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María unimos nuestro sí con el tuyo para

que Jesús con el Padre y el Espíritu Santo


vivan en nosotros y lleven nuestro ser a la
plenitud de Dios. Amén.
RADIO MENSAJE DEL PAPA PIO XII DIRIGIDO A
TODOS LOS CONSAGRADOS A LA MADRE EN EL
MUNDO ENTERO

“La consagración a la Madre de Dios es un don completo de sí


mismo para toda la vida y para la eternidad. Un don no de pura
fórmula o de puro sentimiento, sino efectivo, que se verifica en la
intensidad de la vida cristiana y mariana, en la vida apostólica,
que hace del consagrado el ministro de Maria, y por decirlo así́,
sus manos visibles en la tierra, con la espontanea profusión de una
vida interior superabundante que se derrama en todas las obras
exteriores de la sólida devoción, del culto, de la caridad y del
celo. Es lo que con especial energía inculca a darse seriamente a
la propia santificación, cada uno en su propio estado; dedicarse,
no de cualquier manera, sino con ardor, en la medida y en la
forma compatible con las condiciones sociales de cada uno, a la
salvación y a la santificación de los demás.
¿Cuál es el manantial íntimo de toda esta fecundidad, sino
la vida fervorosa, que, alimentada por la devoción más
tierna, y al mismo tiempo, más eficaz a María, debe tender,
a la santidad? Mora escondida en el secreto de los
corazones; pero, a pesar de todo, se la ve transparentarse en
los frutos que produce en las numerosas vocaciones que
hace brotar, en la admirable falange de santos, de beatos y
de mártires que la representan en el cielo. Amados hijos e
hijas: bien podéis hacer vuestra la piadosa invocación de
San Juan Eudes a la Virgen: «¡Qué reconocido os estoy (...)
por haberme admitido en vuestra santa Congregación, que es
una verdadera escuela de virtud y de piedad! (...) Y aquí́
tengo, oh, Madre de gracia, una de las mayores gracias que
yo he recibido de mi Dios por vuestra intercesión» («El
corazón admirable de la sacratísima Madre de Dios», París,
1908. Lib. 12, página 355).

En la confianza de que sabréis corresponder a tan gran


beneficio con una fidelidad cada vez mayor, mostrándoos cada
día más dignos de él, invocamos sobre vosotros y sobre todos
los consagrados esparcidos por el mundo los favores de
Jesucristo y de su santísima Madre, mientras que con toda la
efusión de Nuestro corazón paternal os damos a vosotros, a
vuestras amadas familias, como augurio de las más escogidas
gracias, Nuestra paternal Bendición Apostólica. Roma, 20 de
diciembre de 1945.
ORACIÓN DE CONSAGRACION AL INMACULADO

CORAZÓN DE MARÍA

Oh María Virgen potente y Madre de misericordia, Reina del


cielo y Refugio de los pecadores, me consagro a tu Corazón
Inmaculado, te consagro todo mi ser y toda mi vida, todo lo que
tengo, todo lo que amo, todo lo que soy, mi cuerpo, mi corazón y
mi alma.
Quisiera que todo lo que está en mí, que todo lo que está
alrededor de mí, te pertenezca y participe en los beneficios de tu
bendición maternal.
Y para que esta consagración sea verdaderamente útil y duradera,
renuevo hoy, oh María, las promesas de mi bautizo.
Me comprometo a profesar siempre con valor la verdad de la fe, a
vivir como verdadero católico, siguiendo plenamente sumisos a
todas las directivas del Pontífice y en comunión con él.
Me comprometo también a profesar en mi vida, por lo que me sea
posible, las prácticas de la religión cristiana y especialmente la
Santa Misa y el Santo Rosario cotidiano.
Te prometo, en fin, oh Gloriosa Madre de Dios, eterna Madre del
Hombre, poner todo mi corazón al servicio de tu culto bendito
para asegurar, por medio de tu Corazón Inmaculado, el reino de tu
corazón a beneficio de mi alma y de las de todos los hombres, en
la tierra como en el cielo, así sea.

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