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Prólogo a la cuarta edición

«En cuestiones de cultura y de saber,


sólo se pierde lo que se guarda; sólo se gana lo que se da.»
(Antonio Machado)

Esta nueva edición del manual en Ediciones Pirámide aparece 23 años después de
que viera la luz por primera vez en forma de apuntes en la Universidad de Málaga.
Ahora, no sólo lo pongo al día en otra universidad, la de Sevilla, sino cuando
estamos viviendo ya varios años de una perturbación económica extraordinaria.
Como es sabido, una gran crisis ha resquebrajado los cimientos de la economía
mundial después de que la banca mundial estuviera a punto de colapsar completa-
mente a partir de 2007. Y a pesar de que los gobiernos han gastado billones de eu-
ros en salvar a la banca y a las grandes empresas, la situación hasta ahora no se ha
resuelto y muchos países, entre ellos el nuestro y otros europeos, sufren los proble-
mas económicos más graves quizá de los últimos cien años.
Pero no sólo ha sido la actividad económica la que ha resultado dañada. Como
dijo el que fue todopoderoso presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos,
Alan Greenspan, la crisis que empezó en 2007 también ha hecho que colapse nues-
tra estructura mental. Se refería a la forma de pensar con la que se había venido
haciendo frente a los problemas económicos en los últimos años, afirmando siempre
que los mercados lo resolverían todo automáticamente, que no ocurriría nada por
mucha que fuese la libertad para especular y llevar el dinero al casino financiero, o
que la desigualdad creciente o el destrozo al medio ambiente no eran asuntos que
debieran preocupar demasiado a la economía y a los economistas.
En las ediciones anteriores del manual ya se había reflexionado sobre esta forma
de pensar y sobre sus grandes limitaciones y ahora estamos pagando las consecuen-
cias de que pensaran así quienes tomaban las grandes decisiones económicas.
Por eso creo que sigue siendo no sólo válido sino ahora quizá más necesario que
nunca acercarse a la economía, como pretende hacer este manual, desde una pers-

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Prólogo a la cuarta edición

pectiva crítica y abierta a la realidad de los hechos, presentando no sólo el saber


más o menos convencional, sino también el de grandes economistas cuyas aporta-
ciones han ido desapareciendo de la enseñanza de la economía en los últimos años
a pesar del acierto de sus análisis y predicciones.
El Premio Nobel de Economía Kenneth Arrow mostraba hace poco su sorpresa
por que hoy día encuentra a estudiantes de economía que no conocen a ningún gran
economista de hace más de 25 ó 30 años. Y lleva razón. Es la consecuencia de en-
señar solo una economía centrada en los modelos abstractos y poco realistas que
predominan en estos últimos años, y de olvidar no sólo a grandes tradiciones del
pensamiento económico, sino también el análisis que no corrobore las afirmaciones
del pensamiento dominante.
Frente a eso me parece que hace falta un enfoque más amplio, integrado y glo-
bal de la economía, como reclama Amartya Sen, otro Premio Nobel de Economía.
Y a eso sigue aspirando modestamente este manual, al tratar de ofrecer perspectivas
complementarias a lo que habitualmente se ofrece en los cursos convencionales de
introducción a la economía. Esa me parece que es la única manera de huir del adoc-
trinamiento y de cumplir el sabio principio docente que recomendaba José Ortega y
Gasset: «Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas».
Otro Premio Nobel de Economía, Robert Solow, afirmaba en 2001 que «la teo-
ría económica no es lo bastante estética ni tan profunda para ser enseñada por ella
misma, como por ejemplo el arte por el arte», sino que tiene interés si ayuda a en-
tender y quizá a resolver los «problemas concretos» de nuestras sociedades. Y eso
es lo que a mi juicio obliga a que su enseñanza no se limite simplemente a propor-
cionar el lenguaje, la metodología al uso, sino también un acercamiento efectivo a
los hechos. Y al hacerlo tampoco se puede olvidar, por cierto, que como decía el
también Nobel Gunnar Myrdal «no hay modo de estudiar la realidad social fuera del
punto de vista de los ideales humanos». Lo que obliga a no perder de vista, cuando
enseñamos o aprendemos economía, los valores éticos y los imperativos morales
que pueden hacer que los seres humanos vivan mejor y más felizmente.
Un cambio adicional en el que aparece esta nueva edición es la implantación del
Espacio Europeo de Educación Superior. Dos de sus grandes consecuencias son, por
una parte, el acortamiento de los programas y contenidos de las asignaturas, y, por
otra, los nuevos modos de enseñar y aprender que estamos tratando de poner en
marcha, a pesar de las dificultades y amenazas que se ciernen sobre la enseñanza
pública universitaria.
Soy consciente de que es muy difícil que se puedan impartir todos los conteni-
dos de este manual en los nuevos períodos cuatrimestrales. Esa fue la razón de pu-
blicar una versión más reducida de este manual en esta misma editorial como Intro-
ducción a la economía. Pero, a pesar de ello, he creído conveniente mantener esta
original, sin disminuir sustancialmente ni los temas que contiene ni sus contenidos.
Creo que tal y como está concebido pueden dejarse a un lado algunos de ellos sin
que se resienta el hilo que siempre debe llevar un curso académico, en función de
la estrategia o preferencia docente del profesorado. Y, en todo caso, creo que siem-
pre es bueno que se pueda disponer de un manual algo más omnicomprensivo, que

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Prólogo a la cuarta edición

vaya más allá de lo que específicamente se pueda incluir en el programa de una


asignatura o que pueda utilizarse en otro momento o para otras finalidades.
Todo ello es lo que justifica que esta nueva edición del manual no presente
grandes cambios respecto a la anterior. No los tiene de estructura ni de enfoque aun-
que sí están puestos al día los datos y referencias y modificados algunos epígrafes o
contenidos que con el paso del tiempo o la aparición de nuevos enfoques me parecía
que podían comprenderse más fácilmente si se presentaban como ahora se hace.
Para finalizar, quisiera recordar lo mismo que recordaba al presentar la edición
anterior. En el prólogo que abría este manual cuando se publicó por primera vez,
como he dicho hace 23 años, afirmaba que escribí el libro con pasión por enseñar a
mis alumnos y alumnas. Debo decir que en todo este tiempo esa pasión no ha hecho
sino aumentar, y lo ha hecho al mismo tiempo que he ido aprendiendo a amar más
—y espero que mejor— a la vida y a las personas, incluso a las que no me corres-
ponden. Eso es lo que me permite disfrutar de la enseñanza y confío en que los
estudiantes y docentes que utilicen este libro disfruten igual que yo cuando lo estu-
dien o lo utilicen para enseñar.

Sevilla, mayo de 2013.

Juan Torres López


www.juantorreslopez.com
@juantorreslopez

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Prólogo a la quinta edición

«Todas las teorías son legítimas y ninguna tiene importancia.


Lo que importa es lo que se hace con ellas.»

(Jorge Luis Borges)

Con esta nueva edición de 2015, el manual vuelve a comportarse como una es-
pecie de organismo vivo que reclama cambios a medida que pasa el tiempo, incluso
cuando antes parecía que ya estaba saciado y que tenía forma definitiva. En esta
ocasión se ha realizado una amplia revisión de estilo, se han actualizado datos y
algunos contenidos que han cambiado con el paso del tiempo, se han corregido las
erratas detectadas y se ha modificado el enfoque de diversos epígrafes tratando
siempre de hacer mas fácil su lectura y estudio.
En particular, se han incorporado algunas reflexiones adicionales sobre la crisis
reciente y se han fundido en uno los anteriores dos últimos capítulos.
Por primera vez, esta edición del manual va acompañada de materiales comple-
mentarios para los alumnos y el profesorado que están disponibles en la web de
Editorial Pirámide. Los alumnos podrán encontrar allí mapas conceptuales, guiones,
vocabulario, lecturas y preguntas para autoevaluación. Todo ello está también a dis-
posición de los profesores, que además tienen acceso a presentaciones para clase y
otros recursos de actualidad que se van actualizando.
Cuando aparece esta nueva edición, el manual cumple 25 años desde que en
1990 vio la luz como apuntes de clase en la Universidad de Málaga, y 15 desde que
comenzó a publicarse en esta editorial. Es mucho tiempo, pero una vez más tengo
la satisfacción de poder escribir en estas páginas introductorias que vivo mi activi-
dad docente con la misma pasión que el primer día y que me gusta entregarme y
servir a mis alumnos tanto o más que cuando empecé a dar clases.
A ellos dedico este manual, que recoge mi modo de entender la economía y la
interpretación que hago del pensamiento que los demás economistas han ido crean-

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Prólogo a la quinta edición

do desde hace decenios para tratar de resolver los problemas económicos. Me per-
mito recordar al admirado profesor José Luis Sampedro y utilizar sus palabras para
decir que presento y ofrezco a mis alumnos este manual con la modestia de una
vela, de un quinqué, y no con la prepotencia, ¡tan habitual entre economistas!, de
los grandes focos, porque, como él ha escrito en su libro póstumo La vida perenne
(Plaza y Janés, 2015), «Una vela, un quinqué dan luz, iluminan, permiten ver; en
cambio, unos focos deslumbran, ciegan, dificultan la visión. El maestro está para
ayudar a ver, no para cegar a sus discípulos».
Lo que espero es que este libro sirva para esto último.

Sevilla, marzo de 2015.


Juan Torres López
@juantorreslopez
www.juantorreslopez.com

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«Yo agregaría una palabra para algún estudiante que esté iniciando el
estudio de la economía y pudiera estar desalentado por la severidad del
esfuerzo que el estudio... parece exigirle. Los complicados análisis que
los economistas intentan llevar a cabo no son meramente una gimnasia,
son instrumentos para el mejoramiento de la vida humana. La miseria y
la asquerosidad que nos rodea, el lujo insultante de algunas familias ri-
cas, la terrible incertidumbre que ensombrece a muchas familias pobres...
éstos son males demasiado evidentes para ignorarlos.
Es posible que mediante el conocimiento que busca nuestra ciencia
ellos puedan ser moderados. ¡De las tinieblas sale la luz! Su búsqueda es
la tarea, encontrarla es el precio que la “lúgubre ciencia” de la Economía
Política ofrece a aquellos que se enfrentan a su disciplina.»

Arthur C. Pigou

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PARTE PRIMERA
La naturaleza de la economía

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1 La Economía
y la ciencia económica

«Me recordó a los políticos y, sobre todo, a los economistas:


al ponerle nombre a una determinada actividad, ésta cobra una
evidencia irreductible, una vida inmediata y fuera de duda.»

(Álvaro Mutis,
Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero)

El término Economía es de gran utilización. Todo el mundo lo ha usado algu-


na vez, y es fácil advertir que hoy día se refiere a cuestiones de gran trascenden-
cia social y política. Los grandes problemas económicos de nuestro tiempo (el
paro, la globalización, la inflación, el comercio internacional, la pobreza...) tienen
dimensiones políticas y sociales muy evidentes. Cuando se habla de Economía,
parece que se abre una especie de caja de Pandora de donde cualquier otro asunto
puede salir.
Sin embargo, aunque se use tan ampliamente el término no siempre tenemos
clara conciencia de lo que en realidad significa. Como veremos, ni siquiera es fácil
ponerse de acuerdo acerca de aquello que se puede considerar que está dentro del
término Economía.
Esa gran controversia hace difícil el estudio de la Economía, porque muchas
veces los principiantes no saben bien a qué atenerse. Por eso es importante el estu-
dio cuidadoso de las cuestiones económicas y, sobre todo, aprender a diferenciar los
diferentes enfoques.
En este primer capítulo vamos a tratar de presentar lo que es la Economía, qué
tipo de asuntos sociales aborda y cómo lo hacen los economistas según sus diferen-
tes puntos de vista.

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Economía Política

1.1. LA ECONOMÍA
Cuando los científicos se refieren a la Economía, no siempre están de acuerdo. Tra-
tan de elaborar modelos, teorías, leyes que expliquen los hechos económicos, pero no
todos los economistas coinciden a la hora de considerar que esas leyes o modelos son
válidos o que responden efectivamente a la realidad. Hay una gran diversidad de co-
rrientes o formas de abordar el estudio de las cuestiones económicas.
Si se analiza con cierto detalle la naturaleza de las controversias económicas,
seguramente se podría comprobar que éstas empiezan a la hora de determinar qué
debe estudiar la Economía y cómo ha de hacerlo.
Las diferentes corrientes del pensamiento económico han surgido precisamente
de la diversa sensibilidad de los economistas hacia los problemas sociales que pue-
den analizarse desde la perspectiva de la ciencia económica.
Unos han estado más preocupados por establecer modelos de comportamiento
que permitiesen predecir; otros han optado por explicar de manera más realista los
fenómenos económicos, a costa de perder capacidad de predicción. A veces, ha pre-
dominado una concepción de la Economía como conocimiento normativo orientado
a proporcionar claves que permitan resolver problemas relativos al «deber ser»; en
otras ocasiones, la Economía se sustancia en un conjunto de proposiciones positivas
relativas tan sólo a aquello que pueda ser percibido empíricamente y formalizado
gracias a la matemática.
En fin, unos economistas se dedican a conocer y procurar que sean resueltos los
problemas sociales que consideran estigmas de sus sociedades, como la pobreza y la
desigualdad de los individuos o las naciones, el desempleo o los desequilibrios eco-
nómicos de todo tipo. Otros se preocupan solamente de descifrar la coherencia in-
terna de modelos que ellos mismos consideran irrealistas, entendiendo que esos pro-
blemas mundanos son propios de los políticos (¡o de los moralistas!) más que de los
«científicos» sociales.

1.1.1. ¿A qué nos referimos al hablar de Economía?

Cualquier persona mínimamente instruida respondería acertadamente diciendo


que la Economía tiene que ver con un cierto tipo de actividades específicas que de-
sarrollamos habitualmente en nuestra vida social: buscar trabajo, comprar bienes o
servicios, solicitar o conceder créditos, invertir en la Bolsa... Es decir, con un campo
muy amplio de actividades orientadas a satisfacer nuestras necesidades materiales, a
proporcionarnos nuestro sustento diario.
Un gran economista inglés, Alfred Marshall, decía con mucha razón que la eco-
nomía es la ciencia que se ocupa de todos esos asuntos que él llamaba «los nego-
cios ordinarios de la vida».
Incluso los que no saben de antemano nada de Economía esperan que ésta sea
la que les proporcione explicaciones sobre un tipo de cuestiones muy variado pero
intuitivamente bien definido: por qué compramos unos bienes y no otros, por qué

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La Economía y la ciencia económica

los gobiernos gastan los recursos públicos en unas cosas y no en otras, qué razones
llevan a las empresas a producir cada tipo de mercancías, por qué unos empleos
están mejor pagados que otros, por qué suben los precios o, simplemente, por qué
alguno de nuestros conocidos no encuentra trabajo.
Incluso muchas personas utilizan a veces la palabra economía para referirse a un
determinado tipo de comportamiento: «ha hecho un uso muy económico de sus ingre-
sos», «aquella familia está haciendo muchas economías para llegar a fin de mes».
Lo que ocurre es que, efectivamente, la Economía tiene que ver con todos esos
diferentes tipos de asuntos que podríamos sintetizar en tres grandes campos: un de-
terminado tipo de actividades, unos problemas sociales específicos y un modo sin-
gular de comportamiento humano.

La actividad económica

Los seres humanos desarrollamos muchos tipos de actividades a lo largo de


nuestra vida, pero hay una que llamamos actividad económica que tiene que ver con
una problemática y unos asuntos específicos: la satisfacción de nuestras necesida-
des.
La actividad económica es aquella encaminada a satisfacer las necesidades ma-
teriales individuales o colectivas de los individuos, a procurar el uso de los recursos
que son necesarios para ello y a conseguir el patrimonio o riqueza que, individual y
colectivamente, es preciso acumular para vivir en sociedad y obtener los bienes o
servicios que nos resultan necesarios.
La agricultura, la producción industrial, el comercio, el consumo de bienes, el
intercambio... son actividades económicas que estudiaremos con detalle más adelan-
te y que están encaminadas a la satisfacción de nuestras necesidades.

Los problemas económicos

La actividad económica se corresponde con el campo específico de la vida so-


cial orientado a satisfacer nuestras necesidades, pero, además de eso, es posible
percibir problemas económicos en muchas actividades sociales que nada tienen que
ver con la actividad económica.
Decidir si se tiene un hijo o plantear si es preferible que haya más policía para
prevenir el crimen o castigos más elevados para los delincuentes no son en sí mismos
asuntos o actividades económicas. Desde luego que no. Pero tienen en común algo
muy importante con ellas: son asuntos que tienen que ver con la existencia de recur-
sos escasos y que, por tanto, requieren una determinada elección para resolverlos.
Cuando cualquier tipo de cuestión social se plantea como un problema originado
por la escasez de recursos decimos que nos encontramos ante un problema económico.
En sentido estricto no son actividades económicas, pero se resuelven como si lo
fueran, evaluando los costes y beneficios que llevan consigo.

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Economía Política

El comportamiento económico

Si se analizan la actuación del legislador cuando opta por elevar las penas de los
delitos en lugar de aumentar los recursos para su prevención, el razonamiento que
puede llevar a una pareja a tener un nuevo hijo o el efecto que puede tener sobre el
delincuente el que deba pagar un mayor «precio» si comete un delito, se podrá con-
cluir que son conductas o procesos que se resuelven de forma muy parecida a los
que habitualmente se consideran económicos: eligiendo aquellas alternativas que
comporten menos costes y mayores beneficios.
Podríamos decir entonces que la Economía tiene que ver también con el com-
portamiento humano que se lleva a cabo evaluando los costes y beneficios que im-
plica cualquier tipo de actividad.
Por eso muchos economistas hablan de comportamiento económico como aquel
que se manifiesta en la elección a partir de un cierto cálculo, más o menos compli-
cado, de los costes y de los beneficios que conlleva la decisión que se adopte.
Generalmente, para lograr esos objetivos a través de la actividad económica,
los seres humanos se enfrentan a una dotación determinada de recursos que deben
utilizar de forma que obtengan el mayor rendimiento posible desde el punto de
vista de las necesidades que se desean satisfacer. Y eso implica normalmente que
deban realizar una constante evaluación de los costes y de los beneficios que re-
portan los diferentes usos posibles de esos recursos. Las actividades humanas se
distinguen porque muchas veces están vinculadas a este tipo de cálculo o evalua-
ción.
Resulta entonces que la Economía no sólo tiene que ver con una amplia gama
de actividades sociales —de percepción más o menos intuitiva— a las que conside-
ramos actividades económicas, sino también con aspectos singulares de actividades
no económicas cuando éstas comportan decisiones realizadas tras el cálculo de cos-
tes y beneficios.

1.1.2. La Economía como ciencia y como práctica social

La Economía tiene que ver con esos tres ámbitos, pero lo importante es que
trata de acercarse a ellos de una forma específica: como conocimiento científico.
Eso quiere decir que procura conocer las generalidades de los fenómenos eco-
nómicos y las leyes que los gobiernan más que los hechos aislados.
Pero todos sabemos que conocer las cosas sociales por el simple hecho de co-
nocerlas carece de sentido. La pretensión última del conocimiento humano es actuar
sobre el entorno para modificar sus condiciones de vida. Y de ahí que la Economía
se ocupe, además, de la transformación de las condiciones económicas en que se
lleva a cabo nuestra vida social. La Economía es, por lo tanto, un tipo de conoci-
miento y también una práctica social.
Como veremos más adelante, los problemas económicos tienen mucho que ver
—como también suelen percibir intuitivamente los ciudadanos— con otras cuestio-

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La Economía y la ciencia económica

nes sociales: con los grupos de poder y con los intereses sociales de todo tipo. De
ahí que la Economía trate de abordar los problemas económicos situándolos en su
contexto social y político.
Para poner esto claramente de manifiesto, en los orígenes de los estudios econó-
micos se empezó a hablar de Economía Política. Más tarde este término quedó en
desuso y últimamente es utilizado por los economistas que tienen especial interés en
resaltar que su enfoque tiene en cuenta ese tipo de circunstancias sociales y políticas
a la hora de analizar los problemas económicos.

Ética y Economía
Lo que acabamos de señalar equivale a decir que la Economía forma parte de
ese abanico de ciencias que tratan de responder a las preguntas esenciales sobre
nueva vida en sociedad: ¿cómo hay que vivir? o ¿cómo se puede vivir mejor?
Pero se trata de preguntas que no tienen respuestas objetivas sino que son pre-
ferenciales, dependientes de lo que cada sujeto crea que es mejor o peor, de lo que
prefiera que se haga o que no se haga. Eso significa que para responderlas hay que
realizar reflexiones éticas.
La Economía, por tanto, tampoco es ajena a los criterios éticos. Todo lo contra-
rio. Cuando no se tienen en cuenta, lo que ocurre es que el análisis económico se
debilita y queda muy limitado.
En opinión de Amartya Sen, Premio Nobel de Economía de 1999, el distancia-
miento que existe hoy día entre Economía y ética «ha empobrecido sustancialmen-
te» la naturaleza de la Economía moderna1.
Eso quiere decir que, para valorar el alcance del conocimiento que proporciona
la Economía, se debe precisar no sólo su propio objeto de estudio y el método que
utiliza para conocerlo, sino también los valores y los principios morales de los que
parte este conocimiento y que, generalmente, son los que condicionan finalmente su
capacidad de incidir en el ámbito más general de las relaciones y las prácticas so-
ciales.

1.2. LA CIENCIA ECONÓMICA


Como todas las actividades sociales, la Economía es una realidad dinámica y
cambiante y está sometida a ciertas uniformidades y regularidades, a ciertas leyes de
comportamiento.
La Economía persigue el conocimiento científico de los comportamientos socia-
les dedicados a satisfacer las necesidades materiales de los individuos: de la activi-
dad económica, de los problemas sociales de cualquier tipo que tienen dimensión
económica y del comportamiento económico de los seres humanos.

1
  Sen, A.: Sobre ética y economía, Alianza Editorial, Madrid, 1989, p. 25.

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Economía Política

1.2.1. El método científico en Economía


El tipo de conocimiento que proporciona la Economía pretende con­seguir tres
grandes objetivos: disponer de categorías intelectuales rigurosas que expliquen el de-
sarrollo de los problemas económicos, predecir su evolución futura cuando se dé una
serie de circunstancias conocidas y definir los escenarios posibles en los que pueden
aplicarse medidas discrecionales para actuar sobre los hechos económicos.
A diferencia del conocimiento vulgar, a la Economía no le es suficiente con co-
nocer o describir fenómenos aislados, sino que es preciso que descubra sus regula-
ridades y las leyes de comportamiento que les afectan para poder obtener conclusio-
nes que faciliten la generalización y permitan la acción social sobre ellos.
Para lograrlo, como en las demás ciencias sociales, debe utilizar un conjunto
sistemático de reglas de conocimiento que denominamos método científico. Y éste
no es otra cosa que el conjunto de pasos seguido por la razón en el estudio de un
determinado objeto con el fin de formular una ley general.

Las leyes económicas

La ciencia económica trata de ser la representación en el pensamiento y median-


te el pensamiento de las leyes y regularidades que gobiernan las relaciones a las que
acabamos de hacer referencia. Procura detectar las uniformidades de carácter gene-
ral que se dan en el desarrollo de la actividad económica, así como las relaciones de
sucesión o similitud que se produzcan regularmente. Gracias a ello es posible esta-
blecer conjeturas y predicciones sobre el desenvolvimiento futuro de las condiciones
económicas y actuar sobre ellas para procurar transformarlas en el sentido social-
mente deseado.
Cuando se descubren esas regularidades se pueden formular leyes económicas
que son la expresión de las uniformidades de ciertos fenómenos económicos, de sus
elementos que permanecen constantes a lo largo del tiempo o en diferentes situacio-
nes.
Por las razones que vamos a ver más adelante, no es fácil poder elaborar leyes
económicas. Pero los economistas tratan siempre de formularlas con la mayor pre-
cisión y exactitud, aunque estén siempre sometidas a controversia.

Tipos de leyes económicas

Habitualmente, se suelen distinguir diferentes tipos de leyes económicas.


Las leyes lógicas se derivan del análisis cualitativo o abstracto y se deducen a
partir de postulados establecidos sobre experiencias más o menos indiscutibles.
Las leyes estadísticas, por el contrario, se deducen del análisis cuantitativo y
reflejan regularidades constatables y que se pueden verificar, aunque no tengan,
como las anteriores, una exigencia lógica.

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La Economía y la ciencia económica

Algunos ejemplos de leyes económicas

— Ley de Say. Denominada así porque la formuló Juan Bautista Say en 1803: «El simple
hecho de la formación de un producto abre, desde ese preciso instante, un mercado a otros
productos». O, dicho de otro modo: «la oferta crea su propia demanda».
— Ley de los rendimientos decrecientes. Formulada a través de sucesivas aportaciones de los
primeros grandes economistas, como Robert J. Turgot, Thomas Malthus y David Ricardo,
afirma que «el rendimiento de una actividad disminuye a medida que se van a aplicando
unidades de un factor variables (por ejemplo, trabajo) a otro que permanece fijo».
— Ley de Engel. Deducida por el estadístico alemán Ernst Engel (1821-1896), quien observó
las pautas de consumo de familias con diferentes niveles de rentas y dedujo que si los
gustos y las preferencias se mantienen y aumentan los ingresos la proporción del ingreso
gastado en alimentos disminuye aunque pueda haber aumentado el gasto real en alimenta-
ción en términos absolutos.
— Ley de Gresham. Se comenzó a hablar de esta ley en el siglo xix bastante después de que
Sir Thomas Gresham observase en el siglo xvi que en todas las operaciones en las que
intervenía la gente prefería pagar con la moneda más mala del momento y quedarse con la
más fuerte para guardarla para fundirla cuando éstas tenían mayor valor como metal para
hacer lingotes. La ley se formuló diciendo que cuando en una economía circulan monedas
del mismo valor (5 euros por ejemplo) pero hechas con un metales de diferentes calidades
(plata y latón, por ejemplo), la moneda buena (la de plata) desaparece y se mantendrá en
circulación la mala (la de latón): «La moneda mala desplaza a la buena».
— Ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Según Carlos Marx, el beneficio del
capitalista proviene del uso del trabajo pero su tendencia a obtener cada vez más producti-
vidad le lleva a sustituirlo por maquinaria, y así, a medida que hay más máquinas y menos
trabajo, decrece su beneficio
— Ley de Okun. Formulada por Arthur Okun a mediados de los años sesenta del siglo pasado,
afirma que la tasa de desempleo caerá en un determinado porcentaje en correlación con el
incremento porcentual que se produzca al mismo tiempo en el crecimiento de la producción.

Para algunas corrientes del pensamiento económico, estas leyes económicas son
siempre las mismas, comunes a cualquier forma de actividad económica y condicio-
nantes de cualquier acción de los sujetos económicos. Así, puede pensarse que la
ley económica fundamental es la que regula la asignación de recursos escasos a las
necesidades limitadas de los seres humanos, sea cual sea el contexto social e institu-
cional en el que se lleva a cabo.
Para otras corrientes, las leyes económicas son singulares para cada sociedad y
vienen impuestas por la naturaleza de la estructura en que se insertan las actividades
económicas, sin que haya, por lo tanto, leyes generales de aplicación universal.
Léon Walras, por ejemplo, entendió que las relaciones de propiedad derivan ex-
clusivamente de la moral y desarrolló una concepción universalista y atemporal de
las leyes económicas. Por el contrario, los economistas marxistas afirmarían que las
relaciones de propiedad derivan de los intereses de las clases sociales dominantes.
En el primer caso, las leyes que gobiernan la organización y la propiedad de los
recursos serían comunes en cualquier momento histórico. En el segundo, habría que
conocer su naturaleza concreta en cada fase histórica particular.

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Economía Política

Las teorías económicas

En el camino que lleva a tratar de descubrir y formular las leyes generales que
regulan el funcionamiento de la actividad económica, la ciencia económica constru-
ye teorías económicas sobre los distintos asuntos concretos que estudia.
Una teoría es una especie de sistema lógico que ilustra simplificadamente todos
y cada uno de los aspectos de un fenómeno y que permiten predecir su comporta-
miento en situaciones diferentes.
Normalmente, una teoría contiene diferentes componentes: variables, hipótesis,
predicciones y la contrastación.
Una variable es una magnitud relativa a alguno de los fenómenos que se van a
estudiar: precio, cantidad demandada, cantidad ofertada, renta, cantidad de dinero...
En la investigación económica se pueden distinguir diferentes tipos de variables:

— Variable endógena (o inducida): es aquella que está explicada dentro de una


teoría.
— Variable exógena (o autónoma): es la que influye en las endógenas pero está
determinada por factores ajenos o externos a la teoría.

Así, en una teoría que afirmase «La cantidad de gasto familiar en cine está de-
terminada por la renta familiar y por el gasto de publicidad de las productoras cine-
matográficas», el gasto familiar es variable endógena y el gasto publicitario sería
exógena.

— Variable stock: Es la que sólo se refiere a una cantidad en un momento de-


terminado y la que no necesita de la dimensión temporal para que tenga
significado o sentido: el número de máquinas que hay en una empresa.
— Variable flujo: Es la que tiene dimensión a lo largo del tiempo: la inversión
que hace que ese número de máquinas aumente o disminuya a lo largo del
tiempo

Las hipótesis son los supuestos previos que se establecen como punto de partida
de la investigación y que hay que tratar de confirmar o no. Suelen ser de tres tipos:

— Relativas al comportamiento: «Las empresas buscan el máximo beneficio».


— Relativas a la relación entre cantidades que puede darse entre diversos fac-
tores: «La producción de un bien cuando aumenta en el triple cuando se
duplica la cantidad de trabajo empleado para producirlo».
— Relativas a las condiciones en que se puede aplicar la teoría que se formula:
«Para que haya competencia perfecta la información debe ser perfecta y gra-
tuita».

Para establecer estas hipótesis es necesaria la observación detallada, rigurosa y


acertada de los fenómenos que se estudian y para ello se pueden utilizar varios pro-

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La Economía y la ciencia económica

cedimientos: recurrir a datos estadísticos, al conocimiento histórico, a la observa-


ción directa o a través de encuestas.
Las hipótesis que vamos aceptando porque comprobamos que se corresponden
con la realidad son las que van conformando el conocimiento económico acumulado
que nos permite conocer los fenómenos económicos e ir descubriendo las leyes que
lo regulan.
Las predicciones son los juicios que establecen lo que ocurrirá cuando las hipó-
tesis establecidas se cumplan. Por ejemplo, si hemos establecido la hipótesis de que
en competencia perfecta todas las empresas obtienen el mismo beneficio y la hemos
aceptado porque comprobamos que ocurre en la realidad, podremos establecer una
predicción: en condiciones de competencia perfecta ninguna empresa obtendrá be-
neficios extraordinarios a largo plazo.
Es importante señalar que una predicción no es una profecía, sino un juicio con-
dicional: se predice que ocurrirá algo si se dan las condiciones establecidas en la
hipótesis y que hemos aceptado al descubrir que hay una regularidad en ese sentido.
La contrastación de las predicciones establecidas es el proceso que lleva a com-
probar que los juicios que formula la teoría son ciertos, si se dan en la realidad.
Cuando eso no sucede la teoría debe rechazarse o refutarse

Los modelos económicos

La realidad económica suele ser demasiado compleja y cualquier problema eco-


nómico depende de muchas circunstancias a la vez. Por eso, normalmente no se
puede analizar teniendo en cuenta al mismo tiempo a todos sus componentes.
Cuando eso ocurre, los economistas tratamos de simplificar la realidad constru-
yendo modelos económicos de donde obtienen sus hipótesis y teorías.
Un modelo económico es una visión simplificada de la realidad, una representa-
ción reducida de toda ella o de una de sus partes.
Al igual que un mapa permite conocer un espacio geográfico que nunca podría-
mos tener en nuestras manos en toda su dimensión, gracias a la simplificación que
proporcionan los modelos económicos se pueden analizar fenómenos cuyos compo-
nentes nunca podría abarcar combinadamente nuestro conocimiento.
Los modelos pueden ser tan simplificados como deseamos. Uno muy simple
podría ser, por ejemplo, el que formulásemos así:

y = 2x

donde y podría ser el volumen de trabajo en los servicios y x el volumen de trabajo


en la industria. Ese sencillísimo modelo nos estaría diciendo que el volumen de tra-
bajo en los servicios (y) es el doble del existente en la industria.
Sin embargo, cuanto más simple sea un modelo estará más alejado de la reali-
dad y, por tanto, será menos útil a la hora de proporcionarnos una visión realista de
ella.

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Economía Política

A menudo, los economistas tienen que elegir entre modelos muy maneja-
bles pero alejados de la realidad, u otros más realistas pero muy difíciles de
trabajar.
En otros temas iremos descubriendo, al menos de modo elemental, los modelos
más útiles y utilizados en el análisis económico.

La formalización de las relaciones económicas


Las teorías contienen un conjunto de supuestos acerca de cómo se relacionan unas va-
riables con otras, así que serán más consistentes cuanto mejor estén definidas sus variables y
las relaciones que hay entre ellas, para lo cual es muy necesario formalizarlas y expresarlas lo
mejor posible.
Las relaciones entre las variables económicas

Cuando una variable, por ejemplo la cantidad consumida de bienes y servicios por un
individuo (C), está relacionada con otra, por ejemplo su renta (Y), decimos que es función de
ella: la cantidad demandada de un bien por un individuo es función de su renta. La primera
sería entonces la variable dependiente y la segunda la independiente y para expresar esa rela-
ción utilizamos una notación que es bien conocida:

C = f (Y)

Al decir o escribir esto sólo expresamos que hay una relación entre ambas variables pero
poco más. La investigación económica, es decir, la observación científica de su comportamien-
to es lo que podría proporcionarnos información adicional que nos llevará a determinar de qué
manera más exacta están relacionadas.
Así, podríamos investigar y concluir que ese individuo estudiado gasta el 60% de su renta
en la compra de bienes y servicios y lo expresaríamos:

C = 0,60 Y (1)

Por tanto, una función cualquiera que muestre la relación que se da entre dos o más va-
riables, y = f (x,z) por ejemplo, puede tener multitud de formas particulares que son las que
debemos tratar de encontrar y formular adecuadamente. Podría y = 3x + z, y/2 = x – z2, etc.

Limitaciones de la formulación de hipótesis en Economía

La formulación de estas relaciones entre variables no es fácil y no siempre vamos a poder


saber con total exactitud lo que ocurre con cada una de ellas. A pesar de que sepamos el valor
de x y el de z en los ejemplos anteriores quizá no sea seguro que podamos obtener con exac-
titud el de y, o al revés. Eso es así por diversas razones:

— Puede haber otras variables que influyan en la que queremos estudiar y que no hayamos
tenido en cuenta. Como veremos enseguida, eso ocurre habitualmente porque en los fenó-
menos económicos suelen influir un número tan amplio de variables que es muy difícil o
casi imposible tenerlas en cuenta a todas.

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La Economía y la ciencia económica

— Normalmente en Economía no se puede medir con total exactitud el valor de todas las va-
riables que necesitamos estudiar. Es lo que suele ocurrir cuando nos referimos a variables
que tienen que ver con grandes colectivos sociales: consumo familiar en España, produc-
ción industrial de un país, etc.

Formas de expresión de la relaciones económicas


Finalmente, hay que tener en cuenta que las relaciones funcionales entre variables que
usamos en Economía pueden representarse de modos alternativos.
Así, la relación que hemos usado anteriormente podemos expresarla verbal, algebraica o
matemáticamente y geométrica o gráficamente.
La representación verbal de (1) será decir que un individuo dedica al consumo de bienes
y servicios el 60% de su renta.
La expresión matemática o algebraica es la que ya usamos:

C = 0,60 Y

La expresión geométrica o gráfica sería:

Relación entre el consumo individual (C) y la renta (Y)


C = 0,6Y

70.000
60.000
50.000
Consumo (C)

40.000
30.000
Consumo
20.000
10.000
0
0 20.000 40.000 60.000 80.000 100.000 120.000
Renta (Y)

1.2.2. 
La difícil aplicación del método científico
La aplicación del método científico en Economía comporta dificultades comu-
nes al resto de las ciencias sociales y otras derivadas de la peculiar naturaleza de los
fenómenos que estudia. Estas dificultades afectan a la observación de los hechos, al
establecimiento y verificación de las hipótesis y son las que suelen provocar las dis-
crepancias que se dan entre los economistas.

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Economía Política

Problemas de observación: juicios de valor y prejuicios

Los científicos sociales son también protagonistas de las relaciones que estu-
dian, forman parte de los hechos y tienen intereses, prejuicios y valores que afectan
a la perspectiva desde la que contemplan el objeto de sus análisis.
La propia selección del campo de estudio o del método es más trascendente en
las ciencias sociales, y de ahí se derivan imperfecciones del conocimiento que no
siempre son explicitadas o superadas.
La trascendencia del conocimiento científico para el mantenimiento o la transfor-
mación de las relaciones sociales puede amplificar estas imperfecciones. Muchas ve-
ces el poder establecido financia preferentemente un determinado tipo de investigación
o delimita más o menos veladamente los grandes temas y enfoques en torno a los que
se desarrolla la investigación «en boga». Eso puede dar lugar a que los problemas in-
vestigados por los economistas no sean sino los que convienen a los grandes intereses
políticos o económicos, en perjuicio de aquellos cuyo planteamiento podría permitir
alcanzar una organización más justa e igualitaria de la vida económica.
Es por eso por lo que, si todo científico debe renunciar a los dogmas establecidos,
los economistas deben renunciar además, como ha dicho J. K. Galbraith, al «gran po-
der de los intereses económicos»2.
Para el economista, esta limitación metodológica comporta un compromiso es-
pecialmente significativo. La propia definición de sus preocupaciones científicas lle-
va implícita la posibilidad de resolver, en la práctica social, unos problemas u otros.
Desgraciadamente, y con más frecuencia de la que sería natural y deseable, los pro-
gramas científicos de la Economía parecen más bien destinados a salvaguardar los
intereses sociales más poderosos y a servir de sustento teórico a estados de cosas
que tienen demasiado que ver con la injusticia y la desigualdad que padece una gran
parte de la Humanidad.

Problemas de establecimento y verificación de hipótesis

Por otro lado, la Economía no es una disciplina experimental, lo que impide que
los hechos económicos puedan ser reproducidos para su observación.
Ello obliga a que el economista deba proceder con demasiada frecuencia a ana-
lizar los diferentes elementos de un fenómeno «como si» se comportasen de una
manera predefinida por nosotros. C ­ uando se estudia, por ejemplo, la cantidad de un
bien que está interesado en adquirir un consumidor en particular es fácil observar
que son muy variados los factores de los que d­ epende (el precio del bien, el de otros
bienes relacionados, la renta del consumidor, etc.). Pero como es imposible conside-
rar todos al mismo tiempo, se suele simplificar diciendo que depende del precio del
bien ceteris paribus, esto es, manteniendo constantes los demás factores: razonamos
como si la demanda sólo dependiera del precio.

2
  Galbraith, J. K.: Historia de la economía, Ariel, Barcelona, 1989, p. 312.

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La Economía y la ciencia económica

Además, la utilización de modelos comporta un doble problema. Por una parte,


y por definición, el modelo no puede corresponderse exactamente con la realidad;
es, necesariamente, una simplificación de ésta (de nada serviría utilizar un mapa de
escala 1:1). Pero, por otra, cuando nos alejamos de la realidad, percibimos menos
nítidamente sus rasgos.
La necesidad de recurrir a estas inevitables simplificaciones ha generado gran-
des discusiones teóricas. Siguiendo a Alfons Barceló, se pueden distinguir tres gran-
des posiciones ante estos problemas. El formalismo sostiene que la validación del
conocimiento depende exclusivamente de su coherencia formal. El pragmatismo es-
tablece que una idea será verdadera (o válida) si conduce a un comportamiento efi-
caz o a una predicción correcta. El realismo postula que el conocimiento es verda-
dero sólo si modeliza cosas, relaciones y hechos reales. Naturalmente, los resultados
del conocimiento serán distintos según cuál sea el punto de vista que adopte al
respecto cada persona.
El propio proceso de verificación de las hipótesis también es difícil y a veces se
producen errores de lógica por parte del científico.
Uno de esos errores es el llamado por Paul Samuelson falacia de la composi-
ción. Es lo que ocurre cuando se confunde el todo con la parte. Por ejemplo, el
ahorro abundante es muy bueno si se contempla a título individual, pero si todas las
personas y empresas ahorraran mucho, se resentirían el consumo total y el gasto de
las empresas. Por tanto, no es igual de bueno si se contempla por su efecto indivi-
dual que si se hace teniendo en cuenta el conjunto de la economía.
Otro error consiste en no detectar correctamente la relación entre causa y con-
secuencia. Muchas veces se observa que algo sucede después de otra cosa y se de-
duce erróneamente que es su consecuencia: llueve después de haber clavado un palo
en el suelo, luego la lluvia es el efecto de clavar palos en el suelo.
También puede ocurrir que la verificación de una hipótesis o teoría económica
puede dar lugar a interpretaciones completamente distintas dependiendo de qué as-
pecto singular se desee verificar o incluso de la perspectiva personal que adopten
los economistas que lo estudien.

La naturaleza de las discrepancias en Economía

Todas estas dificultades metodológicas son las que explican las discrepancias
habituales que se dan entre los economistas y que más concretamente suelen tener
tres grandes orígenes:

— El desacuerdo sobre los objetivos del conocimiento, que lleva a que diferen-
tes científicos analicen distintos fenómenos o que centren más o menos
atención en alguno de sus aspectos claves.
— El desacuerdo sobre los hechos concretos que se estudian o sobre sus mani-
festaciones.
— Errores o falta de lógica o coherencia en los razonamientos.

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Economía Política

Cabe pensar que estas discrepancias deberían poder superarse sólo en la medida
en que los científicos de la Economía asumieran una perspectiva metodológica rigu-
rosa, pero eso no es nada fácil porque están influidas también por sus preferencias
ideológicas o por sus posiciones éticas o políticas.
Para no tener que afrontar los problemas que generan estas limitaciones del co-
nocimiento, lo que predomina hoy día es una cierta despreocupación hacia los pro-
blemas del método. En lugar de tratar de construir grandes teorías, se tiende a ela-
borarlas con un alcance explicativo más reducido y se prefiere que los objetos de
estudio tengan mucha concreción y especialización.
Eso indica que el pensamiento económico actual no avanza muy atado al rigor
científico y que no hay gran interés por abordar y solventar las dis­crepancias teóri-
cas. Lo que normalmente ocurre es que cada economista o escuela sólo busquen la
confirmación de sus postulados y no tratar de descubrir la parte de verdad que pueda
haber en los que proponen los demás.

1.3. LAS GRANDES RAMAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO


Desde la antigüedad, fueron muchos los pensadores y filósofos que mostraron
interés por los asuntos que ahora llamamos económicos. Pero fue sólo cuando co-
menzó a desarrollarse la economía capitalista cuando se extendió un pensamiento
económico riguroso y ordenado. Un pensamiento que desde su inicio evolucionó en
medio de notables diferencias y discrepancias.

La Economía en la antigüedad y en la escolástica

En la Grecia clásica ya empezó a hablarse de Economía para hacer referencia a


los problemas de la administración de los bienes.
De allí viene el origen epistemológico de la palabra economía, que hace refe-
rencia al arte de administrar la casa (oikos: casa; nemó: administrador).
En la antigua Grecia, su objeto era el estudio de los problemas de la vida coti-
diana, como la división del trabajo, la producción, el cambio, la moneda, los precios
o el interés, y todo ello orientado principalmente a la formulación de preceptos mo-
rales y reglas prácticas de conducta.
Más adelante, los teólogos y moralistas de la edad moderna comenzaron a re-
flexionar sobre asuntos como el interés del dinero, la pobreza o la población, aunque
sin llegar a consolidar un cuerpo específico de conocimientos económicos. Se limita-
ron, más bien, a establecer juicios morales acerca de estos asuntos, aunque eso hizo
que ya fuesen adquiriendo carta de naturaleza como auténticos problemas sociales.
En la segunda mitad del siglo xvii, justo cuando comenzaban a aparecer los prime-
ros rasgos e instituciones de lo que después sería la economía capitalista (circulación mo-
netaria, comercio generalizado, búsqueda del beneficio mercantil, individualismo...), se
consolidó un cambio de enfoque respecto a aquellas primeras ideas sobre la Economía.

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