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La Regeneración
La Regeneración
Lo que la regeneración es
1. Nacer de nuevo
“El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3). “Siendo renacidos, no
de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios” (1 Pedro 1.23). La vida
que recibimos al nacer de nuevo es la vida triunfante de Cristo que vence el pecado, el mundo
y la muerte. Es una vida incorruptible que verá el reino de Dios.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5.17). La vida nueva no resulta de nuestros esfuerzos
para reformarnos, sino resulta de una obra creadora de Dios en nosotros. “Porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Efesios 2.10). Observe que las
buenas obras de Dios serán evidentes en la persona regenerada. La vida después que el
pecador se arrepiente y se reconcilia con Dios se describe como una “vida nueva” (Romanos
6.4).
“Habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual
conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”
(Colosenses 3.9–10). El hombre nuevo no nace hasta que el viejo sea crucificado (Romanos
6.6).
“Pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Corintios 4.15). “El, de su
voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad” (Santiago 1.18). El tema principal en estos
dos versículos es que la nueva creación es engendrada por la palabra de Dios.
4. Ser lavado
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia,
por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3.5).
“Para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la
corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1.4). Pablo ofrece la
misma idea cuando habla de “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1.27).
Cada persona nacida de Dios tiene la naturaleza divina en sí misma, porque “si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8.9).
Ezequiel predijo lo que iba a pasar cuando dio la promesa de Dios: “Os daré corazón nuevo, y
pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os
daré un corazón de carne” (Ezequiel 36.26). Con este corazón nuevo nuestra mirada está
puesta en “las cosas de arriba” (Colosenses 3.1). Mientras que cuando uno todavía vive según
el corazón de piedra la mirada está puesta en las cosas terrenales (Colosenses 3.5).
Lo que la regeneración no es
1. Sólo reformarse
La convicción es una señal de que el Espíritu Santo está obrando, pero el hombre llega a ser
una nueva criatura solamente cuando se rinde a Dios y le permite obrar el milagro de gracia en
su corazón.
La maldición de las iglesias modernas es que hay demasiados miembros en quienes todavía
reina el hombre viejo. No llegamos a ser hijos de Dios al pertenecer a alguna iglesia o a cierta
denominación, sino que nos afiliamos a una iglesia que armoniza con la palabra de Dios
después que nosotros hemos sido regenerados.
Hay personas que se consideran “buena gente” y están tan seguras de que jamás han hecho
alguna cosa muy mala. Pero si se examinaran honestamente en el espejo del evangelio (2
Corintios 3.18) se verían como pobres pecadores, engañados por su propia justicia.
El mejoramiento social no tiene nada que ver con el “lavamiento de la regeneración” (Tito 3.5)
que vivifica el alma y de esa manera limpia la vida por dentro y por fuera. No hay comunidad
que pueda ser salva a menos que sus habitantes se vuelvan al Señor y lleguen a ser “nuevas
criaturas” (2 Corintios 5.17) en Cristo.
“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva
creación” (Gálatas 6.15). Usted puede seguir una teología correcta y todavía ser un pecador
perdido. Una cosa es aceptar el evangelio en la mente como algo correcto y otra cosa es
aceptarlo en el corazón como el “poder de Dios para salvación” (Romanos 1.16).
Todas las cosas mencionadas aquí son buenas en su propio lugar, pero no ocupan ningún
lugar como substituto para la salvación.
La obra de la regeneración
1. Es la obra de Dios
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen algo que ver con esta obra (Juan 1.13; 3.6; Tito 3.5;
1 Pedro 1.3; 1 Juan 2.29). Es el “lavamiento de la regeneración” lo que nos trae la salvación;
las obras no la pueden traer. Dios nos salvó, “no por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su misericordia” (Tito 3.5). No somos nacidos por obras, sino nacidos de Dios,
“porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad” (Filipenses 2.13).
El evangelio de Cristo, dice la Biblia que “es poder de Dios para salvación” (Romanos 1.16). En
otras palabras, somos engendrados por el evangelio. En el nuevo nacimiento la palabra de
Dios es la semilla; el corazón humano es la tierra; el predicador es el sembrador que siembra la
semilla en la tierra (Hechos 16.14); el Espíritu da vida a la semilla en el corazón que la recibe;
la nueva naturaleza nace de la divina palabra; el creyente es nacido de nuevo, creado de nuevo
y ha pasado de muerte a vida.
La salvación es completamente la obra de Dios. Pero Dios usa a hombres para traer las
buenas nuevas de salvación a otros hombres. Además, Dios no salva a nadie en contra de su
propia voluntad. De cierto, Dios toca a los hombres con el poder de la convicción del Espíritu
Santo, pero el hombre no recibe la nueva creación hasta que responda de corazón: “Señor,
¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9.6). El hombre tiene que tener fe para recibir la
regeneración (Juan 1.12; Gálatas 3.26).
Cuando aquellas madres trajeron a sus niños a Jesús, él bendijo a los niños, diciendo: “...de los
tales es el reino de los cielos” (Mateo 19.14). Los infantes que aún no son responsables por sus
actos están bajo la sangre del Señor y son candidatos aptos para el cielo hasta que lleguen a la
edad cuando el pecado revive y entonces ellos mueren (Romanos 7.9). De manera que cuando
esto sucede ellos deben experimentar el nuevo nacimiento para entrar al reino de Dios.
Para probar esto, nos referimos a las escrituras ya citadas de las cuales las más directas son
Juan 3.3, 5, 7.
Evidencias de la regeneración
La Biblia ofrece evidencias por las cuales podemos saber si somos regenerados o no. A
continuación presentamos algunas:
1. La justicia
“Todo el que hace justicia es nacido de él” (1 Juan 2.29). “Dios no hace acepción de personas,
sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10.34–35). La
justicia de Cristo, dada a los hombres, se manifiesta en una vida justa, porque “los que hemos
muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6.2). Es imposible ser justo por
dentro sin manifestarlo por fuera (Mateo 5.14–16).
“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado” (1 Juan 3.9). La Biblia habla acerca
de las flaquezas de la carne, pero no ofrece excusas en cuanto a pecar voluntariamente. (Lea
Romanos 8.1; Efesios 2.1–12; Tito 3.3–7; 1 Juan 1.4–7; Hebreos 10.26–27.) “Pero los que son
de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5.24). Los que son
nacidos de Dios no practican pecado, no porque nunca yerran, sino porque no pecan
voluntariamente. Si un hijo de Dios yerra y cae en pecado, en cuanto se da cuenta que ha
pecado, él se arrepiente y confiesa ese pecado. Por eso no se le inculpa el pecado (Salmo
32.2; Romanos 4.8).
“Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo” (1 Juan 5.4). Los hijos de Dios aman las cosas
que Dios ama y aborrecen las cosas que él aborrece. Este amor y ese odio son evidencias de
la regeneración en la vida del cristiano. Por tanto, “si alguno ama al mundo, el amor del Padre
no está en él” (1 Juan 2.15). Todo aquel que de todo corazón ama lo que es bueno entonces
aborrece en absoluto lo que es malo. Esta es una de las evidencias fundamentales que
demuestra que alguien es hijo de Dios.
“Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue
engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca” (1 Juan 5.18). Para el que es nacido de
Dios el mandamiento “aborreced lo malo” le es tan importante como “seguid lo bueno”
(Romanos 12.9). El hijo de Dios, que está lleno del Espíritu Santo, puede decir como dijo el
salmista: “He aborrecido todo camino de mentira” (Salmo 119.104).
4. La obediencia
5. El amor
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1
Juan 3.14). Por esta misma razón Dios dice que “el que no ama a su hermano, permanece en
muerte” (1 Juan 3.14). “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo
aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios” (1
Juan 4.7–8).
6. La fe
“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Juan 5.1). La prueba
verdadera de la fe, como la del amor, se halla al creer toda la palabra de Dios y obedecerla.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios” (Juan 1.12).