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Mitchel Cohen
EcoPortal.net
Hace doce años, un barcucho que pronto conquistaría una triste fama, el Khian Sea,
abandonó las aguas territoriales de Estados Unidos y comenzó a dar vueltas por los
océanos buscando un país dispuesto a aceptar su cargamento: 14.000 toneladas de
ceniza tóxica de incinerador.
No tardó mucho para que la protesta pública obligara a los funcionarios haitianos a
comprender repentinamente que no estaban recibiendo fertilizante. Anularon el
permiso de importación y ordenaron que los residuos fueran devueltos al barco. Pero el
Khian Sea se escapó durante la noche, dejando miles de toneladas de ceniza tóxica en
la playa.
Durante otros dos años el Khian Sea jadeó de un país a otro tratando de librarse de las
restantes 10 mil toneladas de ceniza de Filadelfia. La tripulación hasta recubrió con
pintura el nombre del barco. Sin embargo, no pudieron engatusar a nadie para que
aceptara su cargamento tóxico. Un miembro de la tripulación testimonió más tarde que
finalmente vertieron los residuos en el Océano Índico. El grupo activista ecológico
Greenpeace, presionó al gobierno de EE.UU. para que analizara el "fertilizante." La
Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE.UU. y Greenpeace comprobaron que
contenía 1800 libras de arsénico, 4300 libras de cadmio, y 435 mil libras de plomo,
dioxina, y otros productos tóxicos. Pero nadie quiso limpiarlo.
El costo de la limpieza en Gonaïves había sido estimado en unos 300 mil dólares. Pero
el abogado de Filadelfia Ed Rendell -en aquel entonces alcalde de esa ciudad y ahora
presidente del Comité Nacional del Partido Demócrata -rehusó contribuir los fondos, a
pesar del superávit de 130 millones de dólares en el presupuesto de Filadelfia. Joseph
Paolino & Sons, que habían contratado a Amalgamated Shipping (propietarios de la
barcaza de desechos Khian Sea) para que transportara la ceniza de residuo, también
se negó.
El uso creativo de los términos "reciclado" e "inerte" encuentra también una creciente
aplicación en productos para uso local. Por ejemplo, "ingredientes inertes" no
declarados, incluyendo productos químicos conocidos como carcinogénicos, pueden ser
mezclados con los insecticidas malatión y piretroides pulverizados en cantidades
masivas sobre la población y el medio ambiente de New York City en el otoño de 1999.
Algunos de estos "ingredientes inertes," propelentes y sinergistas, tales como el
conocido carcinógeno Butóxido de Piperonilo (PBO), aumentan la toxicidad de la
neblina letal sobre los mosquitos. Pero también aumentan dramáticamente los peligros
para la gente y el medio ambiente. Otros ingredientes, tales como los destilados de
petróleo que se encuentran en la mayor parte de los pesticidas pulverizados, impactan
el hígado y el sistema inmunológico. Los numerosos efectos a largo plazo sobre la
salud de los pesticidas (y sus ingredientes "inertes" y "reciclados") sobre la gente y los
ecosistemas ya están resultando severos.
La administración Clinton tomó medidas enérgicas contra los refugiados que huían de
los escuadrones de la muerte en Haití en 1993, encarcelando a muchos de ellos, de los
que se decía que eran portadores del virus VIH, en un campo de concentración en la
base naval de EE.UU. en Guantánamo, Cuba, y devolviendo a muchos a los
torturadores y al medio ambiente tóxico del que habían escapado. El tema del
"fertilizante" tóxico volvió al tapete. Un activista dijo: "En lugar de repatriar a los
refugiados haitianos a Haití, el gobierno de EE.UU. debiera repatriar los residuos
tóxicos a su propio país."
Haití, después de todo, ha sido un vertedero favorito para los productores corporativos
de residuos. La devastación ecológica causada por el vertido de productos tóxicos en
Haití (y en otras partes) ha generado una crisis sanitaria igualmente devastadora, que
es exacerbada por el traslado forzoso de sus tierras de miles de trabajadores agrícolas
por orden del Fondo Monetario Internacional. Las tierras son luego confiscadas y
entregadas a las corporaciones multinacionales agropecuarias, que realizan el
monocultivo de algodón y café genéticamente manipulados, y productos de lujo para la
exportación, haciendo que los alimentos naturales sean mucho más difíciles de
conseguir.
"La lluvia arrastra los metales pesados, como el mercurio, el níquel y el arsénico
dentro del suelo, llevándolos a ríos, charcos, arroyos, el océano y los lagos. Allí, los
peces, los caracoles, los langostinos, etc. se contaminarían... [así como] la fauna que
luego es comida por los pájaros y otros animales, así como por los seres humanos.
"De esta manera los compuestos químicos son transferidos de los animales pequeños a
los seres humanos y se acumulan en el tejido muscular.
"Las plantas también se contaminarían absorbiendo el agua y por ello todas las
cosechas destinadas al consumo humano.
Ahora, más de una década después del acontecimiento, ha habido lo que parece ser
algo de justicia. Grupos ecologistas y por la justicia social han obligado finalmente al
gobierno y a los empresarios de EE.UU. a que reciban de vuelta los residuos que
vertieron en la playa de Gonaïves.
El gobierno de Haití -que había reemplazado al régimen militar años antes- supervisó
los esfuerzos, y -por una extraña casualidad- también aceptó financiar una parte del
traslado. Un equipo de trabajadores en Gonaïves trabajó largas horas bajo el sol
ardiente durante cinco meses para asegurarse de que el material era tratado
correctamente y que abandonaba Haití en su totalidad. El Departamento de Agricultura
de EE.UU. controló el tratamiento. Fue completado a fines de marzo de 2000.
En el Frente Interior
La gobernadora de New Jersey, Christine Todd Whitman, como sus colegas en Nueva
York y otras partes, ha menospreciado repetidamente los informes sobre altos niveles
de mercurio y de otras toxinas en las vías acuáticas del estado. En realidad, fue sólo
gracias a la protesta pública ante el intento del Departamento de Protección de la
Energía de New Jersey de elevar el estándar de limpieza de cromo de 75 partes por
millón a un nivel enorme de 56 mil partes por millón -que hubiera redefinido todos los
150 sitios contaminados con cromo en Jersey City como "limpios," sin ningún cambio-
lo que obligó a la administración Whitman a echar marcha atrás sobre ese tema en
particular.
Un estudio similar por el Departamento de Salud de Nueva York (en 1994) encontró un
aumento de un 62 por ciento en los casos de cáncer de mama entre las mujeres que
vivían dentro de una media milla de industrias de productos químicos, petróleo y
caucho.
Las corporaciones con oficinas centrales en Nueva Jersey y otras partes han seguido
hace tiempo el ejemplo de la Gobernadora Whitman y sus predecesores ante su
aceptación de altos niveles de mercurio y otros contaminantes en las vías acuáticas del
estado. Borden Chemicals and Plastics, Calgon Carbon Inc., y American Cyanamid -
con oficinas centrales en Nueva Jersey, esta última la empresa matriz de Old Spice,
Pierre Cardin, y el shampoo Breck- son inmensos productores de residuos de mercurio.
Si bien existen leyes que limitan el vertido de residuos peligrosos en EE.UU. - aunque
no se implementen- es otra cosa cuando se trata de numerosos otros países que están
desesperados por desarrollarse de cualquier manera. De manera que esas compañías
embarcaron 10.000 barriles de residuos de mercurio a la instalación de "reciclado"
Thor de American Cyanamid en África del Sur a mediados de los años 80. El gobierno
de EE.UU. miró hacia otro lado mientras American Cyanamid vertía más de 120 mil
libras de mercurio y otros residuos tóxicos producidos en Nueva Jersey en los ríos
sudafricanos, amenazando drásticamente el agua potable y la agricultura y matando a
cientos de personas río abajo.
¿Qué pasa con el proceso industrial propiamente tal? ¿Puede haber extracción,
digamos, de petróleo sin envenenar a toda una región (y la represión política que es la
consecuencia necesaria), como ha pasado con los ogoni en Nigeria, los mayas de
Chiapas, o los navajos/dineh y hopis de la Gran Montaña, Arizona?
¿Y qué pasa con los productos producidos? Todos los productos se vuelven residuos en
algún momento. ¿Cómo se dispone de ellos?
En la actualidad, casi todas las importaciones de arroz de EE.UU. han sido tratadas en
ultramar con butachlor. La sustancia, prohibida en EE.UU., termina envenenando no
sólo a los pobres en otros países, sino también a aquellos que comen arroz aquí, en
EE.UU.
Otro ejemplo, entre miles: Los tampones producidos en EE.UU. pero cuya venta está
prohibida aquí porque causan el síndrome del choque tóxico, una enfermedad mortal.
Aunque el producto ha sido retirado del mercado local, las compañías estadounidenses
vendieron por millones los mismos tampones en África, y Sur y Centroamérica durante
la década del 80, aunque los riesgos mortales eran conocidos.
Ninguno de estos son ejemplos aislados que puedan ser considerados equivocaciones,
errores de política, o incluso ·" excesos desafortunados" del proceso de producción
capitalista. La revista financiera de Wall Street, Barron´s, resumió brevemente: "en la
generación de la energía nuclear, los peligros creados por el hombre parecen
inevitables, pero la bancarrota nos parece un riesgo innecesario."
El arsénico de un poste, si está fijo en un sitio, puede contaminar 2,3 millas cuadradas.
La necesidad que tienen los países de la OCED (Organización para la Cooperación
Económica y el Desarrollo, un grupo de 29 potencias ricas e industriales, tales como
Europa, Japón, Rusia, EE.UU. y Canadá) de encontrar nuevos sitios donde depositar los
residuos de la producción industrial es una de las fuerzas menospreciadas que
promueven los programas de ajuste estructural del FMI y el Banco Mundial.
El comercio en residuos tóxicos es más que una industria lucrativa; también es una
estrategia central del Nuevo Orden Mundial, una forma intencionada de cercar tierras y
recursos -el mismísimo aire que respiramos- previamente de propiedad común y
establecer el comercio en "derechos de polución." Es un medio de proletarizar a
campesinos y aldeanos, llevándolos a nuevas formas de explotación del trabajo y de la
naturaleza. Como la oposición al vertido de residuos tóxicos y a la incineración de
basura peligrosa se apasiona, convirtiéndose en movimientos políticos masivos, hay un
entendimiento creciente de que "ni las regulaciones gubernamentales ni el mercado
capitalista son capaces de suministrar una protección adecuada para los ecosistemas
naturales o para las comunidades afectadas por la contaminación medioambiental."
En diciembre de 1971, Lawrence Summers era el economista jefe del Banco Mundial.
En esa capacidad, publicó un memorando sorprendentemente directo al personal
superior del Banco Mundial llamándolos a planificar sus programas de ajuste
estructural y renegociar los planes de pago de deudas para estimular las áreas
relativamente poco contaminadas del mundo para que, entre otras cosas, aceptaran
una "redistribución" más justa de los residuos y de la contaminación del mundo
industrial. Esto sería un gran progreso hacia, como dijo, la rectificación del
"desequilibrio" tóxico actual.
Summers, que redactó el Informe del Banco Mundial sobre el Desarrollo Mundial para
1992, afirmó que había desarrollado "la lógica económica que justifica que se vierta un
volumen de residuos tóxicos en el país de salarios más bajos." Descubrió que la lógica
era "impecable, y que debiéramos confrontar ese hecho."
"Se genera tanta polución con industrias que no se pueden trasladar (transporte,
generación de electricidad) [que hace que] los costos de transporte por unidad de
residuos sólidos... sean tan altos," se quejaba Summers. Por desgracia esas industrias
no trasladables "impiden que se haga un beneficioso comercio con la polución del aire
y los residuos" como se estipula en la Ley de Aire Limpio de 1991 para los
contaminantes locales. En lugar de ilegalizar los contaminantes y los carcinógenos
peligrosos, la Ley otorga "créditos de polución" -cuotas de destrucción ecológica- a las
corporaciones y a las municipalidades en EE.UU. Aquellos que "contaminan menos"
pueden vender sus créditos de "exceso" de polución -su "derecho" a asolar el medio
ambiente - a compañías que rehúsan o que no pueden reducir sus residuos tóxicos y
así siguen manteniendo sus niveles de beneficios -el "libre mercado" en su forma más
brutal y salvaje.
Summers continuaba, burlándose de las quejas de los pobres que decían que su salud
estaba siendo destrozada por el vertido de toxinas en sus comunidades. Por su
pobreza, argumentó, los pobres jamás vivirían lo suficiente para contraer las
enfermedades que la exposición a los residuos vertidos o incinerados causarían
ordinariamente a gente que vive más tiempo -en otras palabras, aquellos que viven en
EE.UU., Europa, y partes de Asia. "La preocupación por un agente que causa un
cambio de un punto en un millón en las posibilidades de cáncer de la próstata,"
escribió, "será obviamente mucho más elevada en un país en el que la gente vive lo
suficiente para contraer cáncer de próstata, que en un país donde la mortalidad por
debajo de cinco años es de 200 por mil." Así, concluyó Summers, verter residuos
tóxicos en áreas donde la gente ya tiene vidas más cortas, no preocupa a nadie.
En la visión del mundo de Summers, "los países pobres deberían explotar su 'ventaja
comparativa' de salarios bajos, o acceso a los recursos naturales, o bajos estándares
ecológicos," explican Russell Mokhiber y Robert Weissman, que fueron autores en
conjunto de Corporate Predators: The Hunt for MegaProfits and the Attack on
Democracy [Aves de Rapiña Corporativas: La Caza de Mega ganancias y el Ataque
Contra la Democracia.] "Aunque pocos países se han 'desarrollado' con este enfoque,
ha resultado muy efectivo para compañías como Nike, que ha aprovechado los bajos
salarios en toda Asia, o incluso GM, que produce automóviles y camiones en México
con la misma tecnología que en Michigan, pero con trabajadores con salarios más
bajos. Los fabricantes de tecnologías contaminantes tales como los incineradores que
están siendo eliminados en los países industriales, también se han beneficiado, porque
pueden seguir funcionando, vendiendo a los países del tercer mundo. Los fabricantes
estadounidenses que querían escapar las regulaciones medioambientales (tales como
los fabricantes de muebles que utilizan adhesivos, disolventes, y pinturas tóxicas) se
han aprovechado mudándose de sitios como Los Ángeles a México."
3) establecer los nuevos gerentes globales del capital -ONGs- para que intercedan en
los nuevos movimientos "por cuenta de" la gente indígena, los trabajadores y los
movimientos comunitarios, impidiéndoles que hablen con su propia voz sobre sus
propias necesidades, y menguando sus victorias contra la imposición de relaciones
capitalistas, a cambio de mejoras inmediatas (y temporales) en sus situaciones
materiales dentro de esas relaciones;
El Secretario del Tesoro Summers ha sido también identificado como "el astuto
arquitecto de un esprint final alrededor del Congreso, que resultó en el paquete de
rescate de 42 mil millones de dólares para México" de 1995, según el reportero del NY
Times David Sanger. En la época en que aprobó el paquete de rescate para México de
1995, Summers trabajaba para el Secretario del Tesoro de aquel entonces, Robert
Rubin.
En junio de 1998, el Secretario del Tesoro Summers fue el principal economista que
formuló la ayuda financiera de EE.UU. al gobierno de Indonesia, mientras incendios
masivos asolaban los bosques indonesios, y mientras sus militares se estaban
preparando para volver a asesinar civiles en Timor Oriental. En una declaración del 25
de junio de 1998, el Secretario del Tesoro de Clinton dijo: "Saludamos el anuncio de
hoy en Yakarta, de que el Fondo Monetario Internacional y el Gobierno de Indonesia
han llegado a un acuerdo sobre un programa económico modificado, elaborado para
estabilizar la economía indonesa. EE.UU. tiene un fuerte interés económico y de
seguridad nacional en que Indonesia tenga éxito en esos esfuerzos, que dependerán
de su capacidad de apoyar tanto las reformas económicas como las políticas.
Consultaremos con las instituciones financieras internacionales y otros países del
mundo para asegurar que el apoyo internacional para Indonesia sea suficiente para
que enfrente los difíciles desafíos que confronta actualmente. Esperamos la oportuna
aprobación por el consejo y el desembolso de estos fondos, así como de aquellos del
Banco Mundial.
Kalama -un territorio de EE.UU. a 825 millas al sudoeste de Hawai y a 1400 millas al
este de las Islas Marshall- es una isla antaño idílica, de 56 acres, rica en vida marina y
ornitológica, que fue expandida a 690 acres por los militares de EE.UU. y que ahora
está contaminada con Agente Naranja y con plutonio. Conocida como JACADS, la
instalación en la isla Johnston, que inició su funcionamiento en junio de 1994, es la
única planta de incineración de armas químicas de envergadura de EE.UU. Ha sido
diseñada para quemar el agente HD ("gas mostaza") y los agentes nerviosos GB y VX -
este último ha salido mucho en las noticias recientemente, ya que EE.UU. pretendió
haber encontrado indicios en el suelo alrededor de una planta farmacéutica en Sudán,
que procedió a bombardear, así como en Irak, que adquirió precursores del agente
nervioso de EE.UU. a fines de los años 80, a cuya pretendida presencia EE.UU. tuvo la
misma respuesta irracional y asesina.
El Ejército dice que JACADS está siendo utilizado sólo: 1) para quemar el arsenal de
armas químicas embarcadas al atolón en 1971 desde Okinawa (el Congreso prohibió el
transporte de las armas de Okinawa al área continental de EE.UU.), y, 2) para quemar
más de 100.000 proyectiles GB y VX del arsenal de armas de hace 30 años,
transportadas desde Alemania en 1990. Los oponentes a JACADS, basados en Hawai,
subrayan una historia de problemas peligrosos causados por la incineración, desde 133
soldaduras de calidad inferior en las tuberías, a explosiones en varias partes del horno
que ya habían liberado pequeñas cantidades de agente nervioso GB a la atmósfera (en
marzo de 1994), a la generación de subproductos inesperados de gas mostaza
descompuesto. Señalan que la tecnología "de final abierto" utilizada por el incinerador
de la Isla Johnston (y todos los incineradores de residuos) emite sustancias
transportadas por el aire y carcinogénicos tales como dioxinas y furanos. Tales
emisiones, y cualquier gas nervioso que se escapara, se establecen en la capa superior
del océano circundante y pueden ser transportadas por los vientos a áreas pobladas,
incluyendo la parte continental de EE.UU.
Hay alternativas mucho más seguras, de probada eficacia, para la incineración, igual
que existen para la pulverización de insecticidas -pero, son más caras. Alternativas
factibles incluyen el biosaneamiento con enzimas naturales, la neutralización química,
y la "oxidación supercrítica" (usando agua). El gobierno de EE.UU., sin embargo,
rehúsa aceptar que la protesta internacional que ha despertado su incineración de las
armas químicas y el almacenamiento de los residuos, "obstruya" sus planes. El
gobierno de EE.UU. trata de argumentar que semejante oposición viola las reglas de la
Organización Mundial de Comercio que cubren el "libre comercio," sin impedimentos,
con residuos tóxicos.
Jim Vallette escribe: "En 1994, a propósito, casi todos los demás países del mundo
rompieron la "lógica económica" de Mr. Summers, -con su formación en Harvard- de
descargar los venenos de los países ricos sobre sus vecinos más pobres, y se ponían
de acuerdo en prohibir la exportación de residuos peligrosos de los países de la OCDE
a países no miembros de la OCDE según la Convención de Basilea. Cinco años más
tarde, EE.UU. es uno de los pocos países que aún no han ratificado la Convención de
Basilea, o la Enmienda de Prohibición de la Convención de Basilea sobre la exportación
de residuos peligrosos de los países de la OCDE a países no miembros.
La descarga de residuos líquidos peligrosos puede costar 2000 dólares por tonelada.
Los gastos totales anuales llegan a decenas de miles de millones de dólares,
compitiendo con el tráfico de drogas en las ganancias potenciales para los
intermediarios. Mucho más barato, por lo tanto, es verterlos o quemarlos en el
extranjero, a sólo una fracción del costo económico. Ciertamente, los países
industrializados están bajo presión constante para encontrar nuevas regiones para
desembarazarse de sus residuos. A fines de los años 80 y a principios de los 90,
Somalia, Haití, y Guatemala se convirtieron en los últimos territorios elegidos por el
Nuevo Orden Mundial de George Bush para descargar inmensas cantidades de residuos
industriales e incinerados. En realidad, la descarga de residuos peligrosos, fue uno de
los factores que impulsaron la intervención militar, en sitios tales como Somalia y
Haití.
Meses antes de que EE.UU. enviara tropas a Somalia, supuestamente para proteger las
líneas de suministro de alimentos contra los hurtos por los "malvados caudillos," Italia
-un importante aliado de la OTAN que había enviado cientos de soldados a Somalia-
estaba completando disposiciones para embarcar los residuos del sur de Europa a ese
país, sin protesta alguna de EE.UU.
Además, Nur Elmy Osman, el "ministro de salud" bajo el presidente de Somalia, Ali
Mahdi Mohamed, firmó un compromiso por 20 años a fines de 1991 -un año antes de
la ocupación militar de EE.UU. -con una compañía privada, Acher Partners, para
permitir la construcción de otro incinerador cerca de Mogadishu y un vertedero para
contener 11 millones de toneladas de residuos industriales y hospitalarios "tratados,"
incluyendo "residuos sólidos y líquidos de tipo tóxico." El jefe de ecología de la ONU,
Mostafa Tolba, condenó el vertedero propuesto, diciendo que agravaría la destrucción
del ecosistema de Somalia y amenazaría la pérdida de más vidas en ese asolado país.
El teléfono de Acher Partners era el del hogar de una joven en Lausana, Suiza. Dijo
que no tenía idea de lo que hacía la compañía.
A principios de los años 90, el gobierno de El Salvador aprobó que se construyera una
instalación de tratamiento de residuos peligrosos en la ciudad de La Unión, que
aceptaría tres veces el volumen de la unidad guatemalteca. El régimen salvadoreño
comenzó a ampliar sus puertos para recibir las barcazas con residuos esperadas de
EE.UU., Europa, y Japón. Mientras tanto, a pesar de intentos de llegar a acuerdos
internacionales (que EE.UU., Canadá y Japón se negaron a firmar), hasta Panamá está
husmeando excitadamente en la dirección de la incineración mientras el tórrido aliento
tóxico del Tío Sam cosquillea el cuello de su Zona del Canal.
Título Original: Toxic Wastes and the New World Order. Origen: ZNet Traducido por
Germán Leyens y revisado por Carlos Carmona
Mitchel Cohen
organiza junto con los Verdes de Brooklyn y el Partido Verde del Estado de Nueva
York, el Colectivo Red Balloon, y la Red de Acción Directa para Liberar a Mumia Abu
Jamal y Leonard Peltier.