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Millones de personas sufren ya los efectos catastróficos de fenómenos

meteorológicos extremos que se ven agravados por el cambio climático,


desde las prolongadas sequías del África subsahariana hasta las
devastadoras tormentas tropicales que arrasan todo el sureste asiático,
el Caribe y el Pacífico. Temperaturas abrasadoras han causado
mortíferas olas de calor en Europa e incendios forestales en Corea del
Sur, Argelia y Croacia. Ha habido graves inundaciones en Pakistán y
una prolongada e intensa sequía en Madagascar ha dejado a un millón
de personas con un acceso muy limitado a una alimentación adecuada.

La devastación que el cambio climático está causando y seguirá


causando indica que es un código rojo para la humanidad. Pero aún
hay tiempo. El principal organismo científico mundial para la evaluación
del cambio climático, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre
el Cambio Climático (IPCC), advierte de que las emisiones de gases de
efecto invernadero deben alcanzar sus niveles máximos antes de 2025,
como muy tarde, y haberse reducido en un 43% antes de 2030 si
aspiramos a limitar el cambio climático a 1,5°C y evitar una catástrofe
absoluta. Actuar en gran escala es una necesidad acuciante, pero la
urgencia no puede servir de excusa para cometer violaciones de
derechos humanos.

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