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Los recursos hídricos se cuentan entre los más amenazados y afectados por la

actividad minera y metalúrgica. Esto puede ocurrir de forma directa, a través


del vertido en ríos, lagunas y ambientes marino-costeros de efluentes que
superan los límites máximos permisibles de metales tóxicos establecidos por la
normativa peruana e internacional, y de manera indirecta, por deposición de
polvo y partículas, que adsorben cationes metálicos, en ecosistemas acuáticos.
Por cualquiera de estos medios, los desechos metálicos se acumulan en aguas
superficiales, la columna de agua y los sedimentos, exponiendo a la flora y
fauna acuáticas. En ambos escenarios, podemos considerar el proceso de
biomagnificación, mediante el cual, las concentraciones y toxicidad de los
metales se incrementan en la cadena alimenticia, desde los productores hasta
los consumidores, incluyendo al hombre.

El aire es también un ambiente contaminado por los grandes volúmenes de


emisiones gaseosas producidas por plantas de fundición y operaciones
mineras, provocando sobre todo enfermedades respiratorias en los habitantes
de poblados cercanos a las actividades mineras, y diversos efectos en la fauna
y la flora local. Es necesario mencionar que los metales contenidos en los
humos y gases pueden también depositarse en los suelos y todo tipo de
superficies, los cuales son transportados a grandes distancias por el viento,
sobre todo en la estación seca.
EXTENSO – DAÑOS AMBIENTALES DE LA MINERÍA EN EL PERÚ: ¿QUÉ HACER
CON ELLOS? | III Conferencia Académica (consorcio.edu.pe)

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