Dick. Impostor

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Pur K. Dick Impostor —Uno de estos dias voy a tomarme tiempo —dijo Spence Olham en el desayuno. Miré a su mujer—. Creo que me he ganado un descanso. Diez atios es mucho tiempo. 2 el Proyecto? —Que ganen la guerra sin mi, Esta bola de arcilla nhuestrano esta realmente en mucho peligro. —Olham se sent6 ala mesa y encendi un pitillo—. Las méquinas de alteran los boletines para que parezca que los Extraespaciales estan sobre nosotros. ;Sabes eémo me gustaria pasar mis vacaciones? Me gustaria hacer una excursi6n de cémping a esas montafias alas afueras de la ciudad, donde fuimos aquella vez. Recuerdas? Yo cogt Zamaque venenoso y ti casi pisaste un expiloto, —El bosque Sutton —Mary comenz6 a retirar los. platos—. El bosque se incendié hace unas semanas. Crei que lo sabias. Alguna especie de rayo. Olham se alter6, —2Y han intentado hallar la causa? —Apret6 los labios—. A nadie le importa ya nada. Sélo pueden pensar en la guerra 101 Apreté las mandibulas, representindose todo el ‘cuadro en su mente, los Extraespaciales, la guerra, las naves-aguija. —;Cémo podefamos pensar en otra cosa? COlham asinti6. Elle tenia raz6n, desde luego. Las pequefias naves negras de Alpha-Centauri habfan desviado facilmente a los cruceros de Tierra, dején- dolos como indefensas tortugas. Habfan sido comba- tes unidireccionales, todos en direccién ala Tierra. Todos hacia al hasta que se desplegé la cépsula protectora de los Laboratorios Westinghouse. Tendi- da en torno las principales ciudades, y finalmente al propio planeta, la cépsula era la primera defensa real, la primera respuesta legitima a los Extraespaciales, como los etiquetaron las maquinas de noticias. Pero ganar la guerra era ya otra cosa. Cada labora~ torio, cada proyecto estaba trabajando noche y dia, interminablemente, para encontrar algo mejor: un arma de combate positiva. Su propio proyecto, por ejemplo. Durante todo al di, aio tras ao. ‘Olham se puso en pie, dejando a un lado su pitillo. —Como la espada de Damocles —dijo—. Siem- pre pendiente sobre nosotros. Me estoy cansando. Todo lo que deseo es tomar un largo descanso. Pero supongo que todo el mundo siente lo mismo. Cogié la chaqueta del perchero y salié al porche, En cualquier momento apareceria el rapido microve- hiculo que le transportaria al Proyecto. —Espero que Nelson no se retrase —dijo miran- do su reloj—. Son casi las siete —Agqui llega el micro —dijo Mary, oteando entre las hileras de casas. El Sol brillaba tras los tejados, re- 102 flejéndose contra las gruesas planchas de plomo. La colonia estaba tranquila; slo unas pocas personas parecian afanarse—. Hasta luego. Trata de no exce- derte en el trabajo, Spence. ‘Olham abrié la portezuela del vehiculo y se desli- 26 en st interior, recostandose en su asiento con un suspiro. Habia un hombre mayor con Nelson. _ ~a¥ bien? —pregunt6 Otham—. zAlgunas noti- cias interesantes? —Lo acostumbrado —respondié Nelson—. Unas cuantas naves extraespaciales alcanzaron a otro aste~ roide abandonado por razones estratégicas. —Todo irg bien cuando levemos el Proyecto a la fase final. Quizé sea s6lo la propaganda de las maqui- nas de noticias, pero en el tltimo mes ya me he abu- rtido de todo eso. Todo parece tan torvo y serio, una vida tan incolora, tan sin motivo... —¢Cree usted que la guerra es en vano? —dijo de pronto el hombre de més edad—. Usted mismo es parte integrante de ella Aqui el mayor Peters —anuncié Nelson. ‘Olham y Peters se estrecharon las manos. Olham. estudié al otro. Qué es lo que le trae tan de mafiana? —pre- gunté—. No recuerdo haberle visto a usted antes en el Proyecto. —No, no estoy con el Proyecto —respondié Pe- ters—, pero conozco algo de lo que estd usted hacien- do. Mi trabajo es completamente diferente. Una mirada se cruz6 entre él y Nelson. Olham la 103 observé y fruncié el cefio. El vehiculo estaba ganan- do velocidad, cruzando como una centella el pelado terreno sin vida hacia el distante borde de los edifi- cios del Proyecto. —De qué se ocupa usted? —pregunté Olham—. 2O no sc le permite hablar de ello? —Estoy con el Gobierno —respondié Peters—. Con el FSA, el Organismo de Seguridad. —jAh! --Olham alzé una ceja—. ¢Es que hay en. esta region alguna infiltracin enemiga? —En realidad estoy aqui para verle a usted, sefior Olham. ‘Olham quedé desconcertado. Consideré las pala~ bras de Peters, pero no pudo sacar nada en limpio. —Para verme a mi? ZY por qué? —Estoy aqui para detenerle como espfa del espa- cio exterior. Por eso me he levantado tan temprano esta mafiana, Atrdpale, Nelson. El arma presioné en el costado de Olham. Las manos de Nelson temblaban de emocién y tenfa la cara pilida. Respiré profundamente. —gHemos de matarlo ahora? —cuchiches a Pe~ ters—. Creo que deberiamos hacerlo. No podemos, POtham miré fijamente a la cara de su amigo ‘Abric la boca para hablar, pero no le salieron las pala: bras. Ambos hombres le tenian clavada una mirada torva, llena de espanto. Olham se sintié mareado. Le dolia y daba vueltas la cabeza. —No comprendo... —murmur6, En aquel momento el vehiculo dej6 el suelo y se elevé en direccién al espacio. Bajo ellos, el Proyecto 108 fue empequeneciéndose hasta desaparecer. Olham cerré la boca. —Podemos esperar un poco —dijo Peters—. Quiero hacerle algunas preguntas primero. Otham lanz6 una inexpresiva mirada, al precipi- tarse el vehiculo por el espacio. —La detencién se ha efectuado perfectamente —dijo Peters en el videoteléfono, en cuya pantalla aparecieron las facciones de jefe de Seguridad—. Un peso menos para nosotros. —zAlguna complicacién? ‘Ninguna, Entré en el vehiculo sin sospechas. ‘No pareci6 pensar que mi presencia era demasiado —gD6nde se encuentran ahora? —En camino al exterior, justamente dentro de la cépsula protectora, Nos estamos moviendo a veloci- dad maxima, Puede decirse que ha pasado el periodo xitico. Me satisface que los propulsores de despegue hayan funcionado debidamente: De haber habido ae gin fallo en ese momento... —Déjeme verle —dijo el jefe de Seguridad. Miré directamente a donde estaba Otham sentado, con las manos en el regazo, y la mirada fija adelante Asi que ése es el hombre —dijo mirando a Ol- hham durante unos momentos. Otham no dijo nada. Finalmente, el jefe hizo un gesto de asentimiento a Peters—. Estd bien. Ya basta. —Una débil huella de disgusto arrug6 sus facciones—. Ya he visto lo que deseaba. Ha hecho usted algo que se recordar du- rante mucho tiempo. Estn preparando alguna espe- cie de mencién para ustedes dos. 105 No es necesario —dijo Peters. —gCuanto peligro hay ahora? ;Existe atin mucha probabilidad de que...? —Hay alguna probabilidad, pero no demasiada. Desde mi punto de vista, esto requiere una frase clave verbal. En todo caso, hemos de correr el riesgo. —Notificaréa la base Luna su llegada. —No—Peters meneé la cabeza—. Posaré el vehi- culo en el exterior, més alld de la base. No quiero que corra ningiin riesgo. —Como desee. Los ojos del jefe flamearon al mirar de nuevo a Olham. Luego su imagen se desvanecié y la pantalla queds en blanco. (Olham desvié la mirada a la ventanilla. El vehicu- lo estaba atravesando ahora la cépsula protectora, precipiténdose cada vez a mayor velocidad. Peters se apresuraba en Ia tarea de la apertura total de los propulsores. Tenia miedo, una prisa frenética, a causa dea. En el asiento de su lado, Nelson se agitaba inquieto. —Creo que deberfamos hacerlo ya —dijo—. Da- rfa cualquier cosa por acabar ya con esto. —Tranquilizate —dijo Peters—. Conduce un rato més para que pueda hablarle. Se desliz6 al lado de Olham, mirandole a la cara. ‘Tendié ahora una mano y le toc6 cautelosamente, primero en un brazo y luego en la majilla ‘Olham no dijo nada. «Si pudiese hacérselo saber « Mary —pens6 de nuevo—. Si pudiese hallar algsin medio de hacérselo saber... »Miré en derredor. ¢C6 mo? gEl videoteléfono? Nelson estaba junto a él, em- 196 puflando el arma, No habia nada que pudiese hacer. Estaba cogido, atrapado. Pero por qué? —Escuche —dijo Peters—. Quiero hacerle algu- nas preguntas. Usted sabe a dénde nos dirigimos. Nos movemos en direcci6n a Luna. Dentro de una hora alunizaremos en el extremo opuesto, en la parte desolada. Y una vez lo hagamos, usted sera entregado inmediatamente a-un equipo de hombres que espera alli, Su cuerpo serd destruido enseguida. ;Lo com- prende? —Consult6 su reloj—. Dentro de dos horas sus partes serin desperdigadas por el terreno, No quedard nada de usted. Olham pugné por salir de su letargo. uuede usted decirme...? se lo diré —asinti6 Peters—. Hace dos dias recibimos un informe de que una nave del espacio ex- terior habia penetrado en la cépsula protectora, La nave solté un espfa en forma de robot humanoide. El robot debia destruir un ser humano en particular y ‘ocupar su lugar..—Peters mir6 tranquilamente aOl- hham, y prosiguié—: En el interior del robot habia ‘una Bomba-U. Nuestro agente no sabia c6mo seria detonada, pero conjeturé que podria realizarse por una determinada frase hablada, o cierto grupo de pa~ labras. El robot viviria la vida de la persona que mata ra, asumiendo sus actividades cotidianas, su trabajo, su vida social. Habja sido construide para parecerse a «sa persona, Nadie notaria Ia diferencia El rostro de Olbam se torné blanco como la tiza, 107 —La persona a la que debia sustituir el robot —prosiguié Peters— era Spence Olham, un alto fun- cionario de uno de los Proyectos de investigacién. Y debido a que este Proyecto estaba aproximandose a su fase erucial, la presencia de una bomba animada moviéndose hacia el centro del mismo... Otham se miré fijamente las manos. ;Pero yo soy Olbam! —Una vez el robot hubiese localizado y matado a Olham, era una simple cuestién asumir su vida. El ro- bot fue soltado de la nave posiblemente hace ocho dias. La sustituci6n se realiz6 durante el iltimo fin de semana, cuando Olham fue a dar un pequefio paseo por los cerros. {Pero yo soy Olham! —repiti6, volviéndose a Nelson sentado ante los controles—. E's que no me reconoces ti? Ti me has conocido durante veinte afios. No recuerdas cémo sbamos al colegio juntos? —Se puso en pie—. Tay yo estuvimos en la universi- dad. Ocupamos la misma habitacién, —Se dirigid a Nelson, —iApértate de mi! —grufié Nelson. —Escucha, ¢Recuerdas nuestro segundo afio? .ccuerdas aquella muchacha? ¢Cémo se llamaba...? Se froté la frente—. Aquella del cabello negro. La {que conocimos donde Ted. — Calla! —Nelson agité frenéticamente su arma—.No quiero ofr nada mas. ; Ti le mataste! Ti. méquina, Olham le mie6 fijamente. —Estas equivocado —dijo—. No sé lo que suce~ di6, pero el robot no me aleanzé nunca. Algo debié ir 108 smal, Quizé la nave se estrellara, —Se volvié a Peters—. ‘Yo soy Olham, lo sé. No se me ha hecho ningiin tas- paso. Soy e! mismo que siempre he sido. —Recorrid su cuerpo con sus manos—. Debe haber algo para pro- barlo, Llevadme de nuevo a Tierra. Un examen de ra- yos X, un estudio neurolégico, algo por el estilo os Jodemostrara. O quiza podamos encontrar lanavees trellada, Ni Peter ni Nelson hablaron. —Yo soy Otham —repiti6 de nuevo—. Sé que lo soy. Pero no puedo demostrarlo. El robot —dijo Peters— no se percataria de que no era el verdadero Spence Olham. Se convertiria en Olham tanto en mente como en cuerpo. Se le habria dado un sistema de memoria artificial, un falso re- euerdo. Tendria su mismo aspecto, sus recuerdos, sus pensamientos e intereses, realizaria su trabajo... Pero habria una diferencia, Dentro del robot habria una Bomba-U, dispuesta a explotar cuando se pronuncia~ tala frase detonadora —Peters se apart6 un poco—. Esaeslatinica diferencia. Por eso le estamos llevando ala Luna. Ellos le desarticularén y quitarén la bomba. Quiza explote, pero no importaré, por lo menos ali. ‘Olham volvié a sentarse, lentamente. No tardaremos en llegar —dijo Nelson. Se tendié hacia atrés, pensando frenéticamente, al descender la nave, Bajo ellos estaba la superficie de la Luna, cubierta de hoyos, la interminable extensidn de ruina. {Qué podia hacer él? Qué lo salvaria? —Preparese —dijo Peters. 109 En pocos minutos estaria muerto. Allé abajo po- dia ver una motita, un edificio de alguna clase. Habia hombres en él, el equipo de demolicién, esperando hacerle trizas. Le descuartizarian, le arrancarian pier- nas y brazos, le harian pedazos. Y cuando no encon- trasen ninguna bomba, se sorprenderian; lo sabrian entonces, pero seria demasiado tarde. ‘Olham miré en torno a la pequefia cabina. Nelson seguia sosteniendo su arma. No habia probabilidad alguna por aquella parte, Si pudiese conseguir un mé- dico, hacer que le examinasen... era la tinica manera. Mary podia ayudarle. Los pensamientos corrian de- solados en su cerebro. Sélo quedaban unos cuantos minutos, un brevisimo espacio de tiempo. Si pudie- se entrar en contacto con ella, comunicarse como fuese.. —Tranquilo —dijo Peters. El vehiculo descendié lentamente, dando un bote en el suelo rugoso. —Escuche —dijo con voz estropajosa Olham—. Puedo probar que soy Spence Olham. Consiga un médico. Traigalo agus —All esta la patrulla—apunté Nelson—. Vienen, hacia aqui —lanz6 una nerviosa ojeada a Olham—. Espero que no suceda nada, —Nos habremos ido antes de que empiecen a ac- war —dijo Peters—. Estaremos fuera en un momen- to. Se puso un traje de presi, y tomé el arma de Nelson—, Yo le vigilaré enteetanto —dijo. Nelson se puso a su vez su traje de presi6n con torpe apresuramiento. —eQué hay de él? —Seftald a Otham—. {Tam- bién necesitara uno? 110 —No —respondié Peters meneando la cabeza—. Los robots probablemente no necesiten oxigeno. El grupo de hombres estaba casi junto a lanave, Se detuvieron, esperando. Peters los seal. — Adelante! —Agité su mano y los hombres se acercaron cautelosamente; envaradas y grotescas fi- jguras en sus inflados trajes. —Si se abre la portezuela —dijo Olham—, ser mi muerte. Seré asesinado. —Abrid la portezuela —dijo Nelson, tendiendo Ja mano hacia el picaporte. (Olham leobserv6. Vio la mano del hombre apretar- se en torno al metal. En un momento, la portezuela se abrirfa, el aire saldria expelido del interior, l moritia, y entonces ellos se percatarian de su error. Quizé en al- giin otro tiempo, cuando no hubiese guerra, los hom- bres no actuarian asi, enviando apresuradamente a un individuo a la muerte, porque tuvieran miedo. Todo el mundo estaba asustado, todo el mundo estaba dispues- toa sacrificar al individuo debido al miedo del grupo. Eliba a morir porque ellos no podian esperar a es- tar seguros de su culpabilidad. No habia tiempo sufi- Miré a Nelson, Habja sido un amigo durante aftos. Habfan ido a la escuela juntos. Habia sido pa~ drino de su boda. ¥ ahora Nelson iba a matarle. Pero Nelson no era un malvado; no era su culpa. Era la época. Seguramente pasé lo mismo durante las pla- gas. Cuando los hombres mostraban una llaga, se les mataba también, sin un momento de vacilacién, sin pruebas, por la sola sospecha. En épocas de peligro no habia otro medio. mt No los reprochaba. Pero tenia que vivir. Su vida era demasiado preciosa para ser sacrificada. Olham pens6 répidamente. ¢Qué podia hacer? ;Habia algo? ‘Miré en derredor. —Ya va—dijo Nelson. —Tienes razén —dijo Olham. El sonido de su propia voz le sorprendié, Bra la fuerza de la desespe- racién—. No tengo necesidad de aire. Abre la puerta ‘Nelson y Peters le miraron con alarmada curio- sidad. —Adelante. Abridla. No supone ninguna diferen- La mano de Olham desaparecié en el interior de su zamarra—. Me pregunto hasta dénde podréis —Teenéis quince segundos de vida. —En el inte- rior de su zamarra se retorcieron sus dedos, con el brazo sibitamente rigido. Se relaj6, sonriendo ligers- ‘mente—. Estabais equivocados sobre la frase de dis- paro. Si, estabais equivocados al respecto, Catorce se- ‘gundos ahora Dos rostros impresionados le miraron fijamente desde sus trajes de presién. Luego pugnaron, se apre- suraron, abrieron la portezuela. Elaire salié sibilante, esparciéndose en el vacio. Peter y Nelson fueron ex- pelidos de la nave. Olham fue tra ellos, pero asiendo Ja portezuela tiré de ella cerréndola. El sistema auto- matico de presién produjo un furioso ruido de escape de gases, restaurando el aire. Olham respiré con un. escalofiio, ‘Un segundo mas y. A través de la ventanilla vio cémo los dos hom- 12 bres se unian al grupo que se desperdigaba corriendo en todas direcciones, vio cémo ambos alunizaban, uno tras otro y, sentado ante el panel de control, re- sgulé los dispositivos de mando. ¥ atin tuvo tiempo, mientras la nave se enderezaba en el aire, de ver como los dos hombres abajo se ponian en pie y miraban arriba, eon las bocas abiertas. -Lo siento —murmuré Olham—, pero yo he de volver ala Tierra, Y dirigis la nave por donde habian venido, Era de noche. Chirriaban los ensamblajes internos de la nave, perturbando la fria oscuridad. Olham se 6 sobre la pantalla del video. La imagen se for- mé gradualmente; la llamada se habia efectuado sin dificultad. Lanzé un suspiro de alivio. —Mary —dijo. La mujer le miraba, —;Spence! —jadeé—. :Dénde estés? ¢Qué ha su- cedido? —No puedo decirtelo. Escucha. He de hablar ré- pidamente, pues pueden interrumpir esta llamada en cualquier momento. Ve a las instalaciones del Pro- yeeto y llama al doctor Chamberlain. En caso de que no se encuentre alli, lleva a casa a otro doctor cual- quiera. Haz. que lleve un equipo completo, rayos X, fluoroscopio..., en fin, todo. Pero... —Haz lo que te digo. Deprisa. Tenlo dispuesto en una hora, —Otham se incliné hacia la pantalla—. {Todo va bien? ¢Estés sola? us — Sola? —{Hay alguien contigo? ¢Ha... ha entrado en contacto contigo Nelson 0 cualquiera? No, Spence. No lo comprendo... —Esti bien. Te veré en casa dentro de una hora. Y no le digas nada a nadie. Lleva a Chamberlain u a otro con cualquier pretexto Corts la comunicacién y consulté su reloj. Y poco después abandonaba la nave, introduciéndose en la oscuridad. Tenfa media milla de camino, Echéa andar. Una luz aparecfa en la ventana, la luz del estudio. Lacontempl6, arrodilléndose junto ala valla. No ha- bia ningiin ruido, tampoco movimientos de ninguna clase. Consulté st reloj ala buz de las estrellas. Habia pasado casi una hora. Un vehiculo atravesé la calle, prosiguiendo su rauda carrera. ‘Olham miré a la casa. El doctor debia haber llega- do ya, Debia estar dentro, esperando con Mary. Un pensamiento le asalté. ¢Habria podido abandonar la casa? Quizé la hubieran interceptado. Quizé fuera a caer en una trampa. sPero qué otra cosa podfa hacer? Con regiscros, fotografias e informes de un médi- co, kabfa una probabilidad de demostrar quién era. Si udiera ser examinado, si pudiera permanecer con ‘vida el tiempo suficiente para que lo estudiaran.. Podia probarlo de esa manera. Era seguramente la tinica forma. Su Gnica esperanza residia en el interior 1 de la casa. El doctor Chamberlain era un hombre res- petado. Era el médico del personal del Proyecto. Ello sabria; su palabra en la cuestidn pesaria decisivamen te. Podia superar con hechos la histera, Ia locura que los dominaba, Locura... e50 era. Si tan sélo quisieran esperar, ac- tuar despacio, tomarse su tiempo. Pero no podian es- perar. El tenfa que morir, mori enseguida, sin prue- bas, sin ninguna especie de juicio o examen. El més simple test lo diria, pero ellos no tenfan tiempo ni para eso. Sélo podian pensar en el peligro. En el peli- go, y en nada mis. Se puso en pie y se drigié hacia la casa. Cuando lle- 6.al porche, hizo una pausa, escuchando. Ningén rui- do todavia. La casa estaba absolutamente silenciosa. Demasiado en silencio. Obham permanecié en el porche, inmévil. Trata- ban de estar callados en el interior... ;Por qué? Era 1una casa pequefia; a muy poca distancia de la puerta, ‘Mary y el doctor Chamberlain deberfan estar en pie. Sin embargo, él no podia oir nada, ningiin ruido 0 vo- ces, nada en absoluto. Miré la puerta. Era una puerta que habia abierto y cerrado miles de veces, cada ma~ fiana y cada noche. Puso la mano en el picaporte. Luego, de pronto, aparté la mano y toc6 el timbre, que repicé en alguna parte della casa. Olham sonrié al ofr movimiento. Mary abrié la puerta. Y tan pronto como la vio se dio cuenta. Y corti, precipitindose alos matorrales. Un ofi- cial de Seguridad aparté del camino a Mary, apretan- do el paso. Apartando los matorrales, Olham bordes 15 la casa, y dando un brinco corrié desesperadamente en la oscuridad. El haz huminoso de un foco trazé un circulo a su paso, ‘Atraves6 el camino, franqueé una valla y siguié corriendo por un césped. Le perseguian hombres, oficiales de Seguridad, gritindose unos a otros mien- tras se aproximaban, Olham jadeaba buscando alien- to, con restallante vaivén de su pecho. El rostro de su mujer... lo habia adivinado al ins- tante. Los labios contraidos, y los aterrorizados y las- timeros ojos. Suponiendo que él hubiera seguido adelante, empujado la puerta y entrado...! Ellos ha- bfan registrado su llamada y acudido enseguida. Qui A ella creyera lo que ellos le habjan contado. duda, también pensaba que él era el robot. Olham corrié sin descanso. Estaba despegéndose de los oficiales, dejéndolos atrés. Al parecer no eran buenos corredores. Trep6 una colina y descendi6 por el otro lado. En un momento volveria a estar en la nave. Pero zad6nde ira esta vez? Se detuvo. Podia ver Janave, recortada contra el cielo, donde la habia apar- cado. La instalacién del Proyecto estaba a su espaldas alse encontraba en los lindes de la selva, entre los lu- gates habitados y donde comenzaban los bosques y la desolacién. Atravesé un erial y se interné en la arbo- eda. Al llegar a la nave se abri6 la portezuela por donde se asomé Peters, enmarcado contra la luz y lle- vando en brazos un arma pesada. Olham se detuvo, rigido. Peters miré en torno, en la oscuridad. —Sé donde estas, en algin sitio —dijo— Ven 116 aqui, Olham. Los hombres de Seguridad te rodean por todas partes. ‘Olham no se movie. —Escichame. Te atraparemos muy pronto. Al parecer sigues sin creer que no eres el robot. La lla- mada a tu mujer indica que te encuentras ain bajo la ilusién creada por tus recuerdos artificiales. »Pero ti eres el robot. Ti eres el robot y en tu in. terior esti la bomba. En cualquier momento puedes pronunciar la frase detonadora, o quizé la pronuncie cualquier otro. Y cuando eso suceda, la bomba lo destruira todo en muchas millasa la redonda. El Pro- recto, las mujeres, todos nosotros desapareceremos. Lo comprendes? Otham siguié callado. Estaba a la escucha. Unos hombres se movian hacia él, deslizandose a través de los arboles —Sino sales—prosiguié Peters— teatraparemos. Sélo sera cuestién de tiempo. No tratamos ya de tras- ladarte ala base-Luna. Seras destruido a la vista y ha~ bremos de correr el riesgo de que labomba detone. He dado érdenes a todos los oficiales de Seguridad dispo- nibles en la zona, Estan registrando toda la regién, ‘centimetro a centimetro. No hay ningtin lugar adonde puedas ir. En torno a este bosque hay un cordén de hombres armados. Te quedan unas seis horas antes de que el dltimo centimetro sea cubierto. Olham se aparté de ally Peters siguié hablando; no le habia visto en absoluto, pues estaba demasiado oscuro. Pero Peters tenia razén. No habia lugar adonde pudiera ir. Estaba més allé de la instalacién, en el lindero donde comenzaban los bosques. Podia 7 ocultarse durante algtin tiempo, pero ala larga le atra- arian. Sélo era cuestién de tiempo. (Otham eché a andar a través del bosque. Milla a milla, cada parte de la regi6n se estaba midiendo, re- gistrando, estudiando, examinando. El cordén se es- trechaba cada vez mis, reduciendo el espacio libre. 2Qué le quedaba? Habfa perdido la nave, la iniea speranza de huida. Fllos estaban en su casa; su mujer estaba con ellos, ereyendo, sin duda, que el verdadero Olham habia muerto. Apreté los pufios. Recordé que en algtin lugar cercano habia una nave-aguja del espacio exterior estrellada, y entre sus restos, los del robot. En algiin lugar cercano se habia estrellado y destrozado la nave. Se lo habian dicho. ‘Yen su interior yacia destruido el robot. Una débil esperanza le agit6. ZY si pudiese encon- tear los restos? {Si pudiese mostrarles los restos de la nave, el robot..? _Pero dénde? :Dénde podia encontrarlos? Siguié adelante, perdido en pensamientos. En al- gtin lugar, no demasiado lejos, probablemente. La nave debia haber pretendido aterrizar no lejos del Proyecto y el robot habria esperado hacer a pie el resto del camino. Subié la ladera de una colina y miré cn derredor. Estrellada e incendiada. gHabia alguna pista, alguna sugerencia? -Habja leido u oido algo? Algiin lugar cercano, a distancia de marcha... Al- sin lugar salvaje, un remoto paraje donde no habria, gente De pronto, Olham sonri6. Estrellada ¢ incen~ diada... 118 El bosque Sutton, Apresuré el paso, Era la mafiana. Los rayos de sol se filtraban entre los Arboles, hasta el hombre agazapado en el borde del claro. Olham alzaba la cabeza de cuando en cuan- do, escuchando. Ellos no estaban lejos, s6lo a cinco minutos. Sonri6, All abajo, desperdigada a través del claro y entre los troncos carbonizados de lo que habia sido el bos- que Sutton, habia una enmarafiada masa de restos Destellaban a la luz del Sol, y no le habia costado mu- cho encontrarlos. El bosque Sutton era un lugar que I conocia bien; habia recorrido aquellos aledafios muchas veces, cuando era mas joven. Habia sabido donde encontrar los restos. Un pico emergia de sope- t6n y asi, una nave que descendia y no estaba familia- rizada con el bosque tenia pocas probabilidades de evitarlo, Ahora, agazapado, miraba a la nave o lo que que- daba de ella. Olham se puso en pie. Podia ofr 2 sus perseguido- res, poca distancia, juntos, y hablando bajo. Se puso tenso. Todo dependia de quién le viera primero. Si era Nelson, no tendrfa ninguna opcién, Nelson dis- pararta de inmediato. Estarfa muerto antes de que ellos vieran los restos de la nave. Pero si tuviera tiem- po de llamarles la atencién, de contenerlos en un mo- mento... Esto era todo cuanto necesitaba. Una vez vvieran la nave, estaria a salvo. Pero sile disparaban primero, 19 Crujié una rama carbonizada. Aparecié una figu- ra, que avanzaba insegura. Olham respiré profunda- mente. Sélo quedaban unos cuantos segundos, quiza los uiltimos segundos de su vida. Alz6 los brazos, es cudriftando intensamente. Era Peters. —jPeters! —Olham agité los brazos. Peters alzé su arma, apuntando—. jNo dispares! —grité Olham con voz quebrada—. ;Espera un momento! (Mira cerca de mi, a través del claro! —jLe he encontrado! ~grité Peters a sus compa- Aparecieron los hombres de Seguridad, surgiendo de la maleza incendiada que los rodeaba —jNo disparéis! —volvié a gritar Olham—. jMi- rad cerca de mi! ;La nave, la nave-aguja! jLa nave del espacio! jMirad! Peters vacil6. El arma oscil —iEsté ahi! —dijo répidamente Olham—. Sabia que la encontraria aqui. El bosque incendiado. Ahora me creeréis, Encontraréis los restos del robot en la nave, Mirad, ¢queréis? —Hay algo allé abajo —dijo uno de los hombres nerviosamente, —jDisparad! —clam6 una vor. Era Nelson. —Esperad —atajé Peters volvigndose—. Yo estoy al mando. Que nadie dispare. Quizé esté diciendo la verdad. —iDisparad! —repitié Nelson—. E] maté a Ol- ham. En cualquier momento puede matarnos a noso- tos. Sila bomba explota... —jCillate! —conminé Peters avanzando hacia el 120 declive—. Fijate en eso —dijo mirando abajo. Llamé a dos hombres, haciendo un gesto con la mano para que se acercaran—. Bajad ahi y ved lo que es eso —les, orden. Los hombres bajaron por el declive, através del claro. Seinclinaron, hurgando en las ruinas de lanave. {Qué hay? —grité Peters. Olham contuvo la respiracién. Sonrié un poco. El robot debia estar alli; no habia tenido tiempo de mi- ar, pero tenia que estar. Una repentina duda le asal- 16.2 suponiendo que el robot hubiese vivido lo bas- tante como para ir a otra parte? gY suponiendo que su cuerpo hubiera quedado completamente desteui- do, reducido a cenizas por el fuego? Se pasé la lengua por los labios resecos. El sudor broté en su frente. Nelson le estaba mirando fjamen- te, con el rostrolivido atin. Su pecho subia y bajaba aimpulsos dela agitacién que le dominaba. —Matadlo —repitié—. Antes de que él nos mate nosotros. Los dos hombres se pusieron en pie. —2Qué habéis encontrado? —dijo Peters. Soste- ania con firmeza su arma—. {Hay algo ahi? —Parece que si. Es una nave-aguja, si. Hay algo junto a ella —Voy a verlo —Peters pasé ante Olham, y éste le vio descender por el deelive e ir hacia donde estaban los hombres. Los demas le siguieron, fisgando. —Hay una especie de cuerpo —dijo Peters— iMiradlo! ma En el suelo, encorvado y retorcido de forma ex- trafia, habfa una grotesca figura. Parecia humana, pero estaba encorvada de una manera muy rara, con los brazos y piernas disparados en todas direcciones. Tenia la boca abierta, y los ojos vidriosos y fijo. —Como una maquina desvencijada —murmuré Peters. —2Y bien? —dijo Olham, sonriendo levemente. Peters le mir6, —No puedo creerlo. Estuvo usted diciendo a verdad todo el tiempo. El robot no me aleanzé nunca —dijo Olham. Sacé un pitillo y fo encendié—. Qued6 destruido al estrellarse la nave, Todos ustedes estaban demasiado ‘ocupados con la guerra para preguntarse por qué un pparaje boscoso se habia incendiado de repente. Ahora yalo saben, Permanecié fumando y contemplando cémo los hombres arrastraban de la nave los grotescos restos. El cuerpo estaba tieso y los brazos y piernas rigidos. —Ahora encontrarin la bomba —dijo Olham. Los hombres depositaron el cuerpo en el suelo, Peters se incliné sobre él. —Creo que veo el escondite del artefacto —dijo. Tendié una mano tocando el cuerpo. El pecho del cadaver estaba abierto. Dentro del boquete brillaba algo metilico. Los hombres lo mira- ron sin hablar —Eso nos hubiese descruido a todos, si hubiese vivido —dijo Peters—. Ese objeto metilico, abi. Hubo un silencio completo. —Creo que le debemos a usted algo —dijo Pevers m 2 Olham—, Esto ha debido ser una pesadilla para us- ted. De no haber huido, le hubiésemos... Sedetuvo. Olham arrojé su pitillo. Yo sabia, desde luego, que el robot no habia conseguido alcanzarme nunca. Pero no tenia manera alguna de probarlo, A veces no es posible demostrar debidamente una cosa. Ise fue todo el trastorno. No babia medio alguno de que yo pudiera demostrar que era yo mismo. —éQué le parecen unas vacaciones? —dijo Pe- ters—. Creo que podriamos destinarle un mes. Po- dria usted serenarse, relajarse del todo. —Creo que lo que mas deseo ahora es irme a casa —lijo Olham. —Esté bien, pues —dijo Peters—. Como prefiera. ‘Nelson se habfe agazapado en el suclo, junto al ca- daver. Tendié su mano hacia el brillo del metal visible ene interior del pecho. =No lo toques —dijo Olham—. Podria estallar atin, Seria preferible que intervenga el equipo de de- molicién Nelson no dijo nada. De sibito asié el metal, mi- diendo su mano en la cavidad del pecho. Tie6, —¢Qué estis haciendo? —gritS Olham, Nelson se puso en pie. Estaba sosteniendo el obje- to metilico, Su rostro estaba livido de terror. Era una navaja metilica, una navaja-aguja del Espacio exte- rior, cubierta de sangre, Esto lo maté —murmuré Nelson— Mi amigo ‘murié a causa de esto. —Miré a Olham—. Ti lo ma- taste con esto y lo dejaste junto a la nave. 12s Otham estaba temblando. Le castafieteaban los tes, Miré la navaja del cuerpo. —Ese no puede ser Olham —dijo. Su mente era ‘un torbellino. :Estaba equivocado? Jades—. Pero si 4e es Olham, entonces yo debo ser. No completé la frase. La rifaga del estallido fue visible en todo el trayecto de Alpha-Centauti. Asradecimientos y copyrights os ditaresagraeen la atorzacn para reproduc los relaton fiumerads a continuacia, A pesar de que sehen hecho todee oe “Leenlla imposible de Brian Ald: copyright © Brian W. Al SOG Traducion de Norma Bde Lopes y Bah Zl colds pr Editorial Babi, ;Wisioes de robots de Iaae Asimov: copyright ©Nighial Ine ‘Traduacin de Lorenzo Cortina Pl picnic de un aillén de sfon» de Ray Bradbury BRa Bradbury, 1966 Taduccién de Beatie Podesd colder torial Lumen, -Anics del Edén» de Arthur C. Cliche: copyright © Arthur C {Cath 1962, Tradueion de Ingrid Tempel cedda hae Edeoret Soe ass

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