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TEXTO ARGUMENTATIVO SOBRE EL LECTOR DE BERNHARD SCHLINK

Presentado por: Elizabeth Jaramillo Pérez


C.C: 1037597908
Literatura Europea
Docente: Nancy López Peña
Licenciatura en humanidades lengua castellana
Facultad de Educación
Universidad de Antioquia
8 de diciembre de 2016

Conflictos morales en Michael, tensiones entre dos imágenes contrapuestas de un


mismo personaje: Hanna Schmitz amante y criminal de guerra

Cuando leemos novelas no somos el que somos habitualmente, sino también los seres hechizos entre los
cuales el novelista nos traslada. El traslado es una metamorfosis: el reducto asfixiante que es nuestra vida
real se abre y salimos a ser otros, a vivir vicariamente experiencias que la ficción vuelve nuestras. Sueño
lúcido, fantasía encarnada, la ficción nos completa, a nosotros, seres mutilados a quienes ha sido impuesta
la atroz dicotomía de tener una sola vida y los deseos y fantasías de desear mil.
Mario Vargas Llosa

Introducción

La novela El Lector, de Bernhard Schlink publicada en el año 1995 en Alemania, ha


sido reconocida por una gran variedad de premios literarios tanto en su país de orígen como
por fuera de él y ha sido traducida a treinta y nueve idiomas, ya que el autor introduce el
tema del holocausto desde una perspectiva particular y poco habitual: el narrador no le
apuesta al héroe, a sus aciertos y a sus victorias, por el contrario, introduce una serie de
cuestionamientos morales que conducen a identificar al lector con el antiheroe, con el
verdugo, con el criminal, a reconocerse y pensarse desde sus mismas incertidumbres. En
otros casos literarios como Raskólnikov el personaje de Dostoyevski o Madame Bovary de
Flaubert, se experimenta la misma sensación como lectores, de darles sentido, razón y peso

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a sus acciones, el lector se sitúa de su lado y toma el hacha por el mago o el veneno en sus
manos; para el caso de Hanna Schmitz e incluso de Michael Berg, la situación no es lejana.

La novela representa una historia dentro de otra que inicia en el año 1958 en la
posguerra, mientras se desarrolla la relación que surge entre Michael Berg, un joven
estudiante de quince años con Hanna Schmitz, una mujer de treinta seis años que se emplea
como revisora en el tranvía; paralelamente se introduce el reciente pasado alemán, el
nazismo, el Tercer Reich, y de esta manera se inician los primeros procesos judiciales que
se llevaron a cabo para juzgar a los criminales de guerra. La novela representa un amor
apasionado, de rituales eróticos y literarios en el escenario de la posguerra alemana.

Por lo anterior, en el presente escrito se centrará en las tensiones morales por las que
atravieza uno de los personajes principales, ya que el tema que transverzaliza la obra es la
ambivalencia de dichos juicios internos a los que se enfrenta Michael al reconocer en
Hanna el primer amor de su vida y posteriormente, conocer su faceta como guardiana de los
campos de concentración. El transcuro de toda la historia se debatirá entre tratar de
comprender el pasado de la mujer que fue su primer amor o culparla por los crimenes que
ha cometido.

A la par el autor logra, a partir de los recursos narrativos y esteticos que emplea, que
esta serie de dicotomías morales cuestionen los propios juicios del lector que se acerca a la
obra, que lo ubiquen en retospectiva y de esta manera se identifique y se involucre con el
relato, el autor muestra finalmente que se puede amar y desear una persona en su totalidad,
con sus defectos, errores y con sus bondades.

Hanna la amante

Específicamente la primera parte de esta novela se centra en el romance que se


establece entre Michael y Hanna, mientras éste se siente enfermo de regreso del colegio y
vomita en un callejón, Hanna acude y le presta su ayuda de una forma maternal, lo
consuela, lo abraza y lo acompaña a casa tomándolo de la mano; desde este primer
encuentro, aparentemente tan simple, ya se percibe un tinte erótico y una sensación
particular de Michael frente al cuidado y el afecto que le brinda Hanna:

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Al incorporarse me vio llorar. “Ay chiquillo, chiquillo”, dijo sorprendida. Me abrazó. Yo
era apenas un poco más alto que ella, sentí sus pechos contra mi pecho, olí en la estrechez
del abrazo mi aliento fétido y su sudor fresco y no supe qué hacer con los brazos. Dejé de
llorar. (Schlink, p.10, 2000)

Luego de este primer encuentro, Michael, por recomendación de su madre se dirige


a buscar la casa de Hanna para darle las gracias por haberlo asistido. En esta segunda
reunión el joven es espectador de una escena que marcará su deseo y su pasión por ella y,
además, sus posteriores relaciones sexuales con otras mujeres:

(…) Ella se quedó en la cocina para cambiarse. La puerta estaba entornada. Se quitó el
delantal y se quedó solo con una combinación verde claro. Sobre el respaldo de la silla
colgaban dos medias. Cogió una y la enrolló con rápidos movimientos de las dos manos. Se
puso en equilibrio sobre una pierna, apoyó sobre la rodilla la punta del pie de la otra, se
echó hacia adelante, metió la punta del pie en la media enrollada, la apoyó sobre la silla, se
subió la media por la pantorrilla, la rodilla y el muslo, se inclinó a un lado y sujetó la media
con el liguero. Se incorporó, quitó el pie de la silla y cogió la otra media. (Schlink, p.18,
2000)

En esta escena también se puede detectar la primera excitación sexual que Hanna
produce en Michael, éste no es capaz de apartar su mirada de ella mientras se pone las
medias, observa cada parte de su cuerpo, su nuca, sus hombros, sus pechos, sus nalgas y sus
piernas que describe una a una y que van conformando, en su concepto, un cuerpo muy
robusto y muy femenino, más exuberante que el de las chicas que le gustaban en esa época.

En este punto, además, se evidencia la primera ambivalencia moral que siente


Michael en su adolescencia y luego de observar la escena de Hanna vistiéndose, ya que
luego de varios días no puede apartar estas imágenes de su cabeza, experimenta sueños que
vivía activamente en sus fantasías y por tanto cuestiona su educación moral, en su interior
se pregunta que puede ser lo correcto o lo incorrecto al volver a buscar a Hanna, aun así,
desea volver a visitarla, volver a verla:

No sé de donde saqué el valor para volver a casa de Frau Schmitz. ¿Quizá la educación
moralizante se revolvía de algún modo contra sí misma? Si la mirada concupiscente era por
sí misma tan mala como la satisfacción del deseo, y a fantasía activa tanto como el hecho en
sí mismo, entonces, ¿por qué negarse a la satisfacción y al hecho? Día a día constataba que
no podía alejar de mí aquellas ideas pecaminosas. Hasta que llegó un momento en que
deseé el pecado. (Schlink, p.22, 2000)

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La relación erótica y sexual que se establece entre ambos personajes se da cuando
Michael regresa por tercera vez a la casa de Hanna y ésta le pide ayuda para subir unos
canastos con carbón desde el sótano, Michael propicia una avalancha de carbón y cuando
sube a la habitación de Hanna, ésta le muestra lo sucio que se encuentra y le ofrece un
baño. En esta situación Michael se desnuda e ingresa a la tina, al bañarse experimenta una
sensación de bienestar excitante y sufre una erección. Cuando Hanna se acerca con la toalla
y seca a Michael mientras éste le da la espalda, ella deja caer la toalla y éste se da cuenta
que ella también se encuentra desnuda, ya que siente sus pechos y su vientre en su espalda,
posteriormente sucede el primer encuentro sexual entre ambos personajes.

Como afirma Sonia Fernández Castro, de la UNED Pontevedra, España (Centro de


la universidad nacional de educación a distancia), “Michael vive una experiencia con la que
sueñan muchos adolescentes de su edad: ser seducido por una mujer adulta.” (2005, p. 391)
y de esta manera se deja guiar por ella en innumerables ocasiones, en diversos encuentros
sexuales. Sucesivo a esta relación sexual inicial Michael siente que se ha enamorado de
Hanna, llevan a cabo innumerables encuentros sexuales centrados en un ritual de ducha y
de hacer el amor, en el cual Hanna siempre se muestra como una mujer maternal que lo
conduce y le enseña en estas artes amatorias, pero al mismo tiempo no abandona su
posición dominante en la relación.

Cuando la lectura en voz alta por parte de Michael hacia Hanna empieza a ser parte
de esta relación, el ritual pasional se ha completado: “Lectura, ducha, amor y luego
holgazanear un poco en la cama: ese era entonces el ritual de nuestros encuentros.”
(Schlink, p.45, 2000). Desde este momento comparten ambos personajes varios encuentros
amorosos y algunas salidas de viaje en los cuales se evidencian juegos de poder, presión,
dominio y culpas en medio del erotismo de sus relaciones y del compartir literario, hasta
que Hanna desaparece un día de la vida de Michael dejando una huella en él para el resto de
su vida.

Hanna criminal de guerra

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Cuando ya han pasado varios años desde la partida de Hanna, Michael es un
estudiante de Derecho y ha logrado desterrar su recuerdo pero no bórralo, accidentalmente
vuelve a encontrarla en los tribunales cuando ella está siendo juzgada como criminal de
guerra al haberse ocupado como guardiana en los campos de concentración y de esta
manera, haber permitido que las prisioneras que tenía a su cargo, junto con otras cuatro
guardianas, murieran calcinadas cuando se encontraban encerradas en una iglesia.

En este punto de la historia Hanna ya no es la amante, durante el juicio “Hanna


confirmó con monosílabos que había prestado servicios hasta la primavera de 1944 en
Auschwitz y hasta el invierno siguiente en un campo más pequeño cerca de Cracovia; que
posteriormente se había puesto en camino en dirección oeste con los prisioneros” (Schlink,
2000, p. 92). Hanna se desdobla y expresa una nueva imagen ante Michael: es una mujer
que formó parte de los crímenes, los asesinatos, del mal y la crueldad que se llevaron a
cabo durante la guerra nazi en Alemania.

Michael no deja de asistir un solo día a los juicios cuando se entera de la presencia
de Hanna allí, inicialmente no siente nada cuando anuncian su nombre y los crímenes por
los cuales se le acusa, pero posteriormente se ve involucrado, cada vez más, en una
constante lucha interna que parte de los diversos sentimientos que despertó Hanna en su
adolescencia y entre la posibilidad de juzgarla por lo que había cometido antes de la
relación que vivieron juntos. Michael se siente culpable por no conocer el pasado de la
mujer que amó en su juventud y ahora no sabe que sentir ante su presencia y ante su
situación legal.

Como se afirma anteriormente Hanna es criminal de guerra, pero al mismo tiempo


es víctima de su propia condición de analfabetismo, esa es su verdad, la cual decide ocultar
por encima de cualquier costo; por dicha condición llega a trabajar como guardiana de los
campos de concentración, huyendo de los ascensos que le proponían en sus anteriores
empleos y que abandonaba por no hacerle frente a ella, por sentir vergüenza. Michael
cuando se da cuenta de este gran secreto entra en un cuestionamiento mayor porque queda
la posibilidad de ayudarla y de esta manera se acerca a una comprensión o justificación que
explica el accionar de Hanna:

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Hanna no se había decidido por el crimen. Se había decidido contra el ascenso en Siemens y
había ido a parar de rebote a las SS. (…) Y durante el juicio no estuvo dudando entre pasar
por analfabeta o por criminal. No hacía cálculos, no tenía una táctica. Simplemente, daba
por sentado que iban a castigarla, y no quería, encima, quedar en evidencia. No velaba por
sus intereses: luchaba por su verdad, por su justicia. (Schlink, p.125, 2000)
De lo anterior es posible entender además que Hanna era consciente del trabajo que
efectuó en los campos de concentración, Hanna entendía su participación en la guerra y los
errores que había cometido con las presas, sólo luchaba por un juicio justo, luchaba por la
verdad, aunque finalmente aceptara cargos y una larga condena por acciones que no había
cometido sólo por no aceptar su analfabetismo ante el tribunal.

Dilema moral en Michael: Tensión entre dos polaridades en Hanna

Desde el inicio de esta novela existe una ambivalencia moral de Michael frente a la
relación que tiene con Hanna, el hecho del que éste nunca le cuente a alguien la relación
que vivía con esta mujer mayor muestra el dilema moral que vivía, no lo consideraba bien
visto o que fuese un hecho de fácil comprensión para los demás, jamás lo comento ni con
familiares ni con amigos. En los viajes que realizó con Hanna sabía que la gente podía
verlos como madre e hijo por la diferencia de edad, en el fondo reconocía que ante el
mundo su relación era extraña y sin embargo no dejó de vivirla hasta el día en que ella
desapareció.

Como se describe anteriormente, hemos observado que en el personaje de Hanna se


reúnen dos imágenes contrapuestas: amante y criminal, que producen en Michael las
mayores disyuntivas morales y emocionales, al ser espectador de los juicios a los que se
afronta la mujer a la que amó y frente a la posibilidad de comprenderla o ayudarla en esta
nueva situación. Como afirman las docentes Diela Betancur y Erica Areiza acerca de esta
ambivalencia en el personaje:

El haber sido huérfana de una cultura letrada la catapulta al holocausto. Su hambre de


letras, su apetito lector insatisfecho y su sed de palabras la llevan incluso, durante su oficio
de guardiana, a seleccionar a varias mujeres para que le lean noche tras noche. Guardiana
de prisioneras y guardiana de libros. He ahí su paradoja: uno de sus oficios convoca la
muerte y la barbarie, el otro, una experiencia vital. (2013, p. 451)

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Sobre la tercera parte del libro se hacen más evidentes esta serie de
cuestionamientos en Michael. Luego de reconocer estas dos figuras en Hanna, en cierto
momento Michael siente que es natural que le apliquen la prisión incondicional, no por los
crímenes que cometió sino porque al estar encerrada estaría lejos de él, fuera de su vida;
incluso tenía la sensación de que otra persona, ajena a él, había amado y deseado a Hanna.
En otras ocasiones, especialmente al darse cuenta del analfabetismo de ésta, intentó por
diferentes medios comprenderla y ayudarla.

Quería comprender y al mismo tiempo condenar el crimen de Hanna. Pero su crimen era
demasiado terrible. Cuando intentaba comprenderlo, tenía la sensación de no estar
condenándolo como se merecía. Cuando lo condenaba como se merecía, no quedaba
espacio para la comprensión. Pero al mismo tiempo quería comprender a Hanna; no
comprenderla significaba volver a traicionarla. No conseguí resolver el dilema. Quería tener
sitio en mi interior para ambas cosas: la comprensión y la condena. Pero las dos cosas al
mismo tiempo no podían ser” (Schlink, 2000, p.148)

En este punto es importante resaltar la conversación que Michael tiene con su padre,
ya que de cierta manera éste le ayuda a resolver parte de sus dicotomías con Hanna, al
desear decirle la verdad al juez sobre su analfabetismo para reducir la condena a la que se
ha sometido. El padre de esta manera convoca a una toma de decisiones en la que se debe
anteponer las decisiones del otro sobre las propias:

(…) -Pero en el caso de los adultos, desde luego tengo muy claro que no hay justificación
alguna para anteponer lo que un sujeto considera conveniente para otro a lo que éste
considera conveniente para sí mismo.
-¿Incluso al precio de renunciar a la felicidad?
Negó con la cabeza.
-No estamos hablando de la felicidad, sino de la dignidad y la libertad. (Schlink, 2000,
p.133)

La obra en su totalidad y a partir de la relación que se relata entre Michael y Hanna,


indaga constantemente al lector sobre cómo comprender, cómo aceptar, cómo seguir con
nuestras vidas y cómo enfrentarnos ante ciertas realidades, ¿qué habríamos hecho nosotros
ante esas situaciones que viven tanto Hanna como Michael? ¿cómo o de qué manera
podemos juzgar las acciones de Hanna si posiblemente ante estas condiciones no tenemos
claro nuestro propio accionar? Inocente e ingenuamente realiza la misma pregunta Hanna al
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juez: “¿qué habría hecho usted en mi lugar?” (Schlink, 2000, p.105), mientras es
interrogada por haber dejado que las prisioneras se calcinaran cuando se encontraban
encerradas en la iglesia y en las ocasiones en que era consciente de que enviaba a las
prisioneras a Auschwitz a una muerte segura, así como el juez, los lectores se ubican en una
serie de dilemas morales que los dejan desconcertados.

Desde la narrativa del autor se nos muestra la ambivalencia del ser humano, la
dualidad de los personajes en cuanto a sus pasiones, sus sentimientos, su moralidad, sus
criterios de justicia y su accionar. En Hanna primero se nos muestra una amante voluptuosa
y luego una criminal de guerra, al mismo tiempo Michael posee dos imágenes: el joven
estudioso, seguro, egocéntrico, confiado y por otro lado el amante generoso, el lector en la
intimidad. En el desenlace de esta relación amorosa se representan las dicotomías morales y
como se dijo en un principio, se puede amar y desear al “malo” ya que ésta es solo una
parte de lo que conforma la totalidad de su ser, que se equivoca, que toma decisiones
incorrectas. Hanna, en este caso, antes y después de la guerra, e incluso durante ella, no
abandonó su pasión por la lectura y su lado sensible. El escritor latinoamericano Mario
Vargas Llosa por su parte afirma lo siguiente sobre esta perspectiva de la realidad, los
cuestionamientos y las sensaciones que generan los novelistas con sus obras:

Las novelas tienen principio y fin y, aun en las más informes y espasmódicas, la vida adopta
un sentido que podemos percibir porque ellas nos ofrecen una perspectiva que la vida
verdadera, en la que estamos inmersos, siempre nos niega. Ese orden es invención, un
añadido del novelista, simulador que aparenta recrear la vida cuando en verdad la rectifica.
A veces sutil, a veces brutalmente, la ficción traiciona la vida, encapsulándola en una trama
de palabras que la reducen de escala y la ponen al alcance del lector. Éste puede, así,
juzgarla, entenderla, y, sobre todo, vivirla con una impunidad que la vida verdadera no
consiente. (2002, p.6)

Finalmente cabe resaltar que, desde el mismo título del libro, El lector, ya se nos
involucra indirectamente en dichas dicotomías y juicios morales y en cierta medida, nos
lleva a comprender que no hay manera de escoger, en ocasiones, entre el sentir y los
criterios de moral y de justicia. Lo ideal sería comprender que no existe una única esencia o
acciones que nos determinen como una única cosa y que, en definitiva, somos una
constitución de acciones y sentires que constantemente se transforman, nos transforman y
nos hacen simplemente seres humanos.

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Bibliografía:

- Betancur-Valencia, D. B. & Areiza-Pérez, É. E. (2013). Tres puertos literarios


para volver a los vínculos entre literatura, formación y escuela. magis, Revista
Internacional de Investigación en Educación, 5 (11), 441-453.
- Fernández Castro, Sonia. (2005). Bernhard Schlink: El lector. Una perspectiva
histórico-sociológica del Holocausto en la novela alemana actual. Moenia.
Revista lucense de lingüística e literatura. ISSN 1137-2346, vol. 10 (2004), pp.
389-401
- Schlink, B. (2000). El lector, Barcelona: Editorial Anagrama, S.A
- Vargas Llosa, Mario. (2002). La verdad de las mentiras. Madrid: Alfaguara

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