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UNISCI Discussion Papers, Nº 26 (Mayo / May 2011) ISSN 1696-2206

EL REFERÉNDUM SOBRE LA PERMANENCIA DE ESPAÑA EN LA


OTAN

Juan Antonio Martínez Sánchez 1


Escuela de Suboficiales de la Armada

Resumen:
En el presente artículo se hace una revisión histórica y cronológica del proceso de adhesión de España
a la OTAN, proceso iniciado durante el primer Gobierno de la Unión de Centro Democrático (UCD)
de Adolfo Suárez y que culminó con el referéndum celebrado el 12 de marzo de 1986, en el que el
pueblo español refrendó la permanencia en dicha organización. En este proceso jugó un papel esencial
el cambio de actitud del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), desde la oposición radical a la
adhesión hasta una postura favorable hacia la permanencia. En este trabajo se analizan las causas de
dicho cambio de actitud, así como la postura y opinión ante la adhesión de diversos grupos y
estamentos como los partidos políticos, la Iglesia, los medios de comunicación y la opinión pública.
Palabras clave: OTAN, UCD, PSOE, referéndum, España, adhesión.

Abstract:
This article presents a chronological and historic overview of Spain joining NATO, a process which
was initiated during the first government of the Union de Centro Democratico (UCD) under Adolfo
Suarez. This process culminated with the referendum that took place on March 12, 1986, in which the
Spanish people endorsed this organization. Throughout the process, the Spanish Socialist Workers’
Party (PSOE) played an essential role as it went from radically opposing the process to taking a
favorably stance in accepting it. The causes for a change in attitude and opinion towards the process
by different groups and social classes, such as the church, media outlets and the public, will be
analyzed throughout the paper.

Keywords: NATO, UCD, PSOE, referendum, Spain, adhesion.

Copyright © UNISCI, 2011.


Las opiniones expresadas en estos artículos son propias de sus autores, y no reflejan necesariamente la
opinión de UNISCI. The views expressed in these articles are those of the authors, and do not
necessarily reflect the views of UNISCI.

1
Capitán (CMS-EO) Juan Antonio Martínez Sánchez. Licenciado en Psicología. Diplomado en Psicología
Militar. Máster en Paz, Seguridad y Defensa. Ha sido profesor titular y jefe del Departamento de Ciencias
Jurídicas y Sociales de la Academia General del Aire. En 2009 fue jefe del Servicio de Psicología del
destacamento español de ISAF-OTAN en Herat, Afganistán. Actualmente es profesor asociado en la Escuela de
Suboficiales de la Armada. Email: jamartsan@ea.mde.es.

http://dx.doi.org/10.5209/rev_UNIS.2011.v26.37825
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1. Introducción
Tras largas y duras negociaciones, el 24 de enero de 1976 se firmó la renovación de los
acuerdos militares hispano-norteamericanos, establecidos inicialmente en 19532. Congruente
con la postura norteamericana, partidaria de la completa integración española en el sistema
defensivo occidental, en la firma de dicha renovación se contemplaba una serie de medidas
que encaminaban irremediablemente a nuestro país hacia la OTAN. Así, el artículo 1º
proponía la creación del Consejo Hispano-norteamericano, con la finalidad de desarrollar la
coordinación con la Alianza Atlántica con vistas a una mejor contribución a la defensa de
Occidente3. Por otra parte, los artículos 5º y 6º abordaban la cooperación en materia de
defensa, lo que permitía proporcionar la asistencia necesaria para que España desarrollara un
papel activo en la defensa de Occidente y preparar de esa manera el camino para un adecuado
ingreso de España en la OTAN4.

2. Los gobiernos de UCD y el proceso de adhesión


La firma del tratado de renovación de los acuerdos bilaterales creó las condiciones adecuadas
para la integración española en la Alianza. Durante la exposición al Pleno de las Cortes de su
programa de Gobierno el 28 de enero de 1976, el presidente Carlos Arias Navarro planteó la
posibilidad de la adhesión al declarar que: “(…) se están considerando las alternativas
posibles con la Organización del Tratado del Atlántico Norte, con el convencimiento de que la
decisión que se adopte deberá contar con un análisis previo de los compromisos que nuestra
eventual participación en los esquemas de dicha Alianza traería consigo”5.

El 1 de julio Arias Navarro presentó su dimisión a petición del Rey D. Juan Carlos I,
quien nombró nuevo presidente del Gobierno a Adolfo Suárez dos días más tarde. Unos
meses después, en septiembre, entraron en vigor los acuerdos bilaterales con Estados Unidos
en materia de Defensa, produciéndose un impulso al proceso de adhesión a la Alianza, en el
que desempeñó un papel fundamental el nuevo ministro de Exteriores Marcelino Oreja, y que
se debió en buena parte a un aumento del interés de los Estados Unidos por el ingreso de
España en esta organización6. Podemos citar a este respecto las manifestaciones de apoyo del
secretario general de la OTAN Joseph Luns a diversas autoridades españolas, las reuniones
celebradas entre el presidente del Comité Militar, almirante Hill-Norton, y el Jefe del Alto

2
Para una descripción más detallada de estas negociaciones véase Powell, Charles T.: “Estados Unidos y
España, de la dictadura a la democracia: el papel de Henry A. Kissinger (1969-1977)”, en Powell, Charles T. y
Jiménez, Juan C. (eds.) (2007): Del autoritarismo a la democracia. Estudios de política exterior española,
Madrid, Sílex, pp. 19-71.
3
Arenal, Celestino del y Aldecoa, Francisco (1984): España y la OTAN. Textos y documentos, Madrid, Tecnos,
p. 213; Wojna, Beata (2004): La política de seguridad en España y Polonia en la transición hacia la
democracia: un análisis comparado. Tesis doctoral. Madrid, Universidad Complutense, p. 237.
4
“Report of the Department of State, February 6, 1976”, The Department of State Bulletin, March 22, 1976, pp.
362-364.
5
Aldecoa, Francisco: “Significado y efectos de la adhesión de España a la Alianza Atlántica en su proceso de
participación activa en las relaciones internacionales”, Revista de Estudios Internacionales, vol. IV, n° 1 (enero-
marzo 1983), p. 52.
6
Marquina, Antonio (1986): España en la política de seguridad occidental. 1936-1986, Madrid, Ediciones
Ejército, p. 899.

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Estado Mayor español, teniente general Fernández Vallespín; o la publicación de diversos


artículos sobre el tema en la prensa especializada norteamericana7.

Sin embargo, ante las reticencias de países aliados como Noruega, Dinamarca,
Holanda y el Reino Unido, que cuestionaban que España hubiera alcanzado la madurez
democrática necesaria para su adhesión a la OTAN, el gobierno español puso en marcha una
estrategia de acercamiento a la organización con el objetivo de obtener el respaldo general a
una eventual solicitud de ingreso. Así, el 9 de noviembre de 1976, una delegación española
del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) visitó varias
instalaciones de la Alianza en Europa, siendo recibida por el comandante en jefe de las
fuerzas militares (SACEUR, Mando Supremo Aliado en Europa), el general norteamericano
Alexander Haig. Fruto de este acercamiento fue también la puesta en marcha de un comité
para el estudio de la cooperación con la organización, así como la implantación en la Escuela
Superior del Ejército de un curso sobre la OTAN.

Esta aproximación pareció dar sus frutos, y el 10 de diciembre la OTAN manifestó su


disposición a admitir a nuevos miembros. En enero de 1977 el secretario general Luns
declaraba ante periodistas españoles la conveniencia de que España se integrase en la OTAN,
declaración apoyada poco después por el vicepresidente norteamericano Walter Mondale.
Esta actitud favorable a la adhesión comenzó a chocar con la postura ambigua del presidente
Suárez, más preocupado por las cuestiones de política interior que por las de exterior, dada la
fragilidad de la joven democracia española. Ello le llevó por un lado a realizar
manifestaciones contrarias a la integración; y por otro a intentar allanar el camino de cara al
posible ingreso. Como ejemplo de lo primero, en una entrevista celebrada con el presidente
norteamericano James Carter en Washington el 29 de abril, Suárez rechazó la adhesión por
considerarla en aquel momento contraproducente para la situación interna española. A pesar
de ello, el presidente puso en marcha una política de acercamiento a la organización, que se
reflejó en varios aspectos:

a) El establecimiento de contactos formales con representantes de la Alianza, como los


realizados por el entonces embajador en Bruselas, Nuño Aguirre de Cárcer, con el
secretario general y con el presidente del Comité Militar, en enero y febrero de 1977
respectivamente.

b) La elaboración por el Ministerio de Asuntos Exteriores de las directrices respecto al


debate sobre la OTAN, con énfasis en el carácter europeo de la relación España-
OTAN y en la necesidad de incluir la cuestión de Gibraltar dentro de las negociaciones
para la adhesión.

c) La unificación, mediante el Real Decreto 1558, de 4 de julio de 1977, de los tres


ministerios militares en el Ministerio de Defensa, lo que equiparaba este Ministerio
con los de los países de la OTAN.

d) Los informes de la Dirección General de América del Norte y Pacífico, que


subrayaban la implicación de España en la defensa de occidente a través de los
acuerdos con los Estados Unidos y desaconsejaban las fórmulas neutralistas por
desestabilizadoras del status quo existente en Europa, status que según dichos
informes se vería mínimamente afectado por la entrada de España en la OTAN.

7
Véase: Rivero, Horacio: “Spain: Free World Asset”, Strategic Review (spring 1976); Komorowski, Raymond
A.: Spain and the Defense of NATO, U.S. Naval Institute Proceedings (may 1976).

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El 15 de junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas en España.


Conforme con la línea de ambigüedad señalada anteriormente, en el programa electoral de
UCD se hacía mención de la necesidad e importancia de que nuestro país aceptara sus
responsabilidades en la defensa de Occidente, aunque sin mencionar en concreto a la OTAN8.
Sí lo hizo Suárez el 11 de julio en la Declaración de su Programa de Gobierno, en el que
definió los objetivos de la política exterior española, incluyendo la integración en la CEE y
otras instituciones europeas y la apertura de un debate político con vistas a la posible adhesión
a la Alianza9.

Como vemos, el ingreso en la OTAN se planteaba como objetivo a conseguir, aunque


ello requería un adecuado acuerdo parlamentario que preservara el frágil consenso político
existente. Sin embargo, las notables diferencias entre Suárez y el ministro Oreja en cuanto a la
estrategia y temporización a seguir para ello acabó obstaculizando gravemente la adhesión y
provocando tensiones entre ambos. Mientras el presidente se mostraba extremadamente cauto,
para el ministro la adhesión a la OTAN era requisito imprescindible en el proceso de
integración en el bloque occidental, que además ofrecía innumerables ventajas a nuestro país,
incluyendo el refuerzo de la seguridad nacional, la defensa de los intereses nacionales y la
mejora de la defensa nacional en general, y de las Fuerzas Armadas en particular. Esos fueron
los argumentos que utilizó Oreja en un discurso sobre política exterior pronunciado en el
Senado el 9 de marzo de 1978, en el que manifestó el rechazo del Gobierno a cualquier tipo
de neutralidad política y defendió la adhesión a la Alianza, planteando la conveniencia de un
debate nacional como fórmula adecuada para ello10.

La celebración del I Congreso Nacional de UCD en octubre de 1978 supuso la


confirmación del apoyo del partido al ingreso en la OTAN, al establecerse en sus
conclusiones que “UCD es partidaria de la entrada de España en la OTAN en la forma y con
las modalidades que más convengan a nuestros intereses”11. Poco después, este tema quedó en
segundo plano como consecuencia de la necesidad de lograr un consenso entre todos los
partidos políticos para sacar adelante el texto de la Constitución.

Tras la aprobación en referéndum de la Constitución en diciembre, y de cara a las


elecciones generales de marzo de 1979, UCD volvió a mostrarse partidaria en su programa
electoral del ingreso. Esta postura fue ratificada por Suárez en su Discurso de Investidura del
30 de marzo, supeditándola a la obtención de un amplio respaldo parlamentario y a la
necesidad de que se consideraran las particularidades y exigencias de la defensa del país.

A pesar de esta declaración de intenciones, durante la segunda legislatura de UCD


persistió la política de ambigüedad del presidente, con alternancia de actos y declaraciones a
favor y en contra de la adhesión. Por un lado, Suárez alentó la participación de España como
país observador en la VI Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de los Países No
Alineados, celebrada en La Habana en septiembre de 1979, y en la que Fidel Castro, en su
discurso inaugural, alabó públicamente la postura española por no dejarse manejar por la

8
Puente, Guillermo: “España en la Alianza Atlántica: el proceso político de su incorporación”, Foro
Internacional, vol. XLIII, nº 2 (abril-junio 2003), p. 323.
9
Aldecoa, op. cit., p. 53; Arenal et al., op. cit., p. 215.
10
Arenal et al., op. cit., pp. 218-219.
11
Calvo-Sotelo, Leopoldo, y del Campo, Salustiano: Sobre la transición exterior. Discurso de recepción del
Académico de Número Excmo. Sr. D. Leopoldo Calvo-Sotelo Bustelo, Marqués de la Ría de Ribadeo: sesión del
día 16 de noviembre de 2005. Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 2005, p. 65.

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OTAN y por mantenerse independiente ante el imperialismo norteamericano12. Por otra parte,
en abril de 1980 se firmó la Directiva de Defensa Nacional 01/80, en la que se propugnaba
una integración en la Alianza dados los beneficios que ello tendría para nuestra política de
defensa.

La ambigüedad o indefinición de Suárez sobre el ingreso en la OTAN ha sido


justificada por algunos autores en base a un supuesto antinorteamericanismo y sentimiento
nacionalista, herencia de su pasado franquista13. Para otros autores ello se debía a factores
como la escasa importancia que el presidente concedía a las cuestiones estratégicas
internacionales14 o su mayor interés en las relaciones con Iberoamérica15. No obstante, una
explicación más coherente radica en la importancia extrema que Suárez concedía a la política
interior de cara a la consolidación de un sistema político democrático, y en su temor a que un
desacuerdo profundo en política exterior pusiese en peligro el frágil consenso existente en ese
momento histórico entre los distintos grupos parlamentarios16. En este sentido, el Gobierno de
UCD consideraba prioritario como objetivo en política exterior la adhesión a la CEE, una
cuestión sobre la que sí había acuerdo entre todos los partidos políticos.

En la primavera de 1980 se produjo un acontecimiento de gran importancia, al vetar


Francia el proceso de ampliación de la CEE, paralizándose la adhesión de España a dicha
organización. A partir de ese momento, el Gobierno español comenzó a utilizar el ingreso en
la OTAN como moneda de cambio para obtener la adhesión a la CEE. En este contexto el
ministro Oreja realizó en junio unas declaraciones al periódico El País en las que manifestaba
que el Gobierno era totalmente “favorable a la pronta incorporación a la Alianza Atlántica”
bajo dos condiciones: a) obtener garantías de que proseguirá el proceso de integración en la
CEE, y b) impulsar la negociación para el traspaso de la soberanía de Gibraltar a España17. En
estas declaraciones el ministro fijó como fecha para el debate político 1981, año en que
expiraba el tratado bilateral con los Estados Unidos.

A los problemas que había supuesto para el Gobierno el veto francés hay que
sumarles las dificultades por las que se atravesaba en política interior, a raíz de la moción de
censura presentada por el PSOE en mayo de 1980 y del fuerte castigo recibido por UCD en
las primeras elecciones autonómicas de Cataluña y el País Vasco. A ello se añadían también
las divergencias existentes entre Suárez y Oreja, acrecentadas tras las declaraciones realizadas
por el ministro a El País, y que culminaron el 3 de septiembre con su destitución y sustitución
por José Pedro Pérez Llorca, quien paradójicamente siempre había mostrado una clara
vocación atlantista.

A finales de 1980 todo parecía preparado para la celebración del debate parlamentario
sobre la adhesión, pero una vez más Suárez retrasó el momento, argumentando la fuerte
oposición del PSOE y las consecuencias desestabilizadoras que ello tendría para la estabilidad
interna del país. La actitud del presidente español comenzó a causar preocupación en los
12
Rupérez, Javier (1986): España en la OTAN. Relato Parcial, Madrid, Plaza & Janés, p. 87.
13
Val Cid, Consuelo del (1996): Opinión pública y opinión publicada. Los españoles y el referéndum de la
OTAN, Madrid, Centro de Investigaciones Sociales & Siglo XXI de España editores.
14
Bray, Nicholas: “España-Estados Unidos: las bases”, Política Exterior, II (5) (invierno 1988), p. 175.
15
Arenal, Celestino (1994): La política exterior de España hacia Iberoamérica, Madrid, Ediciones
Complutense; citado por Wojna, op.cit., p. 233.
16
Rodrigo, Fernando: “La inserción de España en la política de seguridad occidental”, en Gillespie, Richard;
Rodrigo, Fernando y Story, Jonathan (eds.) (1996): Las relaciones exteriores de la España democrática, Madrid,
Alianza, pp. 77-103.
17
Sebastián, Pablo: “Marcelino Oreja: «Podemos adherirnos a la OTAN en corto plazo», El País, 15 de junio de
1980, p. 18.

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Gobiernos aliados, así como graves disensiones en el seno de UCD, acentuando el clima de
crisis interna existente que culminó con el denominado movimiento crítico, encabezado por
Miguel Herrero de Miñón y que jugó un papel crucial en el II Congreso del partido, celebrado
en Palma de Mallorca en febrero de 1981. En las ponencias de dicho Congreso se volvió a
destacar la importancia de la Alianza ante el empeoramiento de la situación internacional,
sugiriéndose la necesidad de que España perteneciera a ella18.

Acosado tanto dentro como fuera de su partido y viendo cercano el fin de su Gobierno,
Suárez tomó dos decisiones de gran importancia. En primer lugar, tras informar al Rey, al
vicepresidente Gutiérrez Mellado y al ministro Pérez Llorca, el 23 de enero de 1981 comunicó
al diputado Javier Rupérez y al ministro de Exteriores belga, Leo Tindemans, su decisión de
integrar a España en la OTAN19. Apenas unos días más tarde - el 27 de enero- Suárez
presentó su dimisión al Rey.

Desde un principio, el gobierno de Calvo Sotelo adoptó una postura claramente


favorable al ingreso en la Alianza. En su discurso de investidura ante el Congreso de los
Diputados el 18 de febrero de 1981, el presidente reafirmó la vocación atlántica del nuevo
Ejecutivo, “expresamente manifestada por la Unión de Centro Democrático” y declaró su
voluntad de “(…) iniciar las consultas con los grupos parlamentarios a fin de articular una
mayoría, escoger el momento y definir las condiciones y modalidades en que España estaría
dispuesta a participar en la Alianza”20.

Las palabras del recién nombrado presidente suscitaron fuertes críticas entre los
grupos parlamentarios de la izquierda y constituyeron el punto de partida de la campaña anti-
OTAN que se desató en los meses posteriores21. La decisión de incorporar España a la OTAN
ha sido calificada por algunos autores de gratuita, irreflexiva, apresurada o inoportuna22. No
obstante, esta medida parece haber sido suficientemente meditada por el presidente y
motivada por varios factores, a saber:

1º. En primer lugar, para poner fin a la ambigüedad que había caracterizado a los
gobiernos de Suárez23 y, como Calvo Sotelo declaró en su discurso de investidura, por
coherencia con su concepción general de la política española y como medio de
salvaguardar las necesidades defensivas y de seguridad24.

2º. La mayor importancia que otorgaba a una política exterior de corte pro occidental, así
como su conciencia de la estrecha relación existente entre la integración en la OTAN y
la adhesión a la CEE25.

18
Aldecoa, op.cit., pp. 59-60.
19
Sarasqueta, Antxon (1985): Después de Franco, la OTAN, Barcelona, Plaza & Janés, p. 44.
20
Programa de Gobierno de Calvo Sotelo. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, nº 143, 18 de
febrero de 1981, pp. 9156- 9157.
21
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p 68.
22
Arenal, Celestino del: “La posición exterior de España”, en Cotarelo, Ramón (ed.) (1992): Transición política
y consolidación democrática. España (1975-1986), Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, p. 414.
23
Powell, Charles T. “Leopoldo Calvo Sotelo: corrigiendo el rumbo de una democracia amenazada”, Revista de
Occidente, nº 336, 2009, p. 50.
24
Programa de Gobierno de Calvo Sotelo, op. cit.
25
La relación entre la adhesión a la OTAN y el ingreso en la CEE es defendida también por el que fuera primer
embajador de España en la OTAN, Javier Rupérez: “Cuando entramos en la OTAN…”, Revista española de
defensa, Madrid, Ministerio de Defensa, DRISDE, nº 112 (junio 1997), p. 18. Esta opinión no es compartida sin
embargo por Ángel Viñas, quien sostiene que la necesidad de europeizar España fue en realidad una excusa que
escondía las motivaciones políticas de la decisión, y que la adhesión al Tratado de Washington no impulsó el

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3º. La necesidad de reformular las relaciones bilaterales con los EEUU, unas relaciones
desequilibradas y que eran mera prolongación de los acuerdos de 1953.

4º. Las numerosas conspiraciones golpistas y el fallido intento del 23 de febrero de 1981
hicieron patente la necesidad de modernizar las FAS para evitar futuras actuaciones
antidemocráticas26.

5º. La certeza de que no iba a ser reelegido en las siguientes elecciones generales, dada la
“autodestrucción irreversible” hacia la que se encaminaba la UCD, lo que le otorgaba
una libertad de decisión que de otro modo no hubiera gozado. Este argumento,
reconocido posteriormente por el mismo Calvo Sotelo27, se encontraba en la base de
las críticas que recibió de la oposición, que veían tras la decisión de adhesión a la
OTAN una política de hechos consumados, es decir, un intento de obligar al futuro
gobierno socialista a aceptar una adhesión ya ejecutada, puesto que la salida de la
OTAN tendría un grave coste político28.

Con todo, la incorporación de España a la OTAN tuvo que demorarse unos meses por el
escepticismo y recelo que aún suscitaba en los países aliados el proceso democratizador
español. En mayo, durante una visita a la República Federal de Alemania, Calvo Sotelo
confirmaba el inmediato ingreso de España en la OTAN y su intención de no convocar un
referéndum. A partir de entonces los acontecimientos se desarrollaron con celeridad.

El 20 de agosto de 1981 el Consejo de Ministros solicitó al Consejo de Estado el


dictamen preceptivo sobre el ingreso de España en la OTAN, emitiendo éste dictamen
favorable una semana más tarde y recomendando la vía del artículo 94.1 de la Constitución
para su tramitación parlamentaria. Días más tarde, el 31 de agosto, el Gobierno presentó ante
la Mesa del Congreso de los Diputados la solicitud para la autorización de adhesión a la
OTAN, siendo admitida a trámite el 2 de septiembre con los votos en contra de socialistas y
comunistas. El 15 de septiembre, el Pleno del Congreso de los Diputados decidió por 180
votos a favor, 126 en contra y 2 abstenciones, que la Comisión de Asuntos Exteriores era
competente para tratar el proyecto de adhesión. Los debates en la Comisión se desarrollaron
del 6 al 8 de octubre, con la participación de los representantes de todos los grupos
parlamentarios y del ministro Pérez Llorca, quien en su intervención del 6 de octubre desechó
la opción de la neutralidad y subrayó las ventajas de la integración en la Alianza, que ofrecía
mayores garantías de seguridad y participación que los acuerdos bilaterales firmados hasta
entonces con Estados Unidos29.

Pese a la oposición de socialistas y comunistas, el 8 de octubre la Comisión de


Asuntos Exteriores aprobó el dictamen favorable a la adhesión. Este dictamen se debatió en el

lento proceso de incorporación a la CEE. Véase Viñas, Ángel: “Coordenadas de la política de seguridad
española”, Leviatán: Revista de hechos e ideas, n° 17, 1984, p. 10.
26
De esta última opinión son también Pérez Llorca, José P.: “De cómo y porqué entramos en la Alianza
Atlántica”, Ideas para la democracia, n°1, 1984, Madrid, Cambio 16, p. 316; Puente, op. cit., p. 327; Rupérez,
op. cit., p. 19; y Powell, 2009, op. cit., p. 51. Sin embargo, un informe elaborado en 1982 por Allan S. Nanes
para el Congreso de los EEUU mostraba la ausencia de relación causa-efecto entre la incorporación de España a
la OTAN y la reorientación política de sus FAS. Véase Viñas (1984), op. cit., p. 11.
27
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., pp. 73-74.
28
Powell, 2009, op. cit., p. 49.
29
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Comisión de Asuntos Exteriores, octubre de 1981, nº 41,
42 y 43, pp. 1802-2048.

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Pleno del Congreso los días 27 a 29 de octubre, siendo aprobado con los 186 votos a favor de
UCD, Coalición Democrática, Partido Nacionalista Vasco, Convergencia i Unió y Unión del
Pueblo Navarro; por los 146 en contra del PSOE, Partido Socialista Andaluz, Partido
Comunista de España, Euskadiko Ezkerra, Ezquerra Republicana de Catalunya, Partido
Aragonés Regionalista y Unión del Pueblo Canario. En virtud de ello, el Gobierno quedaba
autorizado para solicitar formalmente la adhesión a la OTAN con las siguientes condiciones:

a) No aceptar compromisos que implicasen el almacenamiento o instalación de armas


nucleares de la Alianza en nuestro país.

b) Obtener garantías para la defensa de todo el territorio peninsular y extrapeninsular, la


recuperación de la soberanía sobre Gibraltar y el impulso de las negociaciones para el
ingreso en la CEE.

El 26 de noviembre, el Pleno del Senado ratificó la decisión del Congreso por 106 votos a
favor, 60 en contra y una abstención, dejando libre el camino para la presentación de la
solicitud de adhesión. Consecuentemente, el 2 de diciembre el embajador español en Bruselas
Aguirre de Cárcer entregó oficialmente a Luns la carta por la que el Gobierno español se
declara dispuesto a recibir la invitación de la Alianza y depositar, llegado el momento, el
correspondiente instrumento de adhesión. El día 10 los ministros de Exteriores de los quince
países aliados firmaron el Protocolo de Adhesión en una reunión ministerial del Consejo
Atlántico en Bruselas, mostrando su satisfacción y resaltando el impulso que ello supondría
para la Alianza30. A partir de ese momento se iniciaron los trámites de ratificación por los
parlamentos de los países aliados, y España dedicó un esfuerzo considerable para convertirse
en el miembro número dieciséis de la OTAN con la máxima rapidez posible, consiguiéndolo
en apenas seis meses.

El 29 de mayo de 1982 Luns dirigió una carta al Gobierno español invitándole a


adherirse a la Alianza. Ese mismo día, la Oficina de Información Diplomática del Ministerio
de Asuntos Exteriores emitió el comunicado que anunciaba la entrega del Instrumento de
Adhesión del Reino de España a la OTAN31. Apenas un día después, en una maniobra de
anticipación a los obstáculos que el PSOE planteaba a la adhesión, el encargado de negocios
en Washington, Álvarez de Toledo, entregó el documento de adhesión al vicesecretario
norteamericano de Estado Walter Stressel, y España se convertía en el 16° miembro de la
OTAN32. El 4 de junio se izaba la bandera española en el Cuartel General Militar del
SACEUR, y 5 días después el presidente Calvo Sotelo asistía a la Cumbre de la OTAN en
Bonn.

El 7 de julio, Javier Rupérez fue nombrado primer embajador en la OTAN, y comenzó


a preparar las conversaciones preliminares para la integración española. En varias rondas de
negociaciones, celebradas entre julio y octubre de ese año, se abordaron temas como las
posibles amenazas para nuestro país, la participación en la estructura de mandos y el estado de

30
Puente, op. cit., p. 309.
31
Instrumento de adhesión del Reino de España al Tratado del Atlántico Norte, Boletín Oficial del Estado núm.
129, de 31 de mayo de 1982, pp. 14393-14394.
32
El 28 de mayo de 1982 el PSOE había presentado con urgencia una proposición no de ley ante la Mesa del
Congreso en la que solicitaba la suspensión de las negociaciones para la adhesión a la OTAN hasta que no
quedara asegurada la soberanía de Gibraltar. Esta proposición no llegó a debatirse, ya que las Cortes se
disolvieron al mes siguiente.

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preparación de las FAS españolas. Según el mismo Rupérez, estas conversaciones fueron
intensas y complicadas debido a la urgencia española por completarla en un corto espacio de
tiempo, dada la situación política interna del país33. Pesaba sobre el Gobierno la amenaza de
la progresiva disolución de la UCD y del adelanto de las elecciones generales en la que las
posibilidades de victoria eran escasas, como así ocurrió finalmente34. Fruto de esas
conversaciones, España se unió a varios organismos aliados, como el Comité de Planes de
Defensa, el Grupo de Planes Nucleares y el Comité Militar.

3. El PSOE y el proceso de adhesión


La postura del PSOE con respecto al proceso de adhesión de España en la OTAN ha sido
ampliamente criticada, calificándola -entre otros adjetivos- de incoherente, irresponsable,
electoralista, manipuladora y, sobre todo, errónea.

Durante la transición, los posicionamientos socialistas en política de defensa tuvieron


fuertes connotaciones neutralistas y antinorteamericanistas, como quedó reflejado en el
XXVII Congreso del partido, celebrado en diciembre de 1976, y en el que se propugnó un
modelo de neutralidad activa cuyos objetivos prioritarios eran el desmarque de la política de
bloques militares y el desmantelamiento de todas las bases norteamericanas en territorio
español. En diciembre de 1977, una delegación del PSOE formada por el secretario general
del partido Felipe González, Alfonso Guerra, Miguel Boyer y Francisco Ramos visitó la
Unión Soviética, invitados por el Partido Comunista ruso. El día 12, en una entrevista
mantenida con el entonces secretario del Comité del Partido Comunista ruso y miembro del
Buró Político, Mijail Susnov, González resaltó la vocación neutralista del PSOE y defendió
que la decisión de la entrada de España en la OTAN correspondía al pueblo español y debía
resolverse sin injerencias externas35. A pesar de ello, la delegación española aceptó el
comunicado redactado por el PCUS y publicado en el diario Pravda, en el que se manifestaba
que “las delegaciones han reafirmado los criterios de sus partidos acerca de la necesidad de
superar la división del mundo contemporáneo en bloques político-militares contrapuestos, así
como su ampliación”36. Este gesto fue interpretado por los medios informativos occidentales
como un logro del gobierno ruso, interesado en conseguir que España no se incorporara a la
OTAN.

Como refiere el mismo Calvo Sotelo, esta actitud neutralista y de no alineación,


defendida igualmente por el Partido Socialista en su XXVIII Congreso de 1979, no era
coherente con la adoptada por el PSOE en el exilio cuando se constituyó la Alianza en 1949.
En aquel momento, el PSOE defendía firmemente la necesidad de que España se incorporara
a la OTAN, una vez desaparecido el régimen franquista37.

Como consecuencia de los acercamientos del Gobierno de UCD a la Alianza, durante


1980 la política del PSOE se transformó claramente en antiOTAN. En marzo de ese año
33
Rupérez, 1997, op. cit., p. 19.
34
En agosto de 1982 Calvo Sotelo anunció el adelanto de las elecciones generales y su convocatoria para el 28
de octubre.
35
López Muñoz, Ismael: “El PSOE aceptó en Moscú no apoyar el ingreso en la OTAN”, El País, 17 de
diciembre de 1977.
36
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 75.
37
Ibid., pp. 63-64. Véase a este respecto Luxan, Adolfo de, y Puerta, Alonso J. (eds) “El socialismo español en
el exilio y la construcción europea”, Madrid, Fundación Acción Socialista Europea-Fundación Indalecio Prieto,
2003.

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UNISCI Discussion Papers, Nº 26 (Mayo / May 2011) ISSN 1696-2206

González hizo pública su postura a nivel internacional, al defender en el Congreso de la


Unión de Partidos Socialistas Europeos la neutralización y desnuclearización del
Mediterráneo, lo que entraba en clara contradicción con la esencia y existencia de la OTAN.
Conforme avanzaban los contactos y acercamientos a la Alianza en 1981, la posición del
PSOE se fue radicalizando. En el debate de investidura de Calvo Sotelo en febrero, González
rechazó de lleno sus argumentos a favor del ingreso en la Alianza, aduciendo que se trataba de
una organización al servicio de los intereses de Estados Unidos. En aquel discurso, el
secretario general del PSOE hipotecó buena parte del futuro político de su partido al
manifestar que si algún día llegaba al poder propondría la salida de la Alianza si el
procedimiento de entrada no era un referéndum. En julio, ya tomada la decisión de ingresar en
la OTAN, arreció la oposición socialista, que interpretaba la postura del gobierno como una
“huida hacia adelante” que pretendía impedir el debate público al que UCD se había
comprometido desde 1977 por temor a perderlo38. No obstante, en lugar de exigir un debate
parlamentario para movilizar a la opinión pública, el PSOE se embarcó en una campaña
demagógica y electoralista que pretendía movilizar a la opinión pública, utilizando el rechazo
a la adhesión como arma política para atacar a la UCD y conseguir la victoria en las siguientes
elecciones. Esta estrategia, que se desarrolló bajo el lema “OTAN, de entrada no”, se plasmó
en movilizaciones populares, campañas de recogida de firmas y declaraciones en la prensa,
como las que realizó González al diario El País calificando el ingreso como “barbaridad
histórica” y “tremendo error”, y anunciando una campaña de oposición39; o las de Alfonso
Guerra manifestando a Diario 16 que “el eventual ingreso en la OTAN convertiría a España
en una Colonia de los Estados Unidos”. Como consecuencia de la campaña anti-OTAN del
PSOE, dirigida por Javier Solana, disminuyó considerablemente el porcentaje de partidarios
de la adhesión, que pasó del 20 % en julio de 1981 al 13 % en septiembre de ese mismo año;
en tanto que el porcentaje de partidarios del “no” aumentó del 35 % al 43 %40.

El 3 de septiembre, un día después de que la Mesa del Congreso acordara la admisión


a trámite parlamentario de la petición del Gobierno para la autorización de la adhesión, el
PSOE presentó una moción solicitando la convocatoria de un referéndum, amparándose en el
artículo 92 de la Constitución41. Del mismo modo, durante la celebración del posterior debate
parlamentario sobre la OTAN en octubre de 1981, los socialistas introdujeron dos propuestas
que tenían como objeto paralizar el ya irremediable proceso de adhesión: a) someter a
consulta del Tribunal Constitucional una posible contradicción entre el texto del Tratado y la
Constitución, y b) la realización de un referéndum sobre el tema. Ante el rechazo de estas
propuestas, González manifestó al Congreso que el PSOE no se responsabilizaría de la
decisión que estaba a punto de tomarse, atribuyendo dicha responsabilidad a los grupos que la
apoyaban. Consecuentemente con esta actitud, el PSOE votó en contra de la adhesión tanto en
el Congreso como en el Senado, basándose en los siguientes argumentos:

1. En primer lugar un sentimiento antinorteamericano, consecuencia de la imagen


imperialista que se tenía de la política exterior de los EE.UU y fomentada por el apoyo
norteamericano a la dictadura de Franco42. A ello había que añadirle un cambio de

38
Powell, 2009, op. cit., p. 49.
39
Llorens, Isabel: “«Si España entra en la OTAN, soportaría la colonia de un aliado en territorio propio».
Declaraciones de Felipe González”, El País, 26 de julio de 1981.
40
Centro de Investigaciones Sociológicas: “La opinión pública española ante la OTAN”, Revista Española de
Investigaciones Sociológicas (REIS), nº 22 (abr./jun. 1983), pp. 219–226.
41
Dicho artículo establece que “las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a
referéndum consultivo de todos los ciudadanos”. Por su parte, el Gobierno de UCD se acogía al artículo 94, que
limitaba el trámite de la firma de Tratados o convenios militares al consentimiento de las Cortes Generales.
42
Yáñez, Luis (1984). “El PSOE y la seguridad europea, 1944-1984”, Ideas para la democracia, n° 1, p. 325.

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opinión acerca de la guerra fría y del peligro que la amenaza soviética suponía para
España, basado en un análisis más crítico y objetivo de la política soviética en Europa.

2. En segundo lugar, se argumentaba que la Alianza no tenía en cuenta los intereses


españoles en Gibraltar ni asumía la defensa de Ceuta y Melilla, aduciéndose que el
norte de África, posible zona de amenaza para España, quedaba excluido del área de
aplicación del Tratado de Washington43.

3. El temor a que el ingreso en la OTAN ocasionara un desequilibrio en el balance


estratégico entre los bloques militares. No hay que olvidar en este sentido el
memorándum que el encargado de negocios de la embajada soviética había entregado
al Gobierno español el 7 de septiembre de 1981, víspera del debate parlamentario
sobre la OTAN, y en el que se advertía que la entrada de España en la OTAN
provocaría un aumento de la tensión internacional, reforzaría la política de bloques e
impulsaría la carrera de armamento. La respuesta del gobierno español fue no darse
por enterado y devolver el documento a la embajada soviética44.

4. En último lugar, el ingreso en la OTAN convertiría a España en un objetivo potencial


para el Pacto de Varsovia, con el consiguiente aumento del riesgo de sufrir un ataque
nuclear.

Durante el XXIX Congreso, celebrado en octubre de 1981, González volvió a comprometerse


a la realización de un referéndum consultivo cuando el PSOE accediera al Gobierno. En este
Congreso se elaboró además un documento titulado “50 preguntas sobre la OTAN”, que
recalcaba las repercusiones negativas de la incorporación a la Alianza:

a) La OTAN no era garantía para la joven democracia española, tal como lo demostraba
la presencia en la organización de regímenes totalitarios como Grecia y Turquía.

b) Tampoco garantizaba el ingreso en el Mercado Común.

c) Incremento notable de los gastos militares.

d) Nuclearización del país.

e) La entrada en la OTAN no implicaría la devolución de la soberanía sobre Gibraltar.

Como vemos, el PSOE se iba comprometiendo paulatinamente a una no integración de la que


más tarde tendría que dar marcha atrás a expensas de importantes costes políticos.

4. El PSOE en el Gobierno
43
En este sentido resulta muy interesante las observaciones que Fernando Morán hace al respecto y que se
recogen en Burns, Tom (1996): Conversaciones sobre el socialismo, Barcelona, Plaza & Janés, pp. 337-357.
44
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 74.

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Durante la campaña electoral de 1982 el PSOE se comprometió a detener la integración en la


OTAN y convocar un referéndum en caso de obtener la victoria. Esta postura era consecuente
con las directrices adoptadas en el XXIX Congreso y se materializó en la presentación de
numerosas propuestas y mociones cuyo objetivo era paralizar el proceso. Sin embargo, dicha
cuestión quedó en un segundo plano en el programa electoral, incluyéndose dentro de un
paquete de medidas en política exterior junto con otros objetivos como la adhesión a la CEE,
el desarrollo de las relaciones internacionales con los países de Iberoamérica y del Magreb y
la reformulación de las relaciones bilaterales con Estados Unidos.

Se ha aducido para justificar este supuesto “olvido” que Felipe González era
consciente antes de ganar las elecciones de 1982 de las dificultades e inconvenientes que
plantearía una eventual salida de la OTAN, lo que también explicaría el nombramiento de un
proatlantista convencido como Narcís Serra al frente del Ministerio de Defensa en 1981 45.
Abandonar la Alianza hubiera sido interpretado por el resto de Europa Occidental como una
falta de solidaridad que hubiera afectado negativamente la credibilidad española y perjudicado
su ingreso en la CEE. Por otra parte, la alternativa al ingreso -la neutralidad o no
alineamiento-, suponía una incongruencia con el tan preconizado europeísmo de la política
exterior del PSOE, ya que compartir el destino político y económico europeo implicaba
también asumir sus cargas defensivas. Por otra parte se ha argumentado que el PSOE había
experimentado una transformación en sus planteamientos en política de defensa a
consecuencia de los cambios producidos en el entorno geoestratégico internacional 46.

Tras la victoria en las elecciones generales del 28 de octubre de 1982, el primer


Gobierno socialista –formado el 3 diciembre- se encontró con una comprometida herencia de
UCD. Calvo Sotelo había incorporado a España en la OTAN sin una definición clara y precisa
de cómo se realizaría dicho proceso y con la mayoría de los partidos políticos y de la opinión
pública en contra47. Para entonces los representantes españoles, encabezados por el embajador
Rupérez, y los de la Alianza, al mando del secretario general adjunto de la Organización para
asuntos políticos, David Nichols, habían esbozado en apenas cinco meses y tres rondas de
conversaciones los principios básicos de entendimiento para la integración. Estos principios
contemplaban, entre otras medidas, la inclusión de nuestro país en el Mando Aliado en
Europa (ACE), la asignación de fuerzas españolas al SACEUR, el compromiso español en la
defensa de toda la organización y el reconocimiento de la importancia del eje Baleares-
Estrecho de Gibraltar-Canarias48.

En una reunión del Consejo Atlántico celebrada en Bruselas el 8 de diciembre, el


ministro de Exteriores socialista Fernando Morán anunció a los aliados la intención del nuevo
Gobierno de paralizar el proceso de integración en la OTAN mientras se realizaba un análisis
de los intereses estratégicos de España, supeditando la permanencia a la celebración de un
referéndum. A partir de entonces, nuestro país continuó formando parte de la organización
como miembro de pleno derecho, pero adoptando una posición pasiva que solo rompió para

45
Conversación mantenida por Tom Burns con el exministro Narcís Serra. En Burns, op. cit., p. 191.
46
Viñas (1984), op. cit., p. 17.
47
Según datos del CIS, op. cit., p. 231, en abril de 1982 sólo un 17 % de la población era partidario de seguir
dentro de la OTAN.
48
Resulta significativo el comentario realizado al respecto por el entonces embajador en la OTAN, Javier
Rupérez: “(…) con unos pocos meses más de tiempo y en una situación política relativamente estable, la
integración española en la Alianza se habría realizado felizmente y a satisfacción de todos”. Rupérez, op. cit., p.
20.

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defender los intereses nacionales49. La postura del Gobierno se ajustaba al compromiso


electoral del PSOE y a la voluntad de la sociedad española, mayoritariamente en contra de la
pertenencia de España en la Alianza50. Sin embargo, existía una contradicción latente entre su
vocación europeísta y occidental y sus tendencias neutralistas, contradicción que se vio
reflejada en una estrategia política conocida como ambigüedad calculada y que se caracterizó
por la alternancia de declaraciones y actos a favor y en contra de la integración militar. De
este modo, mientras por un lado se decidía mantener la presencia militar y diplomática en los
comités de la OTAN, por otro se negaba a la nuclearización del territorio español en el
Convenio Bilateral con los EEUU. Esta estrategia causó tensiones y enfrentamientos tanto
entre la base y la cúpula del partido como dentro del propio Gobierno, ocasionadas por
diversas corrientes de opinión:

1º. De una parte, diplomáticos como Luis Yánez, ministros como José María Maravall,
Ernest Lluch o Javier Solana y el mismo vicepresidente Alfonso Guerra estaban
dispuestos a abandonar la Alianza y a orientar la política exterior española hacia una
línea más neutralista y de cooperación con Iberoamérica y el tercer mundo. Muestra de
la oposición del vicepresidente fueron sus declaraciones al diario El País en julio de
1983 en las que criticaba a algunos miembros del Gobierno por cambiar sus opiniones
sobre la permanencia en la Alianza y en las que afirmaba textualmente: “Yo creo que
España no debe estar en la OTAN, debe salir”51.

2º. Por otro lado, el ministro de Defensa Narcís Serra se mostraba partidario de la
permanencia en función de las ventajas y posibilidades que ello suponía para la
industria española y la profesionalización de las FAS. Idéntica postura adoptaba el
ministro de Economía Miguel Boyer, basándose en la contradicción que suponía una
política económica europeísta y otra defensiva de carácter neutral.

3º. Finalmente, otros miembros del Gobierno como el ministro Moran intentaron hallar
una posición intermedia entre los postulados ideológicos y los intereses de estado.

Lenta y hábilmente, el presidente González fue desmarcándose de la posición inicial de su


partido, llegando incluso a manifestar a la prensa que no era antiOTAN52 y demostrándolo
con declaraciones de apoyo al despliegue de los misiles pershing II y cruise (euromisiles)
realizadas en marzo de 1983 en la República Federal de Alemania53. Como es de suponer, esta
actitud chocó con la postura de parte del Ejecutivo socialista y se encontraría en la base de la
tormenta interna que iba a sacudir al partido años más tarde.

En 1983 el Ministerio de Asuntos Exteriores elaboró un informe sobre la OTAN,


boceto del famoso Decálogo de política exterior que González presentaría al Congreso un año
más tarde, y que recogía los siguientes puntos:

49
Ortiz, Román D.: “El decimosexto aliado”, Revista española de defensa, Madrid, Ministerio de Defensa,
DRISDE, nº 60 (febrero 1993), p. 60.
50
Según datos del CIS, op. cit., p. 235, en marzo de 1983 un 57 % de la población se mostraba poco o nada
partidario de la plena integración, frente al 13 % que era muy o bastante partidario de ello.
51
Jáuregui, Fernando: “Entrevista con el vicepresidente, Alfonso Guerra: «Yo creo que España no debe estar en
la OTAN, debe salir»”, El País, 17 de julio de 1983.
52
Declaraciones realizadas al periódico Diario 16 y recogidas en Val Cid, op. cit., p. 94.
53
En este sentido, para Rupérez, 1997, op. cit., p. 18, las conversaciones mantenidas entonces entre González y
el canciller alemán Helmult Kohl marcaron un punto de inflexión en el cambio de actitud y postura del
presidente español.

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- Definición precisa de los criterios de no integración en la estructura militar.

- Declaración de no admisión, almacenamiento o tránsito de armamento nuclear en


territorio español.

- Mantenimiento de las relaciones bilaterales con Estados Unidos, aunque con reducción
de la presencia militar en España.

- Declaración a favor de la paz, la distensión y el desarme controlado y verificable.

En 1984 se produjo el definitivo giro atlantista en las manifestaciones de González y del resto
de los miembros del gabinete socialista, incluyendo al vicepresidente Guerra, sucediéndose
las declaraciones favorables en los medios de comunicación y enfatizándose la relación entre
la permanencia en la OTAN y la integración en la CEE. Los días 23 a 25 de octubre se
celebró el Debate sobre el Estado de la Nación, en el que Felipe González expuso ante el
Congreso de los Diputados un proyecto global de política de paz y seguridad, cuyos
principales objetivos eran servir adecuadamente a los intereses nacionales, contribuyendo
eficazmente a la paz y a la distensión mundial, completar la incorporación de España a
Europa a través de la participación en la seguridad colectiva, y superar la división existente en
esa materia tanto entre las fuerzas políticas como la opinión pública. Dicho proyecto incluía
su famoso “Decálogo”, compuesto por una serie de puntos encaminados a la búsqueda del
consenso en política exterior:

1. Permanencia en la OTAN.

2. No integración en la estructura militar.

3. Reducción de la presencia norteamericana en España.

4. No nuclearización.

5. No exclusión de la firma del Tratado de No proliferación Nuclear.

6. Voluntad de participación en la Unión Europea Occidental.

7. Recuperación de Gibraltar.

8. Continuación de los trabajos en la Conferencia Europea de Desarme.

9. Desarrollo de convenios bilaterales de cooperación defensiva con otros países de


Europa occidental.

10. Elaboración del Plan Estratégico Conjunto54.

54
Discurso del presidente del Gobierno, Felipe González, en el Debate sobre el Estado de la Nación, Diario de
Sesiones del Congreso de los Diputados, nº 157, de 23 de octubre de 1984, pp. 7070-7092. Un resumen del
contenido del Decálogo puede ser consultado en: Vaca, Ana: “Las directrices cierran el «Decálogo»”, Revista
española de defensa, Madrid, Ministerio de Defensa, DRISDE, nº 10 (diciembre 1988), p. 7; Gaitero, Javier M.:
“España en la OTAN: crónica de una larga marcha”, Revista española de defensa, Madrid, Ministerio de
Defensa, DRISDE, nº 4 (junio 1988), pp. 52-53.

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UNISCI Discussion Papers, Nº 26 (Mayo / May 2011) ISSN 1696-2206

En su intervención parlamentaria, González expuso las líneas maestras de su política en


relación con la Alianza: permanencia vinculada al ingreso en la CEE, oferta de diálogo a las
fuerzas políticas parlamentarias con vistas a la consecución de un adecuado consenso y
anuncio de la celebración de un referéndum para principios de 1986. El compromiso de
celebrar un referéndum se justificaba por congruencia con las promesas electorales y por la
necesidad de disponer del tiempo necesario para involucrar y responsabilizar a las distintas
fuerzas políticas en una decisión trascendental como aquella e intentar cambiar la opinión
contraria de buena parte del electorado55.

Decidida y clarificada definitivamente su actitud con respecto a la OTAN, González se


dedicó hábil y eficazmente a la búsqueda de apoyo para sus tesis en el XXX Congreso del
PSOE, celebrado en diciembre de 1984. Allí defendió la permanencia en la Alianza,
aduciendo argumentos tan variados como la memoria histórica del partido, que en 1949 había
valorado positivamente la creación del Pacto Atlántico; o la crítica al romanticismo e
idealismo de la izquierda socialista por su actitud neutralista. En el mismo sentido, en las
conclusiones del Congreso se aportaron otros argumentos contrarios a la salida de la OTAN,
como no comprometer el proyecto global de construcción europea, no poner en entredicho la
credibilidad exterior española y no afectar la estabilidad política de la organización.
Finalmente, se reafirmaba la conveniencia de celebrar un referéndum “en la fecha que el
Gobierno estime más oportuna, en función de las circunstancias nacionales e
internacionales”56.

Esta toma de posición fue apoyada inicialmente por el Departamento de Estado


norteamericano y por los países miembros de la OTAN, que acogieron positivamente estas
medidas. Sin embargo, durante el año 1985 se produjeron varios hechos que transformaron
esta euforia en preocupación. En política exterior, Estados Unidos se negó a negociar el tema
de las bases hasta que España se comprometiera a permanecer en la Alianza; recibiéndose
además presiones del Congreso de la Unión Europea Democristiana a favor de la adhesión. A
nivel interno es de destacar la movilización popular encabezada por el PCE contra la OTAN
mediante manifestaciones, declaraciones y actuaciones de las denominadas Mesas por el
referéndum. Estas presiones volvieron a originar tensiones en el seno del Gobierno, y en julio
Moran fue cesado en su cargo y sustituido por Francisco Fernández Ordóñez, de vocación
mucho más atlantista que su predecesor57.

55
Puente, op. cit., p. 335.
56
Ibid., p. 336.
57
Como causa del cese de Morán se han argumentado diversos motivos, incluyendo la necesidad de dar un
nuevo aire al Ministerio de Exteriores en el nuevo contexto que suponía la reciente entrada en la Comunidad
Europea, las malas relaciones y discrepancias de actitud respecto a la cuestión de la OTAN con Felipe
González, o el deseo de éste de situar al frente de la diplomacia española a alguien capaz de encarar el próximo
referéndum sobre la permanencia en la Alianza con “mayor credibilidad”. Véase Viñas, Ángel: “Dos hombres
para la transición externa: Fernando Morán y Francisco Fernández Ordóñez”, Historia Contemporánea, n° 15,
1984, pp. 273-274.

297
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5. La campaña del referéndum sobre la permanencia en la OTAN


En abril de 1985 González fijó el mes de marzo de 1986 como fecha para la celebración del
referéndum58, aunque sin aclarar su carácter vinculante o consultivo. A partir de ese momento
se desató una intensa movilización política y popular que enrareció el ambiente del país, con
la multiplicación de artículos de opinión desde todos los ámbitos de la sociedad española y la
publicación de numerosos sondeos que reflejaban la opinión de los españoles.

El 3 de noviembre de 1985, apenas cinco meses antes del referéndum, El País publicó
los resultados de un sondeo realizado entre los días 19 al 22 de octubre que indicaban que el
63% de los españoles deseaban el referéndum y que el 46 % de los encuestados era partidario
de la salida59. El riesgo de derrota era alto, lo que obligó al Gobierno a movilizarse de cara a
la campaña electoral. Como dijo irónicamente Aguirre de aquel momento de nuestra historia:
“El PSOE, utilizando todos los argumentos -desde las supuestas ventajas tecnológicas hasta la
llegada del Pato Donald- tiene sobre sus espaldas la carga de convencer a la opinión pública y
cambiar su orientación. Una tarea poco sencilla para un partido que llegó al poder
enarbolando la bandera anti-OTAN”60.

Dicha tarea se realizó tanto a nivel institucional como personal. A nivel institucional el
PSOE elaboró un documento titulado “Propuesta de una política de paz y seguridad”, en el
que se optaba por la permanencia bajo una serie de condiciones como la no incorporación a la
estructura militar, la prohibición de instalación, almacenamiento o tránsito de armamento
nuclear por nuestro territorio y la reducción de la presencia norteamericana. Por otra parte, a
finales de año comenzó la segunda ronda de negociaciones con los Estados Unidos para la
reducción de la presencia militar en España, lo que fue interpretado por ciertos sectores
políticos y de la opinión pública como una contrapartida del Gobierno a sus electores a
cambio de permanecer en una organización que muchos de ellos rechazaban. A nivel
personal destacó el aumento del número de apariciones y declaraciones de Felipe González en
los medios de comunicación a favor de la permanencia. Como muestra de su estrategia,
valgan las declaraciones que realizó el presidente en una entrevista concedida a El País el 17
de noviembre de 1985 y que citamos por su importancia en contraste con la postura que había
defendido cuatro años antes: “Creo que los intereses de España se defienden mejor
permaneciendo en la Alianza. Nuestra anterior valoración sobre la Alianza y sobre su
funcionamiento no era correcta (...) En la Alianza, de verdad, están los países que tienen
mayor ejercicio de la soberanía popular del mundo, mayor nivel de desarrollo económico, de
democracia, de libertades y de respeto a los derechos humanos, y mayor nivel de paz”61.

Para defender su postura, en esta entrevista González argumentaba que la salida de la


OTAN impediría a España el acceso a tecnología importante, obligaría a mantener la
vinculación bilateral con Estados Unidos y provocaría la desconfianza de los aliados
europeos.

Declarada públicamente su postura ante la opinión española, el presidente concentró


su discurso en tres aspectos convincentes para su electorado:

58
Sin embargo, el decreto de convocatoria del referéndum no fue aprobado por el Consejo de Ministros hasta el
31 de enero de 1986, y por el Congreso de los Diputados hasta el 5 de febrero.
59
“El 63% de los españoles desea el referéndum sobre la Alianza Atlántica”, El País, 3 de noviembre de 1985.
60
Aguirre, Mariano: “España: seguridad, defensa y la OTAN”, Revista de Estudios Internacionales, vol. VII, n°1
(enero-marzo 1986), p. 50.
61
Cebrián, Juan L.: “Entrevista de El País al presidente del Gobierno: «He perdido la libertad para que los
demás la tengan», afirma Felipe González”, El País, 17 de noviembre de 1985.

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1. El cumplimiento del compromiso de celebrar el referéndum.

2. Las consecuencias negativas que para el Gobierno tendría un resultado negativo.

3. Las repercusiones a nivel internacional de la salida de la Alianza: el aislamiento


respecto del mundo occidental, el retraso tecnológico, los riesgos impredecibles de
una actitud contraria a los bloque militares o el desprestigio internacional.

Como resultado de los esfuerzos del Gobierno se produjo un giro en la opinión de buena parte
del electorado, lo que se reflejó en una encuesta realizada por el CIS en febrero y que
mostraba una notable división de la opinión pública (32 % a favor de la permanencia, 32 % en
contra y 36 % de indecisos)62. Esta división alcanzó también a las distintas fuerzas políticas,
como se puso de relieve en el Debate sobre la Política de Paz y Seguridad, celebrado los días
4 y 5 de febrero de 1986, en el que los partidos de la oposición rehusaron apoyar al Gobierno.

El 7 de febrero de 1986 se publicó en el Boletín Oficial del Estado el Real Decreto por
el que se sometía a referéndum la permanencia en la Alianza63. En su texto se hacía referencia
a la división de la opinión pública y de las fuerzas políticas que había provocado la adhesión
de España a la OTAN en 1982, lo que había impedido alcanzar el necesario respaldo
mayoritario de la sociedad. En contraposición con aquel momento, se señalaba un nuevo
periodo histórico marcado por el reciente ingreso en la CEE y por la voluntad de compartir el
futuro con el resto de las naciones democráticas europeas. En este nuevo contexto se daban
las condiciones necesarias para someter a referéndum una decisión política de especial
trascendencia. A tal objeto, y en base al artículo 92.2 de la Constitución, se fijaba la
celebración de un referéndum de carácter consultivo en el que se plantearía a los electores el
siguiente texto:

“El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales, que España
permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los
siguientes términos:

1º. La participación de España en la Alianza no incluirá su incorporación a la


estructura militar integrada.

2º. Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armamento


nuclear en territorio español.

3º. Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados


Unidos en España”64.

La decisión objeto del referéndum quedó formulada de la siguiente manera: “¿Considera


conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por
el Gobierno de la Nación?”.
62
Rodrigo, op. cit., p. 99.
63
Real Decreto 214/1986, de 6 de febrero, por el que se somete a referéndum de la Nación la decisión política
del Gobierno en relación con la Alianza Atlántica, Boletín Oficial del Estado, núm. 33, de 7 febrero 1986, pp.
5072-5073.
64
Ibid.

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6. Opiniones sobre el referéndum


Apenas un mes antes del referéndum el clima público y político del país se caracterizaba por
la confrontación y la diversidad de opiniones. Una vez descrita la actitud del Gobierno,
analizaremos brevemente la postura y reacciones de diversos grupos e instituciones ante la
campaña del referéndum, así como la opinión de la sociedad española, lo que ayudará a
explicar los resultados finales de la consulta.

6.1. Las organizaciones anti-OTAN

La postura contraria a la permanencia estuvo capitaneada principalmente por la Mesa por el


Referéndum, la Plataforma Cívica para la Salida de la OTAN y la Coordinadora Estatal de
Organizaciones Pacifistas (CEOP), integradas por una variedad de organizaciones sindicales,
asociaciones civiles, colectivos y movimientos ecologistas y pacifistas 65. Podemos resumir su
postura en una serie de reivindicaciones y argumentos contrarios a la permanencia, entre
ellos:

1º. Defensa de la paz, desarme y neutralidad de España ante la política de bloques.

2º. La presencia en la OTAN aumenta el peligro de guerra, al reforzar los bloques


militares.

3º. Aumenta el peligro de instalación de armamento nuclear en España.

4º. Restringe la capacidad de maniobra de España en asuntos internacionales,


especialmente en el Tercer Mundo.

5º. Favorece la industria armamentística en detrimento de otras más necesarias.

6º. Incrementa los gastos militares.

7º. Cumplimiento del compromiso del Gobierno de celebrar el referéndum sobre la


permanencia.

6.2. Las fuerzas políticas

Entre los partidos políticos hubo diversidad de opiniones y posiciones. Obviaremos en este
apartado la postura de PSOE y UCD por haber sido abordada ya en este trabajo. Por su parte,
el nuevo partido de Adolfo Suárez (Centro Democrático Social) se mostró favorable a la
permanencia en la OTAN.

La postura del Partido Comunista había sido siempre claramente antiatlantista y


antinorteamericana, planteando como metas en política exterior el no alineamiento en bloques
militares, el impulso al ingreso en la CEE y el fomento de las relaciones internacionales con
los países mediterráneos, el mundo árabe e Iberoamérica. Ya en su programa electoral de
1979 el PCE defendió una política de no alineamiento contraria a la adhesión; y en el debate
de investidura de Calvo Sotelo, Santiago Carrillo, declaró que había oído en las palabras del

65
Véase Val Cid, op. cit., pp. 126-129.

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presidente “la voz del Departamento de Estado” norteamericano66. Producido el ingreso, en la


campaña electoral de 1982 se fijó como objetivo la convocatoria del referéndum en el plazo
de seis meses, junto con otras medidas complementarias como la congelación de las
negociaciones para la adhesión, la desnuclearización de España, la recuperación de la
soberanía sobre Gibraltar y la no renovación del tratado bilateral con Estados Unidos.

Ante el referéndum de 1986 el PCE radicalizó su postura, participando activamente en


las movilizaciones de la sociedad española y utilizando argumentos como la denuncia de la
política de bloques y del imperialismo norteamericano, el aumento del riesgo de conflictos y
de crisis nucleares en nuestro territorio, la carrera de armamento y sus elevados costes
económicos. Con ese objetivo presentó un documento titulado “La paz es posible. Una
propuesta de política exterior y de defensa fuera de la OTAN”, que propugnaba una
alternativa de defensa integrada en un marco global de neutralidad en política exterior.

Por su parte, Alianza Popular (AP) siempre había hecho gala de una vocación
claramente atlantista. En su programa electoral de 1979, AP reclamó un debate inmediato con
el fin de conseguir una inmediata integración en la OTAN como alternativa a la relación
bilateral con los Estados Unidos, a la que consideraban impopular. La integración en la
Alianza se justificó entonces en base a dos tipos de argumentos. Por un lado, argumentos de
carácter ideológicos como el rechazo del neutralismo y del no alineamiento por ser una
opción utópica, la necesidad de pertenecer al mundo occidental, y las ventajas de una relación
multilateral con la OTAN. Por otro lado se esgrimieron argumentos relacionados con la
política interior, entre los que destacaban la mejora y modernización de las FAS, la
salvaguarda del sistema democrático, la obtención de garantías de defensa en caso de
agresión del Pacto de Varsovia, la posibilidad de resolver el contencioso sobre Gibraltar y
otros beneficios económicos, científicos, sociales, industriales y tecnológicos.

A partir de 1982, AP se mostró partidaria de la integración completa en la estructura


militar, dejando en segundo plano la adhesión a la CEE y la resolución del conflicto de
Gibraltar. Esta línea de actuación se vio reflejada tanto en su programa electoral de 1982
como en su VI Congreso, celebrado en enero de 1984. El 11 de diciembre de 1985, a pocos
meses del referéndum y ya como Coalición Popular (CP) tras unirse con el Partido Demócrata
Popular y el Partido Liberal, esta voluntad de conseguir la integración total se concretó en una
Declaración Conjunta en la que se solicitaba la cancelación del referéndum, aduciendo
intereses partidistas del Gobierno del PSOE y las consecuencias negativas para el sistema
político español. En dicha declaración se advertía que, en caso de celebrarse la consulta, no
participaría en la misma. Consecuentemente y con la intención de perjudicar al Gobierno,
finalmente CP recomendó la abstención a sus votantes; actitud que fue criticada no sólo por el
Gobierno y sus propios votantes, sino también por los representantes de los países aliados y
los partidos conservadores europeos.

En último lugar, entre los partidos nacionalistas, pro atlantistas de tradición,


predominó la ambigüedad e indefinición. En diciembre de 1985, Convergencia i Unió (CiU)
presentó ante el Parlamento una moción a favor de la permanencia de España en la OTAN,
que consiguió el apoyo de la oposición de derechas; sin embargo dio libertad de voto a sus
electores. Por su parte, dentro del Partido Nacionalista Vasco (PNV) hubo posturas contrarias
como la de Xabier Arzalluz,-favorable al sí- y la de Carlos Garaikoetxea, partidario del no.

66
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 68.

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6.3. Los medios de comunicación

En este apartado esbozaremos la actitud adoptada por los diferentes medios respecto a la
conveniencia de la convocatoria del referéndum, sus consecuencias políticas y la línea
editorial seguida al respecto67.

Ante la conveniencia del referéndum se pueden distinguir tres actitudes diferenciadas.


La clara mayoría de los medios de comunicación, encabezados por los diarios ABC, Ya, La
Vanguardia y Diario 16, se mostraron abiertamente en contra. La cadena SER también se
manifestó en este sentido aunque más discreta y subliminalmente. Otros diarios mantuvieron
una postura ambigua, como El Periódico de Barcelona, que lo calificó de acierto moral pero
de error político. Por último, una minoría de los medios se mostró a favor de la celebración
del referéndum, entre ellos el diario El País y algunos columnistas de la cadena Zeta.

En cuanto a las consecuencias existía la opinión generalizada por parte de todos los
medios sobre las repercusiones negativas del referéndum para algunas figuras políticas como
el presidente González y el presidente de CP, Manuel Fraga, por su postura abstencionista,
calificada por la opinión pública como voto de castigo al Gobierno y poco solidaria por los
países miembros de la Alianza.

Finalmente, las líneas editoriales fueron muy diversas. La Vanguardia, que había
desaconsejado en un principio la celebración del referéndum y mostrado su disgusto por la
convocatoria, dio un giro radical y solicitó encarecidamente el voto afirmativo. Por su parte,
El País, que había mantenido una actitud crítica hacia el ingreso en la OTAN durante los
gobiernos de UCD, modificó su actitud durante el gobierno socialista, pasando de la
neutralidad a una posición favorable al sí, llegando a afirmar que el voto negativo podría
suscitar tensiones institucionales. ABC y la revista Época defendieron la abstención, en tanto
que El Periódico y Ya mantuvieron una postura ambigua o intermedia, aunque de distinta
forma. Ya pareció inclinarse por el sí, aunque hizo un llamamiento a la reflexión sobre el
sentido del voto dadas las posibles consecuencias del referéndum. Por su parte, El Periódico
mostró una actitud más neutra, exponiendo las razones para el sí y para el no, sin pronunciarse
salvo en el carácter vinculante del referéndum. Por último, y por distintas motivaciones
políticas, diarios tan opuestos como El Alcázar y Mundo Obrero defendieron denodadamente
el no.

Mención especial merece el cambio de postura de Radio Televisión Española (RTVE),


tradicionalmente anti OTAN. Durante el gobierno de Calvo Sotelo y los inicios del gobierno
socialista, Televisión Española había criticado abiertamente a la Organización, acusándola de
pasividad ante los golpes de estado de Grecia y Turquía, y resaltando las consecuencias
negativas de la adhesión, como el aumento de riesgo de conflicto y la nuclearización del
país68. Sin embargo, siguiendo la línea marcada por el gobierno socialista, RTVE se mostró
claramente partidaria del sí en la campaña del referéndum.

67
Para un análisis más amplio y detallado de este tema, véase Arias, Inocencio F. (1986): “Los medios de
información españoles en las campañas de la OTAN”, en España dentro de la Alianza Atlántica. Instituto de
Cultura Iberoamericana, Madrid, pp. 127-143.
68
En su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, titulado “Sobre la transición
exterior”, Calvo Sotelo relata un hecho esclarecedor al respecto. En otoño de 1981, poco antes del debate
parlamentario sobre el ingreso en la OTAN, la primera cadena emitió una crónica informativa sobre la Alianza
en el que una voz en off leía los artículos del Tratado de Washington mientras se proyectaban de fondo
“imágenes terroríficas de guerra”, muerte y desolación.

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6.4. La Iglesia Católica

En la actitud de la Iglesia católica podemos encontrar dos líneas diferenciadas69:

a) La postura ambigua de la Conferencia Episcopal, sustentada en las dudas acerca de


la capacidad de los electores de pronunciarse sobre decisiones políticas de tal
importancia. Esta postura se reflejó en comunicado emitido el 14 de febrero de
1986 en el que se aludía a la complejidad de la formulación de la pregunta, a la falta
de información del electorado sobre las consecuencias económicas, militares y
políticas de los resultados, así como a las interpretaciones y valoraciones que el
Gobierno pudiera hacer de los resultados del referéndum.

b) La postura claramente contraria a la permanencia en la OTAN de los obispos de


Pamplona y el País Vasco, reflejada en un documento emitido en diciembre de
1985 por los Secretariados Sociales de dichas diócesis y en el que se acusaba al
Gobierno de actuar bajo presiones de los países aliados y de exagerar las
consecuencias negativas de la salida de la organización. En dicho documento se
proponían entre otras medidas la celebración de un debate parlamentario sobre
política exterior, la convocatoria inmediata de un referéndum de carácter vinculante
y la necesidad de optar por la neutralidad como única medida para conseguir la paz
mundial.

6.5. Los países aliados

La reacción de los países miembros de la OTAN ante la convocatoria del referéndum no fue
demasiado airada, por ser una medida esperada que la diplomacia española había dejado clara
durante los cuatro años que España llevaba dentro de la Alianza. Como declaró en vísperas
del referéndum su secretario general Lord Carrington, la OTAN era una organización abierta
y flexible, en la cual cada país miembro podía comer a la carta y elegir el menú que más le
conviniera a su dieta70.

Sin embargo, la actitud del Gobierno español al plantear las condiciones de la


permanencia creó cierta imagen de falta de solidaridad en los aliados. En primer lugar, porque
la no integración podía suponer para la OTAN una generalización del precedente de Francia y
alentar a otros miembros a actuar de la misma manera. Además, la negativa española al
almacenamiento, instalación y tránsito de armamento nuclear en su territorio era claramente
contraria a la estrategia de disuasión de la OTAN. Por último, la reducción de la presencia
norteamericana en España obligaba a otras naciones a aumentar su aportación a la defensa
colectiva. Como es de suponer, estas dos últimas condiciones provocaron el lógico
descontento del gobierno norteamericano.

6.6. La opinión pública

La opinión pública española ha mostrado tradicionalmente un profundo desconocimiento y


desinterés por los asuntos internacionales. Durante la transición, este desconocimiento se

69
Véase: Val Cid, op. cit., pp. 129-131.
70
“La nueva dimensión de una antigua alianza”, Revista española de defensa, Madrid, Ministerio de Defensa,
DRISDE, nº 1 (marzo 1988), p. 36.

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combinaba con un casi exclusivo interés en las cuestiones de política interior71, en


consonancia con la actitud de sus dirigentes políticos. De este modo, no es de extrañar que la
opinión pública mostrara una ignorancia completa tanto por la historia como por los objetivos
y finalidades de la Alianza. Según la encuesta del CIS sobre relaciones internacionales de
octubre de 1978 sólo un 24 % de los españoles conocía alguna de las finalidades de la OTAN,
y era una amplia mayoría (68 %) la que declaraba no conocer ninguna72. Por su parte, a la
pregunta “¿Personalmente sería muy partidario, bastante, poco o nada partidario de la
entrada de España en la OTAN?" un 55 % de los encuestados respondió “no sabe”73, lo que
indica el escaso interés que la adhesión a la OTAN despertaba en la opinión pública74. Del
mismo modo, los resultados del Estudio del CIS sobre relaciones exteriores de diciembre de
1979 indicaban que los temas de política exterior que más preocupaban a los españoles en
aquel momento eran, por este orden, el ingreso en el Mercado Común (50 %), la recuperación
de Gibraltar y las relaciones con Iberoamérica (ambas con el 32 %) y la presencia de España
en las organizaciones internacionales (26 %). Las relaciones con la OTAN era el tema que
menor preocupación suscitaba entre los encuestados (7 %)75.

Sin ánimos de profundizar en las causas de este desconocimiento y desinterés de la


opinión pública por los temas de política exterior en general y por la cuestión de la OTAN en
particular, podemos señalar al respecto argumentos como la reminiscencia del aislamiento
internacional de la dictadura, ciertas connotaciones antimilistaristas relacionadas con el apoyo
de las FAS al régimen franquista o cierto sentimiento antinorteamericano, que fue explotado y
alentado frecuentemente por los partidos de izquierda durante la campaña antiOTAN de 1981
y que iba a condicionar de manera importante las relaciones entre España y la OTAN76.
Tampoco los distintos gobiernos y partidos políticos de aquella época mostraban gran interés
en fomentar el conocimiento de estos asuntos.

Lo cierto es que esta falta de información y desconocimiento de la cuestión convirtió a


la opinión pública española en fácilmente manipulable y maleable y, por tanto, vulnerable a
campañas políticas guiadas por intereses oportunistas y electoralistas. Es lo que se ha
denominado “volatilidad” de la opinión pública española en cuestiones de política exterior, y

71
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 61.
72
Centro de Investigaciones Sociológicas, op. cit., pp. 197-198.
73
Ibid., pp. 199-200.
74
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 64.
75
Centro de Investigaciones Sociológicas, op. cit., pp. 208-209. La pregunta objeto de análisis en este caso era:
“Le voy a señalar una serie de temas de la política exterior de España. Quiero que me diga los tres que
considera más importante: 1) Relaciones con Iberoamérica. 2) Recuperación de Gibraltar. 3) Entrada en el
Mercado Común. 4) Relaciones con los países comunistas. 5) Fortalecimiento de relaciones con el Tercer
Mundo. 6) Presencia de España en organizaciones internacionales. 7) Relaciones con la OTAN. 8) Política de
buena vecindad con Francia y Portugal. 9) Relaciones cordiales con nuestros vecinos del Norte de África”.
Como muestra del desinterés en cuestiones de política exterior al que antes aludíamos resulta significativo
destacar que un 34 % de los encuestados respondieron a esta pregunta “no sabe/no contesta”.
76
Como recoge Bray, op. cit., pp. 170-171, una encuesta realizada en 1988 señalaba que Estados Unidos
constituía para los españoles, en mayor medida que cualquier otro país a excepción de Marruecos, una amenaza
potencial para la seguridad del país. En palabras del que fuera secretario de Relaciones Internacionales de la
Comisión Ejecutiva del PSOE desde 1975 a 1979, Luis Yáñez, op. cit., p. 325: “Para los españoles (...) los
norteamericanos eran sinónimos de defensores y apuntaladores de la dictadura (...) era difícil presentar a los
Estados Unidos como paladín de la libertad y como amigo de España, y al ser el líder hegemónico de la OTAN,
tampoco esta organización podía aspirar a tener buena imagen entre nosotros”. Para un análisis más detallado de
la mentalidad española en los asuntos relacionados con la política exterior véase Portero, Florentino: “La política
de seguridad española”, Cuenta y Razón, nº 38 (julio/agosto 1988), pp. 51-54.

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explicaría el cambio de la opinión española tanto con respecto a la adhesión a la OTAN en


1981, como con respecto a la permanencia en 198677.

En la siguiente tabla se presenta la evolución de la actitud de la opinión pública ante el


ingreso en la OTAN78:

Tabla 1. Evolución de la actitud de la opinión pública ante el ingreso en la OTAN


Octubre Septiembre
Junio 1975 Enero 1976 Julio 1979 Julio 1981 Marzo 1983 Junio 1983
1978 1981

Partidarios 57 % 40 % 27 % 28 % 20 % 13 % 13 % 17 %

Poco o nada
24 % 17 % 15 % 26 % 35 % 43 % 57 % 56 %
partidarios

No sabe, no 19 % 43 % 58 % 46 % 45 % 44 % 30 % 27 %
contesta

Total 100 % 100 % 100 % 100 % 100 % 100 % 100 % 100 %

Fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas

Podemos observar la tendencia decreciente que sigue el porcentaje de partidarios del ingreso
en la Alianza desde 1975 (57 %) hasta 1981, fecha en que el gobierno de UCD planteó ante el
Parlamento la integración formal de España en la OTAN (13 %). Estos datos se explican por
la influencia de la campaña anti-OTAN puesta en marcha por el PSOE en 198179, una
campaña que ha sido considerada a menudo como incoherente, demagógica e irresponsable;
pero que el mismo ex presidente Calvo Sotelo calificó de hábil, eficaz, tenaz e inteligente80.
Caso contrario ocurrió de cara al referéndum de 1986, en el que la campaña del gobierno a
favor del sí logró en buena parte modificar la opinión pública española, que unos meses antes
del referéndum se mostraba mayoritariamente en contra de la permanencia en la Alianza.

La actitud del PSOE en ambos casos ha sido descrita como un claro ejemplo de
transformación radical de su discurso político, de bombardeo y desinformación de la opinión
pública, mediante el cual se trató de convencer al público para que votara en contra de sus
más íntimas convicciones81.

Para explicar el triunfo mayoritario del sí el 12 de marzo de 1986 se han señalado


diversas causas82:

a) El apoyo recibido por parte del electorado de Coalición Popular, que desobedeció
las recomendaciones abstencionistas de su partido.

77
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 65.
78
Centro de Investigaciones Sociológicas, op. cit., pp. 188, 193-194.
79
Calvo Sotelo y del Campo, op. cit., p. 70.
80
Ibid, pp. 65 y 70.
81
Ibid, p. 73.
82
Arias, op. cit., pp. 136-138

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b) Cierto sector de la izquierda partidario del no percibió que una derrota en el


referéndum hubiera dañado gravemente al PSOE, suponiendo la posibilidad de una
posterior derrota en las elecciones generales. En este sentido, muchos votantes de la
izquierda fueron conscientes de que votar en contra de la OTAN hubiera obligado a
dimitir al Gobierno de González83.

c) El efecto de los sondeos electorales, que pronosticaban un triunfo insalvable del no


forzó a un número considerable de votantes que no pensaban votar a acudir a las
urnas, cambiando crucialmente el sentido del voto.

d) La influencia de ciertos medios de comunicación, fundamentalmente de RTVE, a la


que la oposición acusó de oficialista y de haber manipulado sin disimulo la
campaña a favor del sí.

e) El esfuerzo personal del presidente González, multiplicando sus apariciones


públicas, y la habilidad de su discurso centrado en las consecuencias negativas de
una victoria del no, tanto para el Gobierno como para la política exterior española.
También se ha destacado a este respecto la entrega y el cambio de opinión del
vicepresidente Guerra.

7. Epílogo. El modelo español


El día 12 de marzo se celebró la consulta, obteniéndose contra todos los pronósticos, los
siguientes resultados: sobre un número total de 29.025.494 electores, se contabilizaron
17.246.458 (59,42 %) de votos emitidos: 9.054.509 votos a favor (52,49 %), 6.872.421 votos
en contra (39,8 %), 1.127.673 votos en blanco (6,53 %) y 191.855 votos nulos (1,11 %).

El modelo de participación español en la OTAN derivó de las condiciones impuestas


por el Gobierno a la permanencia en la Alianza, refrendadas en el referéndum. Antes de pasar
a describir brevemente el modelo español, conviene señalar algunas consideraciones sobre
estas condiciones, haciéndonos eco de las críticas que realizan algunos autores en el sentido
de que dichas condiciones estaban trucadas, eran falsas u ocultaban un objetivo meramente
propagandístico84.

En primer lugar, la desnuclearización del país era innecesaria, ya que –como hemos
señalado anteriormente- ésta constituía una de las condiciones mediante las cuales las Cortes
Generales autorizaron la adhesión a la OTAN en 1981. Por otro lado, el Convenio hispano-
norteamericano sobre Colaboración para la Defensa, firmado por ambos países en diciembre
de 1988, supeditaba la instalación, almacenamiento o introducción de armamento nuclear en
territorio español al acuerdo del Gobierno español85; prohibiendo además el sobrevuelo del
espacio aéreo español de aeronaves con armamento y material nuclear a bordo86. Sin
embargo, dicho Convenio eximía tanto a buques como a aeronaves norteamericanas
83
Burns, op. cit., p. 104.
84
Véase la opinión del primer embajador español en la OTAN, Javier Rupérez, op. cit., p. 20.
85
Artículo 11.2 del Convenio entre el Reino de España y los Estados Unidos de América sobre Cooperación para
la Defensa, anejos y canje de notas anejas al mismo. Boletín Oficial del Estado, núm. 108, de 6 de mayo de
1989, p. 13325.
86
Nota del Ministro de Exteriores español, Francisco Fernández Ordoñez, al Embajador de los EE.UU en
España, Richard Bartholomew, de fecha 1 de diciembre de 1989. Aneja al Convenio entre el Reino de España y
los Estados Unidos de América sobre Cooperación para la Defensa, op. cit., p. 13345.

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desplegadas en España de ser inspeccionadas, lo que en la práctica permitía la introducción y


tránsito de armamento nuclear por España87.

En cuanto a la reducción de fuerzas norteamericanas se limitó a la salida del Ala


Táctica 401 (cazas F-16) de la base aérea de Torrejón de Ardoz, una propuesta planteada por
España el 10 de julio de 1986 y a la que Estados Unidos tardó seis meses en responder,
haciéndolo el 3 de febrero de 1987 con una contrapropuesta que consistía en trasladar dicha
unidad a la Base Aérea de Morón de la Frontera, sin retirarla por tanto de territorio nacional.
El 15 de enero ambos países firmaban una Declaración Conjunta en la que se anunciaba la
salida de los F-16 de España, medida que fue refrendada en el Convenio de Cooperación
hispano-norteamericano en materia de Defensa, aunque otorgando un plazo de tres años a
partir de su fecha de entrada en vigor para llevarla a cabo88. Por tanto, pese a que en medios
diplomáticos españoles esta reducción de la presencia militar norteamericana se calificó de
“sustancial”89, apenas afectó a unos cientos de militares norteamericanos, sin producirse la
expulsión masiva que algunos esperaban90.

Finalmente, citando a Javier Rupérez, la no incorporación a la estructura militar


integrada de la OTAN se tradujo en una “no participación” en la estructura de mandos
integrados, lo que no es más que la parte final del proceso de integración91.

Con todo, dos días después del referéndum, el ministro de Exteriores Fernández
Ordóñez comunicó al secretario general de la Alianza y a los ministros de Defensa y
Exteriores aliados, dichos resultados y las condiciones bajo las que España permanecería en la
OTAN. A partir de ese momento, el Gobierno elaboró nueve principios generales, que
constituían las bases generales para la participación española en la OTAN y su contribución a
la defensa común, que fueron presentados inicialmente por España en la sesión del Consejo
Atlántico del 20 de mayo y posteriormente en las sesiones ministeriales de primavera del
Comité de Planes de la Defensa. Dichos principios incluían, entre otros aspectos, la no
participación en la estructura militar integrada, el planeamiento coordinado de la defensa, la
contribución militar española y la participación en las cargas financieras de la Organización92.
A partir de ese momento se iniciaron una serie de consultas y conversaciones preliminares
entre una delegación española, compuesta por representantes de los ministerios de Defensa y
Exteriores y presidida por el embajador Jaime de Ojeda; y una comisión de la OTAN,

87
Artículo 25.1 del Convenio entre el Reino de España y los Estados Unidos de América sobre Cooperación para
la Defensa, op. cit., p. 13328: “Las aeronaves de las Fuerzas de los Estados Unidos de América desplegadas en
España con carácter permanente o rotativo, dentro del nivel de fuerzas acordado, pueden sobrevolar, entrar y
salir del espacio aéreo español y utilizar las bases y establecimientos especificados en el anejo 2 del presente
Convenio, sin más requisito que el cumplimiento de la reglamentación española de circulación aérea (…)”.
Artículo 7 del Anejo 3 (Normas complementarias sobre escalas de buques) del Convenio entre el Reino de
España y los Estados Unidos de América sobre Cooperación para la Defensa, op. cit., p. 13336: “Ambos
Gobiernos otorgarán las autorizaciones reguladas en el presente anejo sin solicitar información sobre el tipo de
armas a bordo de los buques”; Artículo 9.3: “Los buques de la Armada española y los buques de las Fuerzas de
los Estados Unidos de América estarán exentos de inspecciones, incluidas las de aduanas y sanidad” (íbid.).
88
Artículo 1.3 de la Nota 420/12, de 1 de diciembre de 1998, del embajador español Máximo Cajal a su
homónimo norteamericano, Richard Bartholomew. Convenio entre el Reino de España y los Estados Unidos de
América sobre Cooperación para la Defensa, op. cit., p. 13343.
89
Cajal, Máximo: “El Convenio Hispano-norteamericano de Cooperación para la Defensa de 1.12.1988”,
UNISCI Discussion Papers, nº 3 (octubre 2003), en http://www.ucm.es/info/unisci.
90
Rupérez, 1997, op. cit., p. 20.
91
Ibid.
92
Sánchez Méndez, José: “La década de los 80, nuestra adhesión a la Alianza Atlántica. Los acuerdos de
coordinación: modelo español de participación en la OTAN”, Revista de aeronáutica y astronáutica, Madrid,
Ministerio del Aire, nº 590 (enero-febrero 1990), p. 58.

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encabezada por el secretario general adjunto de Planes y Política de Defensa Michael Bell, y
que incluía a miembros del Secretariado Internacional, del Cuartel General Aliado en Europa
(SHAPE), del mando supremo aliado del Atlántico (SACLANT) y del Estado Mayor
Internacional93. Dado los antecedentes de Francia, estas conversaciones estuvieron marcadas
inicialmente por las dudas aliadas sobre la aportación real y efectiva de España fuera de la
estructura integrada de mandos94. Sin embargo la flexibilidad de los aliados hizo posible
llegar a un acuerdo, lo que permitió al Gobierno español elaborar una serie de propuestas
sobre la contribución de España a la defensa común de la Alianza.

En base a dichas propuestas, el 18 de enero de 1988 el embajador Ojeda dirigió al


secretario general de la OTAN una carta en la que se concretaban los cometidos de las FAS
españolas y se articulaba su participación en la defensa común a través de una serie de
acuerdos de coordinación entre mandos españoles y aliados95. El texto incluía las seis áreas en
las que España deseaba coordinar sus actividades militares con la OTAN, los conocidos como
los seis puntos del modelo español:

1. Impedir la ocupación del territorio español.

2. Operaciones aéreas y navales en el Atlántico Oriental.

3. Control del Estrecho de Gibraltar y sus accesos.

4. Operaciones aéreas y navales en el Mediterráneo Occidental.

5. Control del espacio aéreo y defensa aérea en la zona de responsabilidad española, y


cooperación en las áreas adyacentes.

6. Utilización del territorio español como área de tránsito, apoyo y logística de


retaguardia96.

El 8 de febrero el Comité de Planes de Defensa aprobó el procedimiento para la elaboración


de los acuerdos de coordinación que regularía la contribución militar española a la defensa
común aliada fuera de la estructura militar integrada. Días después el Consejo Atlántico
aceptó dichas propuestas y el Comité de Planes de Defensa encargó al presidente del Comité
Militar, general Altenburg, que junto a las autoridades españolas se elaboraran las Directrices
Generales para el Desarrollo de los Acuerdos de Coordinación entre los mandos españoles y
aliados97. Estas Directrices quedaron plasmadas en el documento titulado MC-313, aprobado
por el Comité Militar el 10 de noviembre y refrendado posteriormente tanto por el Comité de
Planes de Defensa como por el Consejo Atlántico, el 1 y 8 de diciembre respectivamente.

93
Ortiz, op. cit., p. 61.
94
En 1966 Francia había abandonado la estructura integrada de mandos, retirando a sus representantes del
Comité de Planes de Defensa y del Comité Militar, lo que había sido percibido por el resto de países aliados
como una prueba de falta de solidaridad.
95
El contenido de esta carta puede consultarse en Martínez-Esparza, Juan: “España en la Alianza: siete años
después”, Revista de aeronáutica y astronáutica, Madrid, Ministerio del Aire, nº 580 (abril 1989), pp. 430-431.
96
“La nueva dimensión de una antigua alianza”, Revista española de defensa, Madrid, Ministerio de Defensa,
DRISDE, nº 1 (marzo 1988), p. 36.
97
Sánchez Méndez, op. cit., p. 61.

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El modelo español de participación, que combinaba “la no integración militar con una
activa participación en la Alianza”98 y que pareció satisfacer inicialmente tanto a políticos y
diplomáticos como a militares, recibió pronto importantes críticas, entre las que podemos
citar:

a) La no integración en la estructura militar de la OTAN limitaba la participación


española en los procesos decisorios de la Alianza.

b) La negativa a la instalación, almacenamiento y tránsito de armamento nuclear en


territorio nacional, así como la exigencia de reducción del personal militar
norteamericano destacado en España creó la sensación de insolidaridad entre los
países aliados, pues afectó a una de las principales finalidades de la Alianza como
es la defensa común. Además, ello limitó el peso y la capacidad española de influir
en sus aliados99.

c) España perdió la oportunidad de negociar la creación de un mando aliado de primer


orden en territorio español y bajo mando propio, lo que hubiera reforzado la
defensa del eje estratégico Baleares-Estrecho-Canarias, fundamental para los
intereses defensivos nacionales. En el mismo sentido, la creación de un hipotético
mando aliado bajo jurisdicción española hubiera permitido a nuestro país impulsar
sus opciones de recuperar Gibraltar, al privar al Reino Unido del principal
argumento esgrimido por los británicos para mantener la soberanía sobre el Peñón:
asegurar un enclave fundamental para la defensa de Occidente100.

d) Finalmente, la negativa española a reconocer el mando aliado en Gibraltar


(GIBMED) y a coordinarse con él planteaba problemas de eficacia operativa en la
zona, afectando a la seguridad de un área estratégica importante para nuestro país.

8. A modo de conclusión
El proceso de adhesión de España a la OTAN, que culminó con el referéndum sobre la
permanencia en la Alianza de 1986, fue un camino repleto de polémicas, obstáculos y
contradicciones en el que jugaron un papel trascendental diversos elementos y actores. En
primer lugar, el momento histórico en que se inició el proceso, la transición política desde una
dictadura, que arrastraba la rémora del aislamiento a nivel internacional, a una joven
democracia deseosa de integrarse en el mundo occidental y en sus organismos internacionales.
En este proceso hay que destacar también la importancia de ciertos condicionantes
geopolíticos derivados de la situación estratégica de nuestro país y su vinculación con el
sistema defensivo europeo en base a los acuerdos de cooperación en materia militar con los
Estados Unidos de 1953 y sus posteriores renovaciones.

Otro aspecto a considerar es el papel personal desempeñado por determinadas


personalidades, fundamentalmente presidentes y ministros de asuntos exteriores de los
distintos gobiernos en el poder, en unas ocasiones impulsando el ingreso en la OTAN, en
otras demorándolo o paralizándolo. En cuanto a lo primero, podemos citar el papel
desempeñado por el ministro Oreja y el presidente Calvo Sotelo; en el segundo caso,
98
Ortiz, op. cit., p. 60.
99
Portero, op. cit., p. 53.
100
Ibid.

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UNISCI Discussion Papers, Nº 26 (Mayo / May 2011) ISSN 1696-2206

destacamos las figuras de Adolfo Suárez y Felipe González. A menudo, estas actitudes
personales crearon polémica, controversias y tensiones no solo en el seno de sus respectivos
partidos y ejecutivos, sino incluso en el clima político del momento.

A este último respecto es de destacar, como eje fundamental del proceso de adhesión
en la OTAN, el radical cambio de actitud del PSOE, fruto de un planteamiento inicial
inadecuado e incoherente de la cuestión y que puede explicarse por la falta de experiencia
política de sus dirigentes, sobre todo en asuntos exteriores. En 1981 el PSOE se lanzó a una
radical campaña antiOTAN, basada en argumentos catastrofistas y electoralistas y que se
alimentó del desinterés y desconocimiento de la población española por las cuestiones de
política exterior en general, y de la esencia y objetivos de la OTAN en particular,
aprovechándose de una opinión pública fácilmente manipulable por intereses electoralistas.
La introducción de la propuesta del referéndum en el programa electoral socialista de 1982
constituyó un grave error, tal como lo reconocerían posterior y públicamente numerosos
dirigentes socialistas, incluidos los ex ministros Serra y Morán o el mismo Felipe González.
La postura irreflexiva del gobierno socialista le iba a pasar factura pocos años después, al
verse obligado a dar marcha atrás y convencer al mismo electorado de la conveniencia de
permanecer en la Alianza.

Nos encontramos, por tanto, ante un claro ejemplo de contradicción en asuntos


exteriores. Como lo sería en 1995 el nombramiento del jefe de la campaña antiOTAN del
PSOE en 1981, Javier Solana, como secretario general de la Alianza.

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