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Occidente

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Para otros usos de «occidental», véanse Idioma occidental, Occidental (gobernación)
y Occidental (California).

Países «occidentales» (azul oscuro) y «semioccidentales» (azul claro) después de


1992, según Samuel Huntington en su libro Choque de civilizaciones.1

La «civilización occidental cristiana» (rojo) y la «civilización oriental


cristiana» (marrón), según Samuel Huntington. Para Huntington, América Latina
(verde oscuro) fue parte de Occidente o una civilización descendiente que estuvo
hermanada a este.1 Para Rouquié, América Latina es el «Tercer mundo de Occidente».2
Occidente es una expresión surgida en el siglo xvi3 para referirse a las culturas
de base cristiana ubicadas en la zona occidental de Eurasia y por extensión
utilizada para referirse también a aquellos países que, en el proceso de expansión
europea, adoptaron su cultura (cultura occidental) y conformaron la llamada
civilización o bloque occidental.45 Su relación con la ubicación geográfica es
incierta y relativa, variando según las épocas y la política internacional,
pudiendo abarcar desde una región limitada de Europa, hasta una amplia área que
abarca la totalidad de los continentes europeo y americano, partes considerables de
Oceanía y Asia y algunos países de África.6 Durante la Guerra Fría, «Occidente» se
identificó con el capitalismo enfrentado con el mundo comunista.7 En la actualidad
se entiende por «Occidente» a Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea, y
aquellos países que se encuentran bajo su esfera de influencia.89

No existe un alcance único del concepto de Occidente, variando considerablemente


según la época y la persona o cultura que lo utilice. En su acepción más
restrictiva, se limita a la región occidental de Europa, tal como se definió
durante la Edad Media europea, agrupando las monarquías que se encontraban bajo el
mando político y religioso de la Iglesia católica. En su acepción más amplia,
incluye prácticamente todo el mundo actual, transformado por la cultura europea
mediante el proceso de occidentalización.1011

La historiografía occidental suele identificar las bases de la civilización


occidental con el nacimiento de las sociedades históricas (con escritura)
afroasiáticas, a partir de las ciudades sumerias del IV milenio a. C., y su
extensión al Antiguo Oriente Próximo, especialmente al Antiguo Egipto; culminando
en la cultura grecorromana o clásica de la Antigua Grecia y la Antigua Roma.12

La idea de Occidente se contrapone a la idea de «Oriente», utilizada para englobar


un grupo muy diverso de civilizaciones o culturas del Asia; no obstante, la de
Occidente tampoco incluye otras civilizaciones ubicadas en la región occidental del
mundo, como las civilizaciones africanas o las culturas originarias americanas;
incluso tampoco incluye propiamente muchas civilizaciones de la propia Europa
antigua y altomedieval, como los «bárbaros del norte», los vikingos o los magiares
hasta su incorporación a la cristiandad latina medieval.13 La oposición Occidente-
Oriente se expresa en el concepto de «orientalismo», el estereotipo occidental de
esas otras culturas.14 El caso eslavo, sobre todo el de Rusia, es peculiar al
constituirse como intermedio en tensión entre Occidente y Oriente.15

Es usual identificar Occidente en términos religiosos y de luchas religiosas,


haciéndolo coincidir con la extensión del cristianismo o de la tradición
judeocristiana, y es habitual oponer la noción de Occidente al islam;16 pero
también con solo una parte de la cristiandad: la cristiandad occidental o latina
(católicos y protestantes), por oposición a la cristiandad oriental (ortodoxos).

Algunos autores utilizan la categoría «Extremo Occidente» para referirse a las


Antillas y América Latina sin incluir en la misma a las culturas indígenas, cuyo
origen es anterior a la conquista y colonización europea de América.17 Para otros
autores, América Latina se convirtió en un «Tercer mundo de Occidente» debido a su
posición sociopolítica a nivel regional e internacional, generalmente
antioccidental.21819 Por esta razón, España y Portugal son clasificados como los
únicos países hispano-lusófonos o iberófonos de Occidente.2 Al contrario, se
encuentra el caso de la angloesfera (por parte de Australia, Canadá, Estados Unidos
y Nueva Zelanda con el Reino Unido) y en la francofonía por parte de Quebec
(Canadá) con Francia, ya que son países y territorios excoloniales que comparten
sociedades de mayoría demográfica europea sin influencia indígena y, por lo tanto,
son clasificados en la definición fija de Occidente.20

En la filosofía de la liberación se suele distinguir «lo occidental» de «lo


occidentalizado», a la vez que se utiliza la categoría de la división Norte-Sur (o
«Norte global» y «Sur global») para precisar los componentes de dominación y
dependencia poco visibles en la categoría «Occidente».21

En el pensamiento católico fue usual distinguir las categorías de Iglesia oriental


e Iglesia occidental. Sin embargo, desde mediados del siglo xx la teología
latinoamericana de la liberación desarrolló una tercera categoría definida como
«Iglesia latinoamericana», con características teológicas, culturales, políticas y
antropológicas propias, en tanto que el papa Francisco diferenció la «Iglesia del
sur», de sus precedentes oriental y occidental.2223

Índice
1 Origen del término
2 Lo occidental
3 Países occidentales u occidentalizados
4 Arte y cultura
4.1 La herencia cultural de las antiguas Grecia y Roma en general
4.1.1 La herencia literaria griega y romana
4.1.2 Estudio e imitación del arte griego y romano
5 Véase también
6 Referencias
7 Enlaces externos
8 Bibliografía
Origen del término
El término «Occidente» surgió como una contraparte del «Oriente», que Lutero
utilizó por primera vez en su traducción de la Biblia, y fue introducido en el
idioma alemán por Kaspar Hedio en 1529.3

Lo occidental

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Históricamente, el cristianismo ha sido uno de los principales factores culturales


importantes de la cultura occidental y la cruz cristiana, uno de sus principales
símbolos.
Hasta el siglo xvii, la narración de la historia universal se realizaba en Europa
en términos eurocéntricos, del mismo modo que cada civilización lo había hecho en
sus propios términos, por ejemplo, sinocéntricos en la civilización china. Así,
cuando Cristóbal Cellarius propuso una periodización, consideró los hechos y
procesos de la historia europea para establecer los hitos divisorios de las edades
Antigua, Media y Moderna. Pero, simultáneamente a los descubrimientos geográficos
europeos y al establecimiento del primer sistema-mundo, se desarrolló la
introspección y la autoconciencia de la especificidad de la civilización europea
frente a la "alteridad" del resto del mundo, tanto en sentido positivo como
negativo: junto con el imperialismo y el racismo, surgió la valoración e incluso la
defensa de los colonizados y la crítica a la colonización por los propios
colonizadores (“mito del buen salvaje”, “polémica de los naturales”).

Gobineau distinguía siete civilizaciones en la historia, incluyendo a la


civilización occidental; no precisamente en pie de igualdad, puesto que consideraba
explícitamente la “desigualdad de las razas humanas” (1853-1855). Las principales
potencias europeas establecieron en el siglo xix su indiscutible superioridad
económica y militar (Revolución Industrial, Diplomacia de cañonero) sobre la
totalidad del mundo; e incluso la independencia de las nuevas naciones del
continente americano, protagonizada por las élites europeas locales, reforzaba la
misma idea: La idea de progreso surgida con la Ilustración, e incluso la extensión
de las teorías evolucionistas fuera de su ámbito biológico (el llamado darwinismo
social), parecían identificarse con la imposición de la civilización occidental
sobre las demás; más aún, con el triunfo del mismo concepto europeo de
“civilización” sobre otros grados necesariamente menores de desarrollo social (el
“salvajismo” y la “barbarie”). Esa imposición no era vista como un premio, sino
como una responsabilidad (“la carga del hombre blanco”).

La época de optimismo tocó a su fin con la Belle Époque y la paz armada. El


estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), inicialmente entre entusiastas
movilizaciones nacionalistas que acallaron las minoritarias protestas pacifistas,
dio en poco tiempo paso a la conciencia del desastre sin precedentes que trajo
consigo: un aparente suicidio de la civilización. En este ambiente Oswald Spengler
publicó La decadencia de Occidente (1918-1923),24 donde concibe las civilizaciones
como entes cerrados que nacen, crecen, luchan por la supervivencia y mueren,
distinguiendo claramente al mundo occidental del mundo helénico. Sus ideas fueron
adoptadas y perfeccionadas por Arnold J. Toynbee en su magno tratado Estudio de la
Historia (12 tomos, 1933-1961, revisado en 1972).25 en donde conceptualiza a
Occidente como una civilización cristiana con su época de esplendor en la Edad
Media.

El concepto decimonónico de civilización (que, en términos hegelianos, había


llegado a la realización del “espíritu absoluto” en la historia: el Estado nacional
o liberal –para Hegel, en su versión prusiana–) quedaba desafiado por los
totalitarismos soviético y fascista, y se destruía por tanto ese pretendido “fin de
la historia”. Para Ortega y Gasset era el tiempo de La rebelión de las masas (1929)
y La deshumanización del arte (1925). La crisis de 1929, la Segunda Guerra Mundial
(1939-1945) y la Guerra Fría (1945-1989) pusieron sucesivamente al mundo entero en
trances que se percibían como posibles catástrofes apocalípticas. La
descolonización y el tercermundismo cuestionaron nuevamente la centralidad de
Occidente en términos de civilización.

En 1989, el hundimiento del bloque comunista y el surgimiento de una nueva era de


globalización, hizo resurgir el concepto hegeliano del “fin de la historia” en una
única civilización mundial, reelaborado por Francis Fukuyama (El fin de la Historia
y el último hombre, 1992). En respuesta a ello, la concepción toynbeana de un
Occidente más o menos cerrado y unido por una tradición cultural cristiana y
europea, fue reasumida por Samuel Huntington en su tesis del “choque de
civilizaciones” (1993), que adquirirá una nueva popularidad después de los
atentados del 11 de septiembre de 2001 provocados por radicales islámicos.26

Seis son, según el profesor de Harvard (Niall Ferguson), las razones que
instauraron aquel predominio (el de la cultura occidental): la competencia que
atizó la fragmentación de Europa en tantos países independientes; la revolución
científica, pues todos los grandes logros en matemáticas, astronomía, física,
química y biología a partir del siglo xvii fueron europeos; el imperio de la ley y
el gobierno representativo basado en el derecho de propiedad surgido en el mundo
anglosajón; la medicina moderna y su prodigioso avance en Europa y Estados Unidos;
la sociedad de consumo y la irresistible demanda de bienes que aceleró de manera
vertiginosa el desarrollo industrial, y, sobre todo, la ética del trabajo que, tal
como lo describió Max Weber, dio al capitalismo en el ámbito protestante unas
normas severas, estables y eficientes que combinaban el tesón, la disciplina y la
austeridad con el ahorro, la práctica religiosa y el ejercicio de la libertad.
...

pero en el libro de Niall Ferguson (Civilización: Occidente y el resto, 2012) hay


una ausencia que, me parece, contrarrestaría mucho su elegante pesimismo. Me
refiero al espíritu crítico, que, en mi opinión, es el rasgo distintivo principal
de la cultura occidental, la única que, a lo largo de su historia, ha tenido en su
seno acaso tantos detractores e impugnadores como valedores, y entre aquellos, a
buen número de sus pensadores y artistas más lúcidos y creativos. Gracias a esta
capacidad de despellejarse a sí misma de manera continua e implacable, la cultura
occidental ha sido capaz de renovarse sin tregua, de corregirse a sí misma cada vez
que los errores y taras crecidos en su seno amenazaban con hundirla. A diferencia
de los persas, los otomanos, los chinos, que, como muestra Ferguson, pese a haber
alcanzado altísimas cuotas de progreso y poderío, entraron en decadencia
irremediable por su ensimismamiento e impermeabilidad a la crítica, Occidente —
mejor dicho, los espacios de libertad que su cultura permitía— tuvo siempre, en sus
filósofos, en sus poetas, en sus científicos y, desde luego, en sus políticos, a
feroces impugnadores de sus leyes y de sus instituciones, de sus creencias y de sus
modas. Y esta contradicción permanente, en vez de debilitarla, ha sido el arma
secreta que le permitía ganar batallas que parecían ya perdidas.

Mario Vargas Llosa, Apogeo y decadencia de Occidente.27


Países occidentales u occidentalizados

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El término civilización occidental es un concepto que, según el contexto en que se
use, puede incluir o excluir a ciertos países por razones políticas, culturales o
históricas, por lo cual existen distintas acepciones de qué países, naciones o
zonas geográficas pertenecen a esta.

En la Antigua Grecia, el mundo estaba dividido entre los pueblos griegos y los
bárbaros. Esta división se transformó en una definición geográfica según los
territorios ubicados en la zona occidental (Grecia, las islas del mar Egeo y la
Magna Grecia), en contraste al oriente de Egipto, Anatolia y Persia, por ejemplo.
Las Guerras Médicas, por lo tanto, son consideradas como uno de los primeros hechos
bélicos entre Occidente y el Oriente.

La cuenca del Mediterráneo, unificada por el Imperio romano, mantuvo una división
este-oeste, entre los pueblos occidentales de predominancia latinas, contrapuesto
al Mediterráneo oriental, donde predominaba la cultura griega. Diocleciano dividió
el imperio en dos regiones en el 292. La parte oriental evolucionó posteriormente
al Imperio bizantino, mientras el occidente se derrumbó por las invasiones bárbaras
dando origen a diversos reinos bajo el poder del Papado, principalmente.

La división que se produjo en el cristianismo, mantuvo la división del Oriente con


Occidente durante la Edad Media. Así, nació un sentimiento de cristiandad, que se
afianzó durante las Cruzadas contra los árabes y turcos. Sin embargo, los
bizantinos también fueron considerados como una cultura distinta por parte de los
occidentales, a pesar de su origen común, debido a su ruptura con el patriarcado
romano tras el Cisma de Oriente, distinción que se hace resaltar hasta nuestros
días y de la cual su mayor expresión es la rama del cristianismo que predomina en
estos países, la Iglesia ortodoxa (y sus diferentes patriarcados, habitualmente
divididos por nación), a diferencia de la Europa católica-protestante, considerada
parte de Occidente.

Indias Orientales:
Indias Orientales, concepto más común.
Concepto amplio, incluye al Indostán o India.
Indias Occidentales:
Indias Occidentales, concepto más común.
Indias Occidentales, concepto amplio.
La conquista de América, Asia, África y Oceanía por parte de los europeos, puso a
esos pueblos bajo el control religioso y cultural de la Cristiandad y la
civilización de los conquistadores bajo la forma del colonialismo. Los procesos de
descolonización, tuvieron diferentes efectos; desde Estados Unidos que llegó a
convertirse en la potencia líder de Occidente, hasta Cuba, Vietnam, India o China,
que se ubicaron abiertamente fuera de Occidente.219

Imperios coloniales en 1800.


Durante la llamada Guerra Fría surgió un nuevo concepto que representaba a la
metafórica división del mundo en tres mundos: el primer mundo, compuesto por los
estados miembros de la OTAN y los aliados de Estados Unidos, como Corea del Sur,
Israel, Japón o Tailandia; el segundo mundo, compuesto por los estados miembros del
Pacto de Varsovia y los aliados de la Unión Soviética, como Cuba o Mongolia, más
China y otros estados socialistas asiáticos, como Camboya, Corea del Norte, Laos y
Vietnam; y el tercer mundo, que hace referencia a los estados que no estaban
alineados con ninguno de los dos bloques, como Arabia Saudita, Latinoamérica o la
India.

Los tres mundos separados durante la Guerra Fría: el Primer Mundo (azul), el
Segundo Mundo (rojo) y el Tercer Mundo (verde).
La partición del mundo de acuerdo con su alineación política, sin embargo, produjo
muchas contradicciones. Así, Suiza, Suecia e Irlanda, considerados como parte del
primer mundo, se mantuvieron neutrales durante todo el período. Finlandia, que
limitaba al este con la Unión Soviética y por tanto pertenecía a su esfera de
influencia, se mantuvo neutral. Nunca fue un Estado socialista ni perteneció al
Pacto de Varsovia o al CAME. Austria también mantuvo una política de neutralidad a
partir de 1955, encontrándose al oeste de la Cortina de Hierro y por tanto en la
esfera de influencia estadounidense. Turquía, miembro de la OTAN, tampoco se podía
establecer que era un país del Primer Mundo o de la civilización occidental. Así,
se definió posteriormente al mundo occidental como al primer mundo incluyendo las
excepciones de los países del Bloque Occidental y excluyendo a Turquía.

Tras el fin de la Guerra Fría, el uso del término segundo mundo cayó en desuso,
mientras que los dos otros mundos evolucionaron a otros conceptos. El primer mundo
continuó designando al mismo grupo de estados, pero según criterios económicos
antes que políticos. En cambio, el tercer mundo se convirtió en sinónimo de países
pobres y en vías de desarrollo.

Los Portadores de la Antorcha (A.H. Huntington, 1955), en Madrid. Homenaje a la


civilización occidental.
Desde un enfoque cultural y sociológico, la civilización occidental tiende a ser
definida a partir de algunos elementos fundamentales, como la filosofía griega, el
derecho romano, la religión cristiana, el arte renacentista y el pensamiento
ilustrado y «moderno». El colonialismo, la vocación universalista y la expansión
global de los idiomas y la cultura occidental también juegan un importante papel en
la definición de Occidente. Algunas categorías como la democracia liberal, el
capitalismo, el socialismo, el individualismo, el Estado de derecho, el Estado de
bienestar, los derechos humanos y el feminismo, tienen una fuerte relación con la
noción de Occidente.

Arte y cultura
Artículos principales: Arte occidental, Canon occidental, Cristiandad occidental,
Historia de la literatura y Música occidental.

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Los trabajos que tradicionalmente se hacen sobre historia del arte normalmente
tienen como objeto de estudio la evolución de la historia del arte occidental,
fruto del eurocentrismo. Dichos trabajos suelen excluir incluso algunos periodos
artísticos como bizantino o el árabe clásico aun cuando parte de estos se
desarrollaron en territorio europeo. Este estudio, no obstante, al considerar la
cultura occidental como elemento fundamental de la vida contemporánea, se hace
necesario a fin de comprender el alcance del arte alrededor del mundo, recibiendo
influencias y siendo influenciado por otros movimientos.

Sin querer realizar un análisis exhaustivo sobre esta civilización podemos


identificar las siguientes características:

la religión: el cristianismo (el catolicismo, la ortodoxia y el protestantismo) y


en menor medida, el judaísmo.
el legado clásico: filosofía helénica, derecho romano y el cristianismo.
idiomas indoeuropeos: la gran mayoría derivan del latín o tienen su influencia,
habiendo un aporte menor del griego. Destacan las lenguas romances, las lenguas
griegas, las lenguas germánicas y las lenguas eslavas, aunque haya excepciones
como: el húngaro, el estonio, el finés, el georgiano, el groenlandés o el euskera.
separación entre la Religión y el Estado.
el imperio de la ley. El concepto de que el respeto por las leyes son una de las
bases de la sociedad es un legado de los romanos.
la fortaleza de la sociedad civil.
las instituciones y memoria institucional.
el individualismo.
Los estudios sobre historia del arte, por otro lado, suelen centrarse en la
pintura, la arquitectura y la escultura, dejando de lado otras ramas como la
literatura, la música, la orfebrería, el ballet, el teatro, el cine, la artesanía y
la fotografía, las cuales son estudiadas en trabajos más especializados.

Véanse también: Historia de la literatura moderna e Historia de la ciencia.


La herencia cultural de las antiguas Grecia y Roma en general
La cultura occidental está vinculada con las antiguas Grecia y Roma. Sus ideales de
belleza y arte tuvieron allí su raíz. Su filosofía se basó en la de Aristóteles y
Platón. Su literatura, más que nada la poesía y el drama europeos, se formaron a
partir de las antiguas tradiciones grecolatinas. Desde la Edad Media, Europa y
después América han recurrido a Grecia y a Roma para llevar a cabo su instrucción y
obtener inspiración.

La herencia literaria griega y romana


La literatura romana no dejó de ejercer influencia durante el Medievo. Siguieron
leyéndose las obras de Virgilio, Ovidio, Horacio y Cicerón. Esta influencia aumentó
en los siglos xiv y xv, cuando se conoció un número mayor de obras romanas; en ese
mismo momento histórico se recuperaba, de a poco, la literatura superviviente de
Grecia.

Estudio e imitación del arte griego y romano


En la literatura, al igual que en otros campos (sobre todo la escultura), los
artistas occidentales medievales o renacentistas tenían la ventaja de poder
estudiar y, si así lo querían, copiar los modelos de la Antigüedad. Tenían ante
ellos los auténticos poemas o estatuas de aquella época. No pasaba igual con la
música.

Véase también
Atlantismo (OTAN)
Cultura de Europa
Estados Unidos de Europa (UE)
Historia de Europa
Norte global (G-7 y G-12)
Oriente (opuesto a Occidente)
Referencias
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DC. pp. 38-39. ISBN 978-0-684-84441-1 – via
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Der Untergang des Abendlandes. Umrisse einer Morphologie der Weltgeschichte.
Edición en inglés: The Decline of the West, Arthur Helps y Helmut Werner (ed.),
Charles F. Atkinson (trad), New York: Oxford UP, 1991, ISBN 0-19-506751-7.
Edición en español: Edhasa, 1963. La publicación inicial de A Study of History se
hizo en los siguientes volúmenes:
Vol I: Introduction; The Geneses of Civilizations, primera parte (Oxford University
Press 1934)
Vol II: The Geneses of Civilizations, segunda parte (Oxford University Press 1934)
Vol III: The Growths of Civilizations (Oxford University Press 1934)
Vol IV: The Breakdowns of Civilizations (Oxford University Press 1939)
Vol V: The Disintegrations of Civilizations, primera parte (Oxford University Press
1939)
Vol VI: The Disintegrations of Civilizations, segunda parte (Oxford University
Press 1939)
Vol VII: Universal States; Universal Churches (Oxford University Press 1954) ECHO
POR AGUZZTINN [as two volumes in paperback]
Vol VIII: Heroic Ages; Contacts between Civilizations in Space (Encounters between
Contemporaries) (Oxford University Press 1954)
Vol IX: Contacts between Civilizations in Time (Renaissances); Law and Freedom in
History; The Prospects of the Western Civilization (Oxford University Press 1954)
Vol X: The Inspirations of Historians; A Note on Chronology (Oxford University
Press 1954)
Vol XI: Historical Atlas and Gazetteer (Oxford University Press 1959)
Vol XII: Reconsiderations (Oxford University Press 1961)
En un nuevo tratado, esta vez en un sólo volumen y con ilustraciones, titulado
también Estudio de la Historia (A study of history, Oxford University Press, 1972),
Toynbee, en colaboración con Jane Caplan introdujo una serie de correcciones a sus
ideas, basándose fundamentalmente en los nuevos descubrimientos arqueológicos y en
interpretaciones históricas novedosas. Estas correcciones fueron fundamentalmente a
nivel de hechos y de detalle, sin alterar la base de su esquema.
The clash of civilizations
Artículo de Vargas Llosa en El País, 13 de enero de 2013. Libro de Ferguson,
Debate, 2012, ISBN 8499921647.
Enlaces externos
Kwame Anthony Appiah, There is no such thing as western civilisation, en The
Guardian, 9 de noviembre de 2016.
Bibliografía
Woods, Thomas E (2005). How the Catholic Church Built Western Civilization. Regnery
Publishing Inc. (Versión traducida: Woods, Thomas E (2007). Cómo la Iglesia
Católica construyó la civilización occidental. Ciudadela Libros.)
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