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¿Qué es el Territorio?

Al igual que sucede con varios términos de la lengua española, la noción


de territorio - vocablo que proviene del latín terra torium o “la tierra que
pertenece a alguien” - ha adquirido diversas connotaciones a lo largo del
tiempo y se han planteado múltiples discusiones sobre su significado y
alcance analítico.

El término territorio tiene una doble connotación:


 desde un punto de vista coloquial y en el ámbito político institucional,
constituye una jurisdicción o un área;

 desde las ciencias sociales, no se considera solamente como el


entorno físico donde están contenidos los recursos naturales, sino
que comprende también la actividad del hombre. En este sentido, el
territorio es entendido como el espacio de interacción donde
confluyen las dimensiones ambiental, económica, social y política.

En palabras de Orihuela (2019), el territorio constituye una construcción


social e histórica de carácter dinámico, conformada a partir de las
interacciones a lo largo del tiempo entre una matriz biofísica y un conjunto
de actores sociales, entre los cuales existen desiguales relaciones de poder.
Desde esta perspectiva, el territorio es el resultado de las acciones de
apropiación de dicha matriz que los individuos, grupos e instituciones
realizan en el tiempo. Por su mismo origen semántico, posee siempre una
base material y finita: el suelo. En otras palabras, el territorio no puede
constituir nunca una entidad meramente inmaterial. Sin embargo, cuenta
también con una dimensión simbólico-cultural, expresada mediante
identidades colectivas, signos del paisaje y representaciones culturales.

Como vemos, el territorio es el soporte que contiene las condiciones y


necesidades de hombres y mujeres y su consideración en los procesos de
OT es un factor clave en contribuir a satisfacer las necesidades y superar las
carencias que se materializan diferenciadamente.

Como dijimos, por su mismo origen semántico, el territorio posee siempre


una base espacial o material sobre la que se construye. La territorialidad,
en cambio, es la expresión de las relaciones sociales y de poder que los
grupos e individuos poseen en un determinado territorio. Se refiere a la
estrategia orientada a controlar los recursos y/o personas de una
determinada área abiertamente desplegada por un agente o actor social.
¿Qué es el OT?

La organización de un territorio y las funciones que se le asignan son el


resultado de las necesidades y aspiraciones de la sociedad que lo ocupa, de
la visión política, de las posibilidades que brinda el medio natural y de la
tecnología disponible. Cualquier modelo de desarrollo económico y social
que se adopte genera efectos a nivel espacial, los que se traducen en un
ordenamiento del territorio que puede ser coherente o desequilibrado. Es
entonces, la interacción entre las distintas dimensiones que conforman un
territorio, la que permite generar condiciones propicias para el logro de la
equidad social, la competitividad económica, la sustentabilidad ambiental y
la gobernabilidad política. (Méndez Casariego et. al., 2014)

La organización del territorio expresa las relaciones sociales que en él se


desarrollan y los intereses de grupos y sectores con mayor o menor
capacidad para hacer valer sus demandas. Las relaciones de género, como
parte constitutiva de las relaciones sociales, tienen también su expresión en
el territorio y en su ordenamiento.

Por lo tanto, la ordenación del territorio u ordenamiento territorial es un


proceso de carácter político (por tener alcance multisectorial), técnico (por
ser interdisciplinario) y administrativo. Su objetivo es organizar, planificar y
gestionar el uso y la ocupación del espacio - en función de sus
características biofísicas, culturales, socioeconómicas y político-
institucionales - a fin de lograr un desarrollo humano ecológicamente
sostenible, espacialmente equilibrado y socialmente justo.

El OT es concebido como un proceso continuo y permanente, planificado,


multidimensional, prospectivo y democrático que sirve de base a las
decisiones del sector público, del sector privado y de la comunidad en
general, con el objeto de lograr metas y fines predefinidos, facilitar el
control de las acciones y redireccionar el proceso de desarrollo territorial
cuando así convenga.

 Continuo y permanente: el proceso de OT debe tener una


continuidad temporal y debe ser flexible para poder
modificarse/adecuarse/adaptarse a partir de las situaciones y/o
cambios que, a nivel social, económico, productivo, ambiental o
político - se presenten.

 Planificado: el proceso de OT debe contener políticas, estrategias y


acciones para el corto, mediano y largo plazo orientadas a lograr una
organización eficiente del territorio en base a la elaboración de
escenarios futuros hacia los cuales se orienta la política ordenadora.

 Multidimensional: el proceso de OT debe evaluar y analizar, de


manera integral y holística, las características sociales, económicas,
ambientales, políticas y culturales d el territorio teniendo en cuenta
el funcionamiento y las relaciones que existen entre ellas. Con
frecuencia las miradas unilaterales, procurando impulsar mejoras
sectoriales, terminan afectando negativamente otras posibilidades de
desarrollo, sean éstas actuales o futuras. Debe ser un proceso
interdisciplinario.

 Prospectivo: el proceso de OT debe contar con una visión del


modelo territorial de largo plazo que la sociedad pretende (futuro
deseado, posible y concertado) a fin de diseñar las correspondientes
estrategias para actuar sobre la realidad presente, (tanto en el corto,
mediano y largo plazo) y alcanzar el objetivo deseado.

 Democrático: el proceso de OT debe desarrollarse en un marco de


acciones conscientes de negociación, concertación y toma de
decisiones entre los diferentes actores sociales (con sus
correspondientes intereses y juicios de valor). 

Metodología del OT

En una primera etapa de diagnóstico se recopila e interpreta información


clave que permita conocer las potencialidades y limitaciones del sistema
territorial y ayude a comprender los procesos territoriales actuales y sus
tendencias de cambio. Esta etapa proveerá los insumos necesarios para la
generación de escenarios futuros de conformación del territorio
permitiendo el diseño de políticas, planes y proyectos con el mayor grado
posible de certezas. Por lo tanto, es recomendable incorporar la visión
prospectiva desde el inicio del diagnóstico.
El segundo paso es la planificación, definida como un proceso racional de
anticipación y toma de decisiones sobre acción futura. La elaboración del
Plan de Ordenamiento Territorial constituye el momento culminante de
esta fase, donde se ponen en juego las decisiones y acciones necesarias
para acercarse lo más posible al escenario territorial concertado, en función
de las oportunidades, problemas, potencialidades, necesidades y
aspiraciones de actores involucrados, en sintonía con las conclusiones del
diagnóstico y de los escenarios alternativos. (Méndez Casariego et. al., 2014)

Cobra importancia, en este punto, la definición de los objetivos


estratégicos; ellos deberán indicar qué es lo que se pretende hacer, cuál es
el objeto de esa acción y los alcances de la misma. De este modo el diseño
de las políticas y estrategias para el corto, mediano y largo plazo se
orientará para acercarse lo más posible al escenario territorial concertado,
en función de las oportunidades, problemas, potencialidades, necesidades
y aspiraciones de actores involucrados, en sintonía con las conclusiones del
diagnóstico y de los escenarios alternativos identificados previamente.
(Méndez Casariego et. al., 2014)

Finalmente, la gestión territorial muestra la forma en que se organizan las


acciones a partir de un plan, generando un proceso de desarrollo
participativo que fomenta los acuerdos de colaboración entre los actores
públicos y privados del territorio, posibilitando el diseño y la puesta en
práctica de un proyecto común que aprovecha los recursos y ventajas
competitivas del territorio. La gestión está mediada por las relaciones de
poder, y que —aunado a factores como la clase o la raza— el acceso, uso y
control del agua están determinados por las relaciones de género.

Para cerrar, podríamos afirmar que un patrón que debería ser inherente en
la evolución natural de un proceso sano y completo de OT (diagnóstico,
planificación y gestión) es el de género.

¿Qué es la GIRH?
La GIRH es un proceso de cambio que busca reemplazar y transformar el
enfoque tradicional y fragmentado de la gestión del agua que ha derivado
en servicios pobres y un uso inadecuado de este recurso. Muy por el
contrario, la GIRH tiene un enfoque intersectorial que propicia sistemas
sostenibles de desarrollo y gestión de los recursos hídricos.

La GIRH está basada en la idea de que los recursos hídricos son un


componente integral de los ecosistemas, un recurso natural y un bien social
y económico, ya que tiene un valor económico en todos sus usos (los cuales
compiten entre sí). Implica asimismo, reformar los sistemas humanos para
hacer posible que las personas obtengan beneficios sostenibles e
igualitarios de estos recursos.

En cuanto al desarrollo de políticas y la planificación, adquirir un enfoque


GIRH requiere que:

o el desarrollo y la gestión del agua tomen en consideración los


diversos usos del agua y el abanico de necesidades de las
personas;

o las partes involucradas tengan voz en la planificación y gestión


del agua, asegurando el involucramiento de mujeres y
personas de bajos recursos;
o las políticas y prioridades consideren las implicancias en los
recursos hídricos, incluyendo la relación entre las políticas
macroeconómicas y el desarrollo, gestión y uso del agua

o las decisiones vinculadas al agua tomadas a nivel local y de


cuenca estén alineadas con el logro de objetivos más amplios a
nivel nacional

o la planificación y las estrategias relacionadas al agua sean


incorporadas a los objetivos sociales, económicos y
ambientales.

OT en Espacios Periurbanos. Abordaje


Conceptual y Lineamientos

La visión clásica dicotómica del territorio como dos espacios netamente


diferenciados - uno rural y otro urbano - se ha visto reemplazada por el
reconocimiento de un continuum que identifica situaciones intermedias
donde se combinan rasgos de ambos dominios; allí se establecen
relaciones funcionales entre el territorio rural y urbano que originan
situaciones en la que se yuxtaponen ambos espacios en estructuras mixtas.

Esta interfase rural-urbana es el espacio donde se producen las mayores


transformaciones territoriales de los asentamientos humanos desde
mediados del siglo XX. Diversos autores definen al sistema periurbano
como un espacio intermedio de límites difusos, con una permanente
transformación, que no llega a ser campo pero tampoco ciudad y donde las
actividades urbanas y rurales coexisten.

El Mag. Martín Pérez nos explica que la planificación de estos espacios


agrícolas periurbanos (EAP) - situados en el entorno de la ciudad y que
producen alimentos, tanto para el mercado interno de proximidad como
para el mercado regional y externo - es fundamental para establecer una
buena convivencia generando, en esa área intermedia, un nuevo modo de
habitar la ruralidad. En su exposición, él nos plantea que, ante esta
realidad, las instituciones públicas y privadas conjuntamente con los
actores de ese territorio deben actuar para planificar y gestionar en forma
innovadora esa interfaz a fin de asegurar la provisión de alimentos sanos,
sistemas productivos sustentables, servicios ecosistémicos pero,
fundamentalmente, alta calidad de vida para los habitantes del entorno.

Para ello, el citado profesional, centra su exposición alrededor de 3 ejes


temáticos referidos a los EAP:

 Transformaciones y dinámicas en la interfaz urbano-rural

 Producción agrícola en la interfaz urbano-rural

 Agendas internacionales sobre producción agroalimentaria en


entornos urbanos

Transformaciones y dinámicas en la interfaz urbano-rural

Según estimaciones de las Naciones Unidas, en el año 2007 más de la mitad


de la población mundial pasó a vivir en áreas urbanas; más concretamente,
en América Latina y el Caribe más del 80% lo hace en la actualidad y la
tendencia es que este proceso seguirá en aumento.

En Argentina, el censo del año 2010 muestra que el 91% de la población


está asentado en áreas urbanas, con grandes concentraciones en el eje de
los ríos de la Plata y Paraná, en torno de las principales ciudades del interior
del país y las capitales de provincia. La población rural, por el contrario, es
muy reducida (sólo el 9% de la población total).

El patrón de expansión observado es de baja densidad con el consecuente


avance sobre suelos productivos y/o potencialmente productivos. Este
crecimiento urbano, la expansión de nuevos centros poblados y la
necesidad de construir nuevas viviendas han generado la necesidad de dar
nuevos usos a los suelos que en su época no tenían destino habitacional. La
urbanización avanza sobre el territorio rural de proximidad o EAP como
respuesta a la demanda de suelo para nuevos usos y actividades, afectando
su calidad natural, económica y social. Esta presión de la urbanización en el
periurbano desplaza actividades rurales tradicionales y avanza sobre áreas
que proveen los servicios ambientales del territorio, comprometiendo su
productividad y sustentabilidad futura, así como sobre áreas de riesgo de
desastres naturales, que ponen en juego la vida en los asentamientos
humanos (MINPLAN, 2011).
Producción agrícola en la interfaz urbano-rural

Los EAP son sistemas situados en el entorno de la ciudad que producen


alimentos, tanto para el mercado interno de proximidad como para el
mercado regional y externo. Además, por su ubicación relativa generan y
sostienen servicios agroecosistémicos en varias dimensiones simultáneas,
como la ecológico-productiva, la socio-económica y la socio-cultural,
pudiendo también generar externalidades negativas sobre la ciudad y/o los
recursos naturales circundantes por el uso inadecuado de tecnologías y la
falta o ineficiencia de políticas públicas de ordenamiento territorial.

En este espacio conviven distintos actores como: la naturaleza (topografía,


vientos, cursos de agua, flora y fauna), los distintos sistemas productivos
(especialmente la producción rural extensiva e intensiva), las
infraestructuras y los espacios habitacionales y/o productivos (viviendas
rurales o loteos recientes deslindados de las plantas urbanas, industrias,
establecimientos productivos rurales, escuelas, centros recreativos, áreas
protegidas).

Las ciudades en todo el mundo crecieron donde podían alimentarse y


disponer de suelos fértiles, agua y energía. Así, los cinturones verdes y los
sistemas de producción de alimentos frescos de proximidad se han
desarrollado de forma extendida alrededor de las principales ciudades.
Esos sistemas hoy están en riesgo por fenómenos combinados, a saber:

 avance de la frontera urbana y

 avance de la frontera de la agricultura extensiva para exportación;


esta situación se da, particularmente, para algunas ciudades de la
Argentina.

Agendas internacionales sobre producción agroalimentaria en


entornos urbanos

En todos los continentes, las experiencias en este ámbito son numerosas y


significativas y definen ese tipo de agricultura como un fenómeno
extremadamente complejo y heterogéneo, capaz de adaptarse a contextos
específicos y responder a una amplia serie de demandas y emergencias.
Los planteamientos relativos a las políticas alimentarias sostenibles han ido
conformando un espacio de análisis y estudio relativamente novedoso, que
se ha tornado muy dinámico y de enorme interés en los últimos años.

Reflexiones finales

La dinámica, heterogeneidad y permanente transformación de los EAP


hacen necesario que se los analice como sistemas complejos y que se
propicien instancias participativas de debate entre los distintos actores del
espacio periurbano y construcción de estrategias y políticas públicas que
consideren su rol como espacios vitales para la seguridad y soberanía
alimentaria, así como la calidad de vida de los habitantes. En este contexto,
resurge el debate sobre la gobernanza territorial frente a los dinámicos,
inciertos y complejos procesos de transformación en los territorios.

“Estos procesos contribuyen significativamente a la gobernabilidad de los


territorios, entendiéndola como la capacidad de los gobiernos de dar
respuesta a las demandas de la sociedad, y a su gobernanza, en tanto
incorpora a diversos actores de la sociedad civil al diseño de las políticas
públicas.” (Mendez Casariego et. al., 2014)

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