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Los matemáticos de la Antigua Mesopotamia utilizaron un sistema de numeración sexagesimal y posicional,

inspirado, probablemente, en los cómputos realizados para construir sus primitivos calendarios lunares: 12 meses de
30 días solares. Esta notación les permitió eludir fracciones infinitas y encontrar soluciones enteras con más
frecuencia que si hubieran utilizado cualquier otra base decimal o mixta. El grado de so fisticación alcanzado por esta
ciencia supera en mucho lo que cabe esperar de un conjunto de saberes concebidos únicamente para sol- ventar
situaciones concretas y prácticas, hasta tal punto que podemos hablar de teorización al comprobar cómo estos
expertos fueron capaces de imaginar problemas y situaciones que iban más allá del normal desempeño de sus
funciones administrativas y legales.

Mesopotamia es un contexto privilegiado en el que podemos rastrear el origen y evolución de las matemáticas; esto
se debe a la enorme cantidad de documentos escritos en barro que nos han legado las diversas civilizaciones que
poblaron su suelo, desde su época más arcaica y remota, hace más de 10000 años, hasta el período seleúcida o
alejandrino, en el que las ciencias griega y babilónica pudieron llegar a confluir. En este libro tratamos de analizar la
matemática en sus comienzos, desde la creación de los primeros numerales, conceptualmente ligados al objeto que
trataban de cuantificar, hasta la invención de reglas y algoritmos a partir de los cuales atender asuntos cotidianos de
cálculo numérico y medición de tierras. Haremos un breve recorrido a través de su historia, mostrando el inicio de la
escritura, la modalidad de enseñanza impartida en las escuelas de escribas, los sistemas de numeración y unida- des
métricas de uso corriente en el período paleobabilónico (2000 a 1600 a C.), la especi ficidad del aprendizaje de las
matemáticas, para pasar después a un tema tan complejo como es la interpretación en clave geométrica de los
problemas que hoy en día consideramos de naturaleza algebraica: mediante la aplicación de esta metodología, los
sabios y técnicos mesopotámicos resolvieron ecuaciones de cuarto y octavo grado, además de otras más sencillas
lineales y de segundo grado. Y en relación a la geometría, repasaremos los procedimientos emplea- dos para calcular
perímetros, áreas y volúmenes, determinación de líneas transversales, división proporcional de fi guras planas y
sólidas, etc. 

Las matemáticas babilónicas se refieren a la de los pueblos de Mesopotamia (Irak moderno) desde los días de los
primeros sumerios hasta el comienzo del período helenístico. El nombre de matemáticas babilónicas es debido al
papel central de Babilonia como un lugar de estudio, que dejó de existir durante el período helenístico. Desde este
punto, la matemática babilónica se fusionó con las matemáticas griegas y egipcias para dar lugar a las matemáticas
helenísticas. Más tarde, bajo el imperio árabe, Irak (Mesopotamia), especialmente Bagdad, una vez más se convirtió
en un importante centro de estudio de la matemática islámica.

En contraste con la escasez de fuentes egipcias en matemáticas, el conocimiento de las matemáticas babilonicas se
deriva de más de 400 tablillas de arcilla descubiertas desde 1850. Escritas en escritura cuneiforme, las tablillas se
inscribieron mientras la arcilla estaba húmeda, y posteriormente horneadas en un horno o por el calor del sol.

La primera prueba escrita de matemáticas se remonta a los antiguos sumerios, que crearon la primera civilización de
Mesopotamia. Estos desarrollaron un complejo sistema de medida desde el 3000 a.C. Desde alrededor de 2500 a.C.
en adelante, los sumerios escribieron tablas de multiplicar en tablillas de arcilla y realizaron ejercicios geométricos y
problemas de divisiones. Los primeros rastros de los números de Babilonia también se remontan a este período.

La mayoría de las tablillas de arcilla recuperadas datan de 1800 a 1600 a.C., y abarcan temas que incluyen fracciones,
álgebra, ecuaciones cuadráticas, cúbicas y el cálculo de ternas pitagóricas. La tablilla mesopotámica  Plimpton 322,
que data de 1900 a.C., registra un número de ternas pitagóricas, y aunque esto no sea una formulación abstracta del
teorema de Pitágoras, se adelantó milenios a éste. Las tablillas también contienen tablas de multiplicar, tablas
trigonométricas y métodos para resolver ecuaciones lineales y cuadráticas.

Las matemáticas babilónicas fueron escritas utilizando un sistema de unumeración sexagesimal (base 60). De esto se
deriva el uso actual de los 60 segundos en un minuto, 60 minutos en una hora, y 360 (60 x 6) grados en un círculo.
Los avances babilónicos en matemáticas se vieron facilitados por el hecho de que el 60 tiene muchos divisores.
Además, a diferencia de los egipcios, griegos y romanos, los babilonios tenían un verdadero sistema posicional,
donde los dígitos escritos en la columna de la izquierda representa los valores más grandes, como en el sistema
decimal. Ellos carecían, sin embargo, un equivalente del punto decimal, por lo que el valor posicional de un símbolo,
a menudo, tenía que ser deducido por el contexto.

Los babilonios fueron los primeros de las antiguas civilizaciones en contribuir al desarrollo de las corrientes centrales
de la matemática. Nuestros conocimientos acerca de las civilizaciones antiguas del Oriente Próximo, y de Babilonia
en particular, son en su mayor parte el resultado de la investigación arqueológica de los últimos cien años, y por este
motivo dichos conocimientos son bastante incompletos y sujetos a correcciones y modificaciones según se vaya
haciendo nuevos descubrimientos.

Las civilizaciones mesopotámicas de la antigüedad suelen llamarse de una manera ambigua y genérica babilónicas, a
pesar de que tal designación no es estrictamente correcta. La ciudad de Babilonia ni fue al principio ni tampoco fue
siempre, en períodos posteriores, el centro de la cultura asociada con los ríos Éufrates y Tigris y sus alrededores, pero
lo cierto es que se ha hecho uso del adjetivo «babilónica» para la región durante el intervalo que va desde el 2000
a.C., hasta aproximadamente el 600 a.C.

La matemática babilónica es una matemática básicamente práctica orientada a las operaciones que tienen que realizar
una sociedad: obras públicas, repartos, pagos de intereses, etc. La característica más llamativa de la matemática hecha
en Mesopotamia es su desarrollada álgebra, quizás debido a que los intercambios comerciales eran mucho más
frecuentes y variados que en otras civilizaciones y eso exigía mayor desarrollo algebraico o bien a que partían de un
sistema numérico más cómodo como el posicional de base 60.

La principal fuente de información que tenemos sobre la civilización y la matemática babilónica, tanto de la antigua
como de la más reciente, la constituyen los textos grabados en tablillas de arcilla. Estos textos se escribían sobre las
tablillas cuando la arcilla aún estaba blanda, y a continuación se cocían en hornos o simplemente se endurecían al sol.
Estas tablillas datan principalmente de dos períodos: algunas de hacia el 2000 a.C., y en mayor cantidad del período
que va desde el 600 a.C al 300 d.C. Los escribas utilizaban para escribir un prisma de sección triangular, que
apoyaban sobre la tablilla en una posición inclinada, produciendo así unas señales en forma de «cuña» orientada en
distintas direcciones. Esta escritura recibió más tarde el nombre de «cuneiforme».

Uno de los textos de matemáticas babilónicos más importantes es la tablilla 13.901 del Museo Británico. El texto fue
transcrito, traducido al francés y comentado por F. Thureau – Dangin. En 1937, Neugebauer hizo lo propio al alemán.
Los dos autores la fechan alrededor de la primera dinastía babilónica (época de Hammurabi). Con el prisma del
Louvre, AO 8.862, es uno de los documentos babilonios más antiguos de carácter matemático. Consta de 21
problemas graduados, un verdadero manual de álgebra dedicado a la ecuación de 2º grado y a los sistemas de
ecuaciones.

Las características más sorprendentes del sistema numérico babilónico son el principio de notación posicional y la
base 60. El sistema de numeración babilónico es fácil de aprender y de escribir, pues sólo tiene dos signos. Un
símbolo para la unidad que se repetía hasta nueve veces y un símbolo para el número 10, que se combinaba con el
anterior para representar cualquier número del 11 al 59.

Para los números enteros pequeños procedían con el mismo esquema por repetición para el 1 y para el 10. En algún
momento los babilonios se dieron cuenta de que sus símbolos podían representar un número u otro sin más que
cambiarlos de sitio, entrando en juego el principio posicional, lo que se conseguía con la agrupación de los signos.

Los viejos textos babilónicos (1700 a.C.) no revelan la presencia de un símbolo específico para el 0, pero los
babilonios empleaban un espacio en blanco más o menos destacado, lo que, en ciertas circunstancias, creaba cierta
incertidumbre. Sin embargo, en el período seleúcida (1000 a.C.), ciertos textos utilizan un símbolo específico para el
0 (dos cuñas inclinadas), pero no se acabó de forma definitiva con la ambigüedad porque este signo sólo se utilizaba
para representar posiciones vacías intermedias entre las cifras significativas de un numeral, nunca al final del número.
No se ha conservado ninguna tablilla en la que aparezca el símbolo cero en posición o posiciones terminales en un
número. Esto significa que los antiguos babilonios no lograron nunca un sistema posicional completo, la posición era
sólo relativa.

La civilización mesopotámica empezó a conformarse como tal varios milenios antes de nuestra era. Su importancia
reside en ser la primera que deja testimonio escrito de sus logros, los instrumentos para la resolución de sus
problemas cotidianos, la importancia de los dioses, la adivinación de sus designios, la estructura social de sus gentes,
los avatares de su historia. Conceptos como los de clases sociales, la construcción de ciudades, la enseñanza de
conocimientos, el imperialismo, la defensa de intereses económicos, la expansión y control de la tierra, el
aprovechamiento agrícola, el comercio y tantos otros, encuentran en Mesopotamia su primera expresión constatable.

Dentro de las actividades de aquel tiempo destaca sobremanera la utilización instrumental de conocimientos
matemáticos para la resolución de problemas económicos cotidianos. Desde el registro numérico de bienes
depositados en los templos o intercambiados entre los distintos agentes económicos, hasta los cálculos geométricos y
algebraicos necesarios para la construcción de canales de irrigación en los campos, las matemáticas se van
constituyendo desde una perspectiva eminentemente práctica, alejada de todo planteamiento abstracto. Las
matemáticas no existen como tales sino que son un mero instrumento para la resolución de problemas y, desde este
punto de vista, los cálculos generadores de una solución se van constituyendo como algoritmos cuyos pasos deben
seguirse en el orden adecuado.

El estudio de la matemática mesopotámica sigue hoy en día teniendo interés para los investigadores que producen
estudios cada vez más completos pero aún insuficientes.

Miles de tablillas quedan por estudiar aún, muchas de ellas de carácter contable. El espacio geográfico de la antigua
Mesopotamia, casi coincidente con el actual Irak, ha sido siempre un territorio convulso en mayor o menor medida,
particularmente durante el siglo pasado, en que las excavaciones promovidas por diversos países europeos
permitieron avanzar mucho en el conocimiento de las antiguas culturas del Medio Oriente. Muchos de los esfuerzos
en este sentido se dedicaron a las excavaciones en Egipto, indudablemente más agradecidas en cuanto a resultados
dada la perdurabilidad de sus restos. 

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