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El Karma

¿Qué es lo que hace que determinadas cosas tiendan a salirte bien y otras a salirte
mal? Bueno, esto tiene que ver con el Karma.

Karma es una palabra del sánscrito, que originalmente significaba "acción" y que
luego comenzó a utilizarse como sinónimo de destino, generado por nuestras
acciones.

Esta cuestión del karma ha sido objeto de gran preocupación por parte de los
filósofos, tanto en oriente como en occidente. Una teoría occidental dice que
cuando nacemos, nuestras vidas son como una hoja de papel en blanco.

A partir de allí, cada vida se desarrolla como resultado de su entorno y de las


fuerzas que actúan en él -parientes, amigos, sociedad, cultura dominante, etc. El
Budismo, sin embargo, enseña que la vida es eterna y que hemos vivido
incontables vidas hasta este momento. Esto implica que no nacemos como hojas en
blanco, sino como páginas con incontables impresiones hechas con anterioridad. De
acuerdo al Budismo, la vida existe en el cosmos por siempre; algunas veces es
manifiesta y otras es latente. Tal como cuando dormimos y después despertamos.

Entre el sueño y el despertar, nuestra conciencia queda en un estado sub-


conciente. Similarmente, cuando morimos, nuestra vida queda en un estado
latente. Y así, la vida de uno continúa eternamente, alternando estados de vida y
muerte. La muerte es tan parte de la vida, como el dormir es parte del proceso de
vivir.

Sobre esta base, el karma es la acumulación de los efectos de las causas buenas y
malas que realizamos a través de nuestras vidas anteriores, de las causas buenas y
malas que hicimos en esta vida, y de las que en este preciso instante estamos
haciendo.

Nichiren Daishonin declaró: "Si usted quiere entender las causas que existieron en
el pasado, mire los resultados que se manifiestan en el presente. Y si usted quiere
entender qué resultados se manifestarán en el futuro, mire las causas que existen
en el presente." (Los Principales Escritos de Nichiren Daishonin Vol. 2.)

El funcionamiento de las causas y los efectos puede no ser demasiado obvio. La


vida con frecuencia parece injusta. ¿Cómo es que un señor inescrupuloso y egoísta
se hace rico? ¿Por qué esa agradable mujer de la otra calle tiene cáncer? ¿Por qué
la gente nace en tan diferentes circunstancias? Seguramente un niño no tuvo
oportunidad de hacer las causas para nacer en la pobreza y el hambre. Solamente
podemos explicar esas circunstancias si entendemos que la vida es eterna y que
nuestro nacimiento fue determinado por las causas hechas en vidas previas.

La ley de causa y efecto es exacta. Podemos llegar a escapar de las leyes de la


sociedad, pero no hay escape de la ley de la causalidad, que está marcada
indeleblemente en nuestras vidas. Pero a pesar de que es estricta, no podemos
decir que sea injusta.

Evidentemente nos da una explicación lógica para nuestras diferentes


circunstancias de nacimiento. Y más aún, es una enseñanza optimista, porque pone
en nuestras manos el poder de crear nuestros destinos.

Todo lo que hacemos en esta vida afecta el balance positivo o negativo de nuestro
karma. Por ejemplo, si nacimos pobres pero dedicamos la vida a darle a otros
cualquier cosa que podamos darles, estamos haciendo causas para cambiar el
karma negativo de ser pobres. Por otra parte, si dedicamos la vida a envidiar, u
odiar, o a robar a los demás, estamos haciendo causas para aumentar el karma
negativo.

Cada pensamiento, palabra y obra es una causa que crea un efecto. A un nivel
simple, si vamos a trabajar, nos pagarán, si hacemos ejercicios, estaremos fuertes.
Por lo tanto, el budismo enseña que el destino no es arbitrario, ni es impuesto por
una fuerza sobrenatural, sino que nosotros lo creamos en cada instante.

La doctrina del karma tiene una gran implicancia: no podemos culpar a nadie más
por nuestro sufrimiento. Claro que esto no significa que los demás no cuentan; ellos
tendrán la recompensa por sus propias acciones. Lo importante es que nuestro
sufrimiento proviene de nuestro interior, no del exterior. A pesar de que esto
parece estricto, de hecho es en extremo liberador.

Después de todo, no podemos cambiar a la otra gente. Mejor dicho, la única


manera de cambiar a otras personas es cambiar la manera en que nos
relacionamos con ellas, cambiándonos primero a nosotros mismos.

Cuando abrimos nuestra naturaleza de Buda a través de entonar Nam Myoho Renge
Kyo, reaccionamos diferentemente ante los demás, basados en sabiduría y
misericordia, en lugar de hacerlo en cólera o avaricia. Por esto, la gente nos
responde de otra manera.

Crear nuestro destino


El budismo de Nichiren Daishonin considera que todas las personas tienen
en sí mismas el potencial de cambiar su propio karma, o dicho de otra
manera, usted puede crear su destino, sobrepasando la influencia de su
karma.

Dijo Nichiren: "El Buda descubrió una ley mística que simultáneamente contiene la
causa y el efecto, y la designó Myoho Renge. La ley de Myoho Renge está incluida
en todo fenómeno del universo. Por lo tanto, aquellos que practican esta ley,
simultáneamente adquieren la causa y el efecto de la Budeidad." (Principales
Escritos de Nichiren Daishonin Vol. 7) (La traducción se simplificó para facilitar la
comprensión.)

La Budeidad es el más alto de los 10 estados de vida a que podemos aspirar. Lo


podemos caracterizar como un estado de máxima sabiduría y misericordia, pleno de
felicidad. Todos tenemos el potencial de la Budeidad en nosotros mismos, así que
un “buda” no es un ser superior, sino una persona como usted o como yo, que hizo
la práctica correcta.

¿Y cuál es la práctica correcta -lo que en budismo denominamos la práctica de la


ley? La práctica está compuesta de dos aspectos: la práctica para uno mismo y la
práctica para los demás.

Practicar para los demás es hacerles conocer la Ley Mística a nuestros amigos, con
el sincero deseo -desde el corazón- de ayudarles a ser felices.

Practicamos para nosotros mismos, principalmente, entonando Nam Myoho Renge


Kyo, que significa: me dedico con devoción (NAM) a la ley mística (MYOHO) de
causa y efecto (RENGE) por medio de la voz (KYO). El daimoku –así se llama esta
práctica- tiene el gran poder de atravesar nuestro "depósito de karma”, de manera
de llegar hasta nuestra más profunda conciencia, la esencia de nuestra vida o
estado de Budeidad.

Para entender esto un poco más, es bueno mencionar el concepto de las nueve
conciencias: El budismo define nueve conciencias, que ayudan a explicar cómo se
almacena el karma. Para no extender demasiado esta explicación, vamos a dejar de
lado las primeras siete y concentrarnos en la octava y novena. La octava conciencia
es el depósito del karma, es decir, donde se guardan los efectos de todas las
causas que generamos hasta este mismo instante, en ésta y en anteriores vidas.
Esta conciencia influencia nuestras reacciones en todo momento.

Todos tenemos experiencias o patrones de comportamiento que no conseguimos


modificar. Por ejemplo en nuestro trabajo, muchos de nosotros tenemos una
persona en particular que nos provoca reacciones, al menos, de malhumor. A pesar
de que nos decimos a nosotros mismos que la próxima vez será diferente, eso
vuelve a repetirse, una y otra vez. O está el caso de mujeres que fueron
maltratadas por sus esposos y que, a pesar de buscar un nuevo marido, se
encuentran con que eso vuelve a suceder.

Para el budismo, esos patrones de comportamiento, tanto los nuestros como los
de las personas con las cuales nos relacionamos, son efecto de nuestro karma. Y
del de ellos también.

La sicología intenta resolver esos patrones de comportamiento a través del


entendimiento y tomando conciencia. Sin embargo, un enfoque solamente racional
no resuelve el tema en su nivel más profundo, porque la razón por sí misma no
puede ir más allá del karma. Entonces, uno se queda atrapado en ese círculo
vicioso, respuestas y situaciones que vienen del karma negativo generan más
karma negativo.

Para cambiar nuestro karma tenemos que ir más allá de la influencia de esa octava
conciencia, hasta la novena conciencia, que es pura y libre del karma. Nichiren
Daishonin definió la novena conciencia como myoho renge, la ley universal de la
vida. Y la forma de llegar hasta esa conciencia es entonar el Nam Myoho Renge
Kyo.

Cuando entonamos Nam myojo rengue kyo, estamos expresando nuestra budeidad.
A medida que lo hacemos más y más, tomamos conciencia de las tendencias
kármicas que nos restringen y limitan. A medida que nuestra confianza crece, nos
sentimos capaces de desafiar esas tendencias y establecer una nueva dirección en
nuestras vidas, basados en nuestra siempre emergente budeidad.

El karma no es una cuestión solamente individual. También compartimos el karma


con nuestras familias. Asimismo, lo compartimos con nuestras comunidades y la
sociedad en general. Ha habido muchos intentos de mejorar la sociedad por medio
de revoluciones: la revolución industrial, la revolución de clases, y así. Sin
embargo, a menos que tengamos un medio de hacer una revolución en nuestras
vidas, no podemos esperar alcanzar una paz y una sociedad constructiva
permanentes. Sin que podamos superar nuestra cólera, por ejemplo, ¿cómo
podemos esperar detener la guerra?

Al superar nuestro propio karma, por lo tanto, comenzamos una reacción en cadena
para cambiar el karma de nuestras familias, de nuestras comunidades y del mundo.

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