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RAYMOND QUENEAU Mi amigo Pierrot T | ANAGRAMA Panorama de narrativas guecrone Raymond Queneau (1805-1976) nacié en Le Havre. Pronto ee manifestaron en él cua doe grandes na: ‘Slones: la matematica y la poesla (une parodioa ombinaoion de ambae eerdn sus celebres Elorck ios do esto). En 1020 llegd a Parle, donde se ‘ime al naciente movimiento eurresita, Luogo Fam jpo.con Breton y digi, junta a Borie Visny Alfred Sony, el «Colegio de Pataiscas. Simulténeamente te diseipulo, unto a figuras como Lacan, Merlau- Bony y Georges Batali, del hegelano Kojevs. Arparcr de. 1086 dlriglé la Encyclopédie de. fa Plelads. En toe hos. sesorta funds, junto a Isle Calvino y Georges. Perec, el Oulipo («Taller de Fieretura’ poteneisi-). Fue una figura Inausttible Yano de los principales animadoree de la vide fort fargde doit Stina casi: {i copiase fteratura de Queneau una Ia admira- tba por foe clasices con Ia soldez de un humor ue cenmueve low eimientas mis profundos de literariags eu conjunctoa' do irreve- are gu eariencin para hacer uo ig srbtrario y 10 hugez, cone cane respuestse perdurables tomo. no rovignareo a Ia. mera Mi amigo Pierrot eQrene 23-2! QB3m Dre 94 {tp Raymond Queneau Mi amigo Pierrot ‘Traduccién de Carlos Manzano mA EDITORIAL ANAGRAMA ‘BARCELONA hal de ecton onl BEditone Gallimard Pact 188 Portada Talo eas Tracer: -Alslamientos,fotogratis © Peto Soria ede de a Creu, 38 (© EDITORIAL ANAGRAMA, S.A, 1993 bioss Baceelona . ISBN: st 339.0605 ‘Deposto Lega B. 183081953 Ppt in Spain Liberaraf St. Consteis, 19, 08014 Barcelona Quitate las galas, anda ~dijo Tomtse 2 Pieeror~, quitate las gafas, que, si no, no vas a tener una jeta como Dios manda pura este empleo, Pierrot obedecié y las guardé con cuidado en su estuche. ‘Auin veia a unos cinco metros delante de él, pero la salida de] tonel y las silas de los espectadores se perdfan en Ia bruma. Bueno, mira ~prosiguié Tortose, el setior Tortose las coges cuando lleguen al vaivés, las agarras de las mufecas, las sujetas con fueeza y después las apalancas sobre le corriente de sire. Cuinto tiempo debes dejarlas en ella es cuestién de tacto, cada caso es especial, tendrés que aprender. Bien. Ahora ‘vamos a enstyas, yo voy a hacer de mujer, mira, ast, lego por aqui, en el vaivén, como €s légico, vacilo, ti me coges de las -musiecas, e80, as, y después me Hlevas, ¢s9 es, ¥ me apalancas sobre la corrieate de aire, muy bien. Estamos? “Estamos, sefior Tortose Pues ahora baja afvera con Petit-Pouce y Paradis y espera ala clientels. -Bntendido? Entendido, seior Tortese. Pierrot volvié a ponerse las gafas y fue a reunicse con Petit-Pouce y Paradis, que estaba fumando en silencio. Ain ‘era de dia, pero ya crepuscular; on una media tan curiosita en cl termémet, te daban ganas de disfrutar del buen tiempo sin ‘charlar. Como los otros, Piero encendié un cigarrillo. Habia ‘gente que callejeaba por las travesfas, pero no era bastante compacta para diverticxe bien. Sélo los coches de choque tempezaban a toparse en la pista del Scooter Perdrix. Los ottos tiovivos, aunque desiertos alin, retumbaban con sus 6rganos y sus nostilgiens misieas contribuian, desde Iuego, al desarrollo de Ia vide interior de los empleados del Palacio de la Caresje- da, La seftora Tortose hacta punto ante su caja. aces y pandas y ~mis earas~ personas solas passban y volvian a pasar, siempre en estado de diseminacidn, nada aglomeradas ain en multitudes, moderadamente risueBias. Pe- tit-Pouce, que se habia acabado el cigesilo, se aplasts el ascua contra el tacén y con el pulgar y el indice lanzé la colilla a distancia apreciable. =Batonces, equé, ninchi? ~dio a Pierrot, ¢Te mola curre- las con nosoteos? De momento no es demasiado fatigoso. Si, pero ya verds a las doce de la noche. Paradis, volviéndose hacia Pieteot, dijo a Petit Pouce Hite es el que ha sueado sesenta y siete mil en un Coney- Island, De todos los juegos de bolas de un franco, el Coney. Island ce el que menos chupado esti. Hay que hacer veinte mil puntos para tener partida gratuita y muy pocos son los que se Ja ganan. Ahors bien, Pierrot solia hacer cuarenta mil y una ‘ver, delante de Paradis, sesenta y siete mil incluso, lo que hhabfa propiciado el comienzo de sus relaciones. Me salié una vex ~dijo Pierrot, modesto. '~Ya lo veremos juntos ~dijo Petit-Pouce~, porque yo tamn- bign hago mis pinitos. —jHluy! Pues no te falta que aprender ni nadal —dijo | Paradis, que tenia un gran coneepto de Piezzot, sin por ello evar su admiracién hasta més alla de los juegos de bolas de un Franco, en los que, cierto es, el otro destacaba, Por lo demas, como eta amistad s6lo tenia ocho dias, atin no labia tenido tiempo ni deseo de interesarse por los demés aspectos de la personalidad de su nuevo coleguilla. En el glitoma habia ahora un solitario que se afanaba por escribir una circunferencia con su silla de tres francos el cuarto de hora. El Alpinie-Railway se ejercitaba en retumbar con sus vagonetas atin vacias. Pero los tiovivos segufan sin gitar el dencing estaba desierto y las videntes no velan venie « nadie Avia no hay mucha gente ~dijo Piersot, sacando us tema anodino, pues ao queria que los clogios de Paradis hiciesen aque Peti- Pouce le cogiera fila, a él, Pessor, y acabara cayéndo- le gordo, pero lo que se dice gordo, a él, Peit-Pouce. De todas formas, Pierrot, que habia tenido una infancia dura, una ado- lescencia penosa y una juventud ruda (que aiin duraba) y sabia, fen consecuentia, Io que es Ia vida, estaba abora seguro de una cout: de que un dia w otto entre Petit Pouce y él saltarian ‘chispas, seguro, 90 ser que fuera con Paradis, sunce se sabe. Ya lo veremos —repitié Petit Pouce, que a0 perdia Is pista, pues le gustaba la competicién. “Habsla seguido charlando de es0 (de Jos juegos de bolas de tua franco), si no hubieran pasado sate sus aarices dos pesiqui tas cogidas del beazo y en busca de galancs. “La de la desecha esté bien ~dijo con autoridad-. Una Dorsiquita muy maja ~A ver, sefioritas ~gpit6 Paradis~, zno les apetece refise un poce? Acéequense, sefioritas ~voeifers Petit Pouce, acézquense. Ellas dieron un rodeo y volvieron 2 pasar delante del Palacio, fo més cerea posible =Qué, senoritas? 2No les atrac nuestra quell? jAh! ;Lo que se woncha uno abt dentro! ~iYa lo conozco! —dio una. Y, ademas es que no hay ni un mochuelo ~ijo la otra. ~Precisamente —exclamé Paradis estibamos esperando los sayos Se habré quedado calvo! ~dijeron ellas~, Porque, pera tener una ocurrencia asf solito, debe haber hecho un esfuerzo y veces es peligroso, ~{Ajsl |Chupate ésa! ~dijo Petie-Pouce. Se echaron a reir los cinco, hasta el sltimo. Al verlo y ‘ofrlo, algunos de los que pastban se interesaron por el Palacio de la Corcajada. La sefiora Tortose, sintiendo que se acercaba el agosto, dejé a un lado la Isbor de punto y prepard las localidades. Con las dos chavalitas de eebo, los fildsofos ban 2 scercarse, seguro, y los famélicos apechugarian con todos los tempellones para poder sentarse y después misar 2 los otros. Se formé na cola, compueste de machacas, horteras y chaveas dispuestos a soltar un pavo para ver muslamen, ~cUn pase de gorta? ~propuso Petit-Pouce. Exo entonazia al ptblico, animasfa a los fildsofos y, una vez cen marcha, Ia velada s6lo tendela que avanzar de sesién en sesidn hastt la medianoche mis 6 menos, con una recaudacién ccuriosita, a fin de cuentss, para el Tortose exe y la camisa ‘empapada en sudor para los tres atletas. Pero a las dos nenas, ‘got no eran tontas, les parecia que entrar de gorra era un regalo, por su parte. “No, gracias ~dijo una tendsfan que pagaenos para que entriramos-en un tinglado as, 8 ~Eatren, entzen, que empezamos —voeiferé Petit-Pouce en las narices de los mirones. =Y td al curselo ~dijo Paradis a Pierrot, quien se apresuré a obedeces, 'Y dieron puerta a las chosbitas Ahora todo eran pitidos y bertidos en el Uni-Park y la maltitud, masculina y femenina, se distribuia en tupidos ten- sfculos hacia cada una de las atracciones oftecidas a un precio a veces elevado, relativamente, claro esti: dos, tes francos, en general. Frente al Palacio de la Caresada planeaban aviones tunidas a una alta torze por hilos de acero y delante del propio Palacio habla gran animacién, La gente, siguiendo las exhorta ciones de Petit-Pouce, sacabe las locaidades. Los que querian sufrir los meneos mecénicos pagaban un franco, mientras que los filésofos, impacientes como estaban, al sentirse a punto de ver, desembolsaban el triple. Pierrot se incorpord a su puesto, se guards los biseles y eeperd, Ya vibraban las risa, ya las im pacienciss. Los primeros clientes de los dos sexos aparecieroa en la cima de una escalera mecéinica, deslumbrados por un faro, cestupefactos de verse asi expuestos sin precauciones: los hom- bees a la malignidad del publico, las mujeres a su salacided. ‘Desembarcados de ss escalera por las circunstancias, se vieron obligtdor, en conscovencia, a desliarse sobre In fur dossal por ‘un plano inclinado y cuidadosamente bratido. Los filésofos podian ya utilizar abi sus capacidades visuales al maximo de su rendimiento, exigiendo cada uno de ellos al foncionamiento dde ese sentido claridad, celeridad, sagucidad, forograficidad, Peto es0 no era nada ain, ni siquiera tanto como Iluvia prestgia cl vuelo bsjo de las golondrinas. En efecto, hay que fener en cuenta que semejante especticulo, reducido al mini- mo, puede presentarse en la vida cotidiana mAs tgvial: caida 9 cen el metro, resbalén al apearse de un autobis, costaluda sobre tua piso encerado mas de la cuenta. No presentaba spenas la cespecificidad emotiva que los filésofos venian a buscar por el precio de tres francos en el Palacio de la Caccajada. Sin embargo, a cada paso las vejaciones acosaban a los aficionados con sus malicias ealeuladas: escaleras cuyos pelda- ‘hos se aplanaban horizontalmente, tablas que se elevaban en Angulo recto 0 se carvaban en forma de palangina, pasillos ‘meciinicos que rodaban en sentidos alternos, pisos de tablas agitadas por un temblor browniano, Y dems. Después vente uaa pasillo en que diversas astucias combinadas impedlan de todo punto avanzts. Piersot estaba encargado de sacar a lz ‘gente de ese atolladero, Con los hombres bastaba echarles une ‘anita, pero, cusndo se acercabe una mujer asustada por ese peso dificil, Ia cogias de las muriecas,tirabas, la atrafas hacia ti . por altimo, la apalancabss sobre una espita de aize que le alzabe las faldas, primer festia para los filésofos, si el vuelo deseubrla suficiente muslamen. Ese répido preludio quedaba completado por la salida del tonel, teas un confuso laberinto Jmpuesto a los pacientes. Por lo demés, Ia primera visiin preparaba la apoteosis; en un espera convulsiva, los fléeofoe Tocalizaban las tajadas selectas, que codiciaban con ojos como plavos y pupilas flameaaces. Asi, pues, tras el lnbezinto, los peingados se encontraban, frente a.un cilindro que giraba en torno a su ele y en el que debian meterse para poner fin a todos los placeres que se Inabian marcado con #1. pavo. Alguaos salian honrosamente bien libsados: ai el menor interés. Otros, arrastrados por la rotacidn, perdian el equilibsio, daban wueltas, se enroscaban, se retorclan, se desenroscaban, daban tumbos, para mayor diversin de quienes, libres ya de la dura prueba, haben ido a sumarse al grupo de los flésofos. En cuanto a éstos, no les fo divertian gran cosa, esas piruetas y volterellones, EI rdiculo de” lor patosos les interesaba menos que el desnudo de las hembras 4 mira por donde, ahf aparecia una a la enteada del tonel y vecilaba ante la empress, por miedo a caer. Entonces Petit- Pouce la agars6 de los brazos y, medio a rastes, a hizo cruzar twopiezo el aparato, pero, al salir, la de sobre una espita de aire que le sopis en el vestido y descubsié dos piernas y rope interior: los flésofos, embelesados, aplaudieron, mientras que personas de espirity inocente se contentaban con reir de la Sesventura ocusrida 2 le mozs. La que iba detris, viendo di- cha desventurz y queriendo evitarl, se negeba @ seguir a Petit Pouce, que habia vuelto a buscer mis vietimas, pero éste | agarsé con fuerza. En la sala soné un rupido de aprobacién; se |e llev6, hubo un silencio en espera de la indiserecién suprema, la deé donde debia y fa mantuvo més tiempo que & la otes, para ejecutar la vengenza de los filésofos,excitados por tan amago de negativa. Habia una tercera, 2 la que los sitios acechaban, porque la primera corriente de aire habla infundi- do csperanaas de ver una prenda interior reducida al minimo. No Ia dejes escapar ~grité vn aficionado a Petit-Pouce, mientras Paradis hacls cizculas para que no quedasa tapada la vista de los de la primera fila Petit-Pouce la acerté: jun triunfol No se sabia bien si la ‘moza estaba ofendida o si habla acudido para dar a apreciar sus encantos. Hubo tres o cuatro més, pero mucho menos intere- santes y después acibé Ia primera sesidn, El vulgo abuecé el ala, peto los feniticos se quedaron. Paradis pasé 1 recoger la voluntad. Petit-Pouce recibié algunas propinas que debian incitarlo& ocupesse de las chicas més bonita. Pierrot se secaba la frente, pues exa un currelo que para qué, tanto més cuanto que habla algunas chorbas cuyos encantos carnales pesaban lo suyo y de todo eso él, Pierrot, no obtenta el menor placer, ya n ‘que, por una paste, estaba demasiado oeupado con sus tans: Portes, por ot, la reduccién del campo de accién de, su radio visual le impedia gomar plenamente de las belles reve: Jadas a a talida del tonel Bntcetanco, Petit-Pouce y Paradis, vociferando en It pues ta, habian embavcado a un auevo grupo de amigos de lz ‘aresjada y comenaé una nueva sesién. Loe Blsofos (los que tambiéa se apisionaban con lor crucigramas) plegaron sot periicos, se agitaron en sus asientos y apeestson, apaci- Bes, a dare la festa. ¥ de avevo Piesot y Petit Pouce, uno agul y el otto alld, agterazon sin delieadesa a mos que forcejeaban y pxtaleaban, humilladas y aplaudias, Pierro em- pena a coger el tranquillo y a cercer maquinalmente su fuevo oficio. Hale, ven para acé, rubita, y pensaba en su difunto pade, buen tipo, que pimplaba lo rayo, pero tenia el vino alegre y se materilizaba con la sopa, cuyo humo parecia eondensirse en forma humans. Hale, ven, té, morenaza, y peosaba en sa madre, muerta también, que le habia dado tanta galletas, que ain seat, le pareta, los cardenales. Otra rubita, otra moteaa y después, hombre, una viet y ahora una ita, y egula pensindo en aquellos dias Ijanos, de los que no uedaban sino jones; peasabe en ellos se noche por sz tl ‘yes, quizd también por su nuevo aco, que inaugaraba, quien sabe?, una mueva vida y, al sacudix ess jirones, hacia Ianzarse al vuelo escuadeills de mariposas palidasy ttubeantes. ‘Vengs, morenaza, acéreate, que te llevo, y peasaba que no tiene gracia haber tenido ans Infancia como la says, 9 conser. ‘va mal, camohece y os hermotos trozas en que podelas volver 4 verte tan simpitico y lleno de esperanza quedan empatados para siempre por el resto. Oye, ti, currant, que ls manos van al pen, eek? Pierrot dejé que ccharan a volar las tltimas polls y 2 atonces vshumbré «/un personsje amenszados, que ext indnda- ‘blemente un chuloputas. Pese al inminentepeligee, su conciencia profesional no vail. Quis levare ala seri, pese al veto del proseneta Ela se resist. La multivud se puso a bam, Perot ns, se afand, venciée la puta tavo que segue. ‘Lot aplausos fueron nutidos, Pero la decepcién iba 2 ser ade. BI mani, que habla seguido de cezea a su mujer le ‘jet las faldas con las dos manos, lo que anulé el efeeo dela conriente de aie ‘Un clamor indignado, unnime, explots =iCormudot ~grits an Hldsof ~iCornudo! Cornudot ~repiié la sala “A ver si no waa poder uno divertine ~djo un sefor muy decente “Tras el morality su chovba vents otra parca de la misma clic. El segundo exmichombre imité, aaturalmente, & $1 inch, Los Elisofos, dos veces frustados en su places, empeza- ron a agitare, los dos pisundones proseguian su camino desa- fiando a sos adversirios y las injuras lnaadas de un grupo 2 otro tumentaban a cada zéplia en vigor y en obscenidad. “Tanto unos come otros invocaron las principales Funciones fsiolégicas dl cuerpo humano, af como diferentes ézgancs siruados ence la rodillay a cntur. Los gestosdaban ain mds fuerza 4 las palabras deygastadas por un uso demasiado fe- eueate. Cuando Ia cuadsla legs al tone), hubo pataleo. Los dos macerras no querlin dejar a sus préjmas en manos de Paradis. Eso setores discuian con vebemencia, mientas el cilindeo giraba vacto y los expectantes grtabah go desprecio por un guzmofterla que no era de reibo en aquel lug, sobre todo en una calaa tan equivoca ~Mierderos! (Miewderos! ~declaraban. Paradis acabé comprendiendo que se habla de seguir el B consejo del patrén: nada de follones. Apreté una palanca, cess la rotacién y los dos maromos, seguidos de sus moaas, pasaron ‘iunfantes y burlones, Un filésofo no pudo soportar ese insul- te, Euasperado de verse arrehater el placer particular para el que habia pagado tres francos, abandond 0 sitio, sat al cestrado y entrd en combate. Su pufto reson6 sobte el ojo de tuno de los tipos, pero el ninchi de este ultimo replicé sia wacilar y destruyé una oreja del agresor con un golpe tan pertinente como experto, Tras lo cual el filésofo, desorbitade ppor el dolor, se precipits con ls rodillas de aziete sobre sus adversarios ¥ los tres odaron por el suelo. Paradis y Petit. Pouce intentaron separarlos, pero ottos flésofos, arrebatados por el ejemplo, se precipitban; empujaron a los dos empleados Y se pusieron a avanzar, firme el ademén, hacia los luchadores enzarzados. En vista de ello, algunos individuos equivocos, provocados en sus instintos y straidos por sus simpatia, osaron salir en defensa de sus colegas y eayeron sobre los filbsofos « brazo partido y entero. Un guaedia municipal que quiso inter: venir fue rechazdo fuera del torbellino por la virtud centrifu- 2 del ardor de los combatientes, Paradis se limpiaba la natin Petit Pouce se frotaba las costillas; la multitud, en pie, berres be de alegria e indignacién, Pierrot, que habla permanecido en sitio, viskumbré en tune bruma la polvorienta sefriega y, como ya nadie se interesa- be por su actividad, volvio 2 ponerse las gafts, Teas haber cexaminado In situacién, no dudé ai un instante que sa presen: cia era necesatia y, satndo por sobre las barandillas, se lan26 al monton, Primero salieron disparados sus biseles y despues €l mismo con, un ojo bien a la virulé, Recoperé sus lentes, una sola de las cuales estaba sota, y se sent6 en ua rineén, Habia, hhetho tanto como sus compaferos. Abora miraban el fregado con interés, pero desinteresada- 4 mente. ¥, si un diente soto 0 un trozo de narzjlada y despues” cxcupida legabin rodando cerca de ellos, se contentaban con barzerlo coo el dosso de la mano: a continuacin limpizban le sangre que la habla manchado. El sefor Tortose, prevenido, avsé Ia polielay no tada- 00 en resonat ls porasblaneassobze los exfneos furiosos. El prestigio de los agentes, sobre todo el prestigio, disipé la ‘confusi6n como la punta de une espada desintegra a un Fanta rma y la saa, enérgicamente desslojada ye no most sino los tetciopelos hechos jones de sus asientos y el polvo eaconeado de su suelo BE pattén del Palacio de la Carcajudt, advertide por las astoridades competences de que su atracidn quedarla cereda al resto de Ia velada, cntsé, observ6 terciopelos y polvo, toboganes y wonel, esoplé y se acer lentamente 408 tes ermpleados, que se vestegaban, se cepillaba, intentaban darse apatiencia decente Anjo de sinvergienaas ~mourmué~, Ato de sinvergien- sas profitié con vor sonda. Atjo de siavergienzas ~grit6 Elos lo examinaban en silencio. ~Aujo de sinvergienzas ~vociferé una vez més. |Ab! Jefe silo hubiera usted visto ajo Paradis con vivacidad~. El andoba més alto se acerca. «Me estis buscando las cosquillas, va y me dice, Pan, pan, arreando, mi puto en cade of, y, toc, mi murda en la boca del estémago; totak: el cachas al suelo, sin deci ni pio, Vale, vale ~dio el setior Tortose~. A mi no me la dais. (Os habs comportado como unos mantas, unos gellinas, unos ienbéiles. jncapaces de arepla un asunto tan sencilo! Hale, ‘venga, datos el peo! “Pero, bueno, jefe “jo Paraisr, sea usted legal, hombre, No todos los dias bay tipeot raros asl. Hasta albora hemos 5 hecho bien nuestro cusrelo. Los fildsofos estaban contentos. Iba de primera =No digo que no ~dijo el sefior Tortose Yo los ofa incluso, « los filésofoe ~continué Paradis~, los ola que se decian: estos chavales saben coger a las gichis, con ellos no te pierdes ai un bocado, no es dinero tirado, le sacas mucho placer. Eso era lo que decfan y afiadian: lo que € yo, vyaelvo todas las noches. ~Eso es verdad dijo Petit-Pouce, yo los he oido: exacts =Ya ves que son buenos chicos —dijo Is seflors Torrose, ‘que acababa de desenesjary reunirse con su esposo~. No vas & haverles perder Ia temporada por ua sinvergiensa. No hi sido. culpa saya, Oh! Muchas gracias, seaora —djo Paradis, Bueno, vale ~dijo el sefior Tortose-. Vale. Volved manana, ~eCereamos? ~preguaté Petit-Povee. St. Después poddis ir 2 acostatos, si os apetece, ~De acuerdo, jefe. Ceszamos y nos vamos de paseo. Certaron y se fueron de paseo. No se alejaron mucho, es decir, que no salieron del Uni ask, sobre el que aquel domingo de junio derramaba buen tiempo y multitudes, aunados en un hervidero negro y wacife rante que rociaban con sus hes y sus misieas mas de veiate stracciones. Aqut giras en sedondo y alld eaes de Jo alto, agut vvas muy ripido y allé todo torcido, aqué te atzopellan y alte hhostias, por todos lados meneas el esqueleto y ries, pruebas cculamen y palpas chuchiis, jercitas el tino y mides Ia fuerza, y sles, te desstasy jalas polvo. Pierrot, Petit-Pouce y Paradis se apoyaron en la barandila que rodeaba la pista de los coches eléetricos y examinacon la situacién, Como de costumbre, habla parejas (sin interés), 16 hombres solos, mujeres solas, Toda la gracia estaba en que los hombres solos chocaran con les mujeres solas. Algunos bombres solos, muy jévenes, aun en plena flor de In ingenuida, se contentaban con los goces de la vanidad y se dediceban escribir elipses sin chocar. Tal vez se coasolaran asi de no tener ‘uno —un coche~ de verdad. En cuanto a las mujeres sola, podlan, naturalmente, ser dos en el mismo coche, lo que ao les mpedia estar sous, salvo en cates extzemos ms © menos séfcos. Petit-Pouce y Paadis, tras haber chocado etos cinco con coleges cuya tarea consitia en revolotear de auto en auto para cobsar 4 les aficionados (algunos de ellos no arrancaban en toda Ia noche), divisaron precisamente a una de esas parejas bihémbricas y zeconocieron a las dos periquites que hablan iniciado la fiesta ente el Palacio, Esperaron pacientes a que de chogue en choque pasaran cerca y entonces se ditigieron a elas, sin vesglenza. Ellas al principio no hicieron caso de sus tejos y siguieron con sus peregrinaciones, pero, cuando un stasco general las eneajond delante de sus galanes, se dignaron sontele. Cuando soné la campans que te Petit Pouce y Paradis saltaron la valla y cortieron hasta un vehiculo. Bn cusato la campana anunci la reanudecién de las hostilidades, se lanzaron a la persceueion de las dos nifias pare percutisas. jY duro ahi! Tsas haberse asi conocido con creces, 2 siguiente toque de campana un intercargbio repastié a esas cuatro personas en dos parchs heterosexuales. Petit-Pouce cligié a la morena de pelo rizada y Paradis cogié la descolori a. j¥ daro abil Pierrot no eligié ni cogié nade Acodado muy @ gusto, Pierrot pensaba en la muerte de Las XVI, Jo que quiere decir en nada preciso en particular; no bbabia en su cabeza sino un vaho mental, ligeto y casi luminoso ‘como Ia bruma de una hermosa maftana de invierno, sino un aba un nuevo tueno, i | ee velo de mosquitas andnimas. Los autos se hostaban con fenergis, lo troles cepitaban cont el hilo metic, habia mijerer que gritban, y mis all en todo el texto del Unie ark, Babia un rumor de mulited que se divi, un clamor de chaslatancsy farantes que conviere yun fragor de objetos gue se invierten. Pierro ao tenia ningun ides epecial sobre Ja moraidad pblica ni el porrenir de ia civiliacion, Nunea le habfon dicho que fuera intelgente. Le habfan sepetido més bien que se conducta como un mpenco 0 que tenis analogiat com la Lung En todo eso, aq, shor, cab fle ycomtento, vagamente. Por lo demis, ent lax moss, habia won tmayor qu Ins otasy mis insisente, Piero tenia un of, al menos por esa temporads. Bn octubre, ya vera, De momento, tenia un ercio de ado ante él zambaado ya con los cuartos de 0 paga. Hable motivo pera que estoviees flix y comten- to quien, como él, tenia un conoeimiento permanente de los dias incierts, las semanas poco probables y los meses muy deficientes. El ojo a la virulé le dolia un poco, pero, caso ha impedigo cl suftimiento ftco alguns ver In fei iad? Para Petit-Pouce y Paras por su parts a vida er bella, de verdad. Con un brigo paso en torn a la casira de wna criatarasucslentay el otro manipalando ten pancho el volute de su reducido vehiclo, se marcaban Ia felicidad por dos francos los cinco minutos. Gonaban por partda doble de si sentido tdci, directamente con el contact de una costilla ode tun seno a través de una tla minima, indzectamente con los choques que impontan 0, menes« menado, se ginabin. Gore ban también por pata doble en s8vanidad, ciectamente al asestar michor mis chogues de los que zecibian,indizectamen- te al pensar en Pierot al que habian dejo trao ysoltari. Con Ia miisea, ademis un altavoe que bramaba «Amare, 18, mame muchow-, habia motivo de verdad para dejarse correr por el espinazo el estremecimiento de Ia buena vida, lo que demuestra que puedes muy bien no pensar en la muerte de Lis XVI y, aua ast, seguir viviendo al menos con apaviencia humane y gozo ea el corsz6n. No obstante, durante los entreactos, Petit-Pouce ert un. hombre menos feliz. Porque estaba casedo, muy legtimamen- te. ¥ tenia remordimientos. Muy pequesitos, pero semordi- ‘mientos, al fin y al cabo, Conque, al sacar su tiparting, apretabe ‘ain més fuerte It joven mama en que se plantificaban sus de- dos. ‘Como sus ttis volvian 2 montar, Pierrot, eansido, apart la vista. Tenia ante si la babildnica masa del Alpinic-Railway, por el que a veces bajaba un tren de vagonetas y se levaba ‘consige histerias de mujeres. A su derecka, los Hlésofos, dis persedas por la policia, se habian reagrupado, con le cabeza ‘muy alta, a unos pasos de un giitoma en el que estaba dindose fun tute un tla eachas con biceps que no tenia frfo ai en los ojot ni en nada. A su inquierda, se sucedlan tiros, juegos y lotertas. Hacia ese lado se divigid. Tena wa vago deseo de censayar su tino demoliendo con cuatro pelotas una pirimide de cinco latas de conservas vacias 0 forografiindose de un cescopetazo, Deambulaba arrastrado por la multitud, a veces cestacionatio como un pecio abandonado por las olas en Ie playa, luego deambulando de nuevo, coma atrapado otra vex fen la agitacién de una carga triunfante de las olas. «La Pes- ‘ca con Cafia, «La Vajilla de mi Abuela», &La Bella Durmicate {del Bosque» no lo setuvieron, pero el Tico con Meteallea» lo sursjo. ‘Cosa singular, la menipulacién de esa arms no parecta seducir ¢ nadie, Bn efecto, el artefucto parecia temible, Pierrot © acercd. 19 Aflojs aus dos pavos y tiré a un cartén, Sin demasiado Poca cosa, Ia verdad “dijo la chica de le casera, Volvié « probar. Igual de medioeze. =No me exceafa. Con este oj. Se ha peleado ust Un poguillo, En el Palacio de Ia Caresjada, hace un rato JAI Si, Ya me han hablado, ,Qué ha ecurrido? Se lo conts, ~1Qué idiotex! ~concluyé ella, =No tiene usted muchos clientes ~observs Pieeret, quien, ahora que habia demortrado set del gtemio, podla hacer alu- siones profesionales, roy mal situada, Se detienen en «La Vajilla de mi Abuela» y después tuescen hacia eLa Bella Durmientes y me dejan de lado, Sélo les aman le atencién Jas atracciones tontas. A usted, por lo menos el deporte. Perrot la mir “Yo vendzia slo por usted Vaya, vaya En serio, Ademds, estoy seguro de que hay montones de tipos que, con el pretexto de divertise con este utenslio, vienea 4 camelaela “Eso es verdad. Algunos son como lapes..No hay quien se los quite de encima. Y, encima, bobas... Bobos.. Ya, es que hay mucho cenutslo suelto por ahi “Se ereen listos y no dicen sino ronterias, de un ealibre.. Y uunos chistes tan bastos como ellos. Me lo imagino como si los tuviera delante dijo Pierot. Usted no se parece a ellos, la verdad. No debe félicitarme ~dijo Pierzot~, no lo ago a props- usted no es como ellos. Por ejemplo, atin no me ha propuesto una cits. “La espero 4 la selida? ~pregunté Pierrot. Es que soy una mocita ~dijo la gach‘. Tengo un papé que me vigila, También tengo una madrastra, no de verdad, tuna con Ja que mi padre se arrejunt6, pero me hace la pusieta igual que si lo fuera. &V usted? “Yo soy un pobre huérfano —dio Pierrot, = dene hermanos, hermanas? No. Debe de aburssse =iOh! No, No tengo temperamento para eso, A veces me da, pero como a todo el mundo. “Yo tampoco, no soy de las que se dejan consumie en els ~2¥ qué ta si nos volvigramos a ver uo dia de éstos? ¢Ma- Con la cabeza medio vuelta, Pierrot miré de soslayo detris de él “Mica usted a est zorra? —le pregunteron, ~2¥o? (Oh! No, Miraba ever qué hacian mis titi, Fstén en Jos coches, all =2Me invite a montar? St, Pero, cewindo? Ahora mismo. Voy a guardar el aparato, Bayolvié la ametralladora en un hule ‘negro, metié las smuniciones en una esja cerrada con candado y s¢ guardé Ja recaudacida en el hols, =Listo “dijo, en marcha. Aparecieron tres chichirivainas con aires de galltos. Cig, un momento ~dijo el mis ehulngano-, desembéle- nos ese artefacto, que vamos 2 echar veinte escopetazos. a ‘A los otros dos les parecié una gracia maravillose, Se cechazon a reft como una centuria de pedos. Tendeéar que volver més tarde ~

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