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Hace mucho tiempo nació 

David, era el hijo más pequeño de una familia de pastores que vivían en Israel.

Él ayudaba a cuidar a las ovejas de su familia y llevaba comida a sus hermanos mayores que estaban en el ejercito del rey
Saúl luchando contra los filisteos que era un pueblo que quería conquistarlos.

Los guerreros israelitas tenían mucho miedo porque Goliat, un hombre muy, muy grande y muy, muy fuerte, estaba en el ejercito
filisteo.

Todas las mañanas Goliat retaba al pueblo de Israel.

– ¡Manden a alguien a pelear contra mí! Si me gana, seremos sus esclavos, pero si yo gano, ¡ustedes serán nuestros
esclavos! – gritaba Goliat demasiado seguro de poder ganarle a cualquiera de los israelitas

Era tan fuerte y temido que nadie quería pelear contra él.

Hasta que, un día, David llegó un poco mas temprano al campo para darle comida a sus hermanos y escuchó por
primera vez la amenaza de Goliat.

-¿Porque nadie quiere pelear contra él? – preguntó David a sus hermanos.

– Nadie tiene el valor de enfrentar a este gigante… – contestaron sus hermanos.

– Si nadie lo quiere hacer, entonces yo lo haré, dijo David.

– ¿Túuuuu? Pero no eres un guerrero y eres tan chiquito. ¿Cómo podrías vencer a un hombre tan grande? dijeron sus
hermanos.
El rey supo de esta discusión entre los hermanos y se acercó a David.

–  Si, soy pequeño, pero también soy valiente – dijo David con seguridad.

–  Entonces tú pelearás contra este gigante yo te prestaré mi casco, mi armadura y mis armas – le dijo el rey Saúl.

La armadura era demasiado grande para David, y las armas eran tan pesadas que ni podía levantarlas.

Así que las rechazó, salió corriendo al río más cercano para escoger cinco piedras lisas y regresó al campo de batalla con su honda y
sus piedras para presentarse frente a Goliat.

Al verlo, el gigante se enojó y se rió de él.

– Jajaja. ¿Tú, vas a pelear? ¿Qué vas a hacer contra mí, pequeñín?

– Se van a arrepentir de haber mandado a un joven tan chiquito a pelear contra mí.

– ¡Puedo vencerte! – le dijo David escuchando las burlas de Goliat.

Y en ese momento, David tomó su honda, colocó una piedra en ella, empezó a darle vueltas y vueltas y de pronto lanzó la
piedra con todas sus fuerzas.

La piedra le pegó a Goliat entre los ojos “PUM” y el gigante cayó lentamente sin poder hacer otro movimiento. ¡David le
había ganado a Goliat!

Así es amiguito.

Recuerda que la humildad es algo muy importante y que todos, sin importar su tamaño, podemos lograr hacer cosas muy
grandes si realmente lo queremos y no tenemos miedo de intentarlo.

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