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El Coliseo Romano o Anfiteatro Flavio es el monumento símbolo de Roma.

Construido hace 2000 años para celebrar la grandeza del Imperio Romano hoy
lo visitan más de 6 millones de turistas. Te contamos su historia, admiramos su
belleza, te explicamos cómo llegar, los horarios y precios de las entradas.
El Coliseo Romano fue construido para celebrar la grandeza de un imperio y de una
ciudad que marcó la historia mundial. En esta página encontrarás gran cantidad de
información, artística y práctica, sobre el majestuoso Coliseo de Roma: su historia, cómo
llegar, los horarios, el precio de las entradas, cómo evitar las colas o disfrutarlo con
nuestras visitas guiadas. Todo ello, actualizado y con detalles útiles para visitar El
Anfiteatro Flavio: uno, si no el más importante, de los lugares imprescindibles que ver en
Roma.

Historia del Coliseo de Roma


El teatro formaba parte importante de la vida de la Antigua Roma. Pompeyo primero y
luego Augusto, construyen los primeros teatros estables, grandiosos, para una ciudad en
plena expansión. Un poco más tarde el emperador Vespasiano fue quien decidió la
construcción del primer anfiteatro estable de la ciudad. Literalmente un teatro ‘doble’ en
donde la escena elíptica se convirtiese en centro de un pequeño universo festivo. Lo quiso
construir en área con un fuerte significado para la ciudad: anteriormente estaba ocupada
por el enorme lago artificial que alegraba y refrescaba el gran complejo de la gran Domus
Aurea de Nerón.

El Coliseo Romano – Anfiteatro Flavio fue terminado en el año 79 d. C. e inaugurado en


el año 80 por el emperador Tito con unos juegos que duraron 100 días. Más tarde, fue
completado en su parte superior por Domiciano, aunque en tiempos del emperador
Alejandro Severo sufrió importantes trabajos de reestructuración.

Reconstrucción del Colosso de Nerone


En edad tardo imperial su uso quedó reducido a las ‘venationes’ (cacerías). Luego, el
Coliseo en la Edad Media, tras varios terremotos que lo habían dañado seriamente, fue
transformado en fortaleza. Perteneció primero a la familia Frangipane y luego a los
Annibaldi. Al final, en 1312 pasó al Senado y al Pueblo Romano.

Más tarde, este gigante atravesó un nuevo período de decadencia y degrado. De hecho,
en su interior se formó incluso un pequeño bosque de laureles. Sus piedras caídas fueron
utilizadas como material de construcción para otros edificios de la ciudad como, por
ejemplo, la iglesia de San Agustín.

«Oblectat me, Roma, tuas spectare ruinas, ex cuius lapsu gloria prisca patet…» “Me
deleita, Roma, contemplar tus ruinas, de su caída se muestra la antigua gloria” Pío II,
De Roma
Su inmensa mole sirvió para imaginar también diversos proyectos dentro de esa Roma
siempre en obras y recreándose. Incluso se llegó a proyectar la construcción de
una iglesia dentro del Coliseo, una gran basílica con cimientos en su Arena. Sería el
papa Benedicto XIV quien, al fin, consiguió tutelar el monumento consagrándolo a la
pasión de Jesús. Para ello hizo construir alrededor de la arena un Via Crucis.

Si deseas profundizar, en nuestro blog puedes consultar más información sobre


la historia del Coliseo.

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