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Asociación de Scouts del Perú

Dirección de Recursos Adultos


Equipo Interregional de Formación del Centro

MATERIAL DE TRABAJO
NIÑEZ Y ADOLESCENCIA DE BADEN-POWELL
El martes 10 de marzo de 1846 en una clara pero fría mañana Henrietta Grace Smyth se
convirtió en la esposa del profesor Baden Powell (Padre) en la Iglesia de San Lucas, en
Chelsea. Después de la ceremonia la pareja partió para Paddington, y de ahí por tren a
Oxford. En su nuevo hogar, la tercera Sra. Powell recibió en sus brazos a los dos hijos de
su esposo que estaban viviendo con su padre.
Después del nacimiento de cuatro hermanos: Henry Warington Smyth Powell, George
Smyth, Augustus Smyth y Francis Smyth, luego de tres perdidas un niño y dos niñas que
pudieron haber sido sus hermanas (todos mueren antes de los 5 años) Henrietta Grace,
embarazada nuevamente, esperaba con una mezcla de regocijo y espanto la llegada de
otro hijo más el décimo segundo hijo del profesor Powell y el octavo de Henrietta Grace,
nació el 22 de febrero de 1857. En su bautizo, el 8 de julio. Se le dio al niño el nombre de
Robert Stephenson Smyth Powell. Los dos primeros nombres eran en honor a su abuelo, el
hijo de George Stephenson, el diseñador de la primera locomotora y famoso por propio
derecho como ingeniero y constructor de puentes.
El profesor Baden Powell falleció cuando Robert Stephenson tenía 3 años de edad. Años
después, la Sra. Powell decidió que toda la familia debía cambiarse el nombre a Baden-
Powell, en honor a su esposo, el afectuoso padre de los niños, y así perpetuar su nombre.
El abogado de la familia, Sr. Arnold, tomó a cargo lograr que el doble nombre fuera
legalizado. El 21 de septiembre 1869, por Bando Público todos los miembros de la familia
se convirtieron en Baden-Powell. Así fue como Stephe se convirtió en Robert Stephenson
Smyth Baden-Powell, poco después abreviado B-P por sus compañeros de escuela y
finalmente por el mundo entero.
El muchacho de Charterhouse Años: 1870-76 Edad: 13-19 años
El 28 de noviembre de 1870, durante el “Oration Quarter”. Stephe Baden-Powell,
recientemente nombrado “Gownboy Foundationer’’ fue a Charterhouse. Era ‘‘un muchacho
de tamaño mediano, de pelo rojo ensortijado, decididamente pecoso, con un par de ojos
pestañantes” como posteriormente lo describió uno de sus condiscípulos.
A su llegada, Stephe fue colocado en el tercer asiento y alojado en “Gownboys”, la manzana
central del viejo y vasto monasterio, al cuidado del maestro residente Frederick Kennedy
Wilson Girdlestone. Pronto comenzó a progresar en su trabajo escolar “sin hacerse
impopular por una atención desmedida a sus estudios”.
Viniendo de una familia numerosa, Stephe no tuvo dificultad en ajustarse a su nueva vida,
acomodándose al “fatigoso sistema” de Charterhouse, Consideraba a los estudiantes más
viejos en la misma forma en que lo hacía con sus tanto, sus mentores. Ellos tenían el
derecho de esperar obediencia y una cierta dosis de servilismo. Cuanto más pronto y
alegremente aceptara esta situación, más fácil le sería llevarse bien con ellos.
Después de las acostumbradas dos semanas de gracia permitidas a todo novicio, Stephe
fue asignado a un “superior” y pronto descubrió que ser un “esclavo” en Charterhouse era
una sinecura, comparado con ser en su casa el miembro más joven de la pandilla
Warington.
A poco de la llegada de Stephe a Charterhouse, John Hullah, el maestro de música reunió a
todos los recién llegados para probar sus voces para el coro. El resultado posterior fue que
uno de los grupos era de posibles cantantes para el coro, el otro no tenía ni voz ni oído,

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mientras se consideró que Stephe tenía una excelente voz de falsete. Stephe permaneció
en el coro durante seis años. Después de que cambió la voz, todavía le fue posible cantar.
Resultaba indiferente que la partitura fuera para soprano, contralto, tenor o barítono. Stephe
se las arreglaba fácilmente con todas, “No digo que tuviera buena voz en cualquiera de
ellas” reconocería más tarde, “porque ciertamente no la tenía, pero resultaba justamente
adecuada para uso general”.
Se había unido al cuerpo de cadetes como corneta, a la orquesta como violinista y a la
banda lisa del Sr. Cousins como tocador del cuerno. Pero a pesar de todas sus afiliaciones,
siempre había un cierto retraimiento hacia Stephe. De acuerdo con E. H. Parry, su superior,
el joven Baden-Powell era “alegre, perfectamente recto y limpio en todo aspecto: sin nada
melindroso en él”, pero “jamás se parecía a los demás muchachos, quienes generalmente
se sentían perplejos ante él, y nunca sabían realmente cuando estaba jugando y cuando
estaba serio.
El martes de carnaval cada muchacho recibía dos mitades de un limón junto con sus
panqueques. Pero en vez de usar las mitades del limón, los muchachos se comían sus
panqueques solos y ponían las mitades del limón en sus bolsillos. Después de la cena, los
“Gownboys” tomaban partido contra los “Oppidans”. Alguien tocaba la campana e
inmediatamente el aire se llenaba de proyectiles. En una de esas peleas a limón limpio,
Stephe se apareció en escena “cubierto de pies a cabeza con un acolchado que no permitía
verle la cara, excepto los ojos, traviesos y brillantes, atisbando a través de dos hendiduras”.
Se plantó entre las dos filas y con un penetrante alarido de guerra, puesto de cuclillas en el
piso anunció con voz retumbante: “¡que comience la batalla!”. La orden fue inmediatamente
obedecida y Stephe resultó ser el blanco principal.
Existía una constante rivalidad entre los muchachos de Charterhouse y los chicos de la
carnicería del vecino mercado de Smithfield, rivalidad que generalmente estallaba en
batallas campales. “En esta ocasión particular (escribió Baden-Powell más adelante), los
muchachos de Smithfield habían tomado posesión de una porción de terreno baldío
denominado “Over Hoardings”, adyacente al campo de fútbol, desde el cual nos atacaban
con una lluvia de piedras y cascotes, cada vez que intentábamos jugar. Respondíamos en
igual forma, con ocasionales batidas de los más fuertes de nosotros saltando el muro. Con
cuatro o cinco de nuestros muchachos que eran muy pequeños para tomar parte en la
refriega, estaba mirando la batalla cuando de pronto nos encontramos al director junto a
nosotros, observando ansiosamente el desarrollo de la pelea.
Nos hizo una observación: “Muchachos, creo que, si ustedes salen por esa puerta, en la
pared lateral, podrían atacar a esos groseros por el flanco”. “Sí, señor”, contestó uno de
nosotros, “pero la puerta está cerrada”. El bondadoso doctor buscó a tientas en su toga y
dijo: “Así es, pero aquí está la llave”. Y de esa manera, alegremente nos ordenó salir y
nuestro ataque fue todo un éxito”.
La multitud de actividades en las cuales Stephe se involucró dieron salida a su exuberante
gregarismo. Pero había otra faceta de su carácter. De tiempo en tiempo, tenía una
necesidad urgente de aislamiento, de estar completamente solo, totalmente libre. Encontró
un sitio perfecto para eso en el “Copse” (matorral), un cinturón de bosques yermos intactos
que se extendía algo así como una milla (1.6 km) a lo largo de una escarpada ladera, en la
parte baja de los campos de juego, y que tenía la ventaja adicional de estar fuera de sus
límites. “Fue aquí (explicó Stephe ya crecido), que me imaginé a mí mismo como hombre de
los bosques, trampero y explorador indio. Solía deslizarme cautelosamente buscando
“señales” y lograba observar de cerca conejos, ardillas, ratas y pájaros”.

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Como trampero, colocaba mis lazos y cuando agarraba a un conejo o liebre (lo que no era
muy frecuente), aprendí por dolorosa experiencia como despellejarlos, limpiarlos y
cocinarlos, pero sabiendo que los “pieles rojas” andaban cerca, en forma de maestros que
buscaban a los muchachos que se escapaban, utilizaba una pequeña fogata que no
producía humo, por temor a tener que suspender mis correrías.
“Finalmente gané también suficiente astucia para esconderme en los árboles, cuando un
peligro de esta clase amenazaba, ya que la experiencia me había enseñado que los
maestros que buscaban a esos muchachos raramente miraban hacia arriba. Los griegos
fueron unos tontos cuando llamaron al hombre “Antropos” o “aquel que mira hacia arriba”,
ya que en la práctica generalmente deja de mirar más arriba de su propio nivel”.

Tomado de: Dos vidas de un héroe, por William Hillcourt y Lady Olave Baden-Powell

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