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Residuos tóxicos y el Nuevo Orden Mundial

Mitchel Cohen
EcoPortal.net

El comercio en residuos tóxicos es más que una industria lucrativa; también


es una estrategia central del Nuevo Orden Mundial, una forma intencionada
de cercar tierras y recursos -el mismísimo aire que respiramos- previamente
de propiedad común y establecer el comercio en "derechos de polución."

Comerciando con residuos

Hace doce años, un barcucho que pronto conquistaría una triste fama, el Khian Sea,
abandonó las aguas territoriales de Estados Unidos y comenzó a dar vueltas por los
océanos buscando un país dispuesto a aceptar su cargamento: 14.000 toneladas de
ceniza tóxica de incinerador.

Primero fue a Bahamas, luego a la República Dominicana, Honduras, Bermuda, Guinea


Bissau, y las Antillas Holandesas. Por todas partes, la gente se reunió a protestar
contra su llegada. Nadie quería que se tiraran en su país los millones de kilos de ceniza
del incinerador municipal de Filadelfia. Desesperada por descargar, la tripulación del
barco mentía sobre su cargamento, esperando encontrar un gobierno ignorante que lo
aceptara. Algunas veces identificaban la ceniza como "material de construcción," otras
veces decían que era relleno para la construcción de carreteras, y si no bastaba que
eran "desechos enlodados." Pero los expertos en ecología les ganaban generalmente la
delantera, notificando a los receptores; nadie aceptaba la carga. Eso es, hasta que
llegó a Haití. Allí, el dictador respaldado por EE.UU., Baby Doc Duvalier, extendió un
permiso para el "fertilizante," y 4000 toneladas de la ceniza fueron descargadas en la
playa de la localidad de Gonaïves.

No tardó mucho para que la protesta pública obligara a los funcionarios haitianos a
comprender repentinamente que no estaban recibiendo fertilizante. Anularon el
permiso de importación y ordenaron que los residuos fueran devueltos al barco. Pero el
Khian Sea se escapó durante la noche, dejando miles de toneladas de ceniza tóxica en
la playa.

Durante otros dos años el Khian Sea jadeó de un país a otro tratando de librarse de las
restantes 10 mil toneladas de ceniza de Filadelfia. La tripulación hasta recubrió con
pintura el nombre del barco. Sin embargo, no pudieron engatusar a nadie para que
aceptara su cargamento tóxico. Un miembro de la tripulación testimonió más tarde que
finalmente vertieron los residuos en el Océano Índico. El grupo activista ecológico
Greenpeace, presionó al gobierno de EE.UU. para que analizara el "fertilizante." La
Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE.UU. y Greenpeace comprobaron que
contenía 1800 libras de arsénico, 4300 libras de cadmio, y 435 mil libras de plomo,
dioxina, y otros productos tóxicos. Pero nadie quiso limpiarlo.

El costo de la limpieza en Gonaïves había sido estimado en unos 300 mil dólares. Pero
el abogado de Filadelfia Ed Rendell -en aquel entonces alcalde de esa ciudad y ahora
presidente del Comité Nacional del Partido Demócrata -rehusó contribuir los fondos, a
pesar del superávit de 130 millones de dólares en el presupuesto de Filadelfia. Joseph
Paolino & Sons, que habían contratado a Amalgamated Shipping (propietarios de la
barcaza de desechos Khian Sea) para que transportara la ceniza de residuo, también
se negó.

En julio de 1992, el Departamento de Justicia de EE.UU. -presionado por grupos


ecologistas en todo el mundo- presentó finalmente acusaciones contra dos
comerciantes con residuos que habían embarcado y descargado las 14 mil toneladas
de ceniza de incinerador de Filadelfia. Acusaciones similares se presentaron contra tres
individuos y cuatro corporaciones que habían exportado ilegalmente 3000 toneladas de
residuos peligrosos a Bangladesh y Australia, declarados también como fertilizantes.
Pero ninguno de los comerciantes de residuos fue acusado de tirar su cargamento
tóxico en alta mar, ni por declararlo falsamente como fertilizante y abandonarlo en las
playas de Haití, Bangladesh, y Australia. Fueron acusados de mentir a un jurado de
acusación.

¿Por qué? Porque la ley estadounidense protege a los comerciantes, no a los


receptores de residuos tóxicos -y la Organización Mundial de Comercio trata de
imponer internacionalmente semejantes leyes. En los últimos años, gran parte de los
residuos de los países industrializados han sido exportados abiertamente, descritos
como "material reciclado." Son promocionados como "combustible" para incineradores
que generan energía en los países pobres. "Una vez que un residuo es calificado de
"reciclable" queda exento de la ley de residuos tóxicos de EE.UU. y puede ser
comprado y vendido como se quiera, como si fuera un helado. Escorias, sedimentos, e
incluso polvos captados en filtros de control de polución, son ensacados y embarcados
al exterior,·" escribe Peter Montague en Rachel´s Weekly. "Estos desechos pueden
contener importantes cantidades de metales valiosos, como zinc, pero también pueden
contener y contienen cantidades importantes de subproductos tóxicos tales como
cadmio, plomo y dioxina. La laguna legal vía "reciclado" en la ley de residuos tóxicos
de EE.UU. es suficientemente grande para permitir que pase una barcaza, y muchas
barcazas la pasan flotando sin que nadie las cuente."

¿Cómo puede ser un fertilizante la ceniza tóxica?

Cada año, miles de toneladas de residuos "reciclados" de EE.UU., declarados


engañosamente como "fertilizante," son diseminadas en haciendas, playas, y desiertos
en Bangladesh, Haití, Somalia, Brasil, y docenas de otros países. La administración
Clinton continuo la iniciativa de George Bush [padre] al permitir a las corporaciones
estadounidenses que mezclen cenizas de incineradores y otros residuos conteniendo
altas concentraciones de plomo, cadmio, y mercurio con productos agroquímicos. Esto
se vende a agencias y gobiernos que no lo sospechan, o que no se preocupan, en todo
el mundo.

Estos productos químicos peligrosos son considerados "inertes," ya que no juegan un


papel activo como "fertilizante" -aunque son muy activos causando cáncer y otras
enfermedades. Bajo la ley de EE.UU., los ingredientes denominados "inertes" no
necesitan ser etiquetados o declarados al comprador.

El uso creativo de los términos "reciclado" e "inerte" encuentra también una creciente
aplicación en productos para uso local. Por ejemplo, "ingredientes inertes" no
declarados, incluyendo productos químicos conocidos como carcinogénicos, pueden ser
mezclados con los insecticidas malatión y piretroides pulverizados en cantidades
masivas sobre la población y el medio ambiente de New York City en el otoño de 1999.
Algunos de estos "ingredientes inertes," propelentes y sinergistas, tales como el
conocido carcinógeno Butóxido de Piperonilo (PBO), aumentan la toxicidad de la
neblina letal sobre los mosquitos. Pero también aumentan dramáticamente los peligros
para la gente y el medio ambiente. Otros ingredientes, tales como los destilados de
petróleo que se encuentran en la mayor parte de los pesticidas pulverizados, impactan
el hígado y el sistema inmunológico. Los numerosos efectos a largo plazo sobre la
salud de los pesticidas (y sus ingredientes "inertes" y "reciclados") sobre la gente y los
ecosistemas ya están resultando severos.

La administración Clinton tomó medidas enérgicas contra los refugiados que huían de
los escuadrones de la muerte en Haití en 1993, encarcelando a muchos de ellos, de los
que se decía que eran portadores del virus VIH, en un campo de concentración en la
base naval de EE.UU. en Guantánamo, Cuba, y devolviendo a muchos a los
torturadores y al medio ambiente tóxico del que habían escapado. El tema del
"fertilizante" tóxico volvió al tapete. Un activista dijo: "En lugar de repatriar a los
refugiados haitianos a Haití, el gobierno de EE.UU. debiera repatriar los residuos
tóxicos a su propio país."

Haití, después de todo, ha sido un vertedero favorito para los productores corporativos
de residuos. La devastación ecológica causada por el vertido de productos tóxicos en
Haití (y en otras partes) ha generado una crisis sanitaria igualmente devastadora, que
es exacerbada por el traslado forzoso de sus tierras de miles de trabajadores agrícolas
por orden del Fondo Monetario Internacional. Las tierras son luego confiscadas y
entregadas a las corporaciones multinacionales agropecuarias, que realizan el
monocultivo de algodón y café genéticamente manipulados, y productos de lujo para la
exportación, haciendo que los alimentos naturales sean mucho más difíciles de
conseguir.

Algunos de los campesinos desposeídos son absorbidos por centros de explotación -


eufemísticamente llamados "zonas empresariales" y más adecuadamente llamados
"campos de trabajo forzado," subcontratados por corporaciones como Disney, Sears,
Kathy Lee, y Wal-Mart. Allí, dejan de tener validez hasta los pocos controles ecológicos
que rigen en el resto del país, aumentando dramáticamente el nivel de enfermos por
cáncer y tuberculosis. La neumonía y otras enfermedades oportunistas ("oportunistas"
en el sentido de que aprovechan los sistemas inmunes destruidos por la destrucción
generalizada de la ecología) continúan causando estragos en Haití. Uno de los primeros
pasos tomados por la junta militar en ese país después de su golpe en septiembre de
1991, fue terminar todos los programas de tratamientos del SIDA y de atención
médica gratuita que habían sido establecidos durante el breve gobierno de Aristide.
Como consecuencia de la devastación ecológica, los cierres de clínicas y la exposición a
toxinas en los alimentos, el aire y el agua, las mujeres refugiadas de Haití que viven
ahora en EE.UU. muestran un nivel mucho más elevado de cáncer cervical que el resto
de la población.

En Nicaragua, una proposición de importar residuos peligrosos y ceniza de incinerador


de Filadelfia generó una tormenta de protestas de todos los sectores de la población
nicaragüense, aunque no se informó al respecto en la prensa de EE.UU. El partido
revolucionario sandinista, que llegó al poder en 1979 y que fuera derrotado diez años
más tarde en medio de una intensa guerra contrarrevolucionaria auspiciada por
EE.UU., dirigió la oposición en el congreso nicaragüense. El único apoyo a la propuesta
provino de Steadman Fahoth, un dirigente contra de los indios misquitos, discípulo del
evangelista fascista Sun Myung Moon que, después de la derrota del gobierno
sandinista, fue recompensado por el nuevo gobierno colocándolo a cargo de
"problemas ecológicos" en la región atlántica del país. La Asociación Nicaragüense de
Biólogos y Ecologistas objetó que las fuertes lluvias en la Costa Atlántica causarían que
los componentes letales de la ceniza penetraran el ecosistema acuático y causarían
severos daños al nivel freático, a la flora y la fauna, así como a la vida humana.

"La lluvia arrastra los metales pesados, como el mercurio, el níquel y el arsénico
dentro del suelo, llevándolos a ríos, charcos, arroyos, el océano y los lagos. Allí, los
peces, los caracoles, los langostinos, etc. se contaminarían... [así como] la fauna que
luego es comida por los pájaros y otros animales, así como por los seres humanos.

"De esta manera los compuestos químicos son transferidos de los animales pequeños a
los seres humanos y se acumulan en el tejido muscular.

"Las fuentes de agua subterráneas también se contaminarían, al absorberse el agua a


través del suelo. De esta manera los productos químicos llegan al nivel freático y a los
pozos y a otras fuentes utilizadas por la gente y por comunidades enteras.

"Las plantas también se contaminarían absorbiendo el agua y por ello todas las
cosechas destinadas al consumo humano.

"Finalmente, el viento llevaría la ceniza a distancias considerables, alcanzando incluso


pueblos y comunidades distantes. Sus habitantes la absorberían por sus sistemas
respiratorios. También se envenenaría a animales domésticos." Confrontada con una
amplia resistencia, la importación de residuos peligrosos fue rechazada por el
momento.

La oposición mundial al vertido de productos tóxicos está despertando a la ciudadanía


en Estados Unidos, donde la prolongada oposición local al vertido e incineración de
residuos tóxicos se está convirtiendo en una resistencia total. Comenzando con el
horror de la filtración tóxica en el irónicamente llamado Canal del Amor a principios de
los años 80 en el norte del estado de Nueva York, los gobiernos locales han sido
obligados por residentes iracundos a ilegalizar el entierro, por parte de las
corporaciones, de residuos o cenizas de incinerador conteniendo metales pesados en
vertederos (muchos de los cuales ya están casi llenos al máximo en todo caso, y
continúan envenenando el suelo y el agua subterránea.) Pero la legislación federal aún
se queda muy atrás. Como hemos visto, la ceniza tóxica se quedó abandonada durante
12 años en las playas de Bangladesh y Haití, envenenando el medio ambiente y
volándose con el viento.

Ahora, más de una década después del acontecimiento, ha habido lo que parece ser
algo de justicia. Grupos ecologistas y por la justicia social han obligado finalmente al
gobierno y a los empresarios de EE.UU. a que reciban de vuelta los residuos que
vertieron en la playa de Gonaïves.

El proceso de traslado llegó a ocurrir sólo gracias a la presión constante de activistas


ecológicos en EE.UU. y Haití. Tomó casi un año y requirió la cooperación extensiva de
muchas entidades. Y también necesitó un buen poco de suerte. ¿Se recuerdan de
Paolino & Sons, Inc. ? Fue la empresa que había sido subcontratada por la Ciudad de
Filadelfia para que transportara sus residuos, y que por su parte alquiló el Khian Sea.
Años más tarde, Louis D. Paolino, el ex jefe de la compañía, trató de conseguir
lucrativos contratos de transporte de residuos de la Ciudad de Nueva York, a través de
su nueva compañía, Eastern Environmental Services -adquirida entretanto por Waste
Management, Inc. , que maneja gran parte del extremadamente lucrativo negocio de
la basura de Nueva York. Antes de otorgar nuevos contratos o aprobar la adquisición
corporativa, la Comisión de Residuos Industriales de Nueva York, la entidad que regula
la eliminación de residuos comerciales en la Ciudad de Nueva York, "obtuvo" el
acuerdo de Paolino, Waste Management Inc., y la Ciudad de Filadelfia, de "contribuir"
económicamente al traslado de la ceniza en Haití -el precio por obtener más negocios
en la Ciudad de Nueva York.

El gobierno de Haití -que había reemplazado al régimen militar años antes- supervisó
los esfuerzos, y -por una extraña casualidad- también aceptó financiar una parte del
traslado. Un equipo de trabajadores en Gonaïves trabajó largas horas bajo el sol
ardiente durante cinco meses para asegurarse de que el material era tratado
correctamente y que abandonaba Haití en su totalidad. El Departamento de Agricultura
de EE.UU. controló el tratamiento. Fue completado a fines de marzo de 2000.

El Departamento de Agricultura de EE.UU. desarrolló y supervisó el protocolo del


tratamiento de la ceniza, y certificó que no se corría peligro al depositarlo en un
vertedero en EE.UU. La Comisión de Residuos Industriales de Nueva York gerenció la
contribución económica estadounidense y las negociaciones de búsqueda de un
vertedero. (No se ha informado aún sobre los montos contribuidos por las diversas
agencias estadounidenses.)

Finalmente, el 5 de abril de 2000, la ceniza partió de Gonaïves. Fue descargada en su


momento en EE.UU. 17 días más tarde y está siendo almacenada provisoriamente,
esperando su traslado a un sitio de almacenamiento permanente en un área de Waste
Management. Doce años después que comenzara su viaje, el residuo ha sido
"repatriado."

En el Frente Interior

Mientras el comercio en residuos tóxicos hace que la situación en el exterior sea


terrible, es apenas mejor dentro del país. Las vías acuáticas interiores en EE.UU. están
peligrosamente contaminadas con residuos industriales. La Agencia de Protección del
Medio Ambiente dice que un 40 por ciento de las vías acuáticas de la nación están
demasiado contaminadas para nadar o pescar. El mercurio es una de las numerosas
toxinas presentes en los residuos industriales embarcados al extranjero para ser
incinerados o enterrados, que ahora vuelven a contaminar nuestras aguas. Es un
veneno mortal con efectos brutales sobre el sistema nervioso, incluso en
concentraciones muy bajas. El envenenamiento con mercurio causa sordera, pérdida
de los sentidos del olfato y del gusto, úlceras, deterioro mental, daño a los riñones y la
muerte. En 1994, el estado de Nueva Jersey publicó un aviso sanitario advirtiendo a
los residentes que no comieran lubina, bagre o lucio en 15 localidades en el estado,
debido a la contaminación con mercurio.

La gobernadora de New Jersey, Christine Todd Whitman, como sus colegas en Nueva
York y otras partes, ha menospreciado repetidamente los informes sobre altos niveles
de mercurio y de otras toxinas en las vías acuáticas del estado. En realidad, fue sólo
gracias a la protesta pública ante el intento del Departamento de Protección de la
Energía de New Jersey de elevar el estándar de limpieza de cromo de 75 partes por
millón a un nivel enorme de 56 mil partes por millón -que hubiera redefinido todos los
150 sitios contaminados con cromo en Jersey City como "limpios," sin ningún cambio-
lo que obligó a la administración Whitman a echar marcha atrás sobre ese tema en
particular.

De 56 lagos, represas, y arroyos examinados en Nueva Jersey, 32 contenían elevados


niveles de mercurio en los peces. Las cantidades descubiertas se encontraban entre 1
parte por millón y 8,9 ppm -más elevadas que cualquier nivel jamás detectado por la
Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE.UU. y extremadamente peligrosas
para el consumo humano.

Nueva Jersey tiene el segundo nivel de incidencia de cáncer de mama y el mayor


porcentaje de mortalidad de cáncer en general, de todos los estados en el país. La
respuesta de la Gobernadora Whitman fue eliminar 250 empleos en el Departamento
de Protección del Medio Ambiente.

Un estudio similar por el Departamento de Salud de Nueva York (en 1994) encontró un
aumento de un 62 por ciento en los casos de cáncer de mama entre las mujeres que
vivían dentro de una media milla de industrias de productos químicos, petróleo y
caucho.

Las corporaciones con oficinas centrales en Nueva Jersey y otras partes han seguido
hace tiempo el ejemplo de la Gobernadora Whitman y sus predecesores ante su
aceptación de altos niveles de mercurio y otros contaminantes en las vías acuáticas del
estado. Borden Chemicals and Plastics, Calgon Carbon Inc., y American Cyanamid -
con oficinas centrales en Nueva Jersey, esta última la empresa matriz de Old Spice,
Pierre Cardin, y el shampoo Breck- son inmensos productores de residuos de mercurio.

Si bien existen leyes que limitan el vertido de residuos peligrosos en EE.UU. - aunque
no se implementen- es otra cosa cuando se trata de numerosos otros países que están
desesperados por desarrollarse de cualquier manera. De manera que esas compañías
embarcaron 10.000 barriles de residuos de mercurio a la instalación de "reciclado"
Thor de American Cyanamid en África del Sur a mediados de los años 80. El gobierno
de EE.UU. miró hacia otro lado mientras American Cyanamid vertía más de 120 mil
libras de mercurio y otros residuos tóxicos producidos en Nueva Jersey en los ríos
sudafricanos, amenazando drásticamente el agua potable y la agricultura y matando a
cientos de personas río abajo.

Producción Industrial y Residuos Tóxicos

La misma intersección de destrucción ecológica, pobreza forzada, guerra de


contrainsurgencia, corrupción y brutalidad política, y el vertido de residuos tóxicos
provenientes del extranjero, asola a los países pobres en todo el mundo. Están
implicados no sólo los Republicanos, sino que también sus colegas Demócratas. En
Bangladesh, por ejemplo, ocurrió una explosión en una instalación de perforación
petrolera de la compañía estadounidense, Occidental Petroleum. Occidental -en la que
el [ex] vicepresidente Al Gore posee numerosas acciones- ha estado operando
igualmente en Colombia, y los manifestantes han criticado severamente al
vicepresidente por la destrucción de los U´wa allí. En la explosión en Bangladesh, 20
millas cuadradas de la zona fueron quemadas totalmente, fundidas, y se destruyeron
totalmente las comunicaciones. Jardines arbolados fueron incinerados. Cientos de
personas murieron, incluyendo a trabajadores de Occidental. Veinte por ciento de
Bangladesh fue aislado durante seis meses del resto del país a causa de esa explosión,
y el gas continuó filtrándose al medio ambiente sin control alguno.

Accidentes industriales y agrícolas ocurren rutinariamente, aunque pocos con la


horrible intensidad de la liberación por Union Carbide de una inmensa nube de gases
tóxicos de su planta en Bhopal en India en 1984, que mató a 10.000 personas en unas
pocas horas. (Union Carbide también posee el triste récord de desastres industriales
sobre suelo estadounidense, contaminando hasta la muerte a 2000 trabajadores con
silicosis durante la construcción del túnel Hawks Nest en West Virginia en los años 30.)
Más de 10.000 trabajadores mueren directamente cada año en EE.UU. como resultado
de accidentes laborales, para no hablar de los cientos de miles de trabajadores lisiados
u obreros textiles o del carbón con neumoconiosis, enfisemas, y otras enfermedades
con peligro de muerte. Y eso sin contar los cánceres a largo plazo y las enfermedades
al sistema inmunológico causadas por la vida en un medio ambiente degradado.

¿Qué pasa con el proceso industrial propiamente tal? ¿Puede haber extracción,
digamos, de petróleo sin envenenar a toda una región (y la represión política que es la
consecuencia necesaria), como ha pasado con los ogoni en Nigeria, los mayas de
Chiapas, o los navajos/dineh y hopis de la Gran Montaña, Arizona?

¿Y qué pasa con los productos producidos? Todos los productos se vuelven residuos en
algún momento. ¿Cómo se dispone de ellos?

Muchos productos -herbicidas y pesticidas contaminantes, y "fertilizantes" embarcados


al extranjero para plantaciones del agro comercio, por ejemplo, -son fabricados en
EE.UU. pero se prohíbe su uso aquí debido a los fuertes movimientos de la clase obrera
por la salud y la seguridad. Son venenosos para el medio ambiente así como para la
salud humana. Tome Butachlor, un herbicida fabricado por Monsanto (marcas:
Machete, Lambast), que provoca tanto riesgos agudos como crónicos para la salud y
que puede contaminar los suministros de agua. Aunque es fabricado en Muscatine,
Iowa (donde la fábrica vierte directamente al río Mississippi 265 mil libras de productos
químicos peligrosos al año), su fabricante, Monsanto, nunca obtuvo una tolerancia de
residuo alimenticio para butachlor. La compañía no recibió un permiso para la
distribución del tóxico herbicida en los EE.UU. debida a "problemas respecto a la
ecología, los residuos, los peces, la flora y la fauna, y la toxicología," según la Agencia
de Protección del Medio Ambiente. Monsanto, sin embargo, puede, según las leyes de
EE.UU., continuar fabricando el herbicida allí mientras no lo venda dentro de las
fronteras del país. Así que Monsanto lo vende en ultramar, donde docenas de países en
América Latina, Asia, y África utilizan butachlor sobre todo en los arrozales.

En la actualidad, casi todas las importaciones de arroz de EE.UU. han sido tratadas en
ultramar con butachlor. La sustancia, prohibida en EE.UU., termina envenenando no
sólo a los pobres en otros países, sino también a aquellos que comen arroz aquí, en
EE.UU.

Otro ejemplo, entre miles: Los tampones producidos en EE.UU. pero cuya venta está
prohibida aquí porque causan el síndrome del choque tóxico, una enfermedad mortal.
Aunque el producto ha sido retirado del mercado local, las compañías estadounidenses
vendieron por millones los mismos tampones en África, y Sur y Centroamérica durante
la década del 80, aunque los riesgos mortales eran conocidos.

Ninguno de estos son ejemplos aislados que puedan ser considerados equivocaciones,
errores de política, o incluso ·" excesos desafortunados" del proceso de producción
capitalista. La revista financiera de Wall Street, Barron´s, resumió brevemente: "en la
generación de la energía nuclear, los peligros creados por el hombre parecen
inevitables, pero la bancarrota nos parece un riesgo innecesario."

Contemplemos el reciente brote de contaminación con arsénico en Inglaterra y en


Bangladesh. Durante los últimos dos años, Bangladesh y otros cuatro países, han
estado recibiendo, en nombre de la ayuda, postes eléctricos estadounidenses -postes
tratados cada uno con 2,5 libras de arsénico.

El arsénico de un poste, si está fijo en un sitio, puede contaminar 2,3 millas cuadradas.
La necesidad que tienen los países de la OCED (Organización para la Cooperación
Económica y el Desarrollo, un grupo de 29 potencias ricas e industriales, tales como
Europa, Japón, Rusia, EE.UU. y Canadá) de encontrar nuevos sitios donde depositar los
residuos de la producción industrial es una de las fuerzas menospreciadas que
promueven los programas de ajuste estructural del FMI y el Banco Mundial.

Agencias tales como la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial, el Fondo


Monetario Internacional y la Agencia de Desarrollo Internacional de EE.UU., que
pretenden ayudar a las naciones a subsanar sus lastres de deudas y asistirles para
salvar el medio ambiente, en realidad ayudan a mantener a los países en una deuda
perpetua a costa del medio ambiente. Las "inversiones" del FMI y el Banco Mundial,
combinadas son sus programas de austeridad neoliberales y la privatización (conocidos
como "ajustes estructurales"), constituyen una faceta importante del Nuevo Orden
Mundial, destruyendo en última instancia las sociedades cooperativas no capitalistas
que han existido durante milenios en algunos sitios, y forzando la privatización de los
sectores de propiedad pública. Esas agencias condenan cada vez más áreas del mundo
a la condición de vertederos de residuos, a la extracción de recursos naturales y a
erigir centros comerciales de hormigón armado.

Los residuos tóxicos como estrategia. El valor comercial de la polución

El comercio en residuos tóxicos es más que una industria lucrativa; también es una
estrategia central del Nuevo Orden Mundial, una forma intencionada de cercar tierras y
recursos -el mismísimo aire que respiramos- previamente de propiedad común y
establecer el comercio en "derechos de polución." Es un medio de proletarizar a
campesinos y aldeanos, llevándolos a nuevas formas de explotación del trabajo y de la
naturaleza. Como la oposición al vertido de residuos tóxicos y a la incineración de
basura peligrosa se apasiona, convirtiéndose en movimientos políticos masivos, hay un
entendimiento creciente de que "ni las regulaciones gubernamentales ni el mercado
capitalista son capaces de suministrar una protección adecuada para los ecosistemas
naturales o para las comunidades afectadas por la contaminación medioambiental."

En diciembre de 1971, Lawrence Summers era el economista jefe del Banco Mundial.
En esa capacidad, publicó un memorando sorprendentemente directo al personal
superior del Banco Mundial llamándolos a planificar sus programas de ajuste
estructural y renegociar los planes de pago de deudas para estimular las áreas
relativamente poco contaminadas del mundo para que, entre otras cosas, aceptaran
una "redistribución" más justa de los residuos y de la contaminación del mundo
industrial. Esto sería un gran progreso hacia, como dijo, la rectificación del
"desequilibrio" tóxico actual.

"Siempre he pensado," escribió Summers, "que los países de baja densidad de


población en África están infinitamente subcontaminados; que es probable que la
calidad de su aire sea ineficientemente más baja [en contaminantes], en comparación
con Los Ángeles o Ciudad de México."

Summers, que redactó el Informe del Banco Mundial sobre el Desarrollo Mundial para
1992, afirmó que había desarrollado "la lógica económica que justifica que se vierta un
volumen de residuos tóxicos en el país de salarios más bajos." Descubrió que la lógica
era "impecable, y que debiéramos confrontar ese hecho."
"Se genera tanta polución con industrias que no se pueden trasladar (transporte,
generación de electricidad) [que hace que] los costos de transporte por unidad de
residuos sólidos... sean tan altos," se quejaba Summers. Por desgracia esas industrias
no trasladables "impiden que se haga un beneficioso comercio con la polución del aire
y los residuos" como se estipula en la Ley de Aire Limpio de 1991 para los
contaminantes locales. En lugar de ilegalizar los contaminantes y los carcinógenos
peligrosos, la Ley otorga "créditos de polución" -cuotas de destrucción ecológica- a las
corporaciones y a las municipalidades en EE.UU. Aquellos que "contaminan menos"
pueden vender sus créditos de "exceso" de polución -su "derecho" a asolar el medio
ambiente - a compañías que rehúsan o que no pueden reducir sus residuos tóxicos y
así siguen manteniendo sus niveles de beneficios -el "libre mercado" en su forma más
brutal y salvaje.

Summers continuaba, burlándose de las quejas de los pobres que decían que su salud
estaba siendo destrozada por el vertido de toxinas en sus comunidades. Por su
pobreza, argumentó, los pobres jamás vivirían lo suficiente para contraer las
enfermedades que la exposición a los residuos vertidos o incinerados causarían
ordinariamente a gente que vive más tiempo -en otras palabras, aquellos que viven en
EE.UU., Europa, y partes de Asia. "La preocupación por un agente que causa un
cambio de un punto en un millón en las posibilidades de cáncer de la próstata,"
escribió, "será obviamente mucho más elevada en un país en el que la gente vive lo
suficiente para contraer cáncer de próstata, que en un país donde la mortalidad por
debajo de cinco años es de 200 por mil." Así, concluyó Summers, verter residuos
tóxicos en áreas donde la gente ya tiene vidas más cortas, no preocupa a nadie.

En la visión del mundo de Summers, "los países pobres deberían explotar su 'ventaja
comparativa' de salarios bajos, o acceso a los recursos naturales, o bajos estándares
ecológicos," explican Russell Mokhiber y Robert Weissman, que fueron autores en
conjunto de Corporate Predators: The Hunt for MegaProfits and the Attack on
Democracy [Aves de Rapiña Corporativas: La Caza de Mega ganancias y el Ataque
Contra la Democracia.] "Aunque pocos países se han 'desarrollado' con este enfoque,
ha resultado muy efectivo para compañías como Nike, que ha aprovechado los bajos
salarios en toda Asia, o incluso GM, que produce automóviles y camiones en México
con la misma tecnología que en Michigan, pero con trabajadores con salarios más
bajos. Los fabricantes de tecnologías contaminantes tales como los incineradores que
están siendo eliminados en los países industriales, también se han beneficiado, porque
pueden seguir funcionando, vendiendo a los países del tercer mundo. Los fabricantes
estadounidenses que querían escapar las regulaciones medioambientales (tales como
los fabricantes de muebles que utilizan adhesivos, disolventes, y pinturas tóxicas) se
han aprovechado mudándose de sitios como Los Ángeles a México."

El ex activista de Greenpeace Jim Vallette (ahora en el Servicio Internacional de


Información Comercial) sigue en la misma línea: Bajo las políticas del Banco Mundial,
del Fondo Monetario Internacional, y ahora la Organización Mundial de Comercio, "el
comercio mundial ha florecido con cargamentos desequilibrados: pesticidas prohibidos,
gasolina con plomo, clorofluorocarbono, asbesto, y otros productos restringidos en el
Norte, son vendidos al Sur; maderas tropicales, petróleo, carbón, y otros recursos
naturales fluyen del Sur al Norte, con poco o ningún beneficio para las comunidades
receptoras; y mientras las regulaciones se hacen más estrictas respecto a plantas de
energía que usan carbón sucio y energía nuclear peligrosa en el Norte, proliferan en
Asia, África, Europa Oriental y América Latina, donde son controladas y operadas por
corporaciones del Norte.
"Este comercio ha sido facilitado con decenas de miles de millones de dólares de
financiamiento por el Banco Mundial, la Corporación de Inversiones Privadas en
Ultramar de EE.UU., y el Banco de Exportación e Importación de EE.UU., instituciones
gubernamentales en las cuales Mr. Summers ha blandido su lógica económica. Su
memorando de 1991 puede ser considerado una tesis de trabajo para las políticas
económicas globales dominantes en esa década."

En 1992, la gente comprendió lo que significaba realmente el gran ardid de Summers


para envenenarla aún más en nombre del "libre mercado." Causó un escándalo.

Greenpeace y numerosos defensores del planeta exigieron que el Banco Mundial


despidiera a Summers. El Secretario del Medio Ambiente de Brasil, Jose Lutzenberger,
escribió directamente a Summers: "su razonamiento es perfectamente lógico pero
totalmente insano... Sus pensamientos [suministran] un ejemplo concreto de la
increíble alienación, del pensamiento reduccionista, de la falta de misericordia y de la
arrogante ignorancia de muchos 'economistas' convencionales respecto a la naturaleza
del mundo en que vivimos... Si el Banco Mundial lo conserva a usted como
vicepresidente, perderá toda credibilidad. Esto me confirmaría lo que he dicho a
menudo... lo mejor que podría ocurrir es que el Banco desapareciera." Lutzenberger
fue despedido poco después de escribir su carta.

Después de la publicación del memorando en el Economist de Londres en febrero de


1992 y el correspondiente revuelo en su contra de los países dependientes del imperio,
el Banco Mundial fue llevado a un frenesí de contrición. Pero en lugar de indignarse por
el horror de la devastación ecológica prescrita por Summers, las grandes corporaciones
y los gobiernos de los países industrializados consideraron la proposición y la
argumentación de Summers de manera bastante favorable. La expropiación del medio
ambiente y la privatización de terrenos públicos es, después de todo, tan central para
la acumulación de capital como la explotación de la mano de obra.

Sin comprender su dimensión de clase, muchos activistas ecologistas pensaron que


con la nueva administración Clinton en Washington en 1993, se salvaría el medio
ambiente, las cosas mejorarían, reinaría la paz y que Summers, en aquel entonces en
el Banco Mundial, se iría. Al contrario, Clinton y Gore pudieron hacer pasar legislación
en el Congreso - las medidas de fundación de NAFTA, GATT, y la Organización Mundial
de Comercio, la "reforma" de la seguridad social, leyes nuevas que socavan por
completo la Constitución (bajo el disfraz del "antiterrorismo"), vastos aumentos en los
gastos militares, la devastación casi total de los últimos bosques antiguos y de
secuoyas en Estados Unidos, la derrota de los movimientos progresistas de Haití y la
continuación de la ocupación militar de ese país por EE.UU., la vasta promoción de
alimentos genéticamente modificados y de la industria de la biotecnología, el continuo
bombardeo y las sanciones contra Irak y Yugoslavia, el intento de desarticular los
estándares orgánicos, la legalización de la irradiación de alimentos, y el colapso
gerenciado de un movimiento otrora poderoso por la atención sanitaria universal
gratuita -con una habilidad que hasta el ex presidente George Bush ha tenido que
admirar. Incluso antes de llegar al poder, el presidente Clinton trató de nombrar a
Summers a una posición de política nacional: presidente del Consejo de Consejeros
Económicos del Presidente.

Los grupos ecologistas y otros grupos radicales se escandalizaron y lucharon contra su


nombramiento. Por un tiempo tuvieron éxito. Pero el trabajo de Summers por cuenta
del capitalismo global no podía quedar sin recompensa. El día después de la
inauguración de Clinton como el 42º Presidente de EE.UU., nombró a Lawrence
Summers como Subsecretario de Asuntos Internacionales en el Tesoro de EE.UU., una
posición tradicionalmente responsable de "la formulación de la política económica de
EE.UU. en el Tercer Mundo, incluyendo la política de EE.UU. respecto al FMI, el Banco
Mundial y los bancos regionales de desarrollo. "En 1995, el medio ambiente estaba en
peores condiciones que nunca antes, y había niveles récord de toma de ganancias en
Wall Street.

También otros funcionarios del Banco Mundial ayudaron a elaborar la política


gubernamental. Antes de su período como presidente del Banco Mundial de 1968 a
1981, Robert McNamara había sido, recordarán, Secretario de Defensa de EE.UU. y, en
esa capacidad, el principal arquitecto del "campo de batalla automatizado," que el
gobierno de EE.UU. aplicó en Vietnam, masacrando más de dos millones de
vietnamitas y envenenando sus cultivos, sus tierras cultivables, y el suministro de
agua para las generaciones venideras. Fue McNamara el que aprobó el uso del Agente
Naranja y de otros defoliantes que envenenaron la tierra en toda la región, y al mismo
tiempo las vidas de soldados estadounidenses. Al mudarse al Banco Mundial,
McNamara ayudó a abrir Tailandia a la industria del comercio sexual y dirigió las
políticas del Banco Mundial orientadas hacia la privatización de tierras utilizadas
públicamente -las tierras comunales- en ese país, y las catástrofes ecológicas
resultantes.

Estas estrategias se basan en la aceptación de la "reestructuración de la deuda" de


países que deben grandes sumas a los bancos occidentales. (Si no aceptan ese
protocolo, se les bombardea y sanciona hasta que lo hacen.) Aunque los bancos
individuales quieren cobrar sus préstamos, el capital financiero global en su conjunto -
tal como se refleja en la política gubernamental- no quiere que sus préstamos sean
pagados por completo. Alienta el endeudamiento como un apalancamiento para lograr
una serie de elementos que son críticos para la expansión continua del capital:

1) forzar a las clases trabajadores en los países endeudados a permanecer en su sitio;

2) eliminar ("cercar") las antiguas formas comunales de vida;

3) establecer los nuevos gerentes globales del capital -ONGs- para que intercedan en
los nuevos movimientos "por cuenta de" la gente indígena, los trabajadores y los
movimientos comunitarios, impidiéndoles que hablen con su propia voz sobre sus
propias necesidades, y menguando sus victorias contra la imposición de relaciones
capitalistas, a cambio de mejoras inmediatas (y temporales) en sus situaciones
materiales dentro de esas relaciones;

4) claudicar en ventajas obtenidas en décadas de lucha;

5) presentar un pretexto para "equilibrar el presupuesto" en el interior, y suministrar


así un pretexto para atacar los logros obtenidos aquí en los niveles de vida de los
trabajadores; y,

6) desarrollar pequeñas clases capitalistas indígenas dependientes del capital global, y


mantenerlas en el poder.

El Secretario del Tesoro Summers ha sido también identificado como "el astuto
arquitecto de un esprint final alrededor del Congreso, que resultó en el paquete de
rescate de 42 mil millones de dólares para México" de 1995, según el reportero del NY
Times David Sanger. En la época en que aprobó el paquete de rescate para México de
1995, Summers trabajaba para el Secretario del Tesoro de aquel entonces, Robert
Rubin.

En junio de 1998, el Secretario del Tesoro Summers fue el principal economista que
formuló la ayuda financiera de EE.UU. al gobierno de Indonesia, mientras incendios
masivos asolaban los bosques indonesios, y mientras sus militares se estaban
preparando para volver a asesinar civiles en Timor Oriental. En una declaración del 25
de junio de 1998, el Secretario del Tesoro de Clinton dijo: "Saludamos el anuncio de
hoy en Yakarta, de que el Fondo Monetario Internacional y el Gobierno de Indonesia
han llegado a un acuerdo sobre un programa económico modificado, elaborado para
estabilizar la economía indonesa. EE.UU. tiene un fuerte interés económico y de
seguridad nacional en que Indonesia tenga éxito en esos esfuerzos, que dependerán
de su capacidad de apoyar tanto las reformas económicas como las políticas.
Consultaremos con las instituciones financieras internacionales y otros países del
mundo para asegurar que el apoyo internacional para Indonesia sea suficiente para
que enfrente los difíciles desafíos que confronta actualmente. Esperamos la oportuna
aprobación por el consejo y el desembolso de estos fondos, así como de aquellos del
Banco Mundial.

"También saludamos el anuncio del Banco Asiático de Desarrollo de que ha aprobado


un préstamo considerable para mejorar las prácticas del sector financiero en
Indonesia. Ese préstamo apoyará los esfuerzos por fortalecer el sistema bancario de
Indonesia y es crucial para restaurar la estabilidad financiera y el crecimiento."

Incinerando Armas Químicas

Agréguese a la pesadilla el aparato militar de EE.UU., que desde cualquier punto de


vista es el mayor contaminador en todo el mundo. El modo de pensar de los militares
es tan insano que incluso cuando se les obliga a hacer lo correcto -por ejemplo, sacar
del servicio una parte del mayor arsenal de armas químicas del mundo- utiliza
invariablemente los medios más destructivos. En el caso siguiente, la incineración es
su método preferido. Los militares escogieron Kalama -la Isla Johnston, un Refugio
Nacional de Flora y Fauna- como el sitio para incinerar viejos misiles de la guerra
química y otras armas similares.

Kalama -un territorio de EE.UU. a 825 millas al sudoeste de Hawai y a 1400 millas al
este de las Islas Marshall- es una isla antaño idílica, de 56 acres, rica en vida marina y
ornitológica, que fue expandida a 690 acres por los militares de EE.UU. y que ahora
está contaminada con Agente Naranja y con plutonio. Conocida como JACADS, la
instalación en la isla Johnston, que inició su funcionamiento en junio de 1994, es la
única planta de incineración de armas químicas de envergadura de EE.UU. Ha sido
diseñada para quemar el agente HD ("gas mostaza") y los agentes nerviosos GB y VX -
este último ha salido mucho en las noticias recientemente, ya que EE.UU. pretendió
haber encontrado indicios en el suelo alrededor de una planta farmacéutica en Sudán,
que procedió a bombardear, así como en Irak, que adquirió precursores del agente
nervioso de EE.UU. a fines de los años 80, a cuya pretendida presencia EE.UU. tuvo la
misma respuesta irracional y asesina.

El Ejército dice que JACADS está siendo utilizado sólo: 1) para quemar el arsenal de
armas químicas embarcadas al atolón en 1971 desde Okinawa (el Congreso prohibió el
transporte de las armas de Okinawa al área continental de EE.UU.), y, 2) para quemar
más de 100.000 proyectiles GB y VX del arsenal de armas de hace 30 años,
transportadas desde Alemania en 1990. Los oponentes a JACADS, basados en Hawai,
subrayan una historia de problemas peligrosos causados por la incineración, desde 133
soldaduras de calidad inferior en las tuberías, a explosiones en varias partes del horno
que ya habían liberado pequeñas cantidades de agente nervioso GB a la atmósfera (en
marzo de 1994), a la generación de subproductos inesperados de gas mostaza
descompuesto. Señalan que la tecnología "de final abierto" utilizada por el incinerador
de la Isla Johnston (y todos los incineradores de residuos) emite sustancias
transportadas por el aire y carcinogénicos tales como dioxinas y furanos. Tales
emisiones, y cualquier gas nervioso que se escapara, se establecen en la capa superior
del océano circundante y pueden ser transportadas por los vientos a áreas pobladas,
incluyendo la parte continental de EE.UU.

Hay alternativas mucho más seguras, de probada eficacia, para la incineración, igual
que existen para la pulverización de insecticidas -pero, son más caras. Alternativas
factibles incluyen el biosaneamiento con enzimas naturales, la neutralización química,
y la "oxidación supercrítica" (usando agua). El gobierno de EE.UU., sin embargo,
rehúsa aceptar que la protesta internacional que ha despertado su incineración de las
armas químicas y el almacenamiento de los residuos, "obstruya" sus planes. El
gobierno de EE.UU. trata de argumentar que semejante oposición viola las reglas de la
Organización Mundial de Comercio que cubren el "libre comercio," sin impedimentos,
con residuos tóxicos.

Mientras el resto del mundo trata de reglamentar el comercio internacional en residuos


peligrosos, el gobierno de EE.UU. -el mayor productor de residuos en el mundo- se ha
negado hasta ahora a firmar ninguno de los principales tratados que limitan los
embarques al extranjero. Como era de esperar, tales "efluvios de la afluencia" son
desastrosos para el medio ambiente y la salud de la gente. En una crucial conferencia
internacional en Ginebra, Suiza (21 al 25 de marzo de 1994), Estados Unidos con sólo
un puñado de países exportadores de residuos, se enfrentaron al resto del mundo y se
opusieron a una prohibición de los embarques de residuos peligrosos a los países no
industrializados.

El gobierno de EE.UU. ha tomado también la delantera en el bloqueo de una


proposición de Mostafa Tolba, en aquel entonces jefe de ecología de la ONU, y de
muchos países llamados "en desarrollo," que hubiera prohibido todas las exportaciones
de residuos de 24 países industriales al resto del mundo. En el momento exacto en que
EE.UU. estaba utilizando tácticas obstruccionistas contra un acuerdo en una
conferencia internacional en Uruguay, para prohibir los embarques de residuos tóxicos,
una barcaza estadounidense cargada con 8000 toneladas de sedimentos de Hawai
navegaba hacia un vertedero en las Islas Marshall, en el Pacífico del Sur, que una vez
fue idílico.

Jim Vallette escribe: "En 1994, a propósito, casi todos los demás países del mundo
rompieron la "lógica económica" de Mr. Summers, -con su formación en Harvard- de
descargar los venenos de los países ricos sobre sus vecinos más pobres, y se ponían
de acuerdo en prohibir la exportación de residuos peligrosos de los países de la OCDE
a países no miembros de la OCDE según la Convención de Basilea. Cinco años más
tarde, EE.UU. es uno de los pocos países que aún no han ratificado la Convención de
Basilea, o la Enmienda de Prohibición de la Convención de Basilea sobre la exportación
de residuos peligrosos de los países de la OCDE a países no miembros.

La descarga de residuos líquidos peligrosos puede costar 2000 dólares por tonelada.
Los gastos totales anuales llegan a decenas de miles de millones de dólares,
compitiendo con el tráfico de drogas en las ganancias potenciales para los
intermediarios. Mucho más barato, por lo tanto, es verterlos o quemarlos en el
extranjero, a sólo una fracción del costo económico. Ciertamente, los países
industrializados están bajo presión constante para encontrar nuevas regiones para
desembarazarse de sus residuos. A fines de los años 80 y a principios de los 90,
Somalia, Haití, y Guatemala se convirtieron en los últimos territorios elegidos por el
Nuevo Orden Mundial de George Bush para descargar inmensas cantidades de residuos
industriales e incinerados. En realidad, la descarga de residuos peligrosos, fue uno de
los factores que impulsaron la intervención militar, en sitios tales como Somalia y
Haití.

Meses antes de que EE.UU. enviara tropas a Somalia, supuestamente para proteger las
líneas de suministro de alimentos contra los hurtos por los "malvados caudillos," Italia
-un importante aliado de la OTAN que había enviado cientos de soldados a Somalia-
estaba completando disposiciones para embarcar los residuos del sur de Europa a ese
país, sin protesta alguna de EE.UU.

Las compañías italianas dirigían un consorcio que estaba involucrado en la construcción


de dos incineradores que iban a ser instalados en Somalia, que se había previsto iban
a tratar por lo menos dos embarques de 550 mil toneladas de residuos tóxicos por
año, con una ganancia estimada de 4 a 6 millones de dólares.

Además, Nur Elmy Osman, el "ministro de salud" bajo el presidente de Somalia, Ali
Mahdi Mohamed, firmó un compromiso por 20 años a fines de 1991 -un año antes de
la ocupación militar de EE.UU. -con una compañía privada, Acher Partners, para
permitir la construcción de otro incinerador cerca de Mogadishu y un vertedero para
contener 11 millones de toneladas de residuos industriales y hospitalarios "tratados,"
incluyendo "residuos sólidos y líquidos de tipo tóxico." El jefe de ecología de la ONU,
Mostafa Tolba, condenó el vertedero propuesto, diciendo que agravaría la destrucción
del ecosistema de Somalia y amenazaría la pérdida de más vidas en ese asolado país.
El teléfono de Acher Partners era el del hogar de una joven en Lausana, Suiza. Dijo
que no tenía idea de lo que hacía la compañía.

Un montón de mercaderes y compañías sospechosas, igualmente emprendedoras en el


"mercado libre", involucradas en residuos industriales y peligrosos, surgió virtualmente
de un día para otro. Cuando Ann Leonard, de Greenpeace, llamó a Terra International -
una compañía involucrada en embarques de residuos peligrosos a Guatemala- sus
llamados llegaron repetidamente a la oficina de un cirujano plástico en Miami. Por su
perseverancia, sin embargo, logró descubrir que Terra International, con negocios por
miles de millones de dólares, era manejada por un individuo -el hermano del cirujano
plástico- que usaba un escritorio en una habitación trasera de la oficina del cirujano.
Pero las ganancias hechas por los traficantes en residuos tóxicos ascienden a decenas
de miles de millones de dólares por año, comparables con las ganancias del tráfico
internacional de drogas.

Muchas de las compañías son dirigidas por expatriados derechistas de países de


Centroamérica y del Caribe. Las compañías tienen poco capital propio; utilizan sus
contactos políticos en sus países nativos - a menudo juntas instaladas en el poder por
la CIA y mantenidas allí gracias al apoyo financiero y militar del gobierno de EE.UU. -
para organizar sus negociados tóxicos. Por cierto, ven la creciente catástrofe con los
desechos en EE.UU., Europa, y Japón como "una industria en crecimiento," y la
indigencia fabricada en países tales como Guatemala, Somalia, y Haití -conduciendo a
la intervención militar de EE.UU.- como una oportunidad de ganar una fortuna en
ganancias sin correr grandes riesgos ellos mismos.

Terra International, por ejemplo, basada en Florida, sirve de intermediario a Energy


Resources, NV, de Holanda. Energy Resources, NV, obtuvo contratos para vender 1,2
millones de toneladas de residuos líquidos tóxicos por año a Guatemala, para ser
quemados en un incinerador que aún no ha sido construido. No hay error, el país
receptor "compraría" efectivamente el desecho, como un medio para obtener energía
barata. Como incentivo, se "permitiría" a Guatemala que le mezclara sus propios
residuos generados localmente y los quemara gratis, comprimiera los desechos tóxicos
y los utilizara para construir viviendas.

A principios de los años 90, el gobierno de El Salvador aprobó que se construyera una
instalación de tratamiento de residuos peligrosos en la ciudad de La Unión, que
aceptaría tres veces el volumen de la unidad guatemalteca. El régimen salvadoreño
comenzó a ampliar sus puertos para recibir las barcazas con residuos esperadas de
EE.UU., Europa, y Japón. Mientras tanto, a pesar de intentos de llegar a acuerdos
internacionales (que EE.UU., Canadá y Japón se negaron a firmar), hasta Panamá está
husmeando excitadamente en la dirección de la incineración mientras el tórrido aliento
tóxico del Tío Sam cosquillea el cuello de su Zona del Canal.

En lugar de reducir la producción de productos tóxicos y de desintoxicar los residuos


remanentes, sobre todo subproductos de la producción industrial, muchas compañías
han tomado el camino de American Cyanamid ¡descárgalos en ultramar! Para reducir el
volumen de residuos, muchos gobiernos apoyan la incineración y el vertido de las
cenizas -mezclando las cenizas como "ingredientes inertes," por ejemplo -como la
opción más "amistosa hacia la ecología". Pero la incineración trae riesgos
medioambientales adicionales -genera residuos en forma de cenizas en las que están
concentrados los metales pesados, para no hablar de la dioxina y de otros gases
peligrosos liberados al incinerar. Y sin embargo, los países que compiten por los
millones de dólares en "ingresos disponibles," invitan al depósito de residuos
industriales, saltándose los pocos controles que existen. Se induce a los países pobres
a aceptar los residuos a cambio de préstamos del Fondo Monetario Internacional, que
prescriben el uso de los fondos para proyectos de construcción de incineradores que
también pueden servir como plantas de generación de energía.

La explotación masiva del medio ambiente en el "Tercer Mundo," incluye la conversión


de residuos letales en mercancías, y el comercio internacional con ellos. También
incluye la imposición por parte del capital de trueques de deudas por medio ambiente,
la construcción de inmensos incineradores y vertederos, y muchos otros proyectos
aparentemente sin sentido. Pero para el Nuevo Orden Mundial del capitalismo, esas
son las formas en las que se expresa la crisis internacional de la deuda. El comercio
con residuos no es una excrescencia evitable de la dominación imperial y de la
globalización del capital, sino que es una parte esencial de ésta, exigiendo que
nosotros, si queremos resistirlo efectivamente, desarrollemos nuevas formas de lucha
y una nueva visión para recuperar nuestras vidas.

Título Original: Toxic Wastes and the New World Order. Origen: ZNet Traducido por
Germán Leyens y revisado por Carlos Carmona

Mitchel Cohen
organiza junto con los Verdes de Brooklyn y el Partido Verde del Estado de Nueva
York, el Colectivo Red Balloon, y la Red de Acción Directa para Liberar a Mumia Abu
Jamal y Leonard Peltier.

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