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Resumen:
En el presente artículo se hace una revisión histórica y cronológica del proceso de adhesión de España
a la OTAN, proceso iniciado durante el primer Gobierno de la Unión de Centro Democrático (UCD)
de Adolfo Suárez y que culminó con el referéndum celebrado el 12 de marzo de 1986, en el que el
pueblo español refrendó la permanencia en dicha organización. En este proceso jugó un papel esencial
el cambio de actitud del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), desde la oposición radical a la
adhesión hasta una postura favorable hacia la permanencia. En este trabajo se analizan las causas de
dicho cambio de actitud, así como la postura y opinión ante la adhesión de diversos grupos y
estamentos como los partidos políticos, la Iglesia, los medios de comunicación y la opinión pública.
Palabras clave: OTAN, UCD, PSOE, referéndum, España, adhesión.
Abstract:
This article presents a chronological and historic overview of Spain joining NATO, a process which
was initiated during the first government of the Union de Centro Democratico (UCD) under Adolfo
Suarez. This process culminated with the referendum that took place on March 12, 1986, in which the
Spanish people endorsed this organization. Throughout the process, the Spanish Socialist Workers’
Party (PSOE) played an essential role as it went from radically opposing the process to taking a
favorably stance in accepting it. The causes for a change in attitude and opinion towards the process
by different groups and social classes, such as the church, media outlets and the public, will be
analyzed throughout the paper.
1
Capitán (CMS-EO) Juan Antonio Martínez Sánchez. Licenciado en Psicología. Diplomado en Psicología
Militar. Máster en Paz, Seguridad y Defensa. Ha sido profesor titular y jefe del Departamento de Ciencias
Jurídicas y Sociales de la Academia General del Aire. En 2009 fue jefe del Servicio de Psicología del
destacamento español de ISAF-OTAN en Herat, Afganistán. Actualmente es profesor asociado en la Escuela de
Suboficiales de la Armada. Email: jamartsan@ea.mde.es.
http://dx.doi.org/10.5209/rev_UNIS.2011.v26.37825
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1. Introducción
Tras largas y duras negociaciones, el 24 de enero de 1976 se firmó la renovación de los
acuerdos militares hispano-norteamericanos, establecidos inicialmente en 19532. Congruente
con la postura norteamericana, partidaria de la completa integración española en el sistema
defensivo occidental, en la firma de dicha renovación se contemplaba una serie de medidas
que encaminaban irremediablemente a nuestro país hacia la OTAN. Así, el artículo 1º
proponía la creación del Consejo Hispano-norteamericano, con la finalidad de desarrollar la
coordinación con la Alianza Atlántica con vistas a una mejor contribución a la defensa de
Occidente3. Por otra parte, los artículos 5º y 6º abordaban la cooperación en materia de
defensa, lo que permitía proporcionar la asistencia necesaria para que España desarrollara un
papel activo en la defensa de Occidente y preparar de esa manera el camino para un adecuado
ingreso de España en la OTAN4.
El 1 de julio Arias Navarro presentó su dimisión a petición del Rey D. Juan Carlos I,
quien nombró nuevo presidente del Gobierno a Adolfo Suárez dos días más tarde. Unos
meses después, en septiembre, entraron en vigor los acuerdos bilaterales con Estados Unidos
en materia de Defensa, produciéndose un impulso al proceso de adhesión a la Alianza, en el
que desempeñó un papel fundamental el nuevo ministro de Exteriores Marcelino Oreja, y que
se debió en buena parte a un aumento del interés de los Estados Unidos por el ingreso de
España en esta organización6. Podemos citar a este respecto las manifestaciones de apoyo del
secretario general de la OTAN Joseph Luns a diversas autoridades españolas, las reuniones
celebradas entre el presidente del Comité Militar, almirante Hill-Norton, y el Jefe del Alto
2
Para una descripción más detallada de estas negociaciones véase Powell, Charles T.: “Estados Unidos y
España, de la dictadura a la democracia: el papel de Henry A. Kissinger (1969-1977)”, en Powell, Charles T. y
Jiménez, Juan C. (eds.) (2007): Del autoritarismo a la democracia. Estudios de política exterior española,
Madrid, Sílex, pp. 19-71.
3
Arenal, Celestino del y Aldecoa, Francisco (1984): España y la OTAN. Textos y documentos, Madrid, Tecnos,
p. 213; Wojna, Beata (2004): La política de seguridad en España y Polonia en la transición hacia la
democracia: un análisis comparado. Tesis doctoral. Madrid, Universidad Complutense, p. 237.
4
“Report of the Department of State, February 6, 1976”, The Department of State Bulletin, March 22, 1976, pp.
362-364.
5
Aldecoa, Francisco: “Significado y efectos de la adhesión de España a la Alianza Atlántica en su proceso de
participación activa en las relaciones internacionales”, Revista de Estudios Internacionales, vol. IV, n° 1 (enero-
marzo 1983), p. 52.
6
Marquina, Antonio (1986): España en la política de seguridad occidental. 1936-1986, Madrid, Ediciones
Ejército, p. 899.
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Sin embargo, ante las reticencias de países aliados como Noruega, Dinamarca,
Holanda y el Reino Unido, que cuestionaban que España hubiera alcanzado la madurez
democrática necesaria para su adhesión a la OTAN, el gobierno español puso en marcha una
estrategia de acercamiento a la organización con el objetivo de obtener el respaldo general a
una eventual solicitud de ingreso. Así, el 9 de noviembre de 1976, una delegación española
del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) visitó varias
instalaciones de la Alianza en Europa, siendo recibida por el comandante en jefe de las
fuerzas militares (SACEUR, Mando Supremo Aliado en Europa), el general norteamericano
Alexander Haig. Fruto de este acercamiento fue también la puesta en marcha de un comité
para el estudio de la cooperación con la organización, así como la implantación en la Escuela
Superior del Ejército de un curso sobre la OTAN.
7
Véase: Rivero, Horacio: “Spain: Free World Asset”, Strategic Review (spring 1976); Komorowski, Raymond
A.: Spain and the Defense of NATO, U.S. Naval Institute Proceedings (may 1976).
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8
Puente, Guillermo: “España en la Alianza Atlántica: el proceso político de su incorporación”, Foro
Internacional, vol. XLIII, nº 2 (abril-junio 2003), p. 323.
9
Aldecoa, op. cit., p. 53; Arenal et al., op. cit., p. 215.
10
Arenal et al., op. cit., pp. 218-219.
11
Calvo-Sotelo, Leopoldo, y del Campo, Salustiano: Sobre la transición exterior. Discurso de recepción del
Académico de Número Excmo. Sr. D. Leopoldo Calvo-Sotelo Bustelo, Marqués de la Ría de Ribadeo: sesión del
día 16 de noviembre de 2005. Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 2005, p. 65.
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OTAN y por mantenerse independiente ante el imperialismo norteamericano12. Por otra parte,
en abril de 1980 se firmó la Directiva de Defensa Nacional 01/80, en la que se propugnaba
una integración en la Alianza dados los beneficios que ello tendría para nuestra política de
defensa.
A los problemas que había supuesto para el Gobierno el veto francés hay que
sumarles las dificultades por las que se atravesaba en política interior, a raíz de la moción de
censura presentada por el PSOE en mayo de 1980 y del fuerte castigo recibido por UCD en
las primeras elecciones autonómicas de Cataluña y el País Vasco. A ello se añadían también
las divergencias existentes entre Suárez y Oreja, acrecentadas tras las declaraciones realizadas
por el ministro a El País, y que culminaron el 3 de septiembre con su destitución y sustitución
por José Pedro Pérez Llorca, quien paradójicamente siempre había mostrado una clara
vocación atlantista.
A finales de 1980 todo parecía preparado para la celebración del debate parlamentario
sobre la adhesión, pero una vez más Suárez retrasó el momento, argumentando la fuerte
oposición del PSOE y las consecuencias desestabilizadoras que ello tendría para la estabilidad
interna del país. La actitud del presidente español comenzó a causar preocupación en los
12
Rupérez, Javier (1986): España en la OTAN. Relato Parcial, Madrid, Plaza & Janés, p. 87.
13
Val Cid, Consuelo del (1996): Opinión pública y opinión publicada. Los españoles y el referéndum de la
OTAN, Madrid, Centro de Investigaciones Sociales & Siglo XXI de España editores.
14
Bray, Nicholas: “España-Estados Unidos: las bases”, Política Exterior, II (5) (invierno 1988), p. 175.
15
Arenal, Celestino (1994): La política exterior de España hacia Iberoamérica, Madrid, Ediciones
Complutense; citado por Wojna, op.cit., p. 233.
16
Rodrigo, Fernando: “La inserción de España en la política de seguridad occidental”, en Gillespie, Richard;
Rodrigo, Fernando y Story, Jonathan (eds.) (1996): Las relaciones exteriores de la España democrática, Madrid,
Alianza, pp. 77-103.
17
Sebastián, Pablo: “Marcelino Oreja: «Podemos adherirnos a la OTAN en corto plazo», El País, 15 de junio de
1980, p. 18.
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Gobiernos aliados, así como graves disensiones en el seno de UCD, acentuando el clima de
crisis interna existente que culminó con el denominado movimiento crítico, encabezado por
Miguel Herrero de Miñón y que jugó un papel crucial en el II Congreso del partido, celebrado
en Palma de Mallorca en febrero de 1981. En las ponencias de dicho Congreso se volvió a
destacar la importancia de la Alianza ante el empeoramiento de la situación internacional,
sugiriéndose la necesidad de que España perteneciera a ella18.
Acosado tanto dentro como fuera de su partido y viendo cercano el fin de su Gobierno,
Suárez tomó dos decisiones de gran importancia. En primer lugar, tras informar al Rey, al
vicepresidente Gutiérrez Mellado y al ministro Pérez Llorca, el 23 de enero de 1981 comunicó
al diputado Javier Rupérez y al ministro de Exteriores belga, Leo Tindemans, su decisión de
integrar a España en la OTAN19. Apenas unos días más tarde - el 27 de enero- Suárez
presentó su dimisión al Rey.
Las palabras del recién nombrado presidente suscitaron fuertes críticas entre los
grupos parlamentarios de la izquierda y constituyeron el punto de partida de la campaña anti-
OTAN que se desató en los meses posteriores21. La decisión de incorporar España a la OTAN
ha sido calificada por algunos autores de gratuita, irreflexiva, apresurada o inoportuna22. No
obstante, esta medida parece haber sido suficientemente meditada por el presidente y
motivada por varios factores, a saber:
1º. En primer lugar, para poner fin a la ambigüedad que había caracterizado a los
gobiernos de Suárez23 y, como Calvo Sotelo declaró en su discurso de investidura, por
coherencia con su concepción general de la política española y como medio de
salvaguardar las necesidades defensivas y de seguridad24.
2º. La mayor importancia que otorgaba a una política exterior de corte pro occidental, así
como su conciencia de la estrecha relación existente entre la integración en la OTAN y
la adhesión a la CEE25.
18
Aldecoa, op.cit., pp. 59-60.
19
Sarasqueta, Antxon (1985): Después de Franco, la OTAN, Barcelona, Plaza & Janés, p. 44.
20
Programa de Gobierno de Calvo Sotelo. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, nº 143, 18 de
febrero de 1981, pp. 9156- 9157.
21
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p 68.
22
Arenal, Celestino del: “La posición exterior de España”, en Cotarelo, Ramón (ed.) (1992): Transición política
y consolidación democrática. España (1975-1986), Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, p. 414.
23
Powell, Charles T. “Leopoldo Calvo Sotelo: corrigiendo el rumbo de una democracia amenazada”, Revista de
Occidente, nº 336, 2009, p. 50.
24
Programa de Gobierno de Calvo Sotelo, op. cit.
25
La relación entre la adhesión a la OTAN y el ingreso en la CEE es defendida también por el que fuera primer
embajador de España en la OTAN, Javier Rupérez: “Cuando entramos en la OTAN…”, Revista española de
defensa, Madrid, Ministerio de Defensa, DRISDE, nº 112 (junio 1997), p. 18. Esta opinión no es compartida sin
embargo por Ángel Viñas, quien sostiene que la necesidad de europeizar España fue en realidad una excusa que
escondía las motivaciones políticas de la decisión, y que la adhesión al Tratado de Washington no impulsó el
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3º. La necesidad de reformular las relaciones bilaterales con los EEUU, unas relaciones
desequilibradas y que eran mera prolongación de los acuerdos de 1953.
4º. Las numerosas conspiraciones golpistas y el fallido intento del 23 de febrero de 1981
hicieron patente la necesidad de modernizar las FAS para evitar futuras actuaciones
antidemocráticas26.
5º. La certeza de que no iba a ser reelegido en las siguientes elecciones generales, dada la
“autodestrucción irreversible” hacia la que se encaminaba la UCD, lo que le otorgaba
una libertad de decisión que de otro modo no hubiera gozado. Este argumento,
reconocido posteriormente por el mismo Calvo Sotelo27, se encontraba en la base de
las críticas que recibió de la oposición, que veían tras la decisión de adhesión a la
OTAN una política de hechos consumados, es decir, un intento de obligar al futuro
gobierno socialista a aceptar una adhesión ya ejecutada, puesto que la salida de la
OTAN tendría un grave coste político28.
Con todo, la incorporación de España a la OTAN tuvo que demorarse unos meses por el
escepticismo y recelo que aún suscitaba en los países aliados el proceso democratizador
español. En mayo, durante una visita a la República Federal de Alemania, Calvo Sotelo
confirmaba el inmediato ingreso de España en la OTAN y su intención de no convocar un
referéndum. A partir de entonces los acontecimientos se desarrollaron con celeridad.
lento proceso de incorporación a la CEE. Véase Viñas, Ángel: “Coordenadas de la política de seguridad
española”, Leviatán: Revista de hechos e ideas, n° 17, 1984, p. 10.
26
De esta última opinión son también Pérez Llorca, José P.: “De cómo y porqué entramos en la Alianza
Atlántica”, Ideas para la democracia, n°1, 1984, Madrid, Cambio 16, p. 316; Puente, op. cit., p. 327; Rupérez,
op. cit., p. 19; y Powell, 2009, op. cit., p. 51. Sin embargo, un informe elaborado en 1982 por Allan S. Nanes
para el Congreso de los EEUU mostraba la ausencia de relación causa-efecto entre la incorporación de España a
la OTAN y la reorientación política de sus FAS. Véase Viñas (1984), op. cit., p. 11.
27
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., pp. 73-74.
28
Powell, 2009, op. cit., p. 49.
29
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Comisión de Asuntos Exteriores, octubre de 1981, nº 41,
42 y 43, pp. 1802-2048.
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Pleno del Congreso los días 27 a 29 de octubre, siendo aprobado con los 186 votos a favor de
UCD, Coalición Democrática, Partido Nacionalista Vasco, Convergencia i Unió y Unión del
Pueblo Navarro; por los 146 en contra del PSOE, Partido Socialista Andaluz, Partido
Comunista de España, Euskadiko Ezkerra, Ezquerra Republicana de Catalunya, Partido
Aragonés Regionalista y Unión del Pueblo Canario. En virtud de ello, el Gobierno quedaba
autorizado para solicitar formalmente la adhesión a la OTAN con las siguientes condiciones:
El 26 de noviembre, el Pleno del Senado ratificó la decisión del Congreso por 106 votos a
favor, 60 en contra y una abstención, dejando libre el camino para la presentación de la
solicitud de adhesión. Consecuentemente, el 2 de diciembre el embajador español en Bruselas
Aguirre de Cárcer entregó oficialmente a Luns la carta por la que el Gobierno español se
declara dispuesto a recibir la invitación de la Alianza y depositar, llegado el momento, el
correspondiente instrumento de adhesión. El día 10 los ministros de Exteriores de los quince
países aliados firmaron el Protocolo de Adhesión en una reunión ministerial del Consejo
Atlántico en Bruselas, mostrando su satisfacción y resaltando el impulso que ello supondría
para la Alianza30. A partir de ese momento se iniciaron los trámites de ratificación por los
parlamentos de los países aliados, y España dedicó un esfuerzo considerable para convertirse
en el miembro número dieciséis de la OTAN con la máxima rapidez posible, consiguiéndolo
en apenas seis meses.
30
Puente, op. cit., p. 309.
31
Instrumento de adhesión del Reino de España al Tratado del Atlántico Norte, Boletín Oficial del Estado núm.
129, de 31 de mayo de 1982, pp. 14393-14394.
32
El 28 de mayo de 1982 el PSOE había presentado con urgencia una proposición no de ley ante la Mesa del
Congreso en la que solicitaba la suspensión de las negociaciones para la adhesión a la OTAN hasta que no
quedara asegurada la soberanía de Gibraltar. Esta proposición no llegó a debatirse, ya que las Cortes se
disolvieron al mes siguiente.
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preparación de las FAS españolas. Según el mismo Rupérez, estas conversaciones fueron
intensas y complicadas debido a la urgencia española por completarla en un corto espacio de
tiempo, dada la situación política interna del país33. Pesaba sobre el Gobierno la amenaza de
la progresiva disolución de la UCD y del adelanto de las elecciones generales en la que las
posibilidades de victoria eran escasas, como así ocurrió finalmente34. Fruto de esas
conversaciones, España se unió a varios organismos aliados, como el Comité de Planes de
Defensa, el Grupo de Planes Nucleares y el Comité Militar.
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38
Powell, 2009, op. cit., p. 49.
39
Llorens, Isabel: “«Si España entra en la OTAN, soportaría la colonia de un aliado en territorio propio».
Declaraciones de Felipe González”, El País, 26 de julio de 1981.
40
Centro de Investigaciones Sociológicas: “La opinión pública española ante la OTAN”, Revista Española de
Investigaciones Sociológicas (REIS), nº 22 (abr./jun. 1983), pp. 219–226.
41
Dicho artículo establece que “las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a
referéndum consultivo de todos los ciudadanos”. Por su parte, el Gobierno de UCD se acogía al artículo 94, que
limitaba el trámite de la firma de Tratados o convenios militares al consentimiento de las Cortes Generales.
42
Yáñez, Luis (1984). “El PSOE y la seguridad europea, 1944-1984”, Ideas para la democracia, n° 1, p. 325.
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opinión acerca de la guerra fría y del peligro que la amenaza soviética suponía para
España, basado en un análisis más crítico y objetivo de la política soviética en Europa.
a) La OTAN no era garantía para la joven democracia española, tal como lo demostraba
la presencia en la organización de regímenes totalitarios como Grecia y Turquía.
4. El PSOE en el Gobierno
43
En este sentido resulta muy interesante las observaciones que Fernando Morán hace al respecto y que se
recogen en Burns, Tom (1996): Conversaciones sobre el socialismo, Barcelona, Plaza & Janés, pp. 337-357.
44
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 74.
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Se ha aducido para justificar este supuesto “olvido” que Felipe González era
consciente antes de ganar las elecciones de 1982 de las dificultades e inconvenientes que
plantearía una eventual salida de la OTAN, lo que también explicaría el nombramiento de un
proatlantista convencido como Narcís Serra al frente del Ministerio de Defensa en 1981 45.
Abandonar la Alianza hubiera sido interpretado por el resto de Europa Occidental como una
falta de solidaridad que hubiera afectado negativamente la credibilidad española y perjudicado
su ingreso en la CEE. Por otra parte, la alternativa al ingreso -la neutralidad o no
alineamiento-, suponía una incongruencia con el tan preconizado europeísmo de la política
exterior del PSOE, ya que compartir el destino político y económico europeo implicaba
también asumir sus cargas defensivas. Por otra parte se ha argumentado que el PSOE había
experimentado una transformación en sus planteamientos en política de defensa a
consecuencia de los cambios producidos en el entorno geoestratégico internacional 46.
45
Conversación mantenida por Tom Burns con el exministro Narcís Serra. En Burns, op. cit., p. 191.
46
Viñas (1984), op. cit., p. 17.
47
Según datos del CIS, op. cit., p. 231, en abril de 1982 sólo un 17 % de la población era partidario de seguir
dentro de la OTAN.
48
Resulta significativo el comentario realizado al respecto por el entonces embajador en la OTAN, Javier
Rupérez: “(…) con unos pocos meses más de tiempo y en una situación política relativamente estable, la
integración española en la Alianza se habría realizado felizmente y a satisfacción de todos”. Rupérez, op. cit., p.
20.
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1º. De una parte, diplomáticos como Luis Yánez, ministros como José María Maravall,
Ernest Lluch o Javier Solana y el mismo vicepresidente Alfonso Guerra estaban
dispuestos a abandonar la Alianza y a orientar la política exterior española hacia una
línea más neutralista y de cooperación con Iberoamérica y el tercer mundo. Muestra de
la oposición del vicepresidente fueron sus declaraciones al diario El País en julio de
1983 en las que criticaba a algunos miembros del Gobierno por cambiar sus opiniones
sobre la permanencia en la Alianza y en las que afirmaba textualmente: “Yo creo que
España no debe estar en la OTAN, debe salir”51.
2º. Por otro lado, el ministro de Defensa Narcís Serra se mostraba partidario de la
permanencia en función de las ventajas y posibilidades que ello suponía para la
industria española y la profesionalización de las FAS. Idéntica postura adoptaba el
ministro de Economía Miguel Boyer, basándose en la contradicción que suponía una
política económica europeísta y otra defensiva de carácter neutral.
3º. Finalmente, otros miembros del Gobierno como el ministro Moran intentaron hallar
una posición intermedia entre los postulados ideológicos y los intereses de estado.
49
Ortiz, Román D.: “El decimosexto aliado”, Revista española de defensa, Madrid, Ministerio de Defensa,
DRISDE, nº 60 (febrero 1993), p. 60.
50
Según datos del CIS, op. cit., p. 235, en marzo de 1983 un 57 % de la población se mostraba poco o nada
partidario de la plena integración, frente al 13 % que era muy o bastante partidario de ello.
51
Jáuregui, Fernando: “Entrevista con el vicepresidente, Alfonso Guerra: «Yo creo que España no debe estar en
la OTAN, debe salir»”, El País, 17 de julio de 1983.
52
Declaraciones realizadas al periódico Diario 16 y recogidas en Val Cid, op. cit., p. 94.
53
En este sentido, para Rupérez, 1997, op. cit., p. 18, las conversaciones mantenidas entonces entre González y
el canciller alemán Helmult Kohl marcaron un punto de inflexión en el cambio de actitud y postura del
presidente español.
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- Mantenimiento de las relaciones bilaterales con Estados Unidos, aunque con reducción
de la presencia militar en España.
En 1984 se produjo el definitivo giro atlantista en las manifestaciones de González y del resto
de los miembros del gabinete socialista, incluyendo al vicepresidente Guerra, sucediéndose
las declaraciones favorables en los medios de comunicación y enfatizándose la relación entre
la permanencia en la OTAN y la integración en la CEE. Los días 23 a 25 de octubre se
celebró el Debate sobre el Estado de la Nación, en el que Felipe González expuso ante el
Congreso de los Diputados un proyecto global de política de paz y seguridad, cuyos
principales objetivos eran servir adecuadamente a los intereses nacionales, contribuyendo
eficazmente a la paz y a la distensión mundial, completar la incorporación de España a
Europa a través de la participación en la seguridad colectiva, y superar la división existente en
esa materia tanto entre las fuerzas políticas como la opinión pública. Dicho proyecto incluía
su famoso “Decálogo”, compuesto por una serie de puntos encaminados a la búsqueda del
consenso en política exterior:
1. Permanencia en la OTAN.
4. No nuclearización.
7. Recuperación de Gibraltar.
54
Discurso del presidente del Gobierno, Felipe González, en el Debate sobre el Estado de la Nación, Diario de
Sesiones del Congreso de los Diputados, nº 157, de 23 de octubre de 1984, pp. 7070-7092. Un resumen del
contenido del Decálogo puede ser consultado en: Vaca, Ana: “Las directrices cierran el «Decálogo»”, Revista
española de defensa, Madrid, Ministerio de Defensa, DRISDE, nº 10 (diciembre 1988), p. 7; Gaitero, Javier M.:
“España en la OTAN: crónica de una larga marcha”, Revista española de defensa, Madrid, Ministerio de
Defensa, DRISDE, nº 4 (junio 1988), pp. 52-53.
296
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55
Puente, op. cit., p. 335.
56
Ibid., p. 336.
57
Como causa del cese de Morán se han argumentado diversos motivos, incluyendo la necesidad de dar un
nuevo aire al Ministerio de Exteriores en el nuevo contexto que suponía la reciente entrada en la Comunidad
Europea, las malas relaciones y discrepancias de actitud respecto a la cuestión de la OTAN con Felipe
González, o el deseo de éste de situar al frente de la diplomacia española a alguien capaz de encarar el próximo
referéndum sobre la permanencia en la Alianza con “mayor credibilidad”. Véase Viñas, Ángel: “Dos hombres
para la transición externa: Fernando Morán y Francisco Fernández Ordóñez”, Historia Contemporánea, n° 15,
1984, pp. 273-274.
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El 3 de noviembre de 1985, apenas cinco meses antes del referéndum, El País publicó
los resultados de un sondeo realizado entre los días 19 al 22 de octubre que indicaban que el
63% de los españoles deseaban el referéndum y que el 46 % de los encuestados era partidario
de la salida59. El riesgo de derrota era alto, lo que obligó al Gobierno a movilizarse de cara a
la campaña electoral. Como dijo irónicamente Aguirre de aquel momento de nuestra historia:
“El PSOE, utilizando todos los argumentos -desde las supuestas ventajas tecnológicas hasta la
llegada del Pato Donald- tiene sobre sus espaldas la carga de convencer a la opinión pública y
cambiar su orientación. Una tarea poco sencilla para un partido que llegó al poder
enarbolando la bandera anti-OTAN”60.
Dicha tarea se realizó tanto a nivel institucional como personal. A nivel institucional el
PSOE elaboró un documento titulado “Propuesta de una política de paz y seguridad”, en el
que se optaba por la permanencia bajo una serie de condiciones como la no incorporación a la
estructura militar, la prohibición de instalación, almacenamiento o tránsito de armamento
nuclear por nuestro territorio y la reducción de la presencia norteamericana. Por otra parte, a
finales de año comenzó la segunda ronda de negociaciones con los Estados Unidos para la
reducción de la presencia militar en España, lo que fue interpretado por ciertos sectores
políticos y de la opinión pública como una contrapartida del Gobierno a sus electores a
cambio de permanecer en una organización que muchos de ellos rechazaban. A nivel
personal destacó el aumento del número de apariciones y declaraciones de Felipe González en
los medios de comunicación a favor de la permanencia. Como muestra de su estrategia,
valgan las declaraciones que realizó el presidente en una entrevista concedida a El País el 17
de noviembre de 1985 y que citamos por su importancia en contraste con la postura que había
defendido cuatro años antes: “Creo que los intereses de España se defienden mejor
permaneciendo en la Alianza. Nuestra anterior valoración sobre la Alianza y sobre su
funcionamiento no era correcta (...) En la Alianza, de verdad, están los países que tienen
mayor ejercicio de la soberanía popular del mundo, mayor nivel de desarrollo económico, de
democracia, de libertades y de respeto a los derechos humanos, y mayor nivel de paz”61.
58
Sin embargo, el decreto de convocatoria del referéndum no fue aprobado por el Consejo de Ministros hasta el
31 de enero de 1986, y por el Congreso de los Diputados hasta el 5 de febrero.
59
“El 63% de los españoles desea el referéndum sobre la Alianza Atlántica”, El País, 3 de noviembre de 1985.
60
Aguirre, Mariano: “España: seguridad, defensa y la OTAN”, Revista de Estudios Internacionales, vol. VII, n°1
(enero-marzo 1986), p. 50.
61
Cebrián, Juan L.: “Entrevista de El País al presidente del Gobierno: «He perdido la libertad para que los
demás la tengan», afirma Felipe González”, El País, 17 de noviembre de 1985.
298
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Como resultado de los esfuerzos del Gobierno se produjo un giro en la opinión de buena parte
del electorado, lo que se reflejó en una encuesta realizada por el CIS en febrero y que
mostraba una notable división de la opinión pública (32 % a favor de la permanencia, 32 % en
contra y 36 % de indecisos)62. Esta división alcanzó también a las distintas fuerzas políticas,
como se puso de relieve en el Debate sobre la Política de Paz y Seguridad, celebrado los días
4 y 5 de febrero de 1986, en el que los partidos de la oposición rehusaron apoyar al Gobierno.
El 7 de febrero de 1986 se publicó en el Boletín Oficial del Estado el Real Decreto por
el que se sometía a referéndum la permanencia en la Alianza63. En su texto se hacía referencia
a la división de la opinión pública y de las fuerzas políticas que había provocado la adhesión
de España a la OTAN en 1982, lo que había impedido alcanzar el necesario respaldo
mayoritario de la sociedad. En contraposición con aquel momento, se señalaba un nuevo
periodo histórico marcado por el reciente ingreso en la CEE y por la voluntad de compartir el
futuro con el resto de las naciones democráticas europeas. En este nuevo contexto se daban
las condiciones necesarias para someter a referéndum una decisión política de especial
trascendencia. A tal objeto, y en base al artículo 92.2 de la Constitución, se fijaba la
celebración de un referéndum de carácter consultivo en el que se plantearía a los electores el
siguiente texto:
“El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales, que España
permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los
siguientes términos:
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Entre los partidos políticos hubo diversidad de opiniones y posiciones. Obviaremos en este
apartado la postura de PSOE y UCD por haber sido abordada ya en este trabajo. Por su parte,
el nuevo partido de Adolfo Suárez (Centro Democrático Social) se mostró favorable a la
permanencia en la OTAN.
65
Véase Val Cid, op. cit., pp. 126-129.
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Por su parte, Alianza Popular (AP) siempre había hecho gala de una vocación
claramente atlantista. En su programa electoral de 1979, AP reclamó un debate inmediato con
el fin de conseguir una inmediata integración en la OTAN como alternativa a la relación
bilateral con los Estados Unidos, a la que consideraban impopular. La integración en la
Alianza se justificó entonces en base a dos tipos de argumentos. Por un lado, argumentos de
carácter ideológicos como el rechazo del neutralismo y del no alineamiento por ser una
opción utópica, la necesidad de pertenecer al mundo occidental, y las ventajas de una relación
multilateral con la OTAN. Por otro lado se esgrimieron argumentos relacionados con la
política interior, entre los que destacaban la mejora y modernización de las FAS, la
salvaguarda del sistema democrático, la obtención de garantías de defensa en caso de
agresión del Pacto de Varsovia, la posibilidad de resolver el contencioso sobre Gibraltar y
otros beneficios económicos, científicos, sociales, industriales y tecnológicos.
66
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 68.
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En este apartado esbozaremos la actitud adoptada por los diferentes medios respecto a la
conveniencia de la convocatoria del referéndum, sus consecuencias políticas y la línea
editorial seguida al respecto67.
En cuanto a las consecuencias existía la opinión generalizada por parte de todos los
medios sobre las repercusiones negativas del referéndum para algunas figuras políticas como
el presidente González y el presidente de CP, Manuel Fraga, por su postura abstencionista,
calificada por la opinión pública como voto de castigo al Gobierno y poco solidaria por los
países miembros de la Alianza.
Finalmente, las líneas editoriales fueron muy diversas. La Vanguardia, que había
desaconsejado en un principio la celebración del referéndum y mostrado su disgusto por la
convocatoria, dio un giro radical y solicitó encarecidamente el voto afirmativo. Por su parte,
El País, que había mantenido una actitud crítica hacia el ingreso en la OTAN durante los
gobiernos de UCD, modificó su actitud durante el gobierno socialista, pasando de la
neutralidad a una posición favorable al sí, llegando a afirmar que el voto negativo podría
suscitar tensiones institucionales. ABC y la revista Época defendieron la abstención, en tanto
que El Periódico y Ya mantuvieron una postura ambigua o intermedia, aunque de distinta
forma. Ya pareció inclinarse por el sí, aunque hizo un llamamiento a la reflexión sobre el
sentido del voto dadas las posibles consecuencias del referéndum. Por su parte, El Periódico
mostró una actitud más neutra, exponiendo las razones para el sí y para el no, sin pronunciarse
salvo en el carácter vinculante del referéndum. Por último, y por distintas motivaciones
políticas, diarios tan opuestos como El Alcázar y Mundo Obrero defendieron denodadamente
el no.
67
Para un análisis más amplio y detallado de este tema, véase Arias, Inocencio F. (1986): “Los medios de
información españoles en las campañas de la OTAN”, en España dentro de la Alianza Atlántica. Instituto de
Cultura Iberoamericana, Madrid, pp. 127-143.
68
En su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, titulado “Sobre la transición
exterior”, Calvo Sotelo relata un hecho esclarecedor al respecto. En otoño de 1981, poco antes del debate
parlamentario sobre el ingreso en la OTAN, la primera cadena emitió una crónica informativa sobre la Alianza
en el que una voz en off leía los artículos del Tratado de Washington mientras se proyectaban de fondo
“imágenes terroríficas de guerra”, muerte y desolación.
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La reacción de los países miembros de la OTAN ante la convocatoria del referéndum no fue
demasiado airada, por ser una medida esperada que la diplomacia española había dejado clara
durante los cuatro años que España llevaba dentro de la Alianza. Como declaró en vísperas
del referéndum su secretario general Lord Carrington, la OTAN era una organización abierta
y flexible, en la cual cada país miembro podía comer a la carta y elegir el menú que más le
conviniera a su dieta70.
69
Véase: Val Cid, op. cit., pp. 129-131.
70
“La nueva dimensión de una antigua alianza”, Revista española de defensa, Madrid, Ministerio de Defensa,
DRISDE, nº 1 (marzo 1988), p. 36.
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71
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 61.
72
Centro de Investigaciones Sociológicas, op. cit., pp. 197-198.
73
Ibid., pp. 199-200.
74
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 64.
75
Centro de Investigaciones Sociológicas, op. cit., pp. 208-209. La pregunta objeto de análisis en este caso era:
“Le voy a señalar una serie de temas de la política exterior de España. Quiero que me diga los tres que
considera más importante: 1) Relaciones con Iberoamérica. 2) Recuperación de Gibraltar. 3) Entrada en el
Mercado Común. 4) Relaciones con los países comunistas. 5) Fortalecimiento de relaciones con el Tercer
Mundo. 6) Presencia de España en organizaciones internacionales. 7) Relaciones con la OTAN. 8) Política de
buena vecindad con Francia y Portugal. 9) Relaciones cordiales con nuestros vecinos del Norte de África”.
Como muestra del desinterés en cuestiones de política exterior al que antes aludíamos resulta significativo
destacar que un 34 % de los encuestados respondieron a esta pregunta “no sabe/no contesta”.
76
Como recoge Bray, op. cit., pp. 170-171, una encuesta realizada en 1988 señalaba que Estados Unidos
constituía para los españoles, en mayor medida que cualquier otro país a excepción de Marruecos, una amenaza
potencial para la seguridad del país. En palabras del que fuera secretario de Relaciones Internacionales de la
Comisión Ejecutiva del PSOE desde 1975 a 1979, Luis Yáñez, op. cit., p. 325: “Para los españoles (...) los
norteamericanos eran sinónimos de defensores y apuntaladores de la dictadura (...) era difícil presentar a los
Estados Unidos como paladín de la libertad y como amigo de España, y al ser el líder hegemónico de la OTAN,
tampoco esta organización podía aspirar a tener buena imagen entre nosotros”. Para un análisis más detallado de
la mentalidad española en los asuntos relacionados con la política exterior véase Portero, Florentino: “La política
de seguridad española”, Cuenta y Razón, nº 38 (julio/agosto 1988), pp. 51-54.
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Partidarios 57 % 40 % 27 % 28 % 20 % 13 % 13 % 17 %
Poco o nada
24 % 17 % 15 % 26 % 35 % 43 % 57 % 56 %
partidarios
No sabe, no 19 % 43 % 58 % 46 % 45 % 44 % 30 % 27 %
contesta
Podemos observar la tendencia decreciente que sigue el porcentaje de partidarios del ingreso
en la Alianza desde 1975 (57 %) hasta 1981, fecha en que el gobierno de UCD planteó ante el
Parlamento la integración formal de España en la OTAN (13 %). Estos datos se explican por
la influencia de la campaña anti-OTAN puesta en marcha por el PSOE en 198179, una
campaña que ha sido considerada a menudo como incoherente, demagógica e irresponsable;
pero que el mismo ex presidente Calvo Sotelo calificó de hábil, eficaz, tenaz e inteligente80.
Caso contrario ocurrió de cara al referéndum de 1986, en el que la campaña del gobierno a
favor del sí logró en buena parte modificar la opinión pública española, que unos meses antes
del referéndum se mostraba mayoritariamente en contra de la permanencia en la Alianza.
La actitud del PSOE en ambos casos ha sido descrita como un claro ejemplo de
transformación radical de su discurso político, de bombardeo y desinformación de la opinión
pública, mediante el cual se trató de convencer al público para que votara en contra de sus
más íntimas convicciones81.
a) El apoyo recibido por parte del electorado de Coalición Popular, que desobedeció
las recomendaciones abstencionistas de su partido.
77
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 65.
78
Centro de Investigaciones Sociológicas, op. cit., pp. 188, 193-194.
79
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 70.
80
Ibid, pp. 65 y 70.
81
Ibid, p. 73.
82
Arias, op. cit., pp. 136-138
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En primer lugar, la desnuclearización del país era innecesaria, ya que –como hemos
señalado anteriormente- ésta constituía una de las condiciones mediante las cuales las Cortes
Generales autorizaron la adhesión a la OTAN en 1981. Por otro lado, el Convenio hispano-
norteamericano sobre Colaboración para la Defensa, firmado por ambos países en diciembre
de 1988, supeditaba la instalación, almacenamiento o introducción de armamento nuclear en
territorio español al acuerdo del Gobierno español85; prohibiendo además el sobrevuelo del
espacio aéreo español de aeronaves con armamento y material nuclear a bordo86. Sin
embargo, dicho Convenio eximía tanto a buques como a aeronaves norteamericanas
83
Burns, op. cit., p. 104.
84
Véase la opinión del primer embajador español en la OTAN, Javier Rupérez, op. cit., p. 20.
85
Artículo 11.2 del Convenio entre el Reino de España y los Estados Unidos de América sobre Cooperación para
la Defensa, anejos y canje de notas anejas al mismo. Boletín Oficial del Estado, núm. 108, de 6 de mayo de
1989, p. 13325.
86
Nota del Ministro de Exteriores español, Francisco Fernández Ordoñez, al Embajador de los EE.UU en
España, Richard Bartholomew, de fecha 1 de diciembre de 1989. Aneja al Convenio entre el Reino de España y
los Estados Unidos de América sobre Cooperación para la Defensa, op. cit., p. 13345.
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Con todo, dos días después del referéndum, el ministro de Exteriores Fernández
Ordóñez comunicó al secretario general de la Alianza y a los ministros de Defensa y
Exteriores aliados, dichos resultados y las condiciones bajo las que España permanecería en la
OTAN. A partir de ese momento, el Gobierno elaboró nueve principios generales, que
constituían las bases generales para la participación española en la OTAN y su contribución a
la defensa común, que fueron presentados inicialmente por España en la sesión del Consejo
Atlántico del 20 de mayo y posteriormente en las sesiones ministeriales de primavera del
Comité de Planes de la Defensa. Dichos principios incluían, entre otros aspectos, la no
participación en la estructura militar integrada, el planeamiento coordinado de la defensa, la
contribución militar española y la participación en las cargas financieras de la Organización92.
A partir de ese momento se iniciaron una serie de consultas y conversaciones preliminares
entre una delegación española, compuesta por representantes de los ministerios de Defensa y
Exteriores y presidida por el embajador Jaime de Ojeda; y una comisión de la OTAN,
87
Artículo 25.1 del Convenio entre el Reino de España y los Estados Unidos de América sobre Cooperación para
la Defensa, op. cit., p. 13328: “Las aeronaves de las Fuerzas de los Estados Unidos de América desplegadas en
España con carácter permanente o rotativo, dentro del nivel de fuerzas acordado, pueden sobrevolar, entrar y
salir del espacio aéreo español y utilizar las bases y establecimientos especificados en el anejo 2 del presente
Convenio, sin más requisito que el cumplimiento de la reglamentación española de circulación aérea (…)”.
Artículo 7 del Anejo 3 (Normas complementarias sobre escalas de buques) del Convenio entre el Reino de
España y los Estados Unidos de América sobre Cooperación para la Defensa, op. cit., p. 13336: “Ambos
Gobiernos otorgarán las autorizaciones reguladas en el presente anejo sin solicitar información sobre el tipo de
armas a bordo de los buques”; Artículo 9.3: “Los buques de la Armada española y los buques de las Fuerzas de
los Estados Unidos de América estarán exentos de inspecciones, incluidas las de aduanas y sanidad” (íbid.).
88
Artículo 1.3 de la Nota 420/12, de 1 de diciembre de 1998, del embajador español Máximo Cajal a su
homónimo norteamericano, Richard Bartholomew. Convenio entre el Reino de España y los Estados Unidos de
América sobre Cooperación para la Defensa, op. cit., p. 13343.
89
Cajal, Máximo: “El Convenio Hispano-norteamericano de Cooperación para la Defensa de 1.12.1988”,
UNISCI Discussion Papers, nº 3 (octubre 2003), en http://www.ucm.es/info/unisci.
90
Rupérez, 1997, op. cit., p. 20.
91
Ibid.
92
Sánchez Méndez, José: “La década de los 80, nuestra adhesión a la Alianza Atlántica. Los acuerdos de
coordinación: modelo español de participación en la OTAN”, Revista de aeronáutica y astronáutica, Madrid,
Ministerio del Aire, nº 590 (enero-febrero 1990), p. 58.
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encabezada por el secretario general adjunto de Planes y Política de Defensa Michael Bell, y
que incluía a miembros del Secretariado Internacional, del Cuartel General Aliado en Europa
(SHAPE), del mando supremo aliado del Atlántico (SACLANT) y del Estado Mayor
Internacional93. Dado los antecedentes de Francia, estas conversaciones estuvieron marcadas
inicialmente por las dudas aliadas sobre la aportación real y efectiva de España fuera de la
estructura integrada de mandos94. Sin embargo la flexibilidad de los aliados hizo posible
llegar a un acuerdo, lo que permitió al Gobierno español elaborar una serie de propuestas
sobre la contribución de España a la defensa común de la Alianza.
93
Ortiz, op. cit., p. 61.
94
En 1966 Francia había abandonado la estructura integrada de mandos, retirando a sus representantes del
Comité de Planes de Defensa y del Comité Militar, lo que había sido percibido por el resto de países aliados
como una prueba de falta de solidaridad.
95
El contenido de esta carta puede consultarse en Martínez-Esparza, Juan: “España en la Alianza: siete años
después”, Revista de aeronáutica y astronáutica, Madrid, Ministerio del Aire, nº 580 (abril 1989), pp. 430-431.
96
“La nueva dimensión de una antigua alianza”, Revista española de defensa, Madrid, Ministerio de Defensa,
DRISDE, nº 1 (marzo 1988), p. 36.
97
Sánchez Méndez, op. cit., p. 61.
308
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El modelo español de participación, que combinaba “la no integración militar con una
activa participación en la Alianza”98 y que pareció satisfacer inicialmente tanto a políticos y
diplomáticos como a militares, recibió pronto importantes críticas, entre las que podemos
citar:
8. A modo de conclusión
El proceso de adhesión de España a la OTAN, que culminó con el referéndum sobre la
permanencia en la Alianza de 1986, fue un camino repleto de polémicas, obstáculos y
contradicciones en el que jugaron un papel trascendental diversos elementos y actores. En
primer lugar, el momento histórico en que se inició el proceso, la transición política desde una
dictadura, que arrastraba la rémora del aislamiento a nivel internacional, a una joven
democracia deseosa de integrarse en el mundo occidental y en sus organismos internacionales.
En este proceso hay que destacar también la importancia de ciertos condicionantes
geopolíticos derivados de la situación estratégica de nuestro país y su vinculación con el
sistema defensivo europeo en base a los acuerdos de cooperación en materia militar con los
Estados Unidos de 1953 y sus posteriores renovaciones.
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destacamos las figuras de Adolfo Suárez y Felipe González. A menudo, estas actitudes
personales crearon polémica, controversias y tensiones no solo en el seno de sus respectivos
partidos y ejecutivos, sino incluso en el clima político del momento.
A este último respecto es de destacar, como eje fundamental del proceso de adhesión
en la OTAN, el radical cambio de actitud del PSOE, fruto de un planteamiento inicial
inadecuado e incoherente de la cuestión y que puede explicarse por la falta de experiencia
política de sus dirigentes, sobre todo en asuntos exteriores. En 1981 el PSOE se lanzó a una
radical campaña antiOTAN, basada en argumentos catastrofistas y electoralistas y que se
alimentó del desinterés y desconocimiento de la población española por las cuestiones de
política exterior en general, y de la esencia y objetivos de la OTAN en particular,
aprovechándose de una opinión pública fácilmente manipulable por intereses electoralistas.
La introducción de la propuesta del referéndum en el programa electoral socialista de 1982
constituyó un grave error, tal como lo reconocerían posterior y públicamente numerosos
dirigentes socialistas, incluidos los ex ministros Serra y Morán o el mismo Felipe González.
La postura irreflexiva del gobierno socialista le iba a pasar factura pocos años después, al
verse obligado a dar marcha atrás y convencer al mismo electorado de la conveniencia de
permanecer en la Alianza.
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