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Capítulo 7:

Empatiza con tus


profesores
Sacado del libro “Dispara tus notas
en Bachillerato: 50 reglas para
triunfar en el Juego de los
Exámenes”

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Miguel Cobos
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7. Empatiza con tus profesores

Acabamos de ver que debes redactar tus exámenes para que a tu profe le
entren unas ganas increíbles de ponerte un 10.

Hasta ahí bien.

Pero a lo mejor estás pensando: “¿Y eso cómo se consigue?”.

Para empezar, practica lo que leíste en el capítulo de las preguntas


poderosas. Pregúntate cómo podrías hacer para que tu profesor tenga unas
ganas increíbles de ponerte un 10.

Seguro que al hacerte esta pregunta se te ocurrirán varias opciones. Si no se


te ha ocurrido ninguna, vigila que no estés pensando cosas como “con mi

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profesor no se puede” o “nunca voy a pasar del 4 con el de lengua”.

Si solo se te han ocurrido unas pocas, no te preocupes.

Sigue leyendo que vamos a ver unas cuantas.

Te gusta que tus profesores o tus padres se pongan en tu lugar y valoren tu


esfuerzo, ¿a qué sí? Cuando suspendes un examen, seguro que te agrada que
valoren que hayas estudiado más que otras veces. Eso es porque a todos
nos gusta que se pongan en nuestro lugar y aprecien nuestro esfuerzo.

Por supuesto, a un profesor también le gusta que se pongan en su


lugar.

Vale, ya sé que en algunos casos es muy difícil ponerse su lugar. Por muchos
motivos.

Yo también he tenido algún profe con el que no conectaba, y el curso se


hacía más complicado (¡qué forma más elegante de decirlo, ¿a qué sí? Ni una
palabrota).

La cuestión no es si es fácil o difícil empatizar con tu profesor, sino de


entender que vas a salir beneficiado si lo haces. Vas a salir ganando cada vez
que te pongas en su lugar y escribas las respuestas del examen pensando en
la persona que lo va a leer.

No caigas en las excusas de “yo creo que así está bien”. Pregúntate
qué falta en tu respuesta que le habría gustado leer.

Imagina que eres uno de tus profesores. Acabas de comer y te quieres echar
un rato la siesta, pero no puedes porque tienes que corregir 30 exámenes.
Además, tienes que tener las notas para mañana. Querías haber empezado
a corregir ayer, pero no pudiste porque te surgió un imprevisto (te sentó
mal la cena del día anterior y no te encontrabas bien, estabas con algo de
fiebre por haber cogido frío, tuviste que ir a un sitio urgentemente…
cualquier cosa).

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Y justo hoy, que te gustaría estar libre por la noche porque quieres ver un
partido de fútbol, vas a quedar con tu pareja para ver una peli en el cine o
vas a cenar con un amigo.

Es decir, se te ha echado el tiempo encima y tienes que corregir 30


exámenes para mañana.

⚠ Por cierto, un paréntesis, ¿te suena eso de que te pille el toro y tengas
que estudiar para un examen o hacer un trabajo justo la tarde de
antes?

Sigo.

Piensa que eres ese profesor y has madrugado para ir al instituto, has cogido
un atasco increíble porque había un accidente y casi llegas tarde. Además,
tus alumnos hoy no paraban de hablar… especula sobre cualquier cosa
negativa.

La idea es que te pongas realmente en el papel de esa persona que ha podido


tener un día rematadamente malo. Hasta el punto de haber roto con su
pareja o que incluso algún familiar tenga una enfermedad. Lo que se te
ocurra.

Y después de comer, sin posibilidad de echarte la siesta ni dedicarte a algo


que te encanta (tocar la guitarra, por decir algo), tienes que ponerte a
corregir.

En esa situación, ¿qué te gustaría encontrarte en esos 30 exámenes?

Seguro que no querrías ver ideas mal explicadas, poco claras o que te obligan
a interpretar. Ni tampoco respuestas desordenadas, donde un apartado está
aquí y otro está allá.

Ya sabes, ese tipo de exámenes con los que te desesperas porque tus
alumnos demuestran que no te han escuchado en clase, que no han
estudiado mucho y encima escriben cosas por si cuela...

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De esta manera, empiezas a tener la sensación de estar perdiendo el
tiempo.

Y a nadie le gusta perder el tiempo, ¿a qué no? :)

Y no me vale que digas “para eso le pagan” (bueno, en realidad lo puedes


decir, pero eso no te va a ayudar a sacar mejor nota).

Sin embargo, ¿qué pasaría si de entre todos esos exámenes te


encontraras uno fácil de corregir? Uno que es sencillo de leer, que está
escrito con buena letra y con las ideas ordenadas. Uno en el que las
respuestas se pueden leer de izquierda a derecha y de arriba abajo.

Ahora veamos una serie de “clásicos” que solemos ver los profes en las
respuestas de los exámenes:

Mala letra y renglones torcidos.


No hay márgenes.
Tachones.
Poco contenido (respuestas pobres, falta explicar pasos).
En la respuesta a una pregunta ves un par de líneas y una operación, y
a continuación un hueco enorme hasta la siguiente pregunta (esto revela
que creiste saber la respuesta, pero hubo algo que te desconcertó y no
supiste seguir).
Las respuestas no están justificadas, no hay argumentación.
Falta teoría.
Faltan operaciones intermedias.
La solución no está recuadrada (a veces ponéis la solución en medio de
la respuesta y cuesta encontrarla).
Se responde otra cosa a lo que se pregunta “por si cuela”.
Confusión de ideas, de nombres propios o de fechas.

Muchas de estas cosas se ven a primera vista en cuanto ojeas el examen.


Mucho cuidado si en un primer vistazo se pueden ver tus debilidades. Ya
vimos que pueden descartar tu CV si no llama la atención en cuanto
a limpieza, formato y orden.

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Ahora, escucha.

No hay una segunda oportunidad para una primera impresión.

Te voy a contar mi teoría sobre lo importante que es causar una buena


primera impresión con tu examen.

Para corregir un examen, lo primero es echar un vistazo. En ese momento,


se perciben esos detalles que te comentaba antes. Pero lo importante de
esto, es que el corrector se está formando una idea, consciente o
inconscientemente, de tu nota.

Y la clave es conseguir por todos los medios que tu profesor se haga la idea
de que tu examen es de sobresaliente.

⚠ A las personas nos gusta llevar razón, si tu profesor se forma una


idea de que tu examen es de 9, cuando lo corrija va a “querer llevar
razón”, e inconscientemente será más generoso puntuando.

No te puedes hacer idea del condicionamiento mental que supone coger un


examen limpio, ordenado y con buena letra.

Igual que cuando conoces a alguien y según la ropa que lleva lo incluyes en
la tribu de los que visten así.

Yo esto lo comprendí un día que estaba corrigiendo un examen de Química


de una chica… y ¡sin querer le pasé por alto un fallo y no se lo conté mal!
Como su examen daba una impresión perfecta, de forma
inconsciente pasé por alto ese error.

Pero no se trata solo de limpieza y orden; si a tu profesor le gusta que te


extiendas en tus respuestas, hazlo. Si le gusta que seas conciso, sé conciso.
Si te dice que quiere ver un tipo de razonamiento o si prefiere que hagas las
cosas de una determinada manera, escucha estos mensajes y hazlo así.
Aunque tu cabeza te diga que no tiene sentido.

De hecho, muchas veces no tendrá sentido. En ese caso, hazlo para mejorar

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tu nota con ese profesor, pero con otros no lo hagas. Es decir, filtra qué
instrucciones te dan y son útiles, para que las puedas integrar como
aprendizajes propios y para siempre.

En mis cursos, e incluso en este libro, cuando os digo que es mejor hacer
las cosas de una determinada manera, lo razono y aporto motivos (o eso
intento).

Esto para mí es importante porque he recibido un montón de instrucciones


en el instituto, en la universidad, e incluso en algún trabajo de cómo hacer
las cosas. Algunas tenían sentido, otras no.

Por ejemplo, en Física, una profesora nos obligaba a poner las unidades
entre paréntesis. Si teníamos que escribir “10 metros” no podíamos poner
10 m, teníamos que poner 10 (m). Si no lo hacíamos así, nos tachaba la
respuesta y nos ponía un 0.

Con el tiempo entendí la utilidad de poner las unidades entre paréntesis. Y


ahora me parece una buena idea, pero cuando nos lo dijo no nos explicó el
porqué. Solo teníamos que “obedecer”.

Puede ser peor aún. Otras veces he recibido instrucciones que incluso me
parecen equivocadas.

Vuelvo al tema.

Si después de un par de exámenes no “pillas” cómo le gusta que respondas


y piensas “buah, es que no entiendo cómo quiere que haga las cosas”, lo
mejor que puedes hacer es decirle: “Oye profe, estoy preocupado porque
no consigo sacar buenas notas y me estoy esforzando, si me puedes ayudar
a mejorar sería la leche”.

Con este mensaje demuestras interés en su asignatura, ganas de


aprender y encima le estás pidiendo que te enseñe. ¡El combo perfecto!

Una vez más, tengo que avisarte. ¡Mucho cuidado si te estás poniendo
excusas! Sí, las míticas excusas ;)

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Por ejemplo: “Yo no puedo tener buena letra en los exámenes porque me
falta tiempo y tengo que escribir rápido”. Si nadie tuviera buena letra y todos
escribieran rápido y mal te lo acepto, pero como hay gente que sí tiene buena
letra y le da tiempo a terminar el examen, entonces todo parece indicar
que es una excusa.

Mejor, pregúntate: “¿Cómo podría terminar el examen a tiempo y con buena


letra?”.

A lo mejor basta con que no te enrolles y no pongas tanta paja. No por


escribir mucho la pregunta vale más.

Más.

Huye de los tachones. No te líes a tachar como si no hubiera un mañana


para que no quede rastro de lo que has escrito cuando te equivocas. Nadie
se va a poner a mirar algo que has tachado. Y si te equivocas en un párrafo
entero, lo mejor es encerrarlo entre paréntesis y atravesarlo con una línea.

Si quieres, para que quede más claro pon “no vale”. Es la forma más
elegante de tachar.

Espero que no estés pensando que para los tachones lo mejor es el típex,
porque no queda bien. Una buena presentación requiere olvidarse del típex
(y el de brocha es la peor opción con diferencia).

Sé que te puede parecer un gran invento para disimular tus fallos, pero
créeme, queda guarrete.

Si quieres, como mucho y como excepción, usa el típex de cinta para


corregir un pequeño fallito. Un par de letras o un par de números.

Si tienes que borrar más, por ejemplo, una palabra, lo mejor es cruzar la
palabra con una línea. Es más limpio (o menos sucio, según se mire).

Y no me digas lo de “yo necesito típex sí o sí porque me equivoco


mucho”. Claro, si tienes una herramienta que te permite corregir tus fallos,

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tu mente no se va a entrenar nunca a escribir sin errores. Con el típex a tu
disposición, te predispones a equivocarte porque no tienes la necesidad
de escribir bien a la primera.

Si quieres dejar de tener fallos, te tiene que “doler” fallar.

Solo si te da rabia equivocarte porque estropeas la presentación, aprenderás


a escribir sin errores a la primera y conseguirás dejar de usarlo. Pero, para
eso, tienes que decirle a tu madre o a tu hermano que te esconda el típex.
La idea es que no vuelvas a llevarlo más en el estuche.

Al principio te equivocarás como de costumbre, pero te fastidiará tener


tachones (recuerda, hazlos elegantes) y eso hará que los fallos empiecen a
disminuir. Después de un período de entrenamiento sin típex,
reducirás mucho esos errores. Y con el tiempo, casi no los tendrás.

En mi caso, el problema no es la letra, sino la velocidad. Me cuesta


escribir rápido. Es una tarea que sigo teniendo pendiente. Por eso, para
conseguir terminar los exámenes, lo que hacía era centrarme en lo
importante. No ponía nada de relleno para que no se me fuera el tiempo
con cosas que no me iban a puntuar.

Y quizá por eso la profe de literatura me llamaba “el parco en palabras”.

En vez de llevar a cabo un entrenamiento para mejorar la velocidad,


desarrollé esta otra habilidad y me vino muy bien. Lo importante es que
seas consciente de dónde puedes mejorar y poner remedio.

Otro ejemplo.

Si tienes mala letra, no asumas que debe ser el profesor el que haga el
esfuerzo de intentar leerte. Eso no te va a ayudar. Me da igual que pienses
“para eso le pagan” o “es su trabajo”.

La realidad es que estás sacando peor nota de la que te corresponde y


estás perdiendo la oportunidad de entrenarte, por ejemplo, para escribir con
buena letra. Una habilidad que mantendrás para toda la vida.

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Quizá pienses que “escribir con buena letra tampoco afecta tanto”. Ni sí ni
no. Es un factor más. Si todos los factores los juegas a tu favor o todos en
tu contra, entonces la diferencia sí será abismal.

Insisto, haz el examen fácil para el profesor. No lo haces por él,


es por ti, es por tu nota.

Quédate con estas dos ideas:

La importancia de causar una buena primera impresión.


Las respuestas deben estar debidamente justificadas.

Esta última frase está sacada de la cabecera de los exámenes de Matemáticas


de Selectividad. Junto con la duración del examen y otras instrucciones, te
recuerdan que debes justificar las respuestas. En otras asignaturas hay
instrucciones similares.

⚠ La creencia de que solo importa el resultado es una idea que se


arrastra inconscientemente desde Primaria, y supone un freno real a
la hora de mejorar las notas. En Bachillerato no solo importa la
solución, también hay que cuidar la justificación.

De hecho, esta es una de las “guerras” más frecuentes que tengo cada año
con algunos alumnos, sobre todo en 2º de Bachillerato. Si es tu caso, y
todavía no entiendes bien la importancia de la justificación, lo irás
descubriendo en los próximos capítulos.

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ZONA DE ENTRENAMIENTO

Escribe dos listas:

Haz tu propia lista de las 10 cosas que los profesores encuentran en tus
exámenes y que puede que estén bajando tu nota.

Haz tu propia lista de las 10 cosas que vas a mejorar en tus exámenes y
van a hacer que tus notas suban porque a tus profesores les va a encantar
verlas.

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FIN…
… del capítulo 7.

Y en total el libro tiene 25.

Capítulos para dejar de hacer lo que no funciona, aprender los criterios de


corrección que siguen los profesores (muy útil esto de saber cómo corrigen)
conocer la técnica del semáforo… y más.

Porque son 192 páginas y en estas líneas no tengo espacio para hacer un
resumen.

Así que lo mejor es que te deje en enlace dónde puedes ver con todo detalle
de qué va el libro.

Ya has visto el capítulo 7…

Te quedan 24 :)

www.disparatusnotas.com/libro-50-reglas

¡Hasta pronto!

Miguel

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