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Eduardo Portas Ruiz

Intelectuales y Poder en la Historia de México


Maestría en Historia Moderna de México/Casa Lamm
Noviembre de 2014

RESUMEN SESIóN 11

LA GENERACIÓN DEL MEDIO SIGLO

En este breve texto sintetizaré los puntos más importantes del texto “La generación del medio
siglo: un momento de transición de la cultura mexicana”, escrito por Armando Pereira Ψ.
El autor es investigador y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro
del Sistema Nacional de Investigadores, de acuerdo con la información disponible en la editorial
Alfaguara, en donde ha publicado diversas obras de ensayos, cuentos, novelas y poemas. Fue Jefe de
Redacción de la revista Universidad de México y ha colaborado con diversas revistas y suplementos
culturales del país. Algunos de sus libros de ensayos han abordado la Generación del Medio Siglo:
Narradores mexicanos en la transición de medio siglo, 1947-1968 (2006) (en colaboración con Claudia
Albarrán), Juan García Ponce: la escritura cómplice (1997) y Diccionario de literatura mexicana.
Siglo XX (2000). Pereira nació el 7 de julio de 1950 en Guatemala.
Partimos este resumen con la definición que el autor hace de la Generación del Medio Siglo: se le
conoce al periodo de desarrollo intelectual y cultural mexicano que va, aproximadamente, de 1940 y
1968. La tendencia cultural en este lapso es que se disminuya la carga nacionalista y los intelectuales se
abran hacia las influencias extranjeras y aquellas relacionadas con el choque que produce el paso de un
México rural a uno urbano y cosmopolita. Este último punto es crítico para entender el esprit de corps
de la época, como veremos un poco más adelante.
Antes, sin embargo, cabe resaltar el marco teórico desde el cual parte Pereira para hacer su
clasificación. Tal como hemos visto con otros autores, el autor retoma la teoría de Ortega y Gasset
sobre las generaciones.
No hablamos de ‘generación’ en un sentido exclusivamente biológico o genealógico -la estricta
sucesión de hijos, padres y abuelos-, sino, como quería Ortega, atendiendo ante todo al elemento
histórico y cultural que esencialmente la define: participar de una cierta sensibilidad colectiva,
de una manera semejante de percibir y reproducir el mundo, de ideas y actitudes comunes, de
anhelos e intereses compartidos. Si a ello agregamos la fecha de nacimiento de todos ellos, ese
ritmo de sucesión generacional de 15 años que marcaba Ortega, nos damos cuenta que no es
gratuito hablar de ellos como una generación (202).

Ψ Pereira, Armando, “La generación del medio siglo: un momento de transición de la cultura mexicana”, en Literatura
mexicana, vol. 6, núm. 1, 1995, pp. 187-212.
Eduardo Portas Ruiz
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Dicho eso, el autor describe el contexto histórico en la cual se desarrollan las obras de los
principales intelectuales de la Generación del Medio Siglo. Comienza diciendo que en la década previa,
es decir 1930, ya habían desaparecido casi por completo las luchas de distintas facciones armadas y los
efectos de la crisis económica causada por la nacionalización y reparto de tierras de Lázaro Cárdenas.
Esto permitió una relativa estabilidad social y crecimiento económico en los gobiernos de Ávila
Camacho (1940-1946) y Miguel Alemán (1946-1952). El autor hace énfasis en la palabra “relativa”,
pues lo problemas sociales y políticos nunca desapareció por completo. El país entonces pasa de una
economía agrícola a una industrial. Se apoya a la empresa privada y al capital extranjero y la nación
crece gracias a la demanda de productos requeridos por la Segunda Guerra Mundial, primero, y
después por la Guerra de Corea. Es un momento en que el gobierno federal cambia el discurso
cardenista inclinado al socialismo. Ahora se lanza el discurso de la "colaboración entre clases".
Además, puesto que los partidos de oposición presentan una fuerte debilidad interna y nula influencia
entre las masas, el poder se concentra esencialmente en el Presidente.
Los cambios sociales y económicos propician, por lo tanto, una nueva sensibilidad en las artes y
en la intelectualidad nacional. De los intereses revolucionarios y rurales se pasa a inquietudes
provocadas por el choque que sucede entre las crecientes áreas urbanas y el México tradicional. Los
principales autores de la época así lo revelan, primero con una ola de autores un tanto más establecidos
y una segunda que inyecta nueva sangre al torrente cultural que se define como la Generación del
Medio Siglo. Ambos momentos, sin embargo, encapsulan una producción que privilegia la crítica y la
estética de la poesía aplicada a las distintas manifestaciones del arte y la vida misma. Son críticos de la
cultura a nivel total.
Es justo en los 40 cuando continúa la controversia entre la literatura de contenido social, heredera
en buena medida de la novela de la Revolución Mexicana, y las corrientes de vanguardia, inauguradas
por el Estridentismo y el grupo de Contemporáneos, que ya habían producido lo mejor de su obra
durante las décadas anteriores, señala el autor. Al filo del agua, el libro más importante de la década de
los 40, es autoría de Agustín Yañez, pues combina las corrientes revolucionarias y vanguardistas.
Dicha obra es publicada en 1949. Dentro de la primera corriente de literatos de la Generación del
Medio Siglo, destacan escritores como José Rubén Romero, Gregorio López y Fuentes, Mauricio
Magdaleno, Francisco Rojas González, José Mancisidor, Ermilo Abreu Gómez, Juan de la Cabada y
Rubén Salazar. También está José Revueltas. Después del Estridentismo y los Contemporáneos
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retoman la batuta los poetas y narradores que se agruparon en torno a las revistas Taller (1938-1941) y
Tierra Nueva (1940-1942): Octavio Paz, Efraín Huerta, Neftalí Beltrán, Rafael Solana y Alí
Chumacero, entre otros. Cabe señalar que la diáspora española que llega a México desde la segunda
mitad de los treinta aporta ideas novedosas a esta corriente de intelectuales.
Sin embargo, dice Pereira, es en 1950 cuando se publica El Laberinto de la Soledad, de Octavio
Paz. Junto a los planteamientos del grupo Hiperión, vendría a culminar con una serie de reflexiones
sobre el ser del mexicano iniciadas por Samuel Ramos en los años treinta. Se describe la muerte del
mexicano rural promedio a uno de corte urbano, pero con fuertes influencias tradicionales. También
toma más importancia la clase media, más cosmopolita (197). Estas nuevas preocupaciones urbanas
también se aprecian en ¿Águila o sol? de Octavio Paz, La X en la frente de Alfonso Reyes y
Confabulario de Juan José Arreola. El punto culminante, de acuerdo con Pereira, es La región más
transparente (1958), de Carlos Fuentes, la cual se convierte en la gran novela sobre la Ciudad de
México. “Su obra es una síntesis narrativa de muchos de los puntos de vista de Jesús Silva Herzog y
Daniel Cosía Villegas sobre la Revolución Mexicana, la cual es vista como una revolución traicionada
o institucionalizada, como una revolución esencialmente usurpada por un pequeño grupo contra la gran
mayoría”, señala Pereira (198).
Es a este contexto literario que se insertan los representantes más jóvenes de la Generación del
Medio Siglo. Son la segunda y tal vez más representativa ola de autores. Se nombran así en homenaje a
la revista del mismo nombre que en sus inicios contribuyó a agruparlos. Muchos de ellos venían de
provincia -Huberto Batis y Carlos Valdés de Guadalajara, Inés Arredondo de Sinaloa, Juan Vicente
Melo y Sergio Pitol de Veracruz, Jorge Ibargüengoitia de Guanajuato, Juan García Ponce de Yucatán-,
buscando tal vez, en la Ciudad de México, un horizonte más amplio para desplegar sus inquietudes
literarias, anota el texto (200). El Arco y la Lira (1956), de Octavio Paz, es un libro esencial para todos.
Esa obra es tan importante porque desarrolla los elementos esenciales de la poesía, los cuales son
aplicados por los literatos nombrados arriba en sus principales cuenta y novelas. Lo mismo sucedió con
otras expresiones artísticas. De acuerdo con Paz, los principios poéticos son lo sagrado, la otra orilla, la
parte nocturna del ser, la noción de cambio o metamorfosis, la otredad, la extrañeza, el vértigo, la
revelación, el rito, la reconciliación. La intertextualidad que aporta este marco teórico compartido hace
a lo largo de las obras se compartan “túneles y pasadizos secretos…que comunican la obra de Juan
Vicente Melo e Inés Arredondo con la de García Ponce, Pitol, José de la Colina, Elizondo o Sergio
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Fernández” (201).
Pero además, otro rasgo distintivo de esta segunda camada de escritores jóvenes es la amistad.
Una institución que potenció la amistad en este grupo fue el Centro Mexicano de Escritores (1951).
Ahí se apoya, por ejemplo, a Jorge Ibarguengoitia (1954- 1955 y 1955-1956), Tomás Segovia (1954-
1955 y 1955- 1956), Juan García Ponce (1957-1958 y 1963-1964), Inés Arredondo (1961-1962),
Vicente Leñero(1961- 1962 Y 1963-1964), Carlos Monsiváis (1962 - 1963 y 1967-1968), Salvador
Elizondo (1963-1964 y 1966-1967), Fernando del Paso (1964-1965) y José Emilio Pacheco (1969-
1970). Otra institución no menos importante para la integración y consolidación del grupo fue la
Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM.
En cuanto a la producción periódica, la Revista Mexicana de Literatura juega un papel
fundamental en tres épocas distintas: de 1955 a 1958, fundada y dirigida por Carlos Fuentes y
Emmanuel Carballo; de 1959 a 1962, dirigida primero por Tomás Segovia y Antonio Alatorre y más
tarde por el propio Segovia y Juan García Ponce, y finalmente, de 1963 a 1965, bajo la dirección única
de García Ponce. De forma separada están "México en la Cultura" (del periódico Novedades) y "La
Cultura en México" (de la revista Siempre!), los dos fundadas y dirigidas por Fernando Benítez.
Otras expresiones artísticas juegan otro papel destacado en la época. El paso hacia una sociedad
industrializada y cosmopolita se vio reflejado en distintas expresiones artísticas y culturales. En la
pintura, por ejemplo se encuentra en cambio que vivió el muralismo, el cual había sido un vehículo de
retórica revolucionaria en las décadas precias. Ahora pasó a un estilo plástico con innovaciones en la
misma forma de expesión, ya no el contenido. En ese grupo de pintores destacan Rufino Tamayo
Carlos Mérida, Juan Soriano, Pedro Coronel , Corzas y Alfonso Michel y, m ás tarde, los más jóvenes
como Cuevas, Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Alberto Gironel la, Fernando García
Ponce y Arnaldo Coen. El grupo redescubre a Gunther Gerszo y a Leonora Carrington.
La música, a su vez, empieza a dejar de lado del nacionalismo de épocas anteriores. Entre los
nuevos compositores, cuyas obras marcarían las décadas de los cincuenta y sesenta, destacan: Joaquín
Gutiérrez Heras, Armando Lavalle, Raúl Cosío, Manuel Henríquez, Héctor Quintanar y Julio Estrada.
El cine vive un caso especial. Esta es la época de oro del cine mexicano. Sin embargo, a
diferencia de las otras formas de arte, aquí el mensaje principal de las películas sigue estando en la
retórica nacionalista, el México popular y rural. Destacan María Félix y Jorge Negrete, Arturo de
Córdova y Dolores del Río, Andrea Palma, Pedro Armendáriz y Cantinflas, Joaquín Pardavé y los
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hermanos Soler, el Indio Fernández y Pedro Infante.


En la poesía, finalmente, aparece hacia 1956 el movimiento Poesía en Voz Alta. La intención del
grupo era volver a los orígenes del teatro, despojándolo de artificios innecesarios, y al mismo tiempo
hacer de la palabra hablada su esencia, su centro motor.
¿Cómo terminó el ciclo de la Generación del Medio Siglo? De acuerdo con Pereira, el declive no
estuvo relacionado con un cambio radical en la apreciación del mundo de otro grupo de intelectuales,
sino a causa de problemas derivados de la burocracia cultural. En 1967, con e l nombramiento de
Gastón García Cantú como Jefe de l a Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, que sucedería
en el cargo a Jaime García Terrés, comenzarían l as dificultades para el grupo. El detonante que hizo
explotar la bomba fue el asesinato de un homosexual italiano en la Facultad de Filosofía y Letras (211).
En la agenda de contactos del italiano se encontraron los nombres y teléfonos de muchos de los
intelectuales del Medio Siglo. A Juan Vicente Melo se le acusó de estar involucrado con el crimen. El
grupo del Medio Siglo entonces cerró filas alrededor de Melo y enfrentarse con García Cantú. A todos
se les obligó renunciar a sus puestos en la Universidad. “Una vez más, una situación de carácter
personal o Íntimo vuelve a convertirse en el vehículo de intenciones políticas o culturales más bien
oscuras”, sintetiza Pereira (ibid).
Para ese momento, el movimiento intelectual iniciado por la Generación del Medio Siglo era
amplio, plural y abierto al arte y la literatura de todas las latitudes, agrega. A partir de entonces, un
proyecto generacional quedaría frustrado, un proyecto que se sustentó siempre en la libertad intelectual
y en el ejercicio de la crítica.
Cierra Pereira:
Si tuviéramos que concluir de alguna forma estas notas sobre la cultura mexicana en la
transición del medio siglo, tendríamos que señalar que esa cultura se ha movido siempre entre
dos ejes fundamentales, entre dos polos contrapuestos: por una parte, un afán nacionalista que
la restringe a moverse en el interior de sus fronteras y en franca contraposición a todo lo que
pueda venir de fuera y, por otra, una actitud más amplia y comprensiva que sabe que una
cultura vive y se enriquece por su contacto con el exterior, por lo que puede incorporar y
asimilar de lo que se hace en otras regiones (ibid).

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