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Administración de las Naciones Unidas para el Auxilio y la Rehabilitación
millones de dólares. Hubo acuerdos bilaterales con Francia y Gran
Bretaña en relación a préstamos y condonar las deudas. La política de
préstamo y arriendo finaliza en 1945 poniendo a la URSS en una
situación delicada.
Estas ayudas son mínimas, pero decíamos que la Europa del 45-47
era precaria en donde funcionaba más la economía del trueque, era
una situación calamitosa. Dentro de la estrategia de la Guerra Fría y la
agresividad soviética no podía mantenerse demasiado esa situación
ante el peligro de la conflictividad laboral, la crisis alimentaria…
condujese a un estallido revolucionario. Nunca hay que separar la
política de Contención del Plan Marshall, pues esta última política es la
vertiente económica de la otra. En 1947 se pone de manifiesto que
estas ayudas son insuficientes y que hay que plantear una política
económica mucho más ambiciosa por miedo de la guerra fría. La URSS
y los países del Este de Europa estaban excluidos en la práctica.
La cuantía total alcanzó la cantidad 12 mil millones que ascendió en
1957 hasta los 24 mil millones, pero la mayoría estaban destinados a
la estructura de la OTAN (gasto militar, creación de organismos). En
1948 se había creado la Organización Europea de Cooperación
Económica (OECE) formada por 16 países que recibían la ayuda de
EEUU. Los Estados Unidos buscaron quitar las tasas y unificar en un
espacio común podría ser el antecedente más claro de la Comunidad
Económica Europea (CEE).
El capital estadounidense permitió a los países europeos comprar
materiales, productos energéticos, industriales… lo que permitió a
EEUU convertirse en la gran potencia económica. Los resultados se
apreciaron a principio de los años 50 cuando Europa entró en una etapa
de desarrollo nunca antes vista, más incluso de lo que se esperaba.
Los años 45-47 quedaba en el pasado, confirmándose la coordinación
de las políticas económicas. Pese a que RFA fue el que menos recibió
fue el que más creció (7,6% anual, Milagro Alemán) mientras que el
que menos creció fue el que más recibió: Gran Bretaña (2,3% anual).
Hay que tener en cuenta la ayuda de las empresas norteamericanas
que invierten en los países europeos impulsando la industria
manufacturera. En los años 50 se vio una reindustrialización de países
como Canadá, Australia o España que permiten retomar con fuerza la
etapa de crecimiento. El otro gran milagro es Japón que había sido
arrasado pero que creció increíblemente.
El modelo de reconstrucción será a través de las políticas
Keynesianas, en las que el Estado debía cubrir muchos aspectos
económicos, tomaba el papel de impulsor y administrador con mayor
papel en las nacionalizaciones de sectores económicos necesarios (En
Francia los sistemas bancarios, producción energética; en GB la
industria y demás sectores claves de la economía o con empresas con
pérdidas).
También tenía un papel en la protección de ámbitos sociales, estas
reformas sociales deben tomarse como un logro de los sindicatos. Se
practica la estrategia de negociación colectiva y sobre todo en la RFA.
Los sindicatos quedarán ligados al sistema empresarial y se buscará la
solución pacífica de los conflictos que puedan llegar a desarrollarse. Por
primera vez se pude llegar a hablar de tensiones fuertes en el seno de
la lucha sindical de los países europeos, lo que es un elemento
fundamental para hacer crecer las economías europeas. Tiene también
el objetivo de frenar el comunismo hacia el occidente, lo que contribuye
a la paz social. Es una operación muy bien planteada por occidente.
La distribución de la riqueza también tiene un papel relevante el
Estado, con el Estado del Bienestar se trata de conseguir un consenso
social positivo y que evite tentaciones que vayan más allá de los
objetivos del Estado. Se trata de eliminar los problemas sociales, de
integrar el mayor número posible de capas sociales al Estado y su
mejor representación es a participación del movimiento sindical. El
Estado expandirá el gasto público para poder colaborar en los gastos
salariales. Creciendo desde el final de la Segunda Guerra Mundial
gracias a unos sistemas fiscales progresivos que gravan las rentas
personales en proporción a lo ganado. Se traducirá en prestaciones
sociales: paro, sanidad, enseñanza, fondo de pensiones, financiación
del ocio…etc. Toda una serie de derechos sociales y ya no solo políticos
que han de acompañar al desarrollo económico.
Por otra parte, el Estado gasta mucho dinero para la reproducción
del capital por medio de gasto de infraestructuras (carreteras,
electrificación…) haciéndose cargo también de los sectores económicos
deficitarios y además de ayudas directas al sector productivo
(exenciones, préstamos…). El resultado de estas políticas fue la
generalización de las sociedades de las clases medias, y empieza a
crecer la idea de la ciudadanía social (asentar los derechos sociales).
La sociedad industrial está llegando a una plenitud a través de los
derechos sociales y la generalización paulatina de las democracias
políticas y las democracias sociales.
Los métodos del crecimiento económico según los países:
1. “El milagro alemán” significa que es el país que más crece, solo
superado por Japón. Inicialmente no estaba pensada la ayuda del
Plan Marshall, pero luego se da la situación se prestará ayuda
económica. La tasa de crecimiento supera el 7,6% a lo largo de los
años 50 y pasará al 5% en la década de los 60. La fuerza del
trabajo ha mejorado cualitativa y cuantitativamente, una mejora
en el sistema de educación, con ampliación de los sistemas
sociales, especialización en bienes de producción. Las
multinacionales alemanas se apoyarán en los sectores químicos y
eléctricos. El Estado era muy intervencionista, con lo que su papel
fue fundamental en dirigir todos los planes económicos.
2. Gran Bretaña es el otro extremo, pues a pesar de las
cuantiosísimas ayudas fue el país que experimentó un muy lento
crecimiento, a pesar de su tradición industrial. Esta tendencia no
hace más que demostrar la decadencia que se había manifestado
desde antes de la guerra, ahora ya perdían el liderazgo económico
que siempre habían poseído. Se puede hablar de un “relativo
retraso industrial”, aunque esta estaba plenamente establecida. El
alza de los salarios hace que la productividad sea menor que en
otros países, pierden competitividad con otros países e influye a
un lento crecimiento demográfico. Aquí la inversión extranjera es
menor que en otros países, pese a que Londres es un gran centro
comercial. Hay gasto público dedicado a la cobertura social pero
también al sector armamentístico. Se estaba perdiendo su otrora
gran imperio: Nueva Zelanda, Canadá, Australia preferían realizar
las transacciones económicas con Estados Unidos.
3. Francia se sitúa un poco por encima de la media con un crecimiento
del 5,5%. Los sectores tradicionales permitieron mano de obra a
la industria y a los servicios, que animó a la intensidad del
crecimiento. La conflictividad social estaba relacionada con la
presión sindical y el aumento de los salarios, que se traduce en un
crecimiento algo menor. No se puede olvidar la anticuada
estructura agraria que ocupaba un papel muy importante en la
Francia de la época. Se modernizará con maquinaría que
incentivará también a la industria gracias a la mano sobrante del
campo. La industria se volcó en la maquinaría para la industria y
transportes y la economía se centra en el sector químico y
petrolero.
4. Italia supera un poco el 5% y hay un esfuerzo inversor en la
industria. Sin embargo, en Italia, formó parte del Eje con lo que
tendrá déficit público y problemas financiero que ponen obstáculos
al desarrollo financiero. Hay un capitalismo de Estado que
provienen de capitales extranjeros y ciertas empresas privadas
nacionales. Dista de estar homogéneamente industrializada
(diferencia norte-sur).
5. Países nórdicos y Europa del Norte, tienen menos importancia con
circunstancias comunes. Entre 1945-1960 experimentaron un
crecimiento moderado inferirlo a otros países europeos entre 5,5 y
5%, pero a partir de los años 60 pegaron un estirón. Son
economías muy equilibradas en las que el consenso nacional es
muy amplio y se les conoce como las “Economías de capitalismo
socializado”. El Estado está prácticamente presente en todos los
niveles del reparto social, actuando como elemento equilibrante
dentro del mercado y garante de los beneficios sociales. Asume un
papel importante como redistribuidor de la riqueza, con una
fiscalidad directa que alcanza tasas muy altas en función de la
renta. Los sindicatos tienen un papel como en ningún otro país,
integrándose en el desarrollo generando una paz social casi sin
fisuras.
6. Periferia europea (Irlanda, Turquía…) tienen menos desarrollo por
ser excesivamente dependiente de la agricultura y por falta de una
base industrial y gran dependencia del exterior. Esta situación
provocará emigraciones masivas de mano de obra a los países más
desarrollados, con punto central RFA (2 millones de turcos
asentados) y EEUU (desde Irlanda).
7. España comienza a despertar de la fase de postguerra y autarquía
con ciertas ayudas norteamericanas. Los años 50 son de transición
hacia la liberalización e inyección de capitales (la cartilla de
racionamiento desaparece en el 53). El gran boom de la economía
española será a finales de los 50, será uno de los países con
grandes cantidades de personas que emigran a las ciudades dentro
del país, pero también al exterior. El sobrante de mano de obra
derivado del “Plan de Estabilización” se traducirá en mano de obra
para países europeos, además de contar con la financiación
externa y el auge del turismo. Hay un desequilibrio en las
diferentes zonas del país.
8. Japón es el otro país derrotado y arrasado tras la Segunda Guerra
Mundial, ocupado y avituallado por Estados Unidos; sin embargo,
cuando cambian las tornas con el tratado de San Francisco y la
salida norteamericana, Japón comenzará perfilar su milagro, que
no tendrá nada que envidiar a la RFA. Con elementos similares
(disciplina laboral, esfuerzo inversor, competitividad muy fuerte e
intervención Estatal) que favoreció la reconstrucción económica en
un tiempo relativamente breve. Mucha población agraria se
trasladará a la ciudad en servicios e industria. Frente a otros países
europeos vive una moderación social, no contaba con sindicatos
reivindicativos ni belicosos, tenía muy escasa cobertura social. El
mercado laboral está muy desajustado. La sociedad se moderniza,
pero sigue contando con los valores tradicionales. Hay grandes
avances en el sector científico-técnico, promovido por el Estado.
Siempre se ha dicho que Japón sabe adaptar y asimilar muy buen
las innovaciones de otros países para ellos. Serán pronto la
segunda potencia industrial en automóvil, petroquímica y sector
eléctrico. El Estado financiará empresas y favorecerá el
conglomerado empresarial y el gasto en infraestructuras.
Exportación es clave para la economía japonesa junto a la
condonación de deudas y el trato preferente en inversiones
directas.
9. Estados Unidos es ya el gran modelo a seguir, las incidencias en la
economía americana repercutían en Europa. El control que este
ejercía para una economía equilibrada evidentemente hará que
todas las economías del mundo capitalista estén más o menos
subordinas a las decisiones de la gran potencia. Las consecuencias
de la guerra son importantes para la evolución económica, pues su
infraestructura no se vio dañada. Impulsó la actividad economía y
la investigación en tecnología. Era el único proveedor de los países
aliados debido a su industria, con lo que tras la guerra sale como
la gran superpotencia económica sin rival. La recuperación
económica fue muy rápida antes de 1950, produciendo el 50% de
la producción mundial. Se hace grandes avances en la tecnología
y monopoliza la mayoría de la inversión en el extranjero lo que
implica el control del mercado (poseían el 80% de reservas de oro
mundiales). Hay un crecimiento demográfico notable. Existía una
tendencia a la conglomeración empresarial. Se adoptaron política
Keynisianas a lo que respecta el papel del Estado: el gasto público
se multiplica, estimular la demanda, el gasto social y el militar.
Destacar el gobierno de Truman (45-53) y la inversión en la
industria armamentística, con posterior aplicación en la vida civil.
El 30% del gasto militar estatal se concentran en grandes
conglomerados empresariales. Los países intentaban comprar este
armamento y en esta misma línea se esparcen por todo el mundo
las bases militares norteamericanas, rodeando al Bloque del Este.
El gobierno demócrata de Truman tuvo como principal misión la
reconversión de la industria de guerra para la época de paz. En
1948 la crisis económica se solucionó con el gasto social y la
estimulación del consumo. Los gobiernos republicanos buscan un
equilibrio financiero, aunque hay cierta inestabilidad por la
inflación (Política de equilibrios inestables). El relevo demócrata en
1961-68 implica una política económica mucho más keynesiano,
se buscó el equilibrio entre precios y salarios que lleva a un
pequeño retroceso porque esa política norteamericana ya no es tan
boyante. Vuelven en el 68 los republicanos al poder, marcada por
un frenazo en los 70 y con la crisis del 73 afectó muy
marcadamente la estructura económica de los EEUU. El dólar, trata
de volver a una posición privilegiada, pero se sale del sistema
respaldado por el oro y no adquiere esa potencia.
La economía en estos “Años dorados” es verdad que hay factores
que avalan el desarrollo económico, el indicador es que es un desarrollo
mundial, no solo de Europa occidental y Norte América, también de los
países del Este y los del Tercer Mundo. Es un crecimiento desigual,
pero en todo caso parece que el capitalismo unido a la democracia
social, no tiene por qué tener un límite. Podemos decir que en los años
50 y sobre todo en los 60 la gente común se da cuenta de que se ha
desarrollado espectacularmente como nunca antes habían visto. Así,
por ejemplo, un primer ministro conservador británico de 1959 lanzó
la frase “Jamás habéis vivido tan bien” para las elecciones. Sin
embargo, no fue hasta pasada de la crisis del 73 cuando, tanto los
políticos como los economistas, se percataron que habían sido una
etapa más y que había llegado a su fin. Se dan cuenta de que esos 25
años gloriosos no habían sido más que una etapa más del desarrollo
capitalista con el pleno desarrollo del Estado del Bienestar en los países
más desarrollados.
Para los Estados Unidos que dominaron la economía desde las
guerras mundiales no supuso un cambio revolucionario, simplemente
fue una progresiva adaptación a los cambios. Tenían 2⁄3 de la
producción mundial, pero durante estos años dorados crecieron más
lentamente. Incluso podíamos decir que comparando entre los Estados
Unidos y los países europeos se acortan las distancias industrial y
tecnológicamente. Se habla de un relativo retroceso, pues es más bien
un avance de los países europeos. La recuperación tras la guerra era
la preocupación principal, así que en los “Años de la hambruna” (45-
47) midieron el éxito a través de superar el pasado económico. Hacia
1950 se alcanzaron los niveles de preguerra, pero sí es verdad que fue
en un tiempo relativamente corto con lo que indica un avance.
Los beneficios de la sociedad opulenta empezaron a generalizarse a
mediados de los años 60, con lo que no es una cuestión inmediata.
Además, el arma secreta fundamental de una sociedad opulenta
popular es el pleno empleo, con un índice de paro de 1,5% en Europa
y en Japón 1,3%; rozando casi nulo paro. La prosperidad viene a
quedarse, dando lugar al optimismo colectivo. Esta Edad de Oro tuvo
su impacto en los países desarrollados, dando lugar a ¾ partes de la
producción mundial y el 80% de productos. Sin embargo, la
prosperidad fue de alcance mundial, pues incluso en los países
socialistas con su economía planificada parecía que tenía un mayor
crecimiento económico. Es verdad que el Bloque del Este perdió
velocidad en los años 60 pero su PIB per cápita creció más que los
occidentales.
La población del Tercer Mundo creció a un ritmo espectacular, los
habitantes se duplicaron con creces a partir de los años 50, y en
América Latina más de lo mismo. Crece la esperanza de vida, no
existen grandes hambrunas pues hay más alimentos que población;
sin embargo, los 70-80 volvieron a aparecer estas hambrunas dando
lugar a zonas con regresión demográfica. A finales de los años 50
comenzó un crecimiento del 1% en el PIB per cápita en todos los países
en vías de desarrollo. La producción de los países pobres en los 50-60
creció más rápido que en los países desarrollados. Sin embargo, en los
años 70 las diferencias se hacen más nítidas, con un estancamiento o
reducción de alimentos. Mientras esto ocurre, en los países
desarrollados hay un excedente alimenticio brutal, con lo que se redujo
la producción o simplemente los vendieron por debajo del coste de
producción. Hay una divergencia clara entre el mundo rico y el mundo
pobre.
El mundo industrial se expandió por doquier, hay casos
espectaculares como Finlandia y España en los 60 o Bulgaria y Rumanía
en el Bloque del Este. El número de países que dependían de los
productos agrarios va bajando, de forma tal que los países
dependientes de la agricultura para su exportación disminuyen de
forma notable y solo 15 estados pagaban la mitad o más de las
exportaciones con productos agrarios (Nueva Zelanda es la excepción
dentro de los países que hacían esto).
Las flotas pesqueras mundiales triplicaron sus capturas para volver
a sufrir un descenso muy brusco en los años 80. Los efectos no
deseados de esta ideología del progreso era la contaminación, el
desgaste ecológico… Siguiendo las líneas de los industriales del siglo
XIX: “Donde hay contaminación, hay oro”. La contaminación daba
dinero con lo que era prioritario. En este sentido se construyeron
carreteras, la especulación inmobiliaria fue un elemento muy
destacado que acabó quebrando. Conviene señalar que en los 60
fueron arrasadas ciudades medievales o su casco histórico para la
construcción de nuevos espacios. Empieza a utilizarse algo parecido a
los métodos de producción industrial para construir viviendas casi
prefabricadas. Se construyen pisos públicos de baja calidad con partes
ya hechas de forma que en la década de los 60 la construcción fue más
desastrosa.
Ahora en esta fase más avanzada de la industrialización empieza a
observarse en los países capitalistas que se cambia el paradigma de la
industria y frente a las grandes naves industriales que expulsan
elementos químicos nocivos cambiarán sobre todo en los países más
punteros. Mientras que en los demás sitios se realiza este modelo. Las
grandes fábricas ceden terreno en favor de otras más pequeñas, más
limpias y esparcidas por el terreno. Los aeropuertos marcan el nuevo
estilo de la modernidad y movilidad. En esta línea empiezan a cambiar
los paradigmas en una forma bastante clara. Los impactos de las
actividades humanas sobre la naturaleza sufrieron un incremento a
mediados de siglo por el aumento de los combustibles fósiles a los que
se le suman nuevos recursos. El consumo de energía se disparó, pero
de manera barata, ya que el precio de barril de crudo era muy bajo
razón por la que se considera la Edad de Oro. El error fue pensar que
el precio seguiría bajando el precio y esto se vería en 1973 con las
posturas de los productores. La OPEP se puso firme a la hora de
establecer el precio del petróleo desatando “La crisis del petróleo”.
Existirá una mayor preocupación ecológica al ver el precio del
combustible, pues estas motivaciones económicas explican las medidas
de moderación en el consumo. También existe un problema con los
químicos relacionados con la capa de Ozono y es que 1974 se vertían
más de 300.000 toneladas de clorofluorocarbonados y 400.000 de
otros químicos.
Esta etapa parecía ser una etapa mundial de lo que había ocurrido
en los EEUU con lo que se suponía que este modelo se universalizaría,
sería el país modelo de la sociedad capitalista avanzada. Es la era del
automóvil, aunque este ya había llegado hace mucho a los EEUU con
una producción mecaniza. Después de la guerra esta era llega a Europa
en una escala más modesta. Los camiones y los autobuses servirán
como el principal medio de transporte más que el ferrocarril, y es que
el desarrollo de la sociedad se medía a partir de los automóviles por
personas. En los países del Tercer Mundo se medía en el incremento
de camiones y autobuses que incentivaban a la modernidad.
El objetivo era acortar las distancias con
los EEUU y proseguir la producción en masa
de Ford para aplicarlo a otros métodos de
producción (casas, comida rápida como
McDonald’s).
Bienes y servicios que estaban
restringidos a minorías especializadas se
“democratizaron” y gente que antes no
había podido permitirse ciertos bienes que
ahora consideramos normales pudo
adquirirlos. Un ejemplo es el turismo, se
pasa del concepto de viajeros al turismo de masas. Antes de la guerra
jamás habían viajado fuera de EE. UU. más de 150.000 americanos;
sin embargo, entre el 50 y el 70 paóo de 300.000 a 7.000.000. Las
cifras europeas son más espectaculares. España no había conocido el
turismo de masa hasta los 50 y ya acogía 54.000.000 de turistas a
finales de los 80, solo le superaba Italia con 55.000.000. Lo que en
otro tiempo había sido un lujo ahora era un indicador del bienestar
general de una sociedad satisfecha que ahora empezaban a tener una
serie de servicios que antes estaban solo al alcance de quien tenía
criados y mayordomos.
Había 270.000.000 de teléfonos en el mundo en el 71 y en 10 años
la cantidad se había duplicado hasta casi los 500.000.000. Se podía
vivir como casi los muy ricos de una generación anterior habían vivido.
El capitalismo se democratiza. Quizá lo más notable de esta época es
la revolución tecnológica, empiezan a proliferar productos
desconocidos que nadie se imaginaba que pudieran existir, por
ejemplo, los productos sintéticos como los plásticos. La televisión y el
magnetófono; la guerra con su demanda de alta tecnología preparó
una serie de procesos que fueron adaptados a la vida civil: el radar, el
motor a reacción, Internet, que había sido una red interna de uso
militar. Los primeros ordenadores para uso militares son del 56. La
energía nuclear prolifero con fines pacíficos para la generación de
electricidad. Circuitos integrados, los láseres, lo derivado de la
industria espacial.
En la edad de oro descansaba en la investigación científica más
avanzada. La industria supera por fin la tecnología del siglo XIX. Se
transforma la vida cotidiana tanto de los países ricos como de los
pobres. La radio llega a todo el mundo; la revolución verde mejora las
condiciones de vida de millones de agricultores y campesinos. Pero
además cualquier vistazo a una nevera servía para ver esta revolución,
había productos frescos de importación del otro lado del planeta. En
comparación con los 50 la producción de productos naturales (madera,
cerámica, etc.) decae en beneficio de otros productos sintéticos y otros
productos más sofisticados. La higiene personal y la belleza también
cambia y en el consumidor la novedad se convierte en el principal
atractivo.
Se hace más complejo el proceso de creación, por ello la I+D se hizo
fundamental a la hora de afrontar el crecimiento económico. Las
economías consolidadas partían con ventaja, además de ahogar las
economías del primer mundo, podían tener entre 1000-1500 científicos
por cada 1.000.000 de habitantes, Brasil tenía 250, India 130 y Nigeria
y Kenia unos 30; todas las ventajas están en manos de los países
industrializados. El caso extremo es la industria de armamentos, para
eso no había problemas económicos; apenas nuevos productos salían
al mercado ya estaban siendo superado por otros mejores, las
empresas armamentistas son uno de los sectores que más beneficio
obtiene en todo el período de la guerra fría, además en esas
investigaciones se venden a todos los gobiernos. El coste de la
producción ahora es el coste de la investigación de esos técnicos
supercualificados que están intentando crear otros nuevos productos
mejores, más modernos, ya no es el número de trabajadores el coste
de producción, ahora lo es el de I+D. Si además hablamos de las
farmacéuticas estas obtienen ingresos multimillonarios. Las nuevas
tecnologías empleaban de forma intensiva el capital en investigación y
desarrollo. Por tanto, se elimina mano de obra por la complejización de
los procesos productivos. La característica es que se necesitaban
grandes inversiones constantes que no necesitaban demasiada gente
salvo consumidores. No se creía que pudiera haber una regresión como
las de los años 30, había una fe ciega en el “progreso”.
El triunfo extraordinario del sistema que en los años de la Gran
Depresión casi colapsa se explica a través de ciclos, cortos y largos,
con lo que podrían analizarse las diferentes etapas del capitalismo. Este
período de auge, visto en perspectiva actual, la Edad de Oro no dejó
de ser otro ciclo Kondrátiev que casi milimétricamente coincide con lo
visto en época Victoriana, lo que tras una etapa de desarrollo ocurre
una de recesión. Lo que habría que explicar era la gran escala que
adquirió este ciclo con relación a etapas anteriores y posteriores. No
existen explicaciones satisfactorias para este gran alcance. Por una
parte, el país modélico es Estados Unidos con lo que los demás países
trataban de imitar este modelo (cuestión más fácil que inventar uno
nuevo).
El Plan de estabilización
El Plan de Estabilización fue el conjunto de medidas más idóneas,
mejor elaboradas, mejor conjuntadas, y con una trabazón más realista,
con que cuenta la historia de la política económica española desde
comienzos del Siglo XIX, pero no fue un caso exclusivo de España,
podemos encontrar ejemplos similares en Alemania en 1948, en
Inglaterra en septiembre de 1957, en Turquía en agosto de 1958, en
Francia y Argentina en diciembre de 1958 y en Chile en abril de 1959.
El objetivo final de todas las medidas aplicadas era restablecer el
equilibrio de la economía actuando sobre los siguientes pilares:
1. Gastos públicos totales
2. Cotización de la divisa
3. Organización del mercado de cambios
4. Presupuestos del Estado
El objetivo final de todas las medidas era restablecer el equilibrio de
la economía actuando sobre los siguientes pilares. Los Planes de
estabilización deben actuar igualmente rápido en los aspectos relativos
a estabilizar la balanza de pagos. Los medios más empleados fueron la
repatriación de capitales y un impulso a las exportaciones, tal fue el
caso de Francia. Para ello fue fundamental el apoyo y la confianza por
parte de los empresarios que son protagonistas en esta parte del
proceso.
Ahora bien, para entender la importancia de las reformas llevadas a
cabo en el Plan de Estabilización de 1959, es necesario conocer la
realidad económica de aquellos años y por ello explicaremos
brevemente sus características fundamentales. La realidad económica
y social de un territorio es heredera de todo lo acontecido a lo largo de
su historia desde los tiempos pretéritos. Entre las múltiples
divergencias podemos señalar dos fundamentales, la primera fue que
España no adoptó el patrón oro en el momento en el que lo hicieron el
resto de países y la segunda fue la exclusión del país de las tareas de
cooperación internacional desde 1945.
Desde 1956 las presiones políticas y sociales van haciendo
insostenible el modelo autárquico. De hecho, a partir de 1954 al
amparo de la ayuda americana independiente del Plan Marshall, se
alcanzó un elevado nivel de importaciones, lo que permitió superar
alguno de los estrangulamientos que estaban limitando la capacidad
de producción industrial. No obstante, esta apertura podemos decir que
se inició a partir del 1 de abril de 1952 cuando se establecieron
mediante sucesivas circulares, la libertad de comercio, libertad en el
establecimiento de precios y circulación de la mayoría de los productos
alimenticios. Igualmente se fueron suprimiendo los organismos
relacionados con la distribución, almacenamiento y transporte bienes.
El intervencionismo fue uno de los grandes lastres del desarrollo
económico de España puesto que, con su complicada normativa,
encorsetaba a las industrias y empresarios como en el caso de las leyes
industriales de 1939. Con estas normas lo que se pretendía
incrementar era el grado de autarquía y contar con industrias bélicas.
No obstante, en los inicios de la década de los 50 el Gobierno parece
tomar consciencia de la problemática y las trabas al comercio que
implica este exceso de regulación y se fija una serie de objetivos
encaminados a eliminarla.
En el año 1951 se produce un cambio en el ideario del gobierno que
incluso puede llegar a considerarse como liberal, dadas las
circunstancias del período inmediatamente anterior. Este cambio de
mentalidad se puede ver reflejado en los siguientes aspectos:
1. Conveniencia de desarrollar una actividad ortodoxa frente al
anterior período de discrecionalidad tanto en política de cambio
exterior, sector público, etc.
2. Sustitución del ideal autárquico por la necesidad irrenunciable del
intercambio a nivel internacional. Las ideas de reforma entienden
que la importación no debe ser eliminada, sino que debe
emplearse para suplir las deficiencias de la demanda interior y la
exportación, considerada como una actividad a incrementar como
consecuencia de la mayor competitividad.
3. El objetivo prioritario es integrarse plenamente al concierto
capitalista internacional, aunque teniendo en cuenta las
realidades políticas y sociales de España.
4. Otro aspecto destacable es la confianza en los mecanismos de
mercado que viene a sustituir la confianza en la política de
controles directos. El nuevo paradigma se basa en la convicción
de que solo los precios formados en un mercado sin controles
administrativos pueden ser la base de un cálculo económico fiable
y racional, es decir, ser la guía para una eficaz asignación de
recursos con el objetivo de la maximización del beneficio.
5. Finalmente se recupera la confianza en la iniciativa privada frente
a la anterior creencia en la eficacia de la gestión administrativa
pública, llegando incluso a afirmarse la necesidad de trasladar a
la Administración pública el espíritu del mundo empresarial.
Asimismo, en 1951 se abre una nueva etapa respecto a la política
industrial en la que el objetivo central es el pleno empleo de los factores
productivos y el máximo crecimiento de la producción, frente al periodo
anterior en el que el crecimiento de la industria tenía como único
objetivo preservar el modelo económico autárquico, no obstante, el
proceso de reforma industrial chocó con una serie de realidades que
lastraron el desarrollo.
Para el éxito del programa era imprescindible corregir el anterior
desorden monetario, por lo que era preciso que la actuación del sector
público no tuviera efectos inflacionarios. El Estado debía frenar su gasto
o bien incrementar lo recaudado por medio de los impuestos además
de financiar la inversión pública por otras vías que no fuesen la deuda.
A esto hay que sumar que en abril y noviembre de 1956 se produjo un
incremento en los salarios, añadiéndose así un nuevo elemento que
desequilibraba los precios, motivado por el alza de los costes de
producción que no se veía acompañado de un aumento de la
productividad. A este problema de inflación se sumó una elevación de
salarios que contribuyó a incrementar aún más los costes de
producción, pero que no estuvo acompañada de un incremento de la
productividad, por lo que al final este incremento en salarios se tuvo
que repercutir en un mayor precio de venta.
En el año 1957 se manifestaron más claramente las consecuencias
de los problemas inflacionistas del año anterior, acelerándose el círculo
vicioso de salarios-inflación, por lo que comenzaron a implantarse una
serie de medidas estabilizadoras empezando por la política monetaria.
Estas medidas tuvieron un efecto bastante limitado ya que no se
produjo el ahorro esperado por parte de las familias y además el
endeudamiento del Estado seguía creciendo gracias al crédito del
Banco de España. Será en este año cuando se produzcan una serie de
cambios en el marco económico internacional y concretamente en
Europa que fueron muy relevantes para los acontecimientos que
posteriormente marcaría el año 1959.
En el mes de julio del año 1959 la revista Información Comercial
Española publica un número dedicado al Plan de Estabilización. Este
Plan significó un cambio de rumbo en la política española que supuso
el abandono definitivo de los esquemas autárquicos que habían
imperado desde el final de la Guerra Civil Española, lo cual tuvo efectos
trascendentales sobre el desarrollo posterior que experimentó la
economía española. Fue a partir de ese momento cuando España
comenzará a beneficiarse de los efectos expansivos de uno de los ciclos
de crecimiento más rápidos que se ha producido en la economía
internacional. La liberalización económica desencadenó un proceso de
apertura y modernización que, aunque más limitado de lo que hubiera
sido deseable, llevó a identificar el decenio de los años sesenta como
el de la “revolución industrial española” y en palabras de algunos
autores al “Milagro económico español”.
En lo relativo a la denominación, la expresión “Plan de Estabilización
y Liberalización”, era la que mejor describía el complejo proceso de
reestructuración de la economía española dándole igualmente
importancia al componente de la “estabilización” y el de la
“liberalización” que afectaba tanto a las importaciones necesarias para
aumentar la eficacia productiva, como a la eliminación de
intervencionismos innecesarios que dificultaban el funcionamiento del
mercado interior. El Plan ayudó a eliminar la tendencia inflacionista que
afectaban a los planes de producción y consumo, por lo que, de no
haberse eliminado dicha tendencia e incluso expectativas por parte de
algunos productores, el Plan hubiera fracasado. Finalmente, una de las
medidas fundamentales fue la fijación de un tipo de cambio único y
sostenible de la peseta, que repercutió favorablemente en la
credibilidad de la política económica adoptada. De no haberse aplicado
esas medidas realistas, los préstamos recibidos2 como respaldo al Plan
hubiesen resultado insuficientes.
2
FMI y OCDE: Fondo Monetario Internacional y Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos
Tema 5. El tardofranquismo: Del desarrollismo a la crisis
de la Dictadura
“El milagro económico español”
La puesta en marcha del Plan de Estabilización consiguió
rápidamente sus objetivos básicos tras una breve recesión económica
inicial. En consecuencia, a finales de 1959 el peligro de la bancarrota
financiera se había evitado, las reservas de divisas se habían
recuperado y el volumen de la inversión extranjera había crecido
notablemente respecto a años previos. Desde entonces la economía
española entró en una fase de crecimiento, desarrollo y expansión, el
llamado “milagro económico español” que acontece entre 1960 y 1970
con un crecimiento anual de un poco más de un 7% (tasa superada
únicamente por Japón). A partir de 1974-75 vemos ya un declive
apreciable (5%-1,1%).
Paralelamente ocurría esta mejora económica vemos un cambio
estructurar muy notorio en donde se redujo el peso del sector agrícola
del 22,6% al 11,6% del PIB, aumento el industrial de un 36,6% a un
38,9% y sobre todo el sector servicios de un 40,8% a un 49,5%. Con
estos datos podemos afirmar que España dejó de ser un país
predominantemente agrario y se convirtió en un país plenamente
industrializado con un sector servicios boyante y diversificado. Ese
radical proceso de desarrollo y transformación fue el resultado de la
nueva política económica, continuada con los Planes de Desarrollo, y
de tres factores exógenos que ayudaron a la balanza de pagos:
1. Inversiones extranjeras: Con estas medidas aperturistas, vemos
el aumento del volumen de la inversión extranjera multiplicado
por 15 desde 1960 hasta el 72.
2. Ingresos del turismo en masa: Entre 1960-1973 se multiplicó por
6 el numero de turistas (6 M a 35 M- casi tantos como habitantes
en el país)
3. Remesas de los emigrantes: La apertura permitió una corriente
migratoria de trabajadores a países con economías más
expansivas (Francia, Suiza, Alemania), se estima que cerca de
100.000 emigrantes anuales hasta 1972.
Los profundos efectos sociales originados por ese rápido crecimiento
y cambio estructural de la economía española no tardaron en
manifestarse con igual celeridad. En términos demográficos absolutos,
la población española creció durante la década de los sesenta al ritmo
más elevado de toda su historia. Ese crecimiento espectacular,
resultado de un baby boom (incremento sostenido de las tasas de
natalidad) especialmente intenso entre 1960 y 1965, fue paralelo a un
cambio igualmente radical en las principales ocupaciones productivas
de la población activa que se reoriento a una terciarización de la
economía.
En ese decenio, el país dejó de tener una mayoría de población
afincada en hábitat rural y pasó a tener a más de la mitad de sus
habitantes residiendo en municipios plenamente urbanos. Los núcleos
urbanos de más de 20.000 habitantes pasaron de agrupar al 46% de
la población total al 55,3% en tan solo 10 años. Las grandes ciudades,
más de 100.000 habitantes, pasaron de 26 a 38. Además, para estos
momentos había cuatro ciudades de más de medio millón y otras dos
cercanas a esa cifra (Madrid 3,18 M; Barcelona 1,74 M; Valencia y
Sevilla 600K; Zaragoza y Bilbao 400K). Esa espectacular expansión de
la trama urbana en tan corto tiempo dio origen a los característicos
nuevos barrios de inmigración obrera en los arrabales urbanos. A su
vez el intenso proceso de urbanización trajo consigo el contrapunto de
la desagrarización de la población activa registrada, en gran medida
esa corriente migratoria interior fue protagonizada por campesinos sin
tierra, arrendatarios y pequeños propietarios agrarios que
abandonaban sus míseras ocupaciones rurales y abarrotaban las
ciudades en busca de empleo en la industria y los servicios (o en su
defecto fuera del país).
El desarrollo de los años sesenta mantuvo y profundizó los
desequilibrios territoriales entre regiones y provincias ya existentes,
con la excepción de las islas Baleares y Canarias en donde la industria
turística invirtió la tendencia en favor de la inmigración. Esa masiva
transferencia de activos laborales hacia las ciudades significó el final
de la llamada “agricultura tradicional” en España a través de dos
procesos simultáneos: la eliminación de un gran número de pequeñas
explotaciones agrarias poco productivas y la extinción “natural” del
problema de la superpoblación jornalera en el sur latifundista (en una
década descendió en un millón de asalariados agrícolas). Esto vino
paralelo de una mayor rentabilidad y productividad de la agricultura
española, por otra parte, la modernización agrícola no evitó la perdida
de importancia de la agricultura quebrando la hegemonía de la
oligarquía terrateniente.
El profundo cambio social registrado en el mundo agrícola y rural fue
también evidente en el ámbito de nuevas clases obreras concentradas
en las ciudades y regiones industrializadas y terciarizadas. Hasta el
final del franquismo fue configurándose una nueva estructura de las
clases obreras españolas muy diferentes de las anteriores. El primer
aspecto destacable fue el número de estas, casi el 50% de la población
activa, el crecimiento fue mucho mayor en las categorías de obreros
cualificados, y bastante menor en las de obreros no cualificados (74%-
26%). Esa nueva clase obrera urbana, rejuvenecida biológicamente,
de empleo fijo y cada vez más cualificada, fue la protagonista de la
creciente conflictividad sociolaboral que acompañó el desarrollo
industrial y económico de los últimos quince años del franquismo. A
pesar de que la retórica oficial propagaba la “paz social” y la superación
de la “lucha de clases”, la España del desarrollo fue también escenario
de una persistente conflictividad laboral derivada de estos cambios
sociales tan profundos.
La posibilidad de negociación directa de las condiciones laborales
creada por la nueva Ley de Convenios Colectivos de 1958 operó al
respecto como factor generador de una nueva cultura y práctica
sindical entre la clase obrera española; de hecho, el nuevo marco
legislativo, junto con las estructuras electivas del sindicalismo vertical,
constituyeron la vía de articulación de una movilización y reivindicación
laboral. Ese protagonismo reivindicativo obrero, patente ya desde
1962, obligaría incluso al régimen a flexibilizar su negativa radical a
tolerar la huelga o cualquier otro mecanismo de presión de los
trabajadores. Bajo la ambigua alusión de “conflictos colectivos”, la
huelga como tal no sería regulada hasta mayo del 75, la España del
desarrollo contempló un volumen creciente de conflictividad laboral. El
punto de inflexión sería el movimiento reivindicativo del año 62 en
relación con la resonante huelga minera asturiana, desde entonces, la
conflictividad laboral tendría una tendencia ascendente. Desde el
punto de vista geográfico se manifestaría en las provincias más
industrializadas (Barcelona, Madrid, Vizcaya, Guipúzcoa y Asturias).
Las motivaciones generalmente tendían a confluir en una remuneración
y condiciones laborales mejoradas.
Junto al destacado protagonismo de la nueva y reforzada clase
obrera, cabe destacar el notable crecimiento y consolidación de unas
clases medias muy diversificadas internamente. A lo largo de los años
sesenta, la sociedad española experimentó unos niveles de movilidad
social ascendente que se tradujeron en el sensible reforzamiento y
expansión de los grupos intermedios de la pirámide social. La aparición
de nuevas clases medias fue motivada por la aparición de nuevos
contingentes de grupos sociales que vinieron a renovar y consolidar los
grupos tradicionales de dicho estrato social.
Ese notable cambio estructural de la sociedad española durante la
década fue posibilitado por la transformación educativa experimentada
en paralelo y exigida por el propio desarrollo económico. Entre 1960
y1970, la tasa general de alfabetización registró un avance sustancial
(91,2%). Las tasas de escolarización en enseñanza primaria pasaron
de 64% a 90%, la de enseñanza media de 35,6% a un 88,3%, mientras
que de un 2,5% a un 5,5% ascendería la enseñanza superior. La elitista
y clasista universidad española de los años 50 pasaría en pocos años a
una universidad de masas.
Un último aspecto de la notoria modernización de la estructura social
española entre 1960-1970 vino dado por la incorporación de la mujer
a las actividades productivas y educativas en expansión (16% en 1950-
24% en 1970). Esa incorporación masiva femenina a trabajo
remunerado (excepto en el sector judicial, militar y de marina
mercante) supuso un cambio cualitativo que repercutiría en el papel
social de la mujer en su mayor autonomía frente a la tutela ejercida
por sus padres o maridos.
En definitiva, durante los años sesenta fue conformándose una
nueva sociedad española cada vez más próxima a sus homólogas de
Europa occidental en su estructura, composición y características. Una
sociedad progresivamente instalada en la cultura del consumo masivo,
y el disfrute del ocio; se completó la electrificación de la mayoría de las
viviendas, la disponibilidad de agua corriente y la extensión del baño o
ducha propio, así como de la calefacción. En entre los años 60.70 se
aprecia unos nuevos niveles de bienestar jamás antes vistos, hasta
cierto punto se trataba de unas actividades contrarias a la ideología
oficial del nacional-catolicismo.
Entre la apertura y el inmovilismo
Tras dar el visto bueno al Plan de Estabilización, aunque con muchas
reticencias, Franco cada vez más envejecido fue retirándose de la
polaca activa y cotidiana. Las hondas transformaciones sociales y
económicas acentuaron esta retirada ya que el Caudillo no comprendía
totalmente la complejidad de la nueva situación, entonces sería
Carrero Blanco quien continuara con las labores de presidencia del
Gobierno. La indiscutida ascensión política de Carrero significó también
el reforzamiento de la influencia de los tecnócratas del Opus Dei nen el
seno del Gobierno y en la cúspide de la Administración pública, con
López Rodó con el rango de subsecretario. El reajuste ministerial de
1965 completó el proceso con el nombramiento de López Rodó como
ministro-comisario del Plan de Desarrollo y con la incorporación más
miembros del Opus.
El triunfo político del equipo tecnocrático auspiciado por Carrero fue
también el triunfo indiscutido de su proyecto para salvar el franquismo
de la bancarrota mediante la promoción del desarrollo económico y la
modernización productiva y administrativa del país. En esencia, su
programa político se reducía a promover el crecimiento de la economía
como vector generador de la prosperidad y el bienestar material de la
población para traer la paz social. La retórica grandilocuente y
enfervorizada de los períodos falangista y nacional-católico fue
sustituida por un discurso igualmente triunfalista, pero basado en
tecnicismos económicos. El propio Caudillo se sumó a esta estrategia
de renovación ideológica atribuyéndose la paternidad del “milagro
económico español”. Sin embargo, estas proclamas del continuo
perfeccionamiento institucional y la inevitable evolución del régimen no
apuntaban hacia un aperturismo hacia la democratización del mismo.
El Caudillo siguió plenamente inmerso en el universo doctrinal legado
por la Guerra Civil e inmune a las llamadas a la tolerancia y la apertura
política que comenzaban a surgir dentro de la propia España. Ningún
cambio futuro había de menguar su poder decisorio supremo bajo
ninguna circunstancia o condición. De este modo, el régimen franquista
empezaba a construir las bases de un Estado del bienestar bajo
fórmulas autoritarias y con notable retraso respecto a los países
vecinos de Europa occidental. Los límites de esa racionalización
administrativa se apreciaron en el fracaso de las tímidas tentativas
tecnocráticas para reformar el anticuado sistema fiscal español,
caracterizado por el fraude generalizado y la falta de equidad social en
el reparto de cargas tributarias.
Ese proceso parcial de la modernización de la Administración estatal
como promotora del bienestar general tuvo la culminación en la
promulgación de la Ley Orgánica del Estado, cuyo borrado había sido
diseñado en 1958, pero que no se dio el visto bueno hasta 1966. La
LOE constituía la última y más importante de las Leyes Fundamentales
del Estado. Ella fue la ocasión para un nuevo refrendo plebiscitario del
régimen para su aprobación por consulta popular. El triunfo
propagandístico que supuso el referéndum de la LOE dio mayor ímpetu
a los esfuerzos de Carrero y su equipo para proseguir el programa de
institucionalización del régimen mediante la designación por Franco de
un sucesor a título de rey a urgencia de la posible muerte del dictador,
quien a partir de 1964 empezaba a mostrar graves síntomas de
Párkinson.
La primera reacción de Franco antes esas patentes muestras de
envejecimiento fue nombrar en julio de 1962 al general Muñoz Grandes
como vicepresidente del Gobierno y virtual regente en caso de
fallecimiento inesperado del Caudillo. El problema de esta solución fue
que no sería el Caudillo que fallecería, si no el propio Muñoz Grandes
en 1970 (habiéndose retirado en 1967), lo que significó la conversión
de Carrero en vicepresidente mientras se trataba de ubicar a Juan
Carlos como sucesor. El persistente apoyo de Carrero fue decisivo para
que Franco se decantará por Juan Carlos a principios de julio de 1969.
El día 22 de julio de 1969 se propuso a las Cortes el nombramiento de
don Juan Carlos como “Príncipe de España” al frente de una “Monarquía
del Movimiento Nacional”.
El nombramiento de Juan Carlos en 1969 como sucesor supuso la
culminación de la institucionalización política del franquismo auspiciado
por Carrero y sus tecnócratas. El problema es que fragmentó aun más
las relaciones existentes en el seno del Gobierno respecto a la línea
política a seguir para el futuro, las consecuentes líneas divisorias
fueron creando dos amplios grupos definidos por su propósito de
continuidad inalterada o de evolución perfeccionista. Básicamente
partidarios del Inmovilismo, encabezado por Carrero, o de la Apertura,
vinculado con las familias desplazadas por los tecnócratas. El caso
paradójico de Falange residía en que sus organismos de acción socio-
política sufrieron un sistemático desgaste que los llevó a la práctica
desaparición o transformación cualitativa (OJE, SEU, Sección
Femenina). El aperturismo sindical era una faceta más del necesario
“desarrollo político” del régimen hacia mayores cotas de participación
popular.
El único triunfo apreciable que lograron los aperturistas durante el
decenio de los sesenta fue la aprobación de la Ley de Prensa e Imprenta
en 1966 y la Ley de Libertad Religiosa al año siguiente. Esta ley
continuaba las orientaciones del Concilio Vaticano II, considerando la
libertad religiosa como un derecho; sin embargo, la resistencia de
Carrero Blanco y demás ministros integristas retrasó su aprobación
desde 1964 hasta 1967. La Ley de Prensa es la conocida como Ley
Fraga que reconocía la libertad de expresión, y se suprimía la censura
previa a pesar de que reglaba sanciones de todo tipo a quien vulnerase
el articulo 2º de esa ley (libertad de expresión, pero no se podían tocar
ciertos temas).
El episodio final de la lucha entre aperturistas e inmovilistas se
produjo con el llamado “escándalo de MATESA” (1969), era la primera
sociedad multinacional de la industria española y estaba dirigida por
Juan Vilá Reyes, conectada con medios tecnocráticos y del Opus. Salió
un escándalo de corrupción que convirtió en una bomba política gracias
a que la prensa del Movimiento, con el apoyo de Solís y Fraga, difundió
las relaciones de este suceso con dos ministros del Opus en el
Gobierno. El mayor escándalo político-financiero
del franquismo se saldó con el encarcelamiento
del director, la intervención estatal de la
empresa y un proceso judicial que finalizó un
año más tarde. Franco decidió intervenir
personalmente y el 1 de octubre de 1971
concedió el perdón a los principales implicados
bajo un indulto general a otros 3.000 presos por
delitos políticos.
Sin embargo, la relevancia del escándalo Matesa residió sobre todo
en sus efectos políticos de largo alcance. Carrero Blanco demandó al
Caudillo un reajuste total del Gabinete de Gobierno, y este al estar
debilitado y desmoralizado por la intensidad de la crisis se plegó a sus
demandas. En consecuencia, el nuevo Gobierno del 29 de octubre de
1969 quebraba la tradición de equilibrio entre las “familias” franquistas
y revelaba la hegemonía de Carrero y su equipo; los militares
quedaban reducidos así y como los aperturistas fueron relegados por
más tecnócratas. El resultado de la crisis ministerial de octubre de 1969
acentuó de manera definitiva la fractura general dentro de las familias
del régimen y entre ellas mismas, a partir de aquí el franquismo
entraba en su última y agónica etapa de crisis terminal.
Resurgir de la oposición antifranquista en el interior
El perceptible declive de las facultades físicas de
Franco desde finales de los años sesenta fue
convirtiendo al temible dictador de épocas previas
en un anciano débil y tembloroso que oficiaba
como simbólica y severa figura paterna. El alabado
desarrollismo tecnocrático no consiguió
plenamente su objetivo de preservar y aumentar el
apoyo popular, por el contrario, el crecimiento
económico y la consecuente diversificación social
traería implícitos otros fenómenos mucho menos
apreciados: el retorno de una conflictividad obrera difícilmente
controlable, extensión de las disidencias ideológicas, resurgimiento de
reivindicaciones culturales y políticas nacionalistas en Cataluña y País
Vasco; y por último la reaparición de focos de resistencia política
plenamente articulados.
La movilización reivindicativa de la case obrera es sin duda el mayor
desafío que hubo de afrontar el régimen, vacilando entre la mera
represión más o menos brutal y la satisfacción de sus demandas, las
autoridades no pudieron sofocar la conflictividad laboral per sí lograron,
más mal que bien convivir con ellas y limitar sus efectos políticos. Este
nuevo movimiento obrero se concentraba en luchar por sus
reivindicaciones salariales y laborales más inmediatas y concretas
aprovechándose del sindicalismo oficial. Sus huelgas, no fueron
políticas en su origen, sino conflictos laborales colectivos. Quizás la
mejor prueba del nuevo carácter del movimiento obrero y de la
transformación operada en el país fuera la ausencia de las grandes
huelgas campesinas y jornaleras característica de los años treinta.
Este movimiento obrero era más pragmático, desligado de las
antiguas tradiciones sindicales, y experimentó un progresivo proceso
de politización con el paso de los años. La causa residió en la
persistente represión oficial contra sus actuaciones y en la total
negativa de las autoridades franquistas a legalizar los derechos de
huelga, manifestación y libre asociación sindical. La constitución de las
Comisiones Obreras como movimiento de ámbito nacional es
indisociable de esa lenta transformación antifranquistas del nuevo
movimiento obrero, gracias a la acción conjunta de militantes
comunistas y de católicos progresistas. Tras su éxito en las elecciones
a jurados y enlaces sindicales de 1966, el régimen respondió en marzo
de 1967 con su ilegalización por considerarlas una filial del PCE, sin
embargo, para entonces las CCOO estaban ya bien implantas como
organización nacional defensora de las libertades sindicales. A pesar
de su gran éxito, no impido el resurgimiento, en ciertos núcleos de
mayor tradición socialista, de la UGT.
Por otro lado, la protesta de los estudiantes de la universidad creó
verdaderos problemas de orden público al régimen franquista y supuso
una demostración de su bancarrota intelectual y fracaso cultural. La
movilización universitaria fue en gran parte producto de la masificación
de la institución y del acceso creciente de hijos de las clases medias a
la educación superior. Ese crecimiento espectacular originó una crisis
de funcionamiento de la vieja estructura universitaria. En esencia, el
movimiento universitario revelaba públicamente que el régimen era
incapaz de mantener la lealtad de las futuras generaciones dirigentes,
que no habían vivido la Guerra Civil y se sentían ajenas y hostiles a sus
principios ideológicos y políticos. La respuesta del régimen a este
distanciamiento ideológicos y cultural fue la represión creciente que
alienó aún más a la población universitaria respecto del franquismo.
Los sucesos de 1965 supusieron el entierro oficial del SEU y la
expansión de nuevos grupos estudiantiles libres y declaradamente
antifranquistas.
Sin embargo, el fenómeno de mayor preocupación y
desconcierto para Franco fue la progresiva defección del
apoyo unánime católico. La razón básica de ese proceso
fue tanto el cambio generacional como el nuevo rumbo
pastoral y democratizador impreso por el Papado y el
Concilio Vaticano II. Los enfrentamientos más graves
comenzaron en mayo de 1961 cuando 339 sacerdotes vascos
censuraron a sus obispos por colaborar con un régimen que reprimía
las características étnicas, lingüísticas y sociales del País Vasco. A la
par, un creciente numero de sacerdotes, religiosos y seglares apoyaba
y participaba en las movilizaciones obreras a través de la HOAC y JOC
(o la nueva figura del cura obrero) además de hacer lo propio con la
protesta estudiantil. El disgusto y la ira del régimen hacia los
sacerdotes provocaría en agosto de 1968 la creación de una cárcel para
clérigos en Zamora (habría más clérigos presos que en toda Europa).
Esto significó para el régimen entrar en su última fase sin el apoyo de
la Iglesia, un pilar fundamental desde la toma del poder del
franquismo, y de muy difícil reemplazo.
El cuarto frente de oposición vino desde los nacionalismos, la
fortaleza del catalanismo entre la población civil fue puesta de
manifiesto por distintas vías (uso de la lengua, celebrar el día de
Cataluña, editar en catalán…etc.); mientras que el nacionalismo vasco
vino revitalizado por las nuevas generaciones surgidas tras la guerra.
En abierto rechazo a lo que percibían como pasividad de los viejos
dirigentes tradicionales, los jóvenes universitarios católicos y
nacionalistas emprendieron su propia acción reivindicativa contra la
represión cultural desplegada por el régimen. Su primer grupo
operativo forjado en 1953 alrededor de la revista Ekin (Acción) se unió
a sectores procedentes de la organización juvenil del PNV y en julio de
1959 constituyeron ETA (Euzkadi Ta Askatasuna: Patria Vasca y
Libertad).
Tras definirse en 1962 como un “movimiento revolucionario de
liberación nacional”, bajo el influjo de las guerrillas tercermundista
latinoamericanas y afroasiáticas, ETA optó por lanzarse a la lucha
armada. El objetivo era la provocación al Estado mediante atentados a
sus agentes para activar una reacción represiva brutal que generase
una dinámica de apoyo popular a la vanguardia armada como paso
previo a la rebelión en masas. Desde entonces, la actividad terrorista
de ETA se convertiría en el primer problema político y de orden público,
que respondería al desafío con una represión general e indiscriminada
en el País Vasco de enorme dureza. Si bien es
cierto que ETA nunca lograría una
transformación de la guerrilla en insurrección, sí
que revitalizó el nacionalismo vasco. El proceso
jurídico-militar de Burgos de 1970 contra 16
vascos acusados de vinculación a Eta había de
ser el hito fundamental de esa conversión de un
fenómeno terrorista minoritario en un problema
político fundamental.
El mero encuentro entre la oposición del interior y la del exilio
provocó una airada respuesta del régimen que se saldó con un notable
fracaso propagandístico y diplomático. A principios de junio de 1962,
con motivo del IV Congreso del Movimiento Europeo en Múnich, 80
líderes políticos invitados de España (demócrata-cristiano como Gil
Robles, socialdemócratas como Ridruejo o monárquicos como Joaquín
Satrústegui) firmaron el documento en favor de la democracia en el
continente junto a 38 líderes españoles exiliados. La histérica denuncia
franquista del “Contubernio de Múnich” significó el exilio o
confinamiento temporal de varios de los participantes e hizo naufragar
el ingreso formal de España en la Comunidad Económica Europea.
Otro obstáculo político a esa integración quedó de nuevo en
evidencia en 1963 con la ejecución de Julián Grimau. La ejecución de
este, no hizo variar la política del PCE (era afiliado) en favor de la
reconciliación nacional aprobada en 1956 y auspiciada por el nuevo
secretario general desde 1960, Santiago Carrillo. El PCE se convirtió en
el grupo más activo, mejor organizado y con mayor militancia (5.000)
de toda la oposición. Sin embargo, también sufrió el impacto de las
divisiones entre la URSS y la China de Mao, y del surgimiento de una
izquierda prosoviética y otra antiautoritaria. En cualquier caso, tanto el
PCE como el mosaico de grupos existentes, demostraba el pluralismo
de la nueva sociedad española y su creciente homologación política al
ámbito europeo-occidental circundante, incluyendo el apoyo a la
democracia como fórmula política más justa y conveniente.
3
El Espíritu del 12 de febrero fue el programa político del gobierno de Carlos Arias Navarro
conflictos laborales; a esta situación se sumaba la creciente tensión
que se vivía en Euskadi por el problema económico que afectaba a la
industria pesada y que a su vez se mezclaba con el nacionalismo y ETA.
El día 3 de septiembre el Gobierno promulgó un decreto-ley Contra
el Terrorismo válido para un período de dos años en todo el territorio
estatal, una declaración de guerra que en definitiva no causó sensación
en una sociedad ya acostumbrada a esas aceleraciones amenazadoras.
Sin embargo, la nueva agresividad no era tan azarosa, sino conectada
a unos procesos, consejos de guerra, en curso contra activistas de ETA
y del FRAP, acusado de delitos de sangre. En los procesos se dictaron
varias sentencias de muerte, sobre la mesa de Franco y Arias Navarro
se acumularon peticiones de indulto, a quienes se trataba de evocar al
indulto concedido en el proceso de Burgos de 1970, no obstante, aquí
no se daría tal situación. Las ejecuciones fueron inmediatas.
La repuesta nacional e internacional no se hizo esperar,
manifestaciones, protestas… El Vaticano lamentó los hechos y la
impiedad del Régimen, en un contexto en el que se asaltaron las
embajadas españolas por Europa y se sucedieron manifestaciones por
las capitales europeas, además de que los embajadores extranjeros
abandonaron España. De pronto la Dictadura había regresado a sus
orígenes sangrientos y al aislamiento, treinta y seis años después. El
ciclo lo cerró el propio Franco el 1 de octubre, ante la
plaza de Oriente de Madrid, sus partidarios convocaron
un acto de desagravio y en presencia decenas de miles,
el Caudillo recitó el que sería su último discurso en
público agradeciendo a la población su apoyo.
Paralelamente, los activistas de un grupo violento
mataban en Madrid a varios policías, se llamaron a sí
mismo Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de
Octubre (GRAPO).
Poco después de este acto, circuló el rumor de que Franco sufría una
gripe derivada de ese día. Fue entonces que se superpusieron dos
hechos: El día 21, Hassan II incitó a sus súbditos a una Marcha Verde,
pacífica, sobre el Sáhara español y el día 22, Franco inició una difícil
agonía en El Pardo. El día 30 de octubre volvería a tomar la Jefatura
del Estado el príncipe Juan Carlos a la par que la situación en el Sáhara
alcazaba su máxima cota cuando los marroquíes se presentaron en la
frontera sahariana donde el ejército español disponía de órdenes
indecisa. España se comprometería a dejar el territorio y hacer un
referéndum (que nunca se celebraría) ante las Naciones Unidas para
que no se produjese una anexión marroquí directamente.
Finalmente, el día 11 de noviembre no quedaba en las arenas
saharianas ningún soldado español mientras que Franco, un general
africanista, era mantenido artificialmente con vida en Clínica de la Paz.
Los partes emitidos por el equipo médico comenzaron a ser tan
habituales en los medios de comunicación como los noticiarios
informativos, y durante casi un mes la ciudadanía vivió atenta el
desenlace artificialmente retardado. En este sentido, el que fue el
Centinela de Occidente y sanguinario Caudillo de
España, fallecería en la madrugada del 20 de
noviembre. Cuánto esperpento, cuánta sangre y
sufrimiento, cuantas vanas esperanzas de libertad y
cuantas ofensas. Sobre todo, cuanta inutilidad se
resumió en aquellas horas agónicas, el dictador había
muerto alentado el espíritu de la Guerra Civil y su obra,
la Dictadura permanecía agrietada, pero, al fin y al
cabo, entera.