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INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y PROCESO

Lorenzo M. Bujosa Vadell*

1. Introducción
Lejos de colocarnos en el ámbito de la ciencia ficción, cuando hablamos
de inteligencia artificial nos referimos a los dilemas y las dudas que se nos
plantean en el presente en multitud de aspectos de la realidad que nos
envuelve. Todos hemos visto en televisión cómo se realizan complejas opera-
ciones quirúrgicas sin apenas presencia humana visible, cómo se realizan de
manera automatizada cálculos sobre órbitas satelitales que se demostrarán
milimétricamente correctos o, de manera más simple y cercana a nuestra
actividad cotidiana como juristas, cómo en pocos segundos podemos tener
a nuestra disposición la jurisprudencia reciente sobre determinada materia
específica sobre la que tenemos que interponer una demanda.
La enorme inversión en determinados campos científicos produce conti-
nuamente avances que contribuyen notablemente a modificar en pocos años
el contexto científico y tecnológico hasta llevarnos a cambios de paradigma1
o, con mayor rotundidad, a nuevas revoluciones industriales2. Pero, en
realidad, no estamos hablando de cambios repentinos sin fundamento
previo. Hace muchos decenios que el desafortunado Alan M. TURING, a
partir de los postulados de la lógica matemática, dictó una conferencia en
la que planteaba algo tan actual como la cuestión de si puede pensar una

*
Catedrático de Derecho Procesal. Universidad de Salamanca.
1
KUHN, T.S., The Structure of Scientific Revolutions, 50th Anniversary edition, Chicago-
London, 2012, sistematizaba la idea de progreso a través de revoluciones científicas.
2
Son conocidas las consideraciones de SCHWAB, K., La cuarta revolución industrial,
Barcelona, 2016, por las que, desde el punto de vista sociológico, habla de las consecuen-
cias de la digitalización: “Las innovaciones tecnológicas más importantes están a punto de
generar un cambio trascendental en todo el mundo, algo inevitable”.

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máquina3. Las novedades están más bien en la generalización de la aplicación


de las tecnologías digitales como consecuencia de su continua transfor-
mación y perfeccionamiento. Su inmersión en nuestra vida diaria, por un
lado, nos produce un inevitable efecto de embelesamiento y, por otro, una
cierta reacción de temor y desconfianza.
Si nos limitamos a centrar nuestra observación al campo del Derecho,
intuitivamente podemos enumerar interesantes ventajas en la aplicación de
las tecnologías digitales, que aligeran el trabajo, aceleran las tareas, aumentan
la exactitud de los resultados –si es que en Derecho se nos permite hablar
en estos términos–, … Pero, también a priori se nos plantean dudas ante
la posible “deshumanización” del trabajo de los juristas, que los aleje de las
valoraciones de equidad en el caso concreto4 o que multiplique los efectos de
sesgos muy discutibles5.
Desde la perspectiva procesal nos interesan todas las vías que puedan
sustraer las decisiones del juzgador de la excesiva subjetivización y, por
consiguiente, de la irracionalidad y la arbitrariedad. Pero, por el camino de

3
TURING, A.M., “Computing Machinery and Intelligence”, Mind, vol. LIX, núm. 236, 1950,
pp. 433-460; traducida al español como ¿Puede pensar una máquina?, Oviedo, 2012.
4
Recordemos como ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, Madrid, 2008, afirmaba: “…
cuando la ley presenta un caso universal y sobrevienen circunstancias que quedan fuera
de la fórmula universal, entonces está bien, en la medida en que el legislador omite y yerra
al simplificar, el que se corrija esta omisión, pues el mismo legislador habría hecho esta
corrección si hubiera estado presente y habría legislado así si lo hubiera conocido. (…).
Y tal es la naturaleza de lo equitativo: una corrección de la ley en la medida en que su
universalidad la deja incompleta” (5:10).
5
Es conocido el caso de COMPAS (Correctional Offender Management Profiling for
Alternative Sanctions), un algoritmo utilizado en la justicia penal para predecir la
probabilidad de reincidencia a partir de unos cien factores. Vid. la sentencia del Tribunal
Supremo del Estado de Wisconsin: Loomis v. Wisconsin, 881 N.W.2d 749 (Wis. 2016),
en la que se deniega la pretensión de Loomis respecto a la vulneración del derecho al
proceso con todas las garantías (due process fo law), fundada, entre otras razones, en que
la decisión judicial condenatoria se basaba en un instrumento de apreciación del riesgo
en que se tenía en cuenta el género y la raza y que no era susceptible de ser discutido por
tratarse de un secreto mercantil. A su vez el Tribunal Supremo de los Estados Unidos
denegó el writ of certiorari el 26 de junio de 2017.

Vid. también “Would You Trust An Artificially-Intelligent Expert?”, The National Law
Review July 11, 2020, Volume X, Number 193:

https://www.natlawreview.com/article/would-you-trust-artificially-intelligent-expert

Desde un punto de vista más crítico vid. TASHEA, J., “Courts Are Using AI to Sentence
Criminals. That Must Stop Now”, en https://www.wired.com/2017/04/courts-using-ai-
sentence-criminals-must-stop-now/

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la objetivación a la que nos conducen las aplicaciones digitales, podemos


llevarnos por delante consideraciones específicas, no tenidas en cuenta por
los programadores y que son ni más ni menos que los nexos de enlace entre
la actividad jurisdiccional y el valor superior de la justicia.
En todo ello, por supuesto, es imprescindible atender a las cuestiones
éticas implicadas, que han sido puestas en primera línea por diferentes
organismos que reflexionan sobre la aplicación de la inteligencia artificial en
el proceso; lo cual confirma la magnitud de los riesgos a los que tenemos que
hacer frente, tratando de transitar por el justo medio: aprovechando en el
proceso las virtudes de los avances tecnológicos y evitando caer en dramá-
ticas vulneraciones de garantías consolidadas en nuestros ordenamientos.

2. La gran incógnita de la inteligencia


artificial
A pesar de la frecuencia con que en los medios generales oímos hablar de
“inteligencia artificial”, para los profanos se trata aún de una expresión dif ícil
de definir. Se trata de un concepto complejo por la amplitud y la heteroge-
neidad de los elementos que contiene y, además, por ser inequívocamente
inestable, por su constante movilidad y evolución. Se trata, tal vez, del mejor
ejemplo actual de work in progress del que ya es obligado valorar sus variadas
consecuencias jurídicas6, pero del que todavía no sabemos bien adónde nos
va llevar, con lo que nos queda el campo abierto múltiples elucubraciones
que, estas sí, entran en muchos casos aún en el ámbito de lo irreal o de la
ciencia ficción.
En efecto, se habla de la existencia de oleadas o generaciones de inteli-
gencia artificial, según la evolución de los instrumentos a los que se refiere
y, sobre todo, de las posibilidades de actuación respecto a la gestión de una
multitud de datos, sustituyendo con ventaja a la inteligencia del ser humano7.
Se habla incluso de “superinteligencia”8, es lo que es una continua compa-
ración, con el objetivo de superación de las capacidades del cerebro biológico

6
SUSSKIND, R., Online Courts and the Future of the Justice, Oxford, 2019, p. 263, lo
expresa de manera llamativa: “Scarcely a week passes without news of ‘an AI’ or a ‘robot
lawyer’ that is outperforming or poised to replace traditional human lawyers in some legal
task or other”.
7
Cfr. SUSSKIND, R., Online Courts…, Op. cit., pp. 264-275.
8
BOSTROM, N., Superinteligencia. Caminos, peligros, estrategias, 2016, p. 22, la define
tentativamente como “cualquier intelecto que exceda en gran medida el desempeño
cognitivo de los humanos en prácticamente todas las áreas de interés”.

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humano9. Nos encontramos aquí con la gran paradoja de que se pretende


superar algo que todavía en buena parte constituye un misterio para nosotros,
a pesar de los grandes avances de la neurociencia10. Parece que nos situamos
en la senda histórico-cultural del romanticismo inglés11, cuando aparecen
estudios que aluden específicamente a la “creación de una mente”12. Y no
olvidemos que tanto el concepto de mente, como el de inteligencia, son
también conceptos elusivos, complejos y con discutidas delimitaciones13.
No es mi intención terciar en polémicas especializadas para las que disto
de estar preparado, pero sí va a ser necesario acoger una definición de inteli-
gencia artificial, que aún con sus defectos e inseguridades, nos permita seguir
adelante hacia lo que más nos interesa, que son las consecuencias jurídico-
procesales de esta nueva realidad, y sobre todo, como veremos enseguida, los
límites éticos de esas consecuencias.
Así pues, acojo la definición amplia y simple, en apariencia, que se
ha sostenido en la Unión Europea por la cual se afirma que “El término
“inteligencia artificial” (IA) se aplica a los sistemas que manifiestan un
comportamiento inteligente, pues son capaces de analizar su entorno y pasar

9
BOSTROM, N., Superinteligencia…, op. cit., p. 60: “En la actualidad, el poder computacional
del cerebro biológico todavía se compara favorablemente con el de las computadoras digi-
tales, aunque las supercomputadoras punteras están alcanzando niveles de rendimiento
que están dentro del rango de estimaciones plausibles de potencia de procesamiento del
cerebro. Pero el hardware está mejorando rápidamente, y lo límites últimos de rendimiento
para el hardware son muy superiores a los de los sustratos biológicos de computación”.
10
Vid. COBB, M., The Idea of the Brain. The past and the future of Neuroscience, New York,
2020.
11
Es inevitable aquí el recuerdo del FRANKESTEIN, de Mary SHELLEY, publicado el 1 de
marzo de 2018, año y medio después del famoso año en que no hubo verano.
12
Valgan los ejemplos de KURZWEIL, R., Cómo crear una mente. El secreto del pensamiento
humano, Berlin, 2013, o en sentido crítico, FODOR, J., La mente no funciona así. Alcance
y límites de la psicología computacional, Madrid, 2003. Es obligado también citar aquí a
PENROSE, R., La nueva mente del emperado, Madrid, 2019, publicado originalmente en
1989.
13
OLIVEIRA, A., The Digital Mind. How Science is Redefining Humanity, London, 207, p.
88: “… intelligence is a more elusive concept than had once been thought. Though it is
commonly accepted that intelligence is required in order for a human to address any of
the problems mentioned in the precedent paragraph, it isn’t at all clear that the techniques
computers used to solve those problems endowed them with general human-like intel-
ligence. In fact, those problems were tackled with specialized approaches that were, in
general, very different from the approaches used by humans”. Se refiere a la resolución
de complicados teoremas matemáticos, diseñar correctamente movimientos de ajedrez,
planificar actuaciones, etc.

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a la acción –con cierto grado de autonomía– con el fin de alcanzar objetivos


específicos”14. Destaca en esa perspectiva una preocupación principal que
nos atañe directamente: la de generar confianza en la inteligencia artificial
centrada en el ser humano.
En tiempos en que la subjetividad jurídica se ha ampliado notablemente,
y así se ha reconocido capacidad para ser parte en un proceso no sólo a los
patrimonios separados, al río Atrato, a la mismísima naturaleza o a la Madre
Tierra, se nos plantea si un robot, dotado de inteligencia artificial15, podrá
convertirse algún día en sujeto procesal también, e incluso si lo tendremos que
contar algún día entre el personal jurisdiscente, capaz de dictar resoluciones
judiciales que satisfagan pretensiones de manera motivada. Desde luego no
cabe confundir la robótica con la inteligencia artificial, pues todos tenemos
conocemos artilugios mecanismos que funcionan de manera automatizada
–por ejemplo, los robots de cocina–, pero a algunos de ellos se les pueden
aplicar algoritmos propios de la inteligencia artificial, con lo que ya entrarían
en nuestro concepto16.
El Parlamento Europeo se ha pronunciado en diversas ocasiones acerca
de esa conjunción entre inteligencia artificial y robótica, partiendo de la idea
que “la inteligencia artificial (IA) y una robótica transparentes y que integren
consideraciones éticas tienen el potencial necesario para enriquecer nuestras
vidas y consolidar nuestras capacidades, tanto en el plano individual como
para el bien común”, pero que al mismo tiempo son susceptibles de un uso
malintencionado que vulnere o, por lo menos, ponga en riesgo los derechos
fundamentales y, para ello pide una evaluación periódica de la legislación
con el fin de garantizar que sea adecuada para su propósito en relación con
la inteligencia artificial y que respete al mismo tiempo los valores fundamen-
tales de la Unión17.

14
Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo Europeo, al Consejo, al
Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones. Inteligencia artificial
para Europa. Bruselas, 25de abril de 2018 COM(2018) 237 final.
15
Vid. LACRUZ MANTECÓN, M.L. Robots y personas. Una aproximación jurídica a
la subjetividad cibernética, Madrid, 2020. De una manera interdisciplinar, BARRIO
ANDRÉS, M., (Dir.), Derecho de los Robots, Madrid, 2018 y ROGEL VIDE, C., (Coord.),
Los robots y el Derecho, Madrid, 2018.
16
Como dice SALAZAR, I., La revolución de los robots. Cómo la inteligencia artificial y
la robótica afectan a nuestro futuro, Gijón, 2019, p. 51, “la revolución de los robots, de
una era tecnológica sin precedentes, de un mundo completamente interconectado, está
sucediendo en un tiempo record”.
17
Cfr. Resolución del Parlamento Europeo, de 12 de febrero de 2019, sobre una política
industrial global europea en materia de inteligencia artificial y robótica (2018/2088(INI)),

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No está de más recordar –y sorprendernos una vez más, por su agudeza–


que Isaac ASIMOV, en una fecha tan temprana como 1942, ya se preocupó
por la estrecha relación entre la inteligencia artificial y las directrices éticas
infranqueables, al formular sus Leyes de la Robótica:
1. Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un
ser humano sufra daño.
2. Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a
excepción de aquellas que entrasen en conflicto con la primera ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta
protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley18.
Como veremos más adelante, la centralidad del ser humano, seguirá siendo
el criterio fundamental frente a los avances en la aplicación de la inteligencia
artificial en el proceso.

3. El proceso ante los dilemas de la


inteligencia artificial
Por supuesto no es nueva la aplicación de las tecnologías de la información
y la comunicación al proceso con finalidades muy variadas, todas ellas
dirigidas a facilitar la actividad procesal. En España desde la reforma de
1994, la Ley Orgánica del Poder Judicial aludía, por vez primera en nuestro
ordenamiento jurídico, a la posibilidad de utilizar medios técnicos, electró-
nicos e informáticos para el desarrollo de la actividad y el ejercicio de las
funciones de juzgados y tribunales.
La verdad es que tardó mucho en proceder a una digitalización de la
actividad de la administración de la justicia, pero la Ley 18/2011, de 5 de
julio, reguladora del uso de las tecnologías de la información y la comuni-
cación en la Administración de Justicia, sin duda supuso un gran paso. Con
ella se introdujeron las sedes judiciales electrónicas, el expediente judicial
electrónico, los registros electrónicos, … Ya la versión original de la Ley de
Enjuiciamiento Civil de 7 de enero de 2000 había incluido, entre los medios
de prueba (art. 299.2), los instrumentos que permiten archivar y conocer
o reproducir palabras, datos, cifras y operaciones matemáticas llevadas a

y, con anterioridad, la Resolución del Parlamento Europeo, de 16 de febrero de 2017, con


recomendaciones destinadas a la Comisión sobre normas de Derecho civil sobre robótica
(2015/2103 (INL)).
18
ASIMOV, I., “Círculo vicioso”, publicado con el título Runaround, en la revista Astounding
Science Fiction, en marzo de 1942.

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cabo con fines contables o de otra clase, relevantes para el proceso19. Por su
parte, la Ley 19/2015, de 13 de julio, de medidas de reforma administrativa
en el ámbito de la Administración de Justicia y del Registro Civil, introdujo
las subastas electrónicas. Y a partir de la entrada en vigor de la Ley Orgánica
13/2015, de 5 de octubre, contamos en la legislación procesal penal española
con una regulación amplia sobre la utilización de diversos dispositivos
electrónicos para la persecución tanto de la delincuencia tradicional, como
de las complejidades de la ciberdelincuencia.
Aunque en todo ello pueden surgir amenazas para la integridad de los
derechos fundamentales, puede afirmarse que en la utilización de ninguna
de estas aplicaciones tecnológicas hay un sistema de inteligencia artificial
“fuerte”, en el sentido de que haya “máquinas con conciencia propia”20, ni
mucho menos con capacidad de decisión autónoma. Es usual hablar de
distintos grados de inteligencia artificial: fuerte, débil, específica, general,
como es propio de un concepto amplio y plural. Esta vaguedad nos somete a
retos continuos, que debemos tratar de suavizar.
Así, por el momento parece descartable la sustitución del ser humano
por la máquina pensante, en una aplicación de la inteligencia artificial fuerte
y general, con capacidad de aplicar conocimientos generales a las tareas
que se le planteen. De este modo nos situaríamos ante el fascinante debate
sobre el aprendizaje de las máquinas y de adoptar decisiones conforme a ese
aprendizaje –obviamente, ello dependerá de lo que entendamos por apren-
dizaje–21. Pero parece indiscutible que está ya entre nosotros la inteligencia
artificial débil, basada no en el reconocimiento de patrones independientes
que, a su vez son integrados, sino en el aprendizaje automático, con el
procesamiento de gran cantidad de datos y con verdaderos razonamientos
deductivos a partir de aprendizajes inductivos22.

19
Para una visión completa y crítica, vid. BUENO DE MATA, F., Prueba electrónica y
proceso 2.0., Valencia, 2014.
20
SUSSKIND, R., Online Courts…, Op. cit., p. 265: “The term, ‘intelligence’, for many obser-
vers suggests perhaps that the latest systems are in some sense actually ‘conscious’. In
the philosophical jargon of AI, a system that is conscious would be an exhibit of what is
known as ‘strong AI’”.
21
LÓPEZ MORATALLA, N., Inteligencia artificial ¿Conciencia artificial?, Madrid, 2017, p.
52: “Las máquinas construidas con la llamada tecnología cognitiva, simulando el cerebro
humano, podrían tener un Aprendizaje Automático o un Aprendizaje Profundo. De
manera simplificada se puede decir que, en el primer caso, simulan el funcionamiento
de la neurona, trabajando en una capa o varias capas. En el segundo, simularían las redes
neuronales complejas”.
22
Cfr. LÓPEZ MORATALLA, N., Inteligencia artificial…, Op. cit., p. 74.

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Como consecuencia de todo ello SUSSKIND nos habla de tecnologías


disruptivas para el abogado del mañana, en el sentido de que desaf ían y
cambian fundamentalmente el funcionamiento de un sector determinado23.
En nuestro ámbito podemos decir que hay una evolución en el acceso a la
justicia24 que cambia de medio, por lo menos parcialmente: del presencial
y f ísico al virtual y electrónico, tiene muchas más facilidades para obtener
información, e incluso podemos aventurarnos a afirmar que ciertas decisiones
basadas en criterios objetivos pueden automatizarse25. Posiblemente un
ejemplo claro puedan ser las decisiones relativas al procedimiento monitorio.
Salvo estos casos excepcionales de automatización, parece que es más
realista limitarnos a los casos en que la inteligencia artificial se utiliza como
instrumento auxiliar para el juzgador26, aunque no es razonable desdeñar
los instrumentos que permiten una gran predictibilidad en las decisiones
judiciales27, con los problemas que ello lleva consigo, como son los sesgos
implícitos tanto en la configuración del algoritmo como en los criterios de
selección de los datos que se introducen para la decisión.

23
SUSSKIND, R., El abogado del mañana. Una introducción a Tu futuro, 2.ª ed., Madrid,
2020, p. 77.
24
Vid. SOLAR CAYÓN, J.I., La inteligencia artificial jurídica. El impacto de la innovación
tecnológica en la práctica del Derecho y el mercado de servicios jurídicos, Cizur Menor,
2019, pp. 306-313.
25
Justamente el artículo 42 de la ya mencionada Ley 18/2011 se refiere a las actuaciones
judiciales automatizadas: “En caso de actuación automatizada, deberá establecerse
previamente por el Comité técnico estatal de la Administración judicial electrónica la
definición de las especificaciones, programación, mantenimiento, supervisión y control
de calidad y, en su caso la auditoría del sistema de información y de su código fuente.

Los sistemas incluirán los indicadores de gestión que se establezcan por la Comisión
Nacional de Estadística Judicial y el Comité técnico estatal de la Administración judicial
electrónica, cada uno en el ámbito de sus competencias”. NIEVA FENOLL, J., Inteligencia
artificial y proceso judicial, Madrid, 2018, p. 33-41, valora lo que denomina las “decisiones
automatizables, atendiendo a “los aspectos más obvios, que de hecho en algunos lugares
ya son objeto de automatización”.
26
SUSSKIND, R., Online Courts…, op. cit., p. 265: “instead, my attention here is on ‘weak AI
-functionally, these systems seem to be doing some of the work of lawyers but without the
cognitive states enjoyed by humans, such as our self-awareness and emotional satisfac-
tion”.
27
Para una perspectiva histórica de estos avances, vid., PALIWALA, A. (Ed.), A history of
legal informatics, Zaragoza, 2010. Una perspectiva actual en SAN MIGUEL CASO, C.,
“Las técnicas de predicción judicial y su repercusión en el proceso”, CONDE FUENTES,
J., y SERRANO HOYO, G., (Dirs.), La justicia digital en España y la Unión Europea,
Barcelona, 2019.

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Ya SARTOR y BRANTING en 1998 planteaban un análisis de las aplica-


ciones judiciales de la inteligencia artificial28 y apuntaban una tendencia
estable a la expansión hacia áreas más complejas que implican importantes
desaf íos, avanzando hacia una mayor influencia en la decisión judicial. Se
partía del examen de la confección automática de documentos judiciales
complementarios, para pasar a observar la creación de un sistema de apoyo
y suministro de información para una adecuada adopción de decisiones
judiciales, la aplicación de sistemas de inteligencia artificial que puedan ayudar
a regular la discrecionalidad judicial, la adecuada selección y aplicación de la
doctrina de los precedentes y, en definitiva, el apoyo informático para llegar
a la “mejor” resolución judicial29.
Por otra parte, la existencia de programas informáticos que introduzcan
los más avanzados sistemas de inteligencia artificial no nos debe llevar al
error de pensar que van a ser directamente aplicados en la actividad juris-
diccional cotidiana. Es más, existe una queja fundada acerca de la falta de
utilización de los sistemas ya disponibles en la gestión judicial diaria30, lo cual
no necesariamente es una consecuencia de la brecha digital, sino más bien de
la tendencia conservadora del trabajo en los juzgados y tribunales.

4. La relevancia inevitable de las cuestiones


éticas
La profunda alteración que provoca la aplicación, en alguna medida, de la
inteligencia artificial a algún aspecto del proceso corre el riesgo de produ-
cirnos un efecto de espejismo o embelesamiento en el minusvaloremos las

28
Vid. SARTOR, G., ad BRANTING, K., (Eds.), Judicial Applications of Artificial Intelligence,
Dordrecht, 2010.
29
Especial interés tiene el último capítulo, n el que TARUFFO, M., “Judicial decisions and
Artificial Intelligence”, SARTOR, G., ad BRANTING, K., (Eds.), Judicial Applications…,
op. cit., pp. 207-220. El jurista italiano afirma (p. 212) que “If one considers the evident
features of complexity, variability, flexibility and discretion that are typical of judicial
decisions, any approach aimed at interpreting the judicial reasoning according to logical
rules and models may appear as doomed to failure”. Y sigue (p. 214): “The so-called ‘eay
cases’ often are not easy enough to be standardized in terms of computerized models.
A fortiori such a standardization is extremely difficult or impossible to achieve in the
‘average’ judicial case, let alone in hard cases. It seems, therefore, that the type of
computerization we are considering may be useful but only in a relative narrow are of
judicial practice”.
30
Cfr. SUSSKIND, R., El abogado del mañana…, Op. cit., p. 147, donde habla, justamente
por esa causa, de “avances decepcionantes”.

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consecuencias negativas y las inseguridades en las que podemos incurrir.


Por ello se insiste, como ya vimos, en situar al ser humano en el centro y en
articular una serie de reglas éticas que deben respetarse para evitar que toda
esta problemática se nos vaya de las manos.
En muchas de las aplicaciones informáticas la clave de su eficacia se
encuentra en el manejo de una cantidad exorbitante de datos, algunos de ellos
cercanos a la privacidad31, lo cual ya nos sitúa ante unas cuestiones especí-
ficas desde el punto de vista constitucional32. Así, recurriendo a la conocida
metodología de las generaciones de derechos humanos, VASAK habla de la
tercera generación33, en la que PÉREZ LUÑO sitúa las consecuencias de la
revolución tecnológica34.
Sin embargo, hay que tener en cuenta un paso previo, por el que se pretende
ofrecer una serie de reflexiones morales, e incluso unos principios éticos, que
sirvan de guía al legislador. De este modo, volvemos a la Unión Europea, que
ya va teniendo una larga tradición en lo que desde el Programa de Estocolmo
se viene conociendo como” e-Justicia” o justicia electrónica35. En los últimos
años se ha destacado una preocupación por la dimensión ética de la inteli-
gencia artificial, como se señala en la Comunicación de la Comisión Europea,
de 8 de abril de 2019, que lleva precisamente como encabezamiento el de
“Generar confianza en la inteligencia artificial centrada en el ser humano”36
y en este texto se destaca que “… la Inteligencia Artificial no es un fin en sí
mismo, sino un medio que debe servir a las personas con el objetivo último
de aumentar su bienestar. Para ello, la fiabilidad de la inteligencia artificial
debe estar garantizada …”.

31
Vid. MAYER-SCHÖNBERGER, V., y CUKIER, K., Big Data. La revolución de los datos
masivos, Madrid, 2013, y HOFFMANN-RIEM, W., Big Data. Desaf íos también para el
Derecho, Madrid, 2018.
32
GARCÍA COSTA, F. M., “Perfiles constitucionales de la justicia electrónica”, en GÓMEZ
MANRESA, M.F., y FERNÁNADEZ SALMERÓN, M., Modernización digital e innova-
ción en la Administración de Justicia, Cizur Menor, 2019, pp. 23-35.
33
VASAK, K., Pour les droits de l’homme de la troisième génération, Strasbourg, 1979.
34
PÉREZ LUÑO, A.E., Los derechos humanos en la sociedad tecnológica, Madrid, 2012.
35
Programa de Estocolmo – Una Europa abierta y segura que sirva y proteja al ciudadano
[Diario Oficial nº C 115 de 4 de mayo de 2010]. Vid. SENÉS MOTILLA, C., (Coord),
Presente y futuro de la e-Justicia en España y la Unión Europea, Cizur Menor, 2010, y
DE LA OLIVA SANTOS, A.; GASCÓN INCHAUSTI, F.; AGUILERA MORALES; M.,
(Coords.), La e-Justicia en la Unión Europea. Desarrollos en el Ámbito Europeo y en los
Ordenamientos Nacionales, Cizur Menor, 2012.
36
Bruselas, 8.4.2019 COM(2019) 168 final.

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Encontramos pues, como concepto clave el de fiabilidad, el cual debe


ser reforzado con una serie de requisitos esenciales que se formulan como
exigencias para la aplicación de la inteligencia artificial:
- Intervención y supervisión humanas
- Solidez y seguridad técnicas
- Privacidad y gestión de datos
- Transparencia
- Diversidad, no discriminación y equidad
- Bienestar social y medioambiental
- Rendición de cuentas
Estamos en una perspectiva general, y por tanto previa a la específica
aplicación de la inteligencia artificial al proceso, pero la conclusión no es
ni mucho menos de menor entidad: “La dimensión ética de la inteligencia
artificial no es un lujo ni un algo accesorio: ha de ser parte integrante del
desarrollo de la inteligencia artificial”.
Como es lógico, estas materias tan delicadas no deben separarse de las
manos de los expertos, y por ello, se constituyó un “Grupo Europeo sobre
Ética de la Ciencia y las Nuevas Tecnologías”, que actúa como asesor de la
Comisión Europea. Entre sus trabajos, nos interesa la “Declaración sobre
inteligencia artificial, robótica y sistemas ‘autónomos’”, emitida el 9 de marzo
201837, pues parte de unos principios éticos y presupuestos democráticos
elementales y, por tanto, de un evidente alcance constitucional:
- Dignidad humana
- Autonomía
- Responsabilidad
- Justicia, equidad y solidaridad
- Democracia
- Estado de Derecho
- Seguridad e integridad corporal y mental
- Protección de datos y privacidad
- Sostenibilidad

Por su parte, fue constituido también un Grupo de expertos de alto nivel


sobre inteligencia artificial como centro del diálogo entre el gobierno de la
Unión Europea y las personas involucradas en el futuro de la inteligencia

37
http://ec.europa.eu/research/ege/pdf/ege_ai_statement_2018.pdf

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artificial. Este Grupo de Expertos retomó la idea central de la fiabilidad y


el 8 de abril de 2019 propuso unas “Directrices éticas para una inteligencia
artificial fiable”38. Tales directrices se apoyan en tres componentes que deben
satisfacerse a lo largo de todo el ciclo de vida del sistema:
a. la inteligencia artificial debe ser lícita, es decir, cumplir todas las leyes y
reglamentos aplicables;
b. ha de ser ética, de modo que se garantice el respeto de los principios y
valores éticos; y
c. debe ser robusta, tanto desde el punto de vista técnico como social, puesto
que los sistemas de inteligencia artificial, incluso si las intenciones son
buenas, pueden provocar daños accidentales.
Más recientemente, de manera aún más institucional, la Comisión
Europea utilizó la técnica del Libro Blanco para abrir un debate más amplio
sobre la inteligencia artificial39. De nuevo el planteamiento es amplio, por
tanto, no referido específicamente a la aplicación de la inteligencia artificial
a la justicia, pero aquí ya hay consideraciones mucho más cercanas al objeto
de nuestra preocupación, pues, por un lado, se habla de la existencia de
riesgos para los derechos fundamentales, especialmente la protección de
los datos personales y de la privacidad y la no discriminación40. Se afirma
que tales riesgos pueden ser resultado de defectos en el diseño general de
los sistemas de inteligencia artificial o del uso de datos que puedan ser
sesgados sin una corrección previa (por ejemplo, se entrena un sistema
utilizando única o principalmente datos relativos a hombres, y ello se
traduce en resultados peores con relación a las mujeres). Pero también hay
otra dimensión de riesgos para la seguridad y el funcionamiento eficaz del
régimen de responsabilidad civil41.

38
https://op.europa.eu/es/publication-detail/-/publication/d3988569-0434-11ea-8c1f-
01aa75ed71a1
39
Libro Blanco sobre la inteligencia artificial - Un enfoque europeo orientado a la excelencia
y la confianza. Bruselas, 19 de febrero de 2020 COM (2020) 65 final.
40
“El uso de la inteligencia artificial puede afectar a los valores sobre los que se fundamenta
la UE y provocar la conculcación de derechos fundamentales, como la libertad de expre-
sión, la libertad de reunión, la dignidad humana, la ausencia de discriminación por razón
de sexo, raza u origen étnico, religión o credo, discapacidad, edad u orientación sexual, y,
en su aplicación en determinados ámbitos, la protección de los datos personales y de la
vida privada, el derecho a una tutela judicial efectiva y a un juicio justo, o la protección de
los consumidores”.
41
“Las tecnologías de IA pueden presentar nuevos riesgos de seguridad para los usuarios
cuando estén integradas en productos y servicios”.

528
lorenzo m. bujosa vadell

Es importante subrayar la constatación de supervisión humana, pues


ayuda a garantizar que un sistema de inteligencia artificial no socave
la autonomía humana o provoque otros efectos adversos. Se trata, en
definitiva, de tratar de compensar algunas características particulares
de algunas de las tecnologías de inteligencia artificial, como la opacidad,
la complejidad, la imprevisibilidad y un comportamiento parcialmente
autónomo, que pueden complicar la aplicación efectiva de la normativa
sobre derechos fundamentales.
Asimismo, desde la perspectiva ética, ya desde fuera de la Unión Europea
puede ser interesante citar los conocidos Principios ASILOMAR sobre
inteligencia artificial, aprobados en el seno del Future of Life Institute, en
la reunión de más de cien expertos de distintas disciplinas, que tuvo lugar
en Pacific Grove (California), en enero de 201742. También de una forma
genérica se enumeran una larga serie de exigencias que deben cumplir los
sistemas de inteligencia artificial. Desde el punto de vista del proceso nos
interesan sobre todo los siguientes:
“Seguridad: Los sistemas de inteligencia artificial deberían ser seguros a lo
largo de su vida operativa y verificables donde sea posible.
Transparencia en los fallos del sistema: Si un sistema de inteligencia
artificial causa daño debería ser posible determinar la causa.
Transparencia en las decisiones: Cualquier intervención de un sistema
autónomo en una decisión debería ir acompañada de una explicación
satisfactoria y controlable por parte de una autoridad humana competente.
(…)
Respeto a los valores: Los sistemas de inteligencia artificial altamente
autónomos deberían ser diseñados para que sus metas y comportamientos
puedan alinearse con los valores humanos a lo largo de sus operaciones.
Valores humanos: Los sistemas de inteligencia artificial deberían ser
diseñados y operados para que sean compatibles con los ideales de dignidad
humana, derechos, libertades y diversidad cultural
Privacidad personal: La gente debería tener el derecho de acceder, gestionar
y controlar los datos que se generan por la aplicación de sistemas de inteli-
gencia artificial (…)”.

Aunque todos estos criterios y requisitos se formulan de manera general,


naturalmente son aplicables a las diversas modalidades que pueda adoptar
la inteligencia artificial en la administración de la justicia. Es fundamental

42
Vid. https://futureoflife.org/ai-principles/

529
inteligencia artificial y proceso

que tales instrumentos sean también fiables y que para ello se arbitren las
necesarias cautelas respecto a la seguridad, transparencia, privacidad, no
discriminación y dignidad humana. Si hay dudas respecto a alguno de estos
ítems será mejor desechar las ventajas que pueden derivarse de su utilización,
pues existen demasiados riesgos para poder afirmar con fundamento que el
respeto al ser humano sigue estando en el centro de todo ello. Parece evidente,
no obstante, que para ello es preciso un desarrollo normativo preciso, que
está todavía por determinar43.

5. Conclusiones abiertas
Todas las anteriores consideraciones, los documentos preparatorios, las
reflexiones doctrinales, los continuos avances tecnológicos no nos pueden
más que conducir a unas conclusiones abiertas. Estamos en un momento en
que nos planteamos dudas, dilemas, necesidades, pero también exigencias.
No se trata, por tanto, de una situación totalmente nebulosa e indefinida.
Aunque está claro que se trata de un objeto de estudio en continua evolución,
ya tenemos unos referentes éticos insoslayables, que deberían concretarse
más y servir de límites para los desarrollos legislativos.
La visión realista de la aplicación de la inteligencia artificial al proceso se
centra en la actualidad en la consideración de métodos de apoyo al juzgador,
por ejemplo, permitiéndole una rápida selección de jurisprudencia sobre el
caso. Sin embargo, en algunas decisiones nos acercamos ya a la aplicación de
instrumentos que, por lo menos parcialmente, pueden suponer una cierta
sustitución del juzgador en alguna de sus decisiones, como en los reque-
rimientos de pago automatizados; en la apreciación de prueba electrónica
(blockchain); en valoración de probabilidades de reincidencias …
Todo ello no nos debe ocultar la persistencia de problemas serios que
están pendientes de resolución: la cuestión de la construcción neutral del
algoritmo; el problema de los sesgos en los datos que se van introduciendo
en el sistema informático; el aseguramiento de los datos (big data) y la priva-
cidad; o la cuestión de la autonomía en el aprendizaje y su control.

43
LATORRE, J.I., Ética para máquinas, Barcelona, 2019, pp. 206-207: “La insensatez campa a
sus anchas. Las inteligencias artificiales avanzan sin códigos éticos consensuados. Ningún
político habla de qué programar, de qué criterio sobre el bien y el mal rige las acciones de un
dron, un robot o el gestor de tráfico de una ciudad. Este error no es nuevo. Los humanos no
hemos sabido establecer normas éticas consensuadas para los avances anteriores”. En este
sentido, COECKELBERGH, M., AI Ethics, Cambridge (Massachusets), 2020, pp. 144-165,
se refiere a “qué es necesario hacer y otras cuestiones que los políticos deben responder”.

530
EL EMPLEO DE LA TECNOLOGÍA EN EL
PROCESO CIVIL DESPUÉS DEL COVID-19

Miguel Enrique Rojas Gómez*

1. Introducción
En los tiempos que corren aun padecemos las dificultades que, en todas las
facetas de la vida, nos impuso el miedo generado por la pandemia que azota
a la humanidad en esta etapa de la historia y que ha obligado a los actores
sociales a repensar para el futuro cada una de las actividades de su particular
interés.
Por supuesto que no es hora de lamentar los fracasos que en cada aspecto
de la vida han tenido que reconocer las comunidades y sus dirigentes, sino
de emplear la creatividad para imaginar cómo debemos obrar en aras de
recuperar lo que se ha perdido y, quizás, de avanzar en busca de un futuro
con mejores condiciones para cada colectividad.
De ahí que, para participar en el magno Congreso Colombiano de Derecho
Procesal, que esta vez se realiza en forma virtual, haya preferido exponer en
forma aventurada algunas reflexiones sobre lo que me parece que el país debe
tener en cuenta para acomodarnos a la normalidad que sobrevendrá cuando
la pandemia haya cesado y para mejorar las condiciones en las que opera la
justicia civil.

*
Abogado de la Universidad Externado de Colombia, con especialización en derecho
procesal civil y doctorado en derecho. Profesor de las Universidades: Externado de
Colombia, de los Andes, Javeriana, Nacional, Nuestra Señora del Rosario y Sergio
Arboleda. Miembro de la Comisión redactora del Código General del Proceso, del
Instituto Colombiano de Derecho Procesal y del Instituto Iberoamericano de Derecho
Procesal. Director de la Revista del Instituto Colombiano de Derecho Procesal y Director
de la Escuela de Actualización Jurídica. Autor de: Lecciones de derecho procesal, Eficacia
de la prueba obtenida mediante irrupción en la intimidad, entre otras obras.

531
el empleo de la tecnología en el proceso civil después del covid-19

2. La experiencia del proceso civil en medio


de la pandemia
La primera reflexión que me parece inevitable consiste en reconocer la
realidad del funcionamiento de la justicia civil durante la emergencia
originada en la pandemia. En ese sentido cabe recordar que apenas se tuvo
información de que la amenaza de la pandemia acechaba a la población
colombiana, el órgano de administración judicial (Consejo Superior de la
Judicatura) decidió cerrar las sedes judiciales y suspender íntegramente los
términos procesales en el área civil, lo que implicó la parálisis total de los
trámites desde el 16 de marzo, situación que coincidió con la supresión de la
libertad de locomoción de la población mediante la orden de confinamiento
impartida por el gobierno nacional.
Unas semanas después, la misma autoridad de administración judicial
levantó la suspensión de términos para ciertos y excepcionales tipos de
pleitos, pero la mantuvo para el resto de asuntos hasta el 30 de junio. Sin
embargo, impuso a los servidores judiciales la realización de una serie de
actividades durante el confinamiento, con el propósito de avanzar en el
trabajo a cargo del sistema de justicia, pese a que los trámites procesales no
pudiesen continuar su marcha.
Entre tanto, el gobierno adoptó medidas normativas encaminadas a
conjurar la incertidumbre que en los ciudadanos engendró la suspensión
de la actividad judicial y los términos procesales. Así mismo, procuró
acondicionar algunos preceptos legales a la situación de emergencia, con el
propósito de facilitar el avance de las actuaciones procesales sin apertura de
las sedes judiciales, y reemplazó la realización de algunas audiencias por la
producción de documentos escritos (alegatos y fallo) destinados a divulgarse
por medios magnéticos (Decretos 491, 564 y 806 de 2020).
A partir del 1º de julio el Consejo de la Judicatura levantó la suspensión de
términos procesales en general y dispuso la realización de la actividad judicial
sin contacto f ísico con los particulares y sin desplazamiento de los servidores
públicos a las sedes judiciales, salvo en situaciones excepcionales. Con el
propósito de promover el avance de los pleitos, ordenó que la actividad se
ejecutara con el empleo de la tecnología disponible en el sistema judicial, la
propia de los servidores judiciales y la de los particulares interesados en cada
uno de los trámites.
Bien pronto la autoridad administrativa reculó y prohibió de nuevo el
ingreso de servidores públicos a las sedes judiciales, al tiempo que mantuvo
la directiva de realizar toda la actividad judicial a través de las herramientas

532
miguel enrique rojas gómez

tecnológicas al servicio de la información y de las comunicaciones. Cuando


escribo estas líneas, las sedes judiciales se mantienen cerradas.
Es claro que todas las decisiones que las autoridades adoptaron y que
tuvieron impacto en la administración de justicia fueron aventuradas, pues
ninguna había tenido experiencia en el manejo de situaciones semejantes,
dado que en las últimas diez décadas el país no había vivido una amenaza de
ese tamaño.
Lo cierto es que, a pesar de los esfuerzos que las autoridades han hecho
para evitar el estancamiento de la función pública de administración de
justicia, en lo que hace al área civil solo algunos excepcionalísimos casos
han mostrado verdaderos avances, otros han experimentado movimientos
insignificantes y los más han permanecido paralizados desde el 16 de marzo.
Dicha parálisis encuentra explicaciones racionales. La primera que puede
darse es el impacto que generó en la población el advenimiento de un fenómeno
insólito que nadie había previsto y que tomó por sorpresa a las autoridades
y a los particulares. Por supuesto que ante algo desconocido e inesperado, el
temor invade a las personas y la perplejidad les bloquea el pensamiento y la
creatividad. Además, a quienes ejercen autoridad, la prudencia les aconseja
abstenerse de tomar decisiones apresuradas. El afán que engendra la crisis
entra en conflicto con la racionalidad que debe imperar en la adopción de
decisiones importantes. De ahí que no parezca cuestionable el cierre de las
sedes judiciales y la suspensión repentina de la actividad judicial apenas
constatada la emergencia.
En tanto avanzó la crisis, aumentó la amenaza y se intensificó el temor
por la propagación del virus, lo que hizo cada vez más dif ícil contemplar la
posibilidad de abrir los despachos judiciales. La situación indujo al órgano
de administración judicial a plantear la posibilidad de adelantar el trabajo
inherente a la función judicial sin el desplazamiento de los funcionarios a
las sedes judiciales, sin atención presencial del público, echando mano de
la colaboración de estos y de los particulares comprometidos en los pleitos.
El gobierno apoyó la idea con la expedición de normas procedimentales de
emergencia.
A partir de allí se generó en el ambiente la ilusión de que la administración
de justicia civil sería realidad con la ayuda de las tecnologías de la información
y de las comunicaciones y que con ello se superarían los obstáculos que
habían determinado la parálisis. Sin embargo, la ilusión se fue desvaneciendo
demasiado rápido en tanto se tropezó con algunos obstáculos que han hecho
prácticamente imposible avanzar seriamente en el trámite de los pleitos
civiles.

533
el empleo de la tecnología en el proceso civil después del covid-19

Por un lado, la precariedad de las herramientas tecnológicas en poder


de los operadores judiciales y de los ciudadanos que deben participar en la
actividad judicial, plantea dificultades para la interacción entre despachos
judiciales y particulares, lo que obstruye la práctica de diligencias necesarias
en el curso de los procesos. En esas circunstancias, se dificulta el avance de
los trámites.
Adicionalmente, la falta de hábito de uso de las herramientas tecnoló-
gicas produce un infundado temor a hacerlo, lo que redunda en perjuicio
de la buena marcha de las actuaciones por medios digitales. Quizás por lo
mismo y por la inexperiencia en el manejo de medios tecnológicos, se tiene la
tendencia injustificada a desconfiar de la fidelidad y seguridad de los mensajes
de datos, lo que compromete la agilidad que es propia de las tecnologías de
la información.
En definitiva, no obstante la voluntad que han mostrado las autoridades
para adelantar la actividad judicial durante la emergencia, lo que se ha logrado
es muy poco y la insatisfacción de la ciudadanía por la desatención de los
reclamos de justicia no puede ser más dramática.

3. Las lecciones que dejó la situación de crisis


A pesar del impacto negativo que la crisis ha tenido en la situación de la
administración de justicia, quizás sea bueno rescatar los aspectos positivos
de la experiencia. En medio de tanta desatención e insatisfacción ciudadana,
la sociedad debe promover cambios de actitud y mirar hacia el futuro con
una proyección clara, para lo cual es necesario identificar las lecciones que la
situación ha dejado. Enseguida se intenta hacer tal ejercicio.

A. Se han dedicado demasiados esfuerzos a realizar


actividades innecesarias e inútiles
En medio de cualquier crisis las personas suelen contraer sus preocupaciones
a las cosas necesarias y útiles. De ahí que toda situación de emergencia suela
exhibir la virtud de poner al descubierto lo que sobra y lo que carece de
utilidad. En lo relativo a la administración de justicia, esta emergencia ha
dejado notar que una buena cantidad de exigencias y conductas que suelen
imponerse, hacen estorbo o, por lo menos, lucen innecesarias e inútiles,
como las que se mencionan enseguida.
a) Presentación personal de memoriales. Pese a que las normas procesales
han insistido en aborrecer la exigencia de presentación personal, no es

534
miguel enrique rojas gómez

extraño que los despachos judiciales la requieran, dizque para asegurarse


de que la persona que figura como autor del memorial realmente lo es. Por
supuesto que se trata de una actitud que expresa una infundada descon-
fianza y que redunda en perjuicio de la buena marcha de la actividad
procesal. La experiencia ha permitido constatar que sin la exigencia de
presentación personal son escasos los eventos de fraude y que requerirla
no descarta del todo la suplantación.
b) Exhibición de la tarjeta profesional del abogado. Con el pretexto de que el
funcionario judicial debe asegurarse de que quien obra como apoderado
esté asistido de derecho de postulación, suele exigirse que exhiba su
tarjeta profesional, echando mano de una antigua disposición legal que
había caído en desuso varias décadas antes (Dcto. 196 de 1971, art. 22).
Hace varios años los funcionarios judiciales tienen a la mano una herra-
mienta que les permite verificar no solo si el apoderado es portador de
tarjeta profesional de abogado, sino, además, si no ha sido inhabilitado
para el ejercicio de la profesión. Basta ingresar a la base de datos de la
rama judicial para averiguar la información.
c) Comparecencia al despacho judicial a ver el expediente. Ha sido constante
la práctica de preservar del público el contenido de las providencias que
se emiten, por lo que los despachos judiciales suelen contraer a las partes
y a sus apoderados la lectura de aquellas. De ahí la actitud renuente de los
despachos judiciales a suministrar por teléfono o por correo electrónico
la información relativa a los procesos y la exigencia de que el interesado
concurra personalmente a la sede judicial a examinar el expediente.
d) Exigir que las partes, sus apoderados y los testigos concurran a la
sede judicial a las audiencias, sin consideración de las dificultades
individuales. A pesar de las facilidades que en ocasiones ofrecen las
herramientas tecnológicas, de la disponibilidad de estas y de la súplica
de los interesados, no ha sido extraño que los servidores judiciales
exijan la concurrencia f ísica de todos los sujetos que deben intervenir
en la audiencia, lo que obliga a las personas a desplazarse hasta la sede
judicial. Aun a sabiendas de que algunos sujetos residen en lugar muy
lejano y que es elevado el costo de desplazamiento en términos de
tiempo y dinero, los operadores judiciales no suelen ser flexibles con la
comparecencia de los interesados.
e) Impedir que el apoderado de una parte conozca el memorial que la otra ha
presentado. En una curiosa actitud, ha sido corriente que los despachos
judiciales oculten a cada parte los memoriales que han presentado los
demás intervinientes, hasta tanto haya pronunciamiento sobre ellos, lo
que obliga a concurrir más veces a la sede judicial a revisar el expediente.

535
el empleo de la tecnología en el proceso civil después del covid-19

f ) Aportación de un ejemplar de la demanda en documento magnético


para cada traslado. No ha faltado la exigencia de aportar un dispositivo
con la copia de la demanda y sus anexos para el traslado de cada uno de
los demandados, como si el mensaje de datos no fuese para reproducirlo
y enviarlo al correo electrónico de cada demandado.
g) Negar el ejercicio de la defensa por no estar reconocida personería al
apoderado judicial. Aunque no es muy frecuente, a veces se incurre
en tal conducta que erosiona el derecho de defensa y que obliga al
apoderado a repetir la visita a la sede judicial.
h) Expedición de copias simples y auténticas. No obstante, la facilidad de
escanear o tomar fotograf ías de las piezas del expediente que cualquier
interesado requiera, sigue siendo una frecuente práctica la expedición
de copias por el secretario del despacho judicial, lo que redunda en
perjuicio de la marcha normal de la actividad judicial. Adicionalmente,
aun sigue exigiéndose en muchos despachos públicos y privados la
presentación de copias auténticas, a pesar de que las leyes han definido
que tienen idéntico valor.
i) Ordenar la reiterada reproducción de piezas innecesarias para tramitar
comisiones o apelaciones. Con frecuencia se ordena la expedición de
copias de todo el expediente para adelantar trámites que solo requieren
unas pocas, como sucede con los despachos comisorios y las apela-
ciones.
j) Exigir la rúbrica en los memoriales. La tradición ha hecho pensar que
todo memorial debe llevar la rúbrica del autor, a pesar de que no existe
disposición legal que así lo imponga.
k) Devolver memoriales por no haber enviado copia a la contraparte. A
partir del precepto legal que ordena a cada parte enviar copia de cada
memorial al adversario (CGP, art. 78), ha hecho carrera la práctica de
devolver los memoriales cuando no haya constancia de que se han
remitido a la contraparte.
l) Devolver memoriales por haberlo enviado en hora inhábil. No ha faltado
la inexplicable práctica de devolver un memorial que ha sido enviado
por correo electrónico por haber sido recibido en horas inhábiles.
m) Devolver los memoriales que no traigan numeradas las páginas.
Aunque parezca ridículo, es una práctica que ha venido presentándose
en algunos despachos.

536
miguel enrique rojas gómez

B. Se puede prescindir de todo aquello que sea


innecesario
Prácticas como las que he enunciado lucen caprichosas, irracionales e,
incluso, ridículas, pero han sido más frecuentes de lo que el ciudadano pueda
imaginar. Quizás en tiempos normales no se perciban tan censurables y
pasen inadvertidas; pero en época de emergencia, se muestran absurdas y
brillan por su irracionalidad.
En tiempos de crisis, como la que vivimos ahora, provocan la crítica acerba
del ciudadano y el deseo de desterrarlas de una vez por todas. De ahí que la
reflexión más obvia consista en plantear que en la actividad judicial deberá
prescindirse de todo aquello que sea innecesario o inútil, como lo ordena el
régimen procesal (CGP, art. 11).

C. Es preciso abandonar los miedos infundados


La experiencia de la crisis también ha planteado la necesidad de despojar de
temores infundados a los servidores judiciales y a los particulares que deben
participar en la actividad jurisdiccional. Por un lado, es preciso abandonar el
miedo al uso de herramientas tecnológicas, reconociendo que están hechas
para facilitar y agilizar las actividades de la humanidad y que en la época
contemporánea la mayoría de los ciudadanos están prácticamente obligados
a utilizarlas.
Además, es indiscutible que muchas de las actuaciones propias de los
pleitos judiciales pueden realizarse con mayor facilidad mediante el empleo
de herramientas tecnológicas. Incluso, en buena cantidad de situaciones, el
uso de estas se traduce en ahorro visible de tiempo y recursos. Pronuncia-
miento de providencias, notificaciones, envío y recepción de memoriales,
celebración de algunas audiencias, emisión de oficios y comunicaciones a
particulares o a otras autoridades, son actividades que pueden cumplirse de
manera ágil, confiable y económica por medio de los canales digitales, con
resultados óptimos.
Por otro lado, es necesario despojarse del temor al fraude en el seno del
proceso. Aunque haya personas propensas a hacer suplantaciones y fraudes,
la controversia característica del escenario judicial hace que el proceso sea
el escenario menos propicio para consumar una conducta fraudulenta. Allí
cada partícipe está expuesto al escrutinio del juez y de las otras partes. De
ahí que en el seno del proceso judicial sea excepcional la falsificación o la
suplantación.

537
el empleo de la tecnología en el proceso civil después del covid-19

D. No todo puede solucionarse con las herramientas


virtuales
Aunque buena parte de la actividad procesal puede desarrollarse sin la
concurrencia de los interesados a la sede judicial e, incluso, en ciertos casos
el resultado puede ser mejor, también es cierto que algunas actuaciones
hacen necesaria o, por lo menos, aconsejable la presencia f ísica de los
intervinientes.
Inspecciones judiciales y diligencias de secuestro o de entrega son actua-
ciones que reclaman indefectiblemente la presencia f ísica de la autoridad
judicial, por lo que es imposible realizarlas de manera virtual.
Suele discutirse si otras audiencias exigen la presencia f ísica de los
intervinientes. En especial se habla de las audiencias en las que se practican
pruebas, particularmente interrogatorios a las partes, a los testigos o a
los peritos. La razón que se aduce para reclamar la presencia f ísica de las
personas que han de intervenir es la necesidad de asegurarse de la esponta-
neidad de quien debe ser interrogado, de la ausencia de compañía de otras
personas que puedan inducir las respuestas y de la continuidad del diálogo
entre interrogador e interrogado.
A dicho propósito conviene precisar que las tecnologías de la infor-
mación y de las comunicaciones facilitan asegurar un escenario adecuado
sujeto a la observación de todos los intervinientes, de modo que se pueda
contar con la seguridad de que el interrogado no esté acompañado, que la
interacción sea constante e ininterrumpida y que el interrogado conteste de
manera espontanea. Por supuesto que esas condiciones deben ser expresas
a la hora de programar la audiencia, de manera que sobre la marcha no se
acepten medios inapropiados. Así, por ejemplo, si el interrogado no dispone
de un recinto adecuado para escuchar el interrogatorio y contestarlo, si el
sistema de comunicación no permite observar íntegramente a la persona
y a su entorno próximo, si la comunicación no es suficientemente fluida
para garantizar la continuidad, la autoridad debe abstenerse de recibir la
declaración, dado que en condiciones distintas puede afectarse el derecho
de defensa o perderse la confiabilidad de la prueba. Será responsabilidad
del interesado procurar las condiciones propicias para la práctica de la
diligencia con el uso de herramientas tecnológicas, pues de lo contrario las
diligencias de su interés pueden resultar frustradas.

538
miguel enrique rojas gómez

4. Las opciones que se asoman tras la


tempestad
Es hora de pensar en lo que vendrá cuando el miedo a la letalidad de la
pandemia se haya atemperado y la población pueda recuperar su estilo
ordinario de vida. Seguramente surgirán diversas opciones para restablecer el
funcionamiento de la administración de justicia, entre las cuales la sociedad
deberá escoger la que prometa mejor resultado en las condiciones de vida
que la época contemporánea plantea. Enseguida pretendo aventurarme a
plantear algunas de tales opciones.

A. Retornar a la normalidad preexistente


No es bueno ignorar que después de una emergencia buena parte de las
personas tiene la propensión a enterrar el sufrimiento, olvidarse del drama
y recuperar el statu quo preexistente. Por lo tanto, no sería extraño que los
juristas apunten a restablecer íntegramente los métodos de trabajo que tenían
antes de la crisis y echarle tierra a la experiencia vivida y a lo aprendido con
la tecnología por fuerza de las circunstancias.
Para los operadores judiciales y abogados litigantes que se movían con
holgura y comodidad en las condiciones anteriores a la emergencia, segura-
mente será una excelente opción volver al pasado.

B. Apostarle a un método de trabajo del todo novedoso


Por supuesto que después de haber experimentado con las herramientas
tecnológicas y haber saboreado las ventajas que en muchas actividades
ofrecen, muchos estarán pensando en echar a la basura la experiencia del
pasado y reemplazar íntegramente el método de trabajo en la actividad
judicial. No querrán volver a saber de memoriales o providencias impresas,
de audiencias presenciales, de notificaciones por medio de servicio postal,
etc. Desearán que toda la actividad aneja a la función jurisdiccional se cumpla
por medio de canales virtuales, lo cual luce demasiado seductor en un mundo
que cada vez depende más del uso de herramientas tecnológicas.

C. Aprovechar la experiencia y rediseñar los hábitos


A lo mejor también haya quienes no deseen regresar al pasado con todos
sus vicios, que aborrezcan solo algunas de las prácticas cuya inutilidad o
perversión se puso de manifiesto gracias a la crisis, que quieran mantener
ciertos aspectos de los métodos tradicionales y combinarlos con las ventajas
que la tecnología demostró en medio de la emergencia.

539
el empleo de la tecnología en el proceso civil después del covid-19

5. Lo deseable después de la emergencia


Pontificar sobre lo que debe hacerse después de una tempestad, es
demasiado aventurado. Sin embargo, no está demás proponer lo que me
parece aconsejable para que la justicia civil pueda reponerse tras la parálisis
(relativa, si se quiere) que ha sufrido gracias a la pandemia y, por qué no,
pueda avanzar hacia un futuro promisorio.
En esa dirección estimo que la administración de justicia debe superar
algunas prácticas que en la emergencia han demostrado ser perniciosas y
ascender en la construcción de un modelo apoyado en actitudes coherentes
con las circunstancias actuales para que sea posible aprovechar las ventajas
que los avances tecnológicos ofrecen en la época contemporánea. En esa
empresa quizás ayuden elementos como los que anuncio enseguida.

A. Abandonar todo lo que sea innecesario o haga estorbo


La idea de expeler del proceso judicial todo aquello que sea innecesario o inútil,
consignada entre las disposiciones generales del régimen procesal (CGP, art.
14), no debe seguir siendo solo un referente académico. La administración
judicial debe poner el foco en las prácticas que lucen estériles y que implican
un desgaste injustificado del sistema judicial o de los sujetos que deben
intervenir en la actividad procesal. Todo lo que sea innecesario para avanzar
en el trámite de los pleitos con respeto de las garantías fundamentales hace
estorbo en la administración de justicia y, por lo tanto, debe ser aborrecido y
desechado por los operadores judiciales.
Hacer realidad dicho postulado normativo implica un severo cambio
de actitud de todos los partícipes en la actividad procesal, que descarte la
percepción de las formas procesales como adornos imprescindibles y las
conciba, en cambio, como instrumentos de realización de las garantías
fundamentales.
De ser así, de cara a cada exigencia formal deberá cuestionarse si es
realmente necesaria o si, por lo menos, ofrece alguna utilidad, pues en caso
negativo deberá prescindirse de ella si se quiere avanzar hacia la realización
del derecho sustancial como objetivo del proceso.

B. Abandonar los temores sin fundamento


Aprovechar las ventajas que los instrumentos tecnológicos ofrecen implica
darse la oportunidad de conocerlos, descubrir lo que puede hacerse con ellos
y las limitaciones que plantean y superar el miedo a emplearlos incorrec-

540
miguel enrique rojas gómez

tamente. En tanto los operadores judiciales y los litigantes se familiaricen


con las herramientas de comunicación virtual, podrán advertir que ofrecen
un enorme servicio a la agilización del trabajo a cargo del sistema judicial,
facilitan drásticamente la actividad de los litigantes, los apoderados y demás
intervinientes y aseguran la información que fluye en la actividad procesal y
que debe quedar registrada.
Así mismo, es preciso vencer el injustificado temor a la suplantación y al
fraude en el interior del proceso judicial, para lo cual es preciso reconocer
que el escrutinio a que se somete cada elemento que ingresa allí dificulta
gravemente el éxito de cualquier actitud fraudulenta. Desterrado ese temor,
cada uno de los sujetos que participan en el proceso puede obrar en forma
más tranquila y fluida a partir de la confianza en los que comparten el mismo
escenario.

C. Diseñar métodos de trabajo fundados en la confianza


Superada la desconfianza a la que se ha hecho alusión, desaparecerán
múltiples talanqueras que suelen frenar el curso de los procesos judiciales y
será posible idear métodos de trabajo que permitan el flujo adecuado de las
actuaciones en la dirección adecuada a la realización del derecho sustancial,
objetivo primordial de la actividad procesal.

4. Conclusión
Sin la pretensión de proponer fórmulas mágicas que conviertan, de un
momento para otro, la actividad procesal en un paraíso, estimo que el
aprovechamiento de las lecciones que ha dejado la situación de emergencia
puede ser el camino para despojar a los juristas de irracionales e inexplicables
temores han permanecido por siglos y que han impedido avances serios en
la realización de la anhelada administración de justicia pronta y cumplida.

541

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