabas
dormida. —Se encoge de hombros con una despreocupación que es como clavar
una uña en una herida reciente. La maldita bebida que me trajo Carlo. Se suponía
que estaba dormida. Intentó asegurarlo con lo que le había puesto. Pero mi
revelación pasa desapercibida mientras lucho por mantener una expresión
estoica—. Pero es para mejor ahora que sabes la verdad.
196 Casi me atraganto ante sus palabras, luchando contra mi sonrisa. —¿Qué te
hace pensar que quiero besarla y esas cosas? —Señor, ayúdame.
—Bueno... no lo sé. —Se encoge de hombros y sus mejillas se enrojecen—.
Es muy guapa y divertida y sabe cocinar mucho mejor que tú. Creemos que
debería gustarte.
—¿Nosotros?
—Sí. Nosotros. —Ella asiente decidida—. Así que le preguntamos a Pheebs
si podíamos pasar la noche para que tal vez pudieras llevar a Tenny a una cita y
finalmente hacerla tu novia o algo así.
—O algo así.
—Exacto. Mira hacia donde su hermana acaba de salir al porche.
Addy nos mira a los dos, y antes de que pueda volver corriendo a la casa y
evitar esta conversación, le digo: —Uh-uh. Trae tu culo aquí.
—Fue idea de Paige.
Vaya. Ella seguro tiró Paige debajo del autobús rápido. Eso es inusual.
—Fue idea nuestra.
—Chicas. —Suspiro y doy un paso hacia ellas—. Gracias por pensar en mí.
Por querer darme algo de tiempo de adulto, pero...
—Os vimos besaros —suelta Addy—. La otra noche. Estabas bailando y la
besaste.
—Um. Vale. —Bueno... mierda. Tanteo qué decir. Por cómo explicarlo. Para-
—¿Ves? Vamos a casa de Pheebs para que la lleves a una cita o le compres
flores o algo. Es una chica. A las chicas les gustan esas cosas —dice Paige con tanta
naturalidad que me quedo un poco atónita.
Demasiado para mantener las cosas en secreto.
—Nos parece bien, papá —dice Addy.
—Totalmente de acuerdo —repite Paige.
—Gracias por la aprobación —les digo y les inclino la visera de mi gorra de
béisbol en un intento de disimular la conmoción por sus comentarios y la culpa
simultánea por ocultárselo todo y que me hayan pseudo descubierto.
—¿Alguien se olvidó de invitarme a la reunión? —pregunta Tenny al salir
por la puerta mirando de las chicas a mí y luego hacia atrás.
Las dos empiezan a reírse mientras le cuentan a Tenny sus planes
espontáneos para una fiesta de pijamas. Las observo a las tres juntas. Me doy
cuenta de que, aunque nunca se hubieran enterado de lo de Tenny y yo, siguen
197 unidas a ella.
No había forma de que fuera o fuera a evitar eso. Demonios, debería
haberme dado cuenta de eso la noche de mi pesadilla. Cómo manejaba a las
chicas con una facilidad tan natural y cómo le permitían consolarlas.
Para mí era ridículo pensar que no se apegarían a ella cuando yo mismo
estoy apegado a ella.
Cuando estoy preocupado por lo mal que va a picar también.
—Ya está aquí —grita entusiasmada Paige y coge su bolso casi al mismo
tiempo que una columna de polvo se levanta más allá de nuestro camino de
entrada mientras llega la madre de Phoebe.
Pasamos los siguientes minutos charlando con la madre de Phoebe y
metiendo a las niñas en el coche. Tenny y yo nos quedamos al pie de la escalera
y, cuando se alejan, ella se pasa la mano por la cara para quitarse el polvo.
—Es horrible, ¿verdad? —pregunto—. El maldito polvo entra en casa por
mucho que la mantenga cerrada. —Miro hacia el polvo que aún se está
asentando—. Si fuera el dueño, si viviera aquí permanentemente, eso sería lo
primero que haría.
—¿Qué es eso? —me pregunta Tenny mientras toma asiento en el último
escalón y se tapa los ojos con la mano para mirarme.
—Asfaltar la carretera.
—Eso definitivamente ayudaría a reducir la limpieza. ¿Por qué crees que
Ian no lo ha hecho? ¿Es por el coste?
—A mi tío no le falta dinero —digo, pensando en el mensaje que me envió
el otro día. En el que aparecía sentado en su barco de pesca de doce metros
atracado frente a su enorme casa de Palm Beach. Puede que esté perdiendo poco
a poco sus facultades mentales, pero seguro que no gasta como si así fuera—. Pero
en su defensa, ¿por qué gastar cuando no planea mantener el lugar.
—Tal vez lo haga quien compre el lugar.
—Tal vez —digo y odio la sensación de saber que alguien más podría estar
viviendo aquí. Podría estar pasando tiempo con ella.
¿Qué te importa, Crew? No es como si fueras a estar aquí. No es como si ella
fuera a sentarse aquí y esperarte en la remota posibilidad de que traigas a las niñas
de visita.
Entonces, ¿por qué al mirarla y darme cuenta de que nuestro tiempo es
limitado siento como si me hubieran metido un peso en el estómago?
198 —¿Qué es eso? —pregunto, tan perdido en mis pensamientos -de ella- que
no la oigo.
—Espero que los nuevos propietarios sean decentes y respeten el contrato
y el alquiler que Ian redactó para mí. Puede que no fuera el mejor haciendo
trabajos manuales, pero juró que cuidaría de mí para que pudiera conservar mi
casa, y así lo hizo. Hablando de lugares, ¿tienes alguna idea de cuándo la casa de
campo será habitable de nuevo?
La engancho por la cintura y tiro de ella hacia mi regazo mientras me siento
a su lado. —¿Por qué? ¿Intentas librarte de mí?
Hay un rápido destello de una sonrisa que no me sienta bien. Sobre todo
cuando lo último que quiero es que vuelva a esa casa de campo. Es más que el
sexo incorporado y la compañía... Me gusta Tenny. Me gusta de verdad.
—No. Para nada. Sólo pensé en devolverles a ti y a las chicas su espacio.
Probablemente todas estén hartas de mí.
La miro fijamente, intentando comprenderla y su repentina cautela. Hay
algo que se me escapa y no consigo entenderlo. Ha sido desde mi pesadilla de la
semana pasada. ¿No es así? Tenny ha estado un poco más reservada. Parece que
se retrae un poco. ¿O sólo estoy proyectando porque estoy inseguro de que me
vea así?
Entonces, ¿hay algo ahí y soy tan felizmente ignorante que me lo he perdido,
igual que me lo perdí con Britt?
—Háblame, Tenny.
—No hay nada de qué hablar. —Se levanta, coge mi espátula, se acerca a la
barandilla y empieza a raspar la pintura sin ninguna habilidad.
Definitivamente algo está pasando.
—Así que no quieres hablar y está claro que intentas evitarme porque has
cogido una herramienta para usarla. —Se detiene a medio raspar y me mira con
una mirada que dice que estoy haciendo el ridículo... pero esa mirada por sí sola
me dice que no. Definitivamente, ésta no es la tarde que había planeado hace diez
minutos, cuando las chicas subieron al coche de Phoebe—. Entonces... ¿qué está
pasando aquí realmente? ¿Estamos a punto de tener nuestra primera pelea? —Doy
una palmada y me froto las manos—. Nunca conoces realmente a alguien hasta que
tienes ese primer derribo y arrastre. Así que ven a mí. Dime lo que odias.
—Crew. —Mi nombre es un suspiro exasperado mientras sus manos caen a
sus costados.
—¿Qué? ¿Mastico demasiado alto y te vuelvo loco? ¿Hablo muy alto por
teléfono? A las chicas les vuelve locas que marche cuando estoy al teléfono, así
que seguro que tú también piensas lo mismo. ¿O es mi forma de cocinar? ¿Mis
199 habilidades culinarias estelares te ponen tan celosa que ni siquiera puedes estar
en la misma habitación? —Me levanto de mi asiento y me acerco a ella. Su pétrea
fachada se resquebraja poco a poco y las comisuras de sus labios se levantan
ligeramente—. Lo sé. Tienes envidia de que me sepa todas las letras de todas las
canciones de Taylor Swift sobre la faz de la tierra. Eso requiere mucho talento.
Pero, ¿qué puedo decir? —Me soplo los nudillos y luego me los froto en el
hombro—. Cuando lo tienes, lo tienes, y yo también me odiaría por ello.
—Estás haciendo el ridículo —me dice cuando le pongo las manos en las
caderas y me mira desde debajo de sus gruesas pestañas.
Esta mujer es simplemente... Jesús, me hace cosas sólo con su sonrisa.
—No es ridículo si es verdad. Quiero decir, ni siquiera he llegado a la parte
en la que dejo mis zapatos en las escaleras, y por eso... quiero decir, esas son
ofensas serias por las que deberías estar furiosa conmigo.
Se limita a sacudir la cabeza con esa expresión en la cara que me hace
querer besarla y no dejarla marchar nunca.
O mejor dicho, la dejaré ir siempre y cuando pueda hacerle otras cosas que
impliquen una cama, una pared, la encimera de la cocina. . . Quiero decir, las
posibilidades son infinitas.
—Así que... ¿vas a hablar conmigo, o vas a enfadarte conmigo y hacerme
seguir adivinando de qué va a tratar nuestra primera pelea oficial?
Vuelve a bajar la mirada y se centra en el lugar donde sus dedos juegan
distraídamente con el agujero de mi camiseta favorita, vieja y azul oscuro.
—No puedo seguir haciéndote esto, Crew —dice suavemente.
No, no, no. —¿Haciendo qué?
—Usándote.
Lanzo una carcajada. Yo pensaba que ella estaba terminando las cosas, ¿y
este es el problema? ¿Que me está utilizando?
Entonces deja que me usen. Especialmente cuando es por ella.
Pero no creo que le guste que se lo diga. —Oye —le digo en un intento de
que me mire. Como no lo hace, engancho los dedos en las trabillas de los laterales
de sus vaqueros y tiro—. ¿Es eso? ¿Me estás utilizando?
—Mm-hm.
Mi sonrisa es más brillante que el puto sol mientras contengo más
carcajadas. —¿Sabes qué? Tienes toda la razón. ¿Cómo te atreves? Quiero decir
que está más que claro que no estoy sacando absolutamente nada de lo que sea
200 que sea esto de aquí. Ninguna amistad. —Beso el lateral de su cuello—. Ni placer.
—Beso su mejilla—. Nada de liberación. —Esta vez rozo sus labios y lucho contra
el impulso de profundizar aún más el beso—. Nada de nada.
Se ríe contra mis labios. —Eso no es lo que yo... —Suspira—. No importa.
—¿No importa? Venga ya. Podemos hacerlo mucho mejor que eso. No
puedes terminar una pelea con un no importa. —Sacudo sus caderas—. ¿Dónde
está lo de tirarnos mierda y gritarnos hasta no recordar por qué nos gritamos?
Quiero decir... claramente nos faltan habilidades para pelear.
—No peleas limpio —dice, pero una sonrisa se dibuja en sus labios.
—Ja. No me gusta nada pelear. Así que, ¿me vas a decir qué es lo que
intentas decirme, o tengo que ir a buscar mis zapatos a las escaleras para que me
los tires a la cabeza?
No consigo la risa que busco. En lugar de eso, sigue jugando nerviosa con
el agujero de mi camisa cuando lo único que quiero es que me mire a los ojos.
Pero me doy cuenta de que quizá no esté acostumbrada a luchar como yo lucho,
que no es luchar en absoluto. Quizá esté acostumbrada a palabras crueles, quizá
incluso a puñetazos indiscriminados. Por Dios.
La idea me tambalea y me hace preguntarme si debo redoblar mi humor o
retirarme del todo.
Pero antes de que pueda darme cuenta, Tenny se aclara la garganta y habla.
—Yo... no puede haber más que esto. No puedo darte más que esto.
—Necesito más que eso —digo en voz baja mientras me arrodillo en el
escalón que hay frente al superior en el que ella está sentada—. Háblame.
—Te vas al final del verano. Yo... me quedo aquí. Dañado. Introvertido. Y no
puede haber más que eso.
—Huh.
—¿Qué significa ese sonido?
—Significa que supones que quiero que haya más. Bastante atrevido de tu
parte si me preguntas.
Los ojos de Tenny brillan y se encuentran con mi sonrisa.
—Hablo en serio —dice.
—Vale. Sé serio. ¿Pero y si digo que esto es un quid pro quo?
—Me has perdido.
—¿Y si yo también te estoy utilizando, Tenny?
Ella balbucea las palabras: —¿Para qué?
201 —Ouch —siseo—. ¿Tan malo es el sexo que tienes que preguntar? —Me río
y le doy un beso en los labios con un sonoro chasquido.
—No —dice frustrada—. Eso no es lo que yo...
—¿Y si te estoy utilizando para ayudarme a olvidar?
—¿Olvidar qué?
—Las cosas que parece que no puedo hacer bien en casa. Las cosas que
parece que no puedo superar aquí. —Señalo mi cabeza—. Para darme cuenta de
que Britt no puede definirme. Para saber simplemente lo que es volver a sentirme
viva. —Sujeto su barbilla entre el pulgar y el índice—. Tienes mi permiso para
utilizarme, Tennyson, porque te aseguro que no estoy peor por ello. De hecho,
creo que estoy bastante bien a pesar de ello. Así que, si estás intentando romper
conmigo, vas a tener que esforzarte un poco más.
—Eres exasperante.
—Gracias. Me esfuerzo por serlo. —Esta vez, cuando la beso, cedo a la
tentación y meto la lengua entre sus labios. Tal vez para tranquilizarla, estamos
bien. Tal vez más para tranquilizarme a mí.
—Tenemos que pensar en las niñas —empieza en cuanto termina el beso—
. El verano terminará antes de que nos demos cuenta, y. . . probablemente sea
mejor que vuelva a la casa de campo. Para que no se encariñen demasiado.
Y ahí va ella ganándose mi corazón poniendo a mis chicas delante y en el
centro otra vez. —Tenny...
—Quiero decir, lo último que quiero es que esto se complique para ellos.
Me inclino hacia atrás y la miro con preocupación. Aquí hay algo más, pero
no sé qué es y ella no me lo dice.
—¿Adivina qué?
—¿Qué?
—Las chicas nos vieron besarnos.
Ella se congela momentáneamente. —¿Qué quieres decir con que nos
vieron besarnos?
—Eso es lo que estabas interrumpiendo en el porche. Organizaron toda esta
pijamada de esta noche porque dicen que te mereces algo más que un beso en un
salón. Dicen que debería comprarte flores y llevarte a una cita. Que a las chicas
les encanta eso. ¿Es eso lo que te gusta, Tennyson?
Me mira con recelo, con pensamientos que pasan fugazmente por sus ojos,
pensamientos que parecen dudas y razones por las que no deberíamos hacer lo
que sea que estemos haciendo, pero no les pone palabras. Eso me dice que por
202 ahora he ganado la batalla.
Esperemos que no sea una victoria pírrica.
—Esta es la mejor parte de nuestra lucha.
—¿Qué es?
—La parte del beso y el maquillaje —murmuro y vuelvo a capturar sus
labios.
—¿Lo es?
—Desde luego. —Deslizo mis manos por debajo de su camisa y por la suave
piel de su espalda mientras un suave suspiro cae de sus labios—. Y luego dejo que
vuelvas a utilizarme.
—¿Es así?
—Confía en mí. Sé lo que hago. —Se ríe, y me encanta cómo suena—. Y
después de que termines de castigarme con tu gran cuerpo y tu increíble sexo, te
llevaré a la cita que te mereces.
—Creo que tienes el orden al revés, Madden.
—¿Quién dice que tiene que haber una orden? —Me encojo de hombros,
esta vez pasando las yemas de mis dedos por su abdomen—. Quizá a veces me
gusta el postre antes del plato principal.
Atrapo su risa con mi beso. Entonces mis manos empiezan a vagar. Sobre
sus caderas. Por debajo de su camiseta hasta la piel desnuda de su espalda. Por
encima de la cintura de sus pantalones de yoga hasta el vértice de sus muslos.
Mi gemido es automático cuando siento lo resbaladiza y preparada que está
ya para mí. Cuando veo lo excitada que está sólo con nuestro beso. Cuando la oigo
maullar y la veo separar más las piernas para mí. Acogiéndome. Deseándome.
Decisión tomada.
Primero me como el postre.
Grita cuando me inclino hacia delante y cierro la boca sobre su clítoris a
través de la tela de sus pantalones. Mi cálido aliento calienta la tela mientras
absorbo el aroma de su excitación.
Definitivamente el postre primero.
203 Capítulo Treinta y Cuatro
Tennyson
M
e apoyo en la puerta de la habitación con los ojos cerrados y el
corazón henchido de dolor al mismo tiempo. En algún lugar del
piso de abajo, las chicas hablan con Crew de su fiesta de pijamas.
Sus risitas y sus exclamaciones flotan en el piso de arriba, donde me he excusado
para hacer algo de trabajo.
Pero no necesito trabajar.
Simplemente necesito un minuto. Para pensar. Para respirar. Para mentirme
a mí misma y decir que hice todo lo posible anoche para frenar las cosas con Crew.
Para volver a mi casa de campo. Para protegerle a él y a las niñas del posible
peligro que podría acecharles, el peligro que ronda mis pesadillas en las que
Kaleo me encuentra y les hace daño por venganza.
Lo intenté.
Lo hice.
Pero entonces Crew era el increíble ser humano que es.
Podría haber sido un capullo. Podría haber tomado la primera salida para
que esta mujer dispersa y vigilada se fuera de su casa, pero en lugar de eso, me
hizo reír con su declaración de nuestra primera pelea oficial sin pelea.
Luego estaba el maquillaje oficial no-maquillaje que era . . . es por eso que
estoy aquí con los ojos cerrados, la cabeza contra la puerta, sólo tratando de tomar
cada uno de los recuerdos que hicimos anoche y comprometerlos a la memoria.
Crew hizo que todo fuera perfecto en nuestra inesperada noche juntos. El
viaje en coche hasta la cima de Freemont Hill, donde nos sentamos a contemplar
los relámpagos mientras comíamos una tabla de embutidos tamaño picnic
acompañada de un buen zinfandel. Después nos aventuramos tres pueblos más
allá hasta Summerset Steak House, donde lo único que pedimos fue uno de cada
postre del menú. Tuvimos un concurso improvisado para juzgar cada uno de los
ocho postres. Después, con el estómago lleno, las mejillas doloridas de tanto reír,
el corazón lleno y la cabeza un poco ida por otra botella de vino, nos bañamos
desnudos en la piscina. O mejor dicho, sólo lo hicimos después de apagar las
cámaras de seguridad, seguido de sexo en el que, por primera vez en mucho
tiempo, no tuvimos que preocuparnos de no hacer ruido.
204 O donde realmente cedimos a nuestros caprichos y tuvimos dicho sexo.
La forma en que hizo que todo lo relacionado con las últimas dieciséis horas
fuera despreocupado y sin complicaciones, romántico y discreto, hizo que le
quisiera más cuando ya le quiero tal y como es. . .
¿Amor?
La palabra me tambalea. El pensamiento aún más. La sensación que calienta
todo mi cuerpo cuando la repito en mi cabeza triunfa sobre ambas.
El amor.
Nunca hablamos de amor. Nunca me dije que podía volver a amar a alguien,
y menos a un hombre tan increíble como él. Porque el amor requiere confianza... y
nunca pensé que volvería a confiar en otro hombre tampoco.
Pero aquí estoy, enamorándome de Crew. Corrección, ya enamorada de
Crew. No sé por qué mi revelación me pilla por sorpresa. ¿No son los síntomas
clásicos del amor despertarse pensando en alguien, querer estar con ese alguien
todo el día y luego acostarse soñando con él?
Porque fuera del trabajo, de ayudar a Bobbi Jo y a su alegre banda de
ayudantes, de reírme con las gemelas y enseñarles la forma correcta de
atormentar a su padre... eso ha sido más o menos las últimas seis semanas.
Y no puede ser.
No puede ser.
Pero aquí estamos.
Aquí estoy.
¿Qué demonios se supone que tengo que hacer ahora?
Porque sigo convencido de que no hay lugar donde pueda esconderme de
Kaleo Makani indefinidamente.
205 Capítulo Treinta y Cinco
Tennyson / Tessa
Cuatro años antes
K
aleo.
Oh, mierda.
No debería estar en casa. No se supone que esté cerca de
aquí.
Mis dedos se congelan sobre el teclado mientras los documentos se cargan
lentamente en una nube segura que me han dado para usar. En ningún momento
de mi vida he pensado que la transición de bailarina de formación clásica a hacker
informática estuviera en mi cartón de bingo.
Pero aquí estoy.
Y definitivamente no estoy hecho para ello, porque ante el inesperado
sonido de la voz de Kaleo, me tiemblan tanto las manos que no paro de pulsar las
teclas equivocadas.
Vamos. Vamos. Vamos. C'mon.
—Es una puta mierda, eso es lo que es. —Pero esa es su voz diciendo esas
palabras en la cocina. Esa es su ira resonando por los pasillos.
Cierro el disco, sin importarme lo que se haya transferido o no, porque que
no me pillen es mi mayor preocupación ahora mismo.
Las imágenes de los tres hombres en el barco pasan por mi mente. La
insensibilidad de mi marido. Su crueldad. Su total y absoluta indiferencia.
Cierro la tapa del portátil lo más silenciosamente posible, casi como si Kaleo
pudiera oír su silencioso clic en la cocina, que está en el ala completamente
opuesta de la casa.
Y aun así me aterroriza que lo haga.
La paranoia se ha apoderado de mi vida en las tres semanas transcurridas
desde que recibí aquella llamada. Y aumenta con todas y cada una de las llamadas
que recibo en el teléfono móvil desechable que actualmente está guardado dentro
de uno de mis muchos bolsos de diseño. Bolsos que se amontonan en mi armario
particular con mis zapatos y vestidos de diseño.
206 Sé que nunca lo encontrará, pero eso no quita que cada vez que Kaleo me
mira demasiado tiempo, cada vez que me pregunta a quién envío mensajes en mi
móvil personal o adónde voy cuando salgo de casa con su chófer, me preocupe
que lo sepa. Temo que sospeche.
Me preocupa ser el siguiente.
—Joder —brama, seguido del golpe de algo contra la encimera de mármol
justo cuando entro en la cocina. Muerdo un aullido y su móvil sale volando hacia
la pared, a mi lado.
Pero Kaleo está tan ensimismado en su rabia que no se da cuenta de que
estoy allí mientras pasea por nuestra espaciosa cocina. Las vistas de la bahía de
San Francisco y sus turbulentas aguas al otro lado de la ventana parecen servir de
advertencia. Miro a Rangi a los ojos desde su posición opuesta a la mía. Los
músculos de su mandíbula palpitan, pero me reconoce con un sutil y cauteloso
movimiento de cabeza.
—Algo está pasando, Rangi. ¿Cómo coño saben todos nuestros
movimientos? ¿De quién sacan la maldita información? —Kaleo sigue moviéndose,
sus manos gesticulan mientras despotrica pero su mente está claramente
concentrada—. Primero la redada en el almacén de San Francisco. Ahora una
redada en el puerto. ¿Qué será lo próximo? ¿Eh?
—No lo sé, señor.
—Pensé que nos habíamos encargado de los malditos informantes.
—Quizá decían la verdad. Quizá no eran agentes —dice Rangi en voz baja,
temerosa de pinchar al oso más de lo que ya lo ha hecho.
—Entonces, ¿quién es? —grita Kaleo mientras se acerca a su segundo al
mando—. ¿Eres tú? —En un abrir y cerrar de ojos, Kaleo tiene a Rangi inmovilizado
contra la pared, con su antebrazo presionando violentamente contra su garganta—
. Sabes todo lo que hay que saber. ¿Eh? Es. Eres. ¿Tú? —Rechina la pregunta.
Los ojos de Rangi se abren de par en par y su rostro empieza a enrojecer.
Pero no reacciona ni discute cuando todos sabemos que podría enfrentarse a
Kaleo en un mano a mano y ganar sin problemas.
En lugar de eso, se limita a mirar fijamente a su jefe mientras intenta
estrangularle.
Los segundos parecen una eternidad mientras yo permanezco indefenso y
Kaleo sigue presionando la tráquea de su mejor amigo. Y entonces, tan rápido
como se había encendido el interruptor, se vuelve a apagar y Kaleo libera a Rangi.
207 Su risa mezclada con la respiración agitada de Rangi llena la cocina. Kaleo
golpea con una mano el pecho de su amigo como si no acabara de intentar matarlo.
—Tú no, Bra. Nunca tú. —Le pega un puñetazo en un lado de la cabeza y junta su
frente con la de su teniente superior durante un momento antes de dar un paso
atrás.
Sólo entonces juraría que Kaleo realmente me ve.
Sus ojos se clavan en los míos, escrutándolos casi como si se preguntara lo
mismo sobre mí.
Estás siendo paranoica otra vez, Tess.
Pero le sostengo la mirada, y me cuesta todo lo que tengo no estremecerme
a pesar de los escalofríos que me recorren cuando habla.
—Pero si alguna vez descubro quién es, no habrá lugar donde puedan
esconderse. Ni siquiera los confines de la tierra los protegerán de las cosas que
les haré. De las formas en que les haré pagar.
208 Capítulo Treinta y Seis
Crew
L
a barandilla ha sido raspada, lijada y pintada.
Se han limpiado y desbrozado los canalones.
Los zócalos del estudio han sido sustituidos y repintados.
Se han sustituido las tablas deterioradas de la dependencia y se ha limpiado
el interior lo mejor posible hasta que el tío Ian me dé permiso para hacer algo más.
Después de todo, es suyo, por mucho que yo sienta que se ha convertido en
nuestro.
La lista de cosas por terminar se va reduciendo y tachando. Y tal vez sea
más fácil centrarse en ello y posiblemente correr a la ciudad a la ferretería que
lograr la única cosa que necesito hacer más.
La única cosa que me di un plazo para cumplir hoy.
Respiro hondo, salgo al porche, me siento en el último escalón, cojo el móvil
y pulso enviar.
—Vaya, vaya, vaya. —La voz áspera de Justin llena la línea e inicia una nueva
oleada de culpa mezclada con pánico—. Si es el mismísimo Sr. Ocupado.
—¿Cómo te va, hermano? —le pregunto.
—Lo mismo de siempre. Descubriendo mi nueva normalidad. —Se ríe—.
Quiero decir, ¿quién iba a saber que tener menos uso de tu cuerpo significaba que
tenías que hacerle mucha más mierda? Uno pensaría que significaría que tendrías
menos.
No reacciono a su intento de humor. No puedo. Sólo oigo los disparos. Todo
lo que recuerdo es su respiración agitada.
—¿Y Sheila? ¿Es buena? —pregunto, ignorando por completo su
comentario.
—Sí. Consiguió ese ascenso en el trabajo al que aspiraba, pero de momento
la dejan trabajar desde casa.
—Dale la enhorabuena.
—¿Qué hay de ti ahí fuera en tierra de nadie haciendo de manitas?
209 —Está todo bueno. Deberías probarlo alguna vez. —Joder. No puedo creer
lo que acabo de decir—. No me refería… Me refiero al campo. La tierra de nadie.
—No te preocupes por eso. ¿Las chicas? ¿Son buenas? Lo parecen cuando
me mandan mensajes.
¿Le mandan mensajes? ¿Pueden hablar con él, pero yo no?
Eres un verdadero pedazo de mierda, Madden.
—Sí. —Me aclaro la garganta, odiando esta incomodidad forzada con un
hombre al que solía poder contarle cualquier cosa sin pensarlo—. El tiempo fuera
les ha sentado bien. Es como si aquí todo fuera más despacio. Como si estuviera
bien actuar de acuerdo a su edad en lugar de adelantarse cinco años como en
casa.
—Entonces toda esa preocupación fue por nada. Buen trabajo, papá.
Tomaste la decisión correcta.
Me paso una mano por el pelo y no sé qué decir a continuación. Cómo
dirigir esta conversación hacia donde necesito que vaya pero no quiero que vaya.
—Los Cubbies, tío. —Buen puto trabajo, Crew. Manera de demostrar lo
incompetente que eres al centrarte en sus queridos Cubs en vez de en él como
persona. En lugar de lo que nos destrozó a ambos, mente y cuerpo—. Juré que este
iba a ser nuestro año.
—Mejor suerte el año que viene, supongo.
—Al menos tenemos hockey que esperar. He oído que están pensando en
fichar a LeCroix...
—¿Crew? —Abro la boca para responder, pero se me adelanta—. ¿Vamos
a dejarnos de tonterías? Estás hablando conmigo, joder.
Cuelgo la cabeza durante un rato y no hago ningún gesto con la cabeza. —
No sé qué decir. Estoy completamente perdido. Es culpa mía...
—No puedo hacer esto sin ti, tío.
Sus palabras rotas, su confesión, son como un cuchillo en el corazón. Un
recordatorio de que he abandonado a mi mejor amigo cuando ya me lo recuerdan
casi cada segundo de cada día.
—Dudé, Justin. El bebé lloró, y esperé en vez de disparar. Si hubiera
disparado, no habrías sido... no habrías sido... joder. —Aprieto los ojos para evitar
las lágrimas de frustración—. Ya no confío en mí misma. No sé cómo ser la persona
que solía ser.
El silencio pesa sobre la línea.
Háblame, Justin.
210 ¿No es eso lo que le rogué aquel día en el apartamento? ¿Que hablara
conmigo? ¿Para que me demostrara que los dos seguíamos vivos? ¿Para que me
diera un salvavidas?
Parece que ahora yo también pido lo mismo.
Se aclara la garganta.
—No te culpo, Crew. Lo sabes, ¿verdad? Los dos estuvimos allí. Los dos nos
jodimos. No estoy así por tu culpa. Estoy así por culpa de ese loco cabrón que tomó
la decisión consciente de abrir fuego contra dos policías que hacían su trabajo. No
sé cómo recuerdas las cosas, pero ambos dudamos. Ambos necesitábamos
asegurarnos de no matar a un bebé inocente. Seguimos las reglas. Él no... y sí, es
una mierda. Pero no te culpo.
Mentira. Su absolución es difícil de escuchar. Es aún más difícil de creer
cuando tengo la oportunidad de moverme libremente y llevar a mis hijas al altar,
cuando él nunca tendrá esa oportunidad.
—No digas eso —digo, apenas audible.
—Hay algunos días en los que desearía haber muerto. ¿Lo sabías? Hay otros
en los que lloro y grito y siento lástima de mí mismo. Esos son los días en los que
tengo que guardarlo todo para que Sheila no se preocupe de que vaya a hacer
alguna estupidez. Esos son los días en los que tengo que decirme a mí mismo que
me espabile y recordarme que estoy jodidamente agradecido de estar vivo. De
poder envejecer con Sheila.
—Lo siento. No lo sabía. He sido una amiga de mierda. La culpa, joder, la
culpa me ha... —Paralizado—. Me ha hecho un agujero. Me ha jodido. Y cómo me
atrevo a sentirme así cuando estoy aquí. Cuando estoy caminando. Cuando estoy...
—Si tuviera que volver otra vez a esa habitación, te seguiría queriendo a mi
lado —dice, con voz uniforme, decidida.
—No lo hagas. —Se me quiebra la voz.
—¿De qué solíamos hablar? ¿La Force Crew?
—Sí. Hablamos de muchas de nuestras quimeras. ¿Y qué? ¿Qué tiene eso
que ver con nada ahora mismo?
—Creo que deberíamos hacerlo. Tú y yo.
—¿Qué quieres decir con que debemos hacerlo?
—Justo como suena. Empecemos.
—Dijimos que lo haríamos cuando nos jubiláramos.
—Si algo me ha demostrado todo este calvario es que nunca se sabe lo que
va a pasar. Nunca sabes de cuánto tiempo dispones. ¿Por qué esperar?
Afrontémoslo, técnicamente estoy jubilado.
211 —Pero...
—Toma tu retiro médico, Crew. Hagámoslo. Dame algo que esperar. Una
parte de lo viejo mezclado con algo de lo nuevo. A los dos nos vendría bien el
cambio de aires.
—Justin. Hombre. —Su sugerencia me desconcierta. Todas las veces que
solía decirme que estaba lleno de mierda. Que atender y complacer a
celebridades pretenciosas, políticos o herederos mimados de magnates estaba
por debajo de mí. Por debajo de nosotros. ¿Y ahora? Ahora me pide que lo haga.
Me pide que le dé el salvavidas que necesita.
—Sabes exactamente de lo que estoy hablando —dice en voz baja, casi
como si le avergonzara tanto como a mí—. Estás librando la misma maldita batalla
en tu cabeza que yo. Las sacudidas nocturnas. Los saltos al oír ruidos fuertes.
Preguntándome si todo valió la pena. El psiquiatra del departamento diciéndome
que sólo lleva tiempo, cuando yo siento que es más bien una cadena perpetua. Sí,
yo también estoy lidiando con la misma mierda, compañero.
—No lo sabía.
—Por supuesto que no lo hiciste porque estabas demasiado asustada para
llamarme. Para hablar conmigo. Y también lo entiendo, pero soy yo, tío. Sigo
siendo el mismo cabrón arisco de antes. No he cambiado. Bueno... eso es mentira,
pero ya me entiendes. —Se ríe entre dientes, y me asombra la facilidad con la que
maneja todo esto cuando yo todavía estoy luchando con ello.
Es porque no tiene elección.
—Tú y yo, Crew. Pero no porque me compadezcas. Y que te jodan, si lo
haces. Hazlo porque necesitas algo más. Igual que yo quiero hacerlo porque me
niego a estar atado a esta silla y renunciar a todo lo que solía ser. Necesito más.
—Lo dices en serio.
—Como un maldito ataque al corazón.
—Vaya. Um... Necesito...
—Mira. No me contestes. Piénsalo. Es todo lo que pido.
—Lo haré.
—Y disfruta Tenny.
—Espera. ¿Qué? —¿Cómo sabe lo de Tenny?
Su risa resuena a través de la conexión. —¿Qué puedo decir? Las chicas me
cuentan todos tus secretos cuando me envían mensajes. Y como no has dicho una
mierda porque temes que te acribillen, sé que debe de ser algo serio.
212 —Jesús —murmuro, pero secretamente sonrío porque, si bien yo era un
amigo idiota con él, mis chicas no lo eran. Al menos sé que donde yo he fallado,
ellas han sido mejores que yo.
—Pero no te preocupes. El razzing todavía viene. ¿Y, hermano?
—¿Sí?
—No esperes tanto para llamarme la próxima vez, imbécil.
Me río entre dientes. —No lo haré.
—Demuéstralo.
Cuelga y lo último que oigo es su risa. Me tumbo y miro al techo mientras
intento procesar las palabras de Justin. Su oferta.
—Toma tu retiro médico, Crew. Hagámoslo. Dame algo que esperar. Un
pedazo de lo viejo mezclado con algo de lo nuevo.
Tú y yo, Crew. Pero no porque me compadezcas. Y que te jodan, si lo haces.
Hazlo porque necesitas algo más. Igual que yo quiero hacerlo porque me niego a
quedarme pegado a esta silla y renunciar a todo lo que solía ser. Necesito más.
—Yo también necesito más.
¿Qué es lo que necesito más?
¿Estoy preparado para dar un paso así?
¿Puedo hacerlo de verdad?
¿Cómo coño encaja esto en mi nueva métrica de la felicidad?
213 Capítulo Treinta y Siete
Tennyson
M
e di un día.
Un día de tregua en el que me dije que podía disfrutar
plenamente del momento y estar presente.
Un día para ayudar a las niñas a celebrar su duodécimo
cumpleaños sin dejar que Kaleo -y la paralizante preocupación y ansiedad que
trae consigo- arruine el día.
Un día para ser simplemente Crew y Tenny, el padre y su novia celebrando
el cumpleaños de las niñas en lugar del dañado Crew y la paranoica Tenny,
temerosa del peligro que su pasado puede traerles.
No ha sido fácil. Me he esforzado mucho por distanciarme, poco a poco,
interacción a interacción, para evitarles cualquier daño que pudiera causarles que
me asociaran conmigo.
Pero lo admito. Me dejé llevar por el entusiasmo de las niñas por su
cumpleaños y la pura alegría de ayudar a hacer algo especial para dos niñas que
realmente se lo merecen... que hice un trato conmigo misma: permitirme un día
de descanso para no defraudar a las niñas, y egoístamente para poder
simplemente ser.
Porque hacen que sea muy fácil ser como son cuando se trata de ellos. Crew,
Addy y Paige me hacen sentir que pertenezco a este lugar, que encajo
perfectamente con ellos y que luchar contra su atracción es solo eso: una lucha.
Una batalla constante para recordarme a mí misma por qué me alejo. Porque
significan más para mí de lo que nunca hubiera imaginado cuando las chicas
aparecieron en mi puerta con Hani aquella primera noche.
Un día.
Eso es todo lo que me doy. Fácil de pensar, pero más difícil de hacer cuando
Crew camina hacia mí con esa sonrisa en los labios y la picardía encendida en los
ojos.
—¿Qué? le pregunto mientras se desploma en la silla a mi lado con un
sonoro y dramático suspiro.
215 —Teniendo en cuenta que tu teléfono suena varias veces al día de ella
necesitándote para Dios sabe qué.
—¿Estás celoso, Crew Madden?
—Desesperadamente. —Me aprieta—. Tengo miedo de que te escapes con
ella y me dejes aquí para manejar a todas estas chicas esta noche yo solo.
—Tú fuiste quien aceptó que las niñas se quedaran a dormir. Una pijamada
después de haber comido azúcar todo el día, nada menos.
—No me lo recuerdes —gime—. Lo admito. Me tragué todo el anzuelo.
¿Cómo iba a saber cuando preguntaron si Phoebe podía quedarse a dormir que
en realidad estaban preguntando por los ocho? —Le tiendo la mano y finjo ponerle
un lazo en el dedo—. Como quieras.
—Te encanta, y lo sabes.
Su expresión se suaviza al mirar de mí a sus hijas. Puedo sentir el amor que
irradia por Addy y Paige. Y luego suspira al ver el desastre de serpentinas,
caramelos y toallas mojadas tiradas por todas partes.
—¿Ves? —pregunta cuando se vuelve hacia mí—. ¿No te alegras de que tu
casa aún no esté lista? —Vacilo ante su pregunta. Ante la única cosa que he estado
esperando para ayudarme a separarme de ellos. Sólo un día, Tenny. Piensa en ello
mañana. Obsesiónate con eso mañana. Por hoy, disfruta cada segundo.
—Si lo fuera, entonces tristemente te perderías toda esta divertida y
emocionante recogida que vamos a tener que hacer cuando todo esto termine.
—No. Creo que eres tú el que se alegra porque tener mi casa preparada me
daría un lugar al que escabullirme convenientemente para poder evitarlo.
—No te atreverías a dejarme a mi suerte con tantas chicas.
—Será mejor que juegues bien tus cartas, o puede que lo haga.
—Di tu precio. Cualquier cosa. Todo —bromea y levanta las manos en señal
de rendición.
Entrecierro los ojos y le miro fijamente, con una sonrisa dibujándose en mis
labios. —¿Qué tal si me basta con saber que me lo debes?
—Te debo una, ¿eh? —Asiento con la cabeza—. ¿De qué clase de favores
estamos hablando?
—Seguro que se me ocurrirá algo.
—¿Como favores de dormitorio? Quiero decir, esos sí que puedo hacerlos.
Le sostengo la mirada, y entre el tono juguetón de su voz y la certeza de que
puede cumplir ese tipo de favores -y cumplirlos bastante bien-, me bajo de su
regazo y me acomodo en el asiento de al lado antes de ceder a la tentación de todo
216 lo que él es y besarle.
—¿A qué viene esa mirada? —pregunta—. Estás pensando en todos esos
favores, ¿verdad? —Su risita, baja y retumbante, es una seducción en sí misma.
—Tengo una confesión que hacer.
Detiene la cerveza a medio camino de sus labios. —Continúa.
—Te vi. Quiero decir que te vi antes de la primera noche que nos
conocimos. Vine a presentarme al nuevo casero. . . bueno, ya que digo la verdad,
vine a quejarme de mis tuberías. Y te vi. Trabajando en el patio. Levantando
traviesas de ferrocarril. Parecías un héroe salido de una de las novelas románticas
que edito.
Su sonrisa se ensancha. —¿En serio?
—Lo hice. —Mis mejillas se sonrojan—. Y estaba disfrutando del
espectáculo hasta que llegó una de las chicas.
—Ah, el hechizo de la trampa de la sed se rompió.
Le doy un manotazo. —¿Una trampa para la sed? ¿En serio?
—¿Qué puedo decir? —Se encoge de hombros—. Cuando lo tienes, lo
tienes.
—Oh, por favor.
Su risa resuena y atrae algunas miradas hacia nosotros. —Vaya. Así que
primero pides favores y luego admites que eras un mirón. —Asiente con orgullo—
. Estoy de acuerdo.
—Eres incorregible.
—Tal vez, pero sabes que te encanta. ¿Y por qué exactamente me estás
diciendo esto ahora?
Porque no puedo decirte otras verdades, así que siento la necesidad de
decirte las que puedo.
—Pensé que debías saberlo —digo en voz baja y luego me doy cuenta de
que ponerme triste sólo hará que me cuestione más, así que sonrío y me encojo de
hombros—. Es justo que sepas que te miraba mucho antes de que fueras yo.
—¿Mirando?
—Eso es lo que dije.
—¿Qué hay de... otras cosas? Fantasear, tal vez. —Mira a su alrededor para
asegurarse de que no hay nadie cerca antes de bajar la voz a ese tenor suyo que
derrite las bragas—. ¿Masturbarse en la ducha, tal vez?
217 —¿No te gustaría saberlo? —Enarco una ceja, pero creo que el rojo intenso
de mis mejillas podría delatarme por su sonrisa de gato de Cheshire.
—Dime lo que hiciste. En qué estabas pensando —murmura con su tenor
grave.
—Fingí que mis dedos eran tu lengua. Deslizándose sobre mí. Dentro de mí.
Poseyéndome.
—Tienes toda la maldita razón —dice.
Sonrío. ¿Cómo no hacerlo?
—Es hora de que vaya a ayudar a Bobbi Jo ahora.
La mano de Crew está en mi bíceps, tirando de mí más rápido de lo que
puedo pensar. —Oh, Tenny. —Me susurra al oído—. No vas a ir a ninguna parte.
No puedes decirle una mierda como esa a un hombre como yo sin que te obligue
a repetirlo para que yo pueda verlo.
Gimo suavemente, jugando con él a la perfección. —Sólo sé que estuviste
bien.
Sus labios capturan los míos en un beso hambriento que dice que no le
importa quién está mirando o qué rumores acaban de empezar. Cuando se echa
hacia atrás, su sonrisa arrogante vuelve a cobrar toda su fuerza. —Vámonos para
que pueda enseñarte lo bueno que puedo ser.
218 Capítulo Treinta y Ocho
Crew
—C
reo que estoy sordo.
La risa gutural de Tenny flota en el aire cálido de
la noche de verano cuando se tumba a mi lado en la
hierba cerca de la parte trasera de la propiedad. Suena
tan bien oírla.
Hoy se ha sentido más normal entre nosotros. Como antes... Ha estado más
comprometida, más táctil, más relajada.
¿Lo ves? No fue nada. Sólo estabas inseguro de que ella te viera después de
tu pesadilla y pensara diferente de ti.
Todo estaba en tu cabeza. Como parecen estarlo los problemas
últimamente.
—El nivel de decibelios es bastante alto ahí dentro —dice con una mirada
hacia la casa y sus ventanas iluminadas.
—¿Muy alto? —Me río entre dientes y enarco las cejas pensando en cuántas
veces he hecho muecas de dolor en los últimos treinta minutos antes de escaparme
aquí fuera para tomar un rápido respiro—. Intento beber con responsabilidad, ya
que soy el que manda ahí dentro, pero cada chillido, grito y chillido me hace
querer sacar una botella de brandy para poder celebrar que he sobrevivido a
cada uno.
—¿Así que por eso estás aquí?
—Sí. —Doy un sorbo a mi cerveza, deseando que fuera dicho brandy.
—Pensé que tal vez tenía que ver con lo que Justin te preguntó. Realmente
no has tenido mucho tiempo para pensar en ello.
Pero se equivoca porque es lo único que he hecho. De hecho, no puedo
quitármelo de la cabeza.
Los pros.
Los contras.
Los “y si...”
219 Y prácticamente todo lo demás.
—He estado pensando en ello, pero hoy no. Hoy se trata de las niñas, y
quiero estar presente en cada segundo. Con Brittney dejándolas plantadas y
pensando que una llamada de dos minutos era más que suficiente, con mi madre
y mi hermana pequeña que no han podido venir por su operación de cadera, y con
Vivian que está de rodaje en Inglaterra, siento que tengo que compensar a todos
y a todo.
—Están haciendo un gran trabajo. Las sonrisas en sus caras y las carcajadas
que han sonado durante todo el día lo demuestran.
—Gracias. Nunca parece suficiente, ¿sabes? Además, sé que en algún
momento no querrán hacer fiestas en las que esté presente su padre, así que tengo
que empaparme mientras pueda.
—Muy cierto. —Me da un beso en el hombro—. Bueno, como dije antes,
estoy aquí si quieres hablar de todo.
No me había dado cuenta de hasta qué punto Brittney y yo no hablábamos
de nuestras vidas, de nada más allá de nuestro día a día, hasta que le conté a Tenny
mi conversación con Justin.
Me sentí bien hablando con alguien, aunque lo único que hizo fue sentarse,
cogerme la mano y escuchar.
Que Tenny hiciera eso me recordó lo aislado que me había quedado
después de que Brittney se fuera y le dispararan. Reforzó el hecho de que, por
aquel entonces, Justin era la persona en la que más confiaba y que, tras el
incidente, perdí mi caja de resonancia cuando me alejé de él.
No me había dado cuenta de lo mucho que había estado volando sola hasta
que hablé con Tenny. También me sentí bien. Vital. El hecho de que me abriera
me demostró lo mucho que confío en ella. Y este tiempo con ella, este pedazo de
tranquilidad que nos hemos labrado ahora mismo, en medio del caos que nos
rodea, es aún más importante.
—Hay algo en ver la puesta de sol que me relaja.
—De acuerdo. Cuando me mudé aquí... . . cuando me estaba dando cuenta
de las cosas, solía sentarme y verlas todas las noches. Sólo yo y Hani y un vaso de
vino. Tal y como yo lo veo, no importaba lo mierda que fuera el día, la puesta de
sol era la prueba de que incluso un mal día podía acabar en belleza.
—Lo dice la editora de libros que siempre tiene facilidad de palabra —
murmuro, encantada cuando apoya la cabeza en mi hombro. Hay algo en esa
simple acción que me conmueve. Quizá sea la facilidad con la que lo hace después
de haber estado con alguien que le hizo quién sabe qué.
K
aleo me mira desde el otro lado de la sala. Sus ojos oscuros son casi
negros cuando sostienen los míos, su expresión fría como el acero.
Lo sabe.
Se me seca la boca cuando la juez empieza a dirigirse al tribunal antes de
leer su sentencia. Mientras esperamos oír el castigo que se le impone. Mientras
nos enteramos de que su destino está sellado.
Pero él lo sabe. Porque el fiscal cometió un desliz al introducir una nota como
prueba. Una nota de mi puño y letra.
Escritura que por la expresión de la cara de Kaleo, él y su equipo captaron.
Sí. Soy la razón por la que estás aquí, Kaleo. Me engañaste de la peor de las
maneras. Este es tu castigo. Uno que mereces de todo corazón.
Levanto un poco más la barbilla a pesar de que cada parte de mí tiembla
por dentro y el pulso me retumba en los oídos. Me niego a echarme atrás. Me
niego a hacerle saber que me aterroriza y el alcance que estoy segura de que aún
tendrá.
Hice esto.
Yo metí en la cárcel a un narcotraficante asesino.
Estoy orgullosa de haberlo hecho, pero eso no significa que no me
preocupe lo que me deparará el futuro. Una cosa era aceptar cooperar para
obtener la inmunidad y saber que iba a tener una nueva vida. Otra cosa es cuando
está a punto de suceder y te preguntas si alguien se acordará de ti cuando dejes
de existir.
—Y con eso —afirma el juez—, te envío, Kaleo Makani, a la Oficina Federal
de Prisiones por un término de....
—Recuerda lo que he dicho, Tess —le dice Kaleo, cortando el paso al juez.
La juez golpea su mazo varias veces. —Sr. Shapiro, por favor controle a su
cliente, o haré que lo saquen del tribunal.
227 Aunque me regalé sólo un día en la fiesta de cumpleaños de las niñas, ese
día se ha convertido en una semana y luego esa semana en otra semana.
Estar con Crew hace que sea demasiado fácil olvidar todas las razones por
las que no debería perderme en él. Lo irónico es que la forma en que me hace
sentir -adorada, deseada, amada, segura- debería hacer que quisiera protegerle
más. Debería hacer que me mantuviera alejada de él simplemente para
mantenerlo a salvo.
Pero admito que estoy siendo egoísta. Completa y absolutamente egoísta,
y no importa cuánto intente justificar por qué no debería serlo, no puedo evitarlo.
Crew es así de bueno.
Sólo cuando empezamos a pasear de nuevo me doy cuenta de que varias
personas deslizan miradas hacia nosotros. Es la primera vez que la ciudad nos ve
oficialmente juntos como pareja.
Acabamos de demostrar que los rumores eran ciertos.
—Supongo que el gato está fuera de la bolsa —susurra Crew.
—¿Qué gato es ese?
Su risita retumba. —Podría decir tantas malditas cosas en respuesta, pero
seré un buen chico y me abstendré.
Me inclino y le susurro al oído. —Por favor. No lo hagas. Disfruto bastante
con esa sucia boca tuya.
—No me tientes a llevarte detrás del gimnasio de la escuela y hacer lo que
quiera contigo, West.
—Esa es una proposición que no se oye todos los días.
Se detiene y me mira con una sonrisa diabólica, y sólo puedo imaginar lo
que está pensando.
Probablemente sea lo mismo que yo: No me canso de ti. Debería, porque
estamos juntos más a menudo de lo que no lo estamos. Han pasado casi tres meses,
la lujuria debería haberse desvanecido, pero sigue siendo más fuerte que nunca.
—Papá. —Addy se acerca corriendo con un pastel de embudo en una mano
y un peluche que Crew le ganó antes en la otra—. No te lo vas a creer. Hicimos un
flash mob. Todos los niños. Lo hicimos y funcionó. —Sus palabras caen en una frase
continua—. ¿Y adivina qué? Me dejaron dirigirlo y salió taaaan bien.
Crew me mira, un poco perdida. —¿Flash mob?
—Un baile espontáneo coreografiado —digo—. Están por todas las redes
sociales. Una persona empieza a bailar y luego otra se une y, antes de que te des
cuenta, un gran grupo de gente está...
228 —Ah, sí. ¿Cómo he podido olvidar cómo se llaman? —Se lleva el talón de la
mano a la frente como si fuera idiota, ganándose la risa y la mirada de Addy que
se estaba buscando.
—¿Alguien lo grabó? —pregunto.
—¿Para nuestro canal? —Sus ojos se abren de par en par, y tomo la mirada
sorprendida en ellos como una señal reveladora de que no lo grabó—. Dios mío.
Tenemos que repetirlo. Ahora mismo, antes de que se vaya todo el mundo...
—Quiero hacerlo. —Ambos giramos la cabeza hacia Crew y su expresión
seria—. ¿Qué? ¿No crees que pueda hacerlo?
—Papá —ella resopla—. Tú no bailas.
Me mira a mí y luego a ella. —Hay una primera vez para todo. —Le tiende
la mano—. Ve delante.
Durante los quince minutos siguientes, me hago a un lado y observo cómo
las niñas intentan enseñar a bailar a su padre. Hay muchos suspiros frustrados, aún
más risitas y tantas cabezas en las manos como ojos en blanco.
Y por mucho que quiera unirme y formar parte de esto con ellos, me divierto
más viendo a Crew ser el padre atento, tonto e increíble que es.
Quiero decir, no sé cómo alguien puede decir que los padres solteros no
son sexys. ¿Porque este? Es increíble en todos los sentidos de la palabra.
Y yo soy la afortunada que ha elegido para estar con él.
Mientras espera, Crew me mira a los ojos.
Toda mujer debería tener un hombre que la mirara como él me mira a mí.
Incluso cuando está en medio del momento con sus propias hijas, siento que soy
la única en el mundo a la que ve.
Y nada más lejos de la realidad. . . pero es como te hace sentir.
Le sonrío suavemente. Amar a Crew Madden es una de las cosas más fáciles
que he tenido el placer de hacer.
Es la autopreservación lo que es mucho más difícil. El guardármelo para mí
e intentar fingir que lo casual es todo lo que somos.
Los constantes recordatorios de que Crew y las chicas se van en unas pocas
semanas.
No ha pasado un solo día en que no tenga que repetírmelo a mí misma.
Es una señal reveladora de que le he hecho creer que me creo sus excusas
de que la casa no está completa. Y más aún que no le haya llamado la atención
trasladando mis cosas allí cuando él no estaba.
229 Pero no quiero dejar esta familia a la que he llegado a amar. Un amor que
he sentido en silencio para protegerme de la devastación que sentiré cuando se
vaya. Un dolor que dolerá como el infierno pero que reafirmará que esto fue real.
Que esto pasó de verdad.
Así que me siento aquí y observo a Crew y sus descoordinados pasos de
baile, oigo sus carcajadas, me deleito con las miradas que me dirige e intento
aprovechar todos y cada uno de los minutos que me quedan con él.
Esperemos que los recuerdos ayuden a aliviar el dolor.
Pero no estoy seguro de que alguna vez algo lo haga.
230 Capítulo Cuarenta y Uno
Crew
L
a noche es cálida. Las luces colgadas por toda la ciudad proyectan un
suave resplandor que podría decirse que es romántico. La canción es
lenta y melancólica. Y la mujer que baila entre mis brazos me posee.
Tanto es así que, cuando suenan los fuegos artificiales, me divierto más
viéndola reaccionar que viéndolos yo mismo.
Las chicas caminaron hasta el lago que bordea el festival con Phoebe y sus
padres para poder ver allí los fuegos artificiales; supuestamente es un mejor
espectáculo por los reflejos en el agua.
Pero no necesito un programa mejor.
Lo tengo aquí.
Tenny se vuelve y me mira con los ojos entrecerrados. —¿Qué?
Nada.
Todo.
Tantas cosas que no he dicho y que desesperadamente quiero decir. Pero
no sé muy bien cómo decirlo porque también fue un shock para mí.
Me he enamorado de ella.
La quiero.
¿Pero no me he sentido así durante algún tiempo? ¿No me he cuestionado y
dudado y me he dicho a mí misma que estaba llena de mierda porque no soy
exactamente la persona experta en elegir a quién amar?
Y sin embargo, aquí estamos.
Una chica que nunca saldrá de aquí, cuyos secretos permanecen
inconfesables. Y un chico que no sabe sentir otra cosa por una mujer que, al
parecer, ha vuelto a encender su corazón.
Tal vez sea la finalidad de la noche. Día del Fundador. La celebración del
final del verano. De estar un día más cerca de hacer las maletas y volver a casa.
Para Chicago.
231 Pero, ¿sigue siendo mi hogar?
¿O es esta casa de aquí, en la que he pasado tiempo, en la que he oído a mis
hijas reír y resoplar, en la que me he sentado muchas noches en el porche con la
cabeza de Tenny sobre mi hombro mirando la puesta de sol... la que se siente más
como un hogar?
—¿Quieres decirme en qué estás pensando? —Tenny me susurra al oído
mientras el color estalla sobre mi cabeza.
—Tú.
—¿Yo? —Sonríe, y antes de que pueda decir otra palabra, deslizo mis labios
sobre los suyos.
No me importa quién esté cerca, quién nos mire o que estemos en medio de
un maldito espectáculo de fuegos artificiales. Acepto el beso que quiero. El beso
que necesito. El que le dice todo lo que mis palabras han carecido.
Y cuando el beso termina, cuando el momento debería haber pasado pero
sólo se siente mucho más poderoso, apoyo mi frente contra la suya. —Te quiero,
Tenny. Creía que no era capaz de volver a amar, pero lo soy. Y lo he hecho.
Sus manos se tensan sobre mis hombros. Su respiración se entrecorta
mientras mueve la cabeza de un lado a otro, rechazando físicamente lo que he
dicho mientras sus ojos me dicen que lo sabe. Que ella también me quiere.
—No digas eso, Crew. Por favor. —Me da un beso en los labios que
contradice tanto sus palabras que me duele el pecho—. No puedo darte lo que
necesitas. Lo que te mereces.
Tomo sus manos entre las mías y las aprieto suavemente para que vuelva a
mirarme.
El miedo está ahí. Nada con amor, y no sé cómo vencerlo. No sé cómo
corregir los errores que alguien causó, aparte de ser paciente.
Aunque me mate.
—¿Me estás diciendo que no sientes lo mismo? Basta un simple movimiento
de cabeza para decirme lo contrario.
—Te dije antes que no quiero mentirte... . . así que no voy a responder a
eso.
No negó con la cabeza. Puede que no fuera capaz de decir las palabras,
pero seguro que no negó con la cabeza.
Se me dibuja una sonrisa en la comisura de los labios cuando siento alivio -
e incluso más amor- ante su respuesta. Igual que en nuestra primera pelea oficial.
234 No sé si me alegro de que pueda o no ver lo que dicen mis ojos. Las palabras
que mis labios no dicen.
Yo también te quiero.
Creo que desde hace tiempo.
No sé si encuentra las respuestas que necesita, pero cuando me inclino
hacia delante para reclamar de nuevo sus labios, para verter mis emociones en él,
me deja.
Me iguala beso a beso. Toque por toque. Suspiro por suspiro. Necesidad
por necesidad.
Besa la única lágrima que resbala por mi mejilla sin decir una palabra, sino
aceptando las numerosas razones por las que puede estar ahí.
No hay delicadeza en nuestro encuentro. No hay necesidad de dirigir o
guiar. Son sólo dos cuerpos que se juntan. Dos personas que saben lo que el otro
necesita, lo que el otro quiere, y saben cómo dárselo.
Las necesidades inquebrantables se mezclan con los deseos inconfesables.
La urgencia aumenta con cada caricia que compartimos en las primeras horas de
la mañana. Besos con la boca abierta en mi cuello. Mi mano apretada contra su
corazón. Sus manos desnudas rozan la piel de mi espalda. Mis labios en la cicatriz
de su hombro.
Me abro a él sin que me lo pida. Empuja dentro de mí con un gemido salvaje
de placer por la intimidad de esa primera conexión. Se detiene cuando me penetra
por completo y se detiene un instante para atrapar mis labios con los suyos. Para
burlarse y provocarme con un tierno beso.
Y entonces empieza a moverse. Somos caricias lentas y suaves murmullos.
Somos caderas que rechinan y silenciosas súplicas de más. Somos músculos tensos
y suspiros de satisfacción.
Vierto todo lo que puedo en nuestra unión. Le toco cada vez que puedo. Le
miro a los ojos todo el tiempo. Me enfrento a él con sensualidad. Hago todo lo que
puedo antes de decir las tres palabritas que me arden en la garganta y me salen
del pecho.
Yo me corro primero. En silencio, pero con fuerza, mientras mi cuerpo se
hunde en la intensa suavidad de mi clímax, más intenso aún por mi negativa a
apartar la mirada. Dejo que Crew vea cada emoción pasar por mis ojos y mi
expresión. El placer. La adoración. La gratitud. La vulnerabilidad.
El amor.
Se mueve despacio y con firmeza, pero no tarda mucho en caer por el
borde. Pero sus ojos no vacilan mientras su cuerpo se eleva. Me ofrece la misma
cortesía que yo le ofrecí a él. Me deja ver todo lo que hago por él. Cómo le hago
235 sentir. Cómo le completo.
Y cuando se hunde encima de mí, con la mitad de su cuerpo sobre mí, su
cara acurrucada bajo mi cuello, su mano sobre mi propio corazón, todo lo que
puedo esperar es que ahora lo sepa.
Cómo me siento.
Por qué no puedo decir las palabras.
Por qué esto nunca podrá funcionar.
Y egoístamente, espero que me siga queriendo a pesar de ello.
Por eso.
Para ello.
—Lo resolveremos, Tenny —murmura, y el calor de su aliento contra mi
cuello me recuerda que esto es real. Que él también lo sabe—. Lo resolveremos.
236 Capítulo Cuarenta y Tres
Crew
—¿C
hicas? —llamo por las escaleras—. Hora de la
reunión familiar.
Tres.
Dos.
Uno.
Los gemidos bajan por las escaleras como si nada. Los serios llegan poco
después.
—En serio. Ahora, bajad aquí —digo justo cuando dos infelices
preadolescentes bajan las escaleras con los ojos en blanco y suspiros pesados.
—Estamos en medio de la filmación de un tutorial de maquillaje —dice
Addy, levantando la vista por primera vez y saludándome con la cara cubierta de
los colores del arco iris—. Está claro que no hemos terminado.
—Claramente —digo, renunciando a preguntar qué demonios están
intentando pintarle en la cara porque, a estas alturas, no tengo ni idea. Es mucho
más fácil sonreír y asentir que decir accidentalmente algo equivocado y hacer que
se me salten las lágrimas sin saber por qué—. Se ve muy bien. Toma asiento.
—¿No debería Tenny estar aquí? —Paige pregunta.
—¿Por qué?
—Bueno, ella es parte de nuestra familia, ¿verdad? ¿No debería formar
parte de nuestra reunión familiar?
Las palabras de Paige me dan un respingo cuando me siento en la silla
frente a las niñas. Y así, sin más, las niñas han aceptado a Tenny en nuestra familia
como si nada. Mientras que yo estoy dándole vueltas y luchando con cada detalle.
Lo que daría por volver a ser un niño para poder dejarme llevar por la
corriente y permitir que se produzcan cambios sin luchar contra ellos.
—Bueno, es verdad —digo finalmente—, pero se trata de nosotros, y por
eso quería que estuviéramos los tres solos.
237 —No nos digas que nos vamos todavía —dice Paige con naturalidad.
—¿Qué quieres decir? —le pregunto.
—No queremos irnos todavía —dice—. Nos estamos divirtiendo tanto con
nuestros amigos y con Tenny... y tú eres tan....
—Estoy tan, ¿qué?
—Aquí sonríes más —dice Paige, desviando la mirada hacia su hermana.
—O quizá no queramos irnos —añade Addy y me da un golpe en el culo.
—¿Qué? —pregunto.
Ambos se encogen de hombros al unísono. —Nos gusta estar aquí, papá.
—Pero tú sólo conoces el verano aquí. No sabes cómo es la escuela o qué...
—Sabemos lo suficiente —dice Paige.
—Además, no está Ginny. —Addy hace una mueca de asco.
—Chicas... —Es un suspiro a medias porque ¿no es en parte lo que quería
oír? Pero ahora que lo oigo, me estoy asustando en silencio.
—¿De qué querías hablarnos? ¿Qué ha pasado en la gran reunión familiar?
—pregunta Addy.
Sacudo la cabeza y suelto una risita. —¿Sinceramente? Quería saber qué les
había parecido Redemption. Si les ha gustado o si las ha hecho echar de menos
volver a casa, eso es todo. Sólo para tomar la temperatura.
—¿Comprobación de temperatura? —Paige mira a su hermana y suelta una
risita—. Es la frase más rara de la historia.
—Supongo que sí —murmuro.
—Nos gusta estar aquí, papá. No hay George Vinson para ser bruto en clase.
Podemos salir fuera y pasar el rato hasta que oscurece, cuando en casa no
podemos hacer eso. Aquí nos dejas tener más independencia. Y aquí también
tenemos muchos más amigos —dice Addy.
—Y ahí está Tenny. —Los ojos de Paige sostienen los míos, y juro por Dios
que está esperando una reacción mía.
La miro fijamente y asiento con la cabeza. —Lo hay.
—Y estamos bastante seguros de que ella es una gran parte de por qué
todos estamos sonriendo más así que . . .
—¿Y? —pregunto.
—Así que no nos molestaría que el tío Ian llamara y te pidiera que trabajaras
más en la casa para que tuviéramos que quedarnos más tiempo —dice Paige.
238 —Bueno. Bueno... —Me paso las manos por la parte superior de los muslos,
más que sorprendida por el desarrollo de la conversación. Esperaba gemidos y
protestas. Papás estirados y respiraciones agitadas. De ninguna manera esperaba
que me dijeran que está bien quedarse aquí en Redemption Falls. Que me mude
aquí.
Se suponía que eran ellos los que me apoyaban. Los que me impiden dar
este ridículo salto de fe que me está tentando por completo. La voz de la razón.
En lugar de eso, avivaron las llamas.
—¿Tierra a papá? —Paige agita las manos delante de mi cara.
—Sí. Lo siento. Estaba pensando.
—Esperemos que sobre lo bueno que vas a cocinar para la cena, ¿verdad?
—pregunta Addy.
—Listillo.
—Siempre. —Se levanta y hace una reverencia, casi parece un payaso con
la vibrante sombra de ojos y los labios mitad azules, mitad rojos—. ¿Podemos irnos
ya?
—Sí —le digo.
Mucho después de que suban las escaleras y empiecen a grabar de nuevo,
me quedo donde estoy, repasando la conversación una y otra vez. Haciendo una
lista mental de pros y contras. Pensando en las repercusiones de quedarme. De
irme. En todo lo demás.
Mis suspiros caen pesados.
Mi cabeza sigue confusa.
Y cuando Tenny abre la puerta principal, con unas bolsas de la compra en
la mano y una suave sonrisa dibujándose en sus labios al verme, por fin tengo mi
respuesta.
Puede que no le resultara tan fácil como a las chicas, pero tenían razón.
Tenny tenía que estar aquí.
Porque me bastó una mirada suya para saber la respuesta.
Y sinceramente, estoy bastante seguro de que me ha estado mirando a la
cara todo este tiempo.
239
Capítulo Cuarenta y Cuatro
Crew
—¿C
rew? —pregunta Adele—. No tenemos cita
programada hasta la semana que viene. He recibido
tu mensaje. ¿Va todo bien?
Cierro los ojos un instante y sonrío, sintiendo que mi decisión me ha quitado
mil toneladas de encima.
—Todo está genial. Sólo quería que supieras que tenías razón.
—¿Sobre qué?
Me río entre dientes porque seguro que no echaré de menos la siempre
constante pregunta para responder a una afirmación. —Sobre mi nueva métrica
para medir mi felicidad.
—¿Cómo es eso?
Hay otra.
—Estar en el cuerpo era mi profesión. No es lo que soy. No me define.
—¿Y?
—Y soy mucho más que eso. Pensé que el tiroteo, este retraso en volver, la
maldita mierda en mi cabeza, era lo peor que me había pasado. Estaba
equivocado. Creo que podría ser lo mejor.
—Vale. Um...
—Me hizo sentarme y mirar la vida con otros ojos. Una perspectiva
diferente. También me hizo cambiar de aires. Pensé que lo hacía por mis hijas, por
su salud mental, pero acabó siendo exactamente lo que yo también necesitaba.
Se hace el silencio en la línea durante unos instantes. —No sé qué decir,
Crew, aparte de que me alegro mucho por ti. Pareces realmente... feliz.
—Lo estoy. —Me paso una mano por el pelo y miro por la ventana del piso
de arriba con perfecta sincronización para ver a Tenny con los brazos alrededor
de los hombros de cada una de mis hijas. Hablando con ellas. Riéndose con ellas.
Sonrío mientras se pone al volante de su coche para dirigirse a la tienda.
Me parecen bien las respuestas sin respuesta.
Estoy perfectamente contento con que sea mi no-novia.
240 El plan algún día es hacerla mí no-esposa, esposa.
Pero pasos de bebé.
Eso ya lo sé.
—Así que puedes cancelar mis citas que ya están reservadas. No necesito
autorización para volver al cuerpo porque no voy a volver. Es tiempo de nuevos
comienzos, Doc, y yo estoy a punto de empezar el mío.
Doy un puñetazo mental, con la mente más que dispersa mientras
terminamos nuestra conversación. Y cuando lo hacemos, me tomo unos minutos
para dejar que la adrenalina y el pánico que me recorren se apacigüen.
Acabo de hacerlo.
De verdad.
Vuelvo a coger el móvil y marco.
—Me preguntaba cuánto tiempo te iba a llevar.
Mi sonrisa es automática.
Sólo el sonido de su voz me dice que estoy haciendo lo correcto.
Lo único.
Lo mejor para mí.
241 Capítulo Cuarenta y Cinco
Tennyson
N
o hemos abordado el elefante en la habitación.
¿Qué pasa cuando Crew vuelve a Chicago? A su vida real. A
todo lo que no soy yo.
Cuando caímos en lo que sea que hay entre nosotros, estaba
segura de que él entendía que todo lo que fuera más que diversión estaba fuera
de mis límites. Que no puedo sentir lo que él siente. Pero el "Ya lo resolveremos"
que dijo después de hacer el amor el Día del Fundador sigue flotando en el aire
sofocado que nos rodea.
Y no hace nada por aplacar todo lo que se revuelve en mi interior ni la
discordia por saber que no hay nada que realmente pueda resolverse.
El complejo juego de traición que mi propio corazón está jugando conmigo
es fuerte. Sentir el amor que tienes pero negártelo todo al mismo tiempo.
No quiero que vuelva a Chicago. Dios, no creo que mi corazón pueda
soportarlo.
Pero al mismo tiempo, si vuelve, entonces esta vida mía, este pasado mío,
no puede ponerlo a él y a las niñas en peligro.
Por otro lado y más que irónico, ¿no es estar con Crew la razón por la que
siento que tener una vida real, una vida llena de amor y risas con otra persona, es
posible?
Odio soñar pero vivo para soñar por ello.
Por despertarme con las niñas riéndose en el piso de abajo, discutiendo
sobre qué hay para desayunar mientras Crew me da una taza de café y me dedica
esa tranquila sonrisa suya.
Normalidad.
Simplicidad.
Besos robados en despensas.
Bailes lentos en el suelo del salón.
Puestas de sol en cómodo silencio.
242 Sábanas enredadas y suaves suspiros.
Amor incondicional.
Una vida que todos merecen pero que nunca pensé que volvería a tener.
¿Es demasiado que quiera ser egoísta por una vez? ¿Que merezco la
oportunidad de serlo?
Le quiero.
Llano.
Simple.
Le quiero y necesito que lo sepa.
Toda una revelación cuando estoy en el pasillo de los aperitivos en Target.
Pero no me importa. Echo la cabeza hacia atrás y me río. Estoy enamorada. Él me
ama.
Lo resolveremos.
¿No es así como funciona el amor?
Olvida las patatas. Necesito llegar a casa.
Dejo mi cesta en el pasillo de las patatas fritas y las galletas saladas y
empiezo a recorrer la tienda, distraída en mis pensamientos y llena de una
esperanza que hacía mucho tiempo que no sentía.
Crew.
Addy.
Paige.
Son mi esperanza.
Busco el móvil en el bolso al pasar por la sección de electrónica y, cuando
levanto la vista, me detengo en seco.
Rangi.
Agente Halston.
Su rostro se refleja en cada uno de los televisores a la venta que cubren las
paredes.
Me quedo boquiabierto mientras leo los subtítulos en la pantalla. Palabras
como asesinato brutal, perseguido, asesinato por venganza, me gritan desde su
mundo bidimensional. No. No, esto no puede estar pasando. Joder. Encontró a Rangi
. . . Tom.
243 Para otros compradores, debo parecer un ciervo atrapado en los faros.
Asustado. Inmovilizado. Esperando lo peor.
Y entonces, el tiempo que parecía transcurrir a cámara lenta, de repente
parece que se me echa encima a toda velocidad.
Salgo corriendo de la tienda, con el teléfono inestable en mis manos
temblorosas mientras busco más. Un bocinazo me hace dar un respingo. Estoy tan
preocupada que casi me pongo delante de un coche. Pero no me detengo. Sigo
adelante hasta que me deslizo al volante de mi Jeep y cierro las puertas.
Leo el artículo una y otra vez como si las palabras fueran a darme
milagrosamente más información. Pero no es así. Y tampoco lo hace ningún otro
artículo que encuentro en mi frenética búsqueda.
Todos dicen que el segundo al mando de Kaleo está muerto.
Pero yo sé otra cosa.
244 Kaleo.
No era sólo un asociado. Era un agente del FBI. Un traidor a los ojos de
M
e arden los hombros mientras cuelgo paneles de yeso en el
cobertizo. Es un trabajo duro pero gratificante.
Todo lo es en estos días en los que intento mantenerme
ocupada. Intento agotar mi cuerpo físicamente para no tener la oportunidad de
pensar antes de caer en la cama cada noche.
—Te ves bien, papá —dice Paige mientras se para en la puerta, con las
manos en las caderas, y asiente con la cabeza en señal de aprobación.
—Está llegando. —Pero suelto la pistola de tornillos y retrocedo para
contemplar el pequeño espacio que estoy transformando lentamente. Cuando
vuelvo la vista hacia Paige, la sorprendo mirando por el camino de entrada hacia
la casa de campo—. ¿Qué tienes en mente, niña?
—¿Cómo puedes estar tan seguro de que va a volver? —me pregunta en voz
baja.
—Porque yo sí. —Salgo con ella y me arriesgo a echar un vistazo. Han sido
unas semanas duras con las chicas preguntando por qué Tenny tuvo que irse un
tiempo. Ha sido aún más duro darme cuenta de lo mucho que la echo de menos.
Pero los cambios aquí nos mantienen ocupados. Estamos descubriendo
nuevas rutinas. Nos estamos preparando para el comienzo del curso escolar.
En el fondo, sé que volverá. Después de que se fuera, leí todo lo que pude
sobre la noticia del segundo al mando de Kaleo. Su brutal asesinato y el de su
familia... y la reacción de Tenny tuvo aún más sentido para mí.
No tiene por qué gustarme, pero para mí tenía sentido.
Sólo desearía que ella hubiera hablado conmigo primero. Que hubiera
cogido el teléfono cuando hago mi llamada diaria y hubiera hablado conmigo. Le
habría explicado de una docena de maneras diferentes por qué lo que le pasó a él
no es lo mismo que su situación. Que a todos los efectos la antigua ella no existe,
así que ¿por qué iba a ser rastreada? ¿Por qué iba a ser perseguida?
T
engo morriña.
Para mi propia cama. Por mis cosas. Por todo lo que he
aprendido a llamar hogar en los últimos años.
Y por supuesto, echo de menos a Crew y a las chicas. Sus risas.
Su tranquila presencia a mi lado. Despertarme y acostarme sabiendo que está
cerca.
Pero soportaré el sufrimiento mientras estén a salvo.
Asumiré la culpa de saber cuánto daño les he hecho porque, al hacerles
daño, su decisión de volver a Chicago fue más fácil. De vuelta a su antigua vida,
de vuelta a antes de mí.
La punzada nunca se apaga.
Pero esto es lo mejor.
Tengo que repetírmelo una y otra vez para poder poner un pie delante del
otro en lugar de volver corriendo para estar con ellos.
Y parte de ese mantener un pie delante del otro es trasladarse cada pocos
días a un nuevo lugar que explorar, un nuevo lugar del que enamorarse.
New Hamish es hoy la ciudad de moda, con su mercado de agricultores que
recorre casi un kilómetro y medio de su casco histórico.
Los folletos no decepcionaron. Las flores brillantes y el sabroso aroma de la
comida bastan para adormecer mi soledad por ahora.
Cuando vuelva a mi hotel esta noche, será otra historia.
Me alejo de un puesto de girasoles de gran tamaño cuando un desconocido
choca firmemente contra mi hombro.
—Eh —grito como reacción, girándome para mirar al imbécil.
Me encuentro con un par de ojos que conozco en una cara que ha cambiado
un poco. El pelo es un poco más claro, la nariz se ha modificado cosméticamente
y hay perilla cuando antes no la había.
255 Pero no importa.
Reconocería esa cara en cualquier parte porque es el hombre que me salvó.
El hombre que creía muerto bajo una sábana en una camilla.
Estamos en medio de la pasarela con gente pasando a nuestro alrededor,
pero no puedo apartar la vista de él. Del agente Tom Halston. Me dedica la más
sutil de las inclinaciones de cabeza y la más leve de las sonrisas, como se haría
con un desconocido. Y antes de que pueda hablar, actuar o siquiera darme cuenta
de a quién estoy viendo, el agente Halston gira sobre sus talones y desaparece
entre la multitud de la que debe de haber salido.
Quiero correr tras él. Gritar preguntas a respuestas que probablemente no
pueda dar. Decirle lo contenta que estoy de que esté vivo.
Pero yo no.
No puedo.
Y cuando llego a mi coche minutos después y voy a buscar las llaves,
encuentro allí un sobre que antes no había. Mis dedos no pueden abrirlo lo
bastante rápido.
T-
Había llegado la hora de mi muerte. Sólo se puede tentar a la suerte durante
un tiempo, y yo temía que la mía se estaba acabando. Sí, públicamente le echamos
la culpa a él, igual que me culparon a mí de tu muerte. Todos los cabos sueltos
estaban atados.
Por favor, que sepas que aún estás a salvo. Siempre lo has estado. K nunca
dudó de tu destino ni una sola vez. Confió en que yo me encargaría de ello, y esa
confianza nunca vaciló.
Que tengas una buena vida.
Te lo mereces muchísimo.
-R
Las lágrimas me nublan la vista mientras leo y releo la nota. Mientras cada
parte de mí se hunde en el conocimiento de algo que nunca pensé que volvería a
sentir.
Estoy a salvo.
¿Cómo sabía que eso era lo que necesitaba oír?
256 Quizá porque igual que supo cuidarme antes, me sigue cuidando ahora.
Un día te despertarás y te darás cuenta de que eres Tennyson West.
¿Es este el día que Peter me dijo que pasaría? ¿Que por fin me sentiría más
como Tennyson que como Tessa?
Quiero ese futuro, esa realidad, y por fin puedo sentir que es una
posibilidad.
Estoy listo para ser Tennyson West. Para dejar atrás el miedo que me ha
dominado y adentrarme de lleno en esta nueva vida.
Es hora de volver a casa.
257 Capítulo Cincuenta
Tennyson
D
etengo el Jeep al llegar a la entrada.
El camino de entrada que antes era de tierra pero que ahora
está pavimentado con asfalto fresco.
—¿Pero qué...?
Conduje toda la noche para volver a casa. El plan era llegar aquí, dejar a
Hani en casa de la niñera y luego rogarle a Crew por teléfono hasta que accediera
a dejarme volar a Chicago para compensarle.
Para averiguar cómo podemos hacer que esto funcione.
Porque lo único que quiero ahora es que funcione.
Pero el camino de entrada está pavimentado.
Giro y conduzco muy despacio, como si fuera a estropear el asfalto. Pero en
lugar de entrar en el chalé, la curiosidad me hace pasar de largo.
Cada pie parece una milla.
Al gran roble.
Casi tengo miedo de mirar. Casi con la esperanza de lo que este camino
pavimentado podría significar.
Me sobresalto cuando un camión dobla la curva del camino de entrada,
justo delante de mí. Pero no es el camión de Crew. No es su brazo tatuado apoyado
en la ventanilla abierta.
No es Crew.
Se me hunde el corazón en el estómago.
Se ha ido.
La casa se vendió.
Crew ha vuelto a Chicago. Las chicas están de vuelta-
—Señora —dice el hombre por la ventanilla bajada cuando se detiene a mi
lado. Si llevara sombrero, juraría que me lo inclinaría. Pero no quiero verle aquí,
en la entrada de Crew. No quiero hablar con él en un camión en el que debería
258 estar Crew. No quiero ver su brazo colgando por la ventanilla con un atisbo de
tatuajes bajo la camisa porque me recuerda demasiado a mis primeros atisbos de
un hombre del que huí.
—¿Es usted el nuevo propietario?
Se ríe entre dientes, y su profundo tenor retumba más fuerte que el motor
de su camioneta. —¿Propietario? No. Trabajo aquí. Me llamo Rhys. Rhys Palmer.
—¿Trabajas aquí? —pregunto, su nombre ya perdido para mí mientras trato
de entender. De creer. Esperar.
Engancha un pulgar por encima del hombro hacia la casa que no puedo ver.
—Sí. Me contrataron la semana pasada. Vine a terminar el papeleo. Ahora tengo
que encontrar un sitio para vivir en esta... —Mira a su alrededor y su expresión
indica que no está acostumbrado a las ciudades pequeñas. En absoluto—. Lugar.
—Oh. —Es todo lo que consigo decir.
—¿Está aquí para una entrevista? Parece un buen tipo. Como si fuera un jefe
decente. Además, sabe lo que hace. —Él asiente mientras mi cabeza da vueltas
sobre lo que está hablando—. Buena suerte. Quizá nos veamos.
¿Posición?
Pero antes de que pueda responder, suelta el freno y me adelanta,
permitiéndome hacer lo mismo.
Si fuera el dueño, si viviera aquí permanentemente, sería lo primero que haría.
Pavimentar la calzada.
Mira hacia arriba, Tenny.
Atrévete con la esperanza.
Y cuando lo hago, es mi propio grito estrangulado el que llena la cabina. El
camión de Crew está en la entrada.
Todavía está aquí.
Acelero el resto del camino, tocando el claxon como una loca antes de
detenerme bruscamente justo detrás de él.
Antes de que pueda salir del camión, Crew está trotando por el lateral de la
casa. Sus pies vacilan cuando me ve.
Y entonces me fijo en la expresión de su cara. La tensión de su postura. El
pulso de su mandíbula.
Oh Dios. ¿Llego demasiado tarde?
Y luego está corriendo.
259 —Tenny —grita, esa esperanza a la que yo me aferraba inundando su voz
mientras me atrae contra su pecho y se aferra a mí con todas sus fuerzas—. Has
vuelto a mí.
Me aferro a él con manos y corazón, más que agradecida de que el agente
Halston me haya buscado para hacerme saber que estoy a salvo.
Estoy a salvo, y Crew sigue aquí.
Gracias a Dios, todavía me quiere.
Gracias a Dios, me dio esperanzas.
—Te quedaste —digo, las palabras amortiguadas contra su pecho.
—Lo hice. —Me da un beso en la cabeza antes de inclinarse hacia atrás y
mirarme a los ojos. Hay lágrimas de felicidad nadando en los suyos—. Lo hicimos.
Se lo compro a Ian. Para nosotros. —Señala la dependencia, que ahora parece un
edificio completamente nuevo. Especialmente con un nuevo cartel sobre la puerta
que dice The Force Crew—. Para siempre.
—¿Qué? —Miro el cartel y vuelvo a mirar a Crew, dándome cuenta de lo
que significa. Justin Force. Crew Madden. El Crew Force. Está haciendo realidad
su sueño. Pero lo más importante es que se queda aquí—. Estoy tan orgullosa de ti
—murmuro y me pongo de puntillas para presionar mis labios contra los suyos.
—Estoy aterrorizado, pero tengo que arriesgarme. Tengo que intentar que
esto funcione. Hacer que funcionemos. Es lo que quiero.
—Confía en caer —susurro contra sus labios.
Déjame apoyarte.
Deja que te coja si te caes.
Déjame amarte aunque tengas miedo.
No hace falta que se lo diga, porque, por su respiración entrecortada y las
lágrimas que nadan en sus ojos, ya lo sabe.
—Lo sé —dice, apoyando la frente contra la mía y conteniendo su emoción.
—No me voy a ninguna parte. Mi lugar está aquí. Contigo. Con las chicas.
Nos amo. Amo lo que tenemos y lo que vamos a construir juntos.
Cuando Crew se echa hacia atrás y me mira a los ojos, nunca me he sentido
más querida. Nunca me he sentido más segura. Nunca me he sentido tan completa
como aquí, en sus brazos.
—Bienvenido a casa, Tennyson West.
Mi futuro está aquí con él.
Siempre ha sido él.
260
261 Epílogo
Crew
Un año después
—L
as chicas te están esperando.
Levanto la vista del escritorio y veo a Tenny de pie.
Lleva un suave vestido amarillo con la luz del sol a su
espalda. Lleva el pelo recogido, pero le caen mechones
alrededor de la cara, como un halo. Y su sonrisa, como siempre en estos días, brilla
como el diamante que lleva en el dedo anular izquierdo.
Jesús.
¿Cómo coño he tenido esta suerte?
¿Cómo demonios pasé de estar roto y derrotado al tío más feliz del planeta?
Es por ella.
Por eso.
Llano.
Simple.
A ella.
—Lo sé. Estoy terminando de leer las notas de Rhys. El pobre está hasta el
cuello de divas mientras intenta proteger a dicha diva de todas las amenazas que
vienen con su apellido.
—Te advertí que iba a dar problemas.
—No lo sé. Los dos son como el agua y el aceite. Rhys puede manejarla. Es
un tipo que no se anda con chiquitas.
—Sí, porque un idiota empedernido va genial emparejado con una socialité
combativa y pretenciosa.
Me río entre dientes. —Como papá paga las facturas, lo único que nos
importa es lo que piense de nosotros. No ella.
—Díselo a Rhys. El pobre debe estar apretando tanto los dientes que se le
podrían romper.
262 No tengo que levantar la vista para saber que Tenny se ha movido detrás de
mí. Puedo oler su perfume antes de que sus manos se posen en mis hombros y,
como cada vez que está cerca de mí, parece que solo quiero más.
—Ha pasado por cosas mucho peores que proteger a un mocoso malcriado.
Además, sé de buena fuente que su empresa tiene un seguro dental estupendo.
—Ahora sí, ¿verdad? —murmura.
—Lo hace.
Pensarlo aún me llena de orgullo. Lo lejos que ha llegado The Force Crew
en el último año. Desde la falta de ideas de los primeros días, cuando decidimos
qué necesitábamos para convertirnos en una empresa oficial, hasta hoy. Tenemos
diez empleados en plantilla, una reputación estelar que nos ha proporcionado más
solicitudes de protección de las que podemos atender y un margen de beneficios
asombrosamente bueno para una empresa que está dando sus primeros pasos.
—Venga. Déjalo ya —me dice mientras hago unas cuantas anotaciones más
en mi bloc—. No querrás hacer esperar a tus chicas, ¿verdad? Me da un beso en
la cabeza, lo que me hace soltar el bolígrafo, girar la silla y tirar de ella para que
se siente en mi regazo.
Mis labios encuentran los suyos al instante -como siempre- y ahogan su risa.
Aprovecho el momento de soledad sin las chicas ni nuestra compañía cerca para
disfrutar de mi mujer. Para hundirme en todo lo que es esta mujer y en todo lo que
me ha dado, lo que me ha demostrado que merezco tener.
—¿Para qué es eso? —murmura cuando termina el beso, con las uñas
jugando con el pelo de la base de mi cuello.
—Sólo porque sí.
—Sólo porque sí, ¿eh?
—Sí. —Otro tierno beso—. Sólo porque te quiero. Sólo porque eres
increíble. Sólo porque me has hecho más feliz de lo que jamás creí posible. Sólo
porque hasta ti, nunca pensé que nada de esto fuera posible para mí.
—Lo mismo digo. —Sonríe contra mis labios.
—Y justo a tiempo. —Me río entre dientes cuando un coro de chicas resuena
en las ventanas abiertas de mi despacho, la vieja dependencia de la propiedad.
Se levanta y me tiende la mano. —Vámonos. Las chicas están ocupadas
mostrando a Justin y Sheila sus últimos saltos en la piscina. Puede que necesiten
un descanso y algunas libaciones para adultos para aumentar su disfrute.
Ladro una carcajada mientras avanzamos por el patio, cogidos de la mano.
Las niñas han estado tan emocionadas por volver a ver a su tío Justin y a su tía
Sheila que les han abrumado con rutinas de baile, competiciones de saltos a la
263 piscina, visionado de tutoriales de maquillaje y todo lo demás.
Incluso cuando estás acostumbrado a ellos, es mucho. . . y como mi
compañero sólo está aquí una semana, se han visto desbordados.
—Bravo —digo y aplaudo cuando Addy perfecciona una cuchillada desde
la roca.
—Vamos, Addster. Enséñale a tu viejo la que yo te enseñé a hacer —dice
Justin, con una amplia sonrisa. Se le ve bien con un poco de sol en la cara. El tiempo
aquí le ha sentado bien.
A mí también me ha ido bien.
Además, le doy un año antes de recibir la llamada de que se mudan a
Redemption Falls. Seis meses, tal vez.
—¡Guau! —grito cuando Addy salta y gira en la piscina, una masa de brazos
y piernas y gracia total—. Ha sido impresionante. Un diez perfecto seguro.
Miro a Addy, que sonríe, a Paige, a mi mejor amigo y a su mujer... y luego
a mi mujer.
—¿Qué pasa? —Tenny pregunta.
—Nada.
Me da un codazo. —Suéltalo, Madden. Tienes esa mirada en tus ojos.
—Sólo pensar en la diferencia dieciocho meses puede hacer. Para ti. Para
mí. Para Justin. Quiero decir... había días en los que pensaba que no quería vivir,
y ahora... ahora no puedo esperar a vivir cada día.
A Tenny se le dibuja en la cara esa suave sonrisa que reserva sólo para mí
y enlaza sus dedos con los míos. —Una locura, ¿eh? Pero no creo que lo quisiera
de otra manera. Hace que todo esto sea mucho más dulce por lo que hemos pasado
para llegar hasta aquí.
—Te quiero —susurro y aprieto mis labios contra los suyos.
—Te querré aún más si pones la parrilla en marcha —dice Tenny—. Tus
cuatro chicas están hambrientas de hamburguesas.
—Sí, señora —digo con un saludo simulado mientras Justin rueda hacia la
piscina y se sube al arnés que le hemos instalado para que pueda nadar con las
chicas.
—Déjame ayudarte —dice Sheila y se levanta.
—No te atrevas a mover un dedo —dice Tenny. Sheila trabaja sin descanso
para darle a Justin lo que necesita, así que cuando nos visitan, nos gusta
asegurarnos de darle la ayuda y el descanso que se merece—. Estás aquí para
264 relajarte y dejar que te cuidemos un rato.
—Tenny, sabes que yo no...
—Déjanos mimarte —le digo—. Y no aceptaremos un no por respuesta.
—Sé lo que puedes hacer —dice Tenny—. Puedes beber otro vaso de vino.
Sheila se ríe, y suena tan bien oírla. —¿Eso sí? Eso sí puedo hacerlo.
Escucho a medias a Sheila y Tenny charlar sobre nada antes de dirigirme a
la piscina para ver a las niñas chillar y reír mientras juegan con Justin en la piscina.
Tenny saca la bandeja de hamburguesas y las deja a mi lado.
Sólo cuando voy a poner las hamburguesas en la parrilla -cuando las cuento
para asegurarme de que he hecho suficientes-, algo que dijo Tenny vuelve a
golpear mis oídos.
Tus cuatro niñas están hambrientas.
¿Mis cuatro niñas?
Pero...
Cuando levanto la vista, Tenny está de pie, con la espalda apoyada en el
pilar del patio, los ojos clavados en mí y una mirada que sé que nunca olvidaré.
—¿Cómo que mis cuatro niñas se mueren de hambre? —pregunto mientras
doy unos pasos hacia ella.
—Justo lo que dije —dice tímidamente.
—Pero Sheila es vegetariana.
—Soy más que consciente. —Se ríe entre dientes.
—Entonces...
—Entonces... —repite mientras se le llenan los ojos de lágrimas y se apoya
una mano en el vientre.
Me congelo, mis sinapsis intentando dispararse mientras mi corazón ya lo
hace. —¿Tenny?
—¿Crew? —dice, imitando mi tono.
—¿Qué me estás contando?
—Exactamente lo que crees que te estoy diciendo —susurra segundos antes
de que la coja en brazos, grite un grito y le dé la vuelta.
¿Embarazada?
¿Está embarazada?
¿Voy a ser papá otra vez?
265 —Diez. Qué, quiero decir cómo, quiero decir...
—Estoy bastante segura de que sabes cómo ocurrió. —Se ríe contra mis
labios antes de inclinarse hacia atrás y encontrarse con mis ojos—. De hecho, eres
muy buena en eso.
Su burla se va por el camino mientras la miro estupefacto. —Lo dices en
serio.
—De hecho, hablo en serio. —Se le dibuja esa sonrisa tímida en los labios
que me posee—. Menos mal que tu jefe te ofrece un seguro médico de alto nivel.
—Menos mal. —No puedo dejar de sonreír.
No creo que pudiera aunque quisiera.
Tengo la oportunidad de hacer esto con ella. Juntos.
—Nunca pensé que podría tener una vida como esta. Un amor tan real. Una
familia tan hermosa. Una felicidad que llena mi corazón. No hasta ti, Crew Madden.
266 Sweet Regret