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LUIS IÑIGO MADRIGAL (COORD.

HISTORIA DE LA LITERATURA
HISPANOAMERICANA
Tomo I
ÉPOCA COLONIAL

CÁTEDRA
Historia de la literatura
hispanoamericana

Tomo I
Época colonial
Manuel A lvar
Rodolfo A. B orello
Eduardo C amacho G uizado
Emilio C arilla
Jaime C oncha
Mercedes D íaz R oig
Jean F ranco
Cedomil Goic
Luis Í ñigo M adrigal
Bernard L av allé
Manuel L ucena Salmoral
Giovanni M eo -Zilio
Walter M ignolo
Frank P ierce
Pedro Pinero R amírez
Daniel R. R eedy
Alfredo A. Roggiano
Grínor R ojo
Georgina Sabat de R ivers
André Saint -Lu
Kathleen Shelly

Luis Íñigo M adrigal (Coordinador)

S É P T IM A E D IC IÓ N

CATEDRA
c r ít ic a y e s t u d io s l it e r a r io s
1.a edición, 1982
7.a edición, 2017

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I.S.B.N.: 978-84-376-3588-0
Printed in Spain
Fray Bartolomé de Las Casas
A ndré S a in t - L u

Dentro de la numerosa familia de los lla­ la elocuencia del corazón, proclamaba que
mados cronistas de Indias, Bartolomé de las los indios eran hombres y debían ser tratados
Casas sobresale a la vez por la importancia de como tales. Poco efecto, sin embargo, surtie­
su papel histórico y por la originalidad de sus ron sus palabras, y las Leyes de Burgos pro­
escritos. Muchos autores, igual que él. fueron mulgadas al año siguiente, aunque bien inten­
a un tiempo actores y testigos de la gran em­ cionadas y hasta cierto punto protectoras, man­
presa española en el Nuevo Mundo, pero aun tuvieron el sistema casi feudal de trabajo for­
entre los más nombrados, trátese de descu­ zado ya establecido desde 1503 con la insti­
bridores como Colón, de conquistadores como tución de la encomienda.
Cortés o de misioneros como Sahagún, muy En cuanto a Las Casas, que se había orde­
pocos podrían, en rigor, equiparársele, ha­ nado de sacerdote, sólo, al parecer, unos años
biendo sido él uno de los hombres que más después, estando él en Cuba, donde en 1513
contribuyeron a orientar la historia de Hispa­ presenció como capellán de los españoles la
noamérica por medio siglo de acción personal terrible matanza de Caonao, se dio cuenta cabal
infatigable, tanto en España como en las Indias, de la inhumanidad de las conquistas y de la ex­
>' por una obra escrita de excepcional alcance, plotación colonial. Según su propio relato,
destinada toda ella a apoyar dicha acción. Añá­ tuvo lugar esta toma de conciencia en 1514, a
dase a esto que nunca dejó, después de muerto, raíz de una meditación inspirada por la Biblia,
de dar pasto a la crítica por sus implicaciones, y el clérigo, después de renunciar al reparti­
aunque involuntarias, en la famosa y pertinaz miento de indios de que había disfrutado como
leyenda negra antiespañola, y que sigue siendo cualquier poblador, y predicar en vano como
su figura de candente actualidad, por su estre­ lo hiciera Montesinos, regresó a España para
cha vinculación con los problemas, tan presen­ hablar al rey.
tes en nuestro mundo, del colonialismo, el Las Casas, en esta ocasión, pudo sentirse
acismo, y la defensa de los derechos del portador de una gran misión provindencial.
hombre. Sin embargo, los numerosos «remedios» pre­
sentados por él en los años siguientes, primero
para las islas, luego para el continente, re­
velan claramente que su mentalidad de ex­
E l combate de una vida
colono no sufrió de un golpe un cambio irre­
versible. Los principios rectores de sus planes
Como hombre de acción, descuella el defen­ sucesivos —sustitución de las encomiendas in­
sor de los indios —ya que ésta fue su vo­ dividuales por un sistema de «comunidades»,
cación—, entre todos sus contemporáneos, por envío de labradores, y de algunos negros, en
su estatura sin igual. Una vez empezada, su vez de gente ociosa y parasitaria, penetración
lucha por la justicia moviliza todas sus fuer­ pacífica a cargo de religiosos protegidos por
zas y se confunde con la historia de su vida. guarniciones de soldados— no descartan en
Nacido en Sevilla, probablemente en 1484, absoluto la finalidad colonizadora, con todos
de una modesta familia de mercaderes, pasó a los beneficios de una explotación fructífera de
las Indias en 1502 con la gran expedición de las riquezas de las Indias, aunque sin perjuicio,
Nicolás de Ovando. Corresponde esta fecha así pensaba él, de los intereses materiales y
al principio de la explotación en gran escala espirituales de los indios. Al concluir en 1522
déla isla La Española, con el consiguiente ani­ esta primera fase de su acción reformadora
quilamiento de la población indígena, rápi­ con el fracaso, que él no supo o no quiso evitar,
damente diezmada por los trabajos agotadores, de su intento personal de aplicación de esos
las guerras de represión, y las enfermedades proyectos en la región de Cumaná, fue cuando
ortíferas traídas por los europeo;.. Frente a se dio cuenta, dolorosamente, de las dificul­
tan desastrosa situación, los primeros en tades que había que vencer y también proba­
reaccionar fueron los religiosos de la orden de blemente, de sus culpables acomodamientos
Santo Domingo, y Las Casas pudo oír, a fines a la codicia colonial. De esta grave crisis,
de 1511. los angustiados sermones de fray que él llamó su «conversión», resultó al año
’ átomo Montesinos en que el dominico, con siguiente su ingreso en la orden de los domi-

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las tormentas le llevan a Nicaragua, donde sus
intentos se ven contrarrestados por la malevo­
lencia de las autoridades. Llegado a la vecina
Guatemala, encuentra por fin buena acogida
y con unos pocos compañeros de hábito em­
pieza allí en 1537, usando únicamente de mé­
todos persuasivos, la «conquista» de una zona
no sometida todavía por los conquistadores, la
llamada Tierra de Guerra, que diez años más
tarde, ya llevada a cabo la empresa, recibiría
oficialmente, a modo de consagración, el her­
moso nombre de Vera Paz.
Pero fray Bartolomé no podía contentara
con éxitos locales. Queriendo conseguir ef i
«total remedio» de las Indias, vuelve a España f
en 1540 para actuar en el más alto nivel. Estos §
años de grandes actividades políticas van a |
coincidir con el apogeo de su carrera. No deja I
la coyuntura de serle favorable: en 1537, el S
papa Pablo III había proclamado en su Bula jjt
Sublimis Deus que los indios, «verdaderos f
hombres», no podían ser privados de su liber- 1
tad; en 1539, fray Francisco de Vitoria, en sus j-
famosos lecciones de Salamanca, demostraba 1-
la ilegitimidad de los títulos de conquista ale- i
gados hasta entonces. Para apoyar sus ges- 1
tiones, Las Casas redacta una serie de memo- *
ríales; destacan entre ellos el Octavo remedid, I
radical condenación de las encomiendas, y la i
Brevísima relación de la destrucción de lie ;
Brevísima relación..., edición de 1522 Indias, espantosa visión de las atrocidades it i
la conquista. Llega así a conseguir, con las j
importantes Leyes Nuevas de 1542-43, una -5
nicos, preludio de una nueva etapa, muy dis­ gran «reformación de las Indias» en que sí ;
tinta, de su larga carrera. cumple, con la supresión de las encomiendas, fe
En los conventos de La Española, fray Bar­ de la esclavitud y otras formas de trabajo for­
tolomé aprovechó su estado de religioso para zado, y con una nueva reglamentación de las |
acumular unos amplios conocimientos jurí­ expediciones armadas, parte no despreciable,
dicos y teológicos de que antes carecía, encon­ aunque insuficiente para él, de las medidas t;
trando ahora en los libros, y en especial en la que venia postulando con tanto tesón.
doctrina tomista, los argumentos científicos
y dialécticos indispensables para su acción Su combate, sin embargo, está lejos de >;
futura. Allí también fue donde empezó a tra­ haber terminado. Cuando vuelve a las Indias i
bajar en sus dos grandes obras, la Historia de en 1544, con la nueva dignidad de obispo, é
las Indias y la Apologética Historia, que ter­ puede medir a sus expensas, a la par que sa 1
minaría en los últimos años de su vida, y donde creciente impopularidad, la fuerte oposicióa I
redactó, en latín, todo un tratado de la «con­ del mundo colonial a las recientes ordenanzas. |
quista evangélica», el De único vocationis En su diócesis, donde pretende exigir el res- i
modo, centrado en la noción de atracción per­ peto de las leyes, se enfrenta de inmediato coa j§:
suasiva del entendimiento y la voluntad, ex­ la resistencia, no siempre pasiva, de los es­
cluyendo todo medio coercitivo, de confor­ pañoles. Y llegan a tanto, en todas las Indias |
midad con la enseñanza de Cristo y el ejemplo y en especial en el Perú, las protestas y ame- j
de los Apóstoles. nazas de los colonos que la Corona se ve obli- ¡
gada a restablecer las encomiendas. Al ver |:
Pasados algunos años, va a tratar Las Casas que las autoridades —la Audiencia de ios I
de poner en práctica sus teorías. Después de Confines— le niegan su ayuda y que sus es- J-
tomar parte, con éxito, en la reducción pací­ fuerzos no sirven para nada, Las Casas, et
fica de Enriquillo, cacique rebelde de la isla, 1547, vuelve definitivamente a España para (J
se embarca con la intención de ir al Perú, pero reanudar la lucha en la metrópoli.
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Allí le esperaba un adversario de mucha
capacidad, el nombrado humanista Ginés de
Sepúlveda, cuya tesis de la legitimidad de las
conquistas, fundada en la supuesta barbarie
de los indios, contradecía radicalmente los
postulados lascasianos. En la reñida contro­
versia vallisoletana de 1550-51, se encararon
los dos adversarios con gran acompañamiento
de tratados, apologías, objeciones y réplicas.
Llevó allí Las Casas a su más alto grado, afi­
nando en extremo la argumentación, sus in­
conmovibles conceptos humanitarios. Y no
habló en vano, ya que en lo sucesivo, salvo en
casos de ofensas indígenas, las conquistas ar­
madas quedaron prohibidas.
Sin perder nada de su asombrosa actividad,
siguió luchando el defensor de los indios año
tras año en todos los terrenos, dando a la im­
prenta en 1552-1553 ocho de sus principales
escritos —entre ellos la Brevísima relación—,
redactando sus dos obras mayores, la Historia
de las Indias y la Apologética Historia, opo­
niéndose con éxito a la perpetuidad de las en­ ',m ifiiraiR ifv;iitiiinnnim im ian.Ti!fii¡;¡inm !nnai¡ii¡im i¡iw iaiBn5m «m m m inm i!m
comiendas pedida con apremio por el mundo i •1 i li i-» <‘t¡_ i|.m»j'"U , 1J0.1 n _ ü , imgirniuuitiliTu.'lLilip

colonial, escribiendo nuevos tratados sobre


l los graves problemas del Perú, y abogando en 3 .P R . BARTHOLOMX 3 13K CASAS
( lufti /■a,
la Corte por todos los indios oprimidos.
Murió en 1566, habiendo combatido hasta
sus últimos días después de medio siglo de
entrega total a su tan exigente como irrefra­
gable cometido. Bartolomé de las Casas

de las Indias*, con las de Pedro Mártir, de


Al s e r v ic io de la a c c ió n : Oviedo y de Gomara, una de las grandes «his­
LA OBRA ESCRITA torias generales» de los descubrimientos y con­
quistas escritas en el siglo xvi. Fundada en la
A lo largo de su muy atareada carrera re­ experiencia vivida del autor y en valiosos do­
dactó Las Casas una asombrosa cantidad de cumentos de primera mano, es también una de
escritos, algunos de ellos de enorme extensión. las más ricas y fidedignas sobre los primeros
Al lado de su obra propiamente historiográ- treinta años de la empresa de Indias.
fica destacan sus trabajos antropológicos, sus Empezada en La Española durante los pri­
tratados jurídicos, teológicos o políticos, sus meros años conventuales, parece que fue re­
relaciones y memoriales de denuncias o de re­ dactada en su forma definitiva en España a
medios, amén de otros muchos opúsculos y de partir de 1552 (fecha del prólogo) y hasta una
un abundante epistolario. Pero más allá de su época muy avanzada de la vida de Las Casas.
gran diversidad temática y formal, esta obra Dos figuras sobresalen del relato de los hechos
escrita se caracteriza por una profunda unidad históricos: la de Colón, que ocupa los dos
de inspiración y finalidad. Y es que toda ella, primeros libros, dedicados a los viajes de des­
directa o indirectamente y sin la menor excep­ cubrimiento y a su contexto político, y la del
ción, está al servicio de la defensa de los indios. mismo Las Casas en el libro tercero y último,
Más aún, es la obra escrita de Las Casas —con que abarca toda su época de clérigo hasta su
SU palabra, claro está— la forma privilegiada ingreso en la Orden de Predicadores. De la
' de la acción de toda su vida. Obra, pues, total­ persona y actividades del Descubridor, cono-
mente comprometida, lo que no impide, como
se verá, que se pueda también apreciar como
1 Ediciones recientes de Lewis Hanke y Agustín Millares
obra «literaria», guardándole a este concepto Cario, F. C. E., México, Biblioteca Americana, 1951; y de
d sentido de la época. Juan Pérez de Tudela y Emilio López Oto, Madrid, B. A. E.,
En el campo historiográfico. es la Historia XCV y XCVI, 1957

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cidos a través de sus propios escritos, nos da el pueblos conquistados. De acuerdo con ess|
autor, a pesar de los reparos que le merecen sistemática voluntad de denunciación, ofreo
sus fechorías, una imagen fundamentalmente dicha obra no pocas páginas que no tiend
favorable, en atención a su alta misión consi­ nada que envidiar a los pasajes más horribla)
derada como providencial. En cuanto a la de la Brevísima Relación de la Destrucción i
figura y papel del clérigo, no dejan algunas ve­ las Indias, como las que describen las atrocida]
ces de ser objeto de cierta complacencia, como des perpetradas en La Española en tiempos d
ocurre en todas las memorias de personajes Ovando (primeros capítulos del libro II) olí
históricos. De particular interés son los capí­ cruel matanza de Caonao en Cuba (libro I
tulos relativos al despertar de su vocación capítulo 29).
(libro III, capítulo 79 sq.), a sus gestiones en la Teniendo en cuenta esta función testimol
corte (capítulo 84 sq.) y al episodio de Cumaná nial de la Historia, no deja de extrañar la dsj
(capítulo 156 sq.). También merecen señalarse, cisión de no publicarla tomada por Las Casal
para el buen entendimiento de las actividades en 1559, «porque no hay para qué ni ha de aprol
de Las Casas frente a la esclavitud de los negros, vechar». Sin descartar la posibilidad de aij
aquellos pasajes en que da cuenta de su pro­ gún desaliento momentáneo del viejo luchaf
gresiva toma de conciencia de la ilegitimidad dor, cabe pensar que las incertidumbres i
de esas prácticas (libro I, capítulos 22, 27, 136, la coyuntura política a principios del reinad)!
150) y recuerda con sincero arrepentimiento de Felipe II le movieron a aplazar la publica^
su anterior obcecación (libro III, capítulos ción de su gran libro, en espera de tiempos mal
120 y 129). permeables a sus generosas tendencias indiój
Más allá de estas materias biográficas, y aun filas, o cuando menos de una opinión máj
del interés inmediato de la obra como crónica abierta, por escarmentada, a su «verdaderf
general de las Indias, la importancia y singu­ noticia y lumbre de verdad». Editada por pril
laridad de la Historia de Las Casas estriban mera vez más de tres siglos después de redacT
ante todo en su marcado propósito denuncia­ tada, no por eso se quedó la obra del todo de*
dor. Restablecer la verdad, la dramática verdad conocida, ya que fue ampliamente aprovechad!
desconocida u ofendida en perjuicio de todos, por varios autores, en especial por Herrera
tal es la gran finalidad del libro, solemnemente historiador oficial de la época de Felipe III,
proclamada en el prólogo con esos acentos
enfáticos y esas redundancias llenas de lati­ Concebida como una parte de la Historié
nismos léxicos y sintácticos que son el sello dedicada a la descripción del Nuevo MundojJ
inconfundible de la elocuencia lascasiana: de sus habitantes, la Apologética Historia f¡|
tomando tanta extensión que Las Casas pre­
Resta, pues, afirmar con verdad solamente firió separarla para hacer de ella una obrs
moverme a dictar este libro la grandísima y autónoma. La intención apologética expre-:
última necesidad que por muchos años a sada en el título se afirma en el «Argumento)!]
toda España, de verdadera noticia y de lum­
bre de verdad en todos los estados della En oposición con aquéllos que consideraban!
cerca deste Indiano Orbe, padecer he visto; a los indios como hombres inferiores, el autor]
por cuya falta o penuria ¡cuántos daños, quiere probar su plena capacidad. Ni de lejoi
cuántas calamidades, cuántas jacturas, cuán­ pueden los indios ser asimilados a la categoría]
tas despoblaciones de reinos, cuántos cuentos aristotélica de esclavos por naturaleza. Trá-J
de ánimas cuanto a esta vida y a la otra hayan tase pues, aquí también, de restablecer lt|
perecido y con cuánta injusticia en aquestas verdad y de redimir a esos pueblos tan injus-J
Indias, cuántos y cuán inexpiables pecados tamente calumniados.
se han cometido, cuánta ceguedad y tupi-
miento en las conciencias, y cuánto y cuán
En una primera serie de capítulos (1 a 39)1
lamentable perjuicio haya resultado y cada demuestra Las Casas, a base de razones «nal
día resulte, de todo lo que agora he dicho, turales, particulares y accidentales», que lctl
a los reinos de Castilla! Soy certísimo que habitantes del Nuevo Mundo gozan de unjj
nunca se podrán numerar, nunca ponderar perfecta capacidad intelectual. Viene a ser
y estimar, nunca lamentar, según se debría, esta primera parte una historia natural de lajl
hasta el final y tremebundo día del justísimo Indias aumentada con un verdadero tratadodí
y riguroso y divino juicio. psicología. Sobresalen por su belleza y exall
tación las descripciones de la isla de La Español
Presentada de este modo, como una exi­ la, siempre recordada con ingenua admiración^
gencia cívica y moral insoslayable, adquiere
la Historia valor de testimonio de todos los Por cualquier parte destas dos sierras qml
abusos y desmanes consumados en las Indias se asomen los hombres [...], se parecen ydes-f
y de sus calamitosas consecuencias para los cubren veinte y treinta y cuarenta leguas a iotl

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que tienen la vista larga, como quien estu­ gase en cuenta, sin embargo, que no encubre
viese en medio del Océano sobre una altura sistemáticamente las inferioridades morales
muy alta. Creo cierto que otra vista tan gra­ o sociales de esos pueblos. Sólo que, para él,
ciosa y deleitable, y que tanto refrigere y
bañe de gozo y alegría las entrañas, en todo
no se trata de ninguna incapacidad sino, sen­
el orbe no parece que pueda ser oida ni cillamente, de un estado atrasado de su evo­
imaginada, porque toda esta Vega tan grande, lución histórica, que podrán superar con fa­
tan luenga y tan larga, es más llana que la cilidad si a ello se les induce con «amor y man­
palma de la mano, antes tan llana como una sedumbre». Tal es, en definitiva, la hermosa
mesa de bisagras. Está toda pintada de yerba, lección, de confianza en la naturaleza humana,
la más hermosa que puede decirse, y odo­ y de caridad, que se puede sacar de la Apolo­
rífera, muy diferente de la de España. Pin- gética Historia.
tanla de legua a legua, o de dos a dos leguas,
arroyos graciosísimos que la atraviesan, cada
A pesar de haber quedado inédita como la
uno de los cuales lleva por las rengleras de Historia2, no dejó esta obra, o la substancia
sus ambas a dos riberas su lista o ceja o raya de ella, de ser utilizada por el defensor de los
de árboles siempre verdes, tan bien puestos indios, en especial frente a Sepúlveda durante
y ordenados como sí fueran puestos a mano, la gran controversia de Valladolid sobre la
y que no ocupan poco más de quince o veinte legitimidad de las guerras de conquista en las
pasos en cada parte. Y como siempre esté Indias. Allí también se valió Las Casas de otro
esta Vega y toda la Isla como están los campos enorme tratado suyo de carácter más doctrinal,
y árboles de España por el mes de abril y
mayo, y la frescura de los continuos aires, el la llamada Apología latina contra Sepúlveda3,
sonido de los ríos y arroyos tan rápidos y en que demostraba con argumentos teóricos
corrientes, la claridad de las dulcísimas aguas, y ejemplos históricos que ni so pretexto de
con la verdura de las yerbas y árboles, y llane­ barbarie, ni como castigo de la idolatría, ni
za o llanura tan grande, visto todo junto y es­ en defensa de víctimas inocentes, ni para abrir
peculado de tan alto, ¿quién no concederá paso a la predicación, motivos todos éstos
ser el alegría, gozo y consuelo y regocijo del aducidos por su adversario, se justificaba la
que lo viere, inestimable y no compara­ guerra contra los indios, siendo al contrario
ble? [Capítulo 8],
la vía pacífica la única forma legítima, y eficaz,
de llamarlos a la verdadera fe.
A continuación, y en nada menos que 263 Sobre esta noción fundamental de atracción
capítulos, el autor pone de manifiesto las tres pacífica, Las Casas había compuesto, años
clases de «prudencia» —monástica, económica antes, otro tratado latino de alcance más ge­
y política— que poseen los indios (capítulos neral, el De Unico Vocationis Modo («Del único
40-58), así como los seis órdenes de oficios modo de atraer a todos los pueblos a la ver­
existentes en sus repúblicas —labradores, ar­ dadera religión»), que no ha sido conservado
tífices, guerreros, hombres ricos y principales, en su totalidad. En la parte conocida, por lo
| sacerdotes y jueces—, necesarios pero sufi­ demás considerable4, afirma el autor que todos
cientes, según Aristóteles, para que se basten los pueblos de la tierra han sido llamados por
a sí mismas y se perpetúen (capítulos 59-263). Dios a recibir la fe. Es imposible, por lo tanto,
Llega así Las Casas a la evidente conclusión que alguna raza o nación carezca de capacidad
de que los indios, pese a su ignorancia del para gozar de esta gracia divina, y más aún
cristianismo, no pueden ser tachados de bár­ tratándose de los indios, siendo ellos dotados
baros ni tratados como tales (capítulos 264- por la naturaleza de tan excelentes facultades
267). mentales. Ahora bien, instituyó la Providencia
Pero este breve análisis no refleja en absoluto un solo y único modo de enseñar la fe, fundado
la extraordinaria riqueza de la obra, que viene en la persuasión del entendimiento por la
a ser una verdadera enciclopedia del Nuevo razón y en la atracción de la voluntad por la
Mundo. En esta abundancia y diversidad de dulzura. En su demostración acumula Las
datos, procedentes de la larga experiencia in­ Casas, usando de todos los recursos escolás­
diana del autor y de una multitud de informes ticos, los argumentos bíblicos, patrísticos e
pacientemente recogidos, estriba el princi­
pal interés de este libro, aunque no se le puede
pedir, por razones bien claras, el carácter 2 Primera edición por Serrano y Sanz, Nueva B. A. E.,
científico de los modernos tratados de antro­ Madrid, 1909; ediciones recientes de Pérez de Tudela,
Madrid, B. A. E., CV y CVI, 1958, y de Edmundo O'Gormán,
pología. También es evidente que al sostener México, U. N. A. M., 1967.
la tesis del alto grado de civilización de los 3 Edición de Ángel Losada con traducción castellana,
indios, se aleja Las Casas no pocas veces de la Madrid, Editora Nacional, 1975.
4 Edición de L. Hanke y Agustín Millares Cario, con tra­
realidad objetiva, o la enjuicia, cuando menos, ducción castellana de Atenógenes Santa Maria, México,
en función de criterios muy subjetivos. Tén­ F. C. E.. 1942.

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Encomendero y los indios que trabajan para él (siglo xvi)
históricos, y contrapone en sugestivas páginas de los señores naturales, sin merma alguna de |;
los beneficios de la paz a los desastres de la los poderes y prerrogativas de éstos ni de lost
guerra. bienes y libertades de sus súbditos. Sistema ¡.
Así como condena, sin la menor excepción, excluyente pues, de toda explotación depre- |
las guerras de conquista, el defensor de los dadora y opresiva de las riquezas de las In- j
indios rechaza terminantemente, por injustos e dias, y que llevaba en sí, lógicamente, entre . |
inhumanos, todos los modos de explotación otras obligaciones, el deber de restitución de j;
implantados en las Indias. Tema es éste que todas las cosas mal adquiridas. De estas exi- R
aparece ya en los primeros memoriales del gencias de Las Casas en materia de restitucio-;
clérigo, y vuelve con creciente premura en su nes, dan bastante prueba, por otra parte, sus I
epistolario y en escritos tan fundamentales Avisos y Reglas para los confesores de espa- |
como el llamado Octavo Remedio, en que ex­ ñoles en las Indias, y sus tratados más tardíos
pone las calamitosas consecuencias de la en­ de las Doce Dudas y de los Tesoros del Perúl j
comienda, y el Tratado de los indios que se han
hecho esclavos, donde denuncia todos los Pero este panorama de las obras escritas
abusos y daños inherentes a la esclavitud5. del defensor de los indios, aunque reducido a las
En total contraposición con esta coloniza­ más notables de ellas, quedaría a todas luces ,
ción inicua y destructora, postula Las Casas, imperfecto y aun amputado de uno de los as- f
de conformidad con la doctrina tomista del pectos más representativos de la manera las- •
derecho natural, un sistema plenamente res­ casiana si no se prestara una atención muy esj 1
petuoso de la propiedad, soberanía y libertad pecial a la famosa Brevísima Relación de m
de los pueblos indígenas. En sus Treinta pro­ Destrucción de las Indias8. Pertenece este libro'
posiciones muy jurídicas, y sobre todo en su ex­ a la nutrida categoría de los memoriales de
tenso Tratado comprobatorio del imperio so­ agravios, y no deja de parecerse, por lo tanto,j
berano6, puntualiza y justifica su concepción a otros muchos escritos de Las Casas destina-i
política de un «supremo imperio» en que los dos a dar fe de todas las ofensas padecidas*
reyes de Castilla aparecen como «emperadores por los indios. Lo que lo hace inconfundible,]
sobre muchos reyes», o sea como protectores y que le ha dado tanta fama —frecuentemente-
7 Los dos primeros en B. A. E., CX; el último, editado|
5 Edición de Pérez de Tudela (con otros muchos opúsculos por Ángel Losada con traducción española del original en|
lascasianos), Madrid, en B. A. E., 1958. latín, Madrid, C. S. I. C., 1958.
6 B. A. E., CX. s B. A. E. CX; muchas ediciones y traducciones sueltas. I

122
envenenada— en España y en el mundo, es son inicuas, tiránicas y por toda ley natural,
la extraordinaria virulencia del relato de atro­ .divina y humana, condenadas, detestadas
cidades, espantosas a cual más, a que se e malditas; deliberé, por no ser reo, callando,
atiene la denuncia a todo lo largo de la obra. de las perdiciones de ánimas e cuerpos
Lleva la Brevísima Relación la fecha de 1542, infinitas que los tales perpetraran, poner en
molde algunas e muy pocas que los días
año de intensas actividades lascasianas en el pasados colegí de innumerables, que con
terreno político, que desembocaron, como es verdad podría referir, para que con más fa­
sabido, en la gran reforma de las Leyes Nuevas. cilidad Vuestra Alteza las pueda leer. [Pró­
Dentro de este contexto ha de situarse, pues, la logo].
concepción y redacción de la obra, cuya ma­
teria. antes de redactada, debió de ser expuesta, Yendo las cosas de mal en peor, resulta su­
de palabra, durante las gestiones llevadas a mamente urgente, concluye el autor, que se
cabo por el autor en los atareados meses ante­ prohíban en adelante semejantes conquistas,
riores a la promulgación de las leyes. En 1546 para preservar la salvación temporal y espi­
añadió Las Casas unos párrafos para denunciar ritual de las Indias y de España.
el incumplimiento de las nuevas ordenanzas, es­ La estructura de la obra es de las más sen­
pecialmente en el Perú, y en 1552, estando en cillas: no es más, toda ella, que una larga suce­
Sevilla, dio la obra a la imprenta con otros sión —larga a pesar del título— de matanzas,
siete escritos suyos, aumentándola a modo de destrucciones y otras barbaries consumadas
apéndice con un fragmento de carta en que se en medio siglo de conquistas por todos los
referían las crueldades cometidas por los con­ confines de las Indias. En líneas generales, el
quistadores en ciertas provincias del Nuevo orden adoptando es geográfico, correspon­
Reino de Granada. El libro está dedicado al diendo también, aproximadamente, a la cro­
principe don Felipe, el futuro Felipe II, que nología de las empresas conquistadoras: isla
ya se ocupaba de los asuntos de las Indias. La Española y archipiélago antillano, «Tierra
En lo esencial, estas finalidades y circuns­ Firme», Nueva España y provincias adya­
tancias vienen desarrolladas, con la acostum­ centes, países de América del Sur, Perú,
brada solemnidad, en el «Argumento» y en el Nueva Granada. Pero antes de dar principio
, «Prólogo» de la edición de 1552, así como en las a esta galería de cuadros particulares, esboza
últimas páginas de la obra. Trátase de dar a el autor a manera de introducción una pre­
cpnocer los males de que sufren las Indias, y sentación de la «destrucción de las Indias».
más precisamente las atrocidades perpetradas Páginas son éstas del mayor interés, ya que dan
conmotivo de las detestables guerras de con­ la pauta de la obra y son la clave de su argu­
quista. Este deber de información es impera­ mentación.
tivo; tiene Las Casas una larga experiencia de Se reduce esta clave o argumento único a una
lasrealidades coloniales, y su silencio le haría absoluta oposición, desarrollada en dos pá­
cómplice de las iniquidades del sistema: rrafos simétricos, entre la bondad e inocencia
de los indios y la maldad y crueldad de los es­
Considerando, pues, yo (muy poderoso pañoles, idea revestida de una doble imagen
señor), los males e daños, perdición e jac- antitética colocada a modo de eje entre las dos
turas (de los cuales nunca otros ¡guales ni hojas del díptico:
semejantes se imaginaron poderse por hom­
bre hacer) de aquellos tantos y tan grandes y Entre estas ovejas mansas, y de las cua­
tales reinos, y por mejor decir de aquel vas­ lidades susodichas por su Hacedor y Criador
tísimo nuevo mundo de las Indias, concedidos asi dotadas, entraron los españoles, desde
y encomendados por Dios y por su Iglesia a luego que las conocieron, como lobos e tigres
los reyes de Castilla para que se los rigiesen y leones cruelísimos de muchos días ham­
y gobernasen, convirtiesen e prosperasen brientos.
temporal y espiritualmente, como hombre
que por cincuenta años y más de experiencia, Remite claramente esta doble imagen de
siendo en aquellas tierras presente los he ovejas y lobos, pero invirtiéndola, a la palabra
visto cometer; que, constándole a Vuestra de Cristo a sus apóstoles: «Yo os envío como
Alteza algunas particulares hazañas de ellos, ovejas entre lobos.» Ahora bien, se sabe que la
no podría contenerse de suplicar a Su Majes­ presencia de los españoles en las Indias, de
tad con instancia importuna que no conceda conformidad con las Bulas llamadas de conce­
ni permita las que los tiranos inventaron,
prosiguieron y han cometido que llaman con­ sión de 1493, sólo se justificaba por su misión
quistas, en las cuales, si se permitiesen, han apostólica. Se percibe, pues, al alcance de esta
de tornarse a hacer, pues de sí mismas (hechas frase de Las Casas: además de portarse como
contra aquellas indianas gentes, pacíficas, criminales, los españoles han renegado total­
humildes y mansas que a nadie ofenden). mente del mandamiento divino. Tal es la grave

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acusación formulada de entrada contra los vivos. Otros ataban o liaban todo el cuerpo
«cristianos», nombre empleado en adelante por de paja seca, pegándoles fuego así los que;
el autor para dar a entender, con amarga maban. Otros, y todos los que querían tomar
ironía, que los que lo llevaban no lo merecían. a vida, cortábanles ambas manos, y dellás
Todo lo que sigue constituye la ilustración llevaban colgando, y decíanles: «AndaJ
de esta afirmación inicial. Acumula Las Casas con cartas»... [De la isla La Española],
los más pavorosos ejemplos de atrocidades
gratuitas que parecen rebasar, uno tras otro, «Otros, otros...», así van desfilando, sin el
los límites de la mostruosidad. Bastarán unas menor descanso, las terribles escenas de cruel
líneas, ya que en definitiva se parecen todas, dades y matanzas. Frente a tanta inhumanidad^
para dar idea de esas visiones de horror y la cuestión que inmediatamente se plantea es la
espanto: de la veracidad y exactitud del testimonio lal
Casiano. Antes que nada, se puede afirmar que
Entraban en los pueblos, ni dejaban niños Las Casas, en substancia, no inventa esas fl
ni viejos ni mujeres preñadas ni paridas que chorías, de muchas de las cuales, como 1«
no desbarrigaban e hacían pedazos, como si subraya a cada paso, fue testigo ocular et¡;
dieran en unos corderos metidos en sus
apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una La Española y otras partes. Por lo demá^
cuchillada abría el hombre por medio, o le bastantes documentos de varias procedencias
cortaba la cabeza de un piquete o le descu­ confirman expresamente la realidad de los?
bría las entrañas. Tomaban las criaturas de hechos que refiere. Sirva de ejemplo, para lol
las tetas de las madres, por las piernas, y que se han citado más arriba, un memorial
daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros de 1519 redactado por los dominios de Santa;
daban con ellas en ríos por las espaldas, rien­ Domingo, amén de los relatos de los propio^
do e burlando, e cayendo en el agua decían: conquistadores.
bullís, cuerpo de tal; otras criaturas metían
a espada con las madres juntamente, e todos No por eso se ha de negar que la presenta**
cuantos delante de sí hallaban. Hacían unas ción de estos hechos en tan implacable requi**
horcas largas, que juntasen casi los pies a la sitoria como viene a ser la Brevísima RelaciónU
tierra, y de trece en trece a honor y reverencia corre peligro de conducir a no pequeñas ai-fl
de Nuestro Redemptor y de los doce apósto­ teraciones de la estricta verdad histórica*
les, poniéndoles leña y fuego, los quemaban Demasiado obvias, en efecto, además del es*fl
Tropas españolas torturando indios (siglo xvri

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quematismo de la oposición fundamental entre ñoles y a España, frente a la detestable con­
la bondad de los indios y la maldad de los ducta de los conquistadores. A menos de
españoles, y de algunas generalizaciones o ex­ confundir la verdadera finalidad del libro,
trapolaciones arriesgadas, son las sistemáticas que no pudo ser otra que la defensa de los
exageraciones cuantitativas —abultamiento indios, con la malévola explotación, a todas
hasta lo infinito del número de víctimas— o luces independiente de la voluntad del autor,
cualitativas —insistencia continua en los rasgos que hicieron de él los enemigos de España,
más horribles— que recargan el relato las- esta interpretación queda totalmente inade­
casiano de la «destrucción» de las Indias. cuada. Obra de carácter a la vez ético y
Ha de notarse, sin embargo, que tales hipér­ pragmático, así ha de apreciarse la Brevísima
boles no pasan, las más veces, de meros pro­ Relación, como testimonio de las injusticias
cedimientos estilísticos —elección de términos e instrumento de lucha por la justicia, sin
fuertes, acumulación de superlativos, reitera­ que la compasión por las víctimas, ni si­
ciones y encarecimientos verbales— destinados quiera la execración de las fechorías, impli­
a reforzar, quizás con cierta torpeza, el impac­ quen de ninguna manera el aborrecimiento de
to de la denuncia, sin merma de la veracidad los culpables.
esencial del testimonio.' En definitiva, la explicación de esta obra,
I Con torpeza o sin ella, no parece que esos como la de todos los escritos de Las Casas, y
excesos, una vez entendida la finalidad de la de toda su vida, podría reducirse a una pasión,
obra, pueden explicársele sin más ni más, pese una vehemente pasión humanitaria. Defensor
a cierta interpretación aparentemente auto­ incondicional de los indios oprimidos, tampoco
rizada, por alguna anomalía patológica de la dejó, a su modo, de compadecerse de aquellos
mente del autor. Nada más consciente en rea­ compatriotas suyos a quienes su «codicia y
lidad, nada más lógico y organizado, con arre­ ambición» había hecho, en su sentir, «degene­
glo a los objetivos perseguidos, que la Bre­ rar del ser hombre» («Argumento» de la
vísima Relación. Nada más alejado, por fin, Brevísima). Bien merece mantenerse viva, en
aunque también se ha sostenido lo contrario, nuestros tiempos de incertidumbres, esta gran
de una incoercible explosión de odio a los espa­ lección de humanidad.

BIBLIOGRAFIA

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