Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Día 1
Dios vio que la luz era buena y así concluyo el primer día. Nota que el pasaje no
dice que Dios creo la oscuridad y que la considero buena. A la luz llamó día y a la
oscuridad noche. (Génesis 1:3-5)
Día 2
En el segundo día de la creación Dios separó los cielos y la tierra. Dios hizo esto
creando un espacio para separar las aguas de la tierra con las aguas de los cielos.
(Génesis 1:6-8)
Día 3
Dios continúo organizando su creación en el tercer día. Agrupó las aguas y las
llamó mares y dio a revelar la tierra seca. Ya para este punto las condiciones eran
adecuadas para la vegetación. Dios ordenó que la tierra produjera toda semilla,
planta y fruto. (Génesis 1:9-13)
Día 4
En el cuarto día Dios creó el sol, la luna y las estrellas. Recuerda que la luz ya
existía desde el primer día. El propósito de estas estrellas, por lo menos en el verso
14, dice que eran para distinguir entre el día y la noche, y para darnos un sentido
del tiempo.
Dice que por el sol, la luna y las estrellas podemos marcas las estaciones, los días y
los años. Desde la antigüedad han habido culturas paganas que adoran al sol y a la
luna como dioses. Otros creen que las estrellas pueden revelar el destino de una
persona. En este pasaje Dios nos da a entender que él está sobre estas cosas pues la
creación no puede ser más grande que el Creador.
Día 6
En el verso 26 Dios cambia su tono al crear el hombre. En los días previos vemos
que Dios ordena una acción. Vemos frases como "Dios dijo hágase…" o "Dijo Dios:
Prodúzcase…". Ahora Dios dice "Hagamos al hombre en nuestra imagen, conforme
a nuestra semejanza". Esto no fue un mandamiento a la creación como lo fue
cuando el ordeno que la tierra produjera vegetación, los mares peces y los cielos
aves.
La creación del hombre fue una obra muy personal. Muchos usan este verso como
evidencia de la presencia de la trinidad.
El verso 27 se puede leer como una celebración a la humanidad. Dice: "Y creó Dios
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". Es
como un corto poema dentro de la narración.
Al final de las obras anteriores Dios vio que su creación era buena. En esta ocasión
Dios expresa un poco más de gozo al reflejar en la creación de este día y dice que lo
que había creado "…era bueno en gran manera". (Génesis 1:24-31)
Día 7
El compromiso
Todos los enamorados sueñan con amar y ser amados, de manera total y para siempre. Pero
todos sabemos también que hay una gran diferencia entre “desear” amar y entregarse de esta
forma y “prometer o comprometerse” a tal entrega y amor.
Esto se debe al hecho de que los seres humanos sólo podemos ser verdaderamente conscientes
de lo que sentimos y pensamos cuando lo podemos expresar mediante las palabras y los gestos.
Con todo, el poder de las palabras y los gestos de amor no es suficiente para garantizar que
vamos a ser siempre fieles a lo prometido. Es muy fácil prometer el cielo y la tierra en un
arrebato de entusiasmo y después olvidarlo o sentir que no podemos cumplir con nuestra
palabra.
En cambio, cuando una persona está dispuesta a declarar su amor frente a testigos demuestra
claramente que lo que dice ha sido pensado y decidido con plena conciencia. Y si además esta
declaración de amor se hace frente a Dios y apoyada en su gracia, es decir, cuando la pareja
pide en el matrimonio, que Jesús mismo venga a ser la fuente y garantía de sus promesas,
entonces el compromiso humano de amor se transforma en alianza garantizada por Dios mismo
y para siempre.
Cuando en cambio una pareja se va a vivir juntos sin haberse hecho esta declaración se crea
entre ellos una situación anormal de inestabilidad en la cual ninguno de los dos puede estar
seguro del grado en el cual el otro ha comprometido su corazón y su existencia con él o con
ella. Entonces, aunque lo estén dando todo de si, tampoco se sienten en condición de poder
reclamar responsabilidad o coherencia en el amor pues no ha habido un acuerdo. Como
resultado y a nivel inconsciente, los dos, en vez de sentirse libres para darse el uno al otro pues
saben que van a ser recibidos y amados, terminan por dejar una puerta abierta por donde, ante
la posible amenaza, duda o cansancio, puedan “salir huyendo”.
Esto se refleja claramente en las estadísticas: menos de la mitad las parejas que inician su vida
en común terminan en un matrimonio. Lo más común es que más del 50% de los que cohabitan
rompen su relación antes de cumplir 5 años, incluso teniendo hijos en común. Entre los casados
la proporción de separaciones es en cambio del 15%.
Resumiendo podemos por eso decir que el compromiso explícito ante Dios y la comunidad
ayuda a la pareja en los siguientes aspectos:
Como base que crea la confianza necesaria para que la pareja pueda entregarse de
corazón y cuerpo sin sentir que está poniendo en riesgo su vida.
Ayuda a la pareja a tomar conciencia de cada uno ha sido escogido y aceptado tal cual
es. Esta aceptación es la base fundamental para la seguridad emocional que cura y
previene posibles celos, dudas en la relación y que facilita la entrega.
Pasados los años, el compromiso sirve de faro permanente que establece entre la pareja
el objetivo al cual apunta su amor. Así, aunque haya errores cada uno sabe a qué le ha
apostado en su amor y se esforzará por ser coherente.
El compromiso consolida el “nosotros” que da origen emocional y legalmente a la
institución de la familia. Gracias a él la pareja será reconocida pública y socialmente
como una entidad legítima de derechos y deberes.
Con el hecho de aceptar el compromiso del otro damos libremente el derecho a nuestro
cónyuge a que apele a nuestro amor y promesas. Así me pongo al servicio de sus
necesidades y le garantizo que al reconocerlo como “mi esposo”, “mi esposa”, haré
todo lo posible por protegerla(o) de la indiferencia, la soledad o el abandono.
Lo más profundo y único de cada persona es su emotividad. Si alguien nos abre por tanto la
puerta de su corazón y pone en nuestras manos el tesoro sagrado de sus afectos, lo único digno
y responsable es corresponderle con nuestro compromiso y decisión por agradecer cada día esa
entrega. Al mismo tiempo prometer con la ayuda de la gracia divina, cuidarla, respetarla y
celebrarla con toda la valentía, la delicadeza y el empeño de la cual seamos capaces.
1. ¿Ha querido Dios que el matrimonio sea "uno con una y para
siempre"?
2. ¿Por qué desea Dios que esta unión sea estable y para
siempre?
CATECISMO DE LA FAMILIA
Y DEL MATRIMONIO
Versículos bíblicos para matrimonios
Este versículo dice que el matrimonio que Dios instituyó requiere de dos acciones.
Primero, dejar a los padres físicamente. Al casarnos formamos una nueva familia,
un nuevo hogar y esa debe ser nuestra prioridad. Por supuesto que tenemos que
amar y honrar a nuestros padres hasta la muerte, pero debemos entender que
como nueva familia, haremos planes y tomaremos decisiones contando el uno con
el otro.
Segundo, unirnos en una sola carne con nuestro cónyuge: unidad sexual y unidad
emocional. Desde el momento en que nos casamos disfrutaremos sexualmente el
uno del otro y buscaremos caminar juntos en todas las áreas, como por ejemplo,
la economía familiar, el servicio a Dios y la educación de los hijos cuando lleguen.
2. Es para siempre
¿No han leído —replicó Jesús— que en el principio el Creador “los hizo hombre y
mujer”, y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”? Así que ya no son dos, sino uno
solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
(Mateo 19:4-6)
3. Trae felicidad
4. Unidad en Cristo
No formen yunta con los incrédulos. ¿Qué tienen en común la justicia y la maldad?
¿O qué comunión puede tener la luz con la oscuridad? ¿Qué armonía tiene Cristo
con el diablo? ¿Qué tiene en común un creyente con un incrédulo?
(2 Corintios 6:14-15)
La palabra cónyuge quiere decir unidos por el yugo, en referencia a la yunta que
mantiene unidos a los bueyes para que puedan arar en la misma dirección. El
matrimonio debe estar unido en todos los sentidos y la unión espiritual es vital.
Debemos estar unidos en Cristo, ambos amar y obedecer a Jesús para poder vivir
en armonía y para que Cristo sea glorificado en todo lo que hacemos.
El amor de Cristo por la iglesia debe ser nuestro ejemplo. Jesús estuvo dispuesto
a ir a la cruz por cada uno de nosotros y lo hizo por amor. Los seres humanos
tendemos a ser egoístas, a buscar nuestro propio bien antes que el de los demás.
Pero el esposo cristiano necesita llenarse del amor de Cristo buscando en todo
momento el bienestar espiritual de su esposa, lo que la acerca a Dios y la
santifica.
7. El orden correcto
Dios anhela que el esposo y la esposa tengan una vida sexual satisfactoria
durante toda su vida y que sean exclusivamente el uno para el otro. La intimidad
sexual matrimonial debe traer gozo y satisfacción, no vergüenza ni temor y debe
reforzar también nuestra estima propia. En el acto sexual expresamos nuestro
amor, nuestra confianza total en nuestro cónyuge y también el aprecio a la forma
en que Dios nos creó a nosotros y a la otra persona.
Se dice que en la unión está la fuerza y esto es aun más cierto en el matrimonio.
Un matrimonio unido es un gran ejemplo en este mundo que aplaude tanto el
individualismo. Si ambos sirven a Dios contarán con su ayuda en los momentos
difíciles, recibirán su sabiduría para tomar las decisiones correctas y la fuerza para
superar las pruebas. No solo se apoyarán y animarán el uno al otro en los
momentos de tentación o de dificultad sino que buscarán la dirección de Dios y
perseverarán hasta obtener el resultado deseado.
Como cristianos nos daremos cuenta rápidamente de que si queremos que nuestro
matrimonio tenga éxito y sea verdaderamente una unión feliz, debemos buscar en
la Biblia algunos hechos y principios que son de vital importancia y que nos
ayudarán en nuestro camino.
“Negarnos a nosotros mismos” tiene que ver con negar nuestra propia voluntad—
nuestros deseos y exigencias que surgen de nuestra egocéntrica naturaleza como
seres humanos. Como resultado de la caída al pecado, nuestra voluntad está casi
siempre en contra de la voluntad de Dios. En un matrimonio, pronto descubrimos
que no solo se unen dos corazones y dos vidas, sino también 2 distintas
personalidades, ¡cada una con su propia voluntad!
Jesús también tenía una voluntad humana, por eso dijo: “No se haga mi voluntad,
sino la tuya.” Lucas 22:42. Jesús eligió negar su propia voluntad para hacer la
voluntad de Dios. En Hebreos 10:9 Él dice: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer
tu voluntad.” Jesús vino para hacer la voluntad de Dios en su cuerpo humano, y le
costó su propia voluntad. Él es nuestro ejemplo en todo, para que así también
como Él, nosotros también podamos negar nuestra propia voluntad y hagamos la
voluntad de Dios. El resultado será una relación feliz y un matrimonio cada vez más
bueno.
Jesús murió en la cruz para expiar nuestros pecados. Pero durante su vida, Él
tomó su cruz todos los días—lo que significa, que nunca le permitió al pecado vivir
en la naturaleza humana que tenía. Esto es a lo que Pablo llama “la muerte de
Jesús” en 2 Corintios 4:10. Jesús nos invita a seguirlo en este
camino donde podemos vencer el pecado en el poder del Espíritu Santo. Si
aceptamos esta invitación y seguimos sus pisadas, su vida se manifestará en
nuestros cuerpos ¡para mayor beneficio y bendición de todos lo que nos rodean,
incluyendo nuestro cónyuge!
Pero, por fortuna, tenemos la Palabra de Dios y Sus leyes que nos ayudan. Si las
guardamos, por ejemplo, las palabras en Colosenses 3:12-14, tenemos una gran
esperanza de que nuestro matrimonio será una relación gratificante, tal como Dios
quiere que sea. “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de
paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere
queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo
vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” Esto
no significa que siempre vamos a estar de acuerdo o vamos a tener el mismo
punto de vista en todas la cosas. Dios nos ha creado individualmente con
diferentes personalidades y maneras de pensar. Pero podemos animarnos
mutuamente conforme a las leyes de humildad, benignidad y misericordia de Dios.
De esta forma, podemos enriquecernos el uno al otro en nuestras vidas y ser de
verdadera ayuda para nuestro cónyuge; ya que eso es lo que Dios quiere.
Una relación de fidelidad y confianza mutua
La Biblia dice que honroso es en todos el matrimonio. (Hebreos 13:4) Él quiere que
sea una relación honrosa de parte de ambos cónyuges. No hay lugar para el abuso
y la sumisión en el corazón y plan de Dios, ni debería por parte hombre ni de la
mujer, independientemente de la cultura y de nuestro pasado.
Ofensas al Matrimonio
El adulterio, poligamia, incesto.
El Adulterio
El adulterio es ser infiel a la esposa o al esposo. Cuando un hombre o una mujer casada tienen relaciones
sexuales con otra persona, se comete adulterio.
En la Biblia encontramos:
“¿Cómo podré perdonarte? Tus hijos se han apartado de mí y juran por aquello que no es Dios. Yo los harté,
y se dieron a adulterar y se fueron en tropel a la casa de la prostituta. Sementales bien gordos y lascivos,
relinchan ante la mujer de su prójimo. ¿No habré de pedirles cuenta de todo esto?, oráculo de Yahvé, de un
pueblo como éste, ¿no habré yo de tomar venganza?” (Jer 5, 7-9).
“No cometas adulterio” (Ex 20, 14; Dt 5,17).
“No codicies la casa de tu prójimo. No codicies su mujer, ni sus servidores, su buey o su burro. No codicies
nada de lo que le pertenece” (Ex 20, 17).
La Iglesia:
Podemos ver que Jesucristo está en contra del adulterio. Y no solamente del adulterio físico, sino también
cuando se desea en el corazón a otra persona. Si el esposo desea a otra mujer que no sea la suya, ya cometió
adulterio en su corazón.
El incesto
El incesto es la relación carnal entre parientes que no deben tenerlas por
ser familiares. Generalmente, es un adulterio con familiares, sea con los
papás, con los hijos, con los abuelos, tíos o primos.
Cuento
“El hada y la sombra”
Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades
nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y
hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más
hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba
dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".
Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal,
Valores
Lealtad y compromiso
Enseñanza
La lealtad y el compromiso mantenidos ante las adversidades son las bases últimas de la amistad y el
amor.
FIDELIDAD
Todos sabían, que Emiliano conocía el secreto de una mina de oro, no de otra manera
lograría construir su casa en la ribera del lago y el embarcadero, desde donde sus hijos
trasladaban a los lugareños al otro lado, para sus faenas.
Su vida transcurría sin grandes ostentaciones, sólo un buen pasar con hijos y nietos.
A veces, trabajaba el campo junto a sus hijos.
Por las tardes, el abuelo Emiliano, solía pasearse llevando algún nieto sobre las ancas de
su burro, otras subía a la inmensidad del cerro, perdiéndose en la arboleda, siempre
montado sobre su inseparable compañero. Cuando volvía, su hijo mayor se ocupaba de
desensillar, limpiar, y alimentar al animalito.
Pasado algún tiempo, llegó el día de la partida de Emiliano, en su lecho de muerte, llamó
a Gregorio, para que anotara las señas de un lugar:
Al otro lado del cerro, siguiendo en contra la corriente del estero ... se sube, se sube en
busca de su nacimiento, ya en lo alto del monte plantados casi al azar unos añosos
peumos verdean el terreno; detrás de estos tres que están casi entrelazados está la
entrada de mi mina; una columna natural de roca la cubre de las miradas curiosa, hay que
agacharse para entrar, vos que siempre hay sido delgado como yo, no vay a tener ningún
problema.
¡Goyo, cuando, ya no esté, sigue guardando este secreto, ayudando a tus hermanos y al
cura del pueblo. Tenís que ser ordenado y mesurado, mira que siempre, la ambición
rompe el saco!... Y cuando vayay a trabajar el filón; ándate siempre en el burro, que ya te
conoce, pa que ahuyente a los intrusos.
Emiliano, murió tan placidamente como había vivido. Pasadas las exequias, Gregorio,
empezó a trabajar el filón, la prosperidad floreció en la familia. Siguiendo el ejemplo de su
padre una vez al año, entregaba en secreto al párroco, un diezmo de lo obtenido.
Cierto día que Goyo, emprendió el habitual viaje a la mina de su taita, se dio cuenta que
dos lugareños lo seguían. El burro como si entendiera lo delicado de la situacion comenzó
a zigzaguear entre árboles y peñas.
Los improvisados espias se cansaron, sin llegar a ninguna parte, quisieron reponer
fuerzas al amparo de los peumos, pero unos resoplidos y bramidos espantosos los hizo
correr cerro abajo como almas que pilla el diablo.
El rebuznar del fiel burrito, distorsionado por el espacio asustó a los envidiosos, y la
heredad de su amo quedó a salvo
Actividades
Responde las siguientes preguntas:
Una mujer joven había caído muy enferma y estaba a punto de morir.
– Te quiero tanto, – le dijo a su marido
– No querría tener que dejarte.
– Pero si así ocurriera, no cambies nunca mi recuerdo por la compañía de otra mujer.
– Si lo haces, volveré en la forma de un fantasma.
– Seré para ti la causa de problemas sin fin.
Poco después la mujer fallecía. El marido respetó su último deseo durante los tres
primeros meses, pero entonces conoció a una joven y se enamoró de ella. Pronto estaban
prometidos en matrimonio.
La misma noche del compromiso, un fantasma se le apareció al hombre, acusándolo de
no haber cumplido su promesa. Volvió la noche siguiente, y la otra. Parecía saberlo todo.
Le contaba exactamente lo que había sucedido durante el día entre él y su nuevo amor.
Siempre que hacía un regalo a su prometida, el fantasma se lo describía hasta el último
detalle. Podía repetir incluso conversaciones enteras, y eso causaba tal molestia al novio
que no podía dormir. Alguien le aconsejó que fuese a contar su problema a un maestro
zen que vivía cerca del pueblo, y al fin, desesperado, el pobre hombre recurrió a él en
busca de ayuda.
El maestro comentó:
– Tu anterior esposa se transformó en fantasma y se entera de todo cuanto haces.
Cualquier cosa que hagas o digas, cualquier regalo que obsequies a tu prometida, ella lo
sabe. Ha de ser un fantasma muy inteligente. Deberías sentirte orgulloso. La próxima vez
que aparezca, haz un pacto con ella. Dile que, puesto que sabe tanto, no podrás ocultarle
nada, y que si contesta a una pregunta, una sola, prometes romper tu compromiso y
permanecer soltero el resto de tu vida.
El hombre preguntó:
– ¿Cuál es la pregunta que debo formular?
El maestro respondió:
– Coge un buen puñado de semillas de soja y pregúntale cuántos granos tienes
exactamente en la mano. Si no puede contestar, sabrás que el fantasma era solo un
producto de tu imaginación, y no volverá a molestarte.
La noche siguiente, cuando llegó el fantasma, el hombre lo aduló y le dijo que era un
fantasma muy sabio, ya que lo sabía todo.
– Efectivamente, – le replicó el fantasma.
– Como sé también que fuiste a ver a ese maestro zen esta tarde.
El hombre sugirió:
– Ya que tanto sabes ¿dime cuántos granos tengo en esta mano?
No había allí ya ningún fantasma que pudiese responder a la pregunta.
A las tres semanas estaba harta de aquel hombre que chillaba y aporreaba la puerta de su
recinto. Cuando al fin pudo salir de allí, se echó en brazos de su padre agradecida de
haberle librado de aquel a quién había llegado a aborrecer. Al tiempo, cuando la princesa
recobró la serenidad perdida, le dijo a su padre:
– Padre, háblame del matrimonio.
“Dejad que en vuestra unión crezcan los espacios. Amaos el uno al otro, más no hagáis del
amor una prisión. Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de la misma. Compartid
vuestro pan, más no comáis del mismo trozo. Y permaneced juntos, más no demasiados
juntos, pues ni el roble ni el ciprés, crecen uno a la sombra del otro”.
Teresa y Édgar estaban a punto de cumplir diez años de casados, aniversario que se
conoce como “bodas de aluminio”. Tenían mucho que celebrar, en especial haber
construido una familia agradable y tranquila con dos hijos, Jaime y Azucena, de nueve y
ocho años de edad. Todos se querían bien, pero casi siempre discutían por asuntos
menores, como el color de la alfombra, lo que se iba a preparar de comer o las
actividades de los domingos: a veces Édgar quería ir de día de campo, pero no lograba
convencer a Teresa, que prefería ir al cine (“Aborrezco los picnics”, acostumbraba decir).
Cada uno ponía de su lado a uno de los chicos y, al final, paseaban por separado. Al
terminar el día regresaban tristes y aburridos por no haber estado juntos.
Cuando se acercaba la fecha del aniversario planearon hacer una fiesta para celebrarlo.
“Ya sé —dijo Teresa—, podemos organizar un gran baile con toda la familia.” Édgar la miró
con disgusto y opinó: “Bien sabes que a mí nunca me ha gustado bailar y que tampoco me
agrada tu familia. Mejor podemos hacer una excursión al Bosque de los Cedros”. “¡Qué
horror! —opinó Teresa—, me choca caminar. Y además, estoy segura de que nadie
querría acompañarnos.” “¿Y a quién van a invitar?”, preguntó Azucena. “Al tío Marcos no,
porque cuenta unos chistes muy pelados”, opinó Édgar. “A la tía Imelda menos, porque
come más de la cuenta”, dijo Teresa. Y así repasaron a más de cien personas, entre las
cuales sólo quedaron diez… “Bueno, ¿y qué les vamos a dar de comer?”, quiso saber Jaime.
“Tamales”, opinó papá. “Bocadillos”, propuso mamá. “Nuggets de pollo”, recomendó
Azucena. Cuando cada uno mencionaba su antojo, los demás ponían cara de asco. “¿Y la
música?”, preguntó la niña… Cada miembro de la familia sugirió un ritmo diferente y las
opciones de música en vivo, discos o el radio. “Yo no soportaré el ruido —se quejó Jaime
—, me iré a dormir a casa de mis abuelos, al fin ya vimos que no podemos invitarlos a la
fiesta porque están viejitos…”
El mes que antecedió a la fiesta transcurrió entre discusiones sobre los preparativos, la
ropa, los gastos, los adornos de la casa. Ya parecía más bien una competencia para ver
quién se salía con la suya. “¡Ya no te aguanto, mujer!”, gritó un día Édgar. “Ni yo a ti”, le
respondió Teresa. “Para que se acabe todo este lío mejor no hagamos nada”, sugirieron
los chicos.
El día del aniversario, todos estaban muy mustios viendo la televisión y ya iban a empezar
a discutir sobre cuál canal debían sintonizar cuando Jaime les dijo: “Calma, vamos a pasar
a la mesa”. Los otros tres lo miraron con asombro pero lo obedecieron y cuando se
sentaron descubrieron en sus platos unos plátanos que el chico había comprado en la
tiendita, envueltos en papel aluminio. “Este aniversario no podía pasar en blanco —les
dijo Jaime—, y si queremos celebrar otros diez años juntos tenemos que aprender a ser
más flexibles y a conocernos mejor.” Los plátanos estaban verdes… pero todos se los
comieron sin chistar.
Cuento
Cuentos con valores similares
Había una vez una novia que preparaba su boda con todos sus detalles.
Tenía tantas ganas de que todo fuera perfecto, que durante meses asistió a
todas las bodas que pudo. Y cada vez que veía algo que le gustaba o le
parecía bonito, decía “Yo también quiero eso”, y lo apuntaba para que no
faltase en su boda. Daba igual que fueran unas flores rarísimas, un adorno
en el vestido, una música única o una preciosa fuente: cualquier cosa que
Y así llegó el día. Y nuestra novia se sentía como la reina de las novias,
pues ella sería la única que tendría en su boda cualquiera de las cosas
bonitas que hubiera podido tener ninguna otra novia. Mientras iba hacia la
iglesia, no dejaba de pensar en cómo la envidiarían todos, y lo
llena de cosas que era imposible moverse sin recibir un golpe. Había
tantas flores y tan distintas, que los olores se mezclaban de forma que casi
único que provocó fue caras raras entre los adultos y muchas risas entre
ridículo.
Con tal espectáculo fue imposible celebrar la boda, y la novia volvió a casa
nadie.
Valores
Evitar la envidia, saber valorar lo que tenemos
Enseñanza
Cuando constantemente nos fijamos en lo que tienen o hacen los demás perdemos el sentido de lo
que hacemos nosotros mismos
Cohabitación, unión libre y matrimonio
Cohabitación, unión libre y matrimonio
La cohabitación o unión libre es el tipo de relación que establece una pareja cuando sin
estar casada por la Iglesia o por lo civil y sin tener intención definitiva de casarse,
comparten techo y cama. La unión libre “de hecho” es cuando una pareja vive como
matrimonio estable, sin haberse casado. La diferencia entre la cohabitación y la unión libre
de hecho es que la primera carece de todo compromiso e institucionalidad (matrimonio a
prueba), mientras que en las segundas hay intención de permanecer viviendo así.
Con todo, tanto la cohabitación como la unión libre de hecho, se caracterizan por su
inestabilidad y falta de compromiso de la pareja entre sí, ante la sociedad y frente a los
hijos que puedan surgir de la relación. Por eso, la Iglesia Católica advierte repetidas veces a
sus fieles sobre el gran peligro de arriesgar sus vidas emotivas dentro de este tipo de
relación e invita a las parejas a que consideren los beneficios de un verdadero matrimonio:
Al entregar sus cuerpo y compartir el mismo espacio vital, lo piensen o no, las
personas están dando mucho de sí y poniendo en juego su intimidad, su futuro, su
emotividad y el futuro de una posible creatura, sin que se ofrezca ninguna garantía
de ser aceptado, amado y respetado “para siempre” (indisolubilidad) como lo ofrece
en cambio un compromiso matrimonial.
En muchos casos, la unión libre se toma como una forma de “ensayar” o “probar” si
la relación puede o no funcionar. Se parte por tanto del hecho que en cualquier
momento me van a dejar o puedo dejar a la otra persona. Por eso, se pregunta el
Catecismo de la Iglesia Católica, ¿qué puede significar una unión en la que las
personas no se comprometen entre sí y testimonian con ello una falta de confianza
en el otro, en sí mismo, o en el porvenir? (CIC 2390).
La gran mayoría de las uniones libres terminan acabándose en los primeros 5 años y
entre las que parecen “estables” hay más divorcios que entre los casados.
Son muchas menos las parejas que después de convivir se casan que las que deciden
casarse sin haber convivido antes.
Los problemas de salud (causado generalmente por abuso de alcohol, droga y
tabaco), los malos tratos, el desempleo y los problemas con los hijos son mucho más
frecuentes entre personas que viven en unión libre.
La vida sexual que en sí misma es “la entrega más íntima” entre un hombre y una
mujer, se ve contradictoriamente afectada en la unión libre dada la falta de entrega y
compromiso real en que se vive. De ahí el dolor y efectos psicológicos que padecen
quienes terminan siendo “dejados”, pues se sienten engañados, frustrados y
ofendidos en su dignidad y confianza en el amor del otro. A este daño se agrega el
hecho que quienes viven en unión libre no desean tampoco el compromiso de un
hijo. Por eso su entrega está marcada por la falta de generosidad que supone el estar
abiertos a la vida. En pocas palabras, como lo enseña la Iglesia, la entrega sexual
supone el compromiso matrimonial. De otro modo se transforma en un acto egoísta
y profundamente dañino y por eso es pecaminoso.
Un alto porcentaje de jóvenes hispanos comienzan a cohabitar y reproducirse desde
muy temprana edad. Como consecuencia, estos jóvenes, especialmente la madre,
posee menores estudios y menores posibilidades de trabajo e ingresos. Se produce
así una consolidación y profundización de la pobreza.
En familias de precaria constitución, como lo son las que cohabitan, hay mayores
índices de violencia.
Los hijos de convivientes tienen menores índices de escolaridad.
La primera escuela del amor es la familia. Pero, ¿qué clase de relación pueden
enseñar quienes no fundan sus relaciones en la responsabilidad y el compromiso
incondicional?
Tampoco el matrimonio civil reúne las características necesarias de una unión para siempre
ni está basado, como el matrimonio católico, en el amor de Dios que trasciende los
impulsos humanos e invita por tanto a una entrega a imitación de Cristo en la Cruz.