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Voy andando por el camino que lleva al puente. El cálido sol de la mañana que me
acaricia la espalda no impide que la hierba conserve todavía las últimas gotas de rocío
que refrescan las plantas de mis pies. Tengo la suerte de vivir en el Barrio de Córdoba,
que todavía conserva las huellas de culturas antiguas que han sobrevivido a
terremotos e inundaciones durante la Calamidad. Voy camino al Templo Viejo al otro
lado del río, para asistir a la conmemoración del tercer centenario de la Nueva Era. No
voy a menudo al templo, no soy muy creyente. Bueno, en lo que se refiere a fuerzas
sobrenaturales, claro. En cuanto a Mesías, sí, porque fue un personaje real, y aunque
alguna gente todavía le relaciona con fuerzas divinas, la realidad es que su mérito
consistió en su increíble lucha personal a lo largo de toda una vida para conseguir un
mundo mejor. Se le atribuye la proeza de haber conseguido influir en la población de
tal manera que grandes sectores de una sociedad totalmente heterogénea se fueron
uniendo paulatinamente hasta vencer las enormes dificultades en unos tiempos
absolutamente desastrosos. A veces, cuando estoy unida al Tejido busco datos sobre la
Época Previa y sobre las circunstancias que provocaron su triste final.
Sí, me entristezco cuando pienso en la situación caótica que le tocó vivir a Mesías
durante los primeros años de la Calamidad y los sufrimientos padecidos durante
tantos años por los habitantes de un mundo superpoblado. Debió de ser una época
terrible, con guerras, hambrunas, pobreza y desigualdades inhumanas, también con
grandes desastres naturales con millones de víctimas. De hecho, dicen que las
epidemias, inundaciones, terremotos, huracanes y la contaminación se cobraron
muchas más vidas que todos los conflictos armados juntos. Hoy en día y según he leído
vive en la tierra la quinta parte de la población que había antes de la Calamidad. ¡Y a
mí que me parece que ahora somos demasiades!
Cruzo el patio impregnado por el aroma de azahar de los muchos naranjos que llenan
el espacio, y entro por la puerta principal. Veo que la mayoría de los asistentes somos
mujeres, como de costumbre en las celebraciones públicas. Y hay muchas más
personas que en otras ocasiones, claro, un centenario es algo a lo que normalmente
solo puedes asistir una vez en la vida. Creo que habrá casi un centenar, de las cuales
apenas una cuarta parte son hombres. Una pena, veo algunos muy guapos por allí,
nunca los había visto antes, posiblemente vivirán en este lado del río.
“Os doy la bienvenida a todes vosotres, querides vecines, tanto a les que me regaláis
con vuestra presencia física como a vosotres que asistís a través del Tejido. Celebramos
hoy el tercer centenario de la Nueva Era. Vivimos ahora en un mundo muy alejado de
aquel lugar tenebroso anterior a la Calamidad y tenemos que ser eternamente
agradecides a Mesías por haber revelado a la humanidad la senda a seguir para vencer
las enormes dificultades de aquel oscuro tiempo y a constituir una nueva y pacífica
sociedad universal.
Como sabéis, no celebramos el día del nacimiento ni el de la muerte de Mesías, sino el
día en que su obra se materializó por consenso universal en la constitución oficial de la
Nueva Organización Global, coincidiendo con el equinoccio de primavera, hoy hace
exactamente trescientos años. Mesías nunca dio importancia a su propia persona, lo
único que le movía era el bienestar futuro de todos los pueblos de la tierra en
integración con la naturaleza.
Después del rezo de Panafé, y para que sirva de advertencia para el futuro,
recordaremos más detalles de la vida y la obra de Mesías, así como de los terribles
acontecimientos que a punto estuvieron de acabar con la civilización.”