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LA LUCHA CONTRA LA DESINFORMACIÓN

La desinformación constituye una de las mayores preocupaciones de los países


democráticos. Detrás de las noticias falsas o fake news se articulan, en
numerosas ocasiones, estrategias para manipular la opinión pública y erosionar la
estabilidad de los Estados y de sus instituciones.
Los bulos y la desinformación representan desde hace tiempo una amenaza global
para la libertad y para la democracia. Sin embargo, es en la actualidad, dada la
velocidad de propagación de las campañas debido a los medios digitales, cuando
más acuciante resulta. En los últimos años se ha acelerado tanto el flujo de
información como el de desinformación, como lo demuestra la infodemia producida
en las redes en el contexto de la pandemia de la COVID-19.

En la lucha contra la desinformación resulta clave la coordinación con tres actores


clave: las empresas tecnológicas, la sociedad civil y los factcheckers y las
instituciones académicas. Por otro lado, la comunicación estratégica constituye
una de las herramientas clave en la lucha contra la desinformación y exige un
enfoque amplio de la misma. Las campañas de desinformación no suelen limitarse
a la difusión de noticias falsas, sino que suelen pretender la construcción de un
relato malintencionado. De ahí la estrecha relación entre la lucha contra la
desinformación y la comunicación estratégica, la diplomacia pública y la
comunicación digital.
El Consejo Europeo de junio de 2018 encomendó a la Alta Representante de la
Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y a la Comisión Europea la
tarea de presentar, antes de diciembre de 2018, en cooperación con los Estados
miembros y en línea con las Conclusiones del Consejo Europeo de marzo de
2015, un Plan de Acción para una respuesta coordinada contra la desinformación.
Este Plan de Acción fue presentado y aprobado en el Consejo Europeo de los días
13 y 14 de diciembre de 2018.

De su contenido destaca, por su calado práctico, la creación, materializada en


marzo de 2019, de un Sistema de Alerta Rápida (RAS) con puntos de contacto
nacionales para alertar instantáneamente sobre campañas de desinformación a
través de una infraestructura tecnológica específica y para intercambiar
información entre los Estados miembros y la Unión. Este Sistema asegura la
necesaria coordinación entre los socios europeos y facilita tanto la monitorización
de las redes para detectar campañas y acciones de desinformación como,
eventualmente, el diseño de respuestas comunes cuando resulte necesario.

España se encuentra firmemente comprometida en la lucha contra la


desinformación y trabaja activamente, en el marco de la Unión Europea y con
especial énfasis desde 2018, para establecer procedimientos ágiles y efectivos al
respecto. España participa en el RAS y también se coordina internamente para
detectar y reaccionar ante este fenómeno. Toda la Administración se encuentra
implicada en la lucha contra la desinformación, cada ministerio desde su ámbito de
actividad y con especial atención a posibles escenarios de amenaza.
Complementariamente a las medidas impulsadas en coordinación con la Unión
Europea, España lleva a cabo múltiples acciones en materia de lucha contra la
desinformación a través de sus instituciones y ha establecido mecanismos de
coordinación permanente entre los diferentes órganos de la Administración, entre
los que destaca la Comisión Permanente de Lucha contra la Desinformación,
establecida en marzo de 2019.

La OTAN es también activa en la lucha contra la desinformación. En el marco de


su estrategia de comunicación, la lucha contra la desinformación en el contexto de
las nuevas amenazas híbridas es un elemento fundamental. En ese sentido, se
han puesto en marcha programas de análisis del espacio informativo, como el
“Setting the Record Straight”, para detectar las tendencias en materia de
desinformación y poder reaccionar más rápidamente y desarrollar contenidos
específicos.

Malinformar vs desinformar: definición y


ejemplos

El autor Toba Beta escribió en cierta ocasión: "La desinformación es


engañar. La información errónea es trucar". No es un mal intento de
desentrañar la diferencia entre dos términos -malinformar y desinformar-
que a menudo (y erróneamente) se utilizan indistintamente. Aunque
ambos implican una serie de riesgos para nuestros derechos y nuestra
democracia, uno es más peligroso. Y es que la principal diferencia entre
ambos es la intención.

¿Qué es malinformar?

Informar mal es ofrecer una información engañosa, incorrecta o


completamente falsa que se comunica sin la intención explícita de
engañar. Aunque la intención es que se perciba como seria y objetiva.

Los ejemplos de información errónea abundan. El auge de las redes


sociales, que permiten que casi cualquier persona comparta fácilmente lo
que piensa, es uno de los principales vehículos de esta mala información.
Pero también lo son los medios de comunicación, incluidas algunas de las
mayores agencias de noticias, como Fox News o RT, que es un portavoz
del Kremlin. Estos medios a menudo venden información incorrecta con la
intención de alentar la ira o el miedo de sus espectadores. Incluso muchos
medios de comunicación fiables difunden estas noticias, por ejemplo,
cuando publican una noticia falsa sin haberla comprobado
adecuadamente, u ofrecen programas de debate y entrevistas donde
invitan a personas que comparten estas noticias falsas.

La teoría de que la Tierra plana es un ejemplo de información errónea.


Sabemos que es falsa y que la Tierra es redonda. Incluso hemos lograd
contemplarla desde fuera, a vista de pájaro, y apreciar su redondez. Pero a
pesar de ello, hay mucha gente que realmente cree que la Tierra es plana.
Internet está plagado de anécdotas y "pruebas" que intentan demostrarlo
y la teoría ha existido desde que los humanos empezaron a pensar en la
forma de nuestro planeta. Quienes perpetúan esta ficción realmente se la
creen, y, más que engañar a la gente, realmente creen que están
iluminando a los demás. Se trata de un caso claro de malinformar en lugar
de desinformar.

Una noticia falsa que circuló por Internet hace unos años -con la ayuda de
algunos medios de comunicación dudosos- afirmaba que  Yoko Ono y
Hillary Clinton tuvieron una aventura amorosa  en los años 70, cuando
Clinton era estudiante en Yale. La historia es falsa, pero los medios que la
compartieron puede que cayeran en el engaño, creyeran su autenticidad y
la publicaran, incluidas unas citas de Yoko Ono que parecían respaldarla.

Una distinción importante entre malinformar y desinformar es que la


primera se considera libertad de expresión. Aunque, efectivamente,
cuando se comparte información falsa, esta puede causar daño (como
ocurre frecuentemente) tanto a personas individuales como a la sociedad.
Pero se comparte, a falta de un término mejor, de buena fe, es decir, quien
difunde la información no solo cree que es verdadera, sino que cree que
está contribuyendo a que se desarrolle y forme la sociedad, sin intención
de causar daño.

Sin embargo, quienes difunden y comparten desinformación sí tienen


intención de causar daño, y muy a menudo sus mensajes pueden constituir
una calumnia o discurso de odio contra ciertas personas o grupos de
personas. Por ello, no siempre es un discurso protegido y conviene
recordar que las personas que comparten desinformación a menudo no
tienen derecho a hacerlo: no es libertad de expresión.

¿Qué es la desinformación?

La desinformación es una información falsa que se difunde con intención


de engañar a la gente. Quien comparte la "noticia" sabe que es falsa y
desea engañar a su público. A diferencia de la desinformación, no se trata
de un intento de buena fe de arrojar luz sobre un asunto, sino un intento
de mala fe de generar división y alentar el miedo.

He aquí un ejemplo  de 2018 sobre la propiedad de los medios de


comunicación rumanos. Se afirmaba que el 90% de los medios rumanos
eran de propiedad israelí. La noticia fue difundida por un medio de
comunicación rumano que seguramente sabía que lo que estaba
publicando era falso. El motivo era avivar el antisemitismo y la xenofobia.
No es de extrañar que el medio que compartió la noticia sea conocido por
promover la desinformación, especialmente a favor del Kremlin.

Cuando el fuego arrasó la catedral de Notre-Dame de París en 2019,


una  campaña de desinformación  iniciada por activistas de extrema
derecha en España, Francia, Alemania e Italia atribuyó el incendio a
extremistas islámicos, en un intento de alentar el odio antimusulmán en
Europa. A principios de 2021, los medios de comunicación pro-
Kremlin  de Rusia y Alemania  informaron de que la policía de Berlín les
había quitado tres niños pequeños a progenitores rusos diciéndoles: "¡Esto
es por Navalny!"
¿Por qué tanto la información falsa como la desinformación es peligrosa? ¿A quién afectan
más?

Tanto la información errónea como la desinformación pueden ser


peligrosas, pero la desinformación es mucho más destructiva, y no
constituye necesariamente libertad de expresión. Puede obstruir la
capacidad de la gente de debatir temas y tomar decisiones de tres formas.
En primer lugar, ambas dan información falsa, a veces acompañada de
falsos análisis, y por ende llevan a la gente a tomar decisiones que son
contrarias a lo que realmente quieren o les conviene. Esto ocurre
especialmente durante las elecciones. La desinformación se utiliza para
engañar y manipular a los votantes, asustándoles con amenazas
imaginarias, infundiéndoles una falsa sensación de miedo y ofreciéndoles
soluciones falsas a los problemas inventados.

En segundo lugar, la desinformación no pretende en absoluto alimentar el


debate público, todo lo contrario. Casi siempre es polarizadora, empujando
intencionadamente a la gente a adoptar opiniones y creencias extremas
que no dejan espacio para el compromiso. A medida que se reducen las
posibilidades de encontrar un punto intermedio, cada vez resulta más
difícil para los políticos defender posturas que permitan el compromiso y
la búsqueda de soluciones que permitan que todas las personas puedan
convivir de forma feliz y segura.

Por último, incluso cuando la desinformación (o la mala información) no


sea aceptada por quienes la consumen, el efecto de esta exposición
siembra la desconfianza en los medios de comunicación y las instituciones.
Cuando a la gente se le presentan mensajes contradictorios -que son
extremos y no coinciden en lo más mínimo- pierden la confianza en todas
las fuentes de información, incluidos los medios de comunicación
legítimos. El resultado es que muchas personas deciden desconectarse de
todas las fuentes de información, lo que hace que estén menos informados
y menos dispuestos a contribuir al debate público sobre cuestiones
importantes. Tampoco están dispuestos a dar plantarse y defender a las
organizaciones e instituciones que son creíbles y útiles para la democracia.

Ayúdanos a luchar por tus derechos


La desinformación funciona mejor cuando está dirigida a quienes
consumen sus noticias de un número reducido de fuentes. Esto suele
significar que la persona ha elegido esas fuentes y, por ende, está
predispuesta a confiar en ellas. También significa que es menos probable
que comprueben la información fuera de sus fuentes seleccionadas. El
auge de la publicidad dirigida también contribuye a la difusión de la
desinformación. Ahora las plataformas de redes sociales son capaces de
hacer un perfil de sus usuarios, agregando información sobre los sitios de
noticias que visitan y las publicaciones que les gustan, comparten o con las
que interactúan, permitiendo dirigir con mayor precisión las publicaciones
y noticias con las que probablemente estén de acuerdo o quieran ver.
¿Cómo se detecta la desinformación?

Identificar la desinformación y la mala información puede ser difícil. Es


fundamental desarrollar una mirada crítica sobre la información que
consumimos y contrastarla con otras fuentes.

¿Quién lo firma? ¿Es una fuente fiable?

Es importante fijarse en quienes firma la información. ¿Tienen credibilidad


ante otras fuentes de noticias para las que no trabajan? ¿Sus noticias han
sido precisas en el pasado?

¿Qué dicen otras fuentes sobre el mismo tema?

¿Han compartido otras fuentes la misma información? Si ves algo en


el Daily Mail, ¿lo han publicado también medios más grandes, como
la BBC?

¿Existen pruebas reales?

¿La información es una mera opinión, o está respaldada por pruebas


empíricas? Si una fuente de noticias anuncia que un determinado producto
de limpieza del hogar curará el coronavirus, ¿contiene la noticia estudios
que lo demuestren? ¿Ofrece alguna prueba?

¿Cuándo se publicó?

Es preciso tener en cuenta la fecha de publicación. A veces, se reutilizan


noticias antiguas y se manipulan para que parezcan un acontecimiento
actual.

¿Dónde la has encontrado? ¿Es una plataforma fiable?

Además de quién firma la noticia, es importante fijarse en las plataformas


que la difunden. ¿La publican también en medios grandes y establecidos?
¿Aparece únicamente en plataformas de nicho o de ideologías políticas
extremistas? ¿O está en todos los sitios de noticias? Si se trata de un
mensaje privado o de algo visto en algún foro, es más probable que se
trate de una ficción inventada por una persona que de información
rigurosa.
Diferenciar entre desinformación e información errónea puede ser difícil, y
a menudo requiere un poco de esfuerzo adicional por parte del lector.
Pero, para poder identificar y mitigar los efectos tanto de la mala
información como de la desinformación es preciso un esfuerzo de la
sociedad en su conjunto, no únicamente de las personas a título individual.
Es necesario crear un entorno en el que sea menos probable que esa
información llegue a la gente, y así recuperar la confianza en nuestras
instituciones.

Y esto no implica necesariamente censurar contenidos. Se publica


demasiado contenido para que lo puedan revisar humanos, y los
algoritmos no pueden hacerlo con precisión. El verdadero problema, es
que resulta increíblemente peligroso designar a una sola persona o entidad
como árbitro de la verdad. Además, incluso la mala información y la
desinformación son, con algunas excepciones, libertad de expresión.

Pero aún así, podemos mitigar sus efectos. Es importante contar con una
emisora pública bien financiada e independiente que facilite un periodismo
de calidad, que fomente un debate equilibrado y que goce de la confianza
general del público. Y otra medida importante es que exista un mercado
mediático plural que apoye económicamente a los medios de calidad.
Evidentemente, esto va de la mano de la existencia de autoridades
independientes y la aplicación adecuada de las normas de competencia, de
modo que dificulte que los periódicos o medios de comunicación en línea
sean comprados a precio bajo por magnates que luego los utilizan para
impulsar su propia agenda. Asimismo, garantiza que las agencias de
noticias dispongan de los recursos necesarios para hacer un periodismo de
calidad en el que la gente pueda confiar, en lugar de optar por un
periodismo sensacionalista centrado en llamar la atención y en el clickbait.

También es importante eliminar los incentivos económicos que fomentan


la desinformación y la mala información en las redes sociales.
Actualmente, las plataformas se lucran a través de la distribución de
contenidos específicos. Los contenidos populares generan más dinero que
los impopulares. La desinformación sensacionalista es muy popular, por lo
que los algoritmos promueven las mentiras para ganar dinero. Cambiar el
funcionamiento de los algoritmos de promoción de contenidos ayudaría.
Al igual que obligar que se cumplan las normas de protección de datos. La
desinformación y la mala información necesitan llegar a su público objetivo
para hacer daño. Para ello, se basan en las técnicas de micro focalización
o microtargeting,  pero este solo funciona porque las plataformas de redes
sociales violan las normas de protección de datos y recopilan información
sin el consentimiento de las personas.

No cabe duda de que tanto la mala información como, y especialmente, la


desinformación, suponen ciertas amenazas para nuestra democracia.
Mitigarla es una responsabilidad compartida. Como lectores y lectoras,
debemos reflexionar críticamente sobre la información que consumimos,
mirarla de forma crítica y abrir nuestra mente a puntos de vista opuestos.
Solo ccon una buena información podremos tomar decisiones
fundamentadas sobre en qué confiar y en qué no. Y nuestros gobiernos
tienen que construir un entorno en el que se fomenten las noticias
objetivas y estas tengan la misma posibilidad de llegar a la gente que la
desinformación o la mala información.

La creación de este entorno debe hacerse con cuidado, sin violar la


libertad de expresión de nadie. Pero hacerlo es necesario para garantizar
que puedan prospera sociedades libres y democráticas.

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