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Trabajo Especial Christian Vivas Finalizado Reformado
Trabajo Especial Christian Vivas Finalizado Reformado
ACCIÓN PENAL
INTRODUCCIÓN
1
CAPÍTULO I 4
CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL OBJETO DE ESTUDIO
1.1. Planteamiento del Problema y Formulación del Problema 4
1.2. Objetivos (General y específicos) 15
1.3. Justificación de la Investigación 15
1.4. Antecedentes de la Investigación 17
1.5. Metodología 19
1.5.1. Diseño, Tipo y Nivel de Investigación. 19
1.5.2. Operacionalización de las preguntas, categorización. 20
21
CAPÍTULO II
EL INSTRUMENTO PÚBLICO ADMINISTRATIVO.
2.1 Instrumento Público Administrativo. Noción 21
2.2 Acto Administrativo. Definición. Elementos 25
2.3 El Protocolo de Autopsia. Definición. Elementos. 29
2.4 El Protocolo de Autopsia un Instrumento Público Administrativo 31
CAPÍTULO II I
PRINCIPIOS PROCESALES DEL DERECHO COMÚN PRESENTES EN EL 33
DERECHO PROCESO PENAL
33
3.1 Precisión Inicial
3.2 Teoría General del Proceso. Noción 34
3.3 Principios Procesales Generales 38
3.4 Principios Procesales del Derecho Penal. 41
3.5 Teoría General de la Prueba. Noción. 43
3.6 La Prueba Documental en el Proceso Penal. 46
CAPÍTULO IV
GARANTÍAS CONSTITUCIONALES VINCULADAS EN LA VALORACIÓN 50
DEL PROTOCOLO DE AUTOPSIA COMO INSTRUMENTO PÚBLICO
ADMINISTRATIVO.
50
4.1 Garantías Constitucionales inherentes al Proceso Penal.
ii
4.2 La justicia y el proceso como fin esencial. 56
CAPÍTULO V
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES 58
5.1 Conclusiones 58
5.2 Recomendaciones 60
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 62
iii
LISTA DE CUADROS Pp.
iv
ESPECIALIZACIÓN EN EJERCICIO DE LA FUNCIÓN FISCAL
RESUMEN
v
ESPECIALIZACIÓN EN EJERCICIO DE LA FUNCIÓN FISCAL
ABSTRACT
The purpose of this research, was aimed at rating the Protocol to autopsy as a public
instrument, of administrative document type, within criminal proceedings, as
probative means serving by itself, because it has features that provide full certainty,
veracity and legitimacy in any process, thus avoiding the concurrence of the issuer of
such document to the hearing of oral and public trial. To do this, it was necessary to
analyze that he is understood as public administrative tool, review the General
theory of the process as well as the General theory of the test from the constitutional
point of view, considering them as part of the guarantees of due process and
effective judicial protection, on the basis of the principle of legality, as well as the
study of the common principles governing any procedure. For these purposes,
discussed the doctrinal positions that defend the processing unit versus those who
believe that the criminal process is unique, having its origin in the punitive power of
the State and escapes to the litigation. This work, employed as a methodology
technique of bibliographic research design, legal document type, with an explanatory
level, all with the aim of generating conclusions affecting the best exercise of fiscal
function and proper administration of Justice, to determine the legal possibility of the
procedural principles of the common law to criminal procedure, always on the correct
interpretation of the procedural and evidentiary law.
vi
INTRODUCCIÓN
1
Administrativo, a los fines de determinar elementos comunes al Protocolo de
Autopsia, haciendo especial referencia a la definición del acto administrativo
y sus elementos, con el objeto de corroborar la afirmación acerca de sí el
Protocolo de Autopsia es un Instrumento Público Administrativo, tomando en
consideración los elementos que lo conforman en conexión con los del acto
administrativo.
Estimándose que el Protocolo de Autopsia, es un Instrumento Público
Administrativo, emanado de un funcionario público o funcionaria pública,
denominado Médico o Médica Forense o Patólogo o Patóloga Forense, en el
cual se deja constancia de lo evidenciado en la Autopsia Médico Legal, que
como señala el sitio en Internet de la Unidad Criminalística contra la
Vulneración de Derechos Fundamentales del Ministerio Público, es un acto
exclusivo del médico o médica, ajustado a los principios éticos y
deontológicos contemplados en la Ley, vale decir, una declaración de
voluntad y manifestación de certeza jurídica, referidas a la ciencia y
conocimiento.
En específico, a la Ley del Ejercicio de la Medicina (LEM, 2011), Código
de Deontología Médica (CDM, 1985) y el Código de Instrucción Médico
Forense (CIMF, 1878), normas que instrumentan y dotan de competencia a
la labor técnica y científica de la actividad de estos profesionales de la
medicina, que coadyuvan en la Investigación Penal, califican los documentos
emanados de estos sujetos procesales, como Instrumento Público
Administrativo.
Es preciso resaltar, que el Protocolo de Autopsia es de tan vital
importancia en el Derecho, que de él se derivan consecuencias en el campo
civil, tributario, laboral, mercantil (seguros), familia y por ende en el
sucesoral, ya que de allí se deriva el certificado de defunción, el cual deja
constancia del fallecimiento de un sujeto de derechos en el registro civil a
través del acta de defunción.
2
En el Tercer capítulo, a los fines de dar cabida en el proceso penal al
Instrumento Público Administrativo, el cual no fue apreciado por el legislador
delegado al momento de ser promulgado el nuevo Código Orgánico Procesal
Penal (COPP, 2012) y los demás textos adjetivos derogados, otorgándole el
valor instrumental que se le otorga expresamente en otros procesos a dicho
medio de prueba, tal es el caso de, el civil, el contencioso administrativo, el
tributario y por supuesto, el constitucional, con lo cual, coadyuvaría en el
desarrollo del debate probatorio, específicamente en su celeridad, sin
menoscabar la esencia del sistema de valoración de pruebas en el proceso
penal.
Se incardina el presente trabajo, en analizar sobre la base de la Teoría
General del Proceso, así como de la Teoría General de la Prueba, los
principios generales comunes en el Derecho Procesal Penal, todo ello en
razón a verificar la pertinencia de valorar el protocolo de autopsia como
Instrumento Público Administrativo en el ejercicio de la acción fiscal, tomando
en consideración el sistema de valoración de pruebas que prevé el artículo
22 del COPP, 2012, así como las mencionadas teorías a los fines de concluir
que es posible en el marco del sistema de la sana crítica, valorar en su justa
medida procesal, al Protocolo de Autopsia, siempre y cuando no haya sido
impugnada la presunción desvirtuable de veracidad y legitimidad de su
contenido, conforme lo prevén las reglas del Código Civil (CC, 1982).
Repasando el cuarto capítulo del análisis de la pertinencia del
Instrumento Público Administrativo, para el ejercicio de la acción fiscal y la
celeridad procesal, se llevó a cabo un estudio sobre las Garantías
Constitucionales que se encuentran presentes en el proceso penal,
concluyéndose que es pausible sostener que no se afecta el sistema de
valoración de las pruebas y menos aún se lesiona un derecho constitucional,
al contrario la celeridad procesal se ve beneficiada.
En lo referido a las conclusiones y recomendaciones, en el presente
trabajó se estimo que el Protocolo de Autopsia, es un Instrumento Público
3
Administrativo, que goza de las características de ser un acto administrativo
de tipo declarativo, que da certeza a la ciencia de los investigado. Con lo
cual, podría ser apreciado por el Juzgador o Juzgadora en fase de juicio, si
que ello implique menoscabar el sistema de valoración de pruebas en el
Proceso Penal. Se constituye así en una herramienta en provecho para el
ejercicio de la acción fiscal, así como en la celeridad del proceso penal.
Como recomendación necesaria, cree quien presenta el Trabajo
Especial de Grado, que en cuanto a la forma en que se emite el documento
Protocolo de Autopsia, su contenido debe hacer referencia a los elementos
que establece la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos (LOPA,
1981), a los fines no dejar duda al operador de justicia que dicho instrumento
es un acto administrativo de tipo declarativo y como consecuencia de ello, es
un Instrumento Público Administrativo.
4
CAPITULO I
5
Jeremías Betham hace más de un siglo, que "el arte del proceso no es
esencialmente otra cosa que el arte de administrar las pruebas” (p.13).
Congruente con lo anterior, en el derecho venezolano, así como en otros
derechos de corte europeo continental, dentro del cúmulo de instrumentos
probatorios que la ley permite o autoriza a las partes para ser usado dentro del
proceso se encuentran los documentos, pruebas tangibles a la vista y que
representan al ciudadano o ciudadana común, lo manifestado dentro de ellos,
en ese sentido, la presente investigación abordará dentro de su estudio el
documento denominado Instrumento Público.
Este medio de prueba, que al ser utilizada en el contexto de una
conversación ordinaria entre individuos, hará recrear en el imaginario de los
interlocutores o interlocutoras sean o no abogados o abogadas, la convicción
de ser un documento emitido por un funcionario o funcionaria público, que
debe constar en algún archivo público y que por supuesto, merece plena
confianza al momento de invocarlo.
Dentro de este tipo de documentos, que la jurisprudencia y la doctrina
venezolano han clasificado, se encuentra el Instrumento Público
Administrativo, como tercer categoría entre los públicos y los privados, que
como se explica más adelante con mayor detalle, es un tipo de documento que
a través de su proceso de formación y definitiva conclusión, emite una
constancia de certeza y veracidad, el cual emana de un funcionario público
que la Ley facultad para emitirlo, en razón de la especialidad de su
conocimiento o del tipo de acto que debe dejar constancia.
En el presente caso, se hará referencia al Protocolo de Autopsia,
aclarando que siempre se hará referencia al resultado de la autopsia legal, en
los términos expuestos en el artículo 202 del Código Orgánico Procesal Penal
del año 2012 (COPP, 2012), con relación al articulo 12 de Código de
Instrucción Médico Forense (CIMF, 1878) y no al resultado de la autopsia
clínica la cual compete a otros estudios científicos, el cual en el Derecho
Común goza de las características propias de documento administrativo con
6
fuerza de instrumento público, ya que de él, emergen una serie de
consecuencias jurídicas en el campo civil, que el Derecho Penal no puede
dejar de observar.
Por ello, resulta necesario indagar, ¿qué es el protocolo de autopsia?,
parafraseando lo expuesto en la Revista del Ministerio Público, a través de la
Unidad de Criminalística Contra la Vulneración de Derechos Fundamentales
(Segunda Edición. Diciembre, 2014), lo describe como un “documento Médico-
Legal, en el cual se reflejan los elementos de interés criminalístico” (p.40),
tales como la causa de la muerte, el intervalo post-morten o data de muerte,
“obtenidos mediante procedimientos técnico-científicos” (p.40), a fin de
contribuir con la determinación de la manera en que se produjo la muerte, así
como la identidad del fallecido. Una vez emitido el mismo, permitirá al Médico
Forense, emitir el respectivo Certificado de Defunción, siempre con el fin de
orientar la Investigación Penal.
Continuando con el planteamiento del problema, resulta pertinente
revisar lo que es el derecho procesal, considerando a éste como la base o
tronco fundamental, del cual las demás ramas del derecho diversifican su
actuación desde el punto de vista adjetivo, desarrollando regladamente cada
acto que se desenvuelve en cada proceso según la materia que regule; así
tenemos, el Derecho Procesal Civil, el Laboral, el Administrativo, el Agrario y el
Penal, entre otros, los cuales disponen de condiciones generales sobre la
forma, tiempo, lugar y contenido de los actos procesales, así como los reglas
particulares en que se debe realizar cada uno, para ello, tal como lo afirmó y
desarrolló Carnelutti (1997).
Para la consecución de cada uno de esos actos, cada proceso utiliza los
principios generales que rigen el Derecho Procesal, los cuales encuentran su
sustento en la Teoría General del Proceso. Con lo cual, como bien lo asevera
Ovalle (1991), la influencia del Derecho Sustantivo no varía la naturaleza de
los principios fundamentales del Derecho Procesal.
7
Este conjunto de actos procesales que componen el proceso, han sido
definidos por Alsina (1956), como “los modos de realización de los actos del
proceso, constituyen las formas procesales” (pp. 34-35), estas formas
procesales según la doctrina referida, se componen de dos elementos, el
Subjetivo y el Objetivo, el primero de ellos persigue expresar la voluntad de
actuar, como por ejemplo cuando se demanda, se presentan pruebas o se
apela de una decisión; el segundo, referido a la expresión de dicho acto, vale
decir, la Demanda, la Prueba y la Apelación.
Ese elemento objetivo de la forma procesal, constituirá el objeto de la
investigación, especialmente la prueba y el modo de ser concebida la misma
en el Proceso Penal, con especial referencia a la Prueba Documental
denominada Instrumento Administrativo Público y la eficacia del mismo, dentro
del proceso penal, el cual mantiene su fuerza probatoria con la misma eficacia
que en el resto de los procesos, al tener como común denominador, una tarifa
legal que lo hace valido salvo prueba en contrario, en cualquier procedimiento
bien sea judicial o administrativo. En el marco de lo expuesto, resulta
conveniente citar a Hugo Alsina (1956), el cual expresó lo siguiente:
8
naturaleza de la materia a decidir y que es posible una teoría
que comprenda los principios fundamentales que los informan.
(p. 412)
9
emitida de acuerdo con las formalidades y requisitos
establecidos en la ley, por los órganos de la administración
pública.
10
interviene en su formación un funcionario público facultado por la Ley para
autorizarlo y dar certeza de los hechos jurídicos que él ha realizado, visto u
oído”, dando así una definición amplia de lo que debe entenderse por
Documento Público.
Posteriormente, la Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de
Justicia (SCCTSJ), con el fin de diferenciar el valor probatorio de los
documentos públicos que cumplen las solemnidades registrales y notariales,
conforme a la Ley del Registro Público y del Notariado (LRPYN, 2001), y los
Documentos Públicos Administrativos emitidos por otros funcionarios
públicos y funcionarias públicas, distintos a los Registradores, Registradoras,
Notarios y Notarias, estableció mediante sentencia N° RC.00209 de fecha 16
de mayo 2003, caso: Henry José Parra Velásquez contra Rubén Gilberto
Ruiz Bermúdez, que los Documentos Públicos Administrativos, son aquellos
realizados por un funcionario o funcionaria competente, que en ejercicio de
sus funciones autorizadas por la ley, emiten: a) manifestaciones de voluntad
del órgano administrativo que la suscribe (concesiones, autorizaciones,
habilitaciones, suspensiones, sanciones, etc.), b) manifestaciones de certeza
jurídica, referidas a la ciencia y conocimiento, que conforman los actos
declarativos (certificaciones, verificaciones, registros etc.) los cuales al ser
suscritos por funcionarias o funcionarios públicos, se encuentran dotados de
una presunción de desvirtuable de veracidad y legitimidad de su contenido.
De tal manera que, en dicho contexto, el tratamiento jurídico que se les
da a los Documentos Públicos Administrativos, al momento de ser utilizados
como medios de prueba en un proceso judicial –escrito u oral-, son
considerados como bien afirma Echandía (1974), como “medio de prueba
indirecto, real objetivo, histórico y representativo” (p.475), a los cuales se les
da el tratamiento probatorio al ser valorados por el Juez o Jueza, de gozar de
una presunción desvirtuable de veracidad y legitimidad de su contenido, sin
necesidad de recurrir al examen oral del funcionario o funcionaria que
suscribe dicho documento.
11
En ese mismo sentido, ha sostenido Romberg (1987), e incorpora que
“de no ser destruida la presunción de veracidad y legitimidad, es procedente
atribuir al instrumento administrativo los efectos plenos de los documentos
públicos” (p.153). Para la jurisprudencia nacional, la forma de impugnar esa
veracidad y legitimidad, sería entonces la tacha del documento conforme lo
refiere el artículo 1380 del Código Civil (CC, 1982), por las causas allí
expresadas, de no existir la misma, se tendrá como instrumento público.
Sobre las ideas expuestas, sí se afirmara que el Protocolo de Autopsia
es un instrumento público, del tipo Instrumento Público Administrativo, esto
coadyuvaría a fortalecer los principios generales del proceso y de la prueba,
así como reducir las constantes dilaciones del Juicio Penal, que
eventualmente se interrumpe por la no comparecencia del emisor del acto, o
se pierde la inmediación de la prueba, al ser convocado otro funcionario
distinto al que emitió el acto, a explicar las conclusiones a las que arribó el
suscriptor, desnaturalizando el rigor normativo arriba señalado, sin que medie
la solución jurídica y no práctica para hacer valer este medio probatorio
fundamental.
En relación a lo anterior, se hace necesario recordar que en el Proceso
Penal, el instrumento probatorio Protocolo de Autopsia, es una prueba
documental de tipo dictamen pericial, que no sólo debe presentarse para su
lectura, conforme lo prevén los artículo 225 y 341 del Código Orgánico
Procesal Penal (COPP, 2012), sino que además exige que el funcionario
emisor de dicho documento se presente en calidad de experto al tribunal y
rinda testimonio de lo expresado en dicha documental, en los términos
expuesto en los artículos 202, 225 in fine, 337 y 339 del COPP, 2012, sin
embargo, no en todos los casos puede asistir éste funcionario o funcionaria a
las audiencias de juicios de los Circuitos Judiciales Penales del Venezuela,
dejando a un lado su trabajo que es un vértice de la Investigación Penal en el
caso de delitos contra las personas.
12
En apoyo a lo antes expuesto, la Sala de Casación Penal del Tribunal
Supremo de Justicia (SCPTSJ), en sentencia N° 457 de fecha 23 de
noviembre de 2004, sostuvo que la presencia del o de la perito o el experto o
experta resulta necesaria, a los fines de rendir declaración testimonial con el
objeto de explicar el tipo de arte o ciencia aplicada al instrumento documental
ofrecido por el Fiscal del Ministerio Público (FMP), era necesaria, puesto que
tanto el juez como las partes, tienen la potestad y el derecho
respectivamente, de requerir al experto la explicación de su arte o ciencia
aplicada al acto por él realizado
Sin embargo, posterior a dicha sentencia, la Sal de Casación Penal del
Tribunal Supremo de Justicia (SCPTSJ), adoptó una solución práctica, en
sentencias números: 352 del 10 de junio del 2005, 490 del 6 de agosto de
2007 y número 153, del 25 de marzo de 2008, sin pronunciarse en el punto
de derecho, que serviría a objeto de evitar interpretaciones aisladas o
contradictorias en sede judicial, al respecto afirmó que la incomparecencia
del experto o experta al juicio oral y público, “no restringe la validez y eficacia
de la experticia, por cuanto ésta es autónoma y debe bastarse por sí misma”,
argumento éste que abona en cuanto al objeto de estudio, pero sin embargo,
no explana una solución sobre la base de los principios que inspiran la Teoría
General de la Prueba.
Todas estas consideraciones de índole doctrinal así como
jurisprudencial, encaminan la presente investigación, en razón de sopesar
Garantías Constitucionales dentro del marco del proceso penal y las
consecuencias jurídicas en torno a los demás Procesos Judiciales del
Derecho Común, los cuales poseen fuentes y principios comunes en cuanto
a la valoración de pruebas, tales como la Celeridad Procesal, el Debido
Proceso, el Derecho a la Defensa y la Tutela Judicial Efectiva, las cuales no
pueden tener tratamientos desiguales en cuanto a su contenido y alcance,
bajo la perspectiva de la Teoría General de la Prueba y su regulación en el
Derecho Positivo Venezolano.
13
Al hacerse un análisis de los efectos jurídicos que produce el Protocolo
de Autopsia, antes de ser llevados al campo Procesal Penal de acuerdo a lo
ordenado en el artículo 202 del Código Orgánico Procesal Penal (COPP,
2012), se puede observar que de él se derivan consecuencias obviamente
jurídicas, la primera identifica la causa de la muerte del cuerpo sobre el cual
se hace dicho examen médico forense, acerca de si la misma fue producto
de una conducta típica (verbigracia, homicidio), o por el contrario, por causas
naturales (verbigracia, infarto); la primera es el medio de convicción penal por
excelencia. La segunda, permitirá elaborar el documento que constará en el
Registro Civil (Acta de Defunción).
De allí la necesidad de un tratamiento diferenciado del resto de
documentos emanados de expertos dentro del proceso penal, ya que éste
certifica una condición invariable del cuerpo bajo estudio médico y salvo que
medie como se indicó una impugnación a través de la tacha de falsedad, lo
observado por el médico o médica no cambiará en cuanto sus consecuencias
jurídicas.
En la perspectiva del presente proyecto, se persigue que en una
eventual interpretación jurisprudencial, por parte de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia (SCONST-TSJ), se aprecie la presente
investigación documental, la cual estará sustentada sobre la base de
elementos doctrinarios y jurisprudenciales que le brindan la pertinencia
jurídica y con base constitucional de las conclusiones que se derivarán,
siempre en provecho de la buena marcha del proceso judicial.
Del anterior análisis, en cuanto a la pertinencia de estimar al Protocolo
de Autopsia como Instrumento Público Administrativo, surge sobre la base
de los planteamientos esgrimidos en los párrafos anteriores, las siguientes
interrogantes:
14
¿Cuáles son los Principios Procesales del Derecho Común, aplicables al
Proceso Penal, a los fines de valorar el Protocolo de Autopsia como
Instrumento Público?
1.2. OBJETIVOS
Objetivo General
Objetivos Específicos
15
1.3 Justificación de la Investigación
16
por cuanto él o la Médico Patólogo tendría más dedicación a su labor
ordinaria ya que no tendrá que acudir a los tribunales de juicio a ratificar un
Instrumento Público Administrativo que posee valor en sí mismo, salvo, que
dentro del debate probatorio se haya estimado su presencia conforme a la
regla general de valoración de la prueba documental, cuando ésta haya sido
impugnada por la parte contraria.
Sobre lo expuesto, la contribución más evidente que arrojará la
investigación se encuentra dirigida a una mayor celeridad procesal dentro del
proceso penal, garantizando así una expedita administración de justicia y un
descongestionamiento más efectivo de causas en juicio, coadyuvando con la
función fiscal al momento de ejercer el ius puniendi en nombre del Estado.
17
titulado “Alcance de la libre apreciación de la prueba como sistema de
valoración probatoria en el proceso penal venezolano”, asoma la necesidad
de delimitar la apreciación probatoria por parte del Juez, a los fines de
corresponderse con los principios esenciales de todo proceso, entre ellos, la
objetividad, la imparcialidad , a través de reglas expresas, que eviten que la
racionalidad e inteligencia del juez al momento de valorar la prueba se
desdibuje.
En armonía con lo expuesto, resulta necesario expresar lo afirmado por
Peña (2008), en su trabajo especial de grado, “Valor Probatorio de la
Exhibición de Documentos Administrativos”, al analizar el valor probatorio del
documento administrativo, aduciendo que éste es un verdadero documento
público, conforme lo prevé el artículo 1359 del Código Civil (CC), dada su
naturaleza, no requiriendo ser registrados o autenticados para que surtan su
efecto, de evidente interés esta posición, por cuanto acerca al campo
conceptual lo esgrimido por la Sala de Casación Civil (SCC-TSJ) y la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (SCONST-TSJ), en cuanto al
valor instrumental de dicho documento.
De tal manera que todo esto conduce a profundizar en la Teoría
General de la Prueba, en tal sentido, es pertinente lo esbozado por Suárez
(2008), en el trabajo de grado “Valoración y Regulación Positiva de las
Pruebas Tarifadas y el Documento Electrónico en el Procedimiento Civil
Venezolano”, en donde hace mención el autor a que no hay nada que se
oponga para considerar la aplicación de dicha teoría en todos los procesos,
siempre y cuando se tomen en consideración la legislación que los regula.
Necesario tomar en consideración lo expuesto por Suárez, por cuanto
sostiene que los principios de la Teoría General de la Prueba, deben tenerse
siempre presente al momento de ser aplicados en cualquier proceso, entre
ellos destaca, el de necesidad de la prueba, eficacia jurídica y legal de la
prueba, unidad de la prueba, lealtad y probidad, entre otros.
18
1.5.- Metodología.
19
especial de grado, a los fines de generar respuestas a las interrogantes
originadas en el planteamiento del problema y la formulación del problema.
El diseño de investigación bibliográfico, de tipo documental,
fundamentado en el análisis sistemático del material documental, coadyuvo
en el análisis de las categorías, a los fines de incardinar el objetivo del
trabajo especial de grado.
20
Cuadro 1
Categorización de las interrogantes de investigación
21
CAPÍTULO II
22
Público, los cuales regula el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley de
Registros y del Notariado (LRN, 2014).
La referencia doctrinal más próxima, que trata de dar explicar su esencia
y naturaleza jurídica, se ubica en la publicación realizada por Padilla (1989),
en la Revista de Derecho Público, en el trabajo intitulado “El Documento
Administrativo en la Jurisprudencia Venezolana. Breve Referencia al Código
de Procedimiento Civil”, en el cual describe la problemática que para la
época de su publicación existía en torno a la naturaleza jurídica, los medios
de impugnación y eficacia probatoria del documento administrativo, citando lo
expuesto por Cabrera (1982) y Utrera (1985), acerca de la inexistencia de
normativa inherente, unificada y precisa que regule el tratamiento de éste
instrumento, generándose una zona de prenumbra dentro de la prueba
documental.
De allí la importancia de la presente investigación, a la luz de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, a los fines de
coadyuvar a disipar esa bruma que ya los autores venezolanos anunciaban,
sin embargo, estima el autor, que las diferencias doctrinales devienen del
llamado procedimentalismo que busca generar una separación del Derecho
Procesal Común, frente a las demás ramas del derecho, para ello
abundaremos más adelante acerca de está consideración jurídica.
En el trabajo expuesto por Padilla, se hace un recuento histórico de las
decisiones emitidas por la Corte Suprema de Justicia (hoy día, Tribunal
Supremo de Justicia), así como por la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo, en cuanto a la naturaleza jurídica del documento
administrativo, gravitando en decisiones que sostenían que ciertamente es
un instrumento autentico y debían ser impugnados conforme lo establece el
derecho común (tacha de falsedad), por otra parte, se afirmó que su valor es
el de un acto administrativo, impugnable sólo por la vía contenciosa
administrativa (recurso de nulidad).
23
Con lo cual concluye la autora citada, que bajo la jurisprudencia del
período analizado, el documento administrativo, es todo documento emitido
por la Administración Pública conforme lo establece el artículo 1.357 del
Código Civil (CC, 1982), e incorpora además, que es un acto administrativo
conforme lo prevé el artículo 7 de la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos (LOPA, 1981), quedando pendiente para la labor de la
jurisprudencia, el estudio de los medios de impugnación del documento
administrativo.
Para Gordillo (2013), el instrumento público administrativo, lo define
como “una declaración unilateral realizada en ejercicio de la función
administrativa apta para producir efectos jurídicos individuales en forma
inmediata” (p. IV-32), con lo cual, identifica al sujeto emisor de dicho
documento, así como la facultad para hacerlo.
La Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia (SCC-TSJ),
en sentencia N° 67 de fecha 24 de marzo de 2000, caso: El Consorcio Lake
Plaza C.A., expresó que “todo documento público es auténtico, por que lo
forma, o interviene en su formación un funcionario público facultado por la
Ley para autorizarlo y dar certeza de los hechos jurídicos que él ha realizado,
visto u oído”, dando así una definición amplia de lo que debe entenderse por
Documento Público, acogiendo así la doctrina jurisprudencial pre
constitucional, ya supra referida y en armonía con el artículo 1.357 del CC,
1982.
Luego, en sentencia N° RC.00209 de fecha 16 de mayo 2003, caso:
Henry José Parra Velásquez contra Rubén Gilberto Ruiz Bermúdez, la SCC-
TSJ, expresó un criterio a los fines del valor probatorio de los documentos
públicos que cumplen las solemnidades registrales y notariales, conforme a
la Ley del Registro Público y del Notariado (LRPN, 2001), y los Instrumentos
Públicos Administrativos emitidos por otros funcionarios públicos y
funcionarias públicas, distintos a los regulados en dicha ley. Aseverando que
24
los Instrumentos Públicos Administrativos, son aquellos realizados por un
funcionario o funcionaria competente, que en ejercicio de sus funciones.
Distinguiendo así dos tipos de manifestaciones; a) las de voluntad del
órgano administrativo que la suscribe (concesiones, autorizaciones,
habilitaciones, suspensiones, sanciones, etc.) y, b) las de certeza jurídica,
referidas a la ciencia y conocimiento, que conforman los actos declarativos
(certificaciones, verificaciones, registros etc.), dotados de una presunción
desvirtuable de veracidad y legitimidad de su contenido, configurándose así
una prueba documental que poseerá en el campo probatorio, de una tarifa
legal que debe observar el Juzgador o Juzgadora.
De tal manera que, el tratamiento jurídico que el Tribunal Supremo de
Justicia otorga a los Instrumentos Públicos Administrativos, al momento de
ser utilizados como medios de prueba en un proceso judicial –escrito u oral-,
son considerados como bien afirma Echandía (1974), como “medio de
prueba indirecto, real objetivo, histórico y representativo” (p.475), a los cuales
se les da el tratamiento probatorio al ser valorados por el Juez o Jueza, de
gozar de una presunción desvirtuable de veracidad y legitimidad de su
contenido, sin necesidad de recurrir al examen oral del funcionario o
funcionaria que suscribe dicho documento.
En ese mismo sentido, ha sostenido Romberg (1987), que “de no ser
destruida la presunción de veracidad y legitimidad, es procedente atribuir al
instrumento administrativo los efectos plenos de los documentos públicos”
(p.153), con lo cual, la tarifa legal a la que hace mención el derecho procesal
civil, surte todos sus efectos, en caso de no ser impugnado el documento a
través del procedimiento de tacha que prevé el Código Civil (CC, 1982).
Se observa así, que esa mencionada zona de oscuridad, o como
afirman algunos autores lagunas o zonas grises del derecho, es inexistente,
por cuanto la Jurisprudencia Venezolana, ha venido analizando y evaluando
cada uno de las características de este tipo de documento, que es de uso
frecuente en cada campo de la vida de las personas, de allí que su valor
25
probatorio ha merecido especial interés a los fines de coadyuvar con la
correcta aplicación de la ley y la recta administración de justicia en búsqueda
de la verdad.
En relación a lo expuesto, se puede afirmar que en el derecho
probatorio, existe una categoría de instrumentos probatorios de tipo
documental, que en caso de no ser impugnados, anulados o en definitiva,
desvirtuada su veracidad y legitimidad, deben gozar de los efectos que
poseen los instrumentos públicos, de tal manera que el juzgador debe
apreciarlos bajo el rigor de la tarifa legal.
Podríamos resumir a continuación que, dichos documentos para ser
considerados como Instrumentos Públicos Administrativos deben reunir tres
características esenciales, las cuales son: a) emitido por un funcionario o
funcionaria pública; b) que dicha emisión corresponda a una facultad que se
encuentre expresamente en la Ley, lo cual afirma la competencia del sujeto
que suscribe el documento, y, c) que bien manifieste la voluntad de la
administración, o bien de certeza jurídica de un hecho a través de la ciencia y
el conocimiento.
Sobre la base de estas conclusiones, se podría afirmar en éste
aspecto y de manera inicial, que el protocolo de autopsia es un Instrumento
Público Administrativo, emitido por un funcionario o funcionaria pública,
dotado de la ciencia y el conocimiento que exige la Ley del Ejercicio de la
Medicina (LEM, 2011), debidamente autorizado por las normas que regulan
la práctica de las autopsias y que corresponden a una declaración de certeza
jurídica, sobre la certificación que contiene.
Sin embargo, aún faltaría por analizar, si el Protocolo de Autopsia,
comparte los elementos del acto administrativo, a los fines de precisar su
naturaleza jurídica, con los elementos propios del mismo. Para ello, se debe
precisar que es un acto administrativo y que elementos posee el mismo.
26
2.2- Acto Administrativo. Definición. Elementos.
27
La definición aportada por la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos (LOPA, 1981), incluye no sólo los actos de tipo individual,
sino los generales, a saber:
28
a lo anterior, el sujeto o persona física que lo emite, debe actuar sobre la
base de dicha competencia y por su puesto, debe estar ajustado a un
presupuesto de hecho destacado en una norma, para perseguir un fin o
interés público, y debe estar fundado en una causa, y ser debidamente
motivado. (pp. 592-594).
En ese mismo contexto, conviene analizar si el Protocolo de Autopsia,
puede ser susceptible de ser considerado acto administrativo, conforme a lo
antes expuesto, así tenemos que:
1) El Protocolo de Autopsia, es una declaración emitida por un
funcionario público, en la mayoría de los casos, por un médico o médica
forense, adscrito al Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses, con
lo cual se cumplen dos condiciones, lo emite un funcionario de la
administración pública y con la capacidad técnica de su ciencia.
2) La actividad realizada por la administración pública, encuentra su
fundamento jurídico, en la Ley del Ejercicio de la Medicina (LEM, 2011),
Código de Deontología Médica (CDM) y Código de Instrucción Médico
Forense (CIMF, 1878), así como en la Ley Orgánica de Servicio de Policía de
Investigación, el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y
Criminalísticas y El Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses
(LOSPI, CICPC, SNMCF, 2012) y el Código Orgánico Procesal Penal.
Normas que instrumentan y dotan de competencia la labor técnica y científica
del funcionario público o funcionaria pública que emite el Protocolo de
Autopsia.
3) Los efectos jurídicos que produce el Protocolo de Autopsia, se
encuentra sujeto a dos campos del Derecho, como es el Derecho Civil y el
Derecho Penal, el primero, por cuanto de dicho documento se deriva la
consecuencia establecida en el artículo 123 de la Ley Orgánica de Registro
Civil (LORC, 2009), como es la inhumación o cremación y la inscripción en el
Registro Civil, de la defunción declarada.
29
En el ámbito del Derecho Penal, por cuanto los médicos
anatomopatólogos forenses, según lo expuesto en la Revista del Ministerio
Público, a través de la Unidad de Criminalística Contra la Vulneración de
Derechos Fundamentales (2014), son los encargados de practicar:
30
la Vulneración de Derechos Fundamentales (2014), es un “documento
Médico-Legal, en el cual se reflejan los elementos de interés criminalístico
(…), tales como la causa de la muerte, el intervalo post-morten o data de
muerte, “obtenidos mediante procedimientos técnico-científicos”, con el
propósito de contribuir con la determinación y la manera en que se produjo la
muerte, así como la identidad del fallecido.
Para Del Giudice (2011), el Protocolo de Autopsia es un informe donde
se registra el análisis y evaluación de las características del examen externo
e interno del cuerpo de un cadáver, agregando además que el mismo, “(...)
reviste una importancia esencial para evaluar y analizar los resultados de los
elementos de carácter criminalístico y fundamentar con objetividad los delitos
contra las personas y contra las buenas costumbres” (p. 206), concluyendo
así que “(...) es el principal elemento de convicción esencial para la
fundamentación desde el punto de vista médico forense” (p.206).
De las definiciones aportadas, se pueden extraer los siguientes
elementos, que no son otra cosa, que los elementos del acto administrativo,
previstos en el artículo 18 de la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos (LOPA, 1981):
1) A través del Protocolo de Autopsia, se determina la causa de la
muerte, el intervalo post-mortem o data de muerte del cuerpo del cadáver
examinado, a los fines de verificar, ya en el campo jurídico, si dicho suceso
es de interés penal.
2) Mediante éste instrumento, se procura la identificación del fallecido,
sus signos físicos distintivos.
3) El Protocolo de Autopsia comprende la exteriorización de lo estudiado
científicamente por el médico o médica anatomopatólogo forense, en el
examen externo e interno del cuerpo del cadáver, así como los hallazgos de
tipo criminalístico.
4) Su objetivo es recabar elementos de carácter criminalístico y
establecer la causa de la muerte, sí así fuere el caso, motivado a que el
31
deceso se produjo con ocasión de un hecho de relevancia para el campo
penal.
5) Conforme al primer elemento, se declarará la defunción a los fines del
Registro Civil.
De las ideas expuestas, se observa que el Protocolo de Autopsia
cumple con los elementos establecidos por el legislador, en relación a lo que
debe contener un acto administrativo, tanto en la forma como se exterioriza,
como en los motivos de su contenido, verificándose así que es un acto
administrativo de tipo declarativo, que produce certeza jurídica de lo
estudiado a nivel científico y técnico.
32
Se insiste en que dicho acto denominado protocolo de autopsia, hasta ahora
enfocado a la investigación penal, también genera consecuencias jurídicas
en otras ramas del Derecho, verbigracia, el Derecho Civil.
De éste somero análisis, no escapa a las dudas que el Protocolo de
Autopsia es un acto administrativo del tipo declarativo, que reúne las
características del mismo; se expresa en su contenido conforme lo establece
el artículo el artículo 7 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos
(LOPA, 1981), contiene además los elementos que lo definen como acto
administrativo según el artículo 18 de la LOPA, 1981, por cuanto precisa
nombre del organismo al que pertenece el emisor, el órgano que lo emite, los
datos de fecha y lugar donde se practicó, identificación del sujeto estudiado,
hechos entorno al objeto de la investigación, la decisión a la que llegó el
funcionario o funcionaria pública, así como los datos de firma y cargo de
éste.
En los siguientes capítulos, se estudiará como desde el punto de vista
procesal y probatorio, se podría afirmar que el Protocolo de Autopsia como
Instrumento Público Administrativo, puede ser incorporado al proceso penal,
al cúmulo probatorio, bajo la premisa de instrumento público, sin que deba
ser ratificado en juicio, salvo que el mismo sea impugnado.
A los fines de ilustrar sí existen mecanismos de impugnación en contra
del Protocolo de Autopsia, sería necesario traer a colación lo expuesto por la
Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia (SCC-TSJ), en
criterio reiterado y consolidado vertido en sentencia de fecha 11 de marzo de
2004, expediente 02-593 caso: Juan Celestino Lugo Méndez, Contra la
ciudadana Mary Yelitza Mercado Díaz, consideró que “Si bien la Sala
reconoce la existencia de otros medios impugnativos o de contradicción de la
prueba, distintos a la tacha, para atacar la autenticidad del documento
público” no es menos cierto que aquel que haga uso de ese medio procesal,
deberá fundamentarlo en las causales establecidas en el Código Civil (CC,
1982).
33
CAPÍTULO III
Del capítulo que antecede, se pudo colegir con base a los estudios de la
doctrina y la jurisprudencia, que el Protocolo de Autopsia es un documento
administrativo, como consecuencia de ello, es un Instrumento Público
Administrativo, sin embargo, es necesario precisar la relevancia de ésta
afirmación en el marco del proceso penal, vale decir, sí tiene transcendencia
desde el punto de vista procesal y en consecuencia del Derecho Probatorio,
entendiendo que el sistema de valoración de pruebas en materia penal, rige
el sistema de la sana crítica y la libre convicción razonada, conforme lo prevé
el artículo 22 del Código Orgánico Procesal (COPP, 2012).
Para ello, el presente capítulo dejará ver dos posiciones doctrinarias en
cuanto al Derecho Procesal y al Derecho Procesal Penal, las cuales
constituyen la esencia de la investigación, por un lado afirmarán los autores
que el Derecho Procesal cubre todo vestigio de procedimiento en cualquier
rama del Derecho, por ser su fuente inmediata; por otra parte, revisaremos
las posiciones que defienden la autonomía del Derecho Procesal Penal,
aquellas que no permiten que el Derecho Común se inmiscuya en su
proceso, dejando a un lado los principios generales del proceso.
Ese interesante debate desde el ámbito procesal, no es ajeno al
Derecho Probatorio, por cuanto los elementos o medios de prueba que se
emplean en todos los procesos, desde los administrativos hasta los
judiciales, mantienen identidad de concepto con respecto a estos,
34
verbigracia, el testigo, el documento, la inspección, la confesión. Es por ello,
que la investigación inicia el estudio en cuanto a lo que se llama la unificación
o diversificación del proceso, para luego aclarar, que inclusive en el Derecho
Probatorio, existen reglas y tarifas legales que no pueden ser obviadas por
los Juzgadores o Juzgadoras, amén del Principio de Legalidad que rige el
ordenamiento jurídico venezolano.
A los fines del desarrollo de este tema, es necesario destacar que una
parte de la doctrina en materia de Derecho Procesal, arguye que cada
proceso especial en el Derecho deviene de una necesidad entre la materia y
la forma en que se desarrolla, de allí que es autónomo y no depende del
Derecho Procesal General, para lo cual, la otra parte de la doctrina afirma
que éste Derecho es la base o tronco fundamental, del cual las demás ramas
del derecho diversifican su actuación desde el punto de vista adjetivo, así lo
afirmó Carnelutti (1997).
De allí que ese desarrollo reglado, en cada acto que se desenvuelve, en
cada proceso, halle su particularidad según la materia que regule; así por
ejemplo, el Derecho Procesal Civil, el Laboral, el Administrativo, el Agrario y
el Penal, entre otros, los cuales disponen de condiciones generales sobre la
forma, tiempo, lugar y contenido de los actos procesales, pero generan
además reglas particulares en la forma que debe realizarse cada uno, para
ello.
Para Ovalle (1991), la Teoría General del Proceso, aporta una
concepción unitaria del Derecho Procesal, con una “(...)visión más completa
de los conceptos, instituciones y principios que son comunes a las diversas
ramas procesales” (p.278), en ese sentido crítica la exacerbada inclinación
por estudiar e investigar disciplinas particulares, que propician en la mayoría
de los casos, volver ahondar sobre nociones y principios que muchas veces
35
entran en el plano de la contradicción, por ello defiende la concepción
unitaria del Derecho Procesal.
En tal sentido, al referirse a cada uno de esos procesos particulares, es
necesario recordar que en su procedimiento, en cada uno de esos actos,
utilizan los principios generales que rigen el Derecho Procesal, los cuales
encuentran su sustento en la Teoría General del Proceso. Con lo cual, como
bien insiste Ovalle (1991), la influencia del Derecho Sustantivo no varía la
naturaleza de los principios fundamentales del Derecho Procesal, ya que éste,
es tronco común de la diversidad de procesos que se derivan con cada
materia (p.275.),
Según lo aportado por Alsina (1956), en referencia a la Teoría General
del Proceso, expresó lo siguiente:
36
mediante un juicio de la autoridad, el conflicto sometido a su decisión”
(p.122), esa serie de actos que ordenan su dinámica es el procedimiento. En
ese mismo sentido, Cuenca (2000, citado por Ortiz, 2004), afirmó que el
proceso es “un instrumento para reparar un derecho lesionado, declarar una
situación jurídica justa o la restitución y resarcimiento de los que es debido”
(p.437).
De tal manera que, para la Teoría General del Proceso, afirma Ortiz
(2004), Desde una visión estática, “se estudia la teoría general del proceso
en sus elementos más importantes: acción, jurisdicción y proceso. En
cambio, en la visión dinámica se estudia el proceso en pleno desarrollo y
desenvolvimiento, es decir, se refiere al procedimiento” (p.443).
Para la presente investigación, con base a la Teoría General del
Proceso, interesa estudiar los principios procesales que regulan el proceso
penal en armonía con el Derecho Procesal Común, por cuanto las formas del
proceso, se desarrolla mediante reglas claras, en el caso específico,
contenidas en el Código Orgánico Procesal Penal (COPP, 2012), sin
embargo, esas reglas del procedimiento pudieran quebrantar algún principio
procesal, con lo cual, la Teoría General de Proceso resolvería esas dudas,
como indica Ortiz (2004), “las reglas dicen cuando y como, en cambio los
principios dicen porque y para qué” (p.443).
Para mayor precisión en cuanto a la noción de la Teoría General del
Proceso, tanto el proceso como sus procedimientos, siempre deberán ser
analizados con base a los principios que inspiran al proceso, para poder así
asegurar lo que prevé el artículo 257 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (CRBV, 1999), “El proceso constituye un
instrumento fundamental para la realización de la justicia”, en correcta
armonía con la garantía constitucional del debido proceso.
En el campo del proceso penal, alguna parte de la doctrina conciben la
separación del Derecho Procesal Penal del Derecho Procesal, inclusive lo
ven de manera subordina, de allí que para ese grupo de autores, no existiría
37
la posibilidad de aplicar formas procesales propias del proceso común al
Derecho Penal, en el Derecho Procesal Penal venezolano, pareciera que el
legislador (Asamblea Nacional) tanto como el legislador delegado (Ejecutivo),
en las sucesivas reformas de la norma adjetiva penal, parten de esa tesis,
obviando un conjunto de principios procesales incardinados en el derecho a
la defensa.
Ejemplo de lo anterior, se observa en el campo de las medidas
cautelares de tipo real (la que pesa sobre bienes muebles o inmuebles), la
cual no desarrolló y se limitó a enunciar su solución en el artículo 518 del
Código Orgánico Procesal Penal (COPP, 2012), no indicando las formas
procesales u oportunidad procesal que tienen los afectados o afectas por
dichas medidas, así como la vía para impugnar las decisiones que se tomen
al respecto, mezclando las causas por la cuales se puede recurrir, desde el
punto de vista procesal penal, con las causas establecidas en el proceso
civil, dejando así un amplio margen de discrecionalidad por parte del
operador de justicia.
Se evidencia pues que, es necesario entender la Teoría General del
Proceso para poder identificar que solución procesal es la más ajustada a
derecho, en las situaciones jurídicas que surgen en cualquier proceso judicial
y que su especialidad no la previó. Eso es aplicar el Derecho dentro del
postulado constitucional previsto en el artículo 257 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (CRBV, 1999).
Sin embargo, para algunos doctrinarios en materia penal, conciben el
Derecho Procesal Penal, de la siguiente manera, para Manzini (1929, citado
por Levene (1993), afirma que:
38
actividad judicial compleja y progresiva que se llama proceso
penal. (p.7)
39
lo afirma Montero (2000), en cuanto a que su valor, no es sólo teórico; por
cuanto los principios pueden “manifestarse en diversos campos: 1) Como
elemento auxiliar de la interpretación; 2) Como elemento integrador de la
analogía, para los supuestos de laguna legal; y 3) Como marco teórico para
las discusiones de lege ferenda” (p.313).
Siguiendo la opinión de Montero (2000), y señalando los principios que
éste menciona, los mismos pueden ser comunes y específicos, es de tamaña
importancia está distinción que el autor expresa lo siguiente:
40
público y sin dilaciones indebidas, consagradas en el artículo 49 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999).
3) Principio de Igualdad entre las partes. El cual no es otra cosa
que conceder a las partes que integran el proceso, los mismos derechos,
posibilidades y cargas, de modo tal que no quepa la existencia de privilegios
ni en favor ni en contra de alguna de ellas, como lo señala Montero (2000.
p.322).
En ese mismo orden de ideas, Montero (2000) lo distingue en cuanto a
la igualdad legal (La existencia del principio de contradicción se frustraría si
en la propia ley se estableciera la desigualdad de las partes) (p.322) y la
Igualdad Práctica, aquella que no se basta con la declarada en la norma sino
en la aplicación fáctica de la misma ante el juez y las demás partes (p.324)
4) Principio de oralidad. La oralidad en las formas procesales
conlleva a su lado tres principios más, como son la inmediación, la
concentración y la publicidad. Todos ellos necesarios en razón de la
expresión y comunicación oral de los sujetos procesales que intervienen en
el proceso.
5) Principio de Inmediación. Se refiere a la necesidad del juez, d
estar en contacto directo con los sujetos procesales y el cúmulo de medios
probatorios. Es un principio-consecuencia de la oralidad, como refiere
Montero (2000).
6) Principio de Concentración. Corolario de los anteriores, éste
principio refiere al desarrollo de los actos procesales en una sola audiencia, o
en lo menos posibles, con el objeto que el decisor no pierda de vista cada
una de las participaciones de los sujetos procesales y las pruebas
evacuadas.
6) Principio de Publicidad. Referida en específico a los actos de las
partes, quienes de manera transparente verificarán cada acto procesal, en
razón del principio de contradicción. Montero (2000), no sólo refiere a este
41
tipo de publicidad del proceso, sino además la que va dirigida al público y la
posibilidad de control del ciudadano. (p.381).
42
oral y público. Constituye así la máxima procesal en materia penal, por
cuanto desarrolla la garantía constitucional prevista en el artículo 49 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV, 1999).
43
incontrastables de las ciencia (...) y la experiencia común” (p46). Pero
además exige éste principio, que la decisiones que sean producto de él,
deberán estar debidamente motivas, expresando el porque se llegó a ese
razonamiento, mediante el nexo racional –insiste Cafferata- entre lo que se
afirma y se niega en armonía con los medios probatorios empleados para
llegar a tal convencimiento.
6) Principio acusatorio, como lo refiere Baumann (1986), “se
entiende el principio según el cual no ha de ser la misma persona quien
realice las averiguaciones y decida después al respecto (el ministerio publico
averigua y acusa; el juez juzga)”. (p.48), se relaciona intrínsicamente con el
principio de oficialidad, denotando así el avance del sistema inquisitivo al
acusatorio. (Artículo 11 Código Orgánico Procesal Penal (COPP, 2012)
44
Ovalle (1991), por cuanto la prueba debe ser considerada como elemento
fundamental en el proceso.
La noción de la naturaleza jurídica del acto probatorio, para Echandía
(1974), manifiesta que son los “diversos medios utilizados para obtener el
convencimiento del juzgador sobre la existencia o inexistencia y las
características de los hechos sobre los cuales debe proferir su decisión, las
pruebas son actos jurídicos procesales, porque en ellas interviene la voluntad
humana” (p.19).
Luego, al definir la prueba Echandía (1974), lo hace tomando la noción
general, afirma que son el conjunto “de razones o motivos que producen el
convencimiento o la certeza del juez respecto de los hechos sobre los cuales
debe proferir su decisión, obtenidos por los medios, procedimientos y
sistemas de valoración que la ley autoriza” (p.34).
Afirma Ovalle (1991), que la prueba siempre tendrá como fin la
obtención del cercioramiento judicial acerca de los hechos indispensables
para la aplicación de la norma jurídica pertinente; en cualquier proceso han
de ser hechos en sentido general lo que se pruebe. (p. 283).
Para los mencionados autores, insisten que no puede existir un
derecho probatorio particular, sin que este impregnado de los principios de la
Teoría General de la Prueba, la cual no se agota con el estudio en un
determinado proceso, ya que al igual que la Teoría General del Proceso, es
insistir en conceptos y elementos que son generales y pueden pecar en
repetitivo.
No en vano Bentham (p.10 citado por Ovalle 1999), afirmo con
meridiana claridad que aquellos casos, que se cree existe una diferencia
entre la Prueba y el Derecho Procesal y la Prueba Penal y su Proceso, “Para
todos estos problemas, el juez tiene el deber de obtener todas las pruebas de
una y otra parte, de la mejor manera posible, de compararlas y decidir
después su fuerza probatoria” (p. 284)
45
De lo anteriormente expuesto, se pueden generar los siguientes
principios de la Teoría General de la Prueba, los cuales orientan el estudio
del Derecho Probatorio en cualquier rama del Derecho, tanto material como
formal, para ello se tomará lo expuesto por Echandía (1974), estos son:
46
6) Principio de igualdad de oportunidades para la prueba, que las
partes dispongan de idénticas oportunidades para presentar o pedir la
práctica de pruebas, persigan o no contradecir las aducidas por el contrario.
47
cuanto no puede modificar la incidencia jurídica que aporta este tipo de
prueba documental, verbigracia, el certificado de registro de un vehículo, el
cual goza de una presunción de legitima, veracidad y legalidad, sino ha sido
impugnado a través del procedimiento previsto en el Código Civil (CC, 1982),
con mayor razón con el Protocolo de Autopsia.
48
régimen probatorio” (p. 225), aun y cuando algunas de sus normas hacen
referencia en el numeral 2 del artículo 322 y el artículo 341 del COPP, 2012.
Ahora bien, los documentos que existen según el ordenamiento
jurídico venezolano, pueden ser públicos, incluyendo en ésta categoría a los
instrumentos públicos y los auténticos, siempre y cunado hayan sido
autorizados por un funcionario público o funcionaria pública, según expresa
el artículo 1357 del Código Civil (CC, 1982); además de ellos se encuentra el
documento privado, reglado en el 1363 del CC, 1982, como el que se
expresa la voluntad o se deja constancia de un determinado negocio jurídico
entre sujetos de derechos, haciendo prueba entre ellos, se incluyen en el CC,
1982, las cartas misivas, los telegramas y los libros de los comerciantes.
Para Delgado (2014), existen otras clases de documentos los cuales
los califica como simple o representativo, definiéndolo como “hecho vacío de
toda declaración expresa de su autor”, tales como “fotografías, planos,
radiografías” etc., y los declarativo, “cuando su autor plasma en él una
especial manifestación de su pensamiento o voluntad” (p.227), estos últimos
se refiere a los expresados en el CC, 1982, como privados.
Sostiene el mencionado autor, que esa presunción que el legislador ha
reconocido en los instrumentos públicos, en cuanto a que hacen plena fe sino
son desvirtuados o tachados de falso, “debe tener vigencia en el proceso
penal a pesar del sistema de la libre convicción razonada” con lo cual “el juez
penal también debe estar sujeto a la eficacia probatoria que la ley civil, le
otorga a los instrumentos públicos” (p.242)
En igual argumento sostiene Cabrera (1999), citado por Delgado
(2014), en cuanto al valor probatorio del Instrumento Público, agrega que:
49
registral y su proyección jurídica por ejemplo?), y creemos que el
juez profesional, por la aplicación de la ley, siempre deberá tener
en cuenta los valores de la autenticidad, así el COPP calle sobre
ellos (pp 78-79)
50
Luego agrega la autora, en relación a los documentos que se producen
en materia penal lo siguiente; “todo documento es un escrito, pero no todo
escrito es un documento. Ahora bien, para que un escrito sea considerado
documento debe ser jurídicamente relevante, por ello debe contener una
manifestación de voluntad con aptitud probatoria” (p. 63)
Es innegable que el Protocolo de Autopsia, como Instrumento Público
Administrativo en beneficio de la acción penal, guarda elementos que lo
individualizan como medio probatorio, antes y durante el juicio penal e
inclusive luego de él, es decir, sus efectos subyacen en el tiempo,
obviamente es un documento administrativo que genera consecuencias en el
campo Civil y en el Penal. Su apreciación como Instrumento Público
Administrativo, no puede ser objeto de una libre apreciación, porque
constituiría analizar nuevamente la veracidad, legitimidad y legalidad de una
prueba que el Derecho ya le otorga una presunción favorable.
Para ello, el Instrumento Público Administrativo, goza no solo de la
presunción que establece la tarifa legal destacada el artículo 1359 del Código
Civil (CC, 1982), la cual señala “el instrumento público hace plena fe, así
entre las partes como respecto de terceros”, sino que además, por ser un
acto administrativo, el mismo goza de una eficacia jurídica que se mantiene
de no ser impugnado, por poseer esa ya tantas veces mencionada
presunción desvirtuable de veracidad y legitimidad de su contenido, la cual
se mantendrá incólume salvo que sea impugnada.
Toda estas razones evidencian pues, la necesidad de que los Jueces y
Juezas, al momento no sólo de admitir el ofrecimiento de las pruebas, sino al
producirse la misma, en ese interés de mantener el principio contradictorio
del proceso y de la prueba vigente, indicar a las partes que dicho
documental, es un Instrumento Público Administrativo y que si no ha sido
objeto de impugnación mediante la tacha de falsedad u otro medio
disponible, será apreciado en su totalidad conforme a las previsiones del CC,
1982.
51
CAPÍTULO IV
52
Así se tiene que el representante del Ministerio Público (MP), cumple
una función destacable dentro del Proceso Penal, más allá del protagonismo
en su legitimidad para actuar en nombre del Estado, sino en su verdadero y
constitucional sentido, como preceptúa la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (CRBV, 1999), en los numerales 1 y 2 del artículo
285, el cual establece como atribución la de garantizar en los procesos
judiciales, el respeto de los derechos y garantías constitucionales –sentido
lato-, pero además la celeridad y buena marcha de la administración de
justicia, el juicio previo y el debido proceso.
Se constituye así en responsable de garantizar que el proceso se
materialice en la forma que dispone el artículo 257 de la CRBV, 1999, es
decir, como instrumento fundamental para la realización de la justicia. De
aquí la necesidad que, todo elemento probatorio que permita coadyuvar en
cumplir esta función tan esencial y de tan alto contenido constitucional,
contribuye al ejercicio de la acción penal, por cuanto desde está óptica, no
verá el proceso como parte del mismo, sino como aquel sujeto procesal que
podría encauzarlo sino cumple con su fin.
Esa función tan especial que indican los numerales referidos
anteriormente, son la piedra de lanza al momento de ejercer e lus puniendi,
desde la aplicación del principio de legalidad contenido en el 137 de la
CRBV, 1999, hasta la observancia del postulado de la garantía constitucional
del debido proceso –artículo 49-, que en definitiva describe no solamente el
juicio previo, sino el ejercicio del derecho a la defensa.
Con relación al investigado o la investigada, el imputado o la
imputada, las garantías constitucionales operan a su favor, si bien para el
resto de sujetos procesales es una obligación fundamental, para éste, es su
facultad de actuación y el límite de los demás. Por una parte, obra en su
interés, el derecho a la defensa y de ser informado de los hechos por los que
presuntamente se le investiga, luego el derecho al acceso del material
probatorio y del lapso oportuno que otorgue la ley, para ejercer su defensa.
53
Pero no se agotan allí sus garantías constitucionales, es preciso
destacar que, el derecho de ser considerado inocente durante todo el
proceso penal, es la garantía máxima que detenta el imputado o la imputada,
la investigada o el investigado, por cuanto todos los medios probatorios que
se empleen durante la incorporación de las pruebas al proceso, deberán ir
dirigidas a rebatir su presunción de inocencia. Esta garantía se mantiene aún
y cuando recaiga sobre el imputado o la imputada, una medida cautelar de
privación judicial preventiva de libertad.
Es necesario pues, que los medios probatorios empleados durante el
proceso penal, contribuyan a ser céleres y eficaces a los fines de que la
decisión se logre en un plazo razonable, evitando así que los órganos de
prueba acuden una y otra vez a las sedes judiciales sin que se logre su
cometido, lo cual entorpece la buena marcha de la administración de justicia
y como consecuencia de ello, se vea comprometida la Tutela Judicial
Efectiva.
Los órganos policiales y de investigación, cumplen un rol importante
dentro del proceso penal, por ser ellos los que coadyuvan con el Ministerio
Público a la investigación de la verdad, como fase inicial del proceso penal,
su deber como cumplidores de las garantías constitucionales, lo hacen objeto
de mayor atención en el desarrollo del proceso.
Esta función va dirigida a cumplir las garantías constitucionales en dos
sentidos, la primera de ellas, al momento de iniciar la investigación, de
proveer pruebas debidamente obtenidas, en apego al debido proceso, que
desprendan un alto grado de certeza en su obtención pero a su vez de un
alto nivel científico al ser analizadas y estudiadas, sujetando su actuación a
la legalidad que prescribe el artículo 137 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (CRBV, 1999).
En segundo lugar, el respeto al derecho a la defensa del investigado o
investigada, en relación a su estado de libertad personal, salvo que medie
orden judicial o se encuentre en flagrancia, pero además, aún y cuando estas
54
opciones se ejecuten, se considere siempre inocente. El producto de esa
investigación policial científica, es de vital importancia para el proceso penal,
porque no sólo describe en términos de tiempo, modo y lugar en que sucedió
el hecho, sino que además se acompañan elementos que sí bien no vinculan
al sujeto aprehendido o investigado con los hechos, determinan
circunstancias relevantes para calificar la conducta típica, así por ejemplo, el
Protocolo de Autopsia, el cual vincula un suceso –la muerte- con el carácter
penal de la misma, como exigencia del numeral 1 del artículo 49 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV, 1999).
Para el juez, como máximo garante del debido proceso, la celeridad y
la imparcialidad en sus decisiones, así como la economía procesal, se dirigen
todas las garantías constitucionales, como responsable que éstas se
cumplan y se respeten por los sujetos procesales, inclusive del control de las
acciones del Ministerio Público (MP) cuando no se ciña a los parámetros
constitucionales y legales.
Como responsable por velar la constitucionalidad de las actuaciones,
deberá además sujetar su actuación a los lineamientos de la CRBV, 1999, al
momento de apreciar y valorar las pruebas incorporadas al proceso penal,
aún bajo el sistema de valoración de la sana crítica, tal como lo refiere la
Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia (SCPTSJ) en
sentencia N° 159, del 20 de mayo de 2010, deberá respetar los límites del
juicio sano.
De tal suerte, que el Juez o Jueza deberá hacer respetar el debido
proceso como garantía constitucional, compuesta por otras tantas garantías
que se hacen inescindibles en todo momento, desde el inicio de la
investigación penal, garantizando que el imputado o imputada e inclusive el
investigado o investigada, puedan acceder y ejercer los medios de defensas
idóneos. Además de ello, controlar la constitucionalidad de la actuación
fiscal, vale decir, ejercer las funciones de control –valga la tautología- sobre
55
las dos primeras fases del proceso penal, como son la investigación y la
intermedia.
Para que exista persecución penal por parte del Estado, debe existir el
presupuesto material que autorice o permita activar los órganos del Estado
para el ejercicio de la acción penal. Esto no es otra cosa que la consecuencia
del principio de legalidad, conocido como Nullum crimen sine lege. Esta
afirmación constituye la garantía esencial de todo Estado Democrático y
Social de Derecho y de Justicia, cumple así una función política y social, por
cuanto constituyen el límite infranqueable para el poder penal del Estado
hacia los ciudadanos y ciudadanas.
Se observa así que ese respeto al principio de legalidad, abarca no
sólo la posibilidad de perseguir determinada conducta típica o sancionada
por la Ley, sino que además debe estar presente en cada actuación del
órgano judicial al momento de apreciar los medios probatorios, sobre la base
del conjunto de previsiones que existen en el ordenamiento jurídico, esto
implica que el Juez o Jueza se entiende conoce el derecho (Iura novit curia, -
mejor conocida como del Derecho conoce el Tribunal).
El Órgano Jurisdiccional
56
materia penal, pero implica además no sólo facultad para actuar sino
territorial.
Como consecuencia de lo anterior, no podrá un particular o cualquier
otro organismo tomar la justicia en sus manos, y aducir que en nombre de la
República administra justicia penal, esto llevaría al descalabro del Estado de
Derecho, usurparía funciones de otro poder público, es decir, se encontraría
en franca contradicción con lo dispuesto en el artículo 138 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV, 1999), la cual refiere que
“toda autoridad usurpada es ineficaz y sus actos son nulos”. Por ello son los
Tribunales de la República los únicos autorizados constitucionalmente, para
juzgar hechos que revisten carácter penal.
El Proceso
57
centrado en la actividad probatoria que despliegue cada sujeto procesal a los
fines de convencer al Juez o Jueza, de la razón probatoria que lo acompaña.
A través del proceso penal, como se adelantó en los párrafos
anteriores, se permite que el Juez o Jueza pueda controlar la investigación
efectuada por el representante fiscal, pero además la garantía de control del
propio juzgador a través de las Cortes de Apelaciones, lo cual redunda en un
control de la imparcialidad de ese sujeto decisor. Razón por lo cual –cree el
autor- que es un proceso garantista, que se acerca a lo que informaba
Ferrajoli (1989) al hablar del proceso penal, aseveró “los presupuestos
epistemológicos del garantismo penal con las condiciones que deben ser
dispuestas en el plano legal y satisfechas en el judicial para permitir la
decidibilidad en abstracto y la decisión en concreto de la verdad procesal”
(p.116).
Es necesario volver a retomar el hecho que en el proceso penal a
diferencia de los procesos escritos, las pruebas que pueden ser valoradas y
estimadas por el Juez o Jueza, son las producidas en el debate oral y
público, en el juicio, lo cual garantiza no solo el debido proceso sino además
la tutela judicial efectiva, al verificarse los principios procesales de
contradicción, inmediación y concentración, con lo cual, no existe prueba
secreta o sumaria que atente contra el derecho a la defensa del imputado o
imputada.
58
que en cada fase del procedimiento se mantenga incólume la garantía
constitucional del debido proceso.
La anterior reflexión busca establecer que el garantismo del cual se
desprenden el proceso penal, sea efectivo, de allí que sobre la base de lo
informado a lo largo del trabajo, se puede evidenciar que la afirmación ya
recurrente, que el Protocolo de Autopsia es un Instrumento Público
Administrativo, en provecho de la acción fiscal y la celeridad procesal, no es
un simple acto de pensamiento ligero, pues como se estudió, existen a luz de
la doctrina y la jurisprudencia, elementos que lo identifican como un acto
administrativo del tipo declarativo y como consecuencia de ello, en un
Instrumento Público Administrativo, susceptible de ser impugnado, pero
además con un valor probatorio asignado por el Derecho Común.
Tal señalamiento obedece, principalmente, a que lo expuesto suprar
repercute en el campo del sistema de valoración de pruebas en el proceso
penal, tal como lo expresa el artículo 22 del Código Orgánico Procesal Penal
(COPP, 2012), en el cual destaca que las pruebas se valoran conforme a la
sana crítica. Ésta norma, pareciera dejar de un lado las disposiciones del
ordenamiento jurídico que regulan la apreciación de las pruebas
documentales, máxime si se ha convenido a lo largo del trabajo, que el
documento Protocolo de Autopsia es un género del Instrumento Público, con
ocasión del emisor de dicho acto y en caos de no ser impugnado debe
tenerse como público, de tal manera que vale plenamente.
Sin embargo, la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de
Justicia (SCPTSJ), ha tratado de solventar esta situación, mediante
sentencia N° 153, del 25 de marzo de 2008, interpreto el hoy día artículo 225
del COPP, 2012, pero además en referencia a un caso en el cual, sucedió la
inasistencia del médico forense, concluyendo que de la norma que se deriva
dicha actuación, se infiere “la condición autónoma de ésta prueba
documental que contiene el mencionado dictamen, lo que determinará su
independiente apreciación y valoración, ante la incomparecencia del
59
experto”. Se pretende pues dar salida a una situación que como se denota,
es la incomparecencia del experto al debate oral y público, lo cual trae como
consecuencia que el juicio se suspenda y en el peor de los casos se
interrumpa, atentando contra la celeridad procesal.
En tal sentido, el Instrumento Público Administrativo, Protocolo de
Autopsia coadyuva en el respeto de las garantías constitucionales que
devienen del debido proceso, así como en el correcto ejercicio de la acción
fiscal, por cuanto aportará no sólo un elemento de convicción más, sino una
prueba documental que otorga certeza jurídica, que contribuye con la
celeridad procesal, en razón que en el debate oral y público, ya una de las
pruebas puede ser incorporada de inmediato al proceso.
60
CAPÍTULO V
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
5.1 Conclusiones.
61
En ese mismo sentido, se estableció que el Instrumento Público
Administrativo es un medio probatorio documental, dotado de una presunción
desvirtuable de veracidad y legitimidad de su contenido, con lo cual, la vía
para arrebatar esa presunción legal es la tacha de falsedad del mismo.
Razón por la cual, argumento en contrario, sí no ha sido desvirtuado el
mismo, deberá ser valorado por el Juzgador o Juzgadora, bajo el
presupuesto legal que el Derecho Común otorga al documento público.
Adicionalmente a lo expuesto, es innegable el valor instrumental del
Protocolo de Autopsia, por cuanto éste Instrumento Público Administrativo
incide en el Derecho Civil y el Derecho Penal, en el primero de ellos, por
cuanto genera la consecuencia prevista en la Ley del Registro Civil (LRC,
2009), el segundo, por que de su estudio, arrojare elementos de convicción
de interés criminalístico de relevancia penal.
Con referencia al segundo capítulo, acerca de los principios procesales
del Derecho Común, que son aplicables al Proceso Penal, con el fin de valor
el Protocolo de Autopsia como un instrumento público, se llegó a las
siguientes conclusiones:
Sobre el análisis de la Teoría General del Proceso así como de la
Teoría General de la Prueba, confirman que el uso como medio probatorio
del Instrumento Público Administrativo, es procesal y probatoriamente
factible, por cuanto el Derecho Procesal Penal comparte ampliamente las
nociones de ambas teorías, por ser fuente común y que su disposición frente
a dicho proceso, se ajusta al desarrollo de las garantías constitucionales.
El Protocolo de Autopsia por ser un Instrumento Público Administrativo,
con una presunción desvirtuable de veracidad y legitimidad de su contenido,
adquiere para el campo del Derecho Procesal, suma importancia, por cuanto
su consideración coadyuva en la calificación del tipo penal aplicable por el
Fiscal del Ministerio Público, al momento de ajustar una conducta
reprochable a la consecuencia jurídica, motivado a que no es solo un indicio
62
en la investigación sino una verdadera prueba que transciende más allá del
proceso penal.
Como conclusión primordial, se determinó que el sistema de valoración
de pruebas en el proceso penal, establecido en el artículo 22 del Código
Orgánico Procesal Penal (COPP, 2012), no afecta a la sana crítica ni la libre
convicción razonada, al contrario contribuye en su desarrollo, al considerar al
Protocolo de Autopsia como Instrumento Público Administrativo, en razón
que los motivos que originan o forman la prueba documental, mantienen
similitud con los principios probatorios del Derecho Común, con lo cual, se
puede calificar la prueba como necesaria, legitima, legal y pertinente para el
proceso penal.
Como consecuencia de la anterior, al no ser objetado el Instrumento
Público Administrativo, Protocolo de Autopsia, el mismo adquiere la condición
de instrumento público, razón por la cual, el juez o jueza al valorar dicha
prueba, no debe desconocer la tarifa legal que de ella dimana en el Derecho
Probatorio.
Con respecto al cuarto capítulo, se determinó que las Garantías
Constitucionales inmiscuidas dentro del proceso penal al considerar al
Protocolo de Autopsia como Instrumento Público Administrativo, no se ven en
nada lesionadas, al contrario resultan sumamente favorecidas, en razón de lo
siguiente:
Por ser el Protocolo de Autopsia, un Instrumento Público Administrativo,
coadyuva en la celeridad procesal y economía procesal, por cuanto se
prescindiría de la concurrencia del médico o médica forense a la audiencia
de juicio, beneficiando el proceso penal y a su vez las labores del Servicio
Nacional de Medicina Forense.
De igual manera, las Garantías Constitucionales presentes al
considerar Protocolo de Autopsia, como Instrumento Público Administrativo,
son la expresión del debido proceso, el principio de legalidad y la tutela
judicial efectiva, ya que el operador de justicia reflejaría el debido
63
conocimiento del Derecho Procesal y del Probatorio, guardando congruencia
con el principio de ser el Juez el que conoce del Derecho.
Como conclusión especial, la consideración estudiada, permitirá al
Fiscal del Ministerio Público, contar con una verdadera prueba de certeza
que lo acompañará desde la fase inicial de la investigación, hasta que sea
ofrecida en el juicio oral y público, permitiendo así durante el desarrollo del
proceso ya en fase de juicio, a través del debate oral y público, asumir que
uno de los elementos de convicción inicial, es la prueba material que sirve de
soporte a una de las condiciones objetivas de punibilidad.
5.2 Recomendaciones.
64
Con relación a los Principios Procesales Comunes y su pertinencia y
correspondencia con el Derecho Procesal Penal, sobre la base de las
Teorías Generales del Proceso y Probatoria, se recomienda que:
La Escuela Nacional de Fiscales del Ministerio Público, incorpore a los
procesos formativos, el estudio del Derecho Procesal, como herramienta
indispensables para todo Fiscal del Ministerio Público, en un campo que día
a día se encuentra interpretando y ajustando los procedimientos judiciales.
Es necesario que a través de la Sala Constitucional e inclusive a los
fines internos del Ministerio Público, a través de la Dirección de Revisión y
Doctrina, emitan la debida interpretación al artículo 22 del Código Orgánico
Procesal Penal (COPP, 2012), a los fines de ratificar que el límite a la sana
crítica y libre convicción razonada como sistema de valoración probatoria en
el proceso penal, tiene su límite en el principio de legalidad constitucional y la
comprensión del resto del ordenamiento jurídico, en especial del Derecho
Probatorio.
Sí bien, el uso de medios audiovisuales, por supuesto coadyuvan en la
celeridad del debate probatorio, sin embargo la falta de regulación y uso de
los mismos podría impedir su utilización. De allí que, el empleo de una
correcta interpretación del Derecho Procesal, en especial en Instrumentos
Públicos Administrativos, coadyuvarían a imprimir la celeridad procesal
necesaria, en los procesos penales.
Finalmente en relación a las Garantías Constitucionales, como bien se
afirmó supra, se ven favorecidas al sostener que el Protocolo de Autopsia es
un Instrumento Público Administrativo, por cuanto incide de manera
inmediata en el proceso penal, al afectar de manera positiva la celeridad
procesal y el buen desarrollo de los juicios, razón por la cual debería ser el
principal argumento al momento de ejercer la acción fiscal.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
66
Cortez, C. (2008). Alcance de la libre apreciación de la prueba como sistema de
valoración probatoria en el proceso penal venezolano. Trabajo Especial de
Grado para optar al Grado de Especialista en Ciencias Penales y
Criminológicas. Universidad Católica Andrés Bello. Caracas.
Ovalle Favela, J. (1991). Teoría General del Proceso, México. Editorial Harla.
67
Quadra-Salcedo, T. (2013). Lección 8. Los Actos Administrativos. Disponible en:
http://ocw.uc3m.es/derecho-administrativo/organizacion-y-actividad-de-las-
administraciones-publicas-2013/materiales-de-clase/OCW-OAAP-Leccion-
8.pdf.
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