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POR

MAURICIO MAETERLINCK
PERSONAJES
EN EL JARDÍN EN L a ©ASJl
El anciano. El padre.
El caminante. La madre.
Marta y María, nietas del anciano. Las dos hijas.
Un campesino. El niño.
La multitud. (Personajes mudos.)
Algunos sauces sombrean el viejo jardín. La casa se perfila en el fondo y
tiene iluminadas tres ventanas bajas. Se columbra una estancia blanca y una-
familia que pasa la velada al amor de la lámpara. El padre está sentado
cerca del fuego. La madre tiene un codo apoyado en la mesa y mira al vacío.
Lias dos hijas, vestidas de blanco, bordan, sueñan y sonríen. El niño pequeño
ha dejado caer la cabeza sobre el hombro de lamadre y se adormece en la
paz familiar de la velada. Parece que cuando alguno de la familia se levan-
ta y va ó viene, sus movimientos son graves, lentos, silenciosos como espiri-
tualizados por la distancia, y la luz de la lámpara, y la luz de los cristales.
El aiicinno y el caminante entran lentamente en el jardín.
EL ANCIANO los sauces nos oculta para ella. Las
Ya hemos llegado. Esta es la luz dos hermanas de la muerte bordan
que distinguíamos desde el camino. lentamente, como si soñasen; el
La familia, como de costumbre, hermanito pequeño se ha dormi-
prolonga la velada al amor de la do..,; son las nueve en el reloj que
lámpara. Ha sido una suerte que hay en el fondo; ¡a familia no sos-
no oyesen nuestras pisadas; tal vez pecha nada y permanece silenciosa.
la madre ó alguna de las hijas hu- E L CAMINANTE
bieran salido, y no sabríamos cómo Si pudiéramos llamar la atención
decírselo. del p a d r e . . . Dos veces ha vuelto
El. CAMINANTE la cabeza hacia este lado. Sería
¿Qué vamos á hacer entonces? conveniente que uno de la familia
E L ANCIANO
lo supiese antes que los otros.
E L ANCIANO
Dejadme ver si se hallan todos ¿Y á cuál elegir? El padre es vie-
en la sala... ¡Todos!... El padi'e está jo y enfermo...; la madre también;
sentado cerca del fuego: tiene las y las hermanas son tan n i ñ a s . . -
manos sobre las rodillas y escucha; Todos la querían como quizás no
la madre tiene un codo apoyado en
la mesa... vuelvan á querer. No he visto una
casa ni más feliz, ni más alegre.
E L CAMINANTE E L CAMINANTE
La madre nos mira. Llamaré en los cristales.
E L ANCIANO E L ANCIANO
lío, mira al vacío; ni siquiera No, no; los asustaríamos, y_ sería
parpiíd^an sus ojos. La sombra de peor. Vamos á rodear el jardín. La
Electra. 77

casa tiene la entrada al otro lado. E L ANCIANO


Llamaremos á la puerta... Cierto que parecéis aterido, y
E L CAMINANTE
estáis lleno de tierra. En el camino
no pude verlo.
¿Por qué no vais solo? Yo que- E L CAMINANTE
daré aquí esperando. Ellos jamas
me han visto. Soy un desconocido El camino estaba obscuro.
para todos, un caminante, un ex- E L ANCIANO
tranjero... Cuando yo llegué, ¿hacía mucho
E L ANCIANO
que 1 a encontrarais?
Temo entrar solo. Por el camino E L CAMINANTE
lo venía pensando... Si entro solo
tendré que hablar desde el primer Tn instante tan sólo. Me dirigía
momento. Cuando se lo haya dicho hacia el poblado, donde esperaba
todo ya no sabré qué decir, y tengo hallar hospitalidad. Ya era tarde,
miedo á ese silencio que sigue y en el bosque apenas se veía. Yo
siempre á las últimas palabras con caminaba deprisa; los ojos Ajos en
que se anuncia una desgracia... Si el río, porque estaba más claro que
entraseis conmigo nos interroga- el camino; de pronto veo flotar
rían á los dos: entonces le diríais algo extraño cerca de una mata de
cómo la encontrasteis flotando en zarza-rosa: me acerco, y distingo
el río con las manos juntas... su cabellera, que estaba levantada
casi en círculo alrededor de su ca-
E L CAMINANTE beza, y que ondulaba con la co-
Sus manos no estaban juntas; los rriente.
brazos caían á lo largo del cuerpo. E L ANCIANO
¿No habéis visto ahora ondular
E L ANCIANO
sobre los hombros la cabellera de
¿No observáis cómo el dolor pa- sus dos hermanas?
rece disiparse en estos pormenores.'
Si entraseis conmigo hablaríamos E L CAMINANTE
los dos, y en tanto nos escuchasen Creo que han vuelto la cabeza
no podrían mirar la desgracia fren- hacia este lado... Sí, han vuelto la
te á frente. Siempre es bueno que cabeza...; tal vez oirían mi voz; pero
la primera ola se rompa sobre al- ya no miran... Eatré en él río había
gunas palabras inútiles. Es preciso la cintura, pude asirla de las ma-
rodear á los afligidos, hablar en nos, y sin esfuerzo llevarla hasta
torno de ellos. Los más indiferen- la orilla... ¡Era tan bella como sus
tes se llevan, sin saberlo, una parte hermanas!
de la pena. El dolor también se di- E L ANCIANO
vide sin ruido y sin esfuerzos, como
el aire ó la luz. ¡Era quizá más bella!...
E L CAMINANTE E L CAMINANTE

Vuestros vestidos están mojados, Estaba ya rígida...


y gotean soLre las losas. E L ANCIANO
E L ANCIANO Esta mañana aún vivía... Yo la
Solamente el borde de mi capa encontré al salir de la iglesia... Me
ha rozado el agua. dijo que partía. Iba á casa de sus
abuelos, que viven al otro lado del
E L CAMINANTE río^ donde se a h o g ó . . . Ignoraba
Yo tuve qua entrar en el río has- cuándo volvería. Me pareció que
ta la cintura. vacilaba deseando preguntarme al.
78 Electra.

guna cosa; pero no osó decirla, y atreve á levantar los ojos, temerosa
se alejó súbitament?. de despertarle.
E L CAMINANTE- E L CAMINANTE.
Los aldeanos me contaron que la Las dos hermanas cesaron de
habían visto vagar hasta el anoche- bordar...
cer por la orilla del rio — Creye- E L ANCIANO.
ron que buscaba flore3, cuando bus-
caba la muerte. Reina profundo silencio...
E L ANCIANO. E L CAMINANTE.
¡Quién sabe! Era silenciosa como Han dejado caer el hilo de seda.
las flores, y nosotros somos ciegos
para leer en el fondo de las almas. E L ANCIANO.
Vivimos un día y otro día al lado Las dos miran al niño.
de alguno que ya no es de este E L CAMINANTE.
mundo y de quien el espíritu pare-
ce exhalarse como perfume morte- Los padres parecen felices.
cino, y no comprendemos n a d a . . .
¡Cómo comprender, si somos cie- E L ANCIANO.
gos! Esa niña había vivido como , Se creen al abrigo de todo. Ce-
viven todas; hablaría sonriendo de rraron las puertas, aseguraron ias
los rosales que se deshojan sobre ventanas, corrieron los cerrojos de
los senderos del jardín y lloraría h i e r r o . . . (El anciano se sienta). L a casa
en la obscuridad. Un ángel no vería es vieja, pero sus muros son de pie-
lo que pasa en esas almas. Ayer no- dra; lo saben y viven tranquilos,
che ella estaba sentada, bordaba á sin Cuidados ni zozobras. ¡Creen
la luz de la lámpara, como sus her- haberlo previsto todo!
manas, y nosotros no la veríamos
tal como era si existiera a u n . . . E L CAMINANTE.
Para comprender la vida es preciso Es preciso que nos decidamos.. •
que algo inesperado se una á ella. Puede llegar alguien y decírselo
¡Y qué extraña debió ser esa alma bruscamente. Había muchos aldea-
infantil! La triste, la ingenua, la nos en la pradera... Si uno de ellos
blanca alma que tuvo la pobre niña, llamase á la puerta.
¡ah! si hubiera dicho lo que debió
decir, ¡ah! si hubiera hecho' lo que E L ANCIANO.
debió hacer. Marta y María quedaron acompa-
ñando á la muerta. Los aldeanos
E L CAMINANTE. iban á disponer unas anclas de ra-
En este momento sus hermanas maje para conducirla hasta aquí.
sonríen en silencio. He dicho á la mayor que viniese
corriendo á traernos aviso cuando
E L ANCIANO. se pusiesen en camino. Esperemos
Sus padres están t r a n q u i l o s . . . que llegue, ella me acompañará. A
No la esperaban esta noche. mí me falta valor después de haber
estado contemplándolos tanto tiem-
E L CAMINANTE. po. Creí que todo consistía en_ lla-
Toda la familia sonríe sin hablar. mar á la puerta, entrar sencilla-
El padre se lleva un dedo á los la- mente, buscar algunas frases y_d?"
c i r l o . . . Pero los h e visto vivir
bios. felices agrupados bajo la lámpara...
E L ANCIANO.
Señala al niño, dormido sobre el MARÍA.
corazón de la madre, que casi no se Padre, ya vienen ahí.
Electra. 79

E L ANCUAMC). EL CAMINANTE.
¿Eres tú? ¿Por dónde vienen? La segunda tiene los ojos llenos,
de lágrimas.
MARÍA .
E L ANCIANO.
Atravesando los sendero?. Cami-
nan muy lentamente. Nadie sabe hasta dónde el alma
se extiende en torno nuestro.
E L ANCIANO. (Largo silencio. María se estrecha contra el
pecho del anciano y lo abraza.)
¿Son muchos?
MARÍA.
MARÍA . ¡Padre! ¡Padre!...
Toda la aldea. Algunas mujeres E L ANCIANO.
habían llevado luces, pero les ad-
vertí que las apagaran y que reza- No llores, hija mía... A todos nos
sen en voz baja. llegará nuestra vez. (Nuevo silencio.)
E L ANCIANO. E L CAMINANTE
Aún tenemos tiempo. Cuánto tiempo miran.
E L ANCIANO.
MARÍA.
Mirarían cien mil años y no dis-
¿Pero no le dijisteis?... tinguirían nada sus pobres herma-
E L ANCIANO. nas. La noche es oscura, y á la des-
Nada le hemos dicho, ya lo ves... gracia casi nunca se la ve llegar.
Ellasmiran al jardín,ylos que con-
Velan todavía reunidos bajo la lám- ducen á la muerta vendrán por
para... Míralos, hija mía... aquel lado rodeando las pradera s
MARÍA. E L CAMINANTE.
¡Oh! ¡qué felices parecen! Creo ES una masa negra que avanza
ístar viéndolos en sueños... lentamente.
E L CAMINANTE. MARÍA.
Hablad bajo. Sus dos hermanas Vienen muy lejos y apenas se les
ae han extremecido. distingue.
MARÍA. E L CAMINANTE.
Se levantan las dos... Siguen las ondulaciones del sen-
E L CAMINANTE. dero. Ahora reaparecen al lado de
un gran charco iluminado por la
Creo que vienen hacia las ven- luna.
tanas. MARÍA.
(En este momento una de las dos herma-
nas se acerca á la ventana Izquierda: la oirá ¡Oh! ¡cuántos son! Toda la a l d e a -
i la ventana derecha. Apoyan al mismo tiem- Vienen dando un gran rodeo.
po las manos en los cristales y miran en la
obscuridad ) E L ANCIANO.
MARÍA. Llegaron á pesar de todo. Ahora
también yo las veo. Caminan lenta-
Nadie se asoma a la ventana del mente al borde de las praderas. Pa-
medio... recen tan pequeños que casi no se
E L CAMINANTE. les distingue entre las yerbas. Se les
Las dos hermanas miran. Escu- tomaría por niños jugando en un
chan. claro de luna. Aunque ellas los vie-
E L ANCIANO. sen no comprenderían nada, y sin
. La mayor sonríe á la obscuridad; embargo traen consigo el infortu-
nio que ha de herirlas. A medida
á l o q u e nove...
80 Liectra.

que se acercan la desgracia parece como la hubiéramos pasado nos-


mayor. Crece como una sombra sin otros; y, sin embargo, cuanto hacen
que nadie pueda impedirlo; crece á me parece tan deshusado, tan gra-
cada paso que dan, y los mismos ve... Creo estar viéndolos desde la
que la traen no pueden ya detener- altura de otro mundo lejano, ¡y
la. La desgracia es una reina negra todo porque sé una verdad triste y
á quien todos tenemos obligación de cruel que ellos ignoran! ¡Quizás hay
servir. No tiene palacio, anda por el algo que no podemos comprender
mundo vagando por los caminos, y que nos hace llorar! ¡Ah! Si no
infatigable, con una sola idea. To- los hubiera visto vivir felices, re-
dos somos sus esclavos y los que unidos bajo la lámpara. ¡Tienen de-
•conducen á la muerta tienen que masiada confianza en este mundo!
prestarle sus fuerzas. Están tristes Creen que nada puede sucederles,
pero no se detienen, son compasi- porque han cerrado la puerta, y no
vos pero deben caminar. saben que sucede siempre alguna
cosa en las almas y que el mundo
MARÍA no acaba en el umbral de las casas.
Padre, la mayor ya no sonríe. Cuando tantos conocemos su des-
E L CAMINANTE gracia, ¡ellos no dudan siquiera! Y
yo, pobre viejo, tengo aquí, á dos
Se retiran de las ventanas. pasos de su puerta, toda la felicidad
MAKÍA deesa familia. Como a u n pájaro
Abrazan á su madre. enfermo la guardo entre mis ma-
nos, que no me atrevo á abrir.
E L CAMINANTE
La mayor acaricia los bucles del MARÍA
niño, y el niño no se despierta.
MARÍA ¡Padre, tened piedad! No se l o
digáis hasta mañana; de noche todo
¡Ah! ¡ah! El padre también quiere da más miedo...
que le abrace.
ANCIANO
E L CAMINANTE
Quizá tengas razón, hija mía, y
Siempre el mismo silencio. fuese preferible dejarlo dormir
MARÍA todo en la paz de la noche. La luz
Vuelven al lado de su madre. parece consolar el dolor... ¿Pero
E L CAMINANTE que nos dirían ellos mañana? El
infortunio n o s hace suspicaces.
El padre sigue con los ojos á la Cuando nos hiere deseamos saberlo
péndula del reloj. primero que los extraños... Los des-
MARÍA graciados no quieren que su triste-
za se desflore pasando por mano
Pareceque rezan sin darsecuenta. desconocida... Mañana parecería que
CAMINANTE nosotros les habíamos privado de
Parece que oyen á las ánimas. alguna cosa... -
MARÍA CAMINANTE
Padre, no le digáis nada esta Apena s queda tiempo. Se oye el
1
noche. murmullo de los rezos.
ANCIANO MARÍA
Ves, hija mía, como el valor te Ya están ahí... Pasan por delante
abandona. ¡Ah! Estaba seguro que d e lOS s a n e e s . . . Entra Marta.
bastaría con que mirases... En los
años que tengo, jamás la presencia MARTA
de la vida me hirió así... Pasan la He venido guiándolos hasta aquí.
velada reunidos bajo la lámpara, Ahora quedan esperando en el ca-
Eíectra. 83

mino... (Se oyen los gritos de los niños.) MARTA (volviéndose.)


¡Aha! Los niños vuelven á gritar... ¿ Dónde estáis, padre? No os veo.
Les he dicho que no viniesen... Pero ¡Qué desgraciada soy! Ya no sé qué
las madres no hicieron caso... Los hacer.;.
pequeños lloraban, porque también E L ANCIANO
querían ver... Voy á decirles... No,
ya callan. ¿Lo habéis preparado Hasta que lo sepan todo, no vuel-
todo? He traido el anillo de oro que vas á mirar.
ella llevaba puesto. También trai- MARTA
go algunas frutas para el niño... Yo Yo iré con vos.
misma la tendí sobre su lecho de
ramaje. Parecía dormida... ¡Qué ANCIANO.
angustia! Sus cabellos no querían No, Marta, quédate aquí. Siéntate
obedecerme, se desbordaban. Toda al lado de tu hermana, en ese anti-
su falda la cubrí de margaritas. Es guo banco de piedra, y no mires...
triste que no hubiese otras flores... Eres muy niña, y te sería difícil ol-
¿Pero que hacéis aquí? ¿Porque no vidar... Quizás oigas sollozos... No
e s t á i s á SU l a d o ? (Mira á las ventanas.) vuelvas la'cabeza. Pero, sobre todo,
¿No lloran? Padre, ¿no le habéis hija mía, guárdate de mirar, si
dicho? nada oyes. El camino que recorre
E l , ANCIANO
el dolor, n a d i e lo s a b e de ante-
mano. ¡Cuántas veces un sollozo
¡Marta, Marta! Hay demasiada que se ahoga, tiene raíces profun-
vida en tu alma; tú no puedes com- das! ¡Y cuántas veces eso es todo!...
prender... Yo mismo no sé lo que haré al oír-
MARTA los... Abrázame, hija mía, antes de
¿Con que no puedes comprender? i r m e . . . (El murmullodc los rezos se aproxi-
(después de una pausa, y con un tono lento ma gradualmente. "Una parte de la muche-
de grave reconvención.) dumbre inunda el jardín. Se oyen pasos sor-
dos y hablar en voz baja.)
No podéis hajer eso, padre.
E L CAMINANTE
E L ANCIANO
¡Quietos, quietos! No aproximar-
Marta, tú no sabes.
se á las ventanas. ¿Dónde están?
MAHTA
Seré yo quien se lo diga. UN ALDEANO
¿Quiénes?
E L ANCIANO
Hija mía, p e r m a n e c e aquí, y E L CAMINANTE
mira un instante... Los otros..., los que la'conducen.
MARTA E L ALDEANO
¡Oh, qué desgraciados son!... No Suben por la avenida que llega
pueden esperar más... hasta la puerta.
E L ANCIANO (El anciano se aleja. Marta v María, senta-
das en el banco, vuelven la espalda á las
¿Por qué? ventanas. Rumores en la muchedumbre.)
MARTA
^ E L CAMINANTE
Yo no sé... Pero no es posible... ¡Scht!... Callad.
E L ANCIANO (En la casa, la mayor de las dos hermanas
Ven aquí, hija mía. se levanta, y corre los cerrojos de la puerta.)
MARTA MARTA
1 Qué paciencia tienen! ¿Han abierto?
E L ANCIANO E L CAMINANTE
Ven aquí, hija mía. Al contrario, cerrarron. (Pausa),
82 Electra.

MARTA. ta con cuidado. Vuestro padre está


¿Padre no ha entrado? de pie en medio de la estancia...
(La muchedumbre se aproxima á las ven-
E L CAMINANTE. tanas. Marta y María se levantan primero
tímidamente; luego concluyen por aproxi-
No. La hermana mayor se sienta marse estrechamente abrazadas. Se ve al vie-
otra vez al lado de la madre... Los jo, que se adelanta con lentitud eu la sala.
otros no se mueven y el niño con- Toda la lamilia se pone en pie. La madre,
con sumo cuidado, deja al niño en el sillón
tinua durmiendo, (pausa.) que acaba de abandonar. Desde fuera se le ve
dormir. La madre va al encuentro del recién
MARTA. llegado y le tiende la mano, pero la retira
antes de que tenga tiempo de estrecharla,
Dame la mano. l'na de las jóvenes le aproxima un sillón, la
otra quiere despojarle de la capa. El anciano
MARÍA. las detiene con un ademán. El padre sonríe
con un gesto de sorpresa. El anciano mira
¡ ¡ M a r t a ! ! . . . (Se abrazan y se dan un hacia las ventanas.)
beso).
E L CAMINANTE. E L CAMINANTE
Debe haber llamado ahora por- No se atreve á decírselo. Acaba
que han levantado la cabeza y se de mirar hacia aquí.
miran... (Rumores en la muchedumbre.)
MARTA.
E L CAMINANTE
¡Pobres! ¡pobres! (Ahoga ios sollozos ¡S...t!
sobre el hombro de su hermana).
(El anciano al ver los rostros tras los cris-
E L CAMINANTE tales separa los ojos vivamente. Como una
Debe haber llamado otra vez. El de las jóvenes insiste en ofrecerle el sillón,
concluye por sentarse, y se pasa repetidas
dueño de la casa mira al reloj. Se veces la mano por la frente.)
levanta.
MARTA EL CAMINANTE
Yo voy á entrar. No deben estar Se sienta...
solos. (Las otras personas que se encuentran eu la
sala se sieutan también. El dueño de la casa
MARÍA habla con velocidad. Al fin el anciano toma
la palabra, y su voz parece atraer la atención
¡Marta! ¡¡Marta!! (La detiene) de todos. El dueño le interrumpe. El anciano
habla de nuevo y poco á poco los otros se
E L CAMINANTE inmovilizan. De pronto la madre se extreme-
ce y se levanta.)
El dueño descorre el cerrojo. En-
treabre la puerta. MARTA
MARTA ¡Oh, 11 madre va á comprender!...
(Marta oculta el rostro eu las manos. Nue-
¡Oh! ¿No veis? vos rumores en la multitud. Los niños lloran
para que los cojan eu brazos, y poder ver. La
E L CAMINANTE mayoría de las madres obedecen.)
¿Qué? E L CAMINANTE
^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ MARTA i¡S...tü Todavía no se lo ha dicho.
Los que la conducen... (La madre interroga al anciano con angus-
tia. El anciano responde algunas palabras.
Todos se levantan bruscamente y parece como
E L CAMINANTE que le interrogan. El anciano hace con la ca-
El dueño no se decide á abrir. beza un signo afirmativo.)
Yo solamente veo un espacio de E L CAMINANTE
césped y el surtidor. No deja la ¡Se lo ha dicho!... ¡Se lo ha dicho
puerta..-.; retrocede. Tiene el as- todo de un golpe!...
pecto de decir: «¡Ah! ¿Sois vos?» (Voces en la muchedumbre.) ¡Se l o h a d i -
Levanta los brazos... Cierra la puer- cho! ¡Se lo ha dicho!
Electra. 88

p . r,ilwrvr4v,TP desaparece á excepción del caminante, que


EiL, U M U B A I I I I ' permanece trasloa cristales: en la sala que-
dan abiertas las dos
N o Se o v e n a d a . . . hojas de la puerta. Todos
,™ . . , ,,,.„ salen al mismo tiempo. Se ve el cielo estre-
ñ í anciano se levanta, y sm volverse mies- Uad gl cé fl del jardJn y tjd e
tra con el dedo la puerta que se halla a ? u es- ü u f a t a a l a l u n a •E n m e d i o d e l a e s t a n « i a
polda. La madre, el padre y las dos hijas se a c o s t a ( l o e n el sillón, el niño duerme dulee-
arromn a la puerta. El anciano quiere impe- Silencio. a
dir iPla madre que salga.) (Voces en la mu- «
chedumbre.) E L CAMINANTE
¡La familia sale! ¡La familia sale! ¿ 1 n¡ño nQ ge ^ de d
(Movimiento en el jardín. La mucliedum- r
, toe se precipita del otro lado de la casa, y (Saletambién.)-FIN.
—^s»o G ^ 3 0 ' C : = "

El caballero de la muerte.
La ciudad, toda coronada de sol, y de flores y flámulas prendida, se
alboroza con alma de niño, alma de multitud regocijada, porque el cielo
resplandece v las calles están de fiesta; las músicas marciales ritman el
paso de la gente atropellada y toios parecen soldados de un ejército
triunfador. , , . ...
Devotos del amor y la hermosura llegan los peregrinos caballeros, jo-
venes v gloriosos Son doce. Los doce pretenden el amor de la princesa
hermosa- la fortuna, no el mérito, puede distinguir á uno sólo entre
ellos. Son doce jóvenes y gloriosos. La princesa los ve pasar desde la
terraza de palacio, y exclama con terror:
—¡Son trece!... ,. , , , . TT
—Son doc3 señora mía—replica con dulzura su nodriza.—Hoy no pue-
den envidiarse unos á otros; mañana uno solo será envidiado de todos.
—¡Son trece, trece! Tú no ves, nadie ve al que llega detrás de todos, al
caballero de las armas pavonadas, en su caballo negro, gualdrapado de
negro con negro airón por cimera del casco... Son trece, trece...
Y la' princesa mira con espanto á donde mira, á donde, aunque todos
miraran nada verían... Al caballero de las armas pavonadas, al desposa-
do fiel dé la princesa, sólo visible para ella desde el día en que un beso
de muerte transfundió por todo su ser, desde la frente serena con la quie-
tud de un pensamiento fijo, á las plantas graves, de pasos mesurados,
conocedores ds un camino predestinado, poder sobrenatural que anida
en ella, á pesar suyo. Todo impulso de amor en su alma es golpe mortal
para el objeto amado; si la princesa dice:—¡Hermosas flores!—las flores
se agostan á su paso; si escucha con amor el canto de los pájaros, los pá-
jaros caen á sus pies como heridos por cazador certero; un príncipe ama-
do, radiante de vida juvenil, murió en el tiempo que ella exclamaba:
«sí», trémula, entre sus brazos... Y desde aquel día, la princesa redujo
su corazón al cielo, y sólo escucha la voz que nadie oye, y sólo mira al
que no ve nadie. • • •• '
—Morirá cuanto ames—juró el caballero;— pero tu, amada mía, nunca
morirás...
Y la princesa entristece su alma con pensamientos de odio; quisiera
vivir entre criminales, en parajes desolados, donde todo inspira horror...
Y para no amar nunca, sólo escucha al que nadie oye, sólo mira al que
no ve nadie, á su fiel enamorado, al caballero de la Muerte, sólo visible
Para ella, su inmortal desposada.
Jacirjto gene/vente.
LA POLÍTICA

Se están haciendo en el ministe- se divide y subdivide el partido li-


rio de la Gobernación las elecciones beral. Tantas actas á los parientes é
que en la primera quincena de Mayo íntimos del presidente, cuantas al'
deshará el cuerpo electoral, ó, lo Sr. Montero Ríos, tantas otras para
que es más triste y más probable, los del Sr. Marqués de la Vega de
confirmará con ligeras variantes. Armijo, unas pocas par el señor Ca-
Con números puede ya el señor nalejas, y las demás, el mayor nú-
Moret adelantar la composición del mero, para el ministro de la Gober-
futuro Congreso. Y si no le es dable nación, el gran elector, el único
sustituir con nombres las cifras es elector verdadero que hay en Es-
por la terrible lucha de ambiciones paña.
y vanidades, que no le permite ve- Así, como siempre, se hacen las
rificar con la calma necesaria el en- elecciones. Algunos candidos excla-
casülado.Ignora.el ministro á quié- man: |Ah, si so hubiese prorroga-
nes ha de encasillar, sabe cuántos do la fecha de las elecciones para
ha de meter en las respectivas casi- poder corregir el censo no sucede-
llas. La Unión Conservadora tendrá ría esto! Otros, inocentes también,
ochenta diputados; los gamacistas confían en que la lucha será leal,
pasarán de veinte, sin llegar á trein- verdadera, porque el actual Gobier-
ta; de veinte á veinticinco serán los no mudará de Ayuntamientos, pró-
republicanos diputados; habrá me- logo de las elecciones generales.
dia docena de carlistas, otra media Ignoran unos y otros que la co-
de representantes de la Unión Na- rrupción ha llegado á tal grado de
cional, hasta una docena de rome- perfección, que el mecanismo, el
ristas y los tres ó cuatro indepen- llamado manubrio electoral, fun-
dientes que tengan dinero y rumbo ciona siempre, inevitable, fatalmen-
para gastarlo. No faltarán, \ ara que te, á favor del que mande, sin nece-
estén en el Congreso todos los par- sidad de falsear el censo ni de sus-
tidos, golpe de muy buen efecto que pender Ayuntamientos.
halaga al Sr. Moret: un integrista Prueba que este obligado preli-
(Nocedal) y un socialista (Pablo minar es ya innecesario, lo sucedi-
Iglesias). Esto si los bilbaínos no do en las últimas elecciones para
vuelven á gastar millones para au- diputados provinciales. Todo esta-
mentar su triunfo. ba preparado por los conservado-
Pueden estos cálculos sufrir mo- res: caen éstos, suben los liberales,
dificaciones si los ministeriales en- y sin tiempo para renovar ni los
casillables siguen apretando y si gobernadores civiles, la máquina
obligan al Sr. Sagasta á que haga incumbadora olictoral— oh prodi-
en la futura mayoría < ponderación gio mecánico!—, da una mayoría de
de fuerzas», es decir, representacio- diputados provinciales liberal, per-
nes proporcionadas á la importan- fectamente liberal.
cia y calidad de los grupos en que Hay también que advertir que,
Electra. . 85

así como en Madrid el turno pací- no podía por menos, al arte de ha-
fleo ha suavizado las relaciones po- cer elecciones, el único rigurosa-
líticas, lo mismo sucede en las vi- mente español castizo de estos tiem-
llas y hasta en las aldeas con los pos. Ahora todo se reduce á robar
bandos, antes hostiles, hoy muy du- unas cuantas actas, las que hagan
chos en el juego de compadres ó ca- falta, y falsificarlas después.
ciques, que en las altas esferas de Ño importa, pues, que vote todo
la política se denomina turno paci- el cuerpo electoral ó que se retrai-
fico ó constitucional. ga casi en masa. Tampoco es un
Pues con el censo pasa lo mismo. obstáculo, ni siquiera un contra-
Es completamente igual que sea tiempo, que el candidato ó los can-
verdadero ó falso. Ya no importa didatos de oposición tengan efecti-
s e m e j a n t e ' p e q u e n e z . Importaba va mayoría de votos. Es más; se
cuando las elecciones se hacían gro- puede permitir que hagan trampas,
seramente, á veces apelando á re- chan-Jmllos las oposiciones, tal es
cursos violentos, como la prisión de admirable el sistema. En Madrid
arbitraria de un elector de influjo se ha usado con extraordinario éxi-
y de oposición al Gobierno, ó la eli- to en elecciones generales- para di-
minación de ese mismo electorirre- putados á Cortes, en dos elecciones
ductible por medio del trabuco de provinciales y una municipal.
un bandido andaluz, la escopeta de Las elecciones de Marzo de 1897
un roder valenciano ó el fusil de la fueron modelo de este novísimo
Guardia civil. Quien se escandalice sistema.
recuerde la causa de Trasmiera, en El alcalde de Madrid, que lo era
Santander; la historia del Chato ce- entonces quien en premio.de aque-
lebre roder de Chellan, y las haza- llos'servicios, de lo que se ha lla-
ñas que en concepto de muñidores mado su acometividad, ha logrado
electorales realizaran celebérrimos la cartera de Instrucción Pública,
bandidos andaluces. hizo en la corte las elecciones para
Aquello pasó. A nuevos tiempos, diputados á Cortes. Fueron unas
nuevas costumbres. Ya no se mata, elecciones sencillas y baratas. El al-
se escamotea con arte y hasta con calde corrió con todo, con el triun-
gracia. El progreso es indudable. fo de los ministeriales y de los sil-
Como en lo criminal el bandido ha velistas. Lucharon también los re-
cedido su puesto al timador inge- publicanos de la fusión D. Constan-
nioso y al carterista distinguido, en tino Rodríguez y D. Emilio Menén-
el crimen electoral la falsificación dez Pallares, dos federales, uno de
ha sucedido al homicidio. ellos D. Francisco Pí y_ Margal], y
dos socialistas.
La gloria de esta laudable evolu-
ción corresponde casi íntegra al Hubo poca animación en los co-
partido liberal, y muy particular- legios, se retrajo gran parte, la ma-
mente al moretismo, á la izquierda yoría de los electores, y, sin embar-
de ese partido. go, obtuvieron más de 30.000 votos
Ya no se paran, adelantan ó atra- ministeriales y conservadores, sien-
san los relojes, ni se mudan, como do así que en elecciones reñidísi
por arte mágico, los colegios,ni se mas de 3 de Marzo del 93 no obtu-
vo el Sr. Ezquerdo más de 27.000
resucira á los muertos, ni cuadri- votos.
llas de barrenderos disfrazados acu-
den á votar con nombres supues- Lo sucedido fué que al falsificar
tos en distintas secciones; ya no hay las actas hubo que aumentar votos
necesidad de los antes acreditados á todos los candidatos, hasta los so-
embuchados, ni menos de romper cialistas, á fin de dar el triunfo á
urnas. Todo e30 es viejo. Pertenece los que habían sido derrotados por
á los tiempos de R o c e r o Robledo. D. Constantino Rodríguez y don
El modernismo ha llegado también, Emilio Menéndez Pallares.
86 Electrn.

El único defecto de tan admira- Los únicos que noble y pública-


ble sistema es que á veces por des- mente han manifestado su progra-
cuidos que ya se irán corrigiendo ma electoral, han sido los socialis-
con el uso, aparecen en el acta de tas y los federales. Aquéllos en un
una sección más votos que votantes manifiesto; los segundos, en un ar-
hay en el censo. En el distrito de la tículo de El Nuevo Régimen; q u e
Latina en las penúltimas elecciones ofrece la novedad de aconsejar la
para diputados provinciales ya se coalición electoral lio sólo con los
dio ese caso, muy chusco, por lo republicanos unitarios, sino con los
demás, y que en nada estorbó á la federales monárquicos, es decir,
legalidad de aquellas elecciones. con los regionalistas.,
Lo sucedido antes, gobernando La Unión nacional republicana
los liberales, es indicio de lo que también lanzará su prógr.ama pron-
acontecerá en Mayo, cuando florez- to, aunque ha de luchar con el gran
ca el encasillado ya á medio hacer. inconveniente de no estar acordes
Y prueba de que'todos están en el sus hombres respecto de las solu-
secreto, es que los aspirantes á re- ciones del problema religioso.
presentar en Cortes á la nación no Como no se formen robustas coa-
se preocupan de exponer ideas, pu- liciones electorales que vigoricen la
blicar manifiestos y agitar al cuer- opinión y purifiquen con su fuerza
po electoral. Lo que les interesa es arrolladura el sufragio, como suce-
ser encasillados- Por eso ha caído dió en Madrid los años de 1885 y
sobre Madrid una nube de caciques 1893, las futuras Cortes representa-
y candidatos, así ministeriales como rán á los oligarcas y á los caciques
de oposición dinástica, incluso el de que ha hablado en el Ateneo
Sr. Paraíso, que también ha bullido hace poco el Sr. Costa con varonil
y rebullido por ahí y ha hecho al- elocuencia.
gunas visitas al Sr. Morét.
Roberto Casirovido.
-OS DÍAS SIN SOL
El lobo blanco del invierno,
el lobo blanco viene,
con los feroces ojos inyectados >
en sangre helada, fijos y crueles.
¡Maldito lobo invierno que te llevas'
los viejos y los débiles!...
Keunámonos; que todos
tengan una familia,
un libro y fuego alegre.
Y, mientras, fuera, el hacha
el tronco seco hiende,
que será rojo en el hogar, cerremos
la puerta y el balcón... ¡Dios no nos quiere!
¡Tregua! Seamos amigos...
¡La tibia paz entre nosotros reine
en torno de la lámpara, que esparce
la tranquila poesía del presente!...
Y tú,,mi amada, cuyos rojos labios
son ya la sola flor, dámelos... ¡quiéreme!...
¡que el lobo blanco del invierno,
el lobo blanco viene!
JAanuel J/lact\ado.
CARTAS DE UN NOVIO

EL AMOR, QUE PASA


Hoy me he levantado con el ataque. Ya sabes tú lo que es el ataque: pen-
sar en tí furiosamente, ver en todo lo que miro algo tuyo, oir algo tuyo en
todo lo que oigo... volver la vista atrás.
En la acera de las Calatravas, llueva el sol chorros de una luz rubia,
polvillo dorado y relumbrante que cae sobre las temblorosas plumas de
los sombreros. Las faldas, revolantes y olorosas, suenan con rumores de
tentación; sobre las nucas de adorables mujeres el festón de los ricillos
campanillea con gracia y los devocionarios elegantes se duermen entre
caricias de manos blancas y primorosas.
Todo brilla aquí; las botitas acharoladas, el azabache de los vestidos,
las piedras de las sortijas, el deseo de los ojos... Todo huele á esencias cos-
tosas y penetrantes; las caras bonitas, los abrigos largos, los manguitos
suaves, hasta el silabeo rumoroso de las palabras sabe á violeta y á opo-
ponax; hasta el aire, cortesano y discreto, corre como templado aliento
de alcoba...
El amor madrileño y elegante bulle en esta acera cortesana, con sus
atildados saludos, con sus risitas frescas, con su flirt descarado y mali-
cioso. Tras las anchas caderas apretadas, parece que se van las manos;
palabras mimosas regalan los oídos con su música de desmayo; ojos en
tornados y soñolientos provocan suspiros deseosos; y Venus, enlutada y
cuaresmal, cristiana y devota, tintinea su rosario tan habilidosamente,
que suena'como el besar de una bacante fatigada.
El esquilón de San José toca á misa con irritante paciencia; seguido,
seguido, sin cansarse jamás, como un confesor pesado, en acecho de que
la alegría se canse para hacerse oir... '
Apesar de esto, la alegría no lleva trazas de rendirse. Las cruces de oro
caen sobre las chaquetas ajustadas; pero al hincharse con el respiro de
los aires de primavera, los senos duros y jóvenes hacen tambalear las
cruces... ', .'• '._''• '',
Todo esto lo veo y lo oigo,-acometido de una murria indecible y extra-
vagante. Seguramente, al andar, como atortolado, entre este gentío de ba-
canal etiquetera, llevo un aire de tonto que debe dar compasión.
Pienso en tí...
**
Hoy, día festivo y memorable, tu día, habrás confesado. Madruguera y
bonita, pero triste y melancólica, habrás paseado tu garboso cuerpo an-
daluz por esas calles morunas y estrechas, y las puertas se habrán llena-
do de curiosos por verte pasar. Tu sombrero de Madrid, con plumas y
abalorios, habrá llenado el pueblo con el aire triunfador de la moda, y
más de una envidiosa lugareña, en acecho tras los visillos de su cierre de
cristales, habrá espiado tu andar madrileño.
Al entrar en la iglesia destartalada y fría las beatas gruñonas habrán
cuchicheado entre el escondite de sus mantones viejos, escandalizadas de
tu lujo, odiándote porque vuelcas en la nave mal oliente el jarrón de tus
Perfumes mundanos —Y tú, pobre corazón sin malicia, habrás puesto la
divina cara en las rejillas mohosas del confesonario. ¿Qué le has dicho
88 Electra.

al sacerdote? ¿Qué te ha dicho él? Cuéntamelo, cuéntamelo todo, desde el


principio hasta el fin.
Mi corazón brinca al solo pensamiento de que le has hablado de mi,
pobre aventurero dejado de la mano de Dios. Entre suspiros afanosos y
dolientes, estoy seguro de que le has dicho toda mi cruel odisea; y de que}
contando tus pesadillas de novia ausente, esa boca tuya, que me regalo
con sus carcajadas de felicidad, ha rezado, con miedo, suplicando á otro
hombre que me pei'donara...
Ante el hecho villano de que mis afanes, pasando por el dulce crisol de
tu boca, se cambien en regaladas súplicas al confesor, toda fñi alma se re-
bela. Siento hervir mi sangre; renace en mí el deseo de apretar una gar-
ganta; y el loco poema de los celos me deja sin respiración y sin vida.
...Un amigo me sale al paso. También él suspira por la novia ausente.
Y también me dice que su novia habrá confesado esta mañana.—Hemos
cerrado los puños amenazadores, y allá vamos los dos, detrás de unas mu-
chachas que se ríen, mirándonos con la devoción más pagana que te pue-
des imaginar...
Cristóbal Ce Castro.

*«3gr ,*.

Mística.
Amada, te convido á un goce embriagador...
Se ha ocultado la luna, y en el lejano Oriente
una ráfaga rósea preludia el sonriente
triunfo de la aurora. El suave frescor
que las rosas exhalan en su ensueño de amor,
embriagará de besos nuestra serena frente...
Todo duerme en el mundo... y en el parque silente
las flores de ayer tarde sueñan con dulzor.
Ceñiré tu cabeza con diademas de rosas
cuajadas de rocío; y á tu dulce pesar
te darán IPS adelfas sus flores lacrimosas.
Clavarás en el cielo tu tranquilo mirar,
y en tus verdes pupilas veré las silenciosas
perlas que las estrellas vierten al expirar.
Juan 7?. Jiménez.

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