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Un arte utópico
La Ilustración (s. XVIII) había generado las capacidades y confianzas en el individuo,
pero las consecuencias de la revolución cambiaron todo e hizo responsables a los
intelectuales que se refugian en el pasado donde pueden cumplirse los sueños y anhelos.
Después de la revolución ningún pueblo (mejor dicho, sus intelectuales) se siente
cómodo y seguro en su país. Aparece el sentimiento de carencia de patria y soledad que
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se expresa en la fuga a lugares remotos, el inconsciente, lo fantástico, el sueño, la
locura, la niñez. Hay soledad y nostalgia, por eso se habla del “caminar” y “la flor azul”,
imposible, inalcanzable. Los románticos añoran la cercanía y sufren por el aislamiento,
pero al mismo tiempo los evitan y buscan la lejanía y lo desconocido.
Se crea la dignidad de lo desconocido. La obra de arte es una visión ensoñada, una
leyenda (no una lectura) de la realidad; el arte coloca una utopía en lugar de existencia
real.
La intelectualidad se aisló de la sociedad. Se desarrolló el concepto de filisteo y burgués
en contraste con el “ciudadano”; lo curioso era que los artistas odiaban la misma clase
que los había engendrado: la burguesía, puesto que el Romanticismo fue un movimiento
burgués; toma al burgués como medida natural del hombre.
Los grandes artistas como Byron, Lamartine o Chateaubriand pertenecen a familias
nobles y defienden hábitos aristocráticos pero la literatura romántica estaba destinada al
mercado libre, o sea al público burgués, al que no se le podía mostrar formas
intelectuales abstractas e impersonales del siglo XVIII.
Se concibe la idea de “autonomía intelectual” que incitaba al individuo a rebelarse con
lo que se oponía entre él y su felicidad; querían encerrarse en una estética aislada del
mundo en la que pudieran gobernar sin restricciones. Por eso se elevan a una especie de
casta sacerdotal superior al resto de los hombres, desprecian a la clase burguesa. El
burgués era hipócrita, avaro y malicioso y se contraponía al artista que era pobre,
honrado, sincero. Para diferenciarse de los burgueses y atacarlos, los románticos
recurren a vestimenta y peinados raros (bohemia/rebeldía) y sus mejores representantes
fueron los jóvenes, a los que se veía como fuerza creadora y progresista.
Los conflictos del hombre romántico: yo-mundo / pasado-presente / instinto-razón se
manifiestan en la figura de “el otro yo”, (autodesdoblamiento) que implica un impulso
retrospectivo, la autoobservación, el yo extraño/desconocido, el intento de fuga, la
busca de refugio contra la realidad (soluciones irracionales, lo oscuro, lo fantasmal, el
caos, lo demoníaco, lo perverso).
La conquista más importante del Romanticismo fue la renovación del vocabulario
poético: se abandona el convencionalismo, los términos “poéticos”, el lenguaje oscuro,
la metáfora excesiva.
Hay una gran producción de géneros populares, sobre todo “el vaudeville” o comedia
musical con canciones intercaladas y “el melodrama”, forma híbrida con accesorios
musicales más acción seria y hasta trágica.
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Características distintivas
La libertad romántica
Con el siglo XIX surge en la literatura europea el movimiento romántico, que adopta
formas particulares según los distintos países en que se produce. Así, cada país descubre
en este siglo, el valor de sus propias tradiciones, su riqueza folclórica, su derecho a una
literatura propia en temáticas y estilos.
Su cualidad esencial es la libertad. En efecto, el escritor romántico reivindica para sí la
posibilidad de desplazarse en el tiempo y en el espacio, y adoptar en su obra la época y
el escenario que le plazcan. Afirma el derecho de crear sus propios preceptos literarios o
prescindir de ellos por completo, dejando fluir su inspiración sin traba alguna. Por ello
se mezcla lo cómico con lo trágico, los personajes bajos con los altos, se quiebra con las
unidades de tiempo y espacio que tenía, por ejemplo, el teatro griego.
En concomitancia con la libertad creadora está la idea de libertad política; y en relación
a ella, se va desarrollando una conciencia de nacionalidad gracias a la que se redescubre
y valora lo propio, lo auténtico de cada país: el paisaje, el arte, las costumbres la
historia, etc. Es lo que se denomina “conciencia de patria”.
Lo subjetivo romántico
Otra característica fundamental del Romanticismo es la irrupción de lo subjetivo en el
ámbito de la creación literaria. Hay una exaltación del yo, de sus sentimientos y sus
pasiones. De esa extrema valoración del mundo interior del poeta romántico, sus ideales
y sueños, y de la diferencia que hay entre estos y la realidad circundante, nace el
inevitable choque entre lo subjetivo y lo objetivo; choque que se traduce en una
vivencia de soledad, de desengaño y de angustia, tanto más aguda cuanto más
exagerado haya sido el individualismo, y que recorre todos los matices, desde la dulce
melancolía hasta la sombría desesperación y el escepticismo total cuya única salida
posible es el suicidio.
Junto con la nueva valoración del yo surge una nueva consideración de la naturaleza. De
su infinita gama de paisajes y momentos, el poeta seleccionará aquellos que se adapten
a su propio sentir. El crepúsculo, la noche, son las horas predilectas, el momento
propicio para la ensoñación, para el amor y para lo sobrenatural. En general, la
naturaleza en libertad posee para el romántico una atracción mayor a la que provocan
los jardines floridos o los armoniosos paisajes. Por eso las ruinas es uno de los lugares
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más elegidos por los escritores románticos a las que ven como el triunfo de la naturaleza
frente a la obra artificial del hombre. Constituyen también la prueba palpable del paso
inevitablemente destructor del tiempo, sentido en forma de honda nostalgia. Por otra
parte, el poeta tiende a adecuar las fuerzas de la naturaleza a sus estados de ánimo, es
decir, el mundo natural funciona como un resonador de la sensibilidad y los estados
anímicos del artista. Además, observa la naturaleza humana de forma contradictoria: los
hombres son buenos o malos, puros o impuros, no hay términos medios. En ese sentido,
la mujer ángel tiene su contrapartida en la imagen de mujer demonio, el hombre bueno,
en el malvado o demoníaco; la extrema belleza en la fealdad o lo monstruoso. El
prototipo de “mujer ángel” tiene que ver con el modo en que el romántico concibe a la
mujer: la criatura más perfecta de lo creado; por eso aparece idealizada y se convierte en
algo inalcanzable.
Entre los románticos hay una afición a la vaguedad, lo impreciso, a la ensoñación y a
estas características se une repetidamente lo fantástico. Apariciones y fantasmas habitan
frecuentemente las leyendas, los cuentos, las novelas y el drama. Es común también que
a lo fantástico se sume lo horrible.
En el plano de lo formal el Romanticismo se caracteriza por la nota fundamental de la
libertad. En el drama se proscriben las unidades aristotélicas de tiempo y espacio, se
mezcla prosa y verso, lo cómica se une a lo trágico, en la poesía abunda el verso libre,
etc.
Es posible distinguir dos líneas fundamentales dentro del movimiento romántico: un
Romanticismo de tipo conservador, tradicionalista y un Romanticismo combativo,
decididamente revolucionario en las ideas y las formas.
Bibliografía
del Río, Ángel (1990) Historia de la literatura española (desde 1700 hasta nuestros
días), España: Ediciones B.
Hauser, Arnold (1982) El romanticismo alemán y el de Europa occidental”, en Historia
social de la literatura y el arte “. España: Guadarrama - Punto Omega