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Malabar
Un dolor alojado en el hombro derecho
tres dedos recorren a garabatos el brazo
arrastrando los otros dos como anclas
Para no desbocar la caricia, que lleva rumbo
Localizado el dolor, el movimiento leo
Platero y yo
Me siento pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que me diría todo de comida
mojada entre la vajilla sucia que se acumula en la cocina, mis huesos ruñidos por una gran
bestia desconocida hablan del banquete que se dio con mi tuétano, mi calcio convertido en
el suyo.
¿Quién eres, terrible sombra, que hambrienta pululas mi tranquilidad?
¿Por qué me torciste la sonrisa y me sorbiste los ojos?
¿De dónde vienes y a dónde vas?
¿Qué harás con mis restos?
El resto, lo que resta
de mis restos
Macéralos
Abona conmigo
Algún jardín marchito
Bailan, sí
No escucha, no huye
Todo lo humano le resulta trivial
A mí su indiferencia, hiriente
La cucaracha se marcha antes del brindis.
Hoy que amanecí al revés
Rubén sueña con espejos, por eso se levanta a media noche y arrastra su condición
humana hasta la pila de manzanas que guarda en el armario, agarra un par y se las come
con la mirada perdida en las tinieblas de su habitación. Se traga las semillas, siempre lo
hace desde que escuchó decir a algún fulano que contenían cianuro.
Rubén se encierra con el corazón en más trozos que el espejo, con los hongos bañados en
sangre, con las fotos de los niños que alguna vez se confundieron entre su vello púbico.
Rubén juega a congelar el tiempo
Y desea que retrocederlo fuese tan sencillo como vomitar.
Pasaron 16 manzanas y media,
Y su tiempo
se detuvo.