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Movidos por una observacién casual, desde hace una serie de afios investigamos, en las més diversas formas y sintomas de la histeria, su ocasionamiento: el proceso en virtud del cual el fenémeno en cuestién se produjo la primera vez, hecho este que suele remontarse muy atrds en el tiempo. En la gran mayoria de los casos no se consigue aclarar ese punto inicial mediante el simple examen clinico, por exhaustivo que sea; ello se debe en parte a que suele tratarse de viven- cias que al enfermo le resulta desagradable comentar, peto, principalmente, a que en realidad no las recuerda, y hartas veces ni vislumbra el nexo causal entre el proceso ocasio- nador y el fendmeno patolégico. Casi siempre es preciso hip- notizar a Jos enfermos y, en ese estado, despertarles los re- cuerdos de aquel tiempo en que el sintoma afloré la primera vez; asi se consigue evidenciar el mencionado nexo de la manera més nitida y convincente. Este método de indagacién nos deparé en gran ntimero de casos unos resultados que parecen valiosos tanto en el aspecto tedrico como en el prictico. En el aspecto fedrico, porque nos han probado que el factor accidental comanda la patologia de la histeria en una medida que rebasa en mucho Ia notoria y admitida. En el caso de la histeria «traumdtica» es evidente que fue el acci dente el que provocé el sindrome; y si en unos ataques his- téricos se infiere, de las exteriorizaciones de los enfermos, 1 [{Cortesponde a la llamada que aparece en el titulo, supra, pag 27.) Segtin lo explicita Ja nota al pie del «Prélogo a la primera edi- isin», este primer capitulo habsa aparecido primitivamente, en 1895, como trabajo separado, Fue reimpreso no s6lo en el presente libro, 10 también en el primer volumen de la recopilacién de escritos bre- ves de Freud titulada Sammlung kleiner Schriften zur Neurosenlebre (1906); en este tiltimo caso se afiadié Ia siguiente nota al pie: «lm. preso también como introduccién a Estudios sobre ta histeria, 1895, obra en la cual Josef Breuer y yo desarrollamos las concepciones aqui expuestas y las ‘ilustramos mediante historiales clinicos».] 29 que en cada ataque ellos alucinan siempre el mismo proceso que provocé al primero, también en este caso es patente el nexo causal. Mas oscuro es el estado de cosas respecto de otros fenémenos. ‘Ahora bien, nuestras experiencias nos han mostrado que los sintomas mis diferentes, tenidos por operaciones espon- téneas, por ast decir idiopdticas, de la bisteria mantienen con el trauma ocasionador un nexo tan estricto como aque los otros fenémenos mds trasparentes en este sentido, He- mos podido reconducir a unos tales traumas ocasionadores tanto neuralgias como anestesias de la mas diversa indole, y que a menudo databan de afios atrds; también, contracturas y parilisis, ataques histéricos y convulsiones epileptoides que segtin todos los observadores eran epilepsias genuinas, petit mal y afecciones del tipo de los tics, vémitos ee y anorexia hasta Iegar al rehusamiento de toda comida, las més diferentes perturbaciones de la visién, alucinaciones visuales recurrentes, etc, La desproporcidn entre los. aio: que dura el sintoma histérico y su ocasionamiento tinico es la misma que estamos habituados a ver de una manera re- gular en Ja neurosis traumatica; con harta frecuencia son sucesos de la infancia los que han producido para todos los afos subsiguientes un fendmeno patoldgico miso menos grave. El nexo suele ser tan claro que es bien visible cémo el suceso ocasionador produjo justamente este fendmeno y no otro. Este tiltimo, entonces, esté determinado {deterninic- ren} de manera totalmente nitida por su ocasionamiento. ‘Asi, para tomar el ejemplo més trivial: un afecto dolorido, generado en el curso de una comida, pero sofocado, produce luego néuseas y vémitos, y estos tilrimos duran meses como vémitos histéricos. Una muchacha que en martirizadora an- gustia vela ante el lecho de un enfermo, cae en un estado crepuscular y tiene una alucinacién horrorosa en el momento en que se le adormece el brazo derecho, pendiente del res- paldo de {a silla: desde ahi se le desarrolla una paresia de ese brazo con contractura y anestesia. Quiere rezar y no en- cuentra las palabras; pot fin consigue ptonunciar una ora cién infantil en inglés. Cuando mds tarde se le desarrolla una histeria grave, en extremo compleja, habla, escribe y comprende sdlo inglés, mientras que su lengua materna le resulta ininteligible durante un aiio y medio.” — Un nifio gravemente enfermo se duerme al fin; la madre tiende toda 2 [Sobre el caso de esta paciente versa ef primer historial elinico; cf. infra, pags. 47 y_sigs.] 30 su fuerza de voluntad para mantenerse silenciosa y no des- pertarlo; y justamente a causa de este designio produce un chasquido con la lengua (jvoluntad contraria histérica! ). Ese chasquido se le repite luego en otra oportunidad en la que de igual modo quiere mantenerse completamente en silen- cio, y desde abt se le desarrolla un tic: durante muchos aiios, a raiz de cada emocién se le produce un chasquido de len- gua." — Un hombre de elevada inteligencia asiste a la ope- racién a que es sometido su hermano: en estado de narcosis le estiran la articulacién anquilosada de la cadera. En el momento en que esta cede con un crujido, siente un dolor violento en su propia articulacién de la cadera, dolor que le persiste casi un afio; ete. En otros casos, el nexo no es tan simple; sdlo consiste en un vinculo por asi decir simbélico entre el ocasionamiento y el fendmeno patolégico, como el que también las personas sanas forman en el suefio: por ejemplo, si a un dolor animico se acopla una neuralgia, o vmitos al afecto del asco moral. Hemos estudiado enfermos que solfan hacer el mas amplio uso de una simbolizacién asi.! — Y en ottos casos, un de- terminismo de esa indole no se oftece al entendimiento de primera intencién; entre ellos se cuentan justamente los sin- tomas histéricos tipicos, como hemianestesia y estrechamien- to del campo visual, convulsiones epileptiformes, etc. Nos vemos precisados a reservar para un comentario més deta- Mado sobre el tema la exposicién de nuestras opiniones sobre este grupo. Tales observaciones parecen demostrarnos la analogia pa- tdgena entre la histeria corriente y la neurosis traumdtica, y justificar una extensién del concepto de «histeria traumdti- ca». En el caso de la neurosis traumitica, la causa eficiente de la enfermedad no es Ia infima lesidn corporal; lo es, en cambio, el afecto de horror, el trauma psiquico. Andloga- mente, nuestras pesquisas averiguaron para muchos sintomas histéricos, si no para los mds, unas ocasiones que es preciso designar «traumas psiquicos». En calidad de tal obrard toda vivencia que suscite los afectos penosos del horror, a angus- tia, la vergiienza, el dolor psiquico; y, desde luego, de la sensibilidad de Ia persona afectada (asi como de otra con- dicién, que mencionaremos més adelante) dependerd que la 3 [Véase el segundo historial clinico, infra, pags. 71 y sigs. Estos episodios fueron mencionados con cierta extensién en «Un caso de curacién por hipnosis. ..» (Freud, 1892-93), AE, 1, pigs. 157-8, don- de se examina asimismo el concepto de «voluntad contraria histérica».] + TVéase la descripcién del caso de Cicilie M., infra, pags. 189 y sigs.J a. vivencia se haga valer como trauma. No es raro que en Ia histeria corriente hallemos, en lugar de un gran trauma, varios traumas parciales, unas ocasiones agrupadas que sdlo en su sumacién pudieron exteriorizar efecto traumético y forman una trama en la medida en que constituyen los capi- tulos de una historia de padecimiento. En otros casos, en cambio, son circunstancias al parecer indiferentes en si mis- mas las que por su conjugacién con el suceso de genuina eficacia, 0 con un momento temporal, particularmente sen- sible, han adquirido Ja dignidad de traumas, que de otro modo no les corresponderia, pero que conservan desde en- tonces. Sin embargo, el nexo causal del trauma psiquico ocasio- nador con el fenémeno histérico no es tal que el trauma, como agent provocateur {agente provocador}, desencadena- ria al sintoma, el cual subsistiria luego, ya devenido auténo- mo. Antes bien, debemos aseverar que el trauma psiquico, 0 bien el recuerdo de él, obra al modo de un cuerpo extrafio que atin mucho tiempo después de su intrusién tiene que ser considerado como de eficacia presente; y vemos la prueba de ello en un fendmeno en grado sumo asombroso que, a Ia vez, confiere a nuestro hallazgo un significativo interés practico. Descubrimos, en efecto, al comienzo para nuestra maxima sorpresa, que los sintomas histéricos singulares desaparecian enseguida y sin retornar cuando se conseguia despertar con Plena luminosidad el recuerdo del proceso ocasionador, con- vocando al mismo tiempo el afecto acompaiante, y cuando luego el enfermo describta ese proceso de la manera mas de- tallada postble y expresaba en palabras el afecto. Un recotdar no acompaiiado de afecto es casi siempre totalmente inefi- caz; el decurso del proceso psiquico originario tiene que ser repetido con la mayor vividez posible, puesto en status nascendi y luego «declarado» {«Aussprechen»}. En tal ca- so, cuando los fenémenos tespectivos son de estimulacién, como convulsiones, neuralgias, alucinaciones, ellos afloran una vez més con intensidad total y luego desaparecen para siempre. Deficiencias funcionales, pardlisis y anestesias, des- aparecen de igual modo, desde luego sin que sea nitida su agudizacién momenténea® 5 La posibilidad de esta terapia ha sido claramente reconocida por Delboeuf y Binet, como lo muestran las siguientes citas: «On s’ex- pliquerait “d3s lors comment le magnétiseur aide a ta guérison. Il remet le sujet dans V'état o& le mal s'est manifesté et combat par la parole le méme mal, mais renaissant («Ahora se explicaria de qué manera el bipnotizador promueve Ja curacién. El vuelve a colocar al 32 Aqui surge Ja sospecha de que pudiera tratarse de una sugestién involuntaria; el enfermo esperaba ser librado de su padecer mediante aquel procedimiento, y esa expectativa, no el declarar como tal, seria el factor eficiente. Sin’ embar- go, no es asi: Ia primeta observacién en que se analizé de esta manera un caso de histeria en extremo complicado (cu yos sintomas, de causacién separada, se resolvieron también separadamente) data de 1881, vale decir, de una época «pre- sugestiva»; fue posibilitado por autohipnosis espontdneas de fa enferma y deparé al observador Ja maxima sorpresa. Por inversién del apotegma «cessante causa cessat effec- tus»* tenemos derecho a concluit de estas. observaciones gue el proceso ocasionador produce efectos de algin modo durante aiios todavia, no indirectamente por mediacién de una cadena de eslabones causales intermedios, sino de ma- nera inmediata como causa desencadenante, al modo en que un dolor psiquico recordado en la conciencia despierta sus- cita en un momento posterior la sectecién lacrimal: ef bisté- rico padece por la mayor parte de reminiscencias.” A primera vista parece asombroso que vivencias hace tiem- po trascurridas puedan producir efectos tan intensos, que los recuerdos de ellas no sucumban al desgaste en que vemos sujeto en el estado en que el mal se manifesté, y combate mediante Ja palabra ese mal, pero en su reemergencia»} (Delboeuf, 1889). — «...peubéire verraton qu’en reportant le malade par'un artifice riental au moment méme oi fe symptdme a apparu pour la premisre fois, on rend ce malade plus docile & une suggestion curativen {«.. quizd se comprucbe que reconduciendo al enfermo, mediante un attificio mental, al momento mismo en que el sintoma aparecié por primera vez, se vuelva a ese enfermo més décil a una sugestion curativay} (Binet, 1892, pag. 243). — En el interesante estudio de Pierre Janet sobre el automatismo psicoldgico (1889) hallamos des- crita una curacién de una muchacha histérica, obtenida por apli in_de un procedimiento andlogo al_ nuestro. 8°TEn pay. 98 se Jnforme sobre el primer suceso de esta indole.) * {acuando cesa la causa, cesa el efector.) T No nos resulta posible ‘distinguir, en el contenido de esta co- municacién preliminar, qué parte es nueva y cudl se encuentra en otros autores, como Moebius y Striimpell, que han sustentado pare- cidos puntos ‘de vista respecto de la histeria, Hemos hallado la mi- xima aproximacién a nuestros desatrollos en materia de teorfa y de terapia en algunas puntualizaciones de Benedikt, publicadas en forma esporidica. [Cf, Andersson, 1962, pag. 114, #. 3.] Nos ocupa- remos de ellas en otro lugar (cf. infra, pag. 221, 1, 14). 33 caducar a todos nuestros recuerdos. Acaso mediante Jas elu- cidaciones que siguen estos hechos nos resulten algo inte- ligibles. El empalidecimiento o pérdida de afectividad de un te- cuerdo depende de varios factores. Lo que sobre todo im- porta es si frente al suceso afectante se reaccioné enérgica- mente 0 no. Pot «teaccién» entendemos aqui toda la setie de reflejos voluntarios e involuntarios en que, segtin lo sabemos por experiencia, se descaryan los afectos: desde el Manto hasta la venganza. Si esta reaccién se produce en Ia escala suficiente, desaparece buena parte del afecto; nuestra lengua testimonia este hecho de observacién cotidiana me- diante las expresiones «sich austoben» {«desfogarse»}, «sich ausweineny {«desahogarse Horando») , etc. Si la reaccién es sofocada, el afecto permancce conectado con el recuerdo. Un ultraje devuclto, aunque sdlo sea de palabra, es recordado de otro modo que un ultraje que fue preciso tragarse. El lenguaje reconoce también ese distingo en las consecuencias psiquicas y corporales, y de manera en extremo caracteristica designa «Krinkungy {«afrentay; en el sentido de «morti- ficacién»} al sufrimiento tolerado en silencio. — La reaccién del dafiado frente al trauma sélo tiene en verdad un efecto plenamente «catdrtico» si es una reaccién adecuada, como la venganza. Pero el ser humano encuentra en el lenguaje un sustituto de fa accién; con su auxilio el afecto puede ser «abreaccionado» casi de igual modo.* En ottos casos, el de- cit mismo es el reflejo adecuado, como queja y como decla- tacién en el caso de un secreto que atormenta (jla confe sién!). Cuando no se produce esa reaccién de obta, de pa- Jabra, o mediante el Ilanto en los casos més leves, el recuerdo del hecho conserva en principio su tinte afectivo. La «abreaccién» no es, empero, el tinico modo de trami- tacién de que dispone el’ mecanismo psiquico normal de la persona sana cuando ha experimentado un trauma psiquico. Su recuerdo, aunque no se lo abreaccione, entra en el gran complejo de la asociacién, se inserta junto a ottas vivencias que acaso lo contradicen, es rectificado por otras represen- taciones. Por ejemplo, tras un accidente, al recuerdo del peligro y a la repeticién (debilitada) del terror se acopla el recuerdo de lo que luego sobrevino, el rescate, la con- ciencia de la actual seguridad. El recuerdo de una afrenta es rectificado poniendo en su sitio los hechos, ponderando 8 [En este pasaje, los términos «catarsis» y «abreaccién» hacen su primera aparicién en'una obra impresa. Freud habia empleado «abreac- cidn» anteriormente, en una carta a Fliess del 28 de junio de 1892 en la que hacia referencia al presente trabajo (Freud, 1950, Carta 9).] 34 la propia dignidad, etc. Asi, por medio de unas operaciones asociativas, el hombre normal consigue hacer desaparecer ef afecto concomitante. ‘A esto se suma esa universal borradura de las impresio nes, ese empalidecimiento de los recuerdos que flamamos «olvido», y que desgasta sobre todo a lis representaciones ya incficaces afectivamente, Ahora bien, de nuestras observaciones se sigue que los recuerdos que han devenido oeasionamientos de fendmenos histéticos se han conservado durante largo tiempo con asom- brosa frescura y con su plena alectividad. Aqui debemos meacionar otro hecho Hamativo, que hemos de valorizar luego: los enfermos no disponen de estos recuerdos como disponen del resto de su vida. Al contratio, estas vivencias estin completamente auserites de la memoria de los enfer- mos en su estado psiguico habitual, o estén abi presentes sélo de una manera en extrento sumaria, Unicamente si se indaga a los enfermos en estado de hipnosis, esos recuerdos acuden con Ia vivides intacta de unos acontecimientos frescos Asi, una de nuestras cnfermas seprodujo durante medio aio en estado de hipnosis, con vividex alucinatoria, todo cuanto la habia excitado esos mismos dias del aiio anterior {en el curso de una histeria aguda); un diario intimo de su madre, diario cuya existencia la enferma desconocia, demos- tr6 que la reproduccidn era fiel. ECE. pag. 37.1 Otra pacien te revivid, en parte en la hipnosis, en parte en ataques espon téneos, y con nitidez alucinatoria, todos los sucesos de una psicosis histérica que habia pasado diez afios antes y sobre la cual, hasta ese reafloramiento, habia padecido amnesia casi completa. También algunos recuerdos, de importancia ctiodgica, de entre quince y veinticinco aos de antigiiedad, se demostraron cn ella asombrosamente intactos ¥ provistos de intensidad sensorial, poseyendo a su retorno la plena fuer- za afectiva de unas vivencias nuevas. [Cf. pags. 190-3.] Sélo podemos buscar el fundamento de ello en que tales recuerdos han de estar eximidos de las absorciones desgas- tadoras antes clucidadas, En efecto, se demuestra que esos recuerdos corresponden a traumas que no han sido suficien- temente «abreaccionados», y a poco que ahondemos en las razones que impidieron esto wiltimo descubriremos al menos dos series de condiciones bajo las cuales es interceptada la reaccién frente al trauma. : En el primer grupo incluimos los casos en que los enfer- mos no han reaccionado frente a traumas psiquicos porque Ja naturaleza misma del trauma excluia una reaccién (como por ejemplo la pérdida, que se presentd irreparable, de una 35 persuna amada), 0 porque circunstancias sociales la impos- bilitaron, 0 porque se trataba de cosas que el enfermo queria olvidar y por eso adrede las reprimié {desalojé}° de su pen- sar conciente, las inhibi y sofocd. A esas cosas penosas, jus- tamente, se las halla luego en la hipnosis como base de fenémenos histéricos (delitios histéricos de monjes y reli- giosas, de mujeres abstinentes, de nifios bien educados). La segunda serie de condiciones no estin comandadas por el contenido de los recuerdos, sino por los estados psiquicos en que sobrevinieron las vivencias en cuestidn: en la hipno- sis, uno halla como ocasionamiento de sintomas histéricos también representaciones que, sin ser significativas en si mismas, deben su conservacién a la circunstancia de haberse generado en afectos graves y paralizantes, como el terror, 0 directamente en estados psiquicos anormales, como el estado crepuscular semihipndtico del sofiar despierto, los estados de autohipnosis y fenémenos similares. Aqui fue la naturaleza de esos estados lo que imposibilitd reaccionar frente a lo que sucedia ‘Ambas clases de condiciones pueden desde luego conju- garse, y de hecho lo hacen a menudo. Es ese el caso cuando ® [Es esta la primera vez que aparece el verbo areptimiry («ver dringen») con cl sentido que lucgo tendria en psicoandlisis. El con- cepto, aunque no el término, ya habia sido utilizado por Brouer y Freud en su bosquejo péstumo (19404) escrito en noviembre de 1892, apenas un mes antes que el presente trabajo. En obras de Freed, la palabra aparece por primera vez en eLas neuropsicosis de defen sa» (18942), AE, 3, pag. 51, y Tuego varias veces en sus contribu- ciones de fecha mis tardfa pata el presente volumen (v. gr, itfra, pag 133). En este perfodo, «represién» era cmpleada como equivalente de adefensa» («Abwebr>), como lo muestra, por ejemplo, el proloso conjunto a la primera edicién (supra, pig. 23). No obstante, en la «. Ella apa recié por primera vez en el ya citado trabajo sobre las neuropsicosis de defensa (18944), AE, 3, pag. 49, y, lo mismo que «represionn, es generosamente utilizada’ en fragmentos posteriores de los Estudios (v. gr. infra, pig. 162), Breuer recurre a ambos términos en su capitulo tedrico (v. gr., infra, pags. 225 y 255). — En algunas de su apariciones previas a esta, el verbo «teprimir» iba acompaiiado, como aqui, por un adverbio con el sentido de «adrede», «intencio: nalmente» («absichtlich», «willkiirlich»), Freud explicita esto en uno de sus escritos (1894a), al aseverar que el acto de la represién «es in- troducido por un empefio voluntario, cuyo motivo es posible sefialar Asi pues, la palabra , — «Quédate tranquila, sdlo buscaba algo». — «Es que se sale por la otra puertar. — «Me he equivocado», etc Le pregunto si en esa época malicié algo. «No, no se me pas6 nada por la cabeza; es cierto que siempre me sotpren fa, pero no ataba cabos», — Le pregunto también sien esas oportunidades le vino la angustia. Cree que si, pero esta ver no esté tan segura de ello. Después que ha terminado estas dos series de relatos toma respiro. Esté como trasfigurada; el rostro con expre- sién de fastidio y pesadumbre se habia animado; tiene los ojos brillantes, esta aliviada y renovada. A mi, entretanto, se me abrié el entendimiento de su caso; Io tiltimo que me acaba de referir, en apariencia sin plan alguno, explica exce- Ientemente su comportamicnto en la escena del descubri- miento. Llevaba dentro de sf dos series de vivencias que clla recordaba, pero no entendia ni valorizaba en conclusién nin- guna; a la vista de la pareja copulando se establecié al ins- tante la conexidn de la impresién nueva con esas dos series de reminiscencias; empez6 a comprender y, al mismo tiempo, a defenderse. Luego siguié un breve periodo de acabado, de «incubacién» [ef. pdg. 149], y se instalaron los sinto- mas de la conversién, el vémito como sustituto del asco moral y psfquico. Con ello quedaba solucionado el enigma; no le dio asco la visién de aquellos dos, sino un recuerdo que ome: 146 esa visién Je evocé, y, bien ponderadas todas Jas cosas, slo podia ser el recuerdo del asalto nocturno, cuando ella «sintié el cuerpo del tio». Le dije, pues, tras terminar ella su confesidn: «Ahora ya sé lo que’se le pasé por la cabeza cuando miré dentro del dormitorio. Usted ha pensado: “Ahora hace con ella lo que aquella noche, y las otras veces, querfa hacer conmigo”, Eso le dio asco porque usted se acordé de la sensacién que tuvo cuando a la noche se desperté y sintié su cuerpo». Ella responde: «Muy bien puede ser que eso me dicra asco y se me pasara eso por la cabeza». «Ahora digame con exactitud; ya es una muchacha cte- cida, y lo sabe todo». «Ahora si, claro estd». «Digame entonces con exactitud: gqué fue lo que sintis de su cuerpo aquella noche?». Pero ella no da una respuesta precisa; sonrfe turbada y como convicta y confesa, como uno que debe admitir que ahora se ha Hegado {kommen} a la raiz de las cosas, sobre la cual ya no cabe decit mucho mas. Puedo imaginarme cusl fue la sensacidn téctil que mds tarde aprendié a interpretar; su gesto paréceme decir que presutpone que yo me imagino Jo correcto, pero ya no puedo seguir ahondando en ella; slo me resta agradecerle que resulte tanto mis facil hablar con ella que con las mojigatas damas de mi prictica urbana, para quienes todas las cosas naturales son obscena Con esto estarfa actarado el caso; pero, un momento: ede dénde proviene la alucinacién de la cabeza que le provoca pavor y es recurrente en el ataque? Ahora se lo pregunto. Como si en esta platica se hubiera ensanchado su entendi- miento, responde enseguida: «Si, ahora lo sé: In cabeza es a de mi tio, ahora la reconozco; pero no de aquel tiempo. Mis tarde, después que se desataron todas las querellas, mi tfo concibié una absurda furia contra mi; siempre ha dicho que soy la culpable de todo; sino hubiera soplado, munca se hubiera Ilegado {Rormert) a la separacién; siempre me ha amenazado con hacerme algo; cuando me vio a lo Iejos, su rostto se desfiguré por la furia y se abalanz6 sobre mi con Ia mano Ievantada. Siempre me he escapado de él, y siempre con la mayor angustia de que me atrapara de im: proviso en algtin Jado. El rostro que yo ahora vco siempre es su rostto cuando estaba furioso». Esta noticia me hace acordar de que el primer sintoma de la histeria, el vémito, ha pasado ya; el ataque de angus tia permanecié y se lend con el nuevo contenido, Segiin eso, se trata de una histeria ya abreaccionada en gran parte. Es 147 que, en efecto, ella ha comunicado su descubrimiento al poco tiempo a su tia. «éHa contado a su tia también las otras historias, cémo él la asediaba?». «S{; no enseguida, peto después, cuando ya se habia ha- blado de divorcio, Entonces tia dijo: “Esto lo dejamos para més tarde; si opone dificultades ante la justicia, lo diremos también”». Puedo comprender que justamente del tiltimo tiempo, cuando las escenas inquietantes en la casa se acumularon, cuando su estado dejé de despertar el interés de la tia recla- mada por Ja querella; que de ese tiempo, digo, de acumula- cidn y de retencin, quedara el simbolo mnémico [del rostro alucinado). Espero que el declararse conmigo haya hecho algiin bien a esta muchacha tan prematuramente lastimada en su sentir sexual; no la he vuelto a ver. Epicrisis Nada podré objetar si en este historial clinico alguien ve menos un caso de histeria analizada que uno resuelto por meto colegir. Es cierto que la enferma admitid todo lo que yo interpolé en su informe como verosimil; empero, no estaba en condiciones de reconocerlo como algo vivenciado. Opino que para ello habria hecho falta la hipnosis. Si su- pongo que colegi rectamente, y ahora intento reducir este caso al esquema de una histetia adquirida, tal como resulté del caso 3, parece natural comparat las ‘dos series de vi- vencias erdticas con unos momentos traumiticos, y la escena del descubrimiento de Ia pareja, con un momento auxiliar Icf. pag. 139]. La semejanza reside en que en las prime- ras se cred un contenido de conciencia que, excluido de la actividad pensante del yo, permanecié guardado, mientras que en Ia tiltima escena una nueva impresin fuerza la reu- nién asociativa de esos grupos, que se encontraban aparta- dos, con el yo. Por otra parte, hallamos también divergencias que no pueden ser descuidadas. La causa del aislamiento no es, como en el caso 3, la voluntad del yo, sino Ia ignorancia del yo, que atin no sabe qué hacer con unas experiencias sexuales, En este aspecto, el caso de Katharina es tfpico; en el andlisis de cualquier histeria que tenga por fundamen- to traumas sexuales, uno halla impresiones de la época pre- sexual que, no habiendo producido efectos sobre Ja nifia, 148 més tarde cobran, como recuerdos, una violencia traumatica al abrirse para la joven virgen o la esposa el entendimiento de la vida sexual. La escisién de grupos psfquicos es, por asi decir, un proceso normal en el desarrollo de los adoles- centes, y bien se comprende que su posterior recepcién den- tro del yo proporcione una ocasién, aprovechada con harta frecuencia, de perturbacién psiquica, Ademés, en este lugar manifestaria la duda de que la escisién de la conciencia por ignorancia se pueda diferenciar realmente de la producida por desautorizacién conciente, y de que los adolescentes no posean un conocimicnto sexual con frecuencia mucho mayor del que se sospecharia en ellos y del que ellos mismos se atribuyen. Otra divergencia en el mecanismo psiquico de este caso reside en que la escena del descubrimiento, que hemos ca- lificado de «auxiliary, merece al mismo tiempo el nombre de «traumdtica», Produce efectos por su propio contenido, no meramente por despertar vivencias trauméticas preexis- tentes; retine Jos caracteres de un momento «auxiliar» y de uno traumético, Pero en esta coincidencia yo no veo razén alguna para abandonar una separacién conceptual que en otros casos cotresponde a una temporal. Otra peculiaridad del caso de Katharina, con la cual empeto estamos familia- rizados desde hace mucho, se muestra en que la conversidn, la produccién de los fenémenos histéricos, no se cumple enseguida después del trauma, sino luego de un intervalo de incubacién. Charcot llamaba de preferencia a ese inter- valo la «época de la elaboracién [éaboration] psiquica».* La angustia que Katharina padecta en sus ataques es his- térica, es decir, una reproduccién de aquella angustia que emergié en cada uno de los traumas sexuales. Omito elucidar aqui el proceso que he discernido como el que sobreviene de una manera regular en un nimero enormemente grande de casos, a saber, la vislumbre de vinculos sexuales produce en personas virginales un afecto de angustia® [CE. pdg 143n.] 8 [Freud discutié esto con largueza en las tiltimas secciones de la parte IT de su «Proyecto de psicologian de 1895 (19504), y ma- nifesté idéntica opinidn en sus «Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa» (1896b), AE, 3, pigs. 167-82. Sédlo al- gunos afios mis tarde reconocié el’ papel que cumplian en la con- traccidn de neurosis los impulsos, sexuales ya_presentes en Ia nifiez temprana. Véase mi «Nota introductorian a Tres ensayos de teoria sexual (1905d), AE, 7, pigs. 1145.] 4 [CE Charcot, 1888, 1, pig. 99, y las consideraciones de Breuer sobre el tema, infra, pag. 224.] 5 [Nota agregada en 1924:] Después de tantos aftos, me atrevo 149 a infringir la discrecidn entonces observada y a indicar que Kathari- na no era Ja sobrina, sino la hija de la hospedera. Vale decir que Ja muchacha habja enfermado a raiz de unas tentaciones sexuales que partian de su propio padre. Una desfiguracién como a practicada por mi en este caso deberia evitarse a toda costa en un historial clinico, Naturalmente, no es tan itrelevante para entenderlo como lo seria, por ejemplo, el traslado del escenario de un monte a otto, 150,

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