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Juegos de Poder

Relaciones Internacionales
en la Era Post Guerra Fría
Juegos de Poder
Relaciones Internacionales
en la Era Post Guerra Fría

José Manuel Serrano (Ed.)

Hombre Nuevo Editores


Medellín, 2013
Olano Duque, Iván
Variaciones sobre la embriaguez / Iván Olano Duque. --
Medellín : Hombre Nuevo Editores, 2012.
174 p. ; 22 cm.
ISBN 978-958-8783-11-6
1. Filosofía - Ensayos 2. Arte - Aspectos ilosóicos I. Tít.
190 cd 21 ed.
A1377322

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

ISBN: 978-958-8783-
© José Manuel Serrano (Ed.)
© Hombre Nuevo Editores

Director editorial: Jesús María Gómez Duque

Editores: Carlos Gaviria R.


Mariela Orozco S.

Primera edición: Hombre Nuevo Editores, agosto de 2013

Carátula:

Distribución y ventas: Hombre Nuevo Editores


Carrera 50 D No. 61 – 63
Teléfono 284 42 02 Medellín, Colombia
hombrenuevo@une.net.co
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Contenido

Prólogo 9

Introducción 13

Los autores 17

Europa en las encrucijadas. La posición del “Viejo Continente”


en el sistema de las Relaciones Internacionales a principios del
siglo XXI 19
Martin Kovář

Alemania después de la Guerra Fría: contribución al desarrollo


político de Alemania después del año 1989 31
Jan Koura

“Hacia el Oeste”: la República Checa en su camino hacia


la Unión Europea 47
Jaromír Soukup

España en el marco de la Seguridad Internacional y de Europa


en la era post soviética 67
José Manuel Serrano

Una relación desigual. Relaciones checoslovaco-soviéticas


en la epoca de la guerra fría. 91
Jaromír Soukup

¿Apertura al Occidente? Rusia como un factor importante en


las relaciones internacionales en Europa a inales del
siglo XX y principios del siglo XXI (1989-2012) 107
Martin Kovář
Malvinas: escenario de juego de poderes, guerra y trampa 119
Luis A. G. Somoza

Colombia en la teoría de las relaciones internacionales.


Nuevo milenio y cambio de paradigmas 143
Andrés López Bermúdez

Negocios, guerra y poder militar en el siglo XX 157


José Manuel Serrano
Prólogo

E n el verano de 2012, tuvo lugar un importante encuentro


académico en la ciudad de Medellín acerca de las Relacio-
nes Internacionales en la Era Post Guerra Fría. Encuadrado este
evento en la línea de investigación Guerra y Modernidad, actual-
mente inserta en el grupo de investigación de la Universidad de
Antioquia, Estudios Interdisciplinares en Historia General (EIHG),
pretendía (y se consiguió) ser un escaparate del interés acadé-
mico de alto nivel por los estudios internacionales más recientes.
La idea era ofrecer un panorama desde América y Europa de las
profundas modiicaciones que ha sufrido el mundo desde 1989
(año de la caída del Muro de Berlín), siempre desde una óptica
interdisciplinar y contando con la aportación de profesionales de
reconocido prestigio, especialistas en diferentes esferas del objeto
central del evento. Tuve la fortuna de dirigir este importante co-
loquio, y más suerte aún, haber podido contar con una nómina de
historiadores y especialistas no sólo de alta calidad, sino también
colegas de gran talento y cualidades humanas.
Los protagonistas fueron los profesores Martin Kovar y Ja-
romir Soukup (ambos de la República Checa), Hassan Turk
(Turquía) y Luis Somoza (Argentina), además de mi presencia
testimonial. Todos y cada uno de ellos enfocaron sus estudios y
explicaciones a muy alto nivel, y mostraron diferentes perspec-
tivas de los acontecimientos que se sucedieron desde 1989, con
permanentes interpretaciones actualizadas de los problemas
más destacados en el ámbito de las relaciones internacionales, la
geopolítica, y sus consecuencias históricas.
El éxito del evento, que contó con una nutrida participación
de público, tuvo mucho que ver también con la colaboración ins-
titucional. El Departamento de Historia de la Universidad de An-
tioquia (liderado por el profesor Giovanni Restrepo) mostró des-
de el comienzo un gran interés y receptividad por este encuentro.
Desde luego, hubiera sido imposible reunir a tal nómina de par-
ticipantes sin el apoyo inanciero, administrativo y logístico de la
9
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, cuyo responsable en
aquel tiempo (Dra. Luz Stella Correa) suministró cuanta ayuda
fue necesaria con rapidez y profesionalidad. Mención especial
merece el equipo de colaboradores directos que me facilitaron
gran parte del trabajo (la mayoría estudiantes), y cuya relación
es demasiado extensa para expresarla aquí. Sin embargo, quie-
ro destacar la excelente, diligente y siempre alegre colaboración
de Erika Gallo, alumna en proceso de formación investigativa, y
ahora Secretaria Técnica y Jefa de Organización de Eventos del
grupo EIHG. Sin ellos, nada de esto habría ocurrido.
Al concluir el Simposio, surgió inmediatamente la idea y ne-
cesidad de publicar un libro sobre el tema en cuestión. Las palabras
se las lleva el viento, como dice el refranero, pero lo escrito perdura
indeleblemente en el tiempo. Además, el interés mostrado por los
asistentes, y el éxito académico del mismo, ameritaban una pro-
longación en forma de libro, de manera que las discusiones allí
abordadas quedasen enmarcadas para siempre en un producto
útil tanto para especialistas como para el público en general. Lo
que el lector tiene ahora en sus manos es el resultado del esfuerzo
de ijar una contribución en un ámbito, como el latinoamericano,
en el que este tipo de publicaciones y estudios son relativamente
escasos, y más aún desde la perspectiva poliédrica que se le im-
pregnó.
Ahora bien, este libro NO es la memoria de aquel evento. De
hecho, apenas tres capítulos tienen relación directa con lo que allí
se habló. Mi intención era utilizar como excusa aquel encuentro
para reunir a una nómina aún mayor de especialistas que apor-
taran visiones más amplias y globales de las relaciones interna-
cionales y sus problemas en la Era Post Guerra Fría. Creo que se
consiguió el objetivo. Así pues, los autores de este libro (cuyas es-
peciicaciones académicas podrán consultar en otro lugar) repre-
sentan ámbitos de interpretación de la geopolítica, la historia, la
sociología, la estrategia de defensa y las relaciones internaciona-
les, mucho más extensas y globales que los que contribuyeron en
el coloquio académico. Todos supieron (con generosidad) aten-
der mis sugerencias sobre temas especíicos y áreas de referencia
que, unidas, contribuyen a dar homogeneidad al libro, así como
mayor impacto.

10
La gestión de esta publicación aunó el esfuerzo de más per-
sonas, si cabe. Aunque la aprobación en primera instancia y acep-
tación inanciera para la publicación de esta obra comenzó con la
Decanatura de Luz Stella Correa, la nueva Jefa de la Facultad de
Ciencias Sociales y Humanas, Dra. Gloria Patricia Peláez, cogió el
testigo y ha sabido comprender la importancia que este tipo de
publicaciones tiene para el conjunto de la Universidad de Antio-
quia, y más especialmente para la facultad que lidera. Además,
me consta que está dispuesta a contribuir en el futuro porque este
tipo de eventos internacionales tengan continuidad como un plan
global de internacionalización de la vida académica de la facul-
tad. Mi agradecimiento a sus gestiones.
Finalmente, el control de los textos, su adecuación a las nor-
mas de citación internacionales, así como las gestiones internas,
fueron un trabajo ímprobo que en este caso estuvo liderado por
Claudia Silva (Coordinadora de Publicaciones de EIHG) y la
siempre necesaria ayuda de Erika Gallo.
Espero que el esfuerzo haya valido la pena. Ustedes decidi-
rán al concluir el libro.

José Manuel Serrano


Medellín, junio de 2013

11
12
Introducción

L a azarosa vida de la Vieja Europa vivió en 1989 un nuevo


capítulo. Cuando casi nadie lo esperaba, una conluencia
de factores a la vez internos y externos, propiciaron el derrumbe
(simbólico y físico) del Muro de Berlín. Cuarenta y tres años de
aislamiento internacional y represión comunista en la Alemania
Oriental tocaron a su in. Bajo el clamor de un pueblo que suspi-
raba libertad desde hacía décadas, otras muchas naciones siguie-
ron sus pasos. La otrora poderosa Unión Soviética (liderada por
el magnánimo Mihail Gorbachov) solo pudo contener el aliento
ante unos hechos que lo sobrepasaban. Una tras otra, como en el
juego de dominó, las naciones del antiguo Telón de Acero fueron
sucumbiendo en rápida sucesión. Incluso la URSS se vio envuelta
en una espiral de acontecimientos internos que acabaron con un
gigante creado en 1918. En 1992, el mapa europeo había cambia-
do completamente. Surgieron naciones nuevas que incluso había
que buscar con denuedo en el mapa: Eslovenia, Bosnia, Serbia,
Eslovaquia…mientras que otras nacían de las cenizas de la frag-
mentación de entidades enormes, como la Federación Rusa. El
mundo no había asistido a una modiicación territorial tan drás-
tica, dramática y rápida, probablemente desde el inal de las gue-
rras napoleónicas.
Esta vorágine de acontecimientos se produjo en momentos
de tensión internacional; momentos que estaban caracterizados
aún por el enfrentamiento bipolar entre Estados Unidos y la
Unión Soviética. Aunque en 1989 las posibilidades de una gue-
rra a escala mundial (probablemente nuclear) habían declinado
ostensiblemente, todavía los asuntos de seguridad se medían en
términos de aceptación o no de los postulados defendidos por las
dos superpotencias, que lideraban a su vez monstruos militares,
como la OTAN y el Pacto de Varsovia. El concepto de seguridad
colectiva sólo existía en el contexto de estas alianzas militares, y
como consecuencia, todas las relaciones internacionales se me-
dían en relaciones de fuerza regionales de amistad con una u otra

13
alianza. La Guerra Fría era la expresión más llamativa de este jue-
go de poderes, en el que los equilibrios se conjugaban como en
una difícil partida de ajedrez: la más mínima variación de apoyo
o alejamiento a uno de los gigantes, representaba un desequili-
brio inherente para toda la alianza. Estas fuerzas eran medidas y
calculadas milimétricamente desde los salones de Washington y
Moscú, y evidenciaban, tristemente, la relativa (o enorme, según
los casos) falta de autonomía de esferas geopolíticas en el ámbito
de la seguridad, defensa y relaciones internacionales.
Al resquebrajarse este sistema en 1989-1992, el mundo asistió
a un escenario totalmente diferente y cambiante. Estados Unidos,
aparentemente, había salido victorioso de la contienda ideológi-
co-política con la Unión Soviética, lo que inmediatamente tuvo
trascendentales consecuencias en el orden internacional. De un
mundo bipolar, se pasó a otro unipolar, en el que el concepto de he-
gemonía debía ser reescrito. Igualmente, las relaciones militares
y diplomáticas, asentadas anteriormente por los lazos de amistad
con uno u otro, debieron replantearse, porque resultaba absur-
do mantener un dinosáurico sistema de alianza militar a escala
global, encarado contra un enemigo inexistente. Finalmente, el
costo de los ambiciosos programas de defensa multilateral de los
años 80 (liderados por Estados Unidos) no tenían sentido frente
a un poder militar contrario fantasmal. Esas consecuencias, que
aún perduran, son las que, analizadas a veces en restrospectiva y
coyuntura histórica, se estudian en esta obra.
Los lectores notarán rápidamente en esta obra una presencia
muy signiicativa de estudiosos e historiadores de la República
Checa. Tiene una explicación. Ningún país de la Europa Central
vivió más duramente las iniquidades del sistema comunista que
la antigua Checoslovaquia. La historia de este país en el siglo XX
fue realmente dramática. Creada artiicialmente tras el Tratado
de Versalles en 1919 sobre las cenizas de la Primera Guerra Mun-
dial, sufrió las amenazas de sus vecinos durante décadas, ávidos
de obtener un trozo de un país que no conocían antes de 1914.
Adolf Hitler lo ijó entre sus objetivos nada más llegar al poder en
1933, y tras sufrir una dolorosa y humillante desmembración en
octubre de 1938, en marzo de 1939 fue ocupada sin piedad por su
vecino germano del norte. Durante la Segunda Guerra Mundial,

14
la parte occidental de convirtió en el Protectorado de Bohemia y
Moravia, resistiendo a duras penas la represión nazi, el saqueo
de sus bienes y el encarcelamiento de sus ciudadanos. Y cuando
un amanecer de libertad asomaba a su puerta, en mayo de 1945,
el país fue dejado por las potencias occidentales a merced de la
liberación del Ejército Rojo. Stalin quiso hacer de Checoslovaquia
el paraíso comunista terrenal: un perfecto campo de pruebas para
demostrarle a Occidente que el comunismo funcionaba, a pesar de
sus ciudadanos. El resultado fue más de cuatro décadas de opre-
sión y falta de libertad; cuatro décadas en las que los solícitos
lacayos de Moscú, regían los destinos de la nación sin pregun-
tarles por sus intereses. Y cuando en 1968 el pueblo de Checoslo-
vaquia se hartó, valientemente empuñó las armas contra la pre-
sencia comunista. Lo que siguió fue una tragedia. La invasión de
Checoslovaquia por parte del ejército de la Unión Soviética, no
solo provocó miles de muertes, sino que demostró al mundo que
las fronteras de la URSS realmente estaban mucho más hacia el
oeste de lo que decían sus mapas. La verdadera liberación llegó
después de 1989 y la rápida retirada de los ejércitos soviéticos.
Checoslovaquia, al in, decidiría su destino.
Este destino fue la libre elección de convertirse en nación
con el nombre de República Checa, desgajándose de su católico
vecino del este, Eslovaquia. Como resultado, no debería resultar
extraño que, desde entonces, en la fértil llanura bohemia haya
surgido un denodado interés por las relaciones internacionales
y los asuntos de defensa y seguridad. Sin duda, este interés tiene
mucho que ver con su pasado reciente, y en cómo durante déca-
das, el país fue presa de la falta de conductos internacionales de
colaboración y negociación. En casi todas las Universidades de
Praga (y otras ciudades) han surgido estudios, especializaciones
e institutos dedicados a la investigación e interpretación de es-
tos fenómenos, y no únicamente desde las relaciones checas con
sus vecinos, sino mucho más allá. Recorriendo un largo camino
de atraso en muy poco tiempo, los estudiosos checos son pione-
ros y destacados expertos en los análisis histórico-políticos sobre
relaciones internacionales en Europa, y ejercen actualmente una
gran inluencia en este campo. Por consiguiente, contar para este
libro con tres de los más destacados especialistas resulta un grato
viaje hacia el conocimiento de cómo se articularon (y articulan)

15
los mecanismos relacionales en el siglo XX, y muy especialmente
después de 1989.
Los cinco capítulos que escriben los profesores checos Mar-
tin Kovar, Jaromir Soukup y Jan Koura constituyen un brillante
despliegue interpretativo y analítico de la evolución de Europa
Central desde mediados de siglo XX, e inciden en la versatilidad
de las relaciones internacionales de su país como un elemento
de estabilización en la Europa continental. Incluso uno de estos
capítulos (Jan Koura) relata magistralmente el papel jugado por
Alemania tras la Guerra Fría, y las profundas implicaciones que
tiene para la paz y seguridad internacionales el rol del poderoso
vecino. El profesor Kovar nos adentra en la historia interdiscipli-
nar, explicando los factores que han llevado y están llevando a
Europa a jugar un papel esencial en la escena internacional, más
allá de las opciones desplegadas por Estados Unidos. Por su par-
te, Jaromir Soukup analiza en profundidad las tensas relaciones
con la Unión Soviética en clave argumentativa, así como el lento
y difícil camino de la República Checa como socio integrador de
Europa, también, obviamente, en el plano de la seguridad.
Por su parte, el profesor argentino Luis Somoza analiza la
evolución histórica del conlicto de las Malvinas, y cómo éste
constituye un factor clave en la evolución histórica de su país. Al
mismo tiempo, atiende al papel que juega Argentina en el escena-
rio internacional del cono sur.
Andrés López, profesor de la Universidad de Antioquia, nos
invita a adentrarnos en un difícil mundo: el de la teoría de las
relaciones internacionales, y el papel de Colombia en la era post
Guerra Fría como elemento equilibrante de las tensiones regio-
nales.
Finalmente, el profesor José Manuel Serrano, analiza la
evolución histórica de España como factor estratégico del lanco
sur europeo, así como las profundas variaciones en su política
internacional derivadas del vital impacto que hoy en día tiene el
terrorismo internacional. Acaba el libro con otro capítulo en el
que, en este caso, se realiza una profunda crítica al binomio de
poder guerra-dinero, que en gran medida han caracterizado las
Historia de Occidente.

16
Los autores

Dr. Martin Kovar (República Checa, Universidad Carolina,


Praga), Máster en Historia, Lengua y Literatura checas, y Ph.D. en
Historia General por la Universidad Carolina de Praga. Profesor
de Historia General y Centroeuropea de la Facultad de Artes, y
Director del Instituto de Historia General de la misma Universidad.
Editor en Jefe de la revista Dvacáté století – The Twentieth Century,
y miembro del Consejo editorial de Prague Papers on the History of
International Relations. Así mismo, es miembro activo del Scientiic
Council of Faculty of National Economy, de la Universidad de
Económicas, de Praga, y del Gesellschaft für Überseegeschichte,
Universität Bayreuth (Alemania). Especialista de reconocido
prestigio en las relaciones internacionales centroeuropeas (desde
el siglo XVIII a nuestros días) con especial énfasis en los vínculos
entre la antigua Unión Soviética y la República Checa. Autor de
más de una decena libros y decenas de artículos académicos.
Finalmente, ha sido professor invitado internacional en Alemania,
Reino Unido, Japón, España, Colombia, Austria o Estados Unidos.
Dr. Jaromir Soukup (República Checa, Universidad Caroli-
na, Praga), Máster en Estudios Internacionales de la Universidad
Carolina, y Ph.D. en Historia Europea por la misma Universidad.
Profesor de Historia Moderna y Contemporánea del Instituto de
Historia General, de Praga. Especialista en Historia Centroeuropea
y Latinoamericana del siglo XX. Miembro de los consejos editoria-
les de varias revistas especializadas, y autor de tres libros y más de
una decena de artículos. Ha sido conferenciante en diversos países
como Reino Unido, Austria, Alemania, Colombia o Estados Unidos.
Dr. Luis Somoza (Argentina), Maestría en Inteligencia
Estratégica Nacional por la Escuela Nacional de Inteligencia
(Argentina); Doctor en Ciencias Políticas, graduado en la
Universidad Católica Argentina y Post grado en Terrorismo
otorgado por la Universidad Católica de Salta-Subsede
Gendarmería Nacional. Ha trabajado como profesor en el ámbito
de la Armada Argentina, Fuerza Aérea Argentina, Ejército
17
Argentino, Policía Federal Argentina y Gendarmería Nacional
También ejerció la docencia en la UCA, Universidad Católica
de Salta, Universidad de Belgrano, entre otras. Especialista en
Inteligencia, Defensa y Sistemas Estratégicos de la América
Latina. Autor de varios artículos e invitado a impartir cursos
especializados en Chile, Colombia, República Checa o Brasil.
Ph.Dr. Jan Koura (República Checa, Instituto de Historia
General, Praga), Máster en Historia y Ciencia Política por la
Universidad Carolina de Praga; Ph.Dr, en Historia del Mundo
Moderno del Instituto de Historia General, además de profesor
en la misma institución. Estudios avanzados de especialización
en universidades del Reino Unido, Austria y Alemania. Experto
en Historia de Alemania en el siglo XX, relaciones internacionales
Estados Unidos-Europa, y en la postguerra de Checoslovaquia.
Autor de varios importantes artículos, así como frecuente
conferencista en Estados Unidos, Alemania y Reino Unido.
Dr. Rafael López Bermúdez (Colombia, Universidad de
Antioquia, Medellín), Magíster en Ciencia Política y Doctor en
Literatura, por la Universidad de Antioquia. Profesor Asociado
del Departamento de Historia de la misma Universidad. Co-
fundador de los Grupos de Investigación en Historia Social (1998);
y Estudios de Literatura y Cultura Intelectual Latinoamericana
(2004). Especialista en Teoría de conlictos armados, Geopolítica
e Historia de Colombia de los siglos XIX y XX. Autor de más de
una decena de publicaciones.
Dr. José Manuel Serrano Álvarez (España, Universidad
de Antioquia, Medellín), Licenciado en Historia, especialista
titulado en Historia Moderna y Contemporánea, Universidad
de Sevilla, España; Doctor en Historia de América por la misma
Universidad. Profesor Asociado del Departamento de Historia
de la Universidad de Antioquia. Adjunct Associate Professor,
Texas Tech University (Estados Unidos) Director del Grupo
de Investigación, Estudios Interdisciplinares en Historia General.
Especialista en Historia militar colonial, guerras del siglo XX,
y relaciones internacionales de la edad contemporánea. Autor
de cuatro libros y varias decenas de artículos. Ha sido profesor
invitado internacional en Italia, República Checa, México,
Colombia, Chile y Estados Unidos.

18
Europa en las encrucijadas.
La posición del “Viejo Continente” en el sistema de las
Relaciones Internacionales a principios del siglo XXI

Martin Kovář1

Antecedentes históricos (1945-2001)

E n la última mitad del siglo, o más precisamente desde


1945, toda Europa tuvo un desarrollo bastante compli-
cado. El in de la Segunda Guerra Mundial consolidó la división
del continente en dos partes. El ejército Soviético puso pie y ocu-
pó gran parte de Europa y “desde Szczecin, en el Báltico, has-
ta Trieste, en el Adriático, una cortina de hierro [descendió] por
todo el continente.”2 Es detrás de esta “cortina” donde nacen los
regímenes comunistas leales a Moscú, por supuesto, bajo la su-
pervisión cuidadosa y meticulosa de la Unión Soviética. Fue allí
mismo donde se creó el “imperio del mal”, en las palabras que
utilizó el presidente americano, Ronald Reagan (mandato entre
1981 y 1989) en su discurso lleno de emoción a principios de los
años 1980. Diversos factores indicaron la fuerza y el dominio po-
lítico, militar y económico de Moscú en esta parte de Europa. No
fue solo el hecho de que creó una temible organización militar (el
Pacto de Varsovia), sino también de que fundó el Consejo de Ayu-
da Mutua Económica (abreviado CAME o a veces COMECON),
una organización –aunque no muy efectiva– que tenía el in de
apoyar la cooperación económica entre los países del Bloque. Y
por último, no se puede olvidar que los intentos de liberarse de
la esfera de inluencias, y los verdaderos esfuerzos de revelarse,

1 Profesor de Historia y Relaciones Internacionales, Universidad Carolina de


Praga, República Checa.
2 Nálevka, Vladimír. Kapitoly z dějin studené války, díl I (Praha: Institut pro
středoevropskou kulturu a politiku 1997) p.28.

19
eran castigados despiadadamente (la Revolución de Hungría de
1956 y la Primavera de Praga de 1968).3
La parte occidental del continente europeo estaba protegida
por el paraguas nuclear, y se puede decir, por la fuerza disuaso-
ria de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN). A
diferencia de Europa Oriental, y a pesar de ciertos problemas y
diicultades, Europa Occidental experimentó un periodo de rela-
tiva calma, paz, prosperidad y un crecimiento incesante de los es-
tándares de vida. Este fue realmente el caso, aunque la calma y la
prosperidad estaban empañadas por un posible enfrentamiento
militar (o incluso nuclear) entre el Oriente y el Occidente. Existía
el miedo, y no era infundado, de que Europa Occidental fuera la
principal víctima de este enfrentamiento y de todas sus terribles
consecuencias. Por lo que no es casualidad que varios historiado-
res describan este periodo, exagerando un poco, como un “tiem-
po de miedo mutuo.”4
Es importante mantener presente que el desarrollo gradual
del proceso de integración europea se volvió muy importante
para la parte occidental del “viejo continente”, durante todo este
periodo. La integración europea comenzó hacia inales de los
años 1940 y en los años 1950 (con la Comunidad Europea del Car-
bón y del Acero, la Comunidad Europea de la Energía Atómica,
la Comunidad Económica Europea y más tarde también la Unión
Europea). La visión de una Europa democrática y unida resultaba
muy atractiva para la gran mayoría de los europeos occidentales.
Además, después de unirse al proceso de integración en los años
1970 (Irlanda – 1973) y en los años 1980 (Grecia – 1981, Portugal y
España – 1986), los nuevos países miembros, que hasta entonces
habían estado en un atraso, experimentaron un crecimiento eco-
nómico. Esto justiicó de alguna manera el antes mencionado op-
timismo y atractivo de las comunidades europeas, especialmente

3 Vykoukal, Jiří. Bohuslav Litera y Miroslav Tejchman, Východ. Vznik, vývoj a


rozpad sovětského bloku 1944–1989 (Praha: Libri 2000), pp.294–410; Plechanovová,
Běla y Jiří Fiedler. Kapitoly z dějin mezinárodních vztahů 1941–1995 (Praha: Institut
pro středoevropskou kulturu a politiku 1997), pp.141–170; Durman, Karel. Po-
pely ještě žhavé. Velká politika a 1938–1991. Válka a nukleární mír (Praha: Karolinum
2004), pp. 225–228, pp.358–pp.359, pp.447–453, pp.488–492.
4 Schmidt, Gustav. A History of NATO. The First Fifty Years I-III (Basingstoke:
Palgrave 2001).

20
comparadas con los estándares de vida miserables y la represión
política en el área detrás de la “Cortina de Hierro”, en particular
en la unión Soviética.5
En los años 1980, el leviatán soviético empezó a desmoronar-
se poco a poco, aunque al principio de forma discreta y gradual.
En general, hubo varios factores que provocaron el colapso del
“imperio del mal” ‒ como lo llama Reagan6 ‒, y la consecuente
desintegración de la Unión Soviética como tal en 1991. Antes que
nada, es necesario mencionar los graves problemas económicos
(causados, entre otras cosas, por la invasión a Afganistán entre
1979 y 1989, que estuvo mal planteada y que al inal fue un fra-
caso), y la pérdida de conianza en el sistema comunista y en su
funcionamiento por gran parte de la población de la URSS y de
los países del Bloque Oriental, incluso hasta de algunos miem-
bros de las élites políticas. De hecho, fue un pequeño milagro que
se produjera la caída del Imperio soviético sin derramamiento de
sangre, a excepción del desenlace fatal del “déspota oriental”, el
extraño jefe comunista de Rumania, Nicolae Ceauşescu. Aunque
sea por este pequeño milagro, Michail S. Gorbachov, entonces lí-
der de los comunistas soviéticos, se merece un agradecimiento.
A principios de la última década del siglo XX, el futuro de Eu-
ropa parecía indiscutiblemente brillante y optimista, sobre todo
para los países de Europa Central (el llamado Grupo Visegrád –
la República Checa, Polonia, la República Eslovaca y Hungría –),
y un poco más tarde también para los países Bálticos, que logra-
ron desprenderse milagrosamente del dominio soviético. Estos
países iniciaron el proceso para ingresarse de pleno derecho a la
Unión Europea (y a la OTAN), para así hacer parte nuevamente,
después de varias décadas, del “occidente civilizado.”7 La situa-
ción fue similar al caso de la República Democrática Alemana que
5 Kovář, Martin y Václav Horčička, Dějiny evropské integrace I a II (Praha: Triton
2005 y 2006); Gerbet, Pierre. Budování Evropy (Praha: Karolinum 2004).
6 Petřík, Lukáš. Konzervativní revoluce Margaret Thatcherové a Ronalda Reagana
(Brno: Centrum pro studium demokracie a kultury 2008), pp.191–234; D᾽Souza,
Dinesh. Ronald Reagan. How an Ordinary Man Became an Extraordinary Leader (New
York: Touchstone 1999); Wallison, Peter J. Ronald Reagan. The Power of Conviction
and the Success of His Presidency (Boulder, Colorado: Westview Press 2004).
7 Más en Jiří Vykoukal, Visegrád. Možnosti a meze středoevropské spolupráce (Pra-
ha: Dokořán 2003); Robert Steinmez y Anders Wivel (eds.), Small States in Europe:
Challenges and Opportunities (Farnham: Ashgate 2010).

21
se integró, sin embargo, totalmente a la República Federal de Ale-
mania (la RFA).
Por otra parte, el desmantelamiento o la desintegración (de-
pende del punto de vista) de la antigua Yugoslavia causó una
catástrofe que Europa no había experimentado desde el in de la
Segunda Guerra Mundial.8 El nacionalismo radical y explosivo
del presidente (post)comunista serbio, Slobodan Milošević (cuyo
apellido es a veces transcrito como Milóshevich), el nacionalismo
del líder de los Serbios-bosnios, Radovan Karadžić, y el naciona-
lismo del general serbio, Ratko Mladić, así como las ambiciones
del presidente croata Franjo Tuđman (cuyo apellido es a veces
transcrito como Tudjma), entre otros, llevó a conlictos armados y
enfrentamientos. Lo que llevó al peor genocidio en Europa desde
la Segunda Guerra Mundial.9
Asimismo, es necesario mencionar que también algunos Es-
tados Occidentales de Europa contribuyeron en gran medida al
caos en los Balcanes. Se puede ilustrar el caso con el ejemplo de
la República Federal de Alemania: el Ministro de Relaciones Ex-
teriores de Alemania, Hans-Dietrich Genscher, inició un proceso
que causó la violencia de carácter genocida mencionada antes,
cuando reconoció la independencia de Croacia en el verano de
1991. Sin embargo, con esta declaración, no quiero decir, por su-
puesto, que Genscher o la RFA fueron los culpables principales
y los responsables de la “tragedia en los Balcanes.” No obstante,
se puede decir que la política de los países de Europa Occidental
siguió sus propios intereses durante esta crisis, y además, esta
política no fue la mejor, por no decir más. Lo mismo se puede
decir obviamente sobre Rusia y hasta cierto punto también sobre
los Estados Unidos de América.10

8 Pelikán, Jan. Jugoslávie a východní blok 1953–1958 (Praha: Karolinum 2001).


9 Dizdarević, Raif. Od smrti Tita do smrti Jugoslávie (Praha: Jan Vašut s. r. o.
2002),pp. 95–140.
10 Weithmann, Michael W. Balkán: 2000 let mezi Východem a Západem (Praha:
Vyšehrad 1996), pp.385–409.

22
Europa en las encrucijadas (2001-2012)

La lucha contra el “terrorismo internacional” como parte del


“Choque de Civilizaciones y Culturas” de Huntington
El Once de Septiembre (11 de septiembre de 2001) marcó un
verdadero hito que resultó en una encrucijada para Europa, sobre
todo para la parte Occidental. Como sabemos, el 11 de septiem-
bre fue un atentado cuidadosamente planeado por los terroristas
islamistas al World Trade Center en Nueva York y al Pentágono
en Washington DC. Este acto terrorista causó la muerte de varios
miles de personas y es sabido, que aun más personas experimen-
taron traumas severos.11
El entonces presidente americano, George W. Bush, respon-
dió a la situación declarando la guerra contra “el terrorismo inter-
nacional” (Guerra contra el Terror). Los tradicionales aliados de
Washington se unieron inmediatamente a la causa de los Estados
Unidos, como el caso particular del Reino Unido. El entonces lí-
der del Partido Laborista y Primer Ministro del país, Tony Blair
(mandato entre 1997 y 2007),12 dio su completo apoyo a los Esta-
dos Unidos, y se puede decir que su decisión de actuar era com-
pletamente comprensible. Se debe tener en cuenta, de igual for-
ma, que los atentados en Nueva York y en Washington no fueron
solo el ataque masivo más grande en los Estados Unidos después
de la Segunda Guerra Mundial (o más exactamente, después del
ataque sorpresa contra Pearl Harbor en 1941), sino también fue-
ron el asalto más grande en todo el “Occidente”, incluyendo ob-
viamente Europa Occidental.13
Dadas las circunstancias, las tropas americanas, británicas y
de otros aliados, lanzaron un ataque contra Afganistán, que se
sospechaba era el paradero de Osama bin Laden, líder de la orga-

11 Greenberg Karen J. (ed.), Al Qaeda Now. Understanding Today᾽s Terrorists (New


York: Cambridge University Press 2005); Burke, Jason. Al-Qaeda. The True Story of
radical Islam (London: Tauris 2004).
12 Blair, Tony. Moje cesta (Praha: Práh 2011), pp.341–368.
13 Ellinger, Jiří. “Spojené státy americké po 11. září 2001. Počátek úpadku
amerického impéria?”, en Kolaps a regenerace. Cesty civilizací a kultur. Minulost,
současnost a budoucnost komplexních společností, eds. Miroslav Bárta y Martin
Kovář (Praha: Academia 2011), pp.573–598.

23
nización terrorista Al-Qaeda (o Al-Qa’ida).14 La invasión resultó
en la caída del gobierno radical Talibán y llevó al establecimiento
de un régimen moderado con Hamid Karzai como presidente.
Sin embargo, el mismo Bin Laden logró escapar del país y siguió
su lucha contra el Occidente. Un poco más tarde, Estados Unidos
concentró su atención en Iraq, apoyado otra vez principalmente
por los británicos, pero también por otros aliados.
A lo largo del período entre el in de la primera Guerra del
Golfo en 1991 y la invasión de Iraq doce años más tarde, el lí-
der iraquí, Saddam Hussein, mantuvo al Occidente con la incer-
tidumbre sobre sus intenciones agresivas (contra Kuwait, Israel,
etc.). Los rumores sobre un programa nuclear e informes sobre
la participación del país en la elaboración de armas biológicas y
químicas, apoyaron el sentimiento de incertidumbre. Además,
Hussein siguió persiguiendo la minoría kurda en Iraq. Finalmen-
te, las numerosas provocaciones, los desacuerdos con los inspec-
tores de las Naciones Unidas y muchos otros factores, causaron la
invasión de Iraq en 2003. Tony Blair, de forma similar al caso de
Afganistán, apoyó a George W. Bush.15
Se entablaron intensos debates sobre, por ejemplo, si el Pri-
mer Ministro británico actuó a favor del interés nacional de su
país, si los argumentos presentados por los partidarios de la in-
vasión eran totalmente convincentes, y si la misma invasión era
justiicable sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la
ONU. Los debates fueron aún más turbulentos que los que se en-
tablaron por el ataque lanzado por Gran Bretaña y otros Estados
miembros de la OTAN contra Serbia en los años 1990. Debido
a esta situación, Blair tuvo que afrontar protestas públicas que
fueron, de hecho, las manifestaciones más grandes en el Reino
Unido desde el in de la Segunda Guerra Mundial. Además, Blair
tuvo que enfrentar igualmente una rebelión sin precedentes de
los miembros de su propio partido. A pesar de que al inal, Blair
logró manejar la situación, su posición se mantuvo inestable.

14 Scheuer, Michael. Osama bin Laden (Oxford – New York: Oxford University
Press 2011).
15 Más en: Munro, Alan. Arab Storm: Politics and Diplomacy behind the Gulf War
(London: Tauris 2006).

24
Por supuesto, hubo más acontecimientos relacionados es-
trechamente con la situación internacional mencionada anterior-
mente. Algunos inluyeron fundamentalmente en el desarrollo
no sólo del país insular de Gran Bretaña, sino también inluye-
ron profundamente en todo el Occidente. En primer lugar, es ne-
cesario mencionar los ataques terroristas del 7 de julio de 2005
(también conocido como el 7/7). Los terroristas islamistas vincu-
lados a Al-Qaeda cumplieron sus amenazas y advertencias con
los atentados en el transporte público de la capital británica. Más
exactamente, atacaron las estaciones Aldgate, King’s Cross y Ed-
gware Road del subterráneo de Londres y también la línea de
autobús Nº30 que funciona en el centro de la ciudad. Casi sesenta
personas murieron en los ataques y hubo cientos de heridos. La
conmoción que causaron los terroristas suicidas demostró que los
miedos del “terrorismo internacional” eran, de hecho, justiica-
dos.16 Sólo un año más tarde, en julio de 2006, la situación casi
se repitió. Sin embargo, esta vez la policía tomó medidas a tiem-
po y descubrió los autores potenciales del atentado. El hecho de
que los atacantes fueran “Blancos, Ricos y británicos” – para usar
el titular que sorprendió a la nación ‒, provocó discusiones serias
sobre inmigración, sobre la identiicación de los inmigrantes en
la nueva situación del país, y sobre la creencia religiosa de los in-
migrantes y su devoción a los valores de la civilización occidental
en general.
El Reino Unido, y de hecho toda Europa, principalmente
Francia, Alemania y los Países Bajos, y también otros estados
(como Italia o España, por ejemplo), tuvieron que hacerse mu-
chas preguntas inquietantes. Probablemente las más importantes
eran: ¿Qué tenemos que hacer o, más exactamente, a qué tenemos
que renunciar para protegernos de aquellos que nos consideran
“enemigos mortales”? ¿Estaremos listos y dispuestos a renunciar
a algunos aspectos de la libertad personal, la cual había sido parte
de la sociedad occidental casi desde el principio? ¿Estaremos dis-
puestos a aceptar una invasión sin precedentes de la vida privada
con el in de minimizar el peligro de actos terroristas? ¿Estare-
mos dispuestos a compartir nuestro destino con el de los Estados

16 Blair, Tony, op.cit., pp.501–532.

25
Unidos no sólo en los tiempos de bonanza, sino también en los
tiempos de crisis?17
Dar respuesta a estas preguntas no es nada fácil. Sin embar-
go, es sintomático que el primer ministro británico, Tony Blair,
sufriera su primero fracaso cuando la Cámara de los Comunes
votó sobre el Proyecto de Ley de lucha contra el terrorismo. Si el pro-
yecto se hubiera aprobado, se podría mantener en custodia a un
sospechoso un máximo de diecinueve días en vez de catorce días.
Sin embargo, los legisladores británicos no estaban listos para ad-
mitir qué tan seria era la situación y qué tan urgente y apremiante
era el peligro. Para ellos, la preservación de la libertad personal
era más importante. Sin embargo, en general, estoy convencido
personalmente que esta postura no es sostenible a largo plazo.
La situación actual es complicada debido a las posiciones y
las actitudes de los extremistas radicales; que son a menudo y
a primera vista, miembros cultos de la sociedad occidental. La
masacre en Noruega en el verano de 2011, cometida por Andres
Breivik, demostró, entre otras cosas, que una parte de la sociedad
occidental también está llena de odio. En el caso de Breivik, y
también en otros, se puede hablar de un odio contra los devotos
y seguidores del Islam (o, en general, contra el Este o contra el
Oriente) y contra el multiculturalismo. Una reacción al parecer
indirecta de unos fanáticos islamistas es el caso de Mohammed
Merahu en Francia, quien recientemente mató a siete personas,
incluyendo tres niños judíos. Esto solo demuestra que una vez
que el carrusel comienza a dar vueltas no se detiene. Sin embar-
go, si los europeos realmente aceptaran este medio de “comuni-
cación”, el futuro de Europa será absoluta y realmente desespe-
rado y desesperanzado.18
Por esta razón, el éxito de algunos partidos políticos radica-
les de Europa Occidental en los últimos años se puede conside-
rar como peligroso. Para ilustrar el caso, se puede mencionar el
Partido por la Libertad de Geert Wilders (Partij voor de Vrijheid)

17 Más en: Kagan, Robert. Labyrint síly a ráj slabosti. Amerika, Evropa a nový řád
světa (Praha: Nakladatelství Lidové noviny 2003).
18 Orange, Richard. The Mind of a Madman. Norway᾽s Struggle to Understand An-
ders Breivik (Kindle Edition 2012); Buruma, Ian. Vražda v Amsterodamu. Smrt Thea
van Gogha a meze smířlivosti (Praha: Academia 2010).

26
que está empeñado en lograr la prohibición del Corán. Además,
no se puede dejar de mencionar la personalidad del Infante de
marina Le Pen, quien, por ejemplo, inluyó considerablemente en
las elecciones presidenciales en Francia este año. Es evidente la
creciente simpatía de los votantes por los partidos y movimientos
políticos que proponen soluciones fáciles para la crisis actual en
la que se encuentra Europa. Esta es la situación en Europa y todas
sus consecuencias apenas se pueden imaginar.

La Unión de Europa y su futuro incierto


Con la situación actual tan complicada, es peor aún, que la
institución más importante en Europa – La Unión Europea – haya
estado experimentando graves problemas.19 Muchos de sus polí-
ticos conocidos son conscientes del hecho de que allí tendrá que
ocurrir lo que ellos llaman, – de forma vaga – la “modernización”,
es decir que se tendrá que buscar la solución a los problemas que
se han ido postergando por mucho tiempo. Algunos de estos
problemas son: las enormes deudas de gran parte de los Estados
miembros de la Unión Europea, un índice relativamente alto de
desempleo, así como el empleo artiicial en algunos países, o me-
jor decir, en algunos sectores de la economía, el predominio del
sistema de políticas sociales, a menudo mal empleado, principal-
mente en Alemania y Francia, sin mencionar la política agrícola
común y los subsidios desproporcionados para este sector; y po-
dría seguir hablando sobre estos indeinidamente. Aparte de esto,
será necesario hacer que la Unión Europea sea “más humana”,
ya que las autoridades de Bruselas, sus oicinas y su personal,
han perdido totalmente el contacto con el “pueblo” y con la “vida
real”.20 Hace unos años, las palabras de Tony Blair recibieron una
respuesta positiva: Blair declaró que a menos que los europeos
encentren en si mismos un nuevo entusiasmo y suiciente pasión
por los valores comunes, estarían en peligro el objetivo común
y el futuro de la Unión Europea. Esto muestra que el ex-primer

19 Pokorná Korytarová, Lenka. (ed.), Promýšlet Evropu dvacátého století. Evropa


sjednocená a rozdělená (Brno: Matice moravská 2012).
20 Ptáčník, Jan. “Euroskepticismus jako projev jednotnosti Evropy v její rozma-
nitosti”, en Promýšlet Evropu dvacátého století..., ed. Lenka Pokorná Korytarová
(Brno: Matice moravská), pp.209–222.

27
ministro dio en el blanco al designar exactamente otro problema
clave de la Europa Occidental (y Central).
Sin embargo, la actual Unión Europea no sólo se encuentra
en una de las “crisis de identidad” más serias de su historia; sino
que también pasa – de igual forma una buena parte del Occiden-
te – por la ya mencionada crisis económica profunda, y peor aún,
persistente. Esta crisis no solo ha sido causada por los factores
que ya han sido descritos con cierto detalle; el caso es que Euro-
pa, concretamente los países de la Unión Europea, es, exageran-
do un poco, “bastante perezosa” en comparación con los Estados
Unidos de América, por no mencionar los países asiáticos que se
están desarrollando de forma dinámica. Si Europa desea ser to-
talmente competitiva, tendrá que cambiar muchas cosas, y muy
rápidamente, antes de que sea demasiado tarde. La cuestión es
si realmente quiere hacerlo, o más exactamente, si es capaz de
hacerlo.
El tercer problema que enfrenta la Unión Europea consiste
en el hecho de que sin la ayuda de los Estados Unidos, sus países
miembros no son capaces de defenderse en caso de un conlicto
(global) importante – por más que parezca imposible en un futu-
ro cercano. Lo mismo pasa con el Tratado del Atlántico Norte, el
cual no puede realizar ninguna acción militar seria, sin ser asisti-
do activamente por la U.S.A. Esto se puede ver en su actitud hacia
Libia, para ser más explícitos, en su lucha contra las fuerzas del
Coronel Kaddáfí durante la reciente “Primavera árabe”. Aunque
se suponía que iba a ser una operación militar muy limitada en
las cercanías de Europa, la Unión no escatimó en un ataque aéreo.
No cabe duda de este hecho, el cual los políticos europeos encon-
traron bastante irritante, de hecho, no están dispuestos a hablar
sobre esto. Sin embargo, esto no es nada nuevo. Como declaré al
principio de mi conferencia, el “Viejo Continente” se volvió de-
pendiente de Washington al inal de Segunda Guerra mundial, y
ha sido así desde entonces.21
Por lo que he descrito hasta ahora – no importa qué tan con-
cisamente puedo haber sido – es obvio que el futuro de la Unión
Europea y Europa en general es muy complicado y ambiguo. Por

21 Robert Kagan, op.cit., passim.

28
una parte, siguen surgiendo “escenarios catastróicos”, cuyos au-
tores describen, a menudo de forma muy vivida, el panorama
de un continente económicamente ineicaz y políticamente frag-
mentado, y cuya estructura demográica sufrirá –dentro de varias
décadas– considerables transformaciones a favor de los grupos
étnicos de origen no europeo (principalmente musulmanes, pero
también habitantes de los países de la antigua Unión Soviética o
de los Balcanes), y el cual será objeto de ataques militares que no
será capaz de rechazar. Al mismo tiempo, estos autores, y otros
por el estilo, airman que la única solución a este desarrollo será
la construcción de una especie de “fortaleza europea”, que de-
caerá inevitablemente, sin embargo, tal declive será lento, poco a
poco, aunque inevitable.
Por otra parte, los optimistas creen que la integración tanto
económica como política de Europa seguirá o tiene que seguir,
a pesar de todas las diicultades y los problemas, lo que resulta-
rá en el establecimiento de una entidad que podría – en un caso
ideal – funcionar como una especie de los “Estados Unidos de
Europa”, y que podría ser tan fuerte y exitosa como los “Estados
Unidos” en el otro lado del océano. No podemos determinar cuál
de las variantes del futuro europeo se volverá una realidad; sin
embargo, podemos hacer todo lo posible para que Europa siga
siendo en el futuro un lugar tan agradable para vivir como lo es
ahora.

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30
Alemania después de la Guerra Fría:
contribución al desarrollo político de
Alemania después del año 1989

Jan Koura1

S ería difícil encontrar en Europa central y del oeste un esta-


do que viviera un desarrollo tan dramático como Alema-
nia. El país que en otoño del año 1943 dominaba una gran parte
del continente europeo sufrió derrota total en mayo de 1945, se
encontraba al borde de un colapso económico y su destino estaba
en manos de las naciones vencedoras. Apenas se recuperaron los
alemanes de la situación de después de la guerra, en consecuen-
cia del comienzo de la Guerra Fría, el país se dividió en dos. La
idea de una Alemania uniicada y fuerte desvaneció para más de
cuarenta años. El año 1989 trajo nueva esperanza que se convirtió
en realidad un año más tarde. La Alemania uniicada y democrá-
tica volvió a ser potencia europea. El objetivo principal de este
estudio es analizar el desarrollo político de Alemania después de
la Guerra Fría. El autor, sin embargo, comenta también los suce-
sos anteriores al año 1989, muy importantes para la Alemania de
la época estudiada.

La cuestión alemana después de la Segunda Guerra


Mundial y el nacimiento de dos estados alemanes
Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, Ale-
mania se encontraba en terribles condiciones. Las tropas aliadas no
volvieron a cometer los errores de los Aliados de la Primera Gue-
rra Mundial de 1918 y cumplieron del todo con su objetivo de de-
rrotar totalmente el “Tercer Reich”. Las ciudades alemanas, antes
de prosperidad, se convirtieron durante los últimos dos años de la

1 Profesor de Historia Moderna y Contemporánea, Instituto de Historia Gene-


ral, Universidad Carolina de Praga, República Checa.

31
guerra en ruinas y parecían un paisaje lunar. El abastecimiento de
las grandes ciudades colapsó, debajo de las ruinas se encontraban
miles de muertos, el suministro de electricidad fue cortado, falta-
ban combustibles y alimentos básicos.2 Peter Johnson, piloto de la
Real Fuerza Aérea (RAF), tuvo la posibilidad de ver la situación
durante su sobrevuelo sobre Alemania y la describió de la siguien-
te manera: “Fue un día hermoso, el cielo estaba despejado. Vola-
mos en la altura de 4000 pies, óptima para ver lo que había debajo.
Vimos Hamburgo, Lübeck, Hannover, ciudades de la Región de
Ruhr, Colonia, Aquisgrán, Düsseldorf y también el sur –Stutgart,
Núremberg y Múnich… La medida de destrucción fue increíble.
Fue difícil encontrar casas habitadas y no destrozadas en los sitios.
Lo que vimos fueron solamente casas vacías y muros exteriores. El
sitio estaba muerto, muerto, muerto,”3 escribió Johnson.
Debido a la guerra que desataron en los años 40, los alemanes
fueron una nación odiada a nivel mundial. Casi nadie suponía
que en un futuro Alemania pudiera tener inluencia en la política
o económica mundiales. El objetivo de los Aliados durante la gue-
rra fue debilitar Alemania de tal manera que no pudiera volver a
amenazar la paz mundial.4 Por esta razón los británicos plantea-
ron en otoño de 1943 la división de Alemania en zonas de ocupa-
ción. La forma inal de este plan surgió en la Conferencia de Yalta
que tuvo lugar en febrero de 1945. La Unión Soviética recibió el
40 % de la supericie alemana según las fronteras del año 1937,
o sea, por ejemplo Prusia Oriental, Mecklemburgo, Pomerania,
Sajonia o Turingia.5 La región nordeste, con aproximadamente 22

2 Judt, Tony. Poválečná Evropa (Praha: Slovart, 2008), 19-22; Karel Krátký, Mar-
shallův plán (Plzeň: Aleš Čeněk 2010), 284-85.
3 Bishop, Patrick. Bomber Boys: Fighting Back 1940-1945 (London: HarperPress
2007), xxx.
4 El Ministro de Finanzas estadounidense, Henry Morgenthau, proponía du-
rante la guerra que Alemania se convirtiera en estado agrario con actividad in-
dustrial muy limitada. Este plan, llamado el Plan Morgenthau, estuvo pensado
para debilitar Alemania de una manera absoluta y e imposibilitar que el país hi-
ciera cualquier guerra ofensiva. El gobierno estadounidense, sin embargo, recha-
zó este plan. Más en: Gaddis, John Lewis. The United States and the Origins of
the Cold War 1941-1947 (Nueva York: Columbia University Press 1972), 120-121;
John L. Chase, “The Development of the Morgenthau Plan Through the Quebec
Conference,” Journal of Politics, XVI (mayo 1954), pp. 324-59.
5 Schwarz, Hans-Peter. “The Division of Germany, 1945-1949,” En: The Cam-
bridge History of the Cold War, Volume I, Origins, eds. Melvyn P. Leler, Odd Arne

32
millones de habitantes, se convirtió en zona dominada por los
británicos e incluía las partes más industriales como Región del
Ruhr, Baja Sajonia, Schleswig-Holstein o el puerto de importancia
estratégica, Hamburgo. La tercera potencia vencedora, Estados
Unidos, recibió el sudeste de Alemania, con 17 millones de habi-
tantes. La mayor parte de esta zona la ocupaba Baviera. El último
de los países que recibió una zona de ocupación en Alemania fue
Francia. En comparación con los demás países recibió una parte
pequeña, con menos de 6 millones de habitantes, sobre todo agrí-
cola, que se encontraba en la frontera con Francia, Bélgica y Lu-
xemburgo.6 La capital de Berlín fue dividida de la misma manera.
La zona de ocupación francesa, establecida durante la Conferen-
cia de Yalta, sobre todo gracias a los esfuerzos británicos, estaba
pensada para reducir la inluencia soviética en Alemania. Resultó
ser una decisión previsora por parte de las potencias del Oeste.
La Unión Soviética aceptó la división de Alemania en zonas
de ocupación del año 1945 con entusiasmo pero en realidad la
tomaba por una solución temporal. Los representantes soviéticos
esperaban dominar las demás zonas y uniicar Alemania bajo su
hegemonía. El líder soviético, Josif V. Stalin, expresó este objetivo
en su reunión con el comunista búlgaro Dimitrov en primavera
de 1945, diciendo que “toda Alemania tiene que ser nuestra, o
sea, soviética, comunista.”7 El encargado de negocios estadouni-
dense en la embajada de Moscú, George Kennan, entendió esta
intención soviética en verano de 1945 y en uno de sus telegramas
a Washington escribió lo siguiente: “La idea de administrar Ale-
mania junto con los rusos es una quimera. […] No tenemos otra
posibilidad que dirigir nuestra parte de Alemania, de la que los
británicos somos responsables, hacia la independencia, prospe-
ridad, seguridad y soberanía para que no la pueda amenazar el
Este. Para los americanos es una tarea terrible pero es inevitable.”8
En la Conferencia de Potsdam, que tuvo lugar de julio a agos-
to de 1945, Estados Unidos, Unión Soviética y Gran Bretaña llega-

Westad (Cambridge: Cambridge University Press, 2010), p.137.


6 Ibídem. p.139.
7 Durman, Karel. Popely ještě žhavé I.: Válka a nukleární mír (Praha: Karolinum
2004), p.203.
8 Kennan, George F. Memoires 1925-1950 (Boston: Litle, Brown and Company
1967), p.258.

33
ron a otros acuerdos en los asuntos alemanes. Sobre todo se trató
del plan de las 4 D: desmilitarización, desnaziicación, democrati-
zación y descentralización.9 Las deiniciones fueron, sin embargo,
tan poco concretas que cada una de las potencias las entendía de
una manera diferente. La frontera este de Alemania también se
estableció en Potsdam. Las potencias del oeste dieron su permiso
a que la Unión Soviética anexara Prusia Oriental con Königshan
y que Polonia administrara las zonas al este de los ríos Óder y
Neisse Lusacio.10 Las fronteras deinitivas debía de establecerlas
un acuerdo de paz. Éste, sin embargo, fue irmado 45 años más
tarde, durante las negociaciones de uniicación de Alemania.11
La disputa entre los países del oeste y la Unión Soviética en el
campo de los asuntos internacionales se agudizó y afectó también
a la cuestión alemana. El 1 de enero de 1947 se uniicaron las zonas
de ocupación que pertenecían a Gran Bretaña y Estados Unidos12
y surgió la llamada Bizona. Los Estados Unidos decidieron orga-
nizar una reforma monetaria en su sector pero la Unión Soviética
estuvo en contra y debido a este desacuerdo surgió la llamada pri-
mera crisis de Berlín, que duró casi un año entero y conirmó lo
inevitable. Cuando en primavera de 1949 fracasaron los esfuerzos
de las potencias del oeste en anexar la zona soviética a los sectores
del oeste y crear Alemania uniicada, empezó a constituirse el es-
tado de Alemania del oeste, República Federal de Alemania (RFA).
Este proceso culminó el 7 de septiembre de 1949, al mes siguiente
el sector soviético se convirtió en República Democrática Alemana

9 Wolfrum, Edgar. Zdařilá demokracie: Dějiny Spolkové republiky Německo od jejích


počátků až po dnešek (Brno: Společnost pro odbornou literaturu – Barrister & Prin-
cipal 2008), p.23.
10 Ibídem. p.25.
11 Müller, Richard“Das Ende des Krieges: Der Zwei-plus-vier-Vertrag” en Rev-
olutionund Vereinigung 1989/90, ed. Klaus-Dietmar Henke (München: Deutscher
Taschenbuch Verlag 2009), pp.525-536.
12 Una de las razones para unir la zona americana y la británica fueron problemas
económicos que el Reino Unido tuvo que afrontar a inales del año 1946. El gobier-
no británico carecía de recursos económicos para la administración de su zona en
Alemania y por eso se vio oblagada a unir su zona con la americana. La responsab-
ilidad de una gran parte de Alemania la asumían, enotonces, los Estados Unidos.
La bizona comprendía más que la mitad del territorio alemán y 39 millones de
habitantes. Desde el punto de vista económico fueron zonas más importantes que
mostraron su potencial en los años siguientes. Un año más tarde se anexó también
la zona francesa y así surgió la llamada Trizona. Krátký, op. Cit.,p. 235.

34
(RDA). La capital alemana, Berlín, fue símbolo de la división del
país. Las partes occidentales formaron parte de la federación a pe-
sar de encontrarse en el territorio de la RDA. En 1961 se construyó
el Muro de Berlín que debía prevenir la emigración hacia el Oeste,
y que durante los cuarenta años de su existencia no separaba sola-
mente Alemania, sino toda Europa.

Caída del régimen de la República Democrática Alemana y


la uniicación de Alemania
El nombramiento de Mijaíl Gorbachov como Secretario Ge-
neral del Partido Comunista de la Unión Soviética en el año 1985
fue fundamental para la desintegración del imperio soviético.
Gorbachov, a diferencia de sus predecesores, estuvo consciente
de los problemas que la Unión Soviética tenía que afrontar du-
rante los años 80. Incitó reformas políticas y económicas y mejoró
las relaciones con el Oeste.13
A pesar de que el papel de Gorbachov en la caída del “Telón
de Acero” es indiscutible, para la reuniicación de Alemania fue
clave el desarrollo en la propia RDA.14 La República Democrática
Alemana tenía que afrontar problemas muy graves, sobre todo
de carácter económico, desde la mitad de los años 70. El sistema
político, que no funcionó, se derrumbó cuando el disgusto de los
habitantes empezó a ser inaguantable. Mientras que los demás
países del Bloque del Este empezaron con transformación paula-
tina en el año 1989, los representantes de RDA, encabezados por
Erich Honnecker rechazaban cualquier compromiso y se prepa-
raban para celebraciones pomposas del cuarenta aniversario de la
existencia del estado, el 7 de octubre de 1989.15 Como consecuen-
cia creció el número de habitantes que querían abandonar el país.
Desde el 1 de enero de 1989, cuando entró en validez un nuevo
reglamento que arreglaba las reglas de viajes al exterior, hasta i-
nales de septiembre del mismo año, más de 160 000 habitantes de
RDA pidieron permiso para salir del país de manera permanente.

13 Conze, Eckart. Die Suche nach Sicherheit: Eine Geschichte der Bundesrepublik
Deutschland von 1949 bis in die Gegenwart (München: Siedler 2009), p. 691-2.
14 Más tarde Mijaíl Gorbachov reconoció en sus memorias que no preveía la
caída del régimen de RDA ni sus consecuencias. Más en: Gorbatschow, Michail.
Erinnerungen (Berlin: Siedler 1995), p.631.
15 Wolfrum, op. Cit., p. 371.

35
Hasta otoño de 1989 fugaron miles de alemanes del este a través
de embajadas de RFA en Praga, Budapest y Varsovia, y desde
septiembre también a través de la nuevamente abierta frontera
entre Hungría y Austria. Al mismo tiempo se hicieron más fuertes
las manifestaciones contra el régimen de RDA. Su centro estaba
primero en Leipzig pero más tarde se difundieron a las ciudades
de Alemania del Este.16
La reunión de los representantes del Pacto de Varsovia que
tuvo lugar el 8 de julio de 1989 en Bucarest trajo esperanza para
los alemanes del este y las demás naciones del bloque soviéti-
co porque modiicó la llamada Doctrina Brezhnev.17 En Bucarest
se decidió que “cada nación tiene derecho a elegir sistema eco-
nómico y sociopolítico y ordenamiento estatal, que considera
apropiado.”18 El mismo Mijaíl Gorbachov acentuó la necesidad
de las reformas dentro de RDA. Lo hizo durante las celebraciones
del aniversario de RDA y recomendó a Honecker que, teniendo
en cuenta su edad y estado de salud, dimitiera y dejara sitio a
otros miembros del partido más jóvenes.19 Honecker dimitió el 19
de octubre. La nueva dirección del Partido Socialista Uniicado
de Alemania (Sozialistische Einheitspartei Deutschlands; SED),
encabezada por Egon Krenz, intentó salvar el régimen comu-
nista abriendo un diálogo con los representantes de la Iglesia y
de la disidencia.20 La sociedad, sin embargo, rechazaba cambios
pequeños. El 9 de noviembre por la noche, Günter Schabowski,
miembro de politburó del Partido Socialista Uniicado de Alema-
nia, anunció la intención de la nueva dirección del partido: libe-
ración de las normas para viajes al extranjero. Cuando los perio-
distas le preguntaron cuándo entraría en validez este reglamento,
16 Conze, op. Cit., pp. 697-700.
17 La Doctrina Brezhnev decía que en el caso de que alguno de los países del
bloque abandonara el socialismo, sus asuntos interiores se convertirían en asun-
tos de los demás países socialistas. La Unión Soviética se reservó de esta mane-
ra el derecho a intervenir en cualquier país del Este en el caso de amenaza de
cambio del régimen. Este principio se empleó en Checoslovaquia en 1968 para
terminar el proceso de reformas.
18 Moravcová, Dagmar. Běla Plechanovová, Jan Kreidl, Evropská politika sjedno-
ceného Německa 1990-1999 (Praha: Institut pro středoevropskou kulturu a politiku
2000), p.9.
19 Fulbrook, Mary. Dějiny moderního Německa: Od roku 1918 po současnost (Praha:
Grada Publishing 2010), p.254.
20 Conze, op. Cit., pp. 699-700.

36
Schabowski respondió, confuso, que inmediatamente.21 Así, sin
querer, provocó la caída del régimen. Por RDA corrían rumores
de que se estaban abriendo las fronteras con el Oeste. Miles de
personas se acercaban a pasos fronterizos y antes de la mediano-
che se abrieron todos los puntos de control en el centro de Berlín.
El muro que dividía la ciudad durante más de cuarenta años cayó
y con él cayó el régimen de Alemania de este.
Tras la apertura de las fronteras, el número de alemanes de
este que querían mudarse a RFA iba creciendo. Se dejó de tratar
el tema de cómo cambiar el régimen de RDA, se discutió la reuni-
icación de Alemania. El eslogan de los manifestantes “Wir sind
das Volk” (somos personas), que quería llamar la atención sobre
el incumplimiento de los derechos humanos en RDA, se convirtió
en “Wir sind ein Volk” (somos una nación), que incitaba de una
manera clara a la reconstrucción de la nación alemana uniica-
da.22 El anterior deseo de democratizar el régimen se convirtió en
anhelo de uniicar la nación. La pregunta no era si Alemania se
reuniicaría, sino cuándo.
El posible nacimiento de Alemania uniicada no fue solamen-
te un asunto interior de los dos países alemanes sino, debido a las
condiciones de la división de posguerra, también de otras poten-
cias europeas. El 28 de noviembre de 1989 Helmut Kohl, Canciller
de Alemania del Oeste, hizo público un “programa de diez pun-
tos para superar la división de Alemania y de Europa”. Propuso
una forma basada en unión federativa de los países alemanes.23
Los EE.UU. respondieron con sus cuatro principios: 1) la unii-
cación debía realizarse dentro del contexto las relaciones entre la
RFA y la OTAN y de la integración en Comunidades Europeas;
2) había que tener en cuenta los derechos y las responsabilidades
de las cuatro potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mun-
dial; 3) debía realizarse tranquilamente paso a paso; 4) era nece-
sario aceptar las fronteras de posguerra.24 El apoyo por parte de
los Estados Unidos fue evidente. París y Londres, sin embargo,

21 Wilke, Manfred. “Der 9. November: Fall der Berliner Mauer” en Revolu-


tion und Vereinigung 1989/90, ed. Klaus-Dietmar Henke (München: Deutscher
Taschenbuch Verlag 2009),p. 229.
22 Fulbrook, op. Cit.,p. 259.
23 Wolfrum, op.cit.,p. 376.
24 Moravcová, op.cit., p.12.

37
no adoptaron similar actitud. Según los documentos de The Na-
tional Security Archive en Washington, recientemente publicados,
Margaret Thatcher, la primera ministra del Reino Unido durante
su reunión con Mijaíl Gorbachov en Moscú el 23 de septiembre
de 1989, declaró que estaba en contra de la uniicación de Ale-
mania. Según sus palabras, la uniicación llevaría a “cambios de
fronteras de posguerra y no podemos admitir tal cosa, porque
podría poner en peligro la estabilidad de la situación internacio-
nal y amenazar nuestra seguridad.”25 La opinión del presidente
francés Francoise Miterand fue similar, lo que no fue sorpresa
teniendo en cuenta el tradicional antagonismo franco-alemán.26
Ante la corrosión paulatina del imperio soviético en Europa cen-
tral y del Este, ambas potencias fueron modiicando su opinión
en la uniicación de Alemania y al inal la apoyaron.
A principios del año 1990 surgieron ideas más concretas
de cómo organizar la uniicación. Se basaban en el principio de
“Dos más Cuatro”, según el que tanto los dos estados alemanes
como las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial,
o sea, la Unión Soviética, los Estados Unidos, Gran Bretaña y
Francia, entraban en el debate.27 Las primeras elecciones libres
en Alemania del este las ganó Alianza para Alemania (Allianz
für Deutschland),28 cuyo programa constaba en uniicar Alema-
nia lo más rápido posible. Las negociaciones pudieron empezar.
Al principio la Unión Soviética rechazaba a Alemania uniicada

25 Entrevista a Mijaíl Gorbachov y Margaret Thatcher, 23/9/1989, disponible en:


htp://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB422/docs/Doc%207%201989-
09-23%20Gorbachev%20Thatcher.pdf (citado el 20 de mayo 2013).
26 Cuando Alemania fue dividida en dos en 1949, el escritor francés Francois
Mauriac comentó el proceso con las siguientes palabras: „los franceses aman Ale-
mania tanto que preieren tener dos a tener solo una. “A pesar de que por parte
de Mauriac se trató de una declaración irónica, una gran parte de franceses tenía
la misma impresión en 1989. Según la encuesta realizada en julio de 1989, el 29
% de los franceses consideraba la reuniicación de Alemania un peligro político
para toda Europa. Durman, op. Cit., p.289; Wolfrum, op. Cit., pp. 377-78.
27 La Unión Soviética no consiguió imponer la fórmula de 4+2 que acentuaba
que el destino de Alemania estaba en manos de las potencias vencedoras de la
Segunda Guerra Mundial. Más en: Müller, Richard. “Das Ende des Krieges: Der
Zwei-plus-vier-Vertrag”.
28 Alianza para Alemania (Allianz fürDeustschland) fue compuesta por parti-
dos del centro político, concretamente Christlich-Demokratische Union (CDU-
Ost), Deutsche Soziale Union (DSU) y Demokratischer Aubruch (DA).

38
como miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Nor-
te (OTAN) pero después de la reunión de Gorbachov y Kohl a
mitad de julio, el líder soviético declaró que aceptaría este plan
y se acordó que las tropas del Pacto de Varsovia abandonarían el
territorio alemán durante los cuatro años siguientes.29 Las nego-
ciaciones de “Dos más Cuatro” culminaron el 12 de septiembre
de 1990 con la irma del Tratado sobre el acuerdo inal con res-
pecto a Alemania en Moscú. Este tratado acabó con los derechos y
deberes de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mun-
dial con respecto a Alemania y la República Federal consiguió
plena soberanía en asuntos interiores y exteriores.30 El proceso de
uniicación de Alemania se llevó a cabo el 3 de octubre de 1990,
cuando la República Democrática Alemana se unió oicialmente
a la República Federal de Alemania. Este día se celebra en Ale-
mania como “Día de la unidad alemana”. La uniicación de Ale-
mania acabó con la división de Europa de después de la Segunda
Guerra Mundial. División que empezó y terminó en el territorio
alemán. Los alemanes del este y los del oeste formaron, tras 41
años de separación, un estado uniicado pero al mismo tiempo les
esperaban muchos retos que la uniicación trajo consigo.

El desarrollo político y económico de la Alemania uniicada


El 2 de diciembre de 1990 se celebraron las primeras eleccio-
nes nacionales al Bundestag de Alemania. Las ganó, con el 43,8
% de los votos, la Unión Demócrata Cristiana (Christilich Demo-
kratische Union Deustschlands; CDU)31 junto con Unión Social
Cristiana (Christlich-Soziale Union; CSU) y formó coalición con
los liberales (Freie DemokratischePartei; FDP), que ocuparon el
tercer lugar. El fracaso del Partido Socialdemócrata de Alemania
(Sozialdemokratische Partai Deutschlands; SPD) se debió al he-
cho de que su candidato al puesto de Canciller de Alemania, Os-
kar Lafontaine, había criticado la uniicación alemana.32 Según se
esperaba, el Partido de la Izquierda (Partei des Demokratischen

29 Fulbrook, op. Cit., p. 263.


30 Conze, op. Cit., p. 742; Wolfrum, op. Cit., p. 380.
31 CDU actúa a nivel nacional junto con CSU. CSU opera solamente en Bavaria.
CDU no desarrolla ninguna actividad en Bavaria.
32 Riter, Gerhard A. Der Preis der deutschen Einheit: Die Wiedervereinigung und
die Krise des Sozialstaats (München: C. H. Beck 2007), p. 53.

39
Socialismus), sucesor del Partido Socialista Uniicado de Alema-
nia, no recibió muchos votos.

Resultados de las elecciones al Budestag de Alemania de 1990*


Partido Resultado Número de mandatos
CDU/CSU 43,8 % 319
SPD 33,5 % 239
FDP 11 % 79
Partido Verde 3,8 % 8
PDS 2,4 % 17**
*http://www.bundeswahlleiter.de/de/bundestagswahlen/fruehere_bundes-
tagswahlen/btw1990.html (citado el 25 de mayo 2013).
**El número elevado de mandatos se debe a la división de Alemania en dos distritos
electorales: Este y Oeste.

En el nuevo gabinete de gobierno, dirigido por Helmut Kohl,


aparecieron solamente tres ministros de la antigua RDA. Una de
ellos fue Angela Merkel, ministra de Juventud y Familia.33 El pro-
ceso de uniicación fue muy costoso porque las condiciones de las
partes del este y del oeste fueron muy distintas.34 Mientras que
en el año 1990 la renta per cápita fue de 40 200 marcos alemanes,
un año más tarde bajó, contando con los territorios del este y del
oeste, a 34 990 marcos y Alemania cayó al sexto lugar en la clasi-
icación de estados europeos más ricos.35
En la mitad del año 1990 se establecieron Fondos para la
Unidad Alemana, de los que los estados federados debían sacar
dinero para la restructuración de su economía.36 Pronto se puso
en claro, no obstante, que no disponían de suiciente dinero, por
lo cual el 1 de julio de 1991 se fundó el Fondo de Solidaridad. Su
existencia fue limitada para un año y el dinero para este fondo se
cobró mediante un impuesto extraordinario de 7,5 % de la renta
de las personas físicas y jurídicas. Desde el año 1995 este “im-
puesto solidario” se cobró regularmente y las transferencias de
Alemania del Oeste a Alemania del Este alcanzaron entre los años

33 Riter, op.cit., p. 68; Wolfrum, op.cit., p. 399.


34 Conze, op.cit., p. 731.
35 Wolfrum, op.cit., p. 400.
36 Mynaříková, Romana. Bohatým brát, chudým dávat. Finanční vyrovnání
spolkových zemí jako klíčové vnitroněmecké politikum přelomu tisíciletí (Praha: Mat-
fyzpress 2011), pp.26-7.

40
1990 y 2000 1,8 billones de marcos. Dentro del segundo pacto de
solidaridad, aprobado en 2001, las partes orientales deben recibir
150 millardos de euros más entre los años 2005 y 2020.37
Según las cifras citadas queda claro que la uniicación de Ale-
mania tuvo gran impacto en la economía de los países del Oeste.
En 1995 se notó un descenso en la industria automovilística, base
de la economía de Alemania Occidental. El desarrollo económico
fue uno de los motivos principales por los que la coalición cris-
tiano-liberal de la época tuvo problemas para mantenerse en el
poder tras las elecciones parlamentarias de 1994. El renacimiento
económico que había prometido Kohl no llegaba, igual que no
era posible cumplir las promesas de que el nivel económico y el
nivel de vida de Alemania del Este se iba a igualar al de las zonas
del Oeste durante unos años. Como resultado, las preferencias
electorales de PDS crecían. El partido sacó provecho de protestas
de los habitantes de la antigua RDA por transición demasiado
rápida a economía de mercado y las consecuencias de ésta, sobre
todo se trató del desempleo.38 No fue muy sorprendente enton-
ces, que las elecciones de 1998 produjeran la caída del gobierno
de Helmut Kohl. El nuevo gobierno, liderado por demócrata so-
cial Gerhard Schröder, estaba compuesto de la coalición de SPD y
el Partido Verde.39 SPD se convirtió por primera vez desde el año
1972 en el partido con más poder en Budestag, lo logró gracias a
su acercamiento al centro político.

Resultados de las elecciones al Budestag de Alemania de 1998*


Partido Resultado Número de mandatos
CDU/CSU 35,1 % 245
SPD 40,9 % 298
FDP 6,2 % 43
Partido Verde 6,7 % 47
PDS 5,1 % 36
*http://www.bundeswahlleiter.de/de/bundestagswahlen/fruehere_bundes-
tagswahlen/btw1998.html (citado el 25 de mayo 2013).

37 Wolfrum, op.cit., p.401.


38 Después del año 1989 más de 3 millones de personas perdieron trabajo.
Dornbusch, Rudiger. Holger Wolf, “Economic transition in Eastern Germany,”
en Brooking Papers on Economic Activity, William C. Brainard, George L. Perry,
eds. (Washington, D. C.: Brooking Institution 1992), p.239.
39 Conze, op.cit., p.809.

41
Según muchos ya era la hora para el cambio. Al año siguiente
se produjo un escándalo acerca del inanciamiento del CDU y el
aura de Helmut Kohl como uniicador de Alemania decayó. En su
actuación televisiva de 1999, Kohl demostró qué dura puede ser
la caída de uno de los personajes clave de la historia moderna de
Alemania. En la televisión confesó que entre los años 1993 y 1998
recibió 2 millones de marcos y los entregó en la caja de CDU.40
El carismático Gerhard Schröder prometía un estilo político
diferente y de hecho lo llevó al cabo. Igual que su Ministro de
Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, pertenecía a la generación
inluida por el movimiento estudiantil del año 1968. Al principio,
la coalición se ganó popularidad con su política iscal, legislación
en el campo del medio ambiente y rechazo a la guerra en Irak. A
pesar de eso, tras las elecciones parlamentarias de 2002 tenía pro-
blemas para mantenerse en el poder. En ese momento Schröder
empezó con reformas más amplias y la “Agenda 2010”, criticada
por su propio partido por ser demasiado dura.41 A principios de
julio de 2005 Schröder pidió el parlamento que votara de su con-
ianza en el gobierno. No consiguió el número necesario de los
votos y el primer ministro se vio obligado a dimitir. CDU/CSU
dirigida por la nueva estrella política alemana, Angela Merkel,
volvió a ganar las elecciones después de mucho tiempo.

Resultados de las elecciones al Budestag de Alemania de 2005*


Partido político Resultado Número de mandatos
CDU/CSU 35,2 % 226
SPD 34,2 % 222
FDP 9,8 % 61
Partido Verde 8,1 % 51
La Izquierda (Linke)** 8,7 % 54
*http://www.bundeswahlleiter.de/de/bundestagswahlen/fruehere_bundes-
tagswahlen/btw2005.html (citado el 25 de mayo 2013).
**
Esta formación política, liderada por Oskar Lafontain, unió la antigua PDS, algunos
renegados de SPD y otros partidos de izquierda.

Merkel, no obstante, no consiguió el número suiciente de


mandatos en el Parlamento para formar la coalición tradicional

40 Wolfrum, op.cit., p. 406.


41 Wolfrum, op.cit., p. 410.

42
con los liberales. Tras unas negociaciones difíciles se creó una
coalición CDU/CSU con SPD, igual que entre los años 1966-1969.
A pesar de que Merkel tenía el derecho legítimo al cargo del Can-
ciller porque su partido había ganado las elecciones, los socio-
demócratas también se lo reclamaban. Al inal, tras un largo de-
bate, Angela Merkel se convirtió en la primera mujer Canciller
de Alemania en la historia. Su nombramiento fue un momento
histórico, además, porque nació y vivió en Alemania del Este.42
Merkel consiguió resucitar la economía alemana y aumentar el
prestigio de Alemania no solo en Europa, sino en el mundo.
Merkel, cuyo partido ganó las elecciones de 2009, cambió
SPD por su tradicional asociado en la coalición, FDP. A pesar de
la crisis europea que afectó a toda Europa, Alemania incluida, la
CDU liderada por Merkel sigue teniendo altas preferencias elec-
torales y es favorito para las elecciones parlamentarias de 2013.43

¿Es realmente uniicada la sociedad alemana después del


año 1990?
Tras la caída del régimen de Alemania del Este se empezó
a discutir cómo sancionar a los que apoyaron de manera activa
el sistema no democrático en RDA. En noviembre de 1991 fue
aprobada la ley sobre tratamiento de datos acumulador por Sta-
si44 se creó una oicina que los administra hasta hoy día. Su pri-
mer director fue Joachim Gauck.45 No obstante no está claro si
los alemanes del este consiguieron superar su pasado. Algunos
representantes del gobierno de la antigua RDA fueron condena-
dos a cárcel pero el ex-secretario general de SED, Erich Honecker,
se fugó a la embajada chilena en Moscú. A pesar de que fue ex-
traditado a Alemania, debido a su estado de salud fue liberado.

42 Más sobre Angela Merkel en Jacqueline Boysen, Angela Merkel (München:


Ullstein 2001).
43 Las encuestas másrecientes sobre la opinión pública sobre las elecciones
parlamentarias en Alemania se publican en: htp://de.statista.com/statistik/
daten/studie/953/umfrage/aktuelle-parteipraeferenz-bei-bundestag-
swahl/ (consultado el 5 de junio 2013).
44 Ministerium für Staatssicherheit (Stasi) fue policía secreta de Alemania del
Este.
45 Joachim Gauck fue responsable de los archivos de la Stasi hasta el año 2000.
Desde marzo de 2012 es Presidente del país.

43
Murió en en Santiago de Chile adonde se fue inmediatamente
después de su liberación.46 Igual que otros países que estaban
bajo la inluencia soviética, también los alemanes se preguntan si
los castigos fueron suicientemente duros. En Alemania del Este,
lógicamente, es una cuestión delicada.
A pesar de que desde la uniicación de Alemania han pasa-
do 23 años ya, las diferencias entre la parte occidental y la parte
oriental siguen siendo evidentes. En los últimos años podemos
observar en los alemanes del este una nostalgia por la vida en
RDA. Según algunos, la sociedad de la RDA fue más solidaria
desde el punto de vista social, y más coherente, mientras que des-
pués de la uniicación, los alemanes del este tuvieron que acos-
tumbrarse a la vida en capitalismo “iero”.47 En su crítica se olvi-
dan, sin embargo, de las represiones, la imposibilidad de viajar,
falta de libertad de expresión , etc., que el régimen suponía. Asi-
mismo aparece una oleada de nostalgia por algunos artículos que
se podían conseguir en RDA antes del año 1989. La película Goo-
dbye Lenin! de Wolfgang Becker recoge muy bien la atmósfera.48
A pesar de que gracias a la uniicación de Alemania mejoró el
nivel de vida de la mayoría de los alemanes del este, la diferencia
entre la parte oriental y la parte occidental sigue siendo notable.
No se trata solamente del ámbito económico (construcción de
infraestructura, negocio, salarios, etc.) sino también el político y
el psicológico. Muchos de los alemanes del oeste creen que los
del este viven de “su dinero”. La nación, dividida en el año 1949
debido a las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y la
Guerra Fría, seguramente tardará algún tiempo en uniicarse
por completo. Las consecuencias de la división de Alemania en
los años 40 del siglo XX afectarán, con seguridad, a más de una
generación de alemanes.

Bibliografía
BISHOP, Patrick. Bomber Boys: Fighting Back 1940-1945 (London: Harper-
Press 2007), xxx.

46 Wolfrum, op.cit., pp. 403-4.


47 Diewald, Martin Více např. “Agency or constraint? The mutual shaping of
control beliefs and working lives in East Germany after 1989,” International Jour-
nal of Psychology 42, N° 2 (2007).
48 Fulbrook, op.cit., p. 275.

44
CONZE, Eckart. Die Suche nach Sicherheit: Eine Geschichte der Bundesrepublik
Deutschland von 1949 bis in die Gegenwart (München: Siedler 2009).
DIEWALD, Martin Více např. “Agency or constraint? The mutual shaping of
control beliefs and working lives in East Germany after 1989,” International
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45
Entrevista a Mijaíl Gorbachov y Margaret Thatcher, 23/9/1989, disponible
en: htp://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB422/docs/Doc%20
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http://de.statista.com/statistik/daten/studie/953/umfrage/aktuelle-partei-
praeferenz-bei-bundestagswahl/ (consultado el 5 de junio 2013).

46
“Hacia el Oeste”: la República Checa en
su camino hacia la Unión Europea

Jaromír Soukup1

E l objetivo de este capítulo es mostrar que largo y compli-


cado fue el proceso por el que tuvo que pasar la Repúbli-
ca Checa para poder formar parte de la Unión Europea. Fue un
proceso que duró casi quince años y que culminó en el año 2004
con la adhesión del país a la Unión Europea. “La República Checa
cumplió con su agenda estratégica enfocada en la integración.”2
Pero volvamos al principio.
El año 1989 fue un hito en la historia de Checoslovaquia. Tras
la caída del régimen comunista los políticos tuvieron que decidir
la dirección de la política exterior del país. Muchos de ellos, en-
cabezados por el presidente Václav Havel, hablaron de “vuelta a
Europa”, pensando en la integración en las estructuras económi-
cas, políticas y militares de Europa del Oeste. Esta opinión pre-
dominó pronto en la mayoría de los partidos políticos (con la ex-
cepción del Partido Comunista de Checoslovaquia); se creía que
la adhesión a Comunidades Europeas iba a ser un símbolo más
de la exitosa transición del país hacia la economía de mercado y
hacia una sociedad democrática.3
En diciembre de 1989 Checoslovaquia declaró, mediante su
primer ministro, su deseo de comenzar las negociaciones nece-
sarias para la adhesión a Comunidades Europeas. El gobierno de
Foro Cívico,4 formado después de las elecciones de 1990, determi-

1 Profesor de Historia Contenporánea y de América Latina, Universidad Caro-


lina de Praga, República Checa.
2 Handl, Vladimír y Oto Pick. „Česká zahraniční politika 1993-2005,“ en Mez-
inárodní politika 26, No. 8, (2005), p13.
3 Černoch, Pavel. Cesta do EU. Východní rozšíření Evropské unie a Česká republika
v období 1990-2004 (Praha: Linde 2003), pp25-26.
4 Foro Cívico fue movimiento político que surgió el 19 de noviembre de 1989,
o sea, dos días después de la intervención comunista en la manifestación estudi-

47
nó como su principal objetivo la integración del país en las estruc-
turas europeas. En diciembre de 1989 surgió el programa PHARE
(Poland and Hungary Aid for Restructuring of the Economies;
Polonia-Hungría: ayuda para la reconstrucción económica) que es-
tableció ayudas para apoyar el proceso de reforma económica en
los países de Europa Central y Oriental. El programa se abrió para
más países, Checoslovaquia incluida, en el año 1990. El proyecto
representó durante años una de las principales fuentes de ayuda
para estos países.5 Su objetivo original fue asesoría y apoyo en el
proceso de transición a la economía de mercado y más tarde (des-
pués del año 1994) sobre todo subvenciones económicas para facili-
tar los preparativos para la membrecía en la Unión Europea (UE).6
El programa PHARE no fue la única ayuda por parte de la
UE. Otras subvenciones venían de los fondos ISPA (Instrument
for Structural Policies for Pre-accession; Instrumento de Política Es-
tructural de Preadhesión), enfocado en el medio ambiente y la in-
fraestructura, o SAPARD (Special Accesion Programme for Agricul-
ture and Rural Development; Programa especial de adhesión para
el desarrollo agrícola y rural). Asimismo los países candidatos co-
braron dinero del Banco Europeo de Inversiones. Los países del
antiguo Bloque del Este fueron apoyados por los miembros de la
UE, sobre todo Francia, Alemania y Gran Bretaña.7
En mayo de 1990 se irmó el llamado acuerdo de cooperación
en Bruselas (antes se había irmado un acuerdo similar con Hun-
gría, Polonia y la Unión Soviética), que establecía y extendía las
relaciones comerciales mutuas entre Checoslovaquia y Comuni-
dades Europeas. Checoslovaquia se convirtió a principios del año
1991 en uno de los miembros de Consejo de Europa.8 El primer

antil. Fue una plataforma de actividades cívicas independientes. Rechazaba el


régimen comunista checoslovaco.
5 Ministerstvo pro místní rozvoj České republiky, Strukturální fondy, PHARE
[citado el 5 de junio 2013]: disponible en htp://www.strukturalni-fondy.cz/cs/
Fondy-EU/Programy-2004-2006/Historie-regionalni-politiky-EU-v-Ceske-re-
publice/Predvstupni-nastroje/Phare.
6 Černoch, Pavel. Op.cit., pp47-54.
7 Zukal, Jiří. „PHARE. Největší zdroj zahraniční pomoci,“ Mezinárodní politi-
ka 19, No. 1, (1995), pp18-19; Sabathil, Gerhard. „Příprava České republiky pro
vstup do EU,“ Mezinárodní politika 23, No. 1, (1999), pp10-11.
8 El Consejo de Europa fue fundado en 1949. Es organización internacional cuyo
principal objetivo es apoyar la democracia y proteger los derechos humanos.

48
avance notable en las negociaciones entre Checoslovaquia y Co-
munidades Europeas fue la conclusión de los llamados acuerdos
de adhesión (Acuerdos Europeos) a inales del año 1991. Estos
acuerdos trataron las relaciones comerciales y arreglaron la coo-
peración económica y cultural.9 Para que entraran en validez, te-
nían que ser ratiicados por parlamentos de los países miembros,
Parlamento Europeo y Consejo de Europa. Según estos acuerdos,
los países candidatos se debían unir al mercado común de Co-
munidades Europeas pero al mismo tiempo se les garantizaba
régimen especial en sectores “delicados”: agricultura, industria
de acero e industria textil.
Los países candidatos no consideraron estos acuerdos obli-
gatorios para su adhesión a Comunidades Europeas. Checoslo-
vaquia se dividió antes de terminar el proceso de ratiicación.
Comunidades Europeas no querían que los acuerdos pasaran au-
tomáticamente a la República Checa y Eslovaquia, por lo cual fue
necesario irmar otro acuerdo en octubre de 1993. Este acuerdo
entró en vigor en 1995. Su objetivo fue creación de zona de libre
circulación de mercancía industrial, como más tarde a partir del
año 2002.10
La cooperación no se llevó a cabo solamente en la industria
sino también en el desarrollo regional, el transporte, la agricul-
tura y el apoyo al negocio pequeño y medio. Para asegurar la
colaboración mutua y el control sobre cumplimiento de los prin-
cipales objetivos surgieron varias instituciones que podemos di-
vidir en las parlamentarias y las de ministerios. El órgano más
importante fue el Consejo de Adhesión, formado por ministros
de asuntos exteriores de los países miembros y de la República
Checa y un miembro de Comisión Europea. El Consejo resolvía
disputas entre los miembros y sus decisiones fueron reglamen-
tarias. Mientras tanto, el Comité de Agregación, compuesto por
oiciales, resolvía cuestiones técnicas. Para la resolución de pro-
blemas más complicados se fundaron subcomisiones. El último
de los órganos comunes fue Comité Parlamentario cuya función
9 Černoch, Pavel. Op.cit., pp26-28.
10 Acuerdo Europeo sobre la agregación de la república Checa a las Comunida-
des Europeas (el llamado acuerdo de acociación [citado el 5 de junio 2013]): dis-
ponible en htp://www.euroskop.cz/gallery/5/1662-ec078fe7_58b7_4481_b5bf_
b8b35eb0246d.pdf.

49
fue solamente la de asesorar. Fue formado por diputados del Par-
lamento de la República Checa y del Parlamento Europeo.
En el año 1995 surgió en Chequia el Comité de Gobierno para
la Integración Europea que discutía los problemas fundamenta-
les de la relación entre la República Checa y la UE, y Comité para
la ejecución del Acuerdo Europeo (desde 1998 Comité para la
integración de la República Checa en la UE) que supervisó el
cumplimento de los acuerdos por parte de la República Checa
y la coordinación de los distintos órganos. Un hito importante
para los países del antiguo Bloque del Este fue la Cumbre de Co-
penhague en junio de 1993. El Consejo Europeo decidió que los
países candidatos podían convertirse en miembros de la UE en
el caso de estuvieran dispuestos a cumplir con las condiciones
económicas y políticas (los llamados Criterios de Copenhague),
entre otros creación de instituciones estables, capaces de garan-
tizar desarrollo democrático, derechos humanos y derechos de
minorías, economía de mercado, capacidad de afrontar la presión
de la competencia dentro de la UE y la capacidad de asumir las
responsabilidades que surgen de la membrecía en la Unión. Los
países de Europa Central y Oriental expresaron su disconformi-
dad con el hecho de que no se estableciera una fecha concreta de
la posible adhesión. En la cumbre de Essen en diciembre de 1994
y en la cumbre de Madrid al año siguiente se articularon más cri-
terios para la aceptación de nuevos miembros.11
A inales del año 1995 el gobierno checo aprobó la petición
de adhesión a la UE. El documento fue entregado oicialmente
durante la visita Václav Klaus, el Primer Ministro checo, en Roma
en enero de 1996.12 Al año siguiente la Comisión incluyó la Repú-
blica Checa en la primera ola de ampliación, junto con Polonia,
Hungría, Estonia, Eslovenia y Chipre. En julio fue aprobado el
programa llamado Agenda 2000 que trató los problemas de la
ampliación; y constaba, entra otros, de informes de valoración de

11 Müller, David. „Cesta České republiky do Evropské unie,“ en Cesta České


republiky do Evropské unie, eds. Hynek Fajmon (Praha: Centrum pro studium
demokracie a kultury 2004), pp27-28.
12 Más en: Černoch, Pavel. Op.cit., pp 60-63; Gerhard Sabathil, „Příprava České
republiky pro vstup do EU,“, p11.

50
los países candidatos.13 La Comisión concluyó que la República
Checa “presenta rasgos característicos de democracia” con insti-
tuciones estables que garantizan el cumplimiento de las leyes, de
los derechos humanos y respeto y protección de minorías.14 Ade-
más, la Comisión señaló que la economía de mercado funciona
en la República Checa y recomendó iniciar las negociaciones de
adhesión a la Unión Europea con Praga. La Cumbre del Consejo
de Europa que tuvo lugar en diciembre de 1997 en Luxemburgo
decidió iniciar las negociaciones con seis países de la primera ola
dentro de cuatro meses; otros cinco países debían seguir con ne-
gociaciones de preadhesión.
A principios del año 1998 se complicaron las relaciones co-
merciales entre la República Checa y la Unión Europea. Los cul-
tivadores de manzanas checos se quejaban, desde el año anterior
ya, del importe excesivo de manzanas de los países de la UE. La
situación empeoró de tal modo que el Ministro de Agricultura
checo, Josef Lux, propuso establecer cuotas para importar man-
zanas. La Comisión Europea respondió anulando las cuotas que
favorecían el importe de carne de cerdo, aves y zumo de frutas
de la República Checa, explicando que se trataba de un modo de
defensa estándar ante una violación del acuerdo de agregación.
El gobierno checo canceló las cuotas en mayo de 1998.
Al mismo tiempo que culminaba el “problema de manza-
nas”, empezó a cumplirse el programa de adhesión de los países
candidatos (marzo de 1998). El encargado de dirigir la negocia-
ción bilateral entre la Unión Europea y la República Checa para
conseguir la integración de ese país en el organismo europeo fue
Pavel Telička. El negociador principal de la Comisión Europea fue
Michael Leigh de Gran Bretaña (desde el año 2000 Rutger Wis-
sels). A inales de marzo la República Checa presentó en Bruselas
su Programa Nacional de Preparativos para la Membrecía en la
UE, en el que determinó un calendario de aceptación de la legis-

13 Jakš, Jaroslav. „EU a agenda 2000,“ Mezinárodní politika 21, No. 8, (1997), pp.
8-9.
14 Agenda 2000, en Evropská komise, zastoupení v České republice, dokumen-
ty a publikace [citado el 5 de junio 2013]: disponible en htp://ec.europa.eu/
ceskarepublika/pdf/agenda2000.pdf, 26.

51
lación europea. Este programa se transformó y completó durante
los años siguientes según el estado actual de los preparativos.15
En abril de 1998 empezó el llamado screening, o sea, com-
paración de la legislación y la práctica del país candidato con las
leyes y normas de la UE (los llamados acquis communautaire).16 No
se trató de discutir los distintos campos sino de juntar materia-
les para la siguiente fase de negociaciones. Debido a la inmensa
agenda, este screening no terminó a inales del año 1998, como se
había pensado, sino a mitades del aňo1999. Fue un proceso muy
difícil. Los abogados checos y expertos en los distintos sectores
estudiaron miles de páginas de normas vigentes en la UE y tu-
vieron que caliicar qué normas no se podrían implementar en
el ordenamiento jurídico de la República Checa a la hora de la
adhesión a la UE y plantear periodos de transición. El problema
constaba en el hecho de que nadie hubiera establecido una fecha
concreta para la adhesión de los países de la primera ola.
Los expertos dividieron la agenda en 31 capítulos y trataron
cada capítulo por separado. En práctica, los especialistas en la UE
explicaron las normas a los expertos checos. En los siguientes diá-
logos se analizó la legislación del país candidato y las leyes y las
normas se dividieron en tres categorías: 1) las sin problemas, 2)
las que exigían modiicaciones lingüísticas, técnicas o institucio-
nales y 3) las que exigían cambios graves. Durante las siguientes
negociaciones se discutían solamente las cuestiones problemáti-
cas. Al mismo tiempo el gobierno checo pidió a todos sus minis-
terios elaboración de materiales para las negociaciones.17
Los primeros capítulos en discutirse fueron los menos com-
plicados: ciencia e investigación y telecomunicación y sociedad
de la información. Hasta el inal del año, veinte capítulos fueron
sometidos al screening. Para hacer el procedimiento más rápido
las negociaciones de los capítulos más fáciles empezaron durante
el screening ya.

15 Müller, David. Op.cit., pp32-35.


16 Vogelmannová, Helga. “Co je to screening,“ Mezinárodní politika 23, No. 1, (1999),
pp 12-14; Sabathil, Gerhard. “Příprava České republiky pro vstup do EU,“ 11.
17 Telička, Pavel. „Tempo jednání o přistoupení závisí na dořešení vnitřních
problémů EU,“ Mezinárodní politika 23, No. 1, (1999), p4-5.

52
La Comisión Europea evalúa cada año en sus informes va-
lorativos el avance de los países candidatos en los campos de
aceptación de la nueva legislación, cumplimiento de los derechos
de minorías, situación económica del país y condiciones de la
administración pública. Los datos necesarios para estos informes
los saca sobre todo de los documentos presentados por los países
candidatos pero también los obtiene de otras instituciones inter-
nacionales (Consejo de Europa, Organización para la Seguridad y
la Cooperación en Europa, organizaciones inancieras internacio-
nales y organizaciones no gubernamentales). Los informes regu-
lares juegan un papel importante en las decisiones del Consejo y
le ayudan a enfocar los problemas de los distintos países. Los in-
formes también inluyeron en la condición interior de los países;
las valoraciones negativas debilitaron la posición del gobierno y
se convirtieron en un arma potente en manos de la oposición.
El primer informe fue presentado en noviembre de 1998.
Antes de su emisión se preveía en Bruselas que la valoración de
la República Checa iba a ser negativa, a pesar de eso, cuando se
hizo público el informe, los checos se desilusionaron. La Comi-
sión airmó que desde el año 1997 no se ejecutó ningún cambio
en la administración pública y que no existía ley del servicio pú-
blico; comentó también los salarios bajos de empleados públicos
relacionándolos con la falta de coniabilidad de las autoridades.18
Como comentan Karel Barták y Pavel Telička en su libro Kterak
jsme vstupovali (Cómo entramos), Michael Leigh comparó en una
de las entrevistas la administración pública checa con “una bici-
cleta que parece nueva pero basta con clavar con la uña y se des-
prende la laca y se queda claro que es un trasto antiguo”.19
La justicia fue criticada sobre todo por la insuiciente comu-
nicación dentro del Ministerio de Justicia y con juzgados, número
elevado de casos no resueltos y número de puestos de jueces no
ocupados, su remuneración insatisfactoria y la falta de posibili-
dades de su formación y también la ausencia de la Corte Suprema
de Administración. La Comisión halló problemas en las medidas
18 Informe de la Comisión Europea sobre la República Checa 1998 [citado el
5 de junio 2013]: disponible en htp://ec.europa.eu/ceskarepublika/pdf/pravz-
pravacr1998.pdf.
19 Barták Karel y Pavel Telička. Kterak jsme vstupovali (Praha a Litomyšl: Paseka
2003), p 81.

53
anticorrupción así que en la posición de la minoría romaní.20 El
informe airmó que “la República Checa se puede considerar país
de economía de mercado que funciona pero la situación puede
seguir mejorando”.21 El sector inanciero fue criticado por priva-
tización lenta de bancos y empresas industriales. La visión de la
República Checa como miembro de la UE como una perspectiva
“a mediano plazo”22 asustó a los políticos checos. Ningún país,
excepto Eslovenia, fue tan criticado como la República Checa.
Para la República Checa, el año 1999 suponía otras complica-
ciones en su camino hacia la Unión Europea. Fueron problemas
que duraron varios años. El primero que apareció fue el conlicto
entre la República Checa y Austria en torno a la central nuclear
de Temelín que se encuentra cerca de la frontera entre Chequia y
Austria. Precisamente por esta razón Austria declaró su preocu-
pación ante las consecuencias de una eventual avería.23 A pesar
de que se trató más bien de un problema de relaciones mutuas
entre los dos países, al principio de mayo de 1999 los diputados
austriacos al Parlamento Europeo con la ayuda del Partido Ver-
de consiguieron que el problema de Temelín se convirtiera en un
tema de resolución política internacional. Austria basó su argu-
mentación en su opinión de que Temelín no era solamente peli-
grosa sino sobre todo totalmente prescindible, y pedía que se con-
virtiera, con la ayuda económica de la Unión Europea, en central
térmica de turbina de gas.24
En mayo de 1999 el Parlamento Europeo decidió que la Re-
pública Checa debía buscar soluciones alternativas, lo que signi-
icó, sobre todo según los diputados austriacos, detener el funcio-
namiento de la central nuclear. Los ataques contra la República
Checa por parte de Austria se intensiicaron en julio de 2000,
cuando se empezó con el abastecimiento se Temelín con combus-
tible nuclear. La Ministra de Relaciones Exteriores de Austria ini-

20 Informe 1998.
21 Informe 1998, 10.
22 Informe 1998, 10.
23 La relación entre Austria y la República Checa la trata Andreas Unterberger,
„Rakušané a Češi,“ en Mezinárodní politika 20, No. 6, (1996), pp12-14; Scheu, Harald
Christian. „Postoj Rakouska k rozšíření Evropské Unie na východ,“ en Mezinárodní
politika 22, No. 4, (1998), pp18-19.
24 Barták Karel. y Pavel Telička, op.cit., p.159.

54
ció la formación de una comisión, que debía dedicarse a los temas
relacionados con Temelín.
El canciller austríaco Wolfgang Schüssel conirmó durante su
reunión con los representantes de Alta Austria que tuvo lugar en
agosto de 2000, que en el caso de que el funcionamiento de Temelín
no fuera absolutamente seguro, Austria impediría cerrar el capítu-
lo Energía y así frenaría las negociaciones de adhesión de la Repú-
blica Checa a la UE. Más tarde, la Ministra de Relaciones Exteriores
de Austria suavizó las palabras del Canciller airmando que Aus-
tria no pensaba obstruir la entrada de la República Checa en la UE.
La posición de Austria la debilitó, además, la actitud de Francia,
país que en aquel momento presidía la Unión. Francia no admitía
cualquier regulación de energía nuclear. El tema de las normas de
seguridad nuclear, además, estaba en las competencias cada país.
La posición de Austria dentro de la UE empeoró, además, debido
al “bloqueo diplomático” iniciado por el Partido de la Libertad de
Austria de Jörg Heider, considerado de extrema derecha cuando
este partido empezó a ser parte del Gobierno de Austria.25
A principios de septiembre de 2000 la situación empezó a
mejorar para la República Checa. La Comisión Europea decidió
no intervenir en la disputa sobre todo debido a la ausencia de
estándares de seguridad nuclear en el derecho europeo. Los di-
putados austriacos y el Partido Verde no se dieron por vencidos y
en septiembre de 2000 en la sesión del Parlamento Europeo apro-
baron una resolución en la que apelaron al gobierno checo y le
pidieron un análisis del impacto ambiental de Temelín.
El gobierno austríaco encabezado por Schüssel se quejaba
además, de la mala comunicación por parte de la República Che-
ca, cuya actitud fue criticada más tarde incluso por los líderes de
la Comisión Europea. A principios de octubre de 2000 se provocó
un bloqueo de fronteras checo-austríacas, dirigido por los repre-
sentantes políticos de Alta Austria y activistas austriacos. El Go-
bierno checo pidió ayuda a la Unión Europea. Sus representantes,

25 Se puede comparar con Petr Zavadil, „Evropská unie bojkotuje Rakousko,“


en Mezinárodní politika 24, No. 6, (2000), pp.26-28; Petr Zavadil, „Haider: Příči-
na, nebo důsledek, in: Mezinárodní politika,“ en Mezinárodní politika 24, No. 6,
(2000), pp.26-28; Hála, Jan. „Ochránce“ Rakouska Jörg Haider: Musíme vyčistit
chlév!,“ en Mezinárodní politika 20, No. 6, (1996), pp.16-17.

55
sobre todo el comisario para la ampliación de la Unión Europea,
Günter Verheugen, acusaron al gobierno austríaco de violación
del Acuerdo Europeo y aseguraron a Chequia que la entrada de
la República Checa en la UE no se va a posponer seguramente
por el problema de Temelín.26 En octubre de 2000 el Parlamento
Europeo aceptó la resolución sobre la membresía de la República
Checa en la UE, y en ella conirmó la necesidad de creación de
altos estándares de seguridad nuclear. Asimismo, sin embargo,
rechazó la iniciativa del Partido Verde, que condicionaba la adhe-
sión de la República Checa a la UE con que Temelín no se pusiera
en funcionamiento.27
Las relaciones entre la República Checa y Austria empezaron
a mejorar a principios de noviembre de 2000, cuando comenzó un
diálogo entre los países. Günter Verheugen, comisario de la UE, fue
mediador de las negociaciones. Los primeros ministros de ambos
países, Wolfgang Schüssel y Miloš Zeman, se reunieron en diciem-
bre de 2000 en Melk (Austria), y irmaron el primer acuerdo mutuo.
El llamado Proceso de Melk culminó un año más tarde con la irma
de un acuerdo en Bruselas. Este acuerdo iba a formar parte del pos-
terior contrato de adhesión de la República Checa a la UE. La Re-
pública Checa prometió analizar la inluencia de la central nuclear
en la salud de los habitantes y en el medio ambiente, y expresó su
acuerdo con una revisión de la seguridad de Temelín por parte de
expertos internacionales. Austria prometió terminar el bloqueo de
la frontera y dejar de obstruir el cierre del capítulo Energía.28
Al mismo tiempo, sin embargo, se provocó la disputa sobre
los Decretos de Beneš. Son Decretos del presidente Edvard Beneš
(ratiicados más tarde por Asamblea Nacional) emitidos durante
la Segunda Guerra Mundial y los primeros meses de posguerra.
Ninguno de los decretos trató directamente el tema del desplaza-
miento de la población alemana de Checoslovaquia. Sobre todo se
trató de decretos sobre coniscación de bienes y tierras y sanción
de crímenes del nazismo. A base de estos decretos, los alemanes
y los húngaros perdieron sus tierras y sus bienes. Precisamente
estos decretos que tratan la coniscación de bienes alemanes fue-

26 Barták Karel y Pavel Telička, op.cit., pp. 162-163.


27 Unterberger, op.cit., pp.12-14.
28 Müller, David. Op.cit., pp.40-43.

56
ron objetivo de ataques por parte de organizaciones de alemanes
de los Sudetes.29
En abril de 1999, basándose en el informe del año 1998, el
Parlamento Europeo pidió al gobierno checo que anulara los De-
cretos de Beneš.30 Algunos de los diputados del Parlamento Eu-
ropeo (sobre todo los diputados alemanes por el partido Unión
Demócrata Cristiana/ Unión Social Cristiana) airmaron que los
decretos iban contra los Criterios de Copenhague que pedían a
los países candidatos imperio de la ley y protección de minorías.
En su opinión los decretos contradecían el derecho internacional.
Más tarde predominó la opinión de que hacía falta analizar los
decretos y compararlos con la legislación europea. La situación
en torno a los Decretos de Beneš se agudizó en el año 2002 cuando
el Presidente del gobierno húngaro, Viktor Orbán, los criticó en
el Parlamento Europeo. “La lucha por los decretos” inluía en la
política interior del país y se convirtió en uno de los temas de los
debates de antes de las elecciones.
En abril de 2002 Günter Verheugen visitó la República Checa
con el objetivo de calmar la situación política interna del país.
Se reunión con el Presidente de gobierno, Miloš Zeman, y juntos
declararon que los decretos sobre privación de ciudadanía y de
bienes de los alemanes de los Sudetes carecían de efecto legal y
no iban a formar parte de las negociaciones de adhesión de la
República Checa a la UE. Además airmó que las restituciones de
bienes no son asunto de la Unión Europea sino de la República
Checa.31 La disputa, sin embargo, no terminó con esto. Ya desde la
mitad de marzo de 2002 los servicios legales del Parlamento Eu-
ropeo fueron encargados de elaborar un informe sobre el impac-
to de los decretos en el ordenamiento jurídico checo. Al mismo
tiempo, abogados prominentes de los países de Europa del Oeste
se dedicaron a esta problemática. Concretamente fueron Jochen

29 Más en Pavlíček, Václav. Benešovy dekrety: sborník textů (Praha: Centrum pro
ekonomiku a politiku 2002); Emanuel Mandler, Benešovy dekrety: proč vznikaly a
co jsou (Praha: Libri 2002).
30 Para las negociaciones dobre los Decretos de Beneš en el Parlamento Europeo
véase Christian Domniz, Die Beneš-Dekrete in parlamentarischer Debate: Kontro-
versen im Europäischen Parlament und im tschechischen Abgeordnetenhaus vor dem
EU-Beitrit der Tschechischen Republik (Münster: LIT 2007).
31 Barták, Karel y Pavel Telička, op.cit., p. 199.

57
Frowein, profesor de Derecho Comparado en la universidad de
Heidelberk, y Christopher Prout de Gran Bretaña y Ulf Berniz
de Suecia. Los dos peritajes dieron resultados positivos para la
República Checa; los Decretos de Beneš no se consideraban en
contradicción con el derecho europeo y no debían represenar un
obstáculo para la entrada de la República Checa en la UE.
A lo largo de estas disputas seguían las negociaciones de ad-
hesión. Durante el año 1999 la República Checa no consiguió me-
jorar el estado de la administración pública ni acercó el derecho
checo al europeo. Tanto Pavel Telička y Jan Kavan, Ministro de
Relaciones Exteriores, como la Comisión Europea criticaron esta
situación. Incluso apareció la opinión que si la República Checa
no aceleraría el proceso legislativo de aceptación del derecho eu-
ropeo, el país podía trasladarse a la segunda ola de países can-
didatos.32 El gobierno checo respondió a la crítica cambiando la
Constitución. Con la ayuda de decretos gubernamentales podía
recuperar los atrasos. La Cámara de Diputados, no obstante, re-
chazó este proyecto.
El informe del año 1999 fue muy parecido al anterior y re-
sumía que “a pesar del gran esfuerzo por parte del gobierno,
los avances en cuanto a la aceptación de la legislativa europea
y la mejora de la estructura de la administración pública, son
limitados”;33 el informe explicó esta situación con la existencia de
un gobierno en minoría y la larga duración del procedimiento
parlamentario.34 Asimismo la Unión advirtió que esta situación
“no corresponde con las aspiraciones a la adhesión rápida a la
UE”. Nada cambió en el campo de la justicia, el problema de la
corrupción seguía igual, la criminalidad económica aumentó. Se
mantuvo sin cambios la situación de la minoría romaní. Después
de la publicación del informe estalló el escándalo de la pared
en la calle Matiční en Ústí nad Labem. El Ayuntamiento intentó
resolver la convivencia problemática con la comunidad romaní

32 Telička, Pavel. op.cit.,pp.4-5.


33 Informe de la Comisión Europea sobre la República Checa 1999 [citado el
5 de junio 2013]: disponible en htp://ec.europa.eu/ceskarepublika/pdf/
pravidzprava99.pdf.
34 Greger, Petr. „Zaslal Brusel České republice druhé varování?,“
Mezinárodní politika 23, No.11,(1999), pp. 9-10.

58
construyendo una valla antiruido entre las casas donde vivían
principalmente los romaníes y las casas familiares en el otro lado
de la calle. La Comisión Europea lo consideraba un acto de discri-
minación y violación de los derechos humanos y el Ayuntamien-
to se vio obligado a remover la valla.
Según Pavel Telička, el informe crítico del año 1999 fue mo-
tor para poner en marcha el proceso legislativo en la República
Checa.35 También Miloš Zeman, Presidente del Gobierno, incitó
una colaboración más efectiva en este campo. En enero de 2000
Partido Socialdemócrata Checo y Partido Democrático Cívico36
irmaron el llamado Tratado de preparativos para la entrada de
la República Checa en la Unión Europea y acordaron acelerar el
proceso de aceptación de la legislación europea. Los miembros de
la Comisión Europea y del Parlamento Europeo recibieron estas
noticias con agrado. En noviembre de 2000, por lo tanto, la Re-
pública Checa esperó recibir un informe positivo y con pequeñas
excepciones, como la posición de la minoría romaní o el proce-
so lento de la reforma de justicia lo recibió. Lo que provocó una
gran sorpresa fue la comparación de las económicas de los países
candidatos. Mientras que Polonia, Hungría o Estonia fueron lla-
madas “economías de mercado”, la Comisión Europea clasiicó la
República Checa como uno de los países que se pueden conside-
rar una economía de mercado que funciona.
Durante el año siguiente, el gobierno aceleró la adhesión a
la UE aprobando el plan de acción y en febrero decidió cancelar
algunas de las peticiones de excepciones que había pedido antes.
En la cumbre de Göteborg los representantes de la UE decidieron
que la ampliación se realizaría del modo que los nuevos miem-
bros pudieran participar en las elecciones al Parlamento Europeo
en el año 2004.
El informe del año 2001 fue mucho más favorable para la Re-
pública Checa. La posición de la minoría romaní fue criticada otra
vez, igual que la lenta reforma de la administración pública, pero
en cuanto a los criterios económicos, la República Checa fue de-
nominada como una “economía de mercado que funciona”. Ade-

35 Telička, Pave. Op.cit., pp.4-5.


36 Partido checo de derecha que se considera liberal-conservador y rechaza la
federalización de la Unión Europea.

59
más, se comentó en el informe que si continuarían los procesos de
reforma, “debería de ser capaz de poder competir con las fuerzas
del mercado dentro de la Unión Europea”.37 El informe de 2002
valoró bien a la República Checa. La Comisión Europea volvió a
comentar la situación de la minoría romaní pero por otro lado,
apreció que la situación el sector bancario había mejorado igual
que en la justicia y la administración pública. Al mismo tiempo, la
Comisión resumió que el país estaba listo para entrar en la UE.38
En octubre de 2002 el Consejo de Europa declaró su intento
de cerrar contratos con los nuevos países miembros en diciembre
en su cumbre de Copenhague. Al mes siguiente decidió aceptar
los nuevos miembros en mayo de 2004. En la cumbre de Copen-
hague terminaron las negociaciones. Uno de los criterios más im-
portantes para la adhesión de los países candidatos a la Unión
Europea fue la aceptación de su legislación. En algunos casos no
fue posible aceptarla por varias razones, por lo cual surgieron los
llamados periodos de transición para poder posponer el proceso
y en algunos casos hasta excepciones permanentes.
Parlamento Europeo ratiicó la adhesión de diez nuevos
miembros en abril de 2003 y durante el mismo mes se irmó en
Atenas el Contrato de Adhesión a la UE. Por parte de Chequia
lo irmaron Václav Klaus, Presidente del país, Vladimír Špidla,
Presidente de Gobierno, Cyril Svoboda, Ministro de Relaciones
Exteriores y Pavel Telička, el negociador principal de Chequia
con la Unión Europea.39
En junio de 2003 la República Checa organizó plebiscito so-
bre su entrada en la Unión Europea. 40 El gobierno organizó una
campaña en la que destacaba las ventajas de la membresía, sobre
todo un mejor nivel de vida de los habitantes. Según las encuestas
de la opinión pública quedaba claro que la mayoría de los vo-

37 Informe de la Comisión Europea sobre la República Checa 2001 [citado el 5 de


junio 2013]: disponible en htp://ec.europa.eu/ceskarepublika/pdf/pravidelna.pdf.
38 Informe de la Comisión Europea sobre la República Checa 2002 [citado el
5 de junio 2013]: disponible en htp://ec.europa.eu/ceskarepublika/pdf/pravidel-
na_zprava_2002.pdf.
39 Müller, David. Op.cit., pp.48-49.
40 Balík, Stanislav. „Referendum o přistoupení České republiky k Evropské
unii,“ en Cesta České republiky do Evropské unie, eds. Hynek Fajmon (Praha: Cen-
trum pro studium demokracie a kultury 2004), pp.96-109.

60
tantes iba a estar de acuerdo con la entrada del país en la UE. El
gobierno consideró muy importante atraer a las elecciones el ma-
yor número posible de los votantes para poder declarar un fuerte
apoyo de los habitantes. Al inal asistieron más de 55 % votantes.
Solamente en Hungría y Eslovaquia asistió menos gente. El 77,33
% (3 446 758 votos) votó para la adhesión y el 22,67 % (1 010 448
votos) votó en contra.41
En junio de 2004 se celebraron elecciones al Parlamento Eu-
ropeo. En estas elecciones los votantes checos manifestaron su
descontento con el gobierno de Vladimír Špidla. El ČSSD que go-
bernó antes de las elecciones terminó en el quinto lugar. Las elec-
ciones las ganó el ODS, antes uno de los partidos de la oposición.
El resultado de las elecciones debilitó la posición del primer mi-
nistro que dimitió. Dos partidos que sorprendentemente recibie-
ron más de 5% de los votos fueron la Asociación de no inscritos y
Demócratas Europeos y No inscritos de Vladimír Železný.

Tabla – Resultados de elecciones al Parlamento Europeo de 2004 (solo par-


tidos que pasaron al escrutinio)42
% de Número de manda-
Votos
Partido votos tos en Parlamento
válidos
válidos Europeo
Partido Democrático Cívico 700 942 30,04 9
Partido Comunista de Bohemia
472 862 20,26 6
y Moravia
Asociación de no inscritos y
257 278 11,02 3
Demócratas Europeos*
Unión Cristiana y Demócrata
– Unión Libre-Unión Democrá- 223 383 9,57 2
tica**
Partido Socialdemócrata Checo 204 903 8,78 2
Diputados no inscritos 191 025 8,18 2
* Partido que apareció en el año 2002. Tiene actitud positiva hacia la membresía de la
República checa en la UE.
**Partido conservador social que apoya la clase media y los valores familiares.

41 Ibídem. p.139.p.104.
42 Resultados de elecciones al Parlamento Europeo de 2004 (solo partidos que
pasaron al escrutinio) [citado el 5 de junio 2013]: disponible en htp://www.vol-
by.cz/pls/ep2004/ep141?xjazyk=CZ.

61
En las elecciones al Parlamento Europeo en el año 2009 los
votantes mostraron su falta de interés en asuntos europeos y
también la posible decepción y desilusión. Este fenómeno no lo
podemos observar en los resultados de las elecciones, inluidos
por los problemas de la política interior, sino en el hecho de que
solamente el 27,5 % de los votantes asistió a las elecciones al Par-
lamento Europeo.

Tabla – Resultados de elecciones al Parlamento Europeo de 2009 (solo par-


tidos que pasaron al escrutinio)43
% de Número de manda-
Votos
Partido votos tos en Parlamento
válidos
válidos Europeo
Partido Democrático Cívico 741 946 31,45 9
Partido Socialdemócrata Checo 528 132 22,38 7
Partido Comunista de Bohemia
334 577 14,18 4
y Moravia
Unión Cristiana y Demócrata –
180 451 7,64 2
Unión Libre-Unión Democrática

Conclusión
Los críticos de la adhesión de la República Checa a la Unión
Europea airman que con la adhesión se limitó la soberanía na-
cional. La legislación checa depende demasiado de la legisla-
ción aprobada por el Parlamento Europeo. Según la encuesta
“Membresía de la República Checa en la Unión Europea según
la opinión pública”, realizada en abril de 2006 por el Centro de
investigación de la opinión pública del Instituto sociológico de la
Academia de ciencias de la República Checa, lo que más molesta
a los habitantes es la dependencia de las leyes de la Unión, la im-
plementación de normas no apropiadas para el ambiente checo
(37,1 % de los encuestados) y la posición “marginal” de la Repú-
blica Checa entre los países miembros, y también la incapacidad
de imponer su opinión (19 % de los encuestados). Menos de 6 %

43 Resultados de elecciones al Parlamento Europeo de 2009 (solo partidos que


pasaron al escrutinio) [citado el 5 de junio 2013]: disponible en htp://www.
volby.cz/pls/ep2009/ep141?xjazyk=CZ.

62
de los encuestados cree que la República Checa va perdiendo sus
tradiciones nacionales y sus costumbres.44
Todos los estados que ingresan en la Unión Europea, re-
nuncian de una forma voluntaria a su soberanía nacional para
poder cumplir con los intereses comunes (la llamada soberanía
compartida). Estas limitaciones también podemos observarlas en
el campo de la economía. La República Checa aceptó la política
comercial común y el listado de tasas aduaneras común en mayo
de 2004. Las tasas que se cobran no son parte del presupuesto
público del país sino del presupuesto de la Unión. Además, la
República Checa tiene que seguir los acuerdos de preferencias
irmados por la Unión.
Una parte de los checos opina que la Unión Europea supri-
me la cultura nacional y las tradiciones. Es verdad que la Unión
apoya la creación de una red cultural europea pero por otro lado,
mediante sus Fondos Estructurales y programas comunitarios,
subvenciona el desarrollo de las culturas nacionales y acentúa la
importancia de la diversidad regional. La República Checa reali-
za una política de cultura y educación independiente y contribu-
ye así a la creación de la identidad nacional.
La visión de la República Checa como puente entre el este y
el oeste es igual de errónea. En el pasado hemos hemos visto que
nuestro país es demasiado pequeño para poder jugar este papel.
Tampoco es apropiada la idea de que sería más fácil para la Re-
pública Checa defender sus intereses desde fuera de la UE. Con la
adhesión a la UE la República Checa consiguió su lugar entre los
países europeos desarrollados y obtuvo la posibilidad de partici-
par en la política común de la Unión Europea. Los cuarenta años
de régimen comunista afectaron mucho la economía del país. Por
lo tanto, los habitantes de la República Checa no pueden contar
con el mismo nivel de vida como los habitantes de otros países,
más desarrollados. Según los indicadores económicos, sin embar-
go, la República Checa se va acercando lentamente a estos países.
Aunque todavía le queda mucho por delante.

44 Membresía de la República Checa en la Unión Europea según la opinión


pública, 2006 [citado el 5 de junio 2013]: disponible en htp://cvvm.soc.cas.cz/
media/com_form2content/documents/c1/a3305/f3/100578s_pm60505.pdf.

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64
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ke-republice/Predvstupni-nastroje/Phare.

65
66
España en el marco de la Seguridad
Internacional y de Europa en la era post
soviética

José Manuel Serrano1

España en el contexto mundial tras 1945

A l concluir la Segunda Guerra Mundial en 1945, España


sufrió un duro castigo al serle impuesto el aislamiento
internacional. La causa es bien conocida: el apoyo que el General
Francisco Franco (dictador en España) había ofrecido tangencial-
mente al régimen de Hitler, y el envío a Rusia, como compensa-
ción de la ayuda prestada por Alemania durante la Guerra Civil,
de una división de infantería en su lucha contra el comunismo.
España nunca irmó ningún acuerdo formal con la Alemania nazi,
ni estableció pacto ideológico que lo arrastrara a la gran guerra
mundial. Pero en 1945, tras seis años de devastador conlicto, el
régimen de Franco era el único sistema político de Europa oicial-
mente autoritario; técnicamente hablando, una dictadura conser-
vadora militar, nunca un régimen fascista.
Sin embargo, la dura pugna entre las potencias aliadas y los
regímenes autoritarios y/o dictatoriales de Alemania, Italia, Ja-
pón y sus aliados, representó en su momento una disputa por
la libertad, y en gran medida, por los valores que personiicaba
el liberalismo político. Huelga decir que la inclusión de la Unión
Soviética en el bando aliado que postulaba esta defensa de idea-
les de libertad, no encajaba bien; incluso resultaba un evidente
anacronismo político. La Rusia de Stalin simbolizaba, sin duda, el
sistema político más represivo de su era, e instrumentalizaba su

1 Profesor Asociado del Departamento de Historia de la Universidad de An-


tioquia (Medellín, Colombia). Director del Grupo de Investigación, Estudios In-
terdisciplinares en Historia General, línea de investigación principal, Guerra y
Modernidad.

67
autoritarismo sanguinario en una dictadura de partido único (si-
milar a la Alemania de Hitler), que no sólo odiaba a los fascismos,
sino también a los llamados regímenes capitalistas, entre los que
destacaban principalmente sus propios aliados: Estados Unidos y
Gran Bretaña. Es cierto que esta unión de regímenes contrapues-
tos, e incluso ideológicamente enemigos, fue fruto de la coyuntura
del momento, y de la obligada defensa conjunta contra un peligro
que se postulaba aún mayor, como el de la Alemania nazi y sus
aliados. Pero no es menos cierto que a la conclusión de la guerra
las consecuencias fueron dramáticas para el mundo, y en especial
para España, precisamente por el anacronismo de que aquellos que
habían ganado la guerra contra las tiranías europeas eran capaces
ahora de imponer, con mano de hierro, regímenes aún peores.
Pero el mundo de 1945 debía ser políticamente correcto. Poco
importaba que la Carta de Naciones Unidas hablara de libertad
y de la defensa de valores humanos compartidos a nivel plane-
tario; porque la misma ONU desde su creación instrumentalizó
una desigualdad muy poco disimulada y enmascarada en una
serie de prerrogativas en manos de quienes ganaron la guerra.
Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Unión Soviética y China,
se reservaron el derecho a decidir gracias a su control del Consejo
de Seguridad de la ONU, y su poder de veto les llevó a tomar de-
cisiones al margen de la propia Carta. El resultado fue un mundo
dividido (la Guerra Fría), polarizado, y desigual en cuanto a las
medidas políticas de orden internacional. El planeta se vio en-
vuelto en décadas de conlicto creado, en cierta medida, como
consecuencia de la propia victoria en la guerra.
España era el perfecto conejillo de indias. Sobre su régimen, cier-
tamente dictatorial, se cebó todo el odio contra la representación
de los sistemas políticos derrotados en 1945. España no sólo fue
condenada a no ingresar en la ONU, sino que le fue vetado todo
contacto a nivel internacional, prohibiéndosele el ingreso en otros
muchos organismos internacionales anexos a la ONU, y cerrando
sus fronteras a la colaboración internacional comercial y política.
Como consecuencia, el régimen de Franco vivió sus peores años;
los denominados años del hambre. Sólo Argentina, la Argentina de
Perón, fue capaz de obviar las resoluciones condenatorias de la
ONU, y con una generosidad nunca vista, realizó una política exte-

68
rior independiente acudiendo en ayuda de España cuando más lo
necesitaba. Perón ofreció a España un crédito de 30 millones de pe-
sos para la compra de cereales argentinos, anunciando así una po-
lítica de colaboración con España al margen de la ONU. El acuerdo
fue irmado el 30 de abril de 1946, pero, en demostración de que el
tema era delicado ante la comunidad internacional, se decidió no
hacer público el texto del acuerdo ni los términos del crédito.2 Este
acuerdo fue prolongado y aumentado en 1948 y tuvo un efecto bal-
sámico sobre la empobrecida España.
Sin embargo, las tensiones internacionales derivadas de la
Guerra Fría (bloqueo de Berlín en 1948, Guerra de Corea en 1950-
53) propiciaron un cambio de rumbo insospechadamente rápido.
Estados Unidos y sus aliados cercanos necesitaban a su vez ba-
ses sólidas en Europa para acometer una ambiciosa política de
confrontación con el Bloque Soviético. Desde la formación de la
OTAN en 1949 (que trajo como consecuencia la conformación de
un bloque militar similar al otro lado del Telón de Acero: Pac-
to de Varsovia en 1955), los aliados occidentales liderados por el
gigante norteamericano estaban obligados a cerrar todos los va-
cíos geoestratégicos europeos para no dar cabida a la iniltración
comunista. En este contexto, la España de Franco representaba
un aliciente vital para el bloque aliado, porque la península se
conformaba, por su propia geografía, como la puerta de entra-
da sur desde el norte de África, y al mismo tiempo, un sector
geoestratégico esencial para crear un escudo protector a lo largo
del Mediterráneo occidental. Así, entre 1950 y 1953 la posición de
la ONU respecto del régimen franquista se suavizó, únicamente
por una necesidad estratégica y no por un giro en la forma de
percibir el régimen español. Diferentes resoluciones de la ONU
(Resolución 32 (I), la Resolución 39(I), la 386/V), los momentos
clave de la reinserción internacional del régimen de Franco re-
presentados con los primeros préstamos de Estados Unidos en
1950, o el ingreso en los organismos técnicos de la ONU a partir
de los años cincuenta (en 1952, España ingresa en la UNESCO),
comenzaron a resquebrajar el aislamiento internacional, y a posi-
cionar a España como un elemento clave de la OTAN en Europa.
Por consiguiente, el mismo régimen que en 1945 era castigado
2 Rein, Raanan. La salvación de una dictadura. Alianza Franco-Perón, 1946-1955,
Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientíicas, 1995, p. 82.

69
por el nuevo orden internacional liderado por Estados Unidos, aho-
ra, pocos años después, era alabado y cortejado con ines políti-
cos. España, desde luego, no estaba en situación de dejar pasar la
oportunidad, porque aunque la ayuda argentina había aliviado
en extremo su situación, el país sufría un enorme retraso indus-
trial y comercial, y sus infraestructuras aún distaban mucho de
ser modernas. Por consiguiente, en 1953 las negociaciones habían
avanzado tanto que mediante el Pacto de Madrid, Estados Unidos
y España sellaban un acuerdo de colaboración militar y político,
que tenía como premio añadido, el in del bloqueo y la aceptación
de España en la ONU en 1955. Como colofón a estos acuerdos, en
1959 se produjo la histórica visita del presidente norteamericano
Eisenhower a España, que repercutió a su vez en una extensión
de los acuerdos de 1953 concediendo España una serie de bases
militares a los norteamericanos en suelo español, a cambio de la
cesión de importantes créditos (en realidad, una prolongación del
Plan Marshall al que, obviamente, no pudo acogerse España en
1947, año de su inicio).
La política exterior de España desde su ingreso a la ONU
fue claramente concomitante con los intereses de las potencias
occidentales, máxime si se tiene en cuenta el retraso tecnológico,
institucional y de infraestructuras. Además, el país necesitaba de
una modernización completa de sus fuerzas armadas, y por con-
siguiente, de la ayuda norteamericana. La aportación occidental
era vital para los intereses españoles en la difícil coyuntura del
proceso de descolonización, puesto que la inluencia comunista
se dejaba sentir en la franja norteafricana y allí las posiciones es-
pañolas (Sáhara Occidental) representaban una de las bases ir-
mes para detener la creciente iniltración de la URSS. En general,
los intereses españoles propiamente dichos estuvieron escorados
hacia el norte de África, donde su presencia territorial era relati-
vamente importante. Sus posesiones de El Sáhara Occidental, y
las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, permitían a España
posicionarse como una potencia de tipo medio.3
Sin embargo, durante los años 60 y 70, el mundo vivió de
lleno el periodo post colonial en el que las grandes potencias ha-

3 Maghraoui, Abdeslam. “Marruecos, La Haya y el problema del Sahara”, Po-


lítica Exterior, Nº88 (2002), pp. 131-142.

70
bían abandonado (a regañadientes) sus posesiones de antes de
la guerra, en lógica relación con los ideales liberales y de respeto
al derecho de autodeterminación. Al morir Franco en 1975, Es-
paña era la única nación de Europa con territorios en el norte de
África que podían considerarse colonias. Así pues, los deseos de
la comunidad internacional fueron transmitidos con claridad; y
éstos no eran otros que dichos territorios (entre los que no se en-
contraban Ceuta o Melilla) siguieran el mismo proceso que había
culminado ese mismo año con la independencia de Mozambique,
antigua colonia de Portugal. La diplomacia española entendió
que el cambio de una dictadura a una democracia no se com-
prendería bien (o no estaría completo) sin el abandono de una
igura ya claramente anacrónica, como era la institución colonial,
al tiempo que se percibió que la inserción de España en organiza-
ciones de gran calado internacional no sería posible sin adoptar
una posición acorde con los tiempos. Los Acuerdos de Madrid,
de ese mismo año, supusieron el abandono del estatus colonial
del Sáhara Occidental, declarándose su autonomía bajo protec-
ción de España, pero dejando sin resolver el espinoso asunto de la
independencia, así como las reclamaciones territoriales que sobre
El Sáhara no tardaron en indicar Marruecos y Mauritania.
La inluencia de estos hechos sobre la política internacional
de España a largo plazo fue decisiva, porque sin posiciones ir-
mes norteafricanas el rol de sus fuerzas armadas y la planiica-
ción de una estrategia de defensa cambiaban radicalmente. En
este sentido, el antiguo problema de la reivindicación de España
sobre el peñón de Gibraltar (colonia inglesa que, sin embargo,
jugaba un papel estratégico decisivo como base naval británica,
en concomitancia con los intereses de la OTAN), fue abandonado
paulatinamente a principios de los años 80, como un guiño hacia
sus socios comerciales y políticos, y en un claro intento de que
España pudiese ingresar tanto en la OTAN como en la Comuni-
dad Económica Europea. Gibraltar había representado el orgullo
patrio en los últimos años de la dictadura y había dañado ostensi-
blemente las relaciones tanto con Gran Bretaña como con su socio
militar, Estados Unidos. Este era un asunto clave sin el que difí-
cilmente España podría negociar en pie de igualdad importantes
proyectos de colaboración internacionales.

71
La llegada al poder de los socialistas en 1982 supuso el punto
de inlexión. En el marco de esa colaboración internacional, e in-
serto en las negociaciones para el ingreso de España en la Unión
Europea, se produjo la apertura de La Verja (cerrada en época de
Franco, y que aislaba tanto al Peñón como a quienes, en España,
vivían de los negocios gibraltareños), así como un claro cambio
de orientación de la política geoestratégica hispana.4 En efecto,
en 1986, España ingresaba tanto en la OTAN como en la Unión
Europea, equiparándose a las demás potencias occidentales y
globalizando sus intereses (y planes) de defensa.
Entre 1982 y 1989, la política exterior y de defensa de España
se rediseñó por completo. Solucionados (al menos aparentemen-
te) los asuntos más complicados, como el del Sáhara y Gibraltar,
la proyección estratégica de España se centraba en varios asuntos
clave. En primer lugar, sus relaciones con el norte de África, y
más concretamente con Marruecos, que no cejaba en su intento
de anexionarse la antigua colonia española y suspiraba porque
desde el otro lado del Estrecho de Gibraltar se atendieran sus rei-
vindicaciones sobre las ciudades españolas de Ceuta y Melilla.
Durante esos años se realizaron varios viajes diplomáticos de alto
nivel a Rabat (capital marroquí) con la sana intención de limar
asperezas y hacer comprender a Marruecos que los asuntos del
Sáhara (y las reivindicaciones de Rabat) no estaban en manos de
España, sino en las resoluciones que adoptara la ONU. Al mismo
tiempo, se potenció la españolidad de Ceuta y Melilla para hacer
ver a Marruecos que estas ciudades no entraban en el debate so-
bre la territorialidad de la esfera de inluencia marroquí. España
volcó su política estratégica en la defensa de la estrecha franja
de terreno de que disponía en el norte de África, y cerró impor-
tantes acuerdos militares con Estados Unidos, como el Tratado
de Amistad, Defensa y Cooperación en 1982 y el Convenio de
Cooperación para la Defensa de 1986. El mensaje era claro para
Marruecos: las ciudades españolas en cuestión no eran ni iban a
ser objeto de discusión respecto de la soberanía. El mensaje fue
entendido por Rabat, que irmó importantes acuerdos pesqueros
con Madrid, rebajando la tensión y creando un precedente de

4 Del campo, Salustiano. El futuro de Gibraltar, discurso ante la Academia de


Historia, Madrid, Sesión del martes 7 de marzo de 1989.

72
acuerdos bilaterales y una mesa de negociaciones sobre el asunto
de El Sáhara.
Así mismo, el Decálogo de Paz y Seguridad, presentado por
el Presidente del Gobierno Felipe González ante el Parlamento
español el 23 de octubre de 1984, representó la piedra angular de
la política de defensa antes de la entrada oicial en la OTAN dos
años más tarde, y supuso la primera aproximación hacia una po-
lítica global que aunaba ines estratégicos dentro de un marco de
colaboración con occidente.5 Además, este documento acabó con
la tradicional desconexión en la política de defensa de España,
que hasta ese momento carecía de un ordenamiento general de
planiicación y objetivos estratégicos. Las Directivas de Defensa
Nacional que siguieron (1/84 y 1/86) situaban los intereses de la
defensa nacional en la tensión que suponía la existencia de dos
bloques antagónicos (URSS y EE.UU.) y situaban a España en el
rol de elemento defensivo del lanco sur de la Alianza Atlántica.
Aunque las tensiones entre los dos colosos fueron ostensiblemen-
te menores desde 1986, la permanencia de dos alianzas militares
enfrentadas (en teoría) representaba un peligro potencial para la
estabilidad y paz mundiales, y en cierta medida, encorsetaban las
planiicaciones de defensa a ambos lados del Atlántico. Esto muy
pronto se iba a acabar.
Por otra parte, España diseñó, en colaboración con sus so-
cios europeos y Estados Unidos, una política de defensa común
frente al peligro comunista, aunque ciertamente en estos tiempos
éste resultaba ser menos dramático que en los años 50 y 60. Esta
cooperación llevó a la reconiguración de las bases militares nor-
teamericanas en España cuyas funciones estaban acorde con la
defensa de la OTAN, y no con los intereses nacionales del país.
De hecho, la permanente modernización de las fuerzas armadas
españolas, no sólo estaba bajo el control de Estados Unidos, sino
que obedecía a un plan global de este país por extender a lo lar-
go del mundo bases militares que crearan un escudo protector a
nivel planetario. El rol estratégico de España, por tanto, quedó
supeditado a los intereses de las grandes potencias occidentales,

5 Del arenal, Celestino. “La política exterior de la España democrática”, La


política exterior de España hacia Iberoamérica, Madrid, Universidad Complutense,
(1994), pp. 95 y ss.

73
provocando una relativamente limitada autonomía de España en
materia de defensa. Esto cambiaría muy pronto y de manera sor-
prendente.

La reconiguración de la defensa después de 1989


En efecto, en octubre de 1989, y para sorpresa del mundo, el
Muro de Berlín, símbolo de la permanencia de esos dos bloques
y del enfrentamiento ideológico entre oriente y occidente, fue de-
rribado. La caída del Muro, consecuencia no deseada por el Se-
cretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mi-
hail Gorbachov, y su famosa Perestroika, tuvo hondas y rápidas
repercusiones. Como un efecto cascada, entre 1990 y 1992 todo el
panorama de la Europa oriental se modiicó. La antigua URSS se
desmoronó, dejando ver largas décadas de dominio comunista, y
un panorama ensombrecido por un notable retraso económico y
social. Tras esto, una tras otro, los otrora aliados soviéticos al este
del Telón de Acero, fueron cayendo: Polonia, Checoslovaquia,
Hungría, Rumanía…Toda una larga serie de estados, antes cerce-
nados en su política de defensa por los intereses de Moscú, ahora
se veían libres de ataduras. La instalación de regímenes democrá-
ticos, y la práctica desaparición de un poder militar comunista en
el este de Europa, repercutió de inmediato en las políticas globa-
les de defensa y seguridad, incluyendo, obviamente, a España. La
fragmentación de la URSS y la creación en su lugar de más de una
decena de nuevos países, obligó a un rediseño de la defensa en el
seno de la OTAN, así como un cambio de rumbo en los objetivos
de los integrantes de la alianza militar occidental.
Las Directivas de Defensa Nacional 1/1992 y 1/1996 fueron la
respuesta de España a este nuevo escenario global. Ambas inci-
dían en aspectos completamente novedosos en cuanto a la tradi-
cional política de defensa española, más próxima a los intereses
de Estados Unidos. Ahora, se modiicaba la percepción estraté-
gica, haciéndola escorar desde un plano meramente territorial
nacional, hacia intereses más allá de las fronteras españolas. La
seguridad de España, se indicaba, también podía ser atendida
más allá de las fronteras interiores, y el país necesitaba la plena
inserción en todos los organismos de seguridad internacionales,
asumiendo plenamente las responsabilidades adyacentes. Todo

74
esto pasaba por un profundo plan de reformas militares, y más
en un momento en que, desaparecido el peligro de un enfrenta-
miento global, ya no hacía falta un ejército numeroso ni bases mi-
litares norteamericanas. Siguiendo un proceso iniciado en 1991,
la Directiva de 1996 hacía especial hincapié en la modernización
y profesionalización de las fuerzas armadas españolas, disminu-
yendo su número y eliminando gran cantidad de material obso-
leto. La idea era adecuar el modelo militar español a las nuevas
circunstancias internacionales y al papel nacional en el seno de
la seguridad global. En este sentido, el Dictamen de la Comisión
Mixta del Congreso de los Diputados y del Senado de 1998 esta-
bleció los principios generales que reorientaron el tránsito hacia
un modelo de ejército plenamente profesional y modernizado, lo
que garantizaba un cumplimiento de sus objetivos en el seno de
la cooperación internacional creciente. Además se hacía inciden-
cia directa en que las nuevas Fuerzas Armadas debían ser capaces
de actuar en escenarios globales situados fuera del territorio na-
cional o aliado, con motivo de situaciones de emergencia o crisis,
bien para garantizar la estabilidad internacional, bien para garan-
tizar el respeto de los Derechos Humanos o bien para la defen-
sa de los legítimos intereses de España, compartidos o no con el
resto de países aliados, allá donde pudieran verse afectados por
riesgos o amenazas. El documento apoyaba unas Fuerzas Arma-
das con entidad, estructura, equipamiento y grado de disponibili-
dad necesarios para hacer frente a las exigencias y circunstancias
derivadas de un escenario estratégico, caracterizados por riesgos
y desafíos de carácter multidireccional y multifacético.6
Las partes más destacadas de este importante documento
mostraban el cambio de orientación y el análisis de la nueva rea-
lidad geopolítica internacional:

“El declive de la amenaza militar soviética, que afectaba de


forma generalizada e inmediata a la seguridad de los alia-
dos occidentales, marcó el in de la bipolaridad y permitió
que la situación política y estratégica europea cambiara, en
términos generales, hacia una era de mayor estabilidad que
se va consolidando paulatinamente gracias a las medidas

6 Ministerio de Defensa de España, Política de Defensa, htp://www.defensa.


gob.es/politica/seguridad-defensa/antecedentes-historicos/

75
de transparencia y de fomento de la conianza y seguridad
puestas en práctica en los últimos años. Estas medidas han
favorecido el establecimiento de unas nuevas relaciones ba-
sadas en el diálogo y la cooperación entre los antiguos ad-
versarios, han conseguido alejar la amenaza de un ataque
masivo e inmediato y, en consecuencia, han transformado
el escenario estratégico internacional. (…) En consecuencia,
la defensa nacional, aunque responsabilidad primaria de
cada Estado, no tiende a abordarse individualmente sino en
un ámbito supranacional, desde el convencimiento de que
la seguridad es cosa de todos y sus problemas se resuelven
entre todos. Aparece así el nuevo concepto de seguridad
compartida. (…) Esta cooperación internacional en cuestio-
nes de defensa y seguridad se promueve generalmente al
amparo de instituciones como Naciones Unidas (NNUU) o
la Organización para la Seguridad y Cooperación en Euro-
pa (OSCE), lo que proporciona legitimidad, respaldo inter-
nacional y fuerza moral a las operaciones militares que se
llevan a cabo para la imposición o mantenimiento de la paz
en el mundo. (…) Las Naciones Unidas, aunque albergan
y legitiman iniciativas globales en materia de seguridad
y desarme, carecen de capacidad militar, lo que limita se-
riamente su posibilidad de intervención y la Organización
para la Seguridad y Cooperación en Europa presenta las
mismas limitaciones de medios militares, presupuestarios
y de decisión. Por ello, su actuación está siempre condicio-
nada a la voluntad de las naciones miembro de responder,
individual o colectivamente, a las solicitudes que dichas
Organizaciones formulan para conseguir el mantenimiento
de la paz y de la seguridad en el mundo”.7
El nuevo concepto triunfante era el de la seguridad colectiva,
que a su vez venía apoyado por la creciente inluencia y protago-
nismo que se le quería dar a diversos organismos internacionales
comunes. En esencia, si bien las políticas de defensa de España y
sus aliados seguían siendo aines a las norteamericanas, ahora, la
desaparición del peligro comunista, permitía ciertas dosis de auto-
nomía, amparándose en el papel comunitario que jugaba la ONU

7 Dictamen de la Comisión Mixta del Congreso de los Diputados y del Se-


nado, 30 de junio de 1998, Boletín Oicial del Estado (6 de julio de 1998), Nº 21,
652/000003, pp. 3-5.

76
y otras organizaciones. Los nuevos tiempos modiicaron profun-
damente no solo los planes y objetivos de defensa, sino también su
percepción social. A inales de los años 90, no resultaba muy cohe-
rente sostener una estrategia de defensa al margen de la sociedad.
Ésta había percibido el cambio de orientación, y la eliminación del
riesgo global provocaba a su vez una necesidad de disminuir el
secretismo de antaño. Europa comprendió que era necesario acer-
car la defensa a la nación, máxime si se quería defender que el tu-
telaje de Estados Unidos había disminuido ostensiblemente. En
este sentido, todos los países occidentales elaboraron documentos
públicos trasladando a la sociedad los nuevos retos, las nacientes
responsabilidades internacionales, e insistiendo en insertar a la co-
munidad civil en los problemas de defensa.
España no fue ajena a este cambio. El Libro Blanco de la Defen-
sa8, publicado en el año 2000, hacía incidencia en la transformación
de las fuerzas armadas, y en cómo éstas jugaban un papel esen-
cial para la estabilidad nacional, dentro y fuera de las fronteras.
Conjugando las necesidades lógicas de secretismo en materia de
evaluación de riesgos militares, se defendía la obligación de que el
ámbito de la defensa fuese público y compartido, tratándose con
transparencia aquellos elementos que afectaban a las instituciones
públicas del Estado. Por primera vez, al menos de manera clara y
pública, se vinculaban conceptos de estrategia global con la cerra-
da defensa de los valores que generaban riqueza económica y pro-
greso. O dicho de otra forma, la estrategia de defensa de España
se insertaba en el marco de la defensa de un modelo económico
y social, representado por las sociedades industriales y moder-
nas de inales del siglo XX y principios del XXI. No es casualidad
que esta vinculación (y la publicación del documento) partiesen
del gobierno conservador del presidente José María Aznar, cuyas
posiciones en materia de liberalismo económico eran bien conoci-
das. Por otra parte, se hacía especial incidencia en la obligación de
exportar paz y seguridad mundial dentro de un marco global en
materia económica y de defensa, pero también como un intento de
trasladar hacia el exterior los aspectos esenciales de colaboración
militar y política. España, defendía el documento, debía hacerse
responsable a nivel internacional de esa vinculación entre ejército
8 LIBRO Blanco de la defensa, Madrid, Ministerio de Defensa, Secretaría General
Técnica, Centro de Publicaciones, 2000.

77
y sociedad, pero también, de esa exportación de ideales de riqueza
y estabilidad económica y social.
Los riesgos estratégicos quedaron ahora enmarcados en la
acuciante necesidad de presencia internacional de las fuerzas ar-
madas españolas como un relejo tangible de los nuevos tiempos.
La defensa nacional se trasladaba claramente al espacio global,
acudiendo no sólo en casos de fricciones bélicas, sino también en
ayuda de naciones empobrecidos con tensiones sociales internas
propiciatorias, potencialmente, de generar desajustes regionales.

9 Fuente: Libro Blanco de la Defensa, p. 25.

78
El Libro Blanco insertaba a su vez un nuevo marco de es-
trategia europea de seguridad y defensa en el panorama de las
relaciones de España con el mundo. Resultaba vital trasladar la
idea de que, aunque la colaboración internacional (en especial
con Estados Unidos) era esencial, Europa relejaba valores y posi-
ciones propias en materia estratégica, esencialmente debido a su
singular historia y posición geoestratégica. El Viejo Continente
poseía intereses propios, porque las fricciones regionales y terri-
toriales, aunque no tan dramáticas como antaño, seguían siendo
motivo de preocupación, como así pudo verse en la devastadora
guerra de Yugoslavia entre 1991 y 2001. Por consiguiente, Europa
jugaba un papel de equilibrio en el escenario global, pero también
de actor activo en la toma de decisiones y en el replanteamiento
de los riesgos futuros.

10

Como se puede apreciar, la arquitectura de seguridad euro-


pea de principios del siglo XXI estaba dibujada bajo una doble
cortina. En primer lugar, a través de espacios estratégicos directa-
mente enlazados con organizaciones supranacionales de ámbito
global, como la OTAN; pero también, mediante la coniguración
de redes externas propiamente europeas de intereses estratégicos
regionales. Al mismo tiempo, se extendía el ámbito de inluencia

10 Fuente: Libro Blanco, p. 32.

79
mucho más allá de la Europa continental, trasladando la zona de
interés europea hacia el Mediterráneo, y más concretamente ha-
cia el Magreb. El Diálogo Mediterráneo de la Alianza Atlántica
fue la respuesta inmediata, y España jugaba aquí un rol especial-
mente signiicativo, tanto por cuestiones geográicas como por su
pasado histórico inmediato. Este Diálogo, iniciado en 1994, “hay
que contemplarlo en el marco de la iniciativas de cooperación que
lanzó la Alianza Atlántica poco después de terminada la Guerra
Fría. El Consejo del Atlántico Norte siguió con especial atención
la evolución de la situación en los países del centro y este de Eu-
ropa y puso en marcha una intensa actividad diplomática y de
intercambios para fomentar la cooperación de los miembros de la
OTAN con los antiguos adversarios de la Organización del Pacto
de Varsovia”.11 La idea, por consiguiente, era crear un marco de
diálogo y entendimiento con los países del norte de África (Arge-
lia, Marruecos, Mauritania, Túnez), al que ahora se añadían los
del área oriental (Egipto, Jordania, Israel) mucho más inestables
y con graves tensiones internas en algunos casos. Paralelamente,
esta iniciativa, que se ha ido prolongando con el tiempo, incluía
en los análisis de seguridad y defensa el problema del terrorismo
internacional y la estabilidad de los países árabes.
El Libro Blanco incluía, en este sentido, menciones expresas a
la posibilidad de utilizar a las fuerzas armadas en la lucha contra
el terrorismo internacional. Uno de los principios enunciados so-
bre los riesgos y prevenciones en el ámbito de la colaboración in-
ternacional en materia de seguridad colectiva indicaba claramen-
te la idea de “consolidar la cooperación para prevenir y combatir
el terrorismo, en particular mediante la ratiicación y aplicación
de los instrumentos internacionales por ellos suscritos, la adhe-
sión a dichos instrumentos y la aplicación de cualquier medida
adecuada”.12 El espectro del terrorismo, como punto focal de la
defensa tanto de España como a nivel internacional, estaba ya en
la mesa de juego, como se verá más adelante.
La Iniciativa de Capacidades de Defensa de la Alianza At-
lántica, aprobada por los Jefes de Estado o de Gobierno en la

11 Yániz, Federico. “El Diálogo Mediterráneo en la OTAN y las crisis árabes”,


ARI, Nº108 (2011), p. 2.
12 Libro Blanco, p. 227.

80
Cumbre de Washington de abril de 1999, constituía además el
marco de referencia para que las naciones miembro de la Alian-
za desarrollaran las capacidades militares necesarias con la idea
de cubrir sus necesidades y aunarlas con las posibilidades y res-
ponsabilidades de España en el mundo. La función de las fuer-
zas armadas debía desarrollarse en función del peso especíico
de España en el panorama internacional. Para ello, la movilidad
estratégica, eicacia operativa, esfuerzo sostenido, autoprotección
de las fuerzas, y mando, control e inteligencia, representaban los
elementos centrales del plan de modernización de España en los
años futuros, así como su papel especíico en función de su geo-
grafía e intereses regionales.13
El instrumento para llevar a cabo este rediseño de España en
el ámbito estratégico fue la Directiva de Defensa Nacional 1/2000,
que establecía que estos proyectos debían tratar de obtener el ma-
yor consenso posible a nivel político y social. La idea detrás de
esto era evidente: evitar exponer a España a tensiones sociales o
políticas innecesarias motivadas por su cada vez mayor papel en
el ámbito de la defensa común, máxime si se tiene en cuenta que
la izquierda española (y en especial el PSOE, partido socialista)
era muy crítica con los planes gubernamentales de tipo militar.
Efectivamente, las críticas que sufrió Aznar por este plan y su
desarrollo posterior (que lo implicaban decisivamente en la lu-
cha contra el terrorismo internacional y en las ideas de Estados
Unidos contra el denominado Eje del Mal), evidenciaron pronto
las diicultades de establecer una estrategia a largo plazo con un
nivel suiciente de apoyo político en el interior de España.

El 11-S y su impacto en las estrategias de Seguridad de


España
El brutal atentado del 11-S de 2001 lo cambió todo. El impac-
to sobre la comunidad internacional resultó evidente y muy rápi-
do. El mundo conocía perfectamente las peligrosas e importantes
repercusiones del terrorismo internacional (en especial el yiha-
dista), que desde hacía más de una década golpeaba diferentes
lugares en el mundo, y enfocaba como un asunto de trascenden-
cia estratégica las relaciones entre Israel y sus aliados (fundamen-

13 Libro Blanco, p. 88.

81
talmente Estados Unidos), y el mundo árabe. No era desconoci-
da tampoco la implicación directa o indirecta de algunos países
musulmanes con el apoyo al terrorismo (esencialmente se miraba
con recelo a Libia, Siria e Irán). Pero occidente se sentía segura (en
líneas generales) ante unos atentados que cuantitativa y cualita-
tivamente golpeaban principalmente regiones distantes. Los ata-
ques contra el corazón inanciero (World Trade Center) y militar
(Pentágono) de los Estados Unidos evidenciaron la magnitud del
peligro y la escala global de la amenaza terrorista. Si ni siquiera el
gigante norteamericano estaba libre de ser atacado, es que o bien
la planiicación estratégica era errada, o bien había que modiicar
las prioridades en la escala de riesgos para la seguridad colectiva.
La respuesta de Estados Unidos fue la Patriot Act (Ley Patrio-
ta) de octubre de 2001 con extraordinarias repercusiones a nivel
nacional e internacional. Esta ley suspendía derechos y libertades
constitucionales dentro de Estados Unidos aduciendo motivos de
seguridad nacional, e incluía importantes medidas para atacar al
terrorismo internacional, o sus colaboradores necesarios, dentro
y, especialmente, fuera del país. Apoyado por leyes del Congre-
so, y con diferentes resoluciones del Consejo de Seguridad de la
ONU (Resolución 1441) o amparándose en el artículo 51 de la
Carta de Naciones Unidas (derecho a la autodefensa), los nor-
teamericanos se lanzaron a una serie de guerras preventivas que
arrastraron a decenas de países, y al mismo tiempo, modiicaron
radicalmente los planteamientos estratégicos y de defensa a esca-
la mundial.14 El resultado inmediato fue la invasión de Afganis-
tán (2001) e Irak (2003), que contaron ambas con activa participa-
ción militar de España.
Para dar cobertura institucional y conceptual a los nuevos
dramáticos giros en la escena internacional, el gobierno español
publicó en 2003 la Revisión Estratégica de la Defensa.15 Este do-
cumento pretendía ijar las directrices nacionales en materia de
seguridad y defensa hasta 2015, centrándose en aspectos ya reco-
gidos en documentos y directivas anteriores, pero ahora eviden-
14 Para un análisis de las consecuencias jurídicas en el orden internacional de
los atentados del 11-S, véase: Gutiérrez, Cesáreo. “Sobre la respuesta armada
contra Afganistán tras los actos terroristas del 11-S”, Anales del Derecho, Universi-
dad de Murcia, Nº 19 (2001), pp. 49-58.
15 Revisión Estratégica de la Defensa, Madrid, Ministerio de Defensa, 2003.

82
ciando la importancia de los atentados del 11-S para la seguridad
de España y su rol en la esfera internacional. La Revisión se ba-
saba en una reorganización de la estrategia española en conso-
nancia con medidas similares tomadas por otros países. La Revi-
sión Cuadrienal de la Defensa, elaborada por el Pentágono en el
otoño de 2001, resultaba de gran trascendencia y su inlujo sobre
el documento español es evidente. Además, se aducía que otros
países, como Alemania, Japón, Italia o Noruega habían llevado a
cabo cambios sustanciales en sus planes de defensa en concomi-
tancia con los elaborados por Estados Unidos.
Siguiendo un patrón similar al documento norteamericano,
la Revisión de 2003 hablaba con claridad de un nuevo ciclo en
materia de defensa. España, se argumentaba, había cerrado un
periodo de responsabilidades militares y estratégicas, e inicia-
ba uno nuevo, de largo recorrido, en el que los compromisos y
responsabilidades del país en la defensa exterior mancomunada
contra el terrorismo internacional eran esenciales. De manera ex-
presa, se indicaba que “resulta fundamental en un mundo global
la consecución, de forma solidaria, de un orden internacional es-
table, de paz, seguridad y de respeto a los derechos humanos”.16
Esta idea, que no era nueva, ahora era esencial para la compren-
sión global de la nueva reorientación estratégica de España que,
aunque seguía posiciones muy similares a las estadounidenses,
defendía una concepción propia de Europa sobre estos temas:
“España apuesta por una Europa unida y con capacidad de
decisión y actuación autónoma en el terreno militar y, por lo tan-
to, considera deseable el objetivo de dotar a la UE de capacidades
militares que puedan hacer frente a contingencias y crisis de di-
versa índole e intensidad.
Con todo, España es consciente y entiende que, hoy por hoy,
la Alianza Atlántica sigue siendo la columna vertebral de la de-
fensa europea, y que el objetivo inal de la defensa europea por
los europeos, lejos de poner en peligro las relaciones atlánticas,
debe tender a reforzarlas. De ahí que España también apueste por
una OTAN ampliada y transformada, con mayores capacidades

16 Revisión Estratégica, p. 47. La negrita es del documento.

83
militares de actuación y abierta a los nuevos retos globales, como
el terrorismo exterior”.17
Las ideas muestran claramente la enorme preocupación por
aunar una política común propiamente europea con la inserción
de esos planes en la esfera de inluencia de Estados Unidos, cla-
ramente visible a través de control y liderazgo que ejerce sobre
la OTAN. Aunque hay referencias expresas a la continuación de
una política de control y diálogo con la esfera mediterránea (y
en especial norteafricana), resultaba muy evidente el cambio de
orientación y preocupaciones a escala estratégica. De igual forma,
se indicaba también la singularidad de los conlictos actuales, ca-
racterizados por su asimetría y por la ausencia de riesgos reales
de grandes conlictos bélicos, incluyendo la posibilidad de que
afectasen a España. Ahora, el eje focal era el terrorismo interna-
cional y sus posibilidades reales (comprobadas después del 11-S)
de inligir daños importantes a cualquier nación, incluyendo a
España. Lamentablemente, esto muy pronto se haría realidad.
La globalización en la escala de las amenazas en materia de
seguridad, también fueron objeto de profundo análisis y modii-
cación. Hay sugerentes referencias a que las amenazas para la se-
guridad del Estado estaban también conectadas con el incremen-
to de la tecnología y el medio ambiente. Las armas de destrucción
masiva, la guerra bacteriológica, los ciberataques o los daños al
medio ambiente fueron también objeto de honda preocupación
y referencias. El escenario de actualización de los planes estra-
tégicos, en consecuencia del análisis previo, se centraba en estos
aspectos: disuasión, cooperación, prevención, proyección de esta-
bilidad, y respuesta.18
Todos estos elementos estaban encuadrados en una moder-
nización aún mayor de las fuerzas armadas (siguieron importan-
tes decretos y contratos para la reconversión militar de España
en una fuerza militar muy reducida pero altamente profesional
y tecnologizada), así como en una reelaboración de la estrategia
global en donde la colaboración, cooperación y coordinación de
la defensa con otros países (y con la OTAN) eran la principal pre-
ocupación. La proyección estratégica internacional de España se
17 Ibídem. p. 48.
18 Ibídem, pp. 57-58.

84
hizo ahora más visible, modiicando gran parte de la estructura
organizativa de las fuerzas armadas (y su modernización) hacia
la movilidad y respuesta rápida ante amenazas a la seguridad.

19

19 Fuente: Revisión Estratégica, p. 188.

85
Los brutales atentados de Madrid del 11-M de 2004, repre-
sentaron para España algo similar al 11-S para Estados Unidos.
La diferencia estribaba en que en este caso, el terrorismo islamista
causante, aparentemente, del atentado, pertenecía a redes nortea-
fricanas, justo un área que había gozado en los últimos años de
una preocupación menor por parte de los servicios de información
españoles. Resulta paradójico que los lineamientos estratégicos de
España antes del 11-M se focalizasen en el terrorismo internacio-
nal, y sus conexiones, pero trasladaran su preocupación hacia la
colaboración militar con la OTAN y Estados Unidos en Afganistán
o Irak, y no en el eje sur, donde aparentemente estaba el peligro
más real y cercano a los intereses de seguridad españoles.
La respuesta del gobierno fue la publicación de la Ley Orgá-
nica de Defensa Nacional 5/2005, que vino acompañada más tarde
por la nueva Directiva de Defensa Nacional 1/2008. Este documen-
to destacaba que la seguridad y la defensa nacionales eran compe-
tencias que el Estado debía garantizar mediante la integración de
distintos instrumentos y políticas. No se trataba, por tanto, de una
responsabilidad asumida únicamente por el Ministerio de Defensa
(como aparentemente era hasta entonces), sino que demandaba un
enfoque multipolar y “una actuación integral del conjunto de las
administraciones públicas competentes, así como la conluencia
de instrumentos civiles y militares, públicos y privados”.20 Como
consecuencia de la agria disputa política por la causa real de los
atentados del 11-M, el gobierno del presidente José Luis Zapatero
(que ganó las elecciones generales contra pronóstico sólo dos días
después de los atentados), los lineamientos dimanados de la Di-
rectiva de Defensa Nacional de 2008 (proceso ya iniciado antes en
2004) estuvieron tendentes a desglobalizar la aportación y responsa-
bilidades de España en materia de seguridad.
Durante los años inmediatos a 2004, España abandonó sus
posiciones militares en Afganistán, e inició conversaciones con
sus aliados (principalmente Estados Unidos) para abandonar su
presencia en otros frentes, en especial en la ocupada Irak. Aunque
la idea estratégica no podía divergir demasiado de un mundo cla-
ramente globalizado en materia de defensa, el gobierno español
basculó lentamente hacia una posición más nacional en asuntos

20 Ministerio de Defensa de España, Política de Defensa, op. Cit.

86
militares y de cooperación internacional con Europa. Esa modii-
cación llevó a prestar más atención a otras áreas geoestratégicas,
donde sin duda los intereses militares eran menores, pero más
signiicativos los económicos y comerciales. La implicación cada
vez mayor de España en Latinoamérica, fue, qué duda cabe, la
expresión más visible.
Paralelamente, en 2009 se inició el estudio de la primera Es-
trategia Española de Seguridad (EES) en donde se pretendía otor-
gar un mayor énfasis a la percepción nacional de la seguridad, su
vinculación con la sociedad y la ayuda humanitaria internacio-
nal.21 La idea tras de esto era una vuelta al consenso político en
la toma de decisiones sobre acciones militares en el exterior, ya
que una de las acusaciones lanzadas por la izquierda española
entre 2000 y 2003 fue que el gobierno conservador de Aznar había
actuado en cuestiones de seguridad plegándose a los deseos de
Estados Unidos, y sin atender el clamor de la sociedad española
en contra de estas actuaciones. El resultado visible fue un giro en
las negociaciones a escala internacional sobre los ámbitos de ac-
tuación de las fuerzas armadas españolas, que fue especialmente
perceptible en un acercamiento al eje Franco-alemán, y una vuel-
ta a la concepción meramente europea de la defensa. Se adoptó
ahora una política de multilateralismo eicaz, en consonancia con
la icónica idea del presidente español Zapatero de la Alianza de
Civilizaciones.22
En efecto, España acentuó su presencia internacional en zo-
nas hasta entonces con escasa presencia, y siempre en el seno de
acciones para el mantenimiento de la paz lanzadas por Nacio-
nes Unidas. Las misiones españolas en el Líbano, Chad o Congo
fueron la respuesta tangible de un claro giro (más europeo y au-
tónomo) de la política exterior de España. El fortalecimiento de
la Política Común de Seguridad y Defensa europeas, auspiciado
durante estos años, llevó a España a actuar únicamente bajo el
mandato de las resoluciones de la ONU, separándose activamen-
te de las acciones de la OTAN, dominadas por la presencia de
21 Cuesta, Luis. “Una estrategia de Vanguardia”, Revista española de defensa, Nº
275 (julio/agosto 2011), p. 19.
22 García, Javier Ignacio. “La rediinición de la política española de seguridad y
defensa para la segunda década del siglo XXI: borrón y cuenta nueva”, UNISCI,
Discussion papers, Nº 27 (octubre 2011), p. 110.

87
Estados Unidos, y su control (muy eicaz) del Consejo de Segu-
ridad.
La Estrategia Española de Seguridad (EES) Una responsabi-
lidad de todos23, muestra desde su mismo nombre el nuevo rum-
bo. Diseñada desde una perspectiva nacional, aunque también
europea, internacional y global, el documento describe un per-
il particular de España en un mundo globalizado, los riesgos y
amenazas a los que se enfrenta la sociedad española. Finalmente,
la EES apuesta por un modelo institucional integrado para pro-
porcionar una respuesta efectiva e integral a los complejos retos
de la seguridad del mundo actual.24 Los enfoquen que subyacen
en esta nueva directriz estratégica general son los siguientes:
• Enfoque integral de las diversas dimensiones de la seguridad.
• Coordinación entre las administraciones públicas y con la so-
ciedad.
• Eiciencia en el uso de los recursos.
• anticipación y prevención de las amenazas y riesgos.
• resistencia y recuperación de sistemas e instrumentos.
• interdependencia responsable con nuestros socios y aliados.
Bajo la cortina de un mantenimiento de las responsabilidades
globales en materia de defensa, la EES muestra claramente un en-
foque colaboracionista en el marco de la defensa de los intereses
europeos, así como un afán por la equiparación de España con el
resto de socios militares y un énfasis decisivo en la prevención
más que en la actuación militar preventiva. Así pues, se trata de un
repliegue nacional, con un muy marcado matiz político, derivado
del gobierno socialista que estaba muy interesado en que la socie-
dad española no viese las actuaciones del país en el exterior como
un acto de militarización progresiva.
Finalmente, el 31 de mayo de 2012, el Consejo de Ministros
aprobó la Estrategia de Seguridad Nacional “Un proyecto com-

23 Estrategia Española de Seguridad (EES) Una responsabilidad de todos, Madrid,


Gobierno de España, BOE, 2011. htp://www.defensa.gob.es/Galerias/politica/
seguridad-defensa/icheros/DGL-2011-EstrategiaEspanolaSeguridad.pdf
24 Ministerio de Defensa de España, Política de Defensa, op. Cit.

88
partido”, que persevera en el enfoque integral de la Seguridad
Nacional y actualiza el modo de abordar la seguridad en un
mundo que está cambiando profunda y constantemente. La nue-
va Estrategia contempla una institución con funciones exclusivas
en materia de seguridad, como es el Consejo de Seguridad Na-
cional, liderado por el Presidente del Gobierno, en condición de
Comisión Delegada del Gobierno, según establece el Real Decre-
to 385/2013, de fecha 1 de junio.25 El enfoque de este documento
estratégico, no obstante haber sido aprobado por el gobierno de
Mariano Rajoy (conservador) no sugiere grandes cambios en las
líneas deinidas desde el 2011. Se hace incidencia en valores so-
ciales anexos a las labores de las fuerzas armadas, y recoge los
problemas de seguridad ya conocidos: guerras asimétricas, terro-
rismo internacional, ayuda humanitaria, y preocupación por el
medio ambiente, fuentes de energía estratégicas para España y la
ciberguerra.
Los próximos años no parece que vayan a ver cambios pro-
fundos en la estrategia general de seguridad de España, máxime
si se tiene en cuenta que hay cierta concomitancia de intereses
entre España, Europa y la administración norteamericana, lide-
rada ahora por el presidente Barack Obama, más interesado en
modiicar la proyección negativa que el mundo tiene del papel
que juega Estados Unidos, que en ampliar la presencia americana
como a principios del siglo XXI. A este respecto, pueden ser más
signiicativas las tensiones y conlictos generados por las crisis
económicas, que los problemas exclusivamente de seguridad mi-
litar. El área europea está viviendo, aparentemente, un periodo
de mayor control del terrorismo internacional, gracias sin duda a
la colaboración interestatal, lo que sugiere que el papel de España
estará acorde con este tiempo.

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Nº 275, (julio/agosto 2011), p. 19.
DEL ARENAL, Celestino. “La política exterior de la España democrática”,
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tense, (1994), p. 95 y ss.

25 Ministerio de Defensa de España, Política de Defensa, op. Cit.

89
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de Historia, Madrid, Sesión del martes 7 de marzo de 1989.
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90
Una relación desigual.
Relaciones checoslovaco-soviéticas en
la epoca de la guerra fría.

Jaromír Soukup

Introducción – relaciones entre la República Checoslovaca


y Rusia (Unión Soviética) después de la Primera Guerra
Mundial.

L a República Checoslovaca fue creada a inales de octubre


del año 1918 después de la caída del Imperio austrohún-
garo como su estado sucesor. Las relaciones entre la Rusia sovié-
tica, o mejor dicho la Unión Soviética, y Checoslovaquia de en-
treguerras, las podemos dividir en dos etapas. Durante los años
veinte y al principio de los treinta, las relaciones no fueron muy
buenas. Al principio de los años veinte, los representantes políti-
cos del país adoptaron una postura muy negativa en cuanto a la
evolución en Rusia (Unión Soviética) y se negaron a reconocer el
nuevo estado. El grupo de políticos en torno al primer ministro,
Karel Kramář, estuvo incluso dispuesto a apoyar cualquier inten-
to de eliminación del nuevo régimen en Rusia. El único partido
que apoyaba de una forma abierta los acontecimientos en la Rusia
soviética fue el Partido Comunista, fundado en el año 1921, que
operaba dentro del marco de la Tercera Internacional.1
El cambio se produjo en enero de 1933 cuando Adolf Hitler
tomó el poder en la Alemania vecina. Los representantes políticos
se concienciaron del peligro alemán que amenazaba Checoslova-

1 Dejmek, Jindřich. Československo, jeho sousedé a velmoci ve XX. století (1918 až


1992). Vybrané kapitoly z dějin československé zahraniční politiky (Praha: Centrum
pro ekonomiku a politiku 2002), 89-92; Antonín Klimek y Eduard Kubů, Česko-
slovenská zahraniční politika 1918-1938. Kapitoly z dějin mezinárodních vztahů (Praha:
Institut pro středoevropskou kulturu a politiku 1995), 33-34; Věra Olivová, Čes-
koslovensko-sovětské vztahy v letech 1918-1922 (Praha: NV 1957).

91
quia por lo cual empezaron a buscar un posible aliado contra la
Alemania Nazi.2
Así empezaron los intentos de acercamiento de Checoslova-
quia a la Unión Soviética. En el año 1934 se establecieron plena-
mente las relaciones diplomáticas y un año más tarde fue irmado
el Tratado Soviético-checoslovaco de Alianza que comprometía a
los soviéticos a ayudar a Checoslovaquia si era atacada, al igual
que lo había hecho anteriormente Francia.3 Sin embargo, Francia
incumplió el compromiso y abandonó Checoslovaquia durante la
crisis de Múnich en septiembre de 1938. Junto con Gran Bretaña,
Italia y Alemania irmó acuerdo según el que Checoslovaquia tuvo
que ceder las regiones fronterizas pobladas por una numerosa mi-
noría alemana. Checoslovaquia se quedó sin ayuda.4 El 15 de mar-
zo de 1939 se produjo la ocupación alemana del territorio checo.

La Segunda Guerra Mundial – comienzo de la dependencia


checoslovaca de la Unión Soviética
La sociedad percibía como un hecho trágico que en agosto
de 1939 la Unión Soviética había concluido alianza con Alemania.
Debido a esta alianza, las relaciones entre la Unión Soviética y el
gobierno checoslovaco fueron bastante frías hasta junio de 1941.5
El estado Checoslovaco no existió pero el gobierno en el exilio

2 Dejmek, Jindřich. Československo, 95-99.


3 Moravcová, Dagmar y Pavel Bělina. Kapitoly z dějin mezinárodních vztahů
1914-1941 (Praha: Institut pro středoevropskou kulturu a politiku 1998), 134;
Igor Lukeš, Československo mezi Stalinem a Hitlerem. Benešova cesta k Mnichovu
(Praha: Prostor 1999) 53-61; Alexandr Ort, “Koncepce československé zahraniční
politiky” En: Československo 1918-1938. Osudy demokracie ve střední Evropě 2, eds.
Jaroslav Valenta, Emil Horáček, Josef Harna (Praha: Historický ústav Akademie
věd České republiky 1999), 498.
4 Hay muchos libros sobre este tema. Para obtener más información, consulte
por ejemplo Klíma Vlastimil, 1938: Měli jsme kapitulovat? (Praha: Nakladatelství
Lidové noviny 2012); Igor Lukeš, Československo mezi Stalinem a Hitlerem, 172-189;
Miloslav John, Září 1938. Role a postoje spojenců ČSR (Olomouc: Votobia 2000); Jan
Kuklík y Jan Němeček y Jaroslav Šebek, Dlouhé stíny Mnichova. Mnichovská dohoda
očima signatářů a její dopady na Československo (Praha: Auditorium 2011); Antonín
Klimek y Eduard Kubů, Československá zahraniční politika, 92-94.
5 Durman, Karel. Popely ještě žhavé I. Válka a nukleární mír (Praha: Karolinum
2004), 39-41.

92
en Londres representó sus intereses.6 La relación mutua cambió
después del ataque de Alemania contra la Unión Soviética. Ya en
julio de 1941 el gobierno checoslovaco en el exilio y la Unión So-
viética irmaron un nuevo acuerdo gracias al que se restauraron
las relaciones diplomáticas mutuas. Además, Stalin reconoció el
gobierno checoslovaco en el exilio encabezado por el ex presiden-
te Edvard Beneš y se negó a reconocer el Acuerdo de Múnich.7
Sobre todo a partir del año 1943 los políticos en el exilio pre-
sentían que en el caso de posible derrota de la Alemania Nazi,
Stalin ganaría mucha inluencia en Europa. Por esta razón fue
necesario garantizar que después de la guerra no interviniera de-
masiado en el desarrollo interno de Checoslovaquia. Asimismo,
Beneš concluyó que tras la „traición“ por parte de las potencias
occidentales que irmaron el Acuerdo de Múnich iba a ser nece-
sario establecer una relación más cercana con la Unión Soviética.8
Con estas condiciones como base fue irmado en Moscú en di-
ciembre de 1943 el Tratado Checoslovaco-soviético de amistad,
ayuda mutua y cooperación de postguerra. Otro punto impor-
tante fue garantía mutua de respeto a la autonomía y soberanía
nacional y también compromiso a no intervenir en los asuntos
interiores del otro. Como pudimos ver más tarde, Stalin no pensó
cumplir con su compromiso. Fue este acuerdo que, según los his-
tóricos, inluyó la principal orientación política internacional de
Checoslovaquia después de la Segunda Guerra Mundial.9
Al inal de la Segunda Guerra Mundial, Stalin ya empezó a
mostrar a Checoslovaquia que planes tenía con Europa Central.
Aunque todavía en el año 1943 declaró que Checoslovaquia de-
bería volver a las fronteras de antes de septiembre de 1938 (o sea,
su forma de entreguerras), un año más tarde tomó medidas que
demostraban lo contrario. En la época de entreguerras, la Repú-
blica checoslovaca fue formada por tres unidades territoriales.
Los Países Checos en el oeste, Eslovaquia en el este y aún más

6 Kuklík, Jan. Londýnský exil a obnova československého státu 1938-1945 (Praha:


Karolinum 1998).
7 Dejmek, Jindřich. Československo, 99-106.
8 Beneš, Edvard. Šest let exilu a druhé světové války (Praha: Orbis 1946), 220.
9 Janáček, František y Jan Němeček. „Reality a iluze Benešovy „ruské“ politiky
1939-1945,“ en Edvard Beneš – československý a evropský politik (Praha: Nadace Jiří-
ho z Poděbrad pro evropskou spolupráci 1994), 71-97.

93
lejos al este, Rutenia Subcarpatiana. Durante la guerra fue creado
el Protectorado de Bohemia y Moravia (los Países Checos), Eslo-
vaquia proclamó su independencia y se encontró bajo una fuerte
inluencia de la Alemania Nazi, mientras que Hungría ocupó la
zona de Rutenia Subcarpatiana.
Este último territorio fue uno de los que Stalin quería anexio-
nar a la Unión Soviética. En otoño del 1944 la armada soviética
durante su avance por Rutenia Subcarpatiana no permitió resta-
blecer la administración checoslovaca en esta área ya. Además,
con la ayuda de los comunistas y las fuerzas de seguridad, Stalin
inició campaña por la anexión de Rutenia a la Unión Soviética. La
campaña culminó a inales de junio de 1945 con irma del tratado
de cesión de Rutenia a la Unión Soviética, que para Checoslova-
quia signiicó pérdida de esta zona.10

De admiración a odio. Relaciones checoslovaco-soviéticas


entre los años 1945 y 1968/9
Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, la
Unión Soviética, o el Ejército Rojo, gozaba de una gran popula-
ridad en Checoslovaquia. Gracias a esto, también los comunis-
tas fortalecieron sus posiciones aprovechándose de la euforia de
posguerra y la popularidad de la Unión Soviética. Cuando en la
primavera de 1945 los tanques soviéticos recorrían las ciudades
checas, los habitantes les dieron la bienvenida como a liberadores
y “apóstoles de la libertad y orden justo“. No veían a los soldados
soviéticos como un posible peligro sino como héroes y salvado-
res. No es sorprendente entonces que el Partido Comunista ganó
las elecciones de 1946.11 Aparte de la popularidad del Ejército
Rojo actuó también el hecho de que la mayoría de los partidos
derechistas checoslovacos fue prohibida después de la Segunda
Guerra Mundial.

10 Brod, Toman. „Spor kolem Zakarpatska (1944-1945)“, Slovanský přehled, LIV,


no. 4, 1968: 340-352; Jan Němeček, „Edvard Beneš a Podkarpatská Rus 1939-1945,“
En: Záverečná fáza druhej svetovej vojny a oslobodenie Slovenska (Bratislava: Vojenský
historický ústav MO SR 1996), 174-181; František Němec y Vladimír Moudrý, The
Soviet Seizure of Subcarpathian Ruthenia (Toronto: W. B. Anderson 1955).
11 Křen, Jan. Dvě století Evropy (Praha: Argo 2005), 574-575.

94
En cuanto a la política exterior, quedó claro que la recién res-
tablecida República Checoslovaca iba a orientarse mucho más ha-
cia la Unión Soviética. Ésta quería formar estados satélite en Eu-
ropa Central y del Este subordinados económica y políticamente,
Checoslovaquia entre ellos. Sin embargo, Stalin seguía estando
prudente porque no quería provocar ningún conlicto entre las
potencias occidentales y la Unión Soviética. El cambio se produjo
en el año 1947 cuando no solamente en Checoslovaquia empezó a
disminuir el inicial entusiasmo por la Unión Soviética y asimismo
se debilitó la popularidad del partido comunista. Por eso Stalin
decidió reforzar el control sobre Europa Central y del Este. Este
deseo suyo se manifestó de una forma clara durante las negocia-
ciones sobre el llamado Plan Marshall en el año 1947.
Dados los problemas económicos después de la Segunda
Guerra Mundial, Checoslovaquia decidió aceptar la invitación
a la conferencia internacional en París, donde se debía negociar
la ayuda económica concreta en el marco del Plan Marshall. Al
principio, Stalin consideraba la participación. Incluso impulsó
al gobierno Checoslovaco a que manifestara interés en recibir la
ayuda americana. Después de haber averiguado las condiciones
concretas, la unión Soviética rechazó la participación y obligó a
Checoslovaquia a hacer lo mismo. Stalin temía que, formando
parte del Plan Marshall, Checoslovaquia podría acercarse a las
potencias del occidente y alejarse de la inluencia soviética. La
anulación de la participación checoslovaca en el Plan Marshall
afectó a Checoslovaquia no solo económicamente sino también
signiicó otra debilitación de las relaciones con el Oeste y el creci-
miento de la dependencia de la Unión Soviética.12 El resultado de
la política de presión de Stalin fue, entre otros acontecimientos,
el Golpe de Estado en febrero de 1948, que instauró el régimen
comunista totalitario en Checoslovaquia.13
El período entre los años 1948 y 1956 se caracteriza por sovie-
tización intensa de todas las esferas de la vida en Checoslovaquia.

12 Prokš, Petr. „Československo na rozcestí. Marshallův plán a únor 1948,“


Slovanský přehled, LXXIX, no. 2, 1993: 170-183; Karel Krátký, „Československo a
Marshallův plán. K 50. výročí projevu G. C. Marshalla,“ Mezinárodní politika, XXI,
no. 5, 1997: 22-24; Michail M. Narinskij, „Sovětský svaz a Marshallův plán,“ Sou-
dobé dějiny, IV, no. 3-4, 1997: 479-491.
13 Kaplan, Karel. Národní fronta 1948-1960 (Praha: Academia 2012), 9-39.

95
En práctica signiicó una total subordinación a los requisitos so-
viéticos, imitación de los modelos soviéticos en industria, agricul-
tura, ejército y cultura. En el año 1949 se constituyó el Consejo de
Ayuda Mutua Económica (CAME),14 que servía como instrumen-
to soviético de coordinación económica de los estados satélite.
Checoslovaquia, entre los países del bloque del Este, fue conside-
rada un país económicamente desarrollado que debía ayudar a la
Unión Soviética y sus satélites a posibilitar una amplia industria-
lización.15 Durante la Guerra de Corea, Checoslovaquia tuvo que
cambiar sus planes económicos y bajo la presión de Moscú los
enfocó en la guerra. Este cambio causó colapso económico.
En Checoslovaquia, a partir del año 1948, comenzaron a te-
ner lugar procesos políticos según el modelo soviético. Éstos se
dirigían contra todos los estratos sociales, los altos representan-
tes del Partido Comunista incluidos. En los principales procesos
también tomaron parte asesores soviéticos, quienes, por ejemplo,
aconsejaban a los interrogadores de qué manera debían lograr la
confesión de los acusados.16
Los asesores soviéticos jugaban un papel importante en el
sistema de división del poder en Checoslovaquia entre los años
1949 y 1956. Trabajaron en muchas instituciones centrales y su-
bordinadas. Su principal labor fue introducir la práctica soviética,
el modelo soviético. Aunque no disponían de ninguna responsa-
bilidad constitucional ni política, disponían de gran autoridad.
El desacuerdo u oposición contra ellos se consideraba expresión
de enemistad política o actitud antisoviética. La relación de sub-
ordinación a los asesores soviéticos llegó hasta tal grado que no
solamente limitaba las competencias, la autoridad y la soberanía

14 Kaplan, Karel. Československo v RVHP 1949-1956 (Praha: Ústav pro soudobé


dějiny Akademie věd České republiky 1995).
15 Křen, Jan. Dvě století Evropy, 632-633.
16 Cuhra, Jaroslav. „Nechci dnes psáti o tom, co všechno dobrého již přineslo
straně prověřování“. Stranické prověrky 1948 a 1950,“ en Prověrky a jejich místo
v komunistickém vládnutí. Československo 1948-1989, Marie Černá, Jaroslav Cuhra
eds. (Praha: Ústav pro soudobé dějiny AV ČR 2013), 12-19; Karel Kaplan y Pavel
Paleček, Komunistický režim a politické procesy v Československu (Brno: Barrister &
Principal 2008), 37-52; Karel Kaplan, Největší politický proces. M. Horáková a spol.
(Praha: Ústav pro soudobé dějiny AV ČR 1995); Karel Kaplan, Political Persecution
in Czechoslovakia 1948-1972 (Köln: Index 1983).

96
de los funcionarios y los órganos checoslovacos sino también pa-
ralizó la iniciativa y las actividades de sus propias instituciones.17
Después de la muerte de Stalin se produjeron algunos cam-
bios.18 El nuevo Primer Secretario, Nikita S. Krushchov, en el 1956
criticó el culto a la personalidad de Stalin y proclamó la llamada
política del Nuevo Curso.19 El bloque del Este se retiró de los al-
tos requisitos en el campo de la producción de armas y otros re-
quisitos económicos. Todo esto, sin embargo, no signiicó ningún
debilitamiento de relaciones entre Moscú y sus satélites. Checo-
slovaquia se quedó absolutamente sujeta a los planes soviéticos.
Moscú seguía interviniendo en la política interior del país. Ni tras
la muerte de Stalin los funcionarios dirigentes del Partido Comu-
nista se esforzaron por una política más autónoma. El cambio en
el puesto del Secretario General del Partido Comunista en el año
1964 tampoco cambió la política soviética hacia los satélites. A
pesar de todo, en los años sesenta el régimen checoslovaco empe-
zó a liberarse. La represión de la Revolución húngara y el parcial
conocimiento del trasfondo de los procesos políticos provocaron
dudas sobre el sistema político vigente hasta entre algunos de
los miembros del Partido Comunista. Checoslovaquia, aún así,
no ponía en duda la autoridad de Moscú, que la consideraba un
aliado iel durante mucho tiempo.20
Los esfuerzos de reforma culminaron en el año 1968 con la
llamada Primavera de Praga.21 Dentro del Partido Comunista
Checoslovaco llegó al poder el grupo pro reformista y el desarro-
llo tomó el rumbo que Moscú no estuvo dispuesto a tolerar. Los
acontecimientos en Praga sobrepasaron los límites. Los estados

17 Dejmek, Jindřich. Československo, 110-115.


18 Reiman, Michal. „Chruščov a jeho zahraniční politika,“ en Studená válka 1954-
1964. Sovětské dokumenty v českých archivech, Michal Reiman y Petr Luňák eds.
(Brno: Doplněk 2000), 15-21; Petr Luňák, „Studená válka v letech 1954-1964: inter-
pretační esej,“ en Studená válka 1954-1964, 405-412.
19 Kotyk, Václav. Vznik, vývoj a rozpad sovětského bloku (Praha: Oeconomica
2009), 100-132; Michal Reiman, „Chruščov a jeho zahraniční politika,“ 21-25.
20 Kapla, Karel. Kořeny československé reformy 1968 (Brno: Doplněk 2000); Karel
Kaplan, Kronika komunistického Československa. Kořeny reformy 1956-1968. Společ-
nost a moc (Brno: Barrister & Principal 2008), 589-768.
21 Vančura, Jiří. Naděje a zklamání. Pražské jaro 1968 (Praha: Mladá fronta 1990);
Petr Skala (eds.), Československé jaro 1968. Naděje, sny, realita (Praha: Národní mu-
zeum 2008).

97
del Bloque del Este mostraron claramente su desacuerdo con lo
que pasaba en Checoslovaquia en la reunión de los miembros del
Pacto de Varsovia en marzo de 1968 en Dresde. A principios de
abril, como más tarde, el mando del ejército soviético empezó a
proyectar la Operación Dunaj (Danubio). Fue plan de invasión
militar a Checoslovaquia.22
Brezhnev intentó convencer la dirección pro reformista del
Partido Comunista Checoslovaco que parara las reformas pero
no tuvo éxito. Durante la primera mitad de julio, los líderes del
Partido Comunista debían participar en la siguiente sesión del
Pacto de Varsovia en Varsovia, preocupados por la crítica que po-
drían recibir, rechazaron participar.23 Para la Unión Soviética y
los demás países del bloque del Este ésta fue una obvia prueba de
que Checoslovaquia tenía la intención de “separarse”.24 Al inal,
pese a otras negociaciones, el 18 de agosto de 1968 cinco estados
del Pacto de Varsovia (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéti-
cas (URSS), Hungría, Bulgaria, Polonia y la República Democrá-
tica Alemana) aprobaron la invasión militar a Checoslovaquia.
Durante la noche del 20 al 21 de agosto sus ejércitos iniciaron la
operación que terminó con la ocupación absoluta del territorio
checoslovaco.25
Los líderes del Partido Comunista fueron obligados a ir a Mos-
cú donde bajo presión irmaron el llamado Protocolo de Moscú se-
gún el que Checoslovaquia tuvo que aceptar todos los requisitos
soviéticos cuyo in fue la eliminación del proceso democrático. En
octubre de 1968 Moscú impuso a Checoslovaquia acuerdo sobre
la presencia del ejército soviético de ocupación en Checoslovaquia
sin limitación de tiempo. Esta ocupación sigue afectando las rela-
ciones de Checoslovaquia (República Checa) hacia la Unión Sovié-
tica, hoy en día Rusia. Los recuerdos de este acontecimiento son
una de las causas principales del ánimo anti ruso en la sociedad

22 Durman, Karel. Útěk od praporů (Praha: Karolinum 1998), 84-86.


23 Durman, Karel. Útěk od praporů, 93-96.
24 Vykoukal, Jiří. Bohuslav Litera y Miroslav Tejchman, Východ. Vznik, vývoj a
rozpad sovětského bloku 1944-1989 (Praha: Libri 2000), 350.
25 Povolný, Daniel. Vojenské řešení Pražského jara. I. Invaze armád Varšav-
ské smlouvy (Praha: Ministerstvo obrany České republiky 2008 [citado el 20 de
mayo 2013]), disponible en htp://www.army.cz/assets/multimedia-a-knihovna/
publikace/vojenska-historie/20-prazske-jaro_i-dil_-internet.pdf, 97-136.

98
checa. Como una especie de protesta se quemó estudiante de la
Universidad Carolina Jan Palach en enero de 1969.26
El ánimo antisoviético de la gente se manifestó también du-
rante el Campeonato Mundial de Hockey sobre Hielo en Suecia
en 1969. Los jugadores checoslovacos vencieron a los de la Unión
Soviética dos veces en una semana. La gente vio este triunfo
como una revancha por la ocupación de agosto. Salieron a la ca-
lle para demostrar su alegría pero también su descontento con la
ocupación de la república. La policía nacional se aprovechó de
estos acontecimientos. Sus agentes tramaron un ataque contra la
oicina de la compañía aérea soviética Aerolot en la Plaza de Ven-
ceslao en Praga. Empezaron a tirar adoquines contra el escapara-
te de la compañía y la gente se dejó llevar por los provocadores.
Las actividades antisoviéticas sirvieron a Moscú como pretexto
para presión política sobre Checoslovaquia. Los políticos de Kre-
mlin amenazaron que si estas actividades no terminaran en Pra-
ga, ejercerían la fuerza. Por esta razón se movilizaron las tropas
militares soviéticas. La Unión Soviética aprovechó esta oportuni-
dad para presionar sobre los últimos políticos pro reformistas y
hacerlos dimitir.27 Así empezó una nueva etapa de las relaciones
checoslovaco-soviéticas.

De la ocupación a la caída del comunismo


La época de la llamada normalización se data en la historia
del régimen comunista en Checoslovaquia entre los años 1969 y
1989, aunque la intervención de los cinco estados del Pacto de
Varsovia al territorio checoslovaco el día 21 de agosto de 1968
también podría considerarse hito. El objetivo principal de la nor-
malización fue renovar y estabilizar el monopolio del poder del
Partido Comunista, concentrar todo el poder en las manos de su
nueva dirección y tomar de nuevo el control sobre la sociedad.

26 Blažek, Petr. Patrik Eichler, Jakub Jareš, Jan Palach 69 (Praha: FF UK v Praze,
Togga, Ústav pro studium totalitních režimů 2009).
27 Doskočil, Zdeněk. „Hokejové demonstrace v červnu 1969 a jejich bezpro-
střední ohlas,“ En: Svět historie – historikův svět. Sborník profesoru Robertu Kvačkovi
(Liberec: Technická univerzita v Liberci 2007), 587-611; Zdeněk Doskočil, Duben
1969. Anatomie jednoho mocenského zvratu (Brno: Doplněk 2006), 96-113.

99
Los intereses de la Unión Soviética jugaron, por supuesto, un pa-
pel muy importante en la normalización.28
Moscú prestaba la mayor atención al Partido Comunista Che-
coslovaco que todavía tenía miembros que durante los años sesen-
ta apoyaban al movimiento reformista y se levantaron contra la
ocupación de agosto. Bajo la presión directa de la Unión Soviética
se produjeron cambios del personal en los órganos supremos. Los
puestos los ocuparon personas contra reformistas y pro soviéticas.
Las cribas se convirtieron en una herramienta política. Fun-
cionaron de tal manera que cada persona invocada tuvo que ex-
presar su acuerdo con la ocupación de Checoslovaquia (o la fra-
ternal ayuda de los ejércitos confraternados). Quienes se negaron
a hacerlo fueron echados del trabajo y obtuvieron registro en sus
documentos personales. Un registro así afectó la vida profesio-
nal pero en muchos casos también la privada de la persona. Casi
quinientos mil miembros fueron excluidos del Partido Socialista
Checoslovaco entre los años 1969 y 1971.29
La sociedad checoslovaca después del año 1969 se puede di-
vidir en tres grupos. El primero lo formaron los funcionarios que
gozaban de ventajas extraordinarias y tenían en sus manos todo
el poder político y económico. Fueron personas que estaban de
acuerdo con la ocupación de Checoslovaquia y durante la norma-
lización consiguieron cargos altos. El segundo grupo, en el otro
extremo de la sociedad, fue formado por personas afectadas por
el régimen. Sus derechos fueron limitados; por ejemplo no po-
dían ejercer ciertos empleos, sus hijos no podían estudiar en la
universidad.30 El tercer grupo, el más numeroso, se encontraba
entre los dos ya mencionados. Esta gente enfocó su atención en
sus intereses y necesidades personales y no interfería en la vida
política.

28 Procházka, Stanislav y Jiří Novotník. Vzpomínka po 40 letech. Komunistický re-


žim, sovětská okupace, normalizace jako okupační sovětizace. Národní neštěstí, které by
nemělo být zapomenuto (Brno: Tribun EU 2009), 37-61.
29 Černá, Marie. „Náš nepřítel oportunista. Prověrky roku 1970 v Českosloven-
sku“, En: Prověrky a jejich místo v komunistickém vládnutí. Československo 1948-1989,
Marie Černá, Jaroslav Cuhra eds. (Praha: Ústav pro soudobé dějiny AV ČR 2013),
72-93.
30 Vykoukal, Jiří. Bohuslav Litera y Miroslav Tejchman, Východ, 582-584.

100
La política se basaba en la falta de conianza en los ciudada-
nos y la limitación de su participación en gestión de los asuntos
públicos. A cambio de eso, el gobierno les ofreció seguridad social
y nivel de la vida que pertenecía entre los más altos dentro del Blo-
que Socialista. Tampoco ejercía recursos violentos contra los que
eran leales. Dada la situación, la mayoría de los habitantes aceptó
este “acuerdo”; sobre todo cuando después del año 1969 perdieron
la esperanza del cambio de las condiciones. Con esta estrategia, el
Partido Comunista consiguió una postura neutral o leal de la gente
ante la normalización. No obstante, solamente cuando la dirección
comunista cumplía con sus promesas sociales.
Los adversarios activos del régimen de normalización no lle-
garon a persuadir grandes grupos del pueblo y en consecuencia
de las medidas que tomó el régimen se encontraban aislados. Su
situación fue complicada también por la ausencia del movimiento
obrero oposicionista que en Checoslovaquia, a cambio de Polonia,
no se formó y que habría sido la base de la masa oposicionista.
La política exterior de Checoslovaquia durante la normaliza-
ción seguía con precisión las instrucciones de la Unión Soviética.
En 1971, durante la asamblea del partido, los comunistas checos-
lovacos declararon su agradecimiento a la URSS por la “ayuda”
militar en agosto de 1968. Durante el periodo de la nueva intensi-
icación de la Guerra Fría en la primera mitad de los años ochenta
del siglo XX, el gobierno checoslovaco manifestó su pleno apoyo
a la Unión Soviética.31
Otros cambios se produjeron en 1985 cuando la Unión So-
viética encabezada por Mijaíl Gorbachov comenzó con reformas
precavidas cuyo in fue racionalizar la economía soviética para
hacerla más eicaz y conducir al país fuera de la crisis económi-
ca.32 Los cambios de Gorbachov no les gustaron a muchos de los
representantes de los países del Bloque del Este, los checoslova-
cos incluidos. Los políticos praguenses conformes con la norma-
lización tenían miedo a las reformas y no las consideraban ne-
cesarias. La postura de la URSS ante el desarrollo de los estados
satélite también cambió. Gorbachov, con respecto a los proble-

31 Dejmek, Jindřich. Československo, 122-124.


32 Durman, Karel. Útěk od praporů, 297-389; Jiří Vykoukal, Bohuslav Litera y
Miroslav Tejchman, Východ, 644-686; Václav Kotyk, Vznik, vývoj a rozpad, 206-226.

101
mas que tenía que solucionar en la Unión Soviética, no quería
intervenir en los asuntos interiores de los demás países del blo-
que socialista. El régimen checoslovaco tuvo que enfrentarse con
una situación completamente nueva. La ausencia del control por
parte de la Unión Soviética fue inconcebible para algunos de los
funcionarios comunistas y la superaban con diicultad.
A partir del 1988, el régimen de normalización se enfrentaba
con una serie de actividades oposicionistas de gente de todos los
estratos sociales. En noviembre de 1989 se derrumbó el régimen
comunista.

Checoslovaquia en los planes militares de la Unión


Soviética
Para terminar quiero mencionar la implicación del ejército
checoslovaco en los planes militares de la Unión Soviética.33 La
armada checoslovaca se sovietizó sobre todo después de 1948
aunque ya entre los años 1945 y 1948 se aceptaron parcialmente
los modelos soviéticos. Kremlin inluía la estructuración de la ar-
mada checoslovaca y decidía sobre su estructura de organización,
sistema de mando, armamento, aparejo y por supuesto también
sobre las operaciones de combate del ejército. La industria de ar-
mas empezó a producir armas según las licencias soviéticas, la
educación militar cambió conforme con el modelo soviético, au-
mentó el número de oiciales que estudiaban en las universidades
y academias soviéticas igual que el número de los asesores sovié-
ticos en Checoslovaquia. En la época de la constitución del Pacto
de Varsovia, Checoslovaquia naturalmente formó parte de éste.
A partir del año 1948 se llevó a cabo eliminación paulatina
del cuerpo de oiciales de la armada checoslovaca. En la primera
fase se trató sobre todo de eliminar los generales y oiciales que
ejercían los cargos más altos en el ejército y proclamaban de una
forma abierta sus opiniones demócratas. Sus puestos los ocuparon
los comunistas.

33 Luňák, Petr. Plánování nemyslitelného. Československé válečné plány 1950-1990


(Praha: Ústav pro soudobé dějiny AV ČR, Dokořán 2008); Josef Fučík, Stín jaderné
války nad Evropou. Ke strategii vojenských bloků, operačním plánům a úloze Českoslo-
venské lidové armády armády na středoevropském válčišti v letech 1945-1968 (Praha:
Mladá fronta 2010), 152-210.

102
En los años siguientes también fueron perseguidos los oicia-
les en niveles inferiores de mando, sobre todo los que lucharon
en el Oeste durante la Segunda Guerra Mundial. El trato a los
pilotos que operaron en la aviación británica fue particularmente
vergonzoso. Muchos de los que no emigraron pasaron años en
cárcel. Durante las investigaciones se utilizaban métodos brutales
de tortura.
En cuanto a la estrategia militar del ejército checoslovaco, es-
tuvo sujeta a los planes de la URSS. Hasta la mitad de los años
cincuenta, la armada se preparaba para llevar el combate defen-
sivo. En práctica, tenía que rebatir el primer ataque del Oeste y
trasladar el combate al territorio del enemigo. La estrategia cam-
bió entre los años cincuenta y los años sesenta cuando se favore-
ció la estrategia ofensiva. El ejército checoslovaco debía vencer a
los ejércitos del Oeste instalados en la República Federal de Ale-
mania de una forma muy rápida y durante un par de días llegar
hasta Francia. La imposibilidad de este plan fue bastante obvia,
como, además, el ejército checoslovaco debía cumplir con este
plan con una mínima ayuda por parte del ejército soviético
El año 1968 es un hito importante porque a partir de esta fe-
cha las tropas militares soviéticas estuvieron presentes en el terri-
torio checoslovaco igual que las armas nucleares.34 Las competen-
cias decisorias estaban en las manos de los generales soviéticos.
La estrategia ofensiva permaneció vigente hasta la jefatura de
Gorbachov quien volvió a la estrategia defensiva.
Los gastos de la defensa de los miembros del Pacto de Varsovia
(en millones de dólares estadounidenses)35
1975 1980 1981
Bulgaria 457 1254 1346
Checoslovaquia 1706 3601 3796
Hungría 506 1067 1237
República Democrática Alemana 2550 4793 6593
Polonia 2011 5063 5408
Rumania 707 1361 1351

34 Madry, Jindřich. Sovětská okupace Československa, jeho normalizace v letech 1969


-1970 a role ozbrojených sil (Praha: Ústav pro soudobé dějiny AV ČR 1994).
35 Vykoukal, Jiří. Bohuslav Litera y Miroslav Tejchman, Východ, 476.

103
Conclusión
Dado el tema, no he podido comentar todos los aspectos de
las relaciones checoslovaco-soviéticas durante la Guerra Fría. Sin
embargo, quiero destacar que la dureza del régimen no fue la
misma durante todo ese tiempo. Los peores fueron los años cin-
cuenta. Los primeros años de la normalización los podemos con-
siderar la segunda cumbre de represiones aunque las sanciones
fueron más moderadas que en los años cincuenta. La vida nor-
mal y corriente estuvo sujeta a muchas limitaciones. Por razones
políticas, mucha gente no pudo viajar libremente al extranjero o
estudiar, otros fueron despedidos del trabajo o excluidos de la
escuela.
Según los datos de la Oicina de Documentación e Investi-
gación de los Crímenes del Comunismo, durante los años del
régimen comunista en Checoslovaquia 248 personas fueron eje-
cutadas por sus actividades políticas, 4 500 personas fallecieron
encarceladas y como mínimo 282 personas en su intento de esca-
parse del país. Más que 205 000 personas fueron condenadas a la
cárcel. 20 000 personas fueron mandadas a campos de trabajos
forzosos. En el año 1993 fue aceptada ley que condena el régimen
comunista checoslovaco.36

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106
¿Apertura al Occidente?
Rusia como un factor importante en las
relaciones internacionales en Europa
a inales del siglo XX y principios del
siglo XXI (1989-2012)

Martin Kovář

La política exterior soviética respecto a Europa central y


sudoriental y la crisis del Imperio Soviético en 1945–1989/91

R usia, y posteriormente la Unión Soviética, ha jugado un


papel importante en la política europea así como en la
política mundial desde los tiempos de Pedro el Grande, es decir,
desde inales de los siglos XVII y XVIII. Este papel ha sido absolu-
tamente fundamental desde el in de la segunda Guerra Mundial.
La liberación de gran parte de Europa Central y Sudoriental de
Alemania en 1944–1945, estableció una base para la creación del
llamado Bloque del Este (1945-1949), los países que se separaron
fueron: – de norte a sur – República Democrática Alemana (la
llamada Alemania Oriental), Polonia, Checoslovaquia, Hungría,
Bulgaria, Rumania, Yugoslavia y Albania. Aunque las relacio-
nes dentro de esta comunidad, dominada indiscutiblemente por
la inluencia de Moscú, no se podrían considerar siempre como
“ideales”, fue básicamente un bloque monolítico con una única
ideología comunista.1
Durante las cuatro décadas de su existencia, el llamado Blo-
que del Este pasó – a pesar de su aparente estabilidad – por varias
crisis graves. La primera fue la llamada “ruptura entre la Unión
Soviética y Yugoslavia”: un intenso conlicto político e ideológico

1 Más en Vykoukal, Jiří. Bohuslav Litera y Miroslav Tejchman, Vznik, vývoj a


rozpad sovětského bloku 1944–1989 (Praha: Libri 2000).

107
entre Joseph V. Stalin o, según el caso, entre Nikita S. Khrushchev
y Josip Broz Tito, líder del comunismo eslavo meridional, que
ocurrió entre 1948 y 1955 y que culminó en un acuerdo amistoso
aceptado por ambas partes implicadas. El segundo conlicto im-
portante dentro del Bloque Soviético fue representado por los lla-
mados “eventos húngaros” o “Revolución Húngara” de 1956, que
fue el intento de los húngaros de poner in al gobierno comunista
y liberarse de su dependencia a Moscú. El intento terminó – para
variar – con la invasión a Hungría por parte del ejército soviético,
la ejecución del premier ministro Imre Nagy y de sus colabora-
dores más cercanos, y el establecimiento de un estricto régimen
estalinista liderado por János Kádár. La tercera revuelta contra
Moscú se sublevó en 1968, esta vez desde Praga. Los esfuerzos de
los reformistas del Partido Comunista de Checoslovaquia, lidera-
dos por Alexander Dubček, por desarrollar el llamado “socialis-
mo con rostro humano”, que pretendía aumentar el liberalismo
político y económico del estricto sistema comunista, terminaron
de la misma forma que la Revolución Húngara de 1956. La inva-
sión de cinco tropas del Pacto de Varsovia (la Unión Soviética, Po-
lonia, Hungría y Alemania Oriental) puso in absoluto a todos los
sueños de la “Primavera de Praga” y llevó al poder a un grupo de
comunistas inescrupulosos y ambicioso qu – liderados por Gus-
táv Husák, Vasil Bilak y Milouš Jakeš – convirtieron a Checoslova-
quia en un Estado títere de Moscú. Esta triste situación continuó
hasta la llamada “Revolución de Terciopelo” en 1989.2 Doce años
después de la “Primavera de Praga”, en 1980, otra crisis estalló en
el Bloque Soviético: se creó en Polonia el sindicato independien-
te “Solidaridad” (Solidarność), cuyas actividades opositoras del
año siguiente hicieron que el General Wojciech Jaruzelski, líder
de los comunistas polacos, declarara estado de emergencia en el
país. Esta vez no hubo intervención externa, es decir por parte de
Moscú, principalmente por el miedo a la reacción de los Estados
Unidos – Ronald Reagan fue elegido presidente en noviembre de
1980 –, así como a una posible oposición inlexible de las fuer-
zas armadas polacas, por no hablar de los crecientes problemas
2 Más en Golan, Galia. The Czechoslovak Reform Movement: Communism in Crisis
1962–1968 (Cambridge: Cambridge University Press 1971; Golan, Galia. Reform
Rule in Czechoslovakia (Cambridge: Cambridge University Press 1973); Edmonds,
Robin. Soviet Foreign Policy. The Brezhnev Years (Oxford: Oxford University Press,
pp.38–43).

108
dentro de la misma Unión Soviética que fueron principalmente
de carácter económico y que propiciaría – ya a inales de 1970 y
principios de 1980 – una crisis sistemática de gran profundidad
que resultaría en el colapso del sistema comunista y la caída de la
Unión Soviética. 3
La igura principal de esta crisis fue Mijaíl S. Gorbachov,
después de las muertes sucesivas de Leonid I. Brézhnev (1982),
Yuri V. Andropov (1984) y Konstantín U. Chernenko (1985). El
joven líder del Estado Soviético (nacido en 1931) decidió rescatar
el sistema decadente por medio de una reforma radical, la lla-
mada “perestroika” así como la “glasnost” o “democratización”.
Sin embargo, esta política en realidad solo agravó la crisis del
sistema, que resultó no solo en la ruptura del Bloque Soviético
en 1989-1990, sino también en la caída de la misma Unión Sovié-
tica. El intento de los conspiradores comunistas por conservar la
Unión Soviética tal como era, fracasó; no obstante, Boris Yeltsin,
líder de la Federación autónoma de Rusia, asumió el poder cru-
cial. Por consiguiente, este cambio de poderes resultó en el in
aparente de la Unión Soviética y la declaración de la independen-
cia de Rusia. Conociendo ya el impacto de los eventos claves an-
tes mencionados, los cuales determinaron la posición de Rusia en
la escena internacional, en especial en Europa, nos permitiremos
examinarlos más detenidamente.4

La política exterior soviética y rusa respecto a Europa al


inal de la era de Mijaíl S. Gorbachov y en los años de Boris
Yeltsin y Vladímir Putin
La ruptura del llamado Bloque del Este a inales de 1989 y a
principios de 1990, agravó la crisis de la Unión Soviética; también
fueron prueba de esta crisis la terminación del Pacto de Varso-
via y las actividades del Consejo de Ayuda Mutua Económica en
1990 y 1991. En la escena política local, Mijaíl S. Gorbachov se
enfrentaría principalmente a los defensores de lo antiguo, es de-
cir de los dictámenes comunistas, en medio de la desconianza

3 Kamiński, Bartłomiej. The Collapse of State Socialism. The Case of Poland (Princ-
eton, NJ: Princeton University Press 1981, pp.102–115).
4 Durman, Karel. Útěk od praporů. Kreml a krize impéria 1964–1991 (Praha: Karo-
linum 1998, pp.439–486).

109
del público que no era capaz – a pesar de las múltiples reservas
frente al sistema comunista – de asimilar su disolución, y también
se enfrentaría a Boris Yeltsin quien estaba empeñado en ganar el
poder político decisivo del país.5
Podemos tomar prestadas las palabras de Colin Powell, gene-
ral y político americano, para describir las políticas exteriores so-
viéticas a inales de los años 1980 y a principios de los años l990, ya
que sin duda son verdaderas. Powell dice: “El sistema Soviético es
como una máquina que venía fallando desde hace mucho tiempo
hasta que por in se ha detenido. Ahora somos testigos de su des-
integración.” En lo que concierne a Europa – que es el foco de mi
conferencia –, la diicultad principal se debió a su incapacidad para
mantener a los Estados satélites bajo su control (Polonia, Checoslo-
vaquia, Hungría, entre otros), y especialmente a Alemania.
Entre más evidente era la dependencia de Alemania Oriental
a su vecino, Alemania Occidental, más se negaron los entonces lí-
deres de Alemania Oriental, concretamente Erich Honecker, líder
del comunismo de Alemania Oriental, a seguir a Moscú a nivel
ideológico; todo esto causó que la “cuestión alemana” se convir-
tiera en un tema importante. Sin embargo, la Unión Soviética solo
pudo ser espectadora del “drama intra-alemán” debido a su debi-
lidad económica y su incapacidad de intervenir de forma militar,
y simplemente no pudo prevenir el colapso de la Alemania Orien-
tal en 1989, la caída de Honecker, la caída voluntaria del Muro de
Berlín y la apertura de la frontera al Occidente.6 Además, hubo un
espíritu de rápida uniicación de los Estados Alemanes liderado
por el canciller de la Alemania Occidental, Helmut Kohl. Mijaíl S.
Gorbachov, que estaba cada vez más aislado en su país natal, se
alegró de al menos – sin exagerar – “recibir una suma sustancial
de dinero” por la uniicación. El inesperado y tranquilo proceso
de la uniicación signiicó para Bonn, antigua capital de la Alema-

5 Romancov, Michael. “Rusko a jeho pohled na mezinárodní systém”, Acta Po-


litologica, 1, No. 2, (2009), p.105. Más en Sakwa, Richard. The Rise and fall of the
Soviet Union 1917–1991, London–New York: Routledge 1999).
6 Ehler, Tomáš. USA a znovusjednocení německa. Diplomatický proces v letech
1989–1990 (Brno: Masarykova univerzita – Mezinárodní politologický ús-
tav2006), pp.13–90.

110
nia Occidental, un costo de 75 mil millones de marcos alemanes,
solo en la primera fase.7
Sin embargo, las consecuencias de la reuniicación de Alema-
nia fueron de gran alcance para Moscú y –podemos decir– catas-
tróicas. La reuniicación ha sido la mayor derrota diplomática
soviética, o para ser más preciso, la mayor derrota diplomática
rusa durante el siglo XX. Con la retirada de los soldados soviéti-
cos de Alemania, Polonia, Checoslovaquia y otros antiguos Esta-
dos satélites,8 la carrera política de Gorbachov terminó de facto, y
los representantes del complejo industrial-militar sufrieron gra-
ves frustraciones, comparables a la derrota en la guerra de Afga-
nistán (1979–1989).
La situación del colapso del gigante soviético fue aun peor
cuando surgieron rápidamente las preguntas sobre una futura
clase dirigente en las tres repúblicas bálticas –Lituania, Letonia y
Estonia–, a pesar de que el Occidente, liderado por Estados Uni-
dos, asumía la posición de “no le agreguemos más problemas a
Gorbachov”, es decir, “no intervengamos en los problemas inter-
nos de la Unión Soviética”. Especialmente, en la Casa Blanca pre-
dominaba la convicción que “si insistimos en la liberación de los
Estados Bálticos del yugo soviético, probablemente llevaríamos
a la caída de Gorbachov y podríamos afectar negativamente, esa
actitud respetuosa que ha tenido hacia los problemas de política
exterior.”9 Y desde el punto de vista de Washington, las conse-
cuencias de esto serían devastadoras.
Los últimos meses de la existencia de la Unión Soviética fue-
ron muy dramáticos. En agosto de 1991, el ya mencionado grupo
comunista apparatchiks, políticos y funcionarios de los “departa-

7 Véase Diekmann, Kai. Ralf George Reuth, Helmut Kohl: Ich wollte Deutschlands
Einheit (Berlin 1996, pp.421–444); Zubok, Vladislav M. “Gorbachev and the End of
the Cold War”, Cold War History, 2, (2002), pp. 104–106. Para más detalles véase:
Bierling, Stephan G. Wirtschaftshilfe fűr Moskau (Paderborn 1998); Stent, Angela E.
Russia and Germany Reborn (Princeton, NJ: Princeton University Press 1999).
8 Cfr. Aleš Hotmar, Pavel Minařík, Pozemní vojsko “Střední skupiny vojsk”, texto
en línea (htp://www.modely.cz/airshow/armyzgv.htm).
9 Bush, George H. W. Brent Scowcroft, A World Transformed (New York: Ran-
dom House 1998) 207; Spohr Readman, Kristina. “Between Political Rhetoric and
Realpolitik Calculations”, Cold War History, 2006, No. 1, pp.10–11.

111
mentos de poder”, con Gennady Yanáyev a la cabeza,10 intentó
restaurar el monopolio de poder del Partido Comunista de la
Unión Soviética y preservar la Unión Soviética, pero sus intentos
terminaron en fracaso. A los conspiradores les faltó coraje para
adoptar medidas más duras, y fue por esto que fallaron. Por el
contrario, Boris Yeltsin, líder de la Federación autónoma de Rusia
de facto, sí tuvo este coraje y fue quien se quedó al inal con la co-
rona de la victoria. En los siguientes meses, Yeltsin dejó a Gorba-
chov totalmente en las sombras, hizo que renunciara a su puesto
de Jefe de Estado y se posicionó como Jefe de Estado de la Rusia
independiente. Así terminó el experimento denominado la Unión
Soviética (1922–1991).
Los años de Yeltsin como Jefe de Estado de Rusia se pueden
describir como llenos de contradicciones. La desintegración com-
pleta de las estructuras antiguas de poder resultó en un caos sin
precedente en la historia moderna del país. En comparación con
1990, el producto interno bruto y la renta real per cápita habían
disminuido en un 50%, con una productividad agrícola de solo el
30%. Solo una doceava parte del presupuesto de Gorbachov se in-
virtió en educación. Las estructuras maiosas controlaban la eco-
nomía y gran parte de la administración del Estado. En cuanto a
las políticas exteriores, la importancia de Rusia había decaído aún
más, en comparación con la época de la Unión Soviética, y no solo
en las relaciones con los Estados Unidos, aun cuando los ameri-
canos preferirían a Yeltsin en el poder “a toda costa”. Un ejemplo
clásico de la caída del antiguo imperio fue – entre muchos otros – la
visita del presidente a la República Checa en 1993; mientras estuvo
allí, Yeltsin presentó sus disculpas por la invasión de Checoslova-
quia en 1968, lo que molestó a la élite política rusa.
En muchos aspectos, los Ministros de Relaciones Exteriores
durante el periodo de Yeltsin11 – Andrei V. Kozyrev (1991–1996),
Yevgeny M. Primakov (1996–1998) e Igor S. Ivanov (1998–2004),
quien mantuvo este puesto aun durante el primer año de presiden-

10 Durman, Karel. Popely ještě žhavé. Velká politika 1938–1991, Vol. II. Konce dobro-
družství (Praha: Karolinum 2009), p.449.
11 Más en: Colton, Timothy J. Yeltsin: a life (New York: Basic Books 2008); Andri-
janov, Viktor I. Odinokij car v Kremle: Boris Jelcion i jego komandy (Moskva: Pravda
1999); Mlečin, Leonid M. Kreml – prezidenty Rossii: strategija vlasti ot B. N. Jelcina
do V. V. Putina (Moskva: Centrpoligraf 2003).

112
cia de Vladímir Putin – estuvieron de acuerdo con las opiniones
de “su” presidente (opiniones muy parecidas, o se puede decir,
idénticas) y practicaron políticas similares (o idénticas). El primero
de ellos, Kozyrev, promovió –completamente de la forma antigua
(anticuada) de las políticas exteriores “soviéticas”– los términos
“área o países extranjeros lejanos”, “medios” y “cercanos”. Si nos
referimos a Europa, por ejemplo, los estados Bálticos, Ucrania y
Bielorrusia, pertenecían a la llamada “área extranjera cercana”, los
países del Grupo Visegrád, República Checa, Eslovaquia, Hungría
y Polonia, pertenecían a los “países extranjeros medios”, y el “área
extranjera lejana” llegaba hasta los Balcanes. Además, Kozyrev
formuló la “concepción de una alianza estratégica”, según la cual,
Rusia debería ser “el aliado respetado y coniable del Occidente”.
Sin embargo, en algunos casos en particular, por ejemplo en lo que
se refería a la extensión de la Organización del Tratado Atlántico
Norte (OTAN), Moscú utilizaba el medio y la retórica tradicional
(“soviética”, o “comunista” como algunos historiadores escribie-
ron); para los políticos rusos la OTAN era “los residuos de la Gue-
rra Fría” y su extensión estaba fuera de discusión. Moscú prefería
la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa
(OSCE), porque era más débil, frágil, y – a pesar de sus esfuerzos
– no era efectiva.
En los años de Yevgeny Primakov, la política exterior de Ru-
sia alcanzo una conceptualización clara. El objetivo principal fue
mejorar la posición del país en las relaciones internacionales. Sin
embargo, Primakov se dio cuenta de la debilidad de la econo-
mía del país y de su incapacidad de oponerse al Occidente, por
ejemplo, en la antigua Yugoslavia. Y por esto, el objetivo de Pri-
makov fue el fortalecimiento de las conexiones económicas de su
país con los Estados europeos de la esfera de inluencia de Ru-
sia (los llamados países extranjeros “cercanos” y “medios”) y la
ratiicación de un equilibrio de poderes entre Rusia, los Estados
de Europa Occidental y los Estados Unidos. Algunas de sus pro-
puestas fueron sintomáticas: por ejemplo, su propuesta de enviar
las fuerzas de la OSCE – la Organización para la Seguridad y la
Cooperación en Europa – a Irlanda (“debido al derramamiento
de sangre similar a la situación en los países balcánicos” [!]) o a
la República Federal de Alemania (“debido al auge de la extre-
ma derecha [Neofascista][!]). En estos discursos, planteamientos

113
y declaraciones, el Ministro de Relaciones Exteriores ruso actuó,
nuevamente, como en los años de la Guerra Fría. Y se puede decir
lo mismo sobre las dos guerras en Chechenia.
El ascenso al poder de Vladímir V. Putin12, primero como
Primer Ministro y luego como Presidente de Rusia, signiicó la
consolidación de las políticas exteriores activas. A primera vis-
ta, hubo mucho más dinamismo, pero las prioridades eran pa-
recidas: la primera era mantener la relación con las antiguas
repúblicas soviéticas, ahora independientes (Ucrania, Bielorru-
sia, etc), con los Estados Unidos de América y con los países de
Asia-Pacíico (China, India y Japón). En las relaciones con Europa
Occidental, Putin admitió que, al momento, para Rusia la única
posibilidad era cooperar con la Unión Europea y con la OTAN,
esto quedó claro concretamente después del “Once de Septiem-
bre” (11 de septiembre de 2001), cuando Putin expresó su irme
apoyo al presidente de los Estados Unidos, George Bush Jr., y a
sus aliados de Europa Occidental (el primer ministro británico,
Tony Blair; el primer ministro español, José María Aznar; entre
otros), en su “lucha contra el terrorismo internacional” y “contra
el eje del mal”; situación que generó sorpresa en Rusia, tanto en
los políticos rusos como en la “población común”. Una de las con-
secuencias derivadas (secundarias) de esta “especie de amistad”,
aunque temporal e inusual, entre Moscú, Washington e incluso
Londres, fue – por ejemplo – la construcción de bases militares
americanas en los países de la esfera de inluencia rusa, es de-
cir, en Uzbekistán y Kirguistán, sin mencionar la cooperación
estrecha de Estados Unidos con Turkmenistán y con Tayikistán,
lo cual tuvo que ser –de hecho– muy humillante para Moscú, ya
que todos estos países eran parte esencial de la Unión Soviética
comunista antes de su colapso en 1991.13
En las relaciones entre Rusia y la Unión Europea predomina-
ron, sin duda, las cuestiones económicas. La “cooperación prag-
mática” fue importante para Moscú y Bruselas, sin sentimiento, ni

12 Felštinskij, Jurij G. The Age of Assassins: the rise and rise of Vladimir Putin (Lon-
don: Gibson Square 2008); Desai, Padma. Conversations on Russia: reform from
Yeltsin to Putin (Oxford: Oxford University press 2006).
13 Morozov, Sergej S. Diplomatija V. V. Putina: vnešnjaja politika Rossii 1999–2004
gg. (Sankt-Petersburg: Izmajlovskij, 2004).

114
actitudes, ni diferencias políticas, ideológicas y morales.14 A prin-
cipios del siglo XXI, las fronteras de la Unión Europea estaban
cerradas a Rusia, y Vladímir Putin intentó, y aun intenta, formar
una unión –principalmente en Europa Central– que contrapese la
unión transatlántica entre América (Estados Unidos) y esta parte
del “viejo continente”. Para Putin y Dimitri A. Medvedev (su su-
cesor en la oicina presidencial de Rusia; 2008–2012), y desde esta
primavera, para Putin nuevamente, fue importante no renunciar
por completo a los intereses rusos en los Estados Bálticos para ga-
nar terreno en las negociaciones con Bruselas, en lo que respecta a
las visas y a Kaliningrado (en donde el enclave ruso está rodeado
totalmente por la Unión Europea), sin olvidar los intereses tra-
dicionalmente “soviéticos”, o si se desea, los intereses rusos, en
Ucrania, Bielorrusia, Moldavia y en Europa Central.
Moscú tuvo – y tiene – herramientas muy efectivas para la
preservación y consolidación de su inluencia en estas áreas: con-
cretamente, o tradicionalmente, “sus políticas energética” (No
olvidemos que la exportación de petróleo y de gas natural ha al-
canzado, a largo plazo, el 50% del total de las exportaciones ru-
sas, y muchos países europeos dependen, parcial o totalmente,
de estas fuentes).15 Esta situación es muy complicada y difícil de
resolver: por un lado, el presidente de Rusia ha asegurado en re-
petidas ocasiones a sus “colegas” de Europa Central y Occidental
que a “Rusia le interesa” la “estabilidad del mercado energéti-
co”, pero, al mismo tiempo (o por otro lado), ha demostrado a
veces su fuerza y su tendencia a “chantajear”.16 Por esto es muy
importante construir oleoductos “compensatorios” (por ejemplo,
el oleoducto Ingolstadt-Kralupy–Litvínov, que comienza en Ba-
viera donde se conecta con el oleoducto TAL (línea transalpinas)
que comienza en Trieste, Italia. El segundo ejemplo puede ser el
oleoducto del Báltico).
Se discute muy a menudo la cuestión de la inluencia rusa o
“el peligro ruso”, ya que Putin reairma de forma sistemática los
“intereses comerciales de Rusia”, principalmente (pero no úni-
14 Shevtsova, Lilia. Putin’s Russia (Washington D.C.: Carnegie Endowment
Browne 2005), p.269.
15 Cfr. www.eiu.com.
16 Litera, Bohuslav. Karel Hirman, Jiří Vykoukal y Jan Wanner, Ruské produkto-
vody a střední Evropa (Praha: Eurolex Bohemia 2003, p.215 f.).

115
camente) en los “países extranjeros cercanos” y “medios”: el nú-
mero de propietarios y copropietarios de importantes empresas
estratégicas en estos países ha aumentado desde 2000. Una de
las mejores conirmaciones es la situación en la actual República
Checa: las empresas con gran parte de accionistas rusos intentan
comprar el aeropuerto de Praga en Ruzyně (que próximamente
se llamará Aeropuerto Václav Havel) y participar en la construc-
ción de una extensión de la central nuclear en Temelín, Región
de la Bohemia Meridional. Por supuesto, esto tiene un impacto
muy peligrosos en los asuntos políticos internos (quiero decir, la
inluencia del partido comunista), por no hablar de las relacio-
nes entre los empresarios rusos “oiciales” y las estructuras del
crimen organizado en Rusia (concretamente las “maias rusas”).
Pero, ¡no nos reiramos solo a la República Checa o a Europa
Central! En países de Europa Occidental, como por ejemplo en
Gran Bretaña, la situación es muy parecida, lo que es, nuevamen-
te, muy peligroso para Gran Bretaña y el Occidente en general.
La capital del Reino Unido, Londres (así como Berlín, Fráncfort
del Meno, etc.), está llena de estudiantes rusos muy inteligentes,
muy trabajadores y bastante “comprometidos ideológicamente”
y también de “estudiantes”, de empresarios y también de “em-
presarios”, de diplomáticos y también de “diplomáticos”, etc.; y
la mayoría tiene como uno único objetivo claro – aunque no hay
(oicialmente) una Guerra Fría– el promover a cualquier costo la
posición e inluencia de su país, esta posición (o inluencia) al pa-
recer perdida totalmente después de los “años de terciopelo” o
“revolucionarios” de 1989–1991.
Todo esto signiica que en el año 2012 se puede hablar, sin
exagerar, de la “Apertura al Occidente” de Rusia y la verdad es
que nadie sabe a dónde más quieren (o pueden) llegar los polí-
ticos de Moscú en los próximos cinco o diez años. Por supuesto,
la actual Rusia y su “soberano” Vladímir Putin tienen muchos
problemas propios y serias diicultades, como el estancamiento
o la depresión de muchos sectores de la economía nacional, un
desarrollo demográico desfavorable, el aumento de opiniones
políticas en contra de Putin, etc.; por no hablar de la OTAN. Pero
si la historia nos ha enseñado algo, concretamente a los países de
Europa Central, es a estar alerta. Teniendo en cuenta todo esto,

116
después de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética de
la era de Stalin estaba de igual forma completamente agotada,
pero Stalin decidió, a pesar de esto, “abrirse al Occidente”, y el
resultado fue la conformación del Bloque Soviético o la esfera de
inluencia Soviética, la cual involucró muchos países de Europa
Central y Centro-meridional por más de cuarenta años.17

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118
Malvinas: escenario de juego de
poderes, guerra y trampa

Luis A. G. Somoza1

Introducción

E l conlicto de Malvinas puede considerarse como la pri-


mera guerra de tipo convencional que enfrentó la Repú-
blica Argentina durante el siglo XX.
En esos momentos, las Fuerzas Armadas argentinas ejercían
un gobierno de facto y acababan de concluir, con los resultados
hoy conocidos, un conlicto no convencional contra grupos de iz-
quierda de diferentes vertientes (castristas, guevaristas, maoístas,
etc.), dentro del marco de la denominada Guerra Fría.
Para entonces, Argentina tenía diferentes hipótesis de
conlictos, derivados de controversias en la demarcación de
fronteras con Chile –con quien en el año 1978 casi se entra en
guerra por la posesión de tres islas y la delimitación del Canal de
Beagle– y una permanente confrontación de intereses con Brasil.
Si bien Malvinas ha sido un reclamo permanente por parte
de Argentina a Gran Bretaña en los foros internacionales, nunca
se había pensado seriamente en la alternativa armada. Tal vez fue
el sueño trasnochado de algún personaje, pero hasta el año 1982,
no había sido la vía elegida por parte de ninguno de los gobiernos
anteriores.
Los planes y ejercicios elaborados durante años por las insti-
tuciones castrenses estaban dirigidos a enfrentar las hipótesis re-
feridas, pero nunca se planiicó una guerra con un país integrante
de la OTAN y aliado indiscutido de los Estados Unidos.

1 Profesor de Estrategia y Relaciones Internacionales Latinoamericanas.

119
Los argentinos han sido siempre especialistas en pelearse en-
tre ellos, en estudiar guerras pasadas, en prepararse para las que
nunca se darían y enfrentar aquella para la que no estaban prepa-
rados: Malvinas es un ejemplo de ello.
Vale mi homenaje para los 649 argentinos que perdieron la
vida en esta gesta, sirva mi reconocimiento a quienes volvieron
con vida, mutilados, heridos y afectados por enfrentar esa guerra,
como también para quienes, envueltos en un manto de honor y
gloria, supieron dar todo de sí para poder desde lo táctico, con-
vertirse en un ejemplo de coraje y abnegación, tratando de suplir
con esfuerzo, inteligencia y gran cuota de osadía, la irresponsable
decisión de quienes llevaron al país con sus fuerzas armadas a
un conlicto impensado y los han dejado en una situación que le
costará revertir aun con el paso del tiempo.
Mucho se ha escrito acerca del conlicto y la posible inope-
rancia de quienes decidieron empezar las operaciones, dejando
la duda a los observadores internacionales acerca de los legítimos
derechos de los argentinos sobre las islas, convirtiéndolo en un
país agresor, invasor del territorio en disputa y rompiendo una
larga tradición de negociaciones.
La explicación simplista del conlicto es la de deinirlo como
el recurso seleccionado por un gobierno militar que evidencia-
ba isuras y comenzaba a sufrir las primeras manifestaciones de
descontento por parte de las centrales obreras, y atribuir el mal
desempeño a la falta total de planiicación y a la improvisación
para llevar a cabo una guerra muy cara a los sentimientos de los
argentinos.
Al inalizar las operaciones con la rendición del 14 de junio
de l982, el gobierno militar comenzó su retiro de la escena política
al presentar la alternativa de una salida democrática, pero dejó a
las fuerzas armadas con el sentimiento de haber perdido una gue-
rra y al instrumento militar reducido a su mínima expresión, lo
que perdura hasta nuestros días y genera grandes interrogantes
para responder por parte de toda la sociedad argentina.
A 30 años de producido el hecho histórico, ¿podemos aún
sostener que todo fue producto de una decisión mal tomada, pé-
simamente ejecutada y con un costo moral y material para los

120
argentinos que la convierten en una gesta muy cuestionada a la
luz de los acontecimientos y resultados?
En este trabajo pretendo dar una versión diferente de los he-
chos, producto de una investigación, resultante de entrevistas,
lecturas y conversaciones con personas que me brindaron una
visión diferente de lo que la historia oicial se ha encargado de
resaltar.
Malvinas es el claro ejemplo de un conlicto inducido por la
inteligencia británica, la que con la complicidad de los Estados
Unidos, hizo que Argentina se viera envuelto en un conlicto con
resultado previsto, para permitir a los centro mundiales de poder
asegurarse el control de objetivos estratégicos y de recursos que
le otorgaran un lugar de preferencia en el mundo que hoy nos
toca vivir.
Malvinas es también una clara muestra de lo que puede lo-
grarse con astucia e inteligencia (Gran Bretaña) y lo que puede
perderse con ignorancia y soberbia (las de los generales argenti-
nos).
Es el objeto del presente trabajo, dar una visión inédita que
sirva para el juicio crítico y poder sacar experiencias que impidan
ser protagonistas de situaciones similares.

Antecedentes del conlicto


(Sinopsis Histórico–Geográica)
Las islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y las
rocosidades interpuestas conforman una sola e inseparable cues-
tión geopolítica. Intentar separar las pretensiones de soberanía
de las partes en litigio en un “caso Malvinas” y otro que englobe
al “resto de los mares y tierras australes” es solamente un artilu-
gio con inalidades dilatorias que perjudicará a la postre a la Re-
pública Argentina. Solamente y por las connotaciones singulares
que posee, las numerosas naciones que se hallan involucradas y
los Tratados irmados a los cuales nuestro país se ha adherido y
debemos respetar, compete escindir el sector Antártico de la pro-
blemática geopolítica del Atlántico Sur. La isla Grande de Tierra
del Fuego y las aguas y grupos insulares ubicados al sur de la
misma, comportan una realidad geopolítica distinta. Las largas e

121
históricas pretensiones chilenas sobre estos espacios, el hecho de
conigurar el engranaje geopolítico de ambos países (el bien lla-
mado “centro” de la república, en nuestro caso) y la conluencia
trioceánica hacen que la disputa sobre el sector adquiera aristas
especiales que obligan también a un estudio separado caso.
Por ende y desde esta óptica nuestro trabajo no se limitará a
particularizar sobre un grupo de islas en especial sino que tomará
el marco más general de todo el sector ocupado por nuestra pla-
taforma submarina, aguas adyacentes y tierras emergidas en po-
sición meridional al paralelo de los 50º de Latitud sur y aquellas
más alejadas al continente –estructuralmente unidas en el arco de
las Antillas australes– hasta el paralelo de 60° de latitud sur y que
conforman una supericie aproximada de 16.718 km2 de tierras2 y
2.816.000 km2 de aguas3 con sus correspondientes subsuelos, le-
chos marinos, espacios aéreos y riquezas ícticas, mineras y venta-
jas geoestratégicas derivadas.
La sola mención de las supericies referidas hace que el tema
adquiera especial relevancia. Las brevas de toda índole emana-
das del usufructo de ellas son, sin exagerarlas, de suiciente peso
como para dedicarles un tratamiento más que detallado. De ahí
que sea imprescindible profundizar en la historia de estos vastos
espacios meridionales con la metodología propia de la geogra-
fía humana y los indudables derechos que nuestro país posee; a
in de esclarecer lo que, interesadamente y a través del uso de la
fuerza y del hecho consumado, otras naciones han conseguido
desdibujar con el paso del tiempo. Por eso iniciaremos nuestro
estudio remontándonos a los orígenes del problema.

2 Distribuidas de la siguiente manera:


Islas Georgias del Sur: 4.164 km2
Islas Malvinas: 11.768 km2
Islas Sándwich del Sur: 300 km2
Isla de los Estados: 485 km2
Rocas Cormorán, Negra, etc.: 1 km2
Total: 16.718 km2
3 Estimación: Se toma cómo promedio la distancia islas Sándwich del Sur - cos-
ta Argentina Sudamericana (meridianos de 25° y 65º de longitud Oeste, a los 55°
de latitud Sur; 2.560 km.); y la diferencia entre los paralelos de 50° y 60º de latitud
Sur (1.100 km.)

122
Etapas geopolíticas del espacio austral
Primera Etapa. Del desconocimiento. (Hasta 1698)
Podemos denominarla también como la era del menospre-
cio, ya que por su posición geográica (excéntrica a los principales
teatros de luchas coloniales), por la intemperancia climática y la
adustez del medio físico, no hubo hasta esa fecha mayor interés
por parte de las monarquías en puga en usufructuar las riquezas
potenciales que escondían las aguas o tierras del lejano sur. Pue-
de aplicarse in extenso el caliicativo de “tierra maldita” con el que
Charles Darwin motejara a un sector de nuestra Patagonia siglos
después y traer a colación la frase de James Cook cuando visitara
el archipiélago de las Sándwich del Sur en el sentido de que “no
debía haber ninguna tierra más al sur, porque no podía haber nada más
inhóspito”; con lo cual, por la negativa, airmaba las condiciones
físicas en que hallara, allá por 1775, a las que bautizó como Thule
del Sur. Si bien la oscuridad histórica ha ocultado numerosos he-
chos y la pérdida de documentación (o la falta de ella) es abun-
dante, es dable suponer como numerosa la concurrencia de naves
europeas por la región, no sólo de las banderas frecuentemente
citadas, sino de otros países como Francia, Rusia, Noruega, Sue-
cia y Holanda4. Por ello no es de extrañar que a los nombres de
Fernando de Magallanes, Esteban Gómez, Pedro de Vera, Fernan-
do de Noronha, Américo Vespucio, Francis Drake, John Davis, John
Hawkins, Alonso de Camargo o William Dampier, se le unan otros
menos conocidos como los de los franceses Binot de Gonneville y
La Roche y los de los holandeses de Sebald de Weert, Willem Shou-
ten, Jacob Le Maire y Olivier van der Noort.
Los resultados de las exploraciones han sido, en muchos ca-
sos, celosamente guardados como secreto de Estado, ya que sólo
en algunas ocasiones o con mucho retraso aparecen graicados
en la cartografía de la época, lo que conlleva a pensar que más de
una nación albergaba, desde los albores del siglo XVI, la inten-
ción de explotar en su propio beneicio nuestro vasto espacio ma-
rítimo. Hecho este que, como veremos, se producirá más adelante
con connotaciones muy peculiares.
4 Groussac, Paul. Las Islas Malvinas. Buenos Aires: Edición de la Municipalidad
de la Ciudad de Buenos Aires, 1892. pág. 22. Paul Groussac cita solamente para
el lapso 1695 - 1749, 175 viajes efectuados por buques españoles; lo que da un
promedio de más de tres al año.

123
Por ese entonces, el centro del interés europeo convergía en
el Caribe, engranaje y divisoria geopolítica que constituía la con-
luencia de los apetitos hispanos, ingleses, holandeses y france-
ses. Esos territorios, en realidad, eran tomados como prenda de
pago en las diferencias que ocurrían sobre el viejo continente, de
acuerdo con los avatares de la política que cada monarca impe-
rante imponía y que piratas y ilibusteros depredaban a su antojo
y placer. Francos y británicos disputaban en América del Norte;
Portugal y Holanda en el lejano oriente. África era codiciada por
todos y tratada en la misma medida y de idéntica manera que
nuestro continente. La corona lusitana expandía sus intereses por
las tropicales tierras sudamericanas, y España acechada, pero aún
fuerte, respondía a cada adentelleo sobre sus carnes coloniales
con iguales acciones bélicas.
La explotación de metales preciosos, la búsqueda de especias
y, en menor medida, la producción alimentaria y el comercio fue-
ron los principales acicates que movilizaron a las potencias colo-
niales a su expansión territorial. Nada de ello se encontraba en el
sector que nos ocupa, motivo por el cual era lógico y congruente
el pasajero desinterés hacia el mismo. Europa no precisaba bas-
tiones defensivos en las heladas aguas atlánticas y la geopolítica
como ciencia, en aquella época, sólo balbuceaba sus primeras pa-
labras. En Francia, Jean Bodin estudiaba las relaciones entre el sue-
lo, el clima y la estructura del Estado, mientras que el itálico Juan
Botero, con similares argumentos, completaba los únicos ensayos
de la época en este aspecto.
La ciencia geográica, por esos años, digería ávidamente los
nuevos conocimientos que descubridores y aventureros acerca-
ban a naturalistas, cartógrafos y centros culturales en general.
Cabe entonces señalar que la posesión hispana de los archipiéla-
gos conocidos era indiscutida. No sólo por los tratados irmados
o las concesiones otorgadas sino también en mérito al derecho de
descubrimiento. De ahí que fuera más que aleatoria la acción de
navegantes al servicio de otras banderas (corsarios o explorado-
res) a través de las cuales, hoy, se pretenden adjudicar signiica-
dos políticos o crear argumentaciones de derecho internacional.

124
Segunda Etapa. De la incipiente colonización y la pesca
(1698 - 1833)
El año 1698 marcó el inicio de la actividad colonizadora or-
ganizada al fundarse la “Compañía de pesca del mar del sur”,
lo que devendría directamente en la colonización y poblamiento
de las islas Malvinas. Se debió a Francia este primer impulso y
la toponimia registra esta corruptela por provenir los primeros
pobladores del puerto de Saint Maló. En 1764 Luis Antonio de
Bougainville fundó puerto San Luis, y su intento fue seguido por
exploraciones oiciales de origen Inglés, las que culminaron con
la creación de Puerto Egmont. En 1767 los primeros y en 1774 los
segundos, se vieron obligados a evacuar ambos asentamientos,
no sin que antes mediara la lucha armada con los británicos. Es-
paña aún se imponía, pero las riquezas ícticas ya habían probado
ser abundantes y la depredación comenzada sobre las especies de
lobos, elefantes y leopardos marinos; focas, pingüinos y ballenas
no ha cesado, llegando hasta la casi extinción de algunas de ellas.
La iebre pilífera desatada en los países europeos, a los que se
unieron luego de su independencia, los Estados Unidos de Norte-
américa, fue un incentivo tan poderoso que llegó a marcar récord
que aún hoy parecen fantasías: un sólo sealer (así se denominaba
a los navíos foqueros) transportaba 112.000 pieles, producto de la
matanza de una sola cacería. En los siete primeros años del siglo
XIX se sacriicaron más de un millón de focas, lo que reportó a los
cazadores una suma aproximada a los siete millones de dólares...
de los de aquél entonces. En un lustro, en las islas Mcquaire se ex-
terminaron las colonias foqueras y loberas, obra de la tripulación
de un sólo barco de bandera británica y en las islas Georgias del
Sur la matanza fue total en las dos primeras décadas del mismo
siglo5. Estos ejemplos, tomados al azar, nos demuestran la inten-
sidad que adquirió el accionar de los comerciantes que surtían de
pieles, grasas y aceites al viejo mundo. Y así, esa descontrolada
cacería haría derivar cada vez más hacia el sur a los atrevidos na-
vegantes, dando origen al descubrimiento del continente Antár-
tico6. Como podemos observar, los dos ingredientes enunciados:

5 Citado en Lebedev, V. La Antártida. Buenos Aires: Editorial Cartago, 1965.


pág. 20.
6 “... la pesca menor no es menos productiva; en cuanto a la de la ballena y la
foca, antes tan fructífera, dos siglos de destrucción sin regla ni freno la han con-

125
pesca e inicial colonización se hicieron presentes por vez primera
en la región, a la que le conirió el carácter de área codiciada por
las potencias en pugna y cambió el panorama económico y los
aspectos geopolíticos de toda la zona austral7.
A lo largo del período muchos hechos de carácter histórico
adquirieron signiicación: la Revolución Francesa y el adveni-
miento de la era napoleónica: la ruptura de la hegemonía hispa-
na en tierras americanas; la derrota de Trafalgar; el ascenso en
el comercio de los Países Bajos; la independencia de los Estados
Unidos y la aparición en la escena, cada vez más creciente, de los
países nórdicos. También, la apertura de las rutas de navegación
de la India y Australia; la colonización periférica del continente
africano y el paulatino, pero el constante retraimiento de la coro-
na española, coniguraban el preludio cuyo inal era previsible:
la gesta independentista de América del Sur. Y fue sobre uno de
esos jóvenes países, dueño indiscutido de hecho y por derecho
de los mares y tierras sud atlánticas que caería todo el peso de la
infamia de la primera potencia del viejo continente.
Inglaterra había comenzado su revolución industrial. El ha-
cinamiento de la hambrienta población en ciudades y bocaminas,
la invención de la máquina de vapor en 1775, la creación de los
ferrocarriles y la rápida capitalización de los inversores privados
eran factores importantes que signaban las relaciones entre las
potencias coloniales. La geografía continuaba en su letargo, pero
esbozaba el inicio de su despertar con el adelanto cientíico que
le aportaban las disciplinas sistemáticas. Y la geopolítica salía a
la palestra a través de las ideas de Johann Gotfried Herder, con el
organicismo biológico del Estado; la doctrina Monroe, tan publi-
citada como poco aplicada, y las connotaciones político–sociales
emanadas de los trabajos ilosóicos de Guillermo Federico Hegel.
sumido de tal modo, que puede decirse casi no existe ya en estos parajes”. Esta
airmación pertenece a Paul Groussac en su clásico libro que merece el máximo
respeto y conocimiento por parte de todos los argentinos. Groussac, óp. cit., p. 14.
7 La importancia de la actividad pesquera y la caza queda más esclarecida si
se estudia detenidamente el incidente Vernet – Duncan, que derivará inmedia-
tamente en los conocidos sucesos que acarrearon la intervención de los estados
Unidos en las Malvinas. El Comandante de la “Lexington” procuraba “proteger a
los navíos de aquella nacionalidad que se dedicaban a la indiscriminada cacería,
mientras que Vernet cuidaba también sus propios derechos de pesca otorgados
por el gobierno Argentino”.

126
Tercera Etapa. De la usurpación y la importancia estratégica
(1833 – 1919)
En un trabajo recientemente reeditado8 y del cual hemos to-
mado con provecho algunas líneas directrices, el Dr. Federico
Daus destaca con especial interés la trascendencia de esta etapa
geopolítica. Y es que para todos los argentinos la presencia in-
glesa en nuestro suelo conigura un estigma difícil de ocultar ya
que hiere en lo más hondo a nuestros sentimientos nacionales. Si
bien es evidente que el hecho se consuma en el primer tercio del
siglo XIX, hay antecedentes que permiten airmar que la idea de
la usurpación habría germinado muchísimo antes; motivo por el
cual la etapa anterior se solapa con esta que estamos describiendo
en varios lustros.
Ya en 1748 el Comodoro George Anson9 indicaba al Almiran-
tazgo inglés la importancia geoestratégica derivada de la posi-
ción del archipiélago malvinense, dominando la boca oriental del
Estrecho de Magallanes y cortando, en línea recta, la comunica-
ción tri oceánica Pacíico–Atlántico– Antártica .
Un hecho no muy realzado por nuestra historia devendrá
como consecuencia de esta indicación a la que podríamos deno-
minar como “primera intentona inglesa en el Río de la Plata”, y
que fue llevada a cabo en 1763 por el Almirante John Mac Namara
y algunos navíos adicionales negreros y portugueses. El combate
planteado por el Gobernador Don Pedro de Cevallos hizo fraca-
sar, el 6 de Enero, a la expedición10, hecho al que seguiría en 1788
la ocupación británica de la Isla de los Estados y su posterior ex-
pulsión en el año 1791 por orden del Virrey Nicolás Francisco
Cristóbal del Campo, marqués de Loreto y la prohibición de na-
vegación y pesca a las naves inglesas emanadas del artículo VI de

8 Daus, Federico. “Reseña de las Islas Malvinas”. En: Boletín de GAEA, Sociedad
Argentina de Estudios Geográicos. N° 101, 1982, p. 5 y ss. (Originariamente editado
en 1955 como monografía del Instituto de Geografía de la Facultad de Filosofía
y Letras de la U.B.A.) El apéndice especial para la edición del Boletín de GAEA
remarca la importancia de las islas para el carboneo inglés durante el período.
9 Lord y posteriormente Almirante. De los 6 navíos con que se hizo a la mar en
1740, sólo uno, el “Centurión” y con él a bordo, regresó a Inglaterra. Groussac,
óp. cit., p. 113.
10 Montejano, Bernardino. “Francisco de Vitoria y la guerra del Atlántico Sur”.
En: Universitas. N°63 (Junio 1982).

127
la Convención del 24 de Octubre de 1790, conocida como Tratado
del Escorial11.
Los acontecimientos de 1806 y 1807 son conocidos por todos,
por lo cual obviamos entrar en detalles. Le sucede la época inde-
pendiente y en 1833 se consumó la usurpación a la que las pro-
testas, notas y argumentaciones de nuestro país no conseguirán
revertir. Es que la primera potencia naval del mundo, sustentada
por una hábil y astuta diplomacia, evadía inescrupulosamente
todas las presentaciones argentinas intentando que, con el correr
del tiempo, se diluyera la fuerza de las mismas. Porque la ocupa-
ción de las islas, conjuntamente con la de Suez, Singapur, Gibral-
tar, Ascensión, Santa Elena, Guayanas, etc., continuará siendo el
pivote sobre el cual girará la custodia de las rutas mercantes que
utiliza el comercio inglés y las respectivas bases de aprovisiona-
miento naval. También los puntos de partida de las consabidas
acciones de castigo que la “política de las cañoneras” impondría
en los primeros años del presente siglo.12
Este estado de cosas cosechó elogiados tributos durante 1914,
cuando la lota del Almirante Doveton Sturdee, al mando del “In-
vincible”, destruyó a su oponente germana comandada por el Al-
mirante Maximilian von Spee y con posterioridad, en 1939, cuando
buques con apoyo logístico en el archipiélago dirimieron el com-
bate del Río de la Plata.
La caza de la ballena como actividad residual de la depre-
dación descripta en la etapa precedente, marcaría jalones des-
tacables. Grytviken surge, en las Georgias del Sur, como centro
operativo y la lucrativa faena centra en las factorías insulares
su procesamiento. La labor cientíica en los archipiélagos inició
su actividad, siendo nuestro país un pionero en la investigación
marina, biológica y meteorológica, con bases que ostentaban una
labor ininterrumpida a pesar de las desfavorables condiciones
ambientales y la lejanía al solar patrio. Finalmente, completa el
11 Citado en Fraga, Jorge A. El mar y la Antártida en la geopolítica Argentina. Bue-
nos Aires: Instituto de Publicaciones Navales, 1980. p. 109. También citado como
Tratado “Nootka Sound”.
12 Es interesante repasar lo que muy elocuentemente describe el Primer Minis-
tro Inglés Winston Churchill en los tres primeros capítulos de sus memorias sobre
la primera guerra mundial. Véase: Churchill, Winston. La crisis mundial 1911 –
1918. Barcelona: Editorial Los Libros de Nuestro Tiempo, 1944.

128
cuadro la colonización que la rubia Albión llevara a cabo en las
Islas Malvinas, con la explotación turbera como base de sustenta-
ción energética y la crianza ovina para la exportación.
Gran Bretaña era la indiscutida potencia rectora del devenir
mundial. Sus teorías económicas como la división internacional
del trabajo le conieren a nuestro país una muy sectorizada parti-
cipación agro-exportadora cimentada en la feracidad pampeana
y en el trabajo de una masa inmigratoria de origen europeo; sus
intereses inancieros omnipresentes y omnipotentes; la intrusión
colonialista con las más dispares comarcas del orbe13 y el domi-
nio y usufructo en provecho propio de las avanzadas tecnologías
que posibilitan la aceleración del proceso industrial, aderezadas
cuidadosamente con aspergeos de laissez faire hábilmente distri-
buidos, le permiten gozar de una envidiable posición de privi-
legio, situación que se irradia por contagio al resto de los países
europeos, al Japón y a los Estados Unidos de Norteamérica. La
competencia que ello será una de las causales directas de la pri-
mera conlagración mundial.
El bienestar económico y las conquistas territoriales dieron
pie a un creciente y sano nacionalismo; es por ello que fueron
surgiendo impensadamente las ansias de los pobladores del viejo
mundo de “conocer” los dominios coloniales, iniciándose en la
mayor parte del hemisferio norte la formación de eruditos geó-
grafos que explicaban en detalle las características de las pose-
siones de ultramar14. En el reverdecer de la geografía descriptiva,
Alexander von Humboldt, Paul Vidal de la Blache, Alfred Hetner, von
Richthofen, Halford Mackinder y otros tantos, inscriben su nombre
en nuestra ciencia, a la que enriquecieron con sus teorías y traba-
jos. Y junto con ellos, Carl Riter, Friedrich Razel, Rudolf Kjellen y
Alfred Thayer Mahan instalaron sólidos y deinitivos cimientos de
la disciplina geopolítica: las relaciones entre el espacio y el Esta-
do, ahora encaradas a nivel ecuménico, fueron dadas a conocer
con variados enfoques metodológicos y pluralidad de escuelas en

13 Véase: Daus, Federico. El subdesarrollo Latinoamericano. Buenos Aires: Edito-


rial El Ateneo, 1976.
14 Sobre este tema hay una descripción sintética con abundante bibliografía en
CAPEL, Horacio: “Institucionalización de la Geografía y estrategia de la comu-
nidad cientíica de los geógrafos”. En: Geocrítica. Cuadernos Críticos de Geografía
Humana. N° 8-9 (1944).

129
pugna. Deterministas, posibilistas o con posterioridad probabilis-
tas, se adscribieron oportunamente a cada una de ellas.

Cuarta Etapa. Del decaimiento (1919 1976).


La inalización de la primera guerra mundial marcó el ini-
cio del anteúltimo capítulo de nuestro trabajo. Terminada la con-
tienda y ante un nuevo equilibrio mundial de fuerza, comienza
a tener decisiva preponderancia la injerencia estadounidense (a
pesar de los llamados internos solicitando un nuevo “aislacio-
nismo”). Con la desarticulación del poderío germánico y el en-
claustramiento ruso detrás de su nefasta ideología, aparecieron
los adelantos tecnológicos que demostrarían que los elementos
primitivos que posibilitaron la revolución industrial habían pa-
sado de moda: el petróleo y la energía eléctrica sustituyeron a
la hulla como productores de energía barata; el avión y el arma
aérea al transatlántico y la gran lota; la movilidad a la seguridad
emanada de las pautas ya probadas y la tradición.
La concentración inanciera y la acumulación de capitales
abandonaban a Europa para trasladarse masivamente a América
del Norte. Comenzaba a acrecentarse el saber y a acortarse las
distancias. El tiempo histórico adquiría velocidades nunca vistas.
La lucha entre estados nacionales era suplantada por el conlicto
ideológico y la integridad misma de la nación entraba en pugna
con la internacionalización de los factores económicos y la apa-
rición de bloques y entidades supranacionales que, en mayor o
menor medida, injerían en los asuntos privados de aquellos paí-
ses que no habían alcanzado un elevado desarrollo o una digna
independencia económica.
La apertura del canal de Panamá hizo perder, entretanto,
importancia estratégica a las rutas marítimas que pasaban por el
Cabo de Hornos o por el Estrecho de Magallanes. El comercio
mundial, especialmente el sudamericano, comenzó a ser domi-
nado por el “coloso del norte” y la antigua lucrativa actividad
pesquera fue desapareciendo paulatinamente ante el exterminio
de las especies codiciadas, suceso que se concretaría en forma de-
initiva con el cierre de las factorías balleneras en las islas Geor-
gias del Sur; hecho al cual no fue ajeno el perfeccionamiento de
los procesos de industrialización con sede en los buques nodrizas

130
que se dedicaban a aquella tarea. Gran Bretaña, no teniendo ma-
yores motivaciones para sostener su enclave colonial, comenzó
a perder parte del interés por el mismo. Las lanas provenientes
de las islas eran cada día sustituidas, en mayor medida, por las
ibras sintéticas. El mantenimiento de una estructura anacrónica
y universalmente condenada es posible de ser sostenida siempre
y cuando no sea muy onerosa y el statu quo de los archipiélagos
se revela conveniente mientras no cree mayores perjuicios que
beneicios. Pero es evidente que el interés por el sector decreció
rápidamente. Una vez inalizada la segunda guerra mundial y
habiendo perdido Gran Bretaña el esplendor que la caracterizara
en los dos siglos anteriores, Argentina inició auspiciosas conver-
saciones buscando la posibilidad de recuperar el dominio efecti-
vo sobre los vastos espacios marítimos australes, de manera pací-
ica, por la vía diplomática y a través de la negociación.
En el orden cientíico y hasta mediados de siglo, la geopolí-
tica pasó a ser considerada una disciplina desprestigiada y cau-
sa indirecta del advenimiento del nacional-socialismo al poder
y culpable, en gran medida, del gran holocausto mundial. Fue
revalorizada en su verdadera magnitud por los especialistas occi-
dentales y utilizada por estrategas y estadistas, aun cuando no se
lo reconociera oicialmente. Tanto Francia, Estados Unidos, Rusia
e Inglaterra, para mencionar sólo los países más destacados te-
nían sus propias corrientes y en Sudamérica se inició un desper-
tar, del cual la República Argentina no estaba ajena, cuando un
grupo de estudiosos comenzó a trazar las líneas directrices para
el mejor accionar geopolítico de la Nación. La mayor parte de
ellos provino de la ciencia geográica y del cuerpo de oiciales de
las Fuerzas Armadas. Todos, de una manera u otra, destacaron la
importancia que posee este vasto espacio para la consolidación
de la soberanía nacional.

Quinta Etapa. De los recursos energéticos, alimentarios y


minerales (1976 en adelante)
Una población isleña decreciente, un Tratado Antártico que
congelaba las apetencias nacionales por varios años, la extinción
de las riquezas pilíferas y sus propios problemas internos, todo,
conluyó a demostrar que el lejano sur no es propicio para la ru-

131
bia Albión. Sólo restaban auscultar los aspectos económicos para
la toma inal de la decisión. En 1976, es destacada al sur la misión
Shackleton para solucionar la incógnita. Es posible creer que el in-
forme producido por los integrantes de la misión inluyó en el áni-
mo del gobierno inglés ya que a partir de esa fecha se produjo un
brusco cambio de actitud y una creciente expectativa de la prensa
mundial por las potenciales –muchas veces exageradas– riquezas
que los mares, subsuelos y tierras pudieran contener. En realidad
el interés se ha ido desplazando desde estas últimas hacia los pri-
meros, porque lecho submarino es relativamente rico en nódulos
polimetálicos, aún cuando su explotación todavía sea antieconó-
mica y problemática. Pero la probable presencia de minerales es-
tratégicos o en vías de agotamiento en los placeres de la supericie
terrestre, como el cobre, el cobalto, el níquel, el torio y el titanio los
hacen apetecible15.
En la aguas pulula el “Krill” (Euphasia superba danae), consi-
derado por muchos como la reserva proteica de la humanidad, lo
cual, si se llegan a solucionar algunos problemas químicos pue-
de ser una realidad. En estos momentos es aprovechado por los
países del bloque oriental, donde ya integra, esporádicamente, la
alimentación de la población.
Las riquezas algológicas para la elaboración de itocoloides
destinados a las industrias textiles, alimentaria y medicinal, no es
despreciable. Es oportuno recordar que la producción nacional ra-
dicada en la Patagonia argentina ya se exporta al lejano oriente. Las
reservas pesqueras son notoriamente explotadas, en especial por
navíos europeos y japoneses. Es sabido que la harina de pescado
constituye un alimento barato y del cual se obtienen numerosos
subproductos. Por todo esto, es posible esperar mucho del mar. Y
si bien, la joven ciencia oceanográica sólo ha marcado los primeros
rumbos, la prospección geológica, con mayor certidumbre, ha se-
ñalado otra ventaja: el petróleo. En un mundo que ve agotarse este
mineral con rapidez por los crecientes consumos, las reservas en la

15 Véase: Beguery, Michel. La explotación de los océanos. Buenos Aires: Instituto


de Publicaciones Navales, 1978. pp. 97 y ss; y Goldberg, Edward. “Los minerales
marinos de manganeso”. En: Oceanografía, la última frontera. Veter, Richard, Ed.
Buenos Aires: Instituto de Publicaciones Navales, (1977). p. 49.

132
cuenca austral movilizan, lógicamente, los apetitos e intereses de
propios y extraños, de naciones y empresas.
Finalmente, y cual broche de oro, resurgen las apreciaciones
geoestratégicas. Se necesitarán bases terrestres de apoyo cercano
para el desarrollo de cualquiera de las actividades enunciadas.
Los vuelos transpolares remarcan la importancia de los dominios
australes. El rastreo satelital precisa bases en este confín del mun-
do. La franja de van Hallen se angosta, precisamente, sobre las
islas y este estrechamiento es utilizado por los navíos espaciales
para regresar al planeta, lo cual permite señalarlas como excelen-
tes sitios de observación y espionaje. El sector es paso obligado
hacia el continente helado, fantasía lejana de riquezas que espe-
ran ser descubiertas. Todo ello hace que se desate nuevamente la
codicia y que la Argentina vea una vez más relegadas, ¿cuántas
ya?, sus justas reclamaciones. Y tanto la paciencia como el sentido
del honor tienen un límite.

El conlicto argentino – británico a partir del 2 de Abril de


1982
Llegamos así a esta fecha histórica. El mundo se encontraba
dividido en dos grandes bloques, que como invisibles tenazas,
aprisionaban a seres y países. La aplicación in extremis del Trata-
do de Yalta posibilitó que en cada uno de estos dos hemisferios
geopolíticos, quienes a través de la fuerza usufructúan la direc-
ción de los mismos, decidieran a voluntad por el resto y la nación
que pretendía escapar a las reglas del juego ya dictaminadas de-
bería purgar perentoriamente su atrevimiento.
Hungría, Checoeslovaquia y Polonia quisieron transitar los
caminos de la libertad y la autodeterminación y pagaron un alto
precio por tal desobediencia. Irán, Panamá, y otros países recibie-
ron, desde el otro “polo”, duros correctivos por pretender desco-
nocer el ucase oportunamente dictado. La práctica del big shoot,
indiscriminadamente aplicada, otorga dividendos. Las presiones
de todo tipo que es necesario soportar en caso de disidencia, ha-
cen que el camino sólo sea transitado por los más audaces, los
más viriles o los más astutos. ¡Piénsese que Europa, otrora rectora
del orbe, cuna de cultura y de valores, fuente inacabable de tra-
diciones y poseedora de elevados índices de crecimiento econó-

133
mico, ha sucumbido ante esta realidad geopolítica que divide al
mundo actual!
La República Argentina por su posición geográica, total-
mente alejada de los teatros “calientes” en los cuales tanto Rusia
como Estados Unidos dirimían la supremacía mundial, conigur-
ba evidentemente una pieza muy poco importante en la relación
de fuerzas así planteada. Sus problemas y preocupaciones no
inquietaban. No posee riquezas apetecibles como para que por
ella se comprometiera la palabra empeñada. Su incidencia en el
mercado mundial es insigniicante. Su fuerza militar no gravita
más allá del marco regional y su peso político en los países desa-
rrollados era, a ojos vista, casi nulo.
Asimismo, sus reclamos de soberanía sobre el sector austral
podían seguir durmiendo el sueño de los justos ya que para los
dos colosos de norte, existían compromisos más importantes en
los cuales ijar la atención. De allí que fuera imprescindible hacer
“algo”. Y si el aserto de von Clausewiz de que la guerra es la diplo-
macia por otros medios es valedero, ese algo fue hecho. Dentro de
los cánones éticos y las pautas emergentes de una escala de valo-
res que, no occidente sino la República Argentina, supo mantener
altivamente a lo largo de todo el transcurso del conlicto.
Este conlicto que aún tiene sabor amargo en nuestras bo-
cas debía ser, necesariamente, limitado. Y no podía encarárselo
de otra manera. Las relaciones de costo-beneicio de toda acción
indican claramente que más allá de ciertas pérdidas, el beneicio
a obtener sería exiguo. Y esto incluye las humanas, si es que al-
guien se atreve a ijarles un precio.
A nadie, en su sano juicio, puede ocurrírsele que nuestro país
podía salir airoso de una contienda enfrentando a Inglaterra, y
menos aún con el apoyo descarado de los Estados Unidos y la
OTAN. Bajo ciertas pautas y dentro de un contexto pre-determi-
nado, limitando la acción a un manejo controlado de alternativas,
se podían obtener excelentes resultados inmediatos. Si esto fraca-
saba, quedaría siempre irme la posibilidad de conseguir por la
vía diplomática y la presión indirecta de terceras partes, lo que,

134
sin los hechos del 2 de Abril, se presentaba más lejano que nunca
para la patria16.
Y en esto radica, precisamente, el meollo de la teoría del con-
licto. En líneas generales se puede observar tres tipos de desen-
laces en toda guerra:
a) Que uno de los dos antagonistas venza totalmente al otro,
llegando así a la consecución de todos los objetivos propuestos.
La derrota de Cartago a manos del Imperio Romano y la de Ale-
mania en 1945 son dos ejemplos claros de lo antedicho.
b) Que ninguna de las partes llegue a coronar los objetivos
buscados una vez inalizada la contienda. Se cita la guerra de los
100 años como paradigma de este segundo caso.
c): La tercera posibilidad consiste en que, en un conlicto li-
mitado17, la parte vencedora en escaso tiempo pierda los logros
conseguidos en el campo de batalla. Y que el supuestamente de-
rrotado obtenga, en el corto plazo y por otras vías, lo que no al-
canzó por la fuerza de las armas. Es lo que bien se conoce como
una “victoria pírrica” haciendo alusión al rey de Epiro que, des-
pojado de sus Estados, se alió a su vencedor a quien inalmente
desposeyó y envenenó. Es la posibilidad de que el perdedor surja
realmente victorioso. Y ejemplos abundan, no sólo en la historia
antigua sino también en la moderna.

Desarrollo del conlicto


A partir de este punto es desde el cual comenzaremos a desa-
rrollar la historia no escrita, la no oicial y la que, difícilmente, sea
reconocida por parte de los actores involucrados.
Es probable que lo narrado en este espacio sea una más de
las historias propias de las “teorías conspiradoras” y, por ello,
16 Algunos de los lineamientos referentes a la temática del conlicto han sido
tomados de la conferencia que ofreciera el Contra Almirante (R. S.) Fernando
Alberto Milia en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A., el 14 de mayo de
1982, sobre “La sociedad ante el conlicto”. El disertante ha publicado además
numerosos escritos referidos al tema que pueden consultarse.
17 Realmente, sería llegar al absurdo pensar en otro tipo de conlicto. Con el
poder de destrucción de las armas atómicas, cualquier guerra total se convierte
en el aniquilamiento de los contendores. Automáticamente se pasa al segundo
caso, en el cual ninguna de las partes alcanza su objetivo.

135
muy difícil poder probarla. De hecho el lector notará la ausencia
de referencias bibliográicas ya que las mismas surgen de entre-
vistas personales realizadas por quien suscribe a protagonistas
que deberán ser preservados y que fueron amables al contar sus
vivencias sin que se los pueda identiicar.
Es a partir de ahora que señalaremos las alternativas de la
trampa en la que la Argentina se involucró sin darse cuenta del
papel que le estaban haciendo jugar el juego de poderes mundia-
les por la dominación de espacios universales de interés para las
grandes potencias.
Malvinas signiicó también una cruel manera de que los ar-
gentinos nos diéramos cuenta que no éramos tan importantes en
el escenario mundial, porque creíamos que jugábamos en la prin-
cipales ligas deportivas, pero la realidad era totalmente diferente.
Muchas son las oportunidades en las que los países realizan
acciones con repercusiones internacionales, pero en realidad no
son otra cosa que el cumplimiento de mandato de otra nación
más poderosa que, por diferentes motivos, les impide mostrarse
abiertamente para realizar esa acción y necesita de otro para que
lo haga por ellos. El tema es que el país que lo hace no se crea
que esa acción realizada por mandato genere lealtades o alianzas
permanentes.
Argentina tuvo varios momentos en los que cumplió esos
papeles secundarios: en 1979 cuando se proveyó armas y muni-
ciones al gobierno de Somoza en Nicaragua, quien estaba resis-
tiendo el avance de los Sandinistas; en 1981/82 cuando se brin-
dó apoyo a los Contras Nicaragüenses desde Honduras y, más
recientemente, en la década de los años 90, durante el gobierno
de Carlos Menem, cuando se suministró equipos militares a los
croatas en su lucha contra los serbios, hecho éste que terminó con
causas judiciales por contrabando de armas en el cual se vieron
involucrados varios funcionarios argentinos.
Volviendo al conlicto de Malvinas, ¿cuáles son los antece-
dentes directos que podemos enumerar para comprender el tras-
fondo de los hechos?
El 24 Marzo 1976 se inició el gobierno militar con el derroca-
miento del gobierno constitucional de la Presidente de la Nación

136
en ejercicio, Sra. María Estela Martínez de Perón, y también la
etapa inal de la lucha contra la guerrilla (1959-1979), con un dato
que no es menor, al apoyo de los sectores políticos de la Argenti-
na se sumó el del Partido Comunista Argentino18.
Este hecho es muy difícil de explicar porque cómo es posible
que un gobierno militar que se legitima en su accionar en la bús-
queda de neutralización de la guerrilla de izquierda haya tenido
el apoyo de la Cuba de Castro, con su Casa de las Américas, la
Tricontinental y la OLAS.
La respuesta habría que buscarla en dos posibles hechos: el
primero en que los militares argentinos que hicieron el golpe del
año 1976 eran en su mayoría antiperonistas y en eso coincidían
con el PCA, y la segunda en que los grupos guerrilleros que ac-
tuaban en nuestro país, y probablemente en la región, no eran
dependientes de la conducción soviética, y el foquismo llevado a
cabo en esos años habría respondido a otros objetivos que mere-
cerían otro desarrollo en un trabajo aparte.
Lo señalado precedentemente generó que en 1979, Argentina
no adhiriera al embargo cerealero a la URSS ordenado por los
EEUU por la invasión a Afganistán. Otra clara muestra de la falta
de conciencia del papel que jugó la Argentina al pretender ser un
equilibrista entre los dos bloques enfrentados en la Guerra Fría,
sin pensar que eso le podría acarrear consecuencias.
En el mes de diciembre de 1979, el teniente general Leopol-
do Galtieri fue nombrado Comandante en Jefe del Ejército y en
marzo 1981 asumió la presidencia de la Nación Argentina el el te-
niente general Roberto Eduardo Viola. No es un dato menor que
el teniente general Galtieri haubiera sido alumno en Academias
Militares de los Estados Unidos y por lo tanto conocido por los
norteamericanos, lo que no ocurría con el teniente general Viola.
Durante el mes de agosto 1981, Galtieri realizó el primer via-
je a los EEUU, que duró 10 días y tomó contactos con diferentes

18 Partido Comunista Argentino (Declaración 25 de marzo de 1976): Ayer, 24


de Marzo, las F.F.A.A. depusieron a la presidenta María E. Martínez, reempla-
zándola por una Junta Militar integrada por los comandantes de las tres armas.
No fue un suceso inesperado. La situación había llegado a un límite extremo
“que agravia a la Nación y compromete su futuro”

137
funcionarios de gobierno norteamericano y del Departamento de
Defensa con un protagonismo que excedía sus funciones.
En el mes de noviembre 1981, Galtieri durante el segundo
viaje a los EEUU en el marco de la Conferencia de Ejércitos Ame-
ricanos, hubo nuevos contactos con altos funcionarios norteame-
ricanos y la prensa norteamericana lo halagó en forma desmedi-
da, hecho del que se hizo eco la prensa argentina.
En ese viaje se habría concretado la propuesta de recuperar
las islas Malvinas. La misma habría partido de una supuesta de-
cisión británica de devolver las Islas de manera tal que no sentara
precedentes para otras coloniales británicas en el mundo. La pro-
puesta habría consistido en una invitación de realizar una toma
incruenta de las islas Malvinas, sin producir bajas en las tropas y
población británica en Malvinas, y obligar a Gran Bretaña a ne-
gociar al devolución de las mismas, pasando por un transición
de tres banderas (ONU, Argentina y Británica), para terminar el
proceso con la posesión deinitiva por parte de Argentina. Cabe
entonces la pregunta: ¿Cuáles eran los aspectos de la política in-
terna británica más importantes que habrían justiicado esa ma-
niobra, más allá de los beneicios si todo salía bien, como verda-
deramente ocurrió? Tenían un gobierno con problemas internos,
baja aceptación popular y se había anunciado el desmantelamien-
to de parte de las unidades de supericie de la Royal Navy.
En diciembre de 1981, Galtieri reemplazó a Viola en la Presi-
dencia de la Nación con el argumento de una supuesta dolencia
física del teniente general Viola que le impediría continuar en el
cargo.
Asimismo, durante el transcurso del año 1981, el ex presiden-
te Arturo Frondizi (1959-1962) muchos contactos en los Estados
Unidos, amigo personal de los Kennedy recibió la noticia de la
maniobra a llevarse a cabo, expresada por un general norteame-
ricano (del que nunca quiso revelar su nombre), es decir de la
trampa a la que llevarían a la Argentina: llevarla a un conlicto
con la inalidad que lo pierda y de esa manera, ingleses y nortea-

138
mericanos asegurarse el dominio de las Islas, con todo lo que ello
signiicaba19.
Al decir del Dr. Frondizi, personalmente se acercó a la casa
de gobierno argentina para transmitir la novedad que había reci-
bido, pero no fue bien recibido por su interlocutor militar argen-
tino. Incluso se lo desacreditó por la versión de la que se había
hecho propia. “Los norteamericanos no pueden hacernos esto a
nosotros…” habría sido la respuesta.
Durante la misma época los norteamericanos, ante la presen-
cia de la lota soviética en el Atlántico Sur, pidieron instalar una
base de aviones de observación en esa zona y les fue negada por
el gobierno militar argentino.
A ines de 1981 y comienzos de 1982, Argentina se involucra
en el conlicto de Centroamérica, brindando apoyo, asesoramien-
to y hombres a favor de los Contras Nicaragüenses, que operaban
desde Honduras.
Una vez ordenada a las Fuerzas Armadas la operación de
recuperación de Malvinas por el presidente Galtieri, se pueden
señalar dos aspectos muy importantes: el primero son los docu-
mentos oiciales militares que decretan la operación y la segunda
el protagonismo del entonces almirante Jorge Anaya, Comandan-
te en Jefe de la Armada, quien de una manera sobreactuada, esti-
mulaba la operación. Años más tarde, esta actitud fue destacada
por el brigadier general Basilio Lami Dozo, Comandante en Jefe
de la Fuerza Aérea durante una entrevista realizada por el diario
La Nación y publicada en el suplemento Enfoques. Algunas fuen-
tes siempre reirieron a las posibles sólidas vinculaciones que te-
nía el almirante Anaya con la Royal Navy.
En cuanto a los documentos oiciales militares, la Directiva
Estratégica Militar 1/82 establecía que la Fuerza Conjunta debía
estar en condiciones de recuperar las Islas Malvinas para luego
negociar con Gran Bretaña, esto era, casualmente, lo que le ha-
bían pedido a Galtieri en su viaje de diciembre de 1981.

19 Esta versión me la contó en su casa el Dr Frondizi en oportunidad de realizar-


le una visita de cortesía a comienzos de los años 90.

139
Según la Directiva Estratégica Militar, el Plan de Recupera-
ción de Malvinas consistía en provocar un hecho directo o indi-
recto en alguna de las islas de manera tal que produjera la reac-
ción de Inglaterra, tomar las islas Malvinas por la fuerza, pero sin
generar heridos ni muertos entre soldados y habitantes. Poste-
riormente intervendría el Consejo de Seguridad para generar la
solución pacíica de la controversia y se izarían las tres banderas
como garantía. Las tropas argentinas deberían regresar y sola-
mente se dejaría un destacamento simbólico.
Esto explicaría el porqué de la ausencia de bajas británicas a
diferencia de los argentinos que sí tuvieron sus bajas y el porqué
llevaron unidades compuestas de soldados sin instrucción… La
idea no era entrar en guerra.
Pero lo más sorprendente fue la impericia con la que actuó la
diplomacia argentina, en una muestra inaudita de voluntarismo
político, ya que partieron de los supuestos que Estados Unidos
buscaría la solución pacíica y no intervendría de ningún modo,
las potencias (Consejo de Seguridad) serían garantes de las nego-
ciaciones e Inglaterra no reaccionaría militarmente y dejaría a los
Estados Unidos actuar activamente.
Sin entrar en los detalles militares de la operación que pueden
ser leídos en los abundantes trabajos que tratan el tema, tanto ar-
gentinos como británicos, podemos expresar que lanzada la ope-
ración de recuperación, surge un dato de interés, el Comandante
de Operaciones Navales de los Estados Unidos almirante Thomas
Hayward se encontraba en Buenos Aires aquel 1 de Abril de 1982,
quien habría sido el portador de la noticia a los argentinos, en un
momento en el cual no se podía ordenar el regreso de las tropas
lanzadas a la recuperación, por lo que la propuesta realizada en
diciembre de 1981 al teniente general Galtieri había quedado en la
nada por falta de consenso entre los partidos Laborista y Conserva-
dor de Gran Bretaña. Ya la trampa estaba cerrada.
La duda es porqué la Junta de Comandantes no dio marcha
atrás para evitar la tragedia iba de comenzar. Las explicaciones
las podríamos tener en las diferencias entre los tres integrantes de
la Junta, la personalidad de Galtieri y los compromisos de Anaya,
entre otros.

140
Es así que se intentó reemplazar las tropas sin instrucción
por mejores tropas, pero un accionar por parte de Chile obligó a
los argentinos a fortalecer las defensas previniendo un ataque de
ese país, lo que no ocurrió, pero generó que las mejores unidades
estuvieran aferradas a una derivación del conlicto que, si bien,
no se concretó, no signiica que Chile no haya realizado un sin-
número de acciones en apoyo de los británicos, las que han sido
reiteradamente reconocidos por ellos.
¿Qué beneicios obtuvieron los británicos con el triunfo de
Malvinas? Los resultados fueron muy importantes ya que logra-
ron el control del pasaje interoceánico, el acceso a las cuencas
petrolíferas del Atlántico Sur y a las riquezas de la pesca, la po-
sibilidad de explotar las fuentes mineras del lecho marino, y una
proyección estratégica sobre el Atlántico Sur, Antártida e Islas.
Otro dato muy interesante para analizar es cómo manejaron
el conlicto los ingleses. Ellos plantearon al mundo que la agresión
provino de una dictadura militar cuya imagen estaba deteriorada
por los frecuentes cuestionamientos obreros, paros y movilizacio-
nes, y que necesitaban una causa nacional para buscar consensos
y mejorar su imagen interna, razón por la cual recurrieron a una
guerra para unir a la población argentina en apoyo a esa junta
militar.
Por otro lado y luego de la rendición, la revisión de lo actua-
do demostraría que hubo una suma de improvisaciones y des-
aciertos de los militares en la conducción de la guerra. En síntesis,
el hecho irracional de invadir las islas por parte de una junta des-
prestigiada y la suma de errores que llevaron a la derrota, cerra-
ba el círculo y los británicos quedaban como víctimas, siendo los
argentinos los únicos responsables.
Además posteriormente, por medio de la literatura, cine y ac-
ciones políticas, la guerra psicológica siguió para denostar en for-
ma permanente a las Fuerzas Armadas Argentinas y no permitir
que se recupere nada de valor en lo actuado.
A modo de cierre, hoy a 32 años de los hechos de Malvinas,
los británicos reconocen el accionar de los militares argentinos,
de sus pilotos y la de sus jóvenes oiciales, suboiciales y soldados
que les generaron un gran problema para recuperar las islas. No

141
fue un paseo (pic nic) ni les fue tan fácil desalojar a los argentinos.
La guerra no fue una sola, en realidad fueron dos, la que con-
dujeron políticamente los generales argentinos y la que pelearon
los que estaban en el terreno, con todas las muestras de valor y
heroísmo que al día de hoy se siguen rescatando.
Los ingleses nunca van a reconocerlo, pero por informes que
obran en poder de los argentinos, las bajas sufridas habrían sido
de 1090 soldados, con un total de 31 buques dañados o perdidos
y 154 aeronaves derribadas.

Bibliografía
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142
Colombia en la teoría de las relaciones
internacionales.
Nuevo milenio y cambio de paradigmas

Andrés López Bermúdez1

E n el plano de las relaciones internacionales contemporá-


neas la valoración de Colombia ha experimentado una
sensible variación con posterioridad al gobierno de Andrés Pas-
trana (1998-2002), dejando de ser percibida como un apartado y
poco signiicativo país andino, para erigirse como centro de senti-
das preocupaciones de la comunidad política internacional.
El presente texto ilustra cómo esta notable variación cualita-
tiva constituye a un mismo tiempo la expresión de redeiniciones
en el ámbito de la teoría de las relaciones internacionales, así como
el resultado de la consolidación del poderío económico y militar
de un selecto grupo de naciones con indudable protagonismo en
el panorama mundial. Claro está, responde complementariamen-
te también a la evolución de procesos internos en Colombia, que
han evidenciado difícil la consecución de la estabilidad económi-
ca plena y la pacíica coexistencia social.

El realismo político (o “balance de poder”) y la teoría


liberal clásica idealista
En el contexto posterior a la caída del bloque socialista y la
terminación de la “Guerra Fría” (1945-1991)2, en la teoría de las
relaciones internacionales se ha tendido a superar las teorías rea-
lista y liberal clásica idealista, dejando de asumirlas como directri-
ces cardinales:

1 Profesor Asociado, Departamento de Historia, Universidad de Antioquia.


2 Steel, Ronald. “Un nuevo realismo en el concepto de Seguridad Nacional”,
en: Revista Ciencia Política No. 48, Bogotá, (enero-julio 1998), p.17.

143
a) La teoría realista (también conocida como el “balance de
poder”3): Esta ilosofía parte de la premisa de que el sistema in-
ternacional es un ambiente hostil en el que los Estados se encuen-
tran en constante competencia, con miras a la obtención de poder
y riqueza, factores que al concentrarse en un Estado constituyen
la principal amenaza para la seguridad de los demás. De acuer-
do con esto “la distribución relativa de poder entre Estados es
el factor determinante del comportamiento de estos, y por ello,
la seguridad de las naciones sólo puede conseguirse por medios
unilaterales”.4 Esto signiica que sólo puede lograrse cuando un
Estado se impone a sí mismo la misión de ser más fuerte que los
demás, mientras de manera simultánea propende por evitar el
fortalecimiento de sus rivales. En consecuencia “los [teóricos] re-
alistas son escépticos sobre las posibilidades de paz permanente
en el sistema internacional. Por el contrario [en opinión suya], el
sistema internacional –pasado, presente y futuro– se caracteriza
por la incertidumbre y el desorden”.5 Puesto que en el pasado la
posesión de poder provenía del control de recursos, las principa-
les amenazas a un Estado provenían del dominio que fuera capaz
de ejercer sobre su territorio apelando al ejército, lo cual es un
pensamiento de clara raigambre geopolítica. “Por ello, en térmi-
nos prácticos, la seguridad nacional, la soberanía del Estado y un
ejército fuerte eran esencialmente considerados [por los teóricos
realistas] la misma cosa”.6 Intensamente practicada desde media-
dos del siglo XVII hasta el término de la Guerra Fría a inales del
siglo XX, esta opción ilosóica concede toda posibilidad de man-
tenimiento de la paz a la permanente preparación para la guerra,
esto es, a la constante disuasión de potenciales oponentes.7

3 Morgenthau, Hans J. “El equilibrio del poder”, en: Política entre las naciones.
La lucha por el poder y la paz, Argentina, Grupo Editor Latinoamericano, 1986,
p.207. Cf. además: Tucker, Robert W. “Realismo en la política exterior”, en: Fac-
etas, Washington, Vol. 3, No. 1 (1993), pp.9-12; Mingst, Karen and Snyder, Jack.
“Political Power”, en: Essential Readings in World Politics, The Norton Series in
World politics, New York, 2001, Pp.36-38.
4 Hristoulas, Athanasios. “El nuevo orden internacional y la seguridad nacio-
nal”, Bien común y gobierno, México, Vol. 7, No. 77 (mayo 2001), p.13
5 Ibídem. p..13
6 Ibídem. p.13
7 Tucker, Robert W. op.cit., pp.9-12. Cf. además: Morgenthau, Hans J. “La cien-
cia de la política internacional”, en: Política entre las naciones. La lucha por el poder
y la paz, Argentina, Grupo Editor Latinoamericano, 1986, p.35.

144
b) La teoría liberal clásica idealista: Sostiene por su parte que
la promoción de la libertad y la democracia conlleva, de manera
inexorable, el arraigo de la paz, la civilización y la cultura, restan-
do cabida a la guerra.8
Sin implicar el señalamiento de las teorías en cuestión como
erradas, el advenimiento de otras interpretaciones ha determina-
do en los últimos tiempos un giro sustancial en el análisis de los
hechos inherentes a las relaciones internacionales.9 Las teorías re-
alista y liberal clásica idealista han sido complementadas a inales
del siglo XX con opciones analíticas que han ganado indudable
aceptación entre los estudiosos del “nuevo orden mundial” (o es-
tabilidad económica y política ambicionada por las principales
potencias del mundo10). De hecho el actual sistema internacional
“globalizado” ha obligado a replantear la utilidad de la interpre-
tación realista de la seguridad nacional y las relaciones internacio-
nales, pues
“la nueva era de la Posguerra ha producido un nuevo con-
junto de peligros tanto para la gente como para los Estados.
Ejemplos de esto lo constituyen los conlictos étnicos y re-
ligiosos, la proliferación de armas de destrucción masiva,
Estados débiles o colapsados, cárteles de droga y proble-
mas de medio ambiente, por mencionar algunos. Al mismo
tiempo, las fronteras parecen tener una importancia mucho
menor. Estas nuevas amenazas, particularmente los proble-
mas ambientales y las enfermedades, no pueden ser con-
troladas mediante el desplazamiento de tropas. Dada esta
nueva ‘realidad’, gran número de académicos y políticos
han comenzado a argumentar que debemos cambiar la for-

8 Tucker, Robert W. op.cit., pp.9-12.


9 De manera categórica un autor como Athanasios Hristoulas, profesor del
Departamento de Estudios Internacionales del Instituto Tecnológico Autónomo
de México, sostiene que tanto la visión realista como la global continúan estando
vigentes: “La visión realista o clásica sobre seguridad nacional e internacional
parece seguir siendo relevante para la gran mayoría del planeta, mientras que
un número signiicativo de Estados (esencialmente el Primer Mundo) ha adop-
tado una visión global o pos-nacional de la seguridad”. Hristoulas, p.14. Cf. ade-
más: Walt, Stephen M. “International Relations: One World, Many Theories”, en:
Mingst, Karen and Zinder, Jack. Essential Readings in World Politics, The Norton
Series in World politics, New York, (2001), p.28.
10 Hristoulas, op.cit., p.22.

145
ma en que pensamos sobre la naturaleza y la consecución
de la seguridad”.11

Enfoques alternativos tras la “Guerra Fría”


Para atender al nuevo panorama, son básicamente tres las
teorías que han venido ganando aceptación:
c) La teoría neo-realista: Opción que enuncia la pertinencia del
fomento de una red de poder abarcante de todo el planeta, (por lo
que también es conocida como “global o pos-nacional”).12
d) El realismo neo-clásico: (También llamado “decisional ma-
king”), enfocado a destacar el rol de los Estados líderes como
encargados de la toma de decisiones que habrán de repercutir a
nivel mundial.
e) La teoría neo-liberal: Postura analítica que avala la promo-
ción de un orden económico y político mundial fundamentado en
la libertad del sujeto económico y del mercado, en contraposición
al estado de bienestar regulador de la economía.
Según el analista político Hristoulas, el relevo teórico aquí
descrito es producto de la diferenciación, entre Países de Primer
Nivel (en lo tocante a poder mundial), y de Segundo Nivel (o in-
capaces de rivalizar con el primer grupo de países).13
Es característico de los países del Primer Nivel que la ma-
yoría de sus ciudadanos (inclusive los de clase trabajadora) tien-
dan a tener una vida económica y social estable, lo que facilita la
aceptación del orden político-económico vigente, y el apoyo ge-
neralizado a unos gobiernos que siempre se encuentran dispues-
tos a proveer productos y servicios básicos necesarios. Forman
parte de este grupo de países Estados Unidos, Canadá, Japón,
Alemania, Francia y Gran Bretaña, entre otros, estando en líneas
generales de “acuerdo sobre cómo tendría que estar organizado
el sistema internacional”.14 Algunos sectores académicos opinan
que Estados de la dimensión de Rusia, China e India podrían ca-
talogarse como países con peso especíico suiciente como para

11 Ibídem. p.14
12 Ibídem. p.14.
13 Ibídem. p.14.
14 Ibídem. pp.14,17.

146
acarrear repercusiones globales signiicativas. No obstante no
existe por el momento consenso sobre si su desarrollo económico
y capacidad militar, puede o no situarlos a la par de las potencias
del Primer Nivel.15
El Segundo Nivel agrupa entre tanto de manera aproxima-
da a ciento cincuenta Estados, conocidos durante la Guerra Fría
como del Tercer y del Segundo Mundo, denominación esta últi-
ma que alude a aquellos países cuyos regímenes económicos y
políticos fracasaron como resultado del desmembramiento de la
Unión Soviética. Estos Estados consideran todavía al sistema in-
ternacional como esencialmente hostil. En otras palabras, en ellos
el realismo político guía todavía las doctrinas y prácticas de segu-
ridad nacional. En concreto y de manera concreta, un autor como
Hristoulas identiica los países del Segundo Nivel como ubicados
en Europa del Este, África, el Medio Oriente y América Latina.16
Aunque no puede desconocerse que existen diferencias entre
los Estados del Segundo Nivel en cuanto a grado de aplicación de
la democracia –por ejemplo–, puede decirse que en general “son
considerados [por académicos y políticos de las relaciones inter-
nacionales] como fracasados en el sentido económico, social y po-
lítico, y en ellos se encuentran localizados las principales fuentes
de conlicto racial y político y los problemas de marginación y
pobreza”.17 Presentan además inconvenientes como guerras in-
ternas, caos, fragmentación del Estado, ingobernabilidad y crisis,
situaciones que con frecuencia tienen origen en economías dis-
funcionales e incapaces de hacer el tránsito hacia economías de
mercado, y en el hecho de que sus gobiernos carecen de legitimi-
dad. Todo esto afecta de manera notable, obviamente, la vida co-
tidiana de las personas que los habitan. No es raro por tanto, que
en el Segundo Nivel ciertos países maniiesten ausencia de valo-
res políticos y económicos propios, de modo que con frecuencia
se han visto obligados “a adoptar los principios de democracia
y libre mercado a veces opuestos a su historia y a sus valores”.18

15 Ibídem. p.15.
16 Ibídem. p.20
17 Ibídem. p.15
18 Ibídem. p.19

147
Estos países compiten con los del Primer Nivel sin éxito, y
con frecuencia entre ellos mismos desconociendo las ventajas de
la cooperación, se encuentran en la periferia del sistema inter-
nacional y “no están en posibilidad de emprender acciones que
amenacen la integridad del Primer Nivel”.19 Aparte de un ataque
con armas nucleares de Rusia o de China hacia el Primer Nivel, el
cual al decir de Hristoulas “no tendría ningún sentido, por lo que
es muy poco probable”, los Estados del Primer Nivel no avizoran
un conlicto con el Segundo Nivel de dimensiones que puedan
afectar seriamente sus intereses20, aunque tampoco desconocen
que eventualmente podrían repetirse situaciones que serían en-
frentadas de manera rápida y colectiva, tales como el desafío
planteado por Sadam Husein en 1990, el propósito de contrarres-
tar a los talibanes en Afganistán en 2001, o la ocupación a Irak
en 2003 en busca de armamento –según se adujo entonces– de
destrucción masiva. Otro tipo de intervenciones que conforme se
ha demostrado genera cierto desacuerdo entre los miembros del
Primer Nivel sobre cómo reaccionar por la vía de las armas ópti-
mamente, fueron las operaciones de “mantenimiento de la paz”
como las efectuadas en Ruanda, Haití, Somalia y Timor del Este.
A partir del inal de la “Guerra Fría” los países nítidamente
encuadrados dentro del Primer Nivel han demostrado tener pre-
ferencias aines en lo que respecta al sistema político democrático
y el esquema económico de libre comercio, hecho éste que los
identiica entre sí como naciones entre las cuales no se avizora
posibilidad de enfrentamiento bélico alguna, –y aún más como
aliados en virtud de sus coincidentes intereses–. Al unísono sos-
tienen que las conciliaciones productoras de paz y estabilidad
constituyen la inversión más deseable y provechosa, distante a
todas luces de los altos costos que implica, inexorablemente, sos-
tener cualquier guerra.21 Un autor como Robert Jervis lo resume
del siguiente modo: “In summary, war among the developed sta-
tes is extremely unlikely because its costs have greatly increased,
the gains it could bring have decreased, especially compared to

19 Ibídem. p.20
20 Ibídem. p.20
21 Jervis, Robert. “The future of World Politics”, en: International Politics: Endur-
ing Concepts and Contemporary Issues, 5 ed., New York, Longman, (2000), pp.410-
411, 419.

148
the alternative routes to those goals, and the values states seek
have altered”.22
Acompañando coordinadamente el liderazgo de los Estados
Unidos, los países del Primer Nivel suelen identiicar de manco-
mún qué o quién constituye una amenaza, para proceder a com-
batirla sin dilación alguna. De esta manera prevalece el principio
de “Seguridad Colectiva” sustentado en la postura neo-realista
que enfatiza en la obsolescencia de la simple defensa de territo-
rios. Ya la seguridad nacional no se deine privilegiando el poder
militar como el único decisivo, pues la nueva percepción también
le otorga importancia a factores tales como el medio ambiente, la
cultura, la economía y la sociedad. De hecho para el neo-realismo
resulta inequívoco que las cuestiones económicas son también
cuestiones de seguridad, en tanto que estas últimas son ineludi-
blemente económicas. Esto implica que la afectación de la segu-
ridad global por motivaciones étnicas, el desplazamiento masivo
forzado o fenómenos como la corrupción, sean enfocados como
producto de la inestabilidad económica –y en sentido contrario–
el fomento del crecimiento económico sea visto como la solución
que el neo-liberalismo opone a problemáticas como las citadas.23
Sin embargo, resulta cuando menos impreciso aseverar que
todos los Estados miembros del Primer Nivel han adoptado la
teoría neo-realista (o “pos-nacional”) como deinición básica de
seguridad nacional. A pesar de ello varios de dichos Estados en
efecto lo han hecho, caso concreto de Canadá, los países escandi-
navos y Alemania. Aunque existen matices y diferencias de énfa-
sis entre los distintos países miembros del Primer Nivel, la pers-
pectiva del Canadá, por ejemplo, ha optado por hacer hincapié en
el papel que la moralidad puede desempeñar en la formulación
de programas de política exterior:

“Esta moralidad, a la cual se reiere como seguridad huma-


na, es ampliamente deinida como ‘seguridad para la gente
tanto de amenazas violentas como no violentas. Es una con-
dición o estado caracterizado por estar libre de amenazas
que puedan extenderse a los derechos de las personas, su

22 Ibídem. p.414.
23 Steel, op.cit., Pp.12, 16-24.

149
seguridad, o incluso sus vidas’. Quienes están encargados
de la toma de decisiones en política exterior de Canadá ven
la seguridad humana como una forma alternativa de vi-
sualizar el mundo, ‘tomando a la gente como su punto de
referencia en lugar de enfocarse exclusivamente en la segu-
ridad del territorio o de los gobiernos’ ”.24
La pretensión del planteamiento canadiense es servir como
modelo económico y político para otros Estados menos desarro-
llados, como parámetro que instaure la moralidad y la ética como
directrices del comportamiento relativo a la política exterior y la
defensa. Otras áreas prioritarias para Canadá son: el combate al
narcotráico, la eliminación hemisférica de las minas personales
y las armas de fuego, el fomento a los derechos humanos y a la
democracia, la seguridad hemisférica, y el reforzamiento de la so-
ciedad civil.
Así, desde la perspectiva del neo-realismo la globalización
tanto económica como política resulta imperativa, si se desea que
la totalidad de países comprometidos con el proyecto de seguri-
dad deriven –sin excepción– beneicios. Si permanecer por fuera
del Primer Nivel implica (al menos teóricamente desde el neo-
realismo) fragmentación política y colapso, disfuncionalidad eco-
nómica, y préstamo de apoyos a un ambiente internacional hostil,
todos los Estados del mundo se encontrarían hoy en la “obliga-
ción” de acercarse al Primer Nivel, aunque nadie pueda garan-
tizar el rápido advenimiento de los beneicios generados por tal
paso, ni asegurar que esto no acarreará la pérdida de la soberanía
clásica (de los Estados).
Como fuere, a partir del reconocimiento de la nueva serie de
peligros que trascienden las fronteras nacionales y desbordan la
capacidad de reacción de los Estados, el problema de la seguri-
dad pasa a ser entendido como global, lo que implica que los in-
tereses de seguridad son comunes (en oposición a nacionales y
tradicionales). O en otros términos: la manera de garantizar la se-
guridad propia es ayudando a otros países a alcanzar la suya. La
seguridad nacional deja de ser en este esquema un bien de “suma
cero” (como lo era en el marco de la teoría realista: si un Estado
tenía más de ella los demás Estados tenían menos), para pasar a

24 Hristoulas, op.cit., p.18

150
instaurarse como interdependiente o multilateralmente sustenta-
ble. El modo de evitar el impacto negativo de las relaciones inter-
nacionales reside entonces –desde esta óptica– en la cooperación
en vez del antagonismo entre Estados, pues actuando a modo de
socios estratégicos pueden combatir problemas comunes.25
Obviamente ello entraña, cabe insistir, una deinición lexible
de la soberanía que haga posible a los Estados socios (e incluso
a actores no estatales protegidos por éstos) el activo desempeño
en el arreglo de conlictos nacionales e internacionales. Tal con-
cepción contempla la posibilidad –llegado un caso extremo– de
entender como un derecho y una obligación la interferencia de los
Estados poderosos en los asuntos internos de otros Estados (teó-
ricamente menos capacitados para resolver sus problemas como
el terrorismo, o la ausencia de democracia y libre mercado). Jus-
tamente en esto consiste la parte más esencial del “decisional ma-
king”, que contempla como lícita inclusive la transgresión de la
soberanía cuando tal paso resulta preciso.26 En palabras del ex-
perto en la materia Robert Jervis, ines loables justiican tal accio-
nar: “The joining of economic fates reciprocally gives each state
a positive stake in the others well-being, thus limiting political
conlict. But these developments would not have had the same
impact were it not for the spread of democracy and the shift of
values”.27

Colombia en el Nuevo Orden Mundial


Si bien durante la última década la internacionalización de la
problemática colombiana ha propulsado la búsqueda de solucio-
nes no sólo militares sino también políticas (desmovilizaciones
y procesos de paz con actores armados, apremiados entre otras
cosas por el salto cualitativo dado por el concepto de “terroris-
mo” luego de los ataques terroristas a Nueva York el 11 de sep-
tiembre de 2001), a este país sudamericano todavía le falta mucho

25 Rosecrance, Richard. “Un nuevo concierto de potencias”, en: Facetas, Wash-


ington, Vol.3, No.1 (1993), p.4.
26 Doyle, Michel W. “Liberalism and World Politics”, en: Mingst, Karen and
Snyder, Jack. Essential Readings in World Politics, The Norton Series in World politics,
New York, (2001), Pp.39-40, 46.
27 Jervis, op.cit., p.414.

151
por recorrer en pos de una genuina estabilidad social, económica
y política.28
El analista William Restrepo resume los trazos esenciales de
lo esbozado hasta ahora en el presente texto del modo que sigue:
“Está pues el mundo contemporáneo dividido, parcelado [...] y
esa parcelación se origina desde una frontera político cultural to-
davía sostenida entre países avanzados y países atrasados, deini-
dos en este caso desde la perspectiva coyuntural e ideológica del
valor estratégico dado al fenómeno del terrorismo”. Si el modelo
de la “Guerra Fría” deinía el principio de la seguridad nacional
fundamentándose en los imperativos de confrontar al bloque so-
cialista en todas las latitudes, procurando la contención del comu-
nismo y el amparo de la democracia, en el panorama actual esa
premisa ha pasado a exigir un renovado esfuerzo por mantener a
raya y vencer al terrorismo en cualquiera de sus manifestaciones.
“Esta posición política y estratégica –explica Restrepo– divide el
futuro orden [mundial] entre quienes están al lado de los Estados
Unidos y quienes no lo están”.29
En el caso especíico de Colombia su reposicionamiento en
el panorama mundial implica una compleja multiplicidad de
componentes, enfocada por la ciencia política de acuerdo con
la integración social evidenciada por el país interiormente, pero
examinada simultáneamente además a la luz de sus relaciones
exteriores. Ello involucra múltiples factores: la posibilidad del
Estado colombiano de garantizar o no la cabal operación de tra-
tados de libre comercio, de proteger jurídicamente las inversio-
nes multinacionales, de mantener la solidez del mismo Estado
en niveles adecuados (mediante el cuidado de la legitimidad, la
gobernabilidad, el orden público y la paz social, etc.), el oportuno
control de peligros como la corrupción o el narcotráico, e incluso
la prevención de la depredación ambiental. Desde la posición y
perspectivas ambicionadas por las teorías neo-realista y neo-libe-

28 López Bermúdez, Andrés. “Del ‘nivel cero de la política’ a la repolitización


de las armas”, en: Utopía siglo XXI, Vol. 3, No.11, Medellín, Facultad de Ciencias
Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, (enero-diciembre 2005), Pp. 99-
114.
29 Restrepo Riaza, William. “Colombia: proceso de paz e internacionalización
del conlicto”, en: Estudios Políticos No. 19, Medellín, Instituto de Estudios Políti-
cos, Universidad de Antioquia,(julio-diciembre 2001), p.104.

152
ral, todos estos factores resultan esenciales, puesto que no aten-
derlos podría acarrear peligrosos niveles de desestructuración
del poder público y de la sociedad en general: deslegitimación
del Estado, desarticulación de los hilos de la identidad nacional,
privatización de las decisiones de la justicia, deterioro económico
nacional (y regional), fragmentación del poder y del ejercicio de
la autoridad política, desconocimiento de la legislación, etc.
Complementariamente el acatamiento del Derecho Interna-
cional Humanitario y los Derechos Humanos se ha venido consa-
grando de manera paulatina como centro de atención de la comu-
nidad política internacional30, fenómeno que conmina a variados
Estados del mundo –entre ellos Colombia– a velar con mayor
diligencia por el cumplimiento y salvaguarda de los menciona-
dos derechos, so pena de presiones internacionales por parte de
los países de Primer Nivel: “Así, pues, la guerra y el narcotráico
en sus expresiones terroristas constituyen los puntos centrales de
preocupación de la comunidad internacional, integrados desde
luego al marco ideológico que como símbolo de civilización mo-
derna constituye el Derecho Internacional Humanitario”.31

Conclusión
Hasta ahora los pasos dados por Colombia resultan induda-
blemente signiicativos, pero en concepto de la comunidad polí-
tica internacional no bastan por sí solos. Desde la postura teórica
del “decisional making” es indispensable además reencauzar el
devenir del país dentro de parámetros de legalidad, legitimidad
y cesación total del conlicto más estrictos. Distando del concep-
to de “defensa” (que alude a la resistencia ante una agresión),
los conceptos “Seguridad Nacional” y “Seguridad Colectiva” su-
ponen hoy a modo de ineludible añadidura la toma de acciones
concretas, orientadas a anticipar y contrarrestar peligros poten-
ciales.32

30 Art, Robert J. and Jervis, Robert. “Contemporay World Politics”, en: Interna-
tional Politics: Enduring Concepts and Contemporary Issues, 5 ed.. New York, Long-
man, (2000), p.404.
31 Restrepo, op.cit., p.99.
32 Steel, Ronald. “Un nuevo realismo en el concepto de Seguridad Nacional”,
en: Revista Ciencia Política No. 48, Bogotá, (enero-julio 1998), Pp.13-14.

153
Desde el gobierno Pastrana y con motivo de las discusiones
del “Plan Colombia”, la problemática de este país pasó a concen-
trar la atención mundial poderosamente, contando con el cercano
y cada vez más estrecho tutelaje de los Estados Unidos. La lucha
contra el narcotráico y la guerrilla pasó a quedar integrada en-
tonces como asunto de Seguridad Nacional digno de consistente
atención para el país del norte, inscribiéndose en la perspectiva
del terrorismo para largo tiempo. En el presente continúa siendo
parte importante de la agenda de la política de seguridad nortea-
mericana por la vía del explícito reconocimiento de la relación
funcional y estratégica entre narcotráico, lucha guerrillera y el
accionar de ciertos grupos armados que en su momento integra-
ron el paramilitarismo.33
De otra parte las diicultades para conseguir la inserción de
los grupos desmovilizados a la vida civil y desligarlos por com-
pleto de actividades ilícitas (narcotráico, corrupción, minería
ilegal, extorsión a gran escala, etc.) se ha demostrado enorme.
Así las cosas a pesar de los indudables avances efectuados para
la consecución de la estabilidad política y la paz social, desde la
perspectiva de los Estados de Primer Nivel la aplicación de una
política de seguridad preventiva sobre Colombia continua vigen-
te. Dadas las condiciones históricas del país y la evolución de su
cotidianidad reciente permanece como espacio geopolítico que
demanda especial atención y cuidado de parte del segmento de
Estados dotados del poder suiciente como para decidir “qué o
quién es una amenaza”.34

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33 Deas, Malcom. “Colombia: ¿respuestas a sus preguntas?”, en: El Malpensan-


te, No.34, Bogotá, (noviembre-diciembre de 2001), Pp.28-31. Cf. además: Pecaut,
Daniel. “De la utopía a la barbarie”, en: Semana, Edición Nº 1054, julio 10 de
2002. [on-line] htp://www.semana.com/Imprimir.aspx?idItem=51632. [Consul-
ta: 17/06/2013]; Restrepo, Pp.101,106,113-115,117.
34 Hristoulas, Op. Cit., p.16.

154
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155
156
Negocios, guerra
y poder militar en el siglo XX

José Manuel Serrano

Los orígenes históricos

D esde la revolución militar del siglo XVI (y posiblemente


aún antes) la guerra ha constituido un suculento nego-
cio. Desde el propio Estado, hasta los actores privados, los con-
lictos bélicos han generado enormes beneicios que no siempre
iban destinados al uso civil. Al mismo tiempo, pensemos en la
permanente circulación monetaria, de bienes y servicios, que es-
tán anexas al mismo hecho de la guerra. Los Estados se han con-
igurado desde la Edad Moderna en torno al concepto de guerra,
pero al mismo tiempo, éste ha estado supeditado a las posibilida-
des económico-iscales de las naciones. Que se hayan estructura-
do y formado naciones más o menos grandes (concepto que es al
mismo tiempo geográico e histórico) se debe ineludiblemente a
su eicacia en la guerra y al mejor o peor uso que se le haya dado
a la masa monetaria. Al mismo tiempo, los recursos destinados
a la guerra empezaron desde el siglo XVI a internacionalizarse,
ya insertos en un mundo dominado por el mercantilismo y los
negocios coloniales. Así, las posibilidades de obtener beneicios
mediante los conlictos se trasladaron desde el plano regional y
nacional, al nivel imperial.1
Tampoco deben existir muchas dudas acerca de que guerra y
poder han ido de la mano la mayoría de las veces. Ya lo apuntó

1 Para una mejor comprensión de estos aspectos, véase: Geofrey Parker, La re-
volución militar, 1500-1800, Madrid, Alianza, 2002; VV.AA. Finanzas y política en el
mundo Iberoamericano. Del antiguo régimen a las naciones independientes, 1754, 1850,
México, UNAM, 2001; Bartolomé Yun, Marte contra Minerva. El precio del Imperio
español, c. 1450-1600. Barcelona, Crítica, 2004; H.V. Bowen y A. González Enciso
(ed.), Mobilising Resources for War: Britain and Spain at Work During the Early Mo-
dern Period, Pamplona, EUNSA, 2006.

157
Clausewiz cuando airmó que la guerra era la continuación de la po-
lítica por otros medios. Habría que añadir además, que la guerra, en
la mayoría de las ocasiones, releja, supone y aspira a la propia
coniguración de la acción política, pues no siempre se ha usado la
guerra como una continuación de la naturaleza fallida de la políti-
ca, sino como la causa y la consecuencia de la misma. O dicho de
otra forma, no siempre la canalización de las acciones bélicas tie-
nen como causa u objetivo la búsqueda de recursos, o el control de
fuentes de riqueza; a veces es el propio programa político (domina-
do por el espíritu de la gloria, la exaltación del líder o el interés de
la nación) quien domina el ejercicio del deseo de la guerra.
Lo que no es tan conocido, o al menos su propagación popu-
lar ha sido menor, es que el negocio de la guerra, la colaboración
entre individuos, instituciones o grupos con ines de obtención de
beneicios mediante la violencia instrumental, y la propia coni-
guración de los imperios y naciones en torno a sus acciones agre-
sivas, no es ni mucho menos propio del último siglo. Desde que
hay civilizaciones con afanes expansionistas (casi todas) ha exis-
tido en mayor o menor medida el interés por exportar el modelo
político a través de la guerra. Y ese empuje ha facilitado sobre
manera la aparición y expansión de empresas privadas y públicas
que han sobrevivido, y en no pocos casos se han enriquecido, con
la acción práctica de la guerra. Si nos ponemos a pensar, guerra
y dinero han estado tan unidos que no se comprenden el uno sin
el otro. Pecunia nervus belli, el dinero es el nervio de la guerra. De
hecho, el surgimiento de la moneda en Lidia en torno al siglo VII
a.C. tiene como una de sus causas inmediatas la necesidad de su-
fragar de alguna forma las escoltas que imperiosamente necesita-
ban los mercaderes en sus largas y peligrosas travesías terrestres.
La “política de defensa” en torno al comercio y las transacciones
fueron, por consiguiente, un motor indispensable del nacimiento
del dinero, que luego, como veremos, se hizo imprescindible.
Alberto Piris engloba de modo muy general las causas de la
guerra en tres:
· Causas de tipo psicológico, basadas en la percepción de los
conlictos.
· Causas de tipo tradicional, como las territoriales, históricas,
económicas y étnicas.

158
· Causas modernas, como las carencias democráticas, el pro-
gresivo empobrecimiento de los países subdesarrollados o el
militarismo.2
Así mismo, este autor hace hincapié en el fanatismo religioso
y las crisis económicas (donde una minoría poderosa acapara las
riquezas frente a la mayoría gobernada), como una de las causas
de pronunciamientos armados. Aunque en esencia la división de
estas causas en tan tradicional como general, lo cierto es que no
deja entrever la relación directa que ha conectado históricamente
guerra, dinero y negocio. Al mismo tiempo, se echa de menos la
aportación del innegable, aunque cruel, avance que ha tenido la
historia de la humanidad mediante el progreso tecnológico pro-
piciado por la guerra, y que descansa en gran medida en objeti-
vos económicos.3
La relación entre inanzas y guerra es, a todas luces, tan an-
tigua como la historia de las propias civilizaciones, y sin menos-
cabar la importancia que tendría el debate moral y ético acerca
de ello (que no comentaremos en estas líneas) , lo cierto es que
ambos elementos se han convertido en sustentadores del progre-
so humano, pues nadie puede dudar de que sin la guerra, y por
tanto sin el dinero, la civilización no habría surgido, y nosotros
hoy en día estaríamos en las mismas cavernas que nuestros ante-
pasados de Cromagnon.
Los enfrentamientos entre Grecia y Persia en el siglo V a.C.
supusieron, por lo que a la civilización occidental se reiere, un
comienzo explicativo de esa relación entre guerra y dinero que
seguidamente se expondrá. El descubrimiento de las minas de
plata del Laurion, al sur de Atenas, fue motivo de agria dispu-
ta, conmemorado incluso iconográicamente en las monedas. En
este sentido, la victoria griega inal y decisiva fue determinan-
te para el futuro, pues permitió a Alejandro Magno disponer de
abundante numerario para sufragar su campaña persa.4 Sólo el

2 Piris, Alberto. “¿Por qué empiezan las guerras?”, Guerra y Paz, nº 51, Madrid,
enero/febrero de 2001, pág. 32.
3 Headrick, Daniel R. El poder y el Imperio. La tecnología y el imperialismo, de 1400
a la actualidad. Barcelona, Crítica, 2011, pp. 16-32.
4 Davies, Glyn. A History of money from ancient times to the present day, 3rd
ed. Cardif, University of Wales Press, 2002, pág. 21 y ss.

159
costo de sus soldados suponía media tonelada de plata al día.
Las posteriores legiones romanas, que eran máquinas bélicas de
enorme precisión, eran al mismo tiempo terriblemente costosas.
La política internacional romana, tanto de la República como es-
pecialmente del Imperio, giró en torno a hacer económicamente
eicientes las enormes inversiones dinerarias que se derivaban de
la movilización de decenas de legiones y centenares de miles de
hombres. Al contrario de lo que se ha dicho en alguna ocasión,
la política expansiva romana fue claramente una búsqueda de
recursos capaces de soportar estas costosas iniciativas, así como
para permitir al Estado romano cierta capacidad de recuperar sus
inversiones. Si Roma no conquistó Germania más allá del Rhin,
no fue por debilidad militar o por falta de interés, sino porque las
incursiones que se desarrollaron a inales de la época republicana
y principios de la dinastía Julia-Claudia, hicieron patentes que se
trataba de una zona pobre, agrícola y subdesarrollada (sin minas),
y sin recursos que hicieran rentable su ocupación permanente.
Este proceso será continuado a lo largo de la Edad Media y se
hará extensivo a todo el orbe con la coniguración de las moder-
nas monarquías europeas y la estructuración del Estado centra-
lizado. La actitud de las grandes naciones europeas durante los
siglos XV al XVIII se basará claramente en la coordinación y ei-
ciencia de los gastos militares en función de una política global de
defensa de sus intereses políticos, en donde el factor económico
será decisivo la mayoría de las veces (política colonial, comercio
triangular).
En la Europa Moderna, como ya se apuntó, la guerra empe-
zará a convertirse claramente en un negocio: los estados crearán
sus propias clientelas militares y de negocios con ines concomi-
tantes a los del Estado. Por una parte, los banqueros, ávidos de
invertir en aventuras expansionistas que conocen les reportarán
suculentos beneicios, y por otra, el nacimiento de industrias bé-
licas que no se sostendrán sin la actitud agresiva de sus mecenas
públicos. No hay que olvidar que el progreso cientíico-técnico
en la Europa anterior al siglo XIX giró esencialmente en torno a
la guerra: la incorporación masiva de la pólvora con ines mili-
tares en el siglo XV modiicó las formas de combate y empujó el
perfeccionamiento naval hasta el extremo de hacer desaparecer

160
los buques tecnológicamente más lentos y menos mortíferos, por
auténticas baterías lotantes que albergaban cientos y en algunos
casos miles de hombres.5 Este progreso redundó en ciertos bene-
icios evidentes, pues permitieron a los estados más avanzados
disponer de las mejores herramientas bélicas para garantizarse el
predominio militar, y por tanto, garantizar la extensión de su vi-
sión política y económica. El dominio y hegemonía mundiales de
Occidente sobre otras civilizaciones (y que aún continúa) descan-
sa en este tiempo. España, por ejemplo, mantuvo esta primacía
entre los siglos XVI y XVIII, sólo contestada por la Francia de Luis
XIV o la Inglaterra de inales del siglo XVIII, ambas, igualmente,
con intereses político-militares muy similares a los de España. Es
más, no sería nada exagerado argumentar que el nacimiento de la
Europa Moderna está íntimamente ligado a la industria militar y
al desarrollo expansivo de la revolución militar.
Existen numerosas explicaciones acerca de los motivos del
surgimiento de la Era Moderna. Incluso hay notables discrepan-
cias sobre el momento cronológico del cambio desde una Eu-
ropa feudal, a un continente inmerso en problemas meramente
considerados modernos. Se aducen como razones esenciales para
el ascenso de la modernidad tanto las innovaciones artísticas y
cientíicas del Renacimiento italiano como los grandes viajes de
descubrimiento que, desde España y con Colón, abrieron puertas
inescrutadas hasta entonces. Ya en un plano claramente intelec-
tual, se ha destacado la idea protestante y calvinista de la autores-
ponsabilidad del individuo, la liberación ilustrada de la supers-
tición irracional (religión) y el surgimiento de la “democracia”
moderna en Francia y Estados Unidos.6 Todas y cada una de estas
explicaciones tienen un elevado de nivel de inluencia en los cam-
bios generados en Europa desde inales del siglo XV. Sin embar-
go, y en mi opinión, no fue la fuerza creadora, sino por el contra-
rio una contundente fuerza destructiva la que abrió el camino a la
modernización: la invención de las armas de fuego. Aunque esta
correlación hace mucho tiempo que es conocida, las más celebres
teorías de la modernización (incluida la del marxismo) siempre
le dieron una importancia relativa. Fue el historiador alemán de
5 Geofrey Parker, op. Cit. pp. 79-87.
6 Sigue siendo útil, en este sentido, la lectura de Max Weber, La ética protestante
y el espíritu del capitalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 2003.

161
la economía Werner Sombart quien, poco antes de la Primera
Guerra Mundial, en su célebre obra Guerra y Capitalismo, (1913)
abordó minuciosamente esta cuestión para llegar a la conclusión
de que todos los factores enunciados (y algunos más) conluyen
necesariamente en la guerra y su innegable fuerza modiicadora
de relaciones políticas, sociales y económicas.
Sólo en las últimas décadas, los orígenes técnico-armamen-
tistas y bélico-económicos del capitalismo han vuelto al epicen-
tro del debate intelectual, como por ejemplo con el libro Cañones
y peste (1989), del economista alemán Karl Georg Zinn, o en el
trabajo, ya mencionado, La Revolución militar (primera edición
de 1990), del historiador estadounidense Geofrey Parker. Sin
embargo, estas investigaciones encontraron un eco limitado, y
únicamente a nivel intelectual generaron discusión. Obviamen-
te el mundo occidental contemporáneo, y sus ideólogos, sólo a
regañadientes aceptan la visión de que el fundamento histórico
último de sus sagrados conceptos de libertad y progreso debe
ser encontrado en la invención de instrumentos de destrucción
humana.7 La defensa cerrada (en cuyo debate aquí no podemos
entrar) de las bases del desarrollo y el progreso como conectada
esencialmente con conceptos como libertad, democracia, estado de
derecho, no se sustentan históricamente. Obviamente, es innega-
ble su inluencia e importancia, y que estos conceptos (y otros
muchos) acabaron socavando las bases del Antiguo Régimen, y
generando un mundo diferente. Pero la inluencia de los cam-
bios mentales, pese a su importancia, no se perciben si no a largo
plazo, y primeramente entre aquellos que los crearon y defen-
dieron: la élite. Pero resulta innegable (y la bibliografía empieza
a ser abundante) que los cambios que provocaron vertiginosos
derrumbes de imperios, creación de otros, y modiicaciones en
las estructurales relacionales a nivel social, estuvieron vinculados
con la agresividad, la violencia y la crueldad de la guerra. Nadie
suele aceptar (e incluso pensar en ello) que el progreso actual, y
la calidad de vida que, en general, disfruta occidente, está íntima-
mente ligado a factores bélicos.

7 Kurz, Robert. “Cañones y capitalismo. La revolución militar como origen de la


modernidad”, en Caderno Mais!”, Folha de São Paulo, el 30 de marzo de 1997.

162
Así, la innovación de las armas de fuego destruyó las formas
de dominación precapitalistas, ya que volvió militarmente obsole-
ta la caballería feudal, y de camino, fue socavando los valores de
honor y caballerosidad que solían vincularse al uso limitado de la
violencia entre clases elitistas. Ya antes incluso del invento de las
armas de fuego se presentía la consecuencia social de las armas de
gran alcance, pues el Segundo Concilio de Letrán prohibió en el
año 1139 el uso de las ballestas contra los cristianos. No en vano la
ballesta importada de culturas no-europeas a Europa hacia el año
1000 era considerada como el arma especíica de los salteadores,
los fuera de la ley y los rebeldes, incluyendo iguras legendarias
como Robin Hood. Cuando surgieron las armas de cañón (mucho
más eicaces), quedó sellado deinitivamente el destino de las obso-
letas armas del medievo y de sus heroicos caballeros.
El dilema para los Estados fue la distribución, organización y
control de las nuevas armas. Hasta ese momento, las armas (y su
uso) habían sido patrimonio prácticamente privado, compradas
y fabricadas de modo casi artesanal, y distribuidas por la clase
dominante señorial entre los de su clase. La guerra, y el nego-
cio que giraba en torno a ella, eran, por así decirlo, un aspecto
controlado y dominado por una inmensa minoría. Eso empezó a
cambiar entre los siglos XVI y XVIII, pues la democratización de la
guerra, obligó a una reestructuración de la misma y a una exten-
sión de los límites a su fabricación, distribución y uso especíicos.
La producción de armas se insertó así en la estructura cambiante
de la sociedad, pues éstas requerían un nivel de apoyo inanciero
y de recursos humanos y técnicos que sólo estaba a mano para el
Estado. Las armas de fuego, sobre todo los grandes cañones, ya
no podían ser producidas en pequeños talleres, como las premo-
dernas armas de punta y ilo. Por eso se desarrolló una industria
de armamentos especíica, que producía cañones y mosquetes en
grandes fábricas, ya bajo el control monopolístico del Estado. Al
mismo tiempo surgió una nueva arquitectura militar de defensa
en forma de fortalezas gigantescas que debían resistir los caño-
nazos. Se llegó a una disputa innovadora entre armas ofensivas
y defensivas, y a una carrera armamentista entre los estados que
persiste hasta hoy. El Estado se hizo, de esta manera, garante de
la instrumentalización de la guerra con ines políticos, en relación
directamente proporcional con sus inversiones económicas en el

163
ámbito de la defensa. Es lo que Hobbes (en el siglo XVI) o Weber
(en el XX) denominaron como la característica fundamental del
Estado: el monopolio del ejercicio de la violencia.
Gracias a las armas de fuego la estructura de los ejércitos se
modiicó profundamente. Los beligerantes ya no podían equiparse
por sí mismos y tenían que ser abastecidos de armas por un poder
social y político centralizado. Por eso la organización militar de la
sociedad se separó de la civil. En lugar de los ciudadanos movi-
lizados en cada caso para campañas especíicas (o de los señores
locales con sus familias armadas), surgieron ahora ejércitos profe-
sionales permanentes, muy costosos y profesionales, del que se ori-
ginaron las modernas fuerzas armadas. El estatus de los oiciales
pasó de ser un deber personal de los ciudadanos ricos (con el adi-
tamento del honor y el prestigio social) a una profesión moderna.
Al mismo tiempo que esta nueva organización militar y de téc-
nicas bélicas, también el tamaño de los ejércitos creció rápidamen-
te, de manera que entre 1500 y 1700, los ejércitos se decuplicaron.8
Industria armamentista, carrera armamentista y mantenimiento
de los ejércitos permanentes organizados, separados de la socie-
dad civil y al mismo tiempo con un fuerte crecimiento, llevaron
necesariamente a una subversión radical de la economía. El gran
complejo militar, desvinculado de la sociedad, exigió un esfuerzo
decisivo y continuado de los recursos económicos. Como el arma-
mento y el ejército ya no podían apoyarse en la reproducción agra-
ria local, sino que tenían que ser abastecidos de manera compleja
y extensa y dentro de relaciones anónimas, pasaron a depender
de la mediación del dinero (a veces público, a veces privado, pero
en la mayoría de los casos híbrido). La producción de mercancías
y la economía monetaria como elementos básicos del capitalismo
recibieron un impulso decisivo en el inicio de la Edad Moderna y
continuaron durante la Edad Contemporánea por medio del des-
encadenamiento de la economía militar y armamentista.
Este eicaz y rápido desarrollo originó y favoreció la subjeti-
vidad capitalista (término no usado aquí en sentido marxista) y su
mentalidad de construcción o fabricación per se. La permanente
carencia inanciera de la economía de guerra condujo, en la socie-
8 Parker, Geofrey. La revolución militar, las innovaciones militares y el apogeo de
occidente, 1500-1800, Barcelona, Crítica, 1990, pág. 56 y ss.

164
dad civil, al aumento de los capitalistas monetarios y comerciales,
de los grandes ahorradores y de los inanciadores de la guerra.
Pero también la nueva organización de los mismos ejércitos creó
la oportuna mentalidad capitalista y especulativa, en la que el
beneicio (para la clase meramente privada) estaba muy por en-
cima de ideales patrios o nacionales. Los antiguos beligerantes
agrarios se transformaron en soldados y por tanto en beneicia-
rios de una soldada, lo que absorbía inevitablemente cada vez
más recursos. Ellos fueron los primeros trabajadores asalariados
modernos que tenían que reproducir su vida exclusivamente por
la renta monetaria y por el consumo de mercancías. Y por eso ya
no lucharon más por metas idealizadas, sino solamente por dine-
ro. Les era indiferente a quién mataban, a condición de recibir el
sueldo convenido: los mercenarios.
La renta de los botines tenía que ser mayor que los costos de
la guerra para tratar de hacerla rentable, ya que de no ser así, la
fuerza armada se podría volver en su contra: una masa desatada
y armada, y a la vez hambrienta de dinero, era muy peligrosa. He
aquí el origen de la racionalidad empresarial moderna ligada a la
guerra. La mayoría de los generales y comandantes del ejército
de los comienzos de la Edad Moderna invertían con ganancia el
producto de sus botines y se convertían en socios del capital mo-
netario y comercial de un Estado en permanente conlicto bélico.
No fueron por tanto el pacíico vendedor, el diligente ahorrista y
el productor lleno de ideas los que marcaron el inicio del capita-
lismo, sino todo lo contrario: del mismo modo que los soldados,
como sangrientos artesanos del arma de fuego, fueron los proto-
tipos del asalariado moderno, así también los comandantes de
ejército fueron los prototipos del empresariado moderno y de su
predisposición a asumir ciertos riesgos.9
Los grandes señores de la guerra moderna, los condotieri, de-
pendían, no obstante, de las grandes guerras de los poderes esta-
tales centralizados y de su capacidad de inanciación. La versátil
relación moderna entre mercado y Estado tiene aquí su origen.
Para poder inanciar las industrias de armamento y los baluar-
tes, los gigantescos ejércitos y la guerra, los Estados tenían que
exprimir al máximo sus poblaciones, y esto, en correspondencia

9 Kurz, Robert. op. Cit. p. 117.

165
con la materia, de una manera igualmente nueva: en lugar de los
antiguos impuestos en especie, la tributación monetaria. Las per-
sonas fueron así obligadas a ganar dinero para poder pagar sus
impuestos al Estado. De este modo, la economía de guerra forzó
no sólo de forma directa, sino también indirecta, el sistema de la
economía de mercado. Entre los siglos XVI y XVIII, la tributación
del pueblo en los países europeos creció hasta un 2.000%.10
De igual manera, las relaciones de poder dentro de los Esta-
dos se hicieron más complejas y jerarquizadas. Al marcial minis-
tro de guerra de turno no le interesaba un ejército potencialmente
peligroso (mercenario) sino una reorganización en la que el vín-
culo meramente económico (soldada) se trasladara sigilosamente
hacia el deber del pueblo para con los intereses de las monarquías
occidentales. Fue así como lentamente aparecieron los ejércitos
permanentes reclutados obligatoriamente entre una masa ham-
brienta y empobrecida. El modelo, comenzado ya a inales del
siglo XVI (en donde la recluta solía ser voluntaria con el incentivo
del pecunio), se transformó rápidamente en el siglo XVIII (cuan-
do el reclujate obligatorio fue extendiéndose por Europa). ¿Por
qué se produjo este cambio? Muy sencillo. La permanente tensión
imperial-colonial entre estados, necesitaba fuertes sumas de dine-
ro, inversiones crecientes en tecnología bélica, y un subsiguiente
endeudamiento público. Piénsese en las tres bancarrotas del rei-
nado de Felipe II, en la quiebra del Estado de Felipe IV ya en el
siglo XVII, en las depauperadas arcas francesas tras la Guerra de
los Treinta Años (1618-1648), o en los permanentes problemas de
deuda pública de la agresiva Inglaterra del siglo XVIII. No había
dinero para todo, y resulta (incluso aún hoy en día) mucho más
barata la carne de cañón, el hombre de a pié.
Obviamente, las personas no se dejaron integrar de manera
voluntaria en la nueva economía monetaria y armamentista. Sólo
se las pudo obligar por medio de una sangrienta opresión (a veces
represión), que tenía su cortina legal en la hipnótica implicación a
la que empujaban los diferentes estados a sus sociedades median-
te el recurso al bien común o la gloria nacional. La inquebranta-
ble economía de guerra de las armas de fuego dio lugar durante
siglos a una permanente tensión popular, y de esta manera a una

10 Kurz, Robert. op. Cit. p. 94.

166
génesis de fricciones internas dentro de los Estados. A in de po-
der arrancar los monstruosos tributos, los poderes centralizados
estatales tuvieron que construir un aparato igual de monstruoso
de policía y administración: ya se anunciaba aquí la conscripción,
o recluta obligatoria como herramienta esencial de los Estados
para el sostenimiento de su aparato militar. Todos los instrumen-
tos estatales modernos proceden de esta historia del comienzo
de la Edad Moderna: las estructuras de control institucional, las
listas de personas y bienes, los censos de población... son elemen-
tos creados por y para el rígido control militar-inanciero de sus
habitantes. No hay ejército eicaz sin orden y disciplinas internas,
y éstas pasaban por la creación y extensión de una gigantesca
maquinaria estatal puesta al servicio de la guerra. Hasta las con-
quistas positivas de la modernización siempre llevaron consigo el
estigma de esos orígenes bélicos.
La industrialización del siglo XIX, tanto en el aspecto tecno-
lógico como en el histórico de las organizaciones y las mentali-
dades, fue heredera de las armas de fuego, de la producción de
armamentos de los inicios de la modernidad y del proceso social
que la siguió. En este sentido, no es de asombrar que el vertiginoso
desarrollo capitalista de las fuerzas productivas desde la Prime-
ra Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII sólo pudiese
ocurrir de forma destructiva, a pesar de las innovaciones técnicas
aparentemente inocentes. La moderna democracia de Occidente
es incapaz de ocultar (probablemente ya no tiene que hacerlo) el
hecho de que es heredera directa de la carrera armamentista y
militar del inicio de la modernidad, en el sentido productivo, no
en el ámbito estratégico. Bajo la delgada supericie de los rituales
de votación y de los discursos políticos, de los mítines de masas
y de las promesas de libertad, encontramos el monstruo de un
aparato que constantemente administra y disciplina al ciudadano
aparentemente libre en nombre de la economía monetaria total y
de la economía de guerra a ella vinculada hasta hoy. En ninguna
sociedad de la historia ha existido un porcentaje tan alto de fun-
cionarios públicos y de administradores de personas, ni tampoco
de soldados y policías. El gasto en los ejércitos es tan inaudito que
ya nadie lo puede ocultar (ni quiere).

167
El siglo XX: el poder de las armas
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) puso en juego y en
evidencia todas las fuerzas desatadas desde hacía siglos, que em-
pujaban a los sistemas políticos y bloques hegemónicos hacia un
choque inevitable. Al despuntar el siglo XX, África era parcial-
mente un continente ignoto, dividido entre los europeos y sin
estructuras políticas claras (al menos, según los estándares eu-
ropeos). Los campos asiáticos y de Oceanía eran similares en es-
tructuras al africano, y allí el dominio blanco occidental era igual-
mente perceptible, aunque no tanto su presencia física colonial.
La carrera por el control de los imperios transoceánicos en-
tre Inglaterra y Francia había transformado el paisaje geopolítico
mundial, más aún desde que occidente decidió repartirse África
tras el Congreso de Berlín en 1885. A esta añeja carrera neocolo-
nial (imperialista para la teoría marxista), se sumaban ahora la jo-
ven y poderosa Alemania, surgida de la guerra y creada en torno
a la agresión exterior en 1871, así como el Japón post Revolución
Meiji (1868) y la debilitada, arcaica, señorial, pero poderosa Rusia
de los zares. La naturaleza competitiva de las naciones empujó a
resolver por las armas las cuestiones aún por solventar del table-
ro mundial, gracias esencialmente a la conjunción de los intereses
del Estado y los poderes inancieros anexos. Todas las naciones
importantes de principios de siglo XX estaban ya en fase muy
avanzada de sus revoluciones industriales, que a su vez empuja-
ba con fuerza hacia el exterior la política internacional en busca
de materias primas, mercados o áreas de conluencia económicas.
La capacidad de solicitar préstamos se disparó y resultó extrema-
damente sencillo y poco costoso (en términos relativos) acometer
la carrera de armamentos. Esta carrera por agrandar los ejércitos
dibujaba un panorama sombrío. Los respectivos ministros de ex-
teriores acometían sus ambiciosos planes con un ojo puesto en los
aspectos inancieros, porque sin dinero no habría ejércitos, pero
estos ejércitos estaban destinados a obtener los recursos para sus-
tentarse y aumentar su fuerza. La tendencia cíclica de las fuer-
zas centrípetas que empujaban a una guerra a escala mundial ya
estaban en marcha. Los industriales operaban en sentido estatal,
creando grandes consorcios cuyos productos tenían más relación
con la industria de armamentos que con la creación de un estado
equitativo de posibilidades igualitarias en lo económico y social.

168
El socialdarwinismo habló alto y claro de la naturaleza cuasi or-
gánica de las civilizaciones; organismos vivos que luchaban entre
sí por la supervivencia, y de cuyas cenizas sólo se levantarían los
más fuertes y adaptados.
El poder y la gloria se asociaron al éxito colonial, la obten-
ción de beneicios rápidos, el prestigio nacional, la defensa de la
civilización blanca superior occidental, y al poder del ejército. Las
fuerzas económico-políticas convergían peligrosamente hacia
una lucha diferente, y total. El pueblo de Europa, creyó a pie jun-
tillas que la guerra que se avecinaba era buena, casi un amanecer
pletórico y regenerativo. Y poco importaba que lo que se avecina-
ba fuese la espectral imagen de miles de muertos pudriéndose en
las trincheras del norte de Francia. Cuando estalló lo inevitable
en 1914, la alegría y el alborozo recorrieron las calles de Berlín,
Londres o París, como un ejercicio kakiano de autogloriicación
del drama.
Nada de eso habría ocurrido sin el dinero y las fuerzas inan-
cieras conluyendo en intereses y perspectivas con las políticas
agresivas de occidente. Aunque el famoso economista Keynes
se asustó ante la posibilidad de que Inglaterra quebrara inan-
cieramente en 1916, los bajos intereses y el recurso a la tradicio-
nal política de subida de impuestos frenaron cualquier tendencia
peligrosa.11Al in y al cabo, el dinero se podía fabricar. Todas las
grandes empresas creadas desde los años 1880 en adelante, o esta-
ban destinadas a la industria de armamentos, o disponían de sec-
tores escorados hacia la guerra y su maquinaria. Los presupues-
tos militares engordaron progresivamente y éstos se sustentaban
en la promesa de obtención de réditos tras la victoria inal. En el
ínterin, los elevados impuestos, el control aduanero, el abandono
de las capas más desfavorecidas, llenaban los deicitarios presu-
puestos, y equilibraban unas deudas públicas insostenibles.12
La política militarista no murió tras la Primera Guerra Mun-
dial. Antes al contrario, los beneicios de las ganadores habían sido
tan enormes que aún era posible obtener un poco más. Si había
que cruzar de nuevo El Rubicón, se haría sin problemas. Poco

11 Davies, Glyn. op. cit. pág. 396.


12 Hardach, Gerd. Historia económica mundial del siglo XX. La Primera Guerra
Mundial, 1914-1918. Barcelona, Crítica, 1985, pp. 117-158.

169
importaba que el costo hubiese sido de 8 millones de muertos, y
de fragmentar la sociedad europea. Aún había muchos mercados
que controlar, y tanto EEUU como Inglaterra salieron claramente
fortalecidas de la contienda. Ambas aspiraban a sostener sus im-
perios y sus visiones político-dogmáticas, y para ello se sirvieron,
paradójicamente, de los tratados de paz de 1919 para provocar
–probablemente sin buscarlo- un nuevo enfrentamiento. Las na-
ciones emergentes de los años 20 no se vieron tan afectadas por
la crisis general de inales de la década, pues los efectos directos
se hicieron sentir sobre la población, y no sobre su maquinaria in-
dustrial, ni sobre su ideal expansivo. El negocio de los armamen-
tos era en los años 30 demasiado importante como para dejarlo a
un lado.
La palabra militarismo posee resonancias antiguas, de otros
siglos. A veces su misma pronunciación sugiere casi de mane-
ra automática el adjetivo “prusiano”, evocándonos la igura del
káiser Guillermo II, con su política imperialista, de rearme, pre-
paradora de la Primera Guerra Mundial. O recuerda a regímenes
que, como el nazi de Hitler o el japonés de Hirohito, realizaron
grandes inversiones en armamento que, a la postre, les permitie-
ron sostener una larga guerra de agresión contra sus vecinos en
Europa y Asia. También, en un ejemplo más cercano en el tiempo,
el término “militarismo” se encadena con el de “complejo mili-
tar-industrial”: aquel monstruo híbrido de empresarios, políticos
y militares que fue responsable de la gigantesca escalada arma-
mentista estimulada por los diversos gobiernos estadounidenses
con posterioridad a la II Guerra Mundial. Todos los estudios que
se han ocupado del militarismo han empezado por destacar su
carácter difuso, variado, multidimensional; lo que siempre ha
diicultado una deinición genérica, reductora. Y es que se trata
de un concepto de largo aliento, atravesado por la historia. Un
recorrido por sus diversas acepciones -desde su acuñación en el
siglo XIX- es un viaje por la historia, a través de las diversas rea-
lidades que han ido enriqueciendo su signiicado con el paso del
tiempo.13

13 Hernández Holgado, Fernando. Miseria del Militarismo. Una Crítica


del Discurso de la Guerra, Tortuga, Grupo Antimilitarista Elx-Ala-
cant, 2005, pp. 87-96.

170
El término militarismo se acabó popularizando en Occidente
durante la segunda mitad del siglo XIX a la sombra del desme-
surado aumento de la industria de armamentos -con el consi-
guiente desarrollo de la tecnología militar- y la extensión masiva
del servicio militar obligatorio. Los Estados contemporáneos de
Europa y Norteamérica, aianzados ya a lo largo de este perío-
do, se convirtieron en patrones y garantes de las respectivas in-
dustrias nacionales de armamento, ya fuesen de capital público
o privado. Los créditos aluían generosamente a estas industrias
siempre y cuando la investigación tecnológica y el producto inal
repartieran dividendos en forma de cañones más rápidos y pode-
rosos, ametralladoras, buques de guerra con proyección oceánica
o nuevas armas químicas. Durante el proceso de concentración
empresarial, las grandes empresas de armamento -como las co-
nocidas Krupp (alemana) y Vickers (inglesa), que aún sobreviven
con estos nombres en nuestros días- comenzaron a igurar entre
los gigantes de la industria mundial.14 Las rivalidades internacio-
nales y la pugna por extender los respectivos imperios coloniales
servirán asimismo para impulsar una carrera armamentista que,
a la postre, será responsable del grado de violencia y destrucción
alcanzado durante el siglo XX.
Y aunque el precio a pagar fue alto, las fuerzas que llevaron a
efecto los mecanismos militaristas e industriales de las armas, han
seguido funcionando desde el nacimiento del Nación-Estado.15
Pese a que la iniciativa pública siguió consolidándose en torno a
la industria bélica, cada vez eran más los intereses privados orbi-
tando sobre el Estado. En EEUU aunque la política de aislamiento
era la oicial, las grandes empresas de armamento continuaron
sus programas de investigación que exportaron por igual a ami-
gos y a potenciales enemigos. Este es uno de los factores innova-
dores que se acelerará desde la década de 1940: la capacidad de
los industriales de la guerra de sacar beneicios por encima de su-
puestos ideales patrióticos. No habrá empresa de armamento im-
portante que no tenga lazos más o menos sólidos con enemigos o
naciones cuyas líneas de expansión e interés pudieran chocar con

14 Manchester, William. Las armas de los Krupp, Buenos Aires, Bruguera, 1969,
pp. 256-289.
15 Kennedy, Paul. Auge y caída de las grandes potencias, Madrid, Plaza y Janés,
1999, pág. 106.

171
la de su propia nación. La falta de “escrúpulos” será hasta hoy en
día una nota dominante.16Los gobiernos empezaron a perder su
autonomía política a favor de los industriales y inancieros que
apoyaban sus programas de expansión militar. La venta del alma
al Diablo tiene siempre un débito que pagar. Así, el poder se fue
inclinando leve pero inexorablemente hacia aquellos que hacían
del poder político-militar su programa de acción; y éstos eran los
industriales y banqueros asociados al negocio de la guerra.17
Pero si hubo un conlicto que expandió el negocio de la gue-
rra e hizo “bueno” el militarismo, fue la Segunda Guerra Mun-
dial. Aunque nominalmente una lucha ideológica entre grandes
potencias, los recursos iscales y los mecanismos económicos eran
tan poderosos que no sería exagerado indicar que el conlicto y el
drama inal (más de 66 millones de muertos) fue más por un re-
parto organizado del botín mundial, que una simple lucha ideoló-
gico-política. Las fuerzas innovadoras, productivas y inancieras
puestas en juego entre 1939 y 1945 modiicaron el mundo, para
dejarlo igual que estaba: en manos de las corporaciones militares.
Los gastos causados por la guerra en EEUU fueron equiva-
lentes a su propia capacidad para generar recursos industriales
para sostener la guerra. Que Churchill llamara a la antigua colo-
nia el Arsenal de la Democracia tiene una doble lectura, pues si bien
hacía alusión a su capacidad industrial en defensa de los ideales
democráticos de los aliados (haciendo, obviamente, oídos sordos
al totalitarismo estalinista de su aliado soviético), también podía
referirse a su capacidad per se, de utilizar la guerra como trampo-
lín económico. Las tablas abajo alusivas al comportamiento eco-
nómico, industrial y laboral de EEUU durante la contienda, son
claros exponentes de ese mal llamado, negocio de la guerra.

16 Para una mera aproximación a este asunto, véase: Edwin Black, IBM y el Ho-
locausto, Barcelona, Atlántida, 2001.
17 Görliz, Walter. La compra del poder, Barcelona, Dopesa, 1977, pp. 9-15.

172
Gasto federal y militar durante la segunda guerra mundial18
Producto
Interior Bru-
Gasto Federal Gasto en Defensa
to Nominal
(PIB)
Total % Incre- Total % Incre- % del Total % Incre- % del % del Gas-
Año
$ mento $ mento PIB $ mento PIB to Federal
1940 101.4 9.47 9.34% 1.66 1.64% 17.53%
1941 120.67 19.00% 13.00 37.28% 10.77% 6.13 269.28% 5.08% 47.15%
1942 139.06 15.24% 30.18 132.15% 21.70% 22.05 259.71% 15.86% 73.06%
1943 136.44 -1.88% 63.57 110.64% 46.59% 43.98 99.46% 32.23% 69.18%
1944 174.84 28.14% 72.62 14.24% 41.54% 62.95 43.13% 36.00% 86.68%
1945 173.52 -0.75% 72.11 -0.70% 41.56% 64.53 2.51% 37.19% 89.49%

Índices de manufacturas norteamericanas (1939 = 100)19


1940 1941 1942 1943 1944
Aviones 245 630 1706 2842 2805
Municiones 140 423 2167 3803 2033
Construcción naval 159 375 1091 1815 1710
Aluminio 126 189 318 561 474
Caucho 109 144 152 202 206
Acero 131 171 190 202 197

18 Nominal GDP: Louis Johnston and Samuel H. Williamson, “The Annual Real
and Nominal GDP for the United States, 1789 — Present,” Economic History Ser-
vices, March 2004. Las cifras son en billones de dólares constantes del año 1945.
19 Milward, Alan S. War, Economy, and Society, 1939-1945, Berkeley, University
of California Press, 1979, pág. 69.

173
Civiles empleados y sin emplear durante la segunda guerra mundial20
1940 1941 1942 1943 1944 1945
Civiles de todas categorias 99,84 99,9 98,64 94,64 93,22 94,09
Total 55,64 55,91 56,41 55,54 54,63 53,86
Fuerza
trabajo civil % Sobre la 55.7% 56% 57.2% 58.7% 58.6% 57.2%
poblacion
Total 47,52 50,35 53,75 54,47 53,96 52,82
% Sobre la
47.6% 50.4% 54.5% 57.6% 57.9% 56.1%
poblacion
Empleada
% Sobre la
fuerza de 85.4% 90.1% 95.3% 98.1% 98.8% 98.1%
trabajo
Total 8,12 5,56 2,66 1,07 670 1,04
% Sobre la
8.1% 5.6% 2.7% 1.1% 0.7% 1.1%
poblacion
Sin emplear
% Sobre la
fuerza de 14.6% 9.9% 4.7% 1.9% 1.2% 1.9%
trabajo

Gasto federal y militar después de la Segunda Guerra Mundial21


Producto
Interior Bruto Gasto Federal Gasto en Defensa
Nominal (PIB)
% % % % Del
% del % del
Año Total Incre- Total Incre- Total Incre- Gasto
PIB PIB
mento mento mento Federal
1945 223.10 92.71 1.50% 41.90% 82.97 4.80% 37.50% 89.50%
1946 222.30 -0.36% 55.23 -40.40% 24.80% 42.68 -48.60% 19.20% 77.30%
1947 244.20 8.97% 34.5 -37.50% 14.80% 12.81 -70.00% 5.50% 37.10%
1948 269.20 9.29% 29.76 -13.70% 11.60% 9.11 -28.90% 3.50% 30.60%
1949 267.30 -0.71% 38.84 30.50% 14.30% 13.15 44.40% 4.80% 33.90%
1950 293.80 9.02% 42.56 9.60% 15.60% 13.72 4.40% 5.00% 32.20%

20 Bureau of Labor Statistics, “Employment status of the civilian noninstitutional


population, 1940 to date.” Disponible en: htp://www.bls.gov/cps/cpsaat1.pdf
21 “Nominal GDP: Louis Johnston and Samuel H. Williamson, “The Annual
Real and Nominal GDP for the United States, 1789 — Present,” Economic Histo-
ry Services, March 2004, disponible en htp://www.eh.net/hmit/gdp/. 1946-1950
Bureau of Labor Statistics, “CPI Inlation Calculator,” disponible en htp://data.
bls.gov/cgi-bin/cpicalc.pl. Gastos de defensa, “Budget of the United States Gov-
ernment: Historical Tables Fiscal Year 2005,” Tabla 6.1.

174
Los datos indican visiblemente la excepcionalidad de la mo-
vilización a causa de la guerra así como el empuje industrial. La
inserción de la mujer en el mundo laboral se produjo durante
esos años, y está directamente relacionada con las necesidades de
mano de obra, mientras los hombres combatían por la libertad.
Sin guerra, no hay derechos. Sin embargo, una vez canalizado
todo ese esfuerzo en aras de ganar la guerra, EEUU ha manteni-
do hasta hoy en día, un alto nivel de gastos militares. La excusa
oicial fue la necesidad de ser el garante de los valores occidenta-
les frente al terror rojo, pero más allá de las discusiones ideológi-
cas que esto puede conllevar, lo verdaderamente cierto es que en
EEUU la industria de la guerra desde los años 50 se ha convertido
en un elemento estabilizador por sí mismo. Cuando el peligro
comunista desapareció en la década de 1990, el gasto militar nor-
teamericano no se ha visto disminuido en la misma proporción
que desapareció el potencial enemigo.
Empresas como Bridgestone, Firestone, Goodyear o IBM tu-
vieron su verdadero punto de lanzamiento en estos años, y aun-
que es exagerada la airmación oicial cubana de que el negocio
de la guerra es lo que mueve a EEUU (tampoco tiene la Cuba
castrista muchos más argumentos para atacar a su poderoso veci-
no), lo cierto es que verdaderamente es un elemento dinamizador
a tener muy en cuenta. Piénsese que desde la creación oicial del
Pentágono el 11 de septiembre de 1941 (curiosa y trágica coinci-
dencia de fechas), la Casa Blanca ha tenido que plegarse una y
otra vez a los deseos de los militares allá encerrados, cuyos inte-
reses (a veces familiares) están directamente relacionados con la
industria de armamentos.22
Ahora bien, el militarismo y el negocio de la guerra no son
exclusivos de EEUU, más bien es un problema (en caso que se
acepte que lo es) de la sociedad occidental, incluso de la socie-
dad mundial. ¿No basó la Unión Soviética durante cuarenta años
su política industrial en el sostenimiento artiicial de una carrera
armamentística con EEUU a costa de la calidad de vida interior?
¿No ha visto occidente siempre una salida factible mantener una

22 Indispensable y magistral para una interpretación del papel real que juega el
Pentágono es el libro de Carroll, James. La Casa de la guerra. El Pentágono es quien
manda, Barcelona, Crítica, 2006.

175
política de enfrentamiento allá donde sus intereses eran discuti-
dos basándose exclusivamente en la fuerza? ¿Acaso el terrorismo
internacional no es un mal hijo de esta carrera entre las armas y
el poder?
El impacto de la política militarista sobre la industria de gue-
rra es, por consiguiente, visible en todas las facetas. En EEUU
por ejemplo, más de un 10% de la población trabaja directa o in-
directamente en la industria bélica, lo que supone una fuerza de
trabajo descomunal, en comparación con la media mundial.23
La militarización va también en aumento en América Latina.
El personal militar ha ido creciendo sostenidamente en toda la
región (a partir de 1980), presionando hacia el alza los gastos de
defensa, primero por el incremento de sueldos del personal mili-
tar, y luego a través de las compras de armamento. La presencia
militar junto a los distintos gobiernos, elegidos democráticamen-
te o no, es cada vez más perceptible. Y el gasto militar depende
básicamente de la posición que tengan las fuerzas armadas en los
respectivos Estados. En toda América Latina, la importación de
armamentos sigue creciendo sostenidamente, mientras el gasto
social interno, que tiene requerimientos gigantescos, se ve res-
tringido. El desarrollo reciente de una industria militar local en
varios países de la región, inalmente, ayuda a ocultar los des-
equilibrios sociales y la desigualdad en la asignación de recursos,
favorable a los objetivos castrenses.24
En los últimos años, el número de países productores y ex-
portadores de armamento viene creciendo en forma signiicativa.
Países en desarrollo, del Tercer Mundo, periféricos, que no pue-
den ser considerados como integrantes del mundo industrializa-
do, se han ido incorporando como vendedores - especialmente
a partir de 1980, al mercado internacional de las armas.25 Da la
sensación de que no son pocos los que han detectado el beneicio
de las armas, especialmente en un mundo en que las potencias
23 Perlo, Victor. Militarism and Industry. Arms proiteering in the Misile Age, New
York, International Publishers, 1963, pág. 119.
24 Varas, Augusto. “Militares y armas en América Latina”, Nueva Sociedad Demo-
cracia y Política en América Latina, nº. 97, septiembre-octubre 1998, pág. 78.
25 Drumond Saraiva, José. “Producción de armamentos. ¿Una vía hacia el desa-
rrollo?”, Nueva Sociedad Democracia y Política en América Latina, nº. 97, septiembre-
octubre 1998, pág. 91 y ss.

176
occidentales acaparan los mercados de bienes industriales “nor-
males”, lo que ha empujado a países en desarrollo a buscar en el
negocio de las armas un buen ilón libre de prejuicios.
El negocio, empujado por un creciente militarismo, que lejos
de disminuir con la desaparición de la Guerra Fría en 1991, ha
aumentado por el surgimiento de “nuevos enemigos”, está clara-
mente en alza. El gasto militar mundial en 1987 fue estimado en
unos 970 mil millones de dólares anuales. Dicha cifra ha venido
aumentando en los últimos años a un ritmo de 2 a 3 por ciento
anual. Los países industrializados del Oeste y del Este son res-
ponsables del 80 por ciento de ese “despilfarro”, pero la cuota
correspondiente al Tercer Mundo se está incrementando con ma-
yor rapidez. Sólo la movilización de la opinión pública interna-
cional puede lograr detener esta utilización de recursos que tiene
totalmente deformada a la economía mundial, en medio de una
carrera desenfrenada, donde la inmensa mayoría de los países
no cumple los compromisos contraídos y aceptados en relación
al desarme e incumple sistemáticamente los acuerdos irmados.26
Los gastos bélicos de las dos exsuperpotencias (al que hay que
añadir ahora los de China, India o Pakistán) son tan abrumadores
que huelga aquí hacer cualquier análisis comparativo con cual-
quier otro tipo de industria.
El interesado en los problemas militares encontrará una va-
riedad excepcional de modelos y comportamientos diferenciados
entre México, Centroamérica y Panamá; desde Costa Rica, la úni-
ca nación del hemisferio que ha podido prescindir de fuerzas ar-
madas regulares, a Guatemala, en que los uniformados controlan
en términos efectivos el conjunto del Estado. México muestra la
relación más armónica entre civiles y uniformados, en tanto que
El Salvador es escenario de una fricción permanente entre ambos
sectores. En Nicaragua el ejército tiende a confundirse con la con-
ducción política del gobierno. Panamá enseña una sorprendente
evolución de resistencia castrense a Estados Unidos. Honduras,
en cambio, tiende a conirmar el arquetipo de fuerzas armadas

26 Millán, Víctor. “1.000.000.000.000. Sigue creciendo el gasto militar mundial”,


Nueva Sociedad Democracia y Política en América Latina, nº. 97, septiembre-octubre
1998, pág. 112 y ss.

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digitadas desde el exterior.27 Colombia ha basado en gran medida
su política interior en la guerra contra las FARC y grupos simila-
res, al tiempo que desliza peligrosamente sus intereses nacionales
hacia los de Estados Unidos. Éste ve con peligro cómo Brasil se
está independizando de la tecnología bélica norteamericana, crean-
do su propia industria de armamentos nacional, y caminando a
pasos irmes hacia la hegemonía en el cono sur. Venezuela, antes
y después de Chávez es un clásico exponente de militarización de
la sociedad, en donde es más fácil obtener un sufusil AK-47 que
un kilo de carne fresca. No parece exagerado airmar que en His-
panoamérica los modelos son muy variados, pero tienen como
componente común el que tanto el militarismo como el aumento
de las industrias bélicas (en países que, recuérdese, aún están en
gran medida por alcanzar las cotas mínimas de protección social),
sirven para proteger a las élites y “vender” una independencia
industrial de los extranjeros, especialmente de Estados Unidos.
Y qué decir de las grandes industrias armamentísticas de ca-
rácter privado, que mueven ingentes cantidades de dinero, y se
cobijan bajo el manto de la artiicialidad de la empresa privada.
Hoy en día, el Estado considera incluso más rentable sustituir los
costosos ejércitos nacionales y públicos, por compañías privadas
que, una vez realizado su trabajo, y cobrado su jornal, abandonan
el lugar sin preguntar si sus actos fueron lícitos o no. Los tentácu-
los de estas compañías privadas llegan a todas partes y sostienen
gobiernos débiles pero acreedores. Veamos someramente algu-
nos ejemplos.
MPRI (Military Professional Resources Incorporation), traba-
jó (entrena militares, hace inteligencia con alta tecnología y parti-
cipa en combates) en Colombia, Croacia, Bosnia, Congo, Nigeria
y Guinea Ecuatorial (entre otros estados). La empresa es dirigida
principalmente por ex-generales del ejército estadounidense. En
Croacia, por ejemplo, entrenó al nuevo ejército en 1994, por peti-
ción y bajo contratación del ministerio de defensa de EEUU. Me-
ses después, el ejército croata invadió (con conocimiento previo
del gobierno de EEUU) las “zonas de seguridad de Naciones Uni-

27 Sohr, Raúl. “Militarismo centroamericano: Un mosaico de México a Pana-


má”, Nueva Sociedad Democracia y Política en América Latina, nº. 97, septiembre-
octubre 1998, pág. 130 y ss.

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das” en Krajina y efectuó la limpieza étnica de la zona (crímenes
contra la Humanidad). La impunidad (y el silencio mediático)
con la cual se depuró étnicamente esta zona bajo control de los
“Cascos Azules” de Naciones Unidas (y con el silencio cómplice
de Europa y EEUU), haría enrojecer a cualquiera, pero dio paso
a que el ejército serbio pudiera hacer lo mismo en Srebrenica. 28
Dyncorp, una empresa con sede en EEUU (aunque a veces se
presenta como empresa británica), es una de las mayores y más
antiguas. La empresa fue creada en 1946, bajo nombre “California
Easter Airways Inc.” (un nombre tan atractivo que uno pensaría
que se trata de una línea aérea que patrocina bellos viajes al Cari-
be) y desde 1987 lleva su nombre actual. Prestó sus servicios en la
guerra de Corea, en Vietnam, en la guerra del Golfo (1991), en la
guerra contrainsurgente en El Salvador, en Bosnia y actualmente,
por ejemplo, en Colombia e Irak. Los ingresos de DynCorp supe-
ran los mil millones de dólares.29 Sus actuaciones en Colombia,
ya le ha costado una demanda oicial elaborada por la Corpora-
ción Colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo” en febrero de
2007.30
Executive Outcome, es otra empresa de seguridad militar que
nació después de la caída del régimen de Apartheid en Sudáfrica.
Ex-militares formaron un ejército privado al servicio de las mul-
tinacionales. Protegieron, por ejemplo, las minas de diamantes
y campos de petróleo en Angola en los años 90. Llegaron a ser
activos en más de 30 estados alrededor del planeta. Cuando la
empresa fue prohibida en Sudáfrica, simplemente se trasladó a
Gran Bretaña, donde goza de buena salud e impunidad.31
Finalmente, en una tierra donde desgraciadamente ha pri-
mado demasiado el militarismo y la violencia, como es Colom-
bia, las empresas que sobreviven del negocio de la guerra es
28 Vaneeckhaute, Hendrik. “La guerra, otro negocio mortal del libre mercado
capitalista”, citado en pangea.org.
29 Dinucci Manlio y John A. Manisco. El ejército secreto de mercenarios privados.
Disponible en la página htp://www.radiolaprimerisima.com/articu-
los/954
30 La acusación, historia y actuaciones de esta compañía pueden consultarse en:
prensarural.org/spip/IMG/doc/dyncorp_acus_esp.doc
31 Global Security, citado en: htp://www.globalsecurity.org/military/world/
para/executive_outcomes.htm

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alarmantemente amplia: Lockheed-Martin, DynCorp Aerospace
Operations, Ltda., Cambridge Communications, Virginia Electro-
nic Systems, Inc. (VES), Air Park Sales and Service, Inc. (APSS),
Integrated AeroSystems, Inc, Northrop Grumman California Mi-
crowave Systems, ACS Defense, y un largo etcétera.
No es este el lugar para juzgar, y probablemente algunas de
estas empresas e industrias son tan necesarias como cualquier
otra, pero la Historia ha demostrado que la carrera armamentís-
tica (contemporánea) tiende a evitar pequeñas guerras para des-
encadenar otras diferentes pero igualmente destructivas. Son las
famosas guerras asimétricas, que azotan el planeta pero que go-
zan de menor prensa y atención pública, posiblemente porque la
contaduría inal no es en millones de muertos, sino en miles. Sin
embargo, si hacemos un pequeño ejercicio de sumandos indivi-
duales, me temo que nos sorprenderíamos…

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La acusación, historia y actuaciones de esta compañía pueden consultarse
en: prensarural.org/spip/IMG/doc/dyncorp_acus_esp.doc
Global Security, citado en: htp://www.globalsecurity.org/military/world/
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