Está en la página 1de 16

El futuro de la lectura

El futuro de la lectura ya no será lineal, sino radial

Los libros electrónicos permiten saltar a imágenes, música o diccionarios

Las ediciones en papel serán un lujo y un placer. Con todo, los expertos
animan a no perder la capacidad de leer con atención

Otros
15
Enviar por correo
Imprimir
VIRGINIA COLLERA

 Twitter

15 SEP 2012 - 00:00 CEST

Ampliar fotoFOTO: BRIAN SNYDER /


REUTERS

Leemos todos los días. A todas horas. Inconscientemente. La información


nutricional de la caja de cereales, las señales de tráfico, la factura de la electricidad,
las vallas publicitarias. Conscientemente. Una novela de Jonathan Franzen, el
periódico, el muro de Facebook, los resultados de una búsqueda en Google. Somos
más lectores que nunca. Pero desde hace tiempo utilizamos esa vieja palabra, leer,
para nombrar un acto que está en transición. Que no es lo que era. La lectura está
cambiando y, con ella, nosotros, los lectores.

Día tras día leemos titulares sobre la desaparición del libro físico y los
correspondientes desvelos de editores, libreros, bibliotecarios, pero, cuestiones de
mercado aparte, nosotros, los lectores, ¿cómo leeremos en el futuro? ¿Qué
entenderemos por libro? ¿Qué entenderemos por leer? ¿En qué soportes leeremos?
¿Cómo hablaremos de libros? ¿Dónde conseguiremos los libros?

1 Una vieja tecnología. ¿Qué entenderemos por libro?

“La tecnología es todo aquello que fue inventado después de que tú nacieras”. La
cita es del ingeniero informático Alan Kay y hace referencia a esa idea generalizada
de que tecnología es sinónimo de nuevo. Los ordenadores, los móviles, los GPS son
tecnología. ¿Los libros? También, insiste Joaquín Rodríguez, editor, autor y
responsable del blog Los futuros del libro. “Aunque nos preceda nueve siglos y sea
algo natural en nuestras vidas”. El libro es una tecnología para muchos inmejorable:
compacta, portátil, fácil de usar, barata, autónoma. Por eso precisamente ha tardado
tanto en iniciar su tránsito hacia lo digital. “Los libros son artefactos increíbles”,
reconocía Jeff Bezos, consejero delegado de Amazon, para luego añadir: “Son el
último bastión de lo analógico”. Esa semana de noviembre de 2007 el gigante de
Internet presentaba el lector electrónico Kindle.

Hasta hace no demasiado, la primera acepción del Diccionario de la Real Academia


Española bastaba para describir qué era un libro: “Conjunto de muchas hojas de
papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen”. Ahora
empieza a haber consenso en torno a otra, propuesta por el veterano periodista,
escritor y gurú del futuro Kevin Kelly: “Un único argumento o narrativa de
extensión larga, sin importar su forma o si es en papel o electrónico”.

Siempre habrá libros muy aumentados, como los infantiles,


con un despliegue muy llamativo
Una de las principales características de los libros del futuro es que “no serán un
ladrillo inmutable”, escribe Craig Mod, editor, escritor y diseñador de la revista
social Flipboard, en el texto Post-artifact books & publishing.Esas erratas que
siempre se escapan a pesar de las múltiples revisiones podrán corregirse en
posteriores actualizaciones, donde autores o editores no solo enmendarán errores,
también ofrecerán nuevos contenidos a los lectores, práctica común en el terreno de
las aplicaciones y con la que ya experimenta Nórdica Libros: El viento comenzó a
mecer la hierba, de Emily Dickinson, pronto incluirá más poemas recitados.
También los lectores contribuirán con sus notas a engordar el e-book que, en muchas
ocasiones, será una lectura multimodal, es decir, podrá incluir letras, imágenes,
enlaces, vídeos…

Aunque no conviene esperar fuegos artificiales de todos ellos, opina José Antonio
Millán, autor de varios estudios sobre la lectura en España y responsable del
blog Libros y Bitios. “Siempre habrá libros muy aumentados, como los infantiles,
con un despliegue muy llamativo. También habrá obras científicas con muchas
adiciones que facilitarán el estudio o la comprensión, pero la novela podrá seguir
siendo novela. En una edición de Ulises podrás ver un mapa, por ejemplo. Pero hay
veces que no hace falta nada”.

2 Leer palabras, leer imágenes. ¿Qué entenderemos por leer?

“Leer es una creación humana. No es natural sino una práctica social que cambia en
cada momento de la historia, en cada comunidad y en cada contexto, aunque la
palabra sea la misma. No es lo mismo lo que hacemos ahora que lo que hacíamos
hace cincuenta años o lo que haremos dentro de otros cincuenta”, explica Daniel
Cassany, profesor e investigador de Análisis del Discurso de la Universidad Pompeu
Fabra y autor de En_línea. Leer y escribir en la red(Anagrama). Libro abierto, lector
enfrascado, ese es el concepto de lectura, culta y profunda, que sigue arraigado. Pero
leer ha crecido —y seguirá haciéndolo— en acepciones, importancia y dificultad.
“Leer es más complejo porque leemos más imágenes, más documentos
multimodales. Eso de leer una página con letras está totalmente muerto. En los
textos habrá fotos, vídeos, letras y tendremos que relacionar todo para darle
significado. Leer en el sentido de acceder a la información es mucho más fácil, pero
si entendemos leer por comprender es más difícil, porque hemos pasado de leer lo
que escribía la gente de nuestro alrededor con palabras que entendíamos a leer lo
que escribe gente de todo el mundo”.

“Buscar en Google, utilizar un traductor para entender algo en inglés o francés,


consultar un dato que desconocemos en la Wikipedia, todo es leer”, insiste Cassany.
Simplemente tenemos que acostumbrarnos: leer es una actividad cada vez más
tecnológica. De ahí que surjan nuevas acepciones. “Por ejemplo, la lectura de redes
sociales es totalmente nueva, antes era oral. La gente socializaba cara a cara, por
teléfono, por carta, en cambio ahora se pasa horas conectada a Facebook o Twitter”.
Y que las clásicas cambien para adaptarse a los tiempos. “La lectura científica ha
cambiado muchísimo. Yo hace veinte años leía revistas y libros. En cambio ahora
esto es solo una parte, y no la más importante, de lo que hago. Cuando algo me
interesa, lo primero es buscar el nombre del autor e ir a su blog, a YouTube, a
Slideshare; los libros son complementarios. En cambio, leer literatura cambiará poco
porque los autores principales van a seguir escribiendo libros y, en vez de leerlos en
papel, los leeremos en un iPad, buscaremos una palabra en el diccionario o un
topónimo en Wikipedia, subrayaremos o veremos qué personas han subrayado un
determinado fragmento. Hay un enriquecimiento, pero se sigue leyendo la misma
obra”.

3 Pantallas, pantallas, pantallas. ¿En qué soportes leeremos?

Más de la mitad de los españoles lee ya en soporte digital, según el informe Hábitos


de lectura y compra de libros en España 2011 (el 52,5% de la población, aunque
solo el 6,8% lee libros de esta manera). En ordenadores, teléfonos móviles, agendas
electrónicas o e-readers (cuyo uso ha aumentado un 75% y alcanza el 3% de los
entrevistados). Y “una gran mayoría” de los estudiantes son lectores digitales, así
que no parece descabellado alegar que las lecturas del futuro se realizarán
fundamentalmente en ordenadores, teléfonos inteligentes, tabletas y lectores
electrónicos. Craig Mod considera que “los e-readers serán gratuitos en un par de
años. Serán, en realidad ya lo son, los libros de bolsillo del mundo digital. Y las
tabletas imperarán como aparatos universales de uso informático y de lectura”.

Hemos perdido la paciencia para esa lectura que favorece


pensamientos pausados

Mod cuenta por correo electrónico que meditó sus respuestas desde una cabaña sin
conexión a Internet que alquiló al norte de Nueva York para leer y escribir sin
interrupciones ni tentaciones digitales. Ya lo advertía el periodista Nicholas Carr
en Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus), “la
Red atrae nuestra atención solo para dispersarla. Nos centramos intensamente en el
medio, en la pantalla, pero nos distrae el fuego graneado de mensajes y estímulos
que compiten entre sí por atraer nuestra atención”.

El estado natural de nuestro cerebro es distraído: excepcionalmente las páginas de


los libros lograron la hazaña de mantenernos absortos durante horas, pero hoy
parece improbable que las páginas de los libros digitales vayan a repetirla. Los
dispositivos de lectura conectados ponen al usuario en el aprieto de tomar decisiones
constantemente: ¿hago clic en el enlace? ¿Abro el vídeo? ¿Leo los comentarios de
otros lectores? ¿Recomiendo el libro en Facebook? Un nuevo correo electrónico, ¿lo
leo ahora o luego? ¿Y si echo un vistazo a Twitter o YouTube?

“A mí me preocupa que todos queramos lecturas más breves y sencillas. Hemos


perdido la paciencia para esa lectura que favorece pensamientos pausados y nos
transporta a niveles de significado más profundos”, explica Maryanne
Wolf,psicóloga experta en lectura y autora de Cómo aprendemos a leer (Ediciones
B). ¿Y qué pasaría si se confirmasen sus temores? “La lectura profunda abarca toda
una serie de procesos sofisticados que nos permiten inferir lo que no se dice en el
texto a partir de lo que sí se dice. Igualmente importante, nos permite reflexionar
crítica y analíticamente sobre lo que está escrito para no aceptarlo sin que medie un
verdadero pensamiento. Con la lectura profunda podemos trascender lo escrito para
alcanzar reflexiones superiores y, en ocasiones, originales. Sin ella, el lector
permanece en la superficie del conocimiento y queda a merced de todo lo que lee”,
explica desde Boston.

Y no es el mejor momento para hacerlo. “Los lectores nunca se han enfrentado a tal
cantidad de información ni han estado tan necesitados de lectura crítica y analítica
como ahora. Asusta pensar que los nuevos lectores utilicen el común denominador
de ‘lo que es más popular en número de visitas en un servidor de Internet’ como la
base de sus opiniones y creencias. No es que la cultura digital sea enemiga de la
cultura literaria, pero tiene la capacidad de destruir o erosionar los mejores aspectos
de ella: el cerebro capaz de leer con profundidad”.

¿Desaparecerá el libro de papel? No, pero evidentemente perderá relevancia. Y al


haber menos libros físicos, su método de producción se adaptará. Tanto Joaquín
Rodríguez como José Antonio Millán coinciden en que predominará la impresión
bajo demanda. “Tradicionalmente, el editor imprime y a lo mejor vende. Imprimir
después de que la venta se haya producido es una ventaja y el cliente ni siquiera
tiene que saber que el libro se está generando digitalmente. Esa vieja usanza de la
impresión offset desaparecerá, excepto para grandes tiradas de best sellers”,
argumenta Rodríguez. Aparte de los editores, recalca Millán, también los lectores
saldrán ganando. “Encargar una obra en papel para retirar inmediatamente será un
excelente servicio. Por ejemplo, el lector podrá entrar en una web de compra,
encargar el libro en impresión bajo demanda, pagarlo y recogerlo en su barrio,
donde habrá varios puntos, o en una máquina expendedora, como ya ocurre con las
entradas. Es probable que surjan estructuras parecidas porque son buenas para
todos”.

El 90% de los usuarios de las comunidades onlinenunca hace


ningún tipo de aportación,
4 La era de la lectura social. ¿Cómo hablaremos de libros?

“El tema central de la literatura es la sociedad y cuando nos perdemos en un libro


recibimos una lección sobre las sutilezas y los caprichos de las relaciones humanas.
Varios estudios han demostrado que la lectura tiende a hacernos más empáticos, más
alerta con las vidas interiores de los demás. El lector se abstrae para así ser capaz de
conectar más profundamente”, escribe Nicholas Carr. Es cierto que hablar de lectura
social suena a oxímoron porque tradicionalmente ésta ha sido una actividad solitaria.
Antes la lectura sólo se hacía social —en realidad, más social, si atendemos a Carr—
cuando cerrábamos el libro y lo comentábamos con otras personas, pero en el
presente, y cada vez más en el futuro, esa sociabilidad estará más cerca, dentro de
los márgenes del libro.

El fragmento de Nicholas Carr está extraído de un texto titulado ‘The dreams of


readers’ perteneciente al libro Stop what you’re doing and read this! y lo han
subrayado, informa Kindle, 11 personas. Con las pantallas la lectura estrena una
nueva capa de sociabilidad: al leer podemos anotar y exportar nuestras notas,
subrayar, añadir marcadores, compartir fragmentos en el muro de Facebook o
comentarios en Twitter y ver qué han subrayado, marcado o comentado otras
personas que hayan leído el mismo libro… Bob Stein, pionero del libro electrónico y
director del Institute for the Future of the Book, está convencido de que sus nietos
no concebirán otra forma de leer: su lectura será siempre en compañía.

Tanto Millán como Rodríguez reconocen el potencial de la lectura social, pero


rebajan el entusiasmo de Stein apelando al principio 90-9-1 que, al menos por ahora,
impera en la cultura digital y que dice que el 90% de los usuarios de las
comunidades online nunca hace ningún tipo de aportación, el 9% participa
comentando, editando y generando contenidos de vez en cuando y el 1%
monopoliza la actividad. “Que todo el mundo que lea en un Kindle o Tagus haga
subrayado social y comentarios es mucho pensar”, cuestiona Millán. “Tengo mis
dudas empíricamente contrastadas. Tengo un blog hace mucho tiempo, uso Internet
y me meto en muchos sitios, y verdadero diálogo, crítica y trabajo cooperativo he
encontrado en muy pocos lugares”, apunta Joaquín Rodríguez.

5 Menos estanterías, más personas. ¿Dónde conseguiremos los libros?

Para imaginar lo que será una biblioteca del futuro basta con seguir los pasos de la
Biblioteca Pública de Nueva York, institución de referencia mundial que se está
aplicando para que su importancia quede intacta en el siglo XXI. El plan es el
siguiente: dos millones de volúmenes, que hasta ahora ocupan ocho plantas de su
sede central, serán trasladados a dos almacenes externos para así poder crear un
nuevo espacio público ideado por el arquitecto Norman Foster. Donde antes había
estanterías, habrá hileras de ordenadores, cafeterías y zona wifi. “La propia forma de
la biblioteca está asumiendo esa dimensión poliédrica donde habrá espacio para
libros, para textos electrónicos, pero también para muchas otras fuentes diferentes y
donde el bibliotecario tendrá una personalidad distinta”, explica Rodríguez. Será un
mediador, en palabras de Cassany. “Hasta hace poco los bibliotecarios han estado
muy preocupados por el catálogo: conseguir fondos para la biblioteca, archivarlos,
etiquetarlos con los sistemas universales idóneos. Y ahora, como Internet hace
accesible toda la información, este trabajo ha perdido interés y su día a día está
volcado en la atención al usuario, la formación, lo que se llama alfabetización
informacional, es decir, el fomento de esa capacidad de entender en un mundo en el
que es más complejo hacerlo porque estamos infoxicados”.

Y es que acercarse a la biblioteca simplemente para sacar un libro será algo


excepcional. Los textos serán —en su mayoría— digitales y las
gestiones online,como ya ocurre en la Biblioteca Pública de Nueva York. Desde el
año pasado, sus usuarios pueden hacer buena parte de los trámites desde la web o
desde una aplicación instalada en un teléfono inteligente: buscar en el catálogo,
reservar un título, renovar un préstamo… Y si el libro o revista está disponible en
formato electrónico, puede descargarlo y, cuando termine el plazo, el contenido
simplemente desaparecerá del aparato.
El futuro pertenece a la lectura digital y, por supuesto, a las librerías online. Las de
toda la vida resistirán solo si cambian. “No pueden seguir aspirando a ocupar el
mismo espacio porque obedecen a un modo de producción que necesitaba que el
territorio se irrigara a través de esa red comercial. Si el contenido ya no se distribuye
de esa forma, esos espacios no son estrictamente necesarios a no ser que se
especialicen y / o multipliquen sus servicios. Las librerías ya se están convirtiendo
en espacios más convivenciales, donde se busca una lectura social, una presentación,
una charla. Mientras vayan a eso y entiendan que tienen que utilizar las tecnologías
digitales, sobrevivirán”, concluye Joaquín Rodríguez.

Libros y blogs

En_línea. Leer y escribir en la red. Daniel Cassany. Anagrama. 288 páginas. 19,90


euros (electrónico: 14,99).

Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Nicholas Carr.


Traducción de Pedro Cifuentes. Taurus. 344 páginas. 19,50 euros (electrónico:
11,99).

Stop what you’re doing and read this! Nicholas Carr. Vintage,


2011. www.nicholasgcarr.com/

Cómo aprendemos a leer. Maryanne Wolf. Traducción de Martín Rodríguez-


Courel. Ediciones B. 320 páginas. 5,95 euros.

El viento comenzó a mecer la hierba. Emily Dickinson. Traducción de Enrique


Goicolea. Ilustraciones de Kike de la Rubia. Nórdica Libros. 112 páginas. 16,50
euros.

Los futuros del libro. Joaquín Rodríguez. futurosdellibro.com/


Libros y bitios. José Antonio Millán. jamillan.com/

Craig Mod. craigmod.com

Hábitos de lectura y compra de libros en España 2011. Federación de Gremios de


Editores de España (FGEE). www.federacioneditores.org/

Los libros vs la tecnología, ¿una batalla


perdida?
Daniel Fernández

06 DE ENERO DE 2017 08:22 PM, ACTUALIZADO 06 DE ENERO DE 2017 09:22 PM

La librería y editorial El Ateneo, en Buenos Aires, fue fundada en 1912. LEO LA


VALLE EFE

Desaparecerán los libros, igual que ya casi han desaparecido las cartas, las postales
de viaje y las navideñas? No quiero ser pesimista, pero el avance de la humanidad ha
conllevado siempre un alto porcentaje de destrucción. ¿Cuántas especies de plantas
y animales no hemos liquidado? ¿Cuántas civilizaciones no hemos eliminado de la
faz de la tierra?

La vida moderna parece conspirar contra los libros y lo que representan. Yo no me


creo el cuento de las “Ferias del Libro”, ese espejismo multitudinario y bullanguero
que pretende ser la apoteosis del libro, algo que se produce y se consume a solas y
en silencio. He viajado mucho últimamente y he podido observar que hasta las
librerías de los aeropuertos han tenido que recurrir a otros elementos para subsistir;
venden souvenirs, baterías, almohadas de avión y mil chucherías más. Las revistas
literarias brillan por su ausencia. Lejos están los días en que hasta en el de Miami se
podía comprar Le Magazine Littéraire.

Un estudio profundo de la desaparición del libro y sus implicaciones sociales,


filosóficas y culturales desborda las proporciones de esta columna, pero quiero
enumerar algunas de las razones que creo conspiran contra la lectura y la literatura.

ADVERTISING

inRead invented by Teads

La internet. Esta mágica red que nos une y comunica tiene unos “efectos
secundarios” altamente peligrosos. Recomiendo ver el documental Lo and Behold,
Reveries of the Connected World (2016), de Werner Herzog, que explora las dos
caras de esta moneda. En cuanto a la lectura, si bien la internet permite recibir
electrónicamente en la pantalla obras completas, a una inmensa mayoría los atrapa
con sus juegos, redes sociales y sus mil “aplicaciones”.

Acceso digital ilimitado: solamente 99


centavos el primer mes
Reciba acceso total a nuestro contenido en todos sus dispositivos
SUSCRIBASE AHORA

Las tabletas y teléfonos celulares: Ahora conectados hasta a la televisión, vuelven a


las personas de todas las edades adictas a estar pendientes de la avalancha de
tonterías que millones de usuarios comparten en Facebook, Instagram, Twitter,
Linkedin, Whatsapp y otras.

La falta de transporte público: En ciudades como Miami o Los Angeles, donde uno
debe desplazarse en auto, generalmente al volante, el ciudadano carece de esos
momentos de espera que antes estimulaban la lectura en las paradas de ómnibus o
bien durante el viaje en ómnibus o metro.

Auge de la TV: La televisión ha mejorado mucho, aunque no tanto en español,


donde proliferan los culebrones. Una serie policiaca o humorística puede resultar
más atractiva e instructiva que un libro, incluso para lectores avezados. Esas series
son el producto de uno o varios escritores que conocen muy bien su oficio.

La literatura de pacotilla: En esta “era del selfie” abundan los escritores ansiosos por
contar su historia a como dé lugar. Y al igual que esos que comparten en Facebook
sus selfies al salir de la ducha, muchos se creen con la obligación de compartir
sentimientos o peripecias expresados con un lenguaje pedestre que a cualquiera que
se le ocurra leerlos puede hacerlos dudar de la importancia de leer.

La educación deficiente: La lectura es un hábito que suele adquirirse a temprana


edad, y si los padres y los maestros no inculcan al niño la devoción por esta, las
múltiples atracciones de la vida cotidiana le resultarán tentaciones más cómodas en
las que caer. Ya son varias las generaciones que prefieren esperar a “que salga la
película” para enterarse de qué trata el libro, por famoso que sea.

En la prensa española he leído artículos quejándose de la merma alarmante de


lectores. Y lo he observado en muchas ciudades del mundo. Son pocos los que leen
en aviones y aeropuertos, pero tampoco se ve esto en los ómnibus ni metros con la
profusión que se veía antes. Los periódicos y revistas han desaparecido de las
consultas de los médicos y de los hospitales, en cambio hay aparatos de TV en todos
los salones de espera. En La Habana de mi niñez, los limpiabotas vendían libros de
segunda mano, ahora ni siquiera hay limpiabotas.

La literatura tuvo su gran momento en el siglo XIX, donde era la clave para
aumentar la venta de los periódicos. No habrá ya nunca escritores con la popularidad
que alcanzaron Verne o Dumas padre, cuyas obras viajaban a América en barcos
fletados especialmente.

La clave del éxito de aquellos autores no era solo su calidad, sino que no tenían que
competir con tanto entretenimiento y tantas ocupaciones que merman el tiempo de
ocio, imprescindible para leer. En la época de esos maestros, la lectura era un placer
mayor, pues aún no se habían creado los teléfonos, ni la radio, ni el cine, ni mucho
menos la multifacética televisión. Tampoco había CDs ni DVDs.

El porcentaje de personas que no leen es alarmante, según la prensa española. En


otros países, ni siquiera se molestan en hacer encuestas. Pero no hay que culpar tanto
a esos que no les gusta leer, y es que el motivo principal para la lectura es el deseo
de asomarse a otra vida, a otro mundo… es una manera de enriquecernos, pero eso,
afortunadamente, lo tenemos (a veces de manera genial) en un filme de ficción o un
documental.

Antes el lector se fascinaba con un relato sobre Venecia o Laponia, ahora no sólo
puede ver un filme sobre ese lugar, sino que no le es difícil viajar y tener él mismo
la experiencia y hasta escribir un libro sobre el tema. El atractivo y el tiempo de la
lectura se han reducido irreversiblemente, sin embargo los que quieren escribir su
historia encuentran tiempo y forma para hacerlo. Los lectores disminuyen, pero
parece que la literatura mediocre y “la selfie” seguirán contribuyendo a la posible
desaparición del libro.

Escritor y crítico musical.

El efecto Internet en los problemas de


comprensión de lectura
by EditorialOtroAnguloINFO on 7 marzo, 2019 in De la web

El 7 de marzo es el Día Mundial de la Lectura.


“¡Mierda, todos tienen casi 200 páginas!”, musitó una adolescente que buscaba, entre
una lista de varias opciones, un par de novelas que debería leer en el curso escolar.
Esto, que escuché en una librería de la Ciudad de México, sintetiza los problemas de
lectura que enfrenta la mayoría de los jóvenes actualmente: impaciencia, escasa
capacidad de concentración, deficiente comprensión.
En 2010, David Nicholas presentó con la University College de Londres un estudio
acerca de la “generación Google” donde advertía que la población nacida a partir de
1993 tendía a leer de prisa, superficialmente y mostraba menor capacidad para
analizar información compleja.
Hoy, neurólogos y psicólogos estiman que esa situación se ha agravado y que los
dispositivos portátiles podrían estar acentuando la incapacidad para realizar una
lectura profunda (sobre todo por las múltiples interrupciones).
Señalan que la lectura en internet (rápida, aleatoria, superficial, fragmentada en varios
materiales leídos en forma simultánea) ha modificado nuestra manera de leer e,
incluso, nuestro cerebro.

En 2015, el diario El País recogió la opinión de varios especialistas:


“Leemos mucho, pero de una forma muy superficial. Como sociedad, estamos
perdiendo la capacidad de formular ideas profundas y complejas. Corremos el
riesgo de estar atontándonos, de pensar de manera más simplista y fragmentada.
Tenemos que dar a la mente la oportunidad de manejar ideas complicadas”, advirtió
Andrew Dillon, catedrático de Psicología de la Información de la Universidad de
Austin, Texas.
Ciertamente, internet globaliza y socializa tendencias y fenómenos, como esta forma
de lectura superficial y fragmentaria.

“Nuestra mente, plástica y maleable, es un reflejo de nuestros actos. Los jóvenes


cambian su atención unas 20 veces a la hora, de un aparato a otro. Cuando se
sientan a leer, tienden a reproducir esa lectura interrumpida y en zigzag. Tenemos
que ser conscientes de que estamos en medio de un cambio muy profundo”, señaló
Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Tufts, Estados Unidos.
Para Naomi Baron, lingüista de la American University y autora de Words Onscreen:
The Fate of Reading in a Digital World, “el problema es la sensación que producen las
redes sociales de que siempre tienes que estar disponible para contestar. Es muy
difícil concentrarse, porque la hiperconexión hace que sientas temor de estar
perdiéndote algo. Somos socialmente más inseguros y estamos más estresados”.
Un estudio Rakefet Ackerman y Morris Goldsmith, de la Universidad de Haifa, Israel,
comparó el desempeño de dos grupos de alumnos que estudiaron los mismos textos,
uno en pantallas y el otro en papel. Encontró que los estudiantes abandonaban en
forma prematura sus lecturas en pantallas, con la falsa noción de haber estudiado
suficiente.
Algunos especialistas consideran que “Picotear o leer a profundidad no son acciones
antagónicas, son complementarias”. Lo que requerimos, dicen, es adiestramiento para
extraer el máximo rendimiento de los distintos tipos de lectura.

México en la lona
México también enfrenta un grave problema en la comprensión de lectura, pero hay
evidencia de que este problema es anterior a la expansión de internet y las redes
sociales.
Al iniciar el siglo XXI, México enfrentaba limitaciones en la penetración de las
tecnologías de interconexión. No obstante, las pruebas de evaluación mostraban que
la mayoría de lo estudiantes de nivel básico y medio no entendían lo que leían. En el
año 2000, la Prueba Pisa reportó que el 63% de los estudiantes mostraba un nivel
deficiente en la capacidad para reflexionar y evaluar lo leído; para el año 2009
ese porcentaje había subido a 70%.
En este caso, internet no sería la causa inicial, aunque sí podría haber contribuido a
acentuar el problema. Otro dato del Programa Internacional para la Evaluación de
Estudiantes (PISA, 2009) es relevante: el 81% de los alumnos de secundaria en
México no muestran la suficiente capacidad para realizar actividades cognitivas
complejas; en educación media superior el porcentaje es de 63%.
Si bien no se pueden cargar todas la pulgas a internet, sí conviene poner atención en
los señalamientos referidos por neurólogos y psicólogos. Y, en ese sentido, sorprende
la decisión de la Secretaría de Educación Pública de dar tablets a los estudiantes de
5o año de primaria en varias entidades.

Al anunciar esta decisión e iniciar el proceso de entrega, el titular de la SEP, Emilio


Chuayffet Chemor, exageró y mintió acerca de esta tecnología: dijo que con ella se
evitaría “ser analfabetas en muy pocos años” y que no costarían un centavo, pues
serían donaciones (El Universal, 9 julio 2013).
Sin embargo, en 2014 la SEP lanzó una convocatoria para la compra de 709 mil 824
tablets (por $2 mil 500 millones de pesos) para entregarlas a los alumnos del Estado
de México, Puebla, DF, Sonora, Tabasco y Colima.

Hasta hoy se desconoce en qué se basó Chuayffet para elegir esta tecnología “de
apoyo a la formación académica”. Lo real es que alivió la frustración de los fabricantes
tecnológicos que venían cancelando líneas de producción de tablet debido a que las
ventas estaban “muy lejos de las expectativas”, según informaba Digitimes en
2013.
A la fecha, los reportes de International Data Corporation (IDC) se refieren a las tablet
como un mercado que no logra despuntar, con una caída de ventas del 6% en el
primer trimestre de 2015, respecto al trimestre anterior. Por su parte, la firma Gartner
considera que las tablet tienen un ciclo de vida de 3 años y son
principalmente artículos complementarios de otras tecnologías, pues los usuarios
encuentran más funcionalidad en los smartphones.
Lo necesario, en vez de entrar en los juegos del mercado tecnológico, es atender la
recomendación de los especialistas respecto a los problemas de lectura profunda:
fomentar una nueva cultura entre los estudiantes que les permita reservar un tiempo
cada día para mantenerse desconectados de las pantallas y experimentar una
lectura profunda, sin distracciones o tentaciones digitales.
[ Gerardo Moncada ]

También podría gustarte