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OcHE CALIFA eA Oo (09 - i’ e ‘ s” ‘% fl ay Azulejos Set @ estrada = Coordinadora del drea de Literatura: Laura Giussani Edicién: Karina Echevarria Autora de secciones especiales: Pilar Mu‘ioz Lascano ‘Corrector: Mariano Sanz Coordinadora de Arte: Valeria Bisutti Diagramacién: Ana G. Sanchez Mlustracién: Javier Joaquin Gerente de Preprensa y Produccién editorial: Carlos Rodriguez Oche Califa I mejor de los mundos imposibles / Oche Califa ilustrado por Javier Joaquin. - 1aed . - Boulogne : Estrada, 2017 Libro digital, POF - (Azulejos. Naranja : S6) Archivo Digital: descarga y online ISBN 978:950-01-2151-4 1, Narrativa Argentina, 2. Cuentos, |, Javier Joaquin, ilus, Il, Titulo. OD A863 Lia: COLECCION AZULEJOS - SERIE NARANJA fg © Editorial Estrada S.A, 2014. Editorial Estrada S.A. forma parte del Grupo Macmillan. ‘Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina, Internet: www.editorialestrada.com.ar Queda hecho el depésito que marca la Ley 11.723, Impreso en Argentina. / Printed in Argentina, ISBN 978-950-01-2151-4 No se permite la reproduccién parcial o total, el almacenamiento, el alquier, la transmisién o la transformacién de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrénico o mecdnico, mediante fotocopias, digitaizacién y otros métodos, sin el permiso previo y eserito del editor. Su infracci6n esta penada por las leyes 11.723 y 25.446. El autor y la obra Piano, piano ..... EI pajaro de las plumas de trapo La metamorfosis El conde......... Una visita demorada... Los riesgos...... Dormir como un tronco.... Los glotones.... La moneda marina.......... Diario del miedo... Actividades 29 AB 25 37 ae Al 58 aT) 63 67 aay acm a. Oche Califa nacié en 1955 en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. En la actuali- dad vive en la ciudad de Buenos Aires. Es escritor y periodista. Se considera “auto- didacta” y “buen alumno de lecturas y ex- periencias diversas”. Sus actividades en el periodismo comenzaron en 1978, escribid para los diarios Cfarfn y La Nacién, y en revistas muy diversas; fue director de la revista La Nacién de fos chicos y editor del suplemento dominical para nifios de este mismo diario. Integra, desde hace mas de diez arios, la co- misién de actividades culturales de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Fue director editorial de Oxford Argentina y editor general de Colihue; actualmente es director de Depeapa Contenidos. Sus primeras creaciones literarias fueron poesfas y cuentos hu- moristicos, luego comenzé a escribir para nifios y, por suerte, lo si- gue haciendo. Entre sus libros de poesias y cuentos para nifios se en- cuentran Vafseado def piojo enamorado, Para escuchar a la tortuga que suefia, Sofo sé que es ensalada, Ef bosque encantado y Cuentos mds o menos contados. También publicé varias historietas, entre ellas: San Martin. Un destino americano, con dibujos de Huadi y La inmigracién en fa Argentina. Los que fueron flegando, con dibujos de Diego Parés. Su libro de relatos Un bandone6n vivo recibié el Pre- mio Destacado ALIJA 2002/2003 en la categoria cuento. El mejor de los mundos imposibles | 7 al El arte de los cuentos Un cuento es una narracién sobre una serie de acontecimientos que les suceden a los personajes en un determinado tiempo y espa- cio, este tiempo y espacio constituyen el marco. Por lo general, los cuentos tienen tres momentos. En la situacidn inicial se presentan los personajes y se describe el lugar donde se desarrollan los hechos. A esto le sigue lo que se llama conflicto 0 complicacién, es el problema que se les presenta a los personajes. Este conflicto se puede resolver de manera positiva 0 negativa, y esto es la resolucion o desenlace. Asi como es posible que la situacién inicial esté ausente, es imprescindi- ble que haya un conflicto ya que sin él no hay cuento. Los cuentos pueden clasificarse segtin las caracteristicas que presentan. En los maravillosos, el personaje principal suele ser un héroe que se enfrenta a un oponente, y es frecuente que ocurran hechos sobrenaturales a través de la intervencion de seres u objetos magicos. Los cuentos fantdsticos son aquellos que transcurren en un mundo como el nuestro pero en el que sucede algo inexplicable que provoca una sensacién de extrafieza. Cuando esta sensacién provoca miedo, se trata de un cuento fantastico de terror. También hay cuentos humoristicos, policiales, de ciencia ficcién y realistas. Hay cuentos para todos los gustos, aunque muchas veces un cuento tiene caracteristicas de un tipo y de otro, sobre todo en la narrativa posmoderna donde predominan las rupturas. 8| Oche Califa | El arte de contar Quien narra los acontecimientos en el cuento es el narrador, y no se lo debe confundir con el autor. El autor es una persona de car- ne y hueso que escribe y crea un mundo de ficcién y, en ese mundo imaginado por el autor, la voz que narra los hechos es el narrador. El narrador puede hacer alusiones a temas, expresiones 0 per- sonajes procedentes de otros textos, esto se denomina intertextua- fidad. También puede realizar una imitacién burlesca de los perso- najes o los temas, a esto se lo llama parodia. La narrativa posmoderna se caracteriza por el aumento de alu- siones intertextuales, la proliferacién de la parodia y el humor, por la introduccién de diversos tipos de textos y la mezcla de géneros y personajes de distintas tradiciones. Por ejemplo, un cuento in- cluye canciones 0 titulos de diarios, toma la forma de un diario personal o narra las aventuras de un personaje de los cuentos de tradicién oral (como Caperucita Roja o Pulgarcito) en una ciudad contemporanea. Asimismo, esta narrativa actual se caracteriza por poner al des- cubierto las reglas de la construccién literaria. Se denomina a esto metaficcién porque el texto literario hace referencia a su propia construccién literaria, a la escritura o creacién de la ficcién. Esto puede producirse a través de diversos mecanismos, dos de ellos son la alusién explicita al proceso de escritura (y sus aspectos mas El mejor de los mundos imposibles | 9 complejos 0 dificiles) o a la existencia de un autor (y sus pesares), y hacer difusos los limites de lo que esta dentro y fuera de la his- toria y/o el libro. El mejor de los mundos imposibles Oche Califa Piano, piano Jimena nunca pensé que un piano pudiera volar. Es cierto que se decian cosas sobre la casa de la profesora de piano, pero creyé que se trataba de habladurias. Sin embargo, debié haber sospechado algo (0 conservar la sospecha, porque al principio la tuvo) cuando se acereé para tomar clases. Entonces, antes de tocar el timbre, oyé un ruido que le Ilamé la atencién: —Como si un insecto enorme escarbara sobre metal. Eso le dijo a su primo, que contesté: “Asi suenan las guita- rras eléctricas desenchufadas”. Es cierto que en la casa solo se ensefaba piano, pero la respuesta la conformé. Ademas, cuando se abrié la puerta y la profesora Chiquita sonrid, Jimena se olvidé de todo. Era simpatica y dando saltitos la llevd de una pieza a otra hasta donde estaba el piano. —Tenés algo de experiencia? —le pregunto. —Ninguna —contestd Jimena. Entonces, la profesora comenzé a ensefiarle las partes del piano mientras lo acariciaba como a un hijo. EI mejor de los mundos imposibles | 13 Jimena se puso de acuerdo en asistir dos veces por sema- na. Y asf hizo. Llegaba, se sentaba en el taburete, la profesora lo hacia en una silla junto a ella, y durante una hora sus manos iban y venian por el teclado. O Jimena era una dotada para el instrumento —tanto como el mejor de los misicos— o sucedia que el piano la ayudaba a tocar. Como lo segundo era improbable, se convencid de que seria una pianista extraordinaria. Tanto, que comenzé a de- cirselo a todos. Asi, un dia sus companeros de escuela le pi- dieron que tocara algo en el piano del salén de actos. Y lo que ocurrié fue un bochorno: Jimena apenas pudo sacar la melodia del “Arroz con leche”, después de intentarla dos o tres veces. —Te pusiste nerviosa —le dijo una amiga. Y Jimena supuso que, efectivamente, le habia ocurrido eso. Un dia la profesora Chiquita pard a Jimena en la puerta: —Hoy no se puede. éPodras mafiana? Jimena contesté que si, pero se fue sobresaltada porque la profesora se veia nerviosa y antes de tocar timbre le pare- cié ofr como si alguien aplaudiera con dos enormes manos de trapo. 14 | Oche Califa —Asi suena cuando golpean almohadones para quitarles el polvo —dijo su primo, siempre capaz de dar respuestas que convencieran. Pero, a partir de entonces, Jimena se propuso detenerse unos segundos al llegar, para poner atencidn a lo que pudiera ofr. Una vez oyé como si un perro se sacudiera los pelos tras salir del agua. Otra, el golpe repetido de un par de anteojos que se rompian. Una tercera vez, el chirrido de tres puertas que se abrian y cerraban... Todo eso cesaba cuando ella tocaba el timbre. Entonces la profesora, con su sonrisa grande, abria la puerta y la ha- cia pasar. Un dia Jimena creyé ofr el zapateo desordenado de un ciempiés gigante. Ya acostumbrada, tocé timbre y entré. Entonces comenz6 a ocurrir algo raro. Jimena no podia tocar la melodia que tan bien habia interpretado la cla- se anterior, y la profesora Chiquita se molesté. Aunque su enojo no parecia estar dirigido a Jimena, que intentd con otra cosa, también sin resultados. Y la profesora pated el piso, nerviosa. Al tercer intento, también fracasado, la profesora Chiquita rité, sorpresivamente, “iBasta!” y le dio un chirlo al piano, en el costado. 16 | Oche Califa Entonces el instrumento se movid y comenzé a flotar en el cuarto, bamboledndose. Cuando Jimena atin no se habia repuesto de la sorpresa, el piano vold hacia una gran ventana que estaba abierta... iy desaparecis en el aire! La profesora Chiquita, al borde del Ilanto, corrié hasta la ventana y grité: —iJohann, Johann! iPor favor, Johann! Jimena salié de la casa con paso rapido, entre asustada y sorprendida. No pensaba regresar alli nunca jamas. Dias después, le conté lo sucedido a su pri- mo, que respondié: —Son pianos livianos. Los hacen asi porque son mas faciles de cargar en las mudanzas. Se lo habré lleva- do una corriente de aire. Pero esta vez Jimena no se convencio. El pajaro de las plumas de trapo El escritor tenia la costumbre de escribir junto a la venta- na. Asi se inspiraba. Sin embargo, esa noche de primavera su cabeza no era capaz de atrapar una sola idea. Enojado, gol- ped la mesa y entonces oyé un revolotear de alas en el marco de la ventana abierta. Si, un pajaro allf posado se asusté con el golpe y batié sus plumas. “Qué animal raro”, pensé el escritor. Pero, por qué? Lo miré mejor y se dio cuenta de que tenia unas raras alas medio caidas. “Habra venido desde muy lejos”, pensé en voz alta. Entonces el pajaro, para su sorpresa, dijo: —No demasiado. Lo que sucede es que me cuesta volar. El escritor dio un saltito en su silla. iEI pajaro hablaba! —Perddn —replicé el escritor—. No sabia que podia hablar. —Casi nadie lo sabe —dijo el pajaro y dio un suspiro de cansancio. Ambos se quedaron callados. El pajaro, por lo visto, por- que no precisaba decir mas. El escritor, porque no sabia bien qué decir. Al fin, agrego: —Parece estar cansado. El mejor de los mundos imposibles | 19 —iQué quiere! iCon estas plumas de trapo que tengo! —dPlumas de trapo? —exclam6 el escritor. —Si, sefior. Como si fueran cola de barrilete o lampazo para limpiar el piso. —LY cémo puede ser que tenga plumas de trapo? —Ah, gracias a una sefora costurera. Si no hubiese sido por ella... EI pajaro parecia estar agradecido de la costurera. —LY por qué? —pregunté el escritor. —La historia es larga, mi amigo —dijo el pajaro. —Tengo tiempo para ofrla —contesté el escritor. —Esta bien, entonces —comenz6 el pajaro—. Todo ocurrid una mafiana en que dormia y fui despertado por un calor tremendo. Por el hueco en que habia hecho mi nido, salia fuego. Antes de que pudiera hacer algo el nido cayé, yo con él, y fui a dar sobre unos lefios encendidos que me quemaron las plumas en un segundo. —iLa chimenea de una casa! —exclamé el escritor. —Exacto. Hacia un poco de frio y la sefiora costurera hizo fuego. Por suerte, di un salto y caf en la sala. La pobre mujer se asusté y se compadecid de mi. Pero, cémo solucionar el problema. No tenia plumas, tardarian en crecerme y yo tenia cosas que hacer. 20 | Oche Califa ce ne PLUMAS DE “RAY wet ME (ESTA oy | —LQué cosas? —pregunto el escritor. —Mi amigo, comprendera que un pajaro que habla tiene, ademas, algunos secretos. —Claro. ~Y no puedo contarselos... Asi que la sefiora me tomé en sus manos, me puso sobre una mesa, tomé las medidas de mi cuerpo y comenzo a coser las plumas de trapo. —iQué buena idea! —dijo el escritor. —Si. Aunque pesan, mi amigo. Pero ahora que dijo “ideas” me hizo acordar de que debo irme. —dPor qué? —pregunté el escritor—. (Qué debe hacer? El pajaro balanced su cabeza, miré hacia arriba como si pensara y contesté: ~ cel —Bueno, por esta tinica vez, voy a confesarlo... El escritor se incliné como si fuera a escuchar un secreto. El pajaro dijo: —M i tarea es llevar ideas a quienes no se les ocurren. Tengo de a millones: fantasticas, realistas, graciosas, tristes. Y ahora debo llevar una a un escritor en otra ciudad. iAsi que me voy! El pajaro batié sus alas con fuerza, protestd un poco, se lanzé al aire y, con vuelo pesado, desaparecid. El escritor apenas logré gritarle: —iEspere! iLNo puede dejarme esa idea?! —Y cuando ya no lo vio, murmuré para sf: iQué mala suerte! Tal vez me hubiese venido muy bien a mi... La metamorfosis Un dia lef la historia de un hombre que al despertarse se daba cuenta de que se habia convertido en insecto. Me fui a dormir con ese pensamiento y, a la mafiana siguiente, me di cuenta de que me habia vuelto perro. Por suerte, salir de la cama me fue facil. Hay que ver qué agilidad otorga tener cuatro patas. Pero, qué les diria a mis padres? éSe darian cuenta de que era yo? Comencé a dar vueltas por mi habitacién, cuando of el grito de mi mama: “Vamos, Lucas, que se hace tarde”. Estaba a punto de desesperarme, pero vi (ipor suerte!) que mi cuerpo comenzaba a tomar, nuevamente, forma humana. Al rato pude gritar “iYa voy!”, y sali rumbo al bario. Haberme convertido en perro —épor un rato o durante toda la noche?— fue algo que no me dejé en paz en todo el dia. Y al llegar la hora de dormir, no pude evitar pensar en eso. A la mafiana siguiente me desperté y me di cuenta de que me habia convertido en sapo. Esta vez tampoco me fue dificil saltar de la cama al piso. Pero comencé a pensar, una vez El mejor de los mundos imposibles | 25 mas, qué hacer. Con el grito de mi mama, imenos mal!, co- menzé mi lento regreso a humano. Era la segunda vez, pero no quise decirle a nadie lo que me habia sucedido. Sin embargo, estuve inquieto toda la mafia- na y la tarde, y en la escuela no supe contestar una pregunta tonta que me hizo la maestra. En la noche, el suefio me encontré pensando en mi pasado como sapo. ¥ en la mafana me desperté asustado, intranqui- lo. Es que esperaba encontrarme de una manera no normal. Y, efectivamente, me vi con forma de canario. Nervioso, revoloteé por la habitacién. (Debo reconocer que me gusto poder volar. Realmente, uno deberia envidiar a los pdjaros). Esta vez me parecié que tardaba en recuperar mi aspecto humano. Y en un ataque de ansiedad, crucé el pasillo rumbo al bafio, donde, mientras buscaba el cepillo de dientes, fui regresando a mi forma de persona. Mi papa pudo haber sospechado algo, porque apenas aso- mado de su habitacidn, me vio y dijo: “iQué cara tenemos hoy!” Pero esto no acabé alli. En las majianas siguientes fui ra- ton, jabali, gato y puma. Una majiana, en cambio, me desper- té con forma de libro, y tuve que esperar, sin poder moverme de la cama, hasta volver a ser Lucas. 26 | Oche Califa Luego fui arbolito, portafolios, escoba... iteléfono!, iante- ojos!, icalzoncillo! Esta mariana soy lapicera. Y mientras espero mi retorno a humano, escribo estas Iineas. £1 mejor de los mundos imposibles | 27 El conde El conde Krakus hubiese vendido su castillo de buena gana e ido a vivir a un confortable departamento, con servicios de todo tipo, en el centro mismo de Cracovia. Pero era imposi- ble, porque nadie queria comprar una propiedad tan grande y mal ubicada. iQuién hubiese pensado, siglos atras, que es- tariamos diciendo tal cosa! Pero los aiios pasan y el mundo cambia. Hoy en dia a na- die le importa que alguien sea conde o plomero gasista, si no tiene dinero suficiente para mantener su propiedad. Y Krakus no lo tenfa. Ademas, cuando Ilamé a un tasador para ver cuanto podia obtener por la venta lo habia desalentado que el hombre Ilamara al castillo “el inmueble”. Habrase visto semejante insolencia. En realidad, el castillo, situado en la cima de una empina- da montajia, era solo una parte de la herencia recibida, desde que la amasé como enorme talento y crimenes su recontra tatarabuelo, mil arios atras. Si, porque ademas del “inmue- ble”, el conde hab/a recibido unos campos inmediatos, muy El mejor de los mundos imposibles | 29 fértiles. Pero Krakus era un intil —dicho sea sin intencién de insulto— y habia ido perdiendo esas otras propiedades por manejar mal los negocios. El ultimo pedazo de tierra se lo habia comprado el zapatero del lugar, que si supo prosperar. Y ahora Krakus sobrevivia gastando sus ultimos dineros, de- positados en un banco. Al caer su economia, se le fue yendo el numeroso per- sonal del castillo. Primero el encargado de la caballeriza, porque la situacién lo obligé a vender los caballos. Luego el chofer, cuando también vendié el auto. Después la lavande- ra, la cocinera, el jardinero, los dos mucamos y, finalmente, la vieja ama de llaves. Algunos lo hicieron con dolida resig- nacién, porque lo estimaban; pero otros se fueron dando un portazo y amenazando con un juicio laboral, debido a los meses sin cobrar. Hombre grande ya, el conde Krakus debié aprender a arre- glarselas solo: cocinar, barrer, hacer la cama, etcétera. Con inteligencia, se refugid en un sector minimo del castillo, para usar solo el living, la cocina, el baiio y el dormitorio. iAhi se dio cuenta de lo inuitil que era tener treinta y dos habitaciones con sus respectivas recamaras, siete bafios, cinco torres y terrazas, cuatro sdtanos, tres salas de estar, dos comedores, un salon de fummar y un sinfin de pasillos, patiecitos y palieres! 30 | Oche Califa Su soledad no era, por suerte, absoluta, y ahora viene al caso aclararlo. Porque quienes se quedaron con él, como una guardia leal, fueron los fantasmas. Adénde iban a ir. Krakus los conocia de siempre. Algunos eran antepasados envenenados por su propia parentela; otros, criados asesina- dos por antiguas conspiraciones, y hasta habia un fantasma traido desde Lituania por un temporal. El conde se los cruza- ba en los pasillos y los saludaba a cada cual por su nombre. Uno de ellos se sentaba, a veces, a la mesa con él y le referia viejos relatos de la casa, incluyendo secretos e intimidades que a Krakus sorprendfan mucho. El mejor de los mundos imposibles | 31 Una majiana fue hasta el banco donde tenia sus ahorros, para retirar un poco y comprar lo necesario, y se dio cuenta de que pronto no le quedaria nada en la cuenta. CQué hacer? No podia pensar en trabajar, porque carecia de oficio, y a su edad nadie iba a tomarlo de empleado. Pero le urgia hallar una solucién. Después de mucho meditar, echado sobre un sillén mu- riento de la sala de fumar (pero sin fumar, porque la situa- cién ya no le daba ni para cigarrillos), decidid que podria escribir una historia de su familia y el castillo y ofrecerla a una editorial. Recordaba que su madre, que en paz descanse, siempre le habfa dicho que tenia una buena prosa. Asi que Krakus tom6 la vieja maquina de escribir y se puso a redactar sin descanso. Al mes tenia un manuscrito que le parecié decente y atractivo y con el que se dirigid a una casa editora de la ciudad. No se equivocé al pensar que las memorias de alguien de la antigua nobleza polaca interesarfan, porque eso, efectiva- mente, ocurrid. Mejor atin, al mes de editarse el libro, sus ventas eran mas que buenas. Y dio un respingo al ver, tiempo después, e| monto que le correspondia por derechos de autor. Con el primer cheque en la mano salié a la calle de lustra- dos adoquines como un nifiito con un globo. Lo hizo efectivo enseguida y marché a darse algunos gustos que tenia prohi- bidos hacia rato: una lata de caviar, una caja de habanos, una 32 | Oche Califa docena de platanos brasilefios, una barra de chocolate suizo. Ah, también compré zapatos. A la noche sabored la comida como nunca, como si masti- case la felicidad misma. Era la primera vez que obtenia algo gracias a su propio esfuerzo, a menos que también se con- taran los paseos en bicicleta por los viejos pinares y el lago. Todavia tenia una leve sonrisa en la cara, cuando se metié en la cama y soplé la vela, dispuesto a dormir. Y entonces se encendieron unas diez velas a su alrededor. Sorprendido, se senté sobre la almohada y vio que quienes lo iluminaban eran los fantasmas. —Qué pasa? —pregunté— éHay algun problema en la casa? —Si que lo hay —dijo uno de ellos, tomando la voz can- tante—. Nos hemos enterado de que hoy cobré el dinero que ha dejado el libro. (Parece que en Cracovia hay una red de comunicacién de fantasmas, duendes y otros seres raros que funciona mejor que Facebook). —Si —contestd el conde Krakus—. ZY qué se les ofrece? —Pues la parte que nos corresponde —dijo el que hablaba y que recibié la aprobacién de los demas. —iEstan locos! —contesté el conde— dPor qué compartiria con ustedes mis ganancias? EI mejor de los mundos imposibles | 33 —Porque la mayor parte de las cosas que se cuentan en el libro la conoce por nosotros o bien somos, directamente, los protagonistas. —Sin contrar que ti burlas por la mia froma de hablar —agrego el fantasma lituano. El conde callé unos segundos que le sirvieron, gracias a su rapidez mental, para ensayar un argumento que creyé bueno: —Miren —les dijo—, si tengo que compartir el dinero con ustedes, no tendré manera de sostener mas este castillo, que me sale un ojo de la cara. Pero los fantasmas respondieron: —iQué nos importa! iNo seremos los primeros en vivir en un castillo abandonado! La respuesta era irrefutable y el conde exclam6, casi llorando: —idEntonces, qué haré?! iQuieren decirme cémo diablos voy a mantenerme! iYa no me queda un peso en el banco! iEstoy en la ruina! Pero un fantasma le respondié: —Escribe otro libro. Que sea sobre los esqueletos del sdta- no. Total esos no salen nunca de ahi y no se enteran de nada. Asi hizo el conde Krakus, convertido en escritor exitoso y en sefior de un castillo que podia mantener para felicidad suya y de los fantasmas. £1 mejor de los mundos imposibles | 35 Una visita demorada Rubén siempre creyé que no habia nada peor que el Te- rror. El dolor no es nada, pensaba. Sabia lo que era el dolor porque una vez hab/a tenido una fractura expuesta en una pierna y tardaron dos horas en dar- le un calmante, volverle el hueso al lugar y enyesarlo. La tristeza de amor tampoco es nada, decia. La conocia bien desde el dia en que su novia le dijo “podemos seguir como amigos”. Pero el Terror, ah, el Terror era lo peor. Y recordaba la noche en que desperté de una pesadilla y le parecié que una mano peluda lo tocaba en el cuello. Un chorro de sangre fria le corrié a través del cuerpo, como si lo hubiesen mojado por dentro de pies a cabeza. Y aunque vivid convencido de eso durante dos afios, ahora habia descubierto que todavia existia algo peor atin. Fue después que se fue a vivir solo. No el primer dia ni la primera noche, sino a la semana, mas 0 menos, y a partir de algo sonso. Guardaba los cubiertos en un cajén de la cocina El mejor de los mundos imposibles | 37 cuando recordo un dicho de su abuela: “cuando se cae una cuchara al piso vienen visitas”. No supo por qué, pero no pudo sacarse eso de la cabeza, que comenzé a provocarle una sensacidn extrafia. Visitas po- dian ser sus familiares, algun amigo, hasta un vendedor de li- bros. Pero no, a él se le dio por pensar que esa visita podia ser la mano peluda que sintid después de su famosa pesadilla; si no, algo parecido. Asi aprendié que, definitivamente, habia algo atin peor que el Terror: la espera del Terror. Desde entonces las noches hilaron una rutina en la que Rubén no queria apagar el televisor ni la luz del velador, y me- nos atin dormirse. Porque tras eso venia lo que nunca llegaba, y que era intitilmente preanunciado por una madera que cru- jfa, algo plastico que cambiaba de temperatura y hacia clac, un golpe de los vecinos de arriba... o de los vecinos de abajo. Por cierto que asi no se podia vivir y Rubén finalmente de- cidié que debfa salir a buscar al Terror, cruzarse en su paso, obligarlo a que se pusieran cara a cara. Se hizo socio de un video club en el que eligid peliculas que veia abrazado a la almohada. Pero eran nada. Después salié a caminar por una zona oscura y peligrosa del barrio en la que mas de una vez sintié el retumbar de pisadas tras sus espaldas y ladridos repentinos. 38 | Oche Califa Pero con apurar el paso resultaba suficiente. Es que eso era solo miedo, un miedo grande que lo hacia temblar a sacu- dones, pero... ino Terror verdadero! Y menos atin espera de Terror verdadero. Hasta que finalmente ocurrié. Una noche se quedé dor- mido mientras vefa la tele y tenfa el velador encendido. De pronto algo asi como el arranque automatico de la heladera lo desperté. La habitacién -cdmo?- estaba a oscuras, el silencio parecia aire caliente y su cuerpo viboreé de miedo entre las sbanas. En ese movimiento le parecié que una mano peluda le rozaba la mejilla. Gritd. El velador y la tele- vision se encendieron. La voz de un animador en la pantalla y el olor del caldo que habia dejado sobre la mesita de luz lo despabilaron. Era nuevamente una pesadilla, un suefio horrible que no podia precisar pero que le puso amarga la boca. éUna pesa- dilla? Records, entonces, que no las tenia desde que se habia mudado al nuevo departamento. Ni siquiera un suefio mas 0 menos lindo, 0 mas o menos feo. Como una toalla tibia, el alivio comenz6 a acariciarlo. Aho- ra si todo volvia a ser como antes, ahora si podia dormir tran- quilo: el Terror lo visitaria de vez en cuando. £1 mejor de los mundos imposibles | 39 Los riesgos -Papa, comprame un tren. Asi empez6 la cosa. Tenia poco dinero en ese momento y tuvo que esperar. Esa espera lo puso mas ansioso y el dia que llegué con el tren fue una fiesta, una especie de locura. Lo miré desde todos los angulos, lo tocd, lo acaricid, hizo sonar su pitido y después dijo: -Voy a probarlo. Se subid y, de pronto, una nube impresionante lend la casa. Era una locomotora de vapor, pero no pensé que fuera para tanto. A mis espaldas, mi esposa grité: -Esperame. Voy también. Se habfa puesto una gorra. Corrié y subid. El tren arrancé en medio de esa nube, y en un par de segundos yo me habia quedado solo. Ese dia no regresaron y al siguiente tampoco. Cuando em- pecé a intranquilizarme, lo hicieron. Primero fue un pitido lejano y luego un chuc-chuc cada vez mas cercano. Otra vez la nube y ya estaban aqui. El mejor de los mundos imposibles | 41 Mi hijo bajé radiante de alegria. Atras, mi esposa. Tenian puestos unos mamelucos y con un trapo se sacaban grasa de las manos. Por atras aparecié un viejito agitando un farol, que dijo: —iSeguimos dos estaciones mas! Miré, sorprendido, a mi esposa. “No te hagas problemas, continda él solo”, me dijo. Todo volvié a sus carriles normales, aunque el viejito y el tren no regresaron. Un mes después mi hijo pidid: —Papa, comprame un avidn. No me gustaba la idea del avin. Pero tenia a la madre de su lado y consiguid que yo aflojara. Compré, eso si, un bimo- tor pequeno. Esta vez mi hijo no dudé un segundo. “Vamos, ma”, grité y los dos saltaron al avién, que comenzé a carretear. Nuevamente se daba una situacién que no me convencia demasiado. Pero pensé que, tratandose de un avién, no tar- darian en regresar. A la madrugada of un zumbido en el aire. Me parecié que el motor fallaba. Un grito de mi esposa no tardé en despejarme la duda: “iAterrizaje de emergencia!”. Luego un ruido. Sali al patio y vi el avién con las alas quebradas. Entre el humo, aparecieron los dos. Tenian un ataque de risa y al ver mi cara de susto no podian parar. Finalmente, mi esposa me guihié un ojo y Llevamos los pedazos al fondo, mientras yo pensaba en el dinero gastado. Pero ellos eran felices y sabian contagiarme, al fin y al cabo, esa felicidad. : “Fue lindo mientras duré”. EI mejor de los mundos imposibles | 43 Como suponia, esto no terminaria aqui. —Papd, comprame un submarino. Aunque sabia lo poco que valia decirle que no, la idea del mar superaba mis inquietudes anteriores. Tardé veinte dias en llegar con el submarino a casa. Antes compré un libro que se ocupaba del tema; eso me tranquiliz6. Mi esposa habia preparado un carrito para cargarlo. Al rato habian desaparecido. Me di cuenta de que seria muy dificil medir el tiempo que tardarian en volver. Tres dias después, yo estaba al borde de un ataque de ner- vios, cuando un golpe de ola volted la puerta de casa. Venian 44 | Oche Califa callados y algo sombrios. Adiviné lo que pasaba: también ha- bian roto el submarino. Mi hijo resolvié esa situacién incémoda sacando un enor- me pulpo de una bolsa y ofreciéndomelo. -¢Para qué quiero un pulpo? -dije. -Los pulpos dan tinta. Y como vos escribis... Pensé que la cosa terminaria de una vez por todas. No fue asi. -Papa, comprame un triciclo. La madre hizo un gesto como diciendo “dale”, y yo aflojé. Llegué con el triciclo (que era usado) un viernes a la noche. Mi hijo lo monté de un solo salto y comenzé a pedalear alre- dedor de la mesa del comedor. Mi esposa aplaudia y aullaba como una tribuna entera. Los giros eran cada vez mas veloces y, realmente, pasaba muy cerca de las sillas. En eso, una de las ruedas traseras se enganchd en una pata, el manubrio se cruz6, mi hijo perdié totalmente el con- trol del vehiculo y su cabeza golped contra el piso. Mi esposa enmudecié. Yo debia hablar de una buena vez. Entonces, dije: -dViste? Como es un buen chico, comprendié todo. Se froté la ca- beza, en la que asomaba un chichén enorme, y vino a abra- zarse conmigo. me contestd. £1 mejor de los mundos imposibles | 45 Dormir como un tronco El arbol tuvo un suefio. Sofié que después de muchos afios un pajaro regresaba al nido que estaba en su copa y no lo encontraba. —tDénde esta mi nido? —preguntaba el pajaro. Y el arbol le contestaba: —Lo derribé el viento que soplé cuando se apagé el volcan. Al caer la tarde se detuvieron a charlar debajo del arbol un huemul y un guanaco. El arbol pensaba contarles su sue- fio, pero se detuvo porque escuché decir al guanaco: —Anoche tuve un suefio. Y el huemul le pregunté: —éQué cosa, compaiiero? —Soné que un pajaro me decia que los arboles se habian convertido en piedra. —iEn piedra! iCosa rara! —exclamé el huemul-. Y des- pués, dqué mas? —Después yo le preguntaba por qué, y el pajaro me decia que habia sido por obra de un volcan. EI mejor de los mundos imposibles | 47 El arbol paré las ramas, atento. Ese suefio y el suyo tenian algo en comin. Entonces Ilegé un pajaro, se posé sobre el arbol y dijo: —Buenas tardes, sefiores. El arbol, el huemul y el guanaco no lo conocian, pero, por respeto, lo saludaron y le preguntaron: —dDe donde viene, amigo? —Vengo del Pais del Suefio —dijo el pajaro. —tDel Pais del Suerio? —exclamaron, asombrados. —Si. Voy y vengo siempre, porque Ilevo suefios de un lado a otro. —Asi como las cigiiefias llevan nifios —dijo el huemul, que era un poco ingenuo. —Exactamente —contesté el pdjaro. —LY qué suefios lleva, si se puede saber? —pregunté el guanaco. —Uf, tantos... Ayer le llevé un suefio a usted, por ejemplo. Y estaba tan cansado que me posé un rato en este Arbol y casi me lo olvido. —éA quién? —pregunté el huemul. —iAl suefio, amigo! —replicé el pajaro— iA quién va a ser! El arbol pensé, entonces, que el suefio que habia tenido no era suyo sino del guanaco. Pero como el pajaro lo habia £1 mejor de los mundos imposibles | 49 dejado un rato en sus ramas, él habia alcanzado a sofarlo un poco. —Suefio loco el del volcan —comenté el guanaco. —No tanto —contesté el pajaro—. dConocen las piedras echadas que hay mas alla, en la meseta? —Si —dijo el guanaco—. Parecen arboles. —Lo fueron —dijo el pajaro—. Ahora son piedra. El arbol, el guanaco y el huemul enmudecieron. No podian creer lo que ofan. El pajaro siguid: —Hace millones de afios un volcan exploté y cubrid con su ceniza todo un bosque. Luego, la Iluvia lavé la ceniza, que se metid entre la madera. Como la madera se pudrid, los mine- rales tomaron su lugar, y es asi que son arboles petrificados. La historia era maravillosa. iArboles de piedra! Mejor di- cho, ipiedras hechas Arboles! Pero el pajaro tenia, todavia, algo mas que decir: —Asi han quedado durante millones de afios. Fueron tes- tigos de todo lo que ha ocurrido aqui y hasta pueden contar- nos algo. Sabemos, por ellos, que alguna vez esto era muy distinto. Lastima que ahora... —dQué? éSe van a volver madera de nuevo? —pregunté el huemul. —No. Lastima que a pesar de los cuidados hay quienes los dafian o los roban. 50 | Oche Califa —iEso no puede ser! —exclamé el guanaco. Pero era asi, mas alld de que las autoridades cuidaran de que no ocurriera. El pajaro agrego: —Hace muchos ajios llevé el suefio de que la regién se debia proteger y eso, como era un sueno hermoso, se hizo realidad. —iLa vida es suefio! —exclamé el guanaco, que se puso medio filésofo. —Y qué podriamos hacer nosotros para ayudar a los arbo- les petrificados? —preguntd, mas practico, el huemul. El mismo guanaco le respondié: —Ayudar a cuidarlos, compajfiero. EI pajaro de los suefios dijo: —Bien dicho. Y si me disculpan, tengo trabajo... —y batié sus alas. —iA ver cuando se viene con otro suefo como ese! —le gritd el huemul. La tarde ya casi se habia ido. El guanaco y el huemul se despidieron y se fueron cada cual para su lado. El arbol quedé solo, maravillado de lo que hoy habia ofdo. Para sus adentros se dijo: —Es hora de dormir... Dormir como un tronco, por ahora, y no como una piedra. El viento le movid la copa y lo hizo sonreir. EI mejor de los mundos imposibles | 51 Los glotones Una Polilla comié un libro completo. Era un libro viejo, que hacia muchos afios habia quedado olvidado en el estante mas alto de una biblioteca. En él se contaba la historia de un caballero que se dirigia a un castillo para liberar a una prince- sa, raptada por un rey malo. Entonces, la Polilla di —Me he comido el libro, por lo tanto el caballero esta den- tro de mi. iYo soy el caballero ahora! Debo ir a liberar a la princesa. Con decisién, se dirigié al castillo. Pero al llegar se dio cuenta de que la enorme puerta de entrada estaba cerrada. La Polilla comenzé a golpearla, cuestién que nadie parecia advertir. En ese momento Ilego una Termita, que le pregunto: —dSe puede saber qué hacés? La Polilla le conté que se habia comido el libro, que ella era —ahora— el caballero de ese libro, y que debia rescatar a la princesa raptada. La Termita le dijo: El mejor de los mundos imposibles | 53 —Puedo comer la puerta, pero entonces yo seria la puerta y no podria dejarte pasar. Pero la Polilla le contesté: —No es necesario que te comas toda la puerta. Con un agujero por el que pueda entrar, es suficiente. —Tienes razén —dijo la Termita—. Y, ademas, ¢me dejas acompanarte? —Por supuesto que si —le aclaré la Polilla. La Termita, que era infatigable cuando comia madera, hizo un pequefio agujero, y ambas pasaron por él. Entonces, la Polilla entré a la sala de banquetes del rey y se comié el man- tel. La Termita, a su vez, se comié la mesa. Luego la Polilla se comid las cortinas. Y la Termita, las sillas y banquetas. En la habitacién real, la Polilla se comié las sdbanas, las colchas y el pijama. La Termita, la cama y una pequefia escu- pidera hecha de roble de Eslavonia. Terminado esto, la Polilla se comié la capa, la camisa y los calzones del rey; asi como la Termita se comid sus zapatos, botones y la hebilla del cinto. Finalmente, la Polilla se comié los vestidos de los soldados, de los cocineros y de los mozos que cuidaban los caballos. Y la Termita, las lanzas, los arcos y flechas, las cucharas y cucha- rones, y todo lo que fuera de madera en el establo y la cocina. 54 | Oche Califa Entonces, al verse desnudos y sin armas ni nada, el rey, los soldados y los mozos y mozas de la cocina y el establo huyeron, aterrados y avergonzados. Y la princesa, al darse cuenta de que el castillo habia sido abandonado, también aproveché para huir. Frente a esta situacién, la Polilla exclamé, satisfecha: —iTarea cumplida! iHemos liberado a la princesa! —Muy bien. Pero, dahora qué haremos? —pregunté la Termita. —No sé. El libro terminaba cuando la princesa era liberada. —iQué ldstima! ZY no se te ocurre otra cosa? —Creo que si —dijo la Polilla—. Sé de un libro que cuenta la historia de un grupo de bandoleros que se oculta en un bosque... —iUn bosque! —exclamé la Termita, y su panza crujid de alegria y apetito—. iVayamos ahora mismo! Y asi, ambas se dirigieron a una nueva aventura... 0 comilona. Es lo mismo, El mejor de los mundos imposibles | SS La moneda marina Asustado por los sucesos cada vez mas peligrosos que ocurrfan en su pais, Kopek decidié emigrar. Era joven, soltero, y se animaba a cualquier aventura como a cualquier trabajo que tuviera que hacer para sobrevivir. En su aldea todos co- mentaban sobre los que habian decidido marcharse a un pais lejano pero préspero, al otro lado del océano. Asi que Kopek fue al puerto, buscé un barco que partiera, pagé el pasaje mas barato y se embarcd. Apoyado en la baranda de la borda, vio cémo se alejaba definitivamente de su pais y la tristeza lo gand. Pero ensegui- da recuperé la valentia inicial y se llené los pulmones con el aire del mar. Tantedndose el bolsillo del pantalén, encontré una moneda de un centavo que le habia sobrado del ultimo desayuno en el puerto. “{Para qué la quiero? No valdré nada donde voy”, pensé. Entonces decidié pedir tres deseos y arrojarla al mar. “Tal vez me traiga suerte”, dijo, y antes de soltarla, murmurs: “un trabajo, una novia y un par de botines nuevos”. El mejor de los mundos imposibles | 57 La moneda cay6 y, lentamente, comenzé su viaje a las pro- fundidades. Corrientes cruzadas y mareas la bambolearon con suavidad, hasta que tocd el fondo. Sobre su suelo barro- so se posé y quedé. Al principio la moneda no veia nada. Sentia, si, que a su alrededor se movian fuerzas extrafias. Luego se acostumbrd a la escasa luz y entonces aparecié un mundo de formas y se- res singulares: cangrejos que se movian como si renguearan, caracoles casi quietos de colores increibles, esponjas que al ondular parecian saludarla, peces que se movian en zigzag como viboras, pulpos cabezones. Algo parecido le pasé a Kopek al llegar a su nuevo pais. Al principio, a él también le parecié que todo era absolutamente desconocido y extrafo: las casas, los olores, la comida, las ropas, las voces y los gestos de las personas. Pero tiempo después se acostumbré. Otro tanto le ocurrié a la moneda. El fondo del mar era un lugar como cualquiera. Los seres que alli vivian luchaban por su subsistencia dia tras dia, formaban familias y alianzas, 0 bien atacaban y se defendian frente a extrafios. Los mas débi- les tenian refugios seguros: cuevas, piedras, incluso algunas maderas y trozos de hierro que habian Ilegado alli como ella. O tal vez por algiin terrible naufragio. 58 | Oche Califa Muchos aiios (no sabia exactamente cudntos porque no tenia cémo contarlos) vivid la moneda en el fondo del mar. Pero un dia un pez que parecia tener la trompa de un cerdo la husmeé un buen rato y se la engullé. Ese pez anduvo un tiempo por alli cerca, hasta que una corriente tibia en la que confié demasiado lo Ilevé bien lejos y mas arriba. Por desgra- cia, alli un pez mas grande lo vio, lo atacé y se lo comid. éNos hemos olvidado de Kopek? No. Ademis, a él tam- bién le ocurrié algo parecido. No es que se lo hayan comido, pero veamos: Kopek entré a trabajar en un pequeiio taller, consiguié no- via, se casé y tuvo hijos, se mudé de un barrio a otro. (Ah, también pudo comprarse botines). Como el pez comido por el otro pez, el taller fue comprado por una fabrica mayor. Bueno, otras cosas ocurrieron en su vida: sus hijos crecie- ron y les dieron nietos. En cambio, en la vida de la moneda no sucedié mucho mas: siguié dentro de la panza del pez, que era un animal de larga vida y capaz de moverse sin problemas por el mar. Un dia Kopek Ilevé a uno de sus nietos a pescar. Queria, en realidad, contarle sobre su pais, al que nunca habia regresa- do. Claro que desde la orilla no se veia su vieja patria, pero el mar le permitia recordarla mejor. £1 mejor de los mundos imposibles | 59 Estaban abuelo y nieto en su conversacién, cuando un pez picé en una de las cafias. Después de un gran esfuerzo de ambos —porque en la otra punta de la tanza una fuerza com- bativa se resistia a rendirse-, un gran pez cayé dando coleta- zos a los pies de Kopek y el nieto. Antes de hacer su Ultimo movimiento, el pez escupid algo. iUna moneda pequefa! Kopek la levanté, la miré y quedé perplejo. No podia creerlo. -iEs una moneda de mi pais! iIncrefble! iUna moneda de mi pais! -dEstas seguro, abuelo? -pregunté el nieto. -iSi! Cuando emigré, yo arrojé una moneda como esta al mar para pedir tres deseos. Con ingenuidad, al nieto se le ocurrié decir: —Abuelo, no sera la misma moneda? -No, no -dijo, sonriendo, Kopek-. éLa misma moneda? ilmposible! £1 mejor de los mundos imposibles | 61 Diario del miedo Lunes 5 Hoy por la tarde un zumbido muy especial se escuché insistentemente en el fondo de la casa, proveniente del monte de eucaliptos. Mi primo me lo hizo notar y murmurd dos veces: “Qué extrano”. Pero a mi me parecid entender que para é| no era tan extrano, Martes 6 | Eleonora, mi hermanita, habla muy poco porque todavia es chica, pero a la hora de la siesta se aparecié en la habitacién, se metidé en mi cama y dijo: “El cuervo” “sQué cuervo?”, le pregunté. “El que viste el traje de plumas negras”, me contestd y en seguida se quedd profundamente dormida, } a a a. Miércoles 7 ~ El aroma de los eucaliptos gané hoy toda la casa, Lo respiramos contentos porque es agradable. Tio dice que hay viento pampero. “Pampero —di jo mi primo-, que extrano’, ¥ yo lo miré con mis ojos mr) JUEVES 8 Esta manana me corrié un escalofrfo cuando escuché @ el paso de una bandada de pdjaros hacia el monte. “iCuervos?”, dije. “Tal vez”, me contestaron, ® No sé qué rara intranguilidad no me dejaba cerrar los ojos en la siesta, cuando aparecié mi hermanita ¥) Ocurracdndose a mi lado, me e dijo: “El lobo". “3QUE LOBO?”, le pregunié. “El que viste el traje de piel marrén”, murmurd y se durmid, ™ __ I Viernes 9 ~ jEstoy aterrorizado! ACA SUCEDE ALGO. Mi hermanita y sus animales, las intrigas de mi primo, el monte de eucaili que estas vacaciones en el campo de una vez. Hoy observé cémo un alacrdn atrapaba una mosca, terminaran SABADO 10 Nuevamente aporecié Eleonora, esta vez diciendo: “El murciélago”, “EQUE MURCIELAGO?", Ie pregunté. “El que viste el traje de piel grisdcea”, dijo cerrando los ojos. Domingo N Les nervios no me dejaron tomar el mate cocido on paz. El Ifquido estaba que pelaba y yo queria tomarlo pronto, O pequenos sorbos, pero el +emblor de mi mano hacia que me quemara constantemente los labios, Luego fui a hablar con mi primo, “GQUE PASA? -Ie pregunté-. Acd sucede algo rare”. “Si —me contesté—, son ellos’, y se fue a buscar lena con la carre tilla. Anoche vi dibujarse en el fuego de Ia cocina el contorne de un animal que mo conozco. De pronto tuna mano en la espalda me hizo dar un salto. Era mi tio que me anunciaba la hora de ir o dormir. Cuando iba para ta habitacién me crucé con mi primo que, con una pala, marchaba a recoger las brasas para el otro dia, Mirdndome a la cara con un gesto de fatalidad, me dijo “MANANA”- El mejor de los mundos imposibles | 65 = Martes | pa ea? any Eleonora jugé en el fondo con sus munecas, toda la manana. Poniéndolas en fila, les preguntaba: “éCémo se van a portar cuando mama no esté?”, El zumbido de dias atrds comenzé & sonar nuevamente, Se fue haciendo cada vez mas agudo hasta que se cortd de golpe. Aunaue traté de demorarla, la hora de la siesta llegé. La habitacién estaba, como siempre, en una penumbra en la que hay que acostumbrar los ojos. Nuevamente orarecis Eleonora y, metiéndose en la cama, me dijo: “Ellos vendr@n”. “a UIENES i le pregunté. No me contesté y tampoco cerré z " los ojos. Apretando la punta de las sdbanas, cerré jos putios crispados. Eleonora se encogié = = ia junto a mi. La puerta, mejor dicho, | \ Z | rm la tapa del sétano que tenfamos olvidada | = en el medio de la habitacién, comenzd a levantarse: Aroma de eucaliptos, zwmbide, Un trago de saliva blanco y rapido me bajé por la garganta... Actividades a ACTIVIDADES PARA COMPRENDER LA LECTURA Piano, piano 1. Ordenen las siguientes oraciones de acuerdo con la secuencia que presentan los hechos en el cuento. [] Jimena solo pudo tocar “Arroz con leche”. [_] Se oyen ruidos extrafos en la casa: como si un perro se sacu- diera al salir del agua, unos anteojos se rompieran, puertas que se abrian y cerraban. [_] Jimena acordé con la profesora asistir dos veces por semana a clase. (] El piano se va volando por la ventana. (_} La profesora se molesta y patea el piso nerviosa. [_] Jimena no puede interpretar una melodia. [J La profesora le da un chirlo al piano. EI pajaro de las plumas de trapo 2. Qué caracteristicas del cuento maravilloso presenta este cuen- to?

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