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Por mi se va a la ciudad del llanto;
por mi se va al eterno dolor; por mi se va hasta la raza
condenada.
La justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la
divina potestad,
la suprema sabiduría y el primer amor. Anteriormente a mí
no hubo nada creado,
a excepción de lo eterno, y yo duro eternamente.
¡Oh, vosotros los que entráis,
abandonad toda esperanza!
DANTE
"La Divina Comedia"
PERSONAJES
Personajes Reales:
EL PREFECTO Marcelino.
SOLDADOS ROM ANOS.
ZABDA, Lugarteniente de Palmira.
LONGINO, filósofo de la corte de Zenobia.
El SÉQUITO de Zenobia.
LOS HIJOS de Zenobia.
VABALLAT, segundogénito de la reina y príncipe
de Palmira.
UN LEGADO ROM ANO.
UNOS ESCLAVO S.
UNOS ANIMALES.
LA MUCHEDUMBRE.
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AURELIANO, emperador de Roma, "Restitutor
Orbis".
EL SÉQUITO de Aureliano.
Personajes Contemporáneos:
UNOS SOLDADOS.
UN GENERAL.
UNA MUJER M ILITAR.
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ZENOBIA.- Por que me gusta tu voz, tu mueca de león
herido. En el aroma de tu aliento está la esperanza, la
llegada de la muerte. Cuéntame, Luzbel. Repíteme hasta el
final la historia de mi ocaso y mi grandeza.
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(ZENOBIA contempla y sufre un combate que no es más
que una proyección de su lucha interior. En él, el
arrepentimiento y la soberbia se confunden, como jamás
se distinguieron el Bien del Mal y el ÁNGEL perdido en
los abismos del que permaneció.)
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LONGI NO.- M ás lejos has llegado tú, pupila aventajada.
Tú brillarás en el panteón de mis dioses y de los tuyos
como la estrella más fulgente. Llegué de la distante Grecia
para enseñarte y te vi levantar una nueva Atenas en el
desierto, como la más digna sucesora de Alejandro. ¡Qué
gran honor ha sido para mí modular tu acento asiático!
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ZENOBIA.- Yo acuso porque vosotros habéis maltratado
a mi pueblo desde hace cientos de años, arrasándolo en
ocasiones sin piedad. Que permanezca inscrito en la
Historia que fue la ciudad de Alejandría, tantas veces
ultrajada por vuestros delirios de poder, la que vino a mí
buscando auxilio y protección. ¿También soy culpable de
las insurrecciones en Hispania, en la Galia o más allá de las
Lindes del Danubio? ¿No os da vergüenza? Vuestro
Imperio se pudre; se extingue vuestro sueño de vida, alado
amigo, y mi condena no os salvará. Efectivamente, soy
culpable de ser amada por mi pueblo, soy culpable por
querer ser libre y soy culpable de querer mirar al futuro y
prosperar. Pero sé que no es por eso por lo que me vais a
castigar, ¿verdad?
ZENOBIA.-
Como tu padre. (Lo mira como si fuera la última vez.)
¡Vaballat!
VABALLAT.- ¿Qué?
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ZENOBIA.- No olvides nunca quién soy, ni el dolor que
me costó parirte. Háblale a tus hijos de mí, y haz que ellos
se enorgullezcan de descender de mi linaje. Eres hijo de
padres poderosos, que aprendieron a sacrificar hasta lo más
esencial o incluso lo impensable para sobrevivir, y sé que
llevas escrito en tus venas mi mensaje. M antén, cuando yo
falte, eterna mi verdad y mi memoria. Que en los siglos
venideros, aún se comente la leyenda de Zenobia.
ZENOBIA.- ¡Nunca!
(Un soldado amenaza a VABALLAT con cortarle el
cuello.)
VABALLAT.- ¡M adre!
VABALLAT.- ¡M adre!
(El joven va hacia ella y la acaricia con dulzura. Un
grupo de SOLDADOS contemporáneos van apareciendo
sucesivamente en escena, instalando con rapidez lo que
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podría ser un puesto militar en plena batalla de este
milenio o de venideros: banderas, mapas, retratos,
muebles... VABALLAT sienta a su madre en una silla y
la desencadena, mientras ésta recobra lentamente el
sentido aunque permanezca como ausente. El resto de
los personajes adoptan una actividad normal para la
situación, mientras, a lo lejos, estallan todas las bombas
del Mundo.)
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LUZBEL.- ¡Vae Victis! Leges a victoribus dicuntur.
Aqua conclusa facile corrumpitur...
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(Una voz única, familiar.) ¿Qué ha sido del pueblo de
Roma? Estáis sedientos de sangre. ¿Es Roma una madre o
una tirana?
(Gritos y risas.) ¡M iradla! ¡Ahí va la reina que quiso
escapar montada en un camello!
¡Endemoniada!
¡Gloria al emperador Aureliano, restaurador del M undo!
(Todos.) ¡Gloria! ¡Gloria! ¡Gloria!
¡Vieja puta del desierto!
¡La vergüenza está contigo, patética reina! ¡Así pagan los
traidores su osadía!
¡Tétrico y Zenobia ya no existen! ¡Salve, Aureliano!
(Todos.) ¡Salve!
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AURELIANO.- Observo que aún te queda orgullo.
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ZENOBIA.- ¡No te atrevas a hacerle ningún daño o...!
¿TELÓN?
A
LOS QUE ME AMARON Y PENSARON
COMO NUNCA FUI.
A
SEPTIMIA ZENOBIA.
A
LAS TINIEBLAS.
Notas a Zenobia
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Probablemente fue durante un verano, entre los años 272 y
273.
Por otro lado, no existe ningún indicio, texto o inscripción
que nos hable de una posible relación amorosa entre
Aureliano y Zenobia, salvo la clarividente insinuación de
Calderón en su drama. Nada lo prueba. Nada lo desmiente.
Como esto, la omisión directa en escena de algunos
personajes cruciales, o la aparición de otros, no altera en lo
esencial la frágil verdad. Hombres como Odenato, hijo de
Hairán, hijo de Vahballath e hijo de Nasor; y espíritus libres
como el de Pablo de Samosata, habitan ya en mí.
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