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FACULTAD DE CIENCIAS

HUMANAS - UNRC

ECONOMÍA POLÍTICA

AÑO 2022
110 INTRODUCCIÓN AL ANÁLISIS ECONÓMICO
Un enfoque para economías periféricas

solo estarán dispuestos a ofrecer más unidades a cambio de un mayor precio, ya que
producir unidades adicionales incrementa su costo unitario. Por este motivo, todo
aumento de la demanda, impactará siempre en los precios. En este caso, un incre-
mento de la demanda desde D1 a D2 incrementa los precios de P1 a P2.
Es importante aclarar esta diferencia: mientras que para la teoría tradicional, todo
incremento de demanda provocará un aumento en el nivel de precios; en el análisis
que realizamos en este capítulo, observamos que en la medida en que haya capaci-
dad productiva ociosa, es decir, mientras las empresas produzcan por debajo de su
capacidad normal, es posible responder a un incremento en la demanda con mayor
producción, sin aumentos de precios. Los precios solo aumentarán cuando, para sa-
tisfacer el incremento de la demanda, haya que empezar a producir por sobre la ca-
pacidad normal de las empresas.
El segundo punto relevante a destacar es que la suba de los precios, por lo gene-
ral, está asociada al incremento de los costos. Uno de los costos más relevantes es el
salario, el cual, a su vez, suele aumentar ante la suba de los precios, ya que, si no au-
mentan, los trabajadores verían sus ingresos reducidos. De este modo, se observa que
existe un conflicto latente entre trabajadores y empresarios, debido a que el aumento
del ingreso de uno puede llevar a la pérdida de ingresos del otro, o a una “puja” entre
ambos, donde aumentan constantemente los precios y los salarios. Este tipo de fenó-
meno se conoce como “inflación por puja distributiva”.

III- 3 Tipos de mercados


Ahora bien, todavía quedan preguntas importantes por responder: ¿de qué depen-
de el margen de ganancia de los empresarios?, ¿todas las empresas tienen el mismo
margen o no? Para poder responder eso hay que analizar el entorno en el que opera
cada empresa, ya que eso va a afectar de modo significativo la conducta del empresa-
rio a la hora de determinar el precio de venta de su producto. Definitivamente no va
a ser lo mismo si hay una sola empresa que produce algún bien, por ejemplo.
Por tales motivos es que se suele clasificar a los mercados a partir ciertas carac-
terísticas que se pueden identificar y que, a la vez, sirven para diferenciarlos unos
de otros. Como se desprende del diagrama III-1, la división más importante está
asociada al grado de concentración de la oferta dentro de cada mercado, es decir, la
cantidad de oferentes que hay de un mismo producto. Eso, a su vez, va a determi-
nar la capacidad (o no) de las empresas para fijar su precio: en los mercados muy
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competitivos, también llamados por la teoría tradicional de “competencia perfecta”,


el precio lo va a fijar el mercado, por medio de la interacción entre la oferta y la
demanda, mientras que el rasgo característico de los mercados menos competitivos
es que allí las empresas van a tener cierta capacidad para fijar el precio de venta del
producto. Aquí se pueden diferenciar tres tipos: los mercados monopólicos, los
oligopólicos y los de competencia monopolística.

Diagrama III‑1. Clasificación de los mercados


Monopolio

Oligopolio
Grado de concentración

Competencia monopolística

Competencia “perfecta”

III-3.1 Mercados muy competitivos con base en el grado de concentración


de la oferta

Como mencionamos, el rasgo principal de este tipo de mercados es que las empre-
sas que allí operan no tienen la capacidad de fijar el precio de venta del producto, es
decir, son tomadoras de precio. Al contrastar esta afirmación con lo visto en la sección
III-2.3, puede resultar contradictoria: ¿no era que los precios los fijaban las empresas?
Como veremos a continuación, las características que tiene que tener este tipo de
mercado difícilmente se puedan observar en la realidad, por lo que queda relegado
como una situación muy poco frecuente.
Los requisitos para que un mercado pueda considerarse de competencia “perfecta”
son los siguientes, según la teoría tradicional:

• En primer lugar, debe haber muchas empresas participando y que cada una
tenga una pequeña cuota de mercado. Si alguna empresa tuviese una eleva-
da participación, eso implicaría tener poder de mercado, es decir, capaci-
dad para fijar el precio. Por ejemplo, si bien en el caso de las computadoras
112 INTRODUCCIÓN AL ANÁLISIS ECONÓMICO
Un enfoque para economías periféricas

uno podría decir que hay muchas empresas en el mercado, resulta evidente
que Apple tiene una cuota mayor que el resto.
• El segundo requisito que debe cumplirse es que los productos ofrecidos en
el mercado por las distintas empresas sean idénticos, es decir que no pue-
dan distinguirse unos de otros. Esto es lo que se conoce como bienes ho-
mogéneos. Por ejemplo, cuando uno va a la verdulería a comprar manzanas
le resulta imposible distinguir si la que está llevando fue producida por la
empresa A o por la empresa B. En cambio, al comprar un dentífrico no solo
se puede distinguir en función de las distintas marcas, sino también de las
características que ofrece (con flúor, con blanqueador, de distintos sabores,
etc.). Esto es lo que se conoce como “bienes diferenciados”.
Debe destacarse que ambos requisitos deben cumplirse simultáneamente
para estar frente a un mercado de competencia perfecta. Por ejemplo, en el
caso de la yerba mate se observan muchas empresas donde cada una tiene
una baja cuota del mercado, pero donde los productos son diferenciados
(sin palo, bajo contenido de polvo, con hierbas, etc.), con lo cual tampoco
se estaría en un mercado de competencia perfecta.
• Hay un tercer requisito que debe cumplirse: las empresas deben tener to-
tal libertad tanto para entrar a competir como para irse del mercado. Esto
significa la inexistencia barreras de mercado. Estas barreras pueden ser de
tipo legales, como por ejemplo por medio de una regulación o ley impues-
ta por el gobierno que no permita el ingreso de nuevas empresas (lo más
frecuente es que estas sean de otros países) o también por las propias ca-
racterísticas de las empresas en el mercado. Una empresa con un tamaño
lo suficientemente grande puede ser motivo suficiente para desincentivar
el ingreso de nuevas firmas (porque eso implica una inversión muy grande
como para poder ingresar a competir en el mercado). Que no existan ba-
rreras de mercado también es un requisito esencial para asegurar la compe-
tencia, ya que permite que siempre exista un número elevado de empresas
en el mercado.
• Hay un cuarto requisito que a veces se agrega, aunque no es indispensable:
que tanto los oferentes como los demandantes del mercado cuenten con la
misma información acerca del producto, lo que se conoce como “informa-
ción completa o simétrica”. Esto se debe a que, si alguna de las partes cuenta
con más información que la otra, eso devendría en un poder de mercado
MERCADOS Y FORMACIÓN DE PRECIOS 113

que afectaría la competencia. Un caso típico es el del mercado de los autos


usados, donde los oferentes tienen más información que los demandantes
acerca del vehículo y eso los pone en una posición ventajosa, lo cual indica
claramente que no es un mercado competitivo.

Si se cumplen estos requisitos estaríamos en presencia de un mercado de com-


petencia perfecta. En la realidad resulta casi imposible encontrar un mercado así,
esencialmente porque la variedad y la diferenciación en los productos es una parte
fundamental de la estrategia de ventas de cualquier empresa. Al tratar de encontrar
un ejemplo, lo más probable es que no se respete el requisito de que los bienes deben
ser homogéneos. Así, lo más cercano podría ser el mercado de las frutas o verdu-
ras, donde los productos son prácticamente iguales, aunque al adentrarse un poco
se observaría que allí, por lo general, operan pocas empresas comercializadoras con
bastante poder de mercado.
Siguiendo con el análisis, lo que se observa en los mercados de competencia per-
fecta es que las empresas no tienen injerencia en la determinación del precio del
producto. A través de la interacción entre todas las empresas (la oferta) y todos los
consumidores (la demanda) se obtiene el precio de venta (de equilibrio) del produc-
to, y cada empresa a nivel individual acepta dicho precio como un dato fijo sobre el
que no puede influir. A ese precio va a poder vender la cantidad que quiera, y eso no
va a influir en el precio de equilibrio, ya que vimos que las empresas son tomadoras
de precio. Es decir, por más que decida ofrecer en el mercado muchas unidades, eso
no va a modificar el precio de venta de su producto.
A partir de lo anterior, queda claro que una empresa que opera en un mercado de
competencia perfecta no tiene el mismo comportamiento que la empresa analizada
en la sección III-2. Si bien, como ya mencionamos, es muy difícil encontrar mercados
de este estilo, de todos modos resulta interesante mostrar la racionalidad económica
que está por detrás de estas empresas, ya que no solo sirve para contrastar con la ope-
ratoria normal de una empresa, sino además para introducir algunos conceptos que
serán de utilidad más adelante.
Uno de estos es el análisis en términos marginales, que vamos a ver que se pue-
de aplicar en muchos casos. Este concepto nos muestra el cambio en una variable
cuando modificamos en una unidad otra variable distinta. Por ejemplo, el ingreso
marginal de una empresa representa cuánto aumentan sus ingresos totales al vender
una unidad más de su producto:
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Un enfoque para economías periféricas

Gráfico III‑7. Determinación del nivel de producción

Costo/precio ($)

Costo marginal

$50

Precio de venta = ingreso marginal

Cantidad (kg.)

Eso está reflejado en el gráfico III-7, en donde puede verse que la empresa produce
justo en la cantidad en donde el costo marginal se iguala con el ingreso marginal (que
a la vez es idéntico al precio de venta del mercado).
Como se desprende del gráfico, la única forma posible para que la empresa decida
producir una mayor cantidad de kilos es que aumente el precio de venta, fijado por el
mercado, dado que estas empresas, como vimos, no tienen la capacidad de modificar
el precio de venta de su producto. Si, en cambio, las empresas operan en mercados de
competencia imperfecta, lo que implica que tengan siempre un margen para fijar el
precio de venta de su producto, entonces dicho precio no va a depender exclusivamen-
te del mercado, sino que van a pasar a cobrar suma relevancia los costos del producto.

III-3.2 Empresas con capacidad para fijar su precio

Como vimos, en la realidad, la mayoría de los mercados no son del tipo perfecto,
lo que es sinónimo de que las empresas tienen, aunque sea, una mínima capacidad
para poder determinar directa o indirectamente el precio de venta de su producto.
Ahora bien, las causas que llevan a que eso suceda pueden diferir, y eso permite di-
ferenciar los mercados de competencia imperfecta en tres tipos: los monopolios, los
oligopolios y los mercados de competencia monopolística.
Dichas diferencias van a depender de la cantidad de empresas que operan en el
mercado (una, pocas o muchas) o del tipo de producto que allí se ofrece (homogéneo
o diferenciado).
MERCADOS Y FORMACIÓN DE PRECIOS 117

El rasgo fundamental de los mercados monopólicos es que hay una sola empresa en
el mercado, lo cual evidentemente le otorga mucha capacidad para alterar el precio
de su producto. Además, los bienes son homogéneos, ya que debería haber por lo
menos dos empresas para poder diferenciarse una de la otra. Los gobiernos suelen
regular activamente este tipo de empresas a través de la fijación de precios máximos
o por medio de la autorización de aumentos de precio en los casos que considere
necesario (por ejemplo, debido a suba de costos en el sector), con el fin de evitar que
estas empresas abusen del poder de mercado que tienen y fijen precios excesivamente
elevados que perjudicarían a los consumidores.
Una situación similar sucede con los oligopolios, donde la característica principal
es que hay pocas empresas en el mercado y eso les permite influir en el precio de
venta. El hecho de que sean pocas empresas y que cada una sepa que tiene capacidad
de influir en el precio genera comportamientos estratégicos, ya que lo que haga una
empresa puede provocar una respuesta por parte de sus competidores. El caso típico
es el de la guerra de precios, en donde si una empresa busca reducir su precio para
tratar de aumentar sus ventas y ganar participación en el mercado, las otras empre-
sas tratarían de hacer lo mismo, desencadenando una caída constante del precio del
mercado. Por lo general no sucede, precisamente porque si hicieran esto, las empre-
sas no estarían adoptando un comportamiento estratégico. Esto implica tomar una
decisión para anticipar la respuesta de los rivales. En este ejemplo, si adoptara un
comportamiento estratégico la mejor decisión para la empresa sería no reducir su
precio, anticipando que si hace eso el resto haría lo mismo, generando una guerra de
precios. Es más, sabiendo esto las empresas podrían buscar ponerse de acuerdo para
subir todas al mismo tiempo su precio, y de esa manera obtener un mayor beneficio.
Esto también da lugar a la distinción entre empresas líderes y seguidoras. En los
mercados oligopólicos, es frecuente que además de no haber muchas empresas, algu-
nas sean más grandes que otras. En estos casos, la estrategia de las empresas más pe-
queñas es decidir según lo que hacen las más grandes, de allí la distinción entre líder/
es y seguidora/s. Por ejemplo, a ninguna empresa pequeña se le ocurriría aumentar
su precio por encima de la empresa líder del mercado; lo más probable es que espere
a ver qué hace esta empresa y actúa en función de eso.
Un aspecto importante que se observa tanto en los monopolios como en los oli-
gopolios es que existen barreras muy fuertes que previenen la entrada de otras em-
presas, motivo por el cual no se observa más competencia en el mercado. Como
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Un enfoque para economías periféricas

mencionamos, estas barreras pueden ser impuestas por el gobierno o pueden estar
explicadas por el tamaño de las empresas.
Un punto importante a destacar es que puede haber mercados que eran competi-
tivos y que con el transcurso del tiempo devinieron en monopolios o, más probable-
mente, en oligopolios. Esto se debe a que la propia competencia en el mercado puede
generar la expansión de algunas empresas a costa de otras (por ser más innovadoras,
por tener mayor capacidad de adaptación a los cambios en la economía, etc.), lo que
lleva a que queden unas pocas grandes empresas en el mercado. Por eso, el término
“competencia perfecta” no parece ser tan “perfecto”, ya que la propia dinámica de la
economía capitalista hace que los mercados otrora muy competitivos vayan perdien-
do esa característica a favor de formas más concentradas de la oferta.
El hecho de que las empresas tengan mucho poder de mercado probablemente
lleve a un comportamiento abusivo que se traduzca en precios muy elevados, casi
siempre a través de restringir la oferta de sus productos. El problema es que en estos
casos los consumidores no tienen muchas herramientas para defenderse de este tipo
de conductas, salvo demandar una menor cantidad de bienes, aunque eso también
implica un perjuicio. Es por esto que los Estados, por lo general, cuentan con algún
organismo dedicado a la defensa de la competencia, cuyo rol principal es identificar
si alguna empresa incurre en este tipo de comportamiento y sancionarla, o bien di-
rectamente prohibir las fusiones entre empresas que lleven a la formación de mono-
polios u oligopolios.
En cambio, esto no sucede en los mercados de competencia monopolística, ya que
una de sus características es que hay muchas empresas. Pero el rasgo fundamental en
este tipo de mercados es la diferenciación del producto, que es lo que le permite a cada
una de estas empresas tener injerencia sobre el precio del mercado. De allí su nombre:
hay muchas empresas que compiten, pero a la vez se comportan como un monopolio
del producto que hayan logrado diferenciar, fijando su precio.
Al diferenciar su producto de la competencia, la empresa genera cierta fidelidad
con los consumidores, que es lo que le permite desacoplar su precio del resto que
ofrece el mercado. Dicha diferenciación, por lo general, se logra a través de la calidad
(y de allí su asociación con las marcas) o por la incorporación de algún atributo que
lo distinga del resto, siempre acompañada de campañas publicitarias que difundan
la diferenciación. Por ejemplo, el agregado de vitaminas a los yogures, los productos
sin calorías, etcétera.
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La reducción de los costos junto con la diferenciación del producto son las estrate-
gias más utilizadas por las empresas a la hora de competir. En relación a lo primero,
porque de ese modo las empresas van a poder reducir (si hace falta) el precio de
venta de su producto sin tener que achicar su margen de ganancia. Respecto de la
diferenciación, como ya mencionamos eso crea cierta fidelidad con los consumido-
res, lo que se traduce en mayor poder de mercado, y por eso en la actualidad cobran
tanta relevancia el departamento de marketing y la utilización de la propaganda para
lograr mayores ventas.
En suma, el tipo de mercado en el que la empresa opere va a afectar su capacidad de
modificar el precio de venta (y, en parte, su margen de ganancia), donde cuanta más
competencia haya, menor va a ser el poder de mercado de las empresas y, por ende,
menor va a ser su capacidad para fijar el precio. No obstante, lo que se observa en la
realidad es que todas las empresas, en mayor o menor medida, manejan sus precios
y eso se debe a que los mercados en los que operan no son de competencia perfecta.

III-4 Bienes transables y no transables

Además de las analizadas anteriormente, existe otro tipo de competencia que puede
afectar la capacidad de las empresas de fijar sus precios: la competencia internacional.
Todos los países importan una cierta cantidad de bienes, los cuales probablemente
ingresen a competir con los productos nacionales (aunque en algunos casos pueden
ser insumos que no se producen en el país). Si el precio de esos bienes importados es
menor que el que tienen las empresas nacionales, sin duda, eso provocará la reduc-
ción del precio (y probablemente del margen de ganancia) de la producción nacional,
ya que si no los consumidores optarían por los bienes importados.
Un problema que puede surgir en estos casos es que las empresas nacionales di-
rectamente no puedan producir, debido a que los productos importados sean tan
baratos que directamente sean menores a los costos unitarios de las empresas nacio-
nales. Eso provocaría la quiebra de las empresas y el aumento del desempleo por la
pérdida de esos puestos de trabajo. Por ese motivo es que los gobiernos suelen aplicar
distintas medidas para desincentivar el ingreso de bienes de consumo importados
cuando hay producción nacional de estos, como por ejemplo el cobro de derechos de
importación (aranceles) o la imposición de cuotas de importación.
Sin embargo, no todos los bienes están sujetos a este tipo de competencia: hay
productos que no pueden exportarse ni ser importados. Esto puede ser porque el
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Un enfoque para economías periféricas

gobierno decide protegerlos, como en el caso mencionado en el párrafo anterior, o


porque el costo de transportar el bien a otro país es tan alto que conviene producir-
lo localmente. Por ejemplo, si bien se podría exportar una casa, es evidente que los
costos para poder hacerlo superarían ampliamente a construir la casa en el otro país.
Esto lleva a una distinción entre los bienes, que pueden clasificarse en transables, si
pueden ser exportados o importados, o no transables, si no pueden ser comercializa-
dos entre países.
Para los bienes y (la mayoría de) los servicios no transables se aplica predominan-
temente el esquema de formación de precios analizado en las secciones anteriores,
ya que esos precios no pueden ser “disciplinados” por la competencia internacio-
nal. En cambio, para los bienes y algunos servicios transables internacionalmente
(ejemplos de estos pueden ser el turismo en otros países o los fletes y seguros para el
transporte internacional), los mecanismos de formación de precios tienen un límite
o techo que les impone la necesidad de competir con la producción de otros países.
En una economía abierta a la competencia internacional los productores de bienes y
servicios transables son tomadores y no formadores de precios, de manera similar a
la competencia perfecta.
En el caso de los bienes exportables, si no hay restricciones regulatorias al comer-
cio internacional,24

Gráfico III 8. Formación del precio de un producto exportable

$200 USD 10

Derecho aduanero $40 USD 2


Precio efectivo
$160 = U$D 8
Margen de ganancia $60 USD 3

Costos $100 USD 5

Precio en $ Precio en USD

Tipo de cambio = 20 $/USD

24 Por ejemplo, cupos de volúmenes máximos de exportación de ciertos bienes.


6 Los mercados imperfectos

«¿Es mejor estar comprando provisiones de su mercado, pagando


altos precios por escasas medidas, sin tener ya siquiera el dinero para
pagar por ellas?, ¿o es mejor, por el derecho de conquista, servirnos
nosotros mismos, aplicando tal medida como mejor nos convenga?»

(Jenofonte, Anábasis)

Los fallos de la competencia perfecta que pueden dar lugar a que las empresas
no fijen su nivel de producción igualando los costes marginales al precio de merca-
do pueden resumirse en dos: la existencia de un reducido número de oferentes y la
falta de homogeneidad del producto. En términos generales, cuando se dé alguno de
ellos, o ambos al mismo tiempo, diremos que se trata de intercambios que se reali-
zan en condiciones de competencia imperfecta o en mercados imperfectos.
En ambos casos, la empresa podrá fijar precios por encima del coste marginal y,
por tanto, se altera el criterio que lleva a alcanzar una situación de óptimo paretiano
y máxima eficiencia.
En términos generales pueden distinguirse tres patrones esenciales de competen-
cia imperfecta: los dos primeros —el monopolio y el oligopolio— son el resultado
de procesos de concentración de capitales; el tercero —la competencia monopolísti-
ca—, de la capacidad que tienen algunas empresas para lograr ventajas de mercado
mediante la diferenciación de los productos que venden.
Estas situaciones son las que van a ser analizadas en este capítulo.

6.1. LA CONCENTRACIÓN DE CAPITALES


La existencia de monopolios y oligopolios es un fenómeno característico de las
economías capitalistas modernas y resultado de un proceso de acumulación que se
resuelve esencialmente bajo la forma de una creciente concentración de los capi­
tales.

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Esta concentración da lugar a que cada vez sean menos las empresas que con-
trolan la mayor parte del volumen total de los mercados.
Normalmente, los procesos de concentración revisten alguna de las siguientes
formas:

— Monopolios puros.
— Acuerdos voluntarios para repartirse el mercado.
— Asociaciones para regular los precios del mercado.
— Pools o cárteles que son acuerdos instituidos para restringir la competencia;
en el segundo caso, con precios, clientela o ventas comunes.
— Trusts, que es el resultado de la fusión de empresas.
— Holdings, que son conjuntos de empresas que forman un grupo financiero
organizado en torno de ellas, que controla a las demás a través de participa-
ciones.
— Fusiones o absorciones de empresas.

El origen de la concentración

Las causas que propician los procesos de concentración pueden resumirse en las
siguientes:

a) Barreras de entrada. Incluyen todo tipo de obstáculos que puedan oponerse


a la incorporación de otras empresas al mercado. Joe S. Bain consideró que
las causas más importantes de aparición de barreras de entrada son la exis-
tencia de ventajas absolutas en los costes de las empresas ya establecidas en
el mercado (porque disponen de patentes, de personal especializado, de co-
nocimiento del mercado, de acuerdos convenientes con proveedores, etc.), la
diferenciación del producto y la presencia de economías de escala (que obli-
gan a las empresas que desean incorporarse al mercado a hacerlo con niveles
de producción mucho mayores).
Se suele distinguir entre barreras de entrada «inocentes», más o menos
ine­vitables por la dinámica normal de los mercados, y barreras de entrada
«estratégicas», aquellas que son creadas por las propias empresas ya existen-
tes para impedir la penetración de otras que, al aumentar la competencia,
reducirían los mayores beneficios que proporciona el disponer de poder en
el mercado.
b) Acaparamiento de recursos. El proceso de acumulación está ligado indisolu-
blemente a la progresiva aparición de recursos productivos más eficientes.
La disposición de cualquiera de ellos —y especialmente de la tecnología,
que permite crear condiciones menos costosas para la producción— es de-
terminante de la posición de las empresas en los mercados. Cuando los re-
cursos han sido acaparados bajo cualquier forma de titularidad jurídica por
una o varias empresas se está impidiendo, de hecho, la entrada de otras en

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Los mercados imperfectos

el mercado y propiciando la salida de aquellas que no dispongan de ellos y


se encuentren, por tanto, en peores condiciones de costes.
El gran volumen de inversión necesario para obtener los recursos que a
la postre resultan estratégicos en las industrias (materias primas, tecnolo-
gía...) determina que sean las empresas de mayor dimensión y capacidad
financiera las mejor situadas para obtenerlos. Eso incentiva la concentración
y, al mismo tiempo, impide la entrada de otras empresas de menor capaci-
dad o potencia financiera.
c) Monopolios naturales. Se denomina así a los existentes en determinadas in-
dustrias en las que la necesidad de grandes infraestructuras para la produc-
ción no podría ser compensada por los ingresos si existieran varias empresas
repartiéndose el mercado. Las telecomunicaciones y los transportes ferrovia-
rios han sido ejemplos tradicionales de industrias con monopolios naturales.
Sin embargo, la implantación de las nuevas tecnologías de la información ha
permitido fragmentar estos sectores, que hasta entonces sólo podían funcio-
nar en grandes espacios y abarcando territorios muy amplios para ser renta-
bles, de manera que ha sido posible modificar la estructura tradicional de
monopolio hacia otra en la que predominan los oligopolios.
De hecho, la situación más generalizada en las economías capitalistas
modernas es la existencia de «oligopolios naturales», es decir, de mercados
en los que el grado de concentración alcanzado impone ya un régimen de
economías de escala tan grande que impide que pueda darse competencia
perfecta, pero sin necesidad de alcanzar el nivel absoluto de monopolio.
Incluso en las industrias en las que existían tradicionalmente monopolios
«legales», es decir, aquellos cuyo carácter «natural» le era reconocido por la
ley en virtud, generalmente, de la necesidad de garantizar la producción de
bienes o servicios de interés público, se está produciendo en los últimos
años un proceso de desregulación tendente a la conformación de mercados
oligopolizados.

6.2. EL MONOPOLIO
En sentido elemental hablamos de monopolio cuando una sola empresa domina
todo el mercado. Estrictamente hablando, el monopolio puro sería aquella situación en
la que el monopolista puede captar toda la renta de los consumidores, pero ésta es una
situación prácticamente imposible. Sólo es aceptable en teoría, puesto que los consu-
midores siempre pueden destinar su consumo hacia bienes que produzcan otras em-
presas. El monopolio puro, pues, sólo existiría si una sola empresa ofreciera todos los
bienes de la sociedad. Por eso se dice que en la realidad existen monopolios aislados,
en expresión de Chamberlain, es decir, empresas que han logrado dominar el mercado
en un determinado ámbito o en relación con un determinado producto.
En esos casos, el producto que vende el monopolista es completamente diferente de
los otros productos que se ofrecen. No existen productos cercanos cuya oferta o precio
puedan influir de manera perceptible en el precio del monopolista o en sus ventas.

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Economía Política

En consecuencia, la empresa monopolista tiene para sí todo el mercado del pro-


ducto, y eso implica que puede ejercer cierta influencia en el precio o sobre la can-
tidad vendida de su producto. Al contrario que el competidor perfecto, que actúa
como precio aceptante, el monopolista es precio determinante: puede restringir su
volumen de ventas si desea incrementar el precio, o reducirlo si pretende aumentar
las cantidades ofrecidas y vendidas.
Además, puede afectar a la recta de demanda del mercado a través de diversas
promociones de ventas. Puede inducir a más gente a desear su producto a través de
campañas publicitarias, haciendo así que la demanda se desplace a la derecha, o
puede hacer más inelástica la demanda si consigue crear la necesidad de su produc-
to en los consumidores.

Ingreso marginal y precio en monopolio


Todo lo que acabamos de señalar significa que la recta de demanda a la que se
enfrenta el monopolista es decreciente: puede vender más cantidad de producto si
baja el precio de las unidades existentes. Cuando eso ocurra, resultará que el ingre-
so marginal que lleva consigo la venta de unidades sucesivas del bien será menor
que el precio unitario a los mismos niveles porque cada vez que haya vendido una
unidad adicional deberá haber bajado el precio; por tanto, el ingreso de cada unidad
adicional será menor que el precio de la anterior.
Ésa es la razón de que la recta de ingresos marginales no coincida con la de deman-
da, como ocurría en competencia perfecta, donde todas las unidades son vendidas a un
mismo precio, sino que se sitúe por debajo de ella, tal y como se refleja en la figura 6.1.

Figura 6.1.  Rectas de demanda e ingreso marginal del monopolio.

Monopolio frente a competencia perfecta


El supuesto en el que descansa el análisis convencional de la empresa monopo-
lista es que persigue el mismo objetivo que cualquier otra: la maximización de sus
beneficios.

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Los mercados imperfectos

Como sabemos, para alcanzarlo debe fijar su producción al nivel en que el in-
greso marginal sea igual al coste marginal.
La diferencia entre una empresa que actúa en competencia perfecta y una mo-
nopolista está en las ventas: para vender mayores cantidades, el monopolista debe
pedir precios más bajos, mientras que la empresa competitiva puede vender tanto
como desee al precio de mercado vigente.
Esta diferencia es esencial de cara a poder comparar los resultados en precios y
cantidades a que dan lugar los mercados competitivos y monopolistas.
Para ello, supongamos que las condiciones de demanda y de costes sean las
mismas, independientemente de que el mercado esté monopolizado o sea competiti-
vo. Entonces, tanto la empresa competitiva como la monopolista se enfrentan a rec-
tas de demanda (D) y de costes marginales (CMa) idénticas, tal y como se refleja
en la figura 6.2.

(IMacp = CMa)

(IMam = CMa)

Figura 6.2.  Comparación entre el equilibrio competitivo y monopolista.

Para maximizar su beneficio, la empresa perfectamente competitiva iguala su


coste marginal (CMa) a su ingreso marginal (IMacp), siendo este último también su
precio, por eso viene dado por la curva de demanda. Se obtiene así un nivel de pro-
ducción (qcp) y un precio (Pcp) de equilibrio.
Por su parte, la empresa monopolista iguala también su coste marginal (CMa),
que hemos supuesto el mismo que el correspondiente a la competencia perfecta en
este ejemplo, con su ingreso marginal (IMam), que ya no es igual al precio, como
hemos señalado más arriba. La situación de equilibrio resultante presenta tres carac-
terísticas:

1. En monopolio produce una cantidad (qm) que es menor que la que se produ-
ciría si la situación fuese de competencia perfecta (qcp).
2. En monopolio se vende a un precio (Pm) que es más elevado que el corres-
pondería a una situación de competencia perfecta (Pcp).

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3. Estas dos circunstancias revelan la pérdida de eficiencia que ocasiona el mo-


nopolio en relación con la competencia perfecta: a iguales condiciones de
costes, se produce menos y a precio más elevado.

La magnitud de estos beneficios o la pérdida de eficiencia que implica un mo-


nopolio en relación con la competencia perfecta dependen de la elasticidad de la
demanda a la que se enfrenta la empresa monopolista y de su estructura de costes:

— Si la demanda es muy inelástica, su poder aumentará pues, aunque suba los


precios, no se producirá una gran disminución de la demanda.
— Si sus costes son decrecientes, le interesará aumentar la producción, aunque
sea a precios más bajos. Si sus costes son crecientes, estará interesado en
actuar aumentando los precios.

6.2.1. Diferentes tipos de monopolio


El que se acaba de analizar es un caso general en el que un monopolista fija un
solo precio y se enfrenta a una pluralidad de compradores, pero también se pueden
dar otras variedades de mercados de monopolio cuya casuística comentamos a con-
tinuación.

Monopolista discriminador
Puede ocurrir que un monopolista ofrezca un mismo bien a diferentes compra-
dores o grupos de compradores a precios diferenciados. Se dice entonces que realiza
discriminación de precios.
Esto únicamente lo puede hacer si es el único oferente y, además, si no hay po-
sibilidad de que los que adquieran el producto a un precio más bajo lo revendan a
los demás compradores.
La discriminación puede ser de varios tipos:

— Personal. Cuando el monopolista vende a precios distintos a diferentes personas


o grupos que tienen una elasticidad precio de su demanda distinta. El monopo-
lista venderá a precio más alto a aquellos cuya demanda sea más inelástica y a
precios más bajos a los que muestren una demanda más elástica. Suele ocurrir,
por ejemplo, con los servicios médicos o en actuaciones artísticas: el monopo-
lista se aprovecha de que unos compradores están dispuestos a pagar precios
más elevados por el mismo bien (su elasticidad es menor) para discriminar y así
mantener a los dos compradores, aumentando sus ingresos totales.
— Material. Cuando el monopolista discrimina el precio en función del uso que
se realiza del bien. Esto suele ocurrir en determinados servicios, como la
electricidad o el transporte, que pueden tener un precio distinto según el uso
que se realice de ellos: familiar o industrial, turístico, etc.

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Los mercados imperfectos

— Geográfica, cuando el monopolista se discrimina en función de las distan-


cias y de los distintos costes de transporte que conlleva el consumo del bien
o en función de la nacionalidad.

En todos estos casos, el monopolista ha de ajustar los precios a demandas dis-


tintas y por ello evalúa su estrategia de forma más compleja que cuando se trata del
monopolista simple analizado anteriormente. El efecto final es de pérdida de efi-
ciencia por el precio más elevado al que se vende a los consumidores con demanda
más rígida, el resto de los consumidores pueden favorecerse de precios más próxi-
mos a los de competencia.

Monopolio bilateral
En este caso, se trata de un mercado en el que se enfrentan un único vendedor
y un único demandante, como es el caso típico de algunos mercados de trabajo en
los que actúan sindicatos y organizaciones patronales frente a frente, o incluso el de
países que comercian directamente entre ellos.
El resultado de estas situaciones depende de circunstancias más complejas: de la
fuerza negociadora de cada parte, de los derechos que le hayan sido reconocidos a cada
uno, de condiciones técnicas, como la posibilidad de almacenamiento que tenga el ven-
dedor, de factores financieros o, incluso, de las condiciones psicológicas de las partes.

6.3. EL OLIGOPOLIO
Un oligopolio es una industria integrada por unos pocos vendedores que ofrecen
un producto homogéneo o ligeramente diferenciado.
Pero lo realmente característico de un mercado oligopolista no es tanto el redu-
cido número de vendedores como el hecho de que cualquier decisión de cada em-
presa va estar influida por las decisiones que puedan tomar las demás.
Por consiguiente, en una industria oligopolista los vendedores ya no son inde-
pendientes entre sí, como lo eran en competencia perfecta o en monopolio puro. El
resto de las firmas siempre reaccionarán, de un modo u otro, ante cualquier cambio
en la política comercial de alguna de ellas. Así resulta que la conducta estratégica
de cada vendedor es un aspecto esencial en el seno de la industria oligopolista.

Indeterminación de la demanda en el oligopolio

La interdependencia entre los vendedores de un mercado oligopolístico dificulta


la determinación de la recta de demanda del vendedor individual.
En algunos casos, la recta de demanda a la que se enfrenta la empresa es inde-
terminada; en otros, se puede aproximar con cierta exactitud. Por eso no existe una
situación típica de demanda correspondiente a una empresa oligopolista.

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Economía Política

Esto es así porque la cantidad que una empresa puede vender si cambia su pre-
cio depende de la reacción de las demás ante dicho cambio: los rivales pueden acep-
tarlo, cambiarlo en la misma dirección, mejorar la calidad de sus productos, lanzar
una fuerte campaña publicitaria o reaccionar de otra forma alternativa.
Por el contrario, cuando el oligopolista conozca con algún grado de certeza
cómo reaccionarán sus rivales ante los cambios que introduzca, entonces podrá de-
terminar su recta de demanda.
En cualquier caso, y con independencia de que la empresa se enfrente o no a una
recta de demanda muy difícil de determinar porque está influida por lo que hagan las
demás empresas, dicha recta será decreciente. El oligopolista sabe que para incremen-
tar sus ventas debe disminuir el precio, a no ser que el aumento de tales ventas pro-
venga de un desplazamiento hacia la derecha de su curva de demanda. Igualmente, la
firma podrá también elevar el precio, pero a expensas de las cantidades vendidas.

6.3.1. Coordinación y competencia en el oligopolio

Estas circunstancias explican que no exista una teoría simple de la fijación de


los precios en las industrias oligopolísticas.
No es fácil describir cómo determinan los precios los vendedores individuales
cuando siempre inciden dos fuerzas de signo contrario en la fijación oligopolista del
precio: la coordinación o colusión y la competencia.
Por una parte, las empresas tienen un interés común en maximizar el beneficio total
que puede obtenerse en el mercado si se fija el precio en el nivel monopolista. Eso les
llevaría a coordinarse para alcanzar acuerdos sobre los precios y la producción que pro-
porcionen los beneficios extraordinarios de una situación de monopolio de hecho.
Pero, por otra, cada vendedor tiene intereses diferentes cuando trata de maximi-
zar sus propios beneficios, lo que puede llevarle a actuar en solitario y en rivalidad
con las demás empresas, pudiéndose alcanzar incluso una situación de máxima
competencia.
Según cuáles sean las posibilidades de colusión de las firmas y de cuáles crean
que serán las reacciones de sus rivales cuando alteren el precio y la producción, se
pueden plantear diferentes teorías acerca del comportamiento de los mercados oligo-
polistas.

Oligopolios cooperadores: cárteles

En el primer caso (colusión), las empresas valorarán el interés conjunto de fijar


el precio de la industria en el nivel monopolista, al ser mucho más rentable para
ellas que el precio competitivo. De forma paralela, también tendrán que establecer
algún tipo de acuerdo sobre la forma de repartirse el mercado.
En este sentido, la colusión explícita entre las firmas oligopolistas tendrá mayo-
res probabilidades de éxito si está autorizada legalmente; si hay transparencia infor-

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Los mercados imperfectos

mativa en la industria; si hay unas condiciones de demanda y de costes estables que


favorezcan la rigidez del precio óptimo; si el producto es homogéneo, y, finalmente,
si hay serias dificultades o barreras para acceder a la industria.
El ideal de la industria oligopolista sería que se permitiera a las empresas fijar
el precio y que controlaran las nuevas entradas. Entonces los acuerdos serían legales
y las empresas existentes podrían evitar el acceso de nuevas firmas, lo que equival-
dría a una situación de monopolio capaz de proporcionar beneficios extraordinarios
a las empresas. A este tipo de organización oligopolista se le denomina cártel.
En estos casos, la decisión estratégica consiste en que todas las empresas que se
coordinan mantengan los acuerdos para fijar el precio que maximiza los beneficios al
nivel monopolístico. Tal vez, el cártel más famoso sea el de la OPEP (Organización
de Países Exportadores de Petróleo): sus miembros se reúnen periódicamente para de-
cidir los precios del petróleo y las cuotas de producción de cada país miembro.
También suelen funcionar como cárteles los productores que actúan en merca-
dos ilegales como el de la droga u otros productos que se compran y venden al
margen de la ley.

Coordinación parcial

En algunas ocasiones la industria oligopolista está formada por una gran empre-
sa —que suministra una importante proporción de la oferta total— y un segmento
competitivo de firmas que venden todo lo que desean al precio vigente. La empresa
dominante tiene una dimensión tal que le permite mantener el precio por encima del
nivel competitivo.
La empresa dominante establece el precio al que venderán todas las firmas y
ajusta su producción para que la demanda total del mercado sea igual a la oferta
conjunta del cártel a dicho precio. Mientras que la empresa dominante mantenga
el precio y las condiciones de la demanda sean estables, las otras firmas del seg-
mento competitivo no tendrán ningún incentivo para violar el acuerdo reduciendo
el precio.
Otro procedimiento de coordinación parcial, que se da sobre todo cuando la co-
lusión explícita es ilegal, es que una empresa actúe como líder de precios. Al alterar
su precio, da la señal a las demás para que cambien el suyo.
El líder decide la variación del precio. Si no se equivoca, las demás empresas
hacen lo mismo y el líder termina cambiando realmente el precio de la industria sin
haber coludido explícitamente con las demás. Si, por el contrario, éstas no le siguen,
el líder volverá al grupo retirando la subida del precio.
Pero a pesar de las ventajas de la colusión entre vendedores oligopolistas, la
cooperación se rompe en algunas situaciones: es difícil mantener la disciplina de
precios cuando hay muchas empresas en la industria, cuando sus productos no son
homogéneos o cuando las condiciones de coste y de demanda varían rápidamente.
También es difícil mantener la conducta colusoria si las empresas no conocen
los precios que están cobrando las demás o las cantidades que están vendiendo. Es

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Economía Política

mucho más fácil violar un acuerdo cuando no existe información suficiente sobre
los precios y las cantidades.

Rivalidad y competencia

Cuando las empresas no pueden coludir el problema oligopolista se transforma en


una cuestión de estrategias: cada empresa parte de un supuesto sobre la demanda a la
que se enfrenta y sobre las reacciones de sus rivales ante sus propias decisiones.
La empresa adopta entonces una decisión de política comercial —acerca del
precio y la producción— basándose en lo que cree que harán los demás. Dada esa
decisión, la iniciativa pasa a la siguiente empresa, que actuará de la misma manera,
y el proceso continúa hasta que se alcanza un cierto equilibrio a largo plazo.
No existen predicciones generales sobre el resultado de estas interacciones entre
los oligopolistas no cooperadores, pues el resultado final dependerá de lo que su-
ponga cada participante en torno a la reacción de los demás. La teoría económica
suele contemplar tres «soluciones» para la determinación de los precios en los mer-
cados de oligopolios no cooperadores:

a) El modelo de Bertrand

Según esta hipótesis, cada firma de la industria oligopolista considera que ob-
tendrá importantes beneficios reduciendo el precio, al quitarles la demanda a todos
sus rivales. Pero, en la práctica, las demás la siguen, y al reducir el precio toda la
industria de forma sucesiva desaparecen los beneficios extraordinarios oligopolistas,
ya que no existe ningún procedimiento que vele por el interés común de las firmas
para restringir la producción, al objeto de proteger los beneficios. El proceso termi-
na cuando el precio alcanza el nivel competitivo. En esa fase, cualquier reducción
posterior del precio hace que quiebren las empresas.
Este modelo proporciona una buena explicación de las guerras de precios que
tienen lugar, en ocasiones, en las industrias oligopolistas. En el mundo real, las em-
presas imitan en la reducción de los precios y los clientes salen ganando durante
algún tiempo con esta situación. Posteriormente, se dan cuenta de que todas podrían
mejorar su situación si decidieran no competir con los precios y cooperan entre sí
para elevarlos de nuevo.

b) El modelo de Cournot

Las empresas mantienen estable el precio de mercado. Si entra una nueva firma
en la industria, la única forma que tiene de captar clientes es fijar un precio inferior
al vigente en la industria.
La empresa que efectúa el desafío aumenta sus beneficios extraordinarios, pero
también reduce los de las demás firmas de la industria. No podemos saber qué su-
cederá finalmente con el precio de la industria. El modelo de Cournot predice que
si el número de firmas es reducido, el precio será superior al nivel competitivo por-

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Los mercados imperfectos

que será fácil que se pongan de acuerdo. Si el número de empresas es más elevado,
lo más seguro es que terminen sin ponerse de acuerdo y el precio sea tanto más
parecido al de competencia perfecta.

c) La demanda quebrada del oligopolio


El modelo de la demanda quebrada del oligopolio parte de un supuesto especial-
mente interesante: cuando una empresa reduce su precio, todas las demás la imitan;
pero si lo eleva, ninguna de las empresas la sigue. En estas condiciones, la empresa
oligopolista se enfrenta a una recta de demanda «quebrada».
Cuando sube el precio, pierde muchas ventas debido a que sus rivales lo man-
tienen bajo. Sin embargo, cuando lo reduce, no gana muchas ventas, porque los ri-
vales también bajan el suyo.

Los efectos de la concentración

Como hemos señalado, la teoría económica predice que las situaciones de mo-
nopolio (o de oligopolio, cuando se actúa de hecho con suficiente influencia sobre
los precios) dan lugar a una ineficiencia en la asignación, en la medida en que se
produce menor cantidad y a un precio mayor, en relación con las condiciones de la
competencia perfecta.
Pero además de esta consecuencia de la concentración en el mercado, los análisis
empíricos coinciden al señalar que la ausencia de competencia suele dar lugar, igual-
mente, a retrasos en la aplicación de innovaciones y en la incorporación de nuevas
tecnologías. Las empresas que gozan de poder monopolista tienden a conservar las
situaciones de mercado que les proporcionan beneficios. Aunque suelen ser, por su
mayor dimensión, las empresas que dedican mayores recursos a la investigación, al
desarrollo y la innovación (convencionalmente a estas actividades se les denomina
I+D+i), no suelen incorporar sus resultados sino sólo cuando las líneas productivas
dominantes dan muestras de agotamiento y presionan sobre las estructuras de costes.
Igualmente, la existencia de monopolios y oligopolios influye decisivamente so-
bre la calidad y las condiciones de consumo en las industrias respectivas. El poder
sobre el mercado es un buen seguro para la realización de prácticas abusivas no sólo
en la fijación de precios, sino también en lo que hace referencia a la puesta a dis-
posición de los consumidores de los bienes o servicios que producen.
Comúnmente, este poder se afianza por la capacidad de presión sobre las pro-
pias autoridades públicas de la que suelen disponer los oligopolios y monopolios.
Todos estos efectos negativos de la pérdida de competencia en los mercados han
generado demandas sociales de intervención y regulación tendentes a recobrarla y a
evitar que los intercambios se lleven a cabo en situaciones de desequilibrio entre
oferentes y demandantes. De hecho, una de las intervenciones permanentes de los
poderes públicos en las economías modernas es el resultado de la confrontación en-
tre las demandas sociales de mayor concurrencia y la tendencia a la concentración
que ofrece mayores expectativas de beneficios para los productores.

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Economía Política

6.4. LA DIFERENCIACIÓN DEL PRODUCTO.


COMPETENCIA MONOPOLÍSTICA
Hasta el primer tercio del siglo xx los economistas se ocuparon, básicamente,
del análisis de las estructuras de mercado de competencia perfecta y monopolio
puro. Pero más tarde surgió una teoría adicional, relativa a una nueva estructura de
mercado denominada de competencia monopolística.
Dicha teoría, cuyos principales artífices fueron Edward Chamberlain y Joan Ro-
binson, alcanzó una gran relevancia dentro del análisis económico como contribu-
ción al estudio de las estructuras de mercado que se dan en la realidad.
El mercado contemplado es similar al de competencia perfecta, puesto que en él
existen muchas empresas con libertad de entrada y salida en la industria. Sin embar-
go, varía en un aspecto importante: en competencia monopolística cada firma vende
un producto que se distingue más o menos del que ofrecen sus competidores, y eso
le permite tener influencia sobre el precio.
Gracias a que su producto no es idéntico al de los demás competidores, la em-
presa podrá lograr más ventas si disminuye el precio. Bien porque así consigue a
nuevos consumidores, que antes lo eran de otros productos pero que ahora se ven
atraídos por el producto de precio rebajado; bien porque logra captar a los consumi-
dores del mismo producto de otras empresas, que ahora lo comprarán a la empresa
que vende a precio más reducido.
Pero la empresa diferenciadora no sólo puede obtener ventajas reduciendo pre-
cios. Puesto que vende un producto distinto del de otras empresas, se puede decir
que tiene una clientela singular para su producto, que lo consume por el hecho de
no ser igual al de las demás empresas y que, por lo tanto, estaría dispuesta a pagar
más por él precisamente por ello.
Cada empresa diferenciadora se enfrenta, entonces, a su propia recta de deman-
da y a su propio mercado y por eso puede modificar los precios. Aunque, lógica-
mente, esto no puede hacerlo con total discrecionalidad. La recta de demanda a la
que se enfrenta es decreciente, lo que significa que, aunque pueda subir los precios
en virtud de la ventaja por diferenciación de la que disfruta, eso implicaría cierta
pérdida de ventas.

Beneficio máximo y eficiencia


La teoría económica predice que en mercados de competencia monopolística las
empresas pueden obtener beneficios extraordinarios a corto plazo, puesto que en la prác-
tica actúan como cuasi monopolistas. Sin embargo, a largo plazo la libertad de entrada
y salida de empresas en la industria determina unos beneficios extraordinarios nulos.
Si las empresas existentes estuvieran obteniendo beneficios extraordinarios a
corto plazo, habría un fuerte incentivo para la entrada a largo plazo de nuevas fir-
mas en la industria, lo que implicaría que la demanda del producto tendría que re-
partirse entre un mayor número de empresas. En esta situación, la entrada de nuevas

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Los mercados imperfectos

firmas continuaría hasta el momento en que los beneficios extraordinarios de la in-


dustria fueran nulos.
No obstante, aunque a largo plazo no se den beneficios extraordinarios, tal y
como ocurre en competencia perfecta, la competencia monopolista implica producir
menores cantidades de cada gama de productos y a precios más elevados, pues tie-
nen que hacer frente a los costes de la diferenciación.
Sin embargo, no todos los economistas coinciden en esta conclusión. Kelvin
Lancaster, entre otros, considera que esa ineficiencia no es tal, pues la diferencia-
ción permite que los consumidores disfruten de una variedad más amplia de bienes
o servicios. El precio más elevado se compensa por el hecho de disponer de una
oferta más variada.

Diferenciación real y ficticia

Es obvio que los individuos tienen gustos diferentes. Esto plantea la alternativa
de producir o más productos para satisfacer mejor los diferentes gustos, o un con-
junto dado al coste más reducido posible. No obstante, debemos tener en cuenta que
cuanto mayor sea el número de productos diferenciados en existencia, mayor será
también el coste unitario de producción de cada bien. En consecuencia, se produci-
rá en menor cantidad y a mayor precio.
Por lo tanto, una cuestión principal en relación con este tipo de mercado es de-
terminar si la diferenciación del producto comporta verdaderamente productos dife-
rentes y, por lo tanto, satisfacción de nuevas o distintas necesidades.
La realidad indica, más bien, que la diferenciación no es siempre un fenómeno
con base real, sino que generalmente responde a la necesidad empresarial de crear
su propio mercado ideando connotaciones de los productos que los diferencian tan
sólo en la ilusión de los consumidores y no en su propia materialidad. Eso implica
que, en tales condiciones, la diferenciación es una estrategia conducente exclusiva-
mente a conseguir mayor grado de poder sobre el mercado y no a producir bienes o
servicios verdaderamente diferentes.

RESUMEN DEL CAPÍTULO


— La concentración de capitales es un fenómeno típico de las economías capitalis-
tas y se puede llevar a cabo bajo diversas formas. Sus efectos son siempre noci-
vos porque eliminan competencia normalmente en contra de los intereses de los
consumidores.
— Llamamos monopolio al mercado en el que la oferta la realiza una sola empresa.
Gracias a ello tiene poder de mercado y puede influir sobre el precio para alcan-
zar beneficios extraordinarios. En igualdad de condiciones de costes, en un mer-
cado de monopolio se vende menos cantidad y a un precio más elevado que en
competencia perfecta.

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Economía Política

— El monopolio discriminador es aquel en el que el monopolista vende a diferen-


tes precios en virtud de circunstancias personales, materiales o geográficas.
— El oligopolio es un mercado en el que la oferta la realizan unas pocas empresas de
modo que el comportamiento de cada una de ellas influye en el de las demás.
Cuando adoptan una estrategia común, se denominan oligopolios cooperadores,
que forman cárteles para establecer condiciones de cantidad y precio que les per-
mitan obtener beneficios extraordinarios. La rivalidad entre los oligopolios puede
llevar a situaciones de gran competencia que favorecen a los consumidores.
— La competencia monopolística es el mercado en donde hay un número muy ele-
vado de empresas que ofrecen un producto diferenciado, de manera que en la
práctica actúan cada una de ellas con poder de mercado derivado de la especifi-
cidad de su producto.

CONCEPTOS CLAVE
Monopolio.
Poder de mercado.
Monopolio discriminador.
Monopolio bilateral.
Oligopolio.
Cártel.
Concentración de capital.
Monopolio natural.
Competencia monopolística.

PREGUNTAS DE REPASO
  1. ¿Qué es un monopolio puro y por qué no es fácil que pueda darse?
 2. ¿Qué significa decir que el monopolio es preciodeterminante? Ponga algún
ejemplo.
  3. ¿Qué relación hay entre el ingreso marginal y el precio en el mercado de mo-
nopolio?
  4. Indique la diferencia entre el monopolio y la competencia perfecta en cuanto
a precios y cantidad de equilibrio.
  5. ¿Qué es un monopolio discriminador y de qué tipos puede ser?
  6. ¿Qué es un monopolio bilateral? Ponga algún ejemplo.
  7. ¿Qué caracteriza principalmente a un mercado oligopolista?
  8. ¿Cuándo hay colusión explícita en el oligopolio y qué consecuencias tiene?
  9. Ponga algunos ejemplos de coordinación parcial en oligopolio.
10. Ponga un ejemplo de guerra de precios entre oligopolistas y señale sus efectos.
11. ¿Como explica el comportamiento oligopolista el modelo de la demanda que-
brada?

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Los mercados imperfectos

12. ¿Qué es la concentración de capitales?, ¿qué formas principales puede adoptar?


13. ¿Cuáles son las causas principales de la concentración de capitales?
14. ¿Qué efecto produce la concentración de capitales?
15. ¿Qué diferentes valoraciones pueden hacerse del equilibrio en los mercados de
competencia monopolística?

BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales

Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 9.
Gimeno, J., González, M., Guirola, J. M. y Ruiz-Huerta, J. (2008). Principios de
Economía. McGraw-Hill. Cap. 6.
Heyne, P. (2005). Conceptos de economía. El mundo de los economistas. Pearson
Prentice Hall. Cap. 10.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012). Fundamentos de Economía. Reverte.
Madrid. Caps. 11, 12.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Madrid. 4.ª edición. Caps.
16, 17.
Mochón, F. (2009). Economía, Teoría y Política. McGraw-Hill. Cap. 8.
O’Sullivan, A. y Sheffrin, S. M. (2007). Economía. Principios e instrumentos. Pren-
tice Hall. Caps. 12, 13.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. McGraw-Hill. Cap. 10.

Lecturas complementarias

Concentración del capitales


Hernández, J., González, E. y Ramiro, P. (eds., 2012). Diccionario crítico de empresas
transnacionales. Claves para enfrentar el poder de las grandes corporaciones.
Icaria, OMAL y Hegoa.
Teitelbaum, A. (2010). La armadura del capitalismo. El poder de las sociedades
transnacionales en el mundo contemporáneo. Icaria.

Clásicos de la economía
Galbraith, J. K. (1986). El nuevo estado industrial. Planeta.

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- E C O N O M Í A . P R I N C I P I O S Y A P L I C A C I O N E S - 147

Apéndice 7.B
La defensa de la competencia en la Argentina
7.B.1 Ley 25.156 j) Sujetar la compra o venta a la condición de no usar,
adquirir, vender o abastecer bienes o servicios pro-
La legislación argentina en materia de defensa de la ducidos, procesados, distribuidos o comercializados
competencia se concreta en la ley 25.156 y su reglamen- por un tercero.
tación.
k) Imponer condiciones discriminatorias para la
El artículo 2º. de la ley considera prácticas restricti-
adquisición o enajenación de bienes o servicios sin
vas de la competencia las siguientes:
razones fundadas en los usos y costumbres comer-
a) Fijar, concertar o manipular, en forma directa o ciales.
indirecta, el precio de venta o de compra de bienes
l) Negarse injustificadamente a satisfacer pedidos
o servicios, así como intercambiar información con
concretos, para la compra o venta de bienes o ser-
el mismo objeto o efecto.
vicios, efectuados en las condiciones vigentes en el
b) Establecer obligaciones de producir, procesar, dis- mercado de que se trate.
tribuir, comprar o comercializar una cantidad res-
ll) Suspender la provisión de un servicio monopólico
tringida o limitada de bienes o servicios.
dominante en el mercado a un prestatario de servi-
c) Repartir en forma horizontal zonas, mercados, cios públicos o de interés público.
clientes o fuentes de aprovisionamiento.
m) Enajenar bienes o prestar servicios a precios inferio-
d) Concertar o coordinar ofertas en licitaciones o con- res a su costo, sin razones fundadas en los usos y cos-
cursos. tumbres comerciales, con la finalidad de desplazar la
competencia en el mercado o de producir daños en la
e) Concertar la limitación o control del desarrollo téc-
imagen o en el patrimonio o en el valor de las marcas
nico o de las inversiones destinadas a la producción
de sus proveedores de bienes o servicios.
o comercialización de bienes y servicios.
La misma ley define que una o más personas gozan
f) Impedir u obstaculizar a terceros la entrada o per-
de una posición dominante cuando, para un determi-
manencia en un mercado.
nado tipo de producto o servicio, es la única oferente
g) Fijar, imponer o practicar, directa o indirectamente, o demandante dentro del mercado nacional o en una o
en acuerdo con competidores o individualmente, de varias partes del mundo o, cuando sin ser única, no está
cualquier forma, precios y condiciones de compra o expuesta a una competencia sustancial o, cuando por el
de venta de bienes, de prestación de servicios o de grado de integración vertical u horizontal está en con-
producción. diciones de determinar la viabilidad económica de un
competidor participante en el mercado, en perjuicio de
h) Regular mercados de bienes o servicios mediante
éstos. La ley penaliza todo abuso de posición dominante
acuerdos para limitar o controlar la investigación y
en el mercado. A tal efecto, se define como posición do-
el desarrollo tecnológico, la producción de bienes o
minante el hecho de ser el único demandante u oferente
prestación de servicios, o para dificultar inversiones
o el no estar expuesto a una competencia sustancial. Ad-
destinadas a la producción de bienes o servicios o su
viértase que la ley no penaliza la existencia de un mo-
distribución.
nopolio, sino los abusos que pudieran hacerse del poder
i) Subordinar la venta de un bien a la adquisición de de mercado que una posición dominante le confiere a
otro o a la utilización de un servicio, o subordinar una empresa.
la prestación de un servicio a la utilización de otro También se prohíben las concentraciones económi-
o a la adquisición de un bien. cas que puedan restringir la competencia.

16
148 - C A P Í T U L O 7 - E L M O N O P O L I O

La fusión, adquisición o transferencia de empresas, 7.B.3 Objetivos de la legislación en materia


así como todo acuerdo que transfiera a una persona o
grupo económico los activos de otra empresa o le otor-
de defensa de la competencia
gue influencia determinante en la adopción de decisio- El objetivo fundamental de las leyes que reglamentan la
nes de administración de una empresa, y siempre que defensa de la competencia es evitar que, una vez insti-
el volumen de negocio total del conjunto de empresas tuidas las reglas de juego que permitan la competencia,
afectadas supere en el país la suma de doscientos mi- esta se vea afectada por el comportamiento de los agen-
llones de pesos, están sujetos a la autorización por parte tes económicos.
del Tribunal de Defensa de la Competencia –o de la Co- Esta necesidad de reforzar los mecanismos de defen-
misión Nacional de Defensa de la Competencia mien- sa de la competencia se incrementa debido al fenómeno
tras aquel no esté constituido. de la globalización de los mercados, que cada vez alcan-
El Tribunal –o la Comisión, en su caso– puede tomar za dimensiones mayores. El ámbito geográfico de los
una de estas tres decisiones: mercados se amplía de tal modo que las empresas se ven
obligadas a modificar sus estrategias para hacer frente
a) Autorizar la operación.
a competidores procedentes de otros mercados y para
b) Subordinar el acto al cumplimiento de las condicio- actuar, a su vez, en mercados nuevos.
nes que el mismo organismo establezca. En este contexto, el papel de las políticas de compe-
tencia cobra mayor importancia dado que:
c) Denegar la autorización.
– Las empresas pueden reaccionar intentando frenar
La ley prevé la aplicación de multas que van desde los procesos de apertura de los mercados, fundamen-
$ 10.000 hasta $ 150.000.000 en los casos en que se cons- talmente en los casos en que existen fuertes barreras
tate la comisión de algunos de los actos que se prohíben. de entrada y estructuras oligopolísticas. Las políticas
Asimismo, cuando se verifiquen actos que constituyan de competencia deben prevenir y, en su caso, sancio-
abuso de posición dominante, o cuando se constate que nar aquellas estrategias anticompetitivas que persi-
se ha adquirido o consolidado una posición monopólica gan el cierre de los mercados o la obstaculización del
u oligopólica en violación de las disposiciones de la ley, desarrollo de la competencia en éstos.
podrá imponerse el cumplimiento de condiciones que
– El proceso globalizador incentiva alianzas y acuer-
apunten a neutralizar los aspectos distorsivos sobre la
dos entre empresas para afrontar con estrategias
competencia o solicitar al juez competente que las em-
comunes los desafíos de un mercado más amplio.
presas infractoras sean disueltas, liquidadas, descon-
Es necesario impedir que dichas estrategias de
centradas o divididas.
coordinación de comportamientos den lugar a prác-
ticas colusorias.
7.B.2 Órganos de aplicación – La ampliación de los mercados favorece el fenó-
La ley 25.156 también creó el Tribunal Nacional de De- meno de las concentraciones como estrategia para
fensa de la Competencia, como órgano de aplicación de preservar el poder de mercado y aprovechar poten-
esta. Dicho órgano se encuentra en el ámbito del Minis- ciales economías de escala. Así, pues, debe con-
terio de Economía, como organismo autárquico. Pese a trolarse que dichas operaciones no conduzcan a la
que la ley fue sancionada en 1999, dicho Tribunal no se creación de estructuras de mercado que pongan en
constituyó, por lo cual sus facultades han permanecido peligro el desarrollo de la competencia.
en manos de la Comisión de Defensa de la Competen- En síntesis, la política de defensa de la competencia
cia, órgano que no se menciona en la ley de referencia. debe actuar como un mecanismo de potenciación y vi-
El decreto reglamentario de dicha ley estableció que la gilancia del adecuado funcionamiento de los mercados,
Secretaría de Defensa de la Competencia tendría a su velando porque las reformas estructurales contribuyan
cargo adecuar ésta durante el período de transición has- efectivamente al fortalecimiento de la competencia y
ta la constitución del Tribunal Nacional de Defensa de persiguiendo las conductas que distorsionen su funcio-
la Competencia. namiento.

17
- E C O N O M Í A . P R I N C I P I O S Y A P L I C A C I O N E S - 149

7.B.4 Algunos casos trascendentes conducir a un trato discriminatorio en contra de las


empresas constructoras y proveedoras argentinas y
La Comisión Nacional de Defensa de la Competencia en favor de sus competidoras brasileñas.
(CNDC) ha intervenido en varios casos que tuvie-
• Transener. Cuando llegó el momento de concretar
ron gran trascendencia pública desde la sanción de
la venta de Transener, la CNDC intervino negando
la Ley de Defensa de la Competencia (1999) hasta la
la autorización para realizar dicha operación al
actualidad.
fondo de inversión Eton Park, con el argumento
• YPF. En marzo de 1999 la CNDC aplicó una mul- de que sus accionistas no tenían antecedentes en
ta de 109,6 millones de pesos a YPF por abuso de materia de energía eléctrica. La Justicia convalidó
posición dominante en el mercado de garrafas de posteriormente el dictamen de la CNDC.
gas. Se había llegado a la conclusión de que dicha
• Carrefour. Cuando esta firma adquirió Supermer-
empresa vendía el gas licuado en garrafas a los
cados Norte, la CNDC evaluó que esta operación
consumidores argentinos hasta un 44% más caro
no significaba una disminución o una restricción
que el precio que obtenía por el mismo producto
a la competencia capaz de causar un perjuicio
en el mercado externo. A fines de 2000, la Justicia
al interés económico general, salvo en la zona
convalidó la sanción aplicada por la Comisión.
de Rosario y Gran Rosario. Por esta razón, se le
• Petrobras. La Comisión aprobó la compra de la exigió a la cadena que se abstuviera de incremen-
empresa de energía Pérez Companc por parte de tar la superficie total de ventas de sus empresas
la empresa brasileña Petrobras, después de que la controladas en dicha área durante un año. Al cabo
adquirente se comprometiera a desprenderse de la de ese plazo, la CNDC evaluaría la situación de
empresa Transener, dedicada al transporte de ener- competencia en dicho mercado y, en caso de ser
gía eléctrica. Esta condición se exigió debido a las necesario, dispondría la transferencia de activos
objeciones que se habían suscitado por entender que estimara pertinente para proteger los intereses
que la presencia de Petrobras en Transener podría económicos generales la competencia.

18
8 Los límites del mercado

«Las estructuras funcionan y el hombre desaparece. ¿Qué se


ha roto en nuestro centro?»

(Gabriel Celaya, Función de uno, equis, ene)

En los temas anteriores hemos estudiado el funcionamiento de los mercados como


centro de la actividad económica en las economías de nuestro tiempo. Partimos del
supuesto de que el funcionamiento del mercado de competencia perfecta puede pro-
porcionar máxima eficiencia, pero enseguida descubrimos que existen fallos en la es-
tructura de esos mercados que dan lugar a imperfecciones que impiden alcanzarla.
Un problema añadido es que no sólo pueden aparecer fallos en la estructura de
los mercados sino también en el comportamiento de los sujetos económicos que im-
pidan que los mercados actúen eficientemente. E incluso puede ocurrir que los re-
sultados que proporcionen los mercados eficientes no sean los deseados por la so-
ciedad porque los considere injustos y moralmente inaceptables.
Todas estas circunstancias implican serias limitaciones en el funcionamiento del
mercado que han hecho precisa una permanente intervención de los gobiernos, tal y
como vamos a estudiar en este tema.

8.1. CRÍTICAS A LA TEORÍA MARGINALISTA


Como hemos visto, las hipótesis de la teoría marginalista son las que permiten
establecer que en los mercados de competencia perfecta se puede alcanzar una si-
tuación de óptimo de Pareto o de máxima eficiencia y bienestar. Pero esa teoría,
aunque es el resultado de un ejercicio lógico-deductivo muy sofisticado, está com-
pletamente al margen de la realidad económica y social y por eso ha recibido críti-
cas muy profundas que vamos a estudiar en este capítulo.

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Economía Política

8.1.1. Críticas al enfoque de la utilidad del consumidor

Desde el punto de vista de su lógica interna, el problema no es si la utilidad es


finalmente medible o no, sino que los análisis de la utilidad se basan en el supuesto
de considerar que los individuos tienen un sistema fijo y completo de preferencias y
que su conducta es racional.
La evidencia empírica demuestra que el comportamiento de los consumidores
tiene poco que ver con estos criterios sobre la utilidad. Más bien sucede que sus
preferencias y gustos son previamente definidos o moldeados por los propios pro-
ductores sirviéndose de los medios de comunicación que suelen estar bajo su con-
trol más o menos mediato, y que otras circunstancias, como la falta de igualdad en
el acceso a los recursos, les impiden actuar con soberanía a la hora de adoptar sus
decisiones.
Como todos sabemos, en la realidad los consumidores están fuertemente influi-
dos por otros sujetos económicos. Las empresas dedican actualmente grandes canti-
dades de dinero a manipular los gustos y las preferencias de los consumidores me-
diante campañas publicitarias, el diseño de los envases y el color y la forma de los
productos. Y todo ello hasta el punto de que los sistemas de control técnico y legal
establecidos por el Estado o por asociaciones privadas de consumidores se están
mostrando incapaces de impedir la creciente manipulación de las decisiones de los
consumidores.

8.1.2. Las teorías alternativas del comportamiento


de la empresa
La aplicación de los supuestos de racionalidad a las empresas implica conside-
rar que éstas son sujetos maximizadores de beneficios y que éste es el objetivo que
persiguen en su actuación productiva.
Sin embargo, muchos autores han tratado de poner de manifiesto que las empre-
sas no se guían en la realidad por este supuesto de maximización de beneficios tal
y como es definido por el modelo de competencia perfecta.
Algunos trabajos sugieren que las empresas fijan los precios calculando los cos-
tes directos medios por unidad de producto y añaden después un porcentaje deter-
minado para cubrir costes generales y obtener beneficios. Y a partir de ahí procura-
rán vender lo máximo posible a esos precios. Es decir, que no actuarán en función
de los costes marginales, sino en función de los costes totales.
Otros autores entienden que las empresas persiguen más bien la consecución de
un beneficio «satisfactorio». Se afirma que las empresas, ante un entorno de riesgo
e incertidumbre, están más interesadas en alcanzar un nivel mínimo de expectativas
creadas que maximizar sus beneficios.
El fenómeno generalizado de separación entre la propiedad y la gerencia o di-
rección de las empresas ha sido igualmente considerado como causa del escaso rea-
lismo del criterio maximizador.

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Los límites del mercado

William J. Baumol, por ejemplo, afirmó que los gerentes están más bien intere-
sados en incrementar la dimensión de la organización empresarial y en maximizar el
volumen de ventas, una vez alcanzado cierto nivel mínimo de beneficio. Así pueden
lograr una distribución de dividendos más favorable a los accionistas que les permi-
ta proteger su posición en la empresa.

8.1.3. Crítica a la teoría marginalista de la distribución

El análisis de la distribución de las rentas es también una aplicación más de la teoría


marginalista. La teoría convencional establece que las empresas demandarán unidades
sucesivas de un factor mientras que su productividad marginal, es decir, la aportación
que cada unidad realiza a la producción permaneciendo constantes los demás factores,
iguale a la retribución que haya que pagar por la utilización de dicha nueva unidad.
Pero, al igual que ocurre con el análisis del comportamiento de empresas y con-
sumidores, su principal problema radica en el irrealismo de sus supuestos y en la
escasa capacidad predictiva de fenómenos reales que aporta.
Cuando los supuestos de la teoría marginalista se aplican al problema de la dis-
tribución, aparecen todo tipo de problemas para el cálculo del valor de la producti-
vidad marginal, sobre todo cuando se ha de comparar la productividad del trabajo
con la de los bienes de capital.
La productividad del trabajo depende de la propia naturaleza de los bienes de capital
puestos a su disposición y está influida realmente por factores muy diversos (como la
propia motivación del trabajador, las relaciones de poder en la empresa o, incluso, los
hábitos o la tradición) que la teoría de la productividad marginal no tiene en cuenta.

Los imperfectos mercados de factores

Como estudiamos en el tema anterior, en los mercados de trabajo la competencia


perfecta es la excepción, nunca la regla. En ellos predomina la regulación, es decir, el
establecimiento institucional (exógeno al mercado) de las condiciones de contratación.
La capacidad negociadora de cada parte, la fuerza social que les respalde, la opinión
pública o la posibilidad de contener huelgas por parte de las empresas condicionan el
establecimiento del salario y, en consecuencia, la distribución de la renta.
El precio del trabajo no depende de la escasez, ni de la utilidad o desutilidad que
su uso o cesión ocasiona, respectivamente, a capitalistas y trabajadores. Estos últimos
se ven obligados a prestarlo para obtener los ingresos que necesitan para sobrevivir y,
precisamente por ello, se encuentran en una situación de dependencia y sumisión res-
pecto a quien los contrata, lo que les obliga a aceptar las condiciones establecidas por
quien domina el mercado. O quizá, como consecuencia de la fortaleza de las organiza-
ciones sindicales, puedan imponer condiciones a sus empleadores, de manera que, en
ningún caso, se respeten las leyes de la oferta y la demanda. Éstas se ven permanente-
mente alteradas por la presencia de muy diversos factores sociales, jurídicos, psicológi-

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Economía Política

cos o relativos a la situación general de la economía y las relaciones económicas inter-


nacionales. A veces, incluso hábitos tradicionales en cada mercado (pagos en especie,
entorno laboral, etc.) influyen más decisivamente en modificaciones al alza o a la baja
en los salarios que otras circunstancias inherentes al propio mercado de trabajo.
La ausencia de las condiciones necesarias a la competencia perfecta también es
habitual en otros mercados de factores. La propiedad de la tierra, por ejemplo, está
predeterminada por ordenamientos jurídicos que favorecen su acaparamiento, lo que
impide el equilibrio en los supuestos de competencia. Y condiciones semejantes ca-
racterizan a los mercados de bienes de capital (en donde la concentración es la re-
gla) o a los de recursos financieros.

La naturaleza del beneficio

Por otro lado, la teoría marginalista de la distribución no está en condiciones de


explicar convincentemente el origen del beneficio, del excedente que proporciona
recursos multiplicados para la producción sucesiva. La teoría predice la tendencia a
largo plazo al equilibrio sin beneficios extraordinarios, de manera que el precio
coincide con el coste unitario de producción (incluido el beneficio normal o retribu-
ción del empresario).
Pero la realidad también muestra que las empresas obtienen beneficios que no se
corresponden con un parámetro homogéneo para toda la industria. Además, la conse-
cución de beneficios extraordinarios es la regla en mercados en donde la ausencia de
competencia permite a las empresas establecer precios superiores al teórico del equi-
librio competitivo y al coste unitario de producción.
Ni tan siquiera el origen del beneficio normal (la remuneración normal del capi-
tal) es suficiente y convenientemente explicado por la teoría marginalista. Normalmen-
te, se considera que esta retribución (mayor que la que corresponde a otros servicios
productivos como el trabajo) se fundamenta en la asunción del riesgo que realiza el
empresario, en la capacidad de incorporar innovaciones en los procesos productivos o
en la necesidad de retribuir la función de dirección, control y decisión que correspon-
de a quien disfruta del beneficio. Pero la teoría marginalista no proporciona criterios
para evaluar con precisión el coste de ese riesgo, soslaya que la innovación se lleva a
cabo en condiciones de información asimétrica (disponible muy desigualmente por los
sujetos) que son incompatibles con los supuestos de la competencia perfecta y no jus-
tifica tampoco que los servicios que aporta la mera propiedad sean tan considerable-
mente más valiosos que cualesquiera otros de los prestados a la producción.

Formación de las rentas y sistema de propiedad

Además, la distribución depende de otro factor que la teoría marginalista sosla-


ya explícitamente: quiénes son los que disponen de los factores productivos y cuál
es el sistema de acceso a ellos. Una distribución de la renta dada se modifica cuan-

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Los límites del mercado

do cambia el sistema social de derechos de propiedad que no toma en cuenta el


análisis marginalista.
Por ello, una de las grandes limitaciones del análisis neo­clásico cuando hace
referencia al equilibrio es que no toma en consideración la «situación anterior» que
ha llevado a alcanzarlo.
Si se soslaya que determinados sujetos han sido excluidos previamente de la
participación en el intercambio porque no han dispuesto de más recurso que el fac-
tor trabajo (o porque éste no es empleado), los resultados a que llegue el mercado
son irrelevantes de cara a evaluar el bienestar real de la colectividad.
Por lo tanto, conocer la regla de la distribución de la renta requiere plantear, en
primer lugar, las relaciones generales entre todas las variables económicas (no sola-
mente los precios de los factores) y, en segundo lugar, las relaciones de propiedad que
condicionan la disposición de uno u otro factor productivo por los sujetos económicos.
No puede desconocerse que estas dos circunstancias están, a su vez, relaciona-
das con otras variables políticas, psicológicas o culturales prevalecientes en la socie-
dad. Los conflictos sociales (aun cuando aparentemente no tengan que ver con pro-
blemas de rentas) culminan generalmente con nuevos ordenamientos normativos que
implican pautas de reparto del producto modificadas.
En suma, el problema de la distribución no es algo neutral y adaptado a las con-
diciones teóricas del mercado y los intercambios, sino que, por el contrario, son
éstas las que se adaptan a los intentos de los sujetos sociales por conseguir perma-
nentemente una mejor posición en el reparto.

8.2. RACIONALIDAD Y ÓPTIMO PARETIANO


Como ya sabemos, el funcionamiento del mercado en condiciones de competen-
cia perfecta requiere también que los sujetos económicos actúen de conformidad
con un determinado tipo de comportamiento: se supone que tratan de alcanzar el
mayor grado de utilidad individual y que, para ello, actúan racionalmente, adoptan-
do siempre elecciones consistentes en relación con el fin que persiguen.
Pero esta hipótesis fundamental también ha sido puesta en cuestión desde dife-
rentes puntos de vista, como veremos a continuación.

8.2.1. El egoísmo y las preferencias sociales

El tipo de conducta que en el modelo neoclásico se le supone característica a los


sujetos sociales es la egoísta, en el sentido de que el individuo persigue exclusivamen-
te un fin sólo en cuanto que le reporta satisfacción y sin tener en cuenta las conse-
cuencias de su actividad sobre los demás. En principio, no tiene que ver con el hecho
de que su conducta le produzca dolor o placer, puesto que es egoísta la acción sacri-
ficada, siempre y cuando el objetivo perseguido (y al cual se pliegan las elecciones
que deban adoptarse) redunde exclusivamente en la utilidad de quien lo lleva a cabo.

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Economía Política

Según el criterio neoclásico, los sujetos buscan la mayor utilidad individual, lue-
go si llevan a cabo una determinada acción es porque esperan alcanzarla. Sin em-
bargo, la actuación de los individuos en la sociedad —y en el mundo de los proble-
mas económicos— no puede reducirse categóricamente a una pauta de conducta tan
simple. A veces, los individuos egoístas (buscadores tan sólo de su utilidad perso-
nal) deben actuar de forma solidaria en acciones intermedias y, otras muchas veces,
la existencia de vínculos sociales de todo tipo hace que los individuos hagan suyas
pautas de comportamiento en las que la utilidad que se pretende alcanzar no sea la
propia, sino la de colectivos, familias o corporaciones de las que se forma parte.
No es tampoco anormal que los individuos evalúen las consecuencias de su con-
ducta sobre los demás. La realidad muestra que en numerosas ocasiones los sujetos
establecen sus preferencias en función de su pertenencia a determinados grupos so-
ciales y que, por lo tanto, el comportamiento que se sigue no tiene por qué resultar
de máxima satisfacción para cada individuo considerado aisladamente.

Interés propio y bienestar común

Pero la implicación más importante del supuesto de conducta egoísta es que las
decisiones sociales se adoptarán entonces de conformidad con, o respetando, las
preferencias individuales. Francis Y. Edgeworth afirmó que «el primer principio de
la economía es que todo agente actúa sólo por interés propio».
Sin embargo, Kenneth Arrow demostró que un sistema social de decisiones ba-
sadas en preferencias individuales no puede llegar a ser nunca satisfactorio para
todos los sujetos, puesto que habitualmente no existe sistema alguno que sea capaz
de trasladar el conjunto de todas las preferencias individuales a una pauta de prefe-
rencia social si no media la coerción o la dictadura.
Un ejemplo tradicional es el que se conoce como paradoja del voto. Supóngase
que un colectivo de tres sujetos debe elegir entre tres posibles alternativas: construir
un colegio (C), un jardín (J) o no construir (N).
Cada sujeto tiene sus preferencias individuales, y podría ordenarlas, por ejem-
plo, de la siguiente forma:

1.ª preferencia 2.ª preferencia 3.ª preferencia

Sujeto 1 C (Colegio) J (Jardín) N (No construir)

Sujeto 2 N (No construir) C (Colegio) J (Jardín)

Sujeto 3 J (Jardín) N (No construir) C (Colegio)

Del orden de preferencias que muestra el cuadro se deducen los siguientes re-
sultados:

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Los límites del mercado

—  La opción C (construir un colegio) es preferible a la opción J (construir un


jardín) por dos sujetos (1 y 2) frente a uno (sujeto 3, que prefiere el jardín al cole-
gio).
—  La opción J (construir un jardín) es preferible a la N (no construir), puesto
que la prefieren dos sujetos (1 y 3) frente a uno.
—  Si construir un colegio (C) es preferible a construir un jardín (J) y construir
un jardín (J) es preferible a no construir nada (N), se deduce que la opción de cons-
truir el colegio (C) es preferible a la opción de no construir nada (N).

Sin embargo, esta regla de la mayoría arroja un resultado sorprendente. Cuando


estas dos últimas opciones (construir un colegio o no construir nada) se enfrentan,
resulta que sale victoriosa la opción de no construir nada (N), puesto que tendrá los
votos de los sujetos 2 y 3, frente a la opción de construir un colegio (C), que sólo
es preferida por el sujeto 1.
Esta situación es la que se conoce como paradoja de Arrow o teorema de impo-
sibilidad, que en términos generales establece lo siguiente: si las personas que votan
tienen tres o más alternativas, es imposible diseñar un sistema de votación que pue-
da reflejar las preferencias individuales en una preferencia global de la sociedad.

La ética, un necesario requisito externo al mercado


Arrow demostró que ningún sistema electoral resuelve este problema cíclico de
forma democrática, es decir, respetando todas las preferencias individuales.
Eso quiere decir que no es posible alcanzar una satisfacción global de las prefe-
rencias de los sujetos respetando al mismo tiempo las de cada uno de ellos. Una
sociedad no puede alcanzar la satisfacción general (trasladar a una función de pre-
ferencia social la totalidad de las preferencias individuales) si el criterio del que se
parte es el de la preferencia individual.
Y de ahí se deduce que es preciso un criterio externo, ajeno al sistema de pre-
ferencias individuales. Es necesario un pronunciamiento social explícito para definir
la preferencia social o el objetivo que se desea alcanzar por la acción colectiva: un
criterio ético externo al conjunto de las preferencias individuales.
Los problemas económicos se resuelven, de hecho, definiendo previamente (por
mecanismos distintos de la simple expresión de preferencias individuales y fuera del
propio sistema de intercambios, esto es, fuera del mercado) qué preferencia o con-
junto de preferencias constituyen el objetivo prioritario en torno al que gira el siste-
ma de satisfacción de necesidades.
De aquí se deduce que cualquier resultado del mercado no es independiente de
esa definición previa del sistema social sobre la función de preferencias. Es decir,
que no hay solución de mercado que sea ajena al sistema social (a los intereses que
definen las preferencias). O, dicho de otra forma, que la solución de mercado nunca
es el resultado de un mecanismo de intercambio de naturaleza autónoma.

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Economía Política

8.2.2. La ética utilitarista


Un segundo supuesto neoclásico sobre el comportamiento de los sujetos hace
referencia a la maximización de la utilidad como criterio en que se basa el estable-
cimiento de preferencias individuales. Pero también se puede poner en tela de juicio
que la ética paretiana, basada en el utilitarismo, sea capaz de proporcionar siempre
soluciones satisfactorias para la consecución del bienestar general.
Amartya Sen ha señalado que el criterio utilitarista puede dejar a la sociedad en
manos de las preferencias de grupos minoritarios más ávidos de utilidad o placer que los
mayoritarios. Como ironiza Sen, si la intensidad del placer que sentía Nerón quemando
Roma era mayor que el dolor de sus ciudadanos por el daño que producía el incendio,
habría de concluirse —siguiendo el criterio utilitarista— que Roma debió arder.
Igualmente, el utilitarismo puede justificar soluciones que sean virtualmente recha-
zables o repugnantes a la moral de la mayoría de los ciudadanos. Puesto que el grado
de utilidad se evalúa en función de la cantidad que están dispuestos a pagar los sujetos
por algo, resulta que los ciudadanos «votan» en unidades monetarias: se manifestaría
mayor aprecio a cualquier cosa en la medida en que se esté dispuesto a pagar más dine-
ro por ella. Pero si se tiene en cuenta que las rentas monetarias no están igualitariamen-
te repartidas, con este criterio se está discriminando a favor de quienes disponen de
mayores rentas, de más «votos monetarios». Se está dispuesto a pagar más dinero por
terrenos para construcciones de lujo o negocios que para viviendas sociales, porque los
que necesitan de estas últimas no disponen de tantos «votos monetarios» como los cons-
tructores y promotores. Pero carecería de sentido afirmar que es más «útil» para la so-
ciedad la construcción de lujo —cuando hay miles de familias sin vivienda— porque la
voluntad de pagar de unos sea mayor que la de otros, con menores niveles de renta.
Por otra parte, el criterio utilitarista lleva a aceptar cualquier solución de Pareto
independientemente del resultado distributivo que produzca, aunque éste sea mani-
fiestamente injusto o beneficie a aquellos que ya disfrutaban de una situación ven-
tajosa inicialmente. De hecho, el criterio ético que hay detrás de la formulación
neoclásica del óptimo de Pareto es absolutamente ajeno a la cuestión distributiva y
se despreocupa de la naturaleza de los resultados alcanzados en lo que hace referen-
cia al reparto y disfrute de los recursos entre los sujetos.
Estas limitaciones —especialmente las derivadas de la falta de atención por lo
distributivo— hacen necesario, en la práctica, todo tipo de intervenciones (sobre las
que volveremos más adelante) en el sistema de intercambios. Es algo inevitable por-
que los individuos, en la realidad de sus comportamientos y a la hora de establecer
sus preferencias personales o contribuir al establecimiento de las colectivas, suelen
centrar su atención no sobre la eficiencia abstracta de los intercambios, sino más
bien en los efectos que producen sobre las rentas de que disponen.

8.2.3. Información e incertidumbre en el mercado


Como sabemos, otra condición necesaria para que pueda llegar a darse el equili-
brio de competencia perfecta es que todos los sujetos que intervengan en los intercam-

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Los límites del mercado

bios dispongan de información perfecta y gratuita sobre las circunstancias que afecten
al mercado.
Sin embargo, lo cierto es que los consumidores o empresas que intervienen en
los mercados disponen normalmente de información imperfecta, y ello causa un dis-
turbio importante en el intercambio de mercado, pues impide que se alcancen las
situaciones previstas de óptimo paretiano.
Un ejemplo tradicional que muestra cómo la información imperfecta provoca si-
tuaciones ineficientes es el que se conoce como el dilema del prisionero. Supóngase
que la policía captura a dos delincuentes después de haber robado en una tienda, pero
una vez que se han deshecho de lo robado. La policía, aunque convencida de su cul-
pabilidad, no tiene pruebas para acusarlos y decide interrogarlos por separado.
A cada uno de ellos le ofrece las siguientes alternativas: si no confiesan, les será
aplicada una ley de maleantes y tendrán un año de prisión. Si no confiesan, pero
uno es delatado por el otro, el delatado tendrá diez años de prisión y el que hubiera
confesado, sólo cinco años.
Si cada ladrón persigue su propio interés y sólo tiene en cuenta su propia situa-
ción, como se supone que actúa el homo oeconomicus de la competencia perfecta,
no confesará. Pero como tiene información imperfecta y no sabe de qué forma ac-
tuará su colega, corre el riesgo de que éste confiese, en cuyo caso le caerían diez
años. Por tanto, no le compensa el riesgo y por eso la mejor solución para ambos
—siempre que desconozca lo que hará el otro— será confesar.
Es evidente, por lo tanto, que la falta de información impide que se adopte la
solución que habría sido más eficiente o más beneficiosa, que en este ejemplo sería
no confesar.
De ahí puede generalizarse que la ausencia de información perfecta por parte de
todos los sujetos da lugar a que la elección no se pueda llevar a cabo en los térmi-
nos de la racionalidad prevista por el modelo.
La falta de información con que suelen actuar los sujetos económicos en el
mundo real hace que deban enfrentarse a grandes dosis de incertidumbre, que sus
decisiones comporten siempre riesgos y que la evaluación de éstos les lleve a elegir
situaciones por debajo del nivel máximo de satisfacción previsto por el criterio de
conducta racional.

Información asimétrica

En otras ocasiones sucede que sólo disponen de información unos sujetos y no


todos. Decimos entonces que hay información asimétrica, y ello incluso puede dar
lugar a que sea imposible la propia realización de los intercambios en las condicio-
nes de mercado.
El premio Nobel de Economía George Akerlof puso de manifiesto esta circunstan-
cia al analizar el mercado de los coches de segunda mano. Supóngase una ciudad
donde hay vendedores y compradores de estos coches, que éstos tienen diferentes ca-
lidades, desde muy buena a muy mala, y que sólo los vendedores las conocen bien.

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Economía Política

Los compradores, que ignoran todo acerca de la calidad del coche, pensarán que
el que desean comprar es de calidad media y, por lo tanto, estarán dispuestos a pa-
gar el precio promedio de los coches de la ciudad. Pero, a ese precio, los vendedo-
res sólo estarán dispuestos a vender los coches que ellos saben que son de calidad
inferior a la media. Y puesto que los compradores saben también que los vendedo-
res actuarán de esa forma, no comprarán ningún coche. Sea cual sea el precio, no
habrá operaciones en ese mercado como consecuencia de que sólo los vendedores
disponen de la información necesaria para aquilatar precios y cantidades.
Como podemos imaginar, el hecho de que la información sea imperfecta, o muy
costosa de obtener, no es una cuestión baladí. No sólo se darán estos casos extre-
mos, sino que se producirán situaciones en las que los sujetos no intervendrán en
situación de igualdad en los intercambios. Estas circunstancias provocan necesaria-
mente prepotencia sobre el precio y, en definitiva, situaciones ineficientes a la par
que injustas.
Hoy día, las modernas tecnologías hacen que sea mucho más fácil disponer y
distribuir la información, pero también que se pueda acaparar generando situaciones
de ventaja o asimetrías en su disposición.
Mientras que unos sujetos disponen de abundante información, otros han de ha-
cer frente a una gran incertidumbre y deben soportar un alto riesgo al participar en
ellos. Los primeros están en condiciones de influir sobre los precios, y los segundos,
forzados por el contexto de riesgo e incertidumbre, se verán normalmente obligados
a aceptar precios superiores, si así entienden que pueden eliminar el coste que aca-
rrea la falta de información.
En definitiva, la información imperfecta (tanto por ser asimétrica como por muy
costosa) desequilibra el mercado e impide alcanzar situaciones de eficiencia tal y
como están previstas en los mercados de competencia perfecta. Y eso lleva a que los
gobiernos también intervengan muy a menudo tratando de evitar esas asimetrías en
el uso de la información, para eliminar o reducir la información imperfecta y la in-
certidumbre y para impedir que quien tenga información privilegiada actúe con ven-
taja en los intercambios.

8.3. LOS LÍMITES DEL MERCADO COMO SISTEMA


DE ASIGNACIÓN
Para que cualquier intercambio pueda llevarse a cabo a través del mercado, para
que éste pueda funcionar, es necesario que se dé una condición básica: que quien
adquiera un bien o servicio pagando el precio que el mercado fije pueda excluir de
su uso a cualquier otra persona. Obviamente, nadie pagaría nada por adquirir un
bien si alguien más puede utilizarlo o si puede disfrutar de él sin necesidad de pa-
gar.
Los mercados funcionan, por tanto, sólo si existe consumo rival, es decir, si al
adquirir un bien o servicio pagando un precio por él en el mercado se impide que
pueda disfrutar de él cualquier otra persona. Una condición que también se puede

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Los límites del mercado

formular es diciendo que debe darse el principio de exclusión: es decir, que los be-
neficios o los derechos derivados de pagar el precio de un bien se disfrutan con
exclusividad por quien lo ha pagado.
Como veremos enseguida, esto es algo que no siempre ocurre, porque hay unos
determinados bienes cuyo consumo por una persona no excluye que puedan disfru-
tar de él otras más.
Por otro lado, cuando estudiamos las condiciones del Optimo de Pareto también
analizamos que para que éste se alcance y los mercados proporcionen soluciones efi-
cientes es imprescindible que los costes o beneficios que soporta un sujeto individual,
un consumidor o una empresa sean los mismos que soporta la sociedad en su conjun-
to. Es decir, que el coste o beneficio privado sea igual al coste o beneficio social.
Pero esta condición tampoco se produce siempre en la realidad, como vamos a
ver a continuación.
En ambos casos, el mercado o simplemente no puede funcionar o si funciona
proporciona soluciones que no son eficientes.

8.3.1. Los bienes públicos

El Premio Nobel de Economía Paul A. Samuelson publicó en 1954 un artículo


en el que demostraba que hay determinados bienes o servicios cuyo consumo por
parte de un individuo no disminuye los beneficios que afluyen a los demás miem-
bros de la sociedad: «más para ti no significa menos para mí».
Se trata de los llamados bienes públicos, que, por tanto, son aquellos cuyo con-
sumo es no rival porque el hecho de que los disfrute una persona no implica que
también pueda hacerlo cualquier otra.

Bienes públicos puros

En algunos casos, los bienes públicos no sólo presentan consumo no rival, sino
que, además, resulta materialmente imposible excluir de su disfrute a nuevos sujetos
cuando ya lo usan algunos.
Eso es lo que ocurre, por ejemplo, con un faro. El hecho de que un barco utili-
ce ese servicio no puede impedir que cualquier otro lo utilice al mismo tiempo: no
tiene consumo rival. Pero, además, resulta técnicamente imposible excluir de su uso
a cualquier otro barco.
Por tanto, ningún barco estará dispuesto a pagar un precio por utilizarlo puesto
que podrá disfrutar del servicio que presta si cualquier otro lo paga.
En términos más formales, podemos decir que el coste marginal del servicio que
presta el faro es cero puesto que cuesta lo mismo el servicio si lo usa uno o muchos
más barcos: no tiene coste alguno admitir a un usuario adicional del servicio.
Como sabemos, la condición de eficiencia establece que el precio debe ser el
coste marginal, pero si este último es cero en el caso de los bienes públicos, resulta

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que es imposible que éstos se adquieran a través del mercado porque no tienen pre-
cio posible distinto a cero.
El mercado, en consecuencia, no puede proporcionar este tipo de bienes o ser-
vicios.

Bienes públicos impuros

Un caso intermedio e interesante se produce cuando los bienes públicos son


parcialmente rivales, es decir, cuando su consumo por un individuo no impide el de
otros pero reduce el beneficio del primero. La asistencia de un alumno a clase no
implica que otros no puedan hacerlo también, pero —a partir de un momento
dado— se puede producir una congestión tal que reduce la satisfacción de los pri-
meros. Un caso más típico es el de la policía o los bomberos: cuanto mayor es la
población a la que deben atender, menor será la cobertura o la calidad del servicio
que pueden proporcionar.
La congestión puede producirse bien porque se añadan nuevos consumidores,
bien porque los actuales utilicen más intensivamente el bien, como sucede con el
tráfico por carretera, por ejemplo.
Estos problemas de congestión pueden producir un menor beneficio a los con-
sumidores, y de ahí que éstos tiendan a desplazarse a los lugares en los que pueden
obtener una provisión más satisfactoria del bien público. Se dice entonces, en expre-
sión de Charles M. Tiebout, que los ciudadanos «votan con los pies» porque se des-
plazan a aquellos lugares en los que pueden encontrar una provisión del bien más
satisfactoria para sus preferencias.

La provisión de los bienes públicos

Como hemos señalado, si no es posible excluir a consumidores adicionales de


un bien o servicio, el consumidor original se percataría enseguida de que, mientras
que él está pagando el bien, otros se benefician de él sin coste alguno. Por tanto,
dejaría de pagar.
Se impone entonces el comportamiento del free-rider (polizón o, más coloquial-
mente, «gorrón»), es decir, desear utilizar un bien o servicio pero no estar dispuesto
a pagar por él. Y si todos los usuarios adoptaran el mismo comportamiento, resulta-
rá que no habría demanda efectiva de tales bienes y servicios, por lo que el meca-
nismo de puja en el mercado dejaría de funcionar.
La única solución a este problema es sustituir el mercado por una decisión co-
lectiva o política que establezca la cantidad del bien público que va a producirse.
Pero tampoco aquí terminan los problemas de provisión de los bienes públicos.
Para determinar a través de una decisión política la cantidad de bien público que se
vaya a proveer es preciso conocer las preferencias reales de los consumidores, que
vienen dadas por el beneficio que esperan conseguir de él. Pero, como sigue habien-

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Los límites del mercado

do consumo no rival y a nadie se le puede excluir, los usuarios seguirán comportán-


dose como «gorrones». Si resulta necesario establecer un impuesto para financiar el
bien público, sus usuarios potenciales tenderán a minimizar el beneficio que le re-
porta a fin de evitar el impuesto diciendo que tienen poco interés en él. Y, al con-
trario, si no se relaciona impuesto alguno con la provisión del bien público, tende-
rán a exagerar los beneficios que reciben de él y su interés.
En consecuencia, el gobierno se enfrenta a un problema de información a la
hora de determinar qué bien público proveer y en qué cantidad. Para resolverlo no
hay criterios objetivos y sólo puede recurrir a fórmulas indirectas (votaciones, en-
cuestas, etc.) para conocer de la mejor forma posible la preferencia colectiva.
Pero ante esa situación también puede ocurrir que los burócratas decidan la pro-
visión de bienes públicos sin tener en cuenta los beneficios sociales netos que real-
mente generan, y, en consecuencia, que se produzca una provisión no óptima de
ellos, bien por exceso, bien por defecto. O que los ciudadanos consultados no sean
realmente conscientes de los auténticos costes y beneficios de la provisión. En am-
bos casos, se termina malgastando recursos públicos.

8.3.2. Las externalidades

Otra circunstancia que hace que el mercado no funcione o que funcione con
ineficiencia es que los costes o beneficios privados no sean iguales a los sociales.
Eso es lo que ocurre cuando una actividad económica emprendida por un indi-
viduo o una empresa genera efectos, negativos o positivos, sobre algún tercero. En
ese caso decimos que se ha producido una externalidad y el problema que plantea
es que los costes o beneficios que produce no se internalizan por quien los soporta
o se beneficia de ellos y, por tanto, no los tiene en cuenta al realizar el cómputo
necesario para decidir su nivel de actividad.

Externalidades negativas: sobreproducción

Cuando el efecto externo o externalidad que produce un sujeto provoca daño en


un tercero decimos que se produce una deseconomía externa o externalidad negati-
va. Ejemplos típicos son la contaminación, el ruido o el uso excesivo de recursos de
propiedad común que los esquilman reduciendo el beneficio de los demás usuarios.
En estos casos, lo que ocurre es que quien produce el daño no contabiliza como
suyos los costes que provoca en los demás y, puesto que su actividad está registrando
menos costes de los que de verdad produce, tenderá a producir más actividad de la efi-
ciente. Decimos entonces que las externalidades negativas provocan sobreproducción.
La solución consistirá en obligar a quien provoca la externalidad a que interna-
lice los costes que genera. Pero eso sólo se podrá conseguir recurriendo a criterios
externos al mercado, a normas jurídicas o a otro tipo de intervenciones del Estado,
como los impuestos.

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Externalidades positivas: subprovisión

La externalidad positiva o economía externa se da cuando una actividad econó-


mica emprendida por un individuo o una empresa genera beneficios a otros indivi-
duos o a otras empresas, además de los propios beneficios que afluyen a la parte
emisora. Los beneficios externos así generados tampoco son internalizados a través
del mercado por quien los provoca, de manera que se queda sin recibir todas las
utilidades que genera su actividad, mientras que otros, que no han hecho nada por
producirla, se aprovechan de una parte de sus beneficios.
En el caso de estas externalidades positivas la parte emisora fijará un nivel de
actividad subóptimo. Producirá en función de los beneficios que recibe, que no son
todos los que produce, sino sólo una parte. Los que perciben otros sujetos no los
puede computar como ingresos propios, y por eso produce menos cantidad que la
que podría producir si se apropiara de todos los beneficios que se han generado.
En el caso extremo, si todos los beneficios de su actividad son apropiados por
los demás, no realizaría actividad alguna.
Entre los ejemplos de tales actividades generadoras de externalidades positivas
podemos incluir los recursos destinados por las empresas a la investigación de nue-
vas tecnologías y conocimientos, así como a la mejora de la formación profesional
de sus trabajadores o la prevención de enfermedades contagiosas —a través de la
vacunación—. Resulta evidente que tales actividades proporcionan beneficios poten-
ciales a terceras personas que no son considerados en los procesos de toma de de-
cisión de los consumidores o de las empresas.

Externalidades e intervención: las normas jurídicas

Como hemos visto, la solución al fallo del mercado debido a los bienes públicos
consiste en la provisión del bien a través de un procedimiento político de decisión.
En el caso de las externalidades hay que proporcionar condiciones a los sujetos eco-
nómicos para conseguir que paguen todos los costes que generan o para que se
aprovechen de todos los beneficios que produce su actividad.
Estas condiciones no las puede proporcionar el mercado puesto que allí los suje-
tos no pueden incorporar a los precios los efectos externos que generan. Por eso se
hace necesaria la intervención del Estado a través de normas legales de diverso tipo:
impuestos sobre los causantes del coste externo, subvenciones a los sujetos que los
producen para que restrinjan su actividad o, simplemente, límites cuantitativos o pro-
hibiciones de las actividades que los pueden producir. En definitiva, estableciendo
normas reguladoras que incentiven una asignación de los recursos más eficiente.
Esta intervención a través de normas jurídicas está relacionada estrechamente
con el tipo de información del que disponen los sujetos afectados. De hecho, se
puede demostrar que si el mercado funciona correctamente, si los costes de transac-
ción son muy reducidos y si los sujetos tienen perfecta información, las normas
apenas si serán necesarias, como muestra el siguiente ejemplo.

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Los límites del mercado

Supongamos que, en un típico caso de externalidades, una fábrica contamina a


cinco viviendas próximas, provocando daños en las ropas tendidas para secar por
valor de 500 unidades monetarias (100 u.m. a cada vecino). Supongamos, igualmen-
te, que las soluciones a este problema sean o situar en la fábrica un filtro que vale
350 u.m. o un secador que vale 80 u.m. en cada una de las casas.
Supongamos, además, que ninguna ley impide a la fábrica contaminar y que,
por tanto, los propietarios de las viviendas deberán asumir los costes del daño.
Por lo tanto, cada propietario de viviendas se enfrenta a las siguientes alternati-
vas:

— Sufrir los daños estoicamente, con un coste de 100 u.m.


— Contribuir al pago del filtro en la fábrica, con un coste de 70 u.m.
— Comprar un secador para su casa, con un coste de 80 u.m.

La conducta eficiente sería que cada vecino pagase 70 u.m. y, entre todos, finan-
ciaran la colocación del filtro en la fábrica.
Sin embargo, para poder alcanzar esa solución sería necesario, entre otras cosas,
conocer a los demás vecinos, reunirse y discutir con ellos, saber que efectivamente
el filtro evitaría el daño; en suma, tener una información perfecta acerca del daño,
de las posibilidades de evitarlo y de los costes de cada una.
Si es así, no será necesaria ninguna iniciativa legal para lograr que se adopte la
solución eficiente.
Pero si se desconocen tales cuestiones, cada vecino terminará comprando una
secadora, adoptando entonces una solución ineficiente por ser más costosa.
Ésta es la prueba de que el mercado sólo proporciona una solución eficiente si
los sujetos disponen de información perfecta.
Pero no sólo se trata de un problema de información suficiente.
Supongamos que los vecinos tienen la suficiente información y saben que lo
más eficiente para todos es que ellos compren el filtro de la fábrica, pero que
reunirlos, discutir entre ellos y llegar al acuerdo de comprar el filtro cuesta más
de 30 u.m.
En ese caso, incluso sería preferible soportar los daños (100 u.m.) antes que
comprar el filtro, puesto que éste costaría ya más de 100 u.m.
Estaríamos, entonces, ante un caso típico en el que el mercado no proporciona
la solución eficiente porque existen costes de transacción demasiado altos.
En definitiva: si hay información perfecta y gratuita y si los costes de transac-
ción son muy bajos, es el propio mercado el que resuelve la externalidad.
Lógicamente, el problema es que estas condiciones no suelen darse en la reali-
dad, y por eso es generalmente necesario que existan normas jurídicas que eviten
que se soporten costes que hagan ineficiente la producción.
Por último, no puede obviarse otra circunstancia. Aunque el mercado funcionara
suficientemente bien, aunque hubiese información perfecta y gratuita y los costes de
transacción fuesen nulos, ¿quién decide y con qué razones el sujeto que debe asumir
los costes?

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Desde el punto de vista del mercado, da igual cómo se responda a esta pregun-
ta, puesto que lo que el mercado busca es simplemente que se dé la solución más
eficiente, es decir, la que implique utilizar menos recursos. Pero es evidente que no
es indiferente desde el punto de vista del bienestar de las personas, pues no les re-
sulta igual hacerse cargo o no del daño que produce otro.
Eso demuestra una vez más que los problemas económicos no tienen soluciones
simplemente técnicas, sino políticas, puesto que cualquier solución afecta desigual-
mente al bienestar de las personas. Lo lógico y deseable, por tanto, es que se decida
una u otra tomando en cuenta la preferencia de todas las personas afectadas.

8.4. EFICIENCIA FRENTE A EQUIDAD:


LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO
Si los mercados fueran de competencia perfecta, darían lugar a situaciones de
máxima eficiencia. Pero la máxima eficiencia que se alcanzara podría darse, por
ejemplo, tanto cuando un sujeto dispusiera de todo y los demás de nada como cuan-
do la renta estuviera repartida en partes iguales entre todos los individuos. Es decir,
en condiciones de distribución muy diferentes y cada una de ellas con distintos gra-
dos de equidad.
Eso significa que una situación de eficiencia comporta siempre una solución
distributiva discutible. Desde el punto de vista de la distribución, de la equidad, la
eficiencia nunca es un objetivo «neutro», pues puede comportar distintos niveles de
bienestar para cada sujeto.
Por lo tanto, lo justo es que cada uno de éstos pueda estar en condiciones de
definirse sobre la solución distributiva preferida y de poder influir sobre la decisión
que socialmente se adopte.
Sin embargo, la mayor o menor posibilidad de influir sobre esa cuestión es algo
que ya no depende de los procesos económicos, sino de los mecanismos de participa-
ción política, y eso es lo que evidencia la interrelación constante que se da entre la
economía y la política y que se concreta en una constante intervención de los estados.

Mercado y desigualdad

El mecanismo de mercado se asienta en una situación distributiva previa, en un


reparto de la renta y la riqueza originario que es desigual. Y esa desigualdad determi-
na la capacidad de los sujetos para intervenir en los intercambios. Si no hay alguna
intervención externa, el mercado no es sino un mecanismo que necesariamente tiende
a reproducir la desigualdad de la que parte, puesto que su objetivo no es alterarla sino
conseguir la eficiencia, es decir, simplemente procurar que los intercambios se lleven
a cabo de la forma menos costosa para quienes intervienen en ellos.
Pero la renta y la riqueza determinan las posibilidades de tomar parte en el in-
tercambio, las condiciones en que cada sujeto lo hace, mientras que su carencia

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Los límites del mercado

impide disfrutar de sus resultados. Por ello se dice que en las economías de merca-
do la pregunta «¿para quién producir?» no tiene más respuesta que «para aquellos
que dispongan de los suficientes votos monetarios». Por eso, en estas economías
existen lo que José Luis Sampedro ha denominado las «colas invisibles», formadas
por quienes, carentes de votos monetarios, no dispondrán nunca de los beneficios
del intercambio.
Se puede decir entonces que el mercado puede proporcionar soluciones eficien-
tes de asignación (si es de competencia perfecta), pero que es un mecanismo que
expulsa de él a quienes no disfrutan de un respaldo necesario de renta o riqueza. No
sólo impide la entrada de quienes no la tienen, sino que quienes dejan de tenerla
pasan inevitablemente a estar fuera del mundo del intercambio.
De ahí las situaciones, a veces extremas, de pobreza y marginación que convi-
ven con la opulencia en estas economías y que han hecho necesaria una interven-
ción creciente de los Estados para tratar de aliviar la insatisfacción que produce el
mercado, para limitar los efectos, a veces devastadores, de la desigualdad y el ma-
lestar social.

La intervención del Estado

A esos problemas relativos a la equidad e insatisfacción social hay que unir el


hecho de que, en muchas ocasiones, el mercado presenta desequilibrios e imperfec-
ciones que requieren una corrección externa que sólo el Estado puede proporcionar.
Una subida permanente de los precios, un excesivo crecimiento de la cantidad
de dinero existente en la economía, una inadecuada política comercial con el exte-
rior o la ausencia de competencia en el mercado causan, igualmente, insatisfacción
de las necesidades sociales.
Los desajustes en el comportamiento de los sujetos económicos respecto a lo
exigido por los supuestos de competencia perfecta se traducen en desequilibrios que
afectan a todo el sistema económico. Se trasladan a lo que llamamos el nivel macro-
económico, es decir, al funcionamiento agregado de las variables económicas, sobre
las cuales han de actuar los gobiernos.
Todo ello justifica el altísimo grado de intervención del Estado en las economías
modernas.
En los últimos años, tal y como se estudiará en otros capítulos, estos principios
intervencionistas se han puesto en entredicho, pero eso es precisamente lo que ha
provocado que las situaciones de pobreza e insatisfacción hayan aumentado notable-
mente en el mundo.

8.5. MERCADO Y SOCIEDAD: UNA VISIÓN DE CONJUNTO


Para terminar estos temas destinados al análisis de la formación de los precios en
los mercados y, en particular, al desenvolvimiento de los sujetos económicos desde la

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Economía Política

perspectiva del análisis de la microeconomía neoclásica, es útil sintetizar las ideas más
importantes, así como las cuestiones que deja por resolver este tipo de análisis.

1. El sistema económico capitalista constituye una forma singular de organizar


la satisfacción de las necesidades sociales, cuestión que representa el punto
de partida de todo problema económico.
2. Se supone que las necesidades sociales se satisfacen de la forma más efi-
ciente (óptimo de Pareto) en la medida en que en el mercado se den las
condiciones propias de la competencia perfecta. Cuando esto fuese así, sería
innecesario cualquier tipo de intervención política y, por tanto, de cualquier
tipo de juicio ajeno a la mera dinánima de intercambio en el mercado.
3. Sin embargo, la propia dinámica del mercado o el incumplimiento de las
condiciones para que en él predomine la competencia perfecta, si es que
pudiera llegar a darse, provocan tres tipos de problemas:

a) Que el mercado no sea un adecuado sistema de asignación en algunos


casos (bienes públicos) o que en su seno no puedan revelarse adecuada-
mente las preferencias sociales (externalidades).
b) Que no se alcance el necesario grado de competencia (monopolios, oli-
gopolios).
c) Que todas estas circunstancias, u otras derivadas de comportamientos in-
adecuados respecto a los supuestos de competencia por parte de los su-
jetos económicos o el propio Estado, den lugar a desequilibrios de dife-
rente naturaleza: crisis, paro...

4. Estas tres circunstancias requieren, respectivamente, tres tipos de respuestas:

a) Mecanismos alternativos de decisión y asignación: sistemas de decisión


política que provean de criterios éticos externos distintos del mercado.
b) Regulación del sistema de intercambios para preservar la competencia.
c) Políticas económicas tendentes a combatir los desequilibrios.

5. Ahora bien, los sistemas de decisión política, la regulación y las políticas


económicas constituyen mecanismos que se implementan en la economía en
virtud de preferencias sociales previamente definidas, cuyo origen se en-
cuentra fuera del mercado, en el propio sistema social. Es ahí, y no en el
mercado, donde la cultura, la ideología, los intereses de clases o corporati-
vos, los aparatos de sumisión, la organización del poder político, etc., deter-
minan el contenido concreto de esas preferencias sociales.

Esto quiere decir que, por una u otra causa, el mercado no puede proporcionar
siempre soluciones genéricas al intercambio, sino que constantemente se hace nece-
saria la intervención de criterios exógenos al mercado que vienen dados por las
normas, la cultura o los valores dominantes en cada momento en la sociedad. El

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Los límites del mercado

mercado, pues, es un producto de la sociedad, y no funciona con independencia de


las demás relaciones sociales, de la política o los valores.
Todo ello quiere decir que no se podrá comprender la naturaleza última y el
desarrollo de nuestras economías modernas si no se toma en consideración la propia
naturaleza del sistema social y de las preferencias sociales que en él se tratan de
salvaguardar de forma predominante. Las decisiones económicas sobre el bienestar
son consecuencia de un orden de preferencias sociales previo e impuesto por quien
dispone de predominio y poder en el sistema social y político.
Y aquí radica una limitación fundamental de la economía convencional nucleada
en torno al modelo neoclásico. Se quieren concebir los asuntos económicos como
pertenecientes a un submundo propio, independiente de cualquier otro tipo de rela-
ción social. Para ello, se construye con elegancia y sofisticación un entramado de
supuestos formales e hipótesis irrealistas que permiten dejar fuera del análisis lo
que, sin embargo, se muestra a todas luces como determinante de los fenómenos
económicos: la naturaleza social de los sujetos, las preferencias sociales que se im-
ponen en virtud del acceso desigual a los mecanismos de toma de decisiones y, en
definitiva, la posición asimétrica en que se encuentran los individuos a la hora de
hacer frente a la necesidad.
Al soslayar estas circunstancias, se puede presentar al mercado como un simple
y neutro mecanismo de intercambio al servicio de la satisfacción cuando, en reali-
dad, es un ámbito más del entramado de instituciones sociales.

RESUMEN DEL CAPÍTULO


— La realidad muestra que el comportamiento de los consumidores tiene poco que
ver con las reglas de la utilidad marginal y que, por el contrario, está muy con-
dicionado por la estrategia de los productores. La experiencia también indica
que las empresas no siguen generalmente el criterio de maximización del bene-
ficio a través del coste marginal, sino que tratan de alcanzar mejores rendimien-
tos por otras vías, como añadiendo un margen a sus costes medios o incluso
tratando de ampliar sus ventas o influencia en lugar de los beneficios.
— La teoría marginalista de la distribución es también muy poco realista, porque
los mercados de factores suelen ser muy imperfectos y en ellos se resuelven los
precios en virtud de circunstancias que apenas tienen que ver con el funciona-
miento de la oferta y la demanda.
— El egoísmo como criterio de comportamiento es difícil de mantener en todas las
situaciones de intercambio, y además conlleva dejar fuera de consideración los
criterios éticos que son inseparables de todas las acciones humanas.
— El criterio utilitarista puede llevar a dejar el funcionamiento de la sociedad en manos
de intereses minoritarios, a justificar soluciones rechazables moralmente o a admitir
cualquier solución de eficiencia con independencia de su implicación distributiva.
— A pesar de que los mercados perfectos requieren información perfecta y gratuita,
la realidad muestra que la información que está al alcance de los sujetos econó-

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Economía Política

micos es cara e imperfecta, y que cuando es asimétrica incluso puede provocar


que los intercambios no lleguen a darse.
— La existencia de bienes públicos obliga a establecer sistemas políticos de asigna-
ción porque no pueden asignarse a través del mercado.
— Las externalidades positivas o negativas crean problemas de infraprovisión o so-
breprovisión respectivamente que requieren intervenciones externas para estable-
cer reglas de asignación.
— Los mercados no se preocupan de mejorar la distribución de la renta, sino de
proporcionar las soluciones de intercambio menos costosas. Por ello, reproducen
la desigualdad de partida y generan de esa forma situaciones de injusticia que
reclamen la intervención pública. Además, pueden ocasionar crisis y problemas
de desequilibrio que deban ser afrontados igualmente por los gobiernos.
— Debido a la existencia de bienes que no pueden asignarse a través del mercado, de
externalidades, de problemas de equidad o desequilibrios, es necesario que haya
intervenciones políticas en forma de decisiones externas o de políticas económicas
que siempre dependen de las preferencias sociales existentes en cada momento.

CONCEPTOS CLAVE
Productividad marginal.
Paradoja de Arrow o Teorema de la imposibilidad.
Acción colectiva.
Ética utilitarista.
Dilema del prisionero.
Información asimétrica.
Consumo rival.
Principio de exclusión
Bienes públicos puros.
Bien público impuro.
Congestión.
Externalidad positiva.
Externalidad negativa.
Equidad.

PREGUNTAS DE REPASO
  1. Resuma las principales críticas a la teoría marginalista del consumidor.
 2. ¿Qué circunstancias influyen para que los mercados de trabajo difícilmente
sean mercados de competencia perfecta?
  3. Explique la posición de Arrow sobre el problema de la adopción de decisiones
sociales basadas en preferencias individuales.
  4. ¿Por qué se dice que el criterio utilitarista puede conducir a la adopción de
soluciones técnicamente óptimas pero éticamente reprobables?

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Los límites del mercado

  5. ¿Qué se entiende por información asimétrica y qué efectos puede provocar?


  6. ¿Por qué se afirma que los agentes privados (productores y consumidores) ca-
recen de incentivos para intercambiar bienes sobre los que no se puede aplicar
el «principio de exclusión»?
 7. Indique las diferencias fundamentales entre bienes públicos puros y parcial-
mente rivales y ponga algunos ejemplos.
  8. ¿Por qué no se puede aplicar el criterio marginalista para calcular el precio de
un bien público?
  9. ¿A qué se refiere Tiebout cuando dice que los individuos «votan con los
pies»?
10. ¿Qué papel desempeñan los Estados en la provisión de bienes públicos?
11. ¿Qué sucede cuando no se incluyen en los precios la totalidad de los costes?
12. ¿Por qué decimos que una externalidad provoca asignación ineficiente de los
recursos? Ponga algún ejemplo con externalidades positivas y negativas.
13. ¿Cómo y mediante qué mecanismos se puede solucionar el fallo de mercado
que producen las externalidades?
14. Justifique la afirmación de que tanto cualquier decisión colectiva como de
mercado afecta a la distribución de la renta.
15. Explique de forma resumida por qué no es posible alcanzar soluciones eficien-
tes de intercambio acudiendo tan sólo al mecanismo de mercado e indique
entonces qué papel desempeña el sistema de preferencias sociales.

BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales

Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 15.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Madrid.
Caps. 11, 15.
Gimeno, J., González, M., Guirola, J. M. y Ruiz-Huerta, J. (2008). Principios de
Economía. McGraw-Hill. Cap. 6.
Hardwick, Ph., Khan, B. y Langmead, J. (2005). Economía moderna. Minerva Edi-
ciones. Caps. 16, 17.
Heyne, P. (2005). Conceptos de economía. El mundo de los economistas. Pearson
Prentice Hall. Caps. 13, 14.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012): Fundamentos de Economía. Reverte.
Cap. 10.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Madrid. 4.ª edición. Caps.
10, 11.
O’Sullivan, A. y Sheffrin, S. M. (2007). Economía. Principios e instrumentos. Pren-
tice Hall. Caps. 18, 19.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. Ed. McGraw-Hill. Cap. 19.

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FACULTAD DE CIENCIAS
HUMANAS - UNRC
ECONOMÍA POLÍTICA

NOTA DE CÁTEDRA
"FALLAS DE MERCADO"

Autor: Cristian Santos

Como hemos dicho, para que el mercado funcione correctamente tanto la


oferta como la demanda deben reaccionar ante modificaciones en el precio.
Pero para que esas respuestas sean eficientes como el modelo de
competencia perfecta predice, el precio deberá contener toda la información
necesaria. Es decir, sólo cabría esperar que las decisiones de los consumidores
(demandantes) y de las empresas (oferentes) sean eficientes en sentido de
Pareto, si ellas se toman a partir de los precios y si en éstos está contenida
toda la información necesaria (además de, por supuesto, darse los supuestos
de que (1) existan muchos oferentes y muchos demandantes, de modo de que
ninguno tenga suficiente poder de mercado como para imponer el precio; (2)
el producto sea homogéneo, y (3) no existan barreras a la entrada o salida del
mercado).

Por ejemplo, si un oferente quisiera subir el precio para incrementar sus


ingresos, no cabría esperar que ningún consumidor le compre teniendo otras
alternativas equivalentes (porque se supone que el bien es homogéneo). Y si
quisiera bajar el precio para quitarle consumidores a sus competidores,
tampoco lo lograría, porque inmediatamente todos los consumidores irían a
comprarle a él (porque además de que el producto es homogéneo, en el
precio está contenida toda la información, es decir, todos los consumidores
estarían igualmente informados de esta situación y, como racionales y
maximizadores que son, irían a comprar allí donde estuviera más barato);
nuestro hipotético oferente se enfrentaría con una demanda excesiva, y como
el mercado es libre, subiría el precio.

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FACULTAD DE CIENCIAS
HUMANAS - UNRC
ECONOMÍA POLÍTICA

NOTA DE CÁTEDRA "FALLAS DE MERCADO"

Conclusión: en efecto, cabe esperar que el resultado que arroje el mercado


competitivo sea el más eficiente en sentido de Pareto, porque ya no sería
posible mejorar alguna de las partes sin perjudicar a otra: si pudiera mejorar
alguno sin necesidad de perjudicar a otro, pues eso demostraría que la
situación actual no es la más eficiente en términos paretianos. Por supuesto,
subiendo el precio ya seguro que los consumidores no se beneficiarían, así que
aun logrando eso nuestro oferente (cosa que, insisto, no cabría esperar) no se
estaría en una situación más eficiente que la anterior; pero si pudiera bajar el
precio (algo que por todo lo dicho, tampoco ocurriría en un mercado
competitivo), los consumidores sí se beneficiarían… pero no lo harían los
competidores, de modo que, en efecto, parece no haber asignaciones más
eficientes que las del mercado perfecto.

Sin embargo, hay casos en los que no es esperable que el mercado arroje
resultados eficientes. Una externalidad es una situación en la que algún sujeto
genera un perjuicio o un beneficio a otro, sin haber pagado o sido
recompensado, respectivamente, por ello. La externalidad será negativa en el
primer caso, y positiva en el segundo. Por ejemplo, A es una pastera que
elabora papel de celulosa y en el proceso arroja sus desechos tóxicos al río
sobre cuya margen se encuentra su planta industrial, contaminando el agua y
el paisaje de las localidades vecinas. Si ese daño no es contemplado y si se deja
actuar al mecanismo “libre” del mercado, el resultado no será eficiente en
sentido de Pareto: digamos que A vende el papel a $100 el kg.; si el sujeto B
compra el papel a $100, pero por cada kg. de papel además debe gastar otros
$100 en tratamientos médicos y demás acciones tendientes a reparar o
atenuar el efecto negativo que esa producción le ocasiona, en realidad estará
pagando $200 por kg. El precio al que el mercado asigna, es decir $100,
representa una asignación no óptima, pues es B quien está“financiando” parte
de la producción de A.

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NOTA DE CÁTEDRA "FALLAS DE MERCADO"

No se cumple entonces aquella condición de que toda la información está en


los precios, es decir, en los costos y en los beneficios. Puede que hasta allí A
esté en el mejor escenario posible, porque en sus costos no está teniendo en
cuenta un daño social que en realidad ocasiona, y el intoxicado B
decididamente no está en el mejor escenario posible, con lo cual ya no es
cierto aquello de que en términos sociales se esté en el mejor de los mundos
posibles, como pretendía la “mano invisible” de Smith. De hecho, sise lo piensa
en términos paretianos puros, ni siquiera A está maximizando en este
escenario,pues la situación refleja que está vendiendo a $100 pero B está
dispuesto a pagar $200 el kg,de modo que para A la diferencia de $100
también puede ser considerada como un costo de oportunidad.

Las externalidades también pueden ser positivas. Por ejemplo: Si el barrio


residencial X paga para que se lleve el pavimento y demás servicios a su zona, y
si la obra pasa frente al barrio Y,que nada paga por ello, X habrá pagado por el
beneficio que habrá obtenido, pero Y no. Y se verá fuertemente beneficiado
por los nuevos servicios, incluso esto se reflejará en la suba delos precios de
los terrenos e inmuebles en su zona. Pero no habrá pagado nada por ello. De
modo que X habrá incurrido en los costos que calculó para obtener ciertos
beneficios, pero con ello generó más beneficios, beneficios que otros
aprovecharon sin que esto repercutiera en sus propios costos.

En un mercado perfectamente competitivo, toda la información debe estar


contenida en los precios, y “económicamente hablando” la información básica
se reduce a costos y beneficios.Podríamos por tanto definir a una externalidad
como aquella situación en la cual los costos y los beneficios no están siendo
reflejados correctamente por los precios del mercado.

Ahora bien, ¿cuál es el problema con las externalidades? ¿Por qué decimos que
son un problema o una falla del mecanismo de mercado? Y finalmente, ¿cómo
podrían resolverse o, almenos, atenderse?
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NOTA DE CÁTEDRA "FALLAS DE MERCADO"

Las externalidades así definidas representan una falla del mecanismo de


mercado, porque su existencia hace que quien las produce genere costos que
no paga, o beneficios en otros que no pagan por ello, de modo que si estuviera
maximizando sus beneficios lo estaría haciendo sin computar en sus costos, o
en sus ingresos, los efectos externos que ocasiona. Y en un mercado
perfectamente competitivo, supuestamente cada uno paga por los costos en
los que incurre y cobra por los ingresos que obtiene. Sólo entonces los precios
reflejan toda la información.

Una manera de resolver este problema, es haciendo lo que el mercado no


hace, es decir,computando esos costos o esos beneficios. En el caso más
común, haciendo que quien ocasiona un costo social, pague por ello.
Obviamente, el Estado es el actor que aparece en escena en este caso.

Además de las externalidades, existe otra falla del mecanismo de mercado: los
bienes públicos.Un bien público es aquél que no presenta rivalidad en el
consumo ni principio de exclusión. Es decir, es un bien por cuyo consumo no
se compite y por tanto no es necesario establecer ningún mecanismo para
excluir a otros posibles consumidores. El precio puede entenderse, en este
sentido, como un mecanismo de exclusión en el consumo: pagando el precio
de la mercancía, un consumidor excluye a otros competidores. Pero esto no se
cumple en el caso delos bienes públicos.

Arriba dijimos que para que el mercado asigne eficientemente, los precios
deben reflejar correctamente los costos y los beneficios. Esto se basa en el
supuesto de que los sujetos que allí actúan lo hacen maximizando sus
beneficios. Y a su vez esto se sostiene suponiendo que aquellos sujetos son
egoístas y racionales.

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Un parque es un bien público en la medida en que no posea rivalidad en el


consumo, esto es,en la medida en que su consumo por parte de un
“consumidor” no impida que otro haga lo mismo. Dicho de otro modo, el
parque será público si permite que un consumidor maximice su utilidad y al
hacerlo no impide que otro lo haga (en contraposición, si yo maximizo mi
utilidad comprándome un automóvil, con eso impediré que otro haga lo mismo
con ese automóvil: lo habré excluido de ese consumo).

¿Cuál es el problema que estos bienes ocasionan y cómo podría resolverse?

El problema de los bienes públicos, es un problema de incentivos: ningún


oferente racional estaría dispuesto a proveer un bien por el que ningún
consumidor igualmente racional estaría dispuesto a pagar por su consumo. Y
por lo general, este problema se resuelve de dos maneras: 1) el Estado de hace
cargo de su provisión, entendiendo que se trata de un bien suficientemente
útil o necesario para la sociedad como para justificar su provisión, 2) haciendo
que el bien público cobre la forma de un “bien privado”.

A partir de 1 entendemos que un bien no es público por ser provisto por el


Estado (es decir,aquí “público” no equivale a “estatal”), sino que es provisto por
el Estado, precisamente, por ser público. ¿Qué significa 2? Pues que un
proveedor “privado” (esto es, maximizador de beneficios) estará dispuesto a
ofrecer un bien público si algún provecho puede sacarle: esto podría hacerse
estableciendo un principio de exclusión donde no lo había: un precio por la
entrada al parque, por ejemplo, a cambio de cuidar y mantener el predio, o
bien publicitando que ese bien es provisto a la sociedad gracias a la gentileza o
a la responsabilidad social de la empresa Z.

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El conocimiento (dicho así, en general) es un caso de bien público, porque su


“consumo” por un sujeto no disminuye el consumo o posible consumo por
parte de otro. Imagino que Mario está leyendo estas líneas, y supongo que
estas líneas transmiten algún conocimiento cuyo consumo satisface alguna
necesidad de Mario, de modo que alguna utilidad él le encuentra.Ahora bien,
por el hecho mismo de que él esté ahora leyendo y “consumiendo” este bien
no significa que Paula, o Juan Pablo, o Ignacio, o Federico, o Víctor, o Fernando,
o Romina, o Renzo, o Martín, o Virginia, o Gabriel, o Pilar, o Eva, o Maxi, o Cindi
(por favor, perdón si alguien quedó sin mencionar), vean reducido o impedido
su consumo. Por esta razón es que ellos no están compitiendo por el consumo
de este bien; si lo estuvieran, seguramente surgiría algún mecanismo de
exclusión entre ellos.

Algunos bienes públicos tienen la característica de alcanzar un punto de


saturación o de congestión, y a partir de allí sí surge algún mecanismo de
exclusión. Si pretendo que mis hijos asistan a determinada institución
educativa, aunque allí consumirían conocimiento (disculpen,estoy apretando la
síntesis del tema, que es ciertamente complejo), que es un bien público, el
cupo de alumnos es limitado, de modo que existe allí competencia y por tanto
mecanismo de exclusión: orden de llegada, sorteo, arancel, etc. Esto se da
independientemente de que la institución sea privada o estatal, aunque,
naturalmente, siendo privada el criterio de exclusión se acentúa mucho más.

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