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1984, 1988 - Conrad & Demarest - Religion e Imperio 90p-d - (Falta Cap 4-5) (BW) (TREBALL)
1984, 1988 - Conrad & Demarest - Religion e Imperio 90p-d - (Falta Cap 4-5) (BW) (TREBALL)
1984, 1988 - Conrad & Demarest - Religion e Imperio 90p-d - (Falta Cap 4-5) (BW) (TREBALL)
Conrad
y Arthur A. Demarest
Religión e imperio
Dinámica del expansionismo
.
azteca e inca
Versión española de
Esther Benítez y Mauro Hernández
Revisión técnica de
Miguel Rivera Dorado
119H'l'll
QUW!D CENTENARIO
Alianza
Reconocimientos
1. Introducción 1
T
Printed in Spain
7
1 "- ;' / •• 1 ·- 1 .. : '\ '. :
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A nuestras fan1ilías
{ ! . '.-1
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7 y 11 y los cun<l1os 1 y 2; las fuentes del resto de las ilustracio nes se cnu- Figura 8 (ab<1jo, izquicrcJa y derech<1). florel!tin e Codex: Genero/ liis-
n1cran n1ás adelante. tory O/ the 'J'hings o/ Neiv Spain,·-'vol.1 3 .. 'I'rílduccil 'ln de C.' E., [)ihble y
Aunque parezca raro reconoce rlo <iquí, tcne1nos una grnn deuda de gra- A. J. O.: Anderson . Copyrigh t ©, i 1g50, Schoo\· of r\rnericnn Restarcli anJ
titud el uno con el otro. La coautoda constituy ó una experienc ia enriquc- the Universily of Utah Press.
ceJora, <1unquc a veces engendra ra desalient o. El libro es una creación con- Pi gura 12. Ste\Vard, Julian [L. y Louis C. Faron: Nntive Peoples uf So111h
en la A111eric11. Copyrig ht©. 1959, l'dcGra\v -Ili!l JJook Con1pany . (Lill1Ítes
y innpa
junta en toda la extensión Je la pnlabra; nuestros non1b1cs figuran
porlnda en 01dcn 1ncratncntc nlfabético. Los borrador es de cada capítulo insertaJo nñadídos .)
pasa1011 tantas veces de uno a otro que, incluso en e! caso Ue frases pers~ Figura 13. ]'he 1\ilus oj Archaeology, K. Dranigan d, asesor editorial. Co-
nalcs, sería 111uy difícil decir quién las escribió. fueron cunlro años de est1- pyright ©, 1982, Macdona ld & Co. (Editores ) L1d. Edición c11 los b1ados
1nu!anlcs debates intclcctu; dcs, acn!oradas discusion es, n1czquinas observa- Unidos: St. t\'1artin's Press, Inc. (esca!a añ.ndicJa).
ciones escritas a lápiz. si 1nargcn de los borraJure s y 1nutuo apoyo. De ellos f'igura 14. Ccdidü a111ab\en1ente por Alan L. Kolota.
surgió, en nuestrn opinión, un !ibro n1ejor y desde luego una ainistad n1ás figura 16 (arriba). S(1uier, Ephraírn George: Peru: Jnciilents oj 1·ra1,el
estrecha. a11d Exploration in !he La11d aj the Incas {1877); reeditado en 1973 por A/\lS
Ninguno de Jos dos hubicrn poJi<lo persevera r en este proceso Je escri- Press, Inc.
bir y volver a escribir sin el sólido y conslanlc ílpoyo de nuestras esposns, Figuras 16 (abajo), 19 (arriba). I)emarest , Arthur r\.: \ iracocha: TJ1e
1
Karcn Conracl y !'vlJry l)cn1nrcst. Para_ Knren, lvl<ll-y y nuestras farnilias en !\!ature and 1i111iquity oj the ,t\ndean Jligh Go(f_ l\Ionogrnfía nún1. 6 del
nunicnto, R.cligióli e f111pcrio fue cnusn Je noches ~n vela, con1idus inlerruin- Pcabody ivlus~rn, Copyrig ht©. !981, Presldent and i'elo\~S of llarvnrd
p_i<lat y nfablc negligenc ia en la ó i n c t ~ a _In que tc~1ín ~ercho. Por la College.
rn2ón que fuera, lo soporlnro n con cariño e inUulgcn cia. Figuras 17, 18, 19 (lJajo). 22. Poma ¡Je. Ayala, Felipe Guarnán: Nue1'<l
Quererno s dnr las gracias, poi- liltiino, a alguien sin el cunl eslc libro
no Crónica y buen Gobierno . (h. 1610-161 5). Copyrig ht©. 1936, lnslitu1
cxis(\ría. A lo largo de su rc(\nccióp , iv1nry l)einnres t pasó ~l lcxto a un d'Elhnolo gie cJc Pnrís; rein1p:só~, 1968.
\Jrocesador, lo que nos pc.n11itió reescrjbit !o constante n1ente e. ir generílnc!o Figura 21. !len1n1ing, John. y Ecl\ví!rd r~aney: i\-lo11u111e11ts oj the l11cas
!a cinta de co111putuJoríl que tc:tloncnte COfl(iene el n1eca11ogrnn1a. tvíary se (Little, Drown anJ Cornpany , 1982). Dibujo cedido amablern ente por
Juhn
cufr.enló con cuatro años ele letrns ilegibles, ín~(rucio!ls contrJia~ e l!emming .
inlerini11ablcs revisiones y lo soportó con infinita pnciencia , tolerancia Y · n ~ Figura 23 {arriba). 'fo\vnsen d, Richard Frazer: State and Cosnios i11 the
tusiasino. Drot1H.:.:iüa1nos con(¡nunn1cntc diciendo que el renglón de la aulo· 1\rt oj 'J'enochti/Íar1. Estudios I)umbar! on Onks sobre Arte y Arqueolo gía
ría debería rez0r nsí: ((Por tv1ary Detnnrest, con increíble canli<la<l de que- precolorn binos, nún1. 20, Copyrigh t ©, 1979, 'fhe rrrustt.:cs for llarv;1rd
braderos de cnbczn ocasionad os por Gcoff y Arlhuri). Aunque forn1ulc.da Universit y.
prign~a1cle en bro111a, ln nfi_rn13:ción recubre una verdad cscnciíl!, que Figura 25. Sanders, \Villi<1111, y !3arbar<1 Pricc: ll'fesoa111erica. The Evo-
rcconocen1os con gratitud y ílfecto. l11tio11 of a Civi!izali on. Copyrig ht©, J968, Farndon1 tlouse.
Los dibujos de las figuras-4 (nrriba), 5, 6, 8 (arribn), 9, 10 (ar1iba),
15,
Da111os las gracias por el pernliso para reproduc ir !ns ilustracjo ncs íl lns 16 (abajo), 20, 2.1 (abajo), 2'f y 26 son de L. E. Demarest , Copyiigli l ©.
personas: 1983, del Mlisla.
'
s~gu¡cnt
pigura 3. lladin, Paul: 'FJ1e Sources 011d l~u{/ientcy o/ {lie f-li.story o/ Las siguiente s e<litorínle s nos dieron perrníso pnra reproduc ir textos:
/hy {111cie.11,t A-lcxicnJJs. Unívcrsity of Califo.n1i.<i' _l\!~)icntoqs i~J Anlft}c<¡p
¡\rc!incology and Ethnology, vol. i7,. nún1 .... \i ~pYr!gh\ ©, _1~2q, U~1\:rty Univcrsit y oi Ok\nhoin a Press; Extractos Je 7'/Je Azlecs: Peop[e oj 1l1e
Pr~.:, .,, 51111, de Alfonso Caso, Copyright ©, 1958, Universily of Oklahom a l'ress.
pfi-~!Jnorl ,.: , 111 ¡¡.¡ .i· :1 11, :.!· : d11:.
2
1
12 Gcoff1cy \V. Conrnd y Arthur A. Dcmurcst
Vikiog Penguin Inc. Extractos Je 1'he 1\ztecs: 1'he Ilistory o/ Indies o/ l. lnlroduc ción
New Spai11, de Fray Diego Durón. Trnducción y notas de Doris Jlcydc11 y
Fcn1an<lo llorcasilas . Copyright © Je !a tra<lucción , 1964, Orion Prcss,
l nc.
Lrnvrcnce & Wishnrt: Cita de A Cunlributi on to the Critique o/ I'olitical
iv1arx. Copyright © 1971, La\vrcnce and \Vishart.
l'co110111y, de Karl
1
1
!
vis!u111L1c de las religiones de estado de los pueblos n1cxica e i11cíl. Acaso nos en sus coniicnzos. Las nuevas religiones Je t.:sl~\ic otorgaron n rncxicas
los sncrificios huinanos en rnasa para alirncn!ar al sol y el lrnto a !os reyes e inc<1s unn Jccisiva vc¡¡taja soüic sus co111pctiJorcs y fncilitaron a ainbos
nn1c1tos cuino si fueran seres vivos nos clioc¡ucn coino algo su1nan1c11te pueblos la conquista Je extensos territorios en un lie1npo 11utaUle111e!lte lncve.
iri;1cional, pcio 1csultaban tolalincntc lógicos en su propio contexto ideoló- Esos rnis111os fnctorcs i<lcológicus originaron, sin ernbaigo, a la laiga, ten-
gico. 1\dcinás, esus pi<lcticus y las creencias subyacentes a ellas tuvieron n1u- siones cu!tuu1\es internas ~ecouó1nias y políticas~ in1posibles de solu·
cho que ver con la nsl·1.:nsión y caída de los i111pcrio:; azteca e incíl. No cabe cionor. En 1nc1ios de un siglo !os prob!en1as habían llegado a una situación
una 1cs¡n1cs\a a los j¡1tc1roganlcs históiicos y nnt1opu!ógicos guc nnlcs for- crítica, y lo que los cspatíolr.:s derribaron ernn dos estados que se aulodcs·
n1ul6ba111os sin un cx<HllC!l de In religión n1exica e inca. ti uían desde dentro.
Estns afitinacioncs 1csu!tarftn so1p1c11dc1i!ts, sin duda, pnr<1 111uchos Ice· i·r<1s presentar !os Jatos bñsicos, Jc:sar1u!larcr11os nuestros 1nodL'.lus Je
lores. En gcnc1 al, la arqucolugía co11tcn1po1 tí nea abo1 dn !as ideologías pre· <<:HJllptnción e i1indapt;1ción iJco!ógicaii 1neJiante el exnn1cn Je ot1 as hipó-
históricas de foi ¡na niuy li1nilnda; la 1nayoría de los arqueólogos se li1nita11 tesis que se han aventurndo para exp!icnr los orígenes <le Jos dos in1perios.
a hnccr caso 0111iso Je! tc1a~[:s descuido pi-aviene Je una difundida vi- 'rodns ellas son inadccuaJas en ú!ti1na i11stn11cia, por lo que 1rnt;¡¡cn1os de
sión de la religión con10 una fuerza esencia\1ncute conscrvadorn, al servicio identificar con exaclituú los errores de cada una_ ·ran1bién prcstaren1os es-
de[ 1ncitl~o del stat1is qúo. Se arguye _que las crecncins re!igiosns son pecial atención al hundiiniento Je 111exicas e incas, acontccin1icntos que In
elctucntos pasivos que rcai9J);.t'1~l frente a olros factoics; son no caus;:iles y n1uyo1ía de !os a1qlleólogos se liinilan a trnlar en té1n1inos n1en1111cntc des-
(<cpífcnoinénicns)). Y por t¡,inlo los estudios sobre el cainbio cultural prchis· criptivos. Nuestra finallJad consiste en explicnr los orígenes y los derrun1-
lórico puc<lc11 prescindir t¡--anquíLHnentc de las idcolugíns. b;11uic!l!os de una furnia que incorpore los lu:_dlazgus de anle1io1cs hipótesis,
Los arqueólogos que <lisienten en abslrncto cle estns posiciones 110 han aunque evitando sus fallus y linlilctciones.
tenido niucl1u éxito en su' búsquccln Je ejc1nplos en contra. L<1 ni<1yorí<1 de
las invcsligaciuncs n1quculógícas sobre las religiones no han sido sino uná-
lisis icunogróficos de los ''estilos artísticos prehistóricos. Pese a los peligros Algunas definiciones básicas
i11hcrc11tcs a! intento de relacionur los sí1nbolos con sus refcrenlcs --!ns co·
ncxioncs pucJen resultar cnor111c1ncntc esotéric~, los estudios icunográ· 1-!asla aliara heinos estado ni<inejando los tér1ninos ((religión)), «ideolo·
iicos lian proporcionado n veces convi11ce11lcs identfc~1lus de diviniJa- gían e ~d1nperio) sin definirlos. t'-io poden1os continuar actuando de f6rnl3
dl..'.s o c1ccnci;1s concrctns. Sin c111bargo, !os Uioses o conceptos así identifi- !nn desenvuelta, pues !a vngueJnJ Je los lénnir1os in<luce a confusión. Poi
cados han sido casos aislados, cuyns 1c!acioncs con otros aspectos cu!tura!es olra parte, unas definiciones exngera<lan1enle concretas distorsionan !a rcn·
siguen sien<lo vagas. Y por ello la ideología tiende a ap<1recer corno pasiva lidad, a! crear distinciones artificin!inente agudns entre fenón1enos cultura-
y csltílica incluso en !as obras de los cstuUiosos que Jcclar:111 lo co11lra1 io. les que se entrelazan y solapan. I)eseanios encontrar un terreno intcunedío
I'~ostr soslc11e1nos que la religión puede ser, en rca!iJa<l, un elcn1ento pata nuestros té1111inos: lo bastante precisos para que resulten significativos,
dl1~co en las lransfon-nacioncs culturales y que los ejcinplos 111cxica e incn pero no tnn precisos que sean falaces.
constituyen iluslracioncs concretas ele scn1ejantes procesos. Nuestra intcr- Religión e ideología son quizás los lénninos 1nás difíciles ele definir.
ptclación lruta <le corregir las insuficiencias rnás Jifundidas de las cxp!icn- Una fuente <le confusión estriba en que existen rnuchas clases de ideología
cioncs arqueológicas de! cainbio cullurnl, pero 110 prcle11Jc111os piest.:nlar la (por ejeinplo, ideología política o ideología religiosa). Cuan<lo a lo largo
n.:!igión coirlo una <tcuus;1 pi in1ern)} universa!, sí no que, por el conlrnrio, de la obra nos refira111os a la ideología, aludire1nos sie111pre a la iJeologín
dcfcndcinos exp!fcit<:!incntt.: una visión 1nu!ticausal de la evolución cultural. religiosa, tanto si se afirn1a cxp!ícítiJnlcnte co1no si no se hace así ~!o cual
()ucrcn1os dt.:inoslrar, en 1csun1c!l, que las n1nniput1cio11es de los con- abarca no sólo !a 1·eligión forrnal, sino ta1nbién las diversas creencias n1cla-
cl..'.ptos y rituales rc!igiqsos traJicionales descn1pefiaro11 un iinportante papel físicas, los valores y conduelas que aparenlen1ente se encuentran al 111argen
c11 In ascensión y caída- de los irnperios azteca e inca. En la priinera rnitad de la guía de institucíones o dogn1as religiosos forn1a\izaUos. Una ideología
d!..'.l siglo xv, los dirígcnles n1exicas e incas i11t1o<lujcron Úcterininadas refor- es, en este senliJo, un conjuiito de ideas interrelacionadas que proporcion;:i
a los 1nicn1bros <le un grupo u11a razón de existir. La iJcología dice a esos
.s
n1ns ideológicas. 1\unquc estos can1bios prctenJían alcanzar algunos pro-
¡16silus circunscritos, 1csult;11on lnn1Lién adnptaciones su111ainc11tc cficnccs 1nien1Urus qui~les son y les explica sus relaciones con todos los deniils, con
al entorno cu\tuu1l y n;Üural <le t\-ícsoan1é1 ic:1 y los Ancles Cen!rn!es, al n1e- l<! gente ajena nl grupo, con el inundo naturn! y con el casinos. l'nnibién
rcsl
18 Ccoffr cy \V. Co11rnd y 1\1thur A. Dc111<1 111f roducc ión 1q
pu1tc de su
liosos Jatos 3lllropo lógicos iY en los últiinos decenio s los ctnoliis torindo rcs siglo XVII, cuando ya era un anciano que había pasado la 111nyor
otro útil con- vida en Españn .
han c1npczt1Jo a pub!icat· y;:111;1lizílr algunos . Existe nsi1nisn10 con detalle
junto de datos, tainbién rc{lacladus ptlra fines uíicia\c s, que son los pri111i- To<las las fuentes present an probler nas que exan1inaren1os
los docu1n entos español es of1cccn
inás ndelanl e. Baste decir por ahora que
tivos diccionarios de las lenguas aborígenes.
' es- . diversos grados de congruencia y fiabilidad. Ni siquiera los escritor es más
Si se conside ran por scjJnrado los ítnpcrios azteca e inca lns fuentes n1cxica o inca, y a veces rcin-
paliolas oo son entcra~ equival entes. En general , son n1ucho 111cjorcs cuidado sos entendi eron plensin ente la culturo
tos extranj eros que sus ínfonna ntcs les
los <lntos nz.lccas . En tv1éxiCo, los espnl1oles consulid <1ron su
poder e iniplan- terpreta n y europcí z.an los concep
indígen as puc<lcn usarse para con\r3p esar
taron un gobiern o colonia l: cslnblc en unos dos años, y casi Je in111cdi:ilo brindan . Las obras de los autores
ado ha de"
e1npczn ron n recoger sus n i c a v r e s b o ' ~ sobre lns cultura s indígcn ns. En las distorsi ones etnocén tricas español as, pero un estudio co1npa1
llenos están plagada s de inexact itudes históric as. 1\\guno s Je los
cainbio , !os escasos Jcccnio b de do1nina ción españo la en el Perú est:ín rnostrnd o que
, sus a1nbigt1 as
de disputa s de faccion es, [~selnao político s y rivnli<lridcs civiles enti·c los cronista s nativos ,1gravn11 el p1oblen1a con su estilo confuso
los hechos. ! lay que n1r1-
cololliz adorcs. En este c!i111<1 de violenc ia era difícil que n!guicn se intere- observa ciones y !ns contrad iccione s interna s en!1e
interpre tación
sara por rccopilu r datus sobre el lrnpcrio inca. /\parte de unos
cuantas bre- nejar, ·pues, con sun10 cuidado estos datos etnohis tóricos; su
inca ación y valorac ión de los tcsti111o nios.
ves narraci ones de !a conqL1i sta en sí, las relacion es sobre la cullurn exige una constan te coinpar
la llcgnda de
no cinpicz an a aparece r hasta unos veinte años después de
en las socieda des
los cspailo lcs. I)uranl c ese interva lo, por breve que sea,
lo que se perdió gn111 Arque ología , elnohi storia y teoría antrop ológic a
nativos se habían produc ido graves altcracio11es, con
cantidí.l<l <le infonna ción, ¡' Las relaciones etnohis tóricas no son, por supuest o, la i.':,1ica
clc1sc de l!l-
La n1ás llainati va difc~na enlrc l\'lcsoarnét icíl y !os J\i1dcs Central es 111atc1ial ar·
f'v\esoan1éricd forinac ión <le que disponc inos; tan1bién conlain os con el rico
estriba, sin c1nba1go, en liis obras de los autores nativos . E11 la intenció n de
111ás próxiinas quco\óg ico de tv1esoatnérica y !0s Andes Central es. 'fcnern os
las fuentes n;:1tivas son nd1S nun1crosus y adcrnás están 1nucho utiliz.ar en nuestro s análisis a1nbos tipos de datos. Aunque en
algunas cues-
relacion es sobre e! ln1pcrio
en el tit111po ni 1nu11do p1:cco!o1nbino. Existen tiones depcnd ninos pritnorc.lialrnente Je !as fuentes docuine ntales, en otras
ta, en caslclla1 10, por autores indígc11 as
az.tcc¿1 csc1itas después de la conquis cl8cion cs nrqucol óg!cns ~-en
nativns (por cjcn1plo , J\!va lxt!ilxo c!iitl, J\l- nos bnsarc1 nos inás en los te'.:ilirnoiiios e interpr-
que bcbín11 en \;is viejas fuentes especia l en e! capítulo 4, donde exan1in aren1os \ns i11tcrpr etncionc s contrn-
varadli ·rczu:;_on1oc, Chiinal pahin). l':nbi~ posccin os los códices , doc11111c11, n1ct;1 es utili-
áfica '12\cca. Al- pucstas sobre el nscct1so Je los in1pcrios ::12tec<i e inca. t...Jucslrn
tos de p;ipcl de corteza con la trac.lício11a\ escritur a pictogr zar la arqueol ogía y la etnohis toria coino enfoque s co1np!e n1enta1 ius del
nílos de ln ern colonia l (por ejc111plo, el
gunos datan de los fHÍ!liCtÍ sÍHlOS pnsndo, sin que se cxcluyn n n1utua1 ncnlc.
el P,\aggli abecchi ano. la /Vlutiícu la Je 'l"iibuto s); oltos
Códice t\h::nducino, En efecto, los últitnos veintici nco años hnn puesto <le 1nanifie
s10 que es
Borgia, e! Bor-
pueden ser a11lcriures a (a conquista {por cjeinplo , el Códice os<:1rncnle, parn el estudio de las civi\i1_a cioncs prc-
ron a litiblar por posible co111bi11ar p1ovech
bónico y et t~ula). En México los pueblos aztecas einpezn de la ctnu
' n1c11os habitua lincn!e . históric ns tnr<líns Je! Nuevo tvlunJo , los clocu111cntos escritos
sí niisn1os en época tc1np1'u1ta, y lo hicieron nuís o tar entre sí
historia y los restos 111Jlcríales de la ;:nqucología • Cabe cunlras
6
fueron inás escasas y tar<lías. En
En i.:l inundo andino las voces nativas a nuestra con1-
lota\inc nte india, Felipe Guc1111;ín los dos co¡ijun los de dntos, con lo que cada uno contrib uye
rcnli<lad sólo <los cronista s tcninn sangre nplicab lc a las in-
ruz , i t u 1 ~ h c a P ningun o <le los cuales cn1 prensió n Je! otro. Est<l afirn1nció11 resulta cspecin !incnle
Pon 1n <le J\y:::da y Joan tfc SJnl;:ic s y religios as, en \as
1 ron sus obras unos ochentn nños después vestiga ciones sobre !ns instituc iones sociales , políticn
é.l1ilcnn1e11tc inca. /\111bos escribie a lns lirnitac iones
a l<i {jUt: pue- (}tJC la docu1nc 11t;:ició n escrita es fragn1e11lnria y present
de !a conquis ta, en torno a 1610-1615 • La únicn otrn figut<1
5
n1ucho 1nenos fáciles de in-
la \ 1eg;1, no tlntcs seña!adtls y los i-estos nrqueo! úgicos son
de aJjudic ársele la categor ía <le «autor nativo)), Garcii<:iso de In ILcnolo gín o la econo111ía
y una inca, 110 es- terprctn r que los rnntcrin lcs relacion ados con
encaja Je! todo. Nnci<lo fil el PerlÍ, liijo de un cspt1íío\ dos tipos Je tesliino nios c:d.ic lcg~H· n u11
incas Ji;islí1 cot11icn;-_os del de subsiste ncia. A! cntrclnz<1r los
cri!Jió su <lt.:sci ipción de la historia y la cultura que el proporc ionado por uno solo de ellos.
cuaóro 111uc!io inás nn1plio
y Thum¡is on,
<le 1.200 pát:iirns, copius<1111cntc i!ustinda , de Guzrnún vénse t,lcnzcl, !959; Rowe, !967; tv\urrn. 1962; /',\orris
1
- - - - - -
E! v:ilor de csl:1 cotnhinaci/111 de iníorincs docu111c1!lales y pn1chns nr- los dn!os nz!ccns e ir1cns rnucstr<Jn <JUC sus ;inálisis ntín no hnn lcg~H!o 11111y
qucológicns 110 se lin1iln, ni inucho rncnos, n la posibilidad de co!cjndos y lejos. No ohsl;111tc, esos ;111!1c>púlogos culturales al 1nc1H1s ¡1:nccc11 :iv:1117;ir
ni 1-cfuc1zo 1nu!uo que supo11c11 pnrn ln i11vcstig;1ciú11 de tlSpcc(os conc1c!os li;icia un;i nucvn sín!csis. Si los n1 qucó!ogos riucrcn1os entender l:i C\·n!t1-
de !ns suciedades 1ncxicn e inc:1. ·ron1:idos n l:i vez los dalos c1rquco!ógicos ció11 culturn!, dchcrc111os h11ccr otro tanto·. No poUcrnos seguir (1:il;1nd(I ;i
e históricos, pueden cons!iluir un v;i!ioso lcst priríl cvrilu;ir ];is tcoríns íllllro- In idco!ogín co1110 nlgo es!á!ico y pnsívo. Oebcrnos reconocer f]UC la idc-01·1-
pu!ógic[]S sobre lri cvolució11 cu!tural. Con10 dice Kcnt f7!;_11111cry: gfn puede ser unn ÍtJerza dín~rÍc<i, y hcn1os de busc<ir nuevas ~cnr'1iz·
cioncs en torno ;i su pnpcl en el cnn1bio cultural. J\unf]UC quizá sc<1 dc111n
Ln n1nyoría de !os rccicn!cs estudios evolutivos de los etr11.'llogos son si11- si:ido pronto pnrn 3firn1ncio11es Jefinitivns. c.srcr81nos que este cqudin
crú11icos; (c_1n1n11 11nn i-cric de socicd:1dcs cu11lc111por;Íncns. no rcl;lciunnd;1s co111p;-1r8do de los inircrios azteca e incfl consliluyn un paso c11 CS8 dirccci1'ni.
entre sí, en difctcn!cs niveles de dcs;uiul!o y, co1np;11á11do!as, lra!nn de ÍllHt-
gin;ir qu6 c:1111lJios ins!Í!ucionnks hubic1 an l!cvndo de lo n1:ís si111plc ;i lo
lll<Ís cu1nplcjo. Los ctnók1gos scilnlnn, con toda [;¡ raz¿ll, In 1nnyo1· odi1111-
<la11cin de dclnllcs disponible en sus socícd:idcs con!1pr<Í~s: pciu su:-;
1-c:constiucciones vienen n ser historiris ((poiquc sí)1 (jusi sv), pues ca;-i no
existe 11i11gunn socicd<1d sDh1c !;1 que dispo11g;11nos de una p1ofundl7.nció11
en el tic111po )' de u;1;i pntch<i ríguros;i de ];is c;1usas de In cvo!\lción 7.
o o
oN o
'"
, asunilirus<11t1L'1i!c iú-
El ascens o, cxpnn sión y C<1í{hl del i1nperio azteca
de la hisluria de ln
pidos, constituyen uno ele los episodios nu:ís dratnóticos
drani;' !lico: las úspe-
huinan idad. E! escena rio de eslc episod io 110 es 111cnos
doniin <nlle de f\·\¿xico
rns 1nesctas de l'v1éxico Cenln11. El rnsgo gcugrúfico
el Ocslc ciitte l<1s que
es la grnn «\'n de !ns cordil leras n1exicnnas del Este
y
centro y el nu1 te de f\!éxic o
se bnlla la l'v1escta Ccntrn !, la alta 1neseta del
!a <(Vn y la 1nesell 1, h1 tierra descie n-
(Figur a !). Ocluís <le los dos brazos de
tropic ales de !ns coslns
o de abrupt a1nen le hncia !ns cxubcr<1nlcs tierras bajns
u 1
!~ orieul ol y occide ntal •
geogrnfí;1, co11 n\tilu-
La propia 1nescta centra l presen ta unn co111p!icadL1
u
o: s. Su zo11.1 noi-tc est<i cu-
des que osciln11 entre los 1.000 y los 4.000 111ctro
<(b{1rbnros)) nóinad;1s o
bierta de desiertos inhóspitos, !iognr tradicionnl de
ha fragn1e11t;1Jo !8 parte
se1ni11ón1adns. Un<t contin ua actividnd volcánica
n1011t;:1ñas. Ll11a de es:1s cucncns, el
1ncridional en una serie <le cucncn s cnlre
s poco pruf u11dus, uni·
Y<lllc de México, preseutn una red de !ngos y lagun;:1
volcan es en rictivid ad (Figur a 2). Los fértílcs
dos entre sí y circun dados por
vnllc susten taron una serie de civiliz .acionc s cxpan ·
suelos volcán icos ele ese
sionist<1s.
ns de
El últiino y ncnso el n1ayor de esns esl<idus cxpansionis!
~,-léxico
en i.5!9. Cuand o lus
Centra l fue el que encon traron Cortés y sus seguiJ ores
n a! Vnlll.'. dl.'. t\1éxico,
cspaílull.'.S cruz.:1ron In cadcnn n1onlafíosn y b;1jaro
tuínn e! corazón del
conte111plaron !as i1nprl.'.sionllnles ciudades que cons!i
1
Un excde1 ik es!uJio geográfico es e! de\,/¡:~[ (196,1).
25
Ccufftc\' \V. Co1H:1d y 1\1 !hur A. [)crn;1rcsl
v;1.c;f(i i111pcrin ;17fcc:1. ·r:111 ;1su1nlnos:i cr;1 !n visirí11 de :iqt1c!!:is pnpu!os:1s c;1-
pií;;ks lí1cu~!r; q;1c !lci-11'1! l)íDz, uno de lus so!d:idos de Coi lés, csc1 ihiú
(j\IC h.1:; c:-p:1liulcs 110 lc11í:1n J;i scguríd:id de si lo que li;1bía :1p;1n:ciclo n11rc
s11s ojos cr;i 1c:1l o unn nlucinnción 2. E11 !:i époc;i de !;1 conquis!a csp:iíinl:1,
el i1npc1 io conlrolndo por ];-is ciud;1dcs ;i1.lcc<1s se cx!cndín 8 lrnvés de l\1c-
t
N
~;u1né ic<1, desde los vnllcs de !ns ficrr:is :ilU1s de! ~.·léxico
lict r;1s hnins !rnpíc:iles de !:is coslns ele Gu:ifcn1:i!:i (Figtir:i 7).
C'cnlrril hns!n ];1_o:;
!'e10 ese í111rcrio estnb:i du111inndo por los n1cxic;1s 1, pueblo que cnlrú
en el escn~1rio 1ncson111e1 ic:i110 bns!n11!c lnrdc corno u11 pcquefío p,r11po :i
qllic11 sus vecinos dcsdcíính:1n con10 nfr-;1s:idos btí1hnros del nor!e. l,ns his!o-
1 ri;is n1rxicns fH)S dicen que fue sólo n 1ncclirHh1s del siglo xrv cu:i11do se cs-
l:1h!ccic1on Cll Sll c;-ipi!;d is!c1í;1 de 'f'c11ochlillo11. j,(:ó1110 \!11 [o'.rUpQ !n11 se-
C\IJ1d:11 it\ se lii;i:c1 tnn 1-8pid:i111cn!c con e! pudcr en el V~dlc de /\·h.~;dco? ¿C11;Í
les r11c1011 l;is cnusns de su frcnéticn expnnsión i111pe1i:ilisln h;is!:i !:1s ricrr;1s
cos!c1 ns'! ;,Córno un irn¡icrio !:111 vnslo, que cng!oh;1b:1 111illoncs de pcrson:1s,
•
1'co!ihu;1( ;Í11
pudo sc1 !:i11 frtígil e incs!:1hlc que se desn1orc11HÍ ;inlc !ns ¡iocns rienlns d1·
hn111brcs de Cnrtés? Son estos !os cnig1i1;is que c~:;1nireo.' :ir¡1d_
J\11lccctlc11les liisllÍricos
u
T :11digun la que los :iz!ccns p:irlic1011. Au1H¡t1c
l1ndició11 111c;;nnn1cric<l11n de
Ll.J
nuestro co11oci111ie11!0 del irnpcrio ;1ztcca c11 sí proceda de los volun1i1H)S(1s
<
'C TEXCOCC)
• Tcxccico
i11fonnc.s ct11olii::_:!ú1-icos dC' los C(111quis(f1dorcs y fr;-ii!cs csp;ilio!cs, y de sus
•O.
11)
F-. ii1fu1tna11lcs indios, cn11c;cc111u,, ;11nplic1111cntc !ns p1-i111itiv;:is civilizncioncs de
e CO:ll!ich:i11 J\111éricn Ccnl1-:1! :i !r;1vés de los restos nrqucoli)gicos. Los códices, lcxlns
chnn pic!ogt ;íficos en pnpel ele corlcz0 de los pueblos de l\·1éxico, y las i11sc1 ip-
cío11cs jcroglflic;1s ele ln civiliznción r110yri, en e! este, co11frihuyc11 co11
..._,·. ..,
_
1
Dí:l1. del C:1~tilo. c:-i¡i. 61. 1956: 100-! .
1
Los lé1n1inc1s :-i1lec:i v rncxie:i pueden .ser f11c11!c dr~ ccJ11f11siú11. 1.:-i p;1bl)!;1 ":l7_1cc:-i•'
no S(' uliii1.:1h:l C!l C¡ioc;¡ .111cco!p111lii11:l. pero !;i ropul;11i1,:lT01l los his!orindn1cs de 1(1<;
siglo ;.;1x y xx. Pioccdc de <'J\1_(!:111», el no111brc de l:i lcgcr1d:i1Í:1 IÍC1r:l 11:-il:ll de In,
1ncxicr1 :nilcs de q11c cn1ig1·:ir:i11 :-il \!:-¡lle de lvléxicn. Co1110 n1uch:l:> c!iquCl:lS dr~;1f.
lt1:dn~ J; n111hip._u:ls. su 11sn c.~1 lnn di{t111dido r¡uc cu:dqt1.;r:¡ i11!cnlo de s11sfil11lil:i o
de nfin;11 ~u _c.Íf!.11Íficr1do 1csul!n i111'1lil. En el ti~n conic11(c. "il7-!("C:l» rlc_<:.ig11:i n \'CCl""
c~pí[i1t: ;il ¡nichln gobcrnn11!c del imperio. a l11s h:ihil:lnlcs tk 1;1;, dns c:-ip!nk~.
l:1s i~bs de Tcnnchli!l.111 y T!:1ll:kd(-(' Sin c111b::i1f'-O, <«17.lcc;p> es I;, cliqucl:l nnrm;d y
gc11Cricn p;ir;i lodos iris pueblos de lwh!:1 n(iln1nll en e! /\·léxico Ccnlrnl de ln~ ~¡
p.lus x ¡ v ni X\"!.
«ldcxi<:;P> cs. en co11nliin. un vnc:ihlo p1ccnln1ni1l110 ton un tr'ÍC'rcn!c n111rho 1n;'1s
iJo 1'Ccli1cido: <k~;Ígq¡ c~pd[i;1nle
:l7-!C'G1. rl puchlo de h1s c;qii!nlcs de Tc11och!ill;1n,Tl:l!clolco.
:1] piupo é!nico c!nmi11n11!c de l:l Triple /i.lí:lt11:-¡
28 Geoffrey \V. Co11ru<l y Arthur A. Dc1nares t Ln expílnsió1 1 i1npeiJ¡¡l nztcc11
ógicos, au11que a
CU.-\Ullü l sus referen cias a In in!erpre tación de esos restos arqueol
siendu la busc
1>1Al\CO CIZONO LOCJCO DE LA PllUllS TORIA DEL f.IEXJC
O CEHTll AL pesar <le todo !os restos n1nteria!es, a 1nenu<lo escasos, siguen
de !n cultura n1cso<Hncric1.1na,
princip al piira reconst ruir !n evoluci ón
yó un proceso contiou o y uniforn ic que fuera
Esta evoluci ón no constitu
ln i1n~gc ql!e
crecien do gi <.ldual111cnte en co1nplc jidud cultura l. Antes bien,
ciclos c\t; dl'.:,<irrullo,
nos dcsve!;:n1 los testin1o nios <.irqueológicos es la de unos
nron con !a civiliza ·
expansi ón y derruin be (cua<lro !). Estos ciclos con1enz
es de la costa de! golfo.
ción olrneca , en las exubera lltes tierras bajas tropical
Pe1 i0J0 de la conquist a yeron la p¡ i1nern
1500 - Los olrneca s y los pueblos relacion ados con ellos constru
socieda d con1µ!ej<1 de Cenlroa111érica con niuchos de los e!e1nentos econó-
AZTEC A
Tardio que cerán en civiliza ciones sucesivas. "l'ras
POST -
1nicos, sociales y religiosos reapare
olinecn s, el foco de innovac ión y evolucí ón cultura ! en
CLASIC O
la decnde ncia de !os
1 se desplaz a a! \falle <le f'v'léxico. [)esde et afío 100 d. de C.,
Tempra no TOLTE CA ~.1esonérica
_ IOOO- centro urbano inc:-
1-~+ t-~1 nproxiin::1dan1ente, hasta el 600, l'eolihu dcán, el pri1ner
iinperio econün1 icu. l)e
soniner icano digno de ese non1bre , rigió un vasto
cle--est<1 dos dL'.l Va!Je
Tardío
hecho, 'l'eotihu acán fue só!o el priinero de una serie
s L1esoru nérica. La influen cia
CLASIC O de tvléxico que du111\naron exler1s::is regione de
, 'l'cotihu acán llegó incluso a los cen-
~ 500 - co1nerc ial, y posible1 nenlc polílica de
Tc1npra110 tros 1nnyns de lns junglas del norte de Guatein a]a.
n1esoa1nc1 i-
lJna de las poiérnicns 1nás Jurnder as entre los arqueól ogos
ió dülllina r rvleso-
canos se centra en por qué el Valle de !Y1éxico consigu
TEOTll lUACA H arqueól ogos
D.ll C. antérica durante la época de ·reolihu acán; los respues tas de los
descubr iren1os en el caso
TarJío A.D.C. a esta cuestió n prefígun:in las controvcr::;ias que
nz!eca (capilu lo 4).
de In in1-
Ln ecología del Valle c.l('.. rvtéxico fue Ull factor delerini iianli:.
funcla111eutal en la sucesió ll Je est;_idos ex·
portanc ia de la región y un rnsgo
suelos y el 111edio ainbien le lacustre del vnlle p1·0-
-- 500 -- pansioni.stas. Los fértiles
de pro·
l\·leJio porcion aban i!in1it<nJus recurso s agrícola s, as[ coino diversa s ful:llles
capítulo li;1u
¡·.
tcínns anin1ales. Aún n1ás, \VH\ia1n Sandcrs y olros (véase
Ll),
l'RECL AS!Cü OLMEC A a e! i11lercn n1biu Je
aducido que la liíversid ad ecológica de lu región i1nponí
Je la ía de n1c1cnd o y la
~ 1000 ·- pro<luctos y foinent ó por ello la ap<1rición econo1u
natural eza expnusi va Je 'J'eolili uacán.
uiin pujante
En cualqui er caso, no cabe <luda de que ·reoliliu acún lt1iít1
lo. Las investig aciones arqul:ul ógicas han descub ierto una
econon1ía de 1netcu<
Co1no
Ternpra no
gu1n plaza de incread o con una enlradn estrech a (¿contr ol . ~ ) ? l a t s e
rica clnse co1nerc innte haya cotilro-
-1500 -· Cll la época azteca, es posible que una
lado los talleres de a1·tesanía local, así co1110 el con1ercio con regiones Ll!~
de 1i!111accn11jc
jndas. Las disti ibuciou cs de 1ncrcancías durnde ras, lns órens 5• Los restos ina-
y !os talleres h;1n pennili do idcntífi cnr un barrio con1crcial
Agrícola
- 2000 -
incipien te JL l\-lillo11, !97J: 57·B, 1nnpa 18.
1
R. tvlillo11, !976: 2J3A.
111
1.a cxr:i11-;ilÍ11 i111pcti:il a1.lcc:i J1
J 1:: r:ic!: 11 ;11 !, 1·'' .
(1e~ 11''. ll es 1.1 ;111 que esos con1crc1c111!cs se ocup;1 1Jan de conseguir
chichi111r:cos), bnnrL1s de cnzador~; nó1nndc1s o sctni11ó111;1dns rroccdc11lcs c1c1
JlllHluc(us 11•J .011g1Ht111os de! vnllc. E! inlcrés de ·rcutiliuuc(1n por !<des pro-
!cj~n1:s gr:in dcsie1lo del norlc de ln i\1\cscta Ccnlrnl 11 . ¡\ parth de! 900 d. de C.,
cl11e:!os cc,_11iluju ;i cs!11b!cccr n\·~1P.d;s en \fci-nci-o?; y c 11 1;15 tici-ríls
nltns de C3u:1lc111nln. unn nr118!gcin1;i de esos pueblos (nón1::1cl<1s guc1-reros, :1gricultorcs del nor!c
y los rcs!os de las. pob!nciuncs de Tcotilnrnc:ín) fon11nro11 la siguiente hcgc-
1:u11q11c cslos rnsgos cconl1 11tícos crnn indud;1b!c1ncnlc de gr:-111 i1npor-
n1011í;i e.':p;insionista de rvíéxico Centu1l, e! <d111pcrio 101tecn11.
lnnc1;1 ¡~;n:1 e! cslndo u1h;1110 de l'colihuncrín, resulta igunl1llc11(c evidente
Llegados nquí, nuestras principales fuentes ele infonnnción en1pic1.nn n
(1 11 c 1·1 1dl:u1ugfa í11tc1cs<ilJ;1 vi\;d111cnlc al pueblo y constituí8 un;1 fuente de 12
dcspl;1z.nrsc de 1<1 ;nquculogfa a ln clno!iistorin : inuchas de \ns liistori:r=
poder p;irn sus cli1 igcn!cs. El g1·;111 ccnlro de "rcotiliuncf111, con sus 111nciz;1s
incligcn;1s recogid<is por los cronistas españoles inici[ln st1 nriri-:1ciún n co-
co1~;luins cc1-c111011i:1lc.c; . .sus pi11(uu1s 11111r<1lc.s co1pli<H~s y c;;oléric 8s
111ic11zos de cstn époc~i «Postcl~i<1)}. Por desgr;iciu, eslc dc~p!nz1ilo h.-i-
Y. sus i1Hlu;;i1 ins dcdic:ld00 ;-1 l;1 pioducción n1<1sivzi ele objetos religiosos (por co1110 cnbrín esper:ir, en un
cizi lns fuentes históric8s 1uJ rcdu11d;i, co11oci-
C~(inplo. c~;i:duln.s ;~ i1.~:c;u con(1·uLil1n c!:1r::1nc1dc unn cornp!cjn rcli-
111ici1!0 111tis dct;1\!ndo del pe1 íodo. En ciertos nspcctos, 11ucslrn con1¡Hc11.dó11
r1nn de cs(;ldc1. Hc¡ic ~,1ilu (!973, 1976) h:i sup,crirlo que el p:ipc! de 'J'co-
de In ¡irir11crn 111it;:1d del período Postcl~i es inferior n l<l de In t:'n1 de
liliu;ic;Ín cutnu cc11!ro de pcrcg1-i11nció11 flic futHL:111c11!nl p<n;i su nscc11sió11
·rcotihu;1c<Ín, que hn sido objeto de invcstig<1cíoncs ni-qucológic;is 11·11cho
..i el c111pl:u.;H11ic11to de !n '1.llísi11n1 Pir8111idc clcl Sol li;:1bín un;-i
;i] p(ldcr. l\;1j 1
n1{is nrnplins. Y lo cierto es que, en los cnsos en que ln niqueologín post·
cucv:1 ccl11 u11 r11:111n11li:d, 1;1sgo gcog1(il.icu que ];1 11H1yo1ín ele 1'1s religiones
cltisicn y l<i elnohislorin se sol:ip;1P. rntran n n1enudo en con!u1dicci611. Por
1nc:~;is cu;1sidc1;1b:1ll sngrndo. l)oris 1-lcyden (1975) hn nducido que
cjcn1plo, lns lcyc11dns de lns hislurins nztccns se rc1nunlnn 8 unn époc<l en ln
L1 prcsr.ncin de !;111 s;1g1c1d;1 1cliquia cu1it1il;ui1ín n e:;plicnr e! inicio de un
que u11 111nrnvil1·1so pueblo toltccn, gntndcs eruditos y n1les8nos, gobc111;ilin
lc:n¡11 ;¡11u dc~1 ul!u urb;inn de ·rc.olihu;1c;í1i. Lns l'Cjli L:sc11l;1cio11cs tcotihun-
rv1éxico en el Potscl{isico 'ren1pr8110 desde Sil l1crr11osri cnpitnl de ·rolh111. Pern
c;111ns lnrdí;is y ];i icoi1(1g1nfí;1 de !os 111u1tdc::;, lns vusíjns pin!nclns y las cstn-
1:1.s cxcnvncioncs ;irqucológlcns de csn lcgcncl<1rin 'f"ol!nn, !;is ruin<1s de ·rul:1,
tuil!::s ¡11uc.z;(1:111 el dc ..:::i1 tu!lu ele cultos guc1 rcru.s snncionndos por !,1 rcli-
li:111 rcvelndo un cc1111'o cc1-c111onin! rn;Ís l1ic11 vulgnr, con cons!n1ccio11cs y
gir'111 de cstndo r._ Fs!c tcsti11101do sugiere que, 81 igu<ll que entre los nz!ccns,
cscultur;1s que hub;·:rnn avcrgon?,tHlo n los pri111itivos nr\csnnos de rv1esoné~
ln rclígl(111 de csl:ido pudo dc';e.111pcíínr un p:ipc! fu11d;11ncnlnl en los <1spcc-
ricn 1-1.
lr1'.; n1;ís ~1p,rcsiv de 18 difusi<';11 de la i11fluc11cia ele ·rcoli!iuHc<Ín.
Las di::;crrpnnc;ns de las fuentes clnohis1ó1icns entre sí son nún n1<Ís cho-
Si el 11 11\(Tso de :1scc11.sn y cxp;111:;iún de "T\:u!iln1;1c{i11 consliluyc u11n
c;111les. Poc;is fccl'ns_ coi11cidc11, incluso ];is rcfe1-cntcs a 8con!ccir11ic11los fun-
fnc11lc de cc 11!1cn·c1si:1s. 1:1:.. c~1us 1 de st! dcrr11n1hc son sc11cíl!nrncnlc 011
dn1cl~s ele lct époc<i, corno la fu11clnció11 de ·rula o !n cflídn ele csn cn-
c11iv111:1 Ex i,<;{C11 indicios de que con <111lcriorid;id <i! 650 el. de C., los trns"
pit<il toltccn. [Je ~1clio, si \on1:1n1os n! pie de !;1 lclrn ]ns divcrs;1s !is!zis dinfis,
\\1riH1S i1llc111c1s debilitar ni estndo ele 'I'cotihuacfin 7 ;
ln1bí;111 cu1i1c111.ndo <i
..
r 1 !ns liistorins i11clígc11ns, lri tínicn fo1rnn de sincronÍ7.nrl11s
!icns tecogid<is
h.11__·i:1 el 7~0. cs!nb,1 en 1;ípidn dccndc11cía y fuc1011 '1h<111do11::id::1s c.'<lcnsu.s r¡uc rcinnn n18s de un z;ir,lo y o!ros ciue n1uc·
11os dnrín varic,.·, gohE'rn~1tes
1_í111:1·; de !:1 c<1pil;d fl. Sc¡:1'111 se cuc.nln, 11110.s .ptichlos scrni11é1111ndns del norlc,
!(_,,; cl1in;~ v111pcz:11u11 n ;1v;1111.nr dur:111tc los sig\(1s siguientes lincin "S;ihngl111 (' \1. 10, c~ip_ 29. l9506CJ· pi ll, p,ígs. 170-~!) cxntnina co11crrl:i111cn!t
el \!~lie de 1\l().ico, p1uccdc11ics de lns licrrns inris (i1iclns del norte y y el !;1;; distinciones 211!1-c \ns divcr:;os lipos de cliíchinwcos e i11sis!c en ~l difcrrnlc gr:idn
de srdc11!nrisrn• y ,n1c~<ri;.ó ¡\u11q11c !;i 111;1ytl1Í;i rlc lils discu.r.io11cs soh1c
11111ocsle 9 . F! vncío de pndc1 dci;1du por el ln:tH-1iinic11to ele 'rcotiliu<1c;í11
los cl1ic'1i11iec1 rc111itcn l'1;1no:di:d111cn1c a pueblos del l'ostc!ñsico ?"ordío (por rjr1n.
pct 111ili<\ qtrc c:;os p,111pos 111cnus cvoluciu11:1d1_1;; se i11sltd;11 nn en !ns fértiles
plu po;.!cilltcr-), c;ihc :--id1•1'1:ir gc11c·1;ili7_:1cio11cs p:un c<1u1ctcri1:--ir cuidndos;"lmc111c b
lir11ns del IH•1tc de la cuc11cn. P1ohablcn1cn!e ln n1<lyor p<lrte de esos i11trusos !l[llllt:l!c7.:1 dí A111ic:1 de \:1 rrrif'1Í;i del l\Or!c de !'dcsoa111éricn Cl• 1~pncas !crnp1n1ws.
cr:111 c11 1c;dí~ ;1g1k-ul!Dics 111cso<1n1ciicu11i1.ndos, pob!udoieS de In frnnj<l (Cfr. Dnvics, 19RO: cnp. '1.)
11oi-lc y or_:cidc11inl de In csfcrn de i11fluc11ci;i lculiliunc,111:1, idcn!iíicach1 nr- 11 ,\!gu1i:i: de l:1s [ucnlcs p1l1111ni:1s ¡_iri11cip:1lcs .~0hrc el :1pogrP tnl!cc:1 son: S111i0
10 . Olros puclicro11 haber s;do ;nit6nlicos uh;í1 hnrosn (feo-- ¡:;1'111. lib. 3. e 1-is. 3.¡,1 y lih. líl. cnp. 7lJ, !950-69: pi.! 1, p:í¡~s. !56-70: _.·\nnfe> d(' Criou/1/i.
q1c()!Cgir:~vl
tlrin. llJ75· l'í: l_.ryr11rla rle los Soles, 1975; ffisforin de los n1c.tiu11ins ¡•nr sus pinl11.
ros, c:1ps. 7 O, 19'11: 215-\q; lxtlixnc!1itl, líb. 2, lfislnri'o. cnps. J."). 1971: 7-1"'\: Jxili.
n ~,·\iln1. f\]7(1: 239-·11
l. f?cfacionrs. !975: 2(Jfl.ql, 397·8, ·llP,-2!, 'í2'1·.32: lfislnrio /pffri-11
xocltil\. lili
['(11 cj,:111¡1!u !\.. i»íi!iun, 1'17): 5'l(i}; !.01crp_o, !IJ6R.
cl1iciri111cco, 19,!7; Orip.rn r/,; los lllf'xicm1os, 19·11: 2GÜ·'I; !?e'ocidn de lo ¡:1.'11cofop)r1 y
]t_ i»lilli 111_ l 1l7l: 5tJ G'í; l,otC'l\70, 1()GR; Sn1Hlc1s. 1'0150!1 y S;111l!cy, 1'179: !29-r7.
linojr:. ¡q,\ 1 232-'Í.
ji!l ·'.l~ \\)')ll. 1911: !1;1vies, 1()77: cap. '1.
112
Cr1 ~·lu1ci0,
'' Ln~ e cnvacioncs 1ecicnlcs de Tuln (!li<hlg:ü) se dcsc1ihc11 r:n ;\cri~la. í910.
ll1:111iff. l'-1';?: !. C:. l<f'llcy. lq71: E_ Kclky, ¡q111: Drurn1nn11d y rvíuilc:r, 1972 11]7·1. J(176
¡q\-1, ¡cy¡(, ¡q57, 1CJG1: Dich!. ICJ71. Pl7,1; Cohc;in. ¡q7r¡: f\lnri~.
1
1
]2
Gcuffre y \V. Coni-aJ y Adhur /\. Den1ar~l Ln expa11sió11 inlpe1ial nztccn
]]
rcn dos veces H. Los e!Ho!dsloriadorcs ni siquiera están tes del riño J 370 no deberÍ<.111 to1n~se
siernpr e Je ;1;.:ucrdo coino Untos, sn10 sólo co111u hipótes ís
en cuc111(0 a las líncns genera les de !ns ptincip nlcs leyend que futuras investi gacion es debr~n
as. ()uizJ el acon!e - con1pr obar.
ciniien lo 1nás rccogi Jo del Postclá sico 'J'ernpr ano
sea la fábula del reinad o El 1nayor prob!e.1na estriba en el carácte r escncinl1nente
del gran re-y-dios tolteca crupilizin ()uetza lcontl: rnítíco o alegó-
Jn s~1ga de sus illlentos rico de gran parte de la «historirP) precolo1nbi1n1. Los
de refonn as religio sas, su desgrn cia y caída del poder, pueblos n1esoan1eri-
y por ú!tin10 su huída ca11os, a causa de su concep ción cíclica de! !icn1po, ni
desde su copilLd de cfula a una 1nislcr iosa tierra del parece r proyec taban
este. Los dclrdle s de !a los nconte cinlien los hacia el pasado para crear un
histori a varían enon11 ernen!e según !ns Vl'.rsioncs, y preced eute 111í!ico, en una
ni siquier a está claro si narraci ón invenu idn o distors ionada de !as épocas prin1il
el ()uetza lcoat! de esta leyend a era uno de los prinier ivas. Y cu11 fit.:-
os o los Líltill1os reyes cuenci a sus histori as encaja ban, a la inversa , los aconle
de !n época tolteca •
15 ciinien !us 111ás 1c-
cicntes den!io del rnolde de suceso s priiniti vos o
Li1S causas Je estos p1ob!e1nas de las
de venera bles !t..:yendas. En
fuentes et11ol1istóricas son nurner osns vista de dichos prubltnHJS y de o!ros fnctores de distors
Y con1p! icadas; niencio nareni os aquí sólo unas cuil11ta ión, los estudiu sos
s. Al espera do e!no- contcin poriine os niucstr an cada vez niás pn:cau ción ante
ccnl[ is1no de a!gu!los conqui studor es y frailes se sunian las fuentes . l'ligel
problen1as n1ás se- l)avles , por ejen1plo, en un recient e exan1en de
rlos que SLl!gen del chuvin is1no locJ! de los autores , cóc.lice la etnuliistori'1 del ne.t íu<lo
s e i11fu1 i11a11tcs tol!eca, ha seíi;:dnJo gue las Jescrip ciones aztecns Je! estado
\;~dígenas. Cuda centro posee su prupiu versiót J, n0ru1<1ln1enle auloen tolteca ;, de su
guindc - fabulo sa capit;il de 'rollan Cfulu) cunfun Jcn la 'l'oll:JH hislóti
c.::dora, de la histori a de l\1éxíco Centra l. Y de hecho ca con el p1i-
n1uchas de lns prin" 111ilivo y 1nás iu1prcsionnnle centro de ·reotili uacán, así co;¡~
cip;.i!ts crónica s se basan en histori as estatal es redact adas con un gene
bajo la direcci ón ra!iz.ado concep to inítico de (/I'ol!a nl), el arqul:lÍ J!'' de ciudad
de los gobern antes locales , con objeto de juslific ar sub!iin c (l)H-
su sucesíó n en e.! po<lct vies, 1977'. cap. 2). Es posible , ade11if1s, c¡uc los gobern
Y de enaltec er la histori a de su dinastí a y de su ciuJad ·estado antes del pe1íud o
. azteca !Jnyan exnger ado de!iberBd1.Hncnte en sus narrnc
(}ran parte de la coof usión cto11ológica y de !n inLong iones sob1e ·rollan ,
i uencia se Jebe puesto que la innyoda de las Uinaslí ns de ese períod o se p1uc!nu
lrJJnüién a factore s regioiia !f'.s: nclualt nente la n1ayor ía 1alian di.:sceH·
de los et1oli~ra dien!es direc!<is o indirect<is Je los prtstig iusos lultcca
dores piensa que en l\·1éxico Centra l se utiliza ban Jivl'.rso s (l)avie s, l\)77: c<i,
s cónipu lus del pílulo l ).
tictnpo , que daban fechas diferen tes para el ndsniu
t11.:u11tec.'1n1ienlo 16 . El caos Pese a la dcfü1Hi:1ción de los de!a!lcs, las fuentes clnohis
cronol ógico se agrava atín 1nás a cnusa del sislein tóricns pu11e11
a de calend ario utiliza do de rl'.lieve las líneas genern!es y los le ni as Ill incip;.d
en toda f\lesoa rné1ica , el HCa!endnrio circula r)), en e! es de la Jii.:.tot iu pusl-
que cada fecha concrc tn cl<ísica. Y afo1lu11;.1di.l1Henle son esos grande s tenias
lo que nos i1ite1ts a ;iquf.
1capat cce cada cincue nta y dos uilos 11 . Por !o tnn!o,
una fech11 que podiía A.!gu110 de los facloie s Je dislo1::.iün arites IllCllci onuJos
ie!ncio narse con la Je! 1200 d. de C. dl'.l c:dc11< ilustro tn n·ci!idn d
lnrio c1istiHllo lJn1Lié n po, uno Je los te1nas funclan1enla!es: la obsesió11 tlll.'.Süunierican
d1ia i11tc1p1cla1se como el 1252 o el 11,18. ll. B. Nichol a por lcgitiir1t1r
son (1978: 32,1) fi· su poder a través de una picstigio::;u herenc ia --!u élite
naliza una recient e revisió n de las enreda das y cwnlt<. necesit a justific a1 su
H.!iclorias cronol ogías guLie1110 n1c.diante vínculo s históri cos y 1níticos CtJll el
et11uhi::i!óricas con la conclu sión de que los <(aco11 pasuJo ,
leci111icnlus)) fec!i<1dos an- E! interés de la éíite por poner de relieve, e incluso por
crearse, un li-
11 NichoL. naje ilustre se refurzó probal ;!tinen le en tien1pos de!
un {!978} y Da~'ies (!980:
cap. 3 y pussi111) han 1eexun1 i 1wJo a fondo el estado toltccn, que rigió
¡i1 uLknrn Je la conco1 ÚDIH.:la de las ctoHolo gÍüs !lis!ó1 In cuenca norte de i\iéxico entre el 950 y el 1200 d. dG
1
ic<is postclás icas. C., aproxi1ll<HL1n1e11tc.
' La cun1¡.H.iraclú11 de !os at16lí:,is <le Jiinéncz /vio reno Aunqu e las histuri;1s posteri ores exager aron su extens
( J 9·1 ! ), Nicliu!s un ( 1957), KJ1 ch· ión y n1ag11ificc11cia,
hoff {1955), León Pottiiia (!968a) , Séjourn é (!965},
Lóµez. Aus!i11 {1973), Chu<lw ick la orgnni zación política to!tec<J consist ía probnb len1cn le en
(!97!), \Vi!!ey (1976). Davies (!977) y Nichols
on (1979) 111ues!ra el alto g1ado Je una l<.1xa a!"1a1n.a
111i!itar entre puc:b!o s sin un pasado 1nesou 1nericn no
di~coan present e en !ns recu11st rucciune s e i11teipi uacione
s de la saga de Quet, (cliic!ii111ecas l;ú¡ L~nus
zalcoat! . y ngticul tores del norte seinicivilizados) y pueblo
s 1nás prufu11dnn1c11!e arrai-
ª l!nsla el decenio de !9-10, !a 1nuyu1fa de los el11uhbtu1i<1do1 gnc.los en la región (tcs!os de! c.lcs!utegrndo estado de
L.:,:LLl: dd ~,1éxico
es ¡1\(c1prcta bi.1 las 'reoli!i uac.;ín ). L;i acti-
Ccntial corno referiJa s a una ú11ica secuenc ia tud a111bivalenle de los pueblo s postclá sicos hacia su n1ezcla
culeudá rica. Los
t$(.1du\~o: Jin~éez /\!orc11u . (!9·10,_ !953, !Sl56, 1961, !966), Ki1cld1o de unlt:pasudus
ff (1950, 1956). se reflejll en los relatos niás tardíos de este períod o. Esas
Cnso (19)!, !9J3 u, ~967, 1911), N1c!to!s on (1955, 1971{) y Davics {1973,
!977, !980)
leyend as en<dtecÍatl
ltan. detallad o .!a va1ucí~l. di.! !as cru11olu gías ce.giona!es n1cxic311ns y !;1 picse cia de e! linnjc de los nísli'cos y vigorosos chichi111ecos, ejc1np
11
lificndo en e! 1cy-
Yh1'.~s _secucn cws uonulog icus, todavía 110 co1re!a cionada dios IVfixcontl, guerre ro y cazado r, fundaJ or del esL1do
12 tolteca . Peru lus h!S-
s por coinp!c to.
, !:n, Caso, 19_3~· 1967 y 1971, pueJen encontr arse breves ex(l111t.:11 torias tao1bié11 resal'l<1La11 !as caracterfslic<1s de civi!izDción,
cs gcn.:r<.des de! habilid ad y so-
<-<uc11Ja11u de! /\l<.:xlU) Cen!ial y del probleni
:l de las cu1ic!uc iow.:s. ~ fis1Ícúcióu Je los tul!ecns. Eslns raíces cultura les se
person ificabu n c11 e!
_) 5
11 Gcoffrcy \V. Co111nd y 1\1!!1111 /l.. J)c111ri1csl
unn cor~pn1di; di1Tc!;1 entre c~1d; u11;1 de l<ls óívinid:1d cs y lns fc11('1-
s;1cc1dulc y golicr11n11!r ·rn¡iill1.in CJuctzrdco:1(], n tr;1vés ele sus ~1socin con1plcjidnd dcsc.spcr:inte: sus
1nr11ns. In religión 111cso;nncr ic<l11n es de unri
co1Lpuchlc1s n1cson111c1 ic'1nos 111;í;; ;i11!ip,uos co1110 los 11011o;ilcr1s y los oln1c- 11, y su !ógicn co11ccptu;d
c11!id;1dcs so11 f!uid;1s, se supcl'pon cn y 11ndtiplicn
c:1s, sus tcL1cio11cs para c:>L1blcccr en el sur cc11l1cis co1110 C!io!u!;i y su ;1r- occidc11ln lcs. Las i11!cr¡1rc!tJtio-
des;1fín ;n' 111 e! n11(i!isis de unnr. n1c11!'1lid ndes
c!ic111c celo por el culto ele Ouct7-nlc o;i!l, u11n nntigun 1!ivi11ld<HI 111cso:i1nc- la re!igíó11 r11eson111 ericnnn ven el p;-in-
11cs gencndcs n1;ís co11vincc nlcs sobre
ric<111n.
!cón con10 perso11ific;-ició11 de segrncnlo s concretos o nudos del sngn1do orden
1\dc111rís de i!ustr;ir 1;1 nhscsión de !;is dlilcs por lcgiti111nr su p1·os:ipi:i, 1
cós111ícu, un coil(i11uo de fic111po y csp<1cio g.
h1 leyenda ele ()uct1.nlo~\! ílu:;!r:1 lntnbién u11 SCRUndo lcr11c1 fu11d;1111cnt:il de tvléxico Ccnlrnl hcrcdnron csl;i
1\unquc los pueblos pnslcl6sic os del
1~ ci-'n pnslc!:ísic :i: l;1 pugnn col re los cul!os t11i\il;1rislns de 1i1 gucrrn y los s;i- nZJ, hubo un dcsplnzn1 nien!o
y ln cullurn co111plicndo cos1no!ogí ;1 ele 1<1 épocn teotiliuacn
c1 i!icins hu1nu1H1s y ot1os nspcclos rn<'Ís pncfficos de \;i religión o cier(tis di\'i11idad es tnú!tiplcs coino ·rcz.
que los prí1ncros g1·ndua! de sus objetivos , 1cforzn11d
1 1c:;ntH~ ic<lll<l. ! loy en dí<t los il\vcstg~Hor coinciden en
cnCJ1111cn1 c11tc el canícter pacífico de cn!lipoc;:i y co111bi11ando otros dioses o nspcctos de dioses con ]¡is divinidn-
;11quuíln eos e hLslo-ri;id o1cs c;;;;1gcrcir on
No cabe duda, sin , o g r ~ b 1 n e de que los sc1criíicio s dcs cliichir11ccas y los héroes toltcc<is in. P;ira nosolros ofrece pri1·ticulai- inlc·
l;is cu!!urns p1ctollcc; is.
rés el c<1ínbio gradun! cle,\os riluoles que <lparcce ri!cgóric'1111cnlc en lo lcyendn
liurn;111ns y el 11iilil;11·is1110 creciente rueron 1-;isgos definitori os ele la época hutnano.
de cstn de ·ropil!7.i11 Cluc[z;-iJcoatl: la clnbornció11 de cultos de s~1crifo
f'usllJ;'1sic;;. l ,;1s propi;is histo1 it1s ::iborígcncs se 1nucslr811 cons~l tnás de
incn!c poi· ln L1111osfl luchn entre el glorificad o Los sncrificio s hun1,111os son, en sí, uno de los rispcctos antiguos
tc11dc11cin, ilu;d1 nd<l nlcgóricn rnsgu
];1 cullur:i 111c0o:inH'ric:111;1. En 1·cn!id<ld, !a dcc;1pil0c ión ritual
1 es un
liérnc !ullccn ·ropill1,iii ()'uclzcdc on(\ y sus i-nís helíeoso0 ndvcrs<lt·ios R. En
t111 p!;_1no diví110, nlgunas versio11es h<lbl<ln del dios-s<lcc rdotc ()ucl1.;ilcontl,
Y 11os entre !;1s p1 i111llivc1s socícd;-idcs co111¡ilcjils de f\1eso'1111éricn, y es posible
di1 igc11lc de u11 cu\\o religilJsO pncííico, tcn\oH:u y c11gnfü1do por el tortuoso
repre- c¡uc cx.is!ier;i11 inclu:;;o entre los cnzridores-rccolcclores de! órido vnlle de ·rc-
dios "J"c7callípoca. En ot1 ns vc1:;io11cs el conf!iclo csl~
hunc<Ín v. Unos n1ilcnios 111ns f:tl'de (linci;-i el ,100 <l. de c.;, IJS cscul!ur;-i
;;;11 1gui11;11 io s de
'.'l'li!ndo co1110 u11,1 luchn por el poder, 111tís 111undn11;1, cnlrc el i<le(l\is!:1 prín-
();1x<lc<l rcprcsc11l; 1n cnulivos niucrlos y 111uti!;1do s )_\. T'n!cs sacrificio s hu111;i-
p<1cíficns y conlr(lrio n
cipe 'l'opíltii11 Clucl'l.nlco:1!\. dcfc11sor de po!ítíc;1s
dentro de [o!- !1os, ::isocindos ;-i 1<1 g11crr:1, :;e convir!icro11 en un;i pr;Íc!ícn corriente en el
Jos s:1c1Íficios hu111:llHJS , y ltllU Í~tCÚl !11ÚS lJe!iCOSíl SU CS{<lc\O
s hun1nnos pc1 íodo cl:ísíco (200 :i 700-900 d. de C.). Un 11n11·íll de! período clúsico, en
\cc:i. Fn n1nho,'; cnsos, l<ls fucrz;:is de };i g11crrn y los s¡icrificio
lcrnlÍnÓ con dc:-;g1nei<1 de Cl_uc!zn!c ont! Y el e1npl<17.<1111icnto 111nya de Bonnn1p;ik, represent;:1 a unos prisioner os dec::i-
1ri 1111 ínrn11 v el cnf1-c1l1:11nic11!0 !;1
posterior Tula
pH<ldo.s n_ ·r<l11!0 en el ;irle de 'reotílnrnc611 co1110 en el <le ln
su ln1ícl:1 d~.sc ·ru!;-i. Con i11dcpc11c1encin de l<ls co1-rclacio11e.s liislóricns co11- 1
En ln últi1n;i époc<l tJz!cc<l esos
rc!;1l~ li:1y rcps1!~ion de órdenes n1i!itarcs '.
c1cl;-is, 1:1'.; difcrc1J!c. s vcrsicl!ics de !i1 leyenda de Ouctznlco nll
con
~ucros tuvieron tlll<l p<irticip;1ció11 prin1ordin! en los rilu<lles de sricrificios
fidclid;1d el c;11;Íc1cr 16picl;1111c11lc niudablc. de ln religión 1ncso;11nci-icn11<l en
lH1111<111os y de c;1nih;-dis1110.
el pc1 íodo p(1;;!(J{1sico. En concordtinci;i con el crrrie11te n1ilit'1ris11iC1 de !ti é¡i(lcr1, los pueblos
1\ jt17r,nr ¡1or !ris rcp1c;;cnl;1cio11cs de !:1 prnpi;1 ·r111n, l:inlo ctnohislú1
icils
pnstcLísic os intcnsificnro11 su l1 ;1dicil'in de S<lcrificios hu nin nos, en cspccinl
cn 1no cscull1}ricilS, los !ollecns linbíi111 1ic1-cdnc10 el con1plicn do p;111lcÚ11 de cu!los con ln gucrr;i (í.Jcninrcs t. ¡g8•1). ,rnnto !;is tl<ltT:icio-
en los 1-clncio11; 1dos
lllS ¡11 itl\!vo~; pueblos 1ncsu~ri;o. [;;le pnn!c<in i11c!uín u1n1 i~1fnld los
s cttllu1alc s y na!urnles 1<lf;H~
nc.s clnohis!ó ric:is cn1110 !ns esctdtur<1s hnllndns en l"uln SU[:iercn que
de dic1'.;cs, p:i11(111os de lodns ; ~ o l fenún1c11o
\ilc.s: cuerpos ;is\rnlcs, llu;'i<l, gucrl"il., c11fcnncd :1dcs, n1unclo de los n1t1crlos, 1·• \lé:insc. por cjc111¡i!n. Nicholso11 !'l7l n. León Po1litl:1 !ll6f\ li. llunl !íl77 (cfr. De·
111 1id;1dcs tc111po1 :ilcs. ciclos de\ cnlc11d,1r io, ele. Pero, en !ug:ii- de. prcscn!r1r 1n:11c;,t, !fJBI. c;,pccí<i11ncnlc pAp.s. 7\.5).
1" Stlh1c fps prol'1c111;1s de bs con1¡1!ic::ir!:is Í11sio11cs c1i!rc divi11id;1dcs n11!ig11ns v
n. J()7fJl. Dnvic.s
de ()uclznlco< ill íig111·0;, hi;,fríricns vénnsc L(ípcz ;\t1sti11 (\\J71). Nicli(>hon (lq'.i/. [íl/I
" !'11cdcn cncont1:t1;; c ini¡1()1ln1des vc1sio11es p1i111;11i:1s de In 1cycnd:1 {llJ77: S'i-7·!; \q79). llcli111:111y {197'n. 7.nn1·.1•iik (!g7q).
Lc)·c111!0 de los
en: S:1h:1gi"ti1. lili. ). c<ips_ J ¡,\: 11noir:s 1/c C111111filitl1í11. FJ7'í: 7-11; n Vé:1sc por cic111plo /\'losci·, 1971.
lll7): l?\-\1: fli.',luyrc rlu 1\l1'cl1ir¡ue. llJ6!: cnps. l0-11; fli.'".t111ia de
/ns 111c.\.i-
S¡/r•~. ;¡ 1\lncHeisli. 1'162: 8-'l.
n1uns ¡inr sus pi11111n1s. c:i¡1s. 7-B, !~H 1: 2 ! 5-8. \lay v;11 i:is ve1 sio11cs i111porl;1111cs. :11111- los ,,JJ:in-
" F.;,!n es unn rlc !ns ,·:i1i;1s l11!r1prcl<icior·,cs :11 uso rlc !ns cscullttr<is de
quc :ilp.o tn1dí:1s, corno 1:t de 1:i~, Rd11ci1111cs de !xtlil.x11clii1! (!!)75: 2(19-85). !':un 1111
Vl'.nsc Nichol- 71"~ de ~1c 1 1lc 1\ll,:í11 irf1_ Coc. ¡qfi2: q)-7).
cx:11nc11 cp1n¡iklo de h1s vc1 sio11l·s, !nn!o p1 i11rn1 ins r6n10 ~cund1 i:1.~
1' ll11ppcil .v qlros. 1'.l)í.
·.c ~ l i h n 1 : { 1:i IH'ln l'J p<ir<i 11nn t • ~ i l de n11:ílisis e i11tctp1el:ic in11c;; de
~r1i (1!)17). \.'(:; 1 1
'· ('_ Í\lilln11. ¡g7\
\:i;, kvr11rl.'l;, de Uucl7:1k!ln \!.
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16 Ceofftey \V. Conrad y Arthur i\. Denri~l
SL' asenlarui, en C!ia¡ndtep ec, Jo11Jc una cordición dl' sus perseguiJu rcs !es
35 los n1exicns fu11daron !;1 ciuch1d hern1a1H1 del norte, '\'\;\lclolco ·lll. Un;1 vez 111:\s
i11f!igi0 Uil<l ;•¡·Lt·•!:inle dc,rrola cn1pujá11dulés a In diúspora . Este uconlcci·· cabe desconfi~1r de: los 111ilógu1íos i111pcrin!cs de ·rc11oclilith111: \us cxc<Jv;1-
1nic:1llo se 1e!aciona con \ns pt in1ltivas nsuciaciune s di.: CliapullL'pcc cuino ciones nrqueológi cns li<1n sncado a la luL niuchos rc~los pri111itivos e11 ;1111bus
ca111pan1cnto del úlliino rey tolteca, l lue111ac. ;\\lí se suicidó I lucn1uc, deses- islas, y lodo parece probnr que 'l"lalelolco cr;1 l;1 1n;ís antiguu dL: lus dl'1S
perado por la dt.:sinlegración Je su reino y por ln diáspora de los pueblos
11
ciudades, con un origen que cl<1la, por !o n1c11os, de coniienzos del x 111 y
tul!ecas 36 • Después de la derrota, !os supct vivie!ltes rne:dcas se rcfugia1on , pro\Jab!e111e11te de 1nucho antes.
scgL'in se cucnt<1, en el estado culhua H_ Cu1110 ya he1nos observado, Culhua- En cutdquier c:1so, a n1ediuJos del siglo x1v los 111exicus cstu[1¡111 ins!:1-
c.it1 csluLa collsiJeu1d u co1110 un centro de sangre tolteca, y las fuentes ínsis- !ados en las dos is!ns de 'l'cnuchtill an y 'l'!nte!olco. Por c.sa épocu se cu11vir"
lcH sigt1íc~vaeol en que, n1ic11lras residían entre los culliuns, !os n11:xi liero1i en V8sa!!os de la poderosa u\ianzn tepnnccn, que: co1!lrol;1b11 hi tic11:1
c;1s «Sl! e111patcn!a ron [os unos con los otros, por VÍll de casa111icnlosi> .ig. firn1e al oeste. 1\1\lc.1io11nc11lc los n1cxica !H1bía11 servido de vez c11 cu;n1du
Evidc11len1ente, la 111igr<ició11 nicxica ha de verse lanlo n la luz ele! en1pe- a otros estadus del valle con10 1nercenarios o lributurios y, si het11os dt.:: Lla1
!1u gciicral de los <iztecas por n.:ivin<licnr la herencia tolteca, co1no de la crédito a sus historias, se lit1bín11 ganudo un;\ repul;1ció11 de fc1ul:Ídad ·ti.
1t::csc1 itu1a que los niexicas liicie1011 de su historia tras llegur ni poder en 1~28. l'v1il.'.11lras acluabau con10 guerreros ocasionu!e s ;i\ servicio de lus \ep<.11\ec;:is,
En esa época, el rey ltzcoatl que111ó todos los cóJicts pri1nitivos y se rcJac- se vieron gradualn1e nte envueltos en los esqucinns pulílicus Je:! ti1a110 !cpn-
l<lr<..H1 nuevos textos históricos y religiosos, en vc1siu11t'.S inás acordes con !as nccn, '1'ezozo1noc:, soberano <le J\zcapol~1!. La pa1 ticipílció11- c11 Li nli;11lLa
11entc In continua usin1ilación y la evolucil)11 cul~
<ulibiciunes in1periales de los Jirigentes 1nexicas (véase inris adelnnte ptígi- tepaneca nce!eró i11dudub\c:1
lural de los 1nexicas. Los tcpnnecns adiestraron a !os guerreros 111cxic<1.s puta
'"" 55-62.
Se on1 in que los vagabunde os n1exicas finulizaro11 con !a fundación ele su posterior papel de in1pcrinlist ns 111ililares y proporcio11t1ro11 u11 n1udc!u
su cupi!al, rrcnoc\ilill an, en una isla deshabitad a de las ciénag¡_1S occidc:n- de sociedad enorincine nle estratificad a que alenlarín Lis ainbícioncs de la
naciente clase guerrera n1exicn.
!;dcs de! Jugo 'rexcoco. El aconleciini ento se produjo en fecha inciertn, en
H. esulta sunHunetilc difícil avcríguar l<-1 naturnlcz:i concn.:la de: !a ::;ocic-
la ¡Hirncia nlitn<l del siglo xiv ' • Se nos dice que unos trece nlJ.os después
31
liios ¡1:11;1 ;1dcc11:irsc :1 stJ v:11i:1lilc ::;ucrlc y :1 su 1;ípid;1 cvolució:1 cu!tr~d. ;\dc111;ís de sus funciones cconó111ic;is y orp.:<1ni7:<1!iv<l.<; los cal¡¡ulti/I co11s-
L:1s c:1:;1ch·1i- :H-iu11cs cu1~·!:s '"'l!o v:1ld1<Ít1 pnr;1 un 1no1nc;ito dclc.11ni11;1do. lifuí<1n cicr!o tipo de gl'upo de pnrcnlcsco. l''-lllcs!i-:1s fuente:; del xvr, !os c:ro-
Sin c1:il¡~n. d;1dn !;1 :i11sc11ciri cnsi !ol;i] de. d:lloc. :1l'qu,_:ol(í¡r,íc0s de i111por- 11i;;L10: csp;1ííolcs, Sl~ 1110;,lr;1r-on h;1s!;111[c pc1¡1lc:jns soh1c 1<1 cxnc!;1 índole ele
(;11H:i;1, i:i c1 de 1:1 cv(duci\Íll n1cxic:;1 slilo p11cclc !c1111:-i1sc en fé1111i11os l;1 cs!1uc1ur<1 ele p;i1-c11!csc:o de los cnf¡¡11fri11. J\lnnso de 7.ori(a cxn1 11i11t.1 el
li\il)' f:1'lll'1 ;des !,:i :·i(t1nciú11 se ;1gr;1vn r1l'111 rn:ís n criusn de his n:it-r8cio11cs
proh!c111n, ohscrv:nl(_lo su p~icl de pnrcn(csco, nsí con10 su.~ oln1s funcio11cs
r¡11c l ('11rl111c_k·11 )ns 1 ;¡;;¡_'.(l;; dr~ i1~;f(ucQlCS !C!l1pr;i11ns y !ardÍns, .Y <1 C<lllS<l ele vecindad en gc11crnL de tt11idndcs t1 ibula1 i;1s y dc111fís u_ /\si111is1no, n1111-
dt_: 111.<: i1dclo~; de los p:c1~g'.disl< c::;laLiles de! siRlo xv de crcnr prccc" q11c los cnf¡nrf1i11 cr<ln grupos c11dógn111os uniflcridos, tcnínn en ~ip:rct1Ííl
!.kt:i,:'' !1ic;l1'11icus n j1:;!ifc~ns n!cpJíric:1'; p;irn el n11cvo 01dcn irnpcrinl. jcl'tl!CJUÍ<i i11lc1 n;:i. f listnriadorcs de! XIX co1110 ~·lc_ngt! ( 1877) y l\:indclic1
Í'-J;, r_:l1 (:11\f\', ln.'; C';!11dic1':os lllüd:_:¡¡¡os h;111 podido orrcc-cr c:irnc!cri7.11" (187R, ISRO), nd11jcron que se l1ntnbn de nulénlicos ch111cs. pero !:1 cs!r;-1fj,
1_1111,·:-; ¡-:1·11,_1:d:·'.; de 1:1 socicdc1d ¡i1ci111pc1i.-i 111cxic11 ;i trnvc~s dr: un cnfuc¡nc fic;ición descr iln poi- lns rncnlcs no se ;i,iusl<1 n !as dcfinicioncs co11vcrH:in-
\!111::t1H·11!c ciiiico de l:L'; [11c11!cs p1i1n;i1i;1s 'l E:;los <t118!isis de In tc111pn1n;1 1i;-ilcs de ur1'1 csfruc!ur;1 de c!nn. Unn solución ;i! prohlc111<J, que go?.;1 dr
';( 1c:Ít'\L1d 1cxi~ des': ihc11 i11v:1i-i:1blc1nc11lc u11n institución p;irlicul;ir, el ;1¡11p!i;1 ncrpl;1ción, ¡n-opucstn por pri111rr<1 vez por Kirclihriff (19'Jl)). r·o:: que
(; 'tin en ¡il1:1:d). cn1110 cc11!ro de lt1 vida n1exic;1 11 . El caf¡111flí el ca/¡111/li co11sistí<1 en nn tipo de Hcl;111 cú11ico)): un grupo fl\!C cstnh;t
c1:1 \;1 u11i,]:¡;] h(1'.;ic:1 dl'. Lt ¡ic1lcnc11ci;i soci;d en ln p1i111ilivn socicdnd 111c-
i11(c11cl:1c.ion<1do, nunq11r poscycr<1 U!1<1 cst1·8tificnció11 i11!cr11:i de n;1!ur<1!cz<1
.,;1c:i, nsí (_i_'ililC1 l:i p1ir1cip;d 1111id;1d 1cs-idcnr_:i:d. /\ 111edi<1dos dc.I xrv se cil;i11 licl'cdil<ni;1 ~ . 1
q11i11cc de c::1;:; 111iid:ldcs (·.11 l;1 !L1111;111!c c<1pi(n] n1cxicn, ·rc11ochlifl;111 '°'. !.os 1\tlc111:'1s de !n cs(r;lfiíicncirl11 ,<:pci;il y r:'C(1ic~ c11 el i11fc1 inr de !os
1i:!ci!1h!l\S 11 c11 cc1111l'111 !;is (Íc1t;1s drJ cof¡¡ufli, que crn11 i1~tlc;!s. caf¡iullin 111cxicns, l;in1hié11 lir1hí;i dífcrc11ci;is entre ellos. 1\lgu110'.; cr~1 111;Ís
n1111q11c n 1·;HL1 f:1111ili:1 se !e :1sig11:11in e! usurruc!o de un clc!cr111inndo lrozo p1c;-;tigiosos, 1icc1s y poderosos qi1c oll'os, y se 11os dice que cicrlos caf¡111fli11
de tic1r;1, q11\' se l1:111s111ilí:1 ~ s11s licrcclcros con l~d de. qt1c f.slos siguien111 poscí;111 ni;ís !'1cr1-;1s y 111cic_11cs'11 • En nlgunos cuf¡ntfti11 de !n époc<1 in1pc1i;1!
c1illi»<11HI\' jy- r': 1ccl:1s d{~ ¡i11_1picd;11J cu111(111 tr,. J.os cal¡niltin scrvín11 tn1nbil:11 ----y nc<iso <111(c1'i(lr111entc----- npa1Tcc u11n cspecirdizrición del trnhnjn, que scg11-
rt111H¡ 11111<..i:!dcs 01¡;:111i:>.<1li\·:1:; p;1rn 0!1ns funci()11cs: c:id;1 b;llTÍo cal¡n1!!i 1n111c11íc <1c;i1Tcli difcrencins de riquczn y podcr-~ 1
. Lns diícre11cÍ;1s cnlrc lt1s
¡in:;cí:1 .c.11 jllllpÍ;1 r.<:.:c11c!;1 y su propio !cn1plo, y los p,uc11eros del cal- caf¡nilti11 se :1gudiz.-iro11 co11 In cs!n1clur:i i1n¡'c1i;d, por ;;;11pucs(o, pero c11
¡1,,lfi l1:thi.dc\~ h..1cli;il\:111 ju11lu:::. c11 un cscu;1dró11 ~ 1 . el sip,lo xvi ¡11c1b;11Jlc1nc1l!c cn1n 111uclio 111(1s !i111it;1d;1s.
F11!rc los '111liguns r11cxic<1s e! p:1pc1 de los jefes. nsí cnn1n !ns difcrcncins
"1':11:1 lw; f11cilics ¡>1in1;11i··· de !,is nicxicis p1ci1npc1i;iles vé;isc !a no1n )7.; pnrn
de cl;isc, er:i11 111uclio n1cnos p10nci~dos que en e! período in1pcrin!. l.:i
1:1'; f11c1:ks •q r1¡d:i~s. no\;1 11. !'ni- dc;g1;1ci:i In 111:1yor p:i1rc del n111!c1i;tl p1inin1io
y .~1 i1it•:11'1·_·f;1ci(111 -s-c 1cfk1cn ;t h n1i~:Kl', !n e1q11ologí<1 o !ns sccuc11ci;1s di11t1s·
111:1ynrín de l:is descripciones nns pi11!8n unn socicd;id rncxic;111n pri1ni1ivn
liu1s :·,i:1 ( ,,,¡,:!1('.(1, i\·\;11IÍ1H'?. 1\\nd11 (!CJG·l). !l!ay {JlJ78). Cnslillo F. (1977.: !9-·Hi). duindn de nn(;--¡h\cs 1-.-isp,0s dcrnoc1fi!icos: el jefe del cnfpulli crn elegido por
!J~1\'¡,_ (1'17)1. i;;i11. (l':JG(1: 17_).f) y ¡ios.,ini). Cnso (!Cl5·1), Uchrn;1ny (1978). Znn!wijk 1111a ;1.<;;11nh!e;i gc11crn! ele los lio111hrcs de! co1nt'111 (111occhualri11) y riscsorndo
(ll)l1-\. i·l"/(;), !·'.u111Hh (1()79) y vi1u~ cs!11dil1suo; h::ii l1:1!:1do de car:1c!c1íz;ir !o5 nsrcc- pnr un co11scjo ele nncinnos 'l. Se dice que un co1L,cjo de estos jefes cll'.gid(l::;
lus d1: ]:; ¡:1í1,\i!i<.·;1 ctil!111;i 111t:.\ÍC:1 y. c11 rdgu11us c:1;;os, de co1npnr:1r lns in.'>(i!ucio1ics
r1:i>¡Tk~ cni1 l;1s i111pcri;ilt;.<:
"!l:1y :'n:1il'i'; r.::,;cr.::lc1l{c:;, :1ut:q11c :-i!r,0 cu11l1;1diclo1ius. del crr/¡¡¡11/i: l'v1orcnn. 1931: J'f1scín Sii p1upi;1 diviníd:id ¡11plcc!Ür;1 ;-i ln q11c se 1iiln!!nlir1 c\llln en esos lcni¡ilos de
:\1(1:i71'1" 1')111: !<:i1chiiuff. 19'.í9; C:i.~o !96}; Carrnsco. 1971; l\nl7, 196fi: !17·21: ho111io_ í'.:01i!n (19 1!1: 111-12) y ['oin;ir (19,1!: 2q) exa111ina11 !ns 1ca~;5 de !ns jÓ\"C!H'.S>'
7-~1r·.'ik !fJfi'i, 1qrif1, l97G: C;\stilill F., !')72: 72-7 y ¡wssiu1. Si11 cn1h:irr,o, son tnuy del cr1!¡1uffi. donde se iL~lr1í: ri l:i juventud loen! en !oda-:; bs mrilcn.~ Cnstilln r
i'LH :1s l;1\ fucrilr::' p1 i1n~ i:\S q11L' ::e oui¡rnn Cllll O\lll[lii111d de loo; cnl¡nil1in y 1(ldüs lns (ICJll: 72-.l). l<:1[z (19fí(i: !!7·21) \' Cnr.-i~co (JqJI: )G).R) p;isnn rcvis!:i n 0!1;~
cinr,!1i';l(l1hdl11•:s -~e :11ic11c11 í1111d:1111c11rn!n1c11le a !;1 /11c1•c y S111111i1i(1 l?c!ocirín de llll!Clins Ílll1t:i01l('.S de J:i t1Íd~ crrf/J1i//i.
7.n1i1:1 (f\)·11). c11 c::¡1u:i[il n f;;:; ptq;s. fl[i.fHJ. !l;1y i11q101lon1lcs 1cfc1r11cias dise1nrl;~
'' 701 i!;1, 1g,¡1: HG-'10. 1f1-12. y ¡mssi111.
Jl"t <1! r :1•; f 1·:fc~ y C:11 i :1sco ( i ')0 7) 11:1 cu1llpil;1do 0!1 os 1nniu i;iles de! xv1 n::l:1ciun::d11s " 1\!gL111\15 n1d1c1¡Híl()gc_is li:111 ;icepl;ido b p1upt1i:.<:f;1 de Ki1·i.:ld1off de que !Ps caf·
COI] I;\ n:ti::1:1k/:1 del Cdlf 1 111li.
¡'11/1i11 cr;in "clnncs cónico;,,, (ror cjc1np!o. Sr111dcrs y !'rice. l'lGR: 1íG: \Volf. 1g1q.
"Tc:1,·n1110c. Í,!iÍuico 1\fr'\'Í(n.1·01!. ICJ7'í: 7,j.')
1)fi). pcrn In n;1(t1rnlcn1 de lo~ cn/¡¡11f1i11 y de ln oi-Rnniu1cki11 ~0cird incxíc:i cr:in rn
"/,n1if;1, l~J.1: f\f¡.f\_ L:1 si!:1;1,:i(i11 de b ¡>1opicd:1d de l;i licrrn :1¡.:11-c1t!c1nc111e cr;1 1c-.1lidnd 1nfis ¡n1plej>.~u corno li;i dc1noslrndo Cnrr;isco (\C/71. ¡q-¡G: 19-16).
r.:,. !:,11(c C'!1rli,~:;L \10: 11sc bs f11v:\les secund;11 i:is ci!ad;1s en );1 11oln '1,1 pi!rn 1111 "'Zoiil;i, !9,i!: 87; Cn11<tsco. 197!: 366.
1'3
c\:111wn 1n:'~ ;1 írn1do. " 1\l(;1¡;_{l11, !C)·l9: so.!
Sd1<1f',Í11 (lib. 2, 1\p\'.1Hlin::. l(l1Uli9: pi. 1, p:írs. 179-0íl) dc.~1i!J el !rrnpla del -'' \-\:;1se 7oril;i (¡e¡.¡ l: F8-9f11 ~l'1c J;1 cleccirí11 del jefe a11ci;1nn y el hecho de que
"rt!i. li::1:Í;1 (liJ,_ 2, cn¡i. '.i, i'H)7: vol. 2. ¡1 :í¡;_ 50) nfi:-11101 illcl11so q1w cndo1 colp11/li
11n se lon1;iL:1 1i¡~l;t rkci,i611 sin c-c111::t!Í(;11- ;i !Qs olrr:i.' :u1ci:1110.' del co/¡1111/i.
Ln expansión inqierial nLlccn
Geoffrcy \\I_ C'on1aJ y /\1thur A. De11ir11cst
candid;:itos elegibles p:_ira el caigo Je jefes de cof¡n1lli tcnínn Ltue ser n1ic~
b1us de Jctcm1i11aJa [a11iilia del rnlp11//i
51
. Esta estipulación i111plica que la teca 57 • Co1no hcnios visto, la política exterior Je Culhuac6n se basaba en
el tráfico de su p1estigiosn ge11eal"ogía. Según s¡,; cu~1La, la ciud<ld l~s dio
jt.Jatuia era en grnn 111eJida !ii.:icditarin, lo cun! concuerdn con la Íiidole
un príncipe sciniculhun, J\cainapichll i, que fue el pri1ncr soberano o iluioo·
c:-\1;ttific<llL1 de la esli ucturn de !os cul¡iultí11.
La cniaclctística ll1Ús i1npott<n1tc Je! culpulli crn, sobre lodo, su flcxi· 11i 5ª, de 'renochtillan . Por esas 1nis1nas fechas, nproxiu1nJa1 ncntc. !a pode-
bi!idt1d. Su naturaleza 1nultifacélica le penni,tió adccunr sus funciones a !os rosa alianza tepaneca concedín un sobernno a Fr!atclolco, ciudaJ ht11nalla
9
rtípiJvs can1bios sociales. Su estructura fluiJ<1 le perinitió n!Jsorber e integrar de 'I'enochtit!an , al uor\c de tn isla natül 1nexica s .
u nuevos e!c111cnlos étnicos y socirdes y, a !a invetsa, facilitó !a n1arclia Je En las fuentes apnrcccn lns Cü!llraJiccio ncs linbitualt.:s, y la venladc1;_1
<HjuLllus cuyos deberes o an1bicioues estab<Hl en olta parle. Ln estratifi- histori_a del cainbio <le jefatura n (iua!cs del x1v sigue estando confusa. L<1s
cación in!c111a de los calpultin, aunque quizás inicinln1ente fuera !i111i!<1da, referencias ni pri1ncr tlaloa1ii, Acan1npich!li, so11 con!r_~its, ln11lo en
pc1111iti•5 in;ís adclnnte la fo11nt1ción de una cstruclu1a de clase que se trns· lo que se 1cfleie a su pasado co1no a su cOtHlición Je gobcriiante w_ Con10
\apó con csltis unidades l1;n!iciu11a!cs. Aun así, la estructura tlt::l ca!pul/i \os 1ucxicas de ainbas ciudades crnn tributarios <le /\2cnpolza!co , la cnpi!<d
b1 illdó a 1nc11u<lo la posiLiliJnJ de una n1ovili<l11J social, rasgo crucial tras tcpnncca, parece que lo n1;ls ptobriblc es que sus a111os Je tierra fírine i111pu-
In 1cpcnlina asccDsión <le los 1nexicas en l,128 (que ocasionó u11n necesidad 61
sieran n \os 111exicas los nuevos gobcrnnntt.:s . Pero l<111lo si fue solicitada
u1 gente. y 1cpc11tiua de persona! para ocupt1r in11u1nc1¡1b!es puestos burocr<l- cotno i111puesla, csln nueva capa ~upcdor de Uirigcntes rcptcsenlÓ ot10 pnsu
ticos). La toler<l!lcia organiz;itíva del cafpullí cori respecto a la 1novilidad en !u e1nulación 1ncxica de sus vecinos inris ndelantndos.
social resultó lanibién esencia! para Ja niotivación inJividual en épocns pos-
tc1 iorcs, cuanJo la ideología in1perinl ofrecía la reco1npensa de 111ejor condi·
1• Un je[c dd inltico puís nulo! de /\z.t!an llanindo f\1oc!czunw (TeLOJ.01noc, IY75:
ción socisl y 1nílyor riqueza a quienes se dcstncar:in en la guerra y el 15). su ptitncr didgcutc en ln 111ig1aLió11, tv1cxi C!uddiiuhtluio nné (Ti:LoL01noc, 1:175: 23),
COll\Cl CÍO. y nlgo 1n{1s udclan\c un 1cy sacer<lotc Cuaul1tlcquclH jt1i ("!"c1.u2u111oc, 1975: 36·7) son
'ranlo por su f!exibl!id;1J general, con10 por sus caraclcrísticn s espcci 111e11cior1UJos en !n Crónica 1\Je.xicayulf corno dirigentes Jd pe1íodo de la ndg1;H:ló11.
ficas, dio la c;__isualid<ld de que el cu!¡Ju/li, ut1iJ;1d socin! brisict1 de !<1 socicUad tv16s (<'.lrde, Tczo20 11 1oc (1975: '\6, 60) Jcsc1ibc n un lluitz:ilihuit\ y 1111 Tc11ochll.i11
con 1o gobernantes muy poJuosus. Esos no1nbrcs a¡H11ecc11 11silnis1no en ol1 t1s niuchus
nicxica, se <<t1cL1pliilJ<l p1cvian1cnteJ) al pnpc\ i1npe1 ial que se le confindn
fuentes, y lluilLilihuitl y Tcnochn, por lo n1c11os, son pioliaLkincille dirigentes !iislÚ·
C!l!ie los 1ncxicas. 'J'¡unbié11 cu11slilui1í<1 posle1ior1nen te una institución Júc· 1icos rt:nlcs de 11lglin tipo. Aunque leng:unos que desconfi<n de lu HlLlriipidución de
ti! e11 inanos de los arquitectos di.:! sisteina iinpcri;d Je ·ren0cl1ti~. esos re!utos por los li~to1aJu¡es iu1perialcs poslcríoies, ¡iaiccc que c11!1e lus 111cAicas
A íi11n!cs del siglo x1v, si no <1ntc1iorn1cn!c, otro nivel de esl1uc!u1a hnb!n surgido cietlo grado de !ide1uzgo i11Jividui1! nntcs de su 11se1itnndcnlo t.:11 Tl'.11od1
política se superpuso n los houiliies del co1nú11, los n1ucc/1uulti11, y a sus litlnn.
11 En renlídad, !as fuentes ci!a11 fechns 1nuy difl'.rcntcs pnta In supc~(a subida u\
jefes de cu{¡nilli. llny iii<licios de que ya antes de estnblecerse en 'le1ochti~ trono dl'. Acun1apichlli. Duvics hn detu\!:.iJo y annliz.n<lo todn la gn11ia de esas fue11les
tlun existía entre los inexicns un alto grnclo de liUcrazgo. Según los 111itos ( t9JJ: 200 J).
de la niigtaciün, cuatro teun1111nas (po1taUotes de! dios) i1iletp1etaba n los 1' El Lítulo Je 1/afouni significu lilern!nienle 1<cl orndo1H, ucnso co1110 reniiniscencin
dc:scus <le In divinidad protectorn de: los 1nexicas (l luilLilopocht!i) y trnns- de épocas niás nn!iguas en !ns que quien dcse1npef1n\Ja es le cn1 go ei a 111e1-<1nH:nll'.
5
11
JI.no/es de Tlatclolco, !9·18: 1G·8.
Je los cuf¡iulii1i 5 , Y Lis historias i11dic<.1n, en efecto, que algunos dirigentes "' Por cjc1nplo, pudo huber sido de Cu11lli11chíln, en vez dl'. Culluwcfi11 {l'. gr TeLO·
-zuuiuc:, C1ónicu 1\li::..icdyuil, 1975: 8'!).
11
Zorita, 19·11: 90. " Estn rcluc:ión triLut;idu qut.:Ju ulisoh1ta1nuitl'. elata en lo:; 1\110/e::. de F!utclufcu
1' Tt:zoz0iuoc, 1975: !8-19, 2!; Dur;ín, lib. 2, cnp. 3, !967: vol. 2, pfig 30.
(19·18: 45·7). En dios se dice que el prí1ner gobernante de TL1lt.:lulco {Epcuuatd11 o
11 1 íny nun1crosus 11.'.fl'.H.:11cias a «c1pilc1nL's» que di1igk1u11 b niigt:ición 111exica. Por
()unqunuhpilz. aunc) fue un hijo del 1-cy lcpunccn, Tczoz_oinoc, y se describe el puga
c]ctu¡ilo, l listoria de los 111exic1111os por sus ¡1i11furi1s, caps. 12· ! 3, 19·1 ! ; 223·4; Origen de tributo ln11to u\ gubernnnte de T1<1!clolco co1110 di1cc!111ne11lc. a Azc;1pul:rnlco.
1-lc lu::i 1uc:..ic1111os, !94 i: 265.
Ceoffr ey \V. Conr::id }, Artliu r A. De1nares{ ~ir ·L, "'""" ión impni nt wcrn
.¡ 7
l
y· tiJaiitliSlui<loreS.
'\!ii ¡ ~cos1ulógi rne:oa1nerica110 d~el
1nayo1es o sc \(desd(
n1c1Cudctcs, Lliróc~aS ~:· ! 1tu1nbos 1 1 czca\\ipoca se solapo con otras Jtvl111daJcs
Así ¡JLieS, a COliéDS
1
J~I s1g10 Xv,_él r;ui)é:I de ¡'os !nexiC¡¡J co1\10 VaSallos
~-1; •¡Llói): al dios Xipe se le Hnina el rrez.callipocn
rojo dt.:l esle, el ·rc.1cal\ipu,
nu~cros c~ilbos c1l succs ivnine nle 1-:..
y nlL1(!os de L.1 hcgct nonía lepan eca había prü\'Ocado &\ 1 1i~Ll<Jnco del ocsle era un aspec lo <le Quelz.alcoatl, y así
n1exicas. '1"udos ·estos cnn1- 11 el viejo pante ón incsonrn
la esti"uctura políti ca, social y etonón1ica de los fé: inedi Ja que los puebl os postc!6sicos reclnborni-0
de cul¡iuf li11, nl tlcinp o que vnried;1d y coinp lcjidn d st
boS erosio11riro11 el póde"i Uel sis(elna li-adic!o.11al l"Ícnno, lnn1bié11 cxtru jcron de entre su i11fi11ila
\n nHcic nle noblczn gucrr crn. :i'
profcsio11cs, !us Jinusl fns, 11
fo¡ lnlccfon el pupe! <le In gucrr n los tribut os
y1
.. \H·opios dioses µrotcc \orcs. Se nos dice67que !;1:-;
l sus propi o) p;¡{¡ul
í(\' ciudnJes estad o y has(n los calpulti11 nH.:xicas tc11Í<ll
!?efa,: iJn dula gcncnl ogfo y fi/w~. 19·1!: 25!.
s ·'·-¡.¡ nador cs divino s.
!22"L C!nvij eio pone de relieve los efecto
•l
11
Snhnglír 1, !ib. l, cap. 1, 1950-69: pt. 2. ptíg. J. díverso s. SeglÍl)
na!urule z.a <le I-iuitz.ilo- a In cornpl ejidad de la ideología, adoptaba11 qsp~cto niuy
11
Para reciente s interpre tacione s de la comple ja y confusu
Zunlwifk (1979), Davies (1973: 35·8), López
pocht\l, véanse Uc!una ny (1978, 1979);
pnssini) . Brother slon (197·1), BrunJa ge (1979: cap. 6), Cartasc o (1979)
Austin (1973, 1
' Costilla y Torque1 nt1Jn, nntes citodos.
y t-lichu!so11 {!971 a: 42'5-6 y passiin) .
¿\
, l' I ,
50 Cleoffiey IV. Conrud }' Attlntr /\. Derna~t 1!1fexpünoión impC< in! ozlcC' 51
el co:dex!u sugrndu de lo ufrc11do, !n vfclin1n podíu ser dccapilHdu, qucrnaUn, ¡'~!:El componen le n1i:i1niisln del cuila snc1ificial nos i1_1ducc también n sos-
<il1ognd~!, cs(ru1iguLH.L1, despc!j~1J viva, despeííadu desde una grn11 altura, [péchnr que !a co11stn11te pugna entre !os es!ados del /\1cxico Cenlrtil Influyó
111ucdrt e11 coinÜ<tte rítu;d o por innníción, e111pn!8dn en un potro y nsnc[;1d;_1 ! fr~,l.e';di-o! y ln. i111cnsificación de !os sricl'ificios hu111:inos. Ln víolcntn
con ficchns, o podfu:i ap!ns[111 le !a cnbezn. Un fraile cspafío! que nco111pn- ~,!npcti·10 entre c1ucl<1des-est::ido dese111pcñó, p1~obci!e.-nl desde 6pocn
fíabn n !ns lropus de Cortés describió ns[ lct fonnn n16s corriente de sncri- p~·e\o[tcn, un pnpGI !unJzl!ncn!a[ en la elaboración de todos los nspcc!os
1
fic_io pt'1UHco. ~ ¡ qei !a religión de estado. Los cu!tos sacrificiales rni!Hnrislns del Poslcl6sico,
\ l~1s• <livinidades pro!ecton1s regiun'-lles y h1s genealogías toltecas se111in1ítícus
Te-11ían nqucstos nutura!cs ternplcs 1nuy grnndes, y encin1a tlna cns8 <le j,tn~icu que !a ideología era una parte de la lucha por e! poder tan ir11por-
or ució11, y a ln e11!rnJa de. la puerta, .in poco nnles, !enfrin puest<i una piedra ln111".1tomo la fuerza 111ililnr y ecu11úmica (Cf1, Demaresl, 1976, 198'1)1 Eu
liajn, hnsta lti 1udi!lti, en donde n n1uj~res o a ho1nbtcs r¡ue hacían sacrificios , :t;~1)!adr y top10 veren1os, fueron las innov<Jciones icleo!ógicas de !os n1cxí-
n sus dioses, los echab<in de espn!Jas, y ellos n1ls1nos se estabon qúeJos, n bt.~';)as qlle ti la larga les ~Jropcina ventnja sobre tinos vecinos 111Ds
du11dc s;dfn un Sace1 dok. con t111 11tlYd]ón t!c piedra que ci:is! nd Coi la bu nada,
ilccl1u a n1Ú11c1a
líl pst(~
de hierro de lnnzil,
con ílquc!Íh nnva¡n le nb1ín por
y Juego
de! corazón )' se lo SLlcCJbLl, sin que In persona que ern sacrific;1clu
'¡ ~J,\
~f1 1 solida, 1\t1i1que h1 i11stitución del saci-ificio hurnano fue [ui1Üil1llclllal c11 la rcll-
dijese pfllubri:i; y fuego. l11 qtle o n lr. que ero, nsí nllie1 los loS ·arrujnben por
~1Y{é!iJ-le
siglo x1v, la esca!8 de estos s<icrificios era bcistunlc reducida C1l
!ns escn!en1s abójo, y lo (uhinbriti y hacínn µcJa2üs Cor1 gran ciuelclucl y lo !, con .!ns ln1oci~s
1 ~lnp.i:có 111usivíls d.c. la épo~a iinpcrial nz.lccn. Es
us:-dJ<111 en !io1 nillos y !o con1fn11 por 11n1njur inlly su ove, y de esln rnn11ern · i)l·oliab!e que los 111cxperlos n1cx1cas no sncnf1cara11 sino unos cuantos ccn-
lt:1cfu11 s<icrificius a sus dioses 75 . ;j i 'ttllares de vícliinns ni año. Los S<:1cri[icios hun1'111os y el cDnibnlisrno rituo!
J
! c~ebí<:Ío ele producirse so!an1cnte con OC<lsión de ¡os principales ri(os rc!igio-
No es nson1broso cj{ie tales sritrificioS, y e¡ cii11ib<l!isii10 ritu<il conster- ~,S0t1el. cnlcndndo s8grndo, y quizcís después de in1po1 (antes victorins 1nili-
n;11;111 :-1 !os co1H¡llistaJor-t:'.S espalío\es. Pero c11 el PoStclcísico ~fardío ;:il pnre- t.n1·es. Prob11blen1e11te, entre los pr-iinitivos 111cxicns la rnnyoría ele las pequc-
ce1 habían sido aceptados con10 una pnrte necC.sai-ia lle! ritual religioso. La Í'ítls cere1no1lic1s, rilas do111ésticos o cultos ele los caf¡niltin iban nco1npnfi.atlos
n1;1yudn Je lnS VCrsiohcs clcr la tnitologín á?,(ecn ¡)Cistcriol· sostienen que el ijÓro· de snhgrfas y de sncrificios de nniru<ilcs. ¡\ co111icnzos del xv ncnso se
p1upio sol y lri pro¡}iH luna fueron crenclos por 8c{os de aulosacrificio d!vi- lu!Cnsifica1-on !os cullos en 'J'enochtil!an a c<iusa Ue los iniciales éxitos gue-
11u n. Los s;1c1ificios hin'nfl.¡¡oS del ljoslclásico ·ranlío han de enlcndc1sc des-- t.i'.ei-os de la éfir(;, de una t11;¡yor cif!uencía de c<Jutivos y de! crecicnlc in!crés
de el punto de visln del slslelllü de crcc11cinS y de[ eluborado rilunt que lra11s- ·¡ 11·o·i- 1ll!1<1 religión esU1!n! y u11 1ilutil cncnn1inacio a enallecer su prcs!igio. i'~o
niul~1hr esos actos carnales en ofret1<las bendecidas 3 l!noS dioses siC1upi-e (Cabe <luda, sin e1nbnrgo, de filie antes ele los cénnbios gener8!iz8dos de 1·128,
n111clll\L:lldcs. En h\uclia~ cerehio1ii<1s conct:elns del c!c!o del ctilendntiu,· las ; ll!!l<l Ideología inexica ni ningunn otia religión cslat;:i] ele l\íeso;:nnéricn Habín
víciin1;1s saci ificiulcs enJti e1i realiJHd personificaciones del dios, y n n1e11udu !l P6Jiclo co11forrnar los actos sncriíiciales y 1~ cosn1lgí~ religiosa en un culto
vestían cun10 la divi11ldad a ln . que había que prbpiéinrse. En rnuchos rilas ':i l¡11pCdctl!stn uniíicndo. Sólo después de ln fu11nulución ele ese cul!o, bajo ln
se ticdaba a lh víctin1::í coino si fdera e{ n1ist110 dios al que se eslabU lion- Íf-,f1 d < n 0 . ' i í l 1 ~ · ¡ 8 r o t ~ - p . 1 a d i v H c de los , s c i x ~ n 1 1-luit.zilopochlli, pudiei:on
ru11do, y u.'::lf se le clitigfn Ju palnbrn 77 . Incluso en el culto uiilitaiis[G ele ofren- !,_tt,· ~?:·cer provcchosss o justificnL!es las cé1r111cen<ls r11<1srvns del pcrfodo ¡¡n"
d;¡ de corn:z:o:iCs, 1 e\ gueitcro victo1luso se dilig(a <l su cautivo· con10 a u11 L i~ peri<JJ,'
1
•;b!~cis
i\ hijo, lr¡d{i11dolc con gr<ln respeto nnles de sacrificar n !os dioses el corazó11
del guc11e10 cx(:-111\jc:to 78 . Esos gueneros cupluindos se consiclct·nbnn !a Jncjor
ufrcnJ;,1 pl'",iblc c!l ln tnayoría Je lns cc1euH111ir1s.
1¡,_ l¡i,, ele trans[orninción
r¡J ''·'
': .l·0
'¡f
1il1d
' 1 1\guiL11, 195·1: 90-9l. !!11' Coi110 hen1os visto, los n1exic8s habícin sufrido profundos ca111bios cultu-
" \', gr., Lcyc11du de los Soles, !975: 119·22; S11liag1l11, lili. 7, crJp. 2, 1950-69:' ::·:¡ rales <l fi11nlcs ele! siglo x1v. Bujo la [u(e!n de sus vecinos, ni<Ís ;:¡sentnclos que
pL !3, p6gs. 3-fi; llisio1in de/os n1c;:icouos por sus ¡1i11fu1us, u1p. 7, 19'11: 215-Hi.
>1 L:!S p1i1H.:ipaks cciC111ul_Jins Je lus s;1ulficios se desc1iL:e11 dct,dlndaine11(e en S:dw·
•.:
,~¡'; -·~_i,!\1 <i su,.!radiclonn! cstructui'<1.caf¡n1l!i11 se 2g1cg<11on nuevas_ ínsUtuc.io11es
g'1;111 {f.11 espcci ¡ c11 ~¡lib. 2,' ·¡950.~ -Pt. :l) Yen In Jj¡sró~ic! de las Ii1dioS de tJue1 c!" 1
r .{~0lí!n Y socinles .. Los. nuevos diilgcnles, el tlatoa11i y !os pi¡'.(lfin, obluvló-
E.'-J'ii'"id, d..: l!\l 611 (lih. !, 19ó7: vol. 1). run ¡ 1111pot·t<-11des v1clor1ns pnr<l los 1ncxicns, con lo que se increr11c11(ó e!
7J ~-,'.; pc1pcl de. L1 g1_1cri:1 y !us (1-lln:!ns c.11 su cco110:·:1í;1 y obluvic1on en 1cc>Ji11-
52 Geoffrey \V_ ConrnU y A1llH1r A. Denrn1c.st
La expnnsi6u impe1i1tl a:decu 55
pensa ]3 prop¡cJad Je algunas de las tierras conquistadas para la alian:la
al rey Je crexcoco y desterrando a su joven .hijo, e[ príncipe f'.~ezahu¡1\co
tepaoecn. A co1nie112os del xv !us 1111.:xicas casi haLínn alcanzado Ja_ condi-
yotl ª~. A pll! tir Je entonces la liegcrnouía de cl'e2ozon1oc no conoció riv1i!::s
ción Je aliaJos Je los scJio1es tcpanecas de 1\zcapotzalco , en lugur de sirnples
en el valle. Pe1-o, a diferencia de los poslcriu1es guLernantes Í!nperiales nic-
vasaHus. CoincídicnJo con !os carnLios políticos y econónlicos, la relígión
xicns, 'feL02on1oc no se tornó ln n1olestia de legitiinar su poder a través ~Je
1nexicu se hiJ.o nifis 1ni1ilarista y adquirió un carúcler n11ls estatal. Su díos-
un linnje tolteca. Su nu1c1oestado carccfa, udcinás, Je In cosn1ologfa iniperHll
h~ioc lluitzilupuch tli, antaño una divinidc1d oscuia, evolucionó hnstn conver-
unificnJoin que inspirnrín la JurnJc1a expnnsí:'in del iniperio nztecn. 0lnda
tirse en una deiJnJ protectora del Eslado, aunque por el n101nento no iinpre-
tiene de Sürpit!ldt!l[C , pues, que el reino de cf'C20ZO!i10C Saltara e¡¡ pedalOS
s(on'd!<l en exceso a sus vecinos del valle.
Iras la muerte de éste en 1426.
Pero In estructura estntn! de 'fcnochtitlan no era sino un pte-
11ucic11tc
Los ncontecii11ítnlos que se suceden desde 1426 n 1·128 son bnslon(e
sugio de la incxoraliie potencia í111periat en que rD.pldan1culc iba a convertirse
confusos, tanto a causa Je Ja con1plejiJa<l de las intrigus que siguieron n. l,n
tras la cai<la de. ALcupotzalc o, en 1428. Antes de ,::sa fecha sus nn1os tepa-
1nuerle de 'I'ezozuiooc, cuino debido a !ns narraciones contruJictorins cjt\e
uccHs Jii11i!<1ban el poder de !us niexicns en los asuntos Je! valle, la porción
nos han ttnnsinitido quienes pi!! ticipa1on en: la lucha por el poder. 1\ la
d~ lt ibutos que se les usignabJ y sus posesiones en las tierras .conquistada s.
ruuerte del rey estalló en Az_capotzalco upa guerra de sucesión, _qqe finnlí:uS
[,!ás aJc!ante, el desüriuUo de una L.JcCÍÓll nnti111exica en la curle. del rey
cuanJo un tal tvíaxtla se apoderó del trono y, con él, Jej cop!rol de la
te¡inncca Tez.ozon1oc, a con1ie112os Jcl siglo XV, puso de relieve la existencia
alianza tepaneca 82 , Poco después Cbin1alpopo ca, el ilutu:uu" ¡nexica, 1urit~
de; esas iiinilacioncs. ;\l patecer, ese grupo proµugnaba la <lest1ucción de
por (,causas no naturrdes)). Li'.ls fuentes no concuerdan en lo que a los rcs.pon-
lus incxicas, a quienes consideraba peligrosos advenedizos 79 • Las trabas exter-
sables de la n1ue1te de CLin1nlpopoca se refieJe_: Jo aboga1on unos asesu1os,
nas ni poder fo Je Tcnoc!itit!an se vieron aconipañ.aJa s de restricciones inter-
o se suicidó ahorcándose , o bien fue nsesinaclo en la propia 'J'e11ochtltlnn ª1 .
nas nl po<lcr de la élite guerrcrn; el tradlcioncd sistcrna culpulli11 constitula
Sea con10 sea, le sucedió en el poJer en 1'cnochtitlan u!I nuevo tla1oa11i, ltz-
una tuibu para e! desarrollo de la autoriJad de la élite, y la in1portancia eco-
contl M.
nóndcn de !a guerra y los tributos seguía siendo bastante exigua en cornpa-
r nción con In agriculturn intensiva lacustic de los carnpcsiiios de los caípulli11 El nuevo gol)ernante, con sus sobrinos lviucleLu111a l y 'l'lacnelet, ncíludi"
liaba una facción n1il~ute'-q propugpaba la rebelión contra la .aiinnza
y lns actividades Je los con1erciantcs rncxicas de 'I'latelo\co. Esos olistácu-
los lnt~ros y exlernos nl crcciinicnto y In ccnlruliznció n del poderío rnexico
tennneca y su nuevo rey, f,1axtla. Según las hi'storias n1exicas, los n1ie1nbros
po desnputccicr on bnstn después de In serie de uconlcciniien tos que siguieron
d~ esa fncc.ión defendían lu reLt.tión por considerar u Mnxlla usurpüdor Y
u ln 111uerle de Tezozon1oc en 1426. ~ 1 Los años roinánlkos del retiro de t-;c~·!,1ulo0( f~ieron uno de !os tenius favo-
En In época Je su subida al trono, en el decenio Lle 1370, 'fezozonioc ritos de Ix.l!ilxochtil. quien dedicó lu rnuyor ·parte Je los cinco cupl!u\os de su llis/oriii
h;\bía sido et rnacstro, consejero y patrocinador de sus l1ibulndos rnexicas, de fa ¡¡1u:ilín c!iic!ii1uecu en JesciiLir!os dctu!!ndn1nente (lxt!ilxocliitl, lib. 2, !977: 57-72).
a quie!lcs utilizó con10 peones en sus grandes planes para la alianza tepa- n Ix!lilxochill, lib. 2, 1977: cnp. 22, pílgs. 55·6; Tezozonioc, 197'í: !U0-8; llistorio
de /os n1cxicanos, 194!: 229-30; Ann/es de Tlate/o/co, 19,JB: 55¡ ](elación de la geuea-
neca. Los guerreros n1e.xicas, u! rnunJo de su tercer lfatoani, CliinHilµopocn, fogío y lina¡e, 19·1 l: 252; Anotes de Cua11hti1ldr1, 1975: 37·8. Nótese ~ue tod~ estas
nvu{L1ron n 'fczo2on1oc en la gran guerra contrn la otra gran potencia del fuentes culificun Je usutp<H.loi a l\la.'i.tla. Este, uno de los hijos peque nos de l eLOZü·
v;1\le, la confcderacíó n acolhun, Jii-igiJn por la renon1L1aJu ciudad de l'ex- 1noc, sólo podla LeieJur en tcodn el tiono del vustdluje !epuneca Je Coyoucán.
0 Estos
cuco!D. En 1'1 lB los tcp<inccas apL:isunon por fin esta alianza rival 111atundo relatos espcci<do1cn!c cou(radk¡u1¡o s de lu n1uerte de Chimalpopocn se Jan
en lws A11nfes kfr:,\Ú:L11HJS (!90}: 50), An,,/es de Tfulefolco (19'18: 55), y en Durán
11
Vénnse, por ejemplo, Dur;ín (lib. 2, cap. 8, !967: vol. 2, págs. 69-7!) y ClHvijero (líb. 2, cap. 8, 1967: vol. 2, págs. 71·2), respec!iva1ncn te. Véase el ddit:tt y otras versio·
(lib. 3, !826: vo!. l. pDgs. 122-"i]. Es úifíci! Ji!uciJar si l<1s fuentes so11 inás fi<1Li!es nes en las notas 89-92.
tn esto o cu1.ndo iritenrnn justilk<.Jr In poste..tlor rtvl"cltn 1nexka. Sin einbaigo, y dada
11
Nótese que incluso scgtln lus fuentes ¡nexicus (por ejeinplo, Durán, lib. 2, cflp. 8:
!a crccknte nn11.:nn:u1 rnexica, es bastante: vcrosíuiíi que se Jesa11ollDse e! partido anti- 1967: vol. 2, pág. 7}), !l2contl eru hijo ilegítimo Je Acurnupichlli, e! pri111er rlulolln/
ou:xicll de h1nxlla. mexica, y de unn esclavn. Eso dificu!tnbn su p1obab!e elección por derechos de nci~
"' Ln guerrn lcxt.::ou111a-lcpn11ccu es uno tk l0s aCunt..::cirnknt os n\cjur docu11H.::11tnJoa rnknto. Sin e1nLu1go Durl'Ín n~fir:e que fue ekgido por uco1nl111 consen1iinic1J[o ,, sobit:
de 111 c!r10Llstor\n UL(CC.!I. Unu fucnlc p!lnwdu gcneiul111c11tc de f'iilr (aunque clurn- !u Lrnsc de ¡¡u vulor y de bllB ~buc1H·J c0s\u1b~ (Dur1\n, J'ili. 2, cnp. B, !967: vol. 2,
scsgHda) suLre la gucna es el c1onistn !excocuno lx.tlilxoclii!!, con sus diversos
l!\Cll!e ptig. 73). Cnbe obse1,,,nr dHi·cuinen!e que es muy cxtinfio (y v1;1dnde1Hn1cn !e sospe-
escdtos (en especial lib. 2, 1977: 39-5,1; vé1Jsc lfl!nbiéo lib. 1, 1975: 326-42;_ 43~-9; choso) que !ns fucnles n1exicas, tnn criticas frente n )11 «U51n¡;:iciún» del l10110 tepanecn
ll6 8). por lvinx!ln con respecto n sus hernrnnos 1nnyores, se oJyiJen Jc.sp1eocupada n1ente Je
z.3
tnl obJcció11 e11 e) Cl\50 de 111 decci6n _de l tzcon!l en el n1!a1no Tenoch1i1Jn11.
¡~:'.,; .
' ~{¡J !' ·: l,: . 'j'j
Ceoffrey \V. Conrad y Arthur 1\. Dernnres l '_as:;;-;pwnsL)n Ílnperia! nz\ecn
5·1
li1;111u; ;d ¡1~cr l<\!111-iién le c1clic1cabn11 un li-rdo injutios o n su eslndo e :~'\, ,Lns inisteri osas ci1cuns lancins que rodearo n In 1nuerlc del tlulon11
n tsrnbién n una conspir ación inili!or, y de
i 1ncxicn,
hecho los
8 igualrne¡¡le p1-uG<1blc, Glt J~lipoca, apunta
i1i111udc1<Hl<1s exigc11ci<1s de 111ayu1cs tributos ". Pí.11ece
sin e1nbn1go, que los jefes !J!exicas se hubieral1 dado cue!1ta
dC que !a ·'Á_ritiles, 1\1exicanos afirr113n sin rodeos que llzcoat l, con10 líder de quieness
de nsesino
!a oportu11id8d ·p·¡·dPugt1nbnn ln rebelión co11tn1 los tep<1necns, envió un grupo
gucnn civil huLi:1 dl'.G\lítudo !o n!innzn tepnnec n, bti11dcí11dolcs 1lpopoca , con objeto de que él y ls facción guerrer a
fnc.,·ió11 de llzcoull pi-evalcció en tfl~\1bas a 111utar 3 Clii111t
de li!l<i audaL puj<1 pu1· el pudci. Ln bcllcusn 89 -
el \~!dleron t1duefiarsc del poJcr . ()tra fuente confirrn a la n1uerle de (J1iinn\
·rc11cchtillu11 111cXicHs en!nb!n1011 u11a nli<inza co1i fie1_u!~lcyot,
y los concretnn1e11le a ltz.coal
\ 1
\e
¡iir ·~
los lacuLns , au11quc l\P :1r!~.a
unn co;.l!ición de c\udnde s-es!n- 1x:l1Joca a n1rin;1s de
dc:-ilcrindci ptfncip c de ·rcxcoCo, p<1rn dirigir ív1uchos rclfl!os cuentnn que ~ o u p l a n 1 i h C se suicidió o que
!os tcpnnec ns 86 . !1uslcri1nine11le se les ur1ió 'f'ncubn , un
C~-1np!icthl w_
dl1 it:\;'..'.ldt.'.s conlt~ 91 Cubc sus pechar, 110
'fexcoc o y rl\1cuba lhs 1 respons dblcs de su 111uerle fu e ron los tcp:11H:cas .
centro 1i1cnor. ESti1 («r1 ip!c A!i:1nzn¡; de ·rc:~uhti!ln, lcs. a rcs-
en l·i28, hcrcd<ln clo el i·ci110 de 87
·re1.ozo n1uc . Esíl ¡·l~nt: que éstns eran !c1s vc1 sion_cs ~f.icn!s t'.el suceso, t.c;1dc11
(k.ttoló a !us tcp<.1i1i..: cns
rne1or la rcbcl101 1 rncxica . El
el tietnpo los n¿lec11s l'.,OllSilbillLílr a los tcp<1necns puui JUsl1f1c ar
/\li;l11tn se co11vt1 li1 ía en el il11pc.1 iD :iz.lccn y con nDda que ganar con la 111uc1 te de
di..: 'l'e11ucl1lílln11 dun1i11;Jt·ían <1 los esl;idos t1;Uuta rios de !a <1lí<n1z.n, l. huevo tirano lepancc n, l\-1<1xl!a, no tenía
111cxicns l\1\ ies ha seiial<1d o 1.1 lógica de la versión Je los ;\na-
li:bitll8lpopoca. t~igcl1
!aS C\ltej[ls dt! los 111cxicns ¡ior el ltn(o l1:Ddo1w l qi.1c _l;;S'
cn¡i. 30, 1977: 77-8) J'..'.tid\01i
dnbn11 los (c¡)ll:1Cc'nS, ~1
..
\1.ic!u(d !1üullos; t:lcvnJos hlbutos y la i)cgndvo · de \os Ucre-'·· l ~1;i su 1suti-1ls!ó11 ti tvínxl\n, y o l11stnnc\ns clc
1 quic11cs dcSenbn n o<lop!nr unn posl-
clios de <icccso ni sgun y n lns fLilns co111;tci ales. t <:r1.ci6n n18s Jura 72 .
de Tcxcoco vni-ln. conlo erll dt~
" Ln c;i;lt;11sió11 y \n irnptnll11¡;_:ln de! ~lrpe
cspe1nr,
' 1 .,.,
n Tlm.:nele\ e ltzco<JI\, co1l poder de l!-zcon!li
scg\'1n !ns fuentc.s. Las fue1itcs tnc'xkEls olt,buye n ln victorin !J j ·f·J,' -Con indepen dencia de los detalles de \n nsccnc,i(ín <ll
jado (por eje111plo, Duní11; los nuevos
Hczal1u<1koyUd cdli10 "üíi ciliadd ptesligiÜ s: 'aunque des<llblJ } ho cabe 'duda de que después del triunfo de la ·¡tiple Alianz_n
85-96; L'ódice Ho11!Írez, To\'nr, 1944: 58-72). Nnlu-
lib. 2, i.::<ip. io', i0G7:· vol. 2¡ fJ:~gs. lrrtnsforn1;1ro11 ln so-
1 (d:i1e11t ¡ , d h c J < ~ . !
1.: i \ t x el Croíiislh ltxcOct1i 10, dihuín e! pnpcl <le! rey de Tcxcoco , Nezu- i:í~lf tl!l-igcntes inicinron una D!liplia serie de cainbio s que
ht1iilcoy uU,'coln o funJ;i'11c1i1nl, nl1ibl!yé11duie indttso
la concjuisf ri finrd de A1.cnpul u1lco
de lxtlí\xoc ld!I, t.:11 la que ~! ----- --
,,
y \:1 cj0.cuo.:.ic'1t1 de t\1ílxlla. Véase, por ejernrlo , ln llistorin
¡,Jc.:;li;u ;tkoyutl dí1igc la gucitn conlln tv1nxtla, lo lince prisione ro y lo Saciificn c11 ln ''1 ·¡~ ,; 1rllnles 1nexiu111os, !90:1: 50.
con10 el iey de l\n-
73·8!). ., )¡~.j <Hi..i ·chl111<ilp;1liin (1955: !90-l) nfir111n que lnnlo Cl1il1lulp opoc11
¡:111z;1 11\ll)U:' de 1\1.cnjio lln!co {lib. 2, cnps. 28-3\, !977: n nH111os de ascsi!los e.le Tacubo (línnbién ilanuido Tlncopu n). lJr1
~¡ el ¡\odd- y la lnf\denciü rclutil'os de esos ccn!los lin11 sido objeto " ¡,¡. teluko nniriero n
.
, que lrnbfa n1uchos <dep::ineu1s,1 complicados.
n U1rn vez. l;1(¡s,
de co1~idt: <Jiles diScl1siones_ PeSe a sd usochtcil)n no111innl, el pCqul:ilc
i cenl1·0 <lé .'! 1l;'e11\e11dcr, sin c11;Largo
is de In 111uerte ,le Clil·
que culpnn n !os !cpnrn:c<.
de 1fl n!irn1z¡1. El ¡niptl <le TcJ..coco ,) , ,, ,ii Ii1cluso estas versione s niexicas
T;icuha ctn, d(11an1e1 ilc, tllHl po!e1iCi<i 1\\\'.l\OJ' dentro 1
\, l\ '· cn se co1tl1 ndKcn
·1 ·inn.popo . .sosµe.ci;u :
' ' s11111cnl e. !) urnn ' 1 . 2 , cnp. 8 , 1967
{l'b t : ' '
vo.1 2 , p11g!·
.1tl<1I, ¡ieÍo \kkó ui1 n1ü'111ento en que Sll podci CCUIH'í111\c6, 111i!i!ar y \;¡1S[ct
t::l<L ru11d<iilll' is !o 1ntdaron n1ic1itrns do1niín
:i iih'.5 7J-2) y Tovnr (i9
que los li.:pa11ec::
poi- e! de Te.110Chtillnn. En lu ·é¡1ocn de !fl c6uq11is ln los lá~
1\ 11:55) flfi1n1nn
¡iulf\lc·o quedó cUip~•ldo o (1948: 55), Torque11 1ndu
incluso' In suceslón !excoco1 1a (vénnse notns l9!-i'.l2
n cs{e '\ cil''sd ¡rnlncio de Tc11ochti!l:i11. Los /\nnle.s de Tlorelolc
!or¡r1c 11;c:.:icr1s n1aipuL~
1nis111u c;q>ílulo ).
\ :¡
(libro 2, crip. 20, !9'75: !77) y Clavijer o (lib.
sido
3. !826:
hecl10
vol. l, págs. 139-41) dcsc1ibc1 1
prisione ro y hu1ni\\n do por !os
11 Cl:i1•w\p;·1Li11 1ne11cioi in n llzcoatl con10 jefe n1i!i!ar e l111iiotU11\\e l:!ni~tdo .\~ c61no Clii1n11! ¡;upoca se suicidó (¡ns lwLn~1-
La !leloción de la gc11colog í1: y linaje (19,ll: 252) nli1n1íl
yn t'.:1 1·!07 (C\d11wlp:d1i11, 1965: 8J.,J). y Clr1vijc1
0 nfi11n11 co11c1dn 1l1en(c que di1igi6 : J tcpn11ccn s e11 A-z:u_¡pu ludLo.
nlHJgn11111 n Clil1111. lpopoco,
du,n11!0 !re~ dcce1du& y ri.qcc11dlll ni 1n11go de conrn11d1 \i.!C en ~ q\!r~ 11110 111nplln nlln11·u1 tk cc1llro8 11 n111Ó q¡¡c u11ns 1c~l[)
1,~ 1;j~clu 1c:>k<~
.. '.,,:,.,,,,. :., ,:'. i~:; lcis ~' lÍ •e , V lodn\'!~1 hny ol1<;s nllich:1s n:.1~i"cs
• _.J.,, fü;~
56 Cl'.off1cy \V. Cont<1d y A1thur A. De1nurcs!
11
Suhugl'1n, lib. 10, cuµ. 29, 1950-69: pl. 11, pág. !9!. fio. ~.-·Líl élile guerretil ine.r.lcll. Aidliu: Lus dlvcr~us órde11cs gucrrerus representadn s
mlctdtns hacen pi isloneros (del Códice ~Jendoci, siglo XVI). Abajo: lnterpn:tndó n
" Véanse c11 espccinl León l'ortilla (!958, !959: 162-6, !960), D1u(hersto11 (197'!),
Pnc!den (1967: 2·l3, 50-66). Demarest (1976) y Uchrnnny (1979: 57·9). 1nodenH1 de unn ¡¡¡ocesi6n de guerreros 1ncxicnB. ; .
~ l'ill/ es i.:l ~ingu!ar de pipilli11. ~5
/'Xpanslón irnpcrial azteca 59
G·:offrey \l/. Coiilitd Y Aí-tlilir'' A. DcnHnCSt
1\lgu11os de los sciíuics Jijeion rp1e no ern 1nnl cot1sejo. y que 8SÍ po- 1., -r · 1
Sabídu por los de :Jvléxi~b Cóino la guei-rá esliJbH yn bt1lilicadn y que 110 Ji l Ei prí111ero a q11icn sefíalaron tie1T8S fue n Tlacncle!, n! cual dieron diez
se pudíci dcjor de hiiédli};- Ctc~hai· 1 lit gente Co1n1'111 !e1n~i-osf e111pezó n ten1cr :J, de tíena, todas tiern1s de ¡\zcnpulzalco, en lugurcs sefín!8dos de Id
~l!'f;Lers
y n !inccr ]{isti1ntiS 'y J .p.CJiL ..~ lcis dejasen salir de la chid:icL Los señores con- ·1 ut J1io\ i11cia. A los de111tís de los principales y sciíores que en nr¡uclla guerra ~e
1
so!fi11dolcs y e! 1C.y th í)crSooa [Cs dijo: -((Nci !en18ls, hijos rnfos, r¡ue nquf l ;;o SCiíalaron, les cupo o dos Suer!es de tierrn cadn uno. A la gente con1l1!1 que
º" pundi Cll1US Cn iiLCi {úd, si Ji tílie se os l1ag·,1 111al ning\lllU.Jl E.Hos replicriron: 1(1i ·e1l esln guerra se hu!ló, corno a hornbrcs coh;irJcs y !!enos Je !crnor, que se
···-,((Y si no sn!i61Cdl'S 1=011 C!io, ¿qué scu1 de nosot1os'?>)_ --i<Sl no snliére111os ;~· hnliít111 juríln1e11t11do de servir ·a los señores y vencedores, no les quisieron dar
Cllll JHH.:st10 i1tdló~_\s ¡iundiéiiíoS en vucsl1nS !l~OS .:__:__dijt.irnn ellos--·- jHHn ~·: tierras ni otra cosil n!guna, sa!vo o los que n1osl1 aron 8!gún cornzón y lll fo
que 1::1r.'sl1 us c¡¡1 t!CS sC[i11 ní¡1ntc1lirn\u1lo vLiestro y nlif os vcugué.is de nuso:ios y Jcseo Je se 111ost1-8r 100 .
íl
y nos coni<1is en !ícs'to~ qucbradl)S y sucios, pnra que en tudu nosotros y nucs,
(1~s c:11ncs sc1111 i1ifu11iC1nc11lc !rrilndns_>i '. f ;.'.·! 1\sí pues, los historiadores in1perisles se to1nnron 1nuchas 111olcs!i;is parn
! dl'.1nosl1nr !<1 juslici;i de Ju 1nonopulizución di..: !n ticrrn y In riquczn por ¡iuitc
Ell0s 1cspo11dil'-1o'i1:1 ii[iuCS !1ifriid qdc nsl lo lic1nos. de h~ocr y cu111plir 1
;1
¡1ucs vosotros ti'1ishios bs dílis la Schtcncia. Y iisf nosol'ros nos ob!ignn10,-si .. ''
sidrs c.011 \'Ucs(to i11!cn(o, de os servir y lribu!nr y ser vuestros (Cl'to~gucrs y " Du1 án, lib 2, cnp 9, 1967: vol 2, págs. 79-8Cl.
f( " Du1 611, lib, 2, cnp 9, 196 7: vol. 2, piíg. 82,
de edific<tr vucslt as c<:\sns y de os servir. y de os dur nuestras !iijus y her-
!I'ii -,'. "" Durón, lib. 2, cnp.
Dur<Í11, lib. 2, cap.
9, ! 96 7: vol.
9, 1967: vol.
2, ptíg. 82,
2, pñg. 8]'
~J (.,\¡:;; "~ Du1 f111, lil.1. 2' Cili' S, i '.JC' 7: C'(jl 2, píig. i3 3
'"'
60 Ceolfn:y \V. Cor1r11J y Anlan A. Ue1nn1est l.a cxpnnsíó11 i111pcrial nz.(ccu
"'
de unn 1nino1 ín. La historia de que In gente cornún se ((apostó)) su posición a la gente corriente recordándole que esos decretos se estaLltcían <(para !a
suci;il y tco11Ón1íc11 es invcrosíi11il, por supuesto; pero los extre1nos n los en{(;,fíl salud de St! n.:ino)} llM.
que llegó el nuevo otden para jusliflcar su actuación subn1yan el carácter Nunca se dará de1nasiada in1portancla a !os efectos de las diversas re-
repe1Hino y ruJical del can1Lio. founas y de la desigual distribución de las tierrns tepanecas. 1Jas1.ll!us en la
Al lado Je estos canibius ecunó111icos y sociales, los nuevos diligentes evolución de la sociedad rnexica en el siglo xv, co111pletaron y consulidaron
e!abur ar un un orden político y le Ji e ron fo1 ;1¡;1. l lzco<1tl creó 111eüiante de- b1:usca¡nente el proceso <le desar10Uo; !os tributos, repa1 ti Jos sobre la Liase
cictos in1pc1ia!es los piincipales cargos del nuevo gobierno, cnrgos que nor~ Je di.:.rechos de nnci1nien(o y de los éxitos niililares, se surnaron a la agricul-
n1a!111ente con1Linaban funciones 1nil!tures, i-eligiusns y políticRs. Pue en- tu1a de. cliina1npas y al coinercio co1T10 principales fun<lainentos ecunó1nicos
tonces cunnJo se introdujo u11 nuevo proceJi!!dt:lllO de elección del ílatuani, Je Ja vida n1cxíca. Las organizaciones c(Jfpuflin perJieron gran parte de su
arrcbaUíndoks a !os co¡1sejos cuípultin la elección del jefe y concediéndo- significado econónlico y pu!ítico, ya que ahora sólo poseían una n1enguada
sela a L1 oligarqufa n través de In iiistauruciói¡ del llaniado ((Consejo de los porción de Ja totalidad de las tierras 1nexicas y estaban virtual1nente exclui-
Cuutro1i, ptiucipalcs consejeros clet //utoani y de cuyo seno dl'.bía escogerse das de la nueva estructura política. Se inició un ciclo de creciente in1peria-
al nuevo iluto1111i 101 . l!zcuatl eslaLleciQ LHlf\ jernrquia de títulos e inició pro- lisrno y estn1lificación en clases; la nueva riqueza y el nuevo poder de los
grn111as prupag<1nJlsticos par<i realzar el prestigio de los recién no1nbrados: niiliu:1rcs !es proporcionílban rne.Jios p<lr<l sustentar sus ca1npa11as i1nperla-
listas, que acariearon aún inás tributos y reforzaron su don1inación. Se ha-
<\E! 1cy ltz.coatl, vuestro señor y rey, y por olríl p<1rte, pariente inío, niuy lJÍa11 sentado las bases econóniicas y sociales del in1perio;
ce1ci1no Je lodos, os envía íl snJuJur y dice que, por haceros bien y n1crccd
Pero los carnbios políticos, sociales y ecu116n1icos resultnntes del golpe
y hunE!HüS, cunforn1c íl ln cn!idnJ de vucsttns pcrsonns, que os quiere dnr dic-
de llzcontl sólo sirvieron pnrn ulznr bruscnmcÍÍle Ú los mcxicus ni nivel del
lndos y hacer señores de títulos, juntninente con daros y rcpnr!iros !ns lletrns
\ 1nacroeslado de rl'eiozon1oc. Estas refonnas se li1nitaron n concluir procesos
pn1a el sustento de vuestros estaJos y pe1sonas.»
ya 1nuy avanzaUos a con1ien:z.os del siglo XV y a re1natar ln adopción de lus
Apa\tc títulos ., !illiió y e1isn!zó esta!uns de picdiJ para ptl'pttua n1en10- iHsliluc.ioBes ccoiiónücas y políticas de sus 1nús adelantados vecinos y alia"
1ia de. sus gninJez;¡s_ Los historiadores y plntures piDtuLun con hís!orius vivas dos. Lus nuevas inslitucioneo 1 de la sociedad n1exica, aunque ac;1so estuvie-
y n1a1iccs, con el pince! de su curiosidad, con vivos colores, las viJus y haza- ran ligeroinel\le 1nejor orgnnizadas que en las p¡ i111itivns ciudades-estado,
fius Je estos valerosos caLallcios y seflorcs, para que su f<llna volase, con la no ernn niuy diferentes de las instuc~ de lu.s' capitales de \¡¡s priineras
clnriJaJ del Sol, poi todas lus unciones w2• alianzas inllitarcs. 1'nrnbié.n el reino tepaneCa se caraclel"iz.aba por rnsgos si1ni-
lares: una auloridud política centu.diza~, un.a estructura socínl y de c!uses
l\1ie1itr;.1s L111lu, el on1nip1esei!lc 'I'lucaeltl, en su culiJad de cihuacoatl, estratificada, una at istoc1 acia terrateniente y u11a eco11ot11[4 en !a que destac1.1-
icu1ga1iiLülia lus ci.lrgos civiles y 1eligiusos. En el C~ódice RunJÍ1ez se cuenta bao los tributos. Pero In hegen101da ele 'l'eZOJ.on1uc nunca consiguió sojuzgar
que, cuino con~ejr supre1nu del tla/ouni I!zco;:it! y Je i\ioctcLunui 1, puso plena 1ncnle el Vnlle de México y fue iHcapaz de sobrevivir a i"lna única suce-
\d.'.ll rnucho 01Jen y concierto todas sus rcpúLlico1s. Puso conscjus casi tantos sión. Jla de ndvcr1iise lanibién que la unión de Tenochlitlan, l'excoco Y ·ra,
corno !us que h<iy c11 Espana}) wi_ Bajo el reintHlo de h·fuclezu111n l ¡)Josiguió cuba se había visto precedida por otras (('rriples Alirinzasi) de pareci<la es-
su obrn de esl1 uc1un1r las clases. Este segunJu <nl!éntico ernperador de lv1é- (ructu1u H.n; éstas, sin e1nbargo, nunca se L~bhin exlendiJo iuás a!!á Jcl /\lé-
xlcL1 proniulg,'i una se1ie de Jecretus que defi11ifl11 forrnal111ente n los nobles xico Ccutial y se viuieron al.Hijo p1onU1rntntc, fragn1en!l'indose en 1n¡1\l1sculos
(¡ii¡¡fftin) y a ln gente Je! co1nlin (1t1uceliuul1in) 101 . Los privilegios en e! ves- estados guerreros. En ca111bio, la rI'ripte AlianLa azleca se expHnJiéi por
tir. la ¡Hopicd<1d y la educnción se l!niitubnn a la nobleza. En el nuevo có- todo el Valle de Iv!éxico y aL;ircó gran parte qe iv1esoan1érica. En lugar
digo social !inbía norn1ns que restringían el Jert.:clio n practicar In poliga111ia de Llcsintcg¡nrse rápidnn1ente en tpfusos cc.qtios de poder, la l1ege1noi1íu de
y n vivir en casns de Jos pisos sol1in1cnle n !n nob!ezn 105 . El estado consolal.Hl la ·rtip!e Alianza fue con el ticinpo concentrándose" cacln vez inás en unn
----·-- sola tÚ1to1idnd suprcn1u, el tlotuanl de 'fcnoc!itltll\n.
'" DurlÍH, lib. 2, cnp. 11, !:J67: vol. 2, pfíg. !Ol.
\'ll
Durán, lib. 2, cu p. 11, 1067; vol. 2, pág. 99. Dutfin, lib. 2, cnp. 26, !967: vo!. 2, pág. 214.
ill<I
l<•l
Tuvar, 19'1-L 8 l. '~ Entre e!lus se incluyen !u uli11nzu !ol!eca de Tu!!lín.CulliuBcán-Ototnpon y ]ns
1
IOl
[hu án, !ib. 2, cap.
Du1á1i, lib. 2, Cllp.
26, 1967: vol. 2, págs. 2! !-14.
26, ¡ 967: vol. 2, pág. 212. Z.l-- tilpks a!ianLu;. postollecas Je Culhuauin-Tennnyocun-Xnltocnn, ALcupotLulco-Cull1ua-
cán-Acol111an. Véase Nicho!son, 1978; 317·18.
,,, j1¡'f:¡'i;
Co11rnd y ;\rlhu r A. Dc:111u1csl
iyl[; , ~i·0,'¡.1nsó
' ' ' ul
' ' ' 1n1pci1 nzlecn 6J
r,2 Geoff1 c.y \V
1Jli
co111pcl\tlvo c11US<\idc del lagos del sur. En el perio do \n1-
;.Cu{l! fue L1 tlifctc11cin suslu11cLil, el csUn1ulo : .Con una dt.:.ídad CJcuJlica n12s <\nligua de !os
p1cgu11la esltí en ln as, 1lui!Li!cpoc/i!li
futil~bc •i.\ilo de !os n1cxicns7 Ln respu es(8 a cslu
j16i'ial, y conforn1e n la nucvn prec1nincncin de los n1cxic
victo¡ iils nicxic ns e Ílnpu!:;ó \<1 con 'fonat iuli, el so( guc-
t1·:¡Hsfor11::1ció¡1 ideuló gica que gcnnn llLÓ !ns llegó a icL:ul if!cars c t<111lo con 'l"ezc atlipo ca con10
(el Tezcn tlipoc a l.l!an-
cuuti11un expl111siún de su esl<Jclo. ¡:t"c~o (Figli ra 5). Ahora era e.! l'ez.c2tliroc1.1 del sur
1 110
~-;S:il. lili. !O, Ciq1.\2':1; 1SJ50·69, pL ! !; p6g. 191. jü11 l 1n\iltiple de Tezc<itlipou1·.
de t·dt111ud Oroz.c o y lk1tn, l'.153: 10;
:·ci Cudcx l\u1ufr cz Ll~dicún l!islor io (fo los n1c>:ic onos por sus pinturn s, IC}1 l: 709.ff) . Vén11sc Cnso,
1 ¡•f l' 1 ·.- '. ! : ;i, 1cl(i)
< 1:; G.
Ó·\ \.JCü\!r t';Y W. \..,D11\<1 u y'"'" "' , ..
clJ!llb u!e cun sus !1,;l~\u0i
.. por eso, n! 11acer t:l dios, tiene que t::ntab liir
y ei de la serpínl~ di; fuego,
lns estrell as, y con su hern1Ll11n la Lunol,
111c;l/0
León Purtil lu llega <! !a concl usión d~ que todo este conju n¡o sacro pudo
insistió en In idcn -y
lialJCl .sido obra del cifiuucooíl: «Fue 'rlncaelcl qliien
!-luitzilopocht!i, tenía que
acuso quien la u1 igÍ¡¡Ó--·-- Je que ln vida Lle.! SO!,
l
'. 1'.
,i¡ lílnza ele 1ni!cs y husta Jecenns ele rllilcs Ue caulívus. Estos ritunlcs y la
!\. cos1i1ulugL1 que los exigía, in1pulsc11on a los ejércllos n1exicas a llllíl blü;,
!,~ queda divi11J, bl1sc¡ucda cuyo resu!t<iJü fue la expansión Je! in1pctio <J?Jec<i.
i\': '.Jlii ,¡\\ p1incipio 110 dcbió de resultar tnuy fácil un can1bio trin radie;_\\ de lns
i1 docltinns re.ligiosíls. Con10 hJ scfí;1líidD el liislo1i;iJor del ;irte !Ucht1rd
t!~:
¡Y;¡¡
'l'ü\\'llSCIHJ;
I~! I; :1'. ,·
l~i )\~I
.. i:cichlítlcn1, y ·rcLcoco se !'l'.SÍstió
.· ¡ :'.con los 1nexicos 118 .
1 ': \
~ ! ' • ' .
a tci!cs p1-óctícíls i11c!uso después de líl ulhulzn
Í''
\11
, pues, pi-op8gnr el nuevo dog1níl, ((venJer)) líl cosn101ogfa
Etíl p~ciso,
1 :1npc1 íalisla 1nexica. El ptugr~¡n;i pt-c1p::igrindístico de los dirigentes inpc~
rl<iles dnría lugar a una parte s11sl::incial ele! <irte y ):i lilei<1tu1n <Jz.lcccis. J\níl-
lisis rccie<\les de !¡11pu1 l<111les esculturas n1exicns aportan pruebns de ln fnJule
pu!ític<1 de:. giun p<11lc:. dl.'.1 <ltlc 1ncxica. Al vulver a estudiar los principales gioso e liiu111us sagtaUos 113 , se ocupaban de difundir el Jogrna de la éli1.:.
n1011u111cn(os estntri\cs, 'l'o\v11se1id ( 1979) llegó n In conclusión de que los y ele consotidnr lns creencins. León Porliltn (i 963: 3-2'1) hn exnmi11!1dO l:l
nH:xicas utiliJ.'-ltO!l el <tr(c pt1ra ¡noinovcr su cos1i1ovisiéin i1npcii<dista. Segúii CílpaciJad azteca de distinguir entre sacerdotes y sabios buenos y nialos,
COll\l'.1\lcl: prueba del avnnzndo estndo de la filosofía azteca. Pero ltllnbíén c<ibe v(;¡-
esla diferenciación filosófica bcijo una luz n1ucho 111ás ciníca. Al pueblo se
Es busUliitC inqnobuLk. que !c1s n1exic<1s se vieran for:.u:idos de n!gt'1n n1odo !e enseñaba a creer solatnenle en los 111¿1estros ((buenos)>, que enseilan la
n l!l\U incondic¡onal repetición Je los tnquetipos niitológicos, pues !os rnitos l(SitÜiduría transrnitida» y que dan una ((educución esl¡ icla>); se le ndverlía
podíu1t ~1Lp¡·sc. 1cgu1era1se o crcriisc de nuevo segl1n !a política de los c¡uc dcscullflnra de'ios «falsos;) subios que «tienen sus propias tradiciones y
estndos i111ped:t!es. Au1\qut d sentido de n1isión div¡na segurnnienlc prestó !;1s .conservan secretaincnteii y por ello <(descarrían al pueblo)) i¡.¡. Así, pues,
i:npulso e inspirnción a la conquisu.1, tales convicciones turnUién puJic.ron ser sólo el sacetdole adie::itrado en el cal111ecac (Quet2n!cout!) d1.:!Jía ser reconoci-
visua\i1.at!<1s y l'.llérgic<itncnte fo1nent<1das por pode.rosos gube1nuntc:s que de- do coino legítirno; los otros quedarían desacreditados, al igunl que sus «(radi"
119
sc¡_¡liun un\t· ·a !a llíJCÍÓn en to: no al esfuerzo inipeiial .
ciunes secrelns)). 'I'ras hnber reelabornJo la historia y el nlilo escritos, e!
(~s!ado necesitaba controlar y allernr cislinisn10 !n literntura oral. Pronto los
Co1no hc1nus visto, todos estos ca1nLios se relacionan con In apnrición relatos oficiales de la historin y la cos1nü!og[a se convirtieron en las verslu-
de la ·rtiplc Aliunza, L1 desigual distriLuciün de lns tierras tcpanecas y la nes accptuJ11s, gracius a la coufian:z.a de los sacerdotes ndiesli<\dos en el cu!"
1l'.Dg~niz<có: Ucl püdl'.r polílico, ol;ra de Itzcoali y de sus co!eg<is. Por ello 111cca en los códices escriíos:
1csultc111 L1scinanlcs los cornc1lla1ios de -ro\vnsenJ n las inscripciones de un
h11put (atllc n1unu:ncntu inexica, la Piedra de! Sol: l'v1us, señores nuestros (dice)
hny quh.'.HCS nos guínn,
E! ú\tir110 ch:1llCt1lo funúau\e.ntal de. la Piedra de! Sol que hay que te0cr nos goLiernnn, nos llevan a cuestas,
en ClH.:nUt es Ju fechil jcioglíficu 13·1\cn/Í. No cabe !a rnenor duJa sobre la en rrizón de có1110 deben ser VeHerados nuestros Jíoses,
i11:purl¡¡11ci<1 nlitológica Je esa fecha, pues !a cilnn por !o inenos <los versio- . y los Haniadus Ouequelznlcoa,
nes del iuito oiiginnrio coino fech<t de creación de! actu[]! sol. Pero e! jero· los sabedores de discuroS~'
g\¡,~o tnniblén renpa¡ece en el cic!o del cnlend<irio pnra 1narcar el afio de es de e!!os obliga(;ión ..
u11i1 génesis in6s dl: cctan1crdc liist6ricu: 1427, nño de !a subidn nl poder de Los que esti)n 1nin111Jo (!eye11do), los que cucn!nn (o refieren lo 1¡11e /ee11),
! (LCU!il\. 120 los que vuelvcn niidosunicnle Jns hojns de los cóJices.
Los que tienen en su poder la tinlll r1egra y roja (la sabiduríu}
A1llttiurn1cnte, l!enry i'-!ichulson liubfa scíi.alado el cé\1úcter su1narncnle y lo pintado;
integr;1du y nonna!izaJo Je 1u ico11ngrufín cscultóric'1 azteca ni_ Poden1os ellos nos llevan, nos guían, nos dicen el ca1nino 125 .
ahurcl l\egt1r a la conclusión Je que ello se debía, al rnenos en parte, a un
co11!¡0\ est1cchn1ncntc ccnlralízudo por el estcido de este aspecto del slstc:nu1 En el n1undo feli2 de[ reino de Itzcontl, el sncerdote independiente y el
idl'.ulógico. que se HulotiluL.ÜHl chan1án lenJríun, a lo su1110, un pnpe! rnuy circunscrito ....
En Liltl111a ii1stünciu, fue la c1cució11 y el conltol de instituciones religio- 1\sí pues, el nductd1u1n1iento n través del nrle, In educnción y la !itcra-
sas y cdl1ca!ivas lo que pcrn1ltió que pclsÍSlicran !as tcvo!uciunndas refor- lut n consuliJaron los Cl\!11\Jios forjnJos por las 1nuchns refo1nu1s d(:t nuevo
111as ¡cligiosas. A 'f"i;1cnc:lcl y tv1oc[c:Lu111a 1 se les attil.Juye la funch1ció11 Jel n~gi1c rnexicn. La idco1ogfn i111pcrial, crenda por la élite a! alterar cuidn-
sistcn\il educativo n1exic<l, e11orincn1cotc oiganizaJo in_ El sistcn1n se con1" dos<in1e11te los nii\os y tradiciones <le! pnsndo, se ptopagó gracins nl con!rol
poní<l (u11lo Je cscuc:!as !oculcs '1dc barrioli, para la gt.:nte co¡nl1n, conio de cslHlal de! 111 le n101n¡¡\1Ciital, de In histodn escrita y de ln i11:sli ucción snccr"
cscucl<1S cu!n1c:cuc, que Je.pendían dl.'..l estado, para la educación Je los sncer- doud.
dotcs y de los jóvenes noLles. Los i:al111ecuc, ndc1nfis de eucnrgar arte rcli-
111
Vénse, por ejeinplo, Gnribay, 1958: 3!, pílra un hirn io p;o¡iagn11dfstico que co111-
1
Townsc11d, 1979: 49. lli11aba delibernda111ente H l luil2il0puclidl co11 el sol y con lu i~ón rniii(u' is ta niexicn.
"
1
' "Tuwnscr1d, !919: 70.
1
1< S<d~ngú, citndo en León Portilla, 1963: 10. ¡7.
l-lichu!su11. !971 b: 118 "l Pusnje Je ll!l Jllíillllsctito Jel siglo XVI eJitndo por Suli11g\¡¡1 (El libro rle los cu/(l-
rn Dur1Íll, lib. 2, cup. 26, 1967: voL 2, pág. 2i3. 1¡ulos ), ci!udü t:1i Lt:ón 1'01!1!111, 1959: 7·!.
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• Conqui_s;3s de:
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!tzcoatl 1428-140
(_ Moctezuma í 1440-r468
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' Tizoc 1481-1481", -
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FrG. 7.-Lz expansión lrnperial azteca, con Lis concuistas de !os seis últimos rlatoque
nexic:is (según Barlow, 1949, K.-ickeoerg, 1966 y Davies, 1968).
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Cic:oft1L.'.y \V. Cu111ad y Arlhur A. Demaiest
u¡b;in a y algun as 1ese1 vas paru época acupii1r itifu1t11ución sobre !u rique za y los
Je t;b1a y 111<1tetiall'.s p<1ta pro- s guerr as, esus c1uL<1J;1s sull:111
tcnÍ'-111 la oblig ncíón de ¡Hupon.:iunnr tna110 Ctu11H_lo e\ hnrnb re Je los diose s exigín nuev0
acueJ uctos y siste1 nas de cnnal cs pur lus pucl1 1ecui i1i. !'lo paiec c
ycctu s cuino L1 cuosl1 ucció11 Je- cal'L.uJ¡_1s, otit.u larse gu1cic1s a la iHfut!nHción iecog ida
c¡io:-1uc111cntc las úrcns de cul- las liút11biunns de 1'150-5·\ la 'l'ripl e /\\i¡111-
en 'rcnu clitit lan 1 . Eslus ldtin1os <nnpliaion
11
u11ü coillc idcllc ¡a que despu és Je
panta nus Jescc udos y en los s pet11u1nc11lcn1l'..11tt l1l11n:..:d¡¡s y
tivo, cu:<H1J0 inás patce !as Je ticria s iicas
en
ibuyó inJiiccta111cnte a 111e- za inlen sifica ra sus guerrns contr a las lietril
lechos de. lus higos. Por io lanlo, el tríbul o
cot\lt que uson1bi ni se <le que los
poLlnción 1ncxicn. Cun el t1nns- fértiles de !n costn del Golfo; ni t¡·¡¡npoco huy
jo1nr r.:sle Hspccto búsico dc.1 suste nto Je !a ejérc itos n1exicus. dc:j~10 intnc los los tenilo rius iJ¡[c1n1edios, ;1su\1;uun
lus l1 iüuto s se hizo aún 1nayo r,
cu1su de los uilos, e! papel econó niico Je, y cunq uisla tan el distat lle rciiio de Sou.J1
1us'co, en CJuill tnH1\ n: csln regió n
pues en ·rcnu chtitl an nun1c:11tó c11orinc1n
cnle Li piopu n:ióa Je c1nplc:ados Jet
e p10Ju clivn de cacao , los v<1-
s,
pues, el culto cslat~d -··--y la per- era fuino sa por sus plant acion es, sun1an1enl
estndu y de cspeci<:distas no agrícn\as. ;\sf, cnsi unn n1011cda entre los ¡-it11>
a cons iJtnH sc tc0nó a1ica u1c¡¡ le pro- liosos grn11os de chocuL.1(t que const ituinn
petua guc11a que éste itque ría-- poJrí
ülus rncson1ne1 icnnos.
\upoc htli estuv ieron si:1cru11i-
enla Así, pues, !ns cainpnñ.as sagra Jas de l luitzi
lu ecOliOr 11ía de la Tiipk 1\lianL a 1cpres 11ücn s de la totaliLL1d de la nacíó n
"' Ll n11liiisis dt::. !k1d;1 n (1075) soli1c !a ccuno1 11íu az!t::ca . Siguic n· ;_adus con l<iS ncces iJadc .s pulíti cas y ecot1ó
d C:Hác1 er Je
l!1\ c:ii1il¡iu !'1111J11111cntul en los jukio s rio lan1bié11 pued e expllcllrsc poi
sol.Ji;:
d,> le\ escuel a «susin 1tlivís ta" de a111ru
pologL ecunó111ica, Beida11 tcv;::doti111
la ecooo ·
inexi ca. Pero ta rápid a expu11,<;,i6n de! i1npe
ción "e11ga s(l1da" en la rna(tiL puíític a, sucial y econó niica
la estre cha coinc idenc ia entre la exige
nCia dl'. víctin ;as pnrJ e! culto y las
11dn adcca como una institu (segui Jus
de \a socied nJ. Este enfoq ue llevu a
cieito uCune ro de Lat1¡L\us \lnpor lantes s en el ii1lcr ior L\cl cstrid u. Y;i he·
de la econo mía inexic a. Derda n insiste sobre ei í.1t11Llciol1es de concr etus gtupo s de interé
lh¡uí) dt. las vi::iiu11cs t1 aJkion ale.s eros, in clase teucl fi *,se co11vi1-
los sec1or es de la vida azteca y en In i11ic1d 1:pund uncfr1 rnos visto que el l/u/ou ni y sus noble s guerr
¡;ape\ de! lribut o eu todos CLHJHJ resulludu Je lus pri1ncrc1s vic·
Ud l1ibu1 0. d 1nuca do y e! co111e1cio a
!urgu Uist<¡¡1eia. !ieron en una ads!u craci a terrh tenie illc
o li<in sido rtSll!i \idas y docu1¡¡e1Ha<las icL111duse Jcsp1upu1ciu1111Lli1-
'" L.ns funcio11cs ieJisu ihuliv as Jd tribut
proba - tod¿ts rncxic:as. Es!os dos gruµ<Js sigui eron Lcncf
;is 1nexic as pauJ. caso de ha11¡bnt1\ilS eran 1nexic;1; íl rneUlda que el i111perio crecia, con-
¡ior Bcílla n \l'l75: cap. :)). Las reserv hnrnL 1una de rnedia Jos tncnl t de ln n1nquitiutia L~ca
s de !¡¡ Ci1\1i.'d1ófica
bk11¡e tdc 1nit1i111as. JaJas las dt.:sui pcionc s y 1nano de obra. En efect o,
Jcl ~iglo xv; hasla las descripciones ()ficiu lts del hn1nb re (pur ej., Tt:lüL ouioc, Crólli·
seguí an 1uayures porcio1ics de tribu tos, tierra
!iO. 2, cnp. 30. 1967: vol. 2, págs. 24 !-4) iniciu!J\lC!llC 1'l.'.Juci¡_j¡¡5 --!OS Sit.:! VOS lilti/L' (ji/U )" Jos
co 111c:..i,·u11u. U;p. ·10. 19'!_): 37·'1·\; Dudin , j¡¡:;; c\usc s u~penzlic.'S,
11 H i;,::,ufí cici1!c , ln 1i.:Ui. 'iltiliuc ión de /vlot.> c:!ldü pustctioi-n1c11lc c11 11l¡¡11c10
li11ce11 c¡11<.: SllCl\C 11 i;11p1ovi:::n1: ión, y lt11Hliié
c1i11dos escla vos, lus iluco lfn-- luciu n c112ci
kLu111n i de ¡nodu ctos uli1nc :i1ki0s . dttrol a-
(:Onqu ista intpue sto ¡;ut llzcuu d n !os
ll! Véuse , por eje111plu, el !tlbu! o de: de \a conqi! icudn cu\.
t1n1nu s pl. 3, p.1gs_ 2 !-5.
dus xod1ín 1ikus. [:;!os se vieron fo1-;,n dus ü r u i l ~ n o e
!967: vol. 2, u• Sühngl i11, lib. 2, Cllp_ 5. 1950-6 9:
1.<1d;1 de Ten0d 1tida1 1 y Jd si~1ena d.c: dique s (Dtuá n, IJb_ 2, caps. 12-!3, síugul ur Je 1e1ec11/i1¡_
]5
-• ']'eud li.
jJJ\g:i.. ! l ! _.¡).
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1
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'.!
78 CcufLi.oy \V. C0n:11d y Ai!hu;- A. !Jl1c~t 79
p:11·;1 :il~[;1ct-s las ncccsld{Hlcs de un;i 11ullid;1 élite 117 . tvlic11tn1s tan lo, l;1 ciudadanos, fue1l1ll estos pi¡n'ítin o con1u11cs 111ace/1uofti11. l)c hecho, la en·
b;1j;1 iloblc:;:a de l[l cirisc ¡;il!i l!iltibié11 se upruvcl:!i6 c110¡111c11n'.:ifc de la ti- paciJaJ del cuilu esl'ata! p;:ira Jnotívnr .::d í11diviUuo fue !a clave de! éxito
quc1.~ 1niii(<1r dc.l c~;t1(!u, J'<l que sus rnic1nbros ocup<1ton cHd<1 vez nitís c<1rgos i11lcíal y Je In p1in1c1w exp<'H1sió11 Je! sislcnia in1pc1ial n1cxicn.
e11 !ns Uuroct r1cins núininislrntivú y religiosa del es(udu. Las n1otivacluncs ideológicas del indiviJuo deberíorn ser evidentes n lrn-
! c1s 011111l¡-: csentes ¡1uc!1tecatin, los cornc: ciu11lcs <1ulo1 izados por el csl<i- vés de 1HH:.s(r<1s p;Írncras dcsc1i¡;ciunes de! culto estatal. La cos1nol1Jgín de Jn
do, se cunl111011 t11111blC:n entre los p!'lncípn!cs Licncflciaiius de !n CY,pn11sión colldiunn lucha de los diuses se en~c1laH lanlu n !o gente conní11 co1110 n
111ílilor. El crecin1lento de lu liegct11011fn 11cxicn ubtió !cjnnos tnercndos n sus ;los nobles e11 el sislcnH1 educnlívo rnexica, pGrfecla111e.nle orgn11iLndo. La
~1clivda,.:s Los co111crcin11tcs n1u!tlp!ic;1;·0n !i{ibil1ncn(e su propio pu ti l1110- lilc1(1lut<:\ ot·a!, e! ;_i1{e 111u11ur11ct1L:il, !us códices esc1ilos y !as cc1c1no11ias ptí-
11ic1 ndei1!1;is 1cp1cse1d-ibnn a! es[;1do en ·xpedicioncs co111erciales ¡;arn inter- blicas y ptivadns i:1stl!;:1liun y reforzaban de co11tl11uo la creencin en esa Ji-
cn:11hi;1r Licni.:s Sunlur11ios ·con Lis polcncias exti<.111jctos 118 . El podcJÍo n1ili(<.Ír yína lucha y la ¡ncesa:J{c !lecesidad de vÍclinins par<J los saci ificios (es de-
1nc:dc:1 ¡-,1Dpo1ciu116 vci1t~:js a los pochtecafi11, (<1nto en sus i11tetcu1ul.Jius en cir, cle Yiclorias 111ilitares). H.cforzaban aún 111cís el fanatis1no del cn~y1t
:10111b1e del c:slaJo cu:110 en sus negocius pri\'aduS; ha es Je ex[i·¡1fínr que, li1s garanlíns de in111or!r1liUacJ pnra quienes perecieran en !a guerra san!a:
;111(e l:i i11n1inc11(c n111c.n[1za de l0s fc1occs cj~ti!os ele Jiuili,i!opocli!!¡, Jos los guetreios n1ue1lus en batidla o en la piedra de! s<icrificio y J;is n1nd1cs
1nc1cndc:cs C.\lr;111jc1os no se 0hsti11an111 en sus rcgJ(eos. Y, ;.:11 rc<.dicL1d,.e11l1c que rnorían de parto (¡noducieriJo ln próxirua generación de cruzado~) se
!ns cuusns n1:ís cu111LH1111c11(c cilud!I::; p111 ;1 que Ju ·r1 iple 1\!iu11zn 111iclnrn sus i11co1po1;1Lan 8! séquito sugtndo del propio sol gucncru, y lo ncc11qJ<llíalin11
se c11cucntr;n1 supueslns ii1sullus o nHdus !rntos a co111ercianles u?. en su cotidi8il<l n1onclia tiiunfa! por el finnonie11to 11J.
'·:en se hc11efici6 lén11bié11 dl~ !a cxµnns¡ó11 niilitar n1erccd a los La 1notivación Jcl i11d¡viduo esU1La gar~1tiz.d lan1bié11 por el inccn-
p: iv1 especiales que. s~ les cu11firicto11 por sus servicios ni estado; con10 livo, nH'is tc1re11a!, de la ruovi!ltlaJ sucial, que ofrecía a cada pcrso1n1 ]CI
hcr11os Sl'.il;1L1do, lus ejé1cUos de la '!'ripie A!}n1iz.a solían seguir la pista de posibilidad de 111ejurc1r de cunJic¡ún socia!, polftica y econórnica Hi. Este
!<1s 1!qucz;1s que ]1;1lií,1n (¡;1z<:Hlo esto:; co111e1cÍ<nlles espÍf1s. Por ello los sislc111n de recon1pcnsn de l8s hazañ<is i11spit:ibci la n18.xi1nn co11tiibució11,
usccnclic1·011 con rnpídcz a u1H1 posició11 de 110Llcz.n 111cnor, ncu- tanto de los ho1nbrcs del connín coJno Je los nobles. En el p!t1110 Je !n élite,
111ui:.J11do lc111(0 poder y condición social cu1110 : iquezns. los pipiflin, n pesnr de su condición hereditnria, tenían que dnr pruebns de
\lc11;os, pncs, que e! culto esl<du[ y !c1 expn11sió11 n1i!¡(u1 111cx.1cn npoyali:111 sLl ·vnlfa con proezas pc1so!1tiles en la guerrn o excepcionales crrpncidndcs
!:is nn1Giciu11cs de grupos de it1lcrés conc1clos, ei1 la lilcdi(\;1 en que fucr;.111 burocr6i¡ctis o sac1(~iJl:. En el interior de cadn subdivisión de ];1 socic-
cor11pulibles COl\. lus 1H:ccsicL1dcs p0líticrls y cco:ión1icas de !olla la r:<tciÓíl. duJ 111exica (guet-reros, sacerdolcs, nobles, coinerciantes, etc.) existfa un11 jc-
l\'IU, cuin'.J !os esludiosus vn11 cor11pr '.:idic11do c<ldn YCZ tn:Ís, 1iu exis(c 1111
1
1urquía pc1fccl;1r::cnle ordenada. La posición Uentro de esa jcrarquín se bti-
;111:í!isis co111plc!o ele un sistcn1a n 111c11os que ta1ubién explique !ns estralc- s;:1La 8ll1p!iunH:nle en ias 0L1Ds, en espci~1! dura11te lns pri111eras d¿cndns de!
gi<ls i11di al igunt que !t1s colectivas. A fi11 cíe cuc11tas, !u n1~yc ía iinperio. El rango se definín y reforzaba n1edia11lc privilegios en e! vestir, !os
de las dci~;o1s se ::idupt:in en el nivel i1dvu~!. y es piecíso cuinp:cnch::r
1:1:11Lién !~1:; 11HJfÍ\«1ciones y !n rnc·io~d;\ Je dícli:1s dccbio11cs. En e! cuso
1'º Sobre las grn11dcs reco111pc11sris n los gut.:11cros, vénse la ornción que npn1cce
t!c los 11:c xic~' vcn1os de nuevo que el i111pc1 i~lsn:o de! cs(;:do <inno1iiznlin
co1110 cupílulo ) del lib1·0 ! del Cérfic~ ¡:{ou:nliuo (Suli<1gt'111, 1950·69; pl. 3. p~gs. l l·
l'',:1 fccL1111u1lc cu1i l<:s i11oliv;1ciuncs ii.lcológic;is, suciyles y econú111icas ele !us 15), Sobie lu divlniz<1ci6n de Jus 1nadrcs que 111u1fan de parlo, vé<1:;¡: S11li<1gt'111, lib. 6,
cnp. 29, 1950-69: pt. .l. pügs. 1Gl·l5; y lambié11 Su!livnn, 1966.
1' 1 P<11a Jus Jeb;1tcs sc!J1c ]¡¡ i:10\'i!idnd soda! conscguiúa grnciss a! éxilo, su cxtcn·
Vén11sc Cn1rusco, l'.J7(; !licks,· !981, 1976; llcrJan, !975: 56-üS; Gonzfi!cz To- si~l y sus !í1nitcs, vén11se cspccial111ct1l:: Ca1rasco (1971), Bcrdnn (!975: 65-70 y ¡¡as·
1:•:s, !976, y !()s divcisus cns~1yo icgion;des soL1c es!1~lifcn.ó soci;:il e11 C::i11<Jsco si111) y fnillLiiin los co111cnlcnios de la n1ayod;i de l;is íucnles citadas en la 11otn 142.
y f\ruch, J'Y76. En b !li,1furic1 de Du1·iin (lib. 2, cnp. 29, 1967: vol. 2:piigs. 36-7) se ciln un ];irgo dis-
!ll'.1d:11i, !975· 178-81
cu1so de T!nc;ie!eli. en el cui:d nfiJJna concreU1rne11te que la n1uviliJaJ socia! y sus
\ [;:1:.í>, IH.ll ejc111plo, !:1: i11ici;1Ci,_'¡11 de l<is hoslilid<idcs co11 los xocliirnilcas, los ¡nivilegios y 1-ec0npsa~ rn<ikliaks dcpuiduá11 del éxito n1ilitnr, con i1tdcpv1Jcnciu
1qccr1 :1s, ic:~
1
rc;1Jxd~ilus y loS puclJ!us de la 1egíó11 de Tcliua11!t¡H.'C (Durfi11, lib. 2, de In cu1H1 del i11J¡v)duo. Se !r<Jln, evidentc1nenlc, rnfis Je la p1cse1llflció11 de! Ideal
c:_1ps 12, 18, 22, 'IG, 19G7: vol. 2, p!Ígs. !05-12, 15.1-62, !85·9, J57 62). [! 111is1no Dur:in del estado que de unn realidad socinl; sin c1111J<i1go, pone Je relieve la utilización por
;:wl1<1 d11ici:1iv11\c qt1c los ~\l]'teso <1bu'JO.'i conltn los corncrciun!es y eniisci1ios nie· el piimilivo irnpcrio de !n 11101·iiídad sociH! c01110 incen(jvo para e! 1nilita1is1no (cfr,
\¡, :1s se j'lod11cínn 1:¡¡1 :i menudo r¡ue p~1ecfu sí:11¡;k111en{c 111\11 ju•;lifk 11 ci611 !wlii!un! ~ .~ Snhnr,l1n, lib 8, cop. 2!, !950-69: pl. 9, piÍgs. 75-7; Du11í11 !.ihro de los 1i!os !ii: l.
,L, l11s "1'.l:~,iJ 11;1:\iC!lS (li111{111, lib. 2, C!IJl ·!G, ll)f17: vol. ·2, p{1¡; . .157). ~{o ¡¡;¡j Clip. 6, 1~G7: vol. !, j'fllJ,S. 67-9)
La e~:pu1ir '"'l''-' "" "'~ ..
llO
defini endo sus 1ncrcci·
n1;ís que nadie, 1ccon1· ciednd 1nexic11, rnotiv nndo n los indivi duos y hastn
J'u::;csiuni.:s y la co11ducl<L E\ guerre ro ttiu11fantc crn, inlc:nlos person ales en lé11ninus dtl cu!to de los sacrifi cios y di:l <.dii11c:11to
sociale s y ecu11l)1uicus, especLiln1ei11e si era
pt:ns;1du co11 t1iül'n1cs bc11c[lcios
111 11 los dioses.
de nob\1...'. cUil!\ .
Aunqu e nobles y cOn\e¡ ci¿H\lc s pudíu n a!cnn2
ur unn posici ón 111ós ultn
Jcnte en su interio r es-
Este sish.'.IH<l de jcrarqu í:1s y el rnovir nientu nscen {n veces Lc1tditaii<1), tninbi én a los honÜ.H CS ordín< itios (111acehuul1in) se !es
y el culto de ll)S snctifi cios. En n1u ..
\übui1 i11tcg1 adus coi1 1a idcu\u gía cstatil l
Ldll<l aba la pusiL iliJad de una niuvd \JnJ ascend
ente en el sisten1n in1pcri<lL
ón se celebr aba con ritos
chus scclo1cs social es, el 111cjor;1rniento de posici Ya lici110::: exi¡¡n [nado ln enorn1 c flexib ilidad de
las uniJ;\ Jcs cuf¡n1! 1in, cuya
cnníba lcs. Corno es nutura \, los
especí ficos de sucri!! cio y c:o11 La11qu ctes estruc tura (ü.'.Ó1dca» pern1i tía una estrnti ficacló n
intern n. El cstudu u1ili1.ó
gqc11c 1us de éxito que uf1eiH_L:dJa11 C<11divos
a !os dioses n1cjon· 1b11n su posi- privile gios y unn posici ón
con un festíll ritua! esta ca1act eríslic ü en propio prove cho, of1eci endo
cíón sucint y eco11ó1nic'-l. Su ascensión se conn1c111oruba ones rncjur a los 1nuceh uu{ti11 quC daban prueb as de
su vnlía cu¡1siguic11cl0 cauti-
las vícti111us cuyos cor<iz pues, que h<1sla !os siin·
pi!t <1 u111igus y pai icntes que i11cluía trozos de vos en ]ns c<nnpH fías n1i!itn res. No es dt; aso1nb
1ar,
y cuy•1 sa11gtt.: ii<1!J¡;u1 oftc11d<1du ti! Sol y a!
es1<1do 1:1i. se n1uslr< 1rnn feroces en lu biilll\h 1: si
ples ~scuadron Je los calpul íill tn11
olios especi a!b!as no rnili-
!Zc;,u!tn n1tís su1p1 cnden le 4ue la cnricr a de tenía éxito, el ciudadallO soldud o g<1nnb a privile gios en esta vida, y si pei-c·
os de sac1 iricios . Eol1e !os gieniio s en !a otra, con10 gucrrt ru
tu1cs se exptcs c1ui a n1e11uUu t:11 lét·niin cía en la divina búsqu eda ganab a la in!nyr tnlida J
ln111\Jié11 u11<1 coi11plicada jctuiq uía de
de co1nt:1cl<-H1lcs pochíe ccuin existía cu1üpHf1c10 del SoL
en lus se1 vicios especi ales
po:::iiciu11l'.S que n.Jlcj<1ba el ¿xi to C!l el contc1cio o Pode1nos ver, pues, que l.-i i11tegr¡ición de la 1ntíqu
ina bélicn tnexicn nbnr·
r.:1ngos ili¡¡ aco1T1¡ H1!1ado de especi ales pd- so de 18 expán sión irnper ial
a! l¡¡1pc1iu 1 • C<-td;i uno Je esos
11
ci:1scs y g1urus profi.:sio11;t!ts;' así cun10 cu11 !;1s :1spl!:1ciui1cs individu;des; !~is
i'IOCL;1s c11 ;1¡ 1nyo de[ i1npc!Ío scif::11 1ccu111pcns<1d :s con 1nl.'.ju1es cu1HJicio11c:;
CCU!h)llllCi!S y suci<d·~.
'¡
l'cs1~ ~1 c~tninlegt ~1citS Je: !n cos1nu!ugfr1 111cxlcu cu11 !as ¡¡¡c(u$ pt;1g111<'Í-
\ !, ;1s del cstndu y el ciudndutio, 1u rnnyo: fn d<: los unólisls Je! i:np,:t io nLlccu
!l} !i;111 \'ic;fu co1no un sislcn1a gu1vcr11cl1tc 1-esciucbrc1jc1Jo. [Jiiigentcs e i1d~
\·idu_:,s ~,:»Jo <1Jnptu1sc <l su entu:11n i1ncJ~lo, a sus 111tcrcscs n co1lo
¡d;uu ;1 t1í1 ft1turo ptc\'islble. Los n11_l¡opólugos e hislod~1e dlsftulun,
C!\ d·· ¡.,
~- d• lll'''"J'
''J' ! ¡v•¡-s··¡f'e[i'"l
v '] _, .ll ¡i,-!~1'c•l
',-)cU ~e
''l!"
'i '-' ,¡'.,
e !<>n ¡,,¡.1\'I',, ;:¡··¡' ('l>'ll(l
' ' J ' 1 <•¡CU .i
¡le
•
u:1 ni:11-co cnn1pn1 <1livo tnús ainpliu. Dc1s6:idu11os en esos sabe:cs n1;\s Jiin1'1-
(!1 ver l~1s li1nitacioncs i1d1c1e11les <.d i111pc; ialis1no u1cxlca y sus
,i_r~cns c:;:111clu1ales.
:\t111.¡uc ];¡ ~1:Jp!ció í l'Cológíca de !us 1ncxlco1s les p1opotciunó i:c;d~
1
1ur11lc 1:1 vlc(utia sobtc sus cu1nptilíJu1es y lus 111edius p11n1 su expansión
ir11¡ c1 \;il. 110 les diu, :il
1 [J¡11eccr, Ui1Q clara visión de !o que linb[a que !wcet
n111 el ii11petin Cl»11i-¡uislr1do co11 esas viclurins. Los piincipaics oLjcl¡vus ele.
Lis g:¡cr1:1s de lil Triple Aiinnza consistían Cll nli1!1c11los pata !os dioses y
11 i!J1dos pnru ci cstadu. lJ¡;¡¡ vez: conseguiJus ..esuS fi11es, Ji\'inos y !l\;1['.d~es,
]ns 1nc.\l1:;1s 110 est;i\1~n pteparados p~ir e11ftenlarse cun los ptob!en1as que a
\digo pL!Z.U 1cprcscnh1ha el gobiclno y el conlto! Je los.pucL!us sojuzg<1dus.
E.11 e! 111u1nc11lu Cll qi1c lh lic[~!Úona Je lri l'lip!c 1\lianzn creció lins[J <ÜJ<il--
C!\I u11;1 v:istn put te de f-:1,~\r.ié icú, los !i111il<\dos obje(ivos del in1pct 1ulis·
tno n1c.".ica c1npe:u1ru11 3 sér cuda vez rn;_1s i1cunp~lL.s con el lu1~o de '1
• • .1 : ;
SU !Ci!lO. , \~'
~1Lc carul~tiLo;· 'ail-1¡)!,n~C a! i i1pcr1nlís1no azlec::1 COtr\0 tl!l sis!c1n:i '1
d~ (:C_n1qt:is(as cn1it~ de cÜnSoliciuCiÓ11 u!lc1íot-, Eh n::ulilL.1J, el ((l111¡Jc1\c)
1\11cc:i)) 110 fue Li! 111\J1c.rio, :li ]{i~ÍtoS ii:'1 en el i1a!Jiiuul se1llidu dL".l (ét1111i1b.
¡ 1
!\Lís !Jic11 cn1\si_;rfa en littn !a;n lieg(~_1on{a sobre CiudaJcs qLlc proinetí;in
obcdic11c'ia y l1iliu!os a l:1s cni1lta!Cs ele la 'r1iple 1\!ia11z.a !!B. l'ras dc11ul<n
Lns snb1e el do1\iinlo. lci\Oc!1cu de11t10 de lu Triple /\!ía1n.n lrn11 v11- '11
1icH!u cCJn cu1sn cite lus nlioS. Los p1in1nos estudios scgufun 111uy de cetcu l11s fuen-
tr·s ofididc:o 1nexic11.5 (p. ej., fuerl(cs de lu ,,Cióoku X)i: Duifin, TcLoz.on1oc, Tovot)
'iilC 1c!1<dni1n11 :1 Tcnuchtil!un U)ll\O !n pnicncia Ju1ninn1lle. Los estudiosos pusluiuies 1
!1;;11 Ld; 11l<lYtH111c11(e en l:nlílxocli(t! y olr;1s luc1llcs iici rncxkns qlié cl1gr:;11dcccn
el pn¡,cl de Texcuc0 y :;:_dH<1y;111 l<l n;oci1~é fo!ln<il de los t1es cc1dios fu1hladurcs 1
¡:
dt: lit 11!in11r;1 ( f'c11oc:htiilur1, TcXcciu.) y Tncubn). LltS \Tr<lud se hui in prob:1bk:neiitc ¡
c11 ,,¡ 111cciiry ;;>!u1i1ns que el \l11pel de Texcuco fue 11P.1y irnpo1lnnte inki:iltn!.'.tilc, cun
el cu1~0 lk1 ticn1p(1 Tc11oclditlni1 ileg<:"í 0,1t1d11:i!1ncn(r: u dun1in;ir nbic1lu111c11tc lo uliu1;zn.
¡:5f(: cnr:1hio se Jchió tr111io o ln tt\piJn y tln~ivu u1bunirm:ió11 de !n zo1111 de Te:1ocii"
!ili rn cn111u n sl1s fil-i1,:ck:ilcs 11ctividndcs rnc1c11\tiks, os{ co1110 o In ddi\J,:111dn t11n- f71u. 9.-~Lisln de: lns cd11quisl11s nz!cc.1s. Estn pílgi11n del Cádice /\fe11doci110, del s!·
pii;\,.:· 11:1\Íca de Sil \;nse l1ibu!111i:1 u expc110ns de sus sc.io~ Je l:t Ti to >-:Yl 111ucst1a u11a sc:ic de ciud,1d:::s cu,:1qis(~d; __ cr: 1:11:i cainpñ~ iinpc,rbl. C11dn
j'< ~• 6 ':r ·-de L1 ciuci,;u y .. , ei1 l1a1nns que
;,¡,,
o 1ni-
a los cj~itos Je. un;1 1l'.glún (Figu1 a 9), !os nicKicíl S l1<1cían ccnll:n nrcs
obj . de sacrific nr!os en 'f'enoc h·
!cs di.: pi i~u1c;os ent1e sus soldad os, con o l ~
de la piovin ciJ sojuzg adn n un gober·
tltlan. Ucspué s i11st;1L1ban en e! tio¡¡o
act1babn1i de dcrro\a r.
11u11ll:, a incnud o pe¡ tc:neclcntl'. a Ja 111isnia di11astía que
conqu¡ stadus , ni
t~o se h\10 el rncnut· intento real de asi1ni!ar a los pueblos
vencid o serían
cu1tu1nl ni po!ític11n1enlc.· El lÍ11Íco cainliio rea! en el estado
la victori osa '!'ripie
lus pagos del oneros o y pct iódico tribu lo i1npucsto por
lln
1\li~nza. A! dcjnr intacta la es!ructura dirígente luctd, los az(ccas rcUucí
n au1nenli:1La la
<d 1nf11i11, i los prob!cnHJS nJn1inistu1livos, aunque ta111bié
1
y otra vez.
a\ y de los olijeliv os
Cc¡¡no rtsulla Jo de esta disgrl'. gadn esltucl ura irnperi
ron 1u~os enclnv es
i11111edi;¡tos de !ns cn1npn ilas, 1nuy reJuc:i Jos, existie
11 1 11}. Los ejércit os in1pe-
i11dc¡tt.:ndie11tcs de11tro del i1npetio ' (vé.use Figu1a
a no cnfrcn (nrse cop
1inlcs se li1nilh10n a cruz.a rias regione s n1onlai"iusas,
alhTrfi<lrius irrcUu ctiL!ts , u a olvida r \ns zonas c<1rent
es Je recursos cuyos
pres<1s n1Íls fácil:s y
l1 ihutns no fueuin niuy Jc.seaLles, en su cani\110 hncia
ló, esos focos
111ús ricns. En el n1on1cnto en que el l<Hnnño del i111pc1 ¡o nuu1e11
serios proLlt..'.nHIS, Deseos os de preserv ar
indcper1dlcnles llegaron a plnn!c ar
cs fon1c11 laLan i11surr ecciones
Sll autooo111ía, los goliern anlcs de esos encluv 150
. Cuand o los aztccns nplas-
en !as regione s dc.l i111pcrio que los burJca ban
nsllo a los dirigen tes rcbc!·
!tiba11 esas rcvuc.llas, los c.stados libres ofrecía n
ores ocasio nes.
des, que: poJían volver a n1o!cs1<1r al in1pcrií:J en posteri
1nás n1oleslo de
El estado n1ontn!1oso de los linxcultccas fue quiz.ás el
llaxcal tecas se resistie ton con
esos reinos indcpc nJientc s. Pueblo belicos o, los 151
ntn a!1os . A lo
é:.;.itu n los ejé1cit os de !a ali1.1n:z.a durant e nit1s de
cillcue
niiunr In liegc111onía
largo de ese pcdod o se nL.1naron coostu nlc.nic ntc por
tribus, fu1nc1 llando rebeliones y
Hllccn -··-co11spirat1Jo, aliúndo se con o!ias
131 en1a tlaxca\(eCd» pcr·
;dbc1ga11do a los cneinígus del ir11pe1io--·- . El ({p1oül
lllÍ!i11Ciusui11c11l..: !o~ c1Llv~ i11dcpl'.11·
'" Duvk:> (l'JG(l) li11 idc11tifí cndq y t]¡_;~c1io
dit::11tcs dcnt10 Jd iu1pc1i0 n1cxica.
ecas a por lo 1nenos dos rebe!io-
'"' Vétu1sc . por 1:je1uplo, las i1\stigac ione.s t!axcilt
i\C'!i l'.ll Otiud.>t1 UJuri\11, lib. 2, cups.
2l, 2'L !'.167; vol. 2, p6gs. 177·83, !97·203 ; Tor·
qut.:11\<1dn, lib. 2, cap. ·!LJ. l~'.i: vol. l, págs. 22'1·5) y sus 1nud1ns y efí111e1u:; t1!iunz¡1s
ej., lxtldxo diit!, lib. 2, cnp. 61,
cOH los hucxL1tz.i11gns cont1<J la Triple A!illnzn (p.
! 9) 7: t ¡ ! -2).
•H Obsérv ese d co1ne11uHiO de lxt!ib:o chit! Je que !os t\nxcn!te.cns
\;ul'.xOL:.i11gas estaban ¡icrpctu aine1ite en gueita con los 1nexica s (lib. 2,
y sus nlin<los
cap. 81, 1977: 3f F10. 10.-La Tenoch 1illan irnper·ia l. Unn recons! rucción 1nodernn (<1rribn, segLÍn ~,\nr·
1on. quinn, 1951) y u11u vi~ln (nbnjo).
csp;¡¡)o! a del ;;íglo ;.,.y¡
" 1 \/é;1sc la nn!eiio r nota 150; l:i111bié11 Davícs,
!968.
'
86 Gcoffiey \V. Con1-11d y /\;thur A. Dcnrntesl
,,1;L"
a eKpilllSlón i1npcriril <.z.lecn 87
~i:1c', cu11H1 ve1c111os, h;1sla los dfas posl1eros de la ·rriple ,\linnz::i, cjcn1pli- .. Ltis exlgcncius n10!·~iucs d-.:-1 p1opiu 'rcnochlit!an se dispnrnron íll <1urncn-
[ic:111do lc1s quich1:1s cstiuctuuilcs i11hc1cntcs .:il sis(cn1n itnpc.rllt! rncxic;L !ílr la pob!<1ción de lí1 ciudnd. Ln ideología itnperial alentLlba el crcci111ienl(1
(Jtro r,1 l'JiU 11111cnnzndur, los !n1nscos, r1u11ca llegó n ser cunquis!i1clo ¡iui lnlcrno Je !a poLlnción: In den1nnth1 divina de nuevos guerreros ern infinitn.
156
!:1 l: ipie i\!~1z. Eti 1'!78 Cl ejé1citu ín.pcri<-1! iue:dca !iabín iuvaJ1do el Se· produjo una exp!o::;iva l1unigtación a la cnpita! . La arislocn1cia y la
tc11i!u1ío tni:isco, 1:-¡uc Se hnl!c1l1n u 1nc¡1os {C 50 1;1ilL1s nl ocslc de! \talle clt: burocrncia estatn!, cnda vez n18s nul1iJ~s atrní;n1 gr<111 cnntidad de sirvientes,
[. \(:;.ico. Los n1cxicns pctdie1011 !116s Je vei1dc 111[! lio1nLtes en esa dcsrts(1usu nrtcs<.lnos, cu111c1cinntes, escribns, cunc.ubi11ns y olios cspc:cia!istas al sct·v!-
c;1111¡1nííl1 111 . Lu rue1zn IHllllét!cu J(; _los !n1:scus eta ingc!l[t'., yn que co11!10- cio de sus necesidades. Ul\ e.síudiu soLtc l'enocli\illnn n co1nie11zos del si·
l:d:;\11 11;;1 11111¡-i!ín ;ili:i11zc1 de ciuc1:1des-cs!ndu ~. y, !o qllc es fll111 n1~s
15
irn- g!u xv1 (Figu1u lU) !!cgó <i. ln conc!usiún de que !a tnayoría de los puLd;iduies
¡1c>1 !:1it~, p(1sef;111 UJEl g1;111 expc1ic11ci(l. de cu111b<:de en el escutpacJo [erre110 de la c\ud;:1J estaba cspccializ;ida e1i h1 produ1.:ción de géucios 110 n!i111cnti-
11'(litl1\1H;so dt~! Ol'.,~[c Je- ~-lé.xico Los n1cxi~s j;11nús vulvieion a intc11l<1r sub- c!os 157 , Los j<irJincs lacustres de ];:¡ región de: !<1 c;:ip¡tnl só!o podían suin\-
J'ligiir l'sc1s reglones, ;\sf, ¡n1cs, !;i 'ft iple ¡\lit111z.i\ [eriín, jllslaine11te al oeste nislrnr u1n1 palle Lle los bienes que el suslctllo de la ciudad rcquci fn. En
de su pi cc1ilro de puder, ili1 Úh1cnaz<1dor vecino t¡uc obst<.H.:.u\i¿nÍJ¡i tutal- i-espucsta a es!ll explosión Jc111ográfica los clirigcnles de rre11oc!itíllun pu-
:11c11le su cxpn11sió11 por- ese hHJo. Cunio col1secuc11ciíl, k1 fo1nn1 del i111pc1ío sieron en 111arch;:i p¡oycctos 1Hasivos de 8\Hovccha111ic.11lo ele tierras y de obros
ll':,ult(J <1sí:1:¿11ícn, cnn su nl1clco en e! l\l¿;.;ico Ce1llu1l y unos Uor11inios que Llgdccdos, Co1no !us pro\'(ncias di.stnt1tcs no estab:J11 en co11Jicio11es de nbns-
se· c\(c11díu11 nHty lejos por el sur y por el csle. Esl<1 circunslnncln, co¡no es lccer la ciuJud coit p1uduclos perecederos, la zona ccnlrnl del iinpcrio, y
:i:1111:cil, 01 1u1b:i proble111us logfstic~ adicionales, tn11lu en !u c¡uc respecta en cspccLd h1s pto\·incias Jcl hléxico Cetiltnl, tenían que proveer n !os nc-
n In nd111i11isln1ci\'í11 co1110 n ln'd(güii!í.nción d~ cninpuííus de conqulstn de nue- ces\Jndcs de suLsisteHciu de 're1h)c!1titlan, que ciecínn rápidnn1e11te. Los ple-
beyos de la zona del Lngo 'l'excoco se bcneficíBron de! Lolfn del expansio,
. '·. ¡ ,\
v;::; l 1<~ 1 élS. . , _; -/ 1
i\dc111cís del e11c!avc ll;_i.\calteca y .Je la !Jarrc1a tarJscn, a 111cdida que el nlsn10, pueSlo que couslliuín11 \€1 coluinna verteb1a! de los ejér-ci!os de ln
i1npc1io fué crccier\do p1u1ifc1<ito11 gh1ves prob!cn1<is de Í!1lc11Jcncia. i'duch~1s '1'1-íple A!ianza 158 • Pero las p1ovincias conquislnd;-is en f\1éxico Ccnlral, rníls
(k L:1s dificullildcs no ptocedí<1n Je e1ien1igos itidotn<1bles·, sino que rcl!eja· allá de la inincdiuto. zona del l<:1go, suf1 ieron enonne111cnle a causa de las
h;111 111<ís Llc11 los lí111it..::S dCi c:Jecltnlcnlo i11lteti:ntcs al p1opiu cnrócler de! cx¡gc11cins de tributos, c1Hla vez r116s gravosns. Los puebius de clích<Js regiones
i111¡'r_:1 inli:-;:nu í:1exicc1. El si:itcnia de liibutos, org~1Í,;J sin l\Juc!i<J cohesión, soµotlaban a incuudo ut1<J Juli!c Ciltga, potque p3gaban ttibulo \anto n L1
1csu\l() cndo vez inlís i11ndccufído con10 suplc.1~n!o de !as c.rccieules necesi- 'I'rip!e Alinnzn conio n sus p1opios gobcriu:inles, tra<licionales o in1pucslos
d;idcs dl.'. !<is ciudades dei {\·léxico Cc11lrcd. Las reglones 1ecié11 conquisl~td por los niexicas 159 . El delicado equilibrio entre población y recursos (y rnfls
cuda VCL _1<.Í~; !c.]os_de la caplt~\I y lHs proviilclas péri[éric<ls iiu po adc.!a11le el crccie11\e dcscquilib1io) p1-odujeron h::in1U1c y lia111bru11as en los
d :tll ;ipot L11- un<i contrlGuci6n Susta11cial de p10Juctos ulln1c11lic.los. En vez riílos de escasez, lJt\lO en !as provincias centrnlcs coíno en las c;1pilnles rrz-
de ellu su !1\lnilu cunsislfá SCJL1'c !uJo Ci\ bic11es sLinlu.-n\os, co1110 pl11n1ns de ·lccus a lns que éstus nianlettÍíln.
qu1·!1.:d. unifur111es, ropns Cercn1b11inlcs, n1t1nlc1s dec.:01üdas y út1os atlícu- Con el ptopósito de aliviar esta peligros<1 siluc;ción en el i\1éxico Centrn!,
l\1S que 1ecTsil~ba !a butoCrac!a'esUHal y !a niisluci;:ic!a p8lu iefotL~lr su los gubcr11<1t1lcs in1peti<i!es adoptaron frecuente1nente 1nediúas contrnpro·
p:esligio y ¡lil!n \os dlu;~s dtl l¿!n¡Jld y ci'e_ la -~tl 155 . Slil, t!nÜnigo, talcS Juccnlcs. Exigían n las provi;1cias l1 ibutos aún 111ayores y este esfuerLo íldi-
<111ículos n:) nndf:1h inidu,¡¡- Ji1 eSé~isC.z d~ .:din;cntos c¡ue af!lg!ó <i! rvléxico ciun;Jl p1uvucalL1 a rncnudo rebeliones, seguidas por i11vasiones y reconqu!s-
' D
( ':11!: ;d d111 c1:lle l~i f¡;ocn hnpel!¡_d. tns 111cxicns: f1 conli11uución se casligulia u las t1iUus í11suborJi11ndns con u11n
' t' '.~ ' \ cuota clc ti ¡!Julo rnéis c[cv!lJa 111]. Eviden!cn1c11te, esas exigencias nH~yutes
)
'_.. -,_,_
1-csu!lut ínn rnucho n1Ds diffcilcs de salisfacer, d:.icio que la reconquista 1nexicn
·---·--- .. ·1.~ -~;'.·_"i ·¡_,-,
i'\ Ullt{il\, 1ih 2, CZIPS.- J7¡ ·Js .. !967: vOL 2, p~gs. 2R!-9J.
solía dicz1nnr las filéis de los pri¡icipn!es p10Juclores Ue 18 región: jóve11es
'" l_:1 f!istoriu de Durfi11 \iili_ 1, cÚ)i. 31, 1967: vol. 2, iiág. :zh2) Sl;:;lic11c que los
t:1~-os 1cclt1U1:n11 lOUUü g1:e11C1Cls, in1iy supcriutcs c11 1n'1;11e10 ni cíéicilo itn'tisut rnc·
\:i~·¡1_ r-!u l1;1y qul' \ilvida1, sin \'111lin1gu, el sesgo 111cxic11 lk cslc 1clnto uficinl de IEI n' Cnl11ek (!976: 288-91) n!ribuyc <1 !n i111nig1t1ciú11 la 1nayo1 rc5punsabilidt1J en lo
u1lH1i1iLnci611 nia~v de Tc11oclilili<1ll en la ép0ca impe1inL
·) El nn81i·is de Beidnl\ de ln. cco11u1nín 111c.\ictt i1n.lie<1 que !0s p1oduclos ali11Knti- Cnl11ck, 1972 fl.
1
Lto
"
<:H'S y los hic:11cs ¡k_ gr:in co11sun10 p1occdin11 sob111cnlc del fvléxic;-; Ct:1it1u!, n1ict;.~ iii Berdnn, 1975: 282-G.
qu<: hó ¡1i()\'i;1ci;1s 1nfis :iieíi:das ¡;:op01Lion1d)élll ru1Hb1:1c11!;il111t:nlc bk11cs Su1li~s Uc1Jan, 197,5: \!} ..1, 287·8.
88 Ct.:ufí1cy \V. Conu1d y Atthur A. Den1arest 1
1 Entre u1n(o, los proble111as !ogblicos y econó1nicos creaJus por el crc:ci·
v111uncs ;l(!ultus qul~ peiccíun ~1 lns fLdilc:s lucli;1s coi1lra los ejétcilos irnµe- nih~tu del i111pt:rio iban aconipañados por Lis lensio11es sociales resu!tail\cs
ii;iles, c11 !as n1att1nzas que seguían a !n der1uta y cuino víctin1as de sacri- de la 1 típiJa secuencia de cainb¡os y transfounaciones d.~ la socied11d nH>
ficios e11 los aiunes de Lis capitules u2lecas. Las provincias se veían, pues, 1
xicn. Cua 11 Jo e! iinperio e1npezó a dl'.snr1o!lursc, cun>lilu ía una cu!tutn so·
t1plastad;1s Lujo ui1 ciclo Je oprcsíón in1perin!: DUllil'.ntos del tributo, rebe-
111 etiJa a coDtinuus trastornos internos. Las refonnns inicíales y !as lransfor-
lión, rccui1quista, castigo, t1ibutos 111<.ls altos, restnlirniento y nueva re- nHic¡une::; que sit_'.<1Íeron a la victoria de los 1ne.xico1s en 1 128 1io creflrüll una
1
bclióii. nuc\'a sociedad, sino que rntís bien pusieron en 11u11cha un ciclo ele cun(inuo
Los i11lc11!os de. ha!l¡¡r una soiuciüu a las dificulu1dcs c~onóias rne- CíiJllbilJ cultUriil en respuesta íl Ja COllSl<l!l[C ex.pnnsión del iJnperio. CJ'an prO!l"
dia11f(: t1uevas conquistas pcr<lic1on su eJicacia en !os liltin1os días del in1- to corno los decretos de l tzcoatl y r,-1uc!ezu1nn I forrnali;u11-on ll!lUS cnpns
pcrio. '!'uJas las presns ricas y Líciles !levnUn11 inuclio tie1npo sojuzgadaS y sociales clau11uc11te. separadas, los rtípidos ci:nnLios de la suciedad 111cxicn
nb1u111ad;1s por los ir11pueslos a finales del siglo xv. Los costos de las can1- rnulti'1licaron !os Jescc¡ui!ibiius entie !ns clases; surgió uníl creciente 111ovi-
puñL1s y sus 1i1_.sgus !ogíslico;; irnpeJían la conquisl<1 Je licrn1s lejanns. Los lldnd \ocia! ell respuesta a la crecic11le curnplcjidaJ del gobierno y la religión
cjér:._:itus ítnpe; in!es debían n1arcliur a tr;ivés Je centenares de ntillas de re- n1exic8s y n las nccesicL1des eslat<.dcs de una ga1na rnás divcrsificnda de es-
gíunl'.s intcnnl.'.dias y \as provi11ci;1s rui !ns c¡u¡; pas;1bü11 se veí:in oLligadns peciidistns profesionu!es. Pero en los Liltinios dl'.cenios Je ln cru_ trLtccn,_ e!
u 11111n1cncr\us; u rncnudo el cjéicilo inipctial teníu que reconquislnr varios lei1to creciniiento del iinpedo cotilLijo a restricciones en ln 1novilidad snc¡¡1\.
estados a1dcs Je llcg<ir n su nieta origínal 11". A veces las zonns de paso esta- Co 111 enLaion a dcsarroilurse conflictos entre la nristoi.::raciD liereUiu_1ria y te-
ba11 sin conquist;ir o se encontraln:1n ;11ncnazt1dc1s por enclaves i11depenJieu- rrateniente y los guerreros y co1ncrciuntes prósperos, que anterior n1ente ha
tes. Estos f;1clnrcs dej;1ba11 a las l1opas de la 'Ttiple ;\!lanza con una línea bían sido las fuerzas n1oliices de la expansión -1n1perial. fv\ientras se desarro-
de <1va11cc, :1Lnstcci¡11iento y retroceso su11u1n1enle i11seguni. Si tcnfnn éxito, llabatl tales confliclus, se 111ul!ip!icó el nlin1ero de la aris!ocr<1cia hereditaria
cl so111c!i1nicnto de rei11os alejados no conltibuía gran cosa a !a subsisten- tle tos pipiflin n causa del privilegio de la po!ign1nla 10 . Las fan1ilias de cíldll
cia que ¡;is cLqiitalcs r:12_tccas neccsitaliu11 descspc1<:ida111cnte; co1no heinos nobie o de cada bu1ócrata requerían a su vez los servicios ele docenas de
señ<1lado, J¡¡s 1iquc28s proporcionadas por las proviricias pc1ifé1icas se utlli- olios espccialis!as 110 agiículas pa1a salisfncer sus neccsiUades. En el siglo xv1
z;1bar1 p111a icfotzar los sistc.n1as político e iUco!ógico de los inexicas y no la clase de los pípiflin, ext'f!nsn y ílCauJalada_, !legó a constituir una carga
patu ;di1nc11un a ln crccic11lc poblricíón. Corno puede in1aginarse, resultaba parn el sistc1na ccunótnico que la lliilillC-H[a 161 . La estructura social 1nex~ca
espcciulrnenle difícil cvi1ur y sufocr1r las revueltas en las regiones distantes; se habí:1 dc.scqui!i!.Hndo por !a cúspjde a causa de <i!gunos Je !os propios
en cici!os casos se ncoineiiü el gasto adiciunat de fcntificar guarniciones con privilegios que en principio eríln iHceiqivos pnrn el éxito.
objt:!o de gara11ti2ar e! con!tu! niexic.n dt estns ¡'¡¡eas pc1ifé1icas 162 . En la rníz de esa incstubi!idad !lJ:ninis!raliva, econóinica y socin! Jcl
t~! pude1 rnili!ttr Je !us n1cxicns se cnírcntílba con cOnip!icaJos pr0Llcnn1s irnperio se bn!!a la dinátnica funJnnienlal del propio cu!lo in1periul. Pese a
que !Hl c;1bí<1 1csu!vcr c0:1 la n1crn fuerza. Los cj~t-los Je IIuítzilvpocLlli que iniclnh11c11te el cu!to de la gut.irn cu11linud y Je !us suctificios liun1a!\US
eran !;111 feroces co1no sicniprc y tuvieron éxito en lu cu11secución de sus dio a !us 111c:<¡Cil':i !il i11spirnción inolriz de sus victorias, ese culto resultaba
íinolidndes idcológicus: hncer grnn nt'1111ero Je ptisionc1os (de los ejércitos bfisic¿1n1cr:le inco1np<1\ible con cualquier estruclurn polilicn estuble. Exigfn
dcrro\;1dus de !ns provl11ci¡¡s iebcldes o Je nuevas conquistas), alítncntar a cons!nntes guerríls, sacrificios y expansión e in1pcdfa curdquier intento de
lus d!uscs con su sangre y picservnr la vida del u1\ivctsu. Pero, corno sisle1nn consolidar y ascguuir el reino. Aunque el culto i1nperial fue ni principio unn
ccu1ió1nicu le11e11;d, e! irnpeti<disn10 1ne;dca cia una e111ptesa cuyos rcndi· brl\laille udupUición ideológic<1 nl entorno n1ditnr y polflico de con1ienzos
inienlus dtcrécÍan con 1upidez. del siglo xv, ncnbó por CüJi\'Crtirse en una réinorn destr_uciiva durnntc los
Li!tin 1us ¡:¡f\os del iinperio, cuando los rnexicas tenf11n 1nnyores necesidades
'" [)uiún, lih 2. u1p. 21. ltJ67; vo! 2, p<Ígs. !79-Bü_ Estos p10ÜkH1ns de la línea Je de cst<ibiliLarse que de expaDdi1se, de co11sulidnrse que de conquislnr. Pero
llLrislcci111lc1110 diíitu!!<uon especial111e1de las conquist<1s en !as dis!<\1l[cs provi11cins
sudo1ic11tuks de Ü;1x11ca, Tchu;1ntcpec y Soconusco, y su 111nntcnin1ien!o. Tezozo1noc ·~ 1 Sobre d pd•. . ikgío de !11 pu!igil1nia, véusc la 11o!n !'!2.
(CrJ11i(11 CHjl. 75, !CJ·L)· !51·2) i1:fie1,; los <ituqu'-.'s qut; suf1fu11 el co1ne1do
1111:.1.icmiu, '" Ln ininig1nció11 11:;isivil de espcci<ilístas no 1gdcul~ 11 Tenoch1itl:1n i1 finn!l'.s dd
y Lis 111isi(l!lcs ckl !1iliuiu i.'ll lu 11.:gió1\ Jt: Tt:liuíln\cpcc. Vé<HlSC [a111Líén págs. 92-93. siglo xv postulada por Ca!nek {!972 b, !976) se relaciona L'.S¡Jechnu1..:1!!e cun el crL'.ci·
"' Es:is ¿;11LJ1nicíoncs se cSLlblccie1011 en !a n1nicHLlzada fro1dc1a tarasca (Durñn, rniento de las cl¡¡ses nli1101 iLirias {noUles, gue1 u:.1 os, sacerdu!es y conH.:rciuntes) que
!ib 2, t·•ip. ·11. i':l67: vol. 2, págs )51-5) y en Lis piovi¡;¡:::ias Jd 6udes(e (p. ej., Durñn, 1 1.:ci~t¡[;q sus H'.i vkius y su~ L;j¡_;nes inanu[aclurndos.
lib. 2, cap. 27, !IJ6/: vu!. 2, píÍg. 2)1).
90 Gcuff1 cy \V. ContuJ )' Arl!nir A. Dcn1ai~l 1 L:i c:qinnsil'in i111)Jeii11l <l?Jecn 91
1
ius l'.llgrnnnjes Je In 111atjuinni-iu bé!ica divlna se hc\Líun puesto e11 tnod-clia tanto :las necesidades de sirvientes con10 lns de víclin1:is S<Jcrificiales 1t· 5 , Este
y iio ¡;udf;in detenerse. La Cosniulogía de la lucha so!i:ir, los cultos de los . floreciente co111et"CÍO p<11 a tili!l1e11tar a !os dioses propu1cio1iDba a las cl<1ses
st1ciificlos 111nsivoS y Jn glotiflcución e.le la guctni y e! guct·n::10 estaL;1n tn11 n1í11criturias y <1sce11denles !~1s víctin1<1S requeridas por niuchos ri!Lniles de!
p:-uft1ndn111en(c c11g1·cinndos .e11 el' !nOdo de vidn rncxicn que ni ci pueblo ni calc1iclario y sociales. Pero ulgunos aco11tcc11nic11tos de i1npo1 !<1ncia cxigfnn
sus gobei-nai1lcs po<llnn l111ngi!ictr oti'u perspectiva ideul6gic11. el sc1crificío ele guctTe1us capturados en bat8l!a: sólo su vigor y su valLnlín
/\] cu11l1;1¡lo d'-; -n!gunas tcorícis; coilsidcia111us que los cfeclos de! culto for!;decí<111 <1! SoL En respuesta o esta escasez de gucri-e1·os pura !os sncrif\-
c;;:1dnl so!nc la de111uginl'ía !de! !\·léxico Ceiil1al fueron clcstructh;os; Corno cios surgit'.ro11, <d p<Jrecer, !<1s l!<1111<1Jas ((Guerrt1'.; F!o1iJas>l. Según divc1sns
crnnii11n1ernos más hdCln11tc (cnpftub 4), Cook (19•16), l'rice'(\978) y otros Crónicns, Lis· pri1icipu\es ciudad(s-est<iclo del 1'>'1éxico Cenlrc-d aco1duiu!l en-
(p;--11· ej(;ti¡¡ilu, !Llilís, !977; l!inner; 1977 b, b) lHill t1fi1111ado que In gue1TH f1e11tüise pc1iódic<11ncn\e en Ü<J.(rilla con el íi11 ele que cuda unn pudicrn Cnp-
y los suc1iflcius r11nsivos exigidos por lu tcllgión de cstudo co11s!iluyc:un lurar guerreros con destino a los sncrificios riluLllcs de sus dioses 1M. 1!ny
U!l(I 1cspucsl;¡ ~1d:pl<ivJ [l la C1-ccicn!c f>l-eslón dc111ogrcífica e11 el rvtéxico Cen- \'I C:ict!í:.is pnH.:bLls r¡ue indican, no obstante, que !as <(Guerras l'loridns>i fueron
t: ::1 l'.l fcillo de csns leo: ínS gchc1 alilador<is co11sistc en que no lieneh c11
cuc11tn !os d;i!os cspcctf\cos de Ju cslruclutn de los prob!crnns Oc ln 'f'riplc " n n1cnudo purfl prop;1¡,F111da in1pcrinl, un inodo ele cxp!icnr nl pueblo ln ln·
1\iiu11?.n. Ln ll1fl)'íll- presí611 dcr11og1-ófJcn se dubn, coinü liernos vlslo, e11 !Els l~' 'fl:.'
I'
cnpncidnJ del hnperio pnia clo1nc1l8r a ciertos ernpccinndos cnernigos (por
ejeinplo, los t!nxcnHecns), pese n los 11u111crosos intentos 167 , Po rece, no obs-
c:1pilnles nztccas; pero L:s 7Sli1;1s 1n<'Ís dícz111;1dns por la col1quista y !os sacri- lnnle, que est1s guerras, co11 sus n1e(;1s dc:l!be-rnd;1111c:de !ir11ilt1das, se ínicin-
ficios C:!<111 los p:npins tributarlos cuyos piuductos nlin1etltlcius suslcnlab<:in j1¡ ru11 en !os ú!tir1~,s lic111pus i111periales, con !él intención úe obtener vícti111us
ni supe1 publndo V<ille de l\'léxlco. Ln -guerr-n nzJccn destruyó, pues, ni cau-
s;11 la 111uet h: Je tnilcS de pro<llicfurcs de alirnentos, la propia bnse de sub-
sis(encía de! ]nipei-it). • ~ ' J_ i. i !:1,rir· ·, ¡; ¿ \· l ;;
~i ' pt1ri1 los S8i::J ificios y l<nnLién de llliiíztil'las corr10 1nét0Jos pílrn el adicstrn·
ri1íeiito de los g,.erreros jü:c.nes 11,¡e.
El ~lCSh1o<J
1
S8CI ificÍOS. ~' !8} !lláS probJern<Í{ÍC8S «l~ueras J-lorid<JS}l SUÜrnya !os SUS(B!l·
!1);;,i;qil:1\l,_¡ c1c6 utru prubicniil.- 1\ las c1cc\enles 0Lstiuccio11cs a ln !ogísticn
1
'ci;llcs ap1 iCtos el(.'. íir~1!cs de! i111perio: la obsesión por !os sncrificlos en 111Jsa
hd1ni11isi11-1(ivn, ecohótnicn Y, n1~!ltr se. Sll!ilÓ u11 di!,:n~ de logfsticn idcol?- 1l'.sl'dt;.1Ga c8dn 11 cz 111:'ís in<1clccuadn y d¡ffcil de satisfciccr. E! escriso crcc!r11ic11-
a 111cdidn qt!C dlstiil11uy_ó · ci i Ít1nu d1: !ns conqulslaS y luS cn111puS de
11 !o de! i111pc1 l·.-· c11 sus \':lli111(Js decenios era i11co11i¡1¿1tiUlc co11 las Crecic1des
!):1Lill:1 r¡\lc(L:tun H:fi~ ;ilt'.jlldos, t('.sultü caJ~\ vez 1nfís Ji[ícil conscgufr el abas- i Cxígcncias clcJ cu!to S<lcrífici<i!. Adcrnás, In subsistencia de l8s aLar1otaJns
te~ iinic111n de v(r¿thnus que' !us 'dio_ses l1rccis;:1L;11L /\l !gua! que !as otras
l\c _·csidudcs de ·rc11uclititlnf1,;·, !hs éx!ge1iclnS dC vícthnas sncdficinleS cJe ln ¡I cnpilnles nzlc; ns clepc11clín de los vlveres de !ns p1ovi11cins, lo cunl eslnbn ,en
pug.1H1 Con !e ub]ctivcs de co111ballr las rcLclio11cs internns. 'f'n!es C8!11paílas
t<il l1,1hí;111 n1·11iH'.nlc1do co1:s!;111\erne11\c. E! dcsp:uporcíonndu cteci111ic11lo i rc¡ni111fnn !n,• insur1c.ccio11cs y consc:gufn11 vfc(i111ns pura e! sucrificío, pero n
cL~ !ns 11cccslcL1des tilllalc'.S de tll·-tlos scc[o¡cs de la sociedad n1cxlcii liali[;1
!i 1nc:11L1do 8 ex cnsns cie ta poblnción y de 1:-i capncicL1J proJucliva de lns pro-
é,stlnlulndo u1\l1 t1C'.cle1-úción' tle!' Cdlki
1
ae· los" SEtcl.ífíclOs. G1tC:fietÜS, hoblcs, 1,
1 pi~s p1ovi11c1 :s que 1nnn!e11Í<i11 el supcipobiado núcleo del iniperio.
succ1do!es v co1eit!~ i1,ec~tnbu; ~ 1 Í~li1ns suctlrlcínlcs pnru puilicipn1:
Por c!!o 1ns dos pi i11cípwlcs fí¡iulidnUcs de !a guerra 1ncxica, cnulivos
ei1 !ns ¡ni~:p!es ce10d~s del .cli!e!JJtitio y p~n 11irirc8i· Su J11uvi11iiCnto
pnrn sncrific-;i-los! n los dioses y tributos parél sostener nl cstnUo, se convir-
;1::<c1 itc Cn 1:1 escrdil ~oCi<\!. ·E!'¡;i·oóló estndo scguf;1 sacrific<illdü gtc1ndcs
tieron grnch ·ilrnet1le en objetivos c011lu1dícloríos, yn no coinciJe1l!cs. Ln
tL:
1
111;1sus •;íc!i1~s se ncccsllf1Lu .un _111uyor nl1n1ero ele C'1ulivos pnra !ns
u1Jid¡¡d in¡c¡ ::] de líl r8zó11 de ser ideológica y econóinica del in1pc1 iH1í~n0
)¡c~nedus cxlibone~
litu<1les, n1oi~ls con objeto Je lntir11ldnt· n ios Jlrl-
, J 1 •
111ex¡cn p1es;iponfa !a existcncin de un n1u11do de conc¡uistns flin1i(ndns, vfc-
gc1itc:s ex(1n11jcros invituJos a las su11gric11las. ceictnotiins.: 1\den1ás, a n1c-
di1la ql1c el lcndío l1npciiu se e111p<1nlt111;1Üa en h1s dirícu!!_;1dcs de lüs gue11as
" 1 Sa!inp,l.IP, lib_ 10, c.-ip. JG, 1950-69; p!. 1 !. p6g 59; véase la díscusi611 en ller-
c:<.l('lt1;1:::; y 1:1s li:1111lHtJ!EiS i1llcrnns, L1 1espucs(n Je! estudu, !olu!u1c1tlc con-
da11, 1975: lf'.'-!.
(1;1p1uducc11!c, consisUa cii sac1ific;1r nl1i1 in;ís vícli111ns. 160
lxtlilxo1 1ill, lib. 2, cnp. <!!, !977: 111-3; Clii111alpahiJ1, Sexta l?elvció11, !965:
' ¡\! dis11ii11iii1- Ci 1il1uu lúS co11i¡1dSl:1S,_sc Luscnron llt.1cv;1s ví:tS p<irfl sn- 157; !Ju16n,
161
¡:il. 2, cnps. 28·29, 1967: vol. 2, págs. 232-8; Ponrnr, !941: '1!-3.
f'1ice (' 178: !10), D;ivics (1974: 97-8) e !licks (1979: 88) h1111 for111ulado c~a
ti~.l:c1 l:i Cll'.cic1llc dcr1;~<J \Je vfctí1.11<is p;11u lus s;ictll"icios. Se dcso1rli(~
sospecha. ni r servar b í11dok, lll<ÍS bien grnve, de los co11fliclos de Cll!llco y T!11.xcnln
u11n clncic cud11 vez 1~5 11u1nc1usn de. trufi,--:111i!cs dl'. escluvos, r¡ul: cu!JL/1111 "" ! r ic: L s, g i'CJ.
92 (J<.:~i\l1cy \V. L\,.,111d y A1lllur /\. 1Jr.:111111l:tit LU ex¡1JL~Et.I ""!''-'' '"' '"·''"'""
(i111as i1111urneraliiL;s y recursus inagotables. Poi desgracia, a íinnles del si- ca1npt1ñn pa1n cunquis!at ()axacn y la reglón del istn10 de 'rchunntepec
glo xv lus ej(~rcitos de l luiLdlupoclttli no disponinn ya de un entorno tn11 Ante Ju a111enaza nztecn, !os bi:!icusos grupos. z<1votccas de 0;1xaca liabian
1 • - •
iufinitu. ccs<1do en s·us disputas lnesti1~, uniénJose para a!ajar las cn1npt1nns n1ex~
cns 169 • Los p1ol.Jlc1nas logísticos fruslinron los esfuerzos de Al1uftzoll en
ot; 110 guerr<.1s en In dist<uitt región de 'Cehuunlepcc. En uiu..1 ca111pc1fla nu
'frnycctoria fillal dLJ csludo rnexica se hicieron prisioneros; en vez de e!!o hubo que inut<Hlos en 1nnsn, pues 1dn
170
distancin de csns proviucias a la ciuJnJ ele Ivléxico era grande>) • En otra
! !cn1os visto qt1c los prubletnas que ncosubnn nl lrllpcrio ni iniciarse el guerrn en el islino, e! t!ufoll1JÍ suspend¡ó ln c;unpaiia a pesar de las ins!ancias
s!t;!o xv! uacían Je las liu1itacíunes lrilierenles cd sistc11Hi in1peri11l desde sus de sus all<lllos patn que prusiguietan !iusta conquistar pnrtes Je Cua!en1ala:
ptnplé1S co;nic11zus, l'!l ¡,¡2g No obstante, hasta el 1eÍ!1;1do de !\'loclcLu1na JI, {(El rey Ahuítzoti les dij0 que no quedo pasar aLll'-li::ntc. Lo u110 porque aque"
que nscctt<lló <1\ l1ut10 en l 103, 110 se 11H11\Ífcstaron ttJles llrnitaciunes, ni el llas gentes no le liabíail agraviado en nada ... y lo otro porqul'. él lraín la
11
iii1¡;e1iu se lialiid tc:iido que c11f1cntur con la 'inevitwble ctisis interna. Su- gc1l!e ya n1uy c¡¡nsndn y con niucho inc11uscaliu)1 i. Lns largas rnnrch8s desde
cesoi de! l1eroico co!H]Ulsi<1dor Aln:ltzotl, tvloc!cLu111a ll heredó no sólo unn fv1éxíco reslaÍJftn eficacia ;:¡ !as cun1pal~s in1pci iales, <11 tien1po que hací¡¡n
ti 11dicil'ln de g!u1 ins inlta.~s
!lÍa i1n¡ic1 i~d
sino li11nbién sus consecucnci11s; unu l1cgc1no-
i11uy vnsU1, vaganiente 01ga11l7-aLh1 y totaln1c1ile inestable. L<1
-rt ípl1~ ,,\!i<111za, sí11 p;ll- cr1 el <Hle Je la gucrin, adok:cía Je \¡1<Jdccuacio11es
1 su11H1111e11te difícil e! \i:111spu1te de! bu!In y de los cautivos hasta 'l't:uuLhlitL11i.
l)G licclio, se nos dice qué !os jefes de 1dgu11os de los estudos que puitc¡~
Lit111 en la '!'tiple ;\lia;i:z.11 se nega1on a seguir a los 1nexic~s en cdgunas de
171
logbticas y adn1istrv~, nsf cuino de dc.scquililnius econó111icos alin n1ás esuis ca111pañas rernotas, nndn p1ovccliosas .
11cfi1stos. Esta tiaycctoila, que conJucía inexo1ablc1ne11(c a la crisis, nrrnn·· A finales del reinado Je ,i\huítzotl, los resliHnJos de las couquisl<1s, cnJa
cal;d de !a acc!cr;1Ja u1hur1i2ac.ión je! \!;d¡e Je f\léxicu, en co1nbinació11- con vez n1cnoics, u11idus a las c1ecielltes ncccsiJades de las capitales a2tec¡¡;;,
]ns 1cpetiJ11s y asoladu1ns gucir<iS Je rcconquis!a de his propias pt·ovint.ins pruvuc<.iliau escaseces pe1iódicas de n!inientos y de bienes vitnles. Aliuí!z.úd
que !e ptupo1clu11;·:bn11 el SU'.ilento. El conjunto dt los ¡no\Jk:inas del irnperio
" 1 Los grupos z¡ipolccas se unitton blljo el cau<li!Lijc Je u11a figuia legendaria,
c!nninba por unll solución Je est11bilización y co11suliJJción, n1ás que de Cosihuesn, acaso cOn !n ayuda '-de bus cnc111igos s1c~uhre, !os niix.lecHS. Esa fuern1
conituísta y sac1 ificios. illfligió gu1ves bajos al cjéici!u invusor Je Aliuit101l tn la buia!!n Je Guiengola (\Vhi-
Í\]ucteztl!lla ll fue e! prl1ner ílulouni que se Jiu cuc¡itn Ut. la vcn:Lidera tecu(ton, 1977: 125-6, !30-2, 30·!-5). Durán (lib. 2, cílp. 50, 1967: vol. 2, pDgs. 181-9)
y olrns fue1l\CS n1ex.ichs pres<:.n!till !u batalla Cütllú una victo1 i¡¡ in:xicn. Sin e1nburgo,
!iiduraleza del dílci1J<1 aztec<.J y que intentó una puiilica de consolidación y
en vista de !a Liuscn in!etrupcL.51\ Je !a c111npni'ia poi parle Je AhuJ!i.otl y tfr: los acon-
cst:iLiliI<tción. !\! igual que n n1uchos dirigentes que lic1cda10n unu situa- teci111ienlos sucesivos, pa1ece 1ntis prul;"bh: que se l\egarll a una t1cgun ncguciuda.
ci/in i111posl!J!c, la historia no ha l1 atado con conte111placiones a tvloclezu- (Pilla una peispeciiva de Gui:~ngl, 11!tc1natlva y n1queo!ógicu, vénse Peterson Y lvL1c
!l\a !!, n quien se !e nclH1ct1n n1uchos Je los p1u!J!er11as inherentes n! 1nis1no Dougüll, 1974.)
sistc111a azteca. Pero 1vloctezun1a dc.ruostró u11a pc:1spicncia superior n la de Durnn. lib. 2, cap. 46.
llG
lr)
Ln cx¡!l:nsión in1perial aztecn 95
C';t1\~co podínn set <lcrroitlc1us 1 pcro jin1~ís son1eddos: !os sucesivos t!ato-
1¡11e li;1\Jf;111 c111p1endld o nuevas c<.unpuúas pJra reconquist ar la región, pero ~
:1 !n 1cti1nd<1 de 1Ds fuerzas liilt5cdillcs se sucedíun i11vudab!e nientc hípidns
iCcc!o11es 175 . Pol· ú!lii110, el nla 01 icnl::i! de! i1npCi io l!cgr1b11
y clifu11Jidus insut
11u1s <:1Jl;í de ,1'chU;itdcpcc, Jc)1;1dq' lii)it f,túgil línea de plieslos defensivos. e\lln-
znlin el isl1no COil los c11c1nvcs ·111cxlcas de Suco11usco, ricos en cuCno
(Figurtt J l).
Yn lie1nus' \ l.slü los n¡irictos nzlecns--e11 csla frontcrn clcl sudoeste. Los
1
/
'') ·¡ ('LO?_on1uc. '¡¡511icu nrcxico1w, cnp. OU, !9·13: !67-7-1; DutlÍn, lib. 2, crips. •18, ·19,
l'J(l7· '-'UI 2, p<íg~ 5G98!; Tn1qter~dfl, lib. 2, cnp. 67, 1976: vol. l, pfigs. 265-G.
)>:1l;!\oclii1i, lib. 2, ~·np. GC', flJ77: !(i7; 1\110/cs n1e.\ico11cs, 1003: GO; Cid1ni'!¡n.il1i11,
líb. 2
i'J(>S: l l':J; Uu;;111, lib. 2, cnp\ l9, !967: vol. 2, pílgs. J75-81; To1c¡uc1:1ud;1,
1
titlÍL<Hlu111s gul'.n<1s cu11 !:1 intc11ció11 de. g;111;1¡ el cutlltul de. lus v1illcs 111unla- Lns t\errns Unj<1s innyfls se c1HnclcrÍLBbnn por un sistcrna de increado cs-
iiosus de Unxacn p;i1 :1 1n<1ntcncr dcspcjadns las rut;is que ci uzaban ·rehu;1n- t:Jsan1e11lc JcsanoUado. Los n1ercaclos existí<1n, ciertanienlc, pero parece que
1cpcc h;1cin Sucunuo.:co. /\t111quc lt1s ¡ iqucz;1s de lns ver lic11ics ni Pilcífico de cstaL;u1 sunt<Hnente !oca1iuidus y proLuLlc1ucnte no llcgnban a i11tcgr;ir di·
!<1 p1ovinci<1 dL: Soro11usco valt•1n la pcnn, ol1<1s cunquísltis adlcio11a!cs por \'ctsns regiones. !H
snct ificinlcs di: !os n1cxicns cunt1·ns tíl ngudnin cnlc con ln descdpció11 del Jisli11guir y
vlncula dos 111fis cslrccli arncnte a criterio s !1c.rcdilJrios, para
1cg1cso de las tropns de i\1u~,tc.ln¡ l[ <le u11a di: csns c.n111pnfías clel siglo xvr': n nun1cnt< 1r la~
cng1nn Jcccr n !a nobleza . 1-odns cst3s reforrno s n1irabn
n
ura de ch:ises, c.lctcnic1 1do
(,
sus hci111anos y dístanc ías socio.les p<lra luego inrnovi lizar la estruct
F'.>ta nueva le fue J:1dD ;i i\'totccu hzon\a de L:i ll\UCi!c de nsf el ciclo de cui1tí11uo c¡¡111bio i11!cr110 que linbf;:i cnroclc rízado los pri111c-
señores y de cóino su cj.21ci(o l1nbfa sido Jcsb111nln·
de !u pérdiJu de 11n1chos
o esto triste nuevn, c.111pe-LÓ íl J!otn1· llH!)' u1nnrg11111i:d. ros lle111pos de! lrnpcrio .
do. El cun!, en snhic11J incxico.
e11 1nuch:i~ Estos can1Lios 1epiesc11loro11 una n1ud3nz.a radical de la política
le. Lo cun! divulgn Jo por !oJ¡i la ciudad, todos fueron puestos e liabfa inipulso do y recc:nn·
dcscons uclo, y sabido que yn llégabilh Co1no hernos visto, e! sislcrna irllpeiia l sie111p1
Lígi ln1as y ll'is!cz.n y en n1l1cho ílSÍ,
l\iovi!id acl social controlt 1dn
cScapaJ o, tocios dcstt·oz. ndus y n1uclios de cUU:s pensad o el éxito por 1nedio Je un sislen1a de
!os que de. la guc1 ta l1abiu11
, podtr, riqueza y pi estigio pren1ia bnn no sólo a pc1so·
hctidos, , 1n:1ndó l'v'íolccuhLoina sn!it· n recibido s. ~ '' . l'rivlleg ios especia les,
solín11 del Esl;1do. Les
El 1cci\Ji111ic11to fue de tnlicha !rislcz.a , po1quc los sncerdo tes, que
nas de linaje, sino a quienes n!canla ban éxito al servicio
dí;:i snlic.1 ~ .. 11 con el ¡1oc!itectHin {FJC
snlir con sus cabellos trc.nlndos co1i hilos de color, e.se gucrrct os que se Jislíngu íJ.n en !n batalla, los cu111r:1ciantcs
y cDbildo s, que solían sulir L()ll ¡ 1 li1~.s o en rnisionc s Jiplo1n6·
cnbcllo tendido y suelto,' y !os viejos
sin plu111;i$,
Sobresa lían en el con1c.1cío coillrcl ado por e! Esl<ido
en lu cnbcz.n, atados nl cnbcllo Je ln co1u11dln, c.stc díu s<die1011 licas, )' los ad:nini slradu1 es político s o religios os de exccpcio 11al CDpílcidnd
si:h! ,_·,.J1i insigniu s Je :nuclia lt is tez.u. Los !cvilDs, que solinn
sHlir con i1icc1Í· que venían signific ar un ascenso en
no se cr<in 1econ1pc11sndos con Jisli11cio11cs ü
s;1r iu~ este J(a no hubo iuccnsnt los, sino Lígt i1n:is y desco11suclo; Este sislen1a de i11uvilid a<l social conocíJ algu·
todo la p1opia estruct ura de cl<Jscs.
loc::11011 car:icolcs, ni bocin:is , ni flnutus, con10 solí;1n, nl ln1nboics, si110 pero fue capaz, en
1 nas restricc iones debidas n consiJe racione s hereJita riiJ.s,
sordu y sin nicgría n. cr una r6pid<1
co111bi110ción con in fucrzzi de lw ideologí<i estatal, de pron1ov
tanto, y en un. f1cnte tulu!:nc nlc clisti11lo 1 idoclcz.un1<1
ll j¡;¡Lfy
. , !~1lrc
i.:tnpi·cndldo olro dcsl1[01lunndo plog!nt1 Hl Je conso!l J1.clón y cslnbil! znclón': ª1 b.ti!lxoc ltí!l, lib. 2, crips. 70·71, !977: 177, 179-80; Tovnr,
!914: 94; Tor(j\lfm n
lus s o ! ~ i p , { ¡ C[11nLius soci~d' dn, lib. 2, cnp. 68. 1975: vol. !, rúgs. 267·8
Í1dct1lÓ ccnlra!l z,ar el poder pu!ít!co y Ji.:tci1c1
'·
403-6.
•i• Tov<ir, 19-1,1: 97·8; Ourán, lib. 2, cap. 53, 1967; vol. 2, págs.
>n Durán, lib. 2, cnp. 53, 1967: \'ol. 2, pág. 407.
'"' D<n'ics, í'l6S: 157·79. IH S;ihag¡'1n , !ib. 9, cap. 6, 1950
69; pL !O, págs ..3!·2.
l:qlilxoc lii!t, lib. 2, cnp~. que quienes no fuernn
' 11 Suh1c Ll'i guc11ns Je /\ioclctll llla JI, vé;i11sc en cspcci;d '" Dur;í11 {lib. 2, cnp. 53, 1967: vol. 2, pág. 40,l) afi11na
G2, 1967: vol. 2, pfigs. ·117-58, 463·6; ¡¡ los c<Jrgos superior es di: la
717•1, l'llí; \l'.l·8?; Du1<Ín !ib. 2, cops. 55-60, «hijos de sciíor<is muy p1i11l..ip;iks,, no podí;;n acceder
T¡nq111·1 11:Hh lih 2, C<1ps (/) 12, 75·7G, 78, !975:
vol !, ¡dgs. 269.79, 285-90, 293,.1. nciu1i11isl1ncicín estiltnl.
1 !)11;¡\11, íilJ. 2, c:1p 57, 19b7: vol. 2, p(1g. ·135
"
La exp<ulsión iinperia[ nztecu 101
100 Gcofficy \V. Conrad y Arthur A. Dc1nurest
Y, lo que es aún rnás i1npürlan te, el tl(/taoJJi Je 'fcnocbli dan !legó <! ser
cxpansiót L Era asiinis1no u11a política que pcrniilió el Uesairollo y la reestruc-
el único poder independ iente de la 1'riple Alianza. Duran le los p1 i1uc:1os
!urnción de nuevas categoría s socinles y profesion ales, en i cspuesta a las
<lecenios de la alit.inza entre Tenochti tlun, rl'excoco y 'facuba, In Jin:1stía de
necesidades y circunsta ncias, en rápi<lo cn1nbio, de la naciente Triple
'l'excoco, llÍitigun y prestigios a, luvo considera ble inflLicncin en !as Jecisio-
Alianza. ncs y ln polílicn del naciente in1pctio. Con el transcurs o de. los años el poder
La illsistcncia de tv1octczun1a en contar con una estructur a de clase rígida, político y 1nilitar de rrexcoco se fue reJucienJ o gu1Juulin cnte, aunque siguie-
fuera o no conscient e, en1 coherente , en efecto, con su estrategia nd!ilar de ra sieudo grt.1ndc su p;\pcl econó1nico y cultural !Sl'.l. En 1515 iv!octezu1na puso
consolidución interna. Al reducir las reco1npen sas econó1nicas y sociales al fin a cualquier npnriencí a Jip!on1cllica de igualJaJ entre las capiU:ilcs. Ese
éxito persona!, lns refonnas hubieran estabili2a do el carnLio inlerllD, al 111is1no nfio intervino en el delicado proceso <le seleccion ar al siguiente //a-
91
ticn1po que eli111inabun el aspecio n1alcrial de los incentivo s personale s pnra toa11i lexcocnn o, llegando !.\ insta!nr en el llano a su propio fnvo1 ita i . Scglin
lu expansión externa. El nuevo orden social era rnás acorde con el crcci- fucnles texcocana s, csle acto enfureció y desilusionó a gran parte Uel pui..:b!o,
1nlcnlo liniitndo y In reorganiz ación interno. que cnracleri 2aron el reinado conJucicnúo a un cisn1a en el pode¡- Je 'l'excoco in. La jugada ern cohcl'cnle
de /\{octczun1J. Esta nucv.:1 políticn rcp1cscntnL11 \ninbién el rcconoci11 1iento con el riguroso conlrol que ~.'ioct2uJ1Hl l I ejcrc[11 sobl'c sus otros u!iados y
188 .
i11conscicntc de que el expansion isn10 1ncxíca había tocado o h ~ e t lribulnrio s y constituía un paso !óglc:o hacia la consulidació11 de L1 disgt-c-
l\1octczunHI ln¡¡ibién se afanó por nu1ncntar su propio po<lcr.'y por cenlra- ga<la estruclur a <le! in1perio, pero le costó una i1nportan le ba2a: el entu-
\iiar su control de In hege1non ía azteca. Detilro Jcl propio 'fenuchti
tinn, siasino agresivo Je los ;::diados texcocano s, que habían supuesto u11<1 contri-
1cdujo lus obligacio nes y el poder de altos altos funcionar ios del Estado. bución fundtuncnlí:d a las victorias de líl rl'rlplc A!iílnza.
El conseiero regio y gran sncerJote , el cihuucoail, se convirtió en poco n1ás Al igual que el progra1ria ndlltar de ataques· a los enclaves i:dcrnus, In
que un n1ero ad1ninlstr<1dur dt:. lo:; decretos reulcs, y ivtoctczui nn redujo
_el nueva política Je c:.slabi!izución socinl y cen(rüli"Luclón Jcl poJcr Je; tvluc!c-
, pupe! de su ConS¡cjo a algo puran1cn lc fo1n1;.li 189 . Las elaboraci ones de u~1 zun1a fue pr0Lablc111enle la respuesta nccesada a la UeblliJad inicn1<1 y 11 ![\
ceretnoni al, protocolo y ritual cortesano s contriUuy eron a engrnn<lecer y casi, li1niU1ció11 exterior Je la 1'riple Alinnza. Pero, al igual que In nuc:.vu política
hnsta a divinizar nl !lutooní. La espléndid a exldüició n de la corte real 1ne-
que sólu sirvieron para dc.sn1dra
..
r11iiitar, las tefon1H1s socinles y pulítk'tts constituy eron
lizar nún rnó.s a, los
. JcsolaJui
ya,attilJuL 1Jos
es fracasos,
ciud;1Ja11us
xica coincidió con un aun1cnto efectivo Je su poJcr y su supcrvisi óu de todos de los ~ s r ; 1 o i c n u f 1
guerreros y inercnder es
Je la alia111n. El dcsplaz<:u nicnto
los aspectos de ln vida en 'rcnochti lian.
en usccnso c11 !u época Je 1\huftzul l originó unip!io 1e.sentiin¡;;11l0 entre esos
irnpor\ao tcs grupos. A<lc1nfls, los rncxicas plebeyos y la pcqucñ<l nobleza se
Nótese que \ns fuentes oponen repetiUUJnente u Ahuít1.0tl y lY1octe2u1nn !!
en pe-rsunulcs pnru pnrti-
11
'
se convirtió vir- enfrentab a o.hora con ln <lisininuclón de .los iqc~nlvos
y co1T1ercin11tes. Ahu[lzot1
cipnr con nrJor en las snngdcntns guerrns, ns[ co1110 en In t1Jini1iist1 ttci611
!u que se refieie ni [ruto UnJo o guerreros
1urd1i1ente en slinbolo Je r11oviliduJ :;ociul purn los rnicinbro;; no
nol.ik.s de esus res-
tring!dus clnses en el período de la conquistu. Por cjeniplo, en el libro 9 del Códice civil del Estado. h1icntn1s lünlo, cnl1-e los aliados de los 1nexicns, la escasa-
f/urenti11u Je Sahngt'in (Sahagún. 1950-69: pt. 10) se 111encionn11 los privilegios
, tl!u\os niente velada degradac ión de sus dirigente s originó rcsenliini cnlos y n1enguó
y presligio de los diver:.-o':> grupos Je corncrcinu les, nsocifindu! os
eon Aliuft2od. En los cnlusi<1sn1os. 'Todns estas re<1cciuncs uegativas f1c11lc n lus p1ogru1nas
cn~blo, a /\1oc!ezuin n se k nlcncion<1 sólo en conexióu con !as li1nitucion es del
portnrn!cnto n1crcnnt!! (vénst lu nota !86). Los cronistus, y qldvís el pueblo, persa·
coin-
políticps r
sociales se prudujcro n en e! 1non1ento en que el Est<-1do necesi-
nificnron In congeluci6n de Ju 1novili<lnd socíul, uchncándo !a u! tu!unte
ndstocn'itl co taba n1ás dcsespern danicnte un fanático upojo del pueblo, para nfrontur !os
de /\-locteHHn u Ji. Estubu dato, sín enil.Hugo, que, J;1da ln limitución de !os puestos prob!c1nns econ61nicos y di.::rnogrtíficos y encarar la ardua taren de oplnsl<lr
burocrátic os y la tít¡ucza, el cu1nbio l'.JU un rcsultnJu inevi!able de! cese Je
la expan" los arraigado s tnclnves iudcpcnJ icntes.
slón nicxicn.
1
" Probnbkn1c 11tc las !ttribudon cs di.: eso~ cargo~ lwbf11n ldo dis:ninuyen <lo gru-
se concentró Véase la notn 1'18.
Ju;drncnte u !o brgo de ln histot la del i1npcrio, a rne<lida que e! poder
0
1
~
históricas, que rararnen!e u1encio- 111 La crónica <le CliinHdpnhí11 (Tercera Refuciún, 1965: 121). niñs rltulral, afi1rna
en el J/olowli. El c1¡¡11bio se 1Cílcja eu !ns crónicas
IHlll sus nonibres tras la inuerte de T!acaclel, posible1ne nte !egend01rio. La
huniílJe que e! fnvo1ito (c.nochca Cncan1a (1fuc instuladü)> en el !rono texcocnno en 1516.
(Tovar, 1944; ic1i lxtli!xochitl tlib. 2, cop. 76, !977: 190-2) <la u11a detnllada versiú1~ Je In lucha
condición del propio cihuucoai/ ql1eda cltlra nhora en el Código R11111írez pu1 el jli\i tídu
58). Jonde se cuenta la nnécdo!a de que este consejc10 suptenio discutió
cortéstnen te por el poder en Tcxcoco, que, con10 texcoc11na, se indina clnra:ncnle
2, cnps. 8J·86,
!os edictos de t.,loc!czu¡na l l, !o que le valió UHU áspera 1epri1neuJ a tras la
que salió <le «gobierno locaL, nnlin1cxica . Torqucn1_a Ja Jifun<lió csu vcrsióu (lib.
cordenJo pnra poner rápidunien tc en práctica lns óidencs iniciales del rey. !975: vo!. !, págs. 303-ll).
!02
Lu'cxprínsió11 II11¡'l'ti11l uzlccn IOJ
·r 11do e! c;nnLiu Je !:1 est1~lcgia lnililnr co1no la rccsltucluració11 de la
;·- nc¡ue[la guerra no se les hiciese 1ecibin1ienlo algu110, ni se toc<ise cnrncol, ni
jc1;11quí:i ;;r 1ci:d y po!HlcH p1clc11df<111 coiisolldat el i111pc1Ío C\ costu Jci diun-
otro nil\gún inslt\1i11c11tci, ni pnrccicse ho111b1c o 1nujer en su l!cgndn en !odn
111L·.n1u qt:c le Ju1hía dndo cHigL~l. Las 1c[L:J111ns po!fticDs y soc1:ilcs ctos¡otHl" 1 , la cl~1Ja, ni se hiciese ni n1osl1 ase pesnr ni lri~.tezn de su pérdiJn, ni de su
H111 !:is 111ntívnciu11cs 111Hi!;¡¡cs 1 cr11¡1cota11drJ ht ucluaciún de !us cjétcilos uzle- i: .i.vcnida conlcnto ni11guno. Y así fue que ni lÍe111po que se trujo ln nueva de
(';1s l'll su luclin conl1n los l'iJclavcs i11dcpcinlienlcs. E! tcsquenior cilu;;ado . su l!cgnda, todn la ciudad se puso en exlrnílo silencio, y que en to<la cl!íl,
j'Ul lus dcc1 e los de ~,·loch'.1_u ! ! , !as dcccpciolleS de las can1pnfi¡¡s n1ililurcs 11[ en !os lcn1¡ilos, nu ¡1;11cció hc1nbrc, ni rnujcr, ni s;1cc.1Jotc, ni pcrso11u que
1nc\ii::1s y !ns pctÍ(1dic,,:; escaseces y lJC1111btun:1s se co111binaton p<ll<l ctL:at les pudiese decit· cosa de esln novedad. Los cuales yenJo al tcniplo a hoccr
u11:1 ;l\1nósfc1;1 d~ n1ulcsl<ir socinl. A 111cJidn que la tensión cicció y que Sus ce.rn1oui~s accstu111bruJas, s<ilict-on de é! pnra ir a besar !us n1anos Je!
cnd:1 e1u¡i11 ¡1tclc1H!i6 cchn1 u los oltCJs !ri culpa Jc íos 1nuchos [¡¡¡c¡1sos, nu1nc11- rey. Las pu.edas les fuc1on cerradas )' ech;,dvs con rnucho oprobio de !ns
1
(<11(1Jl los c(1¡¡f\iclus lnlcr:1os 1 l. L<:1 cn1ga"c111ocio11al ucgativa de la incupn·
cnsns 1-cnlcs, Y ílsf, avergonzados, se fuci-on n sus cnsas y ciudnJcs 1H.
,.¡,:<ld de lo::: cjé1citos de la ·r1iplc Aliatiln p;1tn <leriul;n a los icinos i11dc-
icl'.1·~s a pco1cs icsullados en gucrnJs sucesiv8s. Este ciclo <le A la dcsi!usiÚH que ;:1cun1paíí:1b;1 a la derrota se le u11ían, pues, aniinosi-
11'Íuc1lo 111.'g:1!i\·o se ucc·lcró co11 lnpiJcz cunnclo !c1s cri111puílns contu1 Íos
Uadcs ii1tccnEJs CfH_hi vez rnayorcs.
l[¡¡·;:c;li(r:cns ilo lc1g1n1·011 sutncleilos. Un tcLilo de !n tcncción Je 1\loctcz.u· Alin n1íls ncfnsln que ln pétdidn de fe en s( 1nis111os cJe los tntxicns fue
Inn ! i r_:o11 inc([,·o de lu dc110L1 n 111nnos de los tla:<cnllccas cjcrnpliflca !ns líl <-1n1cin1z.n de una posible et·osión de su fe en la cosniulogía i111pc.ria!. El
disc11siu:1cs cciusaUas pot los icvcscs n1i!it<nes: culto estala! exigfn y pro1r1ctí<J al n1isn10 lien1po victorins co11slanles y un
ctecí11dcnto 1:dnlc1 t unipido, I !uilLíloµocht!i y el p8JJ!cón exiglan parn su
L.11 cu11i nuevn vi110 11 tdoic.cultL0111íl ele có:no su cjr~1ilo qucJubu pc1dido 8li111c1ito un nbnslc:ciniicn(o ilii:1Ílt1do de guerreros criplurndos, y, n su vez,
y dcsLHH ulndn y c¡uc en to1do el ticnipo que se hubfn poJiJo dcfcnJcr con(rn hnbfa¡¡ pro1nclido la invc11cibilidc1d o los cjé-rcilos 1nexicas y r·íguezos incn!cu-
loS t\~1xc:d(s l::ih11 los lnc:dcuuos ¡ncso5,,.Jc su pa1lc, cua¡en!;; ii1J!os !Gbles ¡n11-a "fenoc!itit!cni. L8 ideología in1pcricd linbía conducido a u11 ciclo
tinv.cnilccns. l1t ¡n11 lc de TcrcucP, vci11(c, y lu de !os lcpn11ccns, ql1incc, y los de co11c¡ui:.;l<1s que cobrabn nuevos fn1pclus con cndo vic!orin i11ícinl de !n
tiii(iiulcus, cinco. Lo cuni, ufdo pu1- r\lGlccuhzunw, !cvnl\\\Ssc de su usic1ilo crrip!e i\li<111zu. tvíus í<d silunc:ión podía invertirse ftíciln1cn(c si se repclfn11
C(lll g1ni: i111 y c11ojn· Les dijrJ: --(<¿()ué dccfs vosol1os7 ¿SaLr,ís lo que os los reveses y derrot;:1s. L;_1s dcriolas sígnificabrin 1nc11os cautivos, lo cun! n
d,·, ti·i'l tienen los llH'XÍcr1nus etnpar..:ho y vc:1gi:ic1123? (.DI..'. cu:índo ílc<Í se
[<;"/
su vez 1cdujo e! alin1c11lo de los dioses, lo que no sólo provocó su ira, sino
!1;;11 "'1\·!10 sin vigor 1d fuc11¡is, co¡T10 11n1jcrcil!c1s f10cns? ¿I)ep1c11cJcn ~d10:i
que nclc11i;_Ís los dcbilitab3, cor1 lo cuzd d1sn1inuía el apoyo divino pDrn futurns
((1111:11 1:1 csfl(lí.h )' !J iudela, el nrco y ]íl flecha? ¿Qué se hn hcchu e!
c;_u11palü1s. El ce.lo y In co11flanz.a Je los ejércitos i1npc1ía!es h8.bíw.n decrecido
L:¡1 1cÍL-io de L1Tilos :1iíus Jf'~c 1:1 fu¡:1.L1ció11 ele esta insig11c ciudad? ¿Córno
S\' !i;-i ¡1C'1dido y r1fl'n1i11Hdn, pn;a que. qurdc yo D\'c1g(_111z:ado de!tn!lc de lodo e11onncn1ente ol no co11!nr con !a tot;i! segu1 idacI de! apoyo Jivi110, por lo
e! 111111:du'l ¿/\ q\1(~ ftwro11 <ill;'\ tt1r1lus y lan vn!ctosus scf'101es y c¡1pitancs, y que en los Lilliinos decenios de la -rrip!c Alia¡1za se i11ici6 otro ciclo de
lan c_ieicil11dos y c,x¡H'1i111c11'.:1dus e:1 g\le11u? ;,Es posible que ya se les hu re[uc1z.o negativo que 01ncn<tz.nbD los ci111ienlus 1nisn1os del itnperio azteca:
oividndo el ntl!cn y e! 1efolz.nr sus escuuJ1u11es, pnia 101npcr por to<lu e! el cont1alo sagn1do entre los Jíoscs liu111b1ienlos y sus belicosos co!aGoia-
n1u;1dLi7 il'lo ¡11iedo crce1 slllo, que se lin11 echado n du1n1ir adreJe, para Jores rncxicns.
élu1f~ n :111 cst;1 hrAttnJn y l1occi' bu1ia de J11í\1) ' · . Ln Jcbilil<1ción del s:1g1 ;11.:;1 ví11culo del cu!lo úc los socrificios condujo
r--·,J:¡nd(1 !inn1:ir g Ci11;1conti y n kis de111{is de su co11sc:ju, y cu11lJnduies el i11cxo1 aUlc111c11lc. a !a de.nula, al rcsc11lí:nic11to del pueblo y al i-encor entre
cns'.), tc1iié;1dose poi ::1uy aficntado, n1011dó que n toJos los qllc voivfn11 Je los 111exicns y sus dioses. /\nle el ft-nc<1so <le todos !os intentos de cstabiliz.a.
'-:·
ción, tanto !os guerreros co1110 su jefe l\luc((,.z.urna 11 pnrecínn percibir e!
"' F11 opir1(~!l di..'. !ri
111:1yr11(:1 de !us uunist:is y cie.1(:n!~ <le 1uucltuS ldslorh1do· dcclh·c del picdo1n¡1Jio n1exica:
t<:~, el re~pu1s:dl fi11aJ fue i.JoclCZUlllH, r:Oll\0 \11scgu1u gol_it:llJUllll' (r. ej., !_}IUl\dugc,
!'112- cnp.5 !I, !2, l'11drk1i, l9G7: c11p. G; y !:ln1!Jil'.n In 111nyo1Ín de ]ns ex:pusíclo11cs
pnpt:l111cs)_ C:ornu dco)(1S{1c11{1 1111esl1:i p1opia vc1si611 de hls pioblcnrns Jel eslndo fll-
Y ns( enlraron a líl ciuJad los que vc11Ííln de esln gucrríl y fueron al lc1n-
!c\ [1, \;is di!iculi:1d:.::s de lus (1i!i111os decenios del itnpe; io se dcbi1.:1011 tniÍs bien n lns plo, duildc !n. Otílción fue !;:11ncn[<1r y r¡ucjH1se de sus dioses, sin ofrccci!cs
¡'1occSl.l." iníci:idos co11 la fo1ninci{1n 01igi11111ia dt:l ('~!;ido exp<111sionish1 rne:-:icn. !_.as ningún sacrificio. L1e a!!í fueron a !íls cnsas de! rey, donde !o hnllnro11 con
c:111s:1d;1s ¡:nr h r1;dur;ilru1 dt,l L:Xpansiu1il.ornu 111•:xÍCH, cada ve¿ nds iu~1dec;l, e1:i11 niuchu tristeza y lo sn!ud<1i-on 19 5.
1-\idr11les ('11 él 1cin11du de 1\liuflzutl, pc10 llcg1·1on a unn situació11 críticfl en el de
i\\ n11n;il\. ii•Durfi11, lib. 2, cnp G!, 19G7: vol. 2, págs. •!60-1
"' Ll tll {¡ ll. i i h
ui
C..:ul l1cy \\'. Co111 ·ad y .'\ttJ1
lü-1
\¡;_1l1Í<1n descnc:adl.'.!lill\tJ \l[~:_S'.¡Ít;
csl;1biliL'.llr In estru ctur a inte rna dL\
r~sl<1do,
11_01, del irnp crio wzlccn, en vísp eras
E:::.t;\ cict Lt situnci1.)t1 dl: la T1\¡1le P.li:.11 pür Üü1TLT<:S c.x.ti::n1as y on 11 la derr otn y la dcse::;pe.rncién
L ·
ci1·..:u11:.ciito de i!CO !l/cc i1nie ntos que Cüt\d ujc1 dl:'.1 1 io, se rtrur ,
dt L1 cunquÍ:::.!:1 c::ipar"'iuln. El i111p ciki,
1· A n1cllidt1 que se. (LLditilb<1 L-1 sÍ\u<
ición a g ó l ü c i ; ~ p í111pc
i11tct-na, oo poJí n e.:spcrilr n1:1 nlcnt
llinil<H_ki por l<i dl.'Lic~ Ji.:: su cst1u cturc 1 cercaUos y Dscd\;1d<J.:i, !ucharo11
pulltic:; de: exp ;:i;il,51i i::xtc1lur. Pero
\us plnn cs :u~b¡ 111 de sus enen1igos. Los
t\;_n~c:ilus,
axtli , cu!tu que
du1< 11dt 1nuc ho tit¡11 po un¡¡ vn su culto de cslu do <d dios Cu1n
y J~ e·:duLí\iz;_1cló11 suci al y nd1nini::iti11ti f;,r¡¡ \¡\e;a nicnt t, insp lu1d us por ! !ui!zi-
di.: co11su!ilL\ció11 111i!iU1t i11tct1H1 t10 ineju r que; el de los 1nc:dcns n
ad0jn que J;:,1 lülj n 1\luc1 CLiH lii1 I l a 10 !nrgo dtl licin po func ionó n1uc c-n e-\
de tvíoc"Lu1~ ! l h;1bínn f ¡ i\Cll snJu . Ln pt11
Hs blllltdiu11 su nnnu idcu !úgl ca,
i1Hp usibl t de logr;1r, segu ía sien do
\,1 pic:drn \opo chtli in_ fi'!ii.;1ilras los tluxcn!tcc _1 utili\;11\<1
cu11sistic) c11 que: !a t.:.\p;:nsió11, ya ic<is . n b 1 u s c ~ l inq¡o - OL:s:\c se refo rzó lH llcge 1non ín li'~Ct,
nl dl'.S!H10\la1- uníl 1nc-Lilu1gL
o, ::;oci<d y pc.liílico 1ncx atli,
nngu\¡11 de lu::i sistcin<\S ideo lógic dt! üro11ce in; gracias a e.sn veotnj<t
e11 un ~:itnJoe cslnblc sill des1 ruir que pro!Jt1L\c111c11tc incluyó el uso
siblc tuil\sfunnnr el sist:.:1nn in1pcrlnl rncx.icJ una a1nen 11zn p<11 :i todn
rsc conv ertid u c11
ü. Los efec lus de la cos1110- cio11;_1l los 1<1r11scos podí nn htibe cun1u sec1n:!u
1111cnlíth'.s qul'. lo tlliU\teníc1n unid
lus vulCJtl'.S fund; , sin En!t c t;1nto se pruc lt1jt ron una serie de n~lié!u1r:
i1nit_:nto ili1nitado ernn i11e vers ibles ~.lcsD<1érin que lus
logl:1 i1np t1¡¡¡\ y de- u11 siglo ch: c1t:c i1np crio c8n1 i- de cadn desn slrc, derr ota o esli111can1
ic11!l) 11dlitar n1cx ica, 11 \ ~ i d c n 1
:.7_Ul\li} ! l de evit ar que tl echo dl'. las
n1Js. '{ por tllo !os i11tcntos de klucll 1 p1ov Cll'.t_- iL.'1\-
lu11idud de saC.<1
opri11ddus 11iln d¡¡¡\ os vLÍil !l la1 upu1
dc:nad0s td f1;\c aso.
!¡;1sc li;1ci<t e\ d.;sa stre est:d lltn co11 ciü11 n1- les di[icult;1dcs dt::l i111p c1 iü . ~
y lo::; cunquisl<1L_\01 e:s, en 15 l 9, \<1 evulu li<1ber ~ido el fulu1 0 dl'.- \¡¡s cult11rn<:.
Cü1i ];1 upar i(lón Je- Co1·t~s
u1le a su fin. U Con indcpendcnc¡;:¡ de cuál pudi era
i;1m t1ica na ikgó Ltusc<c11 ern de Li '{'l'iplt:: Alinn·z;1 se <1ce¡
c;tl1a i\ St1
dcprndic11ie de la cil'liiwció11 m"c y \cs, cre- n1c.sun1nc.dc;111<1s, está claro que ln puc\i!,_·,
<1rt<1SÓ los CS1<1Llo::; de:! i'~uev. t'.·\u11du. d¿Lill'.S fuei
y t! cu\to t:.Sliila} !i;1\i i;\n--
\íl!1l ttdo ¡¡[
c11tpujc t:sp<1~ol ante !a rin, \.HS 1¡;ror n1;1: ; inp~r¡<dtS ;1dc·
de \a '!'1 ip\L- 1\líii:tL.<1, éstn pere ció desd e sus ltun1 i\dcs y ntrnst1do
s cü1llic111cs, 11 ull<l c1111 c1;1 vcrd
cien tes y t11l'.11g,1;11\lCS Lit el CL\SU El disg te- 1~x.ic<,
p1ot ecto1 tlL:! Est;1 du,
\us poco s ctnle1HlLT.S de lioinbiG::;
de . s ~ \ t u C lt\i, el Sfl11 gui1H 1ril)
furios;1 1en1b c:i\id a dt~ ltibu ta1i0 s se rebe - t<i1ncnte irrev ersib le. lluiu .i\up o<.:l 1u1d i1¡¡1 tius d[j la histu 1iu
hito pedi \zcs n 111cdid<1 que lus esta
.. los diu::i 1116.s exlt<
g~ido i111pc1io ~e de. h<il1la ¡itcs idid o uno di.: los cpisu '!'1 i¡ih:
espa üok. s, ufus cadu s por la persp ei.:ti vn
dus por In fue.1zn dt: su ideu lugía , los cj¿iclt,)S de lu
L1tu11 u dier on su ;iptJy o n !0s aztec il. Es 1nuy sign i- huin ana. ltnplds;1 al fin;i\ , ni lus dios es, 1\!
1lüs dl'. L1 upie: i.iélli . sOHlnéric n. Pero
cunl quic r fuc1-L<\ que puJi crn lili1u de AliatlLíl habl an du111 i11nd o ·¡oda lV1e que
bt-cs los li111itcs' illevit<1Lles con lus
de hut1\ tudLi
11 '1'enochtitla1 ¡ el puli. üdo
fic:lliv() que en el at<1que fi11ul el esta do supi t:run il1nul d,11S t.: a c1Tt1 1ci<1 S
decc11as Jt.: nü\c s de ali;1Jos inllíg
e1u1s, en icn fue l1.ticiu11ado pur s11s
Coi l~s e11c¡1btI<11·a un ejérc ilo dL: uiiidud polfticn se topn. El pueble; 1ncx cn t'.ltu bn
1 de !os cspuf1ules, el irnp crio ut.1c
su tn<tycJ1 Íi! tlnxca\tc.cus sl'.dic11tos
Je veng anza %. 1116.s fut1dll1nc.!llrdt.:::>. ¡\ \a !lcg11dn
sobr e !o qui:: h;1Li Íil ocut rido con
!n cvo- que lo !udiínn c1ca du.
CaliL: cspc cu!a t-, pu1 supu esto , :iitnJo sofocndo por las 1nis111;1s ful'.1zos
i'iu\c s. En e\ ct1so
l\ü hnbc.r Hcgtidu !us espn
!utiG11 ctdtu1ul n1csuil111cric.<11)a de ione s
J. l'r,.;s dciTt O"
nrgo , L1 tenJ enci n p<l!ccc L:\¡u
dt.:1 t'.i\ii du incx icun o, sl11 crnb l1\ist r¿1\iv ;1 ;1zotn-
y dcLí lidti d l;_,gísticti y i!d1n
g¡;\f\,:;\s, ¡Hoblc1n11s cconó11l\cos Lüs intr;H-
LH1n ln hcgcinunin uzlcca. La cxpa
11siún cxlctiLit' esta ba b!0q ucnd ;1.
cir los
inltl'll<l se. hnLían ii1rdtndo a redu 0cht\ i. e1u un ui11jL H\lO de hti1ut
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1
Para una descripción geográfica más detallada, véanse Tasi, 1960, y Pulgar Vi~
da], 1972.
108 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 109
Antecedentes históricos
En Cuzco, el dogma imperial sostenía que todo el mundo andino había
vivido en una situación de salvajismo hasta la llegada del imperio inca '. La
afirmación era flagrantemente falsa, pues la verdad es que los incas no
habían fundado la civilización andina: la heredaron y desarrollaron. Gran
parte de su espectacular, aunque efímero imperio, se basaba en instituciones
que compartían con sus rivales y precursores.
La tradición sobre la que se basaba el Tahuantinsuyo era larga y com·
pleja, y la historia de la civilización andina está repleta de desplazamientos
de poder y de prestigio, con nacimientos y caídas de culturas. Los detalles
de esos cambios, ascensos y caídas se conocen gracias a relatos escritos y a
las investigaciones arqueológicas, aunque ambas fuentes tienen sus limita-
• PACHACUTEC. 1438-1463
ciones. Lo que podríamos llamar el «Umbral etnohistórico» se produjo mucho
después en los Andes que en Mesoamérica: los aborígenes andinos nunca
PACHACUTEC Y TUPAC INCA desarrollaron sistemas de escritura y todos los relatos documentales de la
• 1463-1471
historia anterior a la conquista se redactaron durante la ép'oca colonial espa-
ñola. El resultado es que disponemos de voluminosas descripciones del impe-
111 TUPAC INCA 1471-1493
CHILE
rio inca pero sólo de escasas narraciones sobre las culturas preíncaicas. Estas
2 Este aspecto particular ·de la propaganda imperial aparece en casi todas las
mm m:I HUAYNA CAPAC 1493-1525 fuentes habituales. Véanse, por ejemplo, Cieza, lib. 1, cap. 38, 1922: 126~9, 1959: 25-7;
Sarmiento, caps. 8-10, 1942: 56-61: Cabello, lib. 3, cap. 9, 1951: 256-65; Garcilaso,
lib. 1, cap. 15, 1945: vol. !, págs. 40-2, 1966: 41-3; Cobo, lib. 12, cap. !, 1890-95:
vol. 3, págs. 1134, 1979: 96-7, etc. Para los indios andinos y los primeros cronistas,
más observadores, se trataba de una evidente mentira. Cieza (lib. 1, cap. 105, 1922:
106~7, 1959: 284) cuenta que al preguntar si los grandes edificios de Tiahuanaco se
habían construido en tiempos de los incas, sus informantes nativos se rieron de él.
El mismo se dio cuenta de que la barbarie panandina de la que hablaban los incas
FIG. 12.-La expansión imperial inca, con la extensión final del imperio y los territO· pretendía enaltecer a éstos y legitimar su gobierno (Cieza, lib. 2, cap. 6, 1943: 51,
rios conquistados por cada rey. 1959: 31).
110
Geoffrey W. Conrad y Arth ur La expansión imperial inca
A. Demarest
111
CUADRO 2 últimas, además, parecen a menudo
MARCO CRO NO LOG ICO DE mitos o leyendas y no cabe conside
LA PRE HIS TOR IA DE LOS AND
ES CENTRALES, las históricas, salvo en un sentido rar-
2700 a. de C., 1532 d. de C. muy amplio. A falta de documentos
ricos fiables que iluminen la épo histó-
ca preincaica hemos de depend
arqueología. Aunque los actuales er de la
testimonios arqueológicos sean irre
-m uy pormenorizados sobre algu gulares
nos lugares, épocas y temas, virt
inexistentes sobre otr os- ) nos ualmente
han proporcionado un conocim
del desarrollo cultural andino (Cu iento básico
adro
La investigación arqueológica ha 2).
demostrado que la civilización per
Hor izon te Tard ío surgió en forma naciente aunque uana
reconocible unos cuatro mil años
imperio inca, durante el Período antes del
Período Precerámico VI (2700-1800 a. de
Intermedio 1
CHI MU
los testimonios arqueológicos de
organización en torno a unos cac
esa época aparecen por vez prim
C.) 3 • En
era una
Tard ío iques, la arquitectura monumenta
bajo colectivo») y refinados esti l (o «tra-
Horizonte
1000
1 1 regiones de los Andes Centrales
los artísticos, aunque sólo en una
(Moseley, 1975b, 1978; Feldman,
s cuantas
Medio T!A HUA NAC O La complejidad social y cultural 1980) 4 •
se difundió mucho en la época
el Período Inicial (1800-1200 a. siguiente,
de C.).
500 1 La aparición de sociedades com
plejas en determinadas regiones
tuye el marco del Horizonte Ant consti-
Período 1 1 se extendió por el Perú el primero
iguo (1200-200 a. de C.). Durant
e esa era
Intermedio MO CHI CA NAZCA de los tres grandes movimientos
Antiguo dores que jalonaron su prehistoria unifica-
D.D.C. . Al igual que las épocas posteri
unificación cultural panandina, ores de
A.D.C. el Horizonte Antiguo se define
pagación de ciertos estilos iconogr por la pro-
1 1 áfic
la zona peruana. En el caso concret os distintivos por la mayor parte de
o del Horizonte Antiguo la difusión
lística se inició a lo largo de las esti-
costas del centro y del norte, y en
500 se interpreta como un reflejo de general
Horizonte 1 En el Período Intermedio Antiguo
la difusión de ideas religiosas'.
Ant iguo CHA VlN (200 a. de C.-550 d. de C.) la sem
za cultural, o por lo menos iconogr ejan-
áfica, fue sustituida por una notable
sidad. Durante ese período florecie diver-
1000 1 que incluyen las famosas civiliza
ron brillantes estados y culturas regi
onales,
ciones «clásicas» de la prehistoria
andina
3 Tod as
las fechas que damos en esta
Período bradas) determinadas por el carb ocasión son fechas convencional
1500 ono 14; para un examen más es (no cali·
Inicial logía centroandina, véase el ms. detallado de la crono-
de Con rad. Empezando por el
ríodos» y «horizontes» de la preh Período Inicial, los «pe·
istoria cent roan dina se definen
bios culturales en el Valle de sobr
Ica, en la costa sur del Perú (Row e la base de cam·
Moseley (1975 b) afirma que el e, 1962
primitivo desarrollo de sociedad ).
4
+
N
mente aclaradas 8 • Fueran cuales fueran las causas, el colapso final de Tiahua-
Palacio/ -~
naco tuvo sus repercusiones en la mayor región peruana, la del sur. Del con-
siguiente vacío de poder nacieron los pueblos históricos de la sierra sur,
que entran en los registros arqueológicos en la época del derrumbamiento
e
de Tiahuanaco 9 • A su vez, varios siglos de conflictos entre estas culturas
e del altiplano meridional engendraron posiblemente el último gran período
e de unificación de la prehistoria centroandina, el Horizonte Tardío. La fuerza
unificadora del Horizonte Tardío fue, por supuesto, el imperio inca (1438-
1532) 10 •
FIG. 13.-Plano de las principales construcciones monumentales de Tiahuanaco (Bo-
livia).
Este esbozo esquemático puede engrosarse de muchas maneras, pero para
nuestro propósito cabe decir que la historia de la cultura peruana tiene tres
temas dominantes. El primero es el ciclo que la estructura de períodos y hori-
mochica en la costa norte, nazca en la costa sur, recuay en el altiplano del zontes pone de relieve: épocas de diferenciación regional que alternan con
norte, etcétera. El Período Intermedio Antiguo también fue testigo del eras de amplia semejanza cultural.
comienzo de construcciones monumentales en un emplazamiento que pronto Otro tema fundamental es la aparición de dos grandes focos demográ-
influiría en gran parte del mundo andino: Tiahuanaco, a orillas del lago ficos en los extremos opuestos de los Andes Centrales. El principal centro
Titicaca (fig. 13). de producción agrícola de la costa se halla en el norte, en los valles que
El Horizonte Medio (550-1000), segunda gran época de unificación cul-
tural, es probablemente la parte más controvertida de la prehistoria peruana. La interpretación habitual sostiene que Huari era la capital de un gran imperio du-
Todos los especialistas coinciden, sin embargo, en que la iconografía que se rante la primera mitad del Horizonte Central (Menzel, 1964; Willey, 1971: 157-64;
Lumbreras, 1974 a: 139-45, 151-77; Rowe, 1976; Isbe11 y Schreiber, 1978). Para mues-
difundió por los Andes Centrales durante el Horizonte Medio procedía de tras recientes de las dudas suscitadas por la existencia de un «imperio huari», véanse
Tiahuanaco (fig. 16). Los arqueólogos han tendido ~ pensar en Tiahuanaco Shady y Rosas, 1977; Shady y Ruiz, 1979; Moseley, 1978: 526-31; Donnan y Mackey,
como una sede primordialmente religiosa, pero parece cada vez más claro 1978; Conrad, 1981 b: 39; Kolata, ms.
que también debió de ser un gran centro económico y político cuyo poder 8
Kolata (1982 b: 26, ms.) ha señalado que a finales de Tiahuanaco V se abando-
-y quizás su dominación imperial- se ·extendió a través del lago Titicaca y naron extensos campos de cultivos en camellones en las proximidades de Tiahuanaco,
aunque sugiere, sin embargo, que este colapso agrario pudo ser efecto, más que causa,
hasta las regiones adyacentes del sur de los Andes 6 . La índole exacta de de la desintegración política (Kolata, 1982 b: 26). Para más datos sobre la agricultura
los acontecimientos políticos al norte de la cuenca del Titicaca sigue siendo prehistórica en camellones en la cuenca del Titicaca, véase Parsons y Denevan, 1967.
poco clara 7 , aunque la iconografía ligada a Tiahuanaco llegó, con indepen- 9
La datación de la fase final de la civilización de Tiahuanaco (Tiahuanaco V) en
torno a 850-1200, en Ponce, 1972: 750-1. Las pruebas cronológícas de que los pue-
6
Parsons, 1968 a; Ponce, 1972; Browman, 1978, 1980; Kolata, 1982 b, ms. Kolata blos históricos de1 altiplano sur aparecieron por vez primera en torno al 1200, en
afirma que Tiahuanaco era la capital de un imperio en expansión, mientras que Conrad, ms.
Browman interpreta que el lugar era el foco de una vasta red de comer_cío y distri-
10
El Horizonte Tardío se inicia con la conquista inca del valle de lea, alrededor
bución. de 1476, y finaliza con el establecimiento de los primeros españoles en lea (1534).
7
La controversia se refiere al papel de Huari, un centro menor con una icono- Por lo tanto, las fechas del Horizonte Tardío no corresponden exactamente a las
grafía relacionada con la de Tiahuanaco, en el altiplano del sur y el centro del Perú. fechas del imperio inca (1438-1532, aprox.).
( ...,
__
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114 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest
La expansión imperial inca
115
van desde Moche a Lambayeque. Allí la llanura costera es relativamente
baja, plana y extensa; tanto los valles fluviales como los desi~to gran antigüedad que en Perú tiene el culto de los antepasados. Aunque los
interi:ie- datos arqueológicos sean parciales, nos ofrecen vislumbres de cultos a los
dios se cultivaban con ayuda de redes de regadío. Durante los ultunos mile-
nios de su prehistoria esta zona del norte fue la región más populosa de muertos en épocas tan remotas como el Período Precerámico VI 15 • Las pro-
la pias descripciones de la religión incaica revelan que el culto de los ante-
costa centroandina. En cambio las regiones más ricas de las tierras altas
se hallan en el extremo final de los Andes Centrales, en la elevada y llana pasados era una tradición que venía de muy lejos. La ideología inca se im-
cuenca que rodea el lago Titicaca. Hoy esta región se conoce como el alti- puso en el Tahuantinsuyo menos de un siglo antes de la conquista español
a
plano; los incas la llamaban el Collao y la consideraban la parte más y nunca estuvo plenamente integrada con las religiones locales. En las áreas
rica provinciales los españoles no tuvieron dificultades para eliminar las creencia
del mundo andino. La cuenca del Titicaca contaba con vastos campos s
Y puramente incaicas en su campaña para «extirpar la idolatría». En cambio,
pastizales, inmensos rebaños de llamas y un ciclo diario de calor. Y heladas
que permitía que ciertos alimentos se deshid;a taran por co~gela1ón. los conceptos religiosos antiguos y ampliamente difundidos demostraron ser
~ for- mucho más duraderos (Kubler, 1946: 396-7). Pese al vigor con que se de-
ma natural. Tal abundancia de recursos agncolas y pastoriles penmtto que
el altiplano soportara la mayor presión demográfica de la sierra ". Esta b~ sarrolló la cruzada contra la idolatría, los rituales aborígenes de cultos
a
polaridad económica y demográfica -costa del norte contra cuenca del Tt- los antepasados seguían practicándose en todo el Perú a mediados del XVII,
ticaca- apareció por vez primera en el Período Intermedio Antiguo Y ca- más de un siglo después de la conquista española (Bandelier, 1904).
racterizó a partir de ese momento la prehistoria andina (Moseley, 1978). Y, por supuesto, la veneración a los antepasados ha sobrevivido hasta nues-
El último de nuestros temas dominantes es una tradición religiosa pan- tros días, amalgamada con el cristianismo (Mishkin, 1946: 365; Valcárce\,
andina de cultos de la muerte -la creencia de que los espíritus de los muer- 1946: 474). Dada esta notable persistencia, no puede exagerarse la impor-
tos desempeñan un papel activo y crucial en el mundo de los vivos- . En tancia fundamental del culto de los antepasados en la vida andina.
concreto, dichas ideas llegaren a conformar una tradición formalizada de
culto a Jos antepasados que «Constituyó el meollo de la religión peruana» 12 Estos tres temas -region alizació n contra unificación, polaridad costa
•
A finales de la época prehistórica, en todo el mundo andino se venerab norte/cu enca del Titicaca, y culto de los antepas ados- confluyen en la épo-
a
como protectores a los antepasados de los clanes locales, y su cuerpo~ er~n ca que antecedió inmediatamente al imperio inca, el Período Intermedio Tar-
tratados como objetos sagrados. La expresión típica de est~ creencias. m- dío (1000-1475 d. de C.). El derrumbe del movimiento o movimientos uni-
cluía sacrificio a los muertos y la repetición periódica de ritos funeranoz, ficadores del Horizonte Medio fragmentó el centro y norte del Perú en muchos
en los que se renovaban las ofrendas en las sepulturas 13 • estados pequeños y rivales a comienzos del Período Interme dio Tardío.
Sólo ahora empiezan los arqueólogos a estudiar sistemáticamente el culto Varios de esos pequeños grupos !legarían a convertirse en reinos mayores
de los antepasados andinos, por lo que la mayoría de nuestros datos sob7e
y más poderosos. En el lejano altiplano meridional ese proceso de
el tema proceden de los relatos de esas prácticas escritos bajo el impeno fragmen-
tación se repitió a mediados del Período Intermedio Tardío, a consecuencia
inca "- No obstante, las pruebas de que disponemos muestran claramente
la de la desintegración de la civilización de Tiahuanaco en torno al año 1200.
Los propios incas aparecieron a consecuencia del colapso de Tiahuanaco,
n Murra, 1975; Murra y Mortis, 1976; Moseley, 1978;
Topic (información personal) sugiere que las primtv~s
Kolata, 1982 b, ms. John pero a Jo largo de la mayor parte de su historia preimperial habían sido una
descripciones, de la hoya del sociedad más bien indefinida, muy a la zaga de los pueblos aborígenes de
Titicaca como una tierra rica son algo exageradas. No obstante, esta
claro que los
cronistas recogían fielmente la pe~ción que del Collao. te~ían l~s incas: como de· la costa norte y el lago Titicaca.
muestra el empeño de los jefes incas por controlar la región (vease El estado más importante del Período Intermedio Tardío surgió en la
mas adelante
nota 123),
12 costa norte. Se trataba del imperio chimú, o Reino de Chimor, cuya capital
Zuidema, 1973: 16.
u Cieza, lib. 1, cap. 63, 1922: 119-20, 1959: 312;
.
Polo, 1916 b: 116-9; Amaga,
1920, 1968; Avila, cap. 28, 1966: 156-7; Anónimo, 1919; Hernández Príncipe,
1923; 15
En la actualidad, Ja primera manifestación arqueológica de un culto a
Bandelier, 1904. los muer-
14
El primer intento sistemático de investigar los cultos de los muertos de tos parecen ser los cráneos, cuidadosamente envueltos, que se hallaron bajo
la pre· un edificio
historia andina a través de investigaciones arqueológicas, en Vreeland en Asia (Engel, 1963: 67-75), un asentamiento del Período Precerámico
, 1980; Vree· VI situado
land y Cockburn, 1980. en la costa centromeridional del Perú. Sin embargo, los datos de épocas
más tem-
::; pranas son muy escasos.
116 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 117
se encontraba en Chanchán, en el valle del Moche 16 • La ciudad se fundó rechos y deberes. El resto de las posesiones personales y de las fuentes de
en torno al 900 d. de C., y durante varios siglos el poder de Chanchán fue renta del difunto se asignaban a los demás descendientes como grupo colec-
estrictamente local. La expansión chimú se inició hacia 1200 y duró hasta tivo. A estos herederos secundarios no se les garantizaba la propiedad efec-
la conquista de la costa norte por los incas, hacia 1465; en el apogeo de su tiva de los. bienes del muerto; las posesiones seguían perteneciendo a éste
poder, los señores de Chanchán controlaron miles de kilómetros en la parte y los herederos secundarios actuaban como meros depositarios.
más septentrional de la costa del Perú. Al parecer, las instituciones funda- En el caso concreto de la dinastía chimú el heredero principal de un
mentales de los chimúes eran semejantes a las de los incas del imperio, y en emperador era uno de sus hijos. Ese hijo era elegido sucesor del trono, Y
Chimor podemos vislumbrar débilmente lo que veremos con mucha mayor asumía los derechos y deberes de la dirección del imperio tras la muerte
claridad en el caso inca: el modo en que pudieron reelaborarse las creen- del padre. Sin embargo, no heredaba ciertas partidas de las propiedades de
cias y prácticas andinas tradicionales para convertirlas en una política de su padre, que se confiaban a los otros descendientes del emperador difunto.
expansión imperial. En este sentido el crecimiento de Chimor podría consi- Este colectivo de herederos secundarios administraba los bienes de su ante-
derarse un ensayo del nacimiento del Tahuantinsuyo. pasado en nombre de éste, utilizándolos para cuidar de su momia y mante-
Existe un paralelismo particularmente llamativo entre los imperios inca ner su culto. Los descendientes de un rey muerto seguían, en efecto, al ser-
y chimú: en ambos casos la manipulación de los conceptos religiosos funda- vicio de su corte.
mentales contribuyó a crear presiones en favor del crecimiento territorial. En Chanchán se han hallado testimonios arqueológicos de la herencia
Como los incas, los chimúes compartían la tradición panandina del culto partida chimú. En el centro de la capital hay diez grandes recintos que eran
de los antepasados 17 • Durante la época imperial de su historia, Chimor des- los palacios de los reyes chimúes (Figura 14). En el interior de cada palacio
plegó la extraña y espectacular manifestación del culto de los antepasados existe una laberíntica red de puertas; pasillos, patios, pequeñas «oficinas»
que caracterizaría más adelante al imperio inca -los derechos de propiedad administrativas y grupos de almacenes que en el pasado contuvieron las
de los reyes difuntos. posesiones reales (desaparecidas hace mucho tiempo por obra de ladrones Y
Se creía que los gobernantes chimúes eran de linaje divino, y poseían saqueadores). Los palacios incluyen también grandes plataformas sepulcra-
grandes cantidades de propiedades personales, que les correspondían por de- les que se utilizaban como opulentas tumbas de los reyes chimúes. Después
recho divino. El robo de propiedades reales era un crimen tanto religioso de la muerte del rey, su cuerpo momificado se instalaba en una de las pla-
como civil, una ofensa tan nefanda que se castigaba con la ejecución del la- taformas, junto con pródigas ofrendas fúnebres de bienes suntuarios y mu-
18
drón, de su padre, sus hermanos y de cualquiera que le hubiera hospedado • jeres sacrificadas, presumiblemente viudas y sirvientas del rey. En las pla-
Un rey chimú no perdía sus derechos de propiedad, tan severamente taformas más pequeñas se disponían cientos de esos sacrificios, mientras
defendidos, al morir. Al contrario, tales derechos quedaban garantizados a que las más grandes se reservaban indudablemente para miles de ellos. Los
perpetuidad por una institución que ha sido designada «herencia partida» añadidos posteriores a las plataformas permitían repeticiones periódicas de
(Conrad, 1981a, 1982). Con esta expresión indicamos una modalidad de los ritos fúnebres reales, completados con más ofrendas y sacrificios. Estas
legado basada en dos dicotomías: cargo estatal frente a riqueza personal plataformas no estaban selladas permanentemente, posiblemente para que
y herederos principales frente a herederos secundarios. En un modelo ple- los cuerpos de los gobernantes difuntos pudieran ser trasladados para asis-
namente desarrollado de herencia partida, un heredero principal recibe el tir a ceremonias importantes.
puesto gubernamental del funcionario difunto, con sus correspondientes de- Los palacios (y las plataformas sepulcrales) fueron construidos progre-
sivamente; en la época imperial chimú cada rey erigió una de esas estruc-
16
Nuestros conocimientos sobre Chimor proceden primordialmente de la investi· turas para alojarse y para que fuera el centro de la administración de sus
gación arqueológica, completada con algunas fuentes etnohistóricas (Cabello, 1951;
Calancha, 1938; Means, 1931: 50-65; Vargas Ugarte, 1936: Carrera, 1939; Rowe, 1948; riquezas por toda la eternidad. Tras la muerte del rey, el palacio quedaba
Rostworowski, 1961; Kosok, 1965). Ha aportado datos arqueológicos especialmente a cargo de sus herederos secundarios. Grupos de sirvientes cuidaban del rey
importantes el Proyecto del Valle de Chanchán·Moche, que se desarrolló desde 1969 y de su casa exactamente igual que lo habían hecho en vida de aquél. Míen·
a 1975 bajo la dirección de Michael E. Moseley y Caro! J. Mackey. Sobre los resul- tras tanto, la herencia partida obligaba al siguiente rey a construir un nuevo
tados de dicho proyecto, y amplias referencias bibliográficas, véase Moseley y Day,
1982. palacio y a adquirir otras-propiedades para sí 1'.
" Calancha, lib. 3, cap. 2, 1938: 92; Means, 1931: 61; Rowe, 1948: 51.
18
Calancha, lib. 3, cap. 2, citado en Means, 1931: 62, y Rowe, 1948: 49-50. 19
Day, 1973; Moseley, 1975 a; Kolata, 1982 a; Conrad, 1980, 1981 a, 1982.
118 La expansión imperial inca 119
Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest
mitad del Período Intermedio Tardío la sierra sur estuvo asolada por con- Sociedad y religión incas primitivas
tinuas escaramuzas.
Los incas nacieron en este mundo de dura competición. Su tierra natal Los incas primitivos, o preimperiales, constituyen en muchos sentidos
se halla al noroeste del lago Titicaca, en una pequeña zona que rodea el un pueblo enigmático y escurridizo. Sabemos de ellos a través de la etno-
Cuzco, en la cuenca de drenaje del río Vílcanota (Alto Urubamba). Con la historia y de la arqueología, pero ambas fuentes presentan desalentadoras
limitaciones. Una vez más, todas las crónicas se escribieron con posteriori-
evidente intención de retratar a los incas como herederos legítimos de Tia-
dad a la conquista española; no existen descripciones de testigos presencia-
huanaco, la mitología imperial acabaría por situar sus orígenes en la cuen-
les de la sociedad inca preimperial. Todos los relatos de la historia y la cul-
ca del Titicaca 23 • La arqueología desmiente este aserto; hasta los escasos tura incas primitivas son transcripciones de tradiciones orales y contienen
datos de que disponemos bastan para demostrar que los incas eran origi- una mezcla de hechos, mitos, leyendas, equivocaciones españolas sobre la
narios del distrito del Cuzco y que su cultura, en su forma inicial, se desa- cultura inca, prejuicios personales de los cronistas y errores que se produjeron
rrolló a partir de antecedentes locales 24 • al copiar descuidadamente las obras primitivas (Rowe, 1946: 192-7). Ade-
Los incas acabarían por convertirse en los maestros de la construcción más, los reyes incas utilizaban la historia como propaganda y continuamente
de imperios en el mundo andino. A lo largo del proceso iban a dilatar las reescribían el pasado para amoldarlo a sus fines personales, de facción o
fronteras de la civilización peruana muy por encima de sus anteriores lími- imperiales. Cuando contemplamos la sociedad inca primitiva a través de las
tes y a alterar muchas de sus instituciones básicas. Pero a pesar de sus logros fuentes escritas nos enfrentamos con todas esas distorsiones. También te-
posteriores, su entrada en el escenario andino fue oscura y nada impresio- nemos que afrontar la cuestión de los cambios que se produjeron con el
nante. Los chimúes los eclipsaron en el conjunto del área cultural perua- tiempo: en el inestable mundo del altiplano meridional la_ cultura inca no
na, y, más cerca de su tierra natal, los ensombrecieron los collas y los lupa- hubiera podido permanecer estática a lo largo de su época preimperial. Es
cas y acaso también otros varios pueblos del altiplano del sur. evidente, teniendo en cuenta estos factores, que las crónicas solas no reve-
lan sino las líneas generales de la primitiva sociedad inca.
La arqueología podría, teóricamente, ayudarnos mucho a comprender a
n Las narraciones incas sobre la creación del mundo en general y sobre sus
genes concretos se centran fundamenta lmente en la cuenca del Titicaca. Las versiones
orí~ los incas preimperiales, al revelar la cronología exacta de su desarrollo cul-
del mito inca de la creación difieren en los detalles, pero comienzan invariablem ente tural y al servirnos como un modo de valorar las hipótesis enfrentadas que
en el lago Titicaca_ o en sus alrededores. La mayoría incluyen alguna mención de se desprenden de las crónicas. Pero el problema práctico es que los datos
Tiahuanaco (p. ej., Betanzos, caps. 1-2, 1924: 82-9; Cieza, lib. 2, cap. 5, 1943: 42-50, arqueológicos disponibles en la actualidad no son muchos L'; justifican, con
1959: 25-30; Sarmiento, caps. 6-7, 1942: 48-55; Santacruz Pachacuti, 1879: 234-40).
El relato de Melina (1913: 118-23) menciona concretamen te el nombre de Tiahuana-
todo, la caracterización de los primitivos incas como una sociedad de pe-
co como lugar de la creación. Coba (lib. 12, cap. 3, lib. 13, cap. 2, 1890-95: vol. 3, queño tamaño y configuración rural. La distribución de la primitiva cerá-
págs. 121-7, 308-12, 1979: 103-7) recogió diversas versiones, entre ellas la de Malina, mica inca, la serie killke, es limitada. Sólo se han hallado cerámicas killke
que sitúa la creación en Tiahuanaco , en localidades dispersas dentro de los límites del Cuzco y de otros parajes
La mitología imperial sostenía que los fundadores de la dinastía inca surgieron de muy próximos (por ejemplo, Killke, Sillkinchani, Huata, Kenchakencha, Mu-
una cueva de la colina de Tambotoco en Pacaritambo , a 30 km al sur del Cuzco (Be-
tanzos, caps. 3-5, 1924: 90-9; Cieza, lib. 2, cap. 6, 1943: 50-6, 1959: 30-3; Sarmiento, yumuyu, Lucre y Kuyu). Esos lugares son pequeñas aldeas, que raramente
cap. 11, 1942: 61-4; Malina, 1913: 120; Morúa, lib. 1, caps. 2-3, 1922-25: vol. 4, miden más de doscientos metros de ancho) y que encierran estructuras he-
págs. 7-11; Guamán Poma de Ayala, 1936: 280.7; Garcilaso, lib. 1, caps. 15, 18, 1945: chas de piedras sin labrar unidas con mortero de barro 26 • Rowe califica
vol. l, págs. 39-42, 45-7, 1966: 40-3, 47-9; Coba, lib. 12, cap. 3, 1890-95; vol. 3,
págs. 121-7, 1979: 103-7). Varios de los cronistas recogen múltiples versiones de esta
historia. Molina, Morúa, Guarnán Poma de Ayala, Garcilaso y Cabo enumeran todos
25
Aquí nos referimos sólo a la época preimperiaL Ha habido cierto número de
una o más variantes en las que los fundadores dinásticos llegaron a Pacaritambo estudios y excavaciones recientes de los lugares imperiales incas. Véanse, por ejem-
procedentes de la cuenca del Titicaca, bien tras un período de vagabundeo (la ma· plo, Murra, 1962; Morris y Thompson, 1970; Morris, 1972, 1974; Kendall, 1974, 1979;
yoría de los relatos), bien directamente por un pasaje subterráneo (Melina, copiado Alcina, 1976; Alcina y otros, 1976; Conrad, 1977; Gasparini y Margolíes, 1980.
26
por Cobo), Guamán Poma de Ayala y Garcilaso mencionan versiones en las que los Las primeras descripciones de la cerámic::l y la .arquitectur a killke, en Rowe,
fundadores de la dinastía inca llegaron del propio Tiahuanaco . 1944. Para descripciones más recientes de cerámica killke, véase Rivera Dorado, 1971 a,
14
Rowe, 1956; Rivera Dorado, 1971 a, b, 1972, 1973; Lumbreras, 1974 a: 174, b, 1972, 1973. Sobre materiales relacionado s con los killke en el valle de Urubamba,
214-5, al noroeste del Cuzco, véase Kendall, 1976, quien indica que los primeros incas eran
11
124 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 125
de «sumamente insignificante» a la arquitectura inca ZT. A los muertos gene- tura subyacente sobre la que se edificó la economía ~e los estados andinos.
ralmente se les enterraba en pequeñas tumbas o nichos de tosca mampos- A Jos miembros del ayllu se les exigían unas prestacmnes en horas de tra-
tería; esas tumbas suelen encontrarse en cuevas, hendiduras o abrigos de bajo, mutuas y para sus jefes, en un sistema que pued~ considera~ co1no
rocas que contienen uno o varios cuerpos y algunos objetos funerarios muy una manera de organizar y distribuir el tiempo de traba¡o. La autondad. su-
sencillos. prema podía utilizar esas prestaciones personales para canalizar haci.a fmes
Inspirándonos en las descripciones que los cronistas hacen de la vida estatales el excedente de tiempo de trabajo, controlando el mecamsmo Y
en las aldeas incas, podemos caracterizar la probable naturaleza de la cul- presentándose a sí misma como dirigente de una especie de super ayllu. Los
tura inca en las etapas preimperiales. Por encima del nivel de la familia primitivos estados andinos llevaron a cabo ese proces? (Moseley, 1975c'. 1978;
nuclear, la unidad fundamental de la organización social inca era el ayllu, Recktenwald, 1978) y los incas Jo repetirían. Este impuesto en trab~¡o con-
palabra que ha tenido, al parecer, varios niveles de significado 28 • En las trolado por el estado, al igual que las obligaciones mutuas de los m~en:b'.os
crónicas la encontramos aplicada tanto a agrupaciones internas de las aldeas del ayllu que lo inspiraban, estaba regulado idealmen.te por los p~mc10s
como a agrupaciones interaldeas. En general, el ayllu era un grupo de pa- 11ndinos de reciprocidad. En teoría, todo deber del cmdadano tema como
rientes que descendía de un antepasado común. Dentro del ayllu, los hom- contrapartida una obligación del estado w. . . .
bres estaban organizados patrilinealmente y las mujeres matrilinealmente; Aparte estos niveles del ayllu y de la aldea, la naturl~z ongmana de
estaba prohibido el matrimonio entre ciertos grados de consanguinidad, pero Ja organización política inca es un problema bastante espmo~. Los datos
el conjunto del ayllu era endógamo. En la época imperial los ayllus estu- arqueológicos disponibles no son de gran ayuda; los tesimo~10 que tene-
vieron supervisados por jefes hereditarios conocidos con el nombre de cu- mos a mano -una serie de pequeñas aldeas y sepulturas sencillas- no nos
racas, pero no sabemos si los primeros caciques incas tenían cargos here- transmiten la sensación de una pauta de asentamiento jerárquica. Por otra
ditarios 29 • parte, el Cuzco, emplazamiento lógico d~ cua~q.ier enclave d?minan_:e, ha
Si se utiliza el término en su sentido más restringido, el ayllu también sufrido tantas modificaciones durante el imperio mea, la coloma espanola Y
era la unidad básica de explotación de la tierra. Cada ayllu poseía un lote en épocas modernas que no se ha encontrado nada de la ocupación killke,
definido de tierra; cada familia cultivaba el área necesaria para su susten- salvo escasos y dispersos depósitos de desechos (Rowe, 1944). "Estos datos
to. Los miembros del ayllu tenían una serie de obligaciones recíprocas, que son demasiado exiguos como para permitir conclusiones muy detalladas.
incluían la exigencia de ayudarse unos a otros a construir casas y a cultivar A falta de testimonios arqueológicos de relieve hemos de ha.sarnas en
la tierra para sus familias. También labraban juntos las tierras para man- 1
las crónicas, aunque sean equívocas. Como muc~os pueblos m~rgl;s
i'
que
tener a los ancianos, los enfermos, las viudas y los huérfanos. Ciertos lotes llegaron de repente al poder, las incas se fabnca:on a conW:macion i.:na
de tierra se cultivaban para obtener alimentos para los sacrificios de los i historia gloriosa. La tradición oral imperial sotem~ .que los mc~s habian
templos y divinidades del ayllu. Los dirigentes del ayllu también tenían cier- estado regidos siempre por una dinastía de reyes d1vmos descendientes. de
tos derechos a los servicios de la mano de obra comunitaria, pero en la
l.
¡'.·.·
Inti, un aspecto solar del multíplice dios del c!elo (Dema.rest,, 1981). La hsta
primera fase de la historia inca dichos derechos no debieron de ser muy habitual enumera a trece reyes desde los inicios de la dmastia hasta la con-
I~'·.
distintos de los de cualquier otro ciudadano. quista española (Cuadro 3), pero la expansión imperial no empezó hasta el
En todos estos deberes se discierne un ideal, claramente expresado, de reinado del noveno rey, Pachacutec, y todos los reyes anteriores al octavo,
autosuficiencia de la aldea y del ayllu, y cabe distinguir también la estruc-
.; Viracocha Inca, son personajes nebulosos. .
El problema no estriba en que carezcamos de m.formacion sobre. los rei-
., .
uno más entre una serie de pequeños grupos, relacionados en lo cultural, de la cuen-
nados de Jos siete primeros gobernantes. Al contrano, muchos cromstas re-
I
ca de Urubamba.
n Rowe, 1944: 61. cuerdan sus hazañas ' 1, y no viene a cuento volver ª, narrarlas detallada-
28
González Holguín, 1608: lib. 1, pág. 32. j mente. Baste con decir que las crónicas son una letama de nombres -sus
" Garcilaso, lib. 4, cap. 8, 1945: vol. 1, pág. 195, 1966: 206; Cebo, lib. 12, caps. páginas ensalzan a tribus, aldeas, ayllus, individuos Y divinidades-. A me-
25-26, 1890-95: vol. 3, págs. 235-6, 239, 1979: 200-1, 204-205; Rowe, 1946: 252-5;
JG Tras este sumario esbozo de la economía del ayllu y su~ i~plcaones
Brundage, 1967: 34-5; Zuidema, 1973: 17-20. Al igual que en el caso de Jos calpullin se h;illa
(véase capítulo 2), los evolucionistas sociales de comíenzos de siglo consideraban el un gran número de referencias documentales; par~ u~ e~phca1ón completa, vease
ayllu como un típico clan matrilineal (p. ej., Bandelier, 1910). El análisis de Rowe el clásico análisis de Murra (1980) sobre la organ1zac1on inca.
echó por tierra esta interpretación. 31 Brundage (1963) ha proporcionado una útil compilación de esos relatos.
126
Geoffrey W. Conrad y Arthur A, Demarest
La expansión imperial inca 127
CUADRO 3
LISTA DINASTICA TRADICIONAL DE LOS REYES INCAS deducen alusiones heroicas y se erigen en símbolos de una tradición de lu-
chas crónicas a pequeña escala. La mayoría de las «guerras» y «victorias»
Los reinados. de los gobernantes anteriores a Viracocha Inca proceden de la cronica de los primeros incas no son sino relatos glorificados de incursiones recí-
de C~bel (lib. 3, 1951). Todos los datos anteriores a 1532 han de considerarse meras procas entre aldeas; Sarmiento es el cronista más explícito sobre este pun-
aproxunac1ones. Un estudio más a fondo véase en Rowe, 1945.
to 33 • Algunos episodios, como la derrota de los alcahuizas por Mayta Cápac,
parecen reflejar sólo las reyertas entre los distintos ayllus de Cuzco 34 • El
Fechas de reinado cuadro global es el de un insignificante cacicazgo, disgregado y más bien
1. Manco Cápac
indócil"· Los jefes de las aldeas y ayllus que lo constituían intrigaban per-
2. Sinchi Roca petuamente entre sí por el dominio de la coalición, pero cooperaban con
3. Lloque Yupanqui los otros en incursiones contra las aldeas que no pertenecían a ella. A juz-
4. Mayta Cápac
5. Cápac Yupanqui gar por las escasas pruebas disponibles, esta descripción también se ajusta
6. Inca Roca a los vecinos inmediatos de los incas durante los siglos xm y XIV.
7. Yahuar Huaca Dado este modelo de constantes conflictos menores, los dirigentes de
8. Viracocha Inca ( ?~1438)
9. Pachacutec (1438-1471) facto de los primeros incas fueron probablemente sinchis, jefes guerreros
10. Túpac Inca (1471-1493) cuyo poder y prestigio procedían de sus proezas personales. Es probable
11. Huayna Cápac (1493-1525) que hubiera un sinchi supremo del conjunto de la coalición y jefes guerreros
12. Huáscar (1525-1532)
13. Atahuallpa (1532-1533) menores en cada aldea y en cada ayllu. Al parecer los cargos eran básica-
mente electivos, siendo elegidos los sinchis por destacados miembrns adultos
de las comunidades. Esos puestos no eran necesariamente perpetuos, y un
n~do los nombres se usan de forma intercambiable -las personas son susti- sinchi que fracasara en la guerra o se enemistara con otros ciudadanos emi-
mdas.~ por los ayllus, las aldeas por las tribus, etcétera, por lo que resulta
que con la historia real. Una crítica de los primeros análisis de Zuidema (1964), en
tmpos1ble afmnar con exactitud a qué se refieren-. No parece coincidencia Hammel, 1965.
que los problemas se agudicen en las crónicas redactadas mucho después 33
Especialmente Sarmiento, cap. 24, 1942: 92-3.
de l_a conqmst~ española. Las descripciones de los primeros reinados incas .1 Este acontecimiento legendario constituye probablemente la clave más gráfica
4
escntas en el siglo XVII (por ejemplo, Garcilaso, 1945; 1966; Guamán Poma de las primeras «conquistas» incas. Aunque para los cronistas del siglo XVI la derrota
de los alcahuizas constituye una significativa victoria inca, la descripción que de ella
de Ayala, 1936) están repletas de detalles fantásticos, contradicciones e in-
hacen no pasa de ser una serie de alborotos callejeros. Cíeza (lib. 2, cap. 33, 1943:
congruencias; no se puede fiar uno del material concreto. En cambio, Jos 178-80, 1959: 197-8) dice que el incidente se inició cuando un muchacho alcahuiza
autores anteriores, del siglo XVI (por ejemplo, Cieza, 1943; Sarmiento, 1942), empujó en la calle a una mujer inca, la insultó y le rompió el cántaro de agua. Las
se ocupan de los siete primeros reyes en términos más vagos y cautos. Ten- versiones de Sarmiento (cap. 17, 1942: 78-80) y Cabello (lib. 3, cap. 12, 1951: 284-6)
dremos que depender enormemente de esos primeros cronistas para dar son aún más curiosas: refieren que la pelea se produjo durante la juventud de Mayta
Cápac y estuvo provocada por su tendencia a abusar de sus compañeros de juegos
cuenta de la historia inca tardía, pero ni siquiera ellos nos sirven de mucho alcahuizas. El relato de Cabo (lib. 12, cap. 7, 1890-95: vol. 3, págs. 138-9, 1979: 118-
para reconstruir los acontecimientos anteriores al reinado de Viracocha Inca. 9), más tardío, es parecido a los de Sarmiento y Cabello, auuque otros escritores del
P~r estas razones, unidas a otras examinadas previamente, parece más aconM siglo xvu tiendan a retratar a Mayta Cápac como un gran gobernante que realizó
seiable tomar con cierto escepticismo los detalles de Ja historia incaica an- extensas conquistas (p. ej., Guamán Poma de Ayala, 1936: 98-9; Garcilaso, lib. 3,
terior al año 1400 y dejar a los siete primeros reyes en una zona de som- caps. 1-9, 1945: vol. 1, págs. 130-47. 1966: 137-54).
35
Utilizamos el término en sentido amplio. En la actualidad no hay modo de dar
bras donde hechos y leyendas se entremezclan inseparablemente 32 • una clasificación cultural concreta de la evolución de la sociedad inca en su forma
. Lo cual no quier~ decir que fas historias de los primeros gobernantes naciente. Diversos análisis recientes (Katz, 1972; Schaedel, 1978) han tratado de de~
meas no nos sirvan smo como mitos. Para un lector perspicaz, de ellas se mostrar que los incas pasaron por todas las etapas clásicas de la evolución cultural,
desde la tribu al imperio, y de especificar los momentos ex.actos de la transición. No
32
Esta po.stura es un término medio entre las de Rowe (1967), que considera que creemos que las pruebas a nuestro alcance permitan semejantes precisiones, ni tam-
los. cuatro primeros. son .como personajes míticos, y Zuidema (1962, 1964, 1977 d), que /~·."-¡ poco que la historia inca compendiara necesariamente todas las etapas clásicas de la
opina que toda la lista tiene más que ver con la cosmología inca y la estructura social ( rA ·. evolución cultural. En general, el panorama inca refleja un cambio limitado y gradual
seguido por una transformación social rápida y masiva (véanse los capítulos 4 y 5).
128 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 129
nentes de su comunidad, podía contar con su destitución. Cabía, sin em- conjunto divino se «desdoblaba» en subconjuntos o grupos de aspectos -las
bargo, que un sinchi capaz de dirigir importantes incursiones victoriosas divinidades de los cronistas--. Estos grupos no eran, sin embargo, entidades
utilizara el botín para alcanzar un apoyo político duradero y conseguir que fijas: los aspectos individuales podían combinarse y permutarse en un nú-
su cargo fuera casi perpetuo. El puesto tampoco era hereditario, pero exis- mero casi infinito de maneras. Los subconjuntos concretos en los que el dios
tieron presiones en ese sentido. Los hijos de un sinchi triunfante tenían la del cielo se desdoblaba en cada ocasión dependían del contexto ritual es-
ventaja de aprender el arte de la jefatura con un distinguido experto, y si pecífico y de la finalidad perseguida. Por esa razón los «dioses» del alto
demostraban el valor necesario existía una tendencia a elegirlos como sin- panteón se traslapabJIIl entre sí y se convertían gradualmente en otros,
chis 36 • En resumen, el sinchi ideal tenía que ser intrépido y astuto en la Parece que el dios inca procedía de una deidad creador-cielo-tiempo ge-
guerra, versado en mantener el apoyo de otros importantes personajes de la neralizada mucho antes en el lago Titicaca, el llamado «Dios de la Puerta»
comunidad (todos ellos posibles rivales que aspiraban a su cargo), y capaz de Tiahuanaco (Figura 16) 38 • Una divinidad de este tipo, compleja y an-
de inculcar esas mismas cualidades a sus hijos. A través de la historia inca tigua, admite cómodas manipulaciones, y sin duda los incas reelaboraron
esta combinación de capacidad militar y política de un sinchi iba a ser la continuamente a lo largo de su historia el alto panteón con objeto de satis-
condición sine qua non del caudillaje. facer las necesidades del momento. En la época imperial, la religión de es-
Si dejamos ahora los factores sociales, económicos y políticos, para con- tado inca concedía especial importancia a tres subconjuntos del dios del
siderar la religión inca preimperial, nos encontramos en un terreno suma- firmamento: un creador universal con gran variedad de advocaciones, la
mente resbaladizo. Los conceptos andinos de divinidad eran enormemente más conocida de las cuales es Viracocha; el dios del sol, Inti; e Illapa, el
fluidos y las creencias incas no constituyen una excepción. Los españoles se trueno o dios del tiempo. Pese a numerosos solapamientos y gradaciones,
volvieron locos al tratar de encasillar a la fuerza unas ideas superpuestas estas tres figuras eran suficientemente diferentes (esto es, destacadas en bas-
y entrelazadas en compartimentos netamente separados. El cronista Betan- tantes contextos rituales) como para confundir a los cronistas, que creyeron
zos estaba tan desconcertado con las patentes discrepancias de los testimo- que se trataba de tres divinidades incas. Sin embargo, entre otros pueblos
37
nios que recogió que llama a sus informantes «ciegos de entendimiento» , andinos que no se convirtieron en potencias imperiales, -0tr-0s- descendientes
y los estudiosos modernos que han pretendido separar en categorías las creen- del Dios de la Puerta -por ejemplo, Thunapa, divinidad suprema de las
cias incas se han sentido tan frustrados como Betanzos. Cada vez está más tribus históricas de habla aymara del lago Titicaca- no aparecen en sub-
claro que es preciso analizar de nuevo, de forma global, las interpretacio- conjuntos tan claramente definidos. Parece probable, pues, que Viracocha,
nes habituales de la religión inca. Hoy por hoy resulta imposible una reva- el Sol e Illapa no estuvieron tan agudamente diferenciados en la versión
loración completa, aunque puede hacerse una caracterización general de original de la religión inca como llegaron a estarlo al final 39 •
los principios básicos de la religión inca primitiva. Subyacentes al alto panteón, y estrechamente relacionados con él, había
Donde son más evidentes las complicaciones de las creencias incas es en dos conceptos religiosos fundamentalísimos: el culto de los antepasados y
el caso de las divinidades mayores. Los cronistas pretendieron adaptar el las huacas. El culto de los antepasados, que hemos examinado anterior-
alto panteón al patrón grecorromano de dioses distintos, cada cual con una mente como una tradición panandina, se enraiza en el propio corazón de la
correspondencia única con un cuerpo astronómico o con un fenómeno aTinos- religión inca 40 . Los antepasados eran hondamente reverenciados por sus
férico. Pero un estudio reciente (Demarest, 1981) ha demostrado lo erróneo descendientes y los cuerpos de los muertos eran considerados objetos sa-
de ese enfoque, pues el panteón superior no se componía en absoluto de grados. Un párroco de comienzos del siglo XVII escribía, hablando de las
«dioses» en el sentido occidental. Cabría describirlo mejor como un con- creencias incas desde la vanguardia de la lucha contra la idolatría, que «des-
junto divino englobador, un dios del cielo de múltiples facetas compuesto pués de estas huacas de piedra la mayor veneración y adoración es la de
por infinidad de aspectos individuales. En los contextos ceremoniales, este
Js El Dios de la Puerta recibe el nombre de su representación más famosa, que
36 Sobre la primitiva jefatura de los sinchis, véanse Sarmiento, cap. 8, 1942: 56-7; aparece en la «Puerta Monolítica» o «Puerta del Sol» de Tiahuanaco. Este monumento
Anónimo, 1920: 106-7; Rostworowski, 1960: 419; Brundage, 1963: 119-22. Obsérvese de piedra tallada data de Tiahuanaco IV (Tiahuanaco Clásico), hacia 450-850 d. de C.
39
también el nombre del legendario segundo rey inca, Sinchi Roca. La palabra signi- Estas interpretaciones, meramente resumidas aquí, se basan en infinidad de ren
fica «fuerte, valeroso» (Santo Tomás, 1951: 223, 263; González Holguín, 1608: lib. 1, ferencias documentales. Un análisis más amplio del conjunto del dios del cielo inca
pág. 74, lib. 2, págs. 161, 325; Sarmiento, cap. 8, 1942: 56). y sus antecedentes, en Demarest, 1981.
37
Betanzos, cap. 11, 1924: 140.
0
Zuidema, 1973; Rowe, 1946: 252, 297; Brundage, 1967: 34-5.
"'
;¡¡
Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 131
130
sus malquis ... que son los huesos o cuerpos enteros de sus progenitores gen-
tiles» 41 • Los antepasados hablaban por boca de esas momias y podían con-
testar preguntas de forma oracular; un tipo de profesional religioso inca
era el malquipvillac, «el que habla con los mallquis» 42 •
Las almas de los muertos también se manifestaban .en pequeños objetos
de cualidades raras o insólitas -piedras y plantas de extrañas formas o co-
lores, cristales, bezoares, etc. Estos objetos portátiles se conservaban como
fetiches familiares a los que se tributaba culto 43 • Los antepasados podían
aparecer también como chispas en la lumbre y había que arrojarles un bo-
cado para que comieran 44 • Hay otra asociación entre los antepasados y el
fuego: el método más solemne de adivinación de los incas era el fuego, que
se empleaba solamente en ocasiones muy graves. A los adivinos que leían
en el fuego, enormemente temidos y respetados, se les llamaba «los que
consultan a los muertos» 45 •
En la sociedad preimperial inca había cierto número de expresiones ri-
tuales del culto de los antepasados 46 • Cuando un individuo moría, se que-
maban algunas de sus menguadas posesiones personales y otras se enterra-
ban con él. A partir de entonces sus descendientes acudían a intervalos a
su tumba para renovar sus ofrendas de comida, bebida y ropa". Los cuer-
pos de los antepasados se sacaban para participar en procesiones y en otras
festividades (Figura 17) 48 • También recibían sacrificios y otros tratos ritua-
les que dependían de su condición social y generacional 49 • Una persona que
descuidara esos ritos enojaba a los antepasados, que podían atraer enfer-
medades sobre el culpable, el cual, para amansarlos y sanar,. se veía obli-
gado a hacer sacrificios extras (Rowe, 1946: 312-3).
Estrechamente ligada al culto de los antepasados estaba la huaca, el gran
concepto integrador de la religión inca. La palabra es ur: término genérico
para designar a cualquier persona, lugar o cosa con connotaciones sagradas
o sobrenaturales, e implica cierto sentido de santidad personificada. En la
práctica se consideraba huaca casi todo lo que fuera raro o insólito, y de ahí
FIG. 17 .-Culto de los antepasados incas. Este dibujo del cronista ~dino de comien~
zos del siglo XVI Felipe Guamán Poma de Ayala muestra una momia ancestral en la F1G. 18.-Culto de las huacas incas. El dibujo de Guamán Poma de Ayala muestra al
emperador Tupac Inca consultando a sus huacas.
procesión de los muertos.
\
134 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest
La expansión imperial inca
J15
el asombroso número de huacas en el mundo inca y el número de veces
que se refieren a ellas en las crónicas"'· Cobo cita más de trescientos ejem- Si la huaca en cuestión era la momia de un antepasado, la independen-
plos en la inmediata proximidad de Cuzco, y eso que su lista sólo incluye cia del ayllu -y en realidad, su propia existenci a- se veía gravemente com-
los santuarios principales de la religión oficial de estado 51 • Las huacas me- prometida. Unos vecinos hostiles podían doblegar la voluntad de un ayllu
nores, de importancia estrictamente local, eran incontables. Todas las huacas, si se apoderaban de esa huaca tan decisiva; los miembros del ayl/u tenían
fueran nacionales o locales, poseían poderes proféticos y se les rendía culto que obedecer las órdenes de los raptores mientras la momia estuviera en
con plegarias y sacrificios (Figura 18). poder de éstos, para mantener el culto de los antepasados y salvarse de la
La huaca estaba relacionada con todos los demás elementos básicos de ruina 'SI.
la religión inca, siendo especialmente claros sus lazos con el culto de los El peligro derivado de los robos de momias revela una contradicción
antepasados. En realidad, toda separación de los dos conceptos es suma- fundamental del culto de los antepasados. En conjunto, el culto a la muer-
~
mente artificial. Villca, un término de parentesco recíproco que significa te era una fuerza enormemente conservadora en la sociedad inca primitiva;
«bisabuelo» y «bisnieto», y por extensión «antepasado» y «descendiente», ataba a los individuos al jefe del clan, a la tierra del ayllu y a las pautas tra-
podía utilizarse como sinónimo de huaca 52 • Muchas huacas importantes se dicionales de conducta. Las desviaciones de dichas pautas podían irritar a
identificaban explícitamente con los antepasados; se creía, por ejemplo, que los antepasados y acarrear enfermedades a los individuos o penurias al
algunos de los principales santuarios de los alrededores del Cuzco eran ante- ayllu. Pero, paradójicamente, el culto de los antepasados también podía ser
pasados de los incas que se habían convertido en piedra 53 • Todas estas un mecanismo de cambio. Podía servir, y de hecho sirvió, para derribar el
pruebas implican que, como afirma una infinidad de referencias documen- orden político y social existente. El robo de momias era un asunto local
tales, los cuerpos de los muertos, sus tumbas y los fetiches familiares eran
y sus repercusiones afectaban a un reducido número de personas; ;;L11 em-
huacas.
bargo, los casos de mallquis robadas muestran que el culto de los antepa-
El culto de los antepasados y las huacas no sólo son inseparables entre
sí, sino que ambos están estrechamente relacionados con la organización sados podía ser manipulado de una forma que afectase a otros aspectos de
ay/lu. Desde luego, vil/ca, que antes dimos como sinónimo de huaca, era otra la cultura.
manera de designar al ayllu 54• Los antepasados definían el ayllu, legitimaban Es importante señalar que en la sociedad inca primitiva las exigencias
su posesión de las tierras y protegían a sus miembros. Nada tiene de sor- económicas del culto a lds antepasados huacas eran reducidas. Cuando una
prendente, pues, que la prosperidad del ayllu dependiese del correcto cui- persona moría, se quemal;lan algunos objetos y otros se enterraban con ella,
dado de sus momias, fetiches y otras huacas 55 • La pérdida o el robo de una pero eran pocos y fáciles de substituir. Había que disponer de comida para
huaca constituía un grave problema porque debilitaba al ayllu 56 • los sacrificios y la renovación de las ofrendas fúnebres, pero el ayllu obtenía
cuanto necesitaba reservando parcelas de sus cultivos para el sostenimiento
50
Sobre los primitivos resúmenes, en forma de manuales de instrucciones para de las momias ancestrales y de otras huacas 58 • El tiempo empleado en cul-
los curas españoles encargados de extirpar la idolatría, véanse Albornoz (Duviols, tivar esas parcelas y en tejer prendas para las ofrendas fúnebres era, en
1967) y Arriaga (1920, 1968). Para los resúmenes modernos, véanse Rowe (1946: 295-
7) y Brundage (1963: 46-52, 1967: 144-55).
esencia, la única inversión de mano de obra del ayllu en sus progenitores.
" Cobo, lib. 13, caps. 13-16, 1890-95: vol. 4, págs. 9-47; Zuidema, 1964; Rowe.
1979. Estas huacas particulares se concebían como situadas en cuarenta líneas imagn~
rías (ceques) que irradiaban del Coricancha, el principal templo de la religión estatal tizaran el buen comportamiento de los sUbditos incas (Cieza, lib. 2, cap. 29, 1943:
inca. La lista de Cobo (Relación de los Ceques) resulta fundamental en las polémicas 161-4, 1959: 190-3; Polo, 1940: 154; Melina, 1913: 136-7, 151-3; Cobo, lib. 13, eap. 1,
interpretaciones de Zuidema sobre la estructura social y la historia incas. 1890-95: vol. 3, pág. 300; Rowe, 1967: 63).
31
" González Holguín, 1608: lib. 2, pág. 330; Zuidema, 1973: 19. Anónimo, 1848: 448; Rowe, 1946: 252. Romero (1916: 463-4) atribuye la carta
51
Sarmiento, cap. 13, 1942: 70; Cobo, lib. 13, caps. 13-16, 1890-95: vol. 4, págs. 9- anónima de 1571 (Anónimo, 1848) a Juan Polo de Ondegardo.
47~ etc. Respecto de la importancia de las momias es interesante observar asimismo las
• Santo Tomás, 1951: 143, 173, 232. descripciones de Guamán Poma de Ayala (1936: 187, 190, 302-3, 307) sobre los cas-
"Arriaga, caps. 5, 15, 1920: 49-55, 137-44, 1968: 46-52, 117-23; Cobo, lib. 13, tigos incas de lo que se consideraban como delitos más odiosos (traición, robo, adul-
cap. 10, 1890-95: vol. 3, págs. 342; Rowe, 1946: 298; Brundage, 1967: 35. 149. terio, incesto, etc.}. Según Guamán Poma, np se limitaban a matar al criminal, sino
56
Anónimo, 1919: 184; Brundage, 1967: 145. En la época imperial se llevaron al que su cuerpo se abandonaba como pasto de las bestias salvajes.
Cuzco importantes huacas de las provincias conquistadas, como rehenes que garan- ~ Arriaga, cap. 4, 1920: 43-5, 1968: 42-3; Avila, cap. 19, 1966: 110-11; Cobo.
lib. 13, cap. 10, 1890-95: vol. 3, pág. 339; Murra, 1958: 32, 1980: 34.
136 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 137
El cuidado cotidiano de las huacas se asignaba a ancianos que ya no estaban del sinchi en un marco más amplio. El resultado fue una serie de cambios
en condiciones de dedicarse a trabajos más duros 59 • Aunque la importancia en la naturaleza de la jefatura inca. No sabemos con exactitud cuándo se
del culto del antepasado-huaca en la vida inca fuera enorme, en la época pre- iniciaron esos cambios, aunque durante el reinado de Viracocha !nea se
habían desarrollado lo bastante como para ser reconocibles.
imperial sus costos materiales eran asequibles.
Viracocha Inca, el octavo rey de la lista dinástica y el primero que
aparece en las crónicas de forma claramente definida, ascendió al poder a
comienzos del siglo xv. El relato más sobrio de la historia inca, el de Sar-
Estas eran, pues las instituciones básicas de la sociedad inca preimpe-
miento, insiste en que Viracocha Inca fue el primer gobernante inca que in-
rial, y la exposición anterior probablemente puede considerarse como una tentó hacer conquistas permanentes. Según Sarmiento, los dirigentes ante-
descripción bastante fiel, aunque esquemática, de la cultura inca en su riores se habían limitado a saquear las aldeas vecinas para abandonarlas
forma original. Sin duda, dicha cultura tuvo que desarrollarse continuamen- después hasta que mereciera la pena atacarlas de nuevo, pero Viracocha
te para satisfacer las demandas y aprovechar las oportunidades de cada mo- sometió realmente el área de los alrededores de Cuzco y la organizó bajo su
mento, y los incas debieron de sufrir numerosos cambios menores durante los control"'. Tomada en su sentido literal, esta versión de los acontecimientos
primeros siglos de su historia. Sin embargo, la actual limitación de nuestros sitúa a Viracocha Inca como el primer dirigente inca que fue verdadera-
datos oscurece muchos detalles de la evolución cultural de los incas, y la mente un rey, en lugar de una especie de sinchi supremo. Sin embargo, da-
alteración acumulativa de esa sociedad no resulta patente hasta el año 1400, das las incertidumbres en torno a los primeros miembros de la dinastía, nos
aproximadamente. Los cambios que se evidencian al acercarse al siglo xv re- inclinamos por una interpretación más general -a saber, que en la época
flejan acontecimientos más amplios que se habían estado produciendo en el de Viracocha Inca la institución de la monarquía todavía era un hecho muy
altiplano sur durante algún tiempo. reciente entre los incas.
A lo largo del siglo x1v, algunos pequeños grupos de la sierra meridio- No están muy claras las fronteras concretas del reino de Viracocha. Sar-
nal comenzaron a consolidarse en el interior de coaliciones militares más miento dice que se extendía «por lo menos siete u ocho leguas alrededor del
extensas y poderosas. Entre esos cacicazgos y reinos militares destacaron los Cuzco» 61 • Cieza, cuya versión de la historia .inca sólo es ligeramente menos
quechuas, que ocupaban el área occidental de Cuzco; los chancas, que vi- moderna que la de Sarmiento, sostiene que el reino se dilató más hacia el
vían más allá de los quechuas, y los canchis y canas, al sur del Cuzco (Fi- sudeste, por todo el camino hacia la margen norte del Lago Titicaca 62 • Con-
gura 15). Los más poderosos eran, al parecer, los collas y lupacas del norte cretamente, Cieza enumera a los canchis y los canas entre las conquistas
de la cuenca del Titicaca, quienes probablemente alcanzaron la condición de Viracocha Inca por el sur. Parece probable, sin embargo, que canchis y
de reinos en fecha aún más temprana. A medida que esos pueblos empeza- canas fueran aliados de Viracocha, y no sus súbditos: durante el ataque de
ron a imponerse, se intensificaron las rivalidades que antes tenían menor im- la confederación chanca en 1438, tuvo que ofrecerles recompensas para
portancia. Cada grupo trató de progresar manteniendo alianzas con algunos que acudieran en ayuda del Cuzco 63 • Sopesando estos testimonios, sugeri-
de sus vecinos y relaciones hostiles con otros. Existían enemistades particu- mos que la versión de Sarmiento se ajusta más a la verdad y que los domi-
larmente enconadas entre los quechuas y los chancas, por una parte, y entre nios de Viracocha Inca eran relativamente pequeños 64 •
los collas y los lupacas, por otra (Rowe, 1946: 203-4). Las fuentes del siglo xv1 describen los esfuerzos de Viracocha Inca por
Los incas se adaptaron a esta competitiva situación; de lo contrario, aumentar la fuerza y la seguridad de su reino realizando incursiones fuera
de sus fronteras y llevando a cabo hábiles maniobras políticas. Trató de
pronto hubieran desaparecido en las luchas militares y políticas del altiplano.
proteger los flancos norte y occidental de los incas a través de un matrimo-
Los tradicionales hábitos incas consistentes en incursiones entre aldeas Y
nio ventajoso con la hija de un gobernante vecino y manteniendo una alian-
gobierno por medio de sinchis habían favorecido la aparición de dirigentes
que eran a la vez expertos guerreros y políticos astutos, al menos en el limi-
tado escenario de la región de Cuzco. La competencia entre pueblos, ahora ro Sarmiento, caps. 24-25, 1942: 91-6; cfr. nota 34.
61
mucho más dura, exigía gobernantes capaces de practicar las habilidades Sarmiento, cap. 25, ¡942: 95.
" Cieza, lib. 2, cap. 42, 1943: 209-13, 1959: 217-9.
" Polo, 1916 b: 54, 1917 a: 46.
64
59 Polo, 1916 b: 114-5; Rowe, 1946: 299; Mura~ 1980: 34. Véanse también los escasos testimonios arqueológicos citados en Ja nota 26.
138 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 139
za con los quechuas frente a los chancas En una clásica jugada de trai-
65 •
versa. Su intención era provocar entre los dos grupos una guerra que los INTl GUAUQUI CUURJ INTI !Nil ILLArA
(lnli <Id cullo {d ro! nir>0J (~10< lo demñs 'I""
debilitara, por lo menos hasta el punto de neutralizar su poder, o acaso de !os mucpn•Miru) loe~ ~ In. nul><:• y
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de ponerle fin para siempre. Sin embargo, la guerra entre collas y lupacas
finalizó con una decisiva victoria lupaca, antes de que pudieran intervenir
las tropas del Cuzco. Cediendo ante los hechos, Viracocha Inca abandonó
su meta original y firmó una alianza con los lupacas 06 •
La institución de la monarquía inca en general y las maquinaciones atri-
buidas a Viracocha Inca constituyen otras tantas respuestas a la intensifi-
cación de la competencia entre los pueblos del sur del altiplano. Estas me- Tümitl(I!< •intl• ¡>llrn d ,J;.,. dd delo
didas políticas y militares no fueron las únicas, sin embargo, sino que fue- 11cucrn!b"ulo, <.'<!ulvnlenlc cu ~'"
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fronteras del reino de Viracocha, los chancas comenzaron a amenazar direc- y, en sucesivas batallas, los derrotó totalmente. A continuación fue coro-
tamente a los incas. La hostilidad entre los dos pueblos crecía incesante- nado rey en lugar de su padre y de su hermano y adoptó (o se le dio más
mente hacia una crisis, momento de sumo peligro que amenazaba la exis- adelante) el nombre por el que se le conoce, Pachacutec -«cataclismo» o
tencia misma del naciente estado inca. «transformador del mundo»- 76 • Tras consolidar el control inca de la zona
local, acometió la notable serie de conquistas que establecieron el imperio
inca 77 •
La crisis de transformación Estas son las líneas generales del relato de la ascensión al poder de Pa-
chacutec, quien inició la transformación de los incas desde un reino pe-
La crisis estalló en tomo a 1438. Los chancas invadieron el territorio inca queño y acosado hasta convertirse en los dueños imperiales del mundo an-
con la intención de destruir a sus rivales. Viracocha Inca era ya viejo y el dino. Tomados como un episodio único, la visión de Pachacutec, la defensa
final de su reinado estaba próximo; por suerte o adrede, los chancas habían de Cuzco y la derrota de los chancas se «nos presentan en las filentes como
decidido desencadenar su ataque en un momento de debilidad de la jefa- el más pasmoso acontecimiento de la historia incaica --el año uno, como
tura inca (Rowe, 1946: 204). Los chancas quebrantaron la resistencia inicial en realidad fueron» ".
de los incas y pusieron sitio a Cuzco. Viracocha huyó a las colinas de detrás Pero aunque los cronistas coincidan en la importancia de la crisis chan-
de la capital, llevando consigo a su hijo y sucesor Inca Urca. El mando de ca, sus narraciones de la crisis y de sus protagonistas incas son terrible-
la defensa del Cuzco quedó en manos de otro de sus hijos, Cusi Inca Yu- mente incongruentes. Hay discordancias estridentes sobre el carácter de Inca
panqui 73 • Urco, la índole de su derecho a la sucesión, la cuestión de si llegó o no a
Según la historia oral inca, Cusi Inca Yupanqui tuvo una impresionante gobernar, las razones por las que Viracocha Inca e Inca Urco huyeron del
experiencia mientras esperaba el asalto final de los chancas: vio, en sueños Cuzco, su posterior destino, y la manera concreta en que Pachacutec obtuvo
o en una visión, una figura sobrenatural de aspecto terrorífico. Con gran el trono". Todas las polémicas pueden resumirse en tres presentaciones dis-
asombro de Cusi Inca Yupanqui la aparición se identificó como el dios tintas de Pachacutec: como un noble héroe movido por sus deberes cívicos;
del cielo y se dirigió cariñosamente a él, llamándole «hijo mío». Después como un redomado usurpador; y como el figurón de un golpe militar.
procedió a tranquilizarlo, diciéndole que si observaba la religión verdadera
estaba destinado a ser un gran gobernante y a conquistar muchas naciones. Como [los más principales de Cuzco] ya supiesen los enemigos cuán
Y después la figura desapareció 74 : cerca estaban, fueron hechos grandes sacrificios a su costumbre,_·_y acordaron
Inspirado supuestamente por esta visión, y con la ayuda, más tangible, de rogar a Inca Yupanqui que tomase el cargo de la guerra, mirando por la
de los aliados atraídos por sus ofertas de recompensas, Cusí Inca Yupanqui
reagrupó a los defensores del Cuzco 75 , expulsó de allí a los invasores chancas " Sarmiento, cap. 29, 1942: 105: González Holguín, 1608: lib. 1, págs. 267-8, lib.
2, pág. 156; Rowe, 1946: 204),
de Yahuar Huaca. En cualquier caso, la derrota quechua por obra de los chancas " Betanzos, caps. 8-10, 17, 1924: 112-38, 190-1; Cieza, lib. 2, caps. 45-47, 1943:
se produjo evidentemente en la primera parte del siglo xv (Rowe, 1946: 204). 221-9, 1959: 226-31; Sarmiento, caps. 27-29, 34-35, 1942: 99-105, 112-5; Cabello, lib.
" Betanzos, cap. 6, 1924: 100-5; Cieza, lib. 2, caps. 44-45, 1943: 216-22, 1959: 3, caps. 15-16, 1951: 303-20.
222-7; Sarmiento, caps. 25-26, 1942: 94-8 Cabello, lib. 3, cap. 14, 1951: 299. 78
Brundage, 1963: 95.
14 79
No cabe duda de que este episodio es un producto de la propaganda imperial, Las versiones de Betanzos (caps. 6, 8·9, 17, 1924: 105, 113, 118·29, 191·7) y Cíe·
una invención a posteriori destinada a conferir una sanción divina a la subida al trono za (lib. 2, caps. 43-46, 1943: 214-25, 1959: 220-9) pintan favorablemente a Pachacu-
de Pachacutec. Los cronistas que narran esta historia identifican de diversos modos tec; Cieza es el más pro-Pachacutec y probablemente se acerca más a la versión que
a la aparición. Molina (1913: 127-8), Coba (lib. 12, cap. 12, 1890-95: vol. 3, págs. 157- se enseñaba en las escuelas oficiales del estado. En cambio, Sarmiento (caps. 24-29,
8, 19?9: 1334) y Casas (cap. 250, 1909: 656) aseguran que la aparición era el sol. 32·33, 1942: 93-105, 110-2) y Cabello (!lb. 3, cap. 14, 1951: 296-303) presentan a Pa-
Sarmiento (cap. 27, 1942: 99-100) dice sólo que era «como el sol». Polo (1940: 153) y chacutec bajo una luz negativa.
Acosta (lib. 6, cap. 21, 1894: vol. 2, págs. 204--5) identifican a la figura como Vira- Hemos de mencionar también la versión de Garcilaso, generalmente desacreditada
cocha, el creador. Betanzos (caps. 8, 11, 1924: 114-5, 141) ofrece dos versiones: en la (lib. 4, caps. 21-24, lib. 5, caps. 17-20, 1945: vol. 1, págs. 217-24, 258-68, 1966: 230-7,
primera, la aparición es Viracocha; en la segunda, Cusi Inca Yupanqui argumenta que 276-87), que sitúa el episodio una generación antes. Viracocha se convierte en el heroi·
debía de ser el sol. Estas contradicciones aparentes se han conciliado al identificar co príncipe que salva al Cuzco mientras su padre, Y ahuar Huaca, pierde los ánimos.
a Viracocha y al sol como dos aspectos del multíplice dios del cielo (Demarest 1981) El relato de Cobo (lib. 12, cap. 10, 1890-95: vol. 3, págs. 147-51, 1979: 126-9) está
" Cieza, lib. 2, cap. 45, 1943: 220, 1959: 225; Polo, 1916 b: 54, 1917 a: 46'. . copiado de Garcilaso.
144 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca
145
salud de todos. Y tomando la mano uno de los más ancianos, habló con él
en nombre de. todos y él respondió ... que él nunca con tiranía ni contra la mente. reciente, de la monarquía, en sustitución de los jefes sinchis. En los
voluntad del pueblo pretendió la dignidad real, y que pues ya habían visto últimos tiempos preimperiales se suponía que el gobernante inca dejaba la
Inca Urco no convenir para ser Inca, que hiciesen lo que eran obligados al corona al más capaz de sus hijos, pero la capacidad siempre es opinable. lo
bien público ... cual garantizaba virtualmente las disputas entre facciones. En este caso con-
[Después de que el Cuzco se salvó] por consentimiento del pueblo acor· creto, podemos identificar dos partes rivales, un «partido» de Inca Urco que
daron de que Inca Urco no entrase más en el Cuzco y que le fuese quitada incluía Viracocha Inca, y un grupo pro Pachacutec que contaba con los gue-
la borla o corona y dada a Inca Yupanqui [Pachacutec] "'· rreros más destacados. Probablemente Inca Urca llevó ventaja al principio,
pues tenía el apoyo de su padre, pero el ataque chanca invirtió la situación
Ensoberbecido con estas victorias el mal obediente mozo Ingayupangui en favor de los partidarios de Pachacutec. La victoria sobre los chancas
[Pachacutec], levantó Su pensamiento a una obra tan fea y mal acordada,
convirtió a esa facción militar en los nuevos dirigentes del estado inca 83 •
que ni antes de él ni después, no se vio ni se oyó ser hecha entre los de
aquella generación y fue que perdido el respeto a su viejo padre, y teniendo Una vez en el poder, iniciaron una firme reelaboración de la historia inca,
en poco a los hermanos, le quitó la borla de la cabeza de Viracocha Inga convirtiendo su visión de los acontecimientos en la versión oficialmente auto-
y se la puso a sí mismo ... a1. rizada. Los perdedores de la pugna, Viracocha Inca, Inca Urce y sus segui-
dores, se vieron obligados a mantener viva su causa en secreto, transmi-
Y este Inga Urcon era valiente y soberbio y despreciador de los demás, tiéndosela a sus descendientes, quienes al final se lo contaron a algunos de
por lo cual vino a caer en indignación de la gente de guerra, especialmente los cronistas.
de los hijos legítimos [de Viracocha Inca], y de Inga Roca, que era el mayor,
y de los valientes capitanes Apo Mayta y Uicaquírao. Los cuales por esto Tras haber conseguido el control del estado inca, Pachacutec y sus se-
dieron orden cómo éste no sucediese al ingazgo, sino aquellos eligiesen a guidores iniciaron un gran programa de reformas gubernamentales e ideoló-
uno de los otros hermanos, el más bien acondicionado y que los tratase
gicas. Después de múltiples reelaboraciones de la historia inca, tales refor-
y honrase bien, como ellos merecían. Y así pusieron secretamente los ojos
en el tercero de los legítimos, llamado Cusí [Pachacutec] ... Y que andando mas llegaron a atribuirse al propio Pachacutec, y solieron tratarse como si
para ponello en efecto [alzar por inga a Pachacutec contra la voluntad del éste las hubiera inventado ex nihilo. No obstante, hay buenas nu:ones para
padre], les dio el tiempo ocasión, la cual ellos no perdieron, con la venida pensar que se ha exagerado un tanto la inventiva personal de Pachacutec.
de los chancas sobre el Cuzco 82 • En primer lugar, la ascensión de Pachacutec al poder representó el triunfo
de una facción política, y su influencia dio al estado inca no sólo un nuevo
A la distancia en que nos hallamos de los sucesos no estamos en condi- rey, sino todo un conjunto de dirigentes. No cabe duda de que todas esas
ciones de decidir cuál de estas contradictorias narraciones se acerca más a personas estaban hondamente involucradas en el programa de reorganiza-
la verdad. En cualquier caso, parece más acertado considerar juntas las di- ción nacional, pero al final la versión autorizada de la historia inca englobó
versas versiones que, inclinarse por una u otra. Porque si escuchamos todas lo que había sido un grupo de dirigentes en la gigantesca y única figura de
las voces a una, resulta claro que estamos oyendo los ecos de un áspero de- Pachacutec.
bate entre facciones. Quinientos cincuenta años después del hecho, gana- Más aún: es difícil que las innovaciones que acompañaron al crecimien-
dores y perdedores siguen defendiendo su causa en las crónicas. to del imperio inca surgieran de la nada. En realidad, la mayoría de las
Lo que se desprende de las fuentes es lo siguiente: siendo ya anciano reformas «consistió en la reorganización y proyección a mayor escala de
Viracocha Inca, su reino se encontraba no sólo hostigado desde el exterior, técnicas andinas antiguas y hondamente arraigadas» 84 • Dicho de otro modo,
sino también dividido por la proliferación de facciones políticas internas. los cambios se produjeron al reelaborar el material de que se disponía: ele-
Esta última situación era perfectamente previsible en un reino con reglas
sucesorias poco claras, probablemente a causa de la innovación, relativa- 43
En realidad cabe interpretar las tres versiones de la ascensión de Pachacutec
como diferentes narraciones de un golpe militar, cuyas diferencias principales estriban
~ Cieza, lib. 2, caps. 45-46, 1943: 220, 223, 1959: 225, 227; interpolaciones aña- en la descripción del alcance de la conspiración. Así, Cabello (nota 81) dice que Pa-
didas. chacutec se apoderó del trono por sí solo, Sarmiento (nota 82) lo describe como obran-
" Cabello, lib. 3, cap. 14, 1951: 301. do en coordinación con otros jefes militares, y Cieza (nota 80) afirma que el golpe
82
Sarmiento, caps. 25~6, 1942: 95, 98. contaba con amplio apoyo popular.
• Murra, 1958: 31.
-'! !
'"-L-
146 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 147
mentas culturales tradicionales comunes a los incas y a muchos de sus con- Y solían estos bultos ponerse en la plaza del Cuzco, cuando se hacían
temporáneos. las fiestas y celebraciones ... porque el Demonio debía de hablar en aquellos
Pero afirmar que las medidas impuestas por los jefes incas en tiempos bultos, pues que esto por ellos se usaba"·
de Pachacutec tenían amplios precedentes no equivale a negar que pudieran
surtir efectos de largo alcance. Hubo, en particular, una reelaboración de Cuando había necesidad de agua para los sembrados, lo solía sacar en
los elementos culturales tradicionales que había de alterar profundamente procesión [el cuerpo de Inca Roca] ricamente vestido y cubierto el rostro,
la sociedad inca. Esta innovación era una modalidad del culto a los ante- y llevarlo por los campos y punas; y tenían creído que era gran parte para
que lloviera 90.
pasados reales que ya hemos visto prefigurado entre los chimúes, la herencia
partida.
Si querían ir a holgar a casas de otros muertos, decían que los muertos
Tras la muerte de un emperador inca (el Sapa Inca, o «Inca Unico»), querían lo mesmo porque ansí lo tenían de costumbre y irse a visitar los
el derecho a gobernar, a declarar guerras y a imponer impuestos en el reino muertos unos a otros y hacían grandes bailes y borracheras, y algunas veces
se transmitía a uno de sus hijos, que era su sucesor y heredero principal. iban también a casa de los vivos, y los vivos a las suyas 91.
Los cronistas aseguran empero, insistentemente, que el nuevo gobernante
no recibía la herencia material de su predecesor. Los palacios del empe- Sacábanlos de allí muy acompañados a todas sus fiestas solemnes, y si
rador difunto en el Cuzco y en la campiña, los sirvientes, los bienes muebles no lo eran tanto sacaban en su lugar sus guáuques, y en la plaza los asenta-
y otras posesiones seguían recibiendo el trato de propiedades suyas y eran ban todos en ringlera conforme su antigüedad, y allí comían y bebían los
confiadas a su panaca, una colectividad social que incluía a todos sus des- criados que los guardaban; y para los muertos encendían lumbre delante
cendientes por línea masculina, con excepción de su sucesor 85 • Estos herede- dellos de cierta leña que tenían labrada y cortada muy. pareja, y en ella que-
ros secundarios no poseían realmente los objetos antes citados, sino que la maban la comida que a los cuerpos muertos habían puesto para que comieM
sen, que era de lo que ellos mismos comían. Tenían también delante de los
propiedad seguía perteneciendo al difunto rey. Los miembros de la panaca
muertos unos vasos grandes como canjilones, llamados vilques, hechos de oro
recibían parte de su sustento gracias a la «generosidad» de su antepasado y plata, y en ellos echaban la chicha con que brindaban a los muertos, mosM
-redistribución ceremonial de parte de sus continuas rentas-. El resto trándosela primero; y. solían brindarse unos muertos a otros, y los muertos
procedía de las posesiones propias que pudieran tener ". a los vivos, y al contrario; lo cual hacían en nombre dellos sus ministros.
El propósito primordial de la panaca consistía en servir de corte al rey En estando llenos estos vilques, los derramaban en una piedra redonda que
muerto, mantener su momia y perpetuar su culto. Los miembros de la panaca tenían por ídolo en mitad de la plaza, 'al rededor de la cual estaba hecha una
cumplían con estos deberes por medio de una serie de rituales tan ajenos alberca pequeña, donde se resolvía la chica por ciertos sumideros y caños
a una mente europea que maravillaron a los conquistadores. Los cronistas ocultos que tenía.. Era mucho lo que continuamente les ofrecían sus desM
han preservado algunos de estos ritos con vívidos detalles 87 • cendientes, no sólo en los fre..:uentes sacrificios que les hacían de todas las
cosas que ofrecían a sus dioses, sino en las ofrendas que daban de manteniM
Estos señores tenían por ley y costumbre que el Señor que dellos moría mientos ordinarios para sustento de los dichos cuerpos y que comiesen sus
, • 92
le embalsamaban y le tenían envuelto en muchas ropas delgadas, y a estos animas... .
Señores les. dejaban todo el servicio que habían tenido en vida para que les
sirviesen en muerte a estos bultos como si estuvieran vivos 88 • Si estas descripciones demuestran una vida ritual enormemente compli-
" Sancho, cap. 17, 1917: 159, 1962: 92; Cieza, lib. 2, caps. 11, 61, 1943: 77-8, 284, cada, que giraba en torno a los cuerpos de los reyes incas difuntos, tam-
1959: 188-9, 247; Pizarro, 1844: 238·9, 1921: 202-3; Castro y Ortega Morejón, 1936: bién muestran lo erróneo de atribuir a una mentalidad inca las nociones oc-
237-9; Acosta, lib. 6, cap. 20, 1894: vol. 2, págs. 201·2; Cobo, lib. 12, caps. 4, 36, 1890- cidentales de la muerte. A un gobernante inca del pasado no se le consi-
95: vol. 3, págs. 131-2, 290, 1979: 111, 248. Hemos de señalar que muchos detalles deraba «muerto» en nuestro sentido del término, en absoluto, como pode-
del sistema panaca son polémicos. En particular, las interpretaciones de Zuidema (1964,
etcétera) son muy distintas de las nuestras. " Cieza, lib. 2, cap. 11, 1943: 77, 1959: 189; interpolación añadida.
l!é Anónimo, 1848: 466..g; Rostworowski, 1962, 1966. 00
Cobo, lib. 12, cap. 9, 1890-95: vol. 3, pág. 147, 1979: 125; interpolación añadida.
" Pizarro, 1844: 23940, 264, 1921: 203·5, 251-2; Polo, 1916 b: 123·5; Santillán, 91
Pizarra, 1844: 239, 1944: 52; Véase también Coba, lib. 13, cap. 10, 1890M95:
núm. 29, 1879: 34; Cobo, lib. 12, cap. 9, lib. 13, cap. 10, 1890-95: vol. 3, págs. vol. 3, pág. 340.
39940, 1979: 125. !12 Cobo, lib. 13, cap. 10, 1890<95: vol. 3, pág. 339-41. Véase también Pizarra (1844:
'
1
Pizarro, 1844: 238, 1944: 52, 264, 1921: 251°2), de quien Cobo cot:iia este relato.
148 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 149
dios del sol como una figura humana, hecha de oro; esta estatua tenía un
vientre hueco «que estaba lleno de una pasta de oro molido y amasado con
las cenizas o polvos de los corazones de los Reyes Incas»". Por otra parte,
a un rey muerto cabía dirigirse con el nombre de Illapa, que era también
el nombre del dios del trueno o del tiempo 95 • A este subconjunto del dios
del firmamento correspondían los fenómenos meteorológicos que regulan la
producción agrícola (lluvia, heladas, granizos, etc.). De aquí que se identi-
ficara explícitamente a los reyes difuntos tanto con el patronazgo nacional
(Inti) como con las fuerzas fertilizadoras de la naturaleza (el sol y el tiem-
po). Por esa razón las momias reales eran huacas decisivas de las que depen-
día la prosperidad del estado inca.
No cabe duda de- ia sinceridad de. las creencias incas sobre la vida pe-
renne de los reyes muertos y la importancia suprema de sus cuerpos. En
primer lugar, esos artículos de fe eran totalmente coherentes con la tra-
FIG. 20.-Reconstrucción de CoricanchaJ el templo principal de la religión de estado dición fundamental del culto de los antepasados. Además, en los años que
inca, en el Cuzco (según Gaaparini y Margolies, 1980: 229). siguieron a la conquista española los incas dieron grandes muestras de su
piedad. Cuando los conquistadores condenaron a muerte a Atahuallpa, el
mos ver por el modo en que lo trataba su panaca. Los descendientes de un último emperador inca, le ofrecieron dos alternativas: perseverar en su pa-
rey mantenían el rango de éste, le hacían constantes ofrendas y sacrificios, ganismo y ser quemado en la hoguera, o convertirse al cristianismo y morir
lo llevaban a las principales ceremonias del estado, hablaban con él, le pe- en el garrote. Atahuallpa eligió la conversión y el garrote para que su cuer-
dían ayuda en momentos de apuro, comían y bebían con él ¡y hasta lo lle- po no fuera destruido 97 • En los decenios que siguieron a la conquista, los
vaban a visitar a sus amigos! En resumen, las panacas continuaban tratando
a los reyes muertos como si aún siguieran con vida. • Cobo, lib. 13, cap. 5, 1890-95: vol. 3, pág. 325. Cobo asegura que al final los
Esta «vida» ininterrumpida tenía una tremenda importancia, porque con~ españoles capturaron este ídolo. No obstante, él nunca lo vio. y la historia parece
virtió a las momias reales en uno de los objetos más santos del reino inca. apócrifa. Con todo, es un símbolo perfecto de la identificación de las momias reales
Al igual que el emperador que ocupaba el trono en aquel momento, los con Intí.
despojos de los gobernantes anteriores eran hijos vivientes de Inti -vínculos " Cieza, lib. 2, cap. 30, 1943: 169, 1959: 183; Guamán Poma de Ayala, 1936: 287,
288, 377. Guamán Poma (1936: 288) distingue explícitamente entre las rnomías reales,
visibles entre el pueblo inca y su alto panteón, y por ende personificación que eran llamadas !llapa, y todos los demás cadáveres, que se llamaban aya. Albornoz
de la identidad y las aspiraciones del estado inca. Este papel se manifes- dice, sin embargo, que los miembros de cualquier grupo de parentesco inca se refe-
taba de varias maneras. tian a la momia de su fundador como !llapa (Duviols, 1967: 19). Lo que esta afir-
En el templo más importante de la religión de estado inca, el de Cori- mación implica (que el culto de las momias reales era una proyección y elaboración
ascendente de prácticas e instituciones tradicionales incas) es totalmente coherente con
cancha en el Cuzco (Figura 20) había nichos en la pared donde en ciertas nuestras interpretaciones (véase más adelante).
festividades se exhibían los cuerpos de antiguos gobernantes, junto con los * Cobo, lib. 13, cap. 10, 1890-95: vol. 3, págs. 342-3.
ídolos de In ti 93 • Cobo describe además uno de los ídolos principales del n Pizarra, 1844: 246-7, 1921: 218-9. Véanse también Sancho, cap. 1, 1917: 17-9,
1962: 18-9; Jerez, 1853: 344-5. Todos ellos eran relatos de testigos presenciales. Al
" Cobo, lib. 13, cap. 10, 1890-95: vol. 3, pág. 339. Véase también Santacruz Pa- cuerpo de Atahuallpa se le dio, según lo prometido, cristiana sepultura, pero más
chacuti, 1879: 286-7. adelante sus seguidores lo desenterraron en secreto y se lo llevaron.
150 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 151
....
Guamlcionca: lnea del Cuzco
de los tesoros, pero durante muchos años escondieron las momias y las de- TOCOCACHl
reatos de In murallas lncn
u templo
fendieron aun a costa de grandes sufrimientos personales -que incluían lntipampa
pal~i<>
págs. 201~. Acosta atribuye la invención de la panaca a Inca Roca; Sarmiento dice
que se originó en tiempos de Manco Cápac pero que Inca Roca reorganizó el sistema.
'" Betanzos, cap. 17, 1924: 195-7; Sarmiento, caps. 19, 34, 37, 1942: 83, 112, 141;
Rowe, · 1967: 60-1. Aunque Sarmiento trata el sistema panaca como una· institución
que existía con anterioridad (véase nota 100), atribuye su forma definitiva a Pach~
cutec.
'" Betanzos, caps. 11-13, 16, 1924: 139-62, 178-86; Sarmiento, caps. 30-32, 1942:
106-10. FIG. 22.-Impuestos incas en forma de trabajo. El dibujo de Guamán Poma de Ayala
103
Betanzos, cap. 17, 1924: 195~7; Sarmiento, caps. 30, 32, 1942: 106, 110; Rowe, muestra a unos contribuyentes que llevan a los almacenes imperiales los productos de
1967: 60-61; Murra, 1980: 38-9. los campos de propiedad estatal; un funcionario imperial (centro) dirige el trabajo.
154 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 155
cierta cantidad de horas de trabajo al estado. Más concretamente, a cada obligaciones recíprocas con los contribuyentes; esta. necesidad resultaba
contribuyente se le exigía que aportara parte del excedente de tiempo de ineludible en el contexto de las prestaciones personales de trabajo. Si un
trabajo que le quedaba tras haber satisfecho las necesidades de subsisten- gobernante incrementaba sus riquezas pidiendo más trabajo a los contri-
cia de su propio ayllu. Los ciudadanos cumplían estas obligaciones cultivan- buyentes de que disponía, necesitaba tierras para sustentarlos durante los
do las tierras de propiedad estatal para el sostenimiento de las autorida- ··¡ períodos adicionales de servicio. Si su dominación se extendía sobre nuevos
des civiles y religiosas, construyendo todos los proyectos de obras públicas, ¡.!¡ súbditos, seguía necesitando tierras para mantenerlos mientras trabajaban
y sirviendo en los ejércitos incas (Figura 22). Como ya hemos advertido, para él.
este sistema era ampliación y proyección de la organización económica del 1 De ahí que la vía a la riqueza de un gobernante inca pasara por adqui-
ayllu local. Al igual que los deberes de los miembros del ayllu en los que ·¡j rir para sí mismo tierras cultivables. Cuando sostenemos que la tierra era
se basaba, las prestaciones de trabajo administradas por el estado se regían igual a riqueza, no estamos diciendo que un rey pudiera «gastarla» en el
por el antiguo principio andino de la reciprocidad. Durante los períodos de 1 sentido moderno. Lo que señalamos es que por medio de la reciprocidad y
servicio, los contribuyentes tenían que ser mantenidos y hospedados por 1 la redistribución -la generosidad institucionalizada- la tierra podía con-
el beneficiario de su trabajo, y el estado cumplía su parte del trato repartiendo ·J vertirse en bienes, servicios y apoyo político. Sin tierras un emperador inca
parte del producto de sus tierras 10'. no podía ser «abierto y generoso, la imagen cultural de un buen jefe» 105 • Sin
Estos impuestos en trabajo sostuvieron también a los gobernantes incas, tierras el emperador no podía contar con un séquito: no podía gobernar, y su
por lo menos en los primeros tiempos del imperio. Además de los deberes culto no se mantendría después de su muerte.
antes enumerados, a los ay/lus locales se les exigía que contribuyeran con Por ello, cuando el régimen de Pachacutec dotó de riquezas a los reyes
cierta cantidad de tiempo de trabajo al servicio personal del emperador. anteriores, lo hizo asignándoles tierras de labranza en las proximidades del
Directa e indirectamente, este excedente de trabajo suministraba los bienes Cuzco. En esa misma época, Pachacutec se quedó con ciertas extensiones
y servicios a los que los dirigentes tenían derecho y que constituían su ri- para sí y las convirtió en sus propiedades privadas 106 • Muchos de los cro-
queza. nistas no diferencian claramente entre las posesiones privadas de un gober-
Un emperador difunto y su panaca seguían funcionando como una corte nante y las tierras de propiedad estatal que aseguraban la administración
real y había que mantenerlos de forma adecuada. Por lo tanto, todas las civil inca, la religión de estado y el ejército. Hay, sin embargo, bastantes
cargas impuestas por un emperador en provecho propio quedaban englo- referencias a propiedades reales que demuestran que esas tierras existieron
badas en la herencia partida y seguían en vigor después de su muerte. De (Murra, 1980: 38-40; véase más adelante). Los documentos legales colo-
ahí que un nuevo gobernante sólo pudiera acumular posesiones propias in- niales que recogen las querellas en torno a derechos de tenencia de tierras
crementando las rentas de los impuestos imperiales --esto es, sacándoles a y de aguas confirman esta conclusión. En este vasto corpus de pruebas, que
los ciudadanos más excedentes de mano de obra-. Para conseguirlo dispo- sólo se ha empezado a explotar recientemente, se distingue clarísimamente
nía de dos métodos fundamentales. En primer lugar, podía pedir a sus súb- entre las posesiones privadas de los gobernantes y las tierras «normales» de
ditos períodos adicionales de servicio, con lo que aumentaba las cargas fis- propiedad estatal (Rostworowski, 1962, 1966). Ignoramos la exacta canti-
cales. Y en segundo lugar, podía conquistar nuevos territorios, anexarlos dad de territorio que poseía cada uno de los gobernantes, pero el total era
como provincias del imperio e imponer gravámenes a sus habitantes. evidentemente grande: diversas fuentes mencionan valles enteros del alti-
El emperador no podía, sin embargo, decretar cuantos impuestos se le plano como propiedad personal de los soberanos incas 107 • En total, los tes·
antojaran a sus provincias, fueran nuevas o viejas. Sus demandas, como las
t(ls Murra, 1958: 35-6.
del conjunto del estado, estaban reguladas por el principio de reciprocidad: •M Betanzos, cap. 17, 1924: 195-7: Sarmiento, cap. 32, 1942: 110.
tenía que mantener y hospedar a los ciudadanos mientras éstos trabajaban º Sobre la propiedad de valles enteros por los gobernantes incas, en el cogollo
11
para él. Por ello, la necesidad económica fundamental del emperador con- del imperio, véase Sarmiento, cap, 32, 1942: 100; Rostworowski, 1962: 136. Según las
sistía en tierras de labranza que produjeran alimentos para satisfacer sus provincias, variaba la división concreta en fincas reales, tierras de propiedad estatal
normales, y las tierras retenidas por los grupos locales (Polo, 1916 b: 58, 1940: 133-4;
Acosta, lib. 6, cap. 15, 1894: vol. 2, págs. 185-7: Cobo, lib. 12, cap. 28, 1890-95:
i¡¡.¡ Una vez más, remitimos a Murra (1980) para un análisis detallado de la orga- vol. 3, págs, 246·7, 1979: 211). Una descripción de la división del valle de Chincha,
nización económica inca y para una extensa bibliografía. Un análisis anterior del im- en la costa peruana del sur, véase en Castro y Ortega :tvlorejón, 1936: 244-5. Por des~
puesto en trábajo inca, véase en Rowe (1946: 265-9). í~)¡ gracia esta fuente es sumamente equívoca. Ambigüedades de redacción, incertidurn·
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156 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 157
timonios de que disponemos muestran que un emperador poseía tierras en tener sus chácaras, ques nombres de heredades, donde cogían sus maízes y
todas las provincias del reino. Y esas propiedades reales eran cultivadas otros mantenimientos ... aunque ya eran muertos 112 •
por los contribuyentes como parte de sus obligaciones de servicios en tra-
bajo"", al menos en los primeros años del Tahuantinsuyo. Como las tierras cultivables .eran la fuente máxima de la riqueza de los
Resulta absolutamente esencial observar que la herencia partida abar- gobernantes, nada tiene de asombroso que la herencia partida les permitiera
caba las tierras privadas del rey; no cabe la menor duda de que un em- conservar sus propiedades privadas, De no ser por eso, acaso el culto de las
perador conservaba sus tierras después de muerto. Y, de hecho, la mayoría momias reales no se hubiera mantenido en todo su esplendor.
de las referencias explícitas de los cronistas a las posesiones reales se refie En esto estriba la diferencia fundamental entre la sociedad inca antes
ren concretamente a las tierras propiedad de gobernantes difuntos •
109
y después de Pachacutec, y la innovación que convirtió su reinado en un
momento crucial. En sí y por sí, la elaboración del culto a las momias reales
[Los reyes muertos] tenían señaladas sus provincias que les diesen sus- era un cambio cultural menor, una ligera remodelación de las instituciones
tentos 110. incas tradicionales. Pero la aplicación de la herencia partida a las posesio-
nes reales provocó un gran aumento en las demandas materiales del culto
... hizieronle [Guayna Capa] Casa e(n) todos los rrepartimientos dieronle de los antepasados. El ayllu local había podido mantener a todos sus ante-
mugeres de todo el rreyno y chacaras p(or)que tenian p(or) punto de onrra pasados reservándoles una pequeña porción de los campos, pero este barato
de no tomar ni servirse de muger ni chacara ni criado ni de cosa que / oviese
sido d(e) sus padres sino que e(n) todos los valles se lo avian de dar ... u1.
principio de «Uno para todos» no valía para los dirigentes imperiales. Si las
tierras del gobernante difunto estaban ligadas al mantenimiento de éste, y
Porque tuvieron en tantó sus memorias que, muerto uno de estos señores si su sucesor no podía heredarlas, entonces cada emperador tenía que ob-
tan grandes, no aplic'aba su hijo para sí otra cosa que el señorío, porque era tener sus propias propiedades.
ley entre ellos que la riqueza y el aparato real del que había sido rey del Estos difundidos derechos de propiedad de los muertos iban a alterar
Cuzco, no lo hubiese otro en su poder ... [las momias reales] no dejaban de irrevocablemente la sociedad inca. La herencia partida obligaría a cada go-
bernante sucesivo a una búsqueda constante de nuevas tierras cultivables.
bres en torno a las unidades de medida empleadas, y variaciones de la productividad Los dirigentes incas debieron de tenerlo muy claro desde el principio; lo
de las tierras dejan la narración al albur de múltiples interpretaciones y hacen que
sea extremadamente dudoso todo intento de cuantificación (cfr. Moore, 1958: 35..S). Si
que acaso no previeran fueron las consecuencias a largo plazo de sus refor-
a esos factores se agregan diferencias interprovinciales no especificadas, resulta impo- mas religiosas.
sible, obviamente, calcular la cantidad de tierra que poseía cada gobernante.
Desde el punto de vista de las motivaciones, sin embargo, la cuestión es menos
importante de lo que pudiera parecer. Un emperador inca tenía derechos legales (y
sentía la exigencia económica de ejercerlos) a poseer tierras en todas las provincias Expansión y consiguientes tensiones
de su imperio, pero no podía obtenerlas por medio de la herencia. Por ende, sentía
la necesidad de crearse sus propias propiedades por cualquier medio que se le ofre- El efecto más evidente de la herencia partida consistía en reducir las
ciese (véase más adelante). disponibilidades de tierras y mano de obra del Inca recientemente coronado.
11111
Castro y Ortega Morejón, 1936: 237-9, 244-5; Ortiz de Zúñiga, 1967: 25-6; Es una lástima que los cronistas no distinguieran siempre con claridad entre
Rowe, 1967: 61. Merece la pena resaltar que las dos primeras referencias son fuentes
provinciales tempranas: Castro y Ortega Morejón (1558) sobre el valle de Chincha las posesiones privadas del rey y las tierras de propiedad estatal, porque
y Ortiz de Zúñiga (1562) sobre la región de Huánuco, en el centro-norte del altiplano la distinción es significativa. Las tierras de propiedad estatal estaban reser-
de Perú. vadas permanentemente para respaldar los proyectos del imperio, mientras
•~ Por ejemplo, Pizarra, 1844: 238, 1921: 202; Sancho, cap. 17, 1917: 159, 1%2, 92; que las propiedades personales de un gobernante sólo estaban al servicio de
Cieza, lib. 2, caps. 11, 61, 1943: 77-8, 284, 1959: 188-9, 247; Castro y Ortega Morejón,
1936: 239; Santillán, núm. 29, 1879: 34; Polo, 1916 b: 123, 1917 b: 134-6; Acosta, los propósitos del imperio mientras el rey vivía y se hallaba al frente del
lib. 5, cap. 6, 1894: vol. 2, pág. 24. A los primeros cronistas debió de chocarles, estado (es decir, mientras las metas del imperio fueran sus metas). Tras su
como sumamente rara, la posesión de tierras por los muertos, y nada tiene de asom- mnerte, sus tierras y el producto de éstas se confiaban a su panaca. Mediante
brosa su insistencia en este aspecto particular de la propiedad real de las tierras.
110
sacrificios y otros gastos el producto de las tierras de un emperador difunto
Pizarra, 1844: 238, 1921: 202.
m Castro y Ortega Morejón, 1936: 239, 1967: 68. Una vez más, se trata de una
fuente provincial (véase nota 108). 111 Cieza, lib. 2, cap. 11, 1943: 77·8, 1959: 18~9; interpolación añadida.
158 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 159
se aplicaba a sostener perpetuamente su momia y su culto. Por ello, a me- asimismo de una gran variedad de alimentos. De ahí que la anexión de nue-
dida que iban muriendo reyes, cantidades cada vez mayores de tierras labo- vas provincias reforzara la economía de subsistencia de los iñcas; el incre-
rables quedaban inmovilizadas en manos de los muertos, hurtándose así a mento de la producción agrícola permitía que los incas paliaran los efectos
todas las sucesivas administraciones del imperio 113 • de un mal año agrícola en su tierra natal. Aunque las cosechas del Cuzco
El culto de las momias reales demandaba asimismo recursos al estado, hubieran sido escasas, los productos de las provincias contribuían a garan-
en forma de mano de obra. Las tierras de un gobernante tenían que traba- tizar que no se produciría una desastrosa escasez de alimentos 114 •
jarse con arreglo a un ciclo anual y ni que decir tiene que la mano de obra Si la expansión militarista resultaba ventajosa para el estado inca como
invertida en labrarlas no estaba disponible para otras finalidades. Confor- cuerpo colectivo, el rápido crecimiento del Tahuantinsuyo se vio impulsado
me fue creciendo el número de reyes muertos y de sus posesipnes privadas, directamente por los incentivos ofrecidos a determinados grupos sociales y
también creció la cantidad de mano de obra consagrada a servir a los ciudadanos aislados. Desde el emperador hasta el último miembro de las al-
muertos. deas de los ayllus, cada nivel de la sociedad inca tenía sus motivos para
De ahí que los derechos de los gobernantes muertos privaran al nuevo considerar deseable una guerra constante. La nobleza panaca, minoría res-
emperador del control de considerables cantidades de tierra y mano de obra ponsable de la toma de decisiones del estado, contaba con motivaciones par-
y lo enfrentaran con el problema de crear y cultivar sus propias propiedades ticularmente fuertes.
agrícolas. Había una solución obvia al problema: podía conquistar nuevos Las panacas, como grupos de interés, iban a beneficiarse enormemente
territorios y explotar sus riquezas. Ya no bastaba la vieja pauta de pillaje de la expansión imperial. Los miembros de las panacas eran familiares y des-
y posterior retirada, puesto que los objetivos eran poseer tierras y controlar cendientes de los gobernantes incas y constituían la más alta nobleza del
el excedente de tiempo de trabajo. Por consiguiente, la herencia partida Tahuantinsuyo, los «incas de sangre». Como tales, su posición en el estado
aparece como fuerza motriz del crecimiento del imperio inca. sólo era inferior en rango a la de los propios reyes. Constituían el grupo de
Es esencial entender desde el comienzo que las tensiones económicas cerebros del que salían los funcionarios gubernamentales de la cúpula im-
primordiales originadas por el culto de los antepasados imperiales --escasez
de tierras y de mano de obra- en principio sólo afectaron a los reyes.
1 perial. Hay en las crónicas incontables referencias que demuestran que los
más altos cargos de las jerarquías civil, militar y religiosa estaban desem-
Pero aunque el emperador sintiera la necesidad del crecimiento territorial, peñados por varones que eran parientes próximos del emperador (Rowe,
no podía dilatar su reino a menos que convenciera a sus súbditos de que 1946: 257, 260, 269), esto es, por miembros de las panacas. A medida que
debían emprender la lucha. Dicho de otro modo, un gobernante sólo podía el Tahuantinsuyo creció y afluyeron las riquezas, las panacas se beneficiaron
alcanzar sus metas si convertía su problema en problema del imperio, si en proporción a su condición social. Al final llegaron a vivir con increíble
convencía a los ciudadanos incas de que la conquista era para ellos tanto lujo y comodidades, hasta el punto de que un testigo presencial español
un deber como un derecho. El rey contaba con tres formidables aliados en las describe repetidamente como dominadas por los vicios rn. Al igual que el
esta tarea. En primer lugar, y al menos en los comienzos, la expansión mi- propio emperador, la alta nobleza tenía un enorme interés en expandir el
litar era beneficiosa para el conjunto del estado. Más importante aún que imperio para mantener su poder, sus privilegios y su riqueza.
los beneficios globales eran las recompensas, culturalmente definidas, que El impulso de conquista estaba reforzado de forma semejante por los
motivaban a grupos sociales y a individuos concretos. Por último, el ere· incentivos que se ofrecían a los miembros de las panacas, a la baja nobleza
cimiento del imperio inca estuvo acompañado por una incesante campaña y a los hombres del común como individuos. Los incas disponían de un
de propaganda implícita y explícita concebida para enardecer a su audiencia complicado sistema de recompensas y honores militares 116 • Los guerreros
con el fervor de la victoria. que sobresalían entre la nobleza podían aspirar a dádivas en forma de
Aunque las conquistas permitían al rey adueñarse de tierras, la expan- tierras, esposas adicionales, sirvientes, rebaños de llamas o ropas finas, junto
sión inicial del imperio también ofrecía beneficios económicos para todo el
pueblo. El crecimiento territorial sometía nuevas tierras de labranza al es- 114 Para un
examen más a fondo de las conquistas incas como «mecanismo de con-
tado inca, permitiendo a sus súbditos obtener cosechas mayores y disponer secución de energías» (Isbell, 1978) y del concepto subyacente de verticalidad (Mu-
rra, 1972), véase el cap. 4.
'" Pizarro, 1844: 239, 240, 276-8, 1921: 203, 206, 273-7.
"' Pizarro, 1844: 238-9, 1921: 202-3: Cobo, lib. 13, cap. 10, 1890-95: vol. 3, pági- '" Cobo, lib. 14, cap. 9, 1890-95: vol. 4, págs. 192-3; Brarn, 1941: 65-75; Rowe,
nas 338-41; Rostworowski, 1960: 418. 1946: 260-1, 279-80.
160 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 161
con oro, plata y otros bienes exóticos que funcionaban como símbolos de alta dían esperar sino el desprecio de las generaciones futuras y el oprobioso
condición social. Aunque los gobernantes atribuían gran importancia a esas silencio de sus descendientes 119 •
recompensas, tenían buen cuidado, empero, de difundir la idea de que el La búsqueda de tierras por parte del rey se integraba de todas estas ma-
botín de guerra les pertenecía de pleno derecho y que donarlo a otros no era neras con el bienestar político y económico del estado en su conjunto, con
sino una muestra del favor imperial. la prosperidad de grupos sociales concretos y con las ambiciones de los ciu-
dadanos. Los dirigentes incas se apresuraron a garantizar que estas lecciones
Los miembros de las clases altas también podían progresar en la jerarquía
no se perdieran entre el vulgo. Una intensa campaña de propaganda recor-
administrativa del estado demostrando su valor marcial. Un noble que se daba continuamente a todos que su rey era un dios, que los intereses del
distinguiera en la batalla podía esperar el ascenso a un cargo gubernamen- emperador eran los intereses de cada cual y que el bienestar de todos de-
tal más alto. Esta subida podía ir acompañada de la concesión de privilegios pendía de la prosperidad de los gobernantes, del pasado y del presente.
especiales, como el derecho a viajar en litera, a comer sentado en un tabu- Algunas facetas de esta campaña no podían ser más explícitas. Ya hemos
rete o a llevar un quitasol. Como observa Rowe (1946: 261), esas actividades mencionado la creencia de que el botín de guerra pertenecía' al rey y que
solían ser privativas del emperador, y el privilegio consistía en el derecho recompensas y ascensos sólo eran posibles gracias al favor de éste. Además,
a imitar al rey. los hijos de la nobleza inca seguían en el Cuzco un programa de adiestra-
Las proezas guerreras constituían también el principal cauce de movi- miento. En él, amén de enseñarles las artes militares, se les instruía a fondo
lidad social en el Tahuantinsuyo. Los plebeyos que combatían esforzada- sobre 1a religión de estado y la versión autorizada de la historia inca. En
mente recibían pequeños regalos de la corona, pero quienes sobresalían en los últimos tiempos del imperio esta educación en el Cuzco era también obli-
este servicio eran recompensados con un puesto en la jerarquía adminstr~ gatoria para ciertos vástagos de las aristocracias provinciales, y en especial
tiva -esto es, con el ingreso en las filas de la nobleza subalterna, la clase para los jóvenes que se preparaban para acceder a importantes puestos ad-
de administradores provinciales conocidos como curacas. ministrativos"º. Tras varios años de adoctrinamiento, los estudiantes salían
de la escuela del Cuzco convertidos en guerreros con causa: la del progreso
Hacían los Incas tanto c·aso de la milicia y de los que la profesaban, como del imperio inca y de sus gobernantes.
medio por donde habían llegado a tan gran potencia y majestad y se conser- Los mismos mensajes se transmitían de forma más sutil, e incluso sub-
vaban en ella. que era el título único entre sus vasallos para adelantarse en consciente. En algunos rituales de la religión de estado inca latían tenden-
puestos honrosos. ... 111. cias de propaganda implícita. Ciertas ceremoniás, en particular, iban acom-
pañadas de procesiones de los reyes muertos, en las que sus cuerpos pasa-
En otras palabras, el soldado de la aldea del ayl/u que se ganaba una ban entre el público mientras sus descendientes cantaban su divinidad y sus
reputación de gran guerrero cambiaba su suerte de contribuyente y salvaba extraordinarias hazañas 121 • En sentido más general, toda la pompa y el es-
lo que de otro modo era una barrera de clase hereditaria e i¡¡franqueable. plendor que circundaban al emperador vivo y a las momias reales consti-
Su entrada en la nobleza lo situaba, sin duda, en el escalón más bajo, pero tuían un permanente recordatorio de que esa gente eran seres divinos, huacas
constituía un formidable paso adelante y además alimentaba la esperanza importantísimas a las que había que tratar debidamente para que el estado
de que, si continuaba dando muestras de valor, ganaría más ascensos para prosperase.
sí y para su descendencia. Por último, como señala Coba, los propios éxitos de los incas proporcio-
Por último, las recompensas al valor individual perduraban en todas las naron un importante mensaje propagandístico.
capas sociales mucho después de la muerte. Los incas creían que quienes
habían luchado con valor y destreza ocuparían después los principales pues- "' Cieza, lib. 2, caps. 11, 46, 1943, 76-7, 225, 1959, 188, 228-9.
tos en el cielo 118 • Alineados en primera fila entre los espíritus ancestrales, "' Cieza, lib. 1, caps. 89, 92, lib. 2, cap. 14, 1922; 289, 195, 1943: 91, 1959: 129,
148, 157-8: Segovia, 1943, 33; Garcilaso, lib. 4, cap. 19, 1945, vol. 1, pág. 214, 1966:
sus descendientes los estimarían especialmente. En cambio, quienes se hu- 226-7: Morúa, lib. 3, cap. 4, 1922-5: vol. 4, págs. 123-4. En la edición citada, el relato
bieran mostrado cobardes e ineptos en la batalla -incluso un rey- no po- de Segovía se atribuye a Malina de Santiago. Sobre la autoría de Segovia véase el
epílogo de Porras Barrenechea (1943: 91-2) en ese mismo volumen.
"' Coba, lib. 14, cap. 9, 1890-95' vol. 4, pág. 192. "' Sarmiento, cap. 31, 1942: 108; Coba, lib. 12, cap. 2, 1890-95' vol. 3, págs. 119-20,
'" Cabo, lib. 14, cap. 9, 1890-95' vol. 4, pág. 192. 1979, 101.
162 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca
163
Inferían los incas [es decir, sus gobernantes] el gran cargo y obligación
en que les eran los dioses, para no dejar de favorecer sus intentos; en lo zarlas como bestias de carga (Murra, 1975)-, Jos ejércitos incas adquirie-
cual se iban confirmando cada día más con ver las muchas victorias que
ron una fuerza arrolladora.
alcanzaban de toda suerte de gentes, y que, con ser al principio tan pocos, . No hace ~alt realizar aquí un detallado examen cronológico del creci-
habían puesto todo este gran reino bajo su dominio; y aumentábales no poco miento posterior del Tahuantinsuyo; esos datos están a nuestra disposición
el crédito que dellos tenían, el orden y concierto admirable que vían puesto e~ '.'ualquier parte (Rowe, 1946; Brundage, 1963). Baste para nuestros pro-
por los mismos en todas las cosas, así para la utilidad de la república, como pos1tos con señalar que cada emperador inca trató de ensanchar sus domi-
para el acrecentamiento del culto de sus dioses; y los disparates que les nios; la figura 12, basada en el concienzudo análisis que de las fuentes
hacían entender cada día, juzgándolos por aquí los pueblos simples por muy hizo Rowe (1946: 204-8), muestra los territorios conquistados por Pacha-
cercanos a los dioses y llenos de sabiduría más que humana 121 • cutec (1438-71), Túpac Inca (1471-93) y Huayna Cápac (1493-1525). En
menos de un siglo el pequeño reino del altiplano del que Pachacutec se había
El padre Cabo disiente del contenido del programa de adoctrinamiento hecho. cargo se convirtió en un imperio que abarcaba treinta y seis grados
inca, pero está dispuesto a admitir que el programa en sí había sido de de lal!tud y medía más de 4.300 kilómetros de punta a punta. Es posible
gran eficacia. que muchas de las «conquistas» de Túpac Inca por el sur no se incorpo-
En resumen, un complicado sistema de beneficios, incentivos, re~om raran de lleno al imperio y que el gobierno real de los incas se limitara al
pensas y justificaciones identificaba los deseos del emperador con los mte- Perú, al Ecuador y al altiplano de Bolivia 12'. Aún así, la expansión inca
reses de sus súbditos. El expansionismo militar iba a proporcionar riquezas constituía un logro impresionante.
a algunos y seguridad económica para todos, ascensos políticos para los di-
rigentes del estado, movilidad social para los plebeyos y un honr.oso más all.á Pero la nueva ideología inca era la proverbial arma de dos filos . .lncluso
para los méritos individuales. Además, al proporcionar los medios para Clll-
cuando conducía al Tahuantinsuyo al apogeo, el culto de las momias réales
dar correctamente de los reyes, vivos y muertos, la conquista garantizaría
estaba socavando constantemente su propia construcción. Al negarle al em-
al Tahuantinsuyo el favor del cielo. Las momias reales habían conseguido lo perador vivo la tierra y la mano de obra controlada por sus predecesores,
que Inti solo no pudo: le habían dado al pueblo inca una identidad nacio- los derechos de propiedad de los muertos obligaron a los gobernantes incas
nal y también el sentido de su misión divina. Los derechos. de propiedad de a adoptar una política de continuo crecimiento territorial. La herencia par-
los reyes muertos eran el elemento final y decisivo que se .necesitaba para
fundir las instituciones religiosas, políticas, económicas y sociales de los incas
ru La ocupación inca del área de la cultura sudandina es un complicado problema,
en un sistema expansionista sancionado por un culto imperial.
que no podemos tratar plenamente aquí. Para las versiones del siglo xv sobre las
Esta nueva ideología proporcionó a los incas una ventaja fundamental conquistas de Túpac Inca en el sur de Bolivia, Chile y en el noroeste de Argentina,
sobre sus vecinos, y unos diez años después de la crisis chanca habían pre- véanse Cieza, lib. 2, cap. 60, 1943: 279-80, 1959: 244; Sarmiento, cap. 50, 1942: 145-6;
valecido en las luchas internas del altiplano del sur. Tras subyugar las pro- Polo, 1917 b: 116; Cabello, lib. 3, cap. 18, 1951: 336-7. Todos esos relatos son breves
y esquemáticos. Hasta el siglo xvn no aparecen narraciones más extensas y detalladas
vincias que rodeaban el Cuzco, Pachacutec marchó con sus tropas hacia el (Garcilaso, lib. 7, caps. 18-20, 1945: vol. 2, págs. 128-33, 1966: 445-50; Cebo, lib. 12,
norte de la hoya del Títicaca y se apoderó de esa zona, enormemente rica 123 • cap. 14, 1890-95: vol. 3, págs. 171-3, 1979: 145-7; véase asimismo Santacruz Pacha-
Armados ahora de celo religioso y de las riquezas del Callao -población ele· cutí, 1879: 292). Una vez citadas las conquitas de Túpac Inca, Chile y la Argentina
desaparecen prácticamente de las fuentes normales peruanas, salvo en el contexto
vada. gran productividad agrícola y enormes rebaños de llamas para utili- de la inspección que Huayna Cápac hace de su imperio a comienzos de su reinado
(Ciez~, lib .. 2, cap. 62, 1943: 287-9, 1959: 249-50; Sarmiento, cap. 59, 1942: 156-7;
'" Cabo, lib. 12, cap. 35, 1890-95: vol. 3, págs. 281-2, 1979: 241·2; interpolación Garcilaso, hb. 9, cap. 4, 1945: vol. 2, pág. 224, 1966: 549: Cebo, lib. 12, cap. 16,
1890-95: vol. 3, pág. 179, 1979: 153). E incluso entonces sólo Cieza y Sarmiento
añadida.
m Cieza, lib. 2, cap. 52, 1943: 245·8, 1959: 2314; Sarmiento, cap. 37, 1942: 116-9:
dicen qae Huayna Cápac visitó en persona Chile y sólo Cobo menciona el noroeste
Cabello, lib. 3, cap. 15, 1951: 306-7; Cobo, lib. 12, cap. 13, 1890-95: vol. 3, págs. 162-7, de Argentina, dando a entender que Huayna Cápac nunca llegó allí. Cabello (lib< 3,
cap. 21, 1951: 362) omite ambas zonas en el itinerario del emperador. En Chile y en
1979: 13841; Rowe, 1944: 58-9; Murra y Morris, 1976: 275. Pese a todos sus desacuer-
el nor~est de la Ar~entia existen verdaderamente materiales arqueológicos incas
dos en otras materias, los primeros cronistas reconocen unánimemente que el norte de
Y relacionados con los incas (hay muchos textos sobre ellos: véase Willer, 1971: 242-3
la cuenca del Titicaca constituyó el primer y fundamental blanco de la
para un resumen ya algo antiguo pero todavía útil), y las investigaciones arqueológica;
inca.
en curso prometen aclarar el carácter de la presencia inca en esas áreas.
164 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 165
tida, al crear implacables presiones en pro de nuevas conquistas, resultaría su sucesor, Huayna Cápac, intentaron invadir las Be.!vas orientales 127 • Les
el fallo fatal del estado inca. El agresivo impulso militar proporcionado por ejércitos incas obtuvieron algunos éxitos en la alta montaña, cerca de su
el sistema ideológico tuvo éxito, inicialmente, en un mundo como el andino, patria, pero la penetración más a fondo en las selvas constituyó un desastre
donde había mucha competencia. Sin embargo, a largo plazo el culto de sin paliativos.
los antepasados imperiales redundó en graves tensiones económicas, admi- Les cronistas no nos brindan muchos detalles de estas últimas campa-
nistrativas y militares que acabarían por destruir el Tahuantinsuyo. ñas, como si los propios incas estuvieran poco dispuestos a debatirlas. Entre
A pesar de sus ventajas iniciales, esta expansión constante pronto em- todos los relatos, los más gráficos son los de Sarmiento y de Cabello.
pezó a resultar fatigosa. En primer lugar, las campañas militares eran cos-
tosas, y el resto del imperio tenía que financiar la búsqueda de tierras culti- Mas como la montaña era espesísima y llena de maleza [los ejércitos
vables de su gobernante. El ejército tenía que nutrirse de ciudadanos que incas] no podían romperla, ni sabían por dónde habían de caminar para dar
cumplían sus obligaciones de contribuir con su trabajo, y había que mante- con las poblaciones, que escondidas mucho estaban en el monte ... Topa Inga
nerlo con los productos de las tierras de propiedad estatal (no de las pose- y los capitanes dichos en los Andes, que son más terribles y espantables mon-
siones reales) 125 • Las continuas guerras requerían grandes inversiones de tañas de muchos ríos, adonde padeció grandísimos trabajos y la gente que
llevaban del Pirú, con la mudanza del temple de tierra, porque el Pirú es
energía y recursos y mantenían alta la demanda de excedente de pro-
tíerra fría y seca y las montañas de los Andes son calientes y húmedas. En-
ducción. fermó la gente de guerra de Topa Inga y murió mucha y el mismo Topa
La figura 12 nos da una pista de otro problema. La civilización andina Inga con el tercio de la gente que él tomó, para con ella conquistar, andu-
se desarrolló en las costas y· el altiplano del Perú, y en las tierras altas de vieron mucho tiempo perdidos en las montañas sin acertar a salir a un cabo
Bolivia. La costa de los Andes Centrales y los altiplanos constituían dos ni a otro 128 •
medios ambientales muy distintos, pero tenían algo en común: tietras abier-
tas, sin demasiados bosques. Las tácticas militares centroandinas, incluídas Habiendo salido del Cuzco [Túpac Inca y su ejército] pasó de la otra
las de los incas, estaban adaptadas a estos terrenos abiertos habitados por parte de la gran Cordillera vertientes al mar del Norte, dondo no se podrán
pueblos civilizados. Los soldados avanzaban a lo largo de caminos en con- escribir los trabajos que padecieron ansí con sobre saltos de enemigos que
diciones y estaban acostumbrados a encontrar reservas de alimentos con como gente suelta bárbara y sin orden les acometían adesora sin aguardar a
los cuales mantenerse. Los ejércitos se ordenaban en formaciones macizas, llevar ni dar la victoria, porque era su orden ir tan sin orden que cuando
tanto para entablar batallas campales en terreno llano como para asaltar una les querían los del Cuzco acometer no hallaban en quien hacer golpe porque
descarriados cada uno por su parte se entraban por la maleza de sus entra-
fortaleza en la cumbre de una colina. Las armas de largo alcance -hondas,
ñas donde no podían ser habidos. Fatigábales ansí mismo demasiadamente los
saetas y bolas- estaban concebidas para descargas cerradas, y no para dis- anchos y furiosos ríos que hallaban, las importunas lluvias que sobre ellos
paros aislados de gran precisión. Gran parte de los combates se desarro- llovían, los intensos calores, y abochornados valles por donde andaban, y las
llaban cuerpo a cuerpo. Los incas guerreaban así y estaban habituados a que muchas hambres que padecían. Y lo que más guerra les hacía era no hallar
sus adversarios hicieran lo propio; en esas batallas, los incas llevaban la de- a quien hacerla ... 129 •
cisiva ventaja de su superioridad numérica y organizativa 126 •
Pero, como muestra la figura 12, la expansión del Tahuantinsuyo fue Sarmiento menciona otra campaña en la que cinco mil nobles se inter-
tan rápida que los incas agotaron, ya en el reinado de Túpac Inca, hijo de naron en la montaña y nunca se volvió a saber de ellos 130 •
Pachacutec, las tierras abiertas y «civilizadas» en el curso de sus conquis-
tas. Sin embargo, las presiones en favor del crecimiento territorial seguían 121
Cieza, lib. 2, caps. 60, 64, 1943: 280, 295-6, 1959: 244-5, 251; Sarmiento, caps. 41,
inmutables. Los emperadores empezaron a pensar en la montaña, las lade- 49-50, 1942: 128, 143-6; Cabello, lib. 3, cap. 18, 1951: 334-5; Garcilaso, lib. 7, capí-
ras orientales de los Andes, cubiertas de tupida vegetación, y las vastas sel- tulos 13-14, 17, 1945: vol. 2, págs. 117-21, 125-7, 1966: 434-8, 442-4; Santacruz Pacha-
vas tropicales amazónicas, al este de las montañas. Tanto Túpac Inca como cuti, 1879: 289-91; Cobo, lib. 12, cap. 14, 1890-95: vol. 3, pág. 168, 1979: 142.
128
Sarmiento, cap. 49, 1942: 144.
125
Descripciones y análisis detallados del militarismo inca, incluidos en recluta- m Cabello, lib. 3, cap. 18, 1951: 334.
miento y abastecimiento del ejército, véase en Cobo, lib. 14, cap. 9, 1890-95: vol. 4, 1311
Sarmiento, cap. 41, 1942: 128. Por supuesto, la cifra concreta de Sarmiento es
páginas. 192-8; Bram, 1941, y Rowe, 1946: 274-82. sumamente dudosa. Lo que importa es la sugerencia de cuantiosas bajas en las camp~
126
Véase nota 125. ñas de las selvas tropicales.
166 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 167
Resulta fácil imaginarse los aprietos incas en la selva tropical. Errantes dose para transmitir información de un lado a otro de la jerarquía adminis-
por espesas junglas donde no había caminos, incapaces de encontrar sus- trativa m. Y, sin embargo, hasta un sistema de comunicaciones tan extraor-
tento en aquellas tierras ajenas, algunos hombres desertaban, otros enfer- dinario como éste se vería desbordado por el crecimiento desatado del im-
maban o morían de hambre. Débiles y desmoralizados, los ejércitos incas perio. La velocidad media de estos corredores eran de unas cincuenta íeguas
se tropezaban con una clase de guerra diferente de las que habían conocido -entre 200 y 250 kilómetros- diarios 13'. Los mensajes de las cercanías
hasta entonces. No había que librar batallas campales ni que asaltar forta- de Lima, en la costa, a 140 leguas del Cuzco y desde luego no el rincón más
lezas; su superioridad numérica y su organización no les valían de nada. distante del reino, tardaban tres días en llegar a la capital inca; en el viaje
Las tropas no podían mantener sus formaciones ni disponer su fuerza de de ida y vuelta desde Cuzco a Quito, en el Ecuador, tardaban diez o doce
tiro. Ni siquiera encontraban al enemigo, que permanecía oculto en la ma- días. El posible problema está claro: un emperador podía verse obligado a
leza y los hostigaba emboscado, utilizando arcos y cerbatanas con mortífe- tomar decisiones urgentes sobre la base de una información que era peli-
ra puntería. Los incas pagaron un alto precio, en sus campañas del este, grosamente incompleta o estaba atrasada m Al aumentar las distancias y
por aprender la gran lección de la historia militar: un ejército atacante que el tiempo que se requería para cubrirlas, el crecimiento territorial agravaba
avanza por un medio ambiente extraño es presa fácil de los defensores que los peligros. En los últimos tiempos del Tahuantinsuyo las líneas de comu-
conocen la región y se niegan a luchar según las reglas de los invasores. nicación se habían extendido demasiado.
Los incas abandonaron por fin sus planes sobre la selva tropical. En La expansión imperial acarreó otro tipo de tensiones al englobar en los
años posteriores, afirmaron que las tribus nativas eran unos salvajes estú- dominios incas una increíble colección de pueblos distintos. Ignoramos el
pidos y desnudos, criaturas tan infrahumanas que se apareaban con animales. número total de grupos étnicos del imperio, pero existían más de ochenta
provincias, en algunas de las cuales vivía más de una tribu, y eso solamen-
Dicen también ... que hay unas monas ... éstos casan con ellas como mu~ te en el Perú (Rowe, 1946: 185-92). A muchos de esos pueblos oometidos
je.res y afirman que algunas parían monstruos. , . 131 • les exacerbaba la dominación inca y ya durante el reinado de Pachacutec
se produjeron levantamientos a pequeña escala 13'. Los gobernantes poste-
¿Qué podían ganar al conquistar a unos seres tan despreciables?, se riores hubieron de enfrentarse con rebeliones más amplias y mejor coordi-
preguntaban retóricamente los incas. Estas desdeñosas observaciones eran nadas. Túpac Inca dominó una importante insurrección en la cuenca del
un evidente e insincero intento de salvar las apariencias. La calumniosa apre- Titicaca y Huayna Cápac tardó varios años en sofocar una extendida re-
ciación sobre el enemigo no iba a devolver a los miles de hombres que pe- vuelta en el Ecuador m. Indudablemente, los problemas de comunicación
recieron en la jungla ni a restaurar la idea de invencibilidad que los incas antes citados fomentaron estas rebeliones provinciales de base étnica.
tenían de sí mismos. Al crear implacables presiones de nuevas tierras de
labranza, el culto de las momias reales condujo finalmente al Tahuantinsuyo "' Cieza, lib. 2, cap. 21. 1943: 124·7, 1959: 139-40; Rowe, 1946: 231·2.
a desastrosas aventuras militares. "' Cobo, lib. 12, cap. 32, 1890·95: vol. 3, págs. 268-9, 1979, 230; Rowe, 1946: 231-2,
Si el explosivo crecimiento inicial del imperio inca llevó a sus ejércitos Means ( 1931: 334) enumera varias estimaciones de los cronistas sobre la velocidad
a guerras para las que estaban mal preparados, también planteó problemas de ios corredores.
135
Véase Trigger, 1978, para un examen general de los problemas de comunicación
administrativos. Uno de ellos eran las comunicaciones. El gobierno inca, como factores !imitadores del crecimiento en los Estados preindustriales.
como cualquier otro, necesitaba información para tomar sus decisiones y !>ó Sarmiento, caps. 39, 41, 1942: 124, 127-8.
dependía grandemente de la comunicación entre los distintos niveles de la u
7
Sobre la rebelión de la cuenca del Titicaca: Cíeza, lib. 2, caps. 53~, 1943: 251~7,
jerarquía. La red de comunicaciones del Tahuantinsuyo era todo lo buena 1959: 235-9; Sarmiento, caps. 49-50, 1942: 145: Cabello, lib. 3, cap. 18, 1951: 335·6;
Coba, lib. 12. cap, 14, 1890·95: vol. 3, págs. 168·9, 1979: 143.
que cabía esperar en la época. Muchos de los cronistas -y sobre todo Cie- Las largas campañas de Huayna Cápac en el Ecuador combinaron el aplastamiento
za-132 quedaron impresionados por el sistema de carreteras inca, gran parte de revueltas con nuevas conquistas. Los únicos rebeldes ecuatorianos auténticos eran
del cual era herencia de estados anteriores, y por los bien entrenados corre- tribus sometidas que habían sido conquistadas e incorporadas al imperio inca por
dores que llevaban los mensajes oficiales a lo largo de los caminos, releván- Túpac Inca y que pretendieron sacudirse el dominio inca en el reinado de Huayna
Cápac. Por desgracia las crónicas que narran las guerras de Huayna Cápac en el
Ecuador no diferencian claramente entre auténticos rebeldes, pueblos a los que Túpac
n1 Cieza, lib. 1, cap. 95, 1932: 280, 1959: 256·8; interpolación añadida. Inca había vencido en la batalla pero no incorporado al imperio, y nuevas conquistas
m Cieza, lib. 1, 1922, 1959. de Huayna Cápac (Cieza, lib. 2, caps. 64-67, 1943: 295-308, 1959: 46-50, 251-2, 332·4;
168 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demareat La expansión imperial inca 169
Aunque la demanda constante de un crecimiento territorial acabó por de mano de obra del distrito estaba monopolizado por los gobernantes difun-
someter al imperio a diversas tensiones, la conquista no era el único medio tos y sus panacas 139 •
de que disponían los gobernantes para conseguir tierras (y mano de obra) Otro modo de conseguir tierra de labranza consistía en planes de me-
para las nuevas posesiones reales. Había otras estrategias alternativas, aun- jora. En las regiones costeras del Tahuantinsuyo se realizaron mejoras am-
que también estas conducían a tensiones nuevas y acaso más fuertes. Un pliando las redes de canales de regadío. El proyecto más famoso del alti-
rey, por ejemplo, podía aumentar sus posesiones apropiándose de tierras plano consistió en terrazas que permitían extender los cultivos hasta el
cultivables ya existentes, bien arrebatándolas a los propietarios, bien acep- fondo del valle y por las laderas circundantes (figura 24), aunque también
tándolas como regalo (Rostworowski, 1962: 134, 136). Es posible que la en la sierra se practiéó el regadío, tanto en conjunción con los cultivos en
diferencia entre confiscación y donación fuera, en gran medida, una ficción, terrazas como por separado 140 • Al igual que otros muchos fenómenos, las
pues los «regalos» seguramente eran obligatorios (Rostworowski, 1962: técnicas de mejora eran viejas prácticas andinas heredadas por los incas, y
136). Murra (1980: 38) sugiere además la hipótesis de que algunas pro· todos los emperadores, a partir de Pachacutec, las utilizaron como método
piedades reales provenían de una apropiación de las tierras estatales. Lo para adquirir posesiones privadas 141 •
fundamental aquí es que cualquier posesión real, con independencia de El problema de tales proyectos era que representaban una importante
cómo se obtuviera, se convertiría finalmente en propiedad de un emperador dedicación económica a tierras marginales. Exigían una inversión conside-
difunto, y por lo tanto, en todas las posibilidades antes enumeradas, vemos rable de mano de obra: había que disponer de contribuyentes que mejora-
que los derechos de propiedad de los muertos despojaban de tierras, y de ran las tierras, y después de otros que las labraran. Además, una vez que la
la mano de obra necesaria para labrarlas, a los vivos. El resultado final era tierra estaba cultivada, siempre podía ocurrir que fallaran las cosechas.
un localizado desequilibrio entre población y recursos. El problema se agu- Los sistemas de terrazas del altiplano constituían un caso extremo. Al
dizaba en el área que rodeaba al Cuzco, cuya población proliferó con los parecer se utilizaron sobre todo para el cultivo del maíz 142 , que era una
éxitos imperiales 138, mientras que un número cada vez mayor de tierras y cosecha vital para el imperio inca pero que siempre había tenido ciertos
problemas en la sierra. En todo el altiplano las heladas, el.granizo y la se-
Sarmiento, caps. 59-62, 1942: 157-64; Cabello, lib. 3, caps. 21-23, 1951: 362-86; Coba, quía amenazaban al maíz; raramente podía cultivarse por encima de los
lib. 12, caps. 16-17, 1890-95: vol. 3, págs. 180-7, 1979: 153-9). No obstante, Cieza
afirma (lib. 2, cap. 61, 1943: 282) que a comíenzos del reinado de Huayna Cápac 2.700 metros en el norte del Perú o a 3.500 metros en el sur; por encima de
«de secreto tramaban entre algunos de cobrar la libertad pasada y eximir de sí el mando esas cotas, en cualquier época del año podían producirse mortíferas hela-
de los incas ... » (Cieza, 1959: 246). Tanto Sarmiento (caps. 59-60, 1942: 157) como das (Murra, 1960: 395). Las terrazas extendieron el cultivo del maíz hasta
Cabello (lib. 3, caps. 21, 23, 1951: 365, 368, 383) mencionan concretamente rebeldes los límites superiores de la franja de altitud de la planta; aunque aumentó
en el Ecuador. el volumen potencial de las cosechas, también lo hicieron las posibilidades
us Para la~ estimaciones españolas iniciales sobre la población del Cuzco véanse
Sancho, cap. 17, 1917: 158, 1962: 91; Ruiz de Arce, 1933: 368; Segovia, 1943; 33 de que el cultivo resultara un fracaso.
(cfr. nota 120). Para un análisis moderno de éstas y otras fuentes documentales sobre Heladas y granizo no asolaban las regiones costeras del Tahuantinsuyo,
Cuzco y sus cercanías, junto con las pruebas arqueológicas, véase Rowe, 1967. Ruiz pero en ellas los suelos marginales también podían provocar el fracaso de
de Arce dice que había unas 4 .000 casas en la ciudad de Cuzco; Sancho Y Segovia los cultivos. Los campos mejorados mediante la construcción de canales
calculan la población total del distrito de la capital en más de 100.000 edificios,
inclusive almacenes, y en unas 200.000 personas, respectivamente. Como Rowe indica
(1967: 60-1, 66-7) estas estimaciones son aproximadas y de dudoso valor. El se niega y la clase, cada vez más numerosa, de servidores de la élite inca (véanse notas 148-151
a ofrecer una cifra concreta de población, aunque llega a la conclusión de que el más adelante).
119 Véanse las fuentes citadas en la nota 113.
distrito de la capital estaba muy edificado y densamente poblado.
Como en el caso de la Tenochtitlan azteca, gran parte del crecimiento demográ- 140
Por ejemplo, Sarmiento, cap. 19, 1942: 82; Cobo, lib. 14, cap. 8, 1890-95: voL 4,
fico de Cuzco puede atribuirse a la inmigración. Toda esa inmigración era práctica- páginas 188-9; Rowe, 1946: 210-11; Murra, 1960: 395-6; Rostworowsk.i, 1962: 135-6;
mente obligatoria. Entre las personas obligadas a residir en el distrito de la capital Kendall. 1974, 1979.
se contaban los más importantes nobles de las provincias, a quienes se les exigía que 141
El uso que Pachacutec hizo de técnicas de mejora con objeto de crearse sus
mantuvieran residencias cerca de Cuzco y vivir en ellas parte del año (Sancho, cap. 17, posesiones privadas, en Sarmiento, cap. 30, 1942: 106. Para las pruebas sobre mejo-
1917: 155, 158, 1962: 88, 91: Ruiz de Arce, 1933: 368; Segovia, 1943: 33); los ramiento de tierras en época preincaica, véase Kosok, 1965; Lumbreras, 1974 a; Mose-
hijos de la nobleza provincial que acudían a las escuelas estatales (véase nota 120), ley, 1977; Recktenwald, 1978; o cualquier compendio reciente de arqueología peruana.
los grupos provinciales traídos para servir a sus señores (Cieza, lib. 1, cap. 93, 1922: 142
Pizarro, 1844: 291-2, 1921: 305; Garcilaso, lib. 5, cap. 1, 1945: vol. 1, pág. 266,
296-7), ciertos artesanos cualificados (Cieza, lib. 2, cap. 58, 1943: 269, 1959: 328); 1966: 241-2: Murra, 1960.
170 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 171
eran sumamente sensibles a las variaciones del régimen de lluvias y del jase una profunda inseguridad en torno al éxito de las cosechas del estado,
caudal de aguas del altiplano, de donde recibían las áridas costas el agua de en particular las de maíz (Murra, 1960).
riego. Aparte las tensiones concomitantes a la expansión y a la mejora de tie-
Los inconvenientes de la mejora de los suelos y las «donaciones» de tie- rras, el Tahuantinsuyo estaba sometido simultáneamente a otra forma de
rras a los gobernantes que antes citamos se combinan para plantear una in- presión. En los más altos niveles de la jerarquía administrativa se habían
trigante pregunta: ¿Preferían los gobernantes incas crearse sus propiedades institucionalizado conflictos de intereses que minaban la autoridad del em-
adueñándose de las tierras del fondo de los valles y entregando en compen- perador y amenazaban la estabilidad del gobierno. La fuente de esos con-
sación a sus anteriores propietarios las tierras marginales mejoradas? O, lo flictos era el culto de las momias reales y las cortes de los reyes muertos, las
que es lo mismo, ¿se quedaban los gobernantes con las mejores tierras de panacas.
propiedad estatal o con los campos de clanes locales, a cambio de terrenos Como hemos visto, las panacas eran ayllus reales, parientes de los gober-
menos deseables? De hacerlo así, hubieran podido solucionarse los efectos nantes incas (vivos y muertos). Por consiguiente, las panacas constituían la
económicos negativos de la herencia partida. El culto de las momias reales nobleza más alta del imperio y el grupo del qne salían los administradores
ponía bajo el control de los gobernantes muertos un número cada vez mayor imperiales de más categoría. La poliginia de la clase alta favorecía el rápido
de tierras; si la hipótesis esbozada se ajusta a la verdad, con el paso del crecimiento de los ayllus reales. Cabello afirma que en la época de la con-
tiempo la herencia partida hubiera concentrado las mejores tierras de la- quista española una sola panaca, la de Túpac Inca, se componía de unos mil
branza del Tahuantinsuyo en manos de los difuntos. Los derechos de pro- miembros 14'. Aunque esta cifra no sea sino una estimación, indica que en
piedad de los muertos hubieran obligado a los vivos, de forma directa y más los últimos tiempos del Tahuantinsuyo el número total de miembros de las
bien arbitraria, a depender cada vez más de tierras marginales 143 • panacas era considerable. Esta combinación de elevada posición social y
En cualquier caso, existía con seguridad un fuerte lazo indirecto entre gran número confería a los ayllus reales un considerable poder político. Este
el culto de los antepasados reales y la dependencia de tierras marginales. poder de las panacas estaba respaldado además por el sostén espiritual de
Al impulsar la expansión del Tahuantínsuyo, la herencia partida incremen- los prestigiosos dirigentes del estado, los propios reyes difuntos.
taba las exigencias militares y administrativas del imperio, aumentaba sus La devoción de los ayllus reales a sus antecesores crearía graves proble-
necesidades de excedentes agrícolas y lo obligaba a inversiones enormes en mas administrativos, pues el culto de las momias reales convirtió a las fac-
el mejoramiento de tierras. Las demandas de un crecimiento territorial in- ciones políticas en rasgo inherente del gobierno inca. En realidad, hubiera
controlable fomentaban una situación económica potencialmente peligrosa. podido éfescribirse al Tahuantinsnyo como un conjunto de reinos dentro de
La dependencia de tierras marginales hacía que el imperio fuese más vul- un reino. En el interior de las fronteras del imperio existía una serie de reinos
nerable a las malas cosechas ocasionadas por un empeoramiento del clima más pequeños, cada uno de los cuales consistía en un rey muerto, sus pro-
a corto o a largo plazo. No es de asombrar que el ritual agrícola inca refle- piedades, los miembros de su panaca y las posesiones de éstos. En realidad,
cada uno de estos reinos constituía un Estado soberano en el sentido más
143
Evidentemente, se trata de una especulación -en la moderna jerga burocrática,
literal. Poseía sus propios territorios y sus fuentes de ingresos; su gober-
un «Supuesto del peor de los casos)>. Su aplicabilidad a las regiones provinciales es nante estaba considerado como un ser vivo capaz de dar órdenes cuando
1
en la actualidad opinable. Probablemente sirvió para el área que rodeaba a Cuzco, se le consultaba 145 • Además, era un igual del emperador que en ese momen-
donde se produjo escasez -de tierras en los últimos tiempos del imperio (para las fuen* to ocupaba el trono. El principal deber del ayllu real consistía en perpetuar
tes, véase nota 113). El derecho de poseer tierras en el sagrado distrito de la capital lás momias de los reyes pasados y su culto. Por lo tanto, cuando entraban
constituía un importante privilegio real, y los emperadores incas dieron todos los
pasos necesarios para crearse sus propias posesiones en los alrededores de Cuzco (cfr. la en conflicto los intereses de un emperador y los de sus predecesores, se
nota 154 de este mismo capítulo).
Una vez más, el punto clave es que se deben tener en cuenta los valores cultu- 144
Cabello, lib. 3, cap. 31, 1961: 464. Corrobora el gran tamaño de los ayllus reales
ralmente definidos que se atribuían a las diversas categorías de tierra y a las cuestio- el hecho de que en 1603 vivían aún 567 miembros de panacas -es decir, tras un
nes de derechos de propiedad, y no meramente la extensión total de la tierra cultivada. período de cerca de setenta y cinco años en el que la guerra civil, la conquista, los
Aquéllos pesaban más que ésta como motivos del imperialismo inca. Era perfectaw consiguientes levantamientos incas, 1as guerras civiles de 1os colonizadores españoles
mente posible que los gobernantes incas sintieran una escasez, o que algunos de sus y las enfermedades traídas de Europa habían hecho estragos entre la alta nobleza
súbditos sufrieran una privación real, aun cuando hubiera mucha tierra para sostener (Garcilaso, lib. 9, cap. 40, 1945: vol. 2, págs. 296-7, 1966: 625-6; Rowe, 1946: 257).
a la población del imperio (cfr. nota 107). '" Pizarra, 1844: 239, 1921: 203: Coba, lib. 13, cap. 10, 1890-95: vol. 3, pág. 340.
172 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca
173
suponía que cada panaca se alineaba con su real antepasado. Dicho de otro
modo, la más alta nobleza del Tahuantinsuyo debía fidelidad, no al empe- En resumen, el culto de las momias reales contribuyó a impulsar la
rador vivo, sino a una colección de cadáveres. expansión inca, pero también concatenó, en una relación cíclica, tensiones
económicas, problemas administrativos e inestabilidades políticas. Al poner
Las aspiraciones de las panacas como colectividades y las ambiciones
individuales de sus miembros agravaban las tensiones entre los gobernantes cada vez más tierra en manos de los muertos, la herencia partida obligó al
rey vivo a procurarse nuevas fuentes de riqueza, Jo cual dio como resultado
pasados y los presentes, con el predecible resultado de intrigas políticas; al
parecer, los ayllus reales fueron siempre semilleros de conspiraciones. Se una exigencia de crecimiento territorial, mediante Ja expansión y el mejo-
injerían en la sucesión al trono y se conjuraban contra el emperador 146 ; algu- ramiento de tierras. Las tentativas de crecimiento infructuosas provocaron
nos miembros de las panacas trataron incluso de provocar rebeliones provin- costosos desastres militares, mientras que las que tuvieron éxito condujeron
ciales, con la esperanza de sacar provecho de ellas 147 • a tensiones económicas y administrativas. Las sucesivas expansiones y mejo-
ras de tierras aliviaban temporalmente las tensiones, pero a Ja larga las
El Sapa Inca poco podía hacer para evitar todas estas conjuras e intri-
exacerbaban, creando presiones para un crecimiento territorial todavía más
gas. Su control de los ayllus reales estaba limitado de varias maneras. Los
grande, que al final multiplicaba los problemas económicos y administra-
más altos cargos de la corte del emperador los desempeñaban sus parientes
tivos, y así sucesivamente. El proceso nunca pudo detenerse durante mucho
próximos varones. Hasta que sus hijos llegaban a la mayoría de edad, los
tiempo; en cuanto un emperador moría, su sucesor necesitaba nuevas con~
funcionarios más importantes se solían elegir entre un grupo compuesto por
los hermanos y los tíos del emperador, que pertenecían a panacas distintas quistas que lo ponían otra vez en marcha. En el lenguaje de la teoría de
de la suya. Así pues, con independencia de lo que deseara el emperador, sistemas, la herencia partida provocó el cambio de un estado de equilibrio
dinámico, como era la sociedad inca, a un «ciclo de retroalimentación que
sus más poderosos ayudantes tenían un enorme interés en mantener los
amplifica la desviación». En lenguaje menos elevado, los derechos de pro-
derechos de las panacas. Por otra parte, la autoridad del emperador no podía
piedad de los muertos habían atrapado al Tahuantinsuyo en el círculo vicioso
atropellar los derechos de los ayllus reales, que le habían sido confiados,
típico.
junto con sus deberes -así como los poderes y privilegios precisos para
Sin duda el imperio probó otras medidas que la contraproducente polí-
ponerlos en práctic a- por los gobernantes anteriores. Los miembros de una tica de crecimiento continuo, con Ja pretensión de afrontar las tensiones inter-
panaca siempre podían justificar sus acciones alegando que obraban en nas. A Jo largo de Ja historia del Tahuantinsuyo aparecieron nuevos grupos
favor de su antepasado. En realidad, dada la idea de que los gobernantes sociales; dos de ellos crecieron en número y en significado durante los últi-
del pasado vivían aún y Ja costumbre de consultar a sus momias, una panaca mos decenios del imperio: Jos sirvientes yanas y los colonos mitmaqkuna "'.
podía asegurar de forma verosímil que sus acciones se debían a órdenes Ambos tenían antecedentes preincaicos y ambos representaron un intento
directas de tin rey difunto. Por la misma razón, a un emperador le resultaba de enfrentarse a ciertos problemas imperiales mediante la modificación de
muy difícil debilitar la institución de la panaca, ya que sus propios descen- las instituciones existentes "'.
dentes la utilizarían un día para velar por sus intereses. · Los yanas eran servidores permanentes. Para que pudieran consagrarse
De ahí que las panacas tuvieran deberes y ambiciones que podían entrar al servicio de Ja nobleza se les alejaba de sus comunidades étnicas tradicio-
en conflicto con los del emperador, un grado de autonomía sin igual en el nales y se les eximía de los impuestos normales 150 • Una de las tareas que
Estado inca, y recursos para resultar realmente molestas. La capacidad de recayó en los yanas durante los últimos decenios del imperio fue el cultivo
los ayllus reales para actuar por su cuenta planteaba un dilema constante al de las propiedades reales y de las tierras de las panacas 151 • Los contribu-
emperador, quien tenía que tratarlos con muchos miramientos. Los roces
·~ Rowe, 1946: 268-70; Rostworowski, 1%6; Murra, 1966, 1980: cap. 8.
entre el emperador y la alta nobleza eran una fuerza desestabilizadora del '" Rowe, 1948: 47; Murra, 1966, 1968, 1972.
gobierno inca, y un rey que no manejara hábilmente a las panacas arriesgaba '~ Rowe, 1946: 268; Rostworowski, 1966; Murra, 1966, 1980: 163-72.
gravemente su gobierno (Rostworowski, 1960: 419). "' Cieza, lib. 2, cap. 18, 1943: 118, 1959: 164-5; Morúa, lib. 3, cap. 12,
1922-5:
vol. 4, págs. 146: Rostworowski, 1962, 1966; Murra, 1980: 39-40, 168·9. Probable
mente
el cambio al cultivo por medio de yanas no se había desarrollado del todo
en la
'% Sarmient o. caps. 55-57, 1942: 153-5: Cabello. época de la conquista española. Al parecer, la agricultura con yanas
lib. 3, caps. 20, 25, 1951: 358-60, era la norma
396-7: Cobo, lib. 12, cap. 16, 1890-95: vol. 3, págs. 178-9, 1979: 152. en el área que rodeaba al Cuzco, pero acaso fueran distintas las costumbr
es provin~
'" Sarmiento, cap. 51, 1942: 147-8: Cabello, lib. 3, cap .. 19, 1951: 346-7. ciales_. Cieza establece una distinción entre el distrito de la capital y
las provincias,
pero no da detalles concretos sobre éstas. Ortiz de Zúñiga (1967: 25-6)
sugiere que
174 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 175
yentes, que habían trabajado sobre la base de una rotación a tiempo parcial, tribuyentes que previamente les habían ayudado. funtos, yanas y mitmaqku-
fueron sustituidos por sirvientes agrícolas que en teoría consagraban todo su na, fueron los primeros indicios de cambios fundamentales en la relación
tiempo al servicio de las fincas reales o de las panacas. De hecho, Rostwo- entre el estado y el ciudadano.
rowski (1962: 133, 1966: 32) sostiene que el crecimiento de los yanas se Cabe caracterizar al imperio inca de comienzos del siglo XVI como un esta-
debió al deseo de contar con una mano de obra dependiente, totalmente do impresionante y sumamente ordenado, pero cada vez más abrumado por
segura, para labrar las propiedades de la nobleza. problemas internos y limitaciones externas. Vastas cantidades de tierra y
Los colonos mitmaqkuna eran una de las más famosas instituciones impe- mano de obra reservadas a los muertos, constantes presiones en favor del
riales del Tahuantinsuyo "'. Donde quiera que los incas conquistaran una crecimiento territorial, desastres militares en las selvas tropicales, líneas de
nueva provincia, trasladaban a parte de sus habitantes a otras regiones y los comunicación de exagerada extensión, rebeliones provinciales, creciente de-
sustituían con pobladores procedentes del Cuzco o de otras provincias bien pendencia de tierras marginales, inestabilidad del gobierno originada por las
consolidadas. Este plan de repoblación era en parte una medida de segu- fricciones entre el emperador y la alta nobleza, pérdida de los valores tradi-
ridad pensada para minimizar los peligros de rebelión provincial, pero algu- cionales y una distinta relación entre el estado y los ciudadanos hubieran
nos mitmaqkuna desempeñaban una función económica. Cieza dice que se constituido, incluso aisladamente graves problemas. Su combinación e inter-
enviaba a algunos colonos expertos en determinados cultivos para introdu- acción estaban arruinando al Tahuantinsuyo, destruyendo las esencias que la-
cir éstos en regiones donde antes no habían existido 153 • Cieza menciona con- tían bajo la resplandeciente superficie. Hacia 1525, menos de noventa años
cretamente a mitmaqkuna enviados a cultivar maíz a grandes alturas, y después de la ascensión al poder de Pachacutec, la situación había llegado a
Murra (1960: 400, 1980: 178) cree que uno de los objetivos primordiales ser crítica.
de los planes de repoblación consistía en extender el área de la producción
de maíz controlada por el Estado 154 •
La creciente importancia de estas dos instituciones, servidumbre y colo- Trayectoria final del estado inca
nización, demuestra que en los últimos años del Tahuantinsuyo los valores
tradicionales empezaron a perder influencia. La agricultura mitmaqkuna Huayna Cápac, nieto de Pachacutec, empleó la segunda mitad de su rei-
socavaba un viejo ideal, ya que el asentamiento de diestros cultivadores de nado (1493-1525) en campañas en el Ecuador, donde murió repentinamente
maíz reforzaba el sector de la economía controlado por el Estado, a costa en 1525, víctima de una epidemia. Su inesperada muerte dejó sin aclarar
de la autosuficiencia de las aldeas (Murra, 1958: 36, 1980: 187-90). Los en cierto sentido la sucesión al trono, o por lo menos la división de la
yanas, sacados de sus comunidades étnicas y asignados al servicio perma- autoridad en el imperio. Los años que transcurren desde la muerte de Huayna
nente de la nobleza, representaban una ruptura de la base familiar de la Cápac hasta la llegada de los españoles, en 1532, estuvieron marcados por
sociedad andina. Esta afirmación se aplica a los mitmaqkuna, aunque en una feroz lucha por el poder entre dos de sus hijos, los hermanastros Huáscar
menor medida, pues éstos solían trasladarse como grupos sociales. Por últi- y Atahuallpa. Su querella y la devastadora guerra civil que engendró fueron
mo, la creciente dependencia de servidores permanentes eximía a los gober- las expresiones finales de las tensiones militares, económicas y administra-
nantes incas de la necesidad de mostrarse «generosos» -es decir, los yanas tivas que destruyeron el imperio inca.
permitían a los dirigentes incumplir las obligaciones recíprocas con los con- Entre los protagonistas del suieidio del Tahuantinsuyo, el que esgrimía
más endebles aspiraciones al trono era Atahuallpa. En el imperio inca la
las fincas reales de Huánuco eran labradas por contribuyentes. En el caso de Chincha, sucesión real no estaba regida por la primogenitura, sino que se daba por
Castro y Ortega Morejón (1936: 39, 44) parecen apuntar que las fincas reales eran sentado que el emperador legaba su cargo al hijo más capaz de su esposa
cultivadas por contribuyentes, pero que los yanas supervisaban el trabajo; caben, sin principal. En los últimos tiempos del imperio, cada emperador tomó como
embargo, otras interpretaciones de esa narración.
'" Cieza, lib. 2, caps. 17, 22, 1943: 106·7, 127-34, 1959: 59-63, 160-1; Sarmiento, esposa principal a una de sus hermanas; la historia oral inca dice que quien
cap. 39, 1942: 124-5; Cobo, lib. 12, cap. 23, 1890-95: vol. 3, págs. 222-7, 1979: 189-93; instituyó esta práctica de matrimonio incestuoso de los reyes fue Túpac In-
Rowe, 1946: 269-70; Murra, 1980: 173-81. ca 155 • Sea cual fuere su origen concreto, cabe ver en el incesto real una
'" Cieza, lib. 2, caps. 17, 22. 1943: 106-7, 131-3, 1959: 61-2, 160-1. última prolongación de la endogamia del ayllu, encaminada a preservar la
154
Rostworowski (1962: 134) sugiere que otra finalidad consistía en desplazar a
los grupos sociales nativos del distrito de Cuzco, densamente poblado, de forma que "' Sarmiento, cap. 43, 1942: 132; Cobo, lib. 12, cap. 14, 1890-95: vol. 3, págs. 167-8,
sus tierras quedaran disponibles para la creación de nuevas posesiones reales. 1979: 142.
176 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 177
pureza y divinidad de la casta dinástica; también pretendía limitar el nú- la disputa entre el recién nombrado emperador y su insubordinado herma-
mero de posibles pretendientes al trono y minimizar los conflictos en torno nastro.
a la sucesión (Rostworowski, 1960). Una vez establecido el principio del ¡Pobre Huáscar! De todos los cronistas que escribieron sus narraciones
incesto real, un príncipe inca no nacido del matrimonio entre hermanos no en los primeros cincuenta años de la conquista española, Cieza es práctica-
podía heredar el reino, con independencia de su capacidad. mente el único que lo retrata favorablemente, diciendo de él que era «que-
Atahuallpa había nacido de uno de los matrimonios secundarios de rido en el Cuzco y en todo el reino por los naturales ... , clemente y piado-
Huayna Cápac, no incestuosos, y carecía de legitimidad para gobernar el so ... , de más presunción y valor» 159 • Casi todos los demás cronistas de los
Tahuantinsuyo "'· A pesar de ello, su padre lo tenía en gran estima; a di- primeros tiempos pintan a Huáscar como egoísta, traicionero, paranoico y
ferencia de Huáscar, quien se había quedado en el Cuzco durante la larga sádico --en resumen, un loco temido y odiado por sus súbditos. Su gobierno
ausencia de Huayna Cápac, Atahuallpa lo había acompañado en sus cam- suele considerarse un reinado del terror. Entre la gente que se dice que fue
pañas, distinguiéndose en las batallas. Huayna Cápac le recompensó osten- torturada hasta la muerte por orden de Huáscar, se cuentan algunos de sus
siblemente nombrándole gobernador imperial de Quito; al final, Atahuallpa hermanos y parientes, miembros destacados de la corte de su difunto padre
empezó a asegurar, no obstante, que su padre había repartido el imperio, y emisarios de Atahuallpa 100 •
garantizándole a él la soberanía independiente de la región del norte. Esta En la época en que se acuñaron estas acusaciones, Huáscar ya había
afirmación parecía bastante dudosa, ya que el parentesco de Atahuallpa lo muerto y no estaba en condiciones de defenderse. Hoy, más de cuatro siglos
hacía inelegible para el gobierno, y Huáscar la rechazó con vehemencia. después de los hechos, las acusaciones de los cronistas han de verse con
Fuera como fuera, unos cuantos años después de la muerte de Huayna sumo escepticismo. No hay motivos para creer que Huáscar fuese más san-
Cápac, Atahuallpa controlaba un territorio relativamente reducido -sólo la ! guinario que anteriores emperadores incas, capaces todos ellos de tratar con
mitad norte del Ecuador. Su fuerza real estribaba en el núcleo veterano del gran crueldad a sus enemigos, reales o presuntos 161 • Creemos que el fallo fatal
ejército; Atahuallpa se había criado en el ejército, que permaneció en Quito
con él y le era enormemente fiel 157 • Con independencia del título que su menos dos de sus hermanas, Cusi R:imay (Mama Cusirimay) y Rahua Ocllo (Araua
padre le hubiera legado, Atahuallpa era la quintaesencia del sinchi (Brun- Ocllo). Según Sarmiento (caps. 60, 62-63, 1942: 158, 164-6), Cusi Rimay era la esposa
dage, 1963: 280, 1967: 230, 234). principal (coya) de Huayna Cápac, pero no le dio hijos. Huayna Cápac se casó entonM
ces con Rahua Ocllo, de quien tuvo a Huáscar. En su lecho de muerte, Huayna Cápac
A diferencia de Atahuallpa, Huáscar había nacido de un matrimonio decidió que la cuestión de quién habría de sucederle, Ninan Cuyuchi o Huáscar, debe·
incestuoso del rey: su madre era una de las hermanas de Huayna Cápac. ría dilucidarse por medio de la adivinación; los augurios predijeron un futuro desgraM
Estaba, por lo tanto, en posesión de los títulos legales para suceder a Huayila ciado a ambos candidatos. Se eligió como rey a Ninan Cuyuchi, pero éste murió antes
Cápac como emperador, o al menos para que se le tuviera en cuenta para de serle anunciada la decisión paterna, y Huáscar heredó el reino. La versión de
Cabello (lib. 3, caps. 21, 24, 1951: 363-4, 394) es semejante a la de Sarmiento, aunque
ese puesto. Probablemente Huáscar fue designado herederérde pleno derecho no idéntica. Según Cabello, la madre de Huáscar no era la coya en el momento de su
al trono en su juventud, y cuando las noticias de la muerte de Huayna nacimiento, pero al no tener Huayna Cápac hijos de Cusi Rimay, a Huáscar se le
Cápac llegaron al Cuzco se le coronó como tal "'. E inmediatamente empezó consideraba universalmente como legítimo heredero. En su lecho de muerte Huayna
Cápac cambió de opinión y escogió a Ninan Cuyuchi, pero éste murió al cabo de
unos días y el reino recayó en Huáscar. Cabo (lib. 12, cap. 17, 1890..95: vol. 3, págiM
'~ Cieza, lib. 2, caps. 62, 69, 1943: 289, 314, 1959: 78, 251; Sarmiento, cap. 60, nas 189v90, 1979: 161) afirmaba que Ninan Cuyuchi era en realidad el únic-0 hijo
1942: 158; Cobo, lib. 12, caps. 17, 18, 1890-95: vol. 3, págs. 189-90, 192, 1979: 161, 163. de Huayna Cápac y Cusi Rimay, y por ende el heredero legítimo, pero que murió
m Cieza, lib. 2, caps. 62, 68-70, 1943: 289, 311-8, 1959: 52-53, 78-81, 251; Sar- mientras aún gobernaba su padre. Brundage (1963: 245M6, 372) resume otras varíantes
miento, cap. 60, 1942: 158; Cobo, lib. 12, cap. 18, 1890-95: vol. 3, págs. 192-4, 1979: del relato.
163-4; Rowe, 1946: 208-9. En todo caso, está claro que Huáscar había nacido de un matrimonio incestuoso
"' Cieza, lib. 2, cap. 70, 1943: 316-8, 1959: 79-81; Sarmiento, caps. 60, 63, 1942: y Atahuallpa no. Por consiguiente, Atahuallpa no tenía el menor derecho legítimo al
158, 166; Cabello, lib. 3, caps. 21, 24, 1951: 363-4, 394-5. trono.
El problema de los herederos de Huayna Cápac es extraordinariamente compli~ "' Cieza, lib. 2, cap. 69, 1943: 315, 1959: 79.
cado, y quizás hubo otro pretendiente legítimo llamado Ninan Cuyuchi que murió en ' 00 Sarmiento, cap. 63, 1942: 167; Cabello, lib. 3, caps. 24-25, 26,
la misma epidemia que mató al emperador. Indudablemente parte de la confusión 1951: 395-8,
406-16.
surgió después. de la conquista, cuando las diferentes facciones implicadas en Ja guer,ra 161
Hay abundantes ejemplos en los relatos de Cieza (1943, 1959), Sarmiento (1942),
civil trataron de justificar sus actos ante los cronistas. Cabello (1951) y Cobo (1890-96: vol. 3, 1979) sobre los ¡einados de Pachacutec, Túpac
El probleina· básico parece estribar en que Huayna Cápac se casó con por lo Inca y Huayna Cápac.
178 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca
179
del reinado de Huáscar no fue el carácter de éste, sino los efectos
combinados Cabe, por supuesto, considerar la actuación de Huáscar como
del culto de las momias reales. Al tratar de afrontar una situaci un intento
ón que esca- meramente egoísta de eliminar las momias reales porque se interpo
paba a su control, Huásc ar se vio arrastrado a conflictos con nían entre
intereses pode- él y la riqueza. Sin embargo, la descripción que Cieza hace
rosamente consolidados. Chocó en primer lugar con los gobern de Huáscar
antes incas como hombre «piadoso» y «querido en todo el reino» acaso
muertos, y por lo tanto con sus panacas. Los cronistas españo tenga mucho
les obtuvieron de cierto. En vista de todas las tensiones ocasionadas por la herenc
su información de la nobleza inca, y las narraciones sobre ia partida,
la «tiranía» de el enterrar a los reyes difuntos y terminar con sus derechos
Huáscar no son probablemente sino muestras del aborrecimien de propiedad
to de las pana- no hubiera beneficiado sólo a Huáscar, sino a todo el imperi
cas, fosilizado en las crónicas. o. En muchos
aspectos, y sobre todo en el económico, lo mejor que Huáscar
Huáscar heredó el imperio inca en el momento en que sus habría podido
problemas hacer por sus súbditos era, en efecto, poner fin a la herencia
habían alcanzado un punto crítico. Los reyes difuntos contro partida.
laban la enorme Por desgracia para Huáscar, la cultura pesa más que la econom
mayoría de los recursos agrícolas básicos del Tahuantinsuyo, ía y esa
tierra Y mano medida era políticamente desastrosa. El ataque de Huáscar
de obra, y muy en especial el densamente poblado distrito de a las momias
la capital. El reales enfureció a la alta nobleza, pues al mismo tiempo
resto del imperio estaba empezando a depender en exceso que ofendía su
del cultivo de piedad amenazaba sus intereses. Dentro de la tradición religio
tierras marginales. La alta nobleza y los grupos étnicos descon sa andina de
tentos creaban culto a los antepasados, la postura de Huáscar constituía la herejía
tensiones administrativas. Los viejos valores se estaban vinien más atroz
do abajo. El que pueda imaginarse. Lo que proponía era un repugnante
Tahuantinsuyo necesitaba nuevas provincias o bien unas reform insulto a la
as sociales suprema importancia de las huacas, que vinculaban al pueblo
radicales. Sin embargo el imperio era demasiado extenso y inca con su
no podía expan· panteón y garantizaban su prosperidad. Las panacas creyeron
dirse más sin conflictos; el propio Huayna Cápac sólo había que si permi-
conseguido ane- tían a Huáscar poner en práctica sus amenazas faltarían a su
xar territorios relativamente escasos, y a costa de pagar un deber de prote-
alto precio por ger a sus antepasados, y la ira de las momias les acarrearía un
ellos. Además, como hemos visto, la expansión ininterrumpi amargo futuro.
da había sido Si Huáscar enterraba a los gobernantes muertos y se apoderaba
un remedio a corto plazo y al final contraproducente. Una reform de sus reinos,
a de largo desmantelaría los ayllus reales, privándoles de la fuente de
alcance era la única solución viable, y Huáscar se decidió por sus poderes y
ella. privilegios. Las panacas se verían despojadas en la tierra y
Huáscar sabía exactamente cuál era el meollo de los proble despreciadas en
mas del el cielo.
Tahuantinsuyo -los derechos de propiedad de los muertos.
También reco- Al darse cuenta de que si Huáscar seguía gobernando ello signifi
noció qué se necesitaba una reforma fundamental para salvar caría la
el imperio, ruina del orden establecido, las panacas comenzaron a conspi
y trató de llevarla a cabo. Rompiendo asombrosamente rar contra él
con el pasado, (Rostworowski, 1960: 425, 1962: 133-4), A las claras o
propuso la abolición del culto de los antepasados !lllper
. ' les' ".Huascar
' de forma encu-
ia bierta, la alta nobleza decidió apoyar a Atahuallpa en su
disputa con el
enojóse un día con estos muertos [sus antepa sados] . dijo
emperador:
que los había de
manda r enterra r a todos y quitalles todo lo que tenían, y
que no había de Pues como tengo dicho que la mayor parte de la gente princip
haber muertos sino vivos, porque tenían todo lo mejor de su 163 al estaba n
reino • con estos [los muertos] por los muchos vicios que allí tenían,
tomaron odio
"' Pizarra, 1844: 240, 1921: 205·6. Cobo (lib. 13, cap. 10, 1890-95: vol. al Guasear, y dicen que se dejaban vencer los capitanes que
3, pág. 3401 enviab a contra
sigue a Pizarra. Atabalipa, y otros se hacían con él y se le pasaban, y por esta
lfü Pizarra , 1844: 240; 1967:
causa el Ata-
68; interpolación de John H. Rowe. Frank Saloman
(información personal) ha apuntad o que el incidente resulta
sospechoso: acaso Pizarra tales -la propiedad de grandes cantidades de posesiones
se limitara a seguir una tradición occidental de narración por unos muertos. Con
histórica que se remo~ta a independencia de la forma del discurso de Huásca r sobre
autores clásicos, como Tucídides. En dicha tradición el relato «las causas de la guerra»,
de una guerra comienza su contenido es purame nte andino.
con un discurso, inventado por el escritor, en el que uno
de los jefes expone las En cuanto al asunto, de menor importancia, de si Huásca
causas de la guerra y declara su postura. r pronunció realmente
., tal discurso, evidentemente no hay forma de saberlo. Quizá
La sugerencia tiene su valor, pero no afecta realmente a declaró su postura en
nuestra argumentac1on. un simple arranqu e de frustración; quizás formuló su política
La estructura del texto de Pizarro pude seguir o no las para un período de
convenciones clásicas, pero tiempo y Ja expresó en una serie de discursos y acciones.
parece más probable que estuviera recogiendo fielmente Quizá lo que Pizarra refiere
lo sustancial del testimonio sea sólo la percepción que las panacas tenían de la postura
de sus informadores. Si trataba de explicar la guerra
civil inca en términos eu- del emperador, y no nec~
ropeos, "es dudoso que se hubiese inventado una causa tan sariamente fruto de la mente de Huásca r. No importa: el
resultado hubiera sido el
ajena a mentes occiden· mismo en cualquier caso.
180 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest La expansión imperial inca 181
balipa pudo vencer, porque de otra manera no bastaba él ni su gente a ganar diversas tribus y provincias para sus respectivas causas 169 • La frágil unidad
un pueblo, cuanto más todo el reino ... 164 • que se había impuesto entre los heterogéneos súbditos del Tahuantinsuyo se
iba desintegrando a medida que los hermanastros proseguían con su política
Huáscar ... hacía poco favor y 'acatamiento a los cuerpos muertos de sus de explotar las divisiones étnicas del interior del imperio.
antepasados y a la nobleza que se ocupa en guardallos y servillos; y que por
esto sus capitanes se dejaban vencer de Atau~Hlp y otros se le pasaban 165 • Numerosas fuentes narran la historia militar de la guerra civil, aunque
no analizaremos ahora detalladamente esos textos 170 • En general, las bisoñas
tropas de Huáscar no eran dignas rivales de los experimentados veteranos
Los reyes muertos y la nobleza viva se habían vuelto contra el emperador.
de Atahuallpa:
Desesperado, Huáscar se separó públicamente del grupo social conocido
como la mitad del Alto Cuzco, que incluía las panacas de los gobernantes y así era innumerable la gente que de todas partes le acudía [a Huáscar];
a partir de Inca Roca, y al cual tanto él como Atahuallpa pertenecían por mas, como era bisoña y a su llegada los capitanes y soldados de experiencia
nacimiento 166 • defendian el partido de Atau-Hualpa, iban éstos cada día adelantándose y
Atahuallpa controlaba ya el veterano ejército de Ecuador; ahora, el inten- aquellos perdiendo tierra 111.
to de su hermano de extinguir el culto de las momias reales le había propor-
cionado una base de poder político en el Cuzco. Aunque la cuna de Atahuall- Cada vez que las fuerzas de Huáscar entraban en batalla sufrían grandes
pa, no incestuosa, se consideraba como un grave inconveniente espiritual, bajas y había que reemplazarlas con reclutas todavía más inexpertos. El
a los ojos de la nobleza las intenciones de Huáscar constituían una amenaza frente avanzó sin tregua hacia el sur y se acercó al Cuzco. Finalmente, en
mucho más mortífera al orden establecido. Con el respaldo de las panacas, 1532, el' propio Huáscar entró en campaña para dirigir la defensa de la
Atahuallpa ya no tuvo que seguir limitando sus ambiciones a la región nor- capital. Derrotado, lo capturaron los hombres de Atahuallpa. La guerra civil
teña del Tahuantinsuyo. Todo el imperio podía ser suyo con tal de eliminar había terminado, pero en el Tahuantinsuyo reinaba el desorden.
a Huáscar. La lucha por el poder entre los hermanos, hasta entonces mera En uno de los giros más irónicos de la historia resultó que Atahuallpa
disputa legal y verbal, brotó como guerra civil. había ganado una guerra y perdido un imperio. En su camino hacia Cuzco
Sarmiento dice que la lucha duró tres años, lo cual significa que comenzó y la coronación hizo un alto para encontrarse con unos intrusos que acababan
en 1529 ó 1530 167 • Las primeras batallas las provocó uno de los grupos de penetrar en su imperio -168 españoles a las órdenes de Francisco Pizarro.
étnicos sometidos al imperio, los cañaris del sur del Ecuador. Deseoso de Estos resultarían los verdaderos vencedores de la guerra civil. El Tahuantin-
aislar a Atahu,allpa detrás de una barrera segura, Huáscar envió al norte suyo se había hecho añicos y lo único que tenían que hacer los españoles
a un general llamado Atoe con órdenes de reclutar un ejército y someter las era recoger los trozos.
tierras de los cañaris. Por lealtad a Huáscar, o quizás con el deseo de enfren- La conquista española del Perú avanzó veloimente. El 16 de noviembre
tar a los hermanos en provecho propio, los cañaris invitaron a Atahuallpa de 1532 la cuadrilla de Pizarro capturó a Atahuallpa en Cajamarca, al norte
a parlamentar y le hicieron prisionero. Por desgracia para ellos, le permitie- del altiplano, y mató a sus acompañantes sin sufrir una sola baja. Durante
ron escapar. Atahuallpa congregó sus fuerzas, derrotó al ejército de Atoe los siguientes doce meses unos esbirros de Atahuallpa mataron a Huáscar,
e infligió salvajes represalias a los cañaris 168 • el propio Atahuallpa fue ejecutado por los conquistadores, un rey títere
La diversidad étnica había sido siempre una fuerza desestabilizadora en llamado Manco Inca ocupó el trono en su lugar, los hombres de Pizarro
el Tahuantinsuyo y ahora iba a contribuir al derrumbamiento del imperio. recibieron refuerzos y el Cuzco quedó bajo el control de los españoles. Man-
A partir de la rebelión de los cañaris, la guerra se difundió rápidamente entre co Inca se rebelaría y sitiaría el Cuzco en 1536, pero una vez que se liberó
otros grupos. Tanto Huáscar como Atahuallpa consiguieron el apoyo de la ciudad la dominación española no volvió a verse amenazada. Hasta 1572
sobrevivió en una remota región del noroeste del altiplano un gobierno inca
>M Pizarra, 1844: 240, 1921: 206; interpolaciones añadidas por Philip A. Means.
"' Cobo, lib. 12, cap. 18, 1890-95; vol. 3, pág. 195, 1979: 166. •M Cieza, lib. 2, cap. 73, 1943: 325-6, 1959: 85; Cabello, lib. 3, caps. 27-29, 1951:
166
Sarmiento, cap. 63, 1942: 167·8. 417-46.
1 1
~ Sarmiento, cap. 69, 1942i 184. 170
Véase Brundage (1963, 1967) para los relatos de las campañas de la guen·a civil.
168
Cieza, lib. 2, caps. 71-73, 1943: 319-28, 1959: 81-7; Sarmiento, cap. 63, 1942: 171
Cobo, lib. 12, cap. 18, 1890-95: vol. 3, pág. 195, 1979: 165.-0; interpolación aña-
168-9; Cabello, lib. 3, cap. 28, 1951: 427-36. dida.
L¡
'
182 Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest
4. El imperialismo precolombino:
en el exilio, pero carecía de un amplio apoyo de otros grupos étnicos y no teorías y testimonios
estaba en condiciones de desafiar a la población europea, cada vez mayor,
y a sus aliados indígenas. En los cuarenta años transcurridos desde Cajamar-
ca los colonizadores españoles pasaron más tiempo peleando entre sí que
luchando contra los restos del Estado inca 17'.
Desde Pachacutec hasta Pizarra, desde el ataque chanca al Cuzco hasta
la captura de Atahuallpa en Cajamarca, había transcurrido menos de un
siglo. En ese breve lapso de tiempo hemos visto cómo el estado inca pasó
de ser un oscuro reino del altiplano a convertirse en el mayor imperio de
la Sudamérica indígena, para derrumbarse después con pasmosa rapidez. Al
buscar un lazo entre la ascensión del Tahuantinsuyo y su caída, hemos
vuelto repetidas veces a la herencia partida, una manipulación en apariencia
insignificante de la ideología tradicional que alteró profundamente la socie-
dad inca. El culto de las momias reales, al crear un culto unificado de
expansión imperial, dio a los incas una ventaja sobre sus vecinos, inspiró
el explosivo crecimiento de su imperio y los llevó a su apogeo. Pero la apli-
cación de la herencia partida a una economía basada en los impuestos en
trabajo y en la posesión de tierras cultivables sometió al imperio a unas
tensiones que no podían perdurar eternamente. Paradójicamente, la ascen- Hemos acompañado a aztecas e incas en el viaje que los transformó de
sión y la caída del Tahuantinsuyo arrancaron del mismo fenómeno: los sociedades pequeñas y marginales en grandes potencias imperiales, y por
derechos de propiedad de los muertos. último en naciones en ruinas. Por el camino hemos visto creencias y prácti-
Dicho de otro modo, en el propio meollo del imperio inca había una cas muy alejadas de nuestra propia experiencia: sacrificios humanos en masa
combinación de factores económicos y religiosos que era esencialmente ines- para alimentar al sol e impedir el fin del mundo, canibalismo, reyes que
table. El imperio llevaba en su interior, desde su nacimiento, las semillas aseguraban ser hijos del sol, incesto obligatorio en los matrimonios reales, y
de su destrucción. Pachacutec, Túpac Inca y Huayna Cápac las habían ali- una línea divisoria entre la vida y la muerte tan impalpable que los vivos
mentado. Huáscar y Atahuallpa no pudieron sino recolectar la fatal cosecha. conversaban con los muertos y se divertían juntos. Estos fenómenos resultan
Ahí radica la trágica ironía de la breve pero espectacular historia del Tahuan- tan ajenos para una mente occidental que muchos de lós españoles del
tinsuyo: al final, los antepasados, en quienes los incas buscaban protección, siglo xvr, que por primera vez se toparon con ellos, no pudieron sino menear
se volvieron contra sus descendientes y los destruyeron. la cabeza y llegar a la conclusión de que el demonio había descarriado a
los pueblos azteca e inca.
La perplejidad inicial engendró investigaciones serias, y aztecas e incas
han atraído la atención durante tanto tiempo que hemos aprendido muchísi-
mas cosas sobre el carácter y el desarrollo de sus culturas. Pero en ciertos
aspectos la pregunta «¿por qué?» sigue estando tan poco clara como en
tiempos de Cortés y de Pizarra. El proceso de las dos expansiones imperiales
es sumamente complejo y ha desafiado toda explicación convincente. La
verdad es que las cuestiones de causalidad han sido tan difíciles de manejar
que los estudiosos ni siquiera consiguen ponerse de acuerdo sobre si los
casos azteca e inca han de considerarse enormemente parecidos o totalmente
dispares.
112
Prescott, 1847 (o cualquiera de las numerosas ediciones modernas); Hemming, Cabría aceptar la idea de que hay ciertos paralelismos superficiales entre
1970, Lockhart. 1972. etc. '!!
~
l los desarrollos azteca e inca, pero que las dos expansiones imperiales fueron