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la libreta de los recuerdos

Como cada semana, la misma pequeña y tímida niña, se acercaba


cautelosamente hacia el gris e imponente edificio. Llevaba yendo ahí cada
semana desde que su madre falleció, ya había pasado más de un año. Una
mujer con su característica cálida sonrisa le abrió la puerta.
- ¿Como estas Marta? – le pregunto mientras la muchacha entraba a la
habitación.
- Bien – le respondió la chica mientras subía las escaleras que para ella
cada semana se volvían más pesadas.
Aunque llevara yendo por casi más de un año al psicólogo Marta no había
cambiado su actitud y seguía negándose a hablar sobre cómo se sentía.

- Hoy vamos ha hacer algo diferente – le dijo la doctora – hay una


sorpresa esperándote en mi consulta.
Cuando Marta entro a la consulta, vio algo que jamás se habría imaginado,
después de tanto tiempo se podía divisar el principio de una pequeña sonrisa
comenzando a formarse en su apagado rostro. Su mejor amiga estaba ahí, por
la muerte de su madre Marta y su padre se mudaron cerca de sus abuelos y
tuvo que dejar todo atrás. Marta corrió hacia esa figura delante de ella y
aquellas dos chicas que llevaban tanto tiempo sin verse se fundieron en un
largo abrazo.
- Marta tu padre me conto que echabas mucho de menos a tu amiga así
que creímos que sería una buena idea que viniera a pasar un tiempo
contigo – le confeso la doctora.
A marta no le gustó mucho lo de que su padre se lo hubiera contado, pero le
alegraba volver a ver a su amiga. La doctora les conto a las chicas que ya se
podían ir pero que para la siguiente semana le tendrían que traer una libreta
que ella les entrego escritas con memorias que tuvieran de cuando solían vivir
cerca.

Durante aquella semana las chicas estuvieron escribiendo en aquella libreta y


recordando muchos de los momentos bonitos pasados juntos. Las chicas reían
al acordarse de aquellas múltiples anécdotas. Marta empezó a estar más
contenta y los vecinos empezaron a darse cuenta, su padre fue el que más.

Después de una semana las niñas volvieron a la consulta. Cuando la doctora


abrió la puerta se llevó una gran sorpresa al ver a Marta tan feliz.
- Bueno chicas, supongo que querrán saber por qué les pedí que hicieran
aquel trabajó – dijo la doctora.
- Si – respondieron las niñas al unisonó.
- Haciendo este trabajo pudieron recordar las cosas bonitas del pasado y
aunque estéis separadas siempre mantendréis en la memoria lo que
paso - ahora dirigiéndose a Marta – y eso es lo que me gustaría que
hiciéramos con los recuerdos sobre tu madre.
Durante las siguientes semanas Marta y la doctora siguieron trabajando en el
proceso sobre su madre. Marta aprendió que a pesar de lo pasado con su
madre, ella debería de centrarse en lo bonito del pasado en vez de no volver a
sonreír por lo que paso.

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