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La historia de la creación del mundo

La historia de la creación del mundo se encuentra en Génesis, el primer libro de la


Biblia y el primero del pentateuco. Esta historia bíblica es importante porque
introduce a Dios como el creador del mundo y como el único Dios. Que Dios es
creador de todas las cosas es una creencia básica del cristianismo.

Los eventos de la creación se desenvuelven en siete días:

Día 1

En el primer día Dios creó la luz y la separó de las tinieblas.

Dios vio que la luz era buena y así concluyo el primer día. Nota que el pasaje no
dice que Dios creo la oscuridad y que la considero buena. A la luz llamó día y a la
oscuridad noche. (Génesis 1:3-5)

Día 2

En el segundo día de la creación Dios separó los cielos y la tierra. Dios hizo esto
creando un espacio para separar las aguas de la tierra con las aguas de los cielos.
(Génesis 1:6-8)

Día 3

Dios continúo organizando su creación en el tercer día. Agrupó las aguas y las
llamó mares y dio a revelar la tierra seca. Ya para este punto las condiciones eran
adecuadas para la vegetación. Dios ordenó que la tierra produjera toda semilla,
planta y fruto. (Génesis 1:9-13)

Día 4

En el cuarto día Dios creó el sol, la luna y las estrellas. Recuerda que la luz ya
existía desde el primer día. El propósito de estas estrellas, por lo menos en el verso
14, dice que eran para distinguir entre el día y la noche, y para darnos un sentido
del tiempo.

Dice que por el sol, la luna y las estrellas podemos marcas las estaciones, los días y
los años. Desde la antigüedad han habido culturas paganas que adoran al sol y a la
luna como dioses. Otros creen que las estrellas pueden revelar el destino de una
persona. En este pasaje Dios nos da a entender que él está sobre estas cosas pues la
creación no puede ser más grande que el Creador.

No hay divinidad en el sol, ni en la luna, ni en las estrellas. Son parte de la creación


de Dios y sirven un propósito que Dios a determinado dentro de la naturaleza.
(Génesis 1:14-19)
Día 5

Los primeros animales llegaron en el quinto día de la creación. En esta etapa la


creación se estaba poniendo más compleja. Los mares fueron llenos de peces y
otros animales marinos. Los cielos fueron llenos de aves. Dios los bendijo y los
ordenó a multiplicarse. Esta primera bendición empezó un proceso natural que
nada ni nadie ha podido parar. Mientras Dios diga, la vida siempre va a producir
vida. Sea de un animal o de un ser humano, la vida es un milagro de Dios. (Génesis
1:20-23)

Día 6

El punto culminante de la creación ocurrió en el sexto día. Primero, Dios ordenó


que la tierra produjera todo tipo de bestia. Todo animal que corre, brinca y se
arrastra vino en existía durante el día seis.

En el verso 26 Dios cambia su tono al crear el hombre. En los días previos vemos
que Dios ordena una acción. Vemos frases como "Dios dijo hágase…" o "Dijo Dios:
Prodúzcase…". Ahora Dios dice "Hagamos al hombre en nuestra imagen, conforme
a nuestra semejanza". Esto no fue un mandamiento a la creación como lo fue
cuando el ordeno que la tierra produjera vegetación, los mares peces y los cielos
aves.

La creación del hombre fue una obra muy personal. Muchos usan  este verso como
evidencia de la presencia de la trinidad.

El verso 27 se puede leer como una celebración a la humanidad. Dice: "Y creó Dios
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". Es
como un corto poema dentro de la narración.

Al final de las obras anteriores Dios vio que su creación era buena. En esta ocasión
Dios expresa un poco más de gozo al reflejar en la creación de este día y dice que lo
que había creado "…era bueno en gran manera". (Génesis 1:24-31)

Día 7

Dios descansó el séptimo día y lo declaro un día santo. Tradicionalmente el séptimo


día es el sábado. (Génesis 2:1-3)

El Orden De Dios Para El Matrimonio.


Todas las cosas en la vida están diseñadas para funcionar bajo un orden
especifico!
El orden es un factor fundamental para que funcionen todas las cosas en
la vida. Nada puede funcionar bien en un ambiente desordenado.
Nuestro Dios es un Dios de orden y donde hay desorden, ahí no está
Dios. Cualquier institución humana que esté en desorden no funciona
bien y es muy alta la posibilidad de que no se logre mantener por mucho
tiempo y se generen grandes pérdidas. El desorden atrae pobreza y
destrucción. En cambio el orden es el fundamento de la prosperidad.
1 Cor 11:7: El varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y
gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón.
Efesios 5:23 porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es
cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
Gen 2:18 Después dijo Jehová Dios: «No es bueno que el hombre esté
solo: le haré ayuda idónea para él.
Hoy en día, muchos matrimonios dicen que el matrimonio es de dos y
que los dos ponen por igual y tienen igual autoridad en el hogar. Pero
eso no es cierto. Los tres versículos anteriores expresan con absoluta
claridad que el hombre es el llamado a ejercer el liderazgo en el hogar. 
Pero liderazgo no es machismo. Un líder es uno que comprende que es
la imagen y gloria de Dios en su hogar, y jamás lastimará a su esposa ni
a sus hijos. Al contrario, los cuidará, los protegerá y les ayudará a
desarrollarse. Ser la cabeza de la mujer no es una licencia para
lastimarla, sino al contrario, para valorarla y levantarla con el amor de
Dios. El hombre es llamado a ejercer la imagen y la gloria de Dios en su
hogar. O sea es el llamado a dar amor incondicional, atención y servicio
a su esposa y a sus hijos.
La mujer fue diseñada para ser la ayuda idónea de su esposo para
alcanzar la meta más importante de la vida: tener y disfrutar de una
familia saludable que glorifique a Dios con su estilo de vida. Dios diseñó
a la mujer para que fuera la encargada de crear vida en su vientre,
mientras el hombre la cuida, la protege y la alimenta.
El orden de Dios es que el hombre haga el trabajo duro de la casa, por
eso lo equipó con más fuerza física y destrezas intelectuales y manuales
para encargarse de las labores más fuertes. La mujer fue diseñada para
cumplir la misión más hermosa de la vida, atender y cuidar de su esposo
y sus hijos. El feminismo, es lo mismo que el machismo pero en versión
femenina. La mujer no fue diseñada para competir con el hombre, sino
para ser su compañera, su ayuda idónea, una mujer sabia y virtuosa que
edifica el hogar.
La sociedad contemporánea ha venido perdiendo el orden de Dios en
casi todas las cosas, específicamente en la relación matrimonial, lo cual
conduce al caos que viven hoy la mayoría de los matrimonios. Fuera del
orden de Dios nada funcionará, porque EL nos diseñó y solo EL puede
decirnos como es que funcionamos.
Los grandes problemas de la vida moderna, es que las personas han
decidido vivir diferente a lo que nos enseña quien nos diseñó y nos creó.
El resultado es desorden y consecuencias muy negativas en la sociedad.
El orden de Dios es que primero debemos amarlo a EL, luego al cónyuge
y después los hijos.
Si tu hogar ha estado en desorden, hablen los cónyuges al respecto y
busquen ayuda para poner el orden de autoridad y servicio correctos,
para vivir conforme al diseño de Dios. Esto les traerá bendición y
prosperidad.
Tú matrimonio y tu familia es el tesoro más valioso que Dios te ha dado.
CUÍDALO!

El compromiso

Todos los enamorados sueñan con amar y ser amados, de manera total y para siempre. Pero
todos sabemos también que hay una gran diferencia entre “desear” amar y entregarse de esta
forma y “prometer o comprometerse” a tal entrega y amor.

Esto se debe al hecho de que los seres humanos sólo podemos ser verdaderamente conscientes
de lo que sentimos y pensamos cuando lo podemos expresar mediante las palabras y los gestos.
Con todo, el poder de las palabras y los gestos de amor no es suficiente para garantizar que
vamos a ser siempre fieles a lo prometido. Es muy fácil prometer el cielo y la tierra en un
arrebato de entusiasmo y después olvidarlo o sentir que no podemos cumplir con nuestra
palabra.

En cambio, cuando una persona está dispuesta a declarar su amor frente a testigos demuestra
claramente que lo que dice ha sido pensado y decidido con plena conciencia. Y si además esta
declaración de amor se hace frente a Dios  y apoyada en su gracia, es decir, cuando la pareja
pide en el matrimonio, que Jesús mismo venga a ser la fuente y garantía de sus promesas,
entonces el compromiso humano de amor se transforma en alianza garantizada por Dios mismo
y para siempre.

De esta manera el amor se vuelve compromiso y el compromiso se vuelve el mejor gesto de


amor que podemos ofrecerle a quien amamos. Con él le aseguramos que no estamos jugando;
que puede entregarse confiado(a) pues aun cuando nos sintamos flaquear en nuestra capacidad
de cumplir nuestras promesas, Dios mismo saldrá en nuestro auxilio y nos ayudará a ser fieles y
coherentes con el amor prometido.

Cuando en cambio una pareja se va a vivir juntos sin haberse hecho esta declaración se crea
entre ellos una situación anormal de inestabilidad en la cual ninguno de los dos puede estar
seguro del grado en el cual el otro ha comprometido su corazón y su existencia con él  o con
ella. Entonces, aunque lo estén dando todo de si,  tampoco se sienten en condición de poder
reclamar responsabilidad o coherencia en el amor pues no ha habido un acuerdo. Como
resultado y a nivel inconsciente, los dos, en vez de sentirse libres para darse el uno al otro pues
saben que van a ser recibidos y amados, terminan por dejar una puerta abierta por donde, ante
la posible amenaza, duda o cansancio, puedan “salir huyendo”.

Esto se refleja claramente en las estadísticas: menos de la mitad las parejas que inician su vida
en común terminan en un matrimonio. Lo más común es que más del 50% de los que cohabitan
rompen su relación antes de cumplir 5 años, incluso teniendo hijos en común. Entre los casados
la proporción de separaciones es en cambio del 15%.

Resumiendo podemos por eso decir que el compromiso explícito ante Dios  y la comunidad
ayuda a la pareja en los siguientes aspectos:

 Como base que crea la confianza necesaria para que la pareja pueda entregarse de
corazón y cuerpo sin sentir que está poniendo en riesgo su vida.
 Ayuda a la pareja a tomar conciencia de cada uno ha sido escogido y aceptado tal cual
es. Esta aceptación es la base fundamental para la seguridad emocional que cura y
previene posibles celos, dudas en la relación y que facilita la entrega.
 Pasados los años, el compromiso sirve de faro permanente que establece entre la pareja
el objetivo al cual apunta su amor. Así, aunque haya errores cada uno sabe a qué le ha
apostado en su amor y se esforzará por ser coherente.
 El compromiso consolida el “nosotros” que da origen emocional y legalmente a la
institución de la familia. Gracias a él la pareja será reconocida pública y socialmente
como una entidad legítima de derechos y deberes.
 Con el hecho de aceptar el compromiso del otro damos libremente el derecho a nuestro
cónyuge a que apele a nuestro amor y promesas. Así me pongo al servicio de sus
necesidades y le garantizo que al reconocerlo como “mi esposo”, “mi esposa”, haré
todo lo posible por protegerla(o) de la indiferencia, la soledad o el abandono.
Lo más profundo y único de cada persona es su emotividad. Si alguien nos abre por tanto la
puerta de su corazón y pone en nuestras manos el tesoro sagrado de sus afectos, lo único digno
y responsable es corresponderle con nuestro compromiso y decisión por agradecer cada día esa
entrega. Al mismo tiempo prometer con la ayuda de la gracia divina,  cuidarla, respetarla y
celebrarla con toda la valentía, la delicadeza y el empeño de la cual seamos capaces.

Lo que Dios unió que no lo separe el hombre


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1. ¿Ha querido Dios que el matrimonio sea "uno con una y para
siempre"?

Sí, porque al instituir el matrimonio, Dios le dio unas características


adecuadas a la naturaleza humana. Desde el principio quiso que
fuera una unión exclusiva y permanente de un hombre con una
mujer. Y Jesucristo mismo lo enseña con toda claridad: ¿No han leído
que al principio el Creador los hizo varón y hembra y les dijo: por eso
dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y
serán los dos una sola carne? Así, pues, ya no son dos, sino una sola
carne. Por tanto lo que Dios unió no lo separe el hombre (Mt 19,4-6).

2. ¿Por qué desea Dios que esta unión sea estable y para
siempre?

La unión estable y para siempre es necesaria para que crezca el amor


entre los esposos y para garantizar el bien y la educación de los hijos.

3. ¿El amor se manifiesta en la fidelidad a las promesas?

Dios mismo se ha referido a la alianza con su pueblo con palabras de


amor y fidelidad. Así como Dios ama a los hombres con un amor fiel y
sobrenaturalmente fecundo, de modo parecido, la íntima alianza
conyugal de vida y amor debe establecerse sobre el consentimiento
irrevocable de los esposos.

4. ¿El amor de los esposos debe comprometer su futuro?

La donación física de los esposos sería un engaño si no fuese también


una donación auténtica y total de sus personas, incluso de so futuro.
Quien piensa -por ejemplo- en la posibilidad futura de una nueva
unión "por si ésta no resulta", no se entrega totalmente, ni ama de
verdad a su cónyuge.

5. ¿Es posible vivir en nuestro tiempo la indisolubilidad del


matrimonio?

La fidelidad y la indisolubilidad matrimonial no es un sueño


inalcanzable: así lo atestigua la experiencia de innumerables familias
de todos los tiempos: la fidelidad no ha pasado de moda. Además, es
muy conveniente respetar la indisolubilidad porque: se basa en la
misma naturaleza del hombre y del amor conyugal; perfecciona la
entrega mutua de los esposos; hace posible la mejor educación para
los hijos; asegura la estabilidad mutua; favorece, la búsqueda de la
felicidad; se identifica la pareja al plan original de Dios, confirmado y
enseñado por Jesucristo.
6. ¿Es muy importante el testimonio de matrimonios estables y
fieles?

Es muy importante que los jóvenes tengan testimonios de familias


unidas y estables. Es un modo de transmitir seguridad a las jóvenes
parejas y de mostrar el gran valor de la fidelidad matrimonial.

7. ¿Qué testimonio cristiano puede dar un esposo o esposa


injustamente abandonado?

Los cónyuges injustamente abandonados dan un importante


testimonio cristiano de auténtica caridad cuando, fruto de la fe y de la
esperanza, no consienten en una nueva unión matrimonial por
fidelidad a Dios y a su cónyuge, aunque éste se comporte
injustamente.

CATECISMO DE LA FAMILIA 
Y DEL MATRIMONIO
Versículos bíblicos para matrimonios

El matrimonio es una relación única y maravillosa que requiere de dedicación y


perseverancia. Los hijos de Dios debemos reflejar su amor en todas nuestras
relaciones y el matrimonio nos da a diario oportunidades para mostrarlo.

La Biblia habla bastante sobre el matrimonio y nos da muy buenos consejos. Es


un tema tan importante para Dios que hasta compara su relación con la Iglesia con
la relación matrimonial. Veamos algunos versículos bíblicos que hablan sobre el
matrimonio.

1. Primero el cónyuge, después los padres

Este versículo dice que el matrimonio que Dios instituyó requiere de dos acciones.
Primero, dejar a los padres físicamente. Al casarnos formamos una nueva familia,
un nuevo hogar y esa debe ser nuestra prioridad. Por supuesto que tenemos que
amar y honrar a nuestros padres hasta la muerte, pero debemos entender que
como nueva familia, haremos planes y tomaremos decisiones contando el uno con
el otro.

Segundo, unirnos en una sola carne con nuestro cónyuge: unidad sexual y unidad
emocional. Desde el momento en que nos casamos disfrutaremos sexualmente el
uno del otro y buscaremos caminar juntos en todas las áreas, como por ejemplo,
la economía familiar, el servicio a Dios y la educación de los hijos cuando lleguen.

2. Es para siempre
¿No han leído —replicó Jesús— que en el principio el Creador “los hizo hombre y
mujer”, y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”? Así que ya no son dos, sino uno
solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
(Mateo 19:4-6)

El diseño original de Dios es que el matrimonio sea para siempre. El divorcio no


forma parte de su plan, él desea que estemos juntos hasta la muerte. En este
versículo de Mateo Jesús admite que Moisés permitió el divorcio "por la dureza del
corazón del hombre". Hay situaciones límites de abuso o infidelidad que requieren
una medida drástica, pero el plan original de Dios para el matrimonio es que el
hombre y la mujer permanezcan juntos hasta que la muerte los separe.

3. Trae felicidad

Dios debe guiarnos en la elección de nuestra pareja, recibimos bendición cuando


escogemos dentro de su voluntad para nosotros. Debemos casarnos con alguien
que trae alegría a nuestro corazón, alguien que nos acerca a Dios y a su propósito
para nuestra vida. Así caminaremos juntos y con gozo el camino por el que Dios
nos lleve.

4. Unidad en Cristo
No formen yunta con los incrédulos. ¿Qué tienen en común la justicia y la maldad?
¿O qué comunión puede tener la luz con la oscuridad? ¿Qué armonía tiene Cristo
con el diablo? ¿Qué tiene en común un creyente con un incrédulo? 
(2 Corintios 6:14-15)

La palabra cónyuge quiere decir unidos por el yugo, en referencia a la yunta que
mantiene unidos a los bueyes para que puedan arar en la misma dirección. El
matrimonio debe estar unido en todos los sentidos y la unión espiritual es vital.
Debemos estar unidos en Cristo, ambos amar y obedecer a Jesús para poder vivir
en armonía y para que Cristo sea glorificado en todo lo que hacemos.

5. Sumisión como al Señor


No hay temor a someternos el uno al otro cuando ambos estamos llenos del amor
de Dios. Confiamos que Dios guía a la otra persona dentro de su voluntad y no
tememos que se aproveche o nos haga daño a propósito. Por eso es importante
casarnos con un hombre temeroso de Dios y lleno de su Espíritu Santo. Si
sabemos que sus acciones y palabras están guiadas por el Señor no tendremos
miedo a someternos. El amor perfecto que Dios nos da echa fuera cualquier temor
(1 Juan 4:18).

6. Amar como Cristo


Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella
para hacerla santa.
(Efesios 5:25-26a)

El amor de Cristo por la iglesia debe ser nuestro ejemplo. Jesús estuvo dispuesto
a ir a la cruz por cada uno de nosotros y lo hizo por amor. Los seres humanos
tendemos a ser egoístas, a buscar nuestro propio bien antes que el de los demás.
Pero el esposo cristiano necesita llenarse del amor de Cristo buscando en todo
momento el bienestar espiritual de su esposa, lo que la acerca a Dios y la
santifica.

7. El orden correcto

Todo en la vida funciona mejor cuando seguimos los consejos e instrucciones y el


matrimonio no es la excepción. Para que haya paz y armonía debe estar claro el
orden de liderazgo. El esposo debe buscar la dirección de Dios sobre qué es
mejor para él y su familia, debe tener una vida saludable de oración y estudiar la
palabra. La mujer también necesita acudir a Dios pidiéndole sabiduría para ella y
para su marido y apoyar a su esposo en la toma de decisiones que alegren el
corazón del Padre.

8. Fomentar la intimidad sexual


¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa,
es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor
te cautive todo el tiempo!
(Proverbios 5:18-19)

Dios anhela que el esposo y la esposa tengan una vida sexual satisfactoria
durante toda su vida y que sean exclusivamente el uno para el otro. La intimidad
sexual matrimonial debe traer gozo y satisfacción, no vergüenza ni temor y debe
reforzar también nuestra estima propia. En el acto sexual expresamos nuestro
amor, nuestra confianza total en nuestro cónyuge y también el aprecio a la forma
en que Dios nos creó a nosotros y a la otra persona.

9. Más fuertes con Dios

Se dice que en la unión está la fuerza y esto es aun más cierto en el matrimonio.
Un matrimonio unido es un gran ejemplo en este mundo que aplaude tanto el
individualismo. Si ambos sirven a Dios contarán con su ayuda en los momentos
difíciles, recibirán su sabiduría para tomar las decisiones correctas y la fuerza para
superar las pruebas. No solo se apoyarán y animarán el uno al otro en los
momentos de tentación o de dificultad sino que buscarán la dirección de Dios y
perseverarán hasta obtener el resultado deseado.

10. Ser un equipo


Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno
levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante! Si dos se acuestan
juntos, entrarán en calor; uno solo ¿cómo va a calentarse?
(Eclesiastés 4:9-11)
El matrimonio debe trabajar junto por metas comunes uniendo esfuerzos para ver
cumplidos los sueños y anhelos que Dios pone en sus corazones. Cada uno debe
velar por el bienestar del otro, cuidarle y ayudarle. Si uno cae, el otro lo levanta, le
venda la herida, le anima a seguir.

11. Empezar bien

Es interesante ver que en el Antiguo Testamento se menciona la importancia de


crear una base sólida y feliz en el matrimonio desde el principio. En su gran
sabiduría Dios nos anima a que el enfoque del primer año de casados sea el
matrimonio, construir juntos una base fuerte y ser felices. Todo lo demás puede
esperar, ya habrá tiempo para los otros deberes o preocupaciones.

12. Comprensión y respeto


De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal,
tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y
ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de
ustedes.
(1 Pedro 3:7)

El matrimonio se construye y se fortalece con el respeto y la comprensión entre


ambos. Si entendemos y apreciamos al otro tal como es, con sus fortalezas y sus
debilidades, seremos más felices y todas las otras áreas de nuestra vida se
afirmarán, incluida nuestra vida espiritual.

13. Fidelidad y pureza


Para Dios el matrimonio tiene mucho valor y nos manda a verlo así. El matrimonio
es sagrado, la fidelidad entre el esposo y la esposa no es negociable: hemos de
ser fieles el uno al otro. Todo tipo de inmoralidad sexual, adulterio, fornicación,
pornografía, todo uso erróneo del acto sexual para avergonzar o manipular al otro
es inaceptable y será juzgado. Siempre debemos tratar al otro con amor, con
pureza y respeto.

14. El poder del amor


Grábame como un sello sobre tu corazón; llévame como una marca sobre tu brazo.
Fuerte es el amor, como la muerte, y tenaz la pasión, como el sepulcro. Como llama
divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los
ríos pueden extinguirlo.
(Cantares 8:6-7a)

El amor verdadero es poderoso y eterno, es un compromiso de estar al lado del


otro pase lo que pase. El sello sobre el corazón y la marca en el brazo no se
refieren a tatuajes que se pueden borrar sino a marcas incrustadas que perduran y
que jamás se podrán quitar. El amor verdadero perdurará a través de todas las
estaciones o tormentas que puedan llegar. No habrá enfermedad, escasez o
desavenencia que logre apagarlo.

15. Construir con sabiduría


Necesitamos sabiduría y la Biblia dice que el principio de la sabiduría es el temor
del Señor (Proverbios 1:7). Si queremos construir un matrimonio sólido que
perdure debemos ir a la fuente de la sabiduría, a Dios. Él nos ayudará a superar
nuestras diferencias y a tomar decisiones sabias. Si acudimos cada día a él
presentándole nuestras inquietudes y nuestros anhelos, él nos guiará, y con el
pasar de los años miraremos atrás y nos regocijaremos al ver cómo obró en
nosotros y en nuestro matrimonio.

¿Cómo es un matrimonio conforme a la


voluntad de Dios?
¡No podemos ignorar la cuestión de que Dios ve el matrimonio como una relación
sagrada y altamente exaltada!

Dio ha creado a toda la humanidad con la capacidad de prosperar y disfrutar la


vida, ¡ya sea soltero o casado! Pero para nosotros que hemos escogido
casarnos ¿Acaso no esperamos una vida feliz que nos motive a entrar en una
relación matrimonial donde prometemos amarnos y cuidarnos, “hasta que la
muerte nos separe”?

Como cristianos nos daremos cuenta rápidamente de que si queremos que nuestro
matrimonio tenga éxito y sea verdaderamente una unión feliz, debemos buscar en
la Biblia algunos hechos y principios que son de vital importancia y que nos
ayudarán en nuestro camino.

Un relación feliz y gratificante


Es muy claro desde el principio, que Dios había destinado el matrimonio como una
unión bendecida, feliz y gratificante. Primero, Él creó al hombre a Su imagen y
semejanza: capaz de amar, comunicarse y crear, y lo colocó en un hermoso jardín
donde todos los deseos de un corazón podían ser satisfechos. Pero, la increíble
obra de Dios no estaba completa hasta que creó a la mujer. “Y dijo Jehová Dios: No
es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.” Génesis 2:18. Ayuda
idónea, una compañera, su semejante, ¡alguien con quien pudiera compartir sus
pensamientos más profundos y darse amor recíproco indefectiblemente! Cuando
Dios dio a la mujer a Adán, su gozo estaba completo y por eso declaró: “Esto es
ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne.” Génesis 2:23.

Más adelante en esta misma proclamación, leemos: “Por tanto, dejará el hombre a


su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” Génesis 2:24.
Jesús mismo repite este versículo en Mateo 19:5, y además agregó: “Así que no son
ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el
hombre.”El apóstol Pablo también hace referencia al mismo versículo, explicando
que unirse en matrimonio es una imagen misma del “gran misterio”, Cristo y la
iglesia. (Efesios 5:32)

Un increíble antídoto para un problema real


¡No podemos ignorar la cuestión de que Dios ve el matrimonio como una relación
sagrada y altamente exaltada! Esa era su intención desde el principio. También Él
mismo desde el principio le dio a la humanidad leyes que garantizarían su felicidad,
siempre y cuando las obedecieran. Sin embargo, tristemente, un acto de
desobediencia cambió todo, y el pecado entró a la buena creación de Dios. Si
somo honestos, admitiremos rápidamente que el pecado sigue siendo el que
destruye las relaciones, rompe la armonía del matrimonio y el que causa que el
amor se enfríe.

La mayoría de la gente se da cuenta que hemos nacido como criaturas egoístas y


egocéntricas, con la increíble capacidad de cuidarnos a nosotros mismos y de
buscar nuestro propio placer. ¡Esta es una mala receta para un matrimonio feliz!
Pero Jesús nos ofrece una increíble antídoto para esta enfermedad en Lucas
9:23: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame.”  

No solamente dos corazones, pero dos voluntades


Para entenderlo de una mejor manera, necesitamos entender qué significa
“negarse a sí mismo” y “tomar nuestra cruz.” Podemos negarnos cosas con
bastante facilidad. Por ejemplo, cuando alguien quiere perder peso, puede negarse
a sí mismo y no darse el lujo de comer dulces y comida chatarra. Pero de lo que
Jesús habla aquí es algo mucho más profundo que esto.

“Negarnos a nosotros mismos” tiene que ver con negar nuestra propia voluntad—
nuestros deseos y exigencias que surgen de nuestra egocéntrica naturaleza como
seres humanos. Como resultado de la caída al pecado, nuestra voluntad está casi
siempre en contra de la voluntad de Dios. En un matrimonio, pronto descubrimos
que no solo se unen dos corazones y dos vidas, sino también 2 distintas
personalidades, ¡cada una con su propia voluntad!

Jesús también tenía una voluntad humana, por eso dijo: “No se haga mi voluntad,
sino la tuya.” Lucas 22:42. Jesús eligió negar su propia voluntad para hacer la
voluntad de Dios. En Hebreos 10:9 Él dice: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer
tu voluntad.” Jesús vino para hacer la voluntad de Dios en su cuerpo humano, y le
costó su propia voluntad. Él es nuestro ejemplo en todo, para que así también
como Él, nosotros también podamos negar nuestra propia voluntad y hagamos la
voluntad de Dios. El resultado será una relación feliz y un matrimonio cada vez más
bueno.

Jesús murió en la cruz para expiar nuestros pecados. Pero durante su vida, Él 
tomó su cruz todos los días—lo que significa, que nunca le permitió al pecado vivir
en la naturaleza humana que tenía. Esto es a lo que Pablo llama “la muerte de
Jesús” en 2 Corintios 4:10. Jesús nos invita a seguirlo en este
camino donde podemos vencer el pecado en el poder del Espíritu Santo. Si
aceptamos esta invitación y seguimos sus pisadas, su vida se manifestará en
nuestros cuerpos ¡para mayor beneficio y bendición de todos lo que nos rodean,
incluyendo nuestro cónyuge!

¡Podemos enriquecer mutuamente nuestras vidas!


¡Es una buena noticia que Dios no ha cambiado de opinión sobre el matrimonio, a
pesar de que el pecado vino al mundo a causa de la primer pareja! Su corazón
anhela que tengamos éxito, y por Su amor nos ha proporcionado leyes que, si las
guardamos, nos liberarán de nuestra naturaleza humana para que podamos
aprender a amarnos unos a otros así como el nos ama. ¡La naturaleza humana es
llevar la contra! Es tan fácil crear malentendidos, un hábito que no nos gusta, decir
palabras imprudentes o criticar, lo cual nos puede llevar hacer las cosas difíciles en
nuestra relación. ¡La naturaleza humana se ofende muy rápido!

Pero, por fortuna, tenemos la Palabra de Dios y Sus leyes que nos ayudan. Si las
guardamos, por ejemplo, las palabras en Colosenses 3:12-14, tenemos una gran
esperanza de que nuestro matrimonio será una relación gratificante, tal como Dios
quiere que sea. “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de
paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere
queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo
vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” Esto
no significa que siempre vamos a estar de acuerdo o vamos a tener el mismo
punto de vista en todas la cosas. Dios nos ha creado individualmente con
diferentes personalidades y maneras de pensar. Pero podemos animarnos
mutuamente conforme a las leyes de humildad, benignidad y misericordia de Dios.
De esta forma, podemos enriquecernos el uno al otro en nuestras vidas y ser de
verdadera ayuda para nuestro cónyuge; ya que eso es lo que Dios quiere.
Una relación de fidelidad y confianza mutua
La Biblia dice que honroso es en todos el matrimonio. (Hebreos 13:4) Él quiere que
sea una relación honrosa de parte de ambos cónyuges. No hay lugar para el abuso
y la sumisión en el corazón y plan de Dios, ni debería por parte hombre ni de la
mujer, independientemente de la cultura y de nuestro pasado.

En Proverbios 18:22 leemos: “El que halla esposa halla el bien.” Dios bendijo las


relaciones matrimoniales desde el principio (Génesis 1:27-28), y su meta siempre
fue que haya fidelidad y confianza mutua. Como compañeros de vida, el esposo y
la esposa pueden trabajar juntos como un equipo y aprender a amarse el uno al
otro más y más, para así crecer juntos en todo lo que es bueno. Si experimentamos
esto, entonces podemos decir confiadamente que tenemos un matrimonio feliz, y
al mismo tiempo saber ¡que siempre puede ser mejor!

Ofensas al Matrimonio
El adulterio, poligamia, incesto.

El Adulterio 

El adulterio es ser infiel a la esposa o al esposo. Cuando un hombre o una mujer casada tienen relaciones
sexuales con otra persona, se comete adulterio.
En la Biblia encontramos:
“¿Cómo podré perdonarte? Tus hijos se han apartado de mí y juran por aquello que no es Dios. Yo los harté,
y se dieron a adulterar y se fueron en tropel a la casa de la prostituta. Sementales bien gordos y lascivos,
relinchan ante la mujer de su prójimo. ¿No habré de pedirles cuenta de todo esto?, oráculo de Yahvé, de un
pueblo como éste, ¿no habré yo de tomar venganza?” (Jer 5, 7-9).
“No cometas adulterio” (Ex 20, 14; Dt 5,17).
“No codicies la casa de tu prójimo. No codicies su mujer, ni sus servidores, su buey o su burro. No codicies
nada de lo que le pertenece” (Ex 20, 17).

Jesucristo mismo nos dice:


“Se dijo a los antepasados: ‘No cometerás adulterio’. Ahora yo les digo que quien mira con malos deseos a
una mujer, ya cometió adulterio en su corazón” (Mt 5, 27-28).

La Iglesia:
Podemos ver que Jesucristo está en contra del adulterio. Y no solamente del adulterio físico, sino también
cuando se desea en el corazón a otra persona. Si el esposo desea a otra mujer que no sea la suya, ya cometió
adulterio en su corazón.

En el Catecismo de la Iglesia Católica:


El adulterio es una injusticia. La esposa y el esposo merecen que su pareja sea nada más para ella o él, pues se
comprometieron libremente el día de su boda. Sería un cobarde aquél que prometa fidelidad y no la cumpla.
El que comete un adulterio peca, porque no está cumpliendo su compromiso como casado. Ofende a su
matrimonio, porque el matrimonio debe ser fiel. Pone en peligro al matrimonio porque se puede destruir muy
fácilmente. Pone en peligro, también a los hijos, pues ellos necesitan una familia segura y fiel, pues de otra
manera sufrirán mucho. Este acto de cobardía que es no ser fiel a la palabra dada tiene resultados graves y a
veces irremediables: herir fuertemente a la esposa o esposo y a los hijos y puede destruir el amor de la pareja.

El adulterio va en contra del matrimonio porque:

1. En primer lugar, es un pecado contra la fidelidad. El adulterio es


la propia infidelidad. Será un mentiroso quien cometa un adulterio.
Engañará a aquél a quien prometió fidelidad.

2. Lastima también la unidad de los esposos, puesto que al


cometerse, destruye la unión entre ellos, pues uno de ellos tiene su
corazón y su cuerpo fuera de casa.

3. Ofende a la totalidad en la entrega de uno al otro. Uno de los


esposos, el adúltero, estará mintiendo al otro.

4. Ofende la indisolubilidad, pues el adulterio abre el camino al


alejamiento de los esposos. Si tu corazón está fuera de casa,
mañana te irás detrás de él.

5. La sexualidad se convierte en placer egoísta. El adúltero


busca su deleite a espaldas de su pareja.
La poligamia

La monogamia es el matrimonio de un sólo hombre con una sóla


mujer. La poligamia se da cuando un hombre convive
simultáneamente con dos o más mujeres, teniéndolas como
esposas. En el caso de una mujer con varios hombres, se llama
poliandria.

En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos:

La poligamia va en contra del matrimonio, pues el matrimonio


ha de ser de un hombre y una mujer, y no de un hombre con
varias mujeres. La poligamia ofende a la esposa, puesto que
merece que el hombre la ame sólo a ella. Ofende la dignidad de
la esposa, porque el hombre la considera como cosa. Él busca
su placer con otras mujeres. Es una traición al amor y al
matrimonio. Atenta contra la igual dignidad del hombre y la
mujer.

¿Qué exigencias del matrimonio ofende?

1. La poligamia va en contra de lo que Dios quiere del


matrimonio, pues los esposos al dejar a su padre y a su madre
formarán una sola carne. Al formar “una sola carne” el
matrimonio ha de ser de uno con una.

2. Ofende a la unión. El hombre al vivir con dos no estará unido con


ninguna.

3. Ofende, también, a la totalidad que debe de haber en el matrimonio,


pues el polígamo es un hombre que tiene dividido su corazón. El
polígamo es un mentiroso.

4. Es un pecado grave contra la fidelidad, pues el polígamo tiene


relaciones sexuales con otra mujer que no es su esposa. Es adúltero.

5. Ofende la dignidad personal del hombre y de la mujer.

El incesto
El incesto es la relación carnal entre parientes que no deben tenerlas por
ser familiares. Generalmente, es un adulterio con familiares, sea con los
papás, con los hijos, con los abuelos, tíos o primos.

En el Catecismo de la Iglesia Católica:


El incesto hace que las relaciones familiares se conviertan en relaciones
parecidas a las de los animales.
El incesto puede ser también un abuso sexual a los niños o adolescentes
que una persona tiene a su cuidado, como un maestro con sus alumnos.
Si esto sucede, el pecado es más grave, porque se daña con escándalo
contra la integridad física y moral de los jóvenes. Ellos quedarán
marcados y heridos para toda su vida. La persona que comete esto es
un irresponsable.

Qué exigencias del matrimonio ofende?

Es similar la respuesta a la vista en el adulterio, pero es más grave,


pues daña las relaciones familiares y es una forma de vida como de los
animales.

El matrimonio cristiano ha de ser fiel, unido, total, indisoluble y fecundo.

Todas estas ofensas destruyen la santidad del matrimonio.

Cuento
“El hada y la sombra”
Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades

llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un

nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y

generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle.

Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos

se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso

viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de

Cristal, la única salvación posible para todos.


El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar

todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla

hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más

leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y

duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles,

caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el

hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y

terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo

quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor

luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al

hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba

como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os

acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a

dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".

Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal,

pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a

entregársela. Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se

ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el

resto de sus días...

La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar

al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la

ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso

compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su

recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el


compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra

durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el

lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.

Valores
Lealtad y compromiso
Enseñanza
La lealtad y el compromiso mantenidos ante las adversidades son las bases últimas de la amistad y el
amor.

FIDELIDAD

Todos sabían, que Emiliano conocía el secreto de una mina de oro, no de otra manera
lograría construir su casa en la ribera del lago y el embarcadero, desde donde sus hijos
trasladaban a los lugareños al otro lado, para sus faenas.

Su vida transcurría sin grandes ostentaciones, sólo un buen pasar con hijos y nietos.
A veces, trabajaba el campo junto a sus hijos.

Por las tardes, el abuelo Emiliano, solía pasearse llevando algún nieto sobre las ancas de
su burro, otras subía a la inmensidad del cerro, perdiéndose en la arboleda, siempre
montado sobre su inseparable compañero. Cuando volvía, su hijo mayor se ocupaba de
desensillar, limpiar, y alimentar al animalito.

Algún campesino solía decir a su compadre:

¡Ahí viene, el viejo del burro, bajando del cerro!


¡Harto misteriosos los viajes qu´ hace, pueh!

Emiliano, trabajaba en lo suyo, todos le respetaban, y admiraban su bien constituida


familia.

Pasado algún tiempo, llegó el día de la partida de Emiliano, en su lecho de muerte, llamó
a Gregorio, para que anotara las señas de un lugar:

Al otro lado del cerro, siguiendo en contra la corriente del estero ... se sube, se sube en
busca de su nacimiento, ya en lo alto del monte plantados casi al azar unos añosos
peumos verdean el terreno; detrás de estos tres que están casi entrelazados está la
entrada de mi mina; una columna natural de roca la cubre de las miradas curiosa, hay que
agacharse para entrar, vos que siempre hay sido delgado como yo, no vay a tener ningún
problema. 

¡Goyo, cuando, ya no esté, sigue guardando este secreto, ayudando a tus hermanos y al
cura del pueblo. Tenís que ser ordenado y mesurado, mira que siempre, la ambición
rompe el saco!... Y cuando vayay a trabajar el filón; ándate siempre en el burro, que ya te
conoce, pa que ahuyente a los intrusos.

Emiliano, murió tan placidamente como había vivido. Pasadas las exequias, Gregorio,
empezó a trabajar el filón, la prosperidad floreció en la familia. Siguiendo el ejemplo de su
padre una vez al año, entregaba en secreto al párroco, un diezmo de lo obtenido.

Cierto día que Goyo, emprendió el habitual viaje a la mina de su taita, se dio cuenta que
dos lugareños lo seguían. El burro como si entendiera lo delicado de la situacion comenzó
a zigzaguear entre árboles y peñas.

Los improvisados espias se cansaron, sin llegar a ninguna parte, quisieron reponer
fuerzas al amparo de los peumos, pero unos resoplidos y bramidos espantosos los hizo
correr cerro abajo como almas que pilla el diablo. 

El rebuznar del fiel burrito, distorsionado por el espacio asustó a los envidiosos, y la
heredad de su amo quedó a salvo

Actividades
Responde las siguientes preguntas:

1. ¿Qué le sucedió a Emiliano?


2. ¿Que hizo el burrito?
3. ¿Por qué es importante ser fiel a nuestros amigos?
El fantasma sabio.

Una mujer joven había caído muy enferma y estaba a punto de morir.
– Te quiero tanto, – le dijo a su marido
– No querría tener que dejarte.
– Pero si así ocurriera, no cambies nunca mi recuerdo por la compañía de otra mujer.
– Si lo haces, volveré en la forma de un fantasma.
– Seré para ti la causa de problemas sin fin.
Poco después la mujer fallecía. El marido respetó su último deseo durante los tres
primeros meses, pero entonces conoció a una joven y se enamoró de ella. Pronto estaban
prometidos en matrimonio.
La misma noche del compromiso, un fantasma se le apareció al hombre, acusándolo de
no haber cumplido su promesa. Volvió la noche siguiente, y la otra. Parecía saberlo todo.
Le contaba exactamente lo que había sucedido durante el día entre él y su nuevo amor.
Siempre que hacía un regalo a su prometida, el fantasma se lo describía hasta el último
detalle. Podía repetir incluso conversaciones enteras, y eso causaba tal molestia al novio
que no podía dormir. Alguien le aconsejó que fuese a contar su problema a un maestro
zen que vivía cerca del pueblo, y al fin, desesperado, el pobre hombre recurrió a él en
busca de ayuda.
El maestro comentó:
– Tu anterior esposa se transformó en fantasma y se entera de todo cuanto haces.
Cualquier cosa que hagas o digas, cualquier regalo que obsequies a tu prometida, ella lo
sabe. Ha de ser un fantasma muy inteligente. Deberías sentirte orgulloso. La próxima vez
que aparezca, haz un pacto con ella. Dile que, puesto que sabe tanto, no podrás ocultarle
nada, y que si contesta a una pregunta, una sola, prometes romper tu compromiso y
permanecer soltero el resto de tu vida.
El hombre preguntó:
– ¿Cuál es la pregunta que debo formular?
El maestro respondió:
– Coge un buen puñado de semillas de soja y pregúntale cuántos granos tienes
exactamente en la mano. Si no puede contestar, sabrás que el fantasma era solo un
producto de tu imaginación, y no volverá a molestarte.
La noche siguiente, cuando llegó el fantasma, el hombre lo aduló y le dijo que era un
fantasma muy sabio, ya que lo sabía todo.
– Efectivamente, – le replicó el fantasma.
– Como sé también que fuiste a ver a ese maestro zen esta tarde.
El hombre sugirió:
– Ya que tanto sabes ¿dime cuántos granos tengo en esta mano?
No había allí ya ningún fantasma que pudiese responder a la pregunta.

Un cuento sobre el matrimonio


Había una princesa que estaba locamente enamorada de un capitán de su guardia y, aunque
sólo tenía 17 años, no tenía ningún otro deseo que casarse con él, aún a costa de lo que
pudiera perder.

Su padre que tenía fama de sabio no cesaba de decirle:


– No estás preparada para recorrer el camino del amor. El amor es renuncia y así como
regala, crucifica. Todavía eres muy joven y a veces caprichosa, si buscas en el amor sólo la
paz y el placer, no es este el momento de casarte.
– Pero, padre, ¡Sería tan feliz junto a él!, que no me separaría ni un solo instante de su lado.
Compartiríamos hasta el más profundo de nuestros sueños.

Entonces el rey reflexionó y se dijo:


– Las prohibiciones hacen crecer el deseo y si le prohíbo que se encuentre con su amado, su
deseo por él crecerá desesperado. Además los sabios dicen: “Cuando el amor os llegue,
seguidlo, aunque sus senderos son arduos y penosos”.
De modo que al fin le dijo a su hija:
– Hija mía, voy a someter a prueba tu amor por ese joven. Vas a ser encerrada con él
cuarenta días y cuarenta noches. Si al final siguen queriéndose casar es que estás preparada
y entonces tendrás mi consentimiento.

La princesa, loca de alegría, aceptó la prueba y abrazó a su padre. Todo marchó


perfectamente los primeros días, pero tras la excitación y la euforia no tardó en presentarse
la rutina y el aburrimiento. Lo que al principio era música celestial para la princesa se fue
tornando ruido y así comenzó a vivir un extraño vaivén entre el dolor y el placer, la alegría
y la tristeza. Así, antes de que pasaran dos semanas ya estaba suspirando por otro tipo de
compañía, llegando a repudiar todo lo dijera o hiciese su amante.

A las tres semanas estaba harta de aquel hombre que chillaba y aporreaba la puerta de su
recinto. Cuando al fin pudo salir de allí, se echó en brazos de su padre agradecida de
haberle librado de aquel a quién había llegado a aborrecer. Al tiempo, cuando la princesa
recobró la serenidad perdida, le dijo a su padre:
– Padre, háblame del matrimonio.

Y su padre, el rey, le dijo:


– Escucha lo que dicen los poetas de nuestro reino:

“Dejad que en vuestra unión crezcan los espacios. Amaos el uno al otro, más no hagáis del
amor una prisión. Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de la misma. Compartid
vuestro pan, más no comáis del mismo trozo. Y permaneced juntos, más no demasiados
juntos, pues ni el roble ni el ciprés, crecen uno a la sombra del otro”.

“Las bodas de aluminio”


Es un cuento sobre la tolerancia en familia, valor indispensable para la
convivencia.

Teresa y Édgar estaban a punto de cumplir diez años de casados, aniversario que se
conoce como “bodas de aluminio”. Tenían mucho que celebrar, en especial haber
construido una familia agradable y tranquila con dos hijos, Jaime y Azucena, de nueve y
ocho años de edad. Todos se querían bien, pero casi siempre discutían por asuntos
menores, como el color de la alfombra, lo que se iba a preparar de comer o las
actividades de los domingos: a veces Édgar quería ir de día de campo, pero no lograba
convencer a Teresa, que prefería ir al cine (“Aborrezco los picnics”, acostumbraba decir).
Cada uno ponía de su lado a uno de los chicos y, al final, paseaban por separado. Al
terminar el día regresaban tristes y aburridos por no haber estado juntos.
Cuando se acercaba la fecha del aniversario planearon hacer una fiesta para celebrarlo.
“Ya sé —dijo Teresa—, podemos organizar un gran baile con toda la familia.” Édgar la miró
con disgusto y opinó: “Bien sabes que a mí nunca me ha gustado bailar y que tampoco me
agrada tu familia. Mejor podemos hacer una excursión al Bosque de los Cedros”. “¡Qué
horror! —opinó Teresa—, me choca caminar. Y además, estoy segura de que nadie
querría acompañarnos.” “¿Y a quién van a invitar?”, preguntó Azucena. “Al tío Marcos no,
porque cuenta unos chistes muy pelados”, opinó Édgar. “A la tía Imelda menos, porque
come más de la cuenta”, dijo Teresa. Y así repasaron a más de cien personas, entre las
cuales sólo quedaron diez… “Bueno, ¿y qué les vamos a dar de comer?”, quiso saber Jaime.
“Tamales”, opinó papá. “Bocadillos”, propuso mamá. “Nuggets de pollo”, recomendó
Azucena. Cuando cada uno mencionaba su antojo, los demás ponían cara de asco. “¿Y la
música?”, preguntó la niña… Cada miembro de la familia sugirió un ritmo diferente y las
opciones de música en vivo, discos o el radio. “Yo no soportaré el ruido —se quejó Jaime
—, me iré a dormir a casa de mis abuelos, al fin ya vimos que no podemos invitarlos a la
fiesta porque están viejitos…”

El mes que antecedió a la fiesta transcurrió entre discusiones sobre los preparativos, la
ropa, los gastos, los adornos de la casa. Ya parecía más bien una competencia para ver
quién se salía con la suya. “¡Ya no te aguanto, mujer!”, gritó un día Édgar. “Ni yo a ti”, le
respondió Teresa. “Para que se acabe todo este lío mejor no hagamos nada”, sugirieron
los chicos.

El día del aniversario, todos estaban muy mustios viendo la televisión y ya iban a empezar
a discutir sobre cuál canal debían sintonizar cuando Jaime les dijo: “Calma, vamos a pasar
a la mesa”. Los otros tres lo miraron con asombro pero lo obedecieron y cuando se
sentaron descubrieron en sus platos unos plátanos que el chico había comprado en la
tiendita, envueltos en papel aluminio. “Este aniversario no podía pasar en blanco —les
dijo Jaime—, y si queremos celebrar otros diez años juntos tenemos que aprender a ser
más flexibles y a conocernos mejor.” Los plátanos estaban verdes… pero todos se los
comieron sin chistar.

Para reflexionar con los hijos e hijas


 ¿Por qué los miembros de la familia nunca lograban acuerdos?
 ¿Tenían verdadera razón las quejas con respecto a los demás?
 ¿Cómo podía mantenerse unida una familia con opiniones tan
encontradas?
 ¿Piensas que su vida diaria era sencilla o difícil?
 ¿Qué crees que pasó con ellos después del aniversario? ¿Habrán llegado a
las bodas de plata? ¿Y a las de oro?
La novia envidiosa y su boda
perfecta
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Cuento
Cuentos con valores similares

Había una vez una novia que preparaba su boda con todos sus detalles.

Tenía tantas ganas de que todo fuera perfecto, que durante meses asistió a

todas las bodas que pudo. Y cada vez que veía algo que le gustaba o le

parecía bonito, decía “Yo también quiero eso”, y lo apuntaba para que no

faltase en su boda. Daba igual que fueran unas flores rarísimas, un adorno

en el vestido, una música única o una preciosa fuente: cualquier cosa que

le gustase acababa en su lista. Y como cada boda tenía sus cosas

preciosas y especiales, la lista no dejaba de crecer.

Y así llegó el día. Y nuestra novia se sentía como la reina de las novias,

pues ella sería la única que tendría en su boda cualquiera de las cosas

bonitas que hubiera podido tener ninguna otra novia. Mientras iba hacia la
iglesia, no dejaba de pensar en cómo la envidiarían todos, y lo

admirados que estarían.

Pero, al llegar, descubrió horrorizada todo lo contrario. Absolutamente

nadie estaba feliz, ni contento, ni siquiera admirado. La iglesia estaba tan

llena de cosas que era imposible moverse sin recibir un golpe. Había

tantas flores y tan distintas, que los olores se mezclaban de forma que casi

no se podía respirar, y los cinco excelentísimos coros juntaban sus cánticos,

todos a la vez, haciéndolos tan insoportables que un equipo de

enfermeros había tenido que acudir al lugar para repartir pastillas

contra el dolor de cabeza.

Y todo fue aún peor cuando la novia se presentó en la entrada. Pensaba

impresionar a todos con su vestido lleno de detalles y adornos, pero lo

único que provocó fue caras raras entre los adultos y muchas risas entre

los niños, pues el resultado de tantas cosas juntas era un aspecto

ridículo.

Con tal espectáculo fue imposible celebrar la boda, y la novia volvió a casa

terriblemente avergonzada, dándose cuanta de lo ridículo que era fijarse

constantemente en lo que hacían los demás y en tratar de tener más que

nadie.

Y con su nuevo traje de humildad, y aprovechando lo que había

aprendido asistiendo a tantas bodas, la novia volvió a preparar su

boda tal y como de verdad le gustaría a ella, sin importarle si


faltaba tal o cual cosa que sí hubo en alguna otra boda, y sin tratar

de impresionar con todo lo que tenía o hacía.

Y fue precisamente así como su boda resultó preciosa, y sus invitados

quedaron verdaderamente encantados.

Valores
Evitar la envidia, saber valorar lo que tenemos
Enseñanza
Cuando constantemente nos fijamos en lo que tienen o hacen los demás perdemos el sentido de lo
que hacemos nosotros mismos
Cohabitación, unión libre y matrimonio
Cohabitación, unión libre y matrimonio

La cohabitación o unión libre es el tipo de relación que establece una pareja cuando sin
estar casada por la Iglesia o por lo civil y sin tener intención definitiva de casarse,
comparten techo y cama. La unión libre “de hecho” es cuando una pareja vive como
matrimonio estable, sin haberse casado. La diferencia entre la cohabitación y la unión libre
de hecho es que la primera carece de todo compromiso e institucionalidad (matrimonio a
prueba), mientras que en las segundas hay intención de permanecer viviendo así.

Con todo, tanto la cohabitación como la unión libre de hecho, se caracterizan por su
inestabilidad y falta de compromiso de la pareja entre sí, ante la sociedad y frente a los
hijos que puedan surgir de la relación. Por eso, la Iglesia Católica advierte repetidas veces a
sus fieles sobre el gran peligro de arriesgar sus vidas emotivas dentro de este tipo de
relación e invita a las parejas a que consideren los beneficios de un verdadero matrimonio:

 Al entregar sus cuerpo y compartir el mismo espacio vital, lo piensen o no, las
personas están dando mucho de sí y poniendo en juego su intimidad, su futuro, su
emotividad y el futuro de una posible creatura, sin que se ofrezca ninguna garantía
de ser aceptado, amado y respetado “para siempre” (indisolubilidad) como lo ofrece
en cambio un compromiso matrimonial.
 En muchos casos, la unión libre se toma como una forma de “ensayar” o “probar” si
la relación puede o no funcionar. Se parte por tanto del hecho que en cualquier
momento me van a dejar o puedo dejar a la otra persona. Por eso, se pregunta el
Catecismo de la Iglesia Católica, ¿qué puede significar una unión en la que las
personas no se comprometen entre sí y testimonian con ello una falta de confianza
en el otro, en sí mismo, o en el porvenir? (CIC 2390).
 La gran mayoría de las uniones libres terminan acabándose en los primeros 5 años y
entre las que parecen “estables” hay más divorcios que entre los casados.
 Son muchas menos las parejas que después de convivir se casan que las que deciden
casarse sin haber convivido antes.
 Los problemas de salud (causado generalmente por abuso de alcohol, droga y
tabaco), los malos tratos, el desempleo y los problemas con los hijos son mucho más
frecuentes entre personas que viven en unión libre.
 La vida sexual que en sí misma es “la entrega más íntima” entre un hombre y una
mujer, se ve contradictoriamente afectada en la unión libre dada la falta de entrega y
compromiso real en que se vive. De ahí el dolor y efectos psicológicos que padecen
quienes terminan siendo “dejados”, pues se sienten engañados, frustrados y
ofendidos en su dignidad y confianza en el amor del otro. A este daño se agrega el
hecho que quienes viven en unión libre no desean tampoco el compromiso de un
hijo. Por eso su entrega está marcada por la falta de generosidad que supone el estar
abiertos a la vida. En pocas palabras, como lo enseña la Iglesia, la entrega sexual
supone el compromiso matrimonial. De otro modo se transforma en un acto egoísta
y profundamente dañino y por eso es pecaminoso.
 Un alto porcentaje de jóvenes hispanos comienzan a cohabitar y reproducirse desde
muy temprana edad. Como consecuencia, estos jóvenes, especialmente la madre,
posee menores estudios y menores posibilidades de trabajo e ingresos. Se produce
así una consolidación y profundización de la pobreza.
 En familias de precaria constitución, como lo son las que cohabitan, hay mayores
índices de violencia.
 Los hijos de convivientes tienen menores índices de escolaridad.
 La primera escuela del amor es la familia. Pero, ¿qué clase de relación pueden
enseñar quienes no fundan sus relaciones en la responsabilidad y el compromiso
incondicional?

Tampoco el matrimonio civil reúne las características necesarias de una unión para siempre
ni está basado, como el matrimonio católico, en el amor de Dios que trasciende los
impulsos humanos e invita por tanto a una entrega a imitación de Cristo en la Cruz.

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