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Preparando Mensajes con la Cultura en Mente

(Escrito por Alberto Moler - traducido por Andrés James)

MÓDULO IV
Siempre corremos un peligro enorme al hablar de un tema titulado “predicando con la cultura en
mente”. La razón por esto es que existen peligros en ambos lados del asunto; existe una gran gama de
peligros en las cuales las personas podrían caer con mucha facilidad. Por un lado, existen aquellos
que no le dan ninguna importancia a la cultura; ignoran lo obvio y tratan de – o por lo menos dicen
que tratan de – desasociarse por completo de la cultura. Muchas personas hoy en día piensan que la
cultura es irrelevante en cuanto a nuestra forma de predicar. Pero no es así, y un simple vistazo
dentro de nuestros hogares y oficinas debería ser lo suficiente para convencernos de ese hecho. Aún
como creyentes, estamos profundamente sumergidos en una cultura. Por ejemplo: usamos un
lenguaje que es común para nosotros, y ese lenguaje es un producto de nuestra cultura. Además de
esto, nos reunimos en templos cómodos, tenemos electricidad que nos provee la luz, y estamos
cómodos con estas cosas. Sin embargo, la mayoría de los Cristianos a través de la historia de la
Iglesia no han tenido ningún vínculo con esas cosas, lo cual muchas veces tomamos a la ligera. Ellos
no tenían experiencia con todas las cosas que forman y moldean mucho más de lo que nosotros
llegamos a entender.
Por otro lado, existen aquellos que permiten que la cultura se convierta la fuerza dominante de
sus ministerios, ya que la cultura se vuelve una fascinación tan grande para ellos que se convierten en
representantes de un ministerio intercultural. La cautividad cultural de la iglesia siempre es un
peligro. Ambas tendencias son errores peligrosos de los cuales todos los pastores deben tener
cuidado.
Predicando con la Cultura en Mente
La mejor forma de tratar con el tema de cómo “predicar con la cultura en mente” es de empezar
con la pregunta de cómo predicar en sí, especialmente cuando nos referimos a la predicación
expositiva. Yo defino la predicación expositiva como el estilo de predicación Cristiana que tiene
como propósito central la presentación y aplicación del texto sagrado, que es la Biblia. Todos los
demás asuntos son secundarios a la preocupación central de presentar apropiadamente el texto
bíblico. Como la palabra de Dios, el texto de las Sagradas Escrituras tiene el derecho de establecer
tanto el contenido como la estructura del sermón. La exposición genuina toma lugar cuando el
predicador presenta adecuadamente el significado y el mensaje del texto bíblico y clarifica cómo la
Palabra de Dios establece la identidad y la cosmovisión de la iglesia como el pueblo de Dios.
La primera cosa que debemos decir acerca de la predicación con la cultura en mente es que
nuestro enfoque primario como predicadores no es de ninguna manera el de la cultura, sino del texto
de la Escritura. La parte más importante de nuestro rol como predicadores es que seamos
estudiantes de las Escrituras. Y es así como empezamos con una definición de la predicación que nos
dirige sobre todo al texto de las Escrituras. Todos los demás asuntos y las demás preocupaciones son
secundarias a nuestro enfoque central de presentar el texto bíblico.
Esto significa que debemos presentar el texto como lo hubieran hecho los apóstoles. Debemos
presentarlo con su verdad duradera y eterna, entendiendo que la verdad de ese texto no ha cambiado
ni tampoco cambiará nunca, al igual que su autoridad no ha cambiado ni cambiará nunca. Sin
embargo, al hacer esto también debemos aclarar que la Palabra de Dios establece la identidad y la
cosmovisión de la iglesia como el pueblo de Dios. Y al hacerlo, nos encontramos inevitablemente
…vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros
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ligando la Palabra de Dios, y la aplicación de la Palabra de Dios a la cultura en la cual vivimos; la
cultura que moldea en tantas formas la experiencia de las personas a las cuales estamos tratando de
ministrar.
La iglesia del Señor Jesucristo empieza a hablar de la cultura desde un punto de vista muy
diferente que las demás personas. Y esto es porque no estamos hablando principalmente de una
transformación cultural ni de una recuperación cultural; nosotros estamos hablando sobre todo del
predicar el evangelio a los pecadores. Esta es una perspectiva muy diferente a la de cualquier otra
persona en el mundo. Nosotros estamos interesados en la cultura porque es allí donde encontramos
a esos pecadores; nuestra preocupación no es por la cultura en sí. Todo lo que vemos a nuestro
alrededor es pasajero, incluyendo nuestra cultura. La labor de la iglesia es la de alcanzar a las
personas de cada lengua, tribu, gente y nación, quienes están sumergidos muy profundamente en un
sistema de significado simbólico y cultural.
Sin embargo, aún a pesar de la diversidad cultural, los cristianos deben afirmar la autoridad trans-
cultural de la Biblia, porque son las únicas personas en el mundo con un mensaje dirigido a las
personas de todas las diversas culturas. Además, tenemos el único mensaje que no tiene que ser
transformado y re-definido en cada circunstancia cultural, porque estamos hablando de cosas
constantes como ser el pecado, el carácter de Dios, y la cruz de Jesucristo. Empezamos con la
primacía del texto de las Escrituras, porque empezamos con ciertas convicciones definitivas sobre el
texto que permanece verdadero en todas las culturas – su infalibilidad, su autoridad, y su fidelidad
total.
En cierto sentido, lo único que tenemos que hacer es poner a la cultura en su lugar.
Ésta es una tarea muy difícil, porque además de que hayan polaridades muy marcadas en cuanto a
los errores que se cometen al hablar de este tema – algunos que le han dado demasiada atención a la
cultura y otros que no le han dado suficiente atención – debemos admitir que todos nosotros
columpiamos de lado a lado según las diferentes épocas y circunstancias de nuestras vidas. A través
de la historia de la iglesia, los Cristianos han columpiado entre las épocas de atención a la cultura y
las épocas de falta de atención a la cultura. De hecho, los Cristianos que han buscado ser fieles en
cada generación han tenido que responder de diferente manera a las diferentes realidades culturales
que les confrontaban.
La definición oficial de los Estados Unidos para describir una cultura es: “Un conjunto de
características espirituales, materiales, intelectuales, y emocionales de una sociedad o de un grupo
social, los cuales engloban, además del arte y la literatura, al estilo de vida, la manera de convivir, los
sistemas de valores, las tradiciones, y las creencias.” A continuación está una definición de la cultura
ofrecida por los antropólogos: “El sistema de creencias, valores, costumbres, comportamientos, y
artefactos compartidos que usan los miembros de una sociedad para relacionarse con el mundo y con
las demás personas, las cuales son transmitidas de una generación a la otra a través de la educación.”
Esta definición es probablemente un poco mejor. La cultura es lo que permite a los seres humanos el
relacionarse el uno al otro. Debemos tener ciertas herramientas como el idioma y debemos vivir
dentro de un sistema de significado que nos permita comunicarnos, entendernos, y hasta confiar el
uno en el otro para que podamos vivir como prójimos el uno con el otro.
La realidad, sin embargo, es que no hay ninguna definición de la palabra “cultura” que resulte ser
lo suficientemente explicativa. No hay ninguna descripción que englobe lo suficiente, porque las
culturas incluyen todo lo que tenga que ver con nuestras experiencias, nuestro conocimiento,
nuestra forma de pensar, y nuestra memoria. De hecho, somos un poco como el pez de Aristóteles. El
filósofo Aristóteles contó la parábola de un pez en la cual preguntó, “¿Si quieres saber lo que se

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siente estar mojado a quién le preguntas?” Su respuesta es a la vez sorprendente y obvia. La última
criatura a la que le deberías preguntar es a un pez, porque no tiene ni la menor idea de que está
mojado. Ya que nunca ha estado seco, no tiene ningún punto de referencia para describir lo que se
siente estar mojado. Es esa la condición en la que nos encontramos cuando se trata de la cultura.
Nosotros somos como el pez en el sentido de que no podemos ni reconocer dónde nos está
influenciando nuestra cultura. Desde que nosotros estábamos en la cuna, la cultura ha ido
moldeando nuestras esperanzas, nuestras perspectivas, nuestros sistemas de significado e
interpretación, y hasta nuestras herramientas intelectuales.
Esto ha sido sumamente peligroso para los evangélicos en Norte América, porque asumimos que
nuestra experiencia es normal y eso se convierte en algo que nos aprisiona. Si nosotros asumimos,
por ejemplo, que la iglesia primitiva tenía algún vínculo con el tipo de vida que nosotros vivimos y
con las conveniencias que nosotros tomamos a la ligera, estaríamos seriamente equivocados. Si
nosotros asumimos que ellos compartían con nuestro entendimiento de la libertad y la autonomía
humana, lo cual se ha impulsado mucho en nuestro sistema político, o el sentimiento de seguridad
que la mayoría de nosotros poseemos en la mayoría de los momentos de nuestras vidas, entonces
estaríamos equivocados. Y el problema se agudiza si pensamos en la gente de Dios en el Antiguo
Testamento. El movimiento Evangélico Norteamericano surgió principalmente en los primeros años
después de la Segunda Guerra Mundial cuando la cultura de Norteamérica estaba en las mentes de la
mayoría de los líderes evangélicos, y era un contexto aceptante de este nuevo grupo cristiano
conservativo. Los evangélicos se sintieron muy en casa en Norteamérica durante este período, y
pensaban que la mayoría de los problemas mundiales se encontraban en otros países. El Nazismo
había sido principalmente un problema europeo, y hasta los aspectos culturales más preocupantes
que surgían en esa época – Comunismo, Marxismo, y teología liberal – fueron vistos como problemas
europeos. Por supuesto reconocieron las diferencias regionales como los que existían entre las áreas
rurales y urbanas, o como las que existían entre la gente del Norte y del Sur, pero aun así no
pensaron en la cultura como algo inherentemente hostil.
La Solución de Niebuhr al Tema de Cristo y La Cultura
Durante su época, los intentos más sofisticados por entender a la cultura y su significado vinieron
del Protestantismo. En 1949 H. Richard Niebuhr expuso una serie de lecciones en el Seminario
Presbiteriano de Austin en Texas, las cuales publicó posteriormente como Christ and Culture (Cristo y
la Cultura). En esas lecciones, Niebuhr ofreció un esquema tipológico de cómo Cristo, o la Iglesia de
Cristo, se relaciona a la cultura. Con el pasar del tiempo, la tipología de Niebuhr se fijó en la
imaginación Protestante, y es un buen lugar para empezar a pensar acerca del tema.
El primer tipo de Niebuhr fue que Cristo está en contra de la cultura, en la cual el mundo es visto como
un lugar bajo el dominio del Demonio y la oscuridad, y la iglesia es vista como el reino de Dios, una
nueva sociedad. Para aquellos que vieron a Cristo y la cultura de esta forma, era necesario que se
retiren por completo de la cultura para ser vistos como cristianos fieles. Como un ejemplo de esto,
Niebuhr habló de Leo Tolstoy, y también podríamos considerar el ejemplo de los menonitas, quienes
se separan de la cultura. Por supuesto, el problema con esto es que no funciona. Usted no se puede
retirar de la cultura, no totalmente. Usted se puede retirar de ciertos sectores de una sociedad, pero
nadie se puede aislar del lenguaje de la sociedad, por ejemplo. Los cristianos no tenemos nuestro
propio lenguaje; no tenemos una lengua cristiana franca. De hecho, le damos gloria a Dios cuando
anticipamos la venida final del Señor, cuando veremos a la gente de cada lengua, tribu, gente y
nación que se postre ante el trono de Dios, declarando su gloria en diferentes lenguas.

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Aún los menonitas no se pueden retirar por completo de la sociedad. Se cuenta una historia de
Senador Daniel Patrick Moynihan de Nueva York, quien estaba visitando una de las comunidades
menonitas más antiguas en el norte del estado de Nueva York. Mientras el senador hablaba con la
gente menonita, uno de los hombres dijo que estaba teniendo problemas con una de sus hijas. “Mi
hija,” dijo el hombre, “está siendo influenciada por el Catolicismo.”
Cuando Moynihan, quien era Católico, contó su historia en otra ocasión, dijo, “Yo sabía que
éramos buenos, pero no sabía que éramos tan buenos.” Sin embargo, le preguntó al padre, “¿Y de
cómo exactamente se está manifestando esto en su hija?”
El padre menonita respondió, “Bueno, le escuché hablar con unas amigas acerca de Madonna.” ¡El
problema de este padre menonita es mucho más profundo de lo que él se da cuenta!
Otra razón por la que los menonitas no han podido aislarse totalmente de la cultura es que
quieren vender su leche. No estoy tratando de ridiculizar a los menonitas de ninguna forma, en
muchas formas sus esfuerzos tienen buenas intenciones, y tratan de demostrar su dedicación por
Cristo. Pero los menonitas no usan la tecnología de ninguna forma. Las casas menonitas no tienen
electricidad ni teléfono, y no tienen conveniencias modernas. Pero aun así existen estas
conveniencias modernas en el establo menonita porque las agencias regulatorias del estado requieren
que la leche sea producida bajo ciertas circunstancias definidas, y las regulaciones de la
Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (ASSO) requiere que haya un teléfono para poder
llamar en caso de emergencia. Con todo esto quiero decir que es imposible aislarse totalmente de la
cultura. Aún mientras tratamos vivir la vida cristiana, estamos profundamente metidos en la cultura.
El segundo tipo de Niebuhr fue de Cristo de la Cultura. Este es el opuesto del primero; es el del
Cristianismo culturizado. Los que están inclinados hacia este modelo no ven ninguna distinción
entre la iglesia y la cultura. De hecho, piensan que el uno se identifica con el otro. Ha habido
experimentos explícitos donde la gente ha tratado de combinar a la iglesia con la cultura, borrando
las diferencias entre las dos. También ha habido momentos cuando la combinación de la iglesia y la
cultura ha sido más como una realidad cultural combinada, como ser la cultura de Inglaterra
victoriana, o en muchas formas, la cultura del protestantismo alemán en el siglo XIX. En este
modelo, se entiende que Cristo nunca ha hecho aseveraciones contra-culturales al hablar con su
gente. El Cristianismo se ve como algo que es accesible mediante la cultura. Para ellos, la iglesia y la
cultura son sinónimas. El problema con esta forma de pensar debería ser totalmente obvio. Si no
podemos hacer una distinción entre la iglesia y el mundo, no podemos leer el Nuevo Testamento en
absoluto.
El tercer tipo de Niebuhr fue que Cristo está sobre la Cultura, es la síntesis de las primeras dos.
Niebuhr creía que éste era el pensamiento dominante del Cristianismo durante los primeros
diecinueve siglos de la historia de la Iglesia. Este es un punto medio en el cual la gente no debe ni
separase, ni meterse totalmente a la cultura. Tanto Cristo como la cultura hacen aseveraciones con
relación a sus ciudadanos, y la aseveración es que éstas pueden ser negociadas. Existen tensiones
entre las dos, pero estas se pueden resolver, y la iglesia negocia en su recorrido a través de las
demandas competidoras, mientras evita que los extremos. Ésta es una exhortación que escuchamos
regularmente hoy en día: negociemos la cultura, y evitemos parecer muy extremistas. Por supuesto, Cristo
hace demandas sobre la iglesia que van mucho más allá de lo que la cultura puede entender, pero
seamos muy cuidadosos de cómo dejamos que ese secreto salga a la luz.
El cuarto modelo era Cristo en la Cultura como paradoja. Estos son los verdaderos dualistas, quienes
ven a Cristo y la Cultura no solo como cosas distintas sino en dos mundos totalmente diferentes sin
ningún punto de contacto y sin ninguna síntesis posible. Tal vez el mejor ejemplo que Niebuhr pudo
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ofrecer fue el de la teología de los dos reinos de Martín Lutero. Pero por supuesto, esto tampoco
puede funcionar porque nos encontraríamos constantemente yendo de un lado a otro. No somos
gente bifurcada. No podemos vivir nuestras vidas con estos dos compartimientos separados. No
somos simplemente ciudadanos por un momento y después cristianos. Cristo tiene una demanda
sobre todo lo que somos. No podemos vivir en una paradoja como esta, y no podemos aceptar un
dualismo de este tipo. Todo el esfuerzo humano está manchado por el pecado. Si usted se aferra a
esta posición paradójica, usted se aferra a la idea de que existe cierta ética en el mundo y cierta ética
en la iglesia, y que las dos se excluyen mutuamente. Y por ende usted va de un lado a otro. Cuando
usted está haciendo su labor en el mundo, usted se comporta según las reglas del mundo, pero
cuando usted está en el otro mundo se comporta según las reglas de ese mundo. Niebuhr Dijo que
esto llevaba al antinomianismo y al conservatismo cultural.
El quinto modelo de Niebuhr parece ser donde él trata de apuntarnos, es decir, a Cristo, el
transformador de la Cultura. Estos son los conversionistas, y tienen una idea mucha mejor que la de los
dualistas. Ellos entienden la diferencia entre Cristo y la cultura, pero ellos también entienden que la
misión de la iglesia es de transformar la cultura con las enseñanzas de Cristo. Siempre escuchamos
este tipo de lenguaje: “Salgamos a redimir la cultura. Vayamos a conquistar la cultura en el nombre
de Cristo. Transformemos todas las dimensiones de la cultura, ya sea de los medios de comunicación
masiva o los diversos géneros del arte, o el negocio o las finanzas, sometámoslas a las enseñanzas de
Cristo. Tengamos un ejército más cristiano, y una economía más cristiana, un tipo de arte más
cristiano.” Esto lleva a un impulso muy progresivo, uno que mira a un mundo mejor y una condición
mejor si es que simplemente transformamos la cultura. Promete una transformación, anhela una
redención cultural, y lleva al activismo cristiano.
La cosa interesante es que cuando Niebuhr llega al final de su tipología, parece que pierde su
coraje. En vez de promover claramente su última opción – de Cristo, el transformador de la Cultura –
como la que debería tomar la iglesia, parece arrepentirse y decir que realmente no existe una
respuesta correcta. Pero si éste es el caso, ¿qué debemos hacer con todo esto? Quiero sugerir que es
cierto que no hay una sola respuesta correcta; no hay una respuesta que sea correcta para todos los
cristianos, en todas las épocas, bajo todas las circunstancias. Si usted lee la historia de la iglesia, o si
usted lee la Biblia, usted verá que la gente de Dios tuvo que responder a la cultura de diferentes
formas en los diferentes tiempos. Por ejemplo, usted tendría que tomar una posición diferente hacia
la cultura si fuera un preso cautivo en Babilonia que si fuera un residente en el reino de Israel, o en
Jerusalén, en el reino del sur. Usted tendría que enfrentarse a la cultura de una forma muy distinta si
estuviera viviendo en un tiempo de opresión explicita – cuando los Cristianos estaban siendo
perseguidos hasta las catacumbas de Roma, por ejemplo – que si estuviera viviendo en la Inglaterra
Victoriana, cuando la familia real tenía sus propios sacerdotes designados. Aún en nuestros propios
tiempos, la iglesia creyente ha sido confrontada con las realidades que nos han hecho tener que
considerar todas estas cosas. Pensábamos que teníamos la respuesta para este problema de Cristo y
la Cultura, pero ahora nos encontramos en una situación muy diferente, afrontándonos a unos
desafíos muy diferentes.
Un peligro, del cual deberíamos tener cuidado cuando consideramos estos asuntos es el del mito
de la Edad de Oro, el mito de la nostalgia. Algunos dicen: “Si solo pudiéramos volver a los tiempos
pasados”. Ésta es una promesa falsa, y debemos tener mucho cuidado con esto. Existen, por ejemplo,
algunos evangélicos quienes disfrutarían la idea de volver a una era como la de los 1950’s, cuando
todos sabían que el matrimonio era entre un hombre y una mujer, y que un feto es un ser viviente.
Nadie se preocupaba de que el profesor de primaria cambie su sexo durante el fin de semana. El
pasado suena lindo, pero al mismo tiempo debemos recordar que el retornar a ese tiempo significaría
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volver a una era en la cual los Afro-americanos no podían votar, y eran negados los derechos civiles
básicos. La realidad es que no hay ninguna edad perfecta, no existe la Edad de Oro. En todos los
momentos debemos recordad que la cultura está tan caída como los seres humanos que la componen.
Así que, teniendo la tipología de Niebuhr en mente, ¿Cómo debemos actuar los cristianos con
relación a la cultura? ¿Qué significa predicar con la cultura en mente? Primeramente, no podemos
descartar la idea que la cultura tiene una gran importancia. Tenemos la responsabilidad de
considerar la cultura desde un punto de vista teológico, y la razón por la que tenemos que hacerlo es
que nuestra gente – a quienes predicamos y compartimos el evangelio – están profundamente
sumergidos en ella. Por lo tanto tenemos que hacer un análisis cultural muy profundo para
asegurarnos que estemos comunicándonos efectivamente con ellos. La cultura tiene una gran
importancia, pero tampoco puede ser nuestro enfoque central. No puede ser el enfoque primario de
nuestro pensamiento, porque es algo pasajero.
Las dos Ciudades de Agustín
Afortunadamente, no somos la primera generación de Cristianos que han tenido que considerar
estos asuntos. Para que podamos obtener un conocimiento más profundo de cómo debemos
entender a la cultura, debemos retroceder en el tiempo, mucho más atrás que los tiempos de Richard
Niebuhr. Debemos retroceder por lo menos hasta los tiempos de Agustín y de su obra The City Of God
(La Ciudad De Dios), en la que intentó aplicar la palabra de Dios a su situación – un tiempo en el que
todas las preguntas culturales estaban siendo hechas de forma aguda e inevitable. Cuando el Imperio
Romano estaba cayendo, la gente no podía dejar de hablar de la cultura. No podían evitar el hecho de
hablar del sistema de significado simbólico que mantenía todo en orden, porque Roma había sido ese
sistema simbólico de significado para los habitantes del mundo de Agustín. Pero Agustín era un
pastor Cristiano, y llevaba la responsabilidad de enseñar a sus congregantes acerca de la Palabra de
Dios. Y es así como, cuando escribió su libro La Ciudad De Dios, estaba tratando de enseñar a sus
congregantes cómo deberían entender las demandas de Cristo y las realidades de la cultura aún en
un tiempo de emergencia, urgencia, y colapso.
Agustín habló de dos ciudades, la ciudad celestial y la ciudad terrenal – la ciudad de Dios y la
ciudad del hombre. Él definió a estas dos ciudades en cuanto a dos amores diferentes, dos
ambiciones diferentes, dos pasiones diferentes, y dos lealtades diferentes. Yo creo que esté es el
conocimiento conceptual más explicativo en cuanto a la relación entre Cristo y la cultura durante la
historia de la iglesia Cristiana. Agustín pensó en estos asuntos de forma teológica y bíblica, y es así
como ofreció más que un simple análisis sociológico acerca de la caída de Roma. Él no estaba
simplemente tratando de defender a los Cristianos en contra de las aseveraciones de que el
cristianismo había debilitado el imperio, aunque en un sentido sí lo había hecho, porque en el
momento que uno declara que Jesús es el Señor y no Cesar, las ambiciones imperiales son
debilitadas.
Agustín entendía que solo existía una ciudad que era eterna – y era la ciudad de Dios. La ciudad
terrenal es pasajera. Así que, Agustín pregunta a su gente por qué habían pensado de otra forma.
¿Por qué nos hemos dejado engañar y hemos pensado que Roma era eterna? A través de los registros
de la historia humana se ve que los imperios se levantan y luego caen, pero nunca permanecen para
siempre. Agustín estaba hablando y predicando a Cristianos, y acordó a los que le oían que para los
que son creyentes, la gente de Dios, salvada por la sangre de Cristo – los escogidos de Dios – que
somos ciudadanos de la ciudad celestial. Todavía no vivimos ahí, pero nuestra ciudadanía allí es más
real que nuestra ciudadanía aquí. En la ciudad de Dios, solo existe un amor, y ese es el amor de Dios.
Este amor no es diluido ni disminuido, es maximizado infinitamente porque los únicos residentes en
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aquella ciudad serán lo que han sido glorificados y ya no ven a través de los lentes opacos. No habrá
otros amores, ni luchas para mantener puros nuestros corazones. ¿No es ésta una gran promesa? No
habrá luchas en nuestros corazones para mantener puras nuestras pasiones. Solo habrá una pasión,
una alianza y un pensamiento. Y como pensaba Agustín, no habrá romanos en el cielo. Ni tampoco
habrá norteamericanos – solamente pecadores salvados por la gracia de Dios.
Por lo tanto, decía Agustín, es la responsabilidad de creyente pensar en la Ciudad del Hombre
únicamente a través de su ciudadanía en la Ciudad de Dios. Esto es extremadamente importante. A
nosotros no nos importa la cultura por la cultura en sí. Nuestra única preocupación por la cultura es
que es en ella donde encontramos a los pecadores, con los que compartiremos el evangelio, y con
quienes vivimos como prójimos.
Cuando Agustín dijo que nuestra ciudadanía primaria era en la ciudad celestial, simplemente
estaba siguiendo lo que dijo Pablo en Filipenses 3:20: “En cambio, nosotros somos ciudadanos del
cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo.” Pero aun así todavía no estamos
en el cielo. En esta vida, la cual no es un accidente, sino el plan de Dios para nuestras vidas, estamos
profundamente inmersos en la ciudad del hombre. Así que Agustín se preguntó, ¿qué debemos hacer
si somos ciudadanos en la ciudad celestial, pero vivimos en la ciudad terrenal? ¿Qué debemos hacer?
¿Lo ignoramos? ¿Nos retiramos de ella? ¿La escandalizamos? ¿La rechazamos? ¿O nos aferramos a
ella? No según Agustín, quien dijo que debemos amar a los que se encuentran dentro de la ciudad
sin amar a la ciudad en sí. No podemos amar a la ciudad, pero tenemos la responsabilidad de amar a
los que se encuentran dentro de la ciudad porque ellos son objetos del amor de Dios. Así que eso es
lo que debemos hacer, como nos instruyó Jesús. “¿Cuál es el mandamiento más importante de la
ley?”, le preguntaron a Jesús, y Jesús respondió, “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo
tu ser y con toda tu mente… [Y] el segundo se parece a éste: Ama a tu prójimo como a ti mismo. De
estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas” (Mateo 22:36-40). Jesús enseñó
claramente que el amor hacia el prójimo se deriva del amor de Dios. Así que no podemos decir
honestamente que amamos a Dios si es que no amamos a nuestros prójimos.
Luego, Agustín trató de aplicar el mandamiento de forma pastoral, diciendo que la Ciudad del
Hombre está pasando, y desvaneciendo, y sin embargo está llena de personas que tienen sus pasiones
puestas en esa ciudad. La Ciudad del Hombre está llena de personas que quieren hallar su sentido
personal y su satisfacción más profunda en esta ciudad, y sin embargo, nunca la encontrarán allí. Por
lo tanto, Agustín dijo que no deberíamos sorprendernos que los pecadores actúen como pecadores.
No deberíamos estar sorprendidos cuando vemos a los pecadores pecando, institucionalizando sus
pecados, y celebrando sus pecados. Y nosotros no podemos huir de esas personas pecaminosas,
porque sabemos que son objetos del amor de Dios.
La Doble Ciudadanía Cristiana
De cierto modo, el Cristiano tiene una doble ciudadanía. Sin embargo, no debemos cometer el
error de pensar que esas dos ciudadanías son equivalentes la una a la otra. Una es pasajera, y la otra
es eterna. En otras palabras, uno es misiológico, y el otro es doxológico. La única razón por la que
estamos aquí es para mostrar la gloria de Dios en la predicación de su evangelio, en el levantamiento
de las iglesias que demostrarán la gloria de Dios al mundo caído, y en la predicación de su palabra
hasta que el Señor venga. No hay ningún otro propósito en la continuación de la cultura. No hay
ningún propósito en la continuación de esta vida terrenal sino que la gloria de Dios sea vista en la
predicación de su evangelio, que las naciones sean salvadas de sus pecados, y que las iglesias fieles
muestren la gloria de Dios a través de la forma en la que sus congregantes viven sus vidas.

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Cuando el Apóstol Pablo dijo que nuestra ciudadanía está en el cielo, él no ignoró el hecho de que
también existe una ciudadanía terrenal en la que también tenemos que dar cuentas como discípulos
de Jesucristo. Después de todo, éste es el mismo apóstol que invocó su ciudadanía romana, y quien
dijo muy claramente en Romanos 13 que los hijos de Dios tienen una obligación hacia su sociedad
civil, y hacia el gobierno civil. Y esto es porque la cultura no es un accidente, no es un simple
desarrollo sociológico. ¡No! Uno de los regalos que Dios nos da a todas las personas del mundo es que
podamos conocer una institución como la del matrimonio, y que podamos refrenar el pecado hasta
cierto punto por medio de la ley de un gobierno, y que demostremos la gloria de Dios a través de la
penalización al que infringe la ley, a través de someternos a la justicia, y a través de defender al
inocente. Ésta es una de las constantes que muchas veces no entendemos. La gloria de Dios se ve aun
cuando un juez pagano gobierna honestamente, porque ahí existe un testimonio accidental de la
gloria de Dios, y del carácter de Dios. La misma cosa es cierta – La gloria de Dios es manifiesta y un
testigo ve la gracia del creador – cuando dos inconversos se casan y mantienen ese matrimonio en un
pacto de fidelidad. Puede ser que ellos no lo sepan, pero ellos están dando un testimonio a la gloria
de Dios y el reinado de Dios al seguir su llamado hacia la gracia común.
De la misma manera, nosotros deberíamos ver la cultura como un regalo de Dios para que nos
podamos comunicar el uno con el otro. Dios ha dado regalos a sus hijos – regalos de habilidad
artística, regalos de habilidades musicales, regalos de habilidades lingüísticas y literarias.
Deberíamos estar agradecidos a Dios de que somos personas que sabemos diseñar edificios.
Deberíamos estar agradecidos que la ingeniería y la arquitectura nos han provisto un lugar donde
podemos encontrarnos, trabajar, y jugar sin tener miedo de que el techo se nos caiga encima.
También deberíamos estar agradecidos que nos podemos reunir sin el temor de que una pandilla se
meta al edificio a dispersarnos. Deberíamos estar agradecidos que podemos ver la manifestación de
la gloria de Dios en algunas de las expresiones artísticas más hermosas que jamás se hayan creado.
Nosotros cantamos música, y esa música es una representación del lenguaje cultural que hemos
aprendido. Las palabras de nuestras canciones como unidades lingüísticas siguen siendo parte de esa
cultura, pero por la gracia de Dios tienen la capacidad de comunicar la verdad eterna de Dios que es
revelada a nosotros en sus sagradas escrituras.
Pero aunque la cultura nos da todas estas cosas, debemos tener cuidado de la cultura y mantenerla
a una distancia. Nunca podemos darle nuestra alianza y entrega total. Por el cuidado del rebaño de
Dios, debemos instruir constantemente a los creyentes a que se acuerden que su ciudadanía está en
el cielo. Ya que han un peligro muy grande si no lo hacemos: estamos viviendo en una cultura que
facilita a un cristiano para pensar que su ciudadanía está, de una forma muy real, aquí mismo,
cuando el Nuevo Testamento excluye esa idea como una opción.
Algunos creyentes tal vez tengan la tentación de sentirse en casa en su cultura. Sin embargo,
nuestra cultura presenta problemas interpretativos muy grandes para el evangelio Cristiano. ¿Cómo
podemos comunicar el evangelio a gente que tiene un sistema conceptual, la cual han derivado de
este contexto cultural, que tiene un conjunto de presuposiciones y pasiones y alianzas que pueden
hacer que la presentación del evangelio tenga que ser más compleja de lo que pensamos? En las
últimos dos siglos, y especialmente en los años recientes, han habido cambios masivos en estructura
cultural norteamericana. La sociedad humana en Norteamérica ha sido transformada con el
surgimiento de la modernidad y la industrialización. Henry Adams tenía mucha razón cuando dijo
(en 1905) que un chico nacido en 1890 tendría más en común con un niño nacido en los tiempos de
Moisés, que con un niño nacido en los primeros cinco años del siglo XX.
La transformación social y cultural está ocurriendo tan rápidamente, que simplemente la
asumimos. Nosotros asumimos que las cosas cambian – en una dirección progresiva – y asumimos
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que las cosas son – como dijo un analista posmodernista – siempre líquidas. Para los seres humanos
que vivían en los tiempos previos, por supuesto, esto no era el caso. En las generaciones más
antiguas, la mayoría de las personas pensaban que sus tataranietos algún día heredarían un mundo
muy parecido al suyo. Pero ahora nosotros estamos en una época muy diferente. En el siglo XX,
nosotros hemos visto el auge de la urbanización, la difusión de la tecnología, el crecimiento del
transporte, y el acceso a la comunicación. Hemos ido de crear productos, a convertirnos en lo que
Robert Reich llama “analistas simbólicos”. La mayoría de los americanos en el siglo XXI trabajarán
en puestos donde analizarán símbolos. Puede ser que ese no sea su título, pero eso es lo que están
haciendo. Están trabajando con ideas. Meter Drucker los llama “trabajadores del conocimiento”. La
mayoría de nosotros ya no trabajamos con nuestras manos, y se puede ver. Ya no sabemos cómo
arreglar las cosas. ¿Pero a quién le importa? Nosotros no arreglamos las cosas, simplemente las
botamos al basurero y nos compramos aparatos nuevos. Todas estas asunciones son extrañas a la luz
de la historia humana, y sin embargo son asunciones y valores que rigen el pensamiento, las
emociones, y las estructuras intelectuales de las personas.
Entendiendo Nuestro Contesto Cultural
Esta es la realidad: los evangélicos generalmente piensan en la importancia de la cultura cuando
piensan en las misiones en los países lejanos. Hemos heredado la idea de National Geographic en
cuanto a la importancia de la cultura. Sabemos que es importante “allá” así que miramos cómo se
visten las personas en otros lugares, y observamos su lenguaje, y nos decimos a nosotros mismos que
las cosas que ellos hacen, y la forma en la que hablan, y la forma en que se comportan no son
normales. Según nosotros, nosotros somos normales. La realidad es que nosotros tenemos que usar esa
misma perspectiva en contra de nosotros. Si nosotros no sabemos de los cambios misiológico de esta
cultura, nos cegamos a lo obvio. Por lo tanto, quiero hablar de unas cuantas facetas de nuestra
cultura que tal vez puedan ayudarnos a entender dónde estamos misiológicamente. Cualquier lista
como la que voy a describir necesariamente tiene que ser de reducción y de perspectiva, pero puede
ser que estas ideas nos ayuden a entender un poco mejor el sistema cultural que influencia el lugar
donde se encuentran los miembros de nuestras iglesias, y donde se encuentran las personas perdidas.
Es importante notar que cada uno de estos puntos empieza con la palabra auto, lo cual dice mucho
acerca de nuestro contexto cultural.
La primera es de auto-realización. Nosotros vivimos en una cultura que está muy enfocada en la
auto-realización, en el individualismo radical. La mayoría de los norteamericanos piensan que la vida
es una especie de búsqueda y que la persona interior es una especie de proyecto. Y en este proyecto
de auto-realización, ellos creen que lo más importante en la vida es la habilidad de desarrollar un
sentido personal que es emocionante, hilarante, satisfactorio, y seguro. Ellos buscan realización
principalmente dentro de ellos mismos. Sus vidas personales se vuelven la única unidad de
experiencia, y la idea del significado total es el individuo solitario quien encaja a las otras personas a
medida que él quiera. Esto surge con la revolución terapéutica, como dijo Philip Rieff en su libro, El
triunfo Del Terapeuta (The triumph of The Therapeutic). Nosotros estamos viviendo en una etapa en la que la
pregunta principal que se hacen las personas es: ¿Estoy bien? Lo que ellos quieren decir en el sentido
psicológico es, ¿Bien estoy? Por supuesto que esto se ha vuelto tan ubicuo en nuestra sociedad que la
cosmovisión psicoterapeuta sugiere que todos los americanos, todos los seres humanos durante toda
la historia de la humanidad, han estado o en terapia o viviendo negando la verdad.
Las modalidades terapéuticas, y el hecho de que las personas quieran responder sus preguntas con
respuestas terapéuticas se han vuelto lo normal en nuestra sociedad. Si usted duda esto, lo único que
debe hacer es entrar a su librería cristiana. Lo más probable es que usted encuentre fila tras fila de
…vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros
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libros que demuestren esta cosmovisión terapéutica, las cuales añaden unos cuantos versículos
bíblicos para que sus libros sean “cristianos”. Nosotros debemos entender que para los
norteamericanos, esto es normal. Es normal que se nos diga que la persona interior es el centro del
sistema de significado, y que la persona interior es un proyecto que ellos tienen que ir desarrollando
durante el transcurso de sus vidas. Como resultado de esto, la mayoría de los norteamericanos
piensan que su problema más grande es algo que ha pasado dentro de ellos, y que la respuesta se
encuentra dentro de ellos. En otras palabras, ellos piensan que tienen un problema “externo” que
debe ser solucionado con una respuesta “interna”. Sin embargo, lo que dice el evangelio es que ellos
tienen un problema interno que debe ser resuelto por una solución externa – una justificación que no
procede de ellos. Una vez que empezamos a entender cómo esta dicotomía se integra, podemos ver
mejor cómo podemos pensar que estamos hablando del evangelio, pero sin embargo, las personas en
esta cultura pueden escucharlo meramente como una nueva forma de terapia.
La segunda faceta de nuestra cultura es la auto-suficiencia. Las personas en nuestra sociedad son
muy propensas a pensar que cada individuo posee lo que se necesita para su realización y
significación, que se encuentra en el fondo de ellos mismos, y que lo único que deben hacer es sacarlo
del fondo de sí mismos. Nosotros somos la causa auto-suficiente de todo el significado y la felicidad.
No hay ninguna autoridad externa, no existe ninguna jerarquía, y no hay ninguna necesidad para la
tradición o para la costumbre. Nosotros nos podemos re-definir como nosotros queramos. Esta auto-
suficiencia es impulsada por la sociedad, la cual tiende a premiar a los que aparentan ser más
realizados y auto-suficientes, en vez de premiar a los que ven (realistamente) su insuficiencia.
Nuevamente, esto tiene mucho que ver con cómo es escuchado el evangelio. El evangelio no se trata
de cómo nosotros podemos llegar a ser más auto-suficientes. El mismo hecho de que el término
empieza con la palabra auto es una contradicción al evangelio, pero es una asunción cultural.
La tercera faceta es de auto-definición, un tema que se ha vuelto mucho más importante en los años
recientes, porque en gran parte es la extensión de muchos de estos otros movimientos culturales. La
mayoría de los norteamericanos ahora piensan que tienen la habilidad de definirse a ellos mismos.
Esto sin embargo, es rebalsar los límites de la autonomía. Aunque nosotros no vamos a definir lo que
significa ser humano, si vamos a definir lo que significa ser hombre o mujer, y vamos a definir lo que
significa tener la capacidad de cambiar esas categorías. De la misma manera vamos a definir cómo
deberíamos relacionarnos el uno con el otro, y también vamos a re-definir el matrimonio. Nosotros
somos seres con la capacidad de auto-definirnos, y tomaremos en nuestras manos el derecho de
definir la humanidad, el género, el matrimonio, y la sexualidad. De la misma manera, definiremos la
autoridad, y todo lo demás que existe. Esto llega a su clímax con las personas que dicen que lo que
tenemos que hacer es controlar nuestra evolución. Este es el nuevo argumento que procede de
muchos de los evolucionistas radicales: debemos controlar nuestra evolución a través de las nuevas
tecnologías para poder re-definir lo que significa ser humanos. Y obviamente esto va agarrado de la
mano con las nuevas teorías posmodernistas en cuanto a la verdad, las cuales se convierten en
conveniencias intelectuales para este proceso de la auto-definición. Uno simplemente argumenta
que toda la verdad es construida socialmente y niega que la verdad tiene alguna relación con la
objetividad o que puede ser transmitida a través de los sentidos o a través de las proposiciones. Y las
personas dicen que simplemente no existen las verdades fijas, o definiciones fijas, o autoridades fijas.
Y por ende, podemos definirnos como nosotros queramos.
La siguiente característica de nuestra cultura es la auto-absorción, la centralidad del proyecto del
ser interior. Esto es lo que ha llevado a tales cosas como lo que Barbara Dafoe Whitehead llama “el
divorcio a costo elevado”. Los norteamericanos se han vuelto tan auto-absorbidos que hoy en día
encontrarás a muchas personas que dicen: “me divorcié porque necesitaba hacerlo para poder ser esa
…vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros
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persona que necesitaba ser”. Y de este modo, hay personas que dicen que esto era una experiencia de
aprendizaje para ellos, un paso más hacia el proyecto del ser interior. Por supuesto, nadie hubiera
estado hablando de esa manera 20 o 30 años atrás. Las personas no hablaban del divorcio como una
buena experiencia por la cual habían pasado para salir como personas transformadas. Pero ahora,
este tipo de conversaciones es común en nuestra cultura, ya que en nuestra auto-absorción,
generalmente pensamos que todo se trata de nosotros mismos. Por supuesto, que esta auto-
absorción es un pecado primario, pero en nuestra cultura, la auto-absorción nos lleva a pensar que el
mundo se acomodará a nuestra forma de vivir. Si nosotros no entendemos que esta es la orientación
cultural de nuestra sociedad, nosotros no sabremos cómo predicar el evangelio a las personas que
piensan que todas las verdades se acomodarán a ellos en vez de entender que ellos son los que se
tienen que acomodar a la realidad.
Después viene la auto-trascendencia. Esta idea cultural explica por qué tantas personas hoy en día
están tan aferradas a la espiritualidad, y por qué, si nosotros se lo permitimos, escucharán nuestras
predicación del evangelio como una forma más de espiritualidad. Walter Truett Anderson Sugiere
que Norteamérica en el siglo XXI se ha vuelto la fuente del pensamiento y de las creencias del
mundo. La mayoría de los norteamericanos piensan que puedes recoger pedacitos de aquí y de allá –
ésta práctica espiritual, ésta idea, éste pensamiento, éste tema, éste nombre. La idea de la auto-
trascendencia sugiere que este es el propósito de nuestras vidas espirituales. En otras palabras, al
reconocer que existe una capacidad espiritual dentro de cada persona, nuestra cultura sugiere que
no es nada más que una extensión a ese proyecto del ser interior.
Una vez más, si nosotros pensamos que las personas que se sientan en los bancos de nuestras
iglesias los domingos no han salido de ese mundo, nos engañamos a nosotros mismos. Y por esa
razón, nosotros debemos tener en claro hasta las doctrinas más básicas de la fe cristiana – El mismo
mono del monoteísmo, por ejemplo. Estamos viviendo en Canon nuevamente, y las librerías Cananeas
están en todas partes, y nuestra misma gente está leyendo literatura Cananea. Una vez más, estamos
viviendo en un mundo inherentemente politeísta, solo que ese politeísmo está tan distorsionado y
oculto dentro de una realidad materialista que uno lo acepta sin darse cuenta. Todo esto es
importante siempre y cuando entendamos que las personas que ingresan a nuestras congregaciones
y las personas con las que conversamos en nuestros barrios no escucharán claramente el evangelio al
menos que nosotros hagamos un enorme esfuerzo por aclarar a las personas que no estamos
hablando de la auto-trascendencia. No estamos hablando del discipulado cristiano como un
proyecto del ser interior.
También hablaré de la auto-magnificación, la idea de que podamos hasta alargar nuestras vidas. ¿Qué
otra cultura tendría debates como los que tenemos en los Estados Unidos acerca de si los jugadores
de béisbol deberían o no poder tomar esteroides? Nosotros estamos viviendo en una cultura en la
cual las personas están debatiendo si deberían poner un asterisco al lado de ciertas estadísticas en el
béisbol. No solo eso, sino que también estamos viviendo en una cultura en la que a las personas les
interesan esos temas, y estamos viviendo en una cultura en la cual las personas piensan que nunca
van a morir. Estamos viviendo en una cultura en la cual las personas piensan que el proyecto del ser
interior se puede extender hasta en cosas como la cirugía plástica. Estamos viviendo en una cultura
donde muchos padres regalan a sus hijas el dinero para que se hagan una operación para aumentar
sus senos como el regalo de graduación de la secundaria. ¿Qué hemos absorbido en esta cultura para
que celebre una mentira tan grande acerca de lo que significa ser humano? Y no deberíamos pensar
que esto se aplica solamente para otras personas, porque debemos admitir que también es muy fácil
para notros caer en esto.

…vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros
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Una faceta final que quiero mencionar acerca de nuestra cultura es la auto-seguridad. Pensamos que
estamos a salvo. Vivimos en un mundo en el cual tiene sentido no preocuparnos. Tenemos tapas a
prueba de niños que sellan los recipientes de nuestros medicamentos. Tenemos advertencias en las
tazas de café de McDonald’s que nos dicen que no deberíamos manejar con la bebida en nuestras
faldas. Tenemos vacunas, antibióticos, RMI’s, y diferentes máquinas para escanear, y parachoques en
nuestros automóviles que están diseñados para recibir el impacto y después retornar a la
normalidad. Somos una cultura en la que se nos aconseja que conduzcamos con cinturones de
seguridad. Tenemos una fuerza policial y militar masiva. Tenemos miles de hospitales, y nos
sentimos muy seguros así. Esta seguridad se extiende hasta en lo financiero: queremos jubilarnos,
tenemos inversiones, y nos sentimos seguros.
Sin embargo, la mayoría de los cristianos a través de la historia del Cristianismo no se han sentido
a salvo. Hace un tiempo atrás, leía una biografía de Martín Lutero que fue traducida del Alemán, en
la cual este biógrafo, quien no era creyente, dijo que uno debe entender que Lutero estaba hablando a
personas que se iban a dormir todas las noches con el temor de morir e ir al infierno antes de
levantarse al día siguiente – y esa es la razón por la cual había tanta urgencia para hacer el
“anfechtungen” de Lutero. Él tenía el temor de que moriría y se encontraría cara a cara con un Dios
santo antes de que se vuelva a despertar, porque en el cuarto de al lado un monje podría morir
fácilmente pensando que estaba en perfectas condiciones al dormir. No había antibióticos ni
exámenes de la presión de la sangre, sino que la hambruna, espada, y plaga eran abundantes. Los
cristianos hablaban entre sí que pensaban que éste sería su último día, es por eso que habían cosas
que tenían que mantener en orden. Había ciertas preocupaciones de las cuales no podían escapar.
Obviamente, esto hace que no podamos entender del completo a Martín Lutero, pero aún más
importantemente, hace que el evangelio sea difícil de entender para muchas personas. Las personas
que están convencidas de que están a salvo tendrán dificultad para entender a un predicador que les
dice que en realidad están viviendo en un peligro muy real.
De cierto modo, el evangelio se trata de la seguridad. En 1 Pedro 1, por ejemplo, Pedro escribe a la
iglesia, y empieza con estas palabras: “Pedro, Apóstol de Jesucristo, a los elegidos, extranjeros
dispersos por el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, según la previsión de Dios el Padre,
mediante la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser redimidos por su sangre:
Que abunden en ustedes la gracia y la paz” (v.1-2). En el capítulo 2 escribe, “Pero ustedes son linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras
maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran
pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han
recibido. La Biblia English Standard Versión traduce 1 Pedro 1:1 con la frase “a aquellos que son exiliados
elegidos.” Por otro lado, la Biblia New American Standard Version lo traduce como “aquellos que residen
como extranjeros rechazados.” Yo me pregunto si nosotros realmente nos consideramos elegidos
exiliados en la dispersión.
Elegidos Exiliados
Tal vez la cosa más importante que debemos tener en cuenta al considerar la idea de predicar con
la cultura en mente es que nosotros somos elegidos exiliados. Nosotros estamos aquí, tenemos una
dirección domiciliaria en este mundo. También tenemos un número de teléfono. Usamos cierto tipo
de ropa, y hablamos cierto lenguaje, y salimos de una cultura determinada donde ciertas cosas tienen
sentido y otras no. Pero todo eso es pasajero. Todo es misiológicamente importante, pero es
insignificante en el aspecto eterno. Nosotros somos exiliados. La tentación para los evangélicos en
Norteamérica es creer otra cosa, y de sentirnos muy en casa en este mundo. Yo pienso que muchas de

…vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros
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las tensiones dentro de la fe evangélica hoy en día son las tensiones que se sienten de las personas
que recién se están dando cuenta que esta cultura no es tan amigable como lo que pensaban que era.
Todo nuestro optimismo cultural está siendo cuestionado mientras miramos los niveles más
profundos de lo que está pasado a nuestro alrededor, y nos estamos empezando a dar cuanta que no
hay ninguna razón para este optimismo.
No podemos retirarnos de la cultura, porque eso sería negar nuestra gran comisión. Pero tampoco
nos podemos sentir en casa, porque eso sería negar nuestra identidad. Nosotros somos un linaje
escogido, por la gracia de Dios, un real sacerdocio, y nuestra meta es predicar el evangelio de Dios en
esta ciudad terrenal hasta que veamos esa visión escatológica de los creyentes, los elegidos de cada
lengua, y tribu, y pueblo y nación, parados ante el trono de Dios. En ese día no seremos ni
americanos, ni Póncios, ni Romanos, ni Capadocios; nosotros seremos suyos.

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