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MAURICIO MAETERLINCK
PERSONAJES
EN EL JARDÍN EN L a ©ASJl
El anciano. El padre.
El caminante. La madre.
Marta y María, nietas del anciano. Las dos hijas.
Un campesino. El niño.
La multitud. (Personajes mudos.)
Algunos sauces sombrean el viejo jardín. La casa se perfila en el fondo y
tiene iluminadas tres ventanas bajas. Se columbra una estancia blanca y una-
familia que pasa la velada al amor de la lámpara. El padre está sentado
cerca del fuego. La madre tiene un codo apoyado en la mesa y mira al vacío.
Lias dos hijas, vestidas de blanco, bordan, sueñan y sonríen. El niño pequeño
ha dejado caer la cabeza sobre el hombro de lamadre y se adormece en la
paz familiar de la velada. Parece que cuando alguno de la familia se levan-
ta y va ó viene, sus movimientos son graves, lentos, silenciosos como espiri-
tualizados por la distancia, y la luz de la lámpara, y la luz de los cristales.
El aiicinno y el caminante entran lentamente en el jardín.
EL ANCIANO los sauces nos oculta para ella. Las
Ya hemos llegado. Esta es la luz dos hermanas de la muerte bordan
que distinguíamos desde el camino. lentamente, como si soñasen; el
La familia, como de costumbre, hermanito pequeño se ha dormi-
prolonga la velada al amor de la do..,; son las nueve en el reloj que
lámpara. Ha sido una suerte que hay en el fondo; ¡a familia no sos-
no oyesen nuestras pisadas; tal vez pecha nada y permanece silenciosa.
la madre ó alguna de las hijas hu- E L CAMINANTE
bieran salido, y no sabríamos cómo Si pudiéramos llamar la atención
decírselo. del p a d r e . . . Dos veces ha vuelto
El. CAMINANTE la cabeza hacia este lado. Sería
¿Qué vamos á hacer entonces? conveniente que uno de la familia
E L ANCIANO
lo supiese antes que los otros.
E L ANCIANO
Dejadme ver si se hallan todos ¿Y á cuál elegir? El padre es vie-
en la sala... ¡Todos!... El padi'e está jo y enfermo...; la madre también;
sentado cerca del fuego: tiene las y las hermanas son tan n i ñ a s . . -
manos sobre las rodillas y escucha; Todos la querían como quizás no
la madre tiene un codo apoyado en
la mesa... vuelvan á querer. No he visto una
casa ni más feliz, ni más alegre.
E L CAMINANTE E L CAMINANTE
La madre nos mira. Llamaré en los cristales.
E L ANCIANO E L ANCIANO
lío, mira al vacío; ni siquiera No, no; los asustaríamos, y_ sería
parpiíd^an sus ojos. La sombra de peor. Vamos á rodear el jardín. La
Electra. 77
guna cosa; pero no osó decirla, y atreve á levantar los ojos, temerosa
se alejó súbitament?. de despertarle.
E L CAMINANTE- E L CAMINANTE.
Los aldeanos me contaron que la Las dos hermanas cesaron de
habían visto vagar hasta el anoche- bordar...
cer por la orilla del rio — Creye- E L ANCIANO.
ron que buscaba flore3, cuando bus-
caba la muerte. Reina profundo silencio...
E L ANCIANO. E L CAMINANTE.
¡Quién sabe! Era silenciosa como Han dejado caer el hilo de seda.
las flores, y nosotros somos ciegos
para leer en el fondo de las almas. E L ANCIANO.
Vivimos un día y otro día al lado Las dos miran al niño.
de alguno que ya no es de este E L CAMINANTE.
mundo y de quien el espíritu pare-
ce exhalarse como perfume morte- Los padres parecen felices.
cino, y no comprendemos n a d a . . .
¡Cómo comprender, si somos cie- E L ANCIANO.
gos! Esa niña había vivido como , Se creen al abrigo de todo. Ce-
viven todas; hablaría sonriendo de rraron las puertas, aseguraron ias
los rosales que se deshojan sobre ventanas, corrieron los cerrojos de
los senderos del jardín y lloraría h i e r r o . . . (El anciano se sienta). L a casa
en la obscuridad. Un ángel no vería es vieja, pero sus muros son de pie-
lo que pasa en esas almas. Ayer no- dra; lo saben y viven tranquilos,
che ella estaba sentada, bordaba á sin Cuidados ni zozobras. ¡Creen
la luz de la lámpara, como sus her- haberlo previsto todo!
manas, y nosotros no la veríamos
tal como era si existiera a u n . . . E L CAMINANTE.
Para comprender la vida es preciso Es preciso que nos decidamos.. •
que algo inesperado se una á ella. Puede llegar alguien y decírselo
¡Y qué extraña debió ser esa alma bruscamente. Había muchos aldea-
infantil! La triste, la ingenua, la nos en la pradera... Si uno de ellos
blanca alma que tuvo la pobre niña, llamase á la puerta.
¡ah! si hubiera dicho lo que debió
decir, ¡ah! si hubiera hecho' lo que E L ANCIANO.
debió hacer. Marta y María quedaron acompa-
ñando á la muerta. Los aldeanos
E L CAMINANTE. iban á disponer unas anclas de ra-
En este momento sus hermanas maje para conducirla hasta aquí.
sonríen en silencio. He dicho á la mayor que viniese
corriendo á traernos aviso cuando
E L ANCIANO. se pusiesen en camino. Esperemos
Sus padres están t r a n q u i l o s . . . que llegue, ella me acompañará. A
No la esperaban esta noche. mí me falta valor después de haber
estado contemplándolos tanto tiem-
E L CAMINANTE. po. Creí que todo consistía en_ lla-
Toda la familia sonríe sin hablar. mar á la puerta, entrar sencilla-
El padre se lleva un dedo á los la- mente, buscar algunas frases y_d?"
c i r l o . . . Pero los h e visto vivir
bios. felices agrupados bajo la lámpara...
E L ANCIANO.
Señala al niño, dormido sobre el MARÍA.
corazón de la madre, que casi no se Padre, ya vienen ahí.
Electra. 79
E L ANCUAMC). EL CAMINANTE.
¿Eres tú? ¿Por dónde vienen? La segunda tiene los ojos llenos,
de lágrimas.
MARÍA .
E L ANCIANO.
Atravesando los sendero?. Cami-
nan muy lentamente. Nadie sabe hasta dónde el alma
se extiende en torno nuestro.
E L ANCIANO. (Largo silencio. María se estrecha contra el
pecho del anciano y lo abraza.)
¿Son muchos?
MARÍA.
MARÍA . ¡Padre! ¡Padre!...
Toda la aldea. Algunas mujeres E L ANCIANO.
habían llevado luces, pero les ad-
vertí que las apagaran y que reza- No llores, hija mía... A todos nos
sen en voz baja. llegará nuestra vez. (Nuevo silencio.)
E L ANCIANO. E L CAMINANTE
Aún tenemos tiempo. Cuánto tiempo miran.
E L ANCIANO.
MARÍA.
Mirarían cien mil años y no dis-
¿Pero no le dijisteis?... tinguirían nada sus pobres herma-
E L ANCIANO. nas. La noche es oscura, y á la des-
Nada le hemos dicho, ya lo ves... gracia casi nunca se la ve llegar.
Ellasmiran al jardín,ylos que con-
Velan todavía reunidos bajo la lám- ducen á la muerta vendrán por
para... Míralos, hija mía... aquel lado rodeando las pradera s
MARÍA. E L CAMINANTE.
¡Oh! ¡qué felices parecen! Creo ES una masa negra que avanza
ístar viéndolos en sueños... lentamente.
E L CAMINANTE. MARÍA.
Hablad bajo. Sus dos hermanas Vienen muy lejos y apenas se les
ae han extremecido. distingue.
MARÍA. E L CAMINANTE.
Se levantan las dos... Siguen las ondulaciones del sen-
E L CAMINANTE. dero. Ahora reaparecen al lado de
un gran charco iluminado por la
Creo que vienen hacia las ven- luna.
tanas. MARÍA.
(En este momento una de las dos herma-
nas se acerca á la ventana Izquierda: la oirá ¡Oh! ¡cuántos son! Toda la a l d e a -
i la ventana derecha. Apoyan al mismo tiem- Vienen dando un gran rodeo.
po las manos en los cristales y miran en la
obscuridad ) E L ANCIANO.
MARÍA. Llegaron á pesar de todo. Ahora
también yo las veo. Caminan lenta-
Nadie se asoma a la ventana del mente al borde de las praderas. Pa-
medio... recen tan pequeños que casi no se
E L CAMINANTE. les distingue entre las yerbas. Se les
Las dos hermanas miran. Escu- tomaría por niños jugando en un
chan. claro de luna. Aunque ellas los vie-
E L ANCIANO. sen no comprenderían nada, y sin
. La mayor sonríe á la obscuridad; embargo traen consigo el infortu-
nio que ha de herirlas. A medida
á l o q u e nove...
80 Liectra.
El caballero de la muerte.
La ciudad, toda coronada de sol, y de flores y flámulas prendida, se
alboroza con alma de niño, alma de multitud regocijada, porque el cielo
resplandece v las calles están de fiesta; las músicas marciales ritman el
paso de la gente atropellada y toios parecen soldados de un ejército
triunfador. , , . ...
Devotos del amor y la hermosura llegan los peregrinos caballeros, jo-
venes v gloriosos Son doce. Los doce pretenden el amor de la princesa
hermosa- la fortuna, no el mérito, puede distinguir á uno sólo entre
ellos. Son doce jóvenes y gloriosos. La princesa los ve pasar desde la
terraza de palacio, y exclama con terror:
—¡Son trece!... ,. , , , . TT
—Son doc3 señora mía—replica con dulzura su nodriza.—Hoy no pue-
den envidiarse unos á otros; mañana uno solo será envidiado de todos.
—¡Son trece, trece! Tú no ves, nadie ve al que llega detrás de todos, al
caballero de las armas pavonadas, en su caballo negro, gualdrapado de
negro con negro airón por cimera del casco... Son trece, trece...
Y la' princesa mira con espanto á donde mira, á donde, aunque todos
miraran nada verían... Al caballero de las armas pavonadas, al desposa-
do fiel dé la princesa, sólo visible para ella desde el día en que un beso
de muerte transfundió por todo su ser, desde la frente serena con la quie-
tud de un pensamiento fijo, á las plantas graves, de pasos mesurados,
conocedores ds un camino predestinado, poder sobrenatural que anida
en ella, á pesar suyo. Todo impulso de amor en su alma es golpe mortal
para el objeto amado; si la princesa dice:—¡Hermosas flores!—las flores
se agostan á su paso; si escucha con amor el canto de los pájaros, los pá-
jaros caen á sus pies como heridos por cazador certero; un príncipe ama-
do, radiante de vida juvenil, murió en el tiempo que ella exclamaba:
«sí», trémula, entre sus brazos... Y desde aquel día, la princesa redujo
su corazón al cielo, y sólo escucha la voz que nadie oye, y sólo mira al
que no ve nadie. • • •• '
—Morirá cuanto ames—juró el caballero;— pero tu, amada mía, nunca
morirás...
Y la princesa entristece su alma con pensamientos de odio; quisiera
vivir entre criminales, en parajes desolados, donde todo inspira horror...
Y para no amar nunca, sólo escucha al que nadie oye, sólo mira al que
no ve nadie, á su fiel enamorado, al caballero de la Muerte, sólo visible
Para ella, su inmortal desposada.
Jacirjto gene/vente.
LA POLÍTICA
así como en Madrid el turno pací- no podía por menos, al arte de ha-
fleo ha suavizado las relaciones po- cer elecciones, el único rigurosa-
líticas, lo mismo sucede en las vi- mente español castizo de estos tiem-
llas y hasta en las aldeas con los pos. Ahora todo se reduce á robar
bandos, antes hostiles, hoy muy du- unas cuantas actas, las que hagan
chos en el juego de compadres ó ca- falta, y falsificarlas después.
ciques, que en las altas esferas de Ño importa, pues, que vote todo
la política se denomina turno paci- el cuerpo electoral ó que se retrai-
fico ó constitucional. ga casi en masa. Tampoco es un
Pues con el censo pasa lo mismo. obstáculo, ni siquiera un contra-
Es completamente igual que sea tiempo, que el candidato ó los can-
verdadero ó falso. Ya no importa didatos de oposición tengan efecti-
s e m e j a n t e ' p e q u e n e z . Importaba va mayoría de votos. Es más; se
cuando las elecciones se hacían gro- puede permitir que hagan trampas,
seramente, á veces apelando á re- chan-Jmllos las oposiciones, tal es
cursos violentos, como la prisión de admirable el sistema. En Madrid
arbitraria de un elector de influjo se ha usado con extraordinario éxi-
y de oposición al Gobierno, ó la eli- to en elecciones generales- para di-
minación de ese mismo electorirre- putados á Cortes, en dos elecciones
ductible por medio del trabuco de provinciales y una municipal.
un bandido andaluz, la escopeta de Las elecciones de Marzo de 1897
un roder valenciano ó el fusil de la fueron modelo de este novísimo
Guardia civil. Quien se escandalice sistema.
recuerde la causa de Trasmiera, en El alcalde de Madrid, que lo era
Santander; la historia del Chato ce- entonces quien en premio.de aque-
lebre roder de Chellan, y las haza- llos'servicios, de lo que se ha lla-
ñas que en concepto de muñidores mado su acometividad, ha logrado
electorales realizaran celebérrimos la cartera de Instrucción Pública,
bandidos andaluces. hizo en la corte las elecciones para
Aquello pasó. A nuevos tiempos, diputados á Cortes. Fueron unas
nuevas costumbres. Ya no se mata, elecciones sencillas y baratas. El al-
se escamotea con arte y hasta con calde corrió con todo, con el triun-
gracia. El progreso es indudable. fo de los ministeriales y de los sil-
Como en lo criminal el bandido ha velistas. Lucharon también los re-
cedido su puesto al timador inge- publicanos de la fusión D. Constan-
nioso y al carterista distinguido, en tino Rodríguez y D. Emilio Menén-
el crimen electoral la falsificación dez Pallares, dos federales, uno de
ha sucedido al homicidio. ellos D. Francisco Pí y_ Margal], y
dos socialistas.
La gloria de esta laudable evolu-
ción corresponde casi íntegra al Hubo poca animación en los co-
partido liberal, y muy particular- legios, se retrajo gran parte, la ma-
mente al moretismo, á la izquierda yoría de los electores, y, sin embar-
de ese partido. go, obtuvieron más de 30.000 votos
Ya no se paran, adelantan ó atra- ministeriales y conservadores, sien-
san los relojes, ni se mudan, como do así que en elecciones reñidísi
por arte mágico, los colegios,ni se mas de 3 de Marzo del 93 no obtu-
vo el Sr. Ezquerdo más de 27.000
resucira á los muertos, ni cuadri- votos.
llas de barrenderos disfrazados acu-
den á votar con nombres supues- Lo sucedido fué que al falsificar
tos en distintas secciones; ya no hay las actas hubo que aumentar votos
necesidad de los antes acreditados á todos los candidatos, hasta los so-
embuchados, ni menos de romper cialistas, á fin de dar el triunfo á
urnas. Todo e30 es viejo. Pertenece los que habían sido derrotados por
á los tiempos de R o c e r o Robledo. D. Constantino Rodríguez y don
El modernismo ha llegado también, Emilio Menéndez Pallares.
86 Electrn.
*«3gr ,*.
Mística.
Amada, te convido á un goce embriagador...
Se ha ocultado la luna, y en el lejano Oriente
una ráfaga rósea preludia el sonriente
triunfo de la aurora. El suave frescor
que las rosas exhalan en su ensueño de amor,
embriagará de besos nuestra serena frente...
Todo duerme en el mundo... y en el parque silente
las flores de ayer tarde sueñan con dulzor.
Ceñiré tu cabeza con diademas de rosas
cuajadas de rocío; y á tu dulce pesar
te darán IPS adelfas sus flores lacrimosas.
Clavarás en el cielo tu tranquilo mirar,
y en tus verdes pupilas veré las silenciosas
perlas que las estrellas vierten al expirar.
Juan 7?. Jiménez.