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Nos falta conocimiento, nos falta percepción clara. Creo es una especie de aprisionamiento.

Creemos que la gente sólo debería vivir en el lugar donde nacieron. Como si hubieran firmado un
contrato con Dios: “Nací en Birmingham y prometo nunca marcharme.” Este aprisionamiento ha
contribuido mucho a la ignorancia que existe en todo el mundo. A los prejuicios que la gente tiene
de sus vecinos, del país próximo o de otra religión. Y sobre “esa tribu” y de gente de “ese color”. Si
la gente tuviera la libertad de viajar más... si alguien viaja de Birmingham a Tailandia, no es
verdaderamente viajar. Eso es turismo. Pero si se viaja de Birmingham a Liverpool y se vive en
Liverpool y luego se va a Irlanda y se vive en Irlanda y luego se regresa y se vive en Londres por
un tiempo, y luego pasa un tiempo viviendo en París, y luego se visita África y después Tailandia,
eso si es viajar. El viajar te desafía a cambiar tus perspectivas provincianas. El viajar comienza
alterando tu sentido de suposiciones que haces sobre el mundo. Viajar te permite ver cuán
diferente eres del vecino del pueblo cercano, y cuán similar eres. Por eso es importante enseñar a
los niños a pensar con claridad y también viajar con ellos. Me parece que mover a los niños
gradualmente hacia otras partes es una influencia importante para liberar la mente y reducir los
prejuicios. Debes tratar con el problema del racismo de un modo que no sea solo político. No se lo
puede sacar mediante leyes. Es importante comprender por qué la gente es de ese modo y por
qué piensa de esa manera. El problema no es que la gente blanca no ha conocido a la gente
negra. El problema es que la gente no abandona sus vecindarios. La verdadera libertad para un
holandés sería liberarse de ser holandés. Y para el africano, no ser africano. Es la libertad de
expandir constantemente tu definición de lo que piensas y experimentas, siempre permitiendo
nuevas posibilidades. Es la libertad de investigar nuestro lado oscuro, el lado que rechazamos.
Necesitas este conocimiento para poder encontrar tu vocación. No te levantas y simplemente
dices que vas a ser un fotógrafo. Tienes que entrar en el proceso. Tienes que aprender a
rendirte y en algún punto, la maestría te llegará. Llega un punto donde tus manos se rompen,
tu cara se rompe y tu espíritu se altera, cuando comienzas a percibir las leyes ocultas de tu arte.
Sólo entonces puedes comenzar a tomar fotografías y escribir poemas que serán de gran valor a
este mundo. Sólo entonces podrás trascenderte.

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