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¿QUÉ M*ERDA ES EL CAPITALISMO TARDÍO?

Si tuviéramos que definir la época en que vivimos,


¿cómo empezaríamos? Tal vez por una referencia a
los espacios digitales por los que nos movemos con
cada vez mayor frecuencia. Tal vez por una noción
de la caída de los grandes relatos, utópicos y
distópicos, que organizaron la imaginación política
durante décadas. ¿Y si nos tocara ponerle un
nombre a la generación que hoy es joven, digamos, que tiene entre 18 y 30 años? Podemos
emplear la nomenclatura fashion: generación X, con una pizca de millennials y algo de gen Z. O,
más localmente, desde el kirchnerismo, se habló de la generación del Bicentenario, con aquel
2010 como año fundante.

Situémonos en Argentina, 2022. Vivimos hace cinco años con una inflación muy alta (por
encima del 40% anual) pero que no llega a híper. Hace más de una década, con una inflación alta
(por encima del 25%). La generación de empleo no se detuvo durante el kirchnerismo, y luego de
entrar en franca regresión durante el macrismo, volvió a ampliarse en estos últimos meses. Pero
el piso de 30% de informalidad parece completamente impenetrable.
La acumulación sucesiva de estadísticas oscuras a las que, parece, debemos simplemente
acostumbrarnos no puede más que contribuir a una forma particular de ver el mundo, que puede
adoptar luego distintas formas. Por ejemplo, me siento tentado de describirlo como “sensación de
derrota”, pero es probable que esto se encuentre teñido de mi cosmovisión política propia.
Podríamos hablar de “presentismo”: la lenta cancelación del futuro, en términos de Mark Fisher,
o la sensación de que el campo de las expectativas tiene cada vez menor amplitud.
La pregunta que abre esta nota, ¿qué mierda es el capitalismo tardío?, es una pregunta por cómo
nos ubicamos, espacio-temporalmente. La noción de “capitalismo tardío” está ganando un uso
cada vez más frecuente para describir este éter desalentador en el que nos movemos. Pero no es
nuevo: fue usado por primera vez para referirse al comienzo del siglo XIX; más tarde, para
hablar del período de entreguerras; luego, en la década del 60… Para las izquierdas, el
capitalismo es un sistema que más tarde o más temprano estallará, por lo que en todo momento
podemos encontrarnos en su parte “tardía”.
Pero hubo períodos en los que se dejó de usar: no se hablaba en “capitalismo tardío” en la era
dorada del keynesianismo de posguerra, o durante la revolución conservadora de los años 80 que
impuso el neoliberalismo en todo el globo. ¿Por qué vuelve, en este momento, una vez más, la
idea de que estamos en el atardecer de un modelo que ha organizado la vida social de casi
toda la población humana desde hace siglos, y que se ha repuesto a miles de crisis?
Hay un meme que tal vez resume mejor que nada la experiencia del capitalismo tardío. Es un
diagrama de Venn: un círculo dice “apocalipsis”, el otro “tener que ir a trabajar”. Nosotrxs
estamos en la intersección. Creo que la palabra “tardío” es mejor para definir la época que “fin
del mundo”, porque en realidad se trata de la falta misma de un final. El apocalipsis siempre
pospuesto. El sol bajando eternamente sin ocultarse nunca.
Es que si hay algo que el capitalismo tardío es, es una experiencia, una forma de sentir el mundo,
el aire a tu alrededor. La vida, el trabajo, la política, el arte, el amor son campos obturados
por glitches, pequeñas fallas que se retroalimentan en el orden caótico de una sociedad con cada
vez menos sentido. Capitalismo tardío es el nombre que le daría Neo a su mundo en la Matrix si
la pastilla roja y la pastilla azul hubieran tenido el mismo efecto.
Una vieja anécdota apócrifa de la primera Guerra Mundial comienza con un mensaje de los
alemanes a los austríacos: “en nuestro frente, la situación es seria pero no catastrófica”. La
respuesta de los austríacos fue: “en el nuestro, la situación es catastrófica… pero no es seria.”
Con esa última frase definiría yo el capitalismo tardío.

Algo se está rompiendo


Pero estos atardeceres pueden ser nombrados. ¿En qué ámbitos experimentamos estos
desacoples, estos anuncios de un final que, sabemos, no termina de venir?
El primer caso es el cambio climático. El tema del apocalipsis ambiental es
crecientemente el tema del que la cultura occidental se ocupa, la sustancia que le da nombre a la
era. Con menor (Don’t Look Up) o mayor (Inside) efectividad, el arte vira hacia la experiencia
del fin del mundo desde una lectura ecológica. Y allí miran también la economía (véase el debate
por el desarrollismo) y la geopolítica (la idea y vuelta de Alemania sobre la energía nuclear).
Un segundo término es representado por el movimiento feminista. ¿Estamos en el patriarcado
tardío? ¿Cómo juega la frase trillada sobre la facilidad de imaginar el fin del mundo o del
capitalismo si sustituimos este último término por “el orden patriarcal”? La radicalización de una
política emancipadora en este ámbito es innegable.
En tercer lugar, el mundo del trabajo. ¿Hasta qué punto avanzará el proceso de automatización?
¿Qué ocurrirá con los roles que no pueden ser reemplazados? A medida que cambia la
materialidad de los procesos de trabajo en el marco de una cuarta revolución industrial, se
producen cambios en las representaciones sobre lo que el trabajo es.
El cuarto eje es el orden geopolítico global. La invasión rusa sobre Ucrania no es más que un
nuevo episodio en una transformación que tiene al menos veinte años de historia, y que se ve
marcada por la evidente retracción de Estados Unidos como hegemón global. Como en todos los
casos tratados, no es fácil apresurar un “qué ocurrirá”: multipolaridad, nueva hegemonía China,
división en bloques, todas son alternativas posibles.No se vive en medio de estos cambios sin
consecuencias subjetivas. Pero hay algo más: lo específico del momento histórico es la
sensación constante de que la moneda está en el aire, de que en cualquier momento
podemos estar cruzando un punto de no retorno. Es la sensación de inmovilidad de la caída
en vacío.

¿Quiénes somos?
Esta nota sigue una pregunta: ¿cómo podemos nombrar esta
época? ¿Qué experiencia unifica los cambios que estamos
viviendo? La sensación de cierta derrota que nos atraviesa puede
vincularse a los distintos ejes recién mencionados, pero también
habla de una cuestión vinculada a lxs sujetxs. Es la idea de que
estamos ante el fin de la era de las grandes hazañas heróicas: tal
vez no para siempre, pero temporalmente atravesamos un tiempo
débil de la historia. Es posible que, desde Argentina, eso responda a la reciente muerte de nuestro
principal héroe nacional, el más fuerte del panteón, Diego Armando Maradona.
Podemos dar un ejemplo, también, del mundo de la música: hace cuatro discos que el Indio
Solari no hace más que despedirse. Como el anticipo de un fantasma al que no queremos dejar ir
y que no quiere dejarnos ir.
¿Y nosotrxs, mientras tanto? Quienes no estamos forjados en hierro y sangre, las personas
comunes en peregrinaje lento por esta época gris. ¿Qué vamos a hacer con lo que el
capitalismo tardío hizo de nosotrxs.
Quiero esbozar una pequeña tipología de posiciones que podemos adoptar. Son perfiles no
necesariamente estáticos: es probable que nos movamos de uno a otro. También es probable que
prefiramos más regularmente alguno de ellos. En una era que se basa en sucesivas profecías del
fin de todo que nunca terminan de cumplirse, el modo temporal sobre el que ponemos nuestros
afectos nos define.
1- Postapocalípticxs
La idea base de esta posición es que hay que aceptar la llegada del Fin. Ya estamos en el proceso
de descomposición de todo lo que hemos conocido: no se trata de resignarse, sino de no mentir ni
mentirse a unx mismx. Esta postura pone el acento en el futuro, y no es necesariamente pesimista
(pero puede serlo). Se trate de asumir que el colapso ecológico es inevitable o que el desarrollo
tecnológico llevará más temprano que tarde a una Singularidad y una nueva era tecnohumana, la
posición postapocalíptica es en sí misma mesiánica: convoca a vivir el mañana, hoy.
2- Neopolitizadxs
Si para lxs postapocalípticxs el foco estaba en el futuro, para esta categoría el presente es el
ámbito inescapable sobre el que hay que trabajar. Contra el consenso del fin de la historia
noventista, lxs neopolitizadxs cargan nuevas armas, ideas y proyectos. Esta posición no es
necesariamente progresista: puede ser igualmente reaccionaria. Su utopía puede ser, en el
lenguaje de Ezequiel Gatto, una retroutopía, una búsqueda de retorno a un pasado mítico. Pero lo
más importante es la acción, la praxis. Es posible imaginar una primera generación neopolitizada
bajo el kirchnerismo y una segunda, más de derecha, en la crisis macrista; pero el auge del
feminismo rompe ese esquema lineal: es, sin duda, el mayor ejemplo de este tipo en el presente.
3- Retromilennials
Las dos mitades de este nombre pueden parecer redundantes, pero no lo son: no se trata de
millennials (la generación joven durante los 90) sino de personas que actúan como ellxs aunque
no lo sean. Ante los sucesivos glitches del capitalismo tardío, este grupo opta por una mirada al
pasado. La idea es que todo sigue igual, o que todo puede volver a ser normal, o que podemos
aplicar soluciones viejas a problemas que parecen nuevos (pero no lo son). ¿Conservadurismo?
Tal vez: ellxs dirían que se trata más bien de sensatez. Y en tiempos de destiempo y creciente
incertidumbre, ¿podemos culpar a alguien por querer agarrarse de algunas coordenadas
conocidas?
Esta breve tipología no quiere agotar las múltiples posiciones que pueden tomarse en un tiempo
tormentoso. Es posible aplicarlas, por ejemplo, a los distintos ejes que mencionábamos más
arriba: un retromilennial puede considerar que las nuevas formas de trabajo se estabilizarán, más
tarde o más temprano, en los paradigmas que conocíamos. Una postapocalíptica considerará que
EEUU es ya un actor secundario, e invitará a pensar el nuevo paradigma de dominación con eje
en China o multilateralidad de bloques continentales. Unx neopolitizadx desarrollará proyectos
para el despliegue de la transición energética.
El siglo de las catástrofes que no son serias. De enterrar héroes temiendo que no nazcan nuevos.
Donde el apocalipsis ya ocurrió, o, como la utopía, está siempre un paso más allá. Cuando
siempre llegamos tarde. No creo que ninguna de las tres posiciones que enumeré más arriba sea
condenable. Lo único prohibido ante la trampa del capitalismo tardío es la inmovilidad: dejarse
llevar por la corriente. 
Toyin Ojih Odutula: ‘The firm’, 2017-2018. Originaria de Nigeria, juega con el pasado colonial de su país al
proponer narrativas de personas de color en situaciones consideradas de ‘blancos’.

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