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Jesús enseña a la multitud que la luz de la fe debe compartirse abiertamente para que otros puedan verla, como una vela que se pone en un candelero para iluminar a quienes entran. Aquellos que reciben la luz de la fe deben cultivarla para continuar recibiendo más enseñanzas, mientras que quienes no la reciben pueden perder incluso lo que creen tener.
Jesús enseña a la multitud que la luz de la fe debe compartirse abiertamente para que otros puedan verla, como una vela que se pone en un candelero para iluminar a quienes entran. Aquellos que reciben la luz de la fe deben cultivarla para continuar recibiendo más enseñanzas, mientras que quienes no la reciben pueden perder incluso lo que creen tener.
Jesús enseña a la multitud que la luz de la fe debe compartirse abiertamente para que otros puedan verla, como una vela que se pone en un candelero para iluminar a quienes entran. Aquellos que reciben la luz de la fe deben cultivarla para continuar recibiendo más enseñanzas, mientras que quienes no la reciben pueden perder incluso lo que creen tener.
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Na- die enciende una vela y la tapa con alguna va- sija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que en- tren puedan ver la luz. Porque nada hay ocul- to que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. Fíjense, pues, si están entendiendo bien, porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener”. Pala- bra del Señor. A. Gloria a ti, Señor Jesús.