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A) LA ASPIRACIÓN A LA FELICIDAD

Orientarnos a la plenitud es orientarnos a lo que puede ser considerado


nuestro bien superior. La palabra que más se ha usado para concretar ese bien
es la de felicidad. La vida ética es definida entonces como aspiración a la
felicidad. Para clarificar lo que puede entenderse por ello es conveniente
acercarse primero a las tres grandes propuestas que se nos han ofrecido en la
historia de la filosofía –la aristotélica, la epicúrea y la utilitarista– para pasarg
luego a algunas consideraciones conclusivas.
de nuestro bien supremo todos estamos de acuerdo: la eudaimonía o felicidad;
todos pensamos que “vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz”. La
felicidad es para el autor una meta exigida por nuestra propia naturaleza:
tendemos a ella como un fin que está enraizado en nuestra esencia. El
problema aparece cuando nos preguntamos en qué consiste ser feliz. Aquí las
propuestas empiezan a ser diferentes e incluso contradictorias.
Para hacer luz en esta confusión Aristóteles nos propone distinguir
jerarquizadamente medios que no son fines (ej. medicina), fines que son al
mismo tiempo medios (ej. salud), y fin en sí que no puede ser medio: la
felicidad. Los primeros se buscan en vistas al último, que se busca por sí
mismo. Esto nos da ya una primera pista: no podemos
poner la felicidad en los medios, que sólo se justifican si nos llevan al fin.
De todos modos, esta es una pista que debe ser matizada. Porque los
medios no son pura instrumentalidad, están impregnados de fin y el fin no es
algo que se alcanza de repente tras un camino recorrido, es la plenitud y
consumación de lo que se va realizando en el camino. y porque lo que
directamente nos moviliza son los fines concretos, los objetivos específicos –
no puros medios– en los que creemos vivir la felicidad. Desde ahí
precisamente parece inevitable asumir grados significativos de pluralidad de
bienes en las éticas que se muestran como aspiración a la felicidad.
Hay además otra cuestión relevante: la felicidad concreta no puede ser
buscada al margen de las circunstancias en las que nos encontramos. Es algo
que Aristóteles

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