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La dimensión ético-política del trabajo social en el neo-estado

céntrico1

Breppe, Patricia Irma


Pereyra, Esteban Gabriel
Verón Ponce, María Belén
Cátedra Política Socia II
Departamento Trabajo Social- Facultad de Humanidades- UNCa.

RESUMEN
El Neo-estado céntrico se construye en un momento histórico político de América
Latina como una alternativa al Neoliberalismo de los noventa, caracterizado por una
recuperación y fortalecimiento de la centralidad del rol del Estado en la implementación
de las políticas públicas. Esta transformación nos interpela a problematizar y reflexionar
acerca del rol del trabajo social en el actual contexto teniendo en cuenta que la práctica
profesional es una actividad socialmente determinada por las condiciones históricas
coyunturales que son mediatizadas por la respuesta de la categoría profesional dentro
de los límites de la realidad. En este sentido indagaremos sobre los valores y las
relaciones de poder que emergen de las prácticas profesionales que configuran la
dimensión ético política de la actual intervención; y que impregnan y resignifican las
dimensiones teórico-epistemológica y operativo-instrumental del Trabajo Social.
Metodológicamente se trata de una reflexión teórica con inferencias que generen
anticipaciones de sentido a partir de los roles socio-educativo y de la materialidad que
se expresan en el quehacer profesional.
Considerar al trabajador social como un mero ejecutor de las políticas sociales y
objetivos institucionales es desconocer los intereses contrapuestos y contradictorios
que existen en todos los espacios socio-políticos y sobre los cuales se requiere una
mediación profesional que contenga reflexividad, organización y disputa de sentido con
los actores que intervienen en los procesos de definición de las políticas estatales y
que constituyen los campos burocráticos del Estado.

PALABRAS CLAVE: neo-estado-céntrico, intervención profesional, dimensión


ético política

CONTEXTO DEL NEO ESTADO CÉNTRICO


La relación entre el trabajo social y el conflicto social derivado de la cuestión social no
es nueva, porque el surgimiento e institucionalización de la intervención profesional se
da en el marco de las agudas transformaciones político ideológicas que ocurren a

1
Presentado para ser publicado en la Revista A-Intervenir del Dpto. de Trabajo Social, Facultad de
Humanidades. Unca. Editorial Científica Universitaria.
REVISTA A-INTER- VENIR N° 8- ISSN Nº: 1850-1907
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finales del siglo XIX y a la largo de todo el siglo XX. En estos escenarios se visualiza el
pasaje del capitalismo competitivo al capitalismo monopólico, donde se opera un
cambio en la lógica de funcionamiento del sistema basado en la configuración del papel
que asume el Estado en cuanto a la sociedad. Se trata de un Estado liberal, propio del
modelo Gendarme, a un Estado que interviene activamente, no solo a nivel económico,
sino también a nivel social, es el modelo Bienestarista. Su desarrollo se asienta en la
conformación de clases por un lado y en la organización del movimiento obrero en sus
reclamos por el otro. Podemos decir que se da un doble movimiento de carácter
complementario donde el proceso de acumulación del capital requiere de un Estado
que invierta fuertemente en sectores que no son altamente productivos a corto plazo,
como energía e infraestructura básica; y al mismo tiempo, se requiere de un Estado
que asuma a través de políticas sociales mecanismos compensatorios que des-
responsabilicen al capital de la reproducción de la mano de obra. En este sentido estas
políticas sociales también vienen a dar respuestas a demandas sostenidas, históricas y
organizadas del movimiento obrero en la búsqueda de mejores condiciones de vida y
de trabajo.
En este doble movimiento el Estado interviene para resolver las manifestaciones de la
cuestión social y aquí emerge el trabajo social, como una profesión que viene a ocupar
un lugar en la división social y técnica del trabajo como brazo ejecutor de las políticas
sociales del Estado.
Continuando con el recorrido histórico de los diferentes tipos de Estado Capitalista,
llegamos al Neoliberalismo que se cristaliza en la época menemista, pero sus orígenes
nos remiten a los inicios de la dictadura militar. Este modelo neoliberal nos lleva a un
Estado mínimo, con un mercado que queda como único regulador de las relaciones
sociales, un proceso decreciente y paulatina pérdida de derechos sociales; y en el caso
de las políticas sociales, se opera un cambio fundamental: pasan a ser focalizadas,
selectivas y claramente de combate a la pobreza. Esto se realiza a través de
estrategias que combaten al trabajo, debilitando y desprestigiando a las organizaciones
sindicales y a los movimientos sociales; que buscan una reestructuración productiva,
por medio de la precarización, flexibilización y autonomización de las relaciones
laborales; y que promueven una reforma del Estado, reduciendo el gasto social. En
esta etapa la sociedad civil tiene un protagonismo relevante a través del crecimiento del
tercer sector conformado por una multiplicidad de organizaciones no gubernamentales
que pretenden resolver diferentes problemáticas sociales. De este modo se realiza una
convocatoria a los ciudadanos a través del voluntariado como forma de superación de
la inoperancia de las instancias públicas estatales para la resolución de la cuestión
social. Este llamado reduce al voluntariado la noción de ciudadanía y de participación
social, en una lógica según la cual se puede revertir la grave situación social imperante
a partir de acciones voluntarias de solidaridad interclasista, y se presenta este hecho
como un avance en términos de participación ciudadana.
En este contexto también se advierte un protagonismo de la vertiente tecnocrática
ligada a la modernización y racionalización en la asignación y distribución de los
recursos, sin explicitar la dimensión política de la intervención profesional. Se instala un
paradigma de privatización, neofilantropización y tercerización de la asistencia social.
El impacto negativo del Neoliberalismo encontró desde la sociedad respuesta
sectoriales organizadas con cortes de ruta, de piqueteros y desocupados, la
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conformación de múltiples asambleas barriales, los paros generales, la protesta de
docentes, estatales y jubilados, la marcha de pequeños productores, etc. Asimismo, la
estrategia del Frente Nacional contra la Pobreza que reunió más de 3 millones de
voluntades de ciudadanos, tuvo como objetivo coordinar una respuesta ofensiva de
todos los sectores afectados para realizar una propuesta que implique mayores niveles
de democratización política y económica. Esta protesta social manifiesta características
nuevas e inéditas que se expresan en una ruptura importante en el sistema político
tradicional y en nuevas expresiones de movilización social que se refieren a cambios y
mutaciones de las identidades de los actores colectivos que protagonizan los procesos
de petición social.
Con la configuración y el desarrollo de los movimientos sociales en particular, como los
nuevos actores colectivos que interpelan al Estado en sus políticas públicas y en la
reproducción del régimen económico, social, político e institucional; se comienza a
registrar una vuelta del Estado en las sociedades fragmentadas por el Neoliberalismo.
Se trataría de un NeoEstado Centrismo que prioriza la centralidad del rol del Estado en
relación a la totalidad de la población y a la conducción de todas las políticas públicas.
El desarrollo de las políticas sociales de integración, en esta etapa pretende articular la
participación, el trabajo, y el acceso a la ciudadanía. La población en este sentido se
encuentra bajo algún tipo de protección o asistencia social del Estado.
También el desarrollo legislativo da cuenta de la ampliación de ciudadanía a partir de la
emergencia de nuevos sujetos de derechos, que se manifiesta en leyes como: las del
matrimonio igualitario, la fertilización asistida con cobertura de las obras sociales, la
protección ambiental, la identidad de género, la asignación universal por hijo, la
protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, y
el reconocimiento cultural de etnias originarias, entre otras iniciativas de carácter
legislativo.
En relación a las obligaciones positivas y negativas del Estado han surgido iniciativas
relevantes como la del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos (ACNUDH) que en el 2004 estableció tres formas de pertinencia de los
Derechos Humanos para la reducción de la pobreza: pertinencia constitutiva
(capacidades básicas); pertinencia instrumental (derechos civiles y políticos); y
pertinencia restrictiva (limitación de los tipos de acciones permisibles).
En el 2006 la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ha elaborado y
sistematizado el enfoque de derechos, basado en el marco conceptual del derecho
internacional sobre los derechos humanos, cuyo punto de partida es la existencia de
ciudadanos titulares de derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos
que obligan al Estado a determinadas prestaciones y conductas, susceptibles de
justiciabilidad o exigibilidad judicial.
En relación a la reivindicaciones históricas de los derechos de la mujer, desde el
enfoque de género se sostiene que el mecanismo nacional para el avance de la mujer
es la constitución de una Unidad Central coordinadora de políticas dentro del gobierno.
Su principal tarea es apoyar la transversalización gubernamental de una perspectiva de
igualdad de género en todas las áreas de política (párrafo 201- documento del a VII
Conferencia Internacional sobre la Mujer en Beijing).
En el orden internacional, las rupturas fundamentales que se observan en el mundo
contemporáneo desde el fin de la unipolaridad de Estados Unidos, es la configuración
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de un sistema-mundo conectado por los resultados de las revoluciones tecnológicas,
informáticas y cibernéticas que determinaron nuevas vinculaciones y
relacionamientos,como las redes asociativas que utilizan asociaciones y movimientos
sociales. Se trata de una organización social de nuevo tipo, heterogénea, que trae
importantes cambios en la sociabilidad y en la espacialidad; creando nuevos territorios
de acción colectiva, un nuevo imaginario social y una comunidad virtual. Si bien amplía
las posibilidades de comunicación, también contiene un aspecto de exclusión, pues no
todos tienen acceso a la comunicación. De todos modos constituyen un rasgo particular
del contexto internacional del Neo Estado Centrismo.
En las relaciones internacionales se advierte un resurgimiento de la política de bloques
a nivel regional y subregional con un rol activo que genera prácticas multilaterales con
lógicas de interacción de carácter cooperativo, pero también en relación a los intereses
políticos ideológicos de los Estados. El nuevo multilateralismo se caracteriza por la
inclusión además de los Estados, de otros actores societales como es el caso de
organizaciones no gubernamentales de carácter internacional, empresas
transnacionales y coaliciones transgubernamentales. Nos encontramos frente a un
diseño de multilateralismo societal que trasciende la visión estado céntrico de las
relaciones internacionales.
En este sentido el „grupo de los Ocho‟ (Estados Unidos- Rusia- Japón- Canadá-
Alemania- Italia- Francia- Gran Bretaña) se constituye en un actor internacional muy
importante en las principales decisiones de la política mundial que se refleja en sus
posicionamientos en Naciones Unidas y otros organismos internacionales.
El actual contexto internacional del multilateralismo refleja uniones regionales con
problemáticas propias del conjunto de países que aglutina, pero también con las
particularidades económicas, sociales y político- ideológicas de los Estados- Nación
que las integran. Esta situación se observa en el caso de América Latina a través de
algunos grupos de países que tienen procesos político ideológicos diferenciados como
es el caso del Socialismo del siglo XXI en Venezuela, Ecuador y Bolivia; el Neo-
Desarrollismo en Argentina, Uruguay y Brasil; y las experiencias del Capitalismo de
Guerra en Colombia, México y Chile. En la crisis europea, desde Alemania se procura
sostener algunos niveles de la Unión Europea a pesar de casos puntuales como
España, Grecia y Portugal con graves crisis de gobernabilidad por los efectos del
desempleo masivo. Por su parte en Medio Oriente los conflictos bélicos regionales
como la crisis Siria y el conflicto Árabe- Israelí continúan supeditados a los intereses
ideológicos de Washington y de Rusia, con reminiscencias de algunas lógicas que
operaron en el contexto de la Bipolaridad. La primavera Árabe en Egipto y Túnez es un
ejemplo de los nuevos indignados del mundo que demandan procesos de
democratización del poder político, provocando inmediatamente cambios drásticos en
las decisiones gubernamentales.
Después de la caracterización realizada sobre el Neo-Estado Centrismo es preciso
desatacar que la configuración de este Modelo Estatal se encuentra en pleno proceso
de construcción y definición, por lo cual no se registran desarrollos teóricos
sistematizados que den cuenta del mismo.

LA DIMENSIÓN ÉTICO- POLÍTICA EN EL TRABAJO SOCIAL


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La dimensión ético –política en lo que refiere al proyecto profesional del trabajo social
inscripto en la perspectiva crítica, se refiere a los valores y a las relaciones de poder
que se ponen en juego en las prácticas de los trabajadores sociales.
El proyecto ético -político tiene su “núcleo en el reconocimiento de la libertad como
valor central (…) de ahí un compromiso con la autonomía, la emancipación y la plena
expansión de los individuos sociales” (Neto, 2003: 289). Estos valores entran en
contradicción con el proyecto societario dominante en diferentes épocas, en tanto se
pretende un orden social basado en la dominación y/o explotación según la clase, la
etnia o el género. Por ello decimos que el proyecto ético-político del colectivo
profesional es un proyecto en disputa y contradicción con fuerzas hegemónicas. De
igual manera, se trata de una construcción y de un proceso que evidencia hacia el
interior del colectivo, una serie de pujas y discrepancias en torno a los valores que se
constituyen como motivadores y fines de las acciones profesionales. Prueba de esto es
la permanente presencia de proyectos conservadores hacia el interior del colectivo
profesional.
Al referirnos a la cuestión de la ética, entendemos que “los hombres y mujeres siempre
actúan teleológicamente, es decir orientados hacia objetivos, metas y fines” (Op.cit:
272). Esto nos lleva a entender que los valores sobre los cuales se asientan nuestras
prácticas, se evidencian en la praxis cotidiana y que por tanto implican el
reconocimiento y la revisión de las consecuencias de nuestras acciones. Las
posibilidades y limitaciones se manifiestan en la práctica cotidiana en tanto “espacio de
confrontación ante situaciones de conflicto que requieren un posicionamiento de valor”
(Barroco, 2003: 242)2.
La dimensión política que tiene que ver con las relaciones de poder, no se identifica
con el posicionamiento partidario (al menos no de manera exclusiva). La dimensión
política de los proyectos profesionales en un sentido amplio está referida a las
relaciones con los proyectos societarios; y en un sentido estricto, a las perspectivas
particulares de la profesión (Neto, 2003).
Comprender esta dimensión y sus disputas como producto de procesos históricos y
políticos nos plantea el desafío de comprender los fundamentos socio- históricos de la
ética, rompiendo con la visión tradicional y esencialista que está presente en la historia
de la ética profesional (Barroco). Lo histórico- político que se constituye en el contexto
de desarrollo de nuestra práctica profesional, se presenta como limitante o como
espacio de oportunidad para construir la dimensión ético-política con y desde los
sectores populares. Por eso afirmamos que es una dimensión en permanente disputa.
No debemos olvidar que el servicio social es una “profesión gestada a partir de
necesidades y posibilidades de la sociedad capitalista. Su ética, por lo tanto, solamente
puede ser entendida como producto histórico de las condiciones establecidas por dicha
sociedad” (Barroco, 2003: 234).
Ante la hegemonía de los valores y relaciones de poder dominantes en cada momento,
es imprescindible ejercer la reflexión ética en tanto “hace posible la crítica a la moral

2
En la tradición marxiana, “la ética es una forma de relación consciente y libre entre individuo y
sociedad, lo cual posibilita al mismo tiempo, adquirir consciencia de sí mismo como ser humano
genérico” (Barroco, 2003: 233). Entonces, la conciencia y la libertad son pre condiciones para la acción
ética.
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dominante puesto que permite develar sus significados socio-históricos, habilitando la
desmitificación del prejuicio, del individualismo y del egoísmo” (Op.cit. p. 233). En este
sentido la moral también puede ponerse en cuestión en tanto conforma un carácter
puramente legal. Este cuestionamiento sobre la validez de las normas guarda relación
con la libertad, en tanto “fundamento ético esencial”.
El ejercicio de la ética en tanto valores en disputa, requiere no solo de la reflexión, sino
también de la disputa, que siempre es política y que necesariamente es colectiva. Aquí
surge la propuesta indelegable de ejercer una intervención basada en una organización
que dispute de manera consciente, reflexiva y estratégica, los valores de justicia que
decimos abrazar.
Aquí se produce el encuentro entre la ética, la política y la profesión, lo que nos lleva a
“repensar la política y también la práctica profesional como prácticas que tienen por
horizonte la construcción de sujetos políticos colectivos” (Iamamoto, 2003: 260). La
unidad entre ética y política “se hace efectiva en el campo de los conflictos, de la
oposición entre proyectos sociales, caracterizándose por la organización colectiva, la
lucha entre ideas y proyectos que contienen valores y una dirección ética” (Barroco,
2003: 234). Es en este desafío en que anclamos la propuesta que se encuentra al final
de esta reflexión que compartimos.
Por su parte, la relación entre Estado y práctica profesional data de la emergencia del
trabajo social como ejecutor de las políticas sociales en el Estado Bienestarista. Esta
relación implica una permanente influencia en las posibilidades y limitaciones de la
intervención profesional.
Para Pierre Bourdieu, el Estado es un conjunto de campos burocráticos, cada uno de
los cuales, implica una lógica especifica de juego. En los campos del estado, existen
relaciones objetivas entre posiciones sociales de agentes sociales, los que se disputan
mediante alianzas explicitas o implícitas un capital específico en juego. En este sentido,
es que individuos, grupos e instituciones sociales, en tanto agentes sociales,
despliegan estrategias conscientes y/o inconscientes que se destinan para conservar
y / o mejorar las posiciones sociales en la estructura social particular del Estado.
De esta manera, tal como sucede en cualquier campo del espacio social global, en el
Estado se expresa una batalla por la apropiación de los capitales específicos en juego,
al tiempo que se configura una de las contiendas más fuertes e importantes que tienen
lugar en los espacios sociales; la que se da por la apropiación del monopolio legítimo
de la violencia simbólica. Esto es así, porque el monopolio legítimo de la violencia
simbólica, da lugar al poder que tienen los agentes sociales, para imponer los principios
de visión y división social, o el sentido de la realidad o verdad propia del campo, y
consecuentemente, de la realidad o verdad del qué y para qué se producirá el capital o
beneficio, y también como se lo hará, y de qué manera el mismo será distribuido y
también apropiado por los agentes sociales del espacio social (Bourdieu, 1995).
Desde esta perspectiva, entendemos que la Intervención del Trabajo Social, está
mediatizada por intereses y necesidades que a veces pueden ser similares, pero que
generalmente son diferentes, y otras tantas veces de carácter antagónico a las disputas
de sentidos y valores que se interponen en la práctica cotidiana del estado en tanto
campo burocrático. De esta manera se evidencian intereses por parte de sectores
hegemónicos que definen una determinada distribución de recursos en el campo de la
política social, y por tanto, definen un determinado orden social.
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Estos intereses y necesidades se dan ya no solo entre los individuos, grupos, familias
e instituciones del espacio social global, y en particular, el propio de los sectores
populares con los cuales históricamente el Trabajo Social ha efectuado su intervención
profesional a través de la política social; sino que también, esas similitudes, diferencias
y antagonismos, deben verse hacia dentro de los distintos grupos que trabajan en el
Estado, sean estos funcionarios, colegas, y/o profesionales de otras disciplinas
científicas.

TENSIONES ÉTICO POLÍTICAS DE LA INTERVENCIÓN PROFESIONAL EN EL


ACTUAL CONTEXTO
El contexto actual presenta al profesional oportunidades para una apuesta ética
centrada en el reconocimiento de los derechos humanos como expresiones
institucionales producto de las luchas simbólicas y materiales de otros tiempos.
Efectivamente gozamos de la institucionalización de derechos sociales que se
convierten en herramientas de transformación y posibilidades para ampliar y potenciar
el ejercicio profesional.
Sin embargo, es preciso advertir que todavía se encuentran proyectos sociales en
disputa con fuerte presencia de las corporaciones capitalistas trasnacionales que
disputan en la región, la apropiación de recursos y por tanto de poder sobre la vida de
los pueblos. En este sentido, la naturaleza del estado Neo Céntrico es contradictoria ya
que implica la convivencia de políticas públicas de naturaleza neoliberal, con políticas
públicas de estado de bienestar3. Esto también se manifiesta en las prácticas de los
trabajadores sociales.
Es en este contexto que, siguiendo las reflexiones propias de Pierre Bourdieu, quien
plantea que los habitus4 son transponibles y duraderos para los agentes y los espacios
sociales (Bourdieu, 1995) podemos pensar en una primera hipótesis que graficaría la
actual situación para el Trabajo Social: pese a los cambios materiales operados en
algunas dimensiones propias de la política pública del Estado, existe una marcada
probabilidad de que persistan las orientaciones ético- políticas netamente
conservadoras, o las visiones y divisiones de valor y fines de poder conscientes y/o
inconscientes que se han instalado por más de 30 años de neoliberalismo en las
instituciones, grupos e individuos en general, y los propios del estado en particular.
Al respecto, estamos llamando la atención sobre los desafíos actuales para la
intervención profesional, lo que implica una problematización acerca de las situaciones
de habitus que se han ido instalando en la práctica del quehacer profesional, y en los
agentes sociales en general propios de los campos burocráticos del Estado, desde

3
Como ejemplo de políticas de corte neoliberal podemos identificar en Argentina las leyes que regulan la
conservación de los glaciares para emprendimientos mineros, en disputa con las comunidades que los
utilizan para provisión de agua; otro ejemplo lo constituye la ley de semilla que impone la utilización de
semillas transgénicas provistas por empresas trasnacionales en lugar de la transferencias de semillas
nativas que tradicionalmente utilizan las comunidades agrarias.
4
“sistema de disposiciones mentales y corporales de percepción, apreciación, categorización,
evaluación, clasificación y acción de los agentes sociales” (Bourdieu, 2007)
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donde, tradicionalmente el trabajador y/o la trabajadora social, ha pensado, efectivizado
y evaluado su práctica profesional.
Esto implica que el Trabajo Social requiere de un socio-análisis de su quehacer
profesional, lo que nos anima a plantear como segunda hipótesis general de la
situación actual: que en la intervención profesional, es probable que se esté
experimentando una situación de tensión -ahora más visible que en la década de los
noventa del siglo pasado, respecto de la posibilidad permanente de repetir la lógica
pragmática, burocratizada y rutinaria del proyecto neoliberal; frente a otra lógica en la
que la posibilidad asistencial y lo socioeducativo de la intervención, aprovechando las
renovaciones de las políticas públicas actuales y planteando un nuevo cúmulo de
alianzas estratégicas y tácticas de carácter colectivo, puedan desarrollarse a favor de
los sectores populares. La dimensión asistencial se refiere al carácter material de
nuestra intervención evidenciada en la redistribución de recursos materiales desde la
política social del Estado. Esta dimensión se vio amenazada en el neoliberalismo por el
recorte del gasto social, adquiriendo una nueva valorización en el actual contexto. El rol
socio educativo se refiere a la dimensión simbólica de nuestra intervención, que se
plantea a partir del paradigma de derechos, donde la autonomía del profesional puede
reorientar las políticas institucionales, sensibilizándolas, incorporando demandas
reales, posibilitando espacios de negociación. Esto es posible a partir del lugar
privilegiado del trabajador social, dado por el contacto directo con la población a partir
del acceso a su vida cotidiana.
Como ejemplo de la pervivencia de lógicas pragmáticas en nuestras intervenciones
podemos pensar en la valorización de una lógica emergentista de la asistencia directa,
que está presente todavía en las políticas sociales del Estado. No se puede salir del
neoliberalismo con el inmediatismo, sin reflexión. Para ello se requiere de la
institucionalización de espacios prefijados de trabajo que permitan la reflexión colectiva
sobre nuestras prácticas y los valores éticos y proyectos políticos que se juegan en las
mismas.

CONCLUSIONES
El neo estado centrismo ofrece nuevas oportunidades a la intervención profesional para
repensar los valores éticos y los proyectos políticos que nos constituyen como
trabajadores sociales.
Claramente anteponemos a las limitaciones que ciertos proyectos imponen a nuestras
prácticas, las posibilidades que brinda el ejercicio ético y político que se posiciona con y
desde los sectores populares a fin de resistir y construir alternativas que den lugar al
desarrollo de la vida. Es aquí en donde se requiere de la definición de alianzas y
estrategias que permitan hacer efectiva una praxis transformadora con y desde los
sectores populares, que de ninguna manera se constituye en soledad y que parte de
una instancia reflexiva y comprometida con el momento histórico.
Este es el modo en que será posible una lucha por la producción, apropiación de los
capitales y/o recursos propios de las políticas sociales, al tiempo que será factible una
lucha por su distribución adecuada, la que debe ser sostenida por el valor de la
construcción de relaciones sociales igualitarias que tengan que ver con el ejercicio de
los derechos de ciudadanía.
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Todo esto implica el compromiso ético-político de la profesión donde los/as
trabajadores/as sociales se construyen constantemente por medio de la reflexividad y
problematización, de la suficiente formación de competencias teóricas, técnicas y
políticas para tener en claro en qué contexto y escenario particular se mueven, y sobre
todo, por la defensa de qué valores y la lucha de qué proyectos societales desarrollan
su quehacer profesional junto a otros agentes sociales.
BIBLIOGRAFÍA
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